AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Intruder // Privado - Hastur
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Intruder // Privado - Hastur
En una aparente choza, acorralada entre la laguna y el bosque negro de París, la hechicera se paseaba desnuda por el interior de su casa, que a pesar de lo que pudiera parecer a primera vista, escondía multitud de secretos más allá de las pócimas y conjuros que la húngara creaba para los clientes y el uso personal. Retiró una de las alfombras persas que colgaban de la pared y donde sólo se veía madera, unas suaves hondas dejaron ver un pasadizo que la joven tomó, dirigiéndose a su pequeña alacena de exóticos. -Raíz de mandrágora, eneldo y dos huevos de caimán sin fecundar. Depositó las cosas en un bol de arcilla oscura antes de regresar por donde había venido, subiendo los ocho escalones que diferenciaban aquella estancia de la principal. Dejó todo sobre la mesa de grandes tablones de roble medio gastada por una antigua plaga de carcoma y se dispuso a preparar el ungüento que le habían encargado. A medida que mezclaba los ingredientes de sus labios brotó un cántico en forma de murmuro y que, seguramente, si alguien le hubiese encontrado así hubiese pensado que estaba loca, especialmente por cocinar en cueros. El fuego hizo borbotear la cazuela que descansaba sobre las bailarinas llamas, mas la de ojos esmeralda no se molestó en apartarse cuando las gotas del líquido salpicaron su piel teñida. Estaba acostumbrada al quemazón que reconcomía su piel con la aparición de cada tatuaje, así que un poco de agua hirviendo era una nimiedad en comparación.
Se encontraba sumida en sus quehaceres cuando oyó un ruido en otra parte de la casa, era de madrugada, el sol aún no había asomado en el horizonte y la luna estaba menguante, así que no había motivos para que Hastur, al que ella consideraba como un cachorro de lobero irlandés estuviera despierto a aquellas horas. Dejó lo que estaba haciendo, girando sobre sus talones, en busca del intruso que se había colado en la choza de la bruja. Cuando quería, Storm podía llegar a ser muy sigilosa sin necesidad de usar magia alguna y más aún si iba descalza como en dicha ocasión. Se deslizó sobre el suelo como un felino, conociendo bien qué parte de cada tablón rechinaba para evitar pisar sobre ésta. Cruzó el umbral entre dos habitaciones cuando vio algo moverse rápidamente entre el sillón y una mesa pequeña. Sonrió al percatarse de lo que era: un ratón. Continuó con su camino, medio agazapada, aproximándose al pequeño ladrón que intentaba robarle la comida. Agarró un libro de un estante y rápida como era, haciendo uso de parte de su fuerza, lo hizo caer bruscamente, atrapando así la cola del dichoso roedor. -¿A dónde creías que ibas, pequeño?
El golpe seguro había despertado al lobo. Alzó al animal sujetándole del pescuezo, le buscó sus pequeños ojos negros y volvió a sonreír. Los pasos rápidos y ligeros de su ayudante delataron su inminente llegada, alerta y, lo más probable, con intención de proteger a la hechicera. -¿Lo desayunamos o prefieres jugar con él? Dirigió la mirada al recién aparecido, despeinado y, a pesar de haber estado durmiendo segundos atrás, completamente despierto.
Se encontraba sumida en sus quehaceres cuando oyó un ruido en otra parte de la casa, era de madrugada, el sol aún no había asomado en el horizonte y la luna estaba menguante, así que no había motivos para que Hastur, al que ella consideraba como un cachorro de lobero irlandés estuviera despierto a aquellas horas. Dejó lo que estaba haciendo, girando sobre sus talones, en busca del intruso que se había colado en la choza de la bruja. Cuando quería, Storm podía llegar a ser muy sigilosa sin necesidad de usar magia alguna y más aún si iba descalza como en dicha ocasión. Se deslizó sobre el suelo como un felino, conociendo bien qué parte de cada tablón rechinaba para evitar pisar sobre ésta. Cruzó el umbral entre dos habitaciones cuando vio algo moverse rápidamente entre el sillón y una mesa pequeña. Sonrió al percatarse de lo que era: un ratón. Continuó con su camino, medio agazapada, aproximándose al pequeño ladrón que intentaba robarle la comida. Agarró un libro de un estante y rápida como era, haciendo uso de parte de su fuerza, lo hizo caer bruscamente, atrapando así la cola del dichoso roedor. -¿A dónde creías que ibas, pequeño?
