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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Apolline Dom Oct 01, 2017 4:36 pm

"I hunt for you with bloody feet across the hallow'd ground
like some child possessed, the beast howls in my veins
I want to find you tear out all your tenderness"
Florence+The Machine"Howl"

La entrada no era suya. El vestido sí. No tenía demasiado pecho, pero sí las manos muy largas. Sin embargo, el encanto de Apolline no residía en ninguno de aquellos detalles, sino en su excepcional habilidad para aclimatarse. Sumisa y obediente, así sería. Controladora y complaciente, hecho. Habladora y cariñosa, a su servicio. Tal era su destreza para la complacencia, que, con tan solo un vistazo, era capaz de decidir qué tipo de personaje interpretaría aquella noche. Se ajustó la máscara, azul ultramar y se deslizó por la sala como un hada, ondeando su vestido virgen allí por donde pasaba. La fiesta ya había comenzado, sin embargo, como buena ególatra, Apolline se había hecho derogar. Sus ojos de muñeca se clavaron en la silueta de un hombre, corpulento y envejecido por el tiempo. Fácil. Hizo un mohín. No le apetecía algo fácil con lo que ganar dinero rápido, sino que deseaba engatusar a un muchacho que pudiera complacerla a ella también antes de abandonarlo. Estaba cansada de hombres desesperado, con tentáculos por manos y mentes estériles. Giró y, ahí, a la vuelta de la esquina, estaba su nuevo caramelo. Su vientre ardió con tan solo un vistazo, tanto, que casi no le importa sacar algo material a cambio. Hacía mucho que no disfrutaba de sus cacerías y, aquel muchacho era hermoso y tímido. Lo vio en su mirada nerviosa, en su nariz dilatada y sus manos sudorosas. Un recuerdo vago abordó sus pensamientos, bañándola en nostalgia. Ah. Es verdad. Se parecía a su muchacho. Esbozó una sonrisa tierna. Lo echaba de menos para ser sincera, pero no tanto como para arrepentirse.

Directa y dulce, Apolline se aproximó al tipo, bloqueando su campo de visión. El muchacho, se irguió al verla.

Apolline ─se apresuró ella. Le tendió la mano y él la tomó con un ligero temblor. Era adorable. Realmente, lo era.

Me podéis llamar Arnand.

Una chica habladora para el tímido y apuesto Arnand al que haría temblar de placer esa misma madrugada.

¿No me sacáis a bailar Arnand?

Titubeó, esbozando al fin una pequeña y tímida sonrisa. Adorable. Sí que lo era. Se lo comería.

Si os soy sincera, no se me da demasiado bien. Os vi solo, y pensé que quizás, me podría resguardar en vos. Lo cierto es que conozco a demasiada gente ─musitó, con fingido desconsuelo. Esbozó una sonrisa gris y apartó la mirada, después viró con un leve encogimiento de hombros─. Ah, olvidadlo, no quería molestaros…

Escuchó el zumbido de la mosca antes de sentir como se estancaba en su telaraña. Sus dedos, se detuvieron dudosos sobre tu hombro para detenerla. Tal fue la incapacidad de habla del muchacho, que simplemente balbuceó un rápido “Espera”. Apolline sonrió triunfante, y con la mirada de un felino, se giró, enfrentándole tal como un corderito, feliz de haber sido salvado del matadero. Y así se desencadenó una noche de baile y cortejo de la cual Apolline no se vio satisfecha hasta ver la ilusión reflejada en los ojos del joven. Dulce Arnand, cuán más dulce sería su boca en la suya.

La muchacha tan solo se excusó un momento, para atusarse en los aseos. Pero algo sucedió cuando regresó, algo que nunca le había pasado. Tan atónica se quedó, que por unos segundos Apolline no supo cómo reaccionar cuando vio a su muchacho bailando con otra mujer en el último baile de la noche. La mujer estaba a espaldas a ella y tenía buena figura, debía de admitirlo, pero dudaba que fuese dueña de un pico de oro que igualara al suyo. Trató de hacer contacto visual con Arnand, dedicarle una mirada desolada, irresistible. Y lo hizo, para después girar y marcharse del baile hacia uno de los patios de palacio, fingiendo dolencias en el corazón. Sin embargo, por segunda vez en la noche, volvió a sorprenderse cuando al pasar el tiempo, Arnand no vino en su búsqueda. La sangre de Apolline ardió.

¿Quién era esa endiablada mujer que osaba arrebatarle su caramelo?
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Mensaje por Ophelia M. Haborym Miér Oct 25, 2017 7:43 pm

El negro era su color, siempre lo había sabido. Si bien el escarlata era el color que mejor definía su carácter, y el aguamarina aquel que mejor partido sacaba a su mirada, el negro, la ausencia de color, era aquel con el que más cómoda se sentía. Muchos podrían decir que vestir de "luto" para semejante celebración era mal fario, o incluso de mal gusto; y ella, al haber visto a otras damas vestidas de tal guisa probablemente hubiera pensado lo mismo, pero todo era diferente cuando sabías cómo moverte. Cómo actuar. Cómo mezclarte con el ambiente. Cómo superar las expectativas y dejar a otros sin habla con un simple batir de sus pestañas. Su figura, estilizada, esbelta, bien definida, se deslizaba por los escalones de forma grácil, elegante, desprendiendo sensualidad. Su presencia era notoria. Aquel vestido se abrazaba a su cuerpo con finura, pero sin llegar a ser ceñido. Insinuaba, pero sin llegar a mostrar sus encantos a simple vista. Pero sin duda, lo que más destacaba, era la nota de brillo, de distinción, que aquella máscara cargada de piedras preciosas añadía a su atuendo. El color de sus ojos resaltaba enormemente, al verse iluminado por las piedras preciosas, dándole un aspecto casi irreal. La vampiresa sonrió levemente, haciendo una reverencia en la entrada, antes de ser introducida, visiblemente satisfecha. Sentir todos aquellos ojos, todas aquellas miradas de seres insignificantes clavadas en su persona le resultaba sumamente gratificante.

