AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Recuerdo del primer mensaje :
Inquietudes semejantes a la culpa, cadenas que lo ataban a un suelo al cual no pertenecía, se veía tumbado entre alrededores inciertos. Pérfido vampiro totalmente desnudo a la curiosidad, absolutamente cubierto de cuestionamientos que rondaban su cabeza sin perdón ni olvido, penetrando por completo el eje de su cordura ¿Por qué aún la mantenía con vida?
Las remembranzas de hace un par de semanas lo tenían embelesado en como las cosas habían termino. Estaba decidido a acabar con ella. Sus víctimas no tenían segundas oportunidades, existían clausulas en su actuar difíciles de romper, aquella naturaleza inhumada que le obligaba como buen depredador a dar fin a todo quien había osaba con enfrentarle. Hastiado por como la fémina tomaba atribuciones que no eran propias, cansado de la lucha insistente de querer hacer cargo al condenado de desgracias sufridas a lo largo de su pequeño trayecto por la vida. No lo entendía, la tenía en los brazos de la muerte cuando el roce de aquellos pétalos ensangrentados alejaban la furiosa pasión de terminar el trabajo ¿Qué tan idiota debía ser para entender que algo sucedía más allá del roce? Pero al mismo tiempo en que las dudas ahogaban su lógica, parte de su ser exigía tener mayores encuentros de ese tipo, pues la cercanía era insuficiente y casi imposible. Traicionaría sus propios designios para tenerla junto a él, pues por superior que fuesen sus anhelos, mayores eran las contradicciones ¿La destruiría? ¿Acabaría con ella? Aniquilaba una y otra vez las hebras de su forzado carácter.
Ingresaba por campos desconocidos, cuando uno de sus alarmantes actos lo dejaron atónito y a la mujer, le daba vida. Agravó el acto, pues luego de besar a una condenada a muerte, notó como fluía sangre hacía la humedad de aquella boca, esa que sin intimidación alguna la bebía superando la debilidad que su cuerpo resaltaba. Y cayó, cual floja anatomía se desvanecía en los brazos de un salvador.
Negligente, confuso e indolente, la cargó sobre su hombro, la llevaría a las lejanías, no sabía qué hacer con ella, ni mucho menos que hacer consigo mismo ¿Qué le ocurría? El solo hecho de pensar en su muerte, renegaba toda sensatez, su juicio tomaba otra postura.
Sabía de la existencia de lugares que nadie conocía, sitios a la deriva que se ocultaban por una razón más allá de su entendimiento, pero bajo la confianza de sus buenas prácticas, se le habían concedido el deber de cuidar aquellas tierras en casos extraordinarios. Allí la llevó.
Todavía tenía tiempo de declararse incompetente al acto y llamar a sus colegas para que terminaran lo que sus manos habían comenzado. Pero la noche se acababa y él se encontraba ya en las inmediaciones oculto de un insistente amanecer.
Decidió olvidar las razones por las cuales se influencio a sí mismo a tener agarrada entre sus brazos, el estado físico y mental de la mujer era deplorable, gracias a ello, tendría semanas para pensar en que diría o que argumentos usarías al verla despierta.
Día a día salía para cumplir con sus labores, ardientes luchas que ayudaban a descargar toda la fatiga, pero jamás regresó a la que era su morada. Se perdía entre los bosques para saber de ella. La hechicera seguía en un estado de descompensación, sin saber siquiera si sobreviviría o tan solo alargaba su muerte. El pulso de sus venas seguía intacto, el color de su rostro poco a poco comenzó a toma coloración, pero aquellos baches no se abrían y su cuerpo no marcaba ni el más mínimo movimiento — Vamos mujer, o vives o mueres… no cargaré con un saco de huesos — Se vio sentenciado las primeras palabras de lo que habían sido unas semanas observándola toda el día.
Aún no sabía que esperar de ella, pero si sabía que esperar de sí mismo. Dependencia, a verla entre cada amanecer. Comenzaba a acostumbrarse a ese rostro, a ese cuerpo, a la melodía que marcaba su sangre haciendo el intento máximo para mantenerla viva. Dependía de estar presente en cada momento al llegar a ese tenebroso lugar, admiraba como el destelló de cada grieta iluminaba sus facciones y comenzaba a odiarse por ser tan nostálgico frente a una efigie tan arrogante como esa.
Como cada nuevo encuentro, humedeció sus labios con un trapo humedecido en agua, limpió su frente, rostro y cuello, la observó, ansioso, hambriento; ávido por la necesidad de degustar una vez su sangre. Parpadeó un par de veces y la dejó allí, en el subterráneo, no sin antes tomar sus manos y atarlas a la firmeza de una de las marquesas de ese desaliñado lugar. No sabía si despertaría, pero no caería nuevamente ante la necedad de creer que la fémina no haría algo para escapar.
Apareció frente a sus superiores, mismos quienes lo halagaron con el trabajo que había deseado ya hace un par de meses además de la caza a la vampiresa de la cual, aún, no había conseguido su paradero. Debía embarcarse a un viaje que lo mantendría ocupado durante días bajo la vigilia de un sobrenatural que causaba el horror en uno de los pueblos del norte. No lo pensó, y fue allí donde se reconoció. Acepto de inmediato sin siquiera pensar en la presa que tenía bajo su cuidado. Se embarcó junto a un compañero.
Nuevamente los días pasaron, mientras el condenado centrado en su trabajo se dio el lujo de olvidarla en ocasiones, no recordar su rostro y olvidar su olor, mantener su cabeza ocupada era un agasajo, el mejor obsequio que podrían haberle hecho. Cumplió como siempre, dando con su paradero, alertando a quienes se encargarían y prestando apoyo en momentos cruciales para terminar con el rio de sangre que se había generado por humanos que no tenían arte ni parte de aquel caserío. Celebración, tiempo de esparcimiento y de regreso a la central. La recordó, como cuando un nudo se atora en la garganta y el vientre se contrae por el dolor, así, sintiendo como su anatomía se tensaba, como si las ilusiones de lava regresases y lo hicieran preso de su presencia. Debía verla, pues el presentimiento de un vampiro nunca era errado.
No fue necesario entrar al sitio, la sentía alerta, su nerviosismo a flor de piel y las cadenas golpeando con insistencia las superficies a las que estaba atada — Ya era hora — Murmuró, ralentizando su encuentro, estaba inquieto, preso de una excitación que lo llevaba nuevamente a desear a la afectada, alertando sus instintos de una presa fácil, pero a la cual, había sido imposible asesinar.
Debía estar frente a ella, para entender la razón de sus actos, o… descubrir que todo se trataba de un masificado error que tenía que acabar.
Todas las imágenes se han teñido de negro.
Lo han tatuado todo.
Lo han tatuado todo.
Inquietudes semejantes a la culpa, cadenas que lo ataban a un suelo al cual no pertenecía, se veía tumbado entre alrededores inciertos. Pérfido vampiro totalmente desnudo a la curiosidad, absolutamente cubierto de cuestionamientos que rondaban su cabeza sin perdón ni olvido, penetrando por completo el eje de su cordura ¿Por qué aún la mantenía con vida?
Las remembranzas de hace un par de semanas lo tenían embelesado en como las cosas habían termino. Estaba decidido a acabar con ella. Sus víctimas no tenían segundas oportunidades, existían clausulas en su actuar difíciles de romper, aquella naturaleza inhumada que le obligaba como buen depredador a dar fin a todo quien había osaba con enfrentarle. Hastiado por como la fémina tomaba atribuciones que no eran propias, cansado de la lucha insistente de querer hacer cargo al condenado de desgracias sufridas a lo largo de su pequeño trayecto por la vida. No lo entendía, la tenía en los brazos de la muerte cuando el roce de aquellos pétalos ensangrentados alejaban la furiosa pasión de terminar el trabajo ¿Qué tan idiota debía ser para entender que algo sucedía más allá del roce? Pero al mismo tiempo en que las dudas ahogaban su lógica, parte de su ser exigía tener mayores encuentros de ese tipo, pues la cercanía era insuficiente y casi imposible. Traicionaría sus propios designios para tenerla junto a él, pues por superior que fuesen sus anhelos, mayores eran las contradicciones ¿La destruiría? ¿Acabaría con ella? Aniquilaba una y otra vez las hebras de su forzado carácter.
