AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No Bitter End | Privado
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No Bitter End | Privado
Confiaba plenamente en su sexto sentido y en ese vínculo que alguna vez construyó con Edward. Confiaba ciegamente en que cada una de sus decisiones había valido la pena y por eso estaba apostando todo lo que le quedaba para salir avante. La noche anterior casi no pudo dormir pensando en la manera en la cual se acercaría una vez más a su aún esposo, había ideado más de una estrategia para que nadie más saliera arrastrado en ese sendero que estaba por iniciar. Y es que ya había traicionado a la organización y el simple hecho de volver a verlo ya la tenía con la mente hecha un lío. ¿Qué haría cuando lo tuviera frente a frente? ¿Qué pensaría Edward cuando la viera una vez más? Apenas podía recordar sus últimas escenas juntos, ella había conjurado un hechizo temporal para que olvidará cada escena en sus vidas y sin embargo parecía que el amor que alguna vez tuvieron era más fuerte que cualquier intervención sobrenatural.
Cuando despertó. La realidad le golpeaba una vez más, recordándole que esa misma noche acudiría a la cita que previamente había acordado con Edward. Y pensó, que quizás esa sería la última vez que vería la luz del día. Aunque se aferraba ciegamente a sus convicciones existía también la posibilidad de que las cosas no salieran del todo bien y para eso necesitaba hablar con su mejor amigo, antes de que todo terminara. No podía evitar tampoco sentirse en parte culpable, culpable porque al haberse confesado con Samuele estaba colocándole dentro de una posición incómoda y peligrosa, los altos mandatos le podrían castigar de complicidad y nunca querría que él viviera esa experiencia, no se lo merecía. No cuando Samuele había ganado ese puesto como inquisidor de confianza gracias a sus habilidades y a su increíble capacidad al frente de muchas misiones.
Ese día no necesitaría de nadie más que de la compañía de su mejor amigo. Preparó un poco de té únicamente, casi no descansaba en la mansión modesta que había conseguido un par de meses atrás, debía mantener un perfil bajo así que se camuflaba con el resto de la sociedad parisina como si fuese una simple mortal sin secretos que esconder. Abrió la verja que retenía el crecimiento ligero de un par de enredaderas, atravesó el patio y fue ella misma quien le recibió.
–Querido Samuele, adelante por favor–
Enlazó su brazo con el ajeno y le guió de regreso hacia la mansión.
–Me alegra verte de nuevo y que hayas podido asistir, me siento muy incómoda al colocarte en esta posición, pero de verdad eres el único en quien ahora puedo confiar–
Incluso si el inquisidor no hubiese llevado los documentos que ella le había solicitado, ella hubiera tomado su visita como razón suficiente para decidirse a continuar su camino.
–Antes de hablar sobre negocios– sonrió con ligera amargura –Bebámos algo ¿quieres?–
Servía el té y el aroma humeante escapaba a su alrededor. Entregó la taza a su compañero.
–En verdad, gracias, gracias por estar aquí–
Cuando despertó. La realidad le golpeaba una vez más, recordándole que esa misma noche acudiría a la cita que previamente había acordado con Edward. Y pensó, que quizás esa sería la última vez que vería la luz del día. Aunque se aferraba ciegamente a sus convicciones existía también la posibilidad de que las cosas no salieran del todo bien y para eso necesitaba hablar con su mejor amigo, antes de que todo terminara. No podía evitar tampoco sentirse en parte culpable, culpable porque al haberse confesado con Samuele estaba colocándole dentro de una posición incómoda y peligrosa, los altos mandatos le podrían castigar de complicidad y nunca querría que él viviera esa experiencia, no se lo merecía. No cuando Samuele había ganado ese puesto como inquisidor de confianza gracias a sus habilidades y a su increíble capacidad al frente de muchas misiones.
Ese día no necesitaría de nadie más que de la compañía de su mejor amigo. Preparó un poco de té únicamente, casi no descansaba en la mansión modesta que había conseguido un par de meses atrás, debía mantener un perfil bajo así que se camuflaba con el resto de la sociedad parisina como si fuese una simple mortal sin secretos que esconder. Abrió la verja que retenía el crecimiento ligero de un par de enredaderas, atravesó el patio y fue ella misma quien le recibió.
