Ma vie, ma vôtre [Privado]

Recuerdo del primer mensaje :


Porque TÚ eres mi hogar.




Después de nuestras últimas palabras, no volvimos a coincidir nada más que en lo preciso. Siempre juntos, donde con una simple sonrisa o una mirada, terminábamos confesándonos cualquier tipo de sentimiento o secreto, menos el que llevaba a mis espaldas. Estaba tan enamorada de aquel guerrero que ya ni me preocupaba en ocultarlo, ¿para qué? Si yo misma acababa de sentenciarnos a ambos, mis palabras fueron duras y nunca, jamás tuvimos una pelea como esa.

Le echaba de menos a cada segundo, era ante todo mi mejor amigo, mi compañero desde que tuve conocimiento. Mi manía de verle entrenar por la misma ventana de siempre, limpiar la leonera que llamaba habitación, despertarle con la bandeja del desayuno y bromear entre risas. Lo echaba tanto de menos que dolía, dolía más saber que era mi culpa. Lo alejé de mí cuando más lo necesitaba y era algo que no me perdonaría nunca.

Me advirtieron que no fuera a ese entrenamiento en especial pero como siempre, hice caso omiso. Pasó tanto tiempo que me creó angustia, una que no me dejaba respirar en determinados momentos. Mi Drittsekk se había convertido en una gran parte de mí, crecimos juntos, compartimos tanto y más. Le echaba en falta, mi vida se había vuelto vacía sin él, el evitar encontrarnos...dejarnos perder por el orgullo, algo de lo que carecía pues siempre me lo tragaba y daba mi brazo a torcer, pues él era más importante que una disputa del tipo que fuese. Era mi guerrero, el mejor de todos y pudo demostrarlo, más lo haría.

Vestía de oscuro, prefería camuflarme que ser un blanco fácil. Caminé durante al menos una hora, dónde se encontraban estaba alejado de Akershus, me conocía esas tierras como la palma de mi mano pero de noche...no era tan fácil seguir un camino en cuestión. Al sur, llevaban días de entrenamiento y rastreo, asegurándose que todo estaba en orden y quedásemos a salvo. Mi guerrero custodiaba como ninguno, fuerte y voraz, seguro de sí mismo y enfadado con una pobre criada que no había hecho otra cosa que echarle de menos.

Vi a lo lejos a uno de los nuestros, me apresuré a caminar más aprisa. No sentía miedo de la oscuridad, sí de haber perdido la oportunidad de haberme pertenecido y yo mismo desecharlo como si no me importase. El miedo y el temor te jugaban malas pasadas, esta vez...volví a por él. Ya casi llegaba, solo veía un sendero a media luz, la luna apenas podía alumbrarme. Sonreí, le vi a lo lejos, su silueta la conocía a la perfección, alto y ese pelo endemoniado, rebelde como él. No debía estar allí pero cuando algo te importa vas a por ello aunque sea al mismo Valhalla.

-¡Dritt! Dritts..-mi sonrisa se congeló cuando me detuve de golpe, pude notar como mi ropa fue rasgada, la piel dejando entrar una flecha afilada a la altura de mi hombro, creían que era el enemigo y como si fuese éste, abatido...caí al suelo susurrando su nombre, una y otra vez.

La despedida fue emotiva. Valeria Cavey, como ella le llamaba “la señora” sería siempre una pieza fundamental en su vida, alguien que le dio la oportunidad de tener una buena vida, en la que rodeada de una familia, se había convertido en quien era y estaba segura que aún le quedaban mucho más por vivir, esperaba que al lado de él. De aquella persona afín, su guerrero, su vida.

Apenas habían hablado sobre el destino que llevarían pues si ambos estaban de acuerdo, no hay destino marcado si no todo aquello que aún estaba por llegar. Tras la espalda de Dritt, una adormilada Soleil, apoyaba la mejilla en el centro de la espalda ajena. Podía sentir la dureza de sus huesos bajo la ropa, el calor que desprendía su piel y si movía un tanto el rostro hasta localizar el lugar donde su corazón palpitase sin descanso, desbocado como un animal salvaje que no necesita dueño.

Muchas veces, lo asemejó a ese animal. Caballo negro, de pura sangre que eran incapaces de domarlo. Drittsekk tenía carácter, lo consideraba muy suyo y un demonio cuando sobrepasaban su
paciencia y siempre, estaba allí su sol para darle ese calor en su mundo de tinieblas, helado y congelado. Uno de los brazos , rodeó la cintura, al pasar por un camino empedrado la herida estiraba la piel y dolía, mucho pero era soportable, jamás se había quejado y no lo haría.

-¿Y si a mí no me acogen? Las amazonas son muy suyas , cuando te vean van a querer acogerte pero entre sus piernas, el sexo es el sexo, en el Norte y en dónde sean. Suerte porque son muchas, vas a quedar más que saciado...morirás por sexo -terminó murmurando en su oído , dejando un mordisco en el lugar .

-Tienes suerte de traerme, si te hieren sabré tratarte las heridas pero si lo mereces, si no... me pensaré dejarte o no morir. -estaba de buen humor y se notaba, más que entregada y decidida a seguir sus pasos, convertirse en su digna compañera tanto de viaje, como de su vida...todo a su tiempo. Él conocía sus sentimientos, siempre lo supo y jamás le pidió nada a cambio pues con tan poco se conformaba. -Solo es poner en práctica todo lo que os he visto hacer hace años, luchaba con Fiolett en el patio de armas entre risas... siempre bromeaba que lo necesitaría si....-calló pues no era necesario decir ciertas cosas, ser una guerrera no se hacía de la noche a la mañana y viceversa -Prometo ser tu escudo aunque con ello, arriesgue mi propia vida

Con su cabeza apoyada en mi omóplato y una sonrisa en mis labios emprendimos camino.
Sus dedos jugueteaban con los bordes de mi camisola hablándome de las amazonas que me encontraría por el camino y que de seguro querrían mantener sexo conmigo, yo negaba con una picara sonrisa mientras ella me incitaba mordiéndome el lóbulo de la oreja entre risas.
-Tu juega -dije mirándola por encima del hombro mientras su risa sonaba a mis espaldas fresca como el roció.

Supongo que durante mucho tiempo fuimos esclavos de unas circunstancias que no elegimos, mas en este instante los dos habíamos tomado las riendas de nuestro propio destino.
Algo me decía que iba a ser largo, demasiado duro, pero al menos era nuestro.
Ella no eligió ser abandonada, no elegir acabar en los brazos de madre, no eligió nada hasta el día de hoy y yo no elegí ser el bastardo de Akershus, mas lo era.