Ingresaba por campos desconocidos, cuando uno de sus alarmantes actos lo dejaron atónito y a la mujer, le daba vida. Agravó el acto, pues luego de besar a una condenada a muerte, notó como fluía sangre hacía la humedad de aquella boca, esa que sin intimidación alguna la bebía superando la debilidad que su cuerpo resaltaba. Y cayó, cual floja anatomía se desvanecía en los brazos de un salvador.
Negligente, confuso e indolente, la cargó sobre su hombro, la llevaría a las lejanías, no sabía qué hacer con ella, ni mucho menos que hacer consigo mismo ¿Qué le ocurría? El solo hecho de pensar en su muerte, renegaba toda sensatez, su juicio tomaba otra postura.
Sabía de la existencia de lugares que nadie conocía, sitios a la deriva que se ocultaban por una razón más allá de su entendimiento, pero bajo la confianza de sus buenas prácticas, se le habían concedido el deber de cuidar aquellas tierras en casos extraordinarios. Allí la llevó.
Todavía tenía tiempo de declararse incompetente al acto y llamar a sus colegas para que terminaran lo que sus manos habían comenzado. Pero la noche se acababa y él se encontraba ya en las inmediaciones oculto de un insistente amanecer.
Decidió olvidar las razones por las cuales se influencio a sí mismo a tener agarrada entre sus brazos, el estado físico y mental de la mujer era deplorable, gracias a ello, tendría semanas para pensar en que diría o que argumentos usarías al verla despierta.
Día a día salía para cumplir con sus labores, ardientes luchas que ayudaban a descargar toda la fatiga, pero jamás regresó a la que era su morada. Se perdía entre los bosques para saber de ella. La hechicera seguía en un estado de descompensación, sin saber siquiera si sobreviviría o tan solo alargaba su muerte. El pulso de sus venas seguía intacto, el color de su rostro poco a poco comenzó a toma coloración, pero aquellos baches no se abrían y su cuerpo no marcaba ni el más mínimo movimiento — Vamos mujer, o vives o mueres… no cargaré con un saco de huesos — Se vio sentenciado las primeras palabras de lo que habían sido unas semanas observándola toda el día.
Aún no sabía que esperar de ella, pero si sabía que esperar de sí mismo. Dependencia, a verla entre cada amanecer. Comenzaba a acostumbrarse a ese rostro, a ese cuerpo, a la melodía que marcaba su sangre haciendo el intento máximo para mantenerla viva. Dependía de estar presente en cada momento al llegar a ese tenebroso lugar, admiraba como el destelló de cada grieta iluminaba sus facciones y comenzaba a odiarse por ser tan nostálgico frente a una efigie tan arrogante como esa.
Como cada nuevo encuentro, humedeció sus labios con un trapo humedecido en agua, limpió su frente, rostro y cuello, la observó, ansioso, hambriento; ávido por la necesidad de degustar una vez su sangre. Parpadeó un par de veces y la dejó allí, en el subterráneo, no sin antes tomar sus manos y atarlas a la firmeza de una de las marquesas de ese desaliñado lugar. No sabía si despertaría, pero no caería nuevamente ante la necedad de creer que la fémina no haría algo para escapar.
Apareció frente a sus superiores, mismos quienes lo halagaron con el trabajo que había deseado ya hace un par de meses además de la caza a la vampiresa de la cual, aún, no había conseguido su paradero. Debía embarcarse a un viaje que lo mantendría ocupado durante días bajo la vigilia de un sobrenatural que causaba el horror en uno de los pueblos del norte. No lo pensó, y fue allí donde se reconoció. Acepto de inmediato sin siquiera pensar en la presa que tenía bajo su cuidado. Se embarcó junto a un compañero.
Nuevamente los días pasaron, mientras el condenado centrado en su trabajo se dio el lujo de olvidarla en ocasiones, no recordar su rostro y olvidar su olor, mantener su cabeza ocupada era un agasajo, el mejor obsequio que podrían haberle hecho. Cumplió como siempre, dando con su paradero, alertando a quienes se encargarían y prestando apoyo en momentos cruciales para terminar con el rio de sangre que se había generado por humanos que no tenían arte ni parte de aquel caserío. Celebración, tiempo de esparcimiento y de regreso a la central. La recordó, como cuando un nudo se atora en la garganta y el vientre se contrae por el dolor, así, sintiendo como su anatomía se tensaba, como si las ilusiones de lava regresases y lo hicieran preso de su presencia. Debía verla, pues el presentimiento de un vampiro nunca era errado.
No fue necesario entrar al sitio, la sentía alerta, su nerviosismo a flor de piel y las cadenas golpeando con insistencia las superficies a las que estaba atada — Ya era hora — Murmuró, ralentizando su encuentro, estaba inquieto, preso de una excitación que lo llevaba nuevamente a desear a la afectada, alertando sus instintos de una presa fácil, pero a la cual, había sido imposible asesinar.
Debía estar frente a ella, para entender la razón de sus actos, o… descubrir que todo se trataba de un masificado error que tenía que acabar.
Última edición por Fletcher J. Maciel el Jue Feb 22, 2018 9:25 pm, editado 1 vez
Fletcher J. Maciel- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/05/2014
Re: It's a hopeless... situation +18 | Privado |
Escucharas mas palabras lascivas
en la terapia de amor intensiva
en la terapia de amor intensiva
Sus pupilas estaban tan dilatas que eran pozos de deseo negro.
Un eco, un simple murmullo o aquel aullido de labios de su compañera ya era la mera coalición de los actos que marcaban la presidencia de los deseos. Estaban allí, conteniéndose bajo impulsos tan certeros que resultaba disparatado no pasar y pasar a las siguientes escenas. Pero se detenía, pues a pesar de entender que la noche podría ser eterna entre ambos, no había mayor lujo para los ojos del inquisidor que ver el éxtasis en ojos de la hechicera. Sentir su calidez, la humedad de su entrepierna, el sonido de sus fluidos al hacer roce de sus dedos. Observar cómo se pierde y deja caer ante los ansiosos, perversos y demenciales deseos propios. Claramente podría bajar comenzar el juego desde ya ¿Pero perderse aquel escenario? Jamás. Adoraba admirarla, y ante esa premisa, no tenía mayores objeciones.
El cuerpo de la fémina estaba alerta, por sobre aviso de que las manos masculinas lo recorrían por completo, hasta el sendero más recóndito sería conocido por él y así se lo planteaba mientras sus dedos hacían goce de aquel botón que se endurecía ante el más mínimo roce. La veía arquearse por el placer, en el mismo instante donde estos presionaban aquel brote con insistencia para sentir como se escurría de aquella presión para ir de regreso en su búsqueda. Aquella humana anatomía temblaba, y en él, la pulsión de su pantalón se hacía cada vez más prominente. Añoraba sentir aquella calidez.
Sintió las manos de la fémina en su espalda, sus uñas, las mordidas que le dedicaba a sus labios y no ignorante de sus palabras, estaba escrito que deseaba exactamente lo mismo que ella reclamaba. Pero para aquella, una nueva posición se veía reflejada en la escena. Se alejó unos centímetros de ella, no sin antes presionar aquellos pétalos entre los propios casi exigiendo de ellos toda la obsesión que comenzaba a generar en él su simple presencia.
De rodillas entre sus piernas retiró aquella mano humedecida por los líquidos que florecían de la bella mujer sobre el colchón. En sus labios una pérfida sonrisa se reflejó cuando en sentido de aquella prenda íntima iban sus intenciones, pues romperla fue el acto más sencillo para el vampiro. Prenda húmeda, que se perdió rápidamente entre la oscuridad de aquella habitación. Ahora la tenía a su merced, desnuda, completamente libre de todo estorbo que le impidiera hacer de aquella anatomía su trayecto más sublime.
