AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. ||Privado
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Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. ||Privado
Ola tras ola, tu voz sigue llamandome
tu recuerdo, aquí, en mi,
sigue cuerdo, agarrado con todas sus fuerzas.
Y ola tras ola, tú sigues aquí;
anclado a mi.
tu recuerdo, aquí, en mi,
sigue cuerdo, agarrado con todas sus fuerzas.
Y ola tras ola, tú sigues aquí;
anclado a mi.
En las últimas horas en la mente de la licantropa solo existía una pregunta; ¿Qué hacia allí? Todo cuanto la rodeaba, el lujo del salón, las luces alumbrando todo aquel vaivén de vestidos, las damas y sus parejas danzando a su alrededor se sentía ahora extraño, lejano… incorrecto. En otra ocasión se habría sentido dichosa y asombrada de la variedad de personajes distinguidos que allí se encontraban ocultos bajo oscuras máscaras, no solamente cierta parte de la realeza había acudido aquella noche al baile, sino que tanto actores, bailarinas reconocidas y la más alta nobleza se encontraban allí. La más selecta compañía parisina y por el rostro de la exigente loba ni media sonrisa lograba aparecer. Desde uno de los balcones yacía allí escondida, esperando que nadie reparase en ella, aún menos que la reconocieran. No se sentía con fuerzas de mostrar una sonrisa amable y cordial cuando lo único que deseaba era llorar lágrimas de sangre por todo aquello perdido. Jade se sentía como si aquella no fuese ya su vida y seguramente no lo era. Por lo que ella pensaba, seguramente jamás habría tenido que entrar en aquella vida, adentrarse tan profundamente como lo había hecho, pero en estos momentos, aceptar la invitación al primer baile de Primavera Parisiense le había parecido una buena idea. Algo que debía de hacer, una obligación por su papel en aquella sociedad elitista… al menos eso pensaba, hasta ahora. En que solo observaba a los allí presentes y todo su mundo, por más que intentase que no fuera así, se derrumbaba frente a sus ojos, aun cuando su tez permaneciera impasible, fría, altiva.
Era imposible olvidarle, tras tantos años desde su muerte, aún sufría los estragos producidos mortalmente a su anatomía latente, al ver su cuerpo consumido por las cenizas. Aquel día había sido desgarrador. Nunca ante le había proporcionado tanto daño, ni creía que nada ya que pudiera pasarle, pudiera competir con el nivel de dolor de aquellos primeros años, arrastrando muerta en vida la muerte de su amado. Cada lugar, cada paso, era una puerta que se abría en su memoria llena de recuerdos de él y de aquellos lugares donde tanto habían compartido. No tardó mucho en irse, en alejarse de sus memorias. Con la mente en blanco, incontables veces decidió pasar página, seguir como si nada hubiese pasado. Seguir con su vida anterior a que él la encontrase, pero había sido imposible. Sin él, su coraje, su terquedad habia sido brutalmente extraído de raíz. Solo habia quedado el agudo dolor de su corazón y la ansía de venganza, que por poco, no la consume a ella también. Al final, ganó ella la partida y aunque esta vez la que se lamió las heridas, fue ella misma en su cruenta soledad, a todos lados llevó consigo las cenizas que habían quedado de él. Al principio se habia autoconvencido de que se lo había llevado para hacer cumplir su promesa de hacer que aquella vida, fuera lo que siempre habia deseado que fuera. Erros; pues sin él, aquella vida despues de todo, no valía el tiempo, ni las ganas. Junto a él, todo habia desaparecido de la faz de la tierra y a pesar de los años que ya habían pasado desde entonces, todavía seguía ajustándose a aquella vida en que no encontraba ninguna distracción que alejara sus fantasmas de la cabeza.
