Despertar al mundo. (Privado)

Recuerdo del primer mensaje :

La plaza de la fortaleza de Akershus brillaba en faroles hechos con papel, con calabazas vacías o con cualquier luminaria que los aldeanos pudieron encontrar. El buque Amelia había llevado hasta allí barriles y botellas para una muchedumbre, víveres y productos básicos que se repartieron entre la gente y como Arthur Mordrake había amasado una buena fortuna, tiró la casa por la ventana en la bienvenida al mundo de su primer nieto Brökk, mandó trar de Bergen un cargamento enorme para celebrar su nacimiento. Se montaron largas mesas con comida para reventar, dulces y todo tipo de viandas. Un festín enorme para más de mil personas. Que nadie olvidase jamás el nombre de ese niño que sería el protegido de Loki, destinado a grandes cosas. Habría música y baile y como regalo para sus padres, el orgulloso abuelo donó a la causa una yeguada de los mejores caballos norteños, que servirían a los rebeldes para seguir plantandole cara al malvado tirano que los oprimía.

En la casa de los Tollak la felicidad había venido de la mano de ese pequeño rubio de ojitos claros que había colmado a sus padres, a su abuelo y a Hilda y Arne que eran ya parte de la familia, pues llevaban la casa en marcha para que la bruja pudiera descansar un poco. Sirius y Valeska tenían allí a su tía Giuliana cada día, porque para ella esos dos pequeños eran como suyos y tener a Brökk no la limitaba para pasar tiempo con ellos, así que además del bullicio habitual se había organizado una fiesta de proporciones enormes que abrumaba a la joven, tan poco dada a esos excesos.

Danielle fue a verlos al caer la tarde antes de que empezaran a rugir las hogueras, se asara la carne y la música inundase las calles. Le llevó al pequeño Brökk un real de a ocho, un talismán pirata que garantizaba transporte gratuito en los barcos libres a quien lo portase. Ella tenía uno, ganado por su rango de capitán, y el otro se lo arrebató a Mary Read, una capitana pirata muy conocida que se atrevió a desafiarla en duelo cuando supo que Henry Morgan había muerto, tratando de apoderarse del Queen Anne's Revenge. Lo llevaba engarzado en un cordel de fibra de coco con cuentas, un pequeño talismán del caribe para el pequeño Tollak.

— Para que el mar nunca sea tu enemigo, pequeño vikingo. Tu dios quizás te proteja, pero las naves más rápidas son las de bandera negra, así que con esto llegarás siempre a donde quieras.

Se llevaba bien con Giuliana, que no era muy habladora de normal, pero con ella soltaba la lengua bastante. Ulf también le tenía cierta confianza y solían gastarse bromas, así que se sentía cómoda visitando ese hogar, aunque de alguna manera el calor que desprendía le producía cierta envidia. Sirius observaba con ojillos inquietos, así que la pirata se agachó hasta su altura.

— Me muero de hambre. ¿Robamos unas galletas? ehm.. robar no, pedir prestadas. ¿me acompañas? seguro que si voy contigo nadie me reñirá, a los niños nunca os riñen por eso. ¿Qué me dices?.— le guiñó el ojo y el pequeño, que era muy confiado fue de la mano de la rubia a la cocina a por unas galletas. Abrieron la puerta con sigilo y Danielle se apoderó de unas cuantas, que guardó en los bolsillos de su casaca, llevándose a Sirius después a la terraza desde la que había visto llegar a los falsos druidas y se sentaron allí con los pies colgando y royendo las galletas.— Iba a regalarte a ti ese real de a ocho, pero es que el pobre Brökk no puede invocar al viento y tú sí. Puedes hacer que La Reina Ana llegue hasta América en tres días. ¿No me crees? cuando seas más mayor iremos, ya lo verás. Pero el pobre Brökk lo necesitará más que tú, porque él no puede navegar rápido. ¿Aunque sabes qué? hay un montón de objetos piratas muy famosos; por ejemplo, el sable de Grace O'Malley, o la pata de palo de Edward Teach. Pero sin duda el mejor es el corazón de Davy Jones, dicen que quien lo posee puede controlar al Holandés Errante, un barco pirata legendario y a la bestia que lo guarda: el kraken. Si lo encuentro tendrás que ayudarme, ni tu padre con su espada, ni tu tía con la sartén pueden hacer nada contra él, sólo tú dominando el mar.


Las historias de Danielle siempre estimulaban la imaginación de los niños; Orn y Fiolett no necesitaban mucha, siempre andaban matando dragones imaginarios, pero Valeska y Sirius eran diferentes y tenían que sentirse incluidos en aquel maremagnum extraño que les había caido en su vida. Entendía lo que era sentirse diferente, raro, fuera de lugar, y aunque aquellos niños no fueran nada suyo, los había cuidado durante unos meses y siempre que podía se acercaba a pasar un rato con ellos.

Estaban rumiando las galletas robadas mientras columpiaban sus pies sentados en el suelo con las piernas pasadas entre los barrotes de la baranda de madera, dejando al protagonista de la fiesta rodeado de gente adentro, cuando Höor salió al exterior.

La noche había sido como un soplo de aire fresco, una fiesta para celebrar algo bueno, una noche de risas y felicidad aunque al final los dioses habían provocado un encontronazo algo tenso. Pero en general, había sido una buena noche y los aldeanos se iban a apresurar a recoger la cosecha, no fuera que Loki decidiese arruinar el regalo del dios negro.

Las habitaciones de los niños estaban caldeadas y olían a la inocencia infantil que algún día abandonaría ese lugar para dar paso a esos adultos en los que se convertirían y a los que alcanzaría la preocupación, el desvelo y todas esas sensaciones que ella como adulta ya había conseguido aprender a manejar. Quién pudiera ser niño otra vez y vivir ajeno a las maldades del mundo.

Se encontró con Höor en el pasillo, iba a decirle que se verían en unos días, ya que a la mañana siguiente zarparía a Holanda donde podría colocar esas piedras preciosas, cuando éste la arrinconó contra una pared. Su pregunta era directa, y le daría una respuesta, pero pensaba que él solo ya lo habría deducido. Esbozó una sonrisa provocadora.

—¿Que no eres un orco? bueno...tienes las mismas orejas que él...— al principio parecia que bromeaban pero se dio cuenta de que esa curiosidad era algo más profunda que una simple pregunta como si mañana hará sol o lloverá. ¿Estaría Höor Cannif inseguro? posiblemente hubiera conseguido a cada mujer que se había propuesto y no estaba acostumbrado a que le dieran negativas. Atravesaba un momento personal jodido, quizás también estuviera viendo fantasmas donde no los había porque uno no dejaba de amar así como así de la noche a la mañana, ni se recomponía igual de las heridas del corazón que de la carne. Oh, mierda. No debería hablar, pero esas jarras de más la empujaban a hacerlo.

— No sufras, a tu edad sigues estando bueno, no es por eso.— "A tu edad", Já. Ella le sacaba algun año, ni que fueran viejos acabados.— eres como una ruleta rusa, contigo hay una posibilidad al girar la rueda de acabar muy jodida. Una vez me enamoré del capitán correcto, pero del hombre equivocado. ¿Y si tú eres el hombre correcto pero el rebelde equivocado? es más fácil ir a lo seguro, a lo que sé qué me puedo esperar y no tentar la suerte, ya sabes...mentalidad pirata versus a mentalidad de héroe.

En ese momento un soldado llamó al conde a informarle de que había algunos problemas en el camino. Höor le dijo que podía ocupar el sofá si quería, y no era mala idea porque bajar hasta el puerto para encontrarse con un camarote frío tampoco era el plan del día. Pero ese cambio de planes le hizo sonreir, en Akershus siempre pasaba algo.

