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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Höor Cannif Jue Mar 08, 2018 11:31 am

La carta estaba lacrada, no venia sellada con el sello oficial de la corte de Inglaterra, si no mas bien con el sello familiar usado antaño, deducía porque también para ella corrían tiempos difíciles y ahora mas que nunca nuestra cercanía jamas debería ser descubierta y menos convertirse en rumor que pudiera dañarla.


Mi querido Hoor, por favor disculpad la demora pues cuando esta carta llegue a vuestras manos ya todo estará listo para la partida de una gran amiga y familiar mía hacia vuestras tierras. Me he visto obligada a alejar a Maisie de la corte inglesa por un tiempo hasta que el consejo revoque su idea de un matrimonio que ni ella ni yo deseamos. Ruego que la protejáis y la cuidéis como si fuese una hermana mía. No es una dama del norte como bien ya sabéis, más espero no os sea una molestia sino una grata compañía como lo es para mi persona. Por la amistad que une a nuestros países y a nosotros, no dejéis que caiga en malas manos.

Mis mayores deseos para con vuestro querido norte,

La reina.


El fuego se encargó de eliminar todo rastro del manuscrito escrito de puño y letra de Lena, jamas esa carta habría llegado a mi poder, ni ella tendría nada que ver con la desaparición forzosa de Maisie.
Era muy consciente de la responsabilidad que recaía ahora mismo sobre mis espaldas, era la prima de la reina y por lo que recordaba de ella era una niña demasiado “blanda” para el norte, odiaría cada palmo de estas tierras, pero supongo que a situaciones dificiles, medidas desesperadas y esto debía ser para ella la huida a Noruega. Desconocía que peligro afrontaba, mas si sabía que nada la rozaría mientras permaneciera a mi lado y eso era algo que también conocía la reina.

Su embarcación llegaba a puerto en unas horas, no dudé en bajar a las caballerizas y ensillar sendos percherones para dirigirme a puerto a su encuentro.
Ensimismado en colocar el bocado, apareció por detrás Ulf, que con sus bromas típicas acabó convenciéndome para acudir conmigo a recoger lo que quisiera fuera a ir a buscar.
Le pedí que mantuviera cierta discreción, pero pedirle eso a Ulf era como esperar que los dioses cristianos tuvieran un poco de arrojo y valor.
No le dí muchos detalles, solo le dije que antigua amiga venia a pasar una temporada a Akershus, por supuesto ya levanté toda la suspicacia del lobo que intentó descubrir cuantas eran las veces que me la había montado.

Tras un camino en el que él preguntaba a carcajadas y yo lo silenciaba como podía, acabamos en puerto, no tuvimos que esperar en exceso, pues el barco atracó casi de inmediato, por su empalizada bajó una dama hermosa, enjoyada y con un vestido pomposo, precioso y caro pero poco practico y demasiado frio para estas tierras.
-Te la has follado cabrón -me dijo Ulf en cuanto la vio, está muy buena, menuda jaca -le pegué un codazo, pero poco le importaba al lobo que ella estuviera llegando en estos momentos – nos va alegrar la vista -añadió mirándola de arriba a bajo.
-Y tu mujer a sartenazos nos va a partir la cara, por no hablar de la mía que nos meterá la verga de Satan por el culo y la disparará -le dije para que se callara de una vez, no descartando que todo eso pasaría en cuento vieran al la señorita.
Buenos días Maisie, espero que el viaje haya sido agradable -ladeé la sonrisa y atajé la distancia abrazándola -la ultima vez que te vi eras una adolescente llorona, espero eso haya cambiado -dije guiñándole un ojo.
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Mensaje por Maisie Mountbatten Dom Mar 11, 2018 2:11 pm

Bárbaros, las ideas no se matan.
–Domingo Faustino Sarmiento



 
Pensaba que vivía en un mundo de bárbaros cuando el consejo decidió que debía desposarme con un varón de su elección. Un hombre culto, adinerado y con tierras. Un hombre poderoso, que aportaría mucho a la corona, a pesar de no ser yo candidata directa a ésta aunque falleciera, Dios no lo quisiera, mi prima, la reina. Creía que aquellos tiempos ya habían quedado atrás, más el reciente matrimonio de mi adorada Lena con Alec, me había demostrado cuán equivocada estaba. Seguíamos viviendo en tiempos de represión y obligaciones absurdas. Y, aunque ella había aceptado por el bien de su amada Inglaterra, yo no estaba dispuesta a hacer semejante sacrificio, ni tampoco ella pensaba permitir que me casaran sin que yo quisiera. Así que, instada por sus palabras y su incondicional apoyo y ayuda, partí de mi hogar, de aquellos verdes campos que me vieran crecer, y zarpé en barco rumbo a un lugar que desconocía. Sí, Lena y yo habíamos hablado en innumerables ocasiones de ir a visitar a Höor y sus tierras, pero lo cierto era que yo siempre me había mostrado reticente, pues hacía muchos años que no nos veíamos y mis únicos recuerdos de él, implicaban que yo llorara.
 
El viaje no fue precisamente agradable. El olor a pescado y el vaivén del barco me tenían continuamente mareada. Me pasé los días encerrada en el camarote, pegada a un cubo. Bebí agua como si no hubiera un mañana y a no ser que me sintiera sin un ápice de fuerza y me obligara a mí misma a comer, no me llevé nada sólido a la boca, porque sabía dónde terminaría si lo intentaba. El mar parecía estar en mi contra, rebelde, obtuso. Se negaba a darme tregua ni por unas horas siquiera. El único día que amainó el temporal, fue el que se había anunciado como la jornada de mi llegada a puerto, al menos con eso podría salir medianamente arreglada sin parecer una muerta. Cuando oí que gritaban el típico ¡Tierra a la vista!, empecé a acicalarme. Me lavé un poco la cara, me cepillé bien el pelo aunque necesitara un baño urgente, y me puse un vestido decente, aunque no el mejor que tenía, porque seguía estando encima de un bote y no me fiaba de no caerme cuando bajara por la pasarela.
 