El golpe seguro había despertado al lobo. Alzó al animal sujetándole del pescuezo, le buscó sus pequeños ojos negros y volvió a sonreír. Los pasos rápidos y ligeros de su ayudante delataron su inminente llegada, alerta y, lo más probable, con intención de proteger a la hechicera. -¿Lo desayunamos o prefieres jugar con él? Dirigió la mirada al recién aparecido, despeinado y, a pesar de haber estado durmiendo segundos atrás, completamente despierto.
Storm- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 29/09/2017
Re: Intruder // Privado - Hastur
Dormir era uno de esos placeres que, tras el mordisco, no disfrutaba del mismo modo. El lobo en su interior siempre le mantenía balanceándose entre la línea del sueño profundo y el despeje, atento a cualquier olor, ruido o movimiento alrededor que pudieran suponer un peligro para él. A eso se le sumaba que constantemente tenía pesadillas, rememorando el incidente en el que casi se lleva por delante la vida de su hermanastro pequeño. Suceso del que jamás lograría deshacerse, aunque tampoco quería. Recordarlo tal vez pudiera ayudarle a controlar la bestia en la que se había convertido. Por esos motivos no era extraño verle la mayor parte del día acostado con un ojo abierto, arañando cualquier momento de tranquilidad para dormir unos minutos más -siempre y cuando la bruja no le necesitara para alguno de sus encargos.
Aquella noche no era distinta. En el mismo instante que el libro golpeó el suelo, Hastur ya estaba de pie saliendo de su habitación, dirigiéndose a toda prisa para saber qué estaba sucediendo. El cabello enmarañado cubría su rostro serio, cuya expresión bailaba entre la preocupación y la seriedad. Al contrario que la bruja, él era algo más pudoroso, siempre llevaba como mínimo unos pantalones, como en ese momento era el caso. Fue descalzo hacia ella con el ceño fruncido y le arrebató enseguida el ratón de las manos, acunándolo entre las suyas.
-Has estado a punto de matar a Hazel - reprochó mirándola de reojo, sin dejar de acariciar al pequeño animalillo que, entre sus dedos, se quedó tranquilo aunque con los ojos bien abiertos. No añadió nada más, dio por sentado que esa sencilla frase le haría entender a la mujer que el ratón era algo así como su mascota. El problema -para ella, pues él no lo tenía- es que Hastur tenía el mal hábito de encariñarse de cualquier animal que se colara en la casa y darle de comer, lo cual llamaba a otros al lugar. Cuando pasaban unos días se encargaba de soltarlos en lugar seguro, pero siempre se quedaba con alguno un poco más de tiempo, sus favoritos. Y Hazel estaba entre ellos.
-Pero ya que hablas de desayunar, como me has despertado me ha entrado hambre - posó el animalillo en su hombro y la miró, más sereno. - ¿Qué te apetece comer hoy? Debería ir a comprar más tarde, no nos queda carne apenas. O puedo salir a cazar, si no me necesitas más hoy.
Aquella noche no era distinta. En el mismo instante que el libro golpeó el suelo, Hastur ya estaba de pie saliendo de su habitación, dirigiéndose a toda prisa para saber qué estaba sucediendo. El cabello enmarañado cubría su rostro serio, cuya expresión bailaba entre la preocupación y la seriedad. Al contrario que la bruja, él era algo más pudoroso, siempre llevaba como mínimo unos pantalones, como en ese momento era el caso. Fue descalzo hacia ella con el ceño fruncido y le arrebató enseguida el ratón de las manos, acunándolo entre las suyas.
