Inocencia / Libre

Inocencia
Viola

El sonido de la lluvia parecía relajar a las personas que entraban y salían de mi perfumería ese día, llovía como hacia mucho tiempo había visto llover el invierno había llegado muy fuerte y esperaba no tener que cerrar por causa de los temporales de invierno, la nieve hacia que las personas se quedaran junto a la chimenea de sus hogares. Mi chofer August el primer invierno que había pasado aquí en Paris me había construido una chimenea en la perfumería para temperar el lugar para así hacerlo mas agradable. La sonrisa en mi rostro nunca se opacaba, me gustaba hacer que todo aquel que cruzar el umbral de la puerta se sintiera como en casa. El ultimo cliente de esa mañana salía con una gran sonrisa en su rostro había hace algún tiempo mandado a pedir un perfume para su mujer que próximamente cumpliría años y le había fabricado un perfume a base de flores y concentrados traídos del mismísimo oriente había como muchas veces jugado a combinar lo diferentes aromas.

Comencé a separar los pañuelos de los usados, para lavarlos, de los limpios que los tenia en una caja de cristal; tome algunos granos de café y olfatee de manera fuerte llenándome de ese olor fuerte que neutralizaba todo la mezcla de aromas que había impregnada en mi nariz. Girándome con cuidado descanse mis hombros moviendo mi cabeza de lado a lado, fue hasta entonces que me di cuenta que el pequeño niño aun estaba parado fuera de la perfumería, se me había ocurrido que venia con el señor D´Liute pero no, aquel pequeño lo había visto antes solo que ahora lo que me sorprendía era que a pesar de la lluvia estaba ahí parado afuera, pensé una dos hasta tres veces y luego de dejar todo en orden me encamine hacia la puerta mientras la empujaba las campanillas sonaban advirtiendo que la lluvia venia acompañada de una gran briza. Mientras en esos instantes los aromas de la humedad entraban y se mezclaban con las fragancias del interior. Inspire aire profundamente y soltando el halo hable – ¿Pequeño estas perdido? – mi voz salió tan suave como para acariciar las gotas de lluvia que cantaban formando una melodía embriagante. – Entra no te vayas a enfermar - mi mano derecha abrió la puerta hasta atrás para que el niño pudiera entrar a la perfumería.

El ambiente dentro de esta era agradable, una mezcla con aromas de todos los que se pudieran imaginar, el calor abrigaba el cuerpo de las bajas temperaturas que comenzaban a caer por las calles de la ciudad. Espere a que el niño entrara y caminando a paso ligero puse un leño en la chimenea para que no se apagara aquellas brazas que estaban dando aquel exquisito calor. Con calma acerque uno de los sofás color rojo a la chimenea y observando al pequeño que no había pronunciado palabra alguna le ofrecí tomar asiento mientras yo le observaba. Realmente veía varias niñas venir acompañadas con sus madres a mi perfumería, pero niños era extraño que alguno le gustara un lugar como aquel, así que si el pequeño de cabellos cafés no aceptaba siempre tenia un plan aparte una taza de chocolate caliente o de leche siempre eran recibidos con una enorme sonrisa. Ahora tan solo me quedaba esperar las reacciones del niño.