Cuando fuimos aminorando la marcha, hice que uno de los grumetes de abordo cargara mis cosas y las llevara a la cubierta. Una vez parados ya las bajaría, pero por ahora, quería asegurarme que no me olvidaba nada, porque sería una tragedia. Yo no me moví del camarote hasta que no se detuvo por completo el barco. Una vez arriba, usando una mano como visera, observé la gente que había en tierra. A pesar de los años que hacía que no le viera, enseguida reconocí a Höor, no había cambiado tanto. Si bien ahora tenía sombra de barba y las facciones más marcadas, seguía teniendo la misma cara de pillo y rebelde que en nuestra infancia. Me estaba haciendo un gran favor al venir a recibirme, porque yo no conocía allí a nada ni nadie excepto a él y era conocedora de la fama que tenían aquellos que habitaban en Akershus y que nada tenía que ver con los refinados ingleses. Ahora el olor a pescado se entremezclaba con el de los caballos y el estiércol, me vino una arcada y por poco no me doy media vuelta y regreso a Inglaterra. Claro que prefería lanzarme de cabeza al lodo que desposarme con sir Loran. Sentí un escalofrío de pensar en él y su mirada llena de soberbia, pero tan sucia como el suelo sobre el que caía el final de la pasarela. A punto estuve de inspirar profundamente, pero me lo pensé dos veces y decidí que era mejor no hacerlo si quería verme elegante cuando descendiera. Agarré el bajo del vestido con las dos manos. Con sumo cuidado fui dando cortos pasos hasta que mis zapatos se hundieron ligeramente en el barro. Hice una mueca de asco, pero antes de poder quejarme, me rodearon unos fuertes brazos. Yo estaba en mi mundo, así que no había oído nada de lo que hablaban, o más bien había oído voces, pero las había ignorado. Así que en el fondo lo que había ocurrido era que no les había escuchado. Esperé a que me soltara para dedicarle una agradable sonrisa, lo máximo que alcancé a mostrar fue algo parecido pero mezclado con una mueca. –El viaje ha sido horrible, sinceramente. Hubiese preferido venir en dragón volador si existieran.– Al menos, desde el aire, olería menos a porquería. Observé a aquel que acompañaba a mi viejo conocido y vi que no dejaba de reírse y mirarme de arriba abajo. No sabía lo que andaría pensando ni creía desear saberlo. –También yo espero que tú hayas cambiado. Que yo recuerde, eras la causa de mis habituales lloros y quejas...– Contesté, justo cuando a mi lado llegaba el grumete y dejaba mis cosas. Un baúl lleno de ropas y otros enseres que yo consideraba vitales. Corrió pasarela arriba y regresó, dejando un par de bolsas de viaje con el resto de mis pertenencias y tras un saludo marinero, se retiró a toda prisa. Al parecer zarpaban en cuanto reunieran provisiones. –Y bien... ¿Vas a presentarme a tu escolta?– Dije, haciendo referencia al hombre de las risitas que ya empezaba a ponerme nerviosa.


Última edición por Maisie Mountbatten el Sáb Mar 17, 2018 6:40 am, editado 4 veces
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Mensaje por Höor Cannif Dom Mar 11, 2018 2:26 pm

Como la recordaba, la “princesita” seguía siendo cursi, llorona, quejica pero esta vez con perfecto cuerpo curvilíneo y una mirada felina distinta, mas atrevida.
Ulf era incapaz de dejar de reírse, cuanto mas decía, mas carcajadas soltaba, solo guardó silencio con los ojos húmedos de lagrimas cuando esta hablo refiriéndose a él como mi “escolta”.
Esta vez me uní a su risa y llevando mi brazo a los hombros de la joven la acerqué mas a mi en un gesto muy bárbaro.
-Ven que te lo presente -dije con una picara sonrisa en mis labios -Ulf es mi general, como un hermano para mi..aquí las cosas funcionaba de un modo bastante distinto que en la corte de Inglaterra. En Akershus no hay tanta diferencia entre las clases sociales -aseveré con orgullo -soy conde pero no llevo un palo metido por el culo -añadí guiñándole un ojo.
Yo no te hacía nada para que lloraras, es solo que cada cosa que decía era para ti motivo de sentirte ofendida -dije soltando sus hombros al ver su incomodidad pro mi cercanía -pero ya somos adultos, sinceramente espero disfrutes de mi hogar, cuidaré de ti, te protegeré y lo mas importante, aquí aprenderás unos valores que te harán cambiar tu modo de ver la vida para siempre.

Ella estaba acostumbrada a tener doncellas para bañarla, para vestirla.. escolta, jamas se acercaba mas a un hombre de la cuenta y que le besaran el dorso de su mano ya era un atrevimiento para ella, así que mi cercanía seguramente la incomodaba en demasía.
Fue entonces cuando la vimos traer una sucesión de baúles y maletas de mano, Ulf y yo intercambiamos miradas cómplices ¿en serio?
-¿Puedes cargar con eso mujer? -preguntó el lobo con picardía -si no es así..es que sobran demasiadas cosas.