Caminó con decisión primero por el hall principal, y luego en dirección a la sala de fiestas donde se llevaría a cabo la celebración. Siempre recibía invitaciones de todo tipo, pero en aquella ocasión, la certeza de que una personalidad de Europa Oriental estaría entre los invitados, era lo que la había convencido de acudir. El los últimos meses había evitado todo contacto con el mundo humano para otra cosa que no fuese la caza (o la tortura, según como se encontrase de humor), desde que perdiese contacto con su progenie, y es que sus ánimos no eran lo bastante decentes como para mantener su fachada de "mujer de clase alta, recatada y solicitada". Fachada que aquella noche había asumido voluntariamente, después de tiempo. Y debía reconocer que se sentía como pez en el agua. Algunas costumbres no se pierden, por más que queden en desuso. Y a pesar de que su alma estuviese podrida, y su ser estuviese más cargado de rabia y sed que de buenas intenciones, engatusar y engañar a los humanos siempre había sido una especie de hobby, aparte de ser necesario. Por muy superior que fuese a aquellas infelices criaturas, seguían siendo mayoría. De momento. Conseguir más bienes, más poder, más información, era su objetivo principal. Algo que necesitaba. A pesar de que el medio para conseguir todo aquello la llevara a codearse con personas que le importaban poco menos que nada.

Tras tomar una copa de vino, encandilar a bastantes caballeros, además de algunas damas, poco a poco el bullicio formado alrededor de la conocida escritora y su encandilador aspecto se fue disipando, y lo que antes eran palabras a las que no prestó mayor atención, y carcajadas vacías, dio paso a la música, y con ésta, se inició el baile. Ni siquiera se dio cuenta de quién la había tomado entre sus brazos cuando ya estaba danzando en un sinfín de giros gráciles. Qué descarado. ¿Cómo se atrevía un tipo como ese, con una calvicie incipiente y la mirada de su esposa a la espalda, a tomarla como si se tratase de una mujer cualquiera? Por eso odiaba a los humanos, y a sus absurdas creencias sociales. Eran tan ridículos, tan patéticos. Hizo su mejor esfuerzo por poner buena cara, pero no tardó ni un minuto en excusarse en la pausa entre dos canciones, para escabullirse hasta la otra punta de la sala. No había venido para eso, pero se temía que como algún otro baboso se acercara a ella con intenciones tan obviamente desagradables acabaría por degollarlo en medio de la pista de baile. La escoria no merecía ni siquiera servirle como aperitivo. La vampiresa suspiró, para luego pasear la mirada entre los presentes, en busca de aquel que era el auténtico motivo de su aparición en sociedad.

No tardó mucho en encontrarlo. A pesar de que su presencia era débil, casi deprimente, podía notarse a distancia que sus ropajes eran considerablemente de mejor calidad que los del resto. Y además, allí estaba, en una esquina de su traje, bordado con hilos de varios colores, el escudo de armas de la familia Dragović. La mujer se relamió disimuladamente, al percatarse del nerviosismo mostrado por su presa, ante la presencia de otra muchachita que, desde su punto de vista, no encajaba en aquel lugar. Los farsantes tienen una terrible facilidad para identificar a otros mentirosos. Y en el caso de Ophelia, ella era una experta en aquel terreno. Esperó a que la otra mujer se marchara, para chocar "accidentalmente" con el noble. La vampiresa, con un movimiento que tantas otras veces había practicado, aterrizó en el suelo perdiendo la máscara. Cuando los ojos de ambos se encontraron, no hicieron falta muchas más palabras. Una sonrisa amable y cálida, casi inocente, una risa que asimilaba al cantar de un jilguero en primavera, y en pocos minutos, estaba siendo guiada al ritmo de la música, mirada gacha, aquel rubor tan bien asimilado, y lo tenía comiendo de la palma de la mano. 

El hombre la conocía, había leído alguno de sus títulos, y ella, astuta como siempre, dijo también conocer a su familia, y ser un honor poder compartir tales momentos con alguien de semejante bagaje. Adular a los hombres era lo más sencillo del mundo. Quien antes parecía acobardado, ahora se sentía al mando, siendo tratado con tal confianza por una dama de su alcurnia. Ambos siguieron danzando, girando, charlando, riendo. Pero para ser sinceros, estaba sumamente aburrida. Demasiado predecible.


Última edición por Ophelia M. Haborym el Mar Abr 10, 2018 2:57 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Apolline Sáb Nov 04, 2017 5:30 am

La música se extinguió dando por finalizado el último baile. Con ella, el humor de Apolline, que cerró los puños con fuerza. Aquello nunca le había sucedido. Es más, puede que algún objetivo se le hubiese escapado de las manos, pero jamás cuando tenía las garras tan hundidas en su piel. No tenía muchas respuestas para lo que acaba de suceder, o bien su tímido y traicionero Arnadn ya conocía a aquella mujer o la muchacha en cuestión era más bella y cautivadora que Apolline.

Cosa, que dudaba.

Profundamente ofendida, caminó en dirección a la pareja. Sin embargo, se detuvo para medir sus pasos, su compostura. ¿Qué pretendía? Golpear a la muchacha en la cabeza hasta dejarla inconsciente y marcharse con su querido Arnadn. Aquel sin duda era el plan más necio que había ideado nunca.

Maldito Arnadn con su tímida expresión y sus ojos cándidos. ¿Cómo osaba dejarla así?

La sala comenzó a vaciarse y Apolline decidió aproximarse a la pareja. Sin duda la desconocida debía de haberle pedido con tanta insistencia que bailase con ella, que Arnadn había accedido. Sí, seguro que había sido aquello. Ella se encargaría de regresarlo a sus redes y “salvarlo”.

Enlazó el brazo con el del muchacho con la habilidad de una serpiente y sonrió con ternura, apoyando la cabeza sobre el hombro de Arnadn.

── Os estaba buscando…Pensé que os habíais marchado sin mí. Una pena que no hayamos podido danzar en el último baile.

Esta vez sí, sus ojos se clavaron con malicia sobre la mujer que tenía en frente. Toda intención se desvaneció cuando estudio su expresión, su porte, su simple presencia que hizo que Apolline se sintiera ligeramente pequeña. Aquello la desestabilizó, sorprendió y enfureció casi a la vez. La extraña era de una belleza tan singular que por un momento se olvidó de sus palabras. Le quiso odiar por ello.

──Apolline ──se presentó, inclinando la cabeza con curiosidad. Después miró al muchacho──. Arnadn querido, ¿nos permitirías un segundo a solas?