— No me mandes a dormir como si fuera una dama inglesa de esas que habitan la urna de cristal. Voy contigo, no sé si quiero dormir en un sofá que huele a lobo, a saber qué habéis hecho en él Ulf, su culo peludo y tú.

Se apretó el cinto y se abrochó los botones de la casaca, hacía frío y más que iba a hacer cuando salieran al galope.

Le lancé un bocado cuando aseguro no saber lo que Ulf y yo hacíamos en ese sofá.
-Con decirte que Ulf esta deseando que la bruja pasee la sarten -bromeé echándome unas carcajadas mientras acomodaba las pieles sobre mis hombros y seguíamos al soldado hacia las almenas.
-Así que una ruleta -dije con cierto tono divertido. Me habían comparado con muchas cosas pero nunca con una ruleta. Supongo que ahí la pirata y yo también eramos distintos, yo siempre apostaba todo a una carta, ella sin embargo, parecía rehacía a que la bola rodara.
-Yo prefiero pedir perdón, que permiso. -aseguré -pero tampoco me hagas mucho caso, voy borracho -bromeé guiñándole un ojo.

Subimos a las almenas rápidamente, el capitán no tardó en señalarme esas luces que se vislumbraban en el sendero del noroeste.
-No es una fogata, son antorchas, lo que pasa es que avanzan muy despacio, no van a caballo y si no me equivoco o están casi parados o trasportan niños, enfermos o ancianos.

Le indiqué a Dani con el dedo los puntos anaranjados que le decía.
-¿Lo ves? Se mueven, de ser una fogata de algún grupo de asaltantes de caminos que hacen un alto para calentarse o cocinar lo cazado, estarían fijas, vienen hacia aquí.
Bajé la mirada hacia el patio de armas y ordené a uno de los soldados que mandara ensillar un par de caballos, contaba con que Dani me acompañaría ¿acaso no había llegado hasta allí?
-Preparar también un par de carros, os daré desde allí el aviso si necesito que los traigáis.

Mi gesto era tenso, quizás porque sabia que esto solo podía traer malas noticias.
Si eran campesinos que buscaban refugio en Akershus, es porque Randulf habría atacado de nuevo otra aldea. Por contra, conocía la mente retorcida de mi tío, podía ser una trampa.
-¿que me dices Dani? ¿te vienes a dar un paseo conmigo bajo la luz de la luna? -bromeé bajando de las almenas y tendiéndole la mano para ayudarla.

Afiancé la espada a mi espalda con los cojeares, no llevaba la armadura y esperaba que no me hiciera falta.
Guardé el cuerno en las alforjas para poder dar el aviso de necesitar los carros, los hombres estarían atentos y un pequeño ejercito se preparaba para atajar el envite del enemigo, si esto solo era un caballo de Troya.
-Ve con cuidado Dani, te quiero tras de mi -le pedí poniéndonos al galope antes de cruzar el portón de la fortaleza bajando de inmediato a nuestras espaldas el rastrillo.

— Si fuera Khayla te habría mandado a la mierda, pero como soy yo...pues oye, detrás de tí puedo mirarte el culo.— Le guiñó el ojo y montó el tordo que le habían traído. Si no fuera porque de pequeña aprendió equitación en la verde campiña del internado, sería absolutamente negada, pertenecía al mar no a la tierra firme. Llevaba el pistolete en la cartuchera del cinto, como siempre y el sable en la vaina, nunca estaba de más.

Cabalgaron puertas afuera y se adentraron en el camino siguiendo las estelas de las antorchas hasta llegar al punto donde se concentraban más. Ante sus ojos la escena se desarrolló como a cámara lenta, la gente que se arrastraba penosamente por la gravilla eran todos aldeanos, algun soldado, mujeres, niños...algunos de ellos con rostros demacrados y signos de enfermedad y dolor. Olía acre, posiblemente habían intentado curarse con hierbas, ungüentos sulfurosos y vinagre, pero el olor del vómito y la descomposición flotaban en aquella marea humana.

— ¿Qué ha pasado? esta gente está muy jodida, tenemos que montar un campamento y acogerles.

Seguro que el cabrón de Randulf les había envenenado los pozos de agua, o quizás hubiera sido algun brujo malvado que les había echado mal de ojo, o quién sabe si Loki se había levantado estreñido y lo había pagado con aquella gente. El Norte era un lugar plagado de sorpresas sobrenaturales que añadir a la vileza de la gentuza como el rey. Su mente empezó a maquinar con rapidez, necesitarían más suministros, medicinas, camas y comida, vendas y aceites...todo eso era caro, pero por suerte tenían el botín de piedras preciosas. Mandaría a su contramaestre a venderlas y a a traer rápidamente lo que necesitaran, confiaba en él porque era tan duro de pelar como el propio capitán.

Galopamos a toda velocidad alzando una polvareda tras nosotros, los fuegos naranjas cada vez mas cerca, pro la realidad encontrada superaba la imaginada.
No eran heridos por una guerra, era un grupo de campesinos moribundos, mujeres, niños, soldados y ancianos que buscaban refugio en Akeshus, maltrechos, deshidratados.
Llevé mi antebrazo cubriendo mi nariz, el hedor a heces, a vomito y a orín era nauseabundo.

Extendí la mano para que Dani no se acercara mas, las suplicas de esas personas caían sobre mis hombros como una losa y las palabras de Dani a mi espada eran la soga que aferraba y apretaba mi cuello en ese momento.
No podía meterlos en Akershus, de hacerlo, llevaría la enfermedad a mis calles, mis gentes, diezmaría a los rebeldes y ese era el plan de Randulf.
Conocía mis debilidades y acaba de dejármelas en la puerta de mi casa para que decidiera si los dejaba morir a su suerte o por contra buscaba su salvación empeñando mi alma.

Moralmente abandonar a esos norteños era algo que tampoco podía permitirme ¿que me diferenciaría de Randulf? Akershus era esperanza ¿como negarles a esas personas la esperanza?
Desmonté de mi montura ante la mirada de la pirata, tomé por las riendas mi caballo acercándome a ella mientras arrancaba un trozo de tela de los bajos de mi camisa.
-Ve a Akershus, cuenta a Giuliana lo que a sucedido, dile a Ulf que tome el mando, voy a estar un tiempo algo ausente.
Pídele a Giuliana que reúna a los vampiros y licantropos que habitan Akershus, dudo que a los vampiros pueda afectarles la enfermedad y voy a necesitar ayuda, medicas, mantas, agua para mantener a esta gente con vida.
Hay una Atalaya a unas tres horas de viaje, montaremos allí el campamento para cuidar de esa gente, todo aquel que pueda ayudar sin correr ningún riesgo por su vida que acuda, pero es una orden, no quiero héroes -dije hundiendo mi mirada en ella fijamente – no quiero a Ulf, a Atharal o a Lund allí, no voy a salvar vidas diezmando a cambio otras.

No quería replicas así que me giré para no escucharlas, tenia tres horas de viaje, su mano afianzó mi muñeca para que la escuchara, pero ese era uno de mis defectos, no solía a escuchar cuando la decisión estaba tomada.
-Dani, tienes razón en algo, puede que sea el hombre correcto, pero siempre seré el rebelde equivocado. Dile a mis hijos que los quiero.
Dejé caer mi frente contra la ajena, cerré los ojos un instante dejando que su aliento me embriagase y antes de que hablara coloqué la tela cubriendo mi nariz y boca y caminé hacia el carro ayudando a la gente a sentarse. Tomé las riendas de los caballos y emprendí´camino hacia lo que pronto se convertiría en un campamento improvisado

No quería dejar a Höor atrás, sabía que la gente lo admiraba y dependían de él, pero era humano y podía sucumbir a la enfermedad que trajeran consigo esas personas. Trató de convencerlo pero era imposible.

