[Libre] Un encargo peligroso.

Habían diversos aspectos de la vida de Faith que pasaban desapercibidos para la mayoría, para la suerte de la vampiro.

Y uno de esos aspectos era que ella resultaba ser una mujer increíblemente fascinada por preservar el legado familiar del que renegó durante tantos siglos. Y eso la había llevado a aquella casa esa noche sin Luna.

Había tardado en encontrar aquella casa. No porque no le gustara, sino porque luego de tantos años la memoria de aquella casa había pasado a formar parte de su otra vida, por decirlo de alguna manera. Aun podía memorizar como se veia aquella casa con las flores perfectamente cuidadas, el césped cortado y la casa en su mayor esplendor. Aun podía llegar a decir lo mismo, aunque de otra manera.

Y luego, cuando había huido de casa, y también luego tras huir de su captor, había ido allí, pues para ese entonces la casa ya estaba vacía. Allí había pasado su infancia, mucho antes de que todo se pusiera patas para arriba y terminase siendo una criatura nocturna.

¿Que hacia allí, entonces? La respuesta era simple. Buscaba algún recuerdo, algún objeto de sus progenitores que pudiese conservar ademas de la casa. No era porque planease venderla o algo similar, pero a pesar de su clase alta y de su trabajo en el Jardín Botánico, de algún lado tenia que cultivar su lado más humanizado posible.

Y la reconstrucción de esa casona era su principal objetivo.

Primero pensó que estaba sola, pues al pisar esa casa ya entrada la tarde y no oír ni el pitar de las aves la había tranquilizado un poco. Debía admitir que la casa estaba algo descuidada por los años, y no culpaba a nadie.

Las paredes tapizadas tenían el papel corroído y mostraban la madera rojiza por entre el papel; había papeles en la mesa y el suelo, y eso inmediatamente le recordó a su padre. Y eso desencadenó un sentimiento de nostalgia enorme en Faith, pero no podía volver el tiempo abras. Ya no estaban y debía aceptarlo costase lo que costase. La casona no debía tener más de dos pisos, el primero debería haber sido el salón, la cocina y el baño, mientras que arriba se encontraban los cuartos correspondientes a la familia.

La ubicación del edificio en las afueras era plenamente estratégico, en palabras de su padre, no suyas. Y mientras daba un par de rondas de cuarto en cuarto, revisando el estado de las cosas  en la planta de arriba, no tardó en perder la noción del tiempo, resultando en que la vampiresa se encontraría en las afueras de París, en esa vieja casa de noche. No le causó miedo o algo similar, porque sabia perfectamente como arreglárselas.

Pero su sorpresa, confusión y obvio descontento se hicieron presentes en la cabeza de Faith al oír lentos y precisos pasos en la planta de abajo, sea quien sea, no quería ser descubierto haciendo quien sabe que. Y para su lamentable suerte, Faith era lo suficientemente rápida como para pensar un plan a duras penas. Pero como casi tan rápido llegó a la casa aquella tarde, bajó a la primera planta, buscando la fuente de los sonidos.

Entonces, el sonido de un estruendo y un quejido hicieron eco en el silencio del pabellón. Y mientras se acercaba la figura de una joven se hizo más nítida, y también, la creciente confusión. Pero entonces, los ojos de la rubia fueron a parar al anillo, y su ceño se frunció al instante, ¿Que hacia ella con eso?

Iba a interrogarla sobre que puñetas hacia ella con esa alhaja, pero prefirió observarla como quien no quiere la cosa durante unos segundos, para tomar el rostro de la mujer mirándole de forma severa.

—¿Quien eres y que haces tú con esto? —siseó aplicando el don de persuasión adquirido durante la cantidad de años que poseía tras su transformación.

Le miró con molestia al principio, pero no podía culparle, ¿Qué iba a hacer? Matarla porque había robado no era una opción viable, no porque no estuviera hambrienta, lo estaba aunque, aún así, no le daba buena espina la situación. Simplemente había algo que no cuadraba.

Siguió observando a aquella mujer con severidad, había más. Estaba segura, pero... ¿Era completamente necesario eso que hacía? Quizás jamás llegase a conocer la respuesta correcta, lamentablemente.

No podía hacer mucho, y tampoco era como si no quisiera tomar cartas en el asunto. Pues estaba en su casa, o al menos, lo que había sido su casa. No le molestó que entrase, pues ya no estaba atada al cien por ciento a lo que esta casa representaba... pero el enojo y la molestia seguían ahí, muy a su pesar.

Las tardes en el pueblo de París podrían ser diez mil veces mejor si encontraba algo con lo que entretenerse. Pero claro, claro estaba que no encontraría tal cosa a menos que se pusiese a buscar. Y ahora, que estaba en esa casa, con una ladrona, si es que así podría llamarse a aquella mujer, mientras se pensaba su respuesta para ella.

Faith nunca había podido quejarse. Había tenido una fantástica vida en Gales, pero venir a Francia tampoco había sido la mejor idea, no seguir con su familia nunca le había parecido tan estúpido. Su cabello rubio estaba recogido en un moño, no podía quejarse sobre su estado de vida actual, y sus ojos color acero eran tan vivarachos como todo su ser en concreto. Vivía bien, al menos. Y no podía hacer pagar sus desgracias a alguien que no lo merecía.

Y su mirada se tranquilizó mientras le soltaba.

—Bien, Aurora Rose. No. No soy la inquilina de este hogar, pero viví aquí un tiempo, y extraño eso, si te soy plenamente sincera. —admitió mientras se arrodillaba frente a ella. No iba a contarle su historia de vida ni nada, tampoco esperaba lo mismo. No importaba.

Pero una pregunta si salió de sus labios.

—¿Por qué robas? —no lo hacía por pena, no lo hacía por curiosa, no por piadosa. Sino porque creía que todos los seres merecían una oportunidad. Creía en el cambio.

Quería averiguar el trasfondo de todo, porque nunca sabías cuando podías usar aquellos hilos que ibas forjando con el tiempo. Porque quizá, una persona podría deberte un favor y tú simplemente lo utilizas. Así de simple era todo, un simple "dar y recibir".