Suspiró y apoyándose en la barandilla del balcón, alejó su mente y todo pensamiento de aquella banal fiesta y voló hacia la ultima conversación que la había hecho sentir nuevamente curiosidad. Darina, una de las más grandes videntes venida del extranjero a aquellas tierras parisienses, la había invitado a lo que le habia vendido como la noche que tanto esperaba y anhelaba su alma mortal. Ante aquellas palabras, la licantropa había reido y enseguida habia negado que fuera aquella noche a verla al campamento de los gitanos, donde cada tres por tres, tenían concertadas todo tipo de fiestas entre ellos. Ella, aquella noche habia tenido un deber para con su posición y allí estaba, dando la cara. Aunque realmente, estuviese apartada de todos cuanto pudiesen molestarla. De soslayó regresó la mirada al interior del palacio y viendo como cada vez este se encontraba mas abarrotado de gente y que nadie la estaba mirando, ni prestando atención, hizo lo que deberia de haber hecho hacia mucho tiempo atrás; salir por patas de ese aburrido lugar. Flexionó su cuerpo; las piernas e impulsandose saltó los metros de altura entre el balcon y el suelo que los separada de aquella inmensa construcción. Su cuerpo, acostumbrada a sus poderes sobrenaturales, pareció que volase sobre la noche oscura que asolaba París y en cuanto, sus pies tocaron suelo, rápidamente encaminó sus pasos hacia el campamento gitano. Ya había dado la cara por su titulo y riquezas, ahora solo faltaba asistir al evento del que tanto le habia oído hablar a la gitana y descubrir, que secreto le escondía la vidente. Ya era solo cuestión de poco menos de media hora y por lo que le habían contado, esperaba encontrar no solo pequeñas hogueras donde hacer la comido, sino también extraños bailes y hasta conjuros de los más sabios del campamento. Y seguidamente, le pediria explicaciones a Darina, porque si ahora sus pasos la dirigían hacia alli, no era más que por aquellas extrañas palabras y la conjetura, que ella sabia algo que ella no. Fuera lo que fuera, iba a saberlo. Ella y su loba, no esperaban otra cosa.
Jade Blackorth- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 6
Fecha de inscripción : 16/03/2018
Re: Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. ||Privado
Aquella mañana me había despertado con el amargo sabor de una recurrente pesadilla donde intentaba, bajo todos los medios posibles, salvar a la misteriosa mujer de los ojos luminosos. A veces esos ojos eran azules y otras marrones pero en mi interior sabía que se trataba de la misma mujer, de la misma alma pérdida igual a la mía. Sentía el malestar en mis entrañas cada vez que me levantaba puesto que a mi lado tenía una buena gitana, una gitana que me amaba, y yo no podía corresponderle ya que todo mi corazón estaba puesto en un fantasma del pasado. Un fantasma que no llegaba a recordar de forma completa y que hacía de mis noches un infierno y de mis días un sinvivir. Tenía la sensación de que había perdido por el camino incluso la sonrisa que me caracterizaba, pero ¿Quién no la habría perdido?; media vida me había pasado sin poder descansar bien, media vida, por lo que las bolsas debajo de mis ojos eran muy pronunciadas y mi humor, la mayor parte del tiempo, sufría estragos. Al trabajar con niños eso era muy peligroso puesto que no debía perder el control en ningún momento, pero desgraciadamente lo hacía y últimamente más que nunca. Me frote los ojos intentando no sentir asco y lástima de mí mismo. Estaba sudoroso por la sesión pasional de la noche anterior y podía sentir que no era el único, puesto que Loreta también desprendía el mismo olor a sexo que yo; aunque ella parecía a gusto mientras que mi interior se revolvía furiosamente. ¿Cuánto más iba a poder aguantar? No lo sabía pero, desde luego tenía la certeza de que no mucho más. Mi relación con aquella mujer había tenido sus días contados desde el primer mes de noviazgo pero ahí me hallaba, un año y medio después, aguantando y sintiendo lastima, más asco de mí mismo, cada vez que la tocaba.