— Jodido vikingo cabezota!! morirás si contraes esa peste!! no eres inmune y...— pero el conde la hizo callar. Había tomado la decisión de compartir su destino con esas gentes y nada lo haría cambiar de opinión. Höor chocó su cabeza con la de la pirata por unos instantes que le se le antojaron angustiosos, como una despedida, y después se colocó el pañuelo sobre la boca. Masculló una maldición y giró la grupa hacia la fortaleza.— Confía en mí, mantendré Akershus a salvo.

Arrancó en un galope intenso que hizo que el caballo acabase sacando espuma por la boca, desmontó frente a la casa de Ulf de un salto y aporreó la puerta sacando al lobo de su cama por el sobresalto. Le transmitió las órdenes de Höor para que cerraran a cal y canto la fortaleza, establecieran un perímetro y una cuarentena, nadie entraría ni saldría y cualquier persona sospechosa de tener los sintomas sería aislada por la seguridad de los demás.

Corrió a buscar a las niñeras y les prohibió tajamente que los niños saliesen del castillo. Mandó formar a toda la guardia y el ejército que pudiera quedar y cuando estuvieron todos en la plaza de armas reunidos, les explicó la situación y los puso a las órdenes de Giuliana, necesitaban fabricar a gran escala toda medicina, ungüento o venda posible. Antes de que el sol saliese por el horizonte cabalgó hasta donde las manadas de licántropos moraban para pedirles ayuda, ya que ellos no contraerían esa enfermedad, Ulf se encargaría de avisar a los vampiros ya que ella no los conocía. Bajó al puerto y puso a toda la flota a funcionar, debían vender esas piedras preciosas de inmediato y comprar suministros, el resto de naves debían partir con presteza a aquellas tierras que pudieran comerciar con ellos en paz y pedirles ayuda, desde aplazar los pagos hasta abaratar las mercancías porque estaban en una situación crítica.

Las horas avanzaban y parecía que las tareas no dejaban de multiplicarse, pero una tras otra se encontraban con una mano firme que tomaba las decisiones sin vacilar y que mantenía el ánimo arriba, dando por sentado que saldrían de aquella situación. Reunieron en la explanada el primer cargamento de medicinas, alimentos, agua limpia y mantas, engancharon caballos para tirar de los carromatos y partieron hacia la Atalaya. Tardaron tres horas en llegar porque no estaba cerca, pero había sido una buena idea aislarlos en ese lazareto para no propagar la enfermedad. Los hombres descargaron las mercancías pero fueron los lobos los que las introdujeron en el interior del oscuro edificio. Danielle se acercó a la puerta pero la voz de Höor interrumpió sus pasos prohibiéndole entrar. Ella era humana y la necesitaban sana para coordinar aquella emergencia; los lobos siguieron las instrucciones de la bruja preparando infusiones de hierbas contra las fiebres y los vómitos y comidas especiales para que los enfermos pudieran sanar poco a poco.

— ¡Estúpido cabezota! está bien...mañana vendré con más agua, comida y medicinas... aguantad..— En sus ojos se reflejaba la tensión y el cansancio, pero sobre todo la preocupación por el conde.

El agonizante viaje de tres horas llegó a su fin cuando alcanzamos la atalaya, acomodé en su interior como pude a los enfermos, intentando que los que estaban en mejor estado me ayudaran, al menos hasta que me enviaran mantas, medicinas y refuerzos.
Tumbé de lado a los mas graves para evitar se ahogaran con su propio vomito, muchos de ellos estaban tan débiles que parecían muñecos de trapo, se habían rendido a una muerte segura, pero si habían llegado hasta aquí, había esperanza.

Una mujer embarazada tiró de mi brazo, estaba posiblemente a punto de parir y eso es lo que me dijo, que venia de camino.
-No tengo ni puta idea de traer niños al mundo -le aseguré con nerviosismo mientras ella me dedicaba una sonrisa por el aparente agobio que llevaba encima.
Por suerte esa mujer no era de las que mas graves estaba, así que me ayudó a controlar a los niños que vomitaban sin tregua y lloraban sin parar.

Los cadáveres los apilé junto a leña y un poco de aceite de quemar que llevaban en el carro y sirvió como combustible, les prendí fuego incinerándolos, era le mejor modo de no propagar mas la enfermedad.
Acabado todo el trabajo inicial me dejé caer junto a la mujer embarazada, apoyando mi espalda en la pedregosa pared de la gruta.
-Como va eso -le pregunté mirando como apretaba los puños por el dolor que sentía – aguanta un poco, vendrá ayuda.
-Eres Höor Cannif ¿verdad? -preguntó
-Si, ya se, me creía mas alto, mas fuerte … -bromeé sonriendo -me lo han dicho muchas veces.
Los dos nos echamos a reír, pasamos la tarde conversando, ayudando a las personas a mantenerse lo mas cómodas posibles y con el Ocaso llegó la ayuda capitaneada por Danielle.

Los lobos descargaron mantas, medicinas, agua y ropa limpia. Unas vampiresas venían para quedarse y ayudar en el cuidado de los enfermos, fue cuando escuché a Dani acercarse a la puerta cuando la paré en seco.
-Dani quieta, no puedes pasar, vuelve a Akershus y ocúpate de que siga llegándonos los víveres necesarios -pedí -te necesito fuera y no aquí.
Su gruñido desde la puerta me hizo sonreír.
-Ya pareces una vikinga -bromeé desde el interior mientras se largaba mascullando maldiciones en un perfecto ingles.

Dani había cambiado mucho, nada tenia que ver esa mujer que pisó Akershus alegando ser una mujer desvalida que había perdido a su marido, posiblemente capturado por Randulf. Dani hubiera hecho cualquier cosa por salvar su culo. Hoy, luchaba por sacar adelante a esas personas y en parte por salvar mi culo, arriesgando el suyo.

Al cuarto día empecé a presentar síntomas, el cansancio era visible en mi rostro, las ojeras, mi tono pálido, me sentía en un barco, mareado, débil y con mi frente perlada en sudor por las altas fiebres.
Había gente mucho peor que yo y por el día las vampiresas poco podían hacer, un par de lobas me ayudaban a hidratar y mantener a la gente con vida así que me mantuve en pie.
Mi estado con el quinto día empeoró, vomitaba sin parar y me costaba mantenerme en pie, los escalofríos inundaban mi cuerpo plagandolo de un dolor intenso,

Fue al quinto día cuando se percató de que a Höor le sucedía algo. El muy maldito había dado órdenes de no decir nada cuando empezó a marearse y a debilitarse, pero al llegar a la puerta con los suministros él no se acercó a darle el parte, fue otro hombre y eso le hizo sospechar.

— ¿Dónde está en Conde Cannif?.— preguntó al enviado.
— Me ha dicho que baje yo, está ayudando en un parto.— contestó a través de la puerta.
— De acuerdo, dile que mañana traeremos una cabra que os de leche por si acaso muere la madre.— era una mujer práctica ante todo y el hombre contestó con un "gracias". La inglesa se marchó como si todo estuviera en orden, pero al llegar al bosquecillo envió de vuelta a Akershus a todos los que la acompañaban. Les dio órdenes claras y un mensaje para Ulf que el lobo entendería "Una capitana se hunde con el barco, mantén el rumbo. Volveremos, no quemes el sofá." Si Höor creía que podría engañarla de ese modo es que no conocía la astucia del legendario pirata Morgan. Ulf se haria cargo y no cundiría el pánico porque nadie sabía lo que estaba pasando allí dentro salvo ella. Esperó una hora a que en la atalaya se hubieran vuelto cada cual a sus quehaceres y regresó hasta alcanzar el torreón. Era una construcción de piedra antigua y la habían cubierto las hiedras y enredaderas. Estaba acostumbrada a trepar por el velamen de la Reina Ana, por las cuerdas y redes, por los mástiles y escalas, así que subir por una hiedra no era reto para ella. Alcanzó una ventana y sin más dilación la rompió de una patada saltando al interior.