El chico asintió, pero sus ojos no estaban clavados en ella mientras se alejaba. La ira prendió fuego su sangre, sin embargo, Apolline supo disimularlo con cuidado. La extraña era más alta que ella, por lo que tuvo que alzar el rostro ligeramente, lo hizo con gracilidad, con orgullo. Le dedicó una sonrisa exageradamente falsa.

──Así que… ¿dónde está vuestro hombre? ──preguntó, la ponzoña resbalando por sus labios──. Porque hasta donde yo veo, bailabais con el mío. No me gustaría tener que advertiros de no volver a hacerlo.

Hubiese tomado uno de sus mechones sueltos para enrollarlo en su dedo, tratando de intimidar, empequeñecerla. Sin embargo, era incapaz de hacerlo, cosa que le fastidió todavía más. La mujer no había abierto la boca todavía y Apolline se sentía más amenazada que en toda su vida. Más menuda, más vulnerable.

Más furiosa.
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Mensaje por Ophelia M. Haborym Mar Nov 28, 2017 2:44 pm

Los bailes se encadenaron uno tras otro. Las palabras que salían de los labios de su acompañante eran cada vez menos medidas, y eso le fue aportando a Ophelia las pizcas de información necesaria que había estado buscando desde antes incluso de entrar en ese lugar. Simple. Demasiado sencillo. Nunca había pensado que alguien perteneciente a una familia tan destacada y antigua como la Dragović pudiera ser tan rematadamente monótono. Casi le entristecía. Sonreía, asentía en los momentos necesarios, y soltaba alguna que otra expresión de sorpresa por las notorias consecuciones en los negocios que el hombre le relataba, y la velada fue mucho más rápida y provechosa de lo que había previsto. De no haber estado aquel patán tan obsesionado con mirarla continuamente, hubiera dejado verse su expresión exasperada sin ninguna duda. Pero no permitiría que su fachada, tan bien lograda, se viniera abajo en el último momento. Quedaba un poco más, un empujón más, y conseguiría acceso al hogar de aquel pez gordo antes de que acabara la noche y tuviera que regresar a la oscuridad de su palacio. A punto había estado de decir la típica frase de "estoy cansada, ¿quizá os gustaría ir a un lugar más apartado?" -típica para obtener lo que quería, cuando la muchachita de antes se acercó a ellos con tal descaro que casi la hizo carcajearse.

Ah, los celos, y aquella burda y estúpida necesidad de querer demostrar ser más de lo que realmente se es. Lo conocía. Conocía aquella actitud hostil, osada y cargada de ganas de pelea. Ella también había sido humana, posiblemente mucho más altiva de lo que esa cría lo era incluso ahora, pero esos tiempos habían quedado muy atrás, y ya ni necesitaba ni quería rebajarse al mismo nivel que ella. No dijo ni una palabra mientras la otra joven trataba, torpemente, de recuperar el favor del Dragović usando sus dotes femeninas. Era un caso perdido, debería resignarse. Nadie nunca le había arrebatado una presa una vez ya la tenía en sus fauces. El apetito de Ophelia era voraz: arrasaba con todo a su paso. Mantuvo su postura regia y firme, y apenas si parpadeó unas cuantas veces, sin dejar de mirar al hombre, quien más que interesado por la otra joven ahora parecía molesto por haberse visto interrumpido su "momento" con la autora. Nuevamente, tuvo que guardarse las ganas de echarse a reír. Aquella "gatita" no tenía oportunidad. Un simple felino no puede hacer nada en contra de un tigre. Jugaban en ligas diferentes. Sin embargo, no mostró oposición ante la propuesta de quedarse a solas con ella. En aquel simple intercambio ya se había divertido más que en todas las horas de aburrida conversación con el hombre. 

Escuchó en silencio las palabras cargadas de bilis expulsadas por aquella mujer. Su belleza ahora resaltaba incluso más que cuando se hacía pasar por una mosquita muerta. Y es que si por algo tenía debilidad la vampiresa, era por las dobles caras, y especialmente, por los caracteres fuertes. Claro que eso no implicaba que fuera a aceptar las amenazas de una simple humana y quedarse callada. Estilizando aún más su postura, tomó la mano con la que la otra se había atrevido a tocarla, y besó el dorso ligeramente, dibujando inmediatamente después una sonrisa entre seductora y burlona. Clavó sus ojos azules en los ajenos, rebuscando en el interior de la otra, como si tratara de engullirla con una simple mirada. - ¿Vuestro? Hasta donde yo sé, a quien piensa invitar esta noche a acompañarle es a mi, y no a vos. Las serpientes no sueltan su presa hasta que ésta está inconsciente y sin oportunidad de escapar. ¿No será más bien que os creísteis que vuestras armas eran lo bastante poderosas como para mantenerlo cautivo? Pequeña, no me hagáis reír. -Su mirada, ahora fría, casi cruel, la recorrió de arriba abajo con un desdén casi exagerado. No era que no tuviera lo que tenía que tener, era que simplemente no sabía utilizarlo con bastante soltura. - No cacéis presas con las que no podréis cargar. -De un movimiento rápido, capturó los labios ajenos con los suyos, para luego mostrarle una sonrisa, esta vez sincera, que mostraba claramente sus colmillos. - No vayáis a convertiros en el objetivo de una serpiente mucho más lista. -Dijo, en una amenaza que apenas si estaba oculta, para luego voltearse. El hombre parecía nervioso, pero soltó un suspiro de alivio al ver que Ophelia le sonreía.



Última edición por Ophelia M. Haborym el Mar Abr 10, 2018 2:56 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Apolline Miér Dic 13, 2017 7:29 am

La besó, la ordinaria. Aunque ordinariez no era lo que sintió cuando sus labios atraparon los suyos. Por primera vez en su vida, Apolline se quedó sin habla. ¡Qué provocación tan extraña! Por no decir osada. ¡Y en medio del baile! ¿Qué tipo de lunática era aquella mujer? Sin duda una que sobrepasaba sus límites. Confundida, trató de aferrarse a algo para mantener el equilibrio. Sus dedos se posaron sobre un jarrón que por poco tiró contra el suelo. Consiguió mantenerlo donde estaba y se recompuso. Ella no era torpe, ni mucho menos, todos sus movimientos estaban medidos, ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Es que acaso era una bruja? ¿Una hechicera endiablada? Había oído historias, pero nunca las creía. Sin embargo…, debía de haber algún tipo de explicación para aquellos, aquellos…La palabra no terminó emerger en su cabeza. Temía que si lo pensaba rompería a reír. Y es que pensar en colmillos, era tan fantasioso como creer en las hadas. Sin embargo, no halló otra explicación para lo que había visto.