Suspiré saliendo de entre las sabanas y encaminándome a la carpa contigua, que comunicaba con la nuestra, donde se encontraba la tina. El agua no estaba caliente pero servía para refrescarme la cabeza y el jabón para quitarme el olor y cualquier rastro de sexo. Me restregué conscientemente y con fuerza hasta que nada, en absoluto, quedo sobre mi piel. Había frotado tanto que muchos arañazos por culpa de la esponja habían quedado marcados, si bien yo no sentía el dolor en absoluto. Estaba mal, pero muy mal de la cabeza, no obstante de eso tenía consciencia desde mucho tiempo antes de llegar a París. Tras haber realizado aquella labor, salí de la tina, me vestí a toda prisa con una nueva camisa de colores y unos pantalones y luego salí de la carpa con los zapatos en la mano sin despertar a mi “mujer”. No era de extrañar que siempre estuviese enfadada, ya que yo no dejaba de hacer tales tonterías. Quería ser diferente, de verdad que lo deseaba, pero sentía que le estaba siendo infiel a otra persona totalmente diferente, que no era aquella con la cual dormía todas las noches y a la cual todo el clan de los gitanos conocía como mía. Mía, mía, mía, salvo que no lo era. Suspiré por enésima vez aunque tuve mala suerte, pues justo en ese momento paso Flor a mi lado. Aquella gitana de setenta años de edad sabía leer a las personas mejor que nadie y conmigo no iba a ser diferente –¿Otra vez problemas conyugales muchacho?– bufé sonoramente sin querer que ella me escuchara y luego me encogí de hombros –No tengo una mujer. Cuando la tenga, igual que los problemas, te lo diré.– renegar de Loreta de aquella forma era una ofensa muy grave a nuestra relación, pero es que cada día estaba más seguro de que no iba a ir a ningún lado. La arrugada gitana me miró con una ceja alzada y luego me señalo con el dedo índice. –Te recuerdo que tú la aceptaste en tu carpa y en tu lecho gitano. Sé consecuente con tus decisiones– lo sabía, sabía que estaba siendo un mal hombre y que probablemente Dios y Santa Sara me iban a castigar por ello en la otra vida pero… no podía engañar a mi corazón, al menos no más tiempo del que ya le había engañado de forma despiadada.
–Voy a ayudar a los demás a preparar todo para esta noche, ya que clase con los niños no tengo. Te quiero mama Flor– evadí el tema de la mejor forma que sabía y, tras inclinarme para darle un beso en la arrugada mejilla, salí corriendo hacía donde estaba un grupo de gitanos intentando levantar todo lo necesario para la noche. Esta era una fiesta bien conocida incluso por los payos que no solían hacernos mucho caso, salvo en estas fechas. Durante horas trabajamos duro y cuando la noche llego, y la gente en masa con ella, todo estaba listo y muy bien organizado. Loreta no me había buscado en todo el día, probablemente porque sabía que estaba trabajando, y eso me permitió relajarme lo suficiente como para no tener ningún dolor de cabeza o malestar general.
El bullicio de la fiesta se produjo cuando un grupo de gitanos trajo consigo guitarras y se puso a cantar. De repente toda la gente, incluidos los payos, se pusieron a bailar sin ningún tipo de límite, correando a los cantantes, como si estuviesen poseídos por el mismo demonio, lo que me hizo reír sonoramente antes de ser arrastrado a la orgia de las danzas. Baile, cante y me divertí alrededor de la hoguera como si no hubiese un mañana y la diversión continuo… hasta que la vi entre las llamas. Mi corazón se paró en seco, mi voz menguo y mis movimientos se congelaron en el tiempo. Me sentí expuesto, sentí como si un carro me hubiese atropellado y todas y cada una de mis pertenencias estuviesen expuestas por el suelo. Sentí que el aliento me falta y aun así no podía dejar de mirarla, al menos, hasta que una figura menuda se acercó a mí y de repente sentí unos labios contra los míos. ¿Acaso esa hermosa desconocida me estaba besando? No, porque la veía a lo lejos y esos labios, que estaban sobre los míos en ese preciso momento eran conocidos. Tuve que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no apartar a Loreta de un empujón e irme a por la desconocida, ya que eso era lo que más ansiaba.