Una vez dentro preguntó por la ubicación de Höor y le indicaron una de las salas donde se hacinaban algunas personas en fase aguda, vomitando y con fiebres altas. Se acercó a él sin protección alguna y se arrodilló en el suelo lanzando el sable y el pistolete a un lado. Acomodó su cabeza en las rodillas y lo maldijo.

— Maldito seas, Höor Cannif!! tu testarudez te va a costar la vida. Debería haber entrado yo, soy inmune a la peste porque ya la pasé en el Caribe y además...yo no tengo hijos ni familia que me vaya a echar de menos tú sí.

Podría no ser la misma peste, eso no garantizaba nada, pero ella no era médico y no podían saberlo. Empapó un paño en agua y le limpió el sudor de la frente. Había pensado en ello desde el minuto uno que abandonó la atalaya con el encargo de decirle a los hijos de Höor que su padre los quería mucho. Le dijo textualmente "quizás sea el hombre correcto pero siempre seré el rebelde equivocado" y esas palabras resonaban en su cabeza a todas horas. Ella había sido el paradigma de un pirata, astuta, sin escrúpulos a la hora de engañar o retorcer las cosas para salir indemne de las situaciones, incluso había suplantado una identidad durante años. Pero entonces...eso significaba que era la mujer equivocada para cualquier hombre. ¿Cómo quería ser recordada si es que alguien la recordaba cuando muriera? como una rata ruin que saltaba del barco o como el capitán que empuña el timón aun cuando todo esta perdido?. ¡Ah! malditos fueran todos los vikingos de Akershus, le estaban enseñando una lección de vida que no estaba segura de querer aprender.

Si moría de peste no se perdería tampoco mucho, no tenía familia, sí algunos amigos pero tampoco influiría en sus vidas si ella desaparecía. La recordarían una vez al año en un brindis cuando recordasen viejas batallas y punto. Sin embargo esos niños necesitaban a su padre, ese pueblo necesitaba al héroe, no al villano y por eso decidió asaltar la atalaya y ocuparse de Höor.

Pidió más agua y las medicinas que habían preparado en Akershus para ir dándoselas al conde poco a poco, siempre que no las vomitase.

— No puedes morirte, no te lo permito y ahora estoy yo al mando.— recostó su espalda contra la pared aguantando la cabeza de Höor que estaba en su regazo, y pasando los dedos por sus mechones oscuros echándolos hacia atrás para que no le molestasen.— Atharal sobrevuela la atalaya todos los dias, él lo niega, pero lo he visto con el catalejo. Creo que cuando todo pase lo castigaré al sofá sin probar a esa rubia que lo trae de cabeza.— esbozó una sonrisa contándole cosas a Höor para aliviar un poco su preocupación.— vas a tener que comprar un sofá más grande, éste ya tiene demasiado inquilinos.

Gruñí al verla entrar, esa mujer era terca, desobediente e impredecible. El lobo que había salido a por los medicamentos le dejó claro que yo estaba ocupado, no me gustaba mentirle, pero estaba claro que si le decía que estaba enfermo entraría aunque no se lo permitieran y no quería preocuparla y menos ponerla en peligro.
Con el gesto tenso iba a enfrentarla, a decirle que estaba loca y que no sabíamos si la peste que ella había superado era la misma cepa que me consumía a mi y a todas esas personas, pero ya era tarde, estaba allí, arrodillada a mi lado tratado de acomodarme en su regazo pese a mis bufidos

Después estaba mi segundo problema, no estaba acostumbrado a sentirme débil y menos aun, a que nadie cuidara de mi. Desde niño, Randulf me había molido a palos, me costaba mucho acostumbrarme a las caricias que no fueran adquiridas por medio de una relación sexual. Yo también tenia demonios que lidiar.
Mi cuerpo se tensaba contra el suyo, a veces por las arcadas, otras por el dolor y otras porque sus dedos se paseaban por mi pelo de un modo demasiado dulce como para poder asimilarlo.

Ella hablaba de como iba todo por Akershus, de mis hijos, bromeaba haciéndome el instante mas ameno, incluso consiguió que se me escapara una carcajada cuando hablo de Atharal, el sofá y la rubia, una condesa que lo traía loco.
No se en que momento conseguí dormirme, la medicina de Giuliana haba calmado un poco el dolor y al dármela despacio conseguí aguantarla en mi estomago.
Mi brazo rodeaba su cintura, mi cabeza hundida en su regazo, así desperté varias horas después, cuando el llanto fuerte de un bebe que rompió los quejidos adultos.

Me desperté sobresaltado, no hacia demasiado que había perdido un hijo y me costaba discernir la realidad de otros momentos vividos a causa de las fiebres.
Me centré finalmente, Dani me miraba, le ladeé la sonrisa para no preocuparla.
-Estoy bien -aseguré acariciando los nudillos de su mano que había atrapado con la mía -hasta en los peores momentos, la vida se abre paso frente a la muerte -aseguré refiriéndome al recién nacido.
-Te das cuenta de que el villano se ha convertido en un héroe -bromeé con una picara sonrisa antes de volver a sentir las arcadas y ladearme para vomitar en una palangana.
La espada reposaba a mi lado, la enfermedad me llevaría a Hel y yo no estaba dispuesto a no ir al Valhalla, así que la aferraba en lso momentos en los que peor me encontraba.

Estaba débil, su cuerpo no retenía apenas nada, el agua que conseguía hacerle beber pronto se escapaba en forma de vómitos deposiciones pestilentes o sudor. Su frente ardía en fiebre y pensó que debía bajarsela o moriría. Le pasó el brazo por debajo del hombro y tiró de él hacia arriba.

— Vamos, vikingo!! nunca pensé que diría esto pero...voy a bajarte el calentón que llevas.— Arrastró a un Höor febril que apenas podía andar hasta un patio que había en la atalaya y lo sentó en un barreño grande. Le quitó la ropa, lo llenó de agua fría y metió algo de nieve que mandó a un lobo a buscar. El agua estaba congelada , pero es lo que necesitaba el moreno para rebajar esa temperatura infernal. Con un paño que había sumergido lo lavó entero, aprovechando que tenía un poco de jabón, tenía la esperanza de que tras bajar la fiebre y estar limpio pudiera dormir un poco más cómodo o tranquilo. — Vale, ya sé que no te gusta que te bañen si no es con final feliz, pero tendremos que dejarlo para otro momento, ahora me conformo con que no te mueras. ¡¡Joder que frio!!

Tras cinco minutos en el agua helada y ya sin jabón sobre la piel, le ayudó a ponerse en pie, sacándolo con una toalla y colocándole ropa limpia. Toda la ropa infectada la hervían en unos calderos instalados en el patio, seguramente acabarían prendiédole fuego a esas ropas, pero de momento las necesitaban y total, ya estaban todos infectados. Buscaron un lugar donde acomodarlo, no podía estar en el suelo, e improvisaron un lecho de paja sobre el que tendieron una manta; de nuevo Danielle se sentó apoyando la espalda en la pared y dejando que Höor descansase la cabeza en su regazo. Ahora la temperatura era más normal y su respiración menos densa y superficial. Suspiró con cierto alivio momentáneo.

