Asesinato en la noche [Privado, Valeria]

por **Alejandrus Kozlov** Sáb Dic 16, 2017 10:13 am

Zona residencial, residencia de Valeria, suceso ocurrido a las 22:00

Me encontraba apoyado en una chimenea, la túnica negra era agitada suavemente por el viento mientras una capucha cubría mi rostro junto con una mascara funeraria que solo mostraba mi boca. El brillo de una guadaña era perceptible, apoyada en su hombro. Su victima entro en su habitación y la casa estaba protegida pero ningún problema para un vampiro como yo. Fui saltando de tejado en tejado hasta llegar al tejado donde estaba su victima. Un criado que merecía la muerte del Segador por incumplir una promesa con la familia.

Deje caerme al suelo, levitando en el momento justo antes de posar mis pies en el suelo para apoyarme con delicadeza en el suelo. Extendi la siniestra mientras escuchaba los ronquidos del hombre dormido. Y lentamente la abrí.-Que las sombras te acompañen en tu viaje.-Susurre mientras me deslizaba hacia su garganta, clavando los colmillos en su cuello y drenando toda su sangre. Mientras un hilo de sangre caía sobre la comisura de mi boca estampe el sello de una calavera coronada en su frente y agarrando la guadaña a dos manos le corte la cabeza, insertándola en el bastón del criado.

Escuche pasos dirigiendose hacia el lugar y me gire lentamente, guadaña en mano y con la oscuridad del ambiente acompañandome, me acerque hacia la ventana y la rompi de un puñetazo. Esperando llamar la atención de quien fuera. Justamente entraron dos guardias a los cuales me abalance insertando las uñas en la garganta de uno y tirandolo hacia dentro mientras su cuello crujia al estamparse contra el suelo con brutalidad y el otro con la guadaña clavada en su estomago lo empuje hacia el interior, cerrando la puerta. Y levantando la guadaña me dispuse a darle el golpe final.

-¿Por... por que?-Titubea el guardián con el miedo en sus ojos ante la inminente muerte que le iba a llegar.

-Porque puedo.-Dije con una tenue sonrisa entre mis labios, mostrando los colmillos que horrorizaron al hombre que estuvo a punto de gritar si no fuera porque le clave la guadaña velozmente en su pecho, insertando el filo en su corazón. Al cual con brusquedad lo arranque y lo saque de la punta de la guadaña. Insertando los colmillos en el corazón y drenando la sangre hasta que no quedo ni pizca de ella.