En el rostro de la dama podía ver reflejado el desconcierto, jamas hombre alguno se había atrevido a hablarle así de seguro.
-Te ayudaré dijo finalmente señalandole el otro extremo del baúl -coge de ahí le dijo Ulf ante la cara de estupefacción de la mujer que era incapaz de entender la desfachatez de mi general que le daba una orden como si fuera una fulana mas.
Tomé las dos bolsas de mano que parecían llevar dentro un par de hombres descuartizados.
-No he podido traer un ejercito de esclavos para cargar tus pertenecías -dije en una clara mofa -así que tendremos entre los tres que cargar con esto, ¿o dejar el baúl aquí? tu eliges.

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Mensaje por Maisie Mountbatten Sáb Mar 17, 2018 6:05 am

Olvidemos; en la vida siempre hay una disculpa para todos.
–Edmund Burke



E cuanto el brazo de Höor pasó por encima de mis hombros, inmediatamente giré la cabeza y llevé mis ojos a aquella mano que, insolente, osaba tocarme como si fuera alguien de mi familia. Tenía muy arraigada mi cultura, y en Inglaterra no era normal que un hombre y una mujer estuvieran tan cerca a no ser que fueran ya una pareja estable y oficial. Especialmente en la corte, el ambiente por el que yo me movía, donde un acto como aquel sería considerado suficiente como para expulsar al conde de palacio y prohibirle su regreso en un futuro. Mis orbes verdes ascendieron hasta toparse con los suyos y mientras me hablaba, se debió percatar de mi desagrado porque me soltó de inmediato al presentarme al que, al parecer, no era su escolta risitas, sino el comandante carcajadas. Yo, ante todo, era una dama, así que aunque por mi cabeza pasaran varios improperios, mi contestación fue educada, aunque no por ello menos mordaz. –Tal vez sea por la falta de ese palo que parecéis todos jorobaos de ir tan encorvados. ¿O es por ir demasiado bebidos?–

La sonrisa había vuelto a mi rostro, pero duró poco, porque el tal Ulf insinuó que yo misma cogiera una de las asas del baúl. ¿Qué se había creído? Podía no ser heredera al trono, pero seguía siendo una Mountbatten y eso en mi país dejaba clara mi clase. –¿Estáis bromeando?– Pregunté, incrédula. No me podían estar diciendo, en serio, que cargara yo con semejante baúl. En mi vida había llevado nada más pesado que un par de libros y eso era cuando estudiaba. Sus expresiones me aclararon que hablaban sin bromear y me vi en la tesitura de elegir qué era lo que me llevaba y lo que dejaba. Tal vez pudiera recuperarlo en otro momento, pensé por un segundo, pero enseguida recordé que estaba en tierras bárbaras y que en cuanto le quitara los ojos de encima a mis pertenencias, seguro me las robarían. Le hice un gesto a Höor para que soltara las bolsas, puestos a decidir, prefería quedarme con el baúl. –Llevad el arcón entre ambos y yo cogeré alguna cosa de las bolsas de mano. El resto… Lo dejaré.– Tuve que tragar grueso antes de terminar la frase, porque me parecía terrible tener que abandonar parte de mis cosas. Ya había sido restrictiva al elegir lo que traer, pero jamás pensé que los norteños fueran tan endebles. En cuanto mi viejo conocido dejó las bolsas, me acerqué a abrir la de color crudo y rebusqué en ella, sacando un pequeño bolso de mano, un neceser y un pañuelo de seda con el que me envolví el cuello. Metí los guantes de piel dentro del bolso, algo apretados, pero pude cerrarlo. Hurgué un poco más en el interior de la maleta y con cierta dificultad, alcancé a sacar una pequeña cajita de madera tallada a mano. No me cabía en ninguna parte, así que debería llevarla en la diestra bien sujeta, pues de ningún modo podía perderla. Lo que contenía era demasiado importante para mí y su valor sentimental era incalculable, sin importar cuánto costara en monedas de oro. –Ya podemos irnos.– Sentenció al mirar a los dos hombres que me observaban atónitos. Hice un gesto con la mano para espabilarlos. Madre mía, pareciera que nunca hubieran visto a una mujer en sus vidas. Claro que con lo que podía observar a mi alrededor, la feminidad brillaba por su ausencia, al menos en el puerto. Creí ver un par de mujeres, pero iban tan sucias y mal arregladas, que tal vez fue una mala interpretación por mi parte el asignarles mi mismo sexo.

Nos dirigimos hacia unos caballos, no había carruaje y aquello hizo que torciera el gesto. Si bien había cabalgado en innumerables ocasiones en palacio, aquellos percherones nada tenían que ver con los elegantes purasangre que ocupaban las caballerizas de los Windsor. Dejé que se las arreglaran con el baúl, el cual aseguraron bien con cuerdas al más fuerte de los sementales. Por suerte, el arcón era de la mejor calidad, los cierres de hierro forjado y la madera estaba en perfectas condiciones, así que a no ser que lo dejaran caer por un barranco, llegaría de una pieza a destino. Fue lo único que me tranquilizó, porque seguía sin estar convencida de querer montarme en uno de aquellos cuadrúpedos cuya envergadura me hacía dudar si sería capaz de sentarme encima sin partirme por la mitad. Porque estaba claro que sentarme a la inglesa, quedaba fuera de la ecuación, aquellos animales no estaban acostumbrados a ese tipo de monta y me caería seguro si el caballo se sentía inseguro conmigo encima de su lomo.
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Mensaje por Höor Cannif Lun Mar 19, 2018 9:17 am