Sujetó sus muslos, con fuerza, sin miedo a dejar marcas en ellos. La arrastró por la cama hasta que sus nalgas dieran contacto directo con su pelvis imitando un vaivén que daba choque de su centro contra el ajeno. Sus manos, se cerraban con firmeza en aquel trasero mientras con la mirada tan solo podía concentrarse aquella efigie perfecta. Sus senos se movían con sincronía de aquellas embestidas, la humedad que antes bañaba sus muslos se adhería a la tela de aquel pantalón que cubría al condenado — Es lo que más deseo — Y ante esa especie de afirmación por parte contraria, dejó los juegos completamente de lado. Si bien, se había cuartado ligeramente de todo tipo de placer expuesto, ahora asumía que no podía esperar ni un segundo más aquella agonía de hacerla suya de todas las formas que fuesen posibles y estuvieran en su mente.
Bajó la hebilla de su pantalón, sintiendo como el bulto se asomaba de inmediato por debajo de su prenda interior, misma que en conjunto con la tela que cubría toda su parte baja se iba deslizando por sus muslos y piernas hasta quedar junto a las prendas destrozadas de la hechicera. En completa desnudez, al igual que la morena. Ambos dispuestos en completo y absoluto frenesí.
Rodeó el grosor de su miembro con la diestra, mientras con la mano zurda presionaba la cadera de la fémina para que la distancia de sus anatomías regresaran a como estaban con anterioridad. Viajó a los baches de la mujer, admirando el colorete de sus mejillas como también la forma en que su pecho se movía de formas irregulares por la exaltación que ahora a ambos los ahogaba en medio del ardor. La parte más abultada de su miembro comenzó a rosar la abertura de aquellos labios mayores femeninos. Se humedecía rápidamente por aquellos fluidos, dejando una corriente eléctrica viajar por toda la espalda del vampiro hasta desembocar en un gemido casi gutural. Deseaba ese momento desde el primero beso desembocado. Dejó que aquel roce se guiara solo, pues en cada movimiento de su pelvis, éste se perdía en la caricia de aquellos pétalos. Cerró los ojos, llevó ambas manos a sujeta la cintura de la mujer para así, marcar completa cercanía, serían uno solo, nada de distancias, de centímetros, de meros espacios al aire. Nada, la quería suya, tan suya como para sentir cada extremo de su piel, de su humedad, de sus deseos y anhelos, la quería sentir, saborear, poseer. La quería suya, en resumidas cuentas la quería únicamente propia.
Se inclinó sobre el cuerpo de la fémina, tomó sus muslos para que sus piernas rodearan su propia anatomía, casi como si se colgara de él. Su falo seguía en la travesía, se humedecía de ella, palpante, caliente, deseoso. Estaba tan duro que cuando se acababa la línea de su intimidad rosaba el vientre de la fémina para regresar una y otra vez a aquellos labios. Su abdomen se pegó a ella, su pecho se pegó a sus senos, su rostro de frente al suyo y uniendo sus frentes, solo pudo comenzar a besar los labios de la mujer con desesperación, pues el roce que había acabado con toda su cordura. Coordinó su centro para ya bajar el roce, tanto como para que su glande se detuviera en el inicio de aquel estrecho hueco femenino de donde florecían los fluidos más cálidos que antes había probado. Jugó allí, en aquella abertura, mientras su lengua se aventuraba a hacer lo que aún no concretaban sus centros, romper por completo con la privacidad de su boca para incrementar los roces de aquellas lenguas. Su sabor lo enloquecía, tanto así que de forma pausada la comenzó a penetrar.
Aquel forastero erecto, fuerte y sólido se abrió paso entre la humedad. Sentía como la estrechez de aquella zona lo presiona he insistía en hacer de aquel viaje un roce completamente exquisito. Cada capa rasgaba a su paso le daba otro sendero de presión. En ese instante, comprobó que era el exclusivo proclamador de aquella travesía. Gimió, en medio de un acalorado beso, dejó escapar desde su garganta un anuncio de completo sofoco, de placer, deseo y satisfacción. Poco a poco continuó presionando su pelvis contra la ajena hasta sentir como se desmembraba la última capa del interior femenino. Sus manos subieron por sobre su cintura, acariciando sus pechos hasta seguir la línea de sus brazos, buscando hasta llegar a entrelazar las ajenas. Sus dedos entre los de ella, para así subir estas extremidades por sobre la cabeza femenina. Cerró sus dedos en un agarre y mientras extendía sus brazos para mayor comodidad, se adelantó a aprovechar el sendero que se había dado a su paso para marcar la primera embestido que removió por completo a ambos personajes.
Si antes había sentido deseo, placer o satisfacción, nada se comparaba a esto. Pues la sensación que generaba en él en proclamar a aquella hechicera como suya era una de las experiencias más caóticas y deliciosas por la cual había pasado en toda su existencia.
Fletcher J. Maciel- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: It's a hopeless... situation +18 | Privado |
Llevaba toda mi vida esperándote.
—Melissa Landry
—Melissa Landry
Fletcher estaba haciéndole cosas con las manos, solo con el tacto, que la atraían irremediablemente hacia una tormenta de fuego y anhelo imposible de saciar. Rápidamente la ropa de ambos quedó desechada en el suelo y viéndolo desnudo, sin esconderse de nada, quedó fascinada. Lejos de tener un cuerpo sin vida, este derrochaba vida por todos los poros de su piel. ¿Quién había dicho que los vampiros eran seres muertos, sin capacidad de sentir? El que tenía delante, si que debía sentir. Por ella; si sentía. Se le escapó un largo resuello cuando su enorme figura descendió sobre ella y sus pieles entraron en contacto, cuando sintió la larga, ardiente y gruesa erección presionar contra su muslo. Le pareció que el corazón dejó de latirle mientras lo observaba con anhelo apoderándose de su propio deseo y de la húmeda y cálida respuesta de su cuerpo. Expectación, excitación, pánico o impaciencia, no tenía ni idea de lo que sentía en realidad. Se encontraba atrapada y tampoco deseaba escapar. Ella movía las caderas sin cesar contra la ajena, pues le necesitaba por completo. Quería mucho más y él parecía alargar su suplicio conscientemente. Sentía su pecaminoso roce, como todo su cuerpo se contraía en anticipación. Su cremosidad al instante lo baño entero y aquel juego entre besos apremiantes y caricias juguetonas de su miembro contra su entrada, se volvió algo resbaladizo; una sensación abrasadora.
Se apretó contra él, desesperada. La hechicera notó su dura erección gruesa contra su entrada y lejos de tener miedo, lo deseó aún más. Deseó hasta las últimas consecuencias que aquel vampiro pudiese darle, aún si este quisiese su muerte. Lo miró, una larga mirada de deseo y pasión que se quedó reflejada en la mirada masculina por igual. Él era un demonio hambriento, literalmente; durante un delirio fugaz anclada en él, se lo imaginó robándole el alma. Sus oscuros pozos sin fin, le devolvían una mirada carnal, salvaje, de completa satisfacción. Ella estaba perdida, con los ojos húmedos del deseo bajo el arropo de su cuerpo se sentía pequeña, frágil y femenina. Apretó sus manos contra las de él y jadeó sobre sus labios. El último tramo que había tenido que combatir y romper, la había desgarrado por dentro. Un punzante dolor la había atravesado y tensado todos sus nervios. Por unos segundos cerró los ojos, sentía todo su cuerpo estremeciéndose en contacto con la piel del inquisidor. Su respiración desacompasada chocaba con dureza contra su pecho y sus piernas, seguían manteniéndose sujeta a él. Pese al dolor, pese al placer, no pensaba soltarlo. Hasta las últimas consecuencias ella sería de él aquella noche. Respiró hondo y sintiendo el cuerpo de Fletcher manteniéndola quieta para perpetrar su invasión, gimió ahogadamente alentando al vampiro a moverse, a llenar ahora sí; por completo.