Apolline se inclinó ligeramente, contemplando a la susodicha con su ya olvidado objetivo de aquella noche. Sin duda debía de estar encantada, aquella presencia era de otro mundo.

“No vayáis a convertiros en el objetivo de una serpiente mucho más grande”

La amenaza estaba clara, sin dudarlo. Pero ella no era una jovencita que reculara con facilidad. Sin embargo, desbaratados sus planes de aquella noche, la imagen de los colmillos la atormento y sabía que no marcharía tranquila si no comprobaba cuan reales eran. De tal modo, hizo lo impensable. Se acercó de nuevo a la muchacha y le sonrió, una sonrisa dulce y cándida.

Me podéis llamar Apolline, por cierto ─dijo, inclinando el rostro hacia un lado─. Hechas las presentaciones, dejadme que os diga algo. Si vais a besar a jovencitas desprevenidas como yo, será mejor que aprendais a hacerlo como es debido

Tiro de sus hombros ligeramente hacia abajo, quedando ambas a la altura y la beso. Pensó en morder con todas sus fuerzas y marcharse, pero el perfume de su boca sobre la de ella le hizo olvidar por unos segundos cual era el propósito de todo aquello. Se abrió paso y lamió, acarició hasta dar con ello. La punta de su lengua rozó los colmillos de la otra joven y Apolline reculó al instante, pálida. No habían sido imaginaciones suyas.

Que disfrutéis de la noche ─siseó, alterada, algo impropio en ella.

Aprisa, giró con brusquedad y abandonó él baile. Era una suerte que fuera uno de máscaras, de quedar descubierto su rostro, su reputación se hubiese visto sumida en cenizas al verla besándose con otra mujer en mitad del ultimo acto. Sin embargo, aquella era la menor de sus preocupaciones. Tenía que alejarse, echar tierra de por medio entre ella y la serpiente. Lo que quiera que fuese la desconocida. Inquieta, comenzó a buscar un carruaje que la llevara a casa.
No se le daba bien ser la presa.

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Mensaje por Ophelia M. Haborym Vie Ene 19, 2018 2:26 pm

Si algo tenían los humanos, que a los inmortales le faltaba, era la capacidad de improvisar, de realizar acciones totalmente descabelladas en los momentos más insospechados. El cambio en la actitud de la otra no le pasó desapercibido. De serpiente a niña buena. De cazadora, a presa. Lo que la humana no sabía era que lo que acababa de hacer la convertía probablemente en la criatura más interesante que había visto en toda la noche. Y eso no era una buena noticia, al menos no para ella. Cuando aquellos cálidos labios envolvieron la frialdad de los suyos, la vampiresa, haciendo caso omiso a todo lo demás, se dejó llevar, y dejó que toda la dulzura propia de los inmortales, ese elixir que atrae a los humanos como polillas a la luz, emanara a borbotones, dejando a la osada muchachita casi tan perdida como en el primer beso. Que la hubiese pillado por sorpresa no significaba que no tuviera forma de responder a sus provocaciones. Ni siquiera disimuló su sonrisa de suficiencia cuando la fachada "cándida" de la chica se vino abajo en sus últimas palabras. ¿De despedida? ¡Já! Era una ingenua si creía que podría escapar de ella tan fácilmente. Ya se lo había dicho: las serpientes no sueltan a sus presas hasta que éstas ya no tienen oportunidad de escapar.


La vampiresa aprovechó la conmoción causada por aquel beso, a todas luces fuera de lugar y rechazado dada la naturaleza de aquella reunión, para susurrar aquellas persuasivas palabras en el oído ajeno. Sí, aquellas que rogaban que la llevase a otro lugar, que la siguiera a donde podrían estar mucho más cómodos. Sin pensárselo dos veces, siguió el rastro del aroma de la jovencita hasta el exterior. ¿De verdad se pensaba que sería tan fácil deshacerse de una depredadora como ella? La estaba subestimando. Y casi arrastrando al hombre, que parecía aturdido por la habilidad de la vampiresa, se subieron al carruaje que la chica llamada Apolline acababa de tomar. Convencer al cochero de que echara a andar no le llevó más de tres segundos. Y allí estaban los tres. El Dragović, que las miraba a ambos, confundido, y la cazadora y la presa, sentadas frente a frente. La una con expresión de pánico, y la otra sonriendo de oreja a oreja. 

- ¿Dónde vais tan deprisa? Tras un beso así de apasionado creía que compartíamos un vínculo mucho más... ¿especial? -La actitud burlona de la vampiresa era más que evidente, e igual de evidente eran sus colmillos, los que ahora sobresalían de sus gruesos labios claramente. Y es que delante de aquella muchacha no tenía sentido esconderse, ¿no? Después de todo, pronto sería devorada por aquellas mismas fauces. - Además, no os quejéis. He traído conmigo a este joven que tanto os interesaba. Aunque debo deciros que es bastante poco interesante. -El hombre frunció el ceño, haciendo el intento de responder a aquella grosería, pero la vampiresa alzó la mano frente a él, impidiéndoselo. - Ni una palabra. -Y sus labios fueron sellados. - En cuanto obtenga de él lo que quiero, lo tendréis todo para vos... A cambio sólo solicito el placer de vuestra compañía... - ¿Dónde las llevaría aquel juego? Aún no lo sabía, pero la expectativa la tenía más que entusiasmada. 




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Mensaje por Apolline Dom Feb 04, 2018 8:56 am

El vapor de un largo baño se impregnó en sus pensamientos. Apolline se pudo visualizar entre las aguas mientras tomaba asiento dentro del carruaje. El traqueteo la arrulló cuando se puso en marcha y la muchacha exhaló, cansada. Lo único que deseaba era dejar aquella extraña noche atrás, fingir que jamás había ocurrido y continuar con su día a día. Y sin embargo, allí estaba, llevándose los dedos a los labios, palpando el ardor que la boca de la desconocida le había plasmado entre poro y poro. Ignoró el ardor de su vientre y se deshizo de su máscara. La posó a un lado del asiento al mismo tiempo que el viaje se detenía estrepitosamente. La muchacha alzó el rostro, clavando su mirada desnuda en los nuevos invitados. Sus ojos castaños, se encontraron con los de la serpiente, que no venía sola.