El paisaje fue cambiando, los extensos valles de verde hierba plagada de flores silvestres se convirtieron en bosques frondosos donde apenas la luz del sol traspasaba entre tan denso follaje.
Las hojas amarillentas bañaban la tierra rojiza del camino.
-¿Paramos a comer algo? -pregunté -mi estomago rugía, llevábamos todo el día cabalgando y el cansancio hacia mella en nosotros de forma as que evidente.

Estiré los músculos al apearme del caballo y con mis manos en su cintura la ayude, nuestras respiraciones chocaron por la cercanía y sin mediar palabra mi nariz friccionó con la ajena mientras mi sonrisa se ladeaba.
Me relamí los labios, mas no la besé, en todo el viaje ella me había tentado, solo le pagaba con idéntica moneda.
Hizo un mohin mientras yo reía contra su boca, acabamos dejándonos caer sobre el lecho de hojas bromeando como lo hacíamos antaño.

El vi'aje, no podía ser más ameno. Sin verle, podía saber qué estaba sonriendo, esa pícara sonrisa que la volvía completamente loca. Jamás se arrepentiría de la decisión tomada, fue siempre su apoyo...el pilar que sostenía la vida del guerrero y eso nadie podría arrebatárselo. Estar a su lado era un regalo, era dichosa por haberla elegido como acompañante en aquel viaje de su vida. Ya no eran niños, sí unos adultos que tenían como bandera aquella conexión que pocas personas eran capaces de tener.

Le oía reír y su sonrisa se ensanchó, asintiendo a lo de comer. Sólo con nombrar la comida, las tripas le rugieron, si eran ciertos los rumores de que las amazonas daban cobijo y asilo a quien lo necesitaban, grandes y respetadas guerreras. Mujeres fuertes que se labraban en el acero cuando apenas sabían caminar. Se le escapó una risa pues se imaginó a Fio al frente de aquellas mujeres, una gran mujer de armas tomar, muchos la temían y los que la juzgaban terminaban tragándose sus palabras.

Al caer a la hierba, tuvo que cerrar con fuerza los ojos, el sol la estaba deslumbrando y él, aprovechó tal cosa para acercarse y alejarse del mismo modo. Refunfuñó entre risas, sintiendo la presión de su cuerpo , el olor de su piel a hierba fresca... su sonrisa aún sin mirarle. Fue abrir los ojos cuando una mujer de gran tamaño, apuntaba con una flecha a Drittsekk. Él no la podía ver, estaba tras su espalda.

En un acto reflejo, su primera reacción fue apartar a Drittsekk, arrebatándole la espada que llevaba en la espalda. Fio y Orn, fueron sus maestros a la hora de enfundar el acero aunque pocas veces lo hubiese puesto en práctica. Con firmeza, cogió el mango y en una estocada, rompió la flecha en dos. La respiración acelerada, ojos fieros puestos en aquella enorme mujer que desistio al ver el ímpetu de la mulata.

-Creía que atacar por la espalda, era de cobardes -escupió las palabras, la dulzura de Soleil se transformaba en un estado de proteger y aguardar lo que sentía suyo. La amazona se echó a reír y con ella le siguieron dos mujeres más que aguardaban sus espaldas -Estais en nuestro territorio. Creo que no hay que ser muy listo para saber que la frontera la dejasteis hace unos kilómetros -Soleil siguió apuntando con la espada , no se fiaba de ella, menos cuando acababa de verla apuntarle...a él, a su más preciado tesoro -Lo sabíamos, buscábamos el poblado, el vuestro pero veo que nos habeis encontrado antes. ¿Acaso resultamos una amenaza? Venimos en son de paz, al menos que vuelvas a apuntar a mi guerrero, en todo caso...tendré que volver a enseñarte lo que es mejor que no hagas -el temor, el miedo... hizo sacar ese lado de Soleil, los trucos de Fio y la impulsividad de Orn, la habían ayudado a reaccionar... miró de reojo a Drittsekk, para Soleil...era la persona más importante, su propio corazón y no estaba dispuesta a dejarse vencer sin más -Sólo tenemos hambre, estamos cansados -bajó un tanto la espada, no era algo inusual en ella y sin embargo, no pudo evitar el reaccionar de ese modo. -Y él es mío, que no se os olvide ¿estás bien, Dritt?

La sola idea de perderlo... le impulsaba a realizar cualquier locura. Tembló, las manos le jugaron una mala pasada pero recordar como le apuntaban, le devolvía aquella fuerza, determinación, no tenía nada que hacer con tantas pero antes tendrían que pasar por ella.

La reacción de Sol fue rápida, nunca la había visto tan breva y admito que me gusto ver el fuego que desprendía su mirada.
Mis ojos se centraron en las mujeres que nos miraban, estábamos en su territorio, todos lo sabíamos.
Mi espada había quedado envainada sobre la hierba, podría en caso de que las cosas se complicaran recurrir a ella, mas esperaba francamente que no fuera necesario, a fin de cuentas veníamos en son de paz, la guerra ya la propagaba Randulf como la peste en el norte.
-Solo veníamos a buscar refugio para pasar una o dos noches, emprenderemos marcha pronto, nuestro camino no concluye aquí, solo queremos dar un alto.
Soy Drittsekk, el hijo del conde Cannif

Las dos amazonas se miraron, sabia que eran fieles a mi padre, lo admiraban ¿quien en el norte no lo hacia?
Ambas depusieron su actitud intimidante y mis dedos se apoyaron en la hoja de Sol para que bajara el arma, no iba a ser necesaria.

Las amazonas nos guiaron hacia su poblado, yo tiraba de las riendas de mi corcel mientras miraba a Sol de reojo con una picara sonrisa que me delataba.
-Así que soy tuyo -susurré en su oído antes de estallar en carcajadas al ver como se ponía roja y rehuía mi mirada.
-Creía que habíamos quedado que de momento íbamos a viajar juntos, compañeros y bueno.. -deslicé mi mano por su trasero -y tener encuentros -dije mordiendo su cuello llevándome un capón que me hizo reír a mi y a las amazonas.

Un pequeño campamento, eso si, con una muralla de madera alzada y un portón que se abría ante las suyas y sus acompañantes.
La vida allí parecía sencilla, las mujeres era todas guerreras, los hombres por contra hacían labores mas rurales, y unos pocos eran los sementales pues sus atributos físicos garantizaban una buena genética para sus hijas.