Suspiré saliendo de entre las sabanas y encaminándome a la carpa contigua, que comunicaba con la nuestra, donde se encontraba la tina. El agua no estaba caliente pero servía para refrescarme la cabeza y el jabón para quitarme el olor y cualquier rastro de sexo. Me restregué conscientemente y con fuerza hasta que nada, en absoluto, quedo sobre mi piel. Había frotado tanto que muchos arañazos por culpa de la esponja habían quedado marcados, si bien yo no sentía el dolor en absoluto. Estaba mal, pero muy mal de la cabeza, no obstante de eso tenía consciencia desde mucho tiempo antes de llegar a París. Tras haber realizado aquella labor, salí de la tina, me vestí a toda prisa con una nueva camisa de colores y unos pantalones y luego salí de la carpa con los zapatos en la mano sin despertar a mi “mujer”. No era de extrañar que siempre estuviese enfadada, ya que yo no dejaba de hacer tales tonterías. Quería ser diferente, de verdad que lo deseaba, pero sentía que le estaba siendo infiel a otra persona totalmente diferente, que no era aquella con la cual dormía todas las noches y a la cual todo el clan de los gitanos conocía como mía. Mía, mía, mía, salvo que no lo era. Suspiré por enésima vez aunque tuve mala suerte, pues justo en ese momento paso Flor a mi lado. Aquella gitana de setenta años de edad sabía leer a las personas mejor que nadie y conmigo no iba a ser diferente –¿Otra vez problemas conyugales muchacho?– bufé sonoramente sin querer que ella me escuchara y luego me encogí de hombros –No tengo una mujer. Cuando la tenga, igual que los problemas, te lo diré.– renegar de Loreta de aquella forma era una ofensa muy grave a nuestra relación, pero es que cada día estaba más seguro de que no iba a ir a ningún lado. La arrugada gitana me miró con una ceja alzada y luego me señalo con el dedo índice. –Te recuerdo que tú la aceptaste en tu carpa y en tu lecho gitano. Sé consecuente con tus decisiones– lo sabía, sabía que estaba siendo un mal hombre y que probablemente Dios y Santa Sara me iban a castigar por ello en la otra vida pero… no podía engañar a mi corazón, al menos no más tiempo del que ya le había engañado de forma despiadada.
–Voy a ayudar a los demás a preparar todo para esta noche, ya que clase con los niños no tengo. Te quiero mama Flor– evadí el tema de la mejor forma que sabía y, tras inclinarme para darle un beso en la arrugada mejilla, salí corriendo hacía donde estaba un grupo de gitanos intentando levantar todo lo necesario para la noche. Esta era una fiesta bien conocida incluso por los payos que no solían hacernos mucho caso, salvo en estas fechas. Durante horas trabajamos duro y cuando la noche llego, y la gente en masa con ella, todo estaba listo y muy bien organizado. Loreta no me había buscado en todo el día, probablemente porque sabía que estaba trabajando, y eso me permitió relajarme lo suficiente como para no tener ningún dolor de cabeza o malestar general.