Contuvo el aliento, pero se recompuso casi al instante. No podía dejar que la vulnerabilidad asomara en sus acciones, más qué ironía, sin la máscara, se empequeñeció. La ponzoña coaguló en su garganta. ¿Cómo osaba aquella ordinaria hacerla sentir de aquel modo? Respiró y se recordó que debía aparentar, así que dibujó una sonrisa en sus labios. Una sonrisa que para nada era comparable con la de la diabla que tenía frente a ella. Sus ojos, no podían dejar de mirar los colmillos que asomaban. Apolline despegó los labios para hablar y proporcionar algún comentario sardónico, pero halló el espacio de su boca ausente. ¡Maldita fuera! Sin meditar si quiera lo que hacía, se levantó, si bien sus instintos le decían que huyera, tenía la sensación de que aquello no la llevaría a ningún lado. Pensó qué quizás bajo aquella bonita máscara se escondía un monstruo y no un rostro seductor. Era hora de comprobarlo.

Sus elegantes falanges se enredaron en el cordón cobre que sujetaba la máscara de la extraña, tiró e hizo que se desprendiera de su rostro. Para su sorpresa, si bien la visión la dejó sin respiración, no resultó ser un monstruo lo que halló. Apolline frunció el ceño, sus ojos estudiando las hermosas facciones de la mujer-demonio. Más por placer propio que por desestabilizar a su “contrincante”, se inclinó, para saborear sus labios en los propios una vez más. Se quería asegurar, se dijo. La beso profundamente hasta que halló la suficiente fuerza como para despegar su boca de la ajena, sin aliento, aterrada, excitada. El calor, ascendió hasta sus orejas. Se inclinó entonces, hacia el bobalicón de Arnadn, y tiró del cuello de su traje, hacia ella. Cuando lo besó, la acción le resultó insípida, decepcionante y Apolline se apartó, exclamando maldiciones en su cabeza. Sus ojos volvieron a posarse sobre la mujer.

Ya no lo quiero ─susurró─, haced con él lo que os venga en gana maldito demonio.

Porque tenía que serlo, debía de ser un demonio. Había leído sobre los Sucubos, aquello se asimilaba más que nada a quién tenía delante.

Se aposentó de nuevo, sobre su asiento. Qué chistoso, estaba vestida y sin embargo, se sentía como si no lo estuviera, como si se encontrara desnuda frente a una gran audiencia. Trató de tomar una postura segura, arrogante al menos.

No lo deseo, pero os otorgaré mi compañía igualmente puesto que no creo que tenga más elección que esa, ¿verdad? Solo os pido una cosa, decidme al menos el nombre de la mujer que me pretende robar. No soy necia veréis…Vuestra mirada no prometen un final propio de un cuento de hadas hacia mi persona y contrariamente a lo que desearía mostrar, me aterra vuestra presencia. Así que por lo menos aliviad mi curiosidad y decidme también, ¿qué queréis de mí? Sin duda no parecía estar en vuestros planes demoníacos esta noche, sin embargo, necia de mí, al parecer llamé vuestra atención lo suficiente como para que me siguierais hasta mi carruaje. Algo tendrá que ver también, esos bonitos colmillos que adornan vuestros labios ─musitó, palideciendo ante aquella ultima frase.
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Mensaje por Ophelia M. Haborym Lun Feb 26, 2018 7:57 pm

La vampiresa no pudo evitar sonreír de oreja a oreja cuando, nuevamente actuando de forma sorpresiva, la claramente asustada muchacha se había osado a descubirle el rostro. No le cabía duda de que la imagen que se había dibujado ante ella había sido de su agrado, cuando al bucear en sus ojos, no pudo encontrar nada más que el brillo del deseo. Ophelia era hermosa, siempre lo había sido, pero las criaturas sobrenaturales tenían algo que atraían a los humanos de una forma animal, peligrosa, y con aquella pobre muchacha iba a suceder lo mismo. Estaba sucediendo lo mismo. La había encandilado. El veneno de los vampiros, al contrario de lo que puede parecer, es mucho más dulce que cualquier otro. Inundan tus sentidos, tus pensamientos, te hacen anhelarlos, desearlos, querer poseerlos. Y cuando te das cuenta eres tú quien está atrapado por ellos y no al contrario. ¡Pobre "cazafortunas"! Se había encontrado con la peor adversaria posible. Ambas se quedaron así unos instantes que desde fuera parecieron eternos. Observándose mutuamente. Su rostro era hermoso también, no iba a negarlo, pero se hallaba dividido entre la excitación y el miedo. Eso lo hacía especialmente atractivo para un monstruo como ella. 

La siguiente acción de la osada joven también la tomó por sorpresa, pero como sucediera antes, no le costó ningún trabajo responder. Tomó control del beso que la otra había iniciado de forma tan agresiva sin demasiado esfuerzo, invadiendo la boca ajena con su lengua, que se retorcía de forma seductora, incitante, buscando acariciar aquellos lugares de la cavidad donde sabía se acumulaban más nervios, donde la sensibilidad era mayor. La profundidad de aquel beso no pasó desapercibida por el hombre, que aún no podía hablar debido a la influencia de la vampiresa, pero que no pudo evitar tragar saliva, claramente excitado por lo que estaba sucediendo ante sus ojos. ¡Qué patético! Las dos mujeres que había creído estaban interesadas en él, ahora parecían más entregadas la una a la otra de lo que jamás estuvieron con él. Pero aún así, no podía evitarlo. No podía apartar la vista. Las dos mujeres parecían querer devorarse mutuamente. Aunque hubo una clara ganadora. Ophelia observó con una ceja alzada cómo la otra se separaba y luego buscaba los labios del hombre que, atónito, no supo cómo corresponderle. La conclusión a aquella competencia hizo que la vampiresa se carcajeara, el sonido melodioso retumbando en el carruaje. Y es que cuando el demonio se ríe hasta el sonido de su risa resulta embriagador. 

