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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Bastien Argent Sáb Nov 04, 2017 9:06 am

Dos o tres semanas habían transcurrido desde que experimentó la traición de su sangre en carne propia. Sus demonios le consumían lentamente y, así mismo, perdía el control de sus emociones y el orden de su cotidianidad. Pasó día y noche dando vueltas a lo acontecido, reviviendo en su mente el instante en el que la felonía se tornó tangible, un golpe seco en su cabeza seguido de un oscuro, denso e infernal vacío del que despertó más cabreado que nunca. El impacto de la roca contra su cráneo le había causado disminución temporal de la movilidad en el hemisferio izquierdo de su cuerpo. Afortunadamente, su lado dominante era el diestro e intensas sesiones de terapia diarias habían servido el propósito, devolviéndole paulatinamente la capacidad de desenvolverse en el campo como el diestro cazador que siempre fue.

La recuperación había requerido de él un tiempo muerto, un cese de sus actividades que se sintieron más como unas vacaciones en el mismísimo averno, sobre todo, conociendo ya el rostro de la bestia que le había arrebatado a su familia entera, el único y real perpetrador de su más grande tragedia. No se hallaba a sí mismo postrado en una cama, dependiendo de otros, aguardando a que el tiempo pasara mientras aquel hijo de puta continuaba con vida y su hija, ignorante o no de la verdad, ya fuera por el influjo de la maldición o por simple necedad, protegía a quien, por historia y naturaleza debía ser su enemigo, el más grande de todos los que el mero porte de su apellido les declaraba; de encontrarla, le impondría castigo que le haría lamentar haber nacido y si aquello no le corregía, no tendría más opción que mandarle a mejor vida, a congelarse en el noveno círculo del infierno con los demás traidores.

Colocó dos cubos de hielo en un vaso corto y vertió en él el contenido de una botella de ron hasta la mitad. Acercó el cristal a sus labios, vaciló un instante tensando la mandíbula y de un solo trago bebió el ambarino líquido, gruñendo rabioso cuando el alcohol escoció en su garganta. Sus cavilaciones le atormentaban, laceraban su ego, su odio, su alma y de permitir que continuaran fluyendo sin control, más temprano que tarde perdería la razón. Se había dispuesto a verter una nueva tanda licor, mas del arrebato de ira que le acogía terminó lanzando la botella de lleno contra la pared, seguida del recipiente donde bebía.

El tapizado humedeció de ron y los fragmentos de vidrio cayeron gráciles sobre la alfombra. Apretó los puños con fuerza, incrustándose las uñas en la piel. No lo toleraba más, necesitaba una distracción, matar, comer del muerto y así descargar la cólera que incineraba en su interior. Ir de caza no era una opción, incluso si el progreso de sus terapias era considerablemente bueno, aún no era suficiente para aventurarse en una cruzada y, a decir verdad, desconocía el paradero de la bestia que deseaba asesinar. No obstante, en las afueras de París residía una tentadora alternativa.

Vestido de traje, justo como llegó de su trabajo y sin otra defensa que sus puños desnudos, el cazador salió como alma que lleva el diablo en busca de sangre. Al lugar donde se dirigía no necesitaría de espadas, revólveres o dagas, ni siquiera de la plata que acarreaba como legado, únicamente requeriría de su habilidad para combatir y, como complemento, de la furia destructora que llevaba a cuestas.

Sus pasos le llevaron hasta un establecimiento de mala muerte donde se desarrollaban actividades clandestinas, especialmente enfrentamientos entre hombres que, como él, buscaban solucionar sus problemas a golpes o, por el contrario, dinero fácil y entretención. Cualquiera que fuese el motivo, claramente, aquel lugar no era el tipo de garito que hombres de su clase acostumbraran a frecuentar. ¿Qué hacía Bastien Argent, quien ante los ojos de la sociedad era noble de respetable empleo, fortuna y reputación, en semejante antro? Nadie estaba realmente seguro. Algunos apostaban a que el aristócrata resguardaba deseo de muerte, otros tantos teorizaban que quizá se había extraviado de su camino y los demás simplemente no prestaron la más mínima atención a su presencia.

El cuerpo de un hombre con el rostro hinchado y sangrante era arrastrado fuera del improvisado cuadrilátero; el campeón invicto, una mole de puro músculo y carente técnica, elevaba los brazos con soberbia y exaltación, desafiando al siguiente idiota que estuviese dispuesto a recibir una paliza, a entrar en el ring. Los demás individuos, aduladores y bulliciosos, engrandecían el ego del gorila que se golpeaba el pecho en clara demostración de hombría. Bastien ladeó la sonrisa entretenido y alzando la mano, se ofreció como la siguiente víctima del vencedor.

La multitud se mofó de él a carcajadas que se acallaron tan pronto como sacó un fajo de billetes que apostó a su nombre. Emocionados por la oportunidad, los espectadores vociferaban sus apuestas en contra del ingenuo noble. Bastien, muy seguro de sí, ingresó a paso firme a la jaula mientras su contrincante le seguía los pasos, fulminándole con la mirada y dedicándole gestos con los que daba a entender que tenía intenciones de arrancarle la cabeza.  El cazador lo examinó de soslayo y sin emoción, ignorando por completo las provocaciones mientras desabotonaba con porte la chaqueta de su traje para lanzarla a un lado del ring con poco cuidado.

Desabrochó las mancornas, las guardó entre el bolsillo y se arremangó la camisa por encima del codo, entonces, ya listo para la contienda, se extendió de brazos, altanero, incitando a su oponente a comenzar. La mole, con el orgullo herido, no se hizo esperar y se abalanzó contra él, asestándole uno, dos… tres golpes en el rostro que lo hicieron retroceder hasta recargar su espalda contra la madera que cercaba el ring, en necesidad de apoyo.

Su musculoso contrincante, engrandecido por los primeros golpes, se dio media vuelta, evidenciando que no tenía una sola pizca de temor mientras, fanfarrón, animaba al belicoso público. Los abucheos zumbaban en el oído del cazador, quien, entretenido se irguió, se acomodó la mandíbula y con la mano se limpió la sangre que escandalosa fluyó de su labio, abierto por el impacto de los fuertes nudillos.

¡Hey! — Llamó la atención del gorila

Inmediatamente el hombre se volvió a él con expresión furiosa, Bastien le sonrió malicioso, tensando su cuerpo y cubriéndose el rostro con los puños a la espera del inminente ataque. La mole arremetió en su contra, mas esta vez lo esquivó con agilidad, contraatacándole con un fuerte gancho  y entonces, de una certera patada en el muslo, el gorila cayó de rodillas retorciéndose de dolor. Sus labios se curvaron complacidos. Sin dar espera, de otra patada, esta vez en la cara, el cazador tumbó al hombre de espaldas y lo embistió con una ráfaga de golpes que pronto le desfiguraron el rostro en una masa inflamada, rosácea y bañada en carmesí.

Agitado, su pecho se elevaba y distendía con vigor. Bastien descargó toda su frustración sobre aquel hombre y sólo se detuvo hasta sentir un efímero instante de sosiego, cuando su cruz se sopesó lo suficientemente ligera como para paladear el sabor de la libertad que, en su caso, traducía en venganza. Jadeante, el cazador se puso en pie, permitiendo que los asistentes remolcaran el cuerpo inconsciente fuera del cuadrilátero. Sacó un pañuelo de su pantalón y con él limpió la sangre que remojaba sus nudillos, no muy seguro si era de su oponente o era propia.

Sorprendidos, todos los presentes se sumieron en un pesado silencio. Terminando de remover la sangre impregnada en su piel, Bastien elevó la mirada con una sola pregunta implícita en ella:

“¿Quién es el siguiente?”


Última edición por Bastien Argent el Sáb Ene 06, 2018 10:29 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Elyon Enhydra Sáb Nov 04, 2017 5:16 pm

Solo paseando por la oscuridad que ahora ofrecía la ciudad francesa, tener invitados inesperados en casa le había dado ideas que de otro modo no se le habría ocurrido, los susurros reían en su mente cuchicheando, pero ahora la mujer no-muerta andaba sumida en sus propios problemas y pensamientos. Acariciaba sus colmillos con la lengua, oculta de miradas indiscretas de los mortales, mientras avanzaba con aire despistado, pero nadie se acercaba a "socorrerla" quizás aun sin que el resto supiera lo que es en realidad conseguía el efecto de alguien a quien no te acercarías.

Meditaba mientras caminaba, la verdad que la nueva adquisición en la mansión era algo escentrica y desde luego completaba las ideas alocadas de Bloondy, dandole otras para completar y arraigar más la falta de cordura, quizás se completaban de alguna forma, al fin y al cabo eran familia.

Seguía su paso mientras tarareaba una canción en latín que había aprendido hace poco para la obra, estaba algo emocionada de que la hubieran cogido, así podría mostrar algo de sus talentos, hasta en la oscuridad puede haber voces bonitas, sonrió para si misma mientras seguía paseando, no le gustaba mucho esos sitios, había mucho borracho y la sangre con tanto alcohol le repugnaba ciertamente.