El bullicio de la fiesta se produjo cuando un grupo de gitanos trajo consigo guitarras y se puso a cantar. De repente toda la gente, incluidos los payos, se pusieron a bailar sin ningún tipo de límite, correando a los cantantes, como si estuviesen poseídos por el mismo demonio, lo que me hizo reír sonoramente antes de ser arrastrado a la orgia de las danzas. Baile, cante y me divertí alrededor de la hoguera como si no hubiese un mañana y la diversión continuo… hasta que la vi entre las llamas. Mi corazón se paró en seco, mi voz menguo y mis movimientos se congelaron en el tiempo. Me sentí expuesto, sentí como si un carro me hubiese atropellado y todas y cada una de mis pertenencias estuviesen expuestas por el suelo. Sentí que el aliento me falta y aun así no podía dejar de mirarla, al menos, hasta que una figura menuda se acercó a mí y de repente sentí unos labios contra los míos. ¿Acaso esa hermosa desconocida me estaba besando? No, porque la veía a lo lejos y esos labios, que estaban sobre los míos en ese preciso momento eran conocidos. Tuve que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no apartar a Loreta de un empujón e irme a por la desconocida, ya que eso era lo que más ansiaba.
Bahram Khalji- Gitano
- Mensajes : 8
Fecha de inscripción : 13/03/2018
Re: Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. ||Privado
Sus pasos, aunque lentos, cada vez la llevaban más lejos de aquel salón de fiestas y más cerca, de la fiesta gitana. Fuegos, instrumentos y músicos, sería lo que la esperarían en medio de aquel campamento gitano donde vivía su amiga. Aún alejándose de la fiesta de la alta nobleza, se preguntaba porque hacía caso a Darina en su afán de que fuera aquella noche a encontrársela allí, cuando ella sabia lo poco que le gustaban las fiestas y cualquier otro tipo de celebraciones. A pesar de odiar todavía más los esdevenimientos a los que estaba obligada a asistir por sus títulos, a los demás, los que eran sin ninguna obligación expresa, no solía ir jamás. Tenía mas cosas en su vida de las que preocuparse, antes de atender los eventos parisinos a los que por costumbre y educación, le hacían participe. Y ahí se encontraba, manchándose el vestido de tierra y barro, caminando a través de los bosques para adentrarse en el territorio de los que muchas veces llamaba locos. ¿sino, quien se dedicaría a robar a los clientes en los mercados de Francia? Ahora que la inquisición estaba mas activa que nunca, era una clara provocación robar por sus calles, y a los gitanos en su mayoría, no les hacia falta llamar tanto la atención para estar entre las listas de aquellos desgraciados. Un gruñido atajó la castaña cuando de pronto, olvidándose vigilar por donde pisaba, terminó en un charco. Uno de sus pies había quedado plenamente en el interior de este y el otro, había terminado con una capa más de barro. Gruñendo por sus adentros, siguió su camino poniendo esta vez mas cuidado en donde pisaba. La ropa que había escogido para esa noche, no era la mas barata que podía permitirse, por lo que cuanto más la terminase ensuciando, más estaría desechando la generosa cantidad desorbitante que le había costado su atuendo.
Ya a medio camino, la vegetación empezó a cambiar y donde antes había habido calma y silencio, ahora el silencio en la lejanía, se veía roto a través de las cuerdas de las guitarras y algún que otro tosco instrumento. No le hizo falta pensar mucho para darse cuenta de que no solo había tardado menos de lo que pensaba en un principio le costaría llegar hasta susodicho lugar, sino que además, había encontrado en lugar a la primera y aquella música, unicamente podía provenir de ellos y de sus fiestas “paganas” A medida se iba acercando oía cada vez más los gritos de los niños y las risas de los adultos hacían eco en las inmediaciones, pero también como la gente aplaudía a los músicos y estos agradecían la hospitalidad de estos y sus buenos deseos. Se acercó más hacia los voces y apenas una linea de arboles separandola de ellos, vio la gente bailando alrededor del fuego, creando sombras sobre el bosque. Entonces se paró, y buscando con su mirada a Darina entre los presentes rodeó los fuegos con más gente a sus alrededores y salió cuando vislumbrando el más pequeño de ellos, el que usaban los niños pequeños, entre vio a la gitana mirándola fijamente. Rodando los ojos al verla casi impaciente y mirándola fijamente, como si desde siempre hubiese sabido por donde acabaría saliendo, cruzó los últimos arboles y saliendo al claro alumbrado por el fuego, la miró con cientos de dudas y preguntas en sus orbes. No le gustaba la gente, aún menos los espacios con una multitud y darina lo sabía y aún así, ahí estaba. Solo esperaba que hubiese sido por un buen motivo. - Me dirás ahora a que corría tanta prisa por verme, hoy? - Le preguntó al llegar a su lado. La gitana llevaba un sencillo vestido blanco, muy acorde con los atuendos de las demás chicas. Exceptuando ella misma, que con su largo vestido atraía la atención de los desconocidos, lo cual desde hacia muchos años, le incomodaba. Una vez había llamado la atención sobre un hombre y este, había sido su tumba. Por lo que no tenia deseos de caer en esa misma piedra, otra vez.
