Mi salvación... [Bjorn Agrippa]

Mis dedos se deslizaban por los cabellos rubios de mi hija Jenna, así como mi mirada repasaba a los otros dos morenos; Helena y Sebastian. Trillizos... mis pequeños trillizos. Frutos de un amor que en mi corazón fue puro y sincero en extremo, por ellos mi vida cambió. La clase alta que tan bien conocía y para que la tanto me habían educado me había sido arrebatada de las manos por la traición de mi prometido, porque quizá pensó que yo no era lo suficiente para él, hundiendo mi vida. Sabía que mis niños podrían haber podido tener otro tipo de vida, una mejor... si todo eso no hubiera ocurrido. Pero jamás me arrepentiría del día que me entregué a mi prometido, por ellos. Ni tampoco cambiaría a aquellas bellas criaturas por todo el oro del mundo. Ellos, eran quienes habían reconstruido los pedazos de mi alma, haciéndola más brillante que antaño.
Me aseguré de que estaban bien cubiertos por la sábana, ya que a pesar de ser verano por las noches podía refrescar un poco, y me dispuse a salir del cuarto para acabar unas últimas tareas.

Cuando cerré con delicadeza la puerta de nuestra habitación, repasé con la punta de mis dedos la madera, apreciando su belleza. Un objeto tan corriente como una puerta podía encerrar formar y colores elegantes. Ahora mi clase era baja, pero no hace mucho fue más baja aun, cuando me vi obligada a ejercer la prostitución para sacar adelante a tres niños en un mundo tan duro como este.
Di media vuelta, pensando en el hombre que me rescató de ese dentino. Un hombre que se transformó en tan buen amigo mio que hizo esto por mi... ¿se podía tener un corazón más hermoso? Un hombre me empujó a miseria, y otro me dio un hogar, otra oportunidad. Podía reconocer en mi interior el tipo de sentimientos que Bjorn despertaba en mi, eran una mezcla intensa de amor, aprecio, amistad, deseo y admiración. Con él pude conocer a la perfección el valor de la amistad y el deseo, por lo que mi mente divagaba entre preguntas y miedos. ¿Cómo me vería Bjorn a mi? ¿Sentiría lástima... aprecio? ¿El deseo que sintió por mi permanecería intacto, o habría cambiado? Pero lo que nunca aparecía por mi cabeza, era la posibilidad de que mi amor fuese correspondido. No me sentía una persona con la suficiente buena suerte para que ese tipo de sueños se me cumplieran, y en verdad, no pasaba absolutamente nada, podía vivir con ello...

Fue cuanto entré a uno de los espaciosos salones, cuando mis pensamientos se detuvieron en seco. Bjorn estaba allí, y por unos instantes me quedé en la entrada del lugar, observándolo con ternura. Todo mi ser parecía ser llamado a abrazarlo cuando lo tenía frente a mis ojos. Pero sabía que debía contenerme, no tenía ningún derecho a mostrarme con semejante comportamiento si el no lo precisaba, si él... no daba señales de quererlo.

- ¿No vas a descansar?-pregunté con voz dulce, caminando hasta su lado. Alcé la mirada para contemplar la suya-. Ya es tarde. Si te encuentras muy ocupado puedo marcharme.

Había sido un día agotador, realmente agotador pero por suerte ya estaba llegando a su fin, había llegado la hora de irse a la cama y desconectar de aquel alocado mundo en el que vivía. Todas las noches antes de dormir se preguntaba que era lo que le pasaba a aquella ciudad y a su gente, por todos era sabido que la noche en París era única por la sobrepoblación de criaturas nocturnas que ocupaban sus palles no obstante por la mañana también era un caos, los humanos estaban idos de la cabeza, incluso aún más que los seres sobrenaturales a los que temían.

El día empeoró desde bien temprano con la llegada a la opera donde tenía trabajo que hacer como director musical. Se le había encomendado la misión de montar un espectáculo nuevo para el repertorio y aquel era el día en el que tenía que estar listo para poder ser presentado ese mismo día por la noche, no obstante nada más llegar allí le entregaron una nota con una terrible noticia, la cantante principal no podría actuar por problemas de salud aparentemente desconocidos. En ese instante toda la sangre de su cuerpo precipitó en picado hasta sus pies dejando su cara pálida como si la misma muerte se le hubiera presentado con intención de llevarlo con ella. Solucionar aquel problema le llevó toda la mañana y parte de la tarde, aunque finalmente encontró una solución.