–Querido Samuele, adelante por favor–
Enlazó su brazo con el ajeno y le guió de regreso hacia la mansión.
–Me alegra verte de nuevo y que hayas podido asistir, me siento muy incómoda al colocarte en esta posición, pero de verdad eres el único en quien ahora puedo confiar–
Incluso si el inquisidor no hubiese llevado los documentos que ella le había solicitado, ella hubiera tomado su visita como razón suficiente para decidirse a continuar su camino.
–Antes de hablar sobre negocios– sonrió con ligera amargura –Bebámos algo ¿quieres?–
Servía el té y el aroma humeante escapaba a su alrededor. Entregó la taza a su compañero.
–En verdad, gracias, gracias por estar aquí–
Jordan White- Humano Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 18/02/2015
Re: No Bitter End | Privado
Lo había conseguido, pero sí que le había costado. Ya sabía, desde el principio, que eso sería sumamente arriesgado. No sólo se exponía él, sino también a la muchacha a la que debía involucrar para que le pasase los archivos, y a ella –su eventual amante- no había tardado en caerle una gran reprimenda. Samuele no era tonto, por lo que no solo se había llevado los legajos concernientes a Sabine, sino todos los que componían ese bloque de archivos. Había quemado todos los que no le servían y solo se había quedado con los papeles que le interesarían a ella. Previamente a eso había tenido que engañar a Simona, su compañera, seducirla y usarla para tener acceso al bloque de archiveros. Todavía se sentía mal por ella, ya encontraría cómo pagarle los malos momentos que había pasado por culpa del favor que, sin saberlo del todo, le había hecho. Si había algo que Samuele Liccari era, eso era un tipo agradecido.
Como habían pactado, Samuele acudió a la residencia que Sabine ocupaba, con lo que ella le había pedido bajo el brazo. Había resistido la tentación –todavía no se explicaba cómo, pero eso no podría ser más que una muestra de cuanto quería y respetaba a su amiga-, a la espera de que cuando los recibiese, Sabine le comentase lo que quisiese al respecto.
-¡Sabine! –la saludó, efusivo como era y siempre sería, abrazándola-. ¿Cómo te encuentras? Luces muy delgada, querida –le dijo, con ese tono que siempre usaba para alagar y a la vez hacer notar algo que no estaba bien. Samuele sabía como decir las cosas para que las personas no se ofendieran-. Que bella casa tienes… ¡y qué jardín! Supongo que no tienes forma de aburrirte.
Antes que nada, cuando al fin estuvieron dentro de la casa, Samuele le pasó los archivos como si aquello le quemase en las manos. No le pertenecía, no sabía qué ponía ahí y le urgía que esos papeles que le habían traído dolor de cabeza –a él y a Simona- se encontrasen al fin con su destinataria.
-Esto es para ti –le dijo, como si en verdad estuviese entregándole un regalo de cumpleaños-. Ya hablaremos al respecto más tarde, sí, o cuando quieras... pero mientras tanto ya tenlo. ¡Oh, hace cuanto que no tomo un té en buena compañía! –exclamó mientras tomaba asiento. El clima en la ciudad había mejorado, ya no helaba al menos como hacía algunas semanas. –Gracias a ti por confiar en mí, Sabine –le dijo con su sonrisa más sincera y tomó su mano para besarla. Ella era más fría que él, pero Samuele sabía que ya estaba acostumbrada a sus demostraciones de afecto, tan romanas a veces-. ¿Qué has estado haciendo? –preguntó, como si en verdad no se muriese de ganas de saber para qué quería su amiga aquellos papeles y qué pensaba hacer ahora que los tenía.
Como habían pactado, Samuele acudió a la residencia que Sabine ocupaba, con lo que ella le había pedido bajo el brazo. Había resistido la tentación –todavía no se explicaba cómo, pero eso no podría ser más que una muestra de cuanto quería y respetaba a su amiga-, a la espera de que cuando los recibiese, Sabine le comentase lo que quisiese al respecto.