Darina simplemente le sonrío y volviendo la vista en frente, hizo que la licántropa la imitara buscando averiguar que era lo que atraía la atención a su amiga, cuando le vio. Su corazón se paró casi por un minuto completo cuando coincidió con su mirada. Era imposible que fuera él, pero el olor que le llegó inmediatamente, refutaba esa dolorosa verdad. Todo su cuerpo se tensó, repentinamente incomoda no supo que hacer. El hombre que la miraba desde el otro lado del fuego, olía como él y es más; miraba como él. Desde el primer día en que pasó a ser su protegida, siempre se había sentido brutalmente desconcertada. Él siempre había sabido sus secretos, sus anhelos mas íntimos, aún ni cuando ella misma los había todavía averiguado por si sola. Él la había mirado con la sabiduría de quien había traspasado quinientas mil veces las puertas del inframundo y había regresado entre los muertos. Y ahí estaba; esa inolvidable mirada, apenas a diez pasos. Movió un pie por inercia para acudir hasta él. La loba en su interior la estaba sometiendo para que fuera hacia él. Su loba siempre había acertado en sus instintos pero esta vez, era la humana la que no se fiaba. Todavía aún tenia el corazón roto y no pensaba rompérselo una segunda vez con un cruel espejismo. No obstante, aún así, dio un paso en falso hacia él y casi arremetida y obligada por sus instintos, dio un segundo. Sin embargo, no hubo un tercero. De pronto y para mortificación de ella y de su loba, una mujer se interpuso en la mirada que ambos compartían y le besó con todo el derecho, de quien se cree o es, un ser amado. Allí, en ese instante, en su interior su loba aulló de angustia y de rabia. ¿Que clase de jugarreta del destino era aquella, en que perdía a su alma gemela y luego, debía de encontrárselo en otro cuerpo amando a otra? La loba lo tenia claro; debía de luchar, pero la humana era otro cantar. Ella estaba mortalmente desconcertada. No sabia que hacer, solo que ante ella el hombre que olía como su antiguo amante inmortal besaba a otra.
- N-no puedo estar aquí, -musitó para si misma, incapaz de moverse ya fuera hacia delante, para arrebatárselo de sus brazos o para atrás, para huir como una cobarde. Lo siguió mirando y a pesar de estar ocupado, él en ningún momento dejó de mirarla. ¿Por qué? Su corazón volvía a sangrar y sintiéndose demasiado desvalida como para afrontar una segunda perdida tan pronto, y sin querer saber que ocurría con él, dio un paso atrás finalmente. Otro más acompaño a este ultimo y justo cuando el hombre desvió la mirada bajo la insistencia de la mujer que estaba entre sus brazos hacia aquella, aprovechó para mirar a su compañera, la cual la había detenido por un brazo. - No es lo que crees, debes creerme... él está tan perdido como tú. -Le dijo y sabiendo de antemano que ella jamás mentía, sus palabras fueron mas dolorosas que cien brasas de fuego sobre su piel.