La hechicera abrió los ojos y el cuerpo masculino se impulsó hacia adelante para hundirse profundamente. Ella soltó un grito de dolor y placer y el gemido gutural de él se fundió con el de ella. Un relámpago encendió el cielo cuando sus cuerpos se acoplaron aún más y sintiendo la estrechez con la que su cuerpo lo exprimía, lo retenía en su interior, deseo por siempre perderse entre sus cuerpos. Extasiada la joven le sonrío y besándole con la intensidad de una fiera, él empezó a moverse. Retrocedía y embestía, Retroceder y embestir… Una y otra vez, mientras el cuerpo femenino se adaptaba a su anatomía, el choque de sus cuerpos se intensificaba. Cada vez que lo sentía hundirse en ella, gemía perdida en aquella caliente fricción que amenazaba con derrumbarlos a ambos. Melissa temerosa de verse arrastrada por siempre, se agarró con más fuerza a sus manos entrelazadas. Él era su mástil, su salvación y perdición. Gritó su nombre en su oído cuando de una estocada la llenó por completo y jadeó cuando este volvió a salirse, solo para tomar más fuerzas y regresar en una nueva embestida.
Se aferró más a él, sus piernas se apretaron alrededor de su espalda. En medio de aquel caos que rápidamente el inquisidor hizo crecer en intensidad, ella se aferró más a él, mientras la transportaba cada vez más y más alto, a un lugar desconocido donde el éxtasis era tal que no creía ser capaz de soportarlo. Pegó con fuerza todavía más sus cuerpos, cerró con más fuerza las piernas alrededor de su espalda y alzando su cadera, intensificó las acometidas. La boca de Fletcher en medio del frenesí se alimentó de sus labios. El beso fue largo, una batalla. Y mientras sus lenguas batallaban como si no hubiese un mañana, mientras su sabor oscuro y seductor entraba en el paladar de la humana y esta, deseaba más de él, sus caderas continuaron sus arremetidas contra ella. Por dios, exclamó en su mente incapaz de hablar en medio de aquel tumulto de sensaciones. Era casi demasiado, su cuerpo cálido seguía exprimiéndolo al máximo. Estrecho y húmedo, el vaivén de sus cuerpos no cesaba en su empeño de hacerlos volar cada vez más alto.
Con cada fuerte impulso ahondaba más y más en su cuerpo, en su mismísima alma. ¿Se daría cuenta él, de cuanto ahora ella le pertenecía? Él se la estaba arrebatando, seductoramente, él la estaba tentando. Ella sabía lo que sucedía, per se sentía indefensa en sus brazos, incapaz de negarle nada. Gimiendo nuevamente cuando el vampiro acrecentó el ritmo de sus embestidas, la fémina le mordió los labios con fuerza incapaz de contenerse. A la que se descuidaba, el inquisidor volvía a dejar su cuerpo tembloroso con solo un mero movimiento experto de su cuerpo. Molesta, quizás, por el control que este esgrimía sobre el de ella, con la lengua en cuanto sus frentes volvieron a unirse, le acarició el labio mordido recogiendo en la misma, su preciada sangre. Mirándole fijamente, uniendo los movimientos de su cuerpo al de él, probó su sangre nuevamente e instantáneamente, notó la respuesta en el cuerpo del inquisidor. Dentro de su cuerpo, enterrado en su interior, él se hinchó y se endureció más enardeciéndola. Perdida en sus ojos, jadeó y relamiéndose el labio, liberando sus manos de entre las masculinas, le cogió del rostro con reverencia, incapaz de creerse que aquello estuviese ocurriendo y pudiera sentirse tan completa.
Unió sus frentes y tras un suspiro contra sus gélidos labios, con toda su fuerza y aprovechándose del poder de la sangre que había probado de él, tiró de su cuerpo hacia un lado, rodando en el colchón hasta ponerse ella encima. Ahora era ella quien deseaba torturarlo, quien deseaba explorar, ver su rostro y sus facciones tensas, sombrías por ella. Gimiendo perdidamente por aquellas nuevas sensaciones, le miró. Desde aquella nueva posición, sintió su erección rozarle las entrañas y sintiéndolo lo más adentro que creía posible, acomodando sus manos en su duro pecho se sujetó a él, mientras sus ojos se perdían en los abismales pozos negros con suma lentitud, ella se salió de su cuerpo y tras unos segundos de espera volvió a entrar, tomándolo enteramente en su interior.
Melissa Landry- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/05/2014
Re: It's a hopeless... situation +18 | Privado |
No está mal
Sumergirme otra vez
Sumergirme otra vez
Le resultaba incomprensible como pudo contenerse tanto hasta ese momento. La fémina entre sus brazos tenía el poder de hacerlo caer mil veces a sus pies sin la más mínima gota de arrepentimiento. Y allí estaba, por esa insistencia con la cual la poseía para sí como queriendo extraer de ella todas las ansias que había acumulado a lo largo de aquellos tortuosos días. Donde ahora, la idea de acabar con ella o hacerla sufrir nuevamente los calvarios por los que pasó, parecían simplemente un paisaje inalcanzable por sus nuevos pensamientos. No le volvería a hacer daño, o una pizca que estuviese cerca.
Observó aquella efigie perfecta, hundida en una fina capa de sudor que parecía hacerla relucir bajo los destellos de brillo que se colaban por las grietas de aquel sitio. Sus senos, su abdomen, sus brazos, aquellos muslos, todo en sí, lo excitaban a un punto insaciable donde se cuestionaba si podría repletar las ganas de sentirla al 100% suyo. Era un camino largo y tortuoso, porque no conocía el proceder de los siguientes pasos continuos al presente. Mismo hecho que lo llevó a presionar las manos de la mujer mucho más fuerte entre las propias. Quizás ella lo tomaría como un grave error y a la mañana siguiente huiría. Claramente él no la detendría, pero la escena en su mente de verla partir lo obligaba en el ahora a no perderse centímetro de roce. Pues mientras las embestidas se intensificaban, todo su cuerpo se resbalaba por el ardiente cuerpo que se recostaba bajo su cuerpo. Jadeó, en respuesta clara de los placeres que sucumbían en su interior. Unió sus labios a aquellos tentadores pétalos que al igual que los propios, no encontraban sosiego en un simple par de caricias. Se devoraban. Querían la piel del otro, el sabor, la humedad, aquella ardiente pasión con la cual sus bocas se perdían y sensibilizaban mucho más sus pieles por lo agresivo que resultaba ser el encuentro.
Acomodó su pelvis mucho mejor frente al cuerpo de la hechicera. Su centro se acopló a la perfección mientras abandonaba la suavidad de sus movimientos. A ratos su miembro palpitante y completamente erecto salía de aquella cavidad para penetrarle con fuerzas una vez más, sin letargo. Parecía ser la mejor de las travesías, entrar en su cuerpo, en aquel estrecho lugar que prácticamente lo succionaba y aprisionaba, era por lejos, de las sensaciones más exquisitas que podría sentir al momento de concretar. La humedad que florecía de la castaña permitía por momentos que las embestidas fuesen más placidas y complacientes, mientras que en cortos lapsus de rapidez, la penetración se hacía difícil y la insistencia por abarcar todo su interior lo agobiaba hasta el extremo de golpear su propia anatomía contra la ajena en un remesón que mecía hasta la superficie que los sostenía. El deleite del encuentro lo mantenía en trance, cada nuevo recorrer de la hechicera lanzaba por todo su ser choques eléctricos que pocas veces lograba contener, pues se desembocaban en hilarantes gemidos, jadeos o suspiros de placer.
Deseaba mantenerla allí, presa de sus brazos, de su cuerpo y su espíritu, pero más rápido que los propios movimientos del sobrenatural, una herida se posó en el dejando que un poco de aquel liquido carmesí, su sangre, se perdiera en los labios de la fémina. Se excitó, sí. La erección de aquel forastero no podría estar más en cúspide, pero el anhelo de poseerla si se incrementó en ese intercambio. Como también fue así el cambio de mando.
