Wraith → Privado

No podía quejarse. Últimamente su vida había tenido más movimiento que en todo el tiempo que llevaba en Francia, desde que había regresado con Winoc y supuestamente se estaba haciendo cargo de las empresas familiares, mismas que la verdad le daban exactamente lo mismo y él sólo se dedicaba a dar clases. Ya fuera a niñitos mimados, o a los hermanos de Lorna, o a la señorita Collingwood, a la que iba a instruir en cosas muy distintas. Al menos, esa agria y dura personalidad suya se veía diluida cuando impartía conocimiento, aunque eso no quería decir que desapareciera, si acaso lo volvía un tutor estricto y efectivo. Toda una suerte para Azzuen, que no tendría que soportarlo en su máxima expresión. Era casi como si Thierry tuviera dos personalidades, la usual, el insomne genial, y la que se enfundaba para dar clases, un maestro claro y paciente incluso.

Ese fin de semana era el fin de semana acordado, así que alistó una habitación, distinta a la que tenía bien iluminada con pupitres de madera. En esta dispuso una sala, una luz más tenue y le dijo a una sirvienta que tuviera preparados bocadillos. Le caía mal su padre, lo odiaba, y era él quien finalmente había trabado esa extraña relación, pero la realidad era que conocía muy poco a Azzuen como para decidir cómo sentirse al respecto y por ahora quedaba ser protocolar, y nada más. Ya decidiría luego. Si bien Thierry era hábil para leer a las personas, la chica le había dado muy pocas pistas sobre su persona durante su primer encuentro.

Vestido con su usual desparpajo, un traje negro sin gracia y una camisa blanca por fuera del pantalón, aguardó en la biblioteca, leyendo como si no hubiera leído ya suficiente a lo largo de su vida; hasta que un sirviente fue a anunciarle que su invitada (por ahora era invitada, ya vería si se convertía en alumna, o mejor aún, discípula) ya lo esperaba en el salón que había indicado. Allá fue.

—Me alegra que viniera —dijo al entrar. Si en verdad le alegraba, quizá debía decírselo a su rostro, que seguía tan insondable como de costumbre, con esa expresión casi de hastío. Cerró la puerta doble tras de sí—. No lo dudé ni un segundo, eso téngalo por seguro —