Se acarició levemente la nariz mientras avanzaba, llegaba al lugar recomendado, nada apto para damas de alta cuna como ella, pero su compañera lo había recomendado, aunque eso solo mostraba lo amante del caos que era realmente. Eso dibujó una sonrisa en la cara de la vampiresa por un momento, miró la puerta del antro de mala muerte, ahí tenía aspecto de que solo los caballeros eran los habituales en el local, aunque quizás la palabra caballero les venía algo grandes, más eso no echó para atrás a la vampiresa, aguardo unos segundos observando con avidez. Le costó decidirse entrar en el sitio, y se paseó por ahí, llamaba algo la atención sin duda, pero ahora todos parecían demasiado entusiasmados con las apuestas y alguien que parecía ser la revelación de las apuestas, la vampiresa le echó un vistazo, aunque ahora estaba ciertamente embriagada por el aroma a sangre que percivía debido a las heridas causadas por las peleas.

Observaba con sus negros ojos como el que parecía haberse llevado la victoria desprendía la adrenalina del momento, relamió sus rojos labios al oler la sangre del derrotado, pero simplemente observaba lo que acontecía en el cuadrilatero, el ganador parecía querer más a lo que la vampiresa dejó escapar una risilla maliciosa, y caminó entre los asistente mientras escuchaba las maliciosas ideas de los susurros en su mente, se acercó a un tipo enorme que había disfrutando del espectaculo, Bloondy le acarició el hombro y fijo sus ojos en los del hombre para poder utilizar sus habilidades vampiricas, consiguió que el hombre se inclinase para acercarse a su cara y así susurrarle en el oido.

Debido a la habilidad de la vampiresa el hombre sencillamente cumplió sus deseos y se ofreció voluntario para enfrentarse a quien ahora se mantenía en el centro del cuadrilatero, Bloondy dió una carcajada maliciosa y sencillamente se sentó a observar como iba a continuar la cosa ahora, el hombre al que había incitado a pelear era muy grande y tenía un buen brazo con el biceps bien marcado, veamos si la adrenalina volvía a dar la victoria al hombre que ahora estaba ahí en medio.
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Mensaje por Bastien Argent Dom Dic 03, 2017 1:35 pm

Bastien giró sobre su propio eje, deslizando sus egeos por el establecimiento en busca de contrincante; la suya usualmente era una mirada glacial, mas aquella velada ardía como lava volcánica. Con el rabillo del ojo captó una presencia ajena a la esencia de aquel garito, una dama de alta cuna, cuya apariencia distaba de pertenecer a un lugar semejante, justo al igual que la propia. A cualquier otro le hubiese pasado desapercibida entre la muchedumbre, pero no a él, él era un hombre de detalles, precisamente, el éxito de su caza recaía en su astucia para batallar y su agilidad para encontrar el punto débil del contrincante. Bastien tenía un ojo agudo y aunque era un cazador letrado, diestro en el manejo de todo tipo de armas y el combate cuerpo a cuerpo, era su astucia aquello que le hacía realmente peligroso.

Continuó girando sobre sí, arrasando con la mirada el espacio que con ella recorría. No había necesidad de palabras mordaces, era consciente de que su incisivo temple representaba desafío suficiente para los presentes, hombres que contentos entrarían al cuadrilátero a asestarle un par de golpes en la cara de no ser por que se trataba de un noble. El dinero en apuesta no semejaba incentivo suficiente para llevar en las manos la sangre de uno como él, mas bien sabía que de seguir presionando pronto encontraría en alguno punto de quiebre. No obstante, en tanto sus ojos volvieron al punto en el que encontraron a la mujer que desentonaba del vulgar ambiente, grande fue su sorpresa al encontrar un puño que voló directo hasta su rostro.

Fue demasiado tarde para esquivarlo. Aquel era un juego sin reglas, no habría campanada, ni hembra en tangas paseándose por el ring marcando el inicio del asalto, este comenzaría cuando el primer golpe fuese lanzado y vaya que le había quedado bien señalado en el rostro. Los nudillos de su contrincante se estrellaron contra su rostro con fuerza tal que cortaron la piel de su pómulo. El golpe le dejó aturdido y por un instante el cazador quedó fuera de sí permitiéndole al otro el lapso conveniente para continuar y asestarle un segundo, un tercero y un cuarto, siendo el último el que lo hizo tambalear en reversa hasta la cerca de madera delimitaba el cuadrilátero. Finalmente, el hombre lo agarró de la camisa y sin medir fuerza le lanzó como un muñeco de trapo, haciéndole rodar por el suelo del cuadrilátero hasta el lado opuesto.

Su vista se nubló y un molesto y agudo silbido retumbó en los recovecos de su oído izquierdo. El cazador paladeó el ferroso sabor de la sangre que se disolvía entre su boca y utilizando sus brazos de apoyo, alzó la cabeza, siguiendo con sus violentos mares los movimientos del hombre que se acercaba a paso firme, dispuesto a acabar con él. De un salto se puso en pie, a un lado escupió la mezcla de saliva y sangre que se acumulaba en su boca y tronó los huesos de su cuello; su cuerpo estaba resentido más el dolor era para él una dosis de adrenalina. Una sonrisa maniática cruzó sus labios. Se había tomado el tiempo de estudiar a su opuesto, el hombre tenía un buen brazo y también era bastante grande, pero a diferencia del primero este no peleaba por fanfarrón mas por la simple satisfacción de propinarle una golpiza.

Su contrincante sabía bien por donde arremeter, pero anticipándose a los hechos, el cazador ya tenía planeado cómo reaccionar. El sujeto levantó el puño derecho y lo osciló con fuerza en dirección a su rostro. Bastien preparado para arremetida semejante atrapó el brazo en el aire y sin soltarlo, raudo y brusco pasó su cuerpo por debajo del mismo, torciéndolo tras la espalda del hombre. Sólo al sentir el hueso quebrarse, el cazador liberó el agarre, empujándolo con fuerza hacia delante.

Su oponente trastabilló un par de pasos hacia delante en busca de equilibrio, mas cuando lo encontró, se volvió a él con rabia, ira forjada en el quinto círculo del infierno que se fijó sobre él dispuesto a darle muerte. Bastien lo contempló extrañado, cualquier humano corriente se hubiese retorcido del dolor, mas a aquel singular individuo poco y nada le importó, prosiguiendo de inmediato a la batalla, lanzado golpes a diestra y siniestra sin reparar siquiera en la mano el brazo que ondeaba al aire como una gelatina.

Bastien tanteó las posibilidades, podría tratarse de algún sobrenatural mas la lesión no aparentaba sanar, por el contrario, empeoraba debido a la violenta ondulación del brazo que buscaba estrellarse con su piel. Caviló mientras evadía los puños en busca de una respuesta. El cuerpo del hombre aparentaba moverse bajo el influjo de algún hechizo maligno… o el dominio de algún otro ente. Como fuera, ya había sido suficiente.

Gruñó cabreado.

Tan pronto como el siguiente golpe fue lanzado, el cazador se inclinó evadiendo la colisión y prosiguió a tomar al hombre de la nuca con firmeza, empujando la cabeza del mismo contra la madera que cercaba el ring, estrellándolo reiteradas veces hasta romperla, no obstante, para entonces su contrincante ya había perdido el conocimiento.

El cuerpo del hombre se desplomó sobre el suelo. Al elevar sus azules, estos se encontraron con los oscuros orbes de la mujer que había captado antes y que ahora susurraba al oído de otro bastardo. Con su pecho elevándose y distendiéndose con brusquedad, entrecerró los ojos y ladeó la cabeza, ella le sonría maliciosa, mas cuando él dio un paso adelante dispuesto a acercarse el individuo que escuchaba atento la dicción de la dama, sin quitarle la mirada de encima, se abalanzó furibundo en busca de pelea. Comprendiendo lo sucedido, el cazador rugió y, con destreza, rápidamente se deshizo de pobre diablo sin perder de vista a señorita que ligera se escabullía entre la multitud.

Con temple imponente el cazador avanzó fuera del cuadrilátero, abriéndose paso entre la multitud y otro par de hombres que intentaron obstaculizar su camino. Cuando finalmente la alcanzó, ya encontrándose cara a cara, curioso de la naturaleza de la mujer, el cazador se relamió de los labios la sangre que aún brotaba.

¿Disfrutando del espectáculo? — Inquirió con una sonrisa incisiva
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Mensaje por Elyon Enhydra Lun Dic 04, 2017 7:35 am

La visión de la mujer se encontrarón con los azules ojos del hombre que en el ring se encontraba, al menos así fue durante unos escasos instantes, donde pudo disfrutar de sobremanera el espectaculo que el hombre dió cuando se enfrentaba al enorme hombre, qué le pilló por sorpresa al estar distraido por la visión de la dama vampiresa, ciertamente Bloondy no era alguien que encajase en ese lugar, no solo por las señales que daba a pertenecer a la alta cuna, si no tambien por lo estrafalaría que la vampiresa tambien podía ser.

Inclusó los negros ojos de la dama se mostraron levemente abiertos con sorpresa cuando aquél que en el ring estaba se vió en apuros por uno de los hombres, que en frenesí atacaba despiadadamente, incluso por unos pocos segundos juró que el hombre de ojos mar iba a perder ese combate antes de que ella pudiera enviarle a otro influido por sus encantadoras habilidades de cainita. La no-muerte a veces le resultaba exageradamente divertida a la dama, que inclinaba la cabeza observando con avidez lo que acontecía.