— Así...muy bien, cierra los ojos y descansa un poco, trata de dormir..— Silbó una canción que acabó por tararear, era de las que les cantaba a los niños, no tenía letra y era una balada irlandesa llamada Capitán O'Kane.— ¿Sabías que toco el violín? bueno, hace mucho que no practico, y el que tenía se perdió en el naufragio. Esta canción fue compuesta en honor a un pirata, es bastante popular entre las naves.

Apoyó la cabeza en la pared y cerró los ojos un rato, apenas recordaba cuándo había dormido por última vez.

Captain O'Kane:

Dani tiró de mi para llevarme al patio trasero, temblaba de frio pero estaba ardiendo, apenas me tenia en pie y cuando vi la palangana llena de agua y con nieve en su fondo mis ojos buscaron los de Dani.
-Y el calenton no puedes bajármelo de otra manera -bromeé intentando quitar hierro al asunto.
No sabia dejarme cuidar y tal y como me quitaba la ropa yo intentaba hacer, dificultandoselo mas.

Me metió dentro de la tina improvisada, mis dientes castañeteaban, su mano se paseaba por mi cuerpo con un paño, mojandolo, limpiándolo mientras temblaba.
-Yo puedo -gruñí al sentir u mano pasearse por las marcas de látigo de mi espalda.
Tenso mi cuerpo ante esas caricias que no era capaz de asumir, no era ni de lejos la primera mujer que veía esas marcas, pero con el resto estaba demasiado ocupado en otros menesteres o mejor dicho ellas demasiado ocupadas arañando mi espalda como para fijarse o pensar en ellas y sentir lastima.
-Ya -repliqué apartándole la mano como si fuera un niño y no el hombre seguro que era.
Hice ademan de levantarme de la palangana pero estaba débil y su mano en mi hombro basto para mantenerme en el interior.

Humedeció mi pelo antes de sacarme del agua para ayudarme a secarme y a vestirme.
-Yo puedo -rugí de nuevo quitandole los pantalones de la mano para ponérmelos solo.
La pirata guardaba silencio, su paciencia estaba siendo infinita, pero yo no era un buen enfermo, no podía soportar que me cuidaran, nadie lo había hecho nunca.
Si me habían curado heridas de guerra y ni para eso tendía a reposar, no era capaz de asimilar la debilidad y menos que alguien mostrara lastima, preocupación. Ni siquiera sabia como explicarlo o como explicármelo a mi mismo.
Mi infancia había sido complicada, algo que tampoco contaba pero que si me había dejado secuelas.

Vestido me acompañó dentro, me dejó caer sobre un lecho de paja y de nuevo se sentó conmigo, otra me hubiera mandado a la mierda y quizás era lo que esperaba, lo que quería, que se largara y me dejara, porque así no me sentiría perder el control, odiaba no tener el control.
Cerré los ojos estaba cansado, ahora, limpio, sin tanta fiebre, me sentía mucho mejor, alcé la mirada cuando aseguró que ella tocaba el violín.
-Había alguien que también me cantaba una canción de niño -aseguré recordándolo. Lo que me cayé es que hacia poco que a ese hombre le había dado sepultura vikinga en Akershus.
Radulf me había quitado demasiadas cosas.

Empezó a tararear la canción, mis ojos volvieron a cerrarse, era melódica, invitaba a dormir o quizás es que estaba demasiado cansado para permanecer despierto. Acabé sucumbiendo a los brazos de Morfeo abrazado a su cintura y con mi cabeza hundida en su regazo.
Abrí los ojos cuando una de las lobas se acercó, parecía preocupada, movió mi hombro para avisarme de que olía a Huargos, cerca de la atalaya había un frondoso bosque y aprovechandolo se acercaban ocultos.
Randulf había experimentado con animales y había logrado una especie de lobo que duplicaba su tamaño, mucho mas violento, mas voraz.
Lo peor es que pocas veces una manada de Huargos iba sola, solían ir acompañados de orcos, otros de esos experimentos de  mi tío.
Tenia que matar a ese huargo antes de que diera con nosotros y avisara al resto.
Dejé escapar el aire mientras apretaba los dientes y me ponía en pie con la espada en la mano. Le pedí a la loba que me acercara el carcaj y el arco, era un buen arquero, con suerte podría acabar con él antes de que llegáramos a una batalla a  mele.
-No la despertéis -ordené ahora que la veía dormir.
Había pasado días cuidando de mi, estaba agotada y yo no se lo había puesto fácil, es mas, sabia que se cabrearía si me veía en pie y con esas me largué hacia el bosque.

Se durmió de puro agotamiento pero al par de horas despertó en primer lugar porque estaba sentada y no era la postura más cómoda para dormir, en segundo por que le faltaba el peso sobre sus muslos ya que Höor se había ido de paseo y tercero porque sintió escalofríos por la espalda. Quizás fuera porque estaba apoyada sobre la húmeda roca de la pared. Destamplada, se puso en pie despacio notando todo su cuerpo dolorido y entumecido, la piel erizada y un buen dolor de cabeza. Seguramente se debiese al agotamiento y la preocupación, que la sangre le latia encima de los ojos.

Preguntó a una de las lobas por el paradero del conde y cuando le informaron de que se había ido a cazar un huargo casi entra en barrena. ¡Ese hombre era incorregible! había peleado por mantenerlo vivo y ahora el muy insensato se largaba a cazar criaturas infames. Subió corriendo la escalera de la atalaya hasta la parte alta del torreón y aguzó la vista, los ojos le dolían terriblemente, pero consiguió otear el horizonte en busca de Atharal, necesitaban refuerzos de inmediato. Como no lo vio, encendió la pila de madera y hojarasca que habían colocado para formar una densa columna de humo, era la señal para solicitar a Akershus la estimada ayuda.

El halcón no anda muy lejos, lo suficiente como para estar oculto de los ojos de Danielle, pero a una distancia prudente para batir desde el cielo todo el terreno colindante. Ya había visto a los orcos y una de las manadas de licántropos de la zona ya estaban avisados, iban hacia la atalaya, pero tendrían que resistir la primera oleada. El pájaro voló hacia la torre, apareciendo en donde ardía la hoguera.

— ¿por qué has tardado tanto?.— bromeó la pirata con una sonrisa, ya que había llegado en menos de un minuto, hubiera sido imposible que llegara antes que eso. Bajaron rápidamente las escaleras, Danielle le lanzó una muda mientras iba en busca de algun acero para Atharal y cuando estuvo equipado salieron en busca del temerario e imprudente Cannif.

Amartilló los pistoletes, tenía dos disparos certeros, y del resto tendría que ocuparse el sable. Estaba muy cansada, la cabeza le iba a estallar, pero ahora tenían problemas más complejos que solucionar.

— Te juro que como se muera lo mato. No lo he mantenido con vida para que se lo coma ahora una bestia de esas.

Si temía a algo mas que a defraudar a Höor era saltarme las ordenes de esa pirata, de seguro que nos pondría a todos a remar en galeras.
Sobrevolaba a una distancia lo suficientemente amplia como para que esta no me viera, con suerte tendría sus ojos puestos en el conde y los apartaría del cielo.
No iba a dejar que nada malo pasara a esa gente, ni a Höor, así que en cuanto vi a los huargos, avisé a las manadas, quería que pararan lo que les acechaba, pero la primera oleada iba a estamparse in duda contra Athalaya.
El fuego fue la llamada que necesitaba, descendí cayendo en picado y con una ladeada sonrisa me planté frente a la pirata.
-Pasaba por aquí, has tenido suerte -apunté con toda la cara del mundo haciéndome el tonto.