-¡Sabine! –la saludó, efusivo como era y siempre sería, abrazándola-. ¿Cómo te encuentras? Luces muy delgada, querida –le dijo, con ese tono que siempre usaba para alagar y a la vez hacer notar algo que no estaba bien. Samuele sabía como decir las cosas para que las personas no se ofendieran-. Que bella casa tienes… ¡y qué jardín! Supongo que no tienes forma de aburrirte.
Antes que nada, cuando al fin estuvieron dentro de la casa, Samuele le pasó los archivos como si aquello le quemase en las manos. No le pertenecía, no sabía qué ponía ahí y le urgía que esos papeles que le habían traído dolor de cabeza –a él y a Simona- se encontrasen al fin con su destinataria.
-Esto es para ti –le dijo, como si en verdad estuviese entregándole un regalo de cumpleaños-. Ya hablaremos al respecto más tarde, sí, o cuando quieras... pero mientras tanto ya tenlo. ¡Oh, hace cuanto que no tomo un té en buena compañía! –exclamó mientras tomaba asiento. El clima en la ciudad había mejorado, ya no helaba al menos como hacía algunas semanas. –Gracias a ti por confiar en mí, Sabine –le dijo con su sonrisa más sincera y tomó su mano para besarla. Ella era más fría que él, pero Samuele sabía que ya estaba acostumbrada a sus demostraciones de afecto, tan romanas a veces-. ¿Qué has estado haciendo? –preguntó, como si en verdad no se muriese de ganas de saber para qué quería su amiga aquellos papeles y qué pensaba hacer ahora que los tenía.
Samuele Liccari- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 06/03/2017
Re: No Bitter End | Privado
No cabía duda. Samuele era la mejor opción para poder continuar en su camino y aunque la situación a la que se enfrentaría mucho más adelante era aún un enigma, estaba segura que hallaría la forma de retribuirle todo lo que él estaba haciendo por ella. Los ojos nostálgicos de Sabine recorrieron la bóveda de la mansión, pausando su vista en cada uno de los detalles que esta poseía. El candelabro pendiendo en la sala principal, las alfombras con textiles marrón traídas desde Indochina, cada pieza eran tan solo partes rotas de un sueño que jamás sería concretado y es que, en su ingenuidad y estado había concebido la idea de vivir junto a Edward algún día. Hoy nada de ese deseo quedaba en pie, como pronto cada pieza valuada en la casona perdería valor así que antes de responder a su viejo amigo tuvo la grandiosa idea de cederle los derechos del lugar por completo. Él era noble, justo y un hombre de bien, no era mucho pero seguramente le daría una mejor utilidad al inmueble.
Recibió entre sus manos los archivos, aquellos que demostraban con hechos la verdadera razón por la cual ella se había apartado de Edward. Ansiaba con el corazón que eso y algo del amor que alguna vez se profesaron bastaran para que él volviera a su lado y quizás con el tiempo le regalara su perdón.
–No imagino lo que has hecho para traer hasta mi esto Samuele. Quiero que sepas que te sabré compensar en tiempo y forma viejo amigo–
Pasó sus manos sobre las ajenas poco después que el probara su bebida. Las lágrimas ya no eran una constante en los ojos nostálgicos de la ex inquisidora, porque había pasado ya tantas noches en vela y dolor que incluso olvidó como llorar con amargura.
–Siempre lo haré Samuele, siempre–
Respondió al hecho de que la confianza siempre fue una constante en sus vidas. Desde que ella ingresó de lleno al gremio de los inquisidores de la facción 5 y unos meses después de la muerte de Magdalene, Samuele fue el único al que no tuvo que ocultarle nada, conocía sus habilidades y sus alcances como hechicera, pero con el paso de los días también conoció a la mujer, a la niña que aún corría asustadiza a buscar refugio cuando las sombras de muerte le perseguían.
No supo cómo responder a su pregunta puesto que se hallaba en una encrucijada. Quería narrarle con lujo de detalle sí, pero también estaba consciente que al hacerle partícipe de sus planes le ponía en riesgo inminente. Debía ser cautelosa sin mostrarse reacia con él.