-Has estado a punto de matar a Hazel - reprochó mirándola de reojo, sin dejar de acariciar al pequeño animalillo que, entre sus dedos, se quedó tranquilo aunque con los ojos bien abiertos. No añadió nada más, dio por sentado que esa sencilla frase le haría entender a la mujer que el ratón era algo así como su mascota. El problema -para ella, pues él no lo tenía- es que Hastur tenía el mal hábito de encariñarse de cualquier animal que se colara en la casa y darle de comer, lo cual llamaba a otros al lugar. Cuando pasaban unos días se encargaba de soltarlos en lugar seguro, pero siempre se quedaba con alguno un poco más de tiempo, sus favoritos. Y Hazel estaba entre ellos.
-Pero ya que hablas de desayunar, como me has despertado me ha entrado hambre - posó el animalillo en su hombro y la miró, más sereno. - ¿Qué te apetece comer hoy? Debería ir a comprar más tarde, no nos queda carne apenas. O puedo salir a cazar, si no me necesitas más hoy.
Hastur- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 04/10/2017
Re: Intruder // Privado - Hastur
Lo cierto era que aquella reacción por parte del chico no sorprendió a la hechicera. Después de casi un año de vivir con él, ya se había acostumbrado a sus impulsos de adoptar a cualquier bicho que se cruzara en su camino como si fuera un bebé abandonado en una cesta frente a la casa. Resopló, resignándose una vez más a no poder hacer lo que quería con el animal. Al menos el muchacho no se metía con los ingredientes para sus pócimas, que ya era bastante decir con lo visualmente desagradables y específicos que eran algunos. -El día que me dejes comerme algo que pueda matar con mis propias manos, hasta me asustaré.- Se agachó a coger el libro y lo regresó al estante de origen tras limpiarle el polvo que la caída había dejado en una de sus tapas. Giró de nuevo sobre los talones, acercándose al licántropo y le siseó al ratón en un juego, a lo que el animal dio un respingo, asustado. La bruja rió, acariciando luego al pequeño roedor que quedó como petrificado, seguramente temiendo ser devorado, cosa que no ocurrió. -Iré contigo a comprar, necesito hacer acopio de ingredientes, acabo de usar los últimos huevos de caimán que tenía.- Obviamente se refería a ir al mercado negro, no encontraría tales cosas en el normal.
Observó al joven de arriba a abajo, riendo de nuevo. Aún llevando mucho compartiendo choza, sabía que le seguía incomodando su desnudez, cosa que ella no comprendía. Era lo más natural del mundo. -Tranquilo, ahora me visto.- Aunque él no hubiese dicho nada, lo notaba en el color de su aura, una mezcla entre vergüenza e incomodidad, opinaba Storm. Se alejó hasta la otra estancia y cubrió su cuerpo con un vestido vaporoso hasta los tobillos, abiertos por los laterales desde la altura de la rodilla hasta abajo. La tela era suave, aunque no como la seda, pero ayudaba a sentirse cómoda a pesar de no ir como había llegado al mundo. Regresó luego a la habitación principal, donde calzó sus pies con unas sandalias trenzadas de cuero. -¿Hay algo más que debamos comprar? Creo que tampoco hay patata ni calabaza.- A Storm a veces le daba por guisar algo, aunque solía ser el cachorro el que se encargaba de las tareas del hogar, parte del acuerdo por el que compartían techo, además de algunas cosas menos razonables e inquietantes.
Antes de que partieran, debía terminar el ungüento, así que dejó que Hastur se preparase también para su marcha mientras ella recitaba más veces el cántico durante la elaboración. No le quedaba mucho, pero dejarlo a medias en aquel punto sólo echaría a perder las cosas utilizadas y las dejaría inservibles para luego. La húngara odiaba tirar cosas, no como para llegar acumular basura en su casa, pero el cobertizo era otro cantar y posiblemente una de las pesadillas del lobo con olfato superdesarrollado.-Esto ya está.- Dio por concluida su pócima, limpiándose con un poco de leche de burro las manos, secándolas después con un trapo. Ya podían irse.