- Oh, querida, no lo digáis de ese modo. Aunque este "demonio" no se hubiera interpuesto en vuestro camino os aseguro que este muchacho no habría cumplido con vuestras expectativas. -Le guiñó un ojo a la joven, ignorando completamente la cara de disgusto del otro, quien ahora no podía evitar ser más que un espectador externo a lo que estaba sucediendo entre ellas. El duelo de miradas, la tensión entre ambas era palpable. La chispa que había nacido en su enfrentamiento en la fiesta ahora se había convertido en una llama. Quizá la pregunta más evidente era cuánto tardaría en incendiarlas a ambas. Los ojos de Ophelia recorrían el cuerpo de la joven sin esconder sus intenciones ni su lascivia. No sólo el envoltorio era de su agrado, sino que aquella forma de ser, tan altiva, pero con aquella chispa de inocencia que en el fondo denotaban sus palabras cargadas de pánico, le agradaban enormemente. Y sí, la chica tenía razón, su interés no hacía más que garantizar que el final que le depararía no sería precisamente de su agrado. Ella era así: no podía evitar destruir aquello que le atraía. 

- A lo largo de mi vida he tenido muchos nombres, siendo los dos más repetidos Ophelia y Moira. Cualquiera de ellos es válido. Por proporcionarme tal grado de diversión os permitiré que os dirijáis a mi por el que gustéis. Apolline... -Susurró su nombre de forma deliberadamente seductora. Su sonrisa seguía siendo tan divertida como antes, la sonrisa de una serpiente: algo en lo que no debes confiar. - Y decidme, Apolline, ¿qué sentimiento os produce ser consciente de que la criatura que tenéis en frente es un monstruo? Un demonio, como habéis dicho. Decidme, quiero saberlo, ¿qué sentís al imaginar estos colmillos hundiéndose en la pálida piel de vuestro cuello? -Dicho esto, la vampiresa se deslizó hacia delante en el asiento, acercando su rostro peligrosamente al ajeno. Sus ojos se habían entornado, su sonrisa se acentuaba. Para ella, todo era un juego. Una excitante forma de tentar a la presa que había logrado captar su interés de forma tan abrupta, cambiando incluso sus planes. Quería saber más. Quería tentar más. Quería averiguar hasta dónde podía hacerla caer antes de devorarla. 



Última edición por Ophelia M. Haborym el Mar Abr 10, 2018 2:53 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Apolline Lun Mar 05, 2018 9:08 am

Tan controlados se le antojaron los propios movimientos, que Apolline midió incluso la respiración. Le hubiese gustado optar por simplemente no respirar, pero no deseaba una muerte prematura. Asimismo, no se le pasó desapercibida la mirada que la joven le dedicó. Inconscientemente respondió, entreabriendo los labios con pesadez y apetito, acto que la atormentó todavía más. Pensó en rogarle, en implorar para que rompiera aquel hechizo bajo el que la tenía presa. Si su vida se basaba en el control de la situación, aquella escena era un tormento y una ensoñación del mismo modo, ya que mientras que deseaba con todas sus fuerzas suplicar por aquello, también sentía la necesidad de hacerlo para que continuara. Era embriagador el estado vertiginoso al que estaba sometida y, sabía que si continuaba envolviéndose en sus patas de araña, se perdería en ellas hasta que la muerte en sus manos sería incluso un regalo. Decepcionada consigo misma y sus propios pensamientos, se irguió, dilatando los orificios de la nariz, pero entonces le concedió aquel nombre.

Moira ─rezó, como si se tratara de una entidad a la que veneraba día y noche.

Aquel nombre, no hizo sino empujarla todavía más a ofrecerse ante ella, como objeto. Pero, ah, eso es lo que deseaba, ¿no era así? Le había regalado dos nombres, por tan solo el hecho de entretenerla, de ser su bufón personal. Aquel pensamiento le hizo entrar en razón, pero seguía sin ayudar que se encontrasen en un lugar tan reducido y que su rostro se hubiese vuelto a acercar al de ella peligrosamente. Incluso se había olvidado al completo del pobre diablo que las acompañaba. Su mundo, se había reducido a la boca provocativa de Moira. Tal fue su deseo de volver a besarla, que se incendió, iracunda.

Así que eso es lo que deseáis, ¿devorarme cuando haya cesado de divertiros? Es un tanto cruel, ¿no creéis? Miradlo a él, ¿por qué no jugáis con él antes de volcaros en mí? Quizás hasta os encienda que observe. Sin embargo, si lo que deseáis es mi opinión, seré lo más honesta posible, ya no tengo nada que perder, ¿para qué mentir si un destino fatal parece estar esperándome?

Se inclinó también, osada, susurrando cerca de sus labios como si pretendiera tentarla, aunque claro estaba, la tentada era ella. Exhaló un trémulo suspiro, respondiendo al fin a su pregunta.

Estoy, aterrada ─musitó─. Desconozco la intención de vuestros colmillos hundidos en mi piel y sin embargo, al mismo tiempo, la intriga me atormenta y el deseo me enciende, acompañado por una repugnante necesidad de ofrecerme como esclava de vuestras necesidades. Eso es lo que siento en este instante y no puede resultar más decepcionante, puesto que lo que debería de estar haciendo en este instante, es pedir auxilio o poner tierra de por medio en cuanto se me presente la oportunidad, y sin embargo, resulta chistoso que huir no es lo que más anhelo.

Se retiró, apoyando la espalda contra la pared del carruaje, como si de tal forma, pudiera alejarse de sus palabras, de arrebatarle su significado. A duras penas, trago saliva, tenía la boca seca y el rostro caliente. Sus ojos, deambularon erráticos hasta el joven que las acompañaba.

Pero os lo pido por favor, demostrarme aquello que me depara. Utilizarlo a él como ejemplo. Desearía contemplar los horrores a los que me estoy ofreciendo, quizás de ese modo, me espante en la medida en la que debería hacerlo ─pidió, respirando con pesadez─. Insisto, Moira.