Al terminar su labor en la opera, de camino a casa, una figura oscura le asaltó de entre dos arboles en la zona menos transitada del camino. Al principio se sobresaltó y creyó que se trataba de alguien con intención de atacarle o robarle, no obstante más tarde se reveló la identidad de dicha persona y vio que se trataba de alguien conocido, la antigua dueña del diario familiar de los Agrippa. Le había buscado y asaltado para entregarle unas hojas que se habían extraviado de dicho diario. Un día lleno de emociones muy diferentes, variadas que habían llegado a agotar por completo al brujo.

Cuando por fin llegó a casa se encontró con su compañera de domicilio y sus encantadores pero traviesos trillizos. Tras preparar la cena cenaron todos en compañía y después se dirigió a uno de los amplios salones de la casa para sentarse en un sofá junto a la chimenea para relajarse y poder leer las nuevas páginas que había conseguido del diario de su familia, al menos a intentarlo ya que había otra cosa que ocupaba su mente casi por completo aquella noche, Don. No tenía ni idea de por que estaba pensando en ese vampiro religioso, simplemente lo estaba haciendo. En ese momento Aman irrumpió en la sala. -Tranquila, solo estaba leyendo un libro,
o intentándolo al menos...- Cerró el diario y lo metió en uno de los bolsillos internos de su bata. -No tardaré en irme a dormir, ha sido un día de perros, espero que mañana vaya mejor. ¿Como ha ido tu día? ¿Has salido a algún lado?- Se levantó a servirse una copa, la última del día. -¿Te pongo algo?-

Lo miraba con atención en cada una de las acciones que hacía, en su forma de moverse; elegante y desenfadada al mismo tiempo. Mis ojos simplemente recorrían su cuerpo en busca de nuevos gestos y sus labios, de nuevas palabras. Asentí cuidadosamente, no queriendo meterme en sus asuntos al no preguntar qué trataba de leer. Después de todo, mi educación distaba mucho de la que podía parecer, y muy pocas personas eran conocedoras de que mis raíces eran de una clase muy superior. Había aprendido a callar, porque siendo de clase baja, se valoraba más el trabajo hecho, y no lo que unos labios pudiesen recitar u opinar.

Negué con la cabeza ante su ofrecimiento, pero con una delicada sonrisa en mis labios.
- Me temo que es demasiado tarde para degustar el alcohol, aun así, te agradezco mucho el ofrecimiento, Bjorn.-Me encaminé a uno de los armarios del salón donde se guardaban varios atuendos del señor Agrippa, cogiendo una chaqueta de doble abotonadura de color negro y una cajita de madera donde estaban los útiles de arreglos textiles. Tomé asiento en el sofá más cercano a Bjorn y me dispuse a asegurar los botones, tal y como me gustaba hacer y supervisar con cada una de sus prendas.- Mi día ha sido... bueno...-me detuve y lo miré con una sonrisa llena de dulzura-. Perfecto. Realicé mis labores y cuidé a mis niños a la perfección, la educación que les doy da sus frutos poco a poco aunque... nunca hay que olvidar que son unos niños de ocho años, siempre dispuestos a alguna trastada. ¡Sobre todo Helena!-reí y negué con la cabeza-. ¿Sabías que se quería colgar de una de tus lámparas? Dice que cuando sea mayor, cazará personas malas... ¿Quién le meterá esas ideas en la cabeza?

Fruncí el ceño unos segundos para luego terminar con el trabajo empezado, guardé todo en la cajita y me aseguré de que la prenda estuviese impecablemente limpia antes de ponerme en pie y guardarla. Me giré hacia Bjorn.
- Jamás tendré palabras suficientes para agradecer lo que hiciste por mi y mis hijos...-Mis ojos se empañaron de lágrimas que no se podían de acuerdo entre ser de desdicha o felicidad-. Siempre serás muy importante para mi, Bjorn, lo sabes, ¿verdad?-Me acerqué a él despacio, pero con la confianza suficiente de que esos tipos de gestos no serían los primeros entre nosotros. Tomé su rostro entre mis manos, de la forma más tierna que pude acaricié sus mejillas sin apartar mis ojos de los suyos.-Mereces la felicidad ante todo.