Observó al joven de arriba a abajo, riendo de nuevo. Aún llevando mucho compartiendo choza, sabía que le seguía incomodando su desnudez, cosa que ella no comprendía. Era lo más natural del mundo. -Tranquilo, ahora me visto.- Aunque él no hubiese dicho nada, lo notaba en el color de su aura, una mezcla entre vergüenza e incomodidad, opinaba Storm. Se alejó hasta la otra estancia y cubrió su cuerpo con un vestido vaporoso hasta los tobillos, abiertos por los laterales desde la altura de la rodilla hasta abajo. La tela era suave, aunque no como la seda, pero ayudaba a sentirse cómoda a pesar de no ir como había llegado al mundo. Regresó luego a la habitación principal, donde calzó sus pies con unas sandalias trenzadas de cuero. -¿Hay algo más que debamos comprar? Creo que tampoco hay patata ni calabaza.- A Storm a veces le daba por guisar algo, aunque solía ser el cachorro el que se encargaba de las tareas del hogar, parte del acuerdo por el que compartían techo, además de algunas cosas menos razonables e inquietantes.
Antes de que partieran, debía terminar el ungüento, así que dejó que Hastur se preparase también para su marcha mientras ella recitaba más veces el cántico durante la elaboración. No le quedaba mucho, pero dejarlo a medias en aquel punto sólo echaría a perder las cosas utilizadas y las dejaría inservibles para luego. La húngara odiaba tirar cosas, no como para llegar acumular basura en su casa, pero el cobertizo era otro cantar y posiblemente una de las pesadillas del lobo con olfato superdesarrollado.-Esto ya está.- Dio por concluida su pócima, limpiándose con un poco de leche de burro las manos, secándolas después con un trapo. Ya podían irse.
Storm- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 29/09/2017
Re: Intruder // Privado - Hastur
-Aquello que puedes comerte ya lo traigo muerto de fuera. Si encuentras algo vivo por aquí mejor no lo toques. De todos modos, no creo que estemos tan jodidos para andar comiendo los ratones que se cuelan... - la miró con cierta mezcla de escepticismo y reproche, porque no es que fuera muy remilgado a la hora de elegir menú, pero incluso para él se le hacía antihigiénico y de mal gusto comer ratones, y más con la de enfermedades que corrían por las calles parisinas. Siendo la peste la peor de ellas, ninguno de los dos estaría a salvo si dicha oscuridad entraba en la casa que habitaban. Se puso el ratón en el hombro, que enseguida corrió hacia su nuca para ocultarse entre la melena, y miró a la bruja. No era especialmente vergüenza lo que sentía ante la desnudez de Storm. Llevaba el tiempo suficiente con ella para que su cuerpo desnudo fuera algo tan habitual que terminó convirtiéndose en normal. No. Más bien era por la educación cristiana y puritana con la que creció, educación que, aunque ya no la siguiera, seguía teniendo cierto poder sobre él, sobre sus pensamientos. El hecho de que él, ya un hombre hecho y derecho, conviviera junto a una mujer soltera sin haber parentesco entre ellos no era algo para nada bien visto de donde él provenía. Sentía que, como hombre, estaba haciendo algo malo.
-Necesitamos leche y unos grilletes nuevos, recuerda que los rompí en la última luna llena... - musitó yendo a por una camisa que ponerse. Aún se negaba a dar rienda suelta al lobo. Su mayor temor era matar a algún inocente, como a punto estuvo de hacer con su propio hermano pequeño. La mejor solución era encerrarse a cal y canto durante aquellas pocas noches cada mes, encadenado a la pared y recibiendo la comida que la bruja decidiera arrojarle a la celda. - Puedo pasar mañana por casa de madame Berenice, seguro tiene patatas en el huerto. Si la ayudo con las malas hierbas seguro me regala un saco.
Le abrió la puerta una vez estuvo lista y caminó a su lado hacia el mercado. Llevaba consigo el saco colgado en la espalda para llenarlo con las compras y un cuchillo oculto bajo la camisa, sujeto en la cintura del pantalón, por si se veían atacados. - ¿Has avanzado con mi poción? - preguntó curioso, mirándola de reojo. Se sentía ansioso para que llegara el día en el que pudiera controlar o adormecer a la bestia que habitaba en su interior. - Me gustaría... Echo de menos a mi familia, me gustaría poder hacerles una visita. Seguro que Alí ya ha crecido y es todo un hombrecito - sonrió fugazmente con nostalgia. La bruja conocía toda su historia, le había hablado de su familia, de su infancia, no había secretos entre ellos. - Y llegará el día en que tú querrás tener una familia, momento en el que yo estorbaré en esa vida - añadió sin pena -, así que agradecería si te dieras un poco de prisa...