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Mensaje por Ophelia M. Haborym Mar Abr 10, 2018 2:52 pm

No pudo evitar carcajearse ante aquella extraña táctica que se le parecía haber ocurrido a la pequeña Apolline. ¿Acaso creía que si Ophelia se encontraba absorta en torturar al pobre diablo que las observaba, ahora aterrado, ella tendría una oportunidad, aunque fuera pequeña, de escapar? Se equivocaba. Nadie nunca había escapado de sus fauces, de su abrazo. Cuando algo le obsesionaba hasta el punto que Apolline empezaba a hacerlo, no le importaba remover cielo y tierra con el afán de volver a tenerlo entre sus manos. Aquella mujer estaba condenada. Estaba marcada. Estaba perdida. Simplemente por haber sido captada por sus normalmente indiferentes ojos, su destino había sido decidido. Si quería escapar, la encontraría. Y entonces las consecuencias por haber intentado traicionarla serían incluso peores.

Pero por alguna extraña razón, se sentía lo bastante complaciente como para aceptar los deseos de la joven. ¿De verdad quería ser testigo de lo que sus colmillos podían llegar a hacer? No iba a negar que la idea de ser observada, con pánico, por la siguiente de sus presas, la excitaba. Su sadismo siempre había sido patente, y verla temblar mientras esperaba su destino, siendo a la vez consciente de lo que estaba a punto de ocurrirle, probablemente le proporcionara una gran satisfacción. Como buena hedonista, no iba a negarse semejante placer, y menos cuando la idea venía precisamente de aquellos labios rojizos cuyo néctar ya había probado en bastantes ocasiones aquella noche. 

- La crueldad es probablemente una de mis mejores... ¿o peores? cualidades. No os lo toméis como algo personal. Me gusta atormentar a aquellos que captan mi interés. Con seres a los que considero inferiores o insignificantes, no suelo molestarme tanto en hacerlos sufrir. No me proporcionan demasiado entretenimiento, y siempre he sido el tipo de persona que evita hacer aquello que le resulta tedioso. -Dijo la vampiresa con tono calmado, regresando a su asiento y rompiendo así la cercanía que ella misma había forzado momentos antes. - Pero si tanto insistís en que "juegue" con este hombrecillo antes de convertiros en mi musa de la noche, no seré yo quien os niegue ese deseo. -Los ojos del hombre se centraron en la morena, visiblemente inquieto. Probablemente no era del todo consciente de que su final estaba más cerca de lo que esperaba. Si bien aquella no había sido la forma en que ella había pensado que le daría muerte, al final era simplemente adelantar un acontecimiento que sin duda habría tenido lugar más adelante en la velada. ¿Qué importaba? Comparado con la posibilidad de encontrar un nuevo "juguete" favorito, sus planes ahora parecían insignificantes. 

- Ya puedes hablar, gospodin* Dragović, ¿qué opinas de lo que nuestra huésped de la noche quiere que haga con usted? ¿Está dispuesto a servir de ejemplo de lo que ocurre cuando un humano se topa cara a cara con un demonio? -El hombre intentó responder, pero la habilidad de la vampiresa aún se lo impedía. Ophelia dibujó una sonrisa retorcida, mientras dejó que la siguiente de sus habilidades comenzara a surtir efecto en la psique de aquel hombre. El primer alarido fruto del dolor, procedente de su cabeza, resonó por toda la calle, desierta a aquellas horas. El cochero hizo un ademán de detenerse, pero la mujer se lo impidió con una orden clara y concisa. El Dragović comenzó a retorcerse en su asiento, las lágrimas fluyendo por sus mejillas patéticamente. Y entonces, sólo entonces, el demonio le permitió hablar.

- Por favor... ¡Por favor! ¡Piedad! -Gritó como si aquella muestra de rendición fuera a surtir algún efecto en aquella extraña criatura de la que se había prendado sin darse cuenta de su faceta oculta. Ophelia no pudo evitar sonreír, complacida, para luego rodearlo con sus brazos fingiendo una dulzura que no le llegaba a los ojos, ni se correspondía con sus verdaderas intenciones. Tras dar un largo vistazo a Apolline, tomó el rostro masculino entre sus manos y lo besó con tanta intensidad como antes había hecho con la chica que ahora los observaba atónita.

- ¿Es esto lo que queréis ver? -Preguntó Ophelia en un susurro, en un murmullo que casi parecía un hechizo. ¿Qué sentiría aquella humana al ver que los mismos labios que la habían encandilado no tenían problema en hacer lo propio con alguien diferente? - ¿O es esto? -No había terminado la pregunta cuando sus labios ya se habían instalado en el cuello ajeno, y sus colmillos se hundieron en la carne, rasgándola sin dificultad. Pronto, tétricos sonidos de succión inundaron el interior del carruaje, que se entremezclaban con los gritos del croata, que no dejaba de temblar, mientras sentía cómo, poco a poco, las fuerzas comenzaban a escaparse de su cuerpo.




gospodin : "caballero, señor".
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Mensaje por Apolline Dom Abr 15, 2018 6:58 pm

La fragilidad, delicadeza, y la inocencia de su figura habían sido siempre su mejor arma. No era la más bellas de las mujeres sin duda alguna, pero de algún modo se las apañaba para embrujar a todos y cada uno de los hombres que se cruzaban por su camino. Era una mezcla entre las palabras adecuadas, las reacciones esperadas y las necesidades que cada uno de ellos exclamaba a los cuatro vientos. No le importaba ser aferrada del cabello si era aquello lo que les gustaba, o hacerles arrodillarse a ellos. Todo tenía su fin, y la telaraña de Apolline era exquisitamente generosa. Podía jugar a ser inocente, buena, cándida como un ángel perdido en la tierra y sin embargo, ella siempre estaba al cargo, ella era la dueña de su víctima.

Menos en aquel momento.

La telaraña no era suya, sino ajena, y la envolvía, apresaba intoxicaba cerrando cualquier resquicio que pudiera facilitarle su escape. Y era mejor así, puesto que, de haber hallado escapatoria, Apolline no estaba segura de haber deseado huir. De aquel modo, se sentía condenada a permanecer en aquel lugar de forma forzosa, junto a ella, a su disposición, vulnerable como una hoja al viento. Y no podía ser más delicioso…

El terror la besaba con los dientes al aire, y la excitación la embotaba, incapacitando sus sentidos. Acostumbrada a tener todo bajo control siempre, el desconocimiento de lo que podía sucederle a manos de aquella criatura la consumía.

