Show Me How to Live — Privado

¿Qué iba a estar creyendo que en París encontraría la calma que tanto necesitaba en su vida? Justo ese equilibrio que le permitía estar en paz consigo misma, sin que nada lograra perturbar, en lo más mínimo, su conciencia. Sin que nadie llegara, incluso, a importunar con su presencia a Rhett, su hijo, la única persona más importante en su vida ahora mismo. No, la única no... Porque, justamente en aquella ciudad, había coincidido con alguien que se hizo un importante lugar en su pensamiento, y eso en Elise era extrañísimo. Su capacidad de sempiterna independencia le restaba inteligencia emocional con el resto de las personas. Pero cuando se permitía hacer excepciones, lo hacía sin miramientos; simplemente le nacía y punto. No tenía por qué cuestionarse demasiado las cosas.

¿Y cómo iba a hacerlo con Astor Gray? Ese hombre a quien había estimado tanto en antaño, pero que, por circunstancias del destino, habían terminado alejándose, inclusive, tomando caminos diferentes. Aquello le dejó un enorme vacío a Elise, y la sensación no desapareció ni siquiera cuando tuvo que aceptar el nefasto matrimonio con Wyatt O'Shaughnessy. No había un segundo en el que no le dedicara parte de sus pensamientos, haciéndose muchas preguntas en torno a su ausencia. Algo que hacía con la debida discreción, para que ni Wyatt tuviera sus sospechas al respecto. Le gustaba que la subestimara. Y sí que lo hizo, porque justo durante su estadía en París, Astor y ella volvieron a reencontrarse, quizá de manera accidental, y con la misma intensidad de antes.

Sin embargo, su odioso esposo fue aún más engreído, y apareció de la nada en la ciudad. Aunque, como ya lo conocía demasiado bien, él estaría más pendiente de sus cosas que de lo que hicieran su mujer e hijo. Así que eso fue la excusa perfecta para que Elise continuara con lo suyo, hasta el punto de dejarle muy en claro que quería separarse. ¡Y el ingenuo que lo tomó tan mal! Y sin ni tener la más mínima duda que en Elise ya no se anidaba ningún sentimiento hacia él.

¡Y no fue fácil! Él no accedería. Se hizo ilusiones de que al fin la dejaría en paz, pero no, era condenadamente egoísta como para permitir semejante cosa. Aun así, eso seguiría siendo su problema, porque Elise se tomó su comportamiento como cualquier cosa, y prefirió adoptar la vida de una mujer soltera, y por eso no dejó a un lado sus citas con Astor, incluso, ambos decidieron coincidir en donde fuera posible. Pero, ya de la última vez que se vieron, habían transcurrido un par de semanas, y Elise llegó a preocuparse, ¡cosa que pocas veces pasaba! Ni ganas de permanecer mucho tiempo en la Académie tenía, aunque estaba obligada a cumplir con su trabajo...

Y ahí estaba, observando fijamente los folios que empezaban a aglomerarse en su escritorio de madera pulida. No tenía ganas de respirar; se encontraba muy agobiada de la vida en general.

¡Ya no lo soportaba! Se tuvo que obligar a salir de su despacho para dar un paseo por las instalaciones de la Académie, mientras despejaba su mente. No prestó siquiera atención al tiempo que aquello le llevaría, pero lo que vería al regresar no la tranquilizó. La cerradura de la puerta de su oficina se encontraba sin el seguro, incluso ésta se hallaba medio abierta. Y temió lo peor... ¿Acaso Wyatt no se cansaba nunca? Sin embargo, cuando decidió enfrentar la escena, se quedó pasmada en su lugar.

—Esto no puede ser. Pero, ¿cómo? —soltó, girándose para cerrar con llave, y así acomodar un poco sus ideas, pero fue imposible, las emociones le ganaron—. ¡Dios mío, Astor! Estaba tan preocupada por ti. ¿Estás bien?