-Necesitamos leche y unos grilletes nuevos, recuerda que los rompí en la última luna llena... - musitó yendo a por una camisa que ponerse. Aún se negaba a dar rienda suelta al lobo. Su mayor temor era matar a algún inocente, como a punto estuvo de hacer con su propio hermano pequeño. La mejor solución era encerrarse a cal y canto durante aquellas pocas noches cada mes, encadenado a la pared y recibiendo la comida que la bruja decidiera arrojarle a la celda. - Puedo pasar mañana por casa de madame Berenice, seguro tiene patatas en el huerto. Si la ayudo con las malas hierbas seguro me regala un saco.
Le abrió la puerta una vez estuvo lista y caminó a su lado hacia el mercado. Llevaba consigo el saco colgado en la espalda para llenarlo con las compras y un cuchillo oculto bajo la camisa, sujeto en la cintura del pantalón, por si se veían atacados. - ¿Has avanzado con mi poción? - preguntó curioso, mirándola de reojo. Se sentía ansioso para que llegara el día en el que pudiera controlar o adormecer a la bestia que habitaba en su interior. - Me gustaría... Echo de menos a mi familia, me gustaría poder hacerles una visita. Seguro que Alí ya ha crecido y es todo un hombrecito - sonrió fugazmente con nostalgia. La bruja conocía toda su historia, le había hablado de su familia, de su infancia, no había secretos entre ellos. - Y llegará el día en que tú querrás tener una familia, momento en el que yo estorbaré en esa vida - añadió sin pena -, así que agradecería si te dieras un poco de prisa...
Hastur- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 04/10/2017
Re: Intruder // Privado - Hastur
Puso los ojos en blanco en cuanto el cachorro empezó con el sermón de la comida. No era la primera vez que discutían sobre el tema ni tampoco sería la última. Si bien el ratón no era lo que pensaba comerse, sí le había evitado una vez cazar a un cervatillo que se adentró en el terreno de la choza. Le empezó diciendo que era mejor dejarlo crecer que luego habría más carne, pero la hechicera no era estúpida y sabía que sencillamente, al lobo, le daba lástima el animal. Le dejó parloteando a solas y para cuando estuvieron ambos vestidos, ella se recogió la plateada melena en un deshilachado moño. Hacía algo de calor y el cabello le molestaba alrededor del cuello cuando apretaba el sol. -Tranquilo, ya tenía en mente lo de los grilletes. Ésta vez quiero probar un conjuro nuevo que he creado para fortalecer el hierro forjado. Una vez cerrados alrededor de tus muñecas, el metal debería volverse elástico hasta cierto punto, adaptándose a la transformación y evitando que tu desmesurada agresividad se cargue los eslabones.- Aunque pareciera que pasaba mucho de todo, Storm era una mujer concienzuda y el simple hecho de intentar domar a un licántropo, le resultaba interesantemente excitante.
-Claro, pero ve con cuidado, esa mujer parece demasiado buena para ser su verdadera personalidad.- La húngara estaba acostumbrada a desconfiar de todo el mundo, incluso de su propia sombre. Había hecho una excepción con el lobito y esperaba no tener que arrepentirse. Por el momento, se estaba portando bien y le resultaba útil.