Ella negó repetidamente con la cabeza. Era demasiada información y no se veía preparada para ello. Apenas, había rehecho su vida tras haberse quedado hecha cenizas con su partida. La loba en su interior, gruñó ante la idea de abandonarlo con aquella tipeja, pero la humana no cedió, y en cuanto vislumbró que él apartaba a la joven y se acercaba hacia ella; ella corrió. Se deshizo del agarre de la vidente y echando a correr se perdió rapiamente entre la oscuridad del bosque, mientras su loba la mortificaba y la impelía a detenerse e ir hacia él. Gracias a la visión que compartía por su naturaleza sobrenatural, no le fue difícil esconderse lo más lejos posible de él y de todo el mundo. La oscuridad enseguida la camufló como una segunda piel y solo cuando sintió las pisadas de él siguiéndola, fue que gruñó y detuvo sus pasos en un pequeño claro. Respiró hondo y al poco tiempo, las pisadas se detuvieron a unos metros de ella; a sus espaldas. El bosque volvió a la calma y con el silencio, en sus adentros, su loba esperaba impaciente mientras cada vez más, su aroma la envolvía. El corazón le palpitó y le dolió. Él no debía de haberla seguido. Había sido un error detenerse.
- No deberías de haberme seguido – la voz le salió fría, casi hiriente. Tanto como el dolor que le provocaba oler de nuevo el perfume de su piel. - ¿Que pensará vuestra mujer?
Ya a medio camino, la vegetación empezó a cambiar y donde antes había habido calma y silencio, ahora el silencio en la lejanía, se veía roto a través de las cuerdas de las guitarras y algún que otro tosco instrumento. No le hizo falta pensar mucho para darse cuenta de que no solo había tardado menos de lo que pensaba en un principio le costaría llegar hasta susodicho lugar, sino que además, había encontrado en lugar a la primera y aquella música, unicamente podía provenir de ellos y de sus fiestas “paganas” A medida se iba acercando oía cada vez más los gritos de los niños y las risas de los adultos hacían eco en las inmediaciones, pero también como la gente aplaudía a los músicos y estos agradecían la hospitalidad de estos y sus buenos deseos. Se acercó más hacia los voces y apenas una linea de arboles separandola de ellos, vio la gente bailando alrededor del fuego, creando sombras sobre el bosque. Entonces se paró, y buscando con su mirada a Darina entre los presentes rodeó los fuegos con más gente a sus alrededores y salió cuando vislumbrando el más pequeño de ellos, el que usaban los niños pequeños, entre vio a la gitana mirándola fijamente. Rodando los ojos al verla casi impaciente y mirándola fijamente, como si desde siempre hubiese sabido por donde acabaría saliendo, cruzó los últimos arboles y saliendo al claro alumbrado por el fuego, la miró con cientos de dudas y preguntas en sus orbes. No le gustaba la gente, aún menos los espacios con una multitud y darina lo sabía y aún así, ahí estaba. Solo esperaba que hubiese sido por un buen motivo. - Me dirás ahora a que corría tanta prisa por verme, hoy? - Le preguntó al llegar a su lado. La gitana llevaba un sencillo vestido blanco, muy acorde con los atuendos de las demás chicas. Exceptuando ella misma, que con su largo vestido atraía la atención de los desconocidos, lo cual desde hacia muchos años, le incomodaba. Una vez había llamado la atención sobre un hombre y este, había sido su tumba. Por lo que no tenia deseos de caer en esa misma piedra, otra vez.