Ulf y yo nos miramos divertidos, la mujer acostumbrada a dar ordenes a diestro y siniestro parecía olvidad que el norte distaba mucho de ser su palacio en Inglaterra y nosotros, nada teníamos que ver con sus mayordomos.
Dejé caer las bolsas al suelo enarcando una ceja, Ulf me dio un codazo ante mi cara de “acabas ya mujer”

La inglesa buscaba entre sus pertenecías aquello que creía mas necesario, sin duda alguna, nada de lo que llevaba en ese baúl iba a servirle en el norte, pero de eso se daría cuenta por si misma en cuanto la vida la azotara de frente.
Me encogí de hombros cuando pidió con altivez que nos pusiéramos en marcha, su cara de disgusto evidenciaba lo que de nosotros pensaba que eramos unos bárbaros sin modales y para que mentir, en nada de esa suposición se equivocaba.
Cogimos el baúl y lo atamos a uno de los percherones, seguramente llegara en mal estado pues el camino de puerto a Akershus no estaba precisamente “asfaltado” pero bueno...¿que maldita mujer huía de sus tierras con un puto baúl lleno de vestidos y no con un petate a las espaldas donde llevar una maldita muda y unas bragas?

Una vez montados Ulf y yo miramos a la mujer que parecía indecisa sobre como subir al caballo. Cargada con la maleta de mano y enfadada porque el recibimiento de cohetes y de esclavos no había llegado para tan alta dama, murmuraba furibunda para si misma las quejas acerca de nuestro trato.
Ulf espoleó el caballo y descolgase ligeramente atrapó su cintura alzándola del suelo para montarla frente a si como si fuera una rehén recién cazada ante los gritos de mi amiga de la infancia.
-Estate quieta mujer o te azoto hasta que aprendas a comportarte ocn un general. -Ladeó la sonrisa mirándome mientras ella le gritaba lo bruto que era y buscaba en mi el apoyo para seguramente enjuiciar a mi general por haberse atrevido a tocarla de ese modo.
-Lo siento princesita, aquí las cosas funcionan diferente -atajé poniéndome en marcha arrastrando el baúl que dando trompicones seguía nuestra marcha.

El brazo de Ulf rodeaba la cintura de la hembra que ni se movía seguramente pensando que si mi amigo la soltaba bien podía despeñarse.
Respiró aliviada al ver la fortaleza y como las puertas se abrían de par en par para ella anunciando con un toque de cuernos nuestra llegada. Mas cuando se giró en busca de su preciado baúl se percató que se había abierto por el camino y dentro no quedaba nada de lo dispuesto.
-Ups -dije antes de estallar en carcajadas mirnadome con Ulf que se reía contra el pelo de la dama casi llorando de la risa por los puñetazos que esta en el pecho le daba pidiéndole que la bajara.
-Cálmate, nada de eso lo ibas a poder usar aquí, te daré pieles, ropa para combatir el frio, no te angusties mujer -dije intentando contener la risa sin mucho éxito pero es que en mi defensa diré que Ulf no ayudaba pues había capturado sus manos con su diestra pidiéndole silencio con la zurda.
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Mensaje por Maisie Mountbatten Miér Mar 21, 2018 3:51 pm

Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas.
–Jean-Jacques Rousseau



 
Aún me debatía sobre cómo subirme a la montura, cuando aquel que se hacía llamar Ulf, como si de una cualquiera se tratara, me agarró con un brazo y me subió sobre el caballo. Me colocó frente a él, presa entre sus extremidades como si fuera una delincuente a la que tuviera que controlar y llevar ante el sheriff. Fulminé a Höor con la mirada cuando a pesar de mis quejas éste, en vez de apoyarme, se puso del lado de su general y me dijo que allí en el norte las cosas eran diferentes. ¡Como si necesitara que me lo recalcara! No tenía más que mirar a cualquier parte para darme cuenta que eso, en absolutamente nada, se parecía a Inglaterra. De nada serviría que me quejara, aquellos hombres, además de bárbaros, parecían no ser capaces de comprender mis palabras, como si mi voz fuera un sonido extraño que sólo comprendieran los pájaros. Hice rechinar los dientes como queja, porque todo lo que decía caía en saco roto con los vikingos. Preferí no removerme demasiado, temerosa a caerme de aquel animal tan basto. El terreno no era precisamente suave y si me iba al suelo, seguro me rompía el cuello con la piedra más grande del camino por el que avanzábamos.
 
Cuando, al fin, vi la fortaleza, me sentí muy aliviada. Sin embargo, había estado tan preocupada por mi propio bienestar que me había olvidado del arcón, hasta que se detuvieron los sementales y, al girarme, lo vi abierto de par en par y sin ninguno de mis enseres dentro. Grité horrorizada e intenté bajarme para intentar ver si podía recuperar alguna cosa. Pero el hombre que me tenía encarcelada entre sus brazos no me permitió descender y hasta osó sujetarme por las muñecas, haciéndome callar. –¡Suéltame, bárbaro!– Tal vez el baúl se hubiera abierto poco antes de llegar y mis cosas anduvieran cerca. Seguro podían lavarse y zurcirse de ser necesario, no estaba todo perdido, o eso me empeñaba en pensar cuando los dos norteños estallaron en carcajadas. Si las miradas matasen, ahora mismo mi viejo amigo tendría clavados dos puñales, uno entre los ojos y otro donde, supuestamente, debería tener el corazón. Aunque dudaba, por cómo se burlaba de mí, que algo palpitara dentro de su caja torácica. –Quiero bajar.– Espeté, intentando mantener la calma. Di un par de inspiraciones profundas, liberando pasados unos segundos el aire, despacio. Tenía el ritmo cardíaco acelerado y pronto me dolería la cabeza si no hacía algo para evitarlo.
 