Salieron fuera de la casa y emprendieron el camino, observando la mujer de reojo al muchacho que la seguía, casi nunca a su lado, siempre uno o dos pasos por detrás, no tenía muy claro si por protegerla, por vergüenza de que les vieran juntos o por algún otro motivo que ella desconocía. No la dio importancia. -Voy haciendo progresos, pero no es algo… Sencillo, lo sabes.- La creación de hechizos era algo que mermaba la energía de la bruja, no era lo mismo aplicarlos que hacerlos surgir de cero, lo cuál era el caso. Y no siempre se atinaba a la primera, especialmente con algo tan complejo como intentar controlar el poder de un ser sobrenatural. Además, iba a ser un hechizo específico, no iba a funcionar con cualquiera, sólo lo haría con Hastur. Algo generalizado nunca tendría el efecto concreto que el muchacho deseaba, sería más drástico o demasiado suave. Para afinar en lo que buscaban, debían fijar una única diana. Las últimas palabras del joven le hicieron estallar en una sonora carcajada, tuvo incluso que detener su paso para tomar aire y secándose una lágrima le miró, girando el rostro en su dirección. -De verdad, comprendo que les eches de menos, pero no te imagines tonterías sobre mi vida para intentar apremiarme. Estoy trabajando en tu problema y en cuanto tenga una solución útil te lo haré saber. Pero estas cosas no son rápidas ni sencillas y, además, espero que seas consciente de que habrá consecuencias.- Todo trato tenía un precio, y no sólo porque lo pusiera Storm, sino porque la magia exigía compensación. Siempre. Suspiró, ya más tranquila y reanudó el paso, segura de que Hastur la seguiría sin quedarse atrás.
-Claro, pero ve con cuidado, esa mujer parece demasiado buena para ser su verdadera personalidad.- La húngara estaba acostumbrada a desconfiar de todo el mundo, incluso de su propia sombre. Había hecho una excepción con el lobito y esperaba no tener que arrepentirse. Por el momento, se estaba portando bien y le resultaba útil.
Salieron fuera de la casa y emprendieron el camino, observando la mujer de reojo al muchacho que la seguía, casi nunca a su lado, siempre uno o dos pasos por detrás, no tenía muy claro si por protegerla, por vergüenza de que les vieran juntos o por algún otro motivo que ella desconocía. No la dio importancia. -Voy haciendo progresos, pero no es algo… Sencillo, lo sabes.- La creación de hechizos era algo que mermaba la energía de la bruja, no era lo mismo aplicarlos que hacerlos surgir de cero, lo cuál era el caso. Y no siempre se atinaba a la primera, especialmente con algo tan complejo como intentar controlar el poder de un ser sobrenatural. Además, iba a ser un hechizo específico, no iba a funcionar con cualquiera, sólo lo haría con Hastur. Algo generalizado nunca tendría el efecto concreto que el muchacho deseaba, sería más drástico o demasiado suave. Para afinar en lo que buscaban, debían fijar una única diana. Las últimas palabras del joven le hicieron estallar en una sonora carcajada, tuvo incluso que detener su paso para tomar aire y secándose una lágrima le miró, girando el rostro en su dirección. -De verdad, comprendo que les eches de menos, pero no te imagines tonterías sobre mi vida para intentar apremiarme. Estoy trabajando en tu problema y en cuanto tenga una solución útil te lo haré saber. Pero estas cosas no son rápidas ni sencillas y, además, espero que seas consciente de que habrá consecuencias.- Todo trato tenía un precio, y no sólo porque lo pusiera Storm, sino porque la magia exigía compensación. Siempre. Suspiró, ya más tranquila y reanudó el paso, segura de que Hastur la seguiría sin quedarse atrás.
Storm- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 29/09/2017
Re: Intruder // Privado - Hastur
No le hizo ninguna gracia que se riera de él, o de su comentario, o de lo que fuera que la hizo estallar en carcajadas. Cuando él hablaba lo hacía muy en serio. - ¿Entonces serás de las que acaban solteras, viviendo con una manada de gatos? - de modo que se la devolvió con abrumadora sinceridad, ni corto ni perezoso. Iba a compadecer al pobre hombre que tuviera la desgracia de caer en las redes de la bruja, que hasta ese momento se trataba de él mismo. Aunque no hubiera sexo de por medio ni ninguna relación más que laboral, convivir con ella era a veces todo un trabajo de paciencia. - Y quien dice gatos, dice cualquier otro espécimen... - añadió en un susurro, mirando hacia otro lado sin dejar de avanzar tras ella.