La muchachita sonrió ligeramente ante la respuesta del demonio. Le demostraría, le demostraría jugando con él. Los ruegos del hombre no le resultaron más que molestos y patéticos, queriendo acallarlos ella misma. Pero Moira fue más rápida. Lo beso. Y lo que Apolline sintió ante aquella imagen se reflejó en su nariz fruncida. Resultaba preocupante el hecho de que deseara llamar su atención, de que la besara a ella en vez de a él, a tal punto que supo que incluso no le hubiese importado suplicar por sus labios. Pero ah, aquello jamás lo admitiría.

No Madame, eso no es lo que deseaba ver sin duda algu-

Silenció sus palabras cuando vio los colmillos emerger. Apolline cerro los dedos alrededor de su propia muñeca, expectante. La sangre brotó, desnuda y viva, manchando los exquisitos labrios de Moria de un carmesí intenso. Ella ancló la mirada en la imagen, incapaz de apartar los ojos. Contemplo sola doblegaba a un hombre, lo consumía y silenciaba sus chillidos de disconformidad. Lejos de espantarla, la sensación que abrumó a la joven la pillo desprevenida. Si bien podía decirse que estaba aterrada, el despliegue de poder de aquello que tenía frente a ella, la tomó desprevenida, bañándola repentinamente como una ola contra las rocas de la orilla. Apolline apretó las piernas, una contra la otra, empeorando la necesidad que le adjudico aquella escena. Despegó los labios e inconscientemente se relamió. Parecía estar hipnotizada cuando se levanto de su asiento y se agachó frente a Moria una vez esta separó la boca del muchacho. Apolline tomó su rostro entre las manos, irónicamente con delicadeza y arrastró su pulgar lentamente por su labio inferior. La sangre tintó la yema de sus dedos, que manchó su lengua cuando insertó el dedo en su boca, saboreando el crimen cometido.

Enseñadme ─le pidió, le rogó─. Enseñadme, os lo suplico. Soy vuestra para controlar, para atormentar, pero enseñadme como conseguir tan magnífico poder.

Arrodillada frente a ella, esperó, incapaz de apartar la mirada de sus labios carmesíes.






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Mensaje por Ophelia M. Haborym Jue Mayo 10, 2018 9:17 pm

No iba a negar que con el paso del tiempo, de los años, de los siglos, su capacidad para sorprenderse, especialmente en lo que respectaba a las acciones llevadas a cabo por otras personas, se había convertido en casi inexistente. Quizá por eso la pilló tan de improviso la naturalidad con la que Apolline, una humana (aunque poco o nada tenía de simple), llevaba a cabo actos que la dejaban sin palabras. Era extraña, sin ninguna duda, y mucho más interesante de lo que desde un principio había previsto. Y es que la mujer que antes simplemente había considerado altiva y descarada, ahora se le antojaba como una posible discípula en el noble arte de la manipulación, de la perdición. Apolline tenía el potencial para convertirse en un magnífico ser de la noche. No en un futuro cercano, por supuesto, pero la reacción que tuvo al ver cómo la vampiresa desangraba al hombre, más de excitación que de repulsión, le dio la pista que necesitaba. Una vez el hombre estuvo al borde de la muerte, a juzgar por su respiración cada vez más pausada, lo dejó caer sin la más mínima delicadeza sobre el suelo del carruaje. Entonces, como en trance, la otra joven se había acercado a la escena. En sus ojos brillaban emociones tales como la atracción, la lascivia, el interés. Y por supuesto, también el miedo. Miedo sobre el que, sin embargo, no tomó medida preventiva alguna. La vampiresa no pudo evitar sonreír y relamerse después de que la muchacha lamiera la sangre que había recogido de sus labios. Sí, su potencial era inmerso. Y ella se encargaría de explotarlo, de explorarlo. 

- Tened cuidado con lo que deseáis, pequeña. Los monstruos no somos conocidos precisamente por dar nada sin esperar algo a cambio, y lo que me pedís es algo que no estoy segura que os podáis permitir. ¿Con qué pensáis pagarme un don de tal calibre? ¿O acaso esperáis que os acoja bajo mis alas simplemente bajo el pretexto de que algún día, bajo algún pretexto, podáis serme útil? -Acarició la mejilla de la mujer lentamente, un gesto casi cariñoso, totalmente impropio de ella, y que consiguió que la otra se estremeciera levemente, probablemente debido a la frialdad de su piel. La sangre que hasta entonces había manchado sus propios labios, ahora coloreaba los ajenos, y eso la hizo volver a sonreír, esta vez más ampliamente. Ella también estaba más excitada de lo que estaba dispuesta a admitir. 

- Sin embargo, hoy me siento particularmente generosa. Habéis captado mi atención, y por tanto no estaría satisfecha si simplemente os dejara ir sin más... Os enseñaré, un poder distinto al mío, pero que os convertirá en algo mucho superior a lo que sois ahora mismo. En una criatura más fuerte, y más hermosa. La única condición que os impongo es que la única sangre que bañe vuestros tejidos sea la mía propia. Y a cambio, me perteneceréis. -Tras decir aquello, dejó que sus colmillos rasgaran la piel de sus labios, brotando de ellos la sangre inmediatamente después. A diferencia de la sangre de la arteria que antes había extraído del humano, la suya era más espesa, y muchos dirían que emitía un aroma bastante más dulzón, pero esos aspectos no eran fácilmente apreciables, al menos, no por los mortales. Sólo otro inmortal podía saberlo, lo distinto que era ese líquido carmesí, entre unos seres y otros. 

- Tomad mis labios una vez más, como antes habéis hecho, y al beber mi sangre el pacto será sellado. Seréis mía, de ahora en adelante, y hasta que considere innecesaria vuestra presencia en mi vida. ¿No es un precio demasiado alto a pagar, no creéis? Considerando que durante ese periodo de tiempo una parte de mi misma también os pertenecerá. -Era un privilegio, sin ninguna duda, pero también una condena: una vez probara su sangre, y obtuviera el poder que ésta era capaz de otorgar, los deseos por seguir consumiéndola se harían casi insoportables. Conocía los efectos que la esclavitud a la sangre de vampiro tenía sobre los humanos, pero tenía la firme creencia de que alguien como Apolline, alguien que se regocijaba con el dolor ajeno, podría soportarlo. En caso contrario, estaría profundamente decepcionada. 

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