Después de mucho batallar, logré descender de la montura, aunque debería decir que casi me lanzaron porque, alegando estar harto de mi comportamiento, aún sosteniéndome de las muñecas, Ulf me dio un empujón y me hizo caer de un salto en el fangoso suelo. Tuve que tirar con fuerza para deshacerme de su agarre y me estuve varios minutos frotando la zona con los dedos para intentar hacer desaparecer la sensación de que sus manos habían ejercido de grilletes de una dama. Desesperada intenté encontrar alguna de mis pertenencias, pero los portones de la fortaleza estaban cerrados y desde ellos hasta nuestra posición, no había nada. Miedo me daba pensar en lo que Höor me diera para vestirme, capaz que, para burlarse de mí, me entregaba un saco de arpillera y me decía que lo usara de vestido o como capa, según se me antojara. Resoplé, yendo a recuperar mi bolsa de viaje, lo único que me quedaba, y me aferré a ella con fuerza, acariciando con el índice de mi diestra la pequeña cajita de madera que guardaba en su interior, bien protegida. –¿Tardaremos mucho en entrar? Tengo frío y, gracias a ti, no tengo nada con lo que cubrirme además de lo que llevo puesto.– Dije con tono amargo a mi viejo conocido, porque acababa de relegarle del puesto de amigo.
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Mensaje por Höor Cannif Miér Mar 28, 2018 1:51 am

Si las miradas mataran como el acero Maisie sería la mejor guerrera que tenía en mis filas, no pude evitar reírme por como se acariciaba las muñecas de su piel de porcelana, siempre fue algo “blandita” y dudaba mucho que Ulf la hubiera dañado, porque mi general podía ser muchas cosas, pero era un buen hombre.
Este se despidió de ambos, tenía que supervisar como iba el entrenamiento de los soldados mas jóvenes, así que tras guiñarle un ojo a su compañera de viaje solo para molestarla le dio la espalda. A la prima de la reina su partida la alivió, creo que logró respirar por un instante, breve pues le lancé mi brazo sobre los hombros sonriendo mientras ella me miraba con cara de no entender mi desfachatez para tocarla así cuando ella y yo no eramos nada.
-Vamos, te han preparado una cámara, he sido previsor y en el armario tienes algo de ropa de monta, es cómoda y caliente, tienes también pieles como las mías para cubrir tu cuerpo, el norte es frio, pero te acostumbraras.


Tiré de ella hacía las escalinatas para que subiera conmigo, nos cruzamos por el camino con Orn, mi hijo mayor que al ver genero nuevo no dudó en cortarnos el paso con una picara sonrisa algo bobalicona porque al agacharse la dama para saludarlo, sus ojos estaban centrados en las dos tetas que sobresalían ligeramente de ese escote cuadrado.
Por la agitación del viaje subían y bajaban casi saliendose del corpiño, lo que me hizo ladear la sonrisa desviando mis ojos de allí hasta los orbes salidos de mi hijo.
-¿quieres algo Orn? -pregunté casi riéndome por la picaresca del pequeño guerrero.
-¿ no me presentas a tu amiga? -dijo con descaró.
-Masie, él enano es Orn, mi hijo mayor, Orn, ella es Masie, una vieja amiga -hice incapie en lo de vieja pues mi hijo tenia unos 11 años – deberías hijo apuntar a un genero menos formado.
-Pero esas no se gastan esas tetas -dijo señalándolas casi tocandolas con su indice.
Le di un capón negando con la cabeza.
-¡Largo! -le dije riéndome mientras la cara de mi amiga iba cambiando de color y forma creo que empezando a asumir donde se había metido.

Subimos las escaleras, Masie guardaba silencio, creo que de no esperarla al otro lado ese marido con el que o quería desposarse saldría corriendo de Noruega rumbo a Inglaterra.
-Trata de abrir la mente, si comparas cada una de nuestras barbaras costumbres con las que conoces, seras infeliz, trata de...no se..dejarte llevar. Ponte ropa y baja conmigo al patio de armas, te presentaré a los chicos y si quieres puedes apuntarte al entrenamiento, no te vendría mal aprender un poco a defenderte.
La habitación era sobria, un lecho, un armario, escritorio y un sofá frente a la lumbre.

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Si quieres la paz, prepara la guerra (privado) Empty Re: Si quieres la paz, prepara la guerra (privado)

Mensaje por Maisie Mountbatten Jue Mar 29, 2018 3:19 pm

¿Queréis conocer el paraíso terrestre...? El paraíso en la tierra se encuentra en el trabajo y en la acción, en la lucha y en el combate, viviendo animosamente y muriendo con valor.
–Ernst Moritz Arndt


Cuando el amigo de Höor se marchó, me sentí aliviada, no porque dejara de estar con bárbaros, ya que mirara a donde miraba había uno o varios, pero al menos se alejaba aquel que más rabia me daba y me había tratado como si fuera un simple saco de patatas. Dirigí entonces mi mirada entornada al que antaño había sido mi amigo y ahora se me antojaba un verdugo que me había desprovisto de casi todas mis posesiones por alguna especie de castigo que según él debía tenerme merecido por cómo me miraba y se reía de mi desgracia. Bufé enojada, pero él hizo caso omiso y, de nuevo, tomándose demasiadas confianzas me pasó un brazo por los hombros y me guio hacia el castillo.