En lo que no supo reconocer fueron un par de segundos, se encontraba con la espalda extendida contra el colchón y el baile de aquel cuerpo en un meneo adictico contra su pelvis, mientras las embestidas mantenían ese contornear de caderas. Gruñó, sintiendo casi de forma imposible como la sangre ser hervía en cada hebra de su piel. La observó, de una manera completamente diferente. Adquiría vida, se veía mucho más reluciente, y aunque el condenado se viera atraído hacía ella desde el primer instantes, supo que bajo esa faceta, algo se encendía en él. La eternidad podría estar aferrada a aquella fémina que ahora parecía ser una vampiresa más que se perdía en los goces del placer sin pero ante el agresivo descontrol que embriaga a los sobrenaturales. Subió sus manos hasta que las palmas de éstas se vieron sujetando con fuerzas las caderas de la hechicera. El golpear de sus nalgas contra sus propios muslos, sentir como entre brincos se perdía una y otra vez más en ella aceleró la adrenalina que tenía contenida. La sujetó, incrementando mucho más aquellos movimientos, entre tanto lanzaba su cabeza hacía atrás, cerrando los ojos, simplemente ahogado en ese delicioso manjar que expedía la mujer para marcar una sinfonía entre el vaivén que se plantaba.
De golpe buscó la mirada de la mujer. Tan eufórica como se encontraba él. El ir y venir de sus senos se detuvo cuando ahora dejando libre la piel de su cintura subía para abarcar aquellos montículos. Sus dedos jugaban con el pezón endurecido, como también los masajeaba a antojo. La suavidad de aquella tersa piel pocas veces la había disfrutado como en el ahora. Gimió, de nueva cuenta, dando ahora golpes más certeros y profundos. La extensión de su miembro completamente rodeada por los pliegues de la mujer.
Obsesionado con aquella efigie, dejó que uno de sus brazos la rodera desde la cintura.
Marcado ese agarre, hizo que en cortos movimientos su posición cambiara para al final, quedar sentado contra el colchón. Algo bruto y sin medir potencias, la pegó a su cuerpo de nueva cuenta, sonriendo casi de forma perversa cuando nuevamente la tenía frente a sus labios. Movió su pelvis contra su centro, cuantas veces más lo deseó. Su dedos se cerraban en esa pequeña cintura entre tanto su mano libre bajaba hasta abarcar por completo una de sus nalgas, y así, incitarla a seguir con ese meneo — Debo asumir que te ves hermosa con ese nuevo suspiro… — Murmuró contra su oído en el momento en que hizo prisionero el lóbulo de su oreja. Se refería claramente al suspiro de vida que le entregaba su propia sangre. Pero poco le durarían las confesiones, pues el constante eje de los placeres comenzó a perder sincronía en cuanto la cúspide de sensaciones se incrementaba a cada roce.
Fletcher J. Maciel- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: It's a hopeless... situation +18 | Privado |
No hay infierno, no hay infierno,
excepto el frenesí
—Henry Barbusse
excepto el frenesí
—Henry Barbusse
Su cabello caía como una cascada de ébano en torno a ellos, y rozaba la sensible piel del inquisidor como una caricia de millones de dedos. Era como si estuviesen atrapados, el uno junto el otro y en el exterior, no hubiera nadie más. Como si nada importase y ellos fueran los únicos en aquel oscuro paraíso. No podía aguantar la exquisitez de lo que sentía cuando él se apoderaba de ella. Sin tener que marcarla físicamente, él se estaba encargando de dejar huella no solo en cada rincón de su cuerpo, sino también en su alma, su bien más preciado. Habían intercambiado posiciones y a pesar de que ahora ella mantenía cierto control sobre sus cuerpos, era él quien realmente tenía el control de ella al completo. Con solo un roce de sus manos en ella, todo daba vueltas. No podía estar hechizada por ningún tipo de conjuros, era imposible pero y aun así, de los dos él parecía el brujo y ella solo la victima de su oscura y pecaminosa magia.
Las manos de él ascendieron perdiéndose sobre su piel de satén, entre los montes de sus pechos y jugueteando con ellos, la obligó a jadear del placer acumulado que ahora liberaba al tocarla. Al tiempo que la tocaba, su virilidad arremetía sin pudor contra ella, atormentándola mientras un latigazo de relámpago crepitaba por su cuerpo. Él le acariciaba su sensible piel con adoración, luego pasó sus manos por la curva de sus pechos; jugueteó sobre sus pezones erectos. Los pellizcó, tiró de ellos, los amasó y retuvo en su mano el tiempo que quiso, rozándolos contra la palma de sus manos, obligándolos a crecer bajo sus atenciones. Gracias a su sangre, ahora tenía mas fuerza para aguantar, la sentía renovando sus energías y aún así, él la enloquecía cada vez que tomaba un seno en su mano y su cuerpo se unía al suyo. —¡Fletcher!— gritó Melissa atormentada por la expectación que estaba creando en ella y en el fuego que con cada uno de sus movimientos la llevaba a desear más y a moverse más contundentemente contra él. Era imposible aguantar la sobrestimación a la que la estaba sometiendo. Era demencial, pero más que ello, era una tortura exquisita. Sosteniéndose de apoyo a su pecho, un buen rato se dedicó a probar mil formas en como su cuerpo se acoplaba a la de él y de cómo este la hacía sentir. En ningún momento pudo dejar de besarle, era imposible resistirse. Moviendo su pelvis contra la de él, de pronto las manos del inquisidor dejaron de someter sus pechos a sus latigazos de placer y llevando una mano a su cadera y la otra a su trasero, alentándola con firmeza empezó un vaivén rápido e intenso. Al poco los pechos de la humana botaban incesantemente y en poco tiempo, un cambio de posición hizo que se encontrase encima de él nuevamente solo que esta vez él estaba sentado y manteniendo ambas miradas unidas, de nuevo regresaron a la cadencia de sus roces.
Se elevaron en el aire, uniéndose con desenfreno. Fletcher hundiéndose una y otra vez en ella, alentándola con su mano en su cadera, sosteniéndola con fuerza para tenerla exactamente donde quería, donde necesitaba para que la fricción de ambos cuerpos fuera abrasadora. Melissa le rodeó el cuello con los brazos y empezó aquel demencial baile. Movió las caderas frenética, cabalgándole casi sin poder contenerse, con el mismo desespero y ritmo que él marcaba contra su ser. A cada embestida, sentía su cuerpo más sensible, más entregado al inmortal que ahora la tenía entre sus manos. Lo miró en medio de aquel tormentoso encuentro, se le escapó entonces un sonido grave lleno de necesidad. Un gemido ahogado y un suspiro. El demonio ahora la devoraba con la mirada, con sus ojos oscuros vidriosos llenos de pasión y en aquella boca una incitación lasciva imposible de ignorar, la joven volvió a perderse una y otra vez. Gimiendo contra sus labios, solo rozándolos, manteniendo una mera distancia entre ambas voluntades, ella parecía divertida. Cada vez que sus bocas se rozaban sin llegar a poseerse la una a la otra, juraba ver llamas de ardor en los ojos masculinos. De nuevo volvía a jugar con el diablo, y esta vez, nuevamente hasta el final de sus consecuencias.
De alguna forma, tras el silencioso y candente enfrentamiento que mantenían, las embestidas fueron más fuertes, más largas… más duraderas. La hechicera arqueó su cuerpo hacia él, sin que sus caderas dejaran de seguir aquel ritmo frenético del vampiro y jadeando contra su boca, se perdió en el exquisito ardor cuando ahora sí, las manos masculinas tomaron el control total de su cuerpo, acompañando su cuerpo a sus movimientos. Dejó caer su rostro contra el hombro ajeno y besándole el cuello, mordiéndole la piel de su clavícula fue consciente de como su sexo se adaptaba perfectamente a su miembro. No había ya ninguna resistencia, él entraba y salía las veces que quería y en ningún momento su cuerpo se reprimía de aquel placentero y doloroso contacto que parecía llevarla a la locura. Por lo contrario, cada vez estaba más húmeda, más en el éxtasis del clímax al que sin reservas él la llevaba ferozmente. Sus pechos continuamente se encontraban apresados, rozándose contra su fuerte torso originando miles de punzadas de placer en su entrepierna. No podría soportarlo mucho más, solo hacía falta ver su rostro tenso y enrojecido a causa del ardiente encuentro. Su cuerpo… la forma en que sus pechos endurecidos y plenos se clavaban en el cuerpo ajeno, y como su intimidad abocaba cada vez más fluidos. Los roces eran imposibles de aguantar, los certeros movimientos del vampiro con su cuerpo estaban diseñados para hacerle perder la cabeza.