La naturaleza muchas veces es muy dificil de esconder, sobre todo cuando te dejas llevar por ella con tanta abundancia como lo hacía ella, y cuando de uno de los golpes dados en esa pelea, el hombre de azules ojos empezó a sangrar, la vampiresa no pudo evitar cerrar los ojos al captar el aroma de la sangre, mientras sus pupilas se dilataban con ansiedad, más debido al color negro absoluto de sus ojos era dificil apreciar esa reacción en ella, solo alguien lo suficientemente observador podría, aunque esos detalles se le estaban escapando a todos los que allí se encontraban gritando y aplaudiendo, pues quizás alguno estuviera viendo como la suerte se le cernía en aquella pelea, pero no parecía todo tán sencillo, puesto que hasta la vampiresa se sorprendió de la audaz reacción del campeon que pareció dislocar si no era rotura del brazo del grandullón, aunque dejó escapar una pequeña risilla cuando vió que este aun se mantenía en pie y dispuesto a seguir en la pelea, pero ahí quedo la cosa pues nuevamente fue derrotado a no mucho tardar por el hombre de ojos claros, que estrelló su cabeza repetidas veces, hasta la vampiresa se llevó la mano a la boca por la sorpresa y la violenta reacción.

Más la cosa no iba a terminar, pues los ojos de ambos se cruzarón y más cuando ella condución a otro grandullón al ring, pero para su desgracía la pelea duró menos de lo deseado, no eligió bien y eso se notó por lo facil que lo despachó, más la vampiresa se alejó un poco entre la multitud con una discreta sonrisilla en los labios, se estaba divirtiendo, ciertamente. Más lo que no se esperó es que aquel hombre trás ella se fuera abandonando al ring, y el rostro de la vampiresa reflejó cierta sorpresa cuando finalmente cara a cara se encontrarón.

La vampiresa estudió al hombre de forma minuciosa con la mirada, mientras mantenía el semblante afable, a pesar de poder ver...cierto grado de locura en la mirada del hombre que parecía sentir curiosidad por ella. Y remarcó en que parecía, ya que la dama vampiresa quedó algo desconcertada por que trás ella fuera.

-Si, un memoriable espectaculo, ha sido todo un merito el como ha despachado a esos dos hombres tán grandes, es usted realmente habilidoso.- Alagó la vampiresa en respuesta cuando el hombre la habló, no iba a ser descortés, no había motivo. La vampiresa deslizó su vista hasta sus labios, donde la sangre se había presentado debido a la pelea. - ¿No le duele...? debería curarse esa herida, o ponerse un poco de hielo..- Musitó la vampiresa mientras practicamente degustaba la sangre debido al aroma, casi se relamió de forma involuntaría. Aunque procuró hacer esa acción lo más discretamente posible. -Y bien...¿con quien tengo el honor de hablar?.- Ella sonrió de forma lisonjera, cargada de intenciones o de simplemente jugar con quien ahora frente a ella se encontraba. La verdad pensaba como conducir la situación de tal manera que esa noche acabase pudiendo probar de primera mano el liquido carmesí y por qué no decirlo, de la garganta de aquél hombre de rasgos atractivos. Tomó asiento dejando que él quedase en más elevada posición mientras mantenía su sonrisa procurando no mostrar sus afilados colmillos, mientras le observaba jugando con un mechon de su negra melena.
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Mensaje por Bastien Argent Sáb Ene 06, 2018 10:28 pm

Una evidente expresión de sorpresa surcó el rostro de Argent cuando la mujer de cabellos azabaches respondió de manera más afable a lo que —quizá por el subidón de adrenalina o quizá por su propia naturaleza— esperaba como contestación. Por un brevísimo instante sus párpados se ensancharon, sus violentas tempestades escamparon y su caustica sonrisa se desvaneció en una mueca de vacilación. Lo había tomado desprevenido.

A pesar de lo acontecido en el cuadrilátero, la mujer mostraba un temple sereno y jovial, sazonado con una pizca de picardía que, el cazador, no terminaba de comprender. ¿Acaso buscaba jugar con él? ¿cuál era el motivo de su intervención? Poseía el talento de descifrar intenciones de un vistazo fugaz, los gestos involuntarios y las expresiones corporales en general, revelaban mucho más que las palabras; sin embargo, esta mujer era más compleja de leer.

Ladeó la sonrisa cínicamente. Atendiendo las palabras de la dama, ancló sus implacables mares esas pardas esferas que lo contemplaban a detalle; de momento, le intrigaban más que las llamativas curvas que aguardaban a su descenso, esas que sin moderación alguna ya habían sido recorridas por la obscenidad de las miradas a su alrededor. Los hombres inteligentes utilizaban primero el cerebro y luego la entrepierna; él no era ningún necio, mucho menos incauto, pero sí se encontraba intrigado.

Enarcó las cejas cuando su desempeño sobre el ring fue alabado por la mujer, en una frase que, a pesar de entenderse zalamera, de no ser por el manso semblante que le amoldaba las facciones al momento de la dicción, hubiese tomado como sarcasmo.

No se necesita de mucha habilidad para acabar con hombres como esos. Puro músculo y poca táctica, la fuerza bruta sin dirección es… inútil— Sentenció con poca emoción — Tengo una hija que los hubiese despachado tan fácil como lo he hecho yo, realmente no hay mérito... señorita… — Dejó la frase inconclusa con un interrogante al aire que indagaba por su nombre.

La mención de su sucesora emergió inconsciente. Esa traidora. Su fachada entera se tensó y un gruñido amenazó con escaparse de sus labios, mas él lo disfrazó carraspeando. Su hija y su venganza eran cuestiones para otro momento y otro lugar, pero lo cierto era que el ansia de sangre disipada con la cruenta golpiza que propinó a los hombres, —cuyos cuerpos inconscientes aún eran arrastrados fuera del establecimiento— volvió a él con la sola idea de lo acontecido semanas atrás.

Su sed de muerte era voraz, intensa, abrasadora… le carcomía las entrañas y le escocía en el gaznate; mientras el culpable de su tragedia continuara respirando, no encontraría alivio a su aflicción. La vida había lo había llevado el límite, haciendo de él una bomba de tiempo y, sinceramente, estaba punto de estallar.

Es solo un rasguño — Le restó importancia, utilizando la fina seda con la que limpió la sangre se sus manos para secar el líquido carmesí que brotaba de su rostro. La mujer tomó asiento y con mirada discreta siguió el camino de la tela; las pupilas las tenía dilatadas y las orbes oscurecidas por el estímulo, el ferroso elixir que, tiznado por la excitación por la contienda, fluía ígneo y presuroso entre sus venas. Sonrió complacido, apostaba entre hechicera e inmortal, mas aquel gesto le dio una respuesta contundente acerca de la naturaleza de su interlocutora. Cordial extendió su mano a la doncella. — Bastien Argent, a sus servicios

Se inclinó para besar el dorso de aquella mano cuyo tacto frío contrastaba con la calidez de su piel. Fue entonces cuando una tercera presencia se plantó en un espacio cercano a ellos; demasiado para su gusto. Bastien se irguió fulminante hacia el ente que imprudente interrumpía su conversación: un hombre bastante fornido, de semblante despreocupado y facciones bruscas que llevaba tatuada en el cuello la marca de Caín.

¿Este hombre te está molestando, primor? — Indagó el sujeto, con un grotesco acento italiano, repasando con mirada lasciva el cuerpo de la vampiresa.

Bien había escuchado el cazador de pandillas extranjeras que se disputaban el control de los tráficos en la ciudad: drogas, putas, esclavos… todo era un negocio y no era ningún secreto que los comercios ilegales dejaban buena pasta. Aquel individuo era un integrante del clan italiano, “le corna di lucifer” más conocidos como los cuernos de lucifer; la marca que presumido portaba en el cuello lo delataba.

Las bandas criminales operaban desde la periferia de la capital. Era evidente que se habían apropiado de aquel garito, lo que implicaba que, probablemente, no estarían contentos con el acto que había presentado sobre el ring… su territorio. No sabía mucho de ellos, los problemas mundanos poco y nada le importaban, su cruzada se enfocaba en escoria superior, mas en aquel momento la mecha ya se había encendido y la verdad le apetecía un segundo round.

Argent deslizó la mirada por el establecimiento, habían alrededor de unos diez hombres —miembros de la misma pandilla— asediando su posición, cercando cualquier posible salida. Un pesado silencio se cernió en el ambiente. El cazador sonrió diabólico, volviendo entonces su atención a la mujer.

Diles, preciosa ¿estoy molestándote? — Imitó mordaz al pandillero, con un aire salvaje templando sus facciones.

Parte de él esperaba que la mujer dijera que sí, mas la impaciencia que pesó sobre él no aguardó por respuesta.  En un movimiento raudo, de una mesa adyacente, el cazador tomó una botella que procedió a estrellar contra la cabeza del sujeto, incrustándole lo que quedó de ella en la yugular. A borbotones un caudaloso mar rojo se escapó de la herida en la garganta del hombre, quien, ahogándose en su propia sangre, cayó a los pies de la inmortal.

Las escleróticas de la mujer se colorearon como las brasas del infierno y las venas bajo sus ojos se oscurecieron, como prueba tangible de su naturaleza. Complacido, Argent ensanchó su maliciosa sonrisa.

Imaginé que le gustaría, Madame — confesó, preparándose a enfrentar a los hombres que furiosos se lanzaban contra él.
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Mensaje por Elyon Enhydra Mar Ene 09, 2018 9:23 am

Bloondy tenía su mirada fija en los ojos del hombre, había algo en él que le era un puzzle para la inmortal, más parecía que ese hombre sentía lo mismo, pues parecía buscar respuesta en el motivo por el que Bloondy fuera amable, no la había realmente, era el caracter de ella cuando estaba calmada, la excitación la volvía más imprevisible, pero ese estado aun no era parte de ella, y además se divertía observando a ese hombre, le había impresionado cuanto menos como había despachado a todos, aunque no pudo evitar soltar una pequeña risilla cuando aseguró que hasta su hija podría haber hecho lo mismo, no se lo iba a discutir.