Me dejé llevar sin rechistar porque deseaba resguardarme del frío que ya empezaba a calarme los huesos y hacía que me dolieran los dedos de los pies y los tobillos. Cuando subimos las escaleras y enfilamos el pasillo, nos topamos con un niño que detuvo nuestro camino. Siempre me habían gustado los críos y no tardé nada en sonreírle e inclinarme a saludarle. –Hola, cielo.– Debía tener unos diez años por la altura que se gastaba y las facciones de su rostro y claramente era pariente de Höor porque se le parecía mucho. Cuando el conde se decidió a presentarnos le tendí la mano, pero antes de que él me la cogiera para devolverme el saludo, me percaté de dónde se clavaba su mirada supuestamente inocente y en un acto reflejo me cubrí el pecho con ambas manos, irguiéndome de inmediato. No pude evitar sonrojarme y lo supe aún sin verme porque noté cómo me ardían las mejillas. No sé ni de qué me sorprendía si me encontraba en el norte y, además, aquel era el hijo de mi viejo amigo el cual siempre fue un pervertido ya desde joven.

Subí el segundo renglón de escaleras en completo silencio, aún avergonzada por haber expuesto mi escote a los ojos de un muchacho tan pequeño. No daba crédito a lo accidentada que estaba siendo mi llegada y de la boca del lobo en la que me estaba metiendo. Dudo que Lena supiera lo que me aguardaba aquí o en vez de enviarme a Akershus me hubiese escondido bajo tierra.

Una vez dentro de la que sería mi recámara, observé alrededor. Todo tan insípido, tan mustio… Le faltaba alegría por todas partes, aunque en aquellos momentos combinaba a la perfección con cómo me sentía. Suspiré, asintiendo a las palabras del conde y me dirigí al armario a ver las prendas que me habían dejado. –Por el amor de Dios, aquí todo es tan soso...– Tuve ganas de llorar, pero me contuve y le eché un último vistazo a Höor antes de que éste partiera dejándome a solas con mi desgracia.

Miré la cama y me senté en ella. Demasiado dura para mi gusto, como todo lo que me esperaba allí en el norte. El clima, los hombres, la ropa… y por las miradas que me habían echado las pocas mujeres con las que nos habíamos cruzado, no iba a hacer amigas en la vida. Estaba sola. Resoplé abatida. Pero no tenía pensado dejarme vencer por las penurias, así que me di dos golpecitos en la cara y me levanté para cambiarme de ropa. Nada de lo que había allí me gustaba, pero si lo que iba a hacer era ver como los hombres se peleaban, mejor ir tapada y abrigada. Me puse unos pantalones, una camisa y unas pieles. Me calcé unas botas, aunque me iban un poco largas de punta, pero me sujetaban bien el tobillo, así que no temí tropezar con ellas puestas. Una vez lista, bajé y tuve que preguntar dónde quedaba el patio de armas, porque Höor no me lo había dicho y no me conocía aún nada en aquella casa. Me dirigí al exterior, mas me quedé bajo la puerta, sintiendo el frío tallar mis mejillas. Estaban fuera riendo y dándose golpes en el pecho, en la espalda y codazos cómplices en el vientre. Parecían niños.
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Mensaje por Höor Cannif Miér Abr 04, 2018 11:24 am

Ulf se había metido dentro de la camisola un par de manzanas hinchando su busto, sobre uno de los barriles de hidromiel que habían sacado dos jóvenes soldado para llevar mas tarde a la taberna esquivaba mi acero imitando ser la pirata.
Ambos nos reíamos incapaces de parar pues bien sabía que estaba imitando el estilo de combate de Dani, eso por no decir que ponía morros mandándome besos y sacaba culo.

Atharal que entrenaba a un par de chicos de 16 años se había parado mirando el espectáculo y de vez en cuando le vociferaba a Ulf lo buena que estaba, lo que lo llevaba a con la zurda apretarse las improvisadas tetas como si eso lo excitara.
Negué incapaz de acertar con el mandoble cuando escuché carraspear a mis espaldas, Ulf se había puesto serio y llevando su diestra al cuello me hacía la señal de rebanarlo abriendo los ojos mucho.
-¿Que pasa?
-Agua, agua -dijo repitiendo el gesto
Fue entonces cuando las manzanas se le cayeron de las tetas y me giré para encontrarme con el ceño fruncido de la pirata.
-¡Dani! -dije con una sonrisa picara acercándome a ella para besadla
.

Atharal disimulaba como si nada tuviera que ver en esto y los jóvenes soldados acobardados ni se atrevían a lazar la mirada por si la pirata les decía algo.
-Creía estabas en el Reina Anna. -apunté rodeando con mi brazo su cintura aunque estaba sudado y la pirata perfectamente uniformada acabó apartándome de ella.
Ulf ya se había bajado del barril y saludaba como si no hubiera hecho nada pasando su brazo por encima de mis hombros.
-Aquí estamos entrenando un poco -aseguró poniendo la mas amplia de sus sonrisas.
Al parecer Dani había quedado con Giuliana para que le proporcionara mas hierbas de esas que tomaba para no darme un linaje, o eso me dijo Ulf.

Dani siguió su camino, íbamos a volver a ponernos a entrenar cuando Maisie con pinta de norteña se acercó a nosotros.
Se escucharon silbidos miradas que la desnudaron y gritos de los jóvenes soldados que hablaban del culo redondo duro y perfecto de la joven recién llegada.
Le eché una mirada y se callaron pues Maisie estaba bastante intimidada.
-Eres presa nueva y para que mentir, estas buena -alegué como defensa de los chicos -el caso es que he preparado un entrenamiento para ti.