Una me dijo que podía quedarme a fornicar, que me tratarían como un rey, yo me eché a reír por la broma pero Sol casi descalabra a la amazona.
-Era una broma -susurré muerto de la risa, me lo estaba pasando bien.

El tono jocoso con el que repitió sus palabras, provocaron justo lo contrario en ella. Siempre estaban bromeando, tentarse y buscarse mutuamente pero desde lo ocurrido, nada era igual. Se sonrojó, fue un hecho de que le daban apuro ciertas cosas pero ya no era esa joven tímida y que intentaba pasar desapercibido. Ahora, su camino era diferente, alguien débil no duraría ni un enfrentamiento con palabras pero ella no era cualquier criada , se forjó con los demás aunque sus quehaceres fueran los de una criada.

El tiempo pasado con Fio y Orn, le habían dado valor y unas habilidades que sólo tenía que pulir. De camino al hogar de las amazonas, él seguía bromeando con un tema que aunque ya hablaron, para Sol seguía atormentando. Ella no sólo pensaba que tuviesen encuentros o viajar juntos, lo quería de verdad y sí, fue estúpida al dejarlo pasar cuando justo se encontraron en el camino. Ahora, volvía a ser él, libre como el viento sin tener que darle explicaciones. Volver a pasar y soportar verle enredarse con unas y con otras, no ser la única tal como le juró que así sería.

No dijo nada al respecto, siguió con la mirada al frente intentando controlar sus emociones, seguir siendo Soleil. ¿A quién pretendía engañar? Siempre amaría a un fantasma, no era para ella y aún así seguía esperándole, seguir diciendo que era suyo cuando eso era totalmente imposible. Las bromas entre él y las amazonas no tardaron en llegar, con la vista al frente, lanzó una mirada mortal a la autora pero no dijo nada al respecto, no era cosa suya.

-No creo que fuese una broma pero si así te lo tomas, me parece bien -estaba enfadada consigo misma, tuvo el error de decir en voz alta que era suyo, el miedo le traicionó y ahora emendar era completamente imposible. Cuando llegaron, se alejó con el corcel, acariciando su pelaje, parecía pensativa. Una de las amazonas se acercó para dejar una cesta de mimbre con fruta, pan y alguna que otra delicia de carne asada. Olía bien, esas mujeres comían como cosacas y la abundancia se podía reflejar no solo en la comida.

Armas, de toda clase. El sonido del acero golpear otro, le hizo girar la mirada, dos mujeres se batían en una gesta de entrenamiento. Las observó desde su posición, altas y fornidas con una belleza increíble. Cuando una cayó de una patada al peco, la otra le ofreció la mano para que se levantasen. Entre risas, giraron la vista hacia la espectadora quien en silencio, les dedicó una breve reverencia.

-Eh extranjera!¿te unes? -dudó, recordó cuando Dritt se batió en duelo por su honor. Podía hacerlo, lo sabía, si no lo intentaba no lo sabría. Cruzó hasta estar frente a una de ellas, un poco más alta y más fuerte, le ofreció una espada que empuñó como la anterior. Como bien le dijo Orn, no esperes a que el ataque llegue a ti, tienes que ser más rápida, rauda y moverte como una serpiente, esquivó un golpe de espada, aprovechando y darle un golpe con el codo en el vientre. La amazona enfurecida, corrió tras ella de nuevo, Soleil alzó la espada, evitando ser atravesada pero ella era mucho más fuerte. Sonrió, era su turno, dejó vencer el peso para cuando bajase la guardia, ser ella quien atacase, dejando la espada, bajo su barbilla. Respiraciones agitadas, habia vencido... por suerte ? -Buenos reflejos pero... -golpe seco de la amazona contra la frente de Sol que cayó al suelo de espaldas. aún le quedaba mucho por aprender.

Me dejé caer sobre la mullida hierba observando a Sol caminar hacia dos de las amazonas que entrenaba de forma férrea, no pude evitar ladear la sonrisa al verla empuñar una espada, miles de veces mi hermana Fio había intentado que luchara, pero a leal nunca le interesó eso, prefería francamente otro tipo de cosas, como cocinarme panes, algo que joder me encantaba.

Observé sus movimientos, eran diestros, fluidos, aunque le faltaba técnica y fuerza, nada que no pudiera coger entrenando.
La amazonas finalmente la tumbo, peor aguanto varios asaltos en pie y sin duda eso era algo digno para una mujer que nunca había alzado el acero mas allá de para recogérnoslo.

Volvió junto a mi maldiciendo haber perdido, no podía dejar de reírme al verla enfurruñada como una cría.
-¿sabes? Creo que merezco un buen masaje.
Ella enarcó una ceja sin entender y yo en ese momento la atrapé del a cintura tirándola sobre mi para acabar los dos revolcándonos sobre la hierba riéndonos y mirándonos fijamente.
-Porque no veo mi panecillo y algo tendrás que hacer para recompensarmelo -susurré contra sus labios.

Aparté los mechones oscuros que le caían sobre el rostro, mi aliento impactaba cálido contra sus labios entreabiertos.
-Eres preciosa ¿lo sabes? Asegure friccionando mi nariz contra la suya.
Era cierto, estaba cabreado porque me aseguró que me dejaría, por eso porque en ese instante me recordó a madre preferí poner distancia.
No había olvidado que su carácter era volátil y tenia miedo de enamorarme mas de ella y que luego me diera la patada, peor tampoco podía evitar sentir lo que sentía...

Nunca había ganado un enfrentamiento, todo lo que aprendió con sus hermanos apenas lo pudo poner en práctica, siempre ocupada con otros quehaceres, su sitio era la cocina.¿Por qué no? Su sitio no era sólo entre fogones, podía ser totalmente independiente y no terminar siendo la esposa florero de nadie, era capaz de cuidarse a sí misma y con Drittsekk, podía haber sido muy feliz pues no la veía como solo una sirvienta, ni una mujer que sólo le engendrase hijos. Era Soleil para él, con sus defectos y sus virtudes, los sentimientos.

-Y yo un buen baño, he saboreado el polvo pero bien, no me he rendido, me he puesto en pie hasta que la gesta ha acabado y lo he aceptado con honor, no soy una guerrera como ellas. Las amazonas son unas guerreras natas y... ¿has visto que altas son? Qué tontería, claro que las has visto y muy bien además-no pasó desapercibido para ella cómo lo miraban, las insinuaciones... nada cambiaba y el decir que era suyo... por ese simple hecho había hecho el ridículo más espantoso porque no era cierto, no eran nada, simplemente dos personas que se criaron juntas aunque ella estuviese terriblemente enamorada de él.