Darina simplemente le sonrío y volviendo la vista en frente, hizo que la licántropa la imitara buscando averiguar que era lo que atraía la atención a su amiga, cuando le vio. Su corazón se paró casi por un minuto completo cuando coincidió con su mirada. Era imposible que fuera él, pero el olor que le llegó inmediatamente, refutaba esa dolorosa verdad. Todo su cuerpo se tensó, repentinamente incomoda no supo que hacer. El hombre que la miraba desde el otro lado del fuego, olía como él y es más; miraba como él. Desde el primer día en que pasó a ser su protegida, siempre se había sentido brutalmente desconcertada. Él siempre había sabido sus secretos, sus anhelos mas íntimos, aún ni cuando ella misma los había todavía averiguado por si sola. Él la había mirado con la sabiduría de quien había traspasado quinientas mil veces las puertas del inframundo y había regresado entre los muertos. Y ahí estaba; esa inolvidable mirada, apenas a diez pasos. Movió un pie por inercia para acudir hasta él. La loba en su interior la estaba sometiendo para que fuera hacia él. Su loba siempre había acertado en sus instintos pero esta vez, era la humana la que no se fiaba. Todavía aún tenia el corazón roto y no pensaba rompérselo una segunda vez con un cruel espejismo. No obstante, aún así, dio un paso en falso hacia él y casi arremetida y obligada por sus instintos, dio un segundo. Sin embargo, no hubo un tercero. De pronto y para mortificación de ella y de su loba, una mujer se interpuso en la mirada que ambos compartían y le besó con todo el derecho, de quien se cree o es, un ser amado. Allí, en ese instante, en su interior su loba aulló de angustia y de rabia. ¿Que clase de jugarreta del destino era aquella, en que perdía a su alma gemela y luego, debía de encontrárselo en otro cuerpo amando a otra? La loba lo tenia claro; debía de luchar, pero la humana era otro cantar. Ella estaba mortalmente desconcertada. No sabia que hacer, solo que ante ella el hombre que olía como su antiguo amante inmortal besaba a otra.
- N-no puedo estar aquí, -musitó para si misma, incapaz de moverse ya fuera hacia delante, para arrebatárselo de sus brazos o para atrás, para huir como una cobarde. Lo siguió mirando y a pesar de estar ocupado, él en ningún momento dejó de mirarla. ¿Por qué? Su corazón volvía a sangrar y sintiéndose demasiado desvalida como para afrontar una segunda perdida tan pronto, y sin querer saber que ocurría con él, dio un paso atrás finalmente. Otro más acompaño a este ultimo y justo cuando el hombre desvió la mirada bajo la insistencia de la mujer que estaba entre sus brazos hacia aquella, aprovechó para mirar a su compañera, la cual la había detenido por un brazo. - No es lo que crees, debes creerme... él está tan perdido como tú. -Le dijo y sabiendo de antemano que ella jamás mentía, sus palabras fueron mas dolorosas que cien brasas de fuego sobre su piel.
Ella negó repetidamente con la cabeza. Era demasiada información y no se veía preparada para ello. Apenas, había rehecho su vida tras haberse quedado hecha cenizas con su partida. La loba en su interior, gruñó ante la idea de abandonarlo con aquella tipeja, pero la humana no cedió, y en cuanto vislumbró que él apartaba a la joven y se acercaba hacia ella; ella corrió. Se deshizo del agarre de la vidente y echando a correr se perdió rapiamente entre la oscuridad del bosque, mientras su loba la mortificaba y la impelía a detenerse e ir hacia él. Gracias a la visión que compartía por su naturaleza sobrenatural, no le fue difícil esconderse lo más lejos posible de él y de todo el mundo. La oscuridad enseguida la camufló como una segunda piel y solo cuando sintió las pisadas de él siguiéndola, fue que gruñó y detuvo sus pasos en un pequeño claro. Respiró hondo y al poco tiempo, las pisadas se detuvieron a unos metros de ella; a sus espaldas. El bosque volvió a la calma y con el silencio, en sus adentros, su loba esperaba impaciente mientras cada vez más, su aroma la envolvía. El corazón le palpitó y le dolió. Él no debía de haberla seguido. Había sido un error detenerse.
- No deberías de haberme seguido – la voz le salió fría, casi hiriente. Tanto como el dolor que le provocaba oler de nuevo el perfume de su piel. - ¿Que pensará vuestra mujer?
Jade Blackorth- Licántropo Clase Alta
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