Me lanzó una ropa de muda que me fui calzando con rapidez mientras la pirata gruñía sobre la cabezoneria e imprudencia que se gastaba el conde.
-Bueno, no deberías de sorprenderte a estas alturas, Höor es incapaz de estarse quieto, si hay peligro, allá va.
Ladeé la sonrisa al verla tan cabreada asegurando que lo iba a matar si no moría.
-Bueno, creo que él decía algo parecido cuando volviste herida tras tu hazaña contra no se que vampiro -apunté de nuevo de forma mordaz y sonriendo con inocencia como si no hubiera dicho nada.

Supongo que ahora podría entender porque Höor se puso así también...estaban ciegos los dos o es que yo tenia una vista privilegiada desde las alturas, que también.
-Vamos a por Höor y ya luego vosotros arregláis vuestros conflictos íntimos. Creo que el sofá esta vació -dije divertido atravesando el bosque junto a la pirata.
No tenia buena cara, pero supongo que el cansancio es lo que tenia.

No me costó demasiado seguir los pasos del conde no se esforzó en ocultarlos, iba a la caza.
Me detuve cuando sus huellas se borraron.
-Llegan hasta aquí -dije sin entender.
El conde salto del árbol, apostado sobre el, arco en mano esperaba al enemigo, su estrategia era buena.
-¿que cojones haces aquí Atharal? -gruñó

Sus ojos se centraron en Dani, su gesto se tensó
-No aparentas estar bien -dijo preocupado -deberías estar descansando -gruño frunciendo el ceño.
-Podéis dejar la pelea para después de cargarnos a los huargos, ya vienen

— le dijo el muerto al degollado...¿y tú? ¿que tecrees que haces aqui, insensato? después de estar casi moribundo te da por irte de paseo...en fin. No tienes remedio. Acabemos con esto pronto para que puedas tomarte un cuenco de sopa. Eres más desobediente que tus hijos.

Era como si estuviera regañando a Orn o a Niels por alguna travesura, eso le recordó a aquellos meses que se pasó en la fortaleza haciendo de institutriz británica y sonrió de medio lado. Se escuchó ruido entre la hojarasca y algun que otro gruñido. Los huargos llegaban montados por sus jinetes trasgos, la maldad de Randulf no conocía límite, había cruzado enanos con orcos y el resultado había sido esas grimosas criaturas de talla mediana y piel negra, arrugada y deforme. El primero lo abatió Höor ensartandole el corazón con una flecha al jinete y la criatura ya sin control se lanzó sobre Atharal, que espada en mano se la insertó por la carótida seccionando medio cuello y haciéndose a un lado por la inercia del impacto.

El segundo recibió otro flechazo de Höor, pero al llevar armadura de placas oxidadas sobre el pecho, no lo atravesó. Danielle apuntó con el pistolete y le metió una bala entre los ojos; otro jinete menos. Las flechas de Höor atravesaron la piel del bicho que trotaba hacia ellos y Atharal lo remató. Hacían un buen equipo, ellos dos abatían a los jinetes y debilitaban a las monturas para que el cambiante los pudiera ensartar con el filo. Pero Dani solo tenia 2 disparos y luego tenía que recaragar, cosa que era tediosa y necesitaba su tiempo, un tiempo que ahora no tenían. Gastó su segundo disparo en un huargo que salió de la nada a la diestra de Höor, dandole en el ojo y haciendo que la bestia derrapara y se diera contra un árbol aplastando a su jinete contra él para después huir despavorida.

Llegaba la segunda oleada y esta vez la pirata sacó el sable, gritándole a Atharal por encima de los gruñidos y bufidos.

— ¿Alguna sugerencia? Tienen punto débil?
— Corazón y cabeza!!

Ya. Claro. Qué bien. Con el sable podía ensartar a una persona bípeda con cierta precisión, pero a un monstruo grande, deforme y a cuatro patas...tendría que jugársela y esquivar sus fauces llenas de ponzoña maligna. El primero se le echó encima y le asestó varios mandobles hasta que pudo clavar el sable entre las patas delanteras a la altura del pecho, si el corazón no estaba ahi, esparaba al menos que hubiera acuchillado algo vital. La bestia al morir le cayó encima estampándola contra el suelo y aplastándola bajo su peso. Los refuerzos llegaban por la retaguardia, se podía escuchar el relincho de la guarnición norteña que estaban apostados a unos kilómetros de la atalaya, prestos a defenderla si Randulf emprendía un ataque, Danielle los había apostado allí porque no le cabía la menor duda de que ese bastardo en algun momento sabría que Höor estaba en la torre con los enfermos y no podrían defenderse.

Se revolvió bajo el peso del huargo conteniendo la respiración por la peste asquerosa que supuraba el bicho. Alguien lo arrastró y pudo salir de debajo de él. Era repugnante y cuando entre todos abatieron la manada de lobos metamorfos las náuseas se apoderaron de ella.

— Maldita sea, qué asco!! seguro que los pedos de Randulf huelen así.

Se limpió como pudo la casaca y reculó unos pasos tirando del conde hacia atrás.
— No os acerquéis, es por seguridad, en unos días volverá vuestro general.— Miró a Höor y le habló por lo bajo.— creo que sería buena idea que hagan algunas rondas perimetrales, si no hubiera sido por la desobediencia de Atharal nos habrían hecho picadillo.

Se replegó hacia la atalaya a paso cansado, el golpe de laq bestia la había dejado hecha polvo, pero sobre todo ese olor que le provocaba ganas de vomitar... se llevó la mano a la nariz y miró sus yemas de los dedos. Mierda. Era su propia sangre. Se había contagiado de peste.

Aguantamos la primera embestida, los huargos montados por unos trasgos, pequeños seres bípedos bastante feos que se lanzaban a por nosotros hambrientos.
Las saetas eran rápidamente colocadas en la cuerda, mi pecho abierto levaba la maroma hasta mis labios mientras mis omóplatos ejercían la fuerza suficiente para mantener el arco tensado.
Soltaba y como halcones estas buscaban su presa derribandolas de las monturas que Atharal espada en mano y con mas fuerza de la que Dani y yo ostentábamos les daba un fin sangriento.

No duró en demasía la gesta, por suerte llegaron refuerzos quitandole de encima el lobo que por la derecha de la pirata había salido sin ser visto y que habíamos logrado aniquilar de inmediato.
Dani no aparentaba tener buen aspecto, los hombres a mi orden se marcharon, eso si, con claras intenciones de seguir patrullando las fronteras en turnos, pues ahora que Randulf conocía nuestra debilidad de seguro ese hijo de puta la aprovecharía.

Atharal vendría con nosotros, no había otra, a fin de cuentas había estado expuesto y aunque su condición lo hacia mas resistente que la nuestra, no quitaba eso el hecho de que no era inmune.
Casi llegábamos a la atalaya cuando Dani desfalleció, pasé su brazo por encima de mis hombros, mi brazo rodeó su cintura, yo me encontraba mejor gracias a sus cuidados.
-Dani, estas enferma -aseguré esperando no recibir ningún tipo de replica.