Sus palabras le hicieron sonrojarse, seguramente, aquello se lo dijese a todas. Volvió a su papel de amiga, la que estaba allí cuando lo necesitase. No se arrepentía de viajar con él pero ¿a quién pretendía engañar? Su oportunidad pasó, ya no tendría otra, lo había perdido y él no ayudaba mucho con estar tan cerca. Lo seguía mirando del mismo modo, lo quería, lo amaba y lo haría siempre. Podía notar el aliento cálido golpear sus labios de cereza, se moría por un beso, uno solo pero alimentar algo que era imposible... la volvía a hacer retroceder. No se sentía digna de él y ese siempre fue su miedo, el culpable de perderlo.

-Preciosa... -repitió con una triste sonrisa, le dedicó una mirada cómplice... siempre se lo había dicho pero él era así con todas. Cierto que le pidió que se casara con ella, por un momento lo tuvo pero ahora no era nada suyo -Estoy mareada -le apartó de ella, fingió tal cosa alegando lo del golpe de la amazona. Cerró los ojos cuando se levantó, su corazón palpitaba demasiado deprisa, apoyó la mano en éste... y se detuvo.

Le dolía el corazón, la cabeza y la razón. Las amazonas los llamaron para que les acompañasen a la comida pero Soleil no tenía hambre. Sólo quería dejar de sentir tanto, le estaba nublando la razón. Los celos acababan de jugarle una muy mala pasada, algunas al verla pasar se reían por lo bajo...pues no entendían como acababa de decir semejante estupidez cuando él no se comportaba como algo tan suyo.

¿Mareada? Me apartó de encima de ella para que le llegara el aire, enarqué una ceja sin comprender que mosca le había picado ahora y a punto estuve de preguntarle si estaba menstruando y de ahí su mala hostia.
Pero no, se levanto para irse mientras yo me quedaba con cara de idiota preguntándome ¿que cojones había hecho ahora?
Negué con la cabeza y me puse en pie para seguir a una de las amazonas que nos llevo a una pequeña cabaña hecha con barro y piedra.

Nos dejaron solos para que nos acomodáramos en la casa, así que yo como un niño travieso me dejé caer sobre el lecho de paja mirando a Sol que por contra hacia un esfuerzo por no dedicarme su mirada paseando su mano con lentitud por el tocador.
-¿vienes? -pregunté mirando su cuerpo de arriba a bajo – llevamos tiempo sin...¿no tienes ganas? -pregunté sin cortarme un pelo.

No era la primera vez que lo hacíamos, no veía problema en dar rienda suelta a la pasión que sentíamos por el otro.
No le dio tiempo a responderme cuando la puerta fue golpeada y Sol la abrió como si se sintiera salvada.

Al otro lado una anciana, la chaman que venia a darnos la bienvenida, decía conocer a mi padre, me mandaba recuerdos para él y aseguraba que era un honor tenernos allí.
Nos entregó una botella de un liquido verdusco que debía ser absenta y después nos invitó a asistir a la fiesta que por la noche se celebraría.

Aceptamos agradecidos de que nos ofrecieran su hogar de forma tan acogedora y salimos junto a dar una vuelta por sus tierras mientras esta nos hablaba sobre su cultura y su forma de vida.
Pronto el tema de Randulf salio a colación, como el norte caía ante un tirano que no conocía limite en ejercer el mal.

Reímos, nos presentaron a muchas de las amazonas, entrenamos, comimos, bebimos y así el día dio paso a la noche.

Desde que habían llegado a tierras amazonas, sus esperanzas se fueron apagando a medida que los acontecimientos se sucedían. Las guerreras, en donde la belleza y la fuerza se unían en una mezcla perfecta. Mujeres capaces de cualquier cosa, proteger su vida y la de sus hermanas, vivir en paz y armonía sin más preocupación que ser ellas mismas.

Era un hecho que empezar una vida nueva, seguir un camino diferente... le llevó a replantearse ciertas cosas. Él, un guerrero con las ideas claras, valiente y decidido, un líder nato del que estaba segura que por sus propios medios conseguiría sin proponerlo que siguiesen sus pasos. Él, sin pedírmelo... acepté justo eso y no me arrepentía, ni me arrepentiría en absoluto.

“Tú eres mi sol , mi único sol... tú me haces feliz, sol resplandeciente...” recordó la voz de la señora Valeria cantarle ese trozo de nana que cada noche le acompañaba en su sueño. Dritt siempre era el primero que se dormía, aún más hermoso con los ojos cerrados y esa breve sonrisa que la tenía completamente loca.

Perderse en su cuerpo, saborear su boca y su piel...una invitación que aceptaría una y mil veces pero algo dentro de ella estaba cambiando, aceptando. El miedo jugaba malas pasadas, te hacía débil. Con Drittsekk jamás se sintió débil, sí capaz de cualquier cosa, mostrarse tal y como era, sin secretos ni máscaras, era tan transparente para él que jamás hubo secreto entre los dos. Hasta en el mismo momento en el que sus caminos tomaron rumbos diferentes, Sol necesitaba a su otra mitad para emprender el viaje de su vida y no era otro que aquel que fue su mejor amigo, compañero y amante.

La celebración se alargaba a altas horas de la noche, ya hacía un par de horas de la medianoche. La alegría le había hecho olvidarse de todo por esas horas, la bebida entraba sin ser suficiente, quería más y más. Danzaba con las mujeres del lugar, sonriendo feliz, como solía ser siempre. En ningún instante dejó de mirarle, de localizar dónde se encontraba... con esas hermosa e increíbles mujeres ¿por qué iba a elegirle a ella esa noche? La sola idea de imaginarlo con otra, le llevó hasta estar frente a él, no dejaba de danzar, mostrarle esa cara divertida de la que tantas veces gozaron.

-¿No vas a bailar? Sé que sólo lo haces con tu bastarda...pero...¡te estoy pidiendo un baile! -le ofreció la mano para se aceptada, por si acaso le tomó de la muñeca, arrastrándole con ella, pegándolo a su cuerpo. Sus manos le agarraron con decisión de las nalgas... risa que impactó contra los labios ajenos, lo deseaba era un hecho pero... -Nadie será como tú nunca, haría cualquier cosa si me lo pidieras -sus ojos se pasearon por su rostro, hasta morir en sus labios -Deseo tanto que seas sólo mío...Drittsekk -estaba bebida pero no tanto...no para no saber lo que decía.