No iba a su lado por seguridad. Storm tenía muchos enemigos, era evidente por la clase de trabajos que realizaba, además estaba la Inquisición. No es que la bruja fuera muy discreta, de modo que debía mantenerse atento a cualquier ataque al acecho. - Empiezo a pensar que te gusta tanto mi compañía... que te estás tomando tranquilamente el trabajo que te pedí. Te he visto trabajando, sé que eres buena en tu campo. Pero si quieres seguir teniéndome esclavizado no hace falta que te tardes. Puedo seguir trabajando para ti aunque resuelvas mi problema - no es que tuviera a otro sitio al que ir. La idea de volver con su familia estaba en el aire, por supuesto les echaba de menos, pero después de disfrutar de su libertad e independencia como adulto no necesitaba de una madre que le hiciera todo. Quería seguir adelante con lo de ser médico y eso solo ocurriría si se quedaba en París.
Llegados al mercado, se encargó de hacer las compras y cargarlas a la espalda, siendo primero los ingredientes más "normales" en los que se centró. Una vez terminado, siguió de nuevo a la bruja hacia los callejones que ocultaban todo tipo de tiendas, entre ellas las esotéricas y místicas que a ellos les interesaban. O más bien a la mujer. Ahí Hastur simplemente la acompañaba en silencio, esperando a su lado a que fuera ella quien hiciera los pedidos y negociara un buen precio.
No iba a su lado por seguridad. Storm tenía muchos enemigos, era evidente por la clase de trabajos que realizaba, además estaba la Inquisición. No es que la bruja fuera muy discreta, de modo que debía mantenerse atento a cualquier ataque al acecho. - Empiezo a pensar que te gusta tanto mi compañía... que te estás tomando tranquilamente el trabajo que te pedí. Te he visto trabajando, sé que eres buena en tu campo. Pero si quieres seguir teniéndome esclavizado no hace falta que te tardes. Puedo seguir trabajando para ti aunque resuelvas mi problema - no es que tuviera a otro sitio al que ir. La idea de volver con su familia estaba en el aire, por supuesto les echaba de menos, pero después de disfrutar de su libertad e independencia como adulto no necesitaba de una madre que le hiciera todo. Quería seguir adelante con lo de ser médico y eso solo ocurriría si se quedaba en París.
Llegados al mercado, se encargó de hacer las compras y cargarlas a la espalda, siendo primero los ingredientes más "normales" en los que se centró. Una vez terminado, siguió de nuevo a la bruja hacia los callejones que ocultaban todo tipo de tiendas, entre ellas las esotéricas y místicas que a ellos les interesaban. O más bien a la mujer. Ahí Hastur simplemente la acompañaba en silencio, esperando a su lado a que fuera ella quien hiciera los pedidos y negociara un buen precio.
Hastur- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 34
Fecha de inscripción : 04/10/2017
Re: Intruder // Privado - Hastur
Storm era una mujer solitaria, apreciaba el silencio, la libertad que le daba el no tener compañía, la carencia de obligaciones que aquello implicaba. Y, sin embargo, hacía cosa de un año que se había complicado la existencia al aceptar que el licántropo conviviera con ella. ¿Por qué lo había hecho? Ni siquiera ella lo tenía claro del todo, porque no era una mujer que se compadeciera de cualquiera, ni tampoco era altruista o todo corazón. Lo que no implicaba que fuera una dama de hielo, era un término medio, aunque más inclinada hacia lo segundo, seguramente.
Observó al muchacho por el rabillo del ojo, haciendo caso omiso a su comentario sobre los gatos. Si creía que se iba a molestar por una nimiedad como aquella, estaba claro que a pesar de los meses que llevaban viviendo juntos, no la conocía para nada. Era una hechicera orgullosa, pero ese ego no lo ganaba con comentarios ajenos, no se crecía por las opiniones de los demás, sino por los logros que ella misma podía apreciar con sus actos, sus creaciones, aquellos hechizos que nadie más que ella podía inventar y utilizar. No se creía la mejor bruja del mundo, estaba segura de que distaba mucho de la perfección, pero aún así ella era única y eso nadie se lo podría arrebatar, excepto la parca que se la llevara al mundo de los muertos. Y aún así, sería algo a discutir siendo una nigromante. Sonrió por la escasa malicia del cachorro. -Tu compañía es como una china en la sandalia, molesta, pero a veces me hace cosquillas y me arranca un sonrisa.- Fue toda la contestación que le dio a su divagación sobre estar alargando lo de la pócima, ella sabía lo que se hacía y si a él no le gustaba el progreso de las cosas, podía irse cuando quisiera, no le tenía amarrado, precisamente.