Todo su cuerpo se sacudió, se estremeció. Abrió la boca y el grito grave necesitado que profirió fue de puro placer rompiendo contra su cuerpo. Su sexo se convulsionó agarrándolo, manteniéndolo en su interior con todavía mucho más fuerza y a cada nueva embestida de él, ella se fue alejándose de la realidad hasta sobrevolar las nubes. Por segunda vez en la noche, él había obrado el milagro y perdida, en cuanto sintió el tirón de su cuerpo, besó con furia los labios masculinos. Los mordió, los chupó y luego atrajo hacía sí. Jugueteó con ansias en lo que su cuerpo terminaba con aquel orgasmo que la había hecho volar, y del que el vampiro parecía anhelar más, querer más. —Seréis mi perdición. — auguró en un susurro contra sus labios mirándole fijamente con ojos húmedos y rasgados por la apasionada emoción, que solo él con una sola mirada ya provocaba en ella. Se agarró fuertemente a su pelo y obligándole lentamente a ralentizar cada una de sus estocadas, disfrutó enormemente como estas entraban y salían con tal lentitud que todo su cuerpo temblaba ante la idea de que una vez saliese, nunca más entrase en ella. Jadeó y separándose un palmo de su pecho, arqueó todo su cuerpo y empezó a rotar las caderas, volviendo a hacerlos subir a la nube en la que se encontraban. Echó la cabeza hacia atrás y lo llamó por su nombre cuando de aquel modo, su miembro pareció haber encontrado la forma de hacerla enardecer con solo un ligero toque en un punto concreto de su matriz, llevando a que todo su cuerpo temblase y sus gemidos se volvieran más bien ruegos y suplicas de que esto, nunca más terminase.
Melissa Landry- Hechicero Clase Alta
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Re: It's a hopeless... situation +18 | Privado |
Pruebame y veras
que todos somos adictos
que todos somos adictos
No entendía muy bien que pasaba con él en ese instante. Estaba en trance, completamente absorbido por una atmosfera extraña que lo hacía delirar en cada certero movimiento que lo inundaba y ahogaba de placer ¿Qué hacer en ese momento? Pues ya a esas alturas había perdido por completo el cuidado de no hacerle daño, de no desembocar su fuerza en ella por el hecho de ser una humana. Pero allí se encontraba, sacando a relucir a la bestia más primitiva de su interior y ella, tan jodidamente perfecta a sus ojos, sabía recibir la torpeza de sus actos desmedidos respondiendo una tras otra vez en alaridos que más que hacer entrar en razón al condenado, lo incitaban a continuar con la marca de posesión en cada parte de su piel.
Sabía que una humana era mucho más delicada a la fuerza de un sobrenatural, mucho más a un como el, que contaba con una fortaleza innata que en situaciones de lucha era el mejor armamento, pero en situaciones como la actual, resultaba un poco desmedido pues al no controlar la guía de sus poderes, sobrepasaba la línea entre dolor placentero y agresión. Así sucedió en incontables ocasiones con féminas que estuvieron en su pasado. Aunque no una de ellas se quejó en su momento, notaba posterior al encuentro como sus pieles se hallaban enrojecidas, moreteadas o delicadas. No se arrepentía, pero aun así, se hacía consciente de que al estar con una mujer humana, había consecuencias para la parte contraria.
En este caso, a pesar de querer controlar sus deseos por poseerla y no lograrlo. Tan solo por un par de minutos se reconoció a si mismo con la mente cargada en ideas de no hacerle daño, de no lastimarla, de tratarla como a esas muñecas de porcelana. De colección, que se tocan con delicadeza pues al mínimo roce, son susceptibles a un accidente. Así era, hasta que se sorprendió de forma grata ante la fiereza que expelía la hechicera en el encuentro. Parecía ser que manejaba la situación a la perfección y no tan solo lo notaba por su desplante, pues entre demostraciones de satisfacción daba paso a que el vampiro rompiera cada vez con otra capa de intimidad. Pues a medida que se incrementaba el calor, el encuentro se hacía más propio, más adictivo, más extremo y perteneciente.
La calidez de sus nalgas calientes contra los fríos muslos del condenado le recordaban la deliciosa diferencia de temperatura, además de como el ardiente calor interno de la fémina bañaba por completo aquella extensión que el castaño introducía en ella ya a estas alturas sin reparos. Cada roce hacía su cavidad vaginal comenzaba a ser más fácil, y por lo mismo, mucho más rápido. Exquisito placer que pretendía sentir por un buen rato más, la suavidad de su interior masajeaba su miembro a tal nivel de complacencia que el condenado preso de los pensamientos lascivos en su mente intentaba hundirse mucho más, pues con mayor presión de sus brazos en torno a su cintura la presionaba con insistencia a su fría anatomía ¿Qué podía pedir? Algo pedía en su interior quererla de otras formas, o de otras poses, o de otra manera. No sabía, pero mientras el calor embriagaba a su miembro, mientras la humedad comenzaba a recorrer el largo de su falo y humedecía el encuentro, reconocía en su interior que había una forma de caer en locura.
Observó a los ojos de la fémina, posterior a devorar sus labios con necesidad clara, gimió. Sus senos daban roce directo contra su pecho. Sus manos, ya no se detenían tan solo en sostener su cintura, sino que ésta vez subían por la línea de su espalda hasta sujetar los cabellos de su nuca para hacerla encorvar un poco su espalda. Aún podía sentir los fantasmas de aquellos besos que había dedicado en su cuello, quería corresponder, pero frente a la escena que presenció, no atinó a nada más que admirar como el más voluptuoso orgasmo se apoderó del cuerpo tembloroso que yacía sobre él. De conocer escenas calientes, morbosas y perversas, ésta, podría categorizarse en la idea perfecta para guardar en su mente. Digno acto de erección para un personaje como él.
El colorete de sus mejillas abarcó toda la extensión de su rostro, parte de su anatomía se tensó, la fina capa de sudor que la bañaba se incrementaba mientras la humedad que anteriormente traía de cabezas las embestidas del vampiro, se espeso he incrementó a tal punto que ese calor, lo hizo casi deleite de un compartir de climax, sólo que a él le faltaba un paso más. La observó, se deleitó y fascinó. La mejor escena se vivía frente a esos baches oscuros, sedientos y deseosos. Una de las tantas embestidas se mantuvo dentro de ella. Su interior palpitaba, se estrechaba y lo presionaba. Era alucinante como un orgasmo podía hacer de la humana más apacible, una de las diosas más deseadas de universo. Y allí la tenía, entre sus brazos. Gruñó de nueva cuenta cuando un electrizante punzor se localizaba en su miembro, en su pelvis y comenzaba a subir por su espina dorsal. Deseaba proclamarla suya de un modo diferente, de una manera más abismal, de una forma mucho más sedienta.
Luego de aquella escena tan solo la dejó desvanecer y recobrar vida. El meneo constante de su pelvis, ese vaivén que se asemejaba a un baile lento inicio la idea perversa en su cabeza. Escena erótica. Fémina de movimientos sensuales, carnalidad a flor de piel. No podía contenerse, hasta que hizo ademán de jalar de sus cabellos con un poco más de fuerza de la necesaria para esconder entre sus labios la aureola de su pezón, dejando que aquel botón florecido se hiciera receptor de las caricias de su lengua, de la succión, de las mordidas y el roce. Liberó sus cabellos para presionar nuevamente con fuerzas aquellos montículos, casi como puños sus manos los presionaron entre tanto los colmillos del vampiro se asomaban en una mordida que parecía ser inocente. Pero no.