Saqué un arco y Ulf una diana que mostró a Maisie señalandole el centro.
-Es fácil, has de clavar la flecha donde Ulf te señal ¿que me dices?
Mi general colocó la diana a una distanca prudencial, ni de lejos tan larga como solíamos nosotros disparar, la idea era motivarla.
-Venga Maisie, tensa y dispara.


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Mensaje por Maisie Mountbatten Miér Abr 18, 2018 9:59 am

El arte guerrero de las mujeres es tal, que cuando renuncian a la lucha triunfan.
–Ernst Raupack


Cuando Danielle se fue y pasó por mi lado, me saludó y en su mirada pude leer un “buena suerte” que me heló la sangre. No tenía muy claro si le caían bien o si, como el resto de muchachas con las que me había cruzado desde mi breve llegada, me odiaba a muerte. Tragué despacio antes de inspirar profundamente y con la espalda erguida y paso firme, pero elegante, pise el patio de armas. Las miradas y silbidos me apabullaron y, aunque no perdí la postura, sentí como si toda yo empequeñeciera. El rubor teñía mis mejillas y el calor que las impregnaba, también lo hizo en las palmas de mis manos que pronto se pusieron a sudar. Mis orbes azules buscaron el respaldo de Höor, que aunque con un gesto hizo callar a los muchachos, con sus palabras no hizo sino aumentar el temor que corría por mis venas y erizaba el vello de mi nuca.

Me parecía una auténtica cochinada, pero sequé mis manos en los muslos del pantalón antes de coger ese arma que me tendían. Sabía lo que era, las había visto en los libros de historia. Y aunque en las ilustraciones se podía apreciar cómo se sujetaba, tenerlo yo era una cosa completamente distinta. La cuerda era dura y raspaba la yema de mis dedos. La madera estaba bien pulida, al menos con ella no me clavaría una astilla. –¿Cómo sujeto esto?– Cuestioné con las pupilas dilatadas y los ojos llenos de dudas. Miré primero a mi viejo amigo y luego a Ulf, que seguro se reía de mí por hacer aquella pregunta. Observé la diana que poco a poco se alejaba sujetada por el bufón de la corte, porque así le había bautizado yo tras nuestros breves encuentros y descubrir su nefasto sentido del humor. Esperaba que se apartara cuando me explicaran cómo tensar el arco y disparara, porque ellos no sé pero yo, desde luego, no me fiaba para nada de mi puntería.

Pude escuchar las risas de los muchachos que nos miraban y como de nuevo alguno silbaba y susurraban cosas que ellos debían considerar piropos, pero que a mí me sonaban a vejación. El norte pintaba muy difícil para mí, que me había criado entre algodones y rodeada de damas y caballeros, mas ahora debería acostumbrarme a los bárbaros. Estaba en territorio salvaje y por mucho que me mentalizara, cada cosa que ocurría me encontraba desprevenida y me minaba. Suspiré, alzando el arco a la espera de las instrucciones que pudiera darme Höor. Tal vez en mi intento por acertar, le clavara una flecha en la pierna al gracioso y empezara a temerme un poco.
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Mensaje por Höor Cannif Miér Abr 18, 2018 11:21 am

Massie trataba de entender que esperaba de ella, el patio de armas se había detenido y todos se morían de la risa mirándola a ella con el arco en la mano.
-El tuyo es el tradicional curvo, el mio el long bow.

Su cara de no tener ni idea de a lo que me refería lo dijo todo, así que camine hacia el lugar señalado tomando sendos arcos y dos carcaj repletos de flechas.
-El tuyo -le di un precioso arco ligero curvado de madera noble -este pesa menos, tiene menos libras para abrir, creo que sera perfecto para ti.


Ambos pertrechados para el entrenamiento volvimos al patio de armas colocándonos a una distancia prudencial de una de las dianas que frente a nosotros nos esperaba sujeta por Ulf que se aguantaba la risa incapaz de aguantarla..
-Tira, has de dar en el centro -le dije entre risas enumerando una obviedad -a poder ser no me destruyas a mi general con tu primera flecha.

Sonreí al ver la torpeza con la que cogía el arco, mas aun cuando intento colocar la flecha que cayo al suelo ante las carcajadas de todos los presentes. Mi risa vino cuando con la cuerda se dio en la mano aullando de dolor.
-Un tiro épico, de esos que hay que guardar en el recuerdo -susurre poniendo mi mano a modo de parasol para buscar en el aire la flecha que bien sabia estaba en el suelo -creo que aun esta volando, silbando al viento.

Reí con ganas cuando sus ojos se clavaron en los míos con cara de pocos amigos, la verdad me costo lo mio tranquilizarme, es que nunca había visto a nadie tirar tan sumamente mal.

-Vale -dije entre risas mientras aun mi cuerpo se curvaba para disimular las ultimas carcajadas -a ver -de nuevo explote en risas -espera, que así no puedo.
Su cara se tronaba de todos los colores y yo no podía dejar de reír mientras seguía mirando la flecha que reposaba en el suelo.


Mi risa se corto en seco cuando esta vez la vi alejarse enfadada asegurando que debería buscarse otro maestro que le enseñara en vez de burlarse de ella cuando lo hacia mal.

Corrí tras ella tomándola de la mano para detenerla aun con una sonrisa en mis labios.
-Lo siento, ¿pero reconoce que ha sido muy gracioso? -dejé escapar una sonrisa traviesa -puedes buscar otro profesor, mas ambos sabemos que no sera mejor que yo.
Lo siento, estoy acostumbrado a entrenar con estos -dije señalando a los presentes que aun se partian en el suelo – Nosotros nos metemos los unos con los otros hasta por respirar, esto que tu has echo hubiera sido una hazaña épica que rememorar borrachos una noche de taberna.
No te enfades anda.
Me di la vuelta en absoluta seriedad para coger mi arco y clave tres flechas en el suelo una para cada una de las dianas colocadas en el patio de armas.
Tomé la primera flecha y casi sin apuntar, ni mirar, solté la flecha que voló tenaz contra la primera diana hundiéndose justo en el centro.
Repetí el tiro con las otras dos flechas restantes con idénticos resultados antes de volver a hundir mi mirada parda en la suya como absoluto vencedor.