La música sonaba alegre a nuestro alrededor, Sol se divertía con las mujeres, bailando ,bebiendo y conversando, intuía que necesitaba desinhibirse, divertirse, dejar atrás los malos momentos.
Me reía sin parar hablando con un par de amazonas, eran pareja y me estaban contando anécdotas de otras batallas, mientras yo hacia lo mismo con gestas propias.
Sol de vez en cuando me buscaba con la mirada, yo le correspondía guiñándole el ojo mientras seguía bebiendo con esas dos guerreras.

Pasadas unas horas, ya mas bebidos de lo que debiéramos Sol llegó ante mi para pedirme un baile.
Cogí su mano, ella tiró de mi para levantarme, mi nariz se paseó por su cuello, mi lengua perfiló su tez.
-Bailar -susurré contra su piel -¿en la cama? -pregunté dejado que se moviera contra mi cuerpo.
Mis manso se posaron en su cintura, mordió mis labios y mi lengua ávida de ella atravesó su precipicio hasta enfrentarse echa fuego en las fraguas.

Bailamos riéndonos, bromeando, acariciándonos los cuerpos, sus palabras retumbaban en mi embotada cabeza.
Ella quería esto, o eso entendía, que fuera serio, una relación seria, pero una vez le pedí matrimonio y no quiso y ahora yo no lo tenia claro.
-Sol siempre te he querido, pero...no te puedo prometer nada, no ahora porque no lo tengo claro. Abandoné Akershus e hice mi vida, he conocido otras cosas, otras personas y ahora mismo, estoy aquí, contigo, siempre lo has significado todo para mi.

Mi frente se apoyó en la suya mi aliento golpeó bañado en alcohol sus labios.
-Pero ahora mismo no quiero una relación...

No era por el alcohol, ni por recordar las palabras que él mismo volvió a repetirle y hacer mella. Volvía a ser esa amiga enamorada, quedarse a un lado y aceptarlo. Si él le hubiese pedido algo, cualquier cosa, lo hubiese hecho sin preguntar ni poner ninguna pega. El error de haberle dejado escapar cuando pudo tenerlo por fin, lo que tantas veces había pedido en silencio, conformarse con una simple mirada, un beso silencioso sin esperar nada a cambio. Jamás le pidió nada, hasta el instante en el que estuvo dispuesta a lo que fuese con tal de poder tener otra oportunidad.

La sonrisa congelada, los ojos cerrados para que no leyese cuánto le dolía. No podía fingir, en otra ocasión sí. No tenía ninguna esperanza pero quien no luchaba no obtenía nada y en esta batalla, había vuelto a perder. Juntó los labios, reprimiendo un grito ahogado, las lagrimas retenidas en sus ojos avellana. Notaba el dulce veneno de su aliento embriagándola, su cuerpo reclamándola como reclamaría a cualquier otra pero ninguna, lo amaría tanto como ella lo haría jamás.

Sintió como el corazón se detenía de golpe, apenas podía pensar, ya no oía la música de fondo sólo la voz de aquel al que amaba más que a nada ni nadie. “No puedo prometerte nada”. Dios, dolía tanto, dolía horrores... y por un segundo, quiso morir en ese instante. Perdida en el tacto de su frente contra la suya, buscó sus labios en un beso inacabado que no le pertenecía. Gimió de impotencia, de un dolor que la abrasaba por dentro, no podía más...se olvidó hasta de respirar. Comenzó a faltarle el aire, incapaz de pensar, de actúar.

Se aferró a su ropa, en otra ocasión lo hubiese aceptado con una sonrisa. Negó con la cabeza, eso significaría volver a ser la que fue, aquella que le hacía panecillos, lo observaba en silencio y soñaba tanto despierta como dormida en algo imposible. Sin dejar de negar con la cabeza, bajó la mirada para ocultar unas lagrimas que como pequeños ríos cristalinos descendieron por sus mejillas. Perderlo ante sus ojos después de poder haberlo tenido era aún más doloroso, entregada, dispuesta a cualquier cosa, aceptar que estuviese con otras con tal de...poder decir que era suyo.

-De acuerdo -la voz se le quebró, la música volvió a sus oídos. Cerró con fuerza los ojos girándose en sus pasos, para volver a perderse entre aquellas guerreras mujeres, en dejarle volar pues cuando se ama, sólo quieres su felicidad aunque la tuya se fuese con él. Se alejó del campamento, abrazada a sí misma, recordando la última vez... gritar a pleno pulmón presa de un dolor insoportable.

Quedó abrazada a sus rodillas, el viento acariciaba su cabello azabache. Allí podía ser feliz, convertirse en una mujer fuerte, aquella digna del guerrero.

Fui tras ella decidido a no dejarla escapar, no entendía mis palabras o no quería entenderlas a decir verdad.
atrapé su muñeca y la giré para que enfrentar mi turbia mirada que chocó con esos ríos de aguas claras.
-No llores -dije secando sus lagrimas -no puedo verte llorar -confesé con total sinceridad.

Hice una pausa intentando encauzar aquella conversación mientras me fijaba en aquellos pardos turbios por las lagrimas y el alcohol.
-Sabes de sobra los sentimientos que albergo por ti, te he querido desde que mi mente alcanza a recordar y aun te quiero pesé a que un día te pedí algo y me lo negaras. El problema es que mi destino se ha bifurcado de Akershus, necesito encontrarme y para hacerlo no quiero estar atado a nada ni a nadie, necesito hacer esto a mi modo.
Deberías entenderlo, pues tu querías dar con tu madre y por eso también te negaste a una vida conmigo.
Parece que nunca nos ponemos de acuerdo en nada...

Tiré de su cintura pegándola a mi cuerpo.
-No puedo casarme contigo en este momento, no estoy preparado para enlazar mi vida a la de nadie, peor te aseguro que cuando lo esté, si no es tarde, sera contigo...
Bese su mejilla deslizando mi nariz por esta hasta alcanzar su cuello.
-no quiero seguir peleando contigo ni haciéndote sentir mal..se que esto no es lo que quieres escuchar, pero casarnos ¿que va a solucionar? Yo soy un bastardo, necesito tiempo para ser otra cosa y eso no voy a conseguirlo creando una familia e inmovilizandome en Akershus, no quiero eso, necesito alas para volar y no te pido que me esperes.