Se distrajo observando el liquidó carmesí asi que tardo unos segundos en percatarse que esperaba su nombre. - Oh, disculpa....Soy Bloondy Enhydra, un placer.- Sonrió inclinando la cabeza a modo de ligera reverencia. Mientras seguía estudiando a quien tenía frente a ella, no pudo evitar seguir con la mirada de manera algo golosa el pañuelo manchado de la sangre que brotaba de él, pero no hizo nada, no movio ni un musculo por ello, más si se sorprendió cuando el hombre tomó su mano presentandose y besandole en el dorso de la mano, Bloondy deslizó una timida sonrisa por ese acto, le gustaban los hombres caballerosos, no iba a negarlo.

Distrajó su atención al fornido hombre que se presentó irrumpiendo la agradable conversación con el campeon del ring, Bloondy desvió la mirada con cierto nerviosimo al nuevo, al que observó con curiosidad, si bien parecía ciertamente encaprichado devido a que casi estudia el cuerpo de la vampiresa con la mirada, no pudo evitar dibujar una maliciosa sonrisa que mantenia ocultos sus colmillos, cuidandose muy mucho de ello, más ladeó la cabeza al observar esa extraña marca que poseía en el cuello que se escapaba del conocimiento de la vampiresa, lo único que sacó en claro es que ese hombre era italiano, miró a su primeramente compañero que tambien parecía molesto por su presencia y lo hizo tangible cuando burlon repitió la pregunta dada por el italiano. -Claro que no..- Respondió Bloondy con sinceridad, aunque estaba claro que sus palabras no habían sido prestadas atención.

Dió un tremendo sobresalto cuando observó como Bastien cofia una botella para reventarla contra la cabeza de ese fornido hombre, tuvo que reprimir una risa nerviosa la vampiresa. Más cuando atraveso con el resto de la botella rota la piel del hombre cortandole en la yugular, dejando salir ese torrente de deliciosa y calida sangre, Bloondy se llevó la mano a la boca intentando no bufar y mostrar sus colmillos, pero sus ojos negros como la noche empezaron a colorear el iris, de un rojo burdeos notable, hasta acabar del color del rubí, embriagandose del aroma a sangre.

Le miró cuando Bastien aseguró que se imaginaba que eso le gustaría, y no entendia el por qué, y sinceramente le estaba poniendo notablemente nerviosa ese hecho, se apartó la mano y se levanto velozmente de donde se encontraba sentada, ese hombre sabía lo que ella era, y eso no le agradaba para nada a la vampiresa.

Más parecía que una nueva pelea se iba a formar, y con un poco de suerte los demas no se habían percatado de la naturaleza de la mujer, se colocaba disimuladamente detras de Bastien evitando mirar la sangre que embriagaba todos sus sentidos, no se iba a tirar al suelo a terminar de vaciar la garganta de ese pobre diablo italiano, Cain...¿Que sabrían ellos de Cain? Levantó la mriada viendo como el resto de la pandilla estaba dispuesto a golpear al hombre de ojos azules, lo que hizo que la vampiresa deslizase rapidamente su mano deslizando una daga oculta, e interceptó a uno que buscaba pillar desprevenido al campeon del ring, en un rapido movimiento la vampiresa había seccionado la garganta de ese hombre que de rodillas caía llevandose inutilmente las manos al cuello, la vampiresa acercó la daga a su rostro y con un gemido placentero alargó la lengua deslizandola por la hoja de su daga recofiendo la sangre y degustandola.

Hizo contacto visual con otro de los atacantes que el campeon despachaba a golpes, ese hombre no era un simple maleante que ganaba combates, esa habilidad era el fruto de un duro entrenamiento, pero no era momento de pensar en ello ahora, el contacto visual con otro de los maleantes y uso su habilidad vampirica, para dejarle tremendamente confundido incapaz de pelear, más bien dejandole sin saber meramente donde se encontraba, mientras ayudaba a Bastien agarrando a otro de los hombres, lanzandose sobre él, y buscando robar su sangre de salvaje manera, confiando que el revuelo de la pelea hiciera que nadie se fijara en el sobrenatural comportamiento, ya habría tiempo para dar explicaciones mas tarde, la excitación por la sangre se hacía presente en la vampiresa. -Que descocados...-
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Mensaje por Bastien Argent Jue Feb 08, 2018 10:34 pm

Feroces, raudos y sin vacilación —esta última una convicción bastante necia considerando que su desempeño en el cuadrilátero debió, por lo menos, plantearles duda—  los compañeros del bandido se precipitaron hacia el cazador, asiéndose con cuanto objeto encontraron a mano o, los más impulsivos, abalanzándose sin otra arma que un par de puños mal cerrados.  Bastien, elevando sutilmente las aristas de sus labios, torció sus facciones en una mueca desafiante que alborotó aún más a la enfurecida masa.

Del primero que reunió la intrepidez para lazar golpe se deshizo con facilidad, utilizando los antebrazos de escudo para bloquear los puños que, a diestra y siniestra, le lanzaba con fuerza que delataba su odio, anticipaba sus movimientos y carecía de técnica. Un derechazo en la garganta, aprovechando la baja guardia de su primer oponente, en conjunto con una patada baja al muslo y un rodillazo que le desencajó la mandíbula, bastaron al cazador para dejarlo retorciéndose en el piso cuál gusano. Contemplando disgustado al rufián, optó por concederle un favor al universo y acabar con tan patética existencia dándole un fuerte pisotón en el cuello.

Otros dos se aproximaron con rabia, uno blandiendo una botella rota y el otro sosteniendo un puñal que ondeó en su dirección. Haciendo uso de su flexibilidad, el cazador, evadió con éxito la trayectoria de la filosa hoja mientras arremetía en contra del que le apuntaba con los picos de vidrio. Cuando el maleante se tambaleó atontado, tras una ráfaga de puñetazos que lo impactaron en el rostro y los costados, haciéndole escupir las muelas y destrozándole las costillas, Bastien lo tomó de la camisola y lo lanzó cual muñeco sobre el otro, quien, accidentalmente, le hundió el metal en el pecho.

Poco y nada le importó al otro la salud de su compañero, pues, furibundo le extrajo el cuchillo de la carne, dejándolo caer al suelo moribundo e inmediatamente reanudó su acometida, rasgando con ímpetu el aire cercano a la piel del cazador. Bastien eludió con soltura el filo y su incisivo silbido, perdido entre la algarabía de la pelea. La instigación de su opuesto era veloz y persistente, por lo que, el cazador, que armado sólo con sus puños desnudos no encontraba forma de acercarse lo suficiente como para asestar un golpe contundente, agarró uno de los taburetes y lo estrelló contra la diestra del hombre cuando este ondeó de nuevo el puñal en su dirección.

Sacudiendo la mano, el pandillero soltó un alarido de dolor al sentir el impacto que le desencajó la muñeca, dejando caer el arma que antes fiero agitaba. Argent, aprovechándose de la aflicción de su oponente, le asestó una fuerte patada en el pecho que lo hizo trastabillar en reversa y, salvaje, se lanzó sobre el mismo, rugiendo y mostrándole los dientes, procediendo a hundirle los pulgares en los globos oculares sin muestra de piedad.

Repentinamente, un tajante escozor le surcó su espalda.

Bastien gruñó más cabreado que adolorido, pero cuando se giró bruscamente sobre su propio eje para enfrentar al cobarde que lo atacaba por el revés, lo que encontró fue a Bloondy quien, tras inmovilizar al sujeto clavándole un puñal en la espina dorsal, se dedicaba a lamer el acero teñido en carmesí, degustándose con el ferroso líquido vital del que se había convertido en su víctima. Ladeó la sonrisa, examinando fugazmente el gesto de goce que se plasmaba en el rostro de la vampiresa. Quizá en otra ocasión se hubiese sentido desagradado, mas en aquel instante, con sus hormonas secretando adrenalina, su corazón palpitando vertiginoso, el elixir de vida fluyendo tórrido y caudaloso entre sus venas y una sed de sangre abrasadora como ninguna otra, encontró el gesto estimulante.

A decir verdad, los hijos de la noche le eran indiferentes. En caso de presentársele oportunidad para asesinar alguno lo haría sin chistar, mas no era menester suyo la extinción de aquella especie. En general, los inmortales no eran criaturas de su agrado, mas tampoco receptores de su odio demencial como los licántropos. Sólo sabía de uno de naturaleza semejante, al que había llegado a odiar tanto — y quizá un poco más— como odiaba a los lobos; Kyros Kierkegaard, el grandísimo hijo de puta con el que su ahora difunta mujer lo había engañado, pero a quien conservó con vida por razones de utilidad. Aunque las circunstancias con el otro vampiro distaban de encontrar relación con su situación actual, ambos eventos compartían una premisa similar. En ese preciso momento, Bloondy, despachando a varios de los hombres que se precipitaban sobre él para darle muerte, servía un propósito que le simpatizaba. De momento, no poseía ningún motivo o necesidad por el cual atentar contra la existencia de aquella mujer, mas tampoco por ello se iba a confiar.