No iba a decirle la obviedad del “te lo dije” ya no eramos niños, ella tomó su decisión y ahora pagaba las consecuencias de sus actos.
La ayudé a tumbarse sobre el lecho de paja, Atharal no tardó en traernos medicación a ambos, aunque con la mano le indique, que no se acercara demasiado.
El general no podía volver con el resto a Akershus, pero cuanto menos se expusiera a la enfermedad mejor para todos.
-Bebe despacio -pedí a la pirata antes de acomodarla apoyada en mi pecho. Una vez se lo termino, la tumbé con suavidad sobre la paja de lado, cuanto mas aguantara la medicación en su organismo mucho mejor.
Me senté a su lado, mis dedos se perdieron en los dorados mechones de su pelo, estaba ardiendo,la fiebre la había subido y su piel tomaba un tono pálido y algo grisáceo.
Con un paño mojado en agua fría bajé la fiebre de momento
-mas vale que te recuperes pirata o te sacaré la patio desnuda y te bañaré con hielo -apunté clavando en sus azules mis pardos – me he acostumbrado a discutir contigo, no puedes dejarme solo. -dije sin mas.

Yo no era muy expresivo, quizás callaba mas de lo que decía o mejor dicho pensaba que eso era lo correcto.
Seguramente porque este juego entre ambos era demasiado peligroso como para seguir apostando.

No esperaba contagiarse, pensaba que esa peste sería como la caribeña, que todas las pestes gastrointestanes eran iguales, pero no, al parecer la inmunidad adquirida contra la plaga tropical no le servía para aquella epidemia norteña. La fiebre hizo presa de ella en seguida proporcionándole las clásicas tiritonas a pesar de estar ardiendo. Escuchó las palabras de Höor sobre bañarla en el patio y masculló.

— Eso quisieras Cannif... pero si pretendías meterme mano te podías haber ahorrado los vómitos... así no se conquista a una dama.

Por lo pronto no vomitaba, pero la fiebre la hizo caer en un sueño agitado mientras sudaba y se estremecía. No sabría precisar si pasaron horas, días o minutos, cuando volvió a abrir los ojos se sentía entumecida pero con sed. Se incoporó un poco y descubrió al conde dormido contra la pared, habían intercambiado los papeles y él todavía estaba débil y convaleciente.

— Höor... despierta. ¿Tienes un poco de agua por ahi?

Estaba sedienta pero sabía que debía beber cvon calma, a sorbitos, era mejor que lo que entrase se mantuviese en el cuerpo aunque fuera poco, que por pegarse un atracón de agua le diera por vomitar.

— ¿Has cenado algo? te estás quedando esmirriado, así ninguna vikinga te va a querer dar un meneo.— Debería tomar aunque fuera algo de caldo, había perdido mucho durante los días infernales en los que la enfermedad lo mordía sin piedad.— estoy bien...no te preocupes. Creo que sí ha servido de algo al final que pasase una peste en el Caribe. Mientras sólo sea fiebre...

Pero no, no era solo fiebre, de nuevo comenzó a sangrarle la nariz, en su caso los microorganismos estaban atacando por otro lado, debía intentar reponer los líquidos que perdía y los nutrientes que se marchaban con el sangrado.

— pffff...joder. Lo siento, soy casi tan cabezota como tu. No quería que Akershus se quedara sin su héroe y decidí hacerme yo la héroe...¿lo ves? no me sienta bien ese papel, cuando lo intento, la cago.

Cuando empezó a sangrarle la nariz mi cara de preocupación se hizo mas evidente, la fiebre la asolaba, pero ademas parecía que la enfermedad le atacaba de otro modo tan agresivo o mas que los vómitos.
-Solo necesito té y una conversación para que me den un buen meneo ¿no? -bromeé tratando de quitar hierro al asunto.
Pedí una sopa, no para mi, para ella, su debilidad aumentaba y aunque ella trataba de fingir, frente a mi, no colaba.
Por suerte no le había afectado al estomago, así que posiblemente la toleraría el alimento y eso la ayudaría a reponerse.
-Venga -dije torciendo el gesto al ver que negaba con la cabeza -¿he de dártelo como a mis hijos? -pregunté llevando la cuchara al tazón y cargando una cucharada que llevé hacia su boca con una picara sonrisa -tu imagina que es té -bromeé mientras ella negaba mirándome.

Poco a poco fue comiendo, necesitaba energía para luchar contra la enfermedad. Yo estaba recuperándome, pero por contra ella estaba en el pico de la enfermedad.
-Pronto empezaras a encontrarte mejor, es mas, el papel de heroína no se te da tan mal, creo que si alguna vez caigo en batalla, podrás robarme la armadura y volver a Akershus con mi capa sobre los hombros y nadie notaria la diferencia -bromeé haciendo alusión a que mas o menos eso había hecho con su marido cuando quedo viuda.

Casi me tira el cuenco a la cabeza, lo que me hizo reír a carcajadas.
Dani era así, una superviviente y eso me gustaba, tenia determinación, sabia lo que quería y luchaba por conseguirlo costara lo que costara.
Eramos distintos, chocábamos en muchas cosas, pero a la hora de la verdad, sabia que podía contar con ella, ella era Akershus, formaba parte de los míos.

Acabamos tumbandonos en la paja, uno al lado del otro para poder dormir un poco y recobrar fuerzas.
La miré fijamente
-¿Así que has venido a ayudarme para que Akershus no se quedara sin héroe? -pregunté cuando me devolvió la mirada.

—Nunca subestimes el poder de un buen té, Inglaterra no ha sido el imperio más potente del mundo gracias a la hidromiel...— se limpió los restros de sangre mientras mantenía la barbilla levantada y la cabeza apoyada en la pared. Estaba haciendo acopio de valor, porque cuando pilló la peste caribeña hubo horas muy oscuras en las que creyó que moriría ahogada en sus propios vómitos y al parecer se aproximaba al mismo punto en esta nueva enfermedad.
— Morir desangrada no es tan malo, es menos indigno que flotando en mierda.— Realmente se lo estaba diciendo a si misma para infundirse valor porque en ese momento estaba aterrada, y sabía que Höor lo percibía, pero de la misma forma él no le dedicaría palabras sensibleras innecesarias, simplemente estaba allí acompañándola y tratando de expresar sin decir, de bromear con dobles sentidos que a buen entendedor pocas palabras bastaban.

— No, no podría hacerme pasar por ti, hay demasiada gente que ha visto tu culo peludo, es muy reconocible.—se recostó en el hueco que le dejó Höor y trató de guardar energías, la fiebre la consumía y cuanto menos se moviera para hacer sangrar más vasos, mejor. Mientras conservase la consciencia o la cordura trataría de aferrarse a la vida, no atravesaba su mejor momento, se planteaba muchas dudas vitales, se hallaba en una encrucijada en las que debía reordenar sus prioridades y quizás cambiar algunos de los principios por los que se había regido su vida; pero no quería morir, sentía que aún le quedaban muchas aventuras que vivir.— no sé si la fiebre me hace delirar pero... creo que no es solo por Akersshus. Vine a ayudarte porque me importas.— Y no diría nada más al respecto, porque a veces en los silencios habían más respuestas que en los libros. Era cierto que no quería dejar huerfanos a esos niños, era cierto que no quería darle el gusto a Randulf de no tener un rival digno, era cierto que Akershus necesitaba a su héroe, pero además de todo aquello había una motivación personal. Y acababa de decirle cual era. Total, ya daba igual, si no pasaba de esa noche, que al menos supiera algo de la verdadera Danielle Wellington, la mujer que era difícil de saber dónde acababa ella y donde comenzaba la leyenda pirata que encarnaba.

Mi mano se acercó a la suya, nuestros dedos meñiques se acariciaron, supongo que el silencio era la mejor de las respuestas. En mi mente aquella frase retumbaba, un me importas que no era tan necio como para no entender pero si lo suficientemente sabio como para no responder.
Mis dedos treparon por su piel y nuestras manos acabaron enlazadas como respuesta a los silencios.
Cuando ninguna palabra puede superar el momento era mejor que no fuera pronunciada.