“No llores”

Y justamente era eso lo que se decía a sí misma. El alcohol la hacía débil, no controlaba las emociones y aunque ya sabía lo que había, sentía tanto que era imposible ocultarlo. No era sólo su amigo, su compañero de travesuras cuando era una niña, era el amor de su vida y lo sería hasta su último aliento. Era un hecho, al igual que la forma de ver la vida del guerrero.

Nunca le pidió nada, sólo permanecer a su lado, ser su amiga y amarlo en silencio. No se lo pidió antes, no lo haría ahora. Él hacía y deshacía a su antojo, alguien libre y sin ataduras. Sabía que la quería pero si lo rechazó, no fue por otro motivo que el miedo...saber que no estaba seguro de comenzar una nueva vida a su lado, formar aquello que tanto ansiaba tener...una familia propia, con él. Sueños de niña, siempre supo a quién quería y lo que deseaba en un futuro.

Cuando amas con toda el alma, deseas la felicidad de la otra persona y si era feliz, buscando aventuras, perderse en otros cuerpos y conocer otra vida fuera de Akershus... no iba a impedírselo. No se lo ponía nada fácil, lo había aceptado y volvía a ella con esperanzas y desesperanzas...le decía que la quería pero no estaba preparado.

-No te he pedido nada. Lo he comprendido -estaba mareada, enamorada y perdida. No lo retendría, fue a por él después del error de dejarle marchar pero quizás...no fue tan erróneo, ahora él sabía lo que quería y ella también -Sólo quiero tu felicidad, no te voy a obligar ni pedir que te quedes, nos casemos...porque no necesitas eso, no que no quieras. No estábamos preparados en su día, creo ...creo que aún no me creo que me lo pidieras -sonrió entre lágrimas, recordaba los ojos pardos de ilusión, la manera en la que miraba y sin poder evitarlo se sonrojó ligeramente.

-No pretendo que de un día para otro nos casemos, no quiero eso. Primero debes encontrarte, saber cuál es tu lugar...pero ¿sabes? Mi lugar es dónde estés tú, ya no se trata de que te espere o no. -intentó zafarse de su agarre, le dolía que la tocase, ¡lo quería! Y la sensación de perderlo la estaba consumiendo pero aceptaba...-No te esperaré, sólo te pido que vueles -le salió del alma, se hacía daño pero no era egoísta, sabía que con ella no encontraría su sino. Se enjugó las lagrimas con los dedos y bajó la mirada hasta sus pies -Soleil te ama tanto, Drittsekk que está dispuesta a lo que sea por verte feliz aunque no estés a mi lado -

cerró los ojos, perdida en lo que él le hacía sentir...era amor, aceptaba sin reprocharle nada, sin enfadarse pero reprimir su dolor era algo que no podía...volvía a ser la amiga leal, fiel que lo amaba más que su propia existencia.

-Te perderás en otros labios, otros brazos...pero nadie te va a querer como yo nunca -las yemas de Sol se deslizaron por la mejilla del que sería el amor de su vida, se le escapaba de los dedos y sufría tanto por ello. -Porque aunque no me lo pidas, sabes que en algún lugar, mi corazón seguirá latiendo por ti... el alcohol me ha hecho perder los estribos, lo siento...sigo aquí.-no quería oír más, sólo que todo pasase.

Ella no era consciente de que sus lagrimas me quebraban, no le había mentido, cuando abandoné Akershus le expliqué que era incapaz en estos momentos de comprometerme con alguien.
Necesitaba encontrarme, ser algo mas que el bastardo de Höor Cannif y eso no iba a encontrarlo de buenas a primeras.
Apenas habíamos hecho un alto y ya me estaba otra vez pidiendo algo, ella decía que no, quizás no con palabras ¿pero y sus actos?
-Sol, nunca he negado que te quiero, es solo que no es el momento.
Me perderé en otros cuerpos, posiblemente así sea cuando tu no estés conmigo, jamas lo haré cuando tu estés, eso te lo prometo.
Pero volveré, porque mi sino quiero terminarlo contigo, entiendo que tu quieras otra cosa, peor yo por contra necesito seguir el camino, encontrar aquello que los dioses para mi han preparado.
Se que una parte de ti no lo entiende, que eres de París y no del todo del norte.

Ella se alejaba, no quería escuchar, supongo que me había dicho todo cuanto tenia que decir y ahora mismo estaba destruida, pero yo no podía seguirla, no porque eso no ayudaría.
Me fui a la tienda que como casa improvisada a ambos nos habían concedido.
Yo había decidido recorrer con ella este camino, buscar mi sino con ella de mi mano, pero si por contra había cambiado de opinión, si prefería quedarse donde las amazonas o regresar a Akershus, lo entendería.
Los dos íbamos ebrios y hablar en este estado creo que no era lo mas adecuado.

Me deje caer sobre el lecho con los ojos cerrados, me costó dormirme, peor la verdad es que al final con el sopor del alcohol lo hice.

“Algunas veces, el camino correcto no es el más fácil”






No era el momento, el alcohol le jugó una muy mala pasada pues se dejó llevar demasiado y decir, pedir ciertas cosas que no podían ser. Cuando salieron de Akershus no había promesa, sólo quedaba recorrer un camino en el que en éste se encontrasen, pues ninguno pertenecía a aquella parte de Norte. Por más que alegaba de que era más de París, se equivocaba. Los dos se parecían más de lo que ya sabían y conocían, intentaban encontrar su lugar y no le estaba pidiendo nada que ella tampoco le hubiese pedido antes.

Si cuando le pidió que se casaran hubiese aceptado, estarían en Akershus anclados, ninguno quería eso y esa noche, Soleil no esperó que le prometiese amor eterno, tampoco volviese a pedirle aquello...sólo ser sincera, aunque ya supiese de los sentimientos por él, necesitó decírselo sin pedir nada a cambio. Él sería lo que nadie significaría en su vida, una gran parte de ella. Lo amaba, era amor, lo sería hasta su último aliento.

No, no era el momento, en eso estaba de acuerdo. Cuando se marchó, volvió a la cabaña para dormir y olvidar esa maldita noche. Lo contempló en silencio, de perfil a su cuerpo. Sonrió como una idiota, dejando que una de sus manos se perdiese en su cabello, veía borroso pero ¿qué importaba? Sin poder evitarlo, se acurrucó en su pecho como hacía desde niña. Él sería su refugio, cuando se encontraba cerca, sentía que era su hogar.