Entonces, Argent, ahora impulsado por la furia que se encendió en la fugaz remembranza de la traición de su esposa, acometió en contra de los demás bandidos, lanzando certeros puños y patadas con brío, dejando entrever la más belicosa fracción de su carácter. A uno le quebró el pescuezo y a otro que llevaba una daga lo desarmó incrustándole su propia arma en la garganta, sajándole el cuello de un par de tajos hasta que la cabeza rodó dejando un rastro sangriento por el suelo.

Los presentes, que nada tenían que ver con la campal batalla que allí se tomaba lugar comenzaron a huir despavoridos del garito, incluido uno que otro de los maleantes, que ahora hesitaban en lo que antes fueron infalibles ataques. Uno a uno Bastien, no sin la discreta colaboración de la vampiresa, dejó fuera de contienda a los restantes, con arremetidas letales. Al último que se atrevió a desafiarlo le estrelló el rostro reiteradas veces contra una pared, hasta que no fue más que una inflamación teñida en carmín y deforme.

Jadeante, Bastien dejó caer el cuerpo inerte del pandillero y se volvió hacia la vampiresa ensanchando una sonrisa que denotaba el éxtasis causado por la muerte de la que fue artífice y el pecado que se propagaba por su cuerpo. Cadencioso se aproximó a la dama de azabaches cabellos y tras tomarla con firmeza del mentón, limpió con su pulgar el rezago de elixir carmesí que brillaba en aquellos carnosos labios.

Quizá si todos los de su misma naturaleza fueran como usted, me agradarían un poco más — Liberó la mandíbula de la mujer y difuminó el tizne escarlata entre la fricción de sus dedos — Espero que este espectáculo sin precedentes haya sido de su agrado, Milady — Escupió mordaz, dándose media vuelta para contemplar su cruenta obra.

El antro antes bullicioso sobrepoblado con hombres de la peor calaña ahora era un cementerio, silente y desolador, justo como todo aquello que tenía la desgracia de interponerse en el devastador camino del cazador. La mayoría de los cuerpos que yacían en el piso eran cadáveres, aquellos que aún se aferraban a la vida se retorcían entre lastimeros quejidos y otros pocos que restaban, daban vueltas de un lado a otro como si hubiesen extraviado la razón.

Se examinó a si mismo: sus ropas estaban rasgadas y empapadas en sangre tibia; sus nudillos tenían pequeños cortes, adquiriendo un tono violáceo como resultado de los feroces impactos y un par de incisiones —algunas superficiales y otras profundas— se extendían por los músculos de su torso.

Como si no se le diera nada, el cazador se acercó a la barra y preparó dos vasos de whisky —del barato... muy barato— en las rocas.

¿Un trago? — Elevó la copa, ofreciéndosela a la mujer.
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Mensaje por Elyon Enhydra Dom Feb 11, 2018 12:15 pm

La vampiresa bailaba la vista de un lugar a otro, mientras se deleitaba con los rapidos movimientos que ofrecía el hombre de nombre Bastien, que se ecargaba con crece de los maleantes que se lanzaron contra él sin miramientos, deseando algo más que abatirle, deseaban asesinarlo sin lugar a dudas, más la vampiresa de discreta forma también se encargaba de despejar el camino, el olor a sangre casi la cegaba, la tenían a punto de enloquecer, y no solo la daga de la vampiresa bailaba para cortar la carne de otro de los maleantes.
Mientras tanto observaba al hombre, como la sangre se deslizaba inhundando las fosas nasales de la palida mujer, que de no tener los ojos negros como la noche, se podría advertir esas pupilas tan dilatadas por el ferreo olor que le llegaba, mientras se mordía el labio inferior, su daga cortó el aire y alguna garganta más de aquellos indeseables.

La vampiresa discretamente se hacía con el rojo liquido, disfrutando y deleitandose con el sabor qué estos ofrecían, sinceramente prefería tomar la sangre de alguien que encontrase más atractivo, pero la adrenalina subía solo por el aroma, el sonido, esos pulsos tan acelerados que daban paso haciendo estragos en la singular pelea de muchos contra uno, y que aun así el solo se bastana para deshacerse de ellos, si bien es verdad que Bloondy buscaba ayudarlo, pues le había caido simpatico en los escasos momentos que habían permitido la conversación antes de que el local se convirtiese en el mismo aberno, donde el verdugo iba acabando con los rugianes, la vampiresa se agachó para limpiar la daga en uno de los caidos antes de enfundarla, y conformarse con hacer ver visiones a esos pobres condenados que iban a por el hombre con sed de sangre.

La vampiresa reía divertida por ese acto, mientras se deslizaba y con disimulo sus colmillos rompieron la piel de alguien más para absorver su vitalidad hasta que su corazón bombeó una artería vacía y colapsada, que indicaba el final de sus vidas, la vampiresa se inclinó para mantener una postura de guardia, mientras la sangre fresca salpicaba sus labios, volviendo aun más rojos sus labios, más el sonido de cortar carne hizo que la vampiresa alzase la mirada con avidez, mirando en dirección al rudo hombre, pues uno de los rufianes a traición había herido su espalda, con un corte limpio, aunque pudo ver que su única queja fue un gruñido, admirable, pero Bloondy no pudo evitar humedecer sus labios olisqueando el aroma de la sangre que emanaba de Bastien, siendole más atrayente que las demás que ahí se encontraban sangrando como cerdos.

Bloondy se deleitó la vista, no se quejaba, no cedía, la adrenalina subía, Bloondy golpeó con fuerza a otro que pasó suficientemente cerca suya, arrebatandole el cuchillo al maldito maleante el cual hundió en su estomago con crueldad, los movimientos de la vampiresa eran rapidos, livianos, dibujaba una cruel sonrisa, y solo veían sus colmillos aquellos que la muerte iba a abrazar en cuestión de segundos.
El local era teñido de sangre de la acalorada batalla, esa batalla donde Bastien mostró con razón la capacidad de derrotar a todos aquellos, parecía alguien a quien la cordura había abandonado, que tenía la sed de sangre de un vampiro, y la violencia que destilaba un licántropo, la vampiresa no daba credito, y abría sus grandes ojos con sorpresa, había caido todos los que a él se habían atrevido a enfrentar, y ahora solo quedaba el hombre, jadeante, resoplando por la adrenalina dispersada, Bloondy podía percibir su pulso acelerado, su emoción, sus heridas que se le antojaban deliciosas, candentes.

observaba su espalda, mientras no pudo evitar por el fragor de la circunstancia cambiar sus negros ojos a un iris de entonación rubí, que brillaban rojizos, por un segundo pensó que el hombre se asustaría, se alarmaría, pero no fue de ese modo, la agarró con firmeza de la barbilla para limpiar los requicios de sangre de los rojos labios de la morena, más sus palabras la hicieron enarcar una ceja, elevó ligeramente su labio superior enseñando sus afilados colmillos, que enseguida volvió a cubrir con sus labios rojos. -¿Conoces mi naturaleza? ¿acaso eres un inquisidor?- Dijo con cierta alarma, emitiendo un gesto asustadizo, aunque leve, despues le observó de arriba abajo. - ¿un cazador?- Eran peligrosos, pero no le alteraban tanto como los primeros, acarició con su lengua los colmillos. - Sin duda ha sido un gran espectaculo.- La vampiresa no mentía, había bebido tanta sangre que casi había rubor en las mejillas de la palida dama.

Siguió con la vista los movimientos de este hasta la barra donde el whisky llenó el vaso ofreciendola un trago, Bloondy se acercó saltando sobre un par de inertes cuerpos hasta llegar junto a Bastien. - Ciertamente me ha impresionado señor Argent, su habilidad es extraordinaria.- Dijo ella con tono suave, mientras aceptaba el trago. -Salud.- Bebió, el wiskey no la emborracharía pusto que su única formade emborracharse era beber sangre de alguien ebrio. Se relamió lentamente mientras bajaba la vista y se atrevía a tomar entre sus palidas manos la mano del cazador. -Vaya...se está amoratando.- Dijo apretando levemente los nudillos del hombre. - Tiene pinta de doler, pero no se preocupe, no tengo intención de morderle, de hecho, creo que no necesito ni una gota más en unas horas...- Bromeó la vampiresa, aunque mantenía cierta cautela.

Esperaba que el hombre diese las explicaciones pertinentes, pues esa habilidad que había mostrado invitaba a que no le tomase a la ligera por muy en posición superior que se pudiera creer, realmente no llevaba tanto en la situación como vampiresa ya que aun no había conseguido llegar a los 10 años desde que la mordieron, eso hacía que fuese impulsiva, y casi dificilmente podía separarse mucho del hombre, pues escuchaba su pulso y el aroma a sangre le era atrayente, pero no había mentido, había bebido tanto que no le era necesario más. - Esas habilidades que tiene son demasiado superiores para desperdiciarlas en un antro donde mastodontes sin cerebro se golpean, ¿por qué estaba aqui mi señor?- Preguntó curiosa la joven cainita mirandole.
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Mensaje por Bastien Argent Lun Mayo 07, 2018 12:29 am

Entrecerró los ojos al percatarse de la evidente expresión de horror que surcó el rostro de la dama cuando la asaltó la idea de su posible ocupación, frunciéndole las delicadas facciones en una mueca que, si bien a él le causó cierta gracia, lo hizo ladear la sonrisa con un deje de petulancia.

Silente, el conde negó con un sutil movimiento de cabeza cuando ella indago si era un cruzado; no podía decir que era evidente, pero, aunque no se encontraba muy lejos de la verdad, la primera suposición no siempre era la más afortunada. Nada tenía que ver con la iglesia… nada más allá de un grupo de parientes lejanos que se habían consagrado al culto y servían como perros a la inquisición, mas aquella era información que la inmortal no tenía por qué conocer.