El filo de aquellas piezas perforó por completo el contorno de aquel seno. La sangre no tardó en fluir por su garganta. Éxtasis, droga deliciosa que cargó por completo su energía. Creía recién estar iniciando, pero cuando el juego lento se interpuso en su mente, de una fuerza estocada clavó a la mujer sintiendo como desde su interior todos aquellos fluidos salían para dar paso a ese indiscreto miembro que deseaba abarcar todo sitio. Succionó. Sus músculos se tensaron, su sed se incrementó y mientras ese líquido carmesí viajaba por su interior su lengua no detenía los roces de aquel pezón que ahora se encontraba preso entre la mordida y las caricias.
La tenía tan aferrada a sí, que llevó las palmas de sus grandes manos a abarcar por completo la piel de sus nalgas. La sujetó, casi como un golpe, pues el ensordecedor ruido que provocó su piel contra la ajena lo hizo gemir en medio de lo ocupada que se encontraba su boca. Incitó al movimiento de su pelvis, continuó tragando y acariciando. Presionó con tal fuerza aquellos cachetes que redirigía él el ir y venir, mientras el colmo de los placeres lo embriagaba cuando en un momento de exaltación total mordió mucho más fuerte ese seno, mientras de la cima de su miembro un líquido blanquecino bañaba el interior de la fémina por completo. Gruñó, abrazándose a ella como si aquel final fuese el final de todo. La sujetó tan fuerte que la sensibilidad de ambos cuerpos aún unidos insistían en enviar señales de sensibilidad. Se notó por unos segundos ausentes, hasta oír el pálpito rápido de la fémina casi como el acorde más fuerte antes presenciado.
Retiró sus colmillos de aquella piel, observó cómo pequeños caminos de sangre bajaban por aquel monte hasta adornar su vientre y parte de su propia anatomía. Alzó la mirada a los ojos de la hechicera y en una lasciva sonrisa, relamió sus propios labios quitando los restos de aquel elixir. Para luego, sin añadir palabra, girar rápidamente contra su cuerpo. Aun provocando un par de últimos encuentros en su interior bajó su rostro hasta esconder este entré aquello senos, dejando que su lengua limpiara todo rastro de carmesí.
Fletcher J. Maciel- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: It's a hopeless... situation +18 | Privado |
Él era un infierno agotador,
pero era mío.
—Melissa Landry
pero era mío.
—Melissa Landry
Melissa quiso apartar su mirada de la pasión en los ojos de él, pero lo cierto era que se hundía en su ansia cada vez más. Era imparable, un eco profundo el que verberaba todo su cuerpo mientras era poseído sin tregua ni cansancio. Habían enloquecido, de forma magistral la locura se había apoderado de ellos hasta un punto frágil de no retorno. Sus cuerpos resbalaban, se friccionaban de una forma primitiva. Ambos cuerpos unidos en una extraña simbiosis de vida y muerta. Tal era la pasión y el frenesís del momento, que bien pareciera que fuera el último dia de sus vidas. El subir y bajar alrededor de su miembro, se volvía exquisito, casi una tortuosa tortura. El choque de sus carnes cada vez era más oible, se oía perfectamente como sus cuerpos se unían en aquella feroz batalla y sus jadeos y gemidos, solo eran los cánticos posteriores al gran acto final en el que ambos volaban mucho más allá de aquel colchón y aquella cárcel que ahora se volvían cómplices de sus delirios.
La hechicera no podía acordarse si quiera de su nombre, aún menos de su existencia pues viendo al inquisidor bajo ella mirarla con aquellos pozos de tinieblas, era imposible escapar. Largos minutos fueron los que su cuerpo una y otra vez lo acogió en su calidez, en su fuego, hasta que las manos de él incapaces de permanecer por mas tiempo quietas, tomaron su cadera y con fuerza mandaron sobre su cuerpo. Entreabrió los labios y gimió cuando el vampiro aumentó las estocadas y aquel infernal ritmo que llevaba a quemarla.
Sus oscuros ojos encontraron los de ella, una llama abrasadora y antes si quiera de ser consciente de que estaba ocurriendo, él la jalaba del cabello acercándola hacia si tomando, rodeando con su boca su pezón erecto. Al primer contacto de aquellos labios jalándolo, acariciándola con sus filosos colmillos, apenas tocándola; el cuerpo de la joven se estremeció de los pies a la cabeza. Incapaz de negarse a la violenta posesión a la que estaba sometiéndola, rodeó el cuello del inmortal entre sus brazos acunándolo contra su pecho. Gemía contra su oído y él correspondía tomándolo con más fuerza en su boca, perpetuando el delirio que recorría su cuerpo tembloroso. Por inercia, siguió sus roces y por cada lenguetazo de su lengua, su sexo se apretaba en torno al miembro viril que lo penetraba con intensidad. Jadeó en cuanto las manos contrarios se pasearon por su cuerpo hasta torturar sus henchidos pechos y en cuanto pensó que nada más podía ser tan delicioso, tan placentero como aquella sobreestimulación a la que estaba siendo sometida, ante su mirada los colmillos del inquisidor sobresalieron para seguidamente atravesar su pecho diestro en una ardiente necesidad por volver a probarla. Sus dientes la perforaron, provocando el grito de Melisssa por el ardor de todo aquello mezclado con el exquisito dolor inicial, y las lagrimas relucieron como joyas en sus ojos. Él la llenaba, como nunca antes si quiera había imaginado, él estaba allí, en su cuerpo y en su alma; devorándola, amamantándose de ella. Y ante aquella devastadora posesión, se entregó ciegamente a la locura que amenazaba con consumirla.
En el segundo sorbo él impulsó el cuerpo de ella hacia el de él, con una embestida poderosa y abriendo más sus piernas alrededor de él, buscando la mayor intensidad, cerró con fuerza los ojos y gritó su nombre sintiendo como en aquel frenético baile, su mundo nuevamente se derrumbaba. Él tenía todo su cuerpo a su entera disposición. Sus nalgas apresuradas y guiadas por las manos templadas del inmortal eran una tortura para ambos. Era casi demasiado, las fuertes embestidas de sus caderas al penetrarla, el cruel látigo de su lengua sobre su pezón y su boca sedienta alimentándose, bebiéndosela a largos tragos. A cada movimiento de sus cuerpos, sus pechos botaban dolientes, sensibles. Apretó más sus brazos alrededor del cuello masculino y sujetándose a él, lloró de placer, cuando ahondó los colmillos en su pecho, mordiéndolo con más saña. ¿Se podía morir de placer? Se preguntó cuando no solo él parecía perder el poco control que poseía, si es que llegaba a poseer algo todavía, sino que ella lo perdía y junto a la liberación contraria, ella se dejó llevar. Acompañándolo en aquel paraíso, sintió como sus piernas se volvían gelatina y tembloroso su sexo, explotaba ciñéndose alrededor de él. La propia tierra pareció oscilar y solo quedaron ellos dos y sus cuerpos fundidos tan a fondo que habían quedado convertidos en un solo ser.
A pesar del cansancio de la fémina, su corazón latía fuerte y en cúanto los movimientos masculinos empezaron a ceder, adquiriendo un ritmo más lento; frenándose, siseó abriendo los ojos cuando con tal lentitud como la de su cuerpo Fletcher extrajo sus colmillos. Al sentirlos salir, todo su cuerpo tembló. Intentó hablar, más le fallaban las palabras, no sabía que más decirle. Sus cuerpos seguían unidos y aún moviéndose, parecían negarse rotundamente a que los separasen. No podía detener sus suaves movimientos y él tampoco parecía poder. Lo miró y viéndole sonreír de una forma cruda; lasciva, viéndole los labios y la barbilla roja de su propia sangre, sintió que el corazón le dio un vuelco ante aquella macabra imagen. Jadeó y encontrándose de pronto nuevamente ella debajo y él sobre de si, le miró con ojos teñidos de fascinación. No tenía palabras para lo que la estaba haciendo sentir, para lo que sentía. Su cuerpo se impulsó un par de veces fuertemente contra ella y tomando otra vez un ritmo más lento pero intenso, llegando a todos los puntos posibles de su anatomía, bajó su rostro hasta sus pechos y posándose sobre estos, con su lengua empezó a lamerle la piel. Arqueó su espalda contra el colchón acercando peligrosamente sus pechos a su boca y todo su cuerpo contra el suyo. Sus manos fueron a su cabello, sujetándose a él levantó la cadera y dejó que este entrase totalmente en su interior. Se sentía tan caliente, que toda su piel hervía.