-Cuando amas a alguien , permanece dentro de tu corazón para siempre -un murmullo que se junto con un suspiro. Se quedó dormida, totalmente despeinada y es que no solía beber. Al sentir movimiento, intentó abrir los ojos pero fue imposible por lo que no dudó en atraerle de la cintura para que no se marchase, aún seguía en su sueño profundo.

-Aún no ha salido el sol...quédate conmigo. -ronroneó contra su cuello, dejando un mordisco, su olor era inconfundible...era él y no otro. Sonrió al perder la nariz en su cabello. Como no conseguiría su propósito, quedando sobre él, sentada sobre su cintura y estirarse como si fuese un minino, sus manos atrajeron hacia sí a Dritt quien terminaría sentado con ella en la cama... frente contra frente, una sonrisa picara, traviesa... -Bonjour, mon petit guerrier... buenos días , mi pequeño guerrero, a veces se me olvida que...uhhh me duele la cabeza, estás tan cerca... y hueles a hierba fresca y a menta... -cuando abrió los ojos y se encontró con los ajenos, era imposible dejar pasar aquella mirada enamorada... siempre estaba allí, a su lado, de nuevo y como siempre nunca le pedía nada.

Adormilado noté como un cuerpo se pegaba al mio, entreabrí los ojos ligeramente viendo a la mulata borracha hacerse hueco entre las mantas, me relamí ladeando la sonrisa, hubiera intentado algo pero estaba tan cansado que apenas pude mantenerme despierto.
Siempre me gustó dormir con ella, compartimos cuna de bebes, supongo que su olor era lo mas parecido a un hogar que jamas podría encontrar.
Ella quería un compromiso, pero yo no estaba preparado ahora para ofrecerle justo eso.
Salimos de Akershus sin prometernos nada, no estaba dispuesto a dar mi brazo a torcer...

A la mañana siguiente noté como se removía, bostecé al escucharla pedirme que me quedara un poco mas en la cama, gateó por mi piel y mis labios buscaron los ajenos enredando mis dedos en su melena negra.
-buenos días -susurré contra su boca

Ella me decía que le dolía la cabeza por la resaca.
-A la próxima no bebas, que te pones muy tonta y dices estupideces -dije mordiéndome la lengua con picarda.
Me empujo por el pecho y yo al atraje de la cintura cayendo ambos sobre el lecho.
Nuestras bocas se encontraron, mi lengua se deslizó entre sus labios.
Beso húmedo, que se fue tornando tórrido y necesitado.

Sus dos avellanas se hundieron en msi pardos mientras dibujaba mi boca mojada por le beso ocn la yema de sus dedos.
-Tenme paciencia o no me la tengas, no puedo pedirte que me esperes porque no estoy seguro de nada...

Podría acostumbrarse a ese despertar cada día, sin promesas, con el simple hecho de estar allí a su lado. Ambos se encontraban en un punto clave en sus vidas, apenas empezaban a recorrer un camino muy diferente al que apenas dejaron atrás. Soleil siempre tuvo y tendría claro lo que sentía por él, pues él era su único sol, la persona que la complementaba en todos los sentidos. Nunca le pidió nada y no lo haría jamás, su lugar en la vida del que fue su compañero de cuna, en la infancia y la adolescencia...en todas las etapas, su amor por él era incondicional...nadie le sustituyó en ningún momento.

Pero ya no eran ningunos niños, si eligieron seguir sus pasos en otro lugar alejados de Akershus, el motivo era encontrar su sitio, a sí mismos. Aceptó acompañarle, estar a su lado en esta nueva etapa. Entendía que quisiera conocer otros lugares, personas y vivencias. Totalmente comprensible, quería descubrir otro modo de ver la vida en el que sentirse bien, útil y no ser el siempre llamado “bastardo Cannif”, aún tenía mucho que mostrar y estaba segura que lo conseguiría pues siempre creyó en él.

Adormilada y con dolor de cabeza, lo observaba como si nada más existiese, prendada y es que no era ningún secreto que él, la atrapaba...estaba tan enganchada. El beso le supo a gloria, buscando su lengua para dedicarle un breve mordisco, mordiendo seguidamente el labio inferior. No podía dejar de sonreír, ese hombre la perdía... y encontraba al mismo tiempo. Rió por sus palabras, entendía perfectamente a qué se refería.

-Nunca esperé nada. Y aunque lo tuve, seguí sin creer que pudiese tenerte de algún modo más que traerte panecillos para que sonrías, me guiñes un ojo y me saques la lengua de forma pícara. Para mí, tú serás tú. No es que te espere o no, tienes que aventurarte en tu vida... vivir lo que te han negado tantas veces. Yo no te prohíbo nada... ni te estoy pidiendo que te quedes, te cases conmigo y tengamos una familia, la única familia que tienes que tener siempre presente eres tú mismo... no estás preparado para nada más que luchar contra tus demonios y olvidar el pasado. Llegarás lejos, siempre te lo dije -

acarició la mejilla con la yema de sus dedos, mordiendo su barbilla y sonreírle como siempre, con esa luz que sólo ella irradiaba. Dejó que se confiara para tomarle de las muñecas y dejarlas a la altura de su cabeza, frente con frente, risa que murió contra sus labios...aquel dulce manjar que acababa de probar y le seguía siendo negado. Le deseaba, lo amaba y por eso apoyaba todo lo que desease, su bien.

-Sigamos el camino, antes tenemos que descansar, anoche apenas pudimos y las amazonas me han invitado a unirme con ellas en sus entrenamientos, Fio no quería que me pasara nada pero lo mejor que puedo hacer es terminar de manejar la espada, defenderme... no voy a ser el blanco fácil... tu blanco en la diana, si voy a defenderte... antes voy a ponerle a ello remedio. Hacerme aún más fuerte. Y hoy no hay panecillos -lamió su labio inferior, paseando la mirada por su cuerpo aún cubierto por  la ropa.

Ladeé la sonrisa cuando su pelo cayó como una cascada sobre mi rostro, nuestros alientos se quedaron cercados entre esas cortinas mientras nos mirábamos plagados de deseo y de algo mas que era obvio pero que ella parecía empeñarse en no ver, o necesitar palabras para confirmar.
Palabras que no pensaba pronunciar, no por orgullo, que también.
Cuando yo se lo pedí, matrimonio, un linaje, una vida de amor en común, no fácil pero si nuestra, para ella no era bastante y ahora que me había visto ir, crecer, hacerme un hombre, parecía cambiar de opinión sin mas...
-Yo seguiré mi camino, quiero que vengas conmigo, que me acompañes a descubrir mi sino, pero si quieres quedarte, si ansias otra vida no puedo culparte.