La joven lo repasó de arriba a abajo con la mirada tiznada de brillante escarlata y acto seguido lanzó una nueva conjetura que, considerando las opciones, sólo podía tratarse de la respuesta correcta, la única explicación razonable a la destreza de Bastien en la contienda.

El cazador se limitó a realizar un breve ademán de afirmación.

No tiene que de qué preocuparse, señorita Enhydra —Aseguró elevando una de las comisuras de sus labios — Esta es una… situación extraordinaria a mi rutina y bueno, si de cabezas rodando hablamos, me apetecen más las de los licántropos — Con temple despreocupado y sin muestra o residuo alguno de culpabilidad se encogió de hombros evidenciando que poco y nada le pesaba la masacre que acababa de cometer— Mmmmm — Tras dar un sorbo a su copa, apretó los párpados y se relamió, degustando del incisivo escozor producido por el contacto del alcohol con los cortes en sus labios — No le voy a mentir, sí he asesinado alguno que otro ser de su misma condición… ya comprenderá, por cuestiones de trabajo, supervivencia o mera conveniencia, mas usted se ha ganado mi simpatía — Golpeó suavemente la copa de la inmortal con la propia, permitiendo que el agudo y tenue sonido de la colisión de sus cristales muriera en el abrumador silencio de la muerte — ¡Salud!

Dando un par de zancadas, el conde de desplazó entre el montón de cadáveres esparcidos por el lugar cuidando de no embadurnar la suela de sus zapatos del vital líquido que se desbordaba y teñía de carmesí la plancha de madera, rechinante y desgastada, que recubría el suelo. Tras aproximarse a una de las mesas que no había sufrido las consecuencias del ajetreo de la campal disputa, Bastien retiró una silla y tomó asiento, no sin antes darle un par de puntapiés a uno de los cuerpos tendidos en el suelo hasta dejarlo bocabajo únicamente para utilizarlo como descansapies, sin una pizca de recato o respeto alguno por el fallecido.

Bajo sus talones, el cuerpo se removía ligeramente, quizá a causa de la distensión de los músculos… movimientos reflejo, supuso, mas incluso de no conocer de aquella reacción involuntaria, el cazador no se habría tomado la molestia de revisar el estado de aquel hombre pues lo cierto era que a ese lo había degollado y no concebía forma en el infierno en la que hubiese sobrevivido a ello. Entonces, con un aspaviento, el cazador invitó a la dama a sentarse en la silla a su lado, supuso que ese habría de ser el momento en que cualquier persona cuerda hubiese salido a correr, mas a ella su actitud poco pareció perturbarle y sin reparo alguno aceptó su petición.

Bloondy admitía encontrarse asombrada por su habilidad, alababa su pericia en batalla, pero a pesar de que los cumplidos sí agasajaban su ego, poco se fiaba él de la zalamería así que optó por permanecer en silencio; quizá la decisión más prudente que había tomado en toda la noche. De repente, ella atrapó una de sus manos, áspera, maltratada y varonil y la envolvió entre las de ella, un tacto delicado y terso, pero tan gélido que contrastaba perfectamente con la cálida temperatura que resguardaba su piel.

Cuidadosamente, la inmortal examinó sus heridas y bromeó acerca de no necesitar ni una gota más de sangre, pues de haber existido un ansia ya se encontraba saciada; no obstante, aunque el conde era capaz de advertir la sinceridad que impregnaba tanto en el discurso como  la gesticulación de su interlocutora, se vio obligado a forzar una sonrisa ladina pues no era aficionado a las chanzas y la verdad era que si por algún motivo la dama osaba hacer tan siquiera el intento de ponerle colmillo encima sin su previo consentimiento —lo cual era ciertamente improbable— no tendría entonces más remedio que arrancárselos uno a uno… o liquidarla en el peor de los casos.

Apuesto a que ha sido todo un festín —masculló entre dientes, con la mirada glacial perdida en los cortes que labraban las callosidades de su dermis, ensimismado en sus pensamientos mientras el tacto ajeno se deslizaba por el propio — Y estás —comenzó elevando la mano, moviéndola entre los haces de luz anaranjados desprendidos del fuego aprisionado entre los candiles que iluminaban la estancia — estos son sólo rasguños, los he tenido peores, los he visto peores y los he hecho peores…

Se deshizo del agarre de la mujer y ondeó la mano al aire, invitándola a contemplar su encarnizada faena; ella, por su parte, curiosa y quizá aún insatisfecha por sus evasivas respuestas, insistió en conocer los motivos que lo impulsaron a cometer semejante crimen. El cazador se carcajeó por lo bajo y tras beber el contenido de su copa de un solo trago volvió a llenársela casi hasta desbordarla, claro está, no sin antes servir también a la dama. Podía llegar un monstruo, pero no por ello tenía que ser un patán.

Veamos…  — Hizo una pausa. No acostumbraba a relatar sus problemas, mucho menos a desconocidos; Bastien se esforzaba en mantener su estilo de vida aislado de su plano social, mas aquella noche había perdido los estribos y poco le interesaban las consecuencias. La prudencia se le había agotado junto al autocontrol y lo único que quería… lo único que realmente le importaba era zanjar la cabeza de su más grande enemigo y colocarla en una bandeja de plata — Todo comenzó cuando mi mujer me engañó con un vampiro… un par de meses después, dos licántropos irrumpieron en mi hogar y la asesinaron, junto a dos de mis tres hijas… la que me quedó, fue mordida por una de esas bestias, que por cierto escapó…— Se carcajeó de su propia desgracia— pero espere… no le he contado lo mejor, ahora, trece años más tarde, esa misma niña, ha traicionado a su padre, a su apellido y a su deber al huir con el monstruo que asesinó a su madre y a sus hermanas. — Dejó escapar una pesada cantidad de aire y volvió a beber de su copa —  Así que, para serle sincero, madame — Se inclinó hacia la mujer, fijando sus esferas de hielo sobre los irises pardos de la vampiresa—  estoy hambriento de caos.
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Mensaje por Elyon Enhydra Vie Mayo 11, 2018 8:49 am

La perturbada mente de la vampiresa funcionaba rapidamente mientras la vampiresa no apartaba la vista del hombre, aunque ahora quizá mas centrada en el pulso de este, pero sin el menor amago de atacar, ni de agresividad, le observa con atención mientras niega las opciones que ofrece la vampiresa para descubrir quien era el que tenía frente a ella, aunque tampoco es que hubiera un gran abanico de posibilidades, y el descarte simplemente dió con la solución al enigma que era el hombre que tenía ante sus ojos, cuando finalmente el hombre asintió al haber acertado, más la joven lejos de escandalizarse sencillamente volvió a dibujar una sonrisa en sus labios, donde aun quedaba un resquició de rojo elixir.
Se sorprendió que con tanta soltura hubiera confesado matar a otros seres de la misma condición de cainita que compartían con ella, y los motivos a esto, pero ladeó ligeramente la cabeza con esa sonrisa que de no ser por los colmillos hasta pareciera inocente, o propia de alguien lo suficientemente ingenua como la que tenía frente a él.


-No voy a juzgarle por ello, aunque no parece que te preocupe.- Confesó la vampiresa mientras jugaba con sus largos dedos entrelazados. -Usted también me cae muy bien, es encantador.- Sonrió sin vergüenza alguna por pronunciar esas palabras, incluso con cierto deje de coqueteo que pronto rompió en mantener cierta distancia al chocar vaso con vaso y la vampiresa también beber de él, claro que si no era sangre era dificil que él alcohol la afectase, aunque si lo hacía cuando bebía de alguien que si estaba ebrio.
Más notaba como el hombre no reaccionaba a sus palabras de adulación, aunque no era algo que preocupase en exceso al mujer inmortal, que siguió al cazador, y al igual que él esquivando los cuerpos, aunque enarcó una ceja cuando usó uno de los cuerpos de reposa pies ignorando los movimientos involutarios del cuerpo sin comprobar si aun vivia o no, eso hizo que la vampiresa por un segundo se planteara cuanta humanidad tenía aquel hombre en su interior.


Prefirió la revisión de sus heridas de los nudillos los cual Bloondy toqueteaba con severa delicadeza mientrás sonrió por el comentarío del festín. -Pues lo cierto es que si lo ha sido...aunque por suerte no estaban ebrios perdidos o tendría que lidiar con una vampiresa borracha, seguro que eso no lo ha visto.- Rió la joven vampiresa mientras negaba con la cabeza y seguía revisando, aunque el hombre les restaba importancia de ello asegurando que había sido peores. La vampiresa chasqueó la lengua cuando el hombre retiró la mano para soltarse, pero la inmortal solo se acomodó mejor. Observó como la servía y esperó que nuevamente su pregunta no pasase por alto nuevamente y finalmente quisiera revelar algo más de él.