Para cuando llegaron al mercado, dejó a Hastur encargarse de las cosas mientras ella estudiaba a los parisinos. El mundo estaba lleno de hipocresía tiñendo rostros de afabilidad. Eso le revolvía las tripas a Storm y le hizo darse cuenta de que, tal vez, aquel había sido el motivo por el que le había abierto las puertas al cachorro, porque él no era falso, era sincero siempre, inocente, tonto, directo. Refrescante.
Esperó a que el chico terminara y fue ella quien tomó el rumbo nuevamente, encaminándose a la zona oculta, donde no cualquier entraba, no porque estuviera escondido bajo conjuros, sino por el hedor y quienes la transitaban. -Sobre todo, que no se nos olvide comprar los huevos de caimán sin fertilizar.- Lo necesitaba para preparar un conjuro para un cliente y había quedado con él al alba del día siguiente. Fue haciendo acopio de cosas, algunas las pagaba en monedas y para otras hacía trueques, prometía cumplir encargos menores o medios según el coste de cada ingrediente. De repente se detuvo y cerró los ojos, inspirando lenta y profundamente. Los abrió poco después muy despacio, miró a su acompañante y le hizo un leve gesto con la cabeza, alguien les estaba siguiendo, un vampiro.
Observó al muchacho por el rabillo del ojo, haciendo caso omiso a su comentario sobre los gatos. Si creía que se iba a molestar por una nimiedad como aquella, estaba claro que a pesar de los meses que llevaban viviendo juntos, no la conocía para nada. Era una hechicera orgullosa, pero ese ego no lo ganaba con comentarios ajenos, no se crecía por las opiniones de los demás, sino por los logros que ella misma podía apreciar con sus actos, sus creaciones, aquellos hechizos que nadie más que ella podía inventar y utilizar. No se creía la mejor bruja del mundo, estaba segura de que distaba mucho de la perfección, pero aún así ella era única y eso nadie se lo podría arrebatar, excepto la parca que se la llevara al mundo de los muertos. Y aún así, sería algo a discutir siendo una nigromante. Sonrió por la escasa malicia del cachorro. -Tu compañía es como una china en la sandalia, molesta, pero a veces me hace cosquillas y me arranca un sonrisa.- Fue toda la contestación que le dio a su divagación sobre estar alargando lo de la pócima, ella sabía lo que se hacía y si a él no le gustaba el progreso de las cosas, podía irse cuando quisiera, no le tenía amarrado, precisamente.
Para cuando llegaron al mercado, dejó a Hastur encargarse de las cosas mientras ella estudiaba a los parisinos. El mundo estaba lleno de hipocresía tiñendo rostros de afabilidad. Eso le revolvía las tripas a Storm y le hizo darse cuenta de que, tal vez, aquel había sido el motivo por el que le había abierto las puertas al cachorro, porque él no era falso, era sincero siempre, inocente, tonto, directo. Refrescante.
Esperó a que el chico terminara y fue ella quien tomó el rumbo nuevamente, encaminándose a la zona oculta, donde no cualquier entraba, no porque estuviera escondido bajo conjuros, sino por el hedor y quienes la transitaban. -Sobre todo, que no se nos olvide comprar los huevos de caimán sin fertilizar.- Lo necesitaba para preparar un conjuro para un cliente y había quedado con él al alba del día siguiente. Fue haciendo acopio de cosas, algunas las pagaba en monedas y para otras hacía trueques, prometía cumplir encargos menores o medios según el coste de cada ingrediente. De repente se detuvo y cerró los ojos, inspirando lenta y profundamente. Los abrió poco después muy despacio, miró a su acompañante y le hizo un leve gesto con la cabeza, alguien les estaba siguiendo, un vampiro.
Storm- Hechicero Clase Alta
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