Mis manso se deslizaron por sus nalgas, las apreté con hambre ladeando la sonrisa mientras me perdía en sus avellana.
-Tengo mucha hambre -susurré contra sus labios mientras la volcaba sobre el lecho y su pelo pardo se esparcía sobre las sabanas como un abanico.
Mordí su cuello, su hombro mientras ambos reíamos hasta que mi rostro acabó pintando un mohin.
-Y yo sin panecillos -apunté apoyando mi cabeza sobre su pecho.

Cerré los ojos con mis tripas rugiendo y sonreí al sentir sus dedos dibujar los tatuajes de mi espalda.
-Yo me siento un Cannif, se que soy un bastardo, peor amo a mi padre y a mi madre. Para mi Höor no ha sido un mal hombre, solo que las circunstancias le han llevado a ser duro conmigo, no lo merecía, solo era un niño, pero él tampoco me merecía y supongo que nuestra relación se enquistó en algún punto.

Yo quería a mi padre, él siempre fue mi referente y seguía siéndolo, puede que su sangre no corriera por mis venas, pero lo hacían sus enseñanzas.
Yo quería encontrarme, pero en el fondo solo quería su aprobación, su abrazo y quizás también su perdón y no volvería a Akershus hasta que pudiera sentirse orgulloso del hombre en el que me había convertido

“Iría contigo hasta el fin del mundo, ida y vuelta mil veces y otras más...”



-Iré -una palabra en la que englobaba todo, no lo pensó, no tembló al pronunciarlas, ese era su deseo ,seguir sus pasos aún sabiendo que en cualquier momento cada uno tomase un camino diferente. Los sentimientos seguían ahí, creciendo sin control. Por momentos sentía que no podía caber tanto amor, estaba segura de lo que sentía y de que daría su vida por proteger la suya. Él era su hogar, su refugio sin pedir más que le dejase permanecer a su lado y luchar codo con codo, tal como habían hecho desde que fueron niños.

-No soy comida -respondió ante su petición de tener hambre, esta vez no tenía la solución... los fogones se quedaron en Akershus, ahora...era una más entre aquellas guerreras, alguien capaz de conseguir todo lo que se propusiese y anteponiendo su vida por la persona que más amaba pues era lo mismo por parte del llamado “Drittsekk” el bastardo. Mientras hablaba, enredó sus dedos en el cabello ajeno, tan rebelde como él mismo. Algunos mechones se enredaron entre sus dedos, aprovechando tal cosa para tomarlo en un puño y acercar ambos rostros, bocas entreabiertas golpeando aliento contra aliento.

Se perdió en sus orbes avellana, la tenía completamente perdida y a su merced. No era el momento de sucumbir al placer, no se encontraba bien después de la noche pasada y ahora su máxima prioridad era seguir el camino a su lado y hacerse más fuerte que nunca, mental y físicamente. La Soleil más aniñada e inocente, se quedó en Akershus aceptando qué papel era en la vida del guerrero y ahora, labraría su futuro sin otro objetivo que encontrarse a sí misma, su sitio. Él siempre sería importante , contradicciones de un “no me esperes pero hazlo”. Los dos niños que se criaron juntos permanecían en Akershus.

-Siempre fuiste uno más pero tuviste que demostrar más que los demás. Un digno hijo de su padre, con sus motivos o no...pero nunca olvides que para alguien eres su mundo entero -los ojos oscuros de la mulata, centellearon de pura satisfacción al ser valiente, hablarle directamente y no esconderse más. No fue ni sería ningún secreto lo que sentía y volvía a no pedir más que le ayudase luchar a su lado, ser esa mano a la que aferrarse. -Necesito refrescarme, aquí hace demasiado calor -lo deseaba, más que nada en este mundo pero no podía vivir tampoco de ilusiones, si ocurría algo entre ellos sería teniendo siempre en cuenta que ni era el momento ni se prometían nada con respecto al amor.

-A no ser que... -una sonrisa traviesa, sus dedos se hundieron en sus costados , provocándole cosquillas y conseguir que rodasen por el lecho hasta caer al suelo. Sol quedó sobre él riendo sin parar, una imagen muy diferente a la que él tuvo de niño entre juegos, ahora...esos juegos terminaban siendo peligrosos -Tengo hambre, creo que más que tú. Ya es hora que me des de comer ¿no crees? -

Tiró de mi pelo dejándome a poca distancia de su boca, sus labios entreabiertos dejaban escapar su aliento cálido que choco impertérrito contra los míos, húmedos y anhelantes de un beso.
Ladeé la sonrisa cuando eso no sucedió ,por contra, si susurró un iré que me hizo gruñir de puro placer.
Por fin nos entendíamos, viajar sin mas y que surgiera si tenia que surgir durante el viaje, pero no quería atarme a nada, al manos no hasta que estuviera seguro de que era lo correcto para ambos.

Sol decía tener calor, lo que me hizo reír contra su boca intentando atraparla.
-Un baño ¿conmigo? -pregunté con picarda arrastrando las palabras mientras esta negaba haciéndose la estrecha para dejarme con todas las ganas.
Puse un mohin que golpeo su risa infantil y no se bien como acabamos dando vueltas por el lecho, ella intentando hacerme cosquillas y yo quitarle la ropa para que no tuviera calor en un acto de generosidad absoluta.

Hacia tiempo que no estábamos así de bien ,riendo, mirándonos con picardia.
-¿Así que hambre? -dije empujando mi cadera contra su centro para que sintiera mi abultada dureza
-¿y que haces que no estas preparándome esos bollos? A ver si te crees que te he dado vacaciones -apunté dándole un azote mientras esta fruncía el ceño.

Mis labios atajaron al distancia que me separaba de su boca, una ligera presión bastó para derruir las murallas, el portón se abrió, mi lengua se abrió paso como la caballeriza y dentro a melé el acero peleó con la sinhueso ajena arrancándole un jadeo.
-Solo pienso en que engullas mi verga ahora mismo -susurré contra sus labios relamiendo la saliva que había sobre los míos.

Me empujó del pecho asegurándome que no iba conseguir nada ni siquiera con esa sonrisa engreída que me gastaba.
-Vamos Sol -supliqué antes de que me dejara con el calenton levantándose del lecho.
-Ahora necesito yo el baño y muy frio.

Me levanté tras ella fastidiado enfundando la hombría.
-Anda, vamos a comer.