Se cruzó de piernas mientras borraba su sonrisa y escuchaba al cazador con aire serio, podía percibir como aquella noche estaba fuera de sí, lo podía notar en su aura, algo en su cabeza le decía que era asi, simplemente escuchó lo que Bastien decía sin pronunciar palabra, sin interrumpirlo, incluso desviaba su mirada que había pasado de color rubí al oscuro habitual en ella, mostrando asi que la vampiresa estaba relajada, tranquila, dando paso a la paciencia mientras notaba que aquel hombre tenía algo oscuro en su interior, le miró fijamente a sus claros ojos cuando aseguraba que quería más caos, él no lo sabía, pero esa frase agradó a la vampiresa muchisimo, ella ligeramente sonrió, quizá darle un poco de su pasado haría que ese hombre no se arrepintiera mas tarde de revelar, asi que la vampiresa dió un trozo de cosecha propia. -Los vampiros pueden ser grandes embaucadores...te lo digo yo, hace 9 años tenía pulso, encuentro a un hombre encantador en una fiesta y esa misma noche...ups...-sonrie y se señala lo colmillos quizá no siendo muy inteligente revelar a un cazador que solo llevaba 9 años con la condición de vampiro.- el destino a veces barajea las cartas de manera muy extraña....- comentó Bloondy, no quiso comentar lo de su hija, pues él cazador parecía dolido, destrozado, con el corazón roto por ello. -Sin embargo mi señor...el caos me agrada más de lo que pueda parecer.- Una ladina sonrisa se dibujo en los labios de la inmortal.
Se pusó en pie y miró a su alrededor, mientra se colocaba frente a él y ladeo la cabeza mientras destelleaba sus ojos en rojo durante unos segundos y se mordió el labio inferior con cierta ansia. -¿Como deseas empezar a romper el orden Lord Argent?- No es que Bloondy supiera el rango social, pero arrastraba todavia algunas costumbres de inglaterra, y sin duda ese hombre hace rato que habría percibido su acento inglés.
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Mensaje por Bastien Argent Mar Jul 10, 2018 10:10 am

Bastien afiló la mirada examinando minuciosamente a la señorita, esforzándose por encontrar algún motivo que potenciara la idea de deshacerse de ella, algún detalle que lo incitara a zanjarle la cabeza y seguir su camino como si nada hubiese acontecido, pero al meditarlo, encontró mayor utilidad en conservarla con vida… tanta como la que pudiese tener un muerto andante.

Sí, era una vampiresa, una abominación de la naturaleza, mas no era la primera vez que forjaba alianzas con un inmortal, lo había hecho antes y lo seguiría haciendo pues, con el incentivo adecuado, criaturas como ella podían convertirse en posibles informantes de lo que acontecía en el submundo.

A su modo de verlo, el único motivo por el que ella continuaba en pie era por que él se lo permitía… la simple cortesía de perdonarle la existencia como muestra de gratitud por la colaboración provista en la contienda; la mujer había cometido varios errores de novata, para entonces ya le había revelado que era una neófita, hecho que, por simple deducción revelaba que era sensible a los estímulos, considerablemente inestable y por ende impulsiva. Desperfectos como aquellos serían fácilmente aprovechables por un asesino experimentado como él.

Sin embargo, Bloondy parecía sincera. El cazador era capaz de comprender más allá del discurso de la dama, poseía una mirada aguda, felina y podía leer las intenciones de sus interlocutores con sólo un fugaz vistazo. Vivos o muertos, el lenguaje de los cuerpos decía mucho más que las palabras, pero ella había mantenido el contacto visual justo durante la plática, no había realizado ademanes propios del mentiroso y los músculos los conservaba relajados. Esa pizca de malicia que le tiznaba las facciones parecía propia de su naturaleza y todo lo demás, incluyendo el hecho de que no parecía temerle a pesar de las atrocidades cometidas, se lo atribuía probablemente a la curiosidad.

Curvó una sonrisa ladina cuando la mujer indagó cómo deseaba desatar el caos, recordando el motivo por el cual sintió simpatía: la única explicación lógica que encontraba para que alguien consintiera la masacre acontecida minutos atrás, era que ese alguien estuviese tan jodido de la cabeza como él y a decir verdad, a él ya se le había zafado más de un tornillo. Quizá podía divertirse un poco con ella.

Para ser justos, Madame, no estoy seguro… —Se relamió los labios, cavilando por un instante— Pero sé dónde puedo comenzar.

Se colocó en pie, se aproximó a la barra, apoyó la diestra en la madera y de un salto pasó al otro lado. Repasó con el índice todas las botellas de licor dispuestas en los anaqueles hasta detenerse sobre la que más le llamó la atención; acto seguido, la tomó entre sus manos, le dio un sorbo, vertió el resto del contenido sobre el piso y una vez desocupó el recipiente lo dejó caer, fragmentándolo en mil pedazos. Entonces agarró otra botella aleatoriamente y se la lanzó a la mujer, quien, poseedora de reflejos sobrehumanos, la atajó sin mayor problema.

Quiero incendiar este lugar hasta los cimientos.

No tuvo que decir más, a su nueva colega no parecía disgustarle nada la idea. Entre ambos vertieron el contenido de las botellas alrededor del establecimiento para que así las llamas pudiesen extenderse con mayor velocidad, calcinando toda evidencia del crimen cometido.

Ya Bastien vaciaba el contenido de la última botella cuando uno de los hombres a los que se enfrentó, moribundo, se arrastró hacia él y agarrándosele del pantalón suplicó desesperado por clemencia. Los glaciales orbes del cazador descendieron a la víctima con completa indiferencia y carente de remordimiento —Quizá con una pizca de desdén— sacudió la extremidad a la que se aferraba el sujeto y con esta misma le propinó un par de letales patadas en la cabeza.

El conde se volvió hacia la inmortal y con un sutil movimiento de cabeza le indicó que se dirigiera a la salida. Por su parte él caminó cadencioso a través del local y una vez alcanzó el umbral de la puerta, observó por última vez su cruenta obra, encendió el cerillo friccionándolo contra la madera y lo dejó caer al piso.

Una sonrisa infernal surcó los labios de Bastien mientras contemplaba embelesado como las llamas se extendían raudas por el interior del garito, danzando cautivadoras y peligrosas mientras consumían todo a su paso. Una perfecta analogía a su mera existencia, así que con la excitación de la destrucción palpitando en su cuerpo, se dio media vuelta y, en compañía de la mujer de cabellera bruna, se alejó de aquel lugar.
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Mensaje por Elyon Enhydra Miér Jul 18, 2018 12:09 pm

Los negros ojos de la vampiresa paseaban por la estancia, aparentemente distraida, mientras la voz del hombre que había con ella le resonaba en su cabeza haciendo que se girase a observarle mientras con su habilidad de telepatía sondeaba sus pensamientos, sin duda el hombre era alguien peligroso, y había quedado más que demostrado despues de todo lo acontecido, sin duda darle esa información extra sobre ella no había sido la mejor idea, estaba claro que decirle que era una vampiresa joven hacía que él mismo sacara sus propias conclusiones, y lo que sus pensamientos revelaban de manera superficial, más la vampiresa no le miró seguía paseando la vista por todos aquellos cadaveres, sin duda en la conversación hacía que Bastien buscase mentira en las palabras de la vampiresa, pero si bien era verdad que la vampiresa tenía mas de mil rarezas también era verdad que una cosa que ella no hacia nunca era mentir, no veía la necesidad en ello.
Le miraba con atención, como si le estuviera estudiando, uno de los gestos habituales en su familia ese tipo de mirada, como si intentaran ver más allá, aunque en caso de Bloondy practicamente se podía decir que lo hacía aunque eso era más propio de la falta de cordura de la que la vampiresa disfrutaba.


A la propia vampiresa le resultaba gratificante su locura, quizá por que la misma tenía la habilidad de hacer que la mente estuviera más despierta o al menos que se fijara en cosas que el resto no se fijaba, y ese hombre que tenía frente a ella sin duda parecía que hacía tiempo que había sido cosumido de manera tremenda por la locura, y había odio en él, vaya que si lo había, era pura ira, venganza y odio, o al menos era eso lo que le resaltaba a la vampiresa de Bastien. Ladeo la cabeza mientras le dedicó una dulce sonrisa al cazador cuando indicó que sabía por donde podía empezar a sembrar el caos del que tanta hambre tenía. Eso hizo que la vampiresa asintiese con la cabeza mientras masculló por lo bajo mirando hacia un punto fijo en el local, que apestaba a sangre, lo que hacía que su estado de euforia fuera algo notable.


Siguió con la mirada a Bastien, intentando adivinar que planeaba, y no tardó en hacerlo pues no necesitó ni usar su telepatía para ver que hacía con las botellas de licor, más sonrió ampliamente mientras atrapaba con reflejos perfectos la botella que el cazador le lanzó. -Te llevarías bien con una de mis primas, adora el fuego.- Comentó con cierta forma distraida, mientras se balanceaba ligeramente. -El fuego es el perfecto ejemplo del caos mi señor.- Sonrie mostrando los colmillos, no sentía que él se fuera alterar, ni mucho menos a sentir que ella le amenazaba, simplemente se sentía lo suficientemente comoda para poder sonreir sin tener que andarse con cuidado para no asustar a quien tenía frente a ella.


Repartir el alcohol haciendo que los aromas de sangre y licor se mezclaban en las fosas nasales de la vampiresa, sin duda todo acabaría reducido a un monton de ceniza, más se giró al escuchar el balbuceo de alguien que seguía con vida, más no hubo ningún tipo de compasión para él cuando las patadas terminaron con él sin piedad alguna, Bloondy ladeo la cabeza frunciendo el ceño pero no dijo nada, mientras siguió repartiendo el licor por todos lados casi danzando. Una señal con la cabeza y la vampiresa le siguió rauda para salir de ahí, para ver como encendía la cerilla y al dejarla caer todo empezaba a prender por la reacción del alcohol, mientras Bloondy deslizaba su mirada mientras las llamas empezaban a danzar a diestro y siniestro anaranjando con su reflejo el palido rostro de la mujer mientras observaba a distancia prudencial, y giró su cabeza a mirar como en los ojos del cazador azules como el hielo se veían brillantes mirando las llamas.
Podía oler la excitación que sentía el hombre al ver las llama, como el bombeo de su corazón se hacía más notable, para ella muy notable, la vampiresa abría sus oscuros ojos mientras deslizaba su mirada al cuello de Bastien notando la palpitante vena haciendo que se mordiera el labio ligeramente, más no hizo nada solo bajar la vista apretando sus dedos.