-Encontraras otros, mas no como yo -aseguré orgulloso de mi mismo.
-Ven anda -le pedí mientras tomaba una flecha para mostrarle como colocar el nock en la cuerda del arco. Ahora tensas la cuerda, no lo hagas con los músculos del pecho, ellos solo han de acompañar el movimiento de tu espalda.
Mira, pon la mano en mi pecho. Si abro con el pecho ¿notas como se mueven estos músculos? Vale, pues así no, te harás daño y perderás potencia. Ahora abriré como realmente has de hacerlo.
Pasa tu mano a mi espalda, donde mi omóplato.

Espere a que realizara esa operación y volví a tensar para que notara la diferencia ¿lo ves? Ahora trabaja mi espalda, mas fuerte, mas potente, la flecha llegara mas lejos.
Ve mi hombro como se eleva, traza una semicircunferencia por encima de mi rostro, has de lograr que antes de soltar la flecha tus brazos estén en perfecto equilibrio con el resto del cuerpo.
¿lo ves?
Por ultimo has de llevarte la cuerda hasta la altura de la boca, ahí es el punto perfecto para abrir el arco, cuando con la nariz puedas rozar la cuerda.
Luego solo es apuntar y dejar que la flecha vuele para impactar en tu objetivo ¿fácil verdad?
Te toca.

Masie se acercó a mi posición para repetir cada uno de mis movimientos mientras yo guardaba sepulcral silencio como ella me había pedido hacerlo.
Corregí varias veces su postura acariciando con mi mano su cuerpo para mostrarle el modo correcto y espere que se atreviera a soltar la cuerda para ver el resultado.

Esta vez la flecha voló, hasta pasar cerca de la diana para perderse en el inmenso jardín de enfrente.
-Bueno, esta vez la flecha -hice un movimiento con la mano dirigiéndola al frente como si volara como para mostrarle que había despegado, de nuevo la risa se apoderaba de mi, así que mordí mi labio para que no lo notara mientras me daba la vuelta para mirar hacia otro lado.
-Ha estado muy bien -inflé los mofletes caminando hacia el carcaj para coger mas flechas riendo en absoluto silencio.


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Mensaje por Maisie Mountbatten Sáb Abr 21, 2018 3:17 pm

Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres.
–Francisco de Quevedo y Villegas


Hice mi primer intento con el arco y la flecha, prácticamente, cayó frente a mis pies. Arrugué la frente, descontenta, más aún cuando escuché reír a los hombres y chicos más jóvenes. –¿Acaso nacisteis todos enseñados?– Pregunté al mirarles a todos. Ellos habrían venido al mundo con una espada bajo el brazo, pero yo llegué con un ramo de flores, por eso ellos sabían luchar y apestaban a estiércol, mientras que yo no sabía tensar el arco y olía a jazmín. Que oler bien no era un gran mérito, pero al menos tenía alguno. Clavé mis orbes en Höor después que aunque intentaba contenerse, la risa se le escapaba por todas partes. Le fulminé, pero en vez de comportarse, hizo alarde de su excepcionalidad al clavar tres flechas en el centro de tres dianas distintas.

Si bien era muy bueno, que se le diera bien usar las armas no implicaba que supiera enseñar a otros a usarlas. No a alguien novato como yo al menos, tal vez cuando tuviera ya cierto nivel pudiera implicarse en los entrenamientos conmigo y que mejorara, pero ahora mismo no servía ni para enhebrar una aguja, menos aún para clavar una saeta a metros de distancia. Suspiré, dispuesta a rendirme ante de intentarlo de verdad siquiera, pero el conde no quería dejarme. Me instó a probar, alegando que no perdía nada y podía ganar mucho. Que si era una mujer independiente, podría apañármelas sola y darle en las narices a Ulf en el futuro. Aquello, a decir verdad, me animó bastante, así que le di una oportunidad al arco.

Observé con atención cada gesto de mi amigo, usé las manos para intentar imitar posteriormente sus movimientos y respiraciones, tal y como me dijo. Cuando llegó mi turno, tensé la cuerda hasta que me rocé la nariz con ella tras trazar el famoso semicírculo con el brazo y la solté. La flecha voló, nada de caer inerte y pesada como si en vez de plumas tuviera plomo en la culata. No acerté, aquello hubiese sido demasiado, pero voló lejos, más allá de la diana y del comandante. Me sentí eufórica de repente y di un grito atronador al tiempo en que saltaba con los brazos en alto. Me abracé a Höor por un instante, aunque le solté de inmediato y al girarme me encontré con alguno de los jóvenes que me extendía las manos. No sé qué pretendían, pero a ellos no iba a tocarlos. Arrugué la nariz, negando. –¡Lo he conseguido! No le di, pero ha volado lejos…– Una sonrisa se plasmó en mis labios y con entusiasmo agarré otra flecha del carcaj para intentarlo de nuevo. Volví a fallar, pero ésta vez casi le acerté en la cabeza a Ulf, la saeta le pasó rozando el pelo por un costado. –Uy, me ha faltado poco…– Reí bajo, encogiéndome de hombros ante la queja del casi lesionado.
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