–La última vez que nos vimos preguntaste algo que aún no sé cómo responder. Me dijiste si él valía la pena el haberme condenado como asesina de mi propio circulo. No sé Samuele, no sé si esto vale la pena, pero estoy segura que no me daré por vencida al demostrar que soy inocente, ya una vez huí y no pienso hacerlo nuevamente, no quiero ser una niña asustadiza–
La voz de la mujer se quebró por unos segundos y trató de hallar calma para responder.
–He recopilado información, y hallé un sitio seguro donde me veré con él esta noche. Las afueras de Paris. No sé qué nos depare el destino viejo amigo, pero afrontaré con la cabeza en alto lo que ocurra y tan solo te pediría que no intervinieras en mi decisión ¿Podrías hacer eso por mi Samuele?–
Recibió entre sus manos los archivos, aquellos que demostraban con hechos la verdadera razón por la cual ella se había apartado de Edward. Ansiaba con el corazón que eso y algo del amor que alguna vez se profesaron bastaran para que él volviera a su lado y quizás con el tiempo le regalara su perdón.
–No imagino lo que has hecho para traer hasta mi esto Samuele. Quiero que sepas que te sabré compensar en tiempo y forma viejo amigo–
Pasó sus manos sobre las ajenas poco después que el probara su bebida. Las lágrimas ya no eran una constante en los ojos nostálgicos de la ex inquisidora, porque había pasado ya tantas noches en vela y dolor que incluso olvidó como llorar con amargura.
–Siempre lo haré Samuele, siempre–
Respondió al hecho de que la confianza siempre fue una constante en sus vidas. Desde que ella ingresó de lleno al gremio de los inquisidores de la facción 5 y unos meses después de la muerte de Magdalene, Samuele fue el único al que no tuvo que ocultarle nada, conocía sus habilidades y sus alcances como hechicera, pero con el paso de los días también conoció a la mujer, a la niña que aún corría asustadiza a buscar refugio cuando las sombras de muerte le perseguían.
No supo cómo responder a su pregunta puesto que se hallaba en una encrucijada. Quería narrarle con lujo de detalle sí, pero también estaba consciente que al hacerle partícipe de sus planes le ponía en riesgo inminente. Debía ser cautelosa sin mostrarse reacia con él.
–La última vez que nos vimos preguntaste algo que aún no sé cómo responder. Me dijiste si él valía la pena el haberme condenado como asesina de mi propio circulo. No sé Samuele, no sé si esto vale la pena, pero estoy segura que no me daré por vencida al demostrar que soy inocente, ya una vez huí y no pienso hacerlo nuevamente, no quiero ser una niña asustadiza–
La voz de la mujer se quebró por unos segundos y trató de hallar calma para responder.
–He recopilado información, y hallé un sitio seguro donde me veré con él esta noche. Las afueras de Paris. No sé qué nos depare el destino viejo amigo, pero afrontaré con la cabeza en alto lo que ocurra y tan solo te pediría que no intervinieras en mi decisión ¿Podrías hacer eso por mi Samuele?–
Jordan White- Humano Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 18/02/2015
Re: No Bitter End | Privado
Y era una suerte que Sabine no imaginase todo lo que había hecho para conseguir lo que le había pedido. Le daría vergüenza contarle aquello porque creía que no lo aprobaría, pero ya estaba hecho y los papeles en sus manos. El resto sería anecdótico.
-No hay nada que compensar, descuida. ¿No somos amigos? ¿No hay confianza entre nosotros? ¿Acaso tú no harías por mí lo mismo? –le preguntó, para tranquilizarla porque lo último que necesitaba ella era sentir que estaba en deuda con alguien-. Tranquila, solo espero que sean lo que tú esperabas, que puedan ayudarte a salir de esta.
Él estaba plenamente convencido de que ese hombre al que ella estaba unida –lamentablemente-, no valía toda la pena y el miedo que Sabine había pasado. Era un hombre vil, cruel y manipulador que solo le había traído penurias y problemas desde el principio. Quería decírselo, decirle lo que opinaba de él, pero creía que solo conseguiría lastimarla más.