Siguió a Bastien dejando a sus espaldas el garito en llamas. -¿Sueles hacer esto a menudo? tu naturalidad es escalofriante, me agrada mucho.- Dijo con un tono bastante afable, mientras sonrie nuevamente pero esta vez sin mostrar sus colmillos, pues ahora el aroma que le traia el cazador le era tentador y había que mantener esa oscuridad brotar, sobre todo si tenía la intención de mantener una amistad con ese hombre, miraba las oscuras calles ante ellos. -Quizá pudieramos tener un trato muy beneficioso entre ambos, me resultas interesante...y demonios...que buen cainita serías.- Comentó la vampiresa con un tono de broma claro para que no se alterase. -Más me sigue pareciendo curioso que estuvieras en las peleas clandestinas...sin duda eres interesante si.- Reafirmó lo anteriormente dicho, mientras disimuladamente trataba de captar el aroma que la sangre bajo la piel desprendía, más su actitud corporal seguía siendo relajada.
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Mensaje por Bastien Argent Vie Ago 17, 2018 12:30 pm

Caminaba a paso firme a través de las desoladas calles. Era un poblado rural, típico de periferia de la ciudad; por supuesto, el lugar propicio para la proliferación de garitos de mala muerte como el que acababa de incinerar, apartados de la modernidad y el alcance de la ley. Dio un fugaz vistazo a su reloj de bolsillo, para la gente del común ya era tarde, pero para los monstruos como él la noche era joven… apenas acababa de comenzar. El crujir de sus pasos presionando el empedrado camino era el único ruido que hacía eco en el silencio propio de la noche, a sus espaldas el centellante brillo anaranjado de las llamas, avivadas por el material que consumían, contorneaba su imponente figura y adornaba su macabro andar.

La presencia fantasmal de la vampiresa le seguía el paso, ubicándose silenciosa a su diestra; su andar era tan ligero que de no ser por qué intentaba entablar conversación con él se hubiera olvidado de que se encontraba allí. Sinceramente comenzaba a inquietarle, incluso a molestarle, pero las razones por las que lo hacía eran todas erradas.

A pesar del minucioso análisis realizado no había sido capaz de encontrar peculiaridad alguna en la mujer que le desagradara, eso lo irritaba. Una criatura infernal como esa que se había convertido en su sombra, por simple y llana naturaleza debía causarle hastío; sin embargo, lejos del desagrado que estaba programado a sentir lo invadía una especie de mórbida simpatía.

Si aquel era un truco, una vil mentira para hacerlo bajar la guardia estaba pues funcionando. La dama se comunicaba asertiva, tanto en la gesticulación como en el discurso era condescendiente… complaciente, casi como si pudiera descifrar lo que él ansiaba decir y lo que hería escuchar.
También había sabido respetar sus límites, ante él se mostraba recatada y se había ubicado a su lado de forma efectiva, a la distancia apropiada para mantener la cercanía sin transgredir su espacio personal. En el lenguaje corporal Bastien tendía a dominar, pero conocía lo suficiente como para reconocer las formas de la inmortal; no obstante, a pesar de que discernir los peligros de aquella influencia, optó por ignorar a su sentido común y sus propias advertencias.

Bloondy poseía un encanto macabro y él estaba eufórico, excitado… el hambre de su bestia había sido saciada, pero por gula volvería a pecar. Ansiaba sangre, destrucción, muerte… venganza. Era un adicto al caos y aquella noche no tenía intensión de parar.

Es la primera vez en mucho tiempo

Era cierto, había transcurrido considerable lapso desde la última vez que había cedido a sus instintos más crudos, pes usualmente era más prudente y calculador. Traqueó el cuello. Sus músculos, ahora fríos, se habían tensado Bastien chasqueó la lengua, ladeando las comisuras en un gesto socarrón.

Oh, créeme preciosa, no lo sería. — Aseveró. Quizá minutos atrás se hubiera tomado el comentario a la defensiva, pero ahora que sus crímenes se convertían en cenizas, la furia que en su interior encandecía se había apaciguado.

Se detuvo en seco. ¿Un trato? Por su mente también había viajado la misma idea, pero en ese momento sólo ansiaba muerte ¿Qué provecho podrían encontrar en el otro? Lo consideró un instante. Muerte, esa era la clave… ¿Quién sabría más de ella que un muerto andante que vive de la energía vital de otros?

Se volvió hacia ella y se acercó, sin decoro o prudencia alguna, invadiendo peligrosamente la burbuja personal de su opuesta. La miró fijamente. Era una prueba, un desafío ¿realmente estaba tan interesada en su naturaleza como lo admitía?

¿Qué crees tener que puedas ofrecerme y me interese? — Su sonrisa se extendió ladina y sus orbes glaciales destellaron malignas, después de todo, decían que el último círculo del averno era de hielo — Te diré algo… si logras entretenerme esta noche quizá podamos discutir lo de ese trato.
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Mensaje por Elyon Enhydra Vie Ago 31, 2018 7:37 am

La conversación era amena, Bloondy se aseguraba de dejar suficiente espacio para que el acompañante no viera ni pizca de acoso alguno por parte de la vampiresa, mientras su mirada paseaba por la zona, parece que el comentarío de que sería buen vampiro no hizo explotar la bomba y le mantuvo pese a todo de buen humor, aunque aseguró que no sería buen vampiro, cosa que Bloondy dudaba, solo había que ver como se comportaba, si encima le daba los poderes del vampiro ese hombre que tenía delante sin duda sería más peligroso de lo que ya era, una autentica bomba de relojería. Lo cual hizo que Bloondy dejara escapar una pequeña risilla, imaginandoselo con colmillos, claro que ella no sería quien le daría el abrazo, convertir en vampiro con alguien como él sería peligroso, parecía alguien incontrolable perse, le observaba de manera relajada, estudiandole, su caos era absolutamente delicioso para la vampiresa, desde luego no se arrepentia a que los susurros de su cabeza le hubieran guiado los pies hasta aquel antro de mala muerte donde se celebraban las peleas clandestinas.
Bloondy perdió durante unos segundo la noción del tiempo pensando en la primera escena que presentó el mortal al que ahora le acompañaba, realmente su atención por unos segundos se centró en el latido del corazón del hombre que iba con ella mientras que Bloondy le ofrecía lo que a ella se le antojó un buen trato.


El frenazo que dió el mortal haciendo que los reflejos de la vampiresa hicieron que ella tambien se parase en seco evitando chocar con Bastien mientras le miró con sorpresa ante ese parón en seco que hizo, haciendo que Bloondy frunciera el ceño con estrañeza pero sus negros ojos como el abismo se abrieron mucho cuando vió que él se dió la vuelta y que sin pudor traspasó el espacio personal de la vampiresa que aunque retrocedió ligeramente un poco cuando vió que se le acercaba tanto.
La pregunta sin duda era más logica de lo que se pudiera pensar, ¿que podía ofrecer ella que le pudiera interesar? esa pregunta hizo que Bloondy sonriera de manera sincera no obstante, aunque mostrara sus colmillos en esa amplia sonrisa que le ofreció a Bastien. -¿Que tengo que te interese?...pues locura.- Respondió con un tono practicamente inocente, sincero, de manera rozando lo infantil. Más tragó saliva observando que tan cerca estaba de ella. - Estas muy cerca...- Comentó como si quisiera advertirle de que efectivamente había traspasado el espacio personal de ella, por si quería retroceder. -¿No temes estar tan cerca?- Remarcó la vampiresa, a cualquier otro si se habria puesto bastante nervioso.


La vampiresa pasea su mirada por Bastien de arriba a abajo, y se muerde el labio inferior antes de clavar sus negros ojos en los azules como el infierno helado ajeno. -¿Entretenerte? sembrar el caos vestida de bufón de la corte seria algo extraño y divertido...un arlequin que vive en la oscuridad -Dice con tono jocoso mostrando algo de su locura a su acompañante quizá de una manera más abierta y niega con la cabeza. -Pero supongo que refieres otro entrenimiento...-Se rie divertida, relame su propio labio inferior pensativa. -¿Sigues con sed de sangre? podemos cazar algo más gordo...mi posición social ayuda en algunos aspectos.- La malicia es ahora palpable en el tono de la vampiresa, que se atreve a deslizar un dedo por la mandibula de Bastien dibujando con el dedo el contorno de el rostro ajeno, atreviendose con un coqueteo para despues dar una pequeña risa nerviosa y retroceder unos pasos para recuperar el espacio personal. -Asi que pide y se te...-La frase queda a medias ya que la vampiresa gira el rostro al haber olfateado algo, sus ojos cambian del tono negro a colorear su iris en tono rubí, y plegar el labio superior para mostrar sus colmillos de manera amenazante, sin duda había algo en el callejón cercano que había. -percibo un licano.- Susurró de manera agresiva, hostil.
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