Cerró los ojos sintiendo las cosquillas que estremecían de mil manera su piel al sentir el cadencioso roce de la lengua recorriendola de arriba a abajo. Él se encontraba allí, en sus pechos limpiandolos concienzudamente de su sangre. Sonrío, casi incluso se le escapó una ligera risa y antes de que el inquisidor bajara más allá de sus pechos siguiendo el camino de su sangre y aprovechando el impulso de su cuerpo contra el ajeno, le jaló del cabello hasta tomar su rostro entre sus manos y contemplarlo en silencio. Era inalcalculable el poder que tenía sobre ella sin saberlo y cautivada por sus ardientes ojos oscuros, se quedó hipnotizada a un centímetro de su boca. Fletcher era puro pecado y ni su alma ni su cuerpo, querían redimirse.
Melissa Landry- Hechicero Clase Alta
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Re: It's a hopeless... situation +18 | Privado |
Mójate los labios y sueña.
Experimentar un encuentro como tal sinceramente agotó hasta la última fibra del vampiro, parecía ilógico pensar en que una fémina como ella hiciese fatigar a un ser con deseos tan elevados como él. Pero lo hizo, y vaya como lo logró que siquiera él hallaba razón en sus ansías de probarla, de sentirla, de quererla para sí. Todo eso, en suma, colmó todos sus delirios. Frenesí absoluto que se desbordó entre su tersa piel, oculto entre su cuerpo, inundando todo su interior con la magnificencia de su placer. La hacía suya. Lo hacía suyo. Era impresionando, pues con vehemencia la poseía mientras la hechicera no se quedaba atrás en acciones. Tan solo ella podría darle respuesta a una pregunta innombrable, y lo hacía con tal perfección que la satisfacción experimentada llegaba a término únicamente gracias a su presencia.
Escapó de los pensamientos compactos, no tenía por qué arruinar la escena con objetividades que tendría tiempo luego en razonar. Tenerla allí en completa desnudez fue el mayor de sus consuelos cuando en su cabeza rondaban dudas de que sucedería luego. La sujetó, sus manos presionar aquella delicada piel dejando que los demonios abandonaran su mente y en lugar de ellos, simplemente navegaran escenas vividas un par de minutos atrás, que minutos, tan solo un par de segundos hacía atrás. Aquello, tan solo el fiel recuerdo lo excitaba poco a poco, mientras en cortas estocadas contra el cuerpo femenino soltaba furiosos arrebatos cómplices fieles de su estado.
Así fue por lo que duró, sintiendo como la inundaba de la misma manera en la cual ella se encargaba de mantener la zona húmeda y acogedora. La bañó por dentro de aquel líquido blanquecino acompañado por ese rugido animal que agobiaba su garganta. Su nombre se camufló en la queja mientras aún dentro de la calidez humana, sentía como cada palpitar de su interior jugaba con la poca cordura que lo acompañaba.
La tenía allí y quería creer que le pertenecía. Bajo su cuerpo, con una desnudez que detestaría pudiese ver alguien más que no fuesen sus celosos ojos. Perfecta, diminuta, delicada, enrojecida. Si había algo que pudiese atraerle de los humanos, en especial de las féminas era el color que delataba cada estado. Dolor, ira, placer, contención, todo se delataba en un rubor tanto en sus mejillas como en secciones del cuerpo. Ella por ese lado, complacía por completo los gustos del condenado, que embobado dejaba guiar su mirada por aquella perfecta efigie mientras su lengua se regodeaba con la casta sangre que quedaba en su pecho. Delicioso liquido carmesí que se secaba entre sus senos, sobre su abdomen y se perdía el rastro. No tenía nada más que limpiar allí. Su anatomía no tenía rastro de salpicaduras.
Sintió como su mano lo sujetaba desde los cabellos y no se negó a encontrarse con la mirada sigilosa de su compañera. Sonrió, cálido, abrasador, un poco ardiente y caluroso, pues su mentón se cargaba en la piel de su bajo vientre mientras detallaba cada brillo en aquellos claros baches — ¿Le he dicho que la encuentro deliciosa? — Sinceró, en las primeras palabras que había logrado unir después de un buen rato de solo alaridos de placer, en respuestas a las múltiples sensaciones que ella, una humana, una hechicera, le había provocado. Se sentía un pequeño infante probando por primera vez un caramelo. Adicto, complemente adicto a ese dulce manjar que se perdía en su lengua y se obligaba a seguir saboreando para no perder jamás ese sabor del paladar.
Sus dientes se apoderaron de un poco de piel de aquel plano abdomen. Dónde posterior a eso dejó un sonoro beso que se alargó un par de segundos para así, repetir la misma acción un par de centímetros más abajo. Continuó, deteniendo sus labios en su rebaje. Borde del muslo humedecido ligeramente — Realmente deliciosa… — Confirmó lo antes mencionado. Pues así, luego de la aclaración, sus manos bajaron hasta las rodillas femeninas, iniciando un lento ascenso hasta sus muslos, mismo que separó lentamente para que su rostro quedara perfectamente posicionado en su intimidad.
A regañadientes había salido de ella, pero el deseo de sentir un nuevo sabor lo tenía con la idea determinada. Dejó que la punta de su lengua rodeara aquellos labios menores en el mismo instante en que sus ojos tomaban un color más oscuro. Allí también había restos de sangre, y conocía muy bien la razón del porqué. Más no dijo nada en relación, simplemente sintió como algo dentro de sí la proclamaba suya de muchas formas posibles.
Sus dedos se clavaron en la piel de sus muslos mientras su lengua con más descaro se abría paso esta vez hasta dar roce directo con ese capullo endurecido que se ocultaba entre los pliegues de su piel — Continuaría eternamente… si por mi fuese… — Se interrumpió así mismo cuando sus propios labios entraron en contacto, dejando que una ligera succión de aquel botón lo escondiera en su boca siendo receptor de todos los castigos voluptuosos que tenía preparados para él en el interior de su cavidad bucal — La oiría gemir cada mañana entre mis sabanas — Sentenció, dejando libre aquel montículo. Liberó la presión de sus muslos cambiado la dirección de su intención ahora hacía su cintura, mientras con lentitud sus dientes se clavaban sin intención de marcar daño sobre su monte de venus — Cada tarde y anochecer — Terminó la frase, reiterando el camino de regresó por su vientre.
Lentamente, con paciencia, sin apuro comenzó a detallar una vez más aquella fina capa de piel hasta pasar entre sus senos hasta desembocar en aquel extendido cuello que le daba pase libre a un caluroso beso. Aquel característico sabor era inmejorable, no había probado antes delicia parecida. Su sangre, ella, su piel, lo exponía y ocultaba, poco a poco cada esencia femenil lo embriagada a tal altura que se sentía completamente borracho de ella.
Se dejó caer a su costado, y en un pesado suspiro asumió que allí no habría buen final nunca. Con su diestra la hizo chocar contra su mirada. Ansioso por más cercanía, antes de mencionar palabra alguna nuevamente se apoderó de aquellos rojizos labios, en una caricia que incendió de nueva cuenta su interior. Su lengua se perdía en un roce descontrolado entre tanto incitaba una vez más al roce de sus anatomías desnudas — Tenemos que salir de este lugar mujer… por más que desee hacerte mía una y mil veces más, necesito que descanses, que recuperes fuerzas para salir de acá — A regañadientes, mordió el grosor de aquel delicioso labio, en el instante en que extendió su mano libre para alzar su camisa desde el suelo y cubrir parte de la desnudez femenina.
La mantenía abrazada a su cuerpo, a pesar de querer dejarla descansar, las yemas de sus dedos, de aquel brazo que la rodeaba por la espalda comenzaban a hacer pequeñas figuras dispersas sobre la línea de su espalda, casi para control mental y en recordatorio de que seguiría con él, o al menos, era lo que esperaba el condenado.
Fletcher J. Maciel- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/05/2014
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