Acabamos durmiéndonos, ella antes que yo pues velé su sueño durante horas controlando que la fiebre no se la llevara, aunque finalmente el cansancio me hizo sucumbir a los brazos de Morfeo.
Cuando desperté ella seguía dormida, posé mi mano en su frente, la fiebre parecía ir remitiendo así que me puse en pie para ir a por agua que darle y a por la medicación que ella necesitaba para recuperarse.
Cuando volví estaba despierta, ladeé la sonrisa con cierto aire engreído.
-Estas horrible pirata -bromeé con una picara sonrisa dejándome caer a su lado para ayudarla a beber y a tomar su medicina.

No me había separado de su lecho en todos estos días, tampoco ella del mio en lo que me duró la enfermedad.
Cuando Dani llego a mis tierras veía en ella a una mujer con ganas de largarse, solo la mantenía en mi fortaleza la intención de encontrar a su marido, bueno, de sacar su barco.
Hoy creo que Akershus pertenecía a Danielle tanto como a cualquiera de nosotros.

Ladeé la sonrisa recordando algo que había comprado para ella a un mercader, con esto de que Akershus nunca descansaba me había olvidado por completo de que lo llevaba conmigo.
Busqué en el bolsillo interno del chaleco sacando un pequeño paquete que dejé caer en su regazo.
-Ábrelo -pedí impaciente.
Ella sonrió por mi actitud y lo hizo encontrando en su interior una brújula antigua en tonos dorados.
-No podía permitir que perdieras de vista el norte -dije alzando mi mirada hasta sus mares.
Mis palabras también tenían un doble sentido
-Espero que siempre guie tu camino.

Pasó una noche bastante desagradable, el día tampoco fue mejor, de tanto en tanto sangraba por la nariz y notaba como la elevada temperatura la corroía por dentro. Al despertar se sintió hecha polvo pero algo mejor, al menos tenía sed sin náuseas y pudo tomarse las medicinas y el agua. En Akershus habían establecido un retén de urgencia para fabricar remedios en grandes cantidades, mezclando ciencia y magia liderado por la mujer del general Ulf que parecía no desfallecer nunca ante las adversidades.

— Pues tu aspecto no es mucho mejor, parece que te ha engullido un trol y luego te ha cagado.— estiró los hombros y crujió el cuello, se sentida acartonada y entumecida.— ¿y Atharal?

Höor le dio noticias sobre el joven cambiante, estaba bien porque lo habían mandado a lo alto del torreón, lejos de todos para que no se contagiase. Mejor así, porque no era plan de que fueran salvándose los unos a los otros y a la vez propiciando así que todos cayesen enfermos en algun momento. Ahora tendría que aguantarse allí arriba unos días hasta que vieran que no había peligro. Le dio el paquete que llevaba en un bolsillo y ella enarcó las cejas; todo había sucedido la noche del "bautizo" de Brökk, que ya casi se le desdibujaba en la mente. Habían llevado regalos a la familia Tollak y al parecer Höor iba a darle ese a ella pero los acontecimientos se habian disparado.

— ¿Una brújula? ¿en serio? yo te regalo joyas y tú me regalas esto ?.— sonrió pinchándolo un poco.— esta al menos apunta al Norte, pero sigo conservando la que me rompió Sirius, creo que encierra un misterio en ella, aún tengo que averiguarlo..— Lo miró intensamente, estaba aliviada por conservar la vida, al menos de momento.— No se me olvidará el camino, eso te lo aseguro. Creo que debería lavarme un poco, huelo al trol que te ha cagado a ti.

El agua iba a estar helada, se lo venía venir.— Joder, tendremos que quemar la ropa. Le tenía cariño a esta casaca, se la arrebaté a un teniente inglés... bffff. bueno ya compraré otra, qué remedio.— Desde Akershus habían enviado un carromato con ropas limpias y sencillas para que todos los infectados pudieran cambiarse y destruir las que posiblemente tuvieran la infección impregnada. No le venían los pantalones, eran todos muy grandes, así que acabó cogiendo un vestido sencillo y gris y dirigiéndose al patio donde habían instalado las tinas y duchas rústicas, se frotó con jabón y dejó que el agua helada se llevase la mugre, la fiebre y el malestar al menos por un rato, vistiéndose después a toda prisa porque estaba congelada.— no os entiendo con ese afán de bañaros en el lago en invierno. ¿Tienes hambre? creo que me vendría bien un poco de sopa.

Esa tarde las noticias que llegaron a Akershus fueron más alentadoras, estaban los 3 bien, sólo pedían paciencia y que siguieran defendiendo el fuerte para cierto alivio de Ulf y Lund. Ahora ya sólo quedaba esperar: los que no estaban infectados, a superar la cuarentena y los que habían estado infectados, a que terminase de dar coletazos la enfermedad. Entra unas cosas y otras, fueron 3-4 semanas las que Akershus permaneció cerrada a cal y canto hasta que pudieron regresar sin llevar la muerte a sus puertas.  El día que emprendieron el camino de vuelta seguían estando algo desmejorados pero al menos ya no parecían cadáveres andantes y habían vencido a la peste.

— Debes de estar ansioso por ver a tus hijos, es mucho tiempo... ¡Ah! Me muero por un baño caliente y un asado en condiciones.

Tres semanas después regresamos a Akershus, todos bastante desmejorados pero vivos al fin y al cabo.
Muchas habían sido las bajas, sobre todo la de aquellos que ya llegaron muy deteriorados, pero por suerte los norteños eramos fuertes y al parecer también la pirata.
-Estoy orgulloso de ti -dije sin mas hundiendo mis pardos en sus océanos -has gestionado bien esto, no tenias porque hacerlo, no era tu problema y sin embargo te has quedado, no solo eso, has entrado en la atalaya para cuidar de mi ,de todos, gracias.

No se lo había dicho hasta ahora, pero era cierto, Dani era una mujer que llegó siendo una egoísta, solo pensaba en su bien propio, pero ahora, esa Dani se había difuminado ante mis ojos. Ante mi tenia una mujer asustada porque algo empezaba a importarle mas que ella misma.
-Akershus acaba robando el corazón, intenta que no te robe la razón -bromeé dándole una palmada en el culo con aire distendido.

Entre nosotros había complicidad, era algo que podía palparse cuando estábamos juntos.
Ensanché la sonrisa cuando me preguntó por los niños.
-Es lo que mas he echado de meno -aseguré mirándola fijamente.
¿Como si tuviera algo mas? Podía ser el conde, el guerrero y la esperanza de un norte libre pero al final del día solo quedaba yo en una oscura habitación.

Las puertas de Akershus se abrieron, todos nos esperaban dentro con ganas de recibir a los que habían vencido a la muerte.
Familiares se reencontraban con los supervivientes abrazándolos, miré a la pirata de soslayo, habíamos hecho un buen trabajo y esta era la recompensa, ver como se reunían las familias y saber que de no haber estado ambos a la altura eso no pasaría.

Aun con mis ojos en ella vi como el cuerpo de Lund impactaba con el ajeno abrazándola, besándola, un bonito reencuentro donde yo sobraba por completo.
Torcí el gesto, no se ni siquiera porque lo hice, pero me molestó , creo que fue evidente porque Ulf cogió mi brazo y me solté de un tirón siguiendo andando.
Cerré un segundo los ojos, solté el aire, cuadre los hombros e hice lo que mejor sabia hacer, fingir que todo estaba bien.
Mis hijos corrían a mi encuentro, me agache para recibirlos y los abracé preguntándoles como estaban, hasta habían crecido, me reía con sus historias, los había echado mucho de menos.