Peces gordos (libre)

por **Orpheus Leahy** Vie Sep 22, 2017 9:37 pm

Misteriosos caminos son los del señor. Boyd no estaba en aquel sitio por casualidad. Situándose en aquel lugar, Boyd estaba detrás de un montón de sacos de hormigón aguardando la salida de una banda de ladrones. No era por nada pero se le estaba acabando la paciencia, pero el resto de su grupo parecía estar completamente preparado para lo que sea. Se sentó contra la cantidad de hormigón que había apilado haciendo de barrera contra la peligrosa banda de ladrones. Esperaban desde muy temprano y todos parecían estar preparados.

¿Cómo es que él no lo estaba? La misma sensación desde que salió de la comisaria no dejaba su cuerpo. No dejaba sus cinco sentidos y había estado en alerta desde el primer momento en el que salió de su hogar para dirigirse hacia la misión en la que estaban ahora mismo esperando a dicho grupo de gañanes. No tenía demasiada inspiración para hacer numeritos de pistola o para poder detener a demasiadas personas. Toda su vida ha estado persiguiendo gitanos y ladrones, personas que no cumplen con la justicia. Estaba como si de repente los ánimos se les hubieran enfriado de repente. No era normal en él ya que él siempre había sido alguien temperamentalmente pasional y queriendo saber siempre todo de todo. Preguntándose en aquel momento a que dirección iría su vida, Boyd se preguntaba si de verdad el ser policía le servía de algo.

Sentía como si su vida estuviera yéndose al garete. El desánimo es la piedra que inevitablemente tienes que pisar para cruzar el río. Puede que te caigas pero siempre puedes levantarte o nadar para terminar cruzándolo….o por aceptar la derrota y dejar que el rio te lleve en dirección a su caudal, en dirección hacia donde te lleve realmente el rio y no puedas remediarlo de ninguna manera posible. Tenía pensado en querer hacer una escapada o a lo mejor cambiar de personalidad. Desde que aquel cabrón de Brecc le arrebató todo lo que quería en la vida además de una buena reputación, lo veía todo negro y sin ningún ápice de color. Era como siempre hubiera estado viendo lo que hacía Brecc para ver si de verdad él podía imitarle cuando no había sido así.

- Señor… - Un novato llamaba a Boyd entre dejes de temor ya que el temperamento de Boyd era bien conocido.

- ¿Qué?

- Es la hora.