-Eres inocente –le reafirmó, pero él mismo no lo tenía tan claro-. Lucha por limpiar tu nombre entonces, si pudieras probarlo, si tuvieses forma de demostrarlo, ellos te aceptarían de nuevo, Sabine. Volverías a casa…
Casa. Que extraño sonaría algo así a oídos de una persona normal, con vida tranquila, pero ellos no eran normales y pocos días habían tenido de paz y armonía en sus vidas, por eso estaba seguro de que ella entendía ese concepto y que lo valoraba tanto como él. La base era su casa, él único lugar al que podían volver.
Estaba a punto de preguntarle cuál era el plan que tenía en mente, pues la conocía y ya veía como le brillaban esos ojos, cuando ella le habló sobre encontrarse en la noche con Edward. Como impulsado por un resorte, Samuele se puso en pie y se rascó la cabeza… era mala idea, muy mala idea. Comenzó a pasearse por la sala debatiéndose entre encerrarla en alguna habitación para que no cometiera esa locura o acompañarla.
-No, no puedo. Lo siento, sabes que siempre te digo a todo que sí, que eres mi debilidad –prueba de eso eran los informes que le había entregado-, pero no puedo pasar de intervenir esta vez, no con esto. Sabine, sabes bien que de ninguna manera te dejaré ir sola, ¿verdad? Encontrarte con él… ¡Ningún sitio en donde él esté es seguro! Te ha arruinado la vida, ha mentido y destrozado tu carrera de toda la vida… Sabine, dime que tienes un buen plan –le imploró volviendo junto a ella-. Cuéntame lo que harás y de ninguna manera me pidas que no te acompañe esta noche, porque aunque me lo prohíbas ahí estaré.
-No hay nada que compensar, descuida. ¿No somos amigos? ¿No hay confianza entre nosotros? ¿Acaso tú no harías por mí lo mismo? –le preguntó, para tranquilizarla porque lo último que necesitaba ella era sentir que estaba en deuda con alguien-. Tranquila, solo espero que sean lo que tú esperabas, que puedan ayudarte a salir de esta.
Él estaba plenamente convencido de que ese hombre al que ella estaba unida –lamentablemente-, no valía toda la pena y el miedo que Sabine había pasado. Era un hombre vil, cruel y manipulador que solo le había traído penurias y problemas desde el principio. Quería decírselo, decirle lo que opinaba de él, pero creía que solo conseguiría lastimarla más.
-Eres inocente –le reafirmó, pero él mismo no lo tenía tan claro-. Lucha por limpiar tu nombre entonces, si pudieras probarlo, si tuvieses forma de demostrarlo, ellos te aceptarían de nuevo, Sabine. Volverías a casa…
Casa. Que extraño sonaría algo así a oídos de una persona normal, con vida tranquila, pero ellos no eran normales y pocos días habían tenido de paz y armonía en sus vidas, por eso estaba seguro de que ella entendía ese concepto y que lo valoraba tanto como él. La base era su casa, él único lugar al que podían volver.
Estaba a punto de preguntarle cuál era el plan que tenía en mente, pues la conocía y ya veía como le brillaban esos ojos, cuando ella le habló sobre encontrarse en la noche con Edward. Como impulsado por un resorte, Samuele se puso en pie y se rascó la cabeza… era mala idea, muy mala idea. Comenzó a pasearse por la sala debatiéndose entre encerrarla en alguna habitación para que no cometiera esa locura o acompañarla.
-No, no puedo. Lo siento, sabes que siempre te digo a todo que sí, que eres mi debilidad –prueba de eso eran los informes que le había entregado-, pero no puedo pasar de intervenir esta vez, no con esto. Sabine, sabes bien que de ninguna manera te dejaré ir sola, ¿verdad? Encontrarte con él… ¡Ningún sitio en donde él esté es seguro! Te ha arruinado la vida, ha mentido y destrozado tu carrera de toda la vida… Sabine, dime que tienes un buen plan –le imploró volviendo junto a ella-. Cuéntame lo que harás y de ninguna manera me pidas que no te acompañe esta noche, porque aunque me lo prohíbas ahí estaré.
Samuele Liccari- Inquisidor Clase Media
- Mensajes : 57
Fecha de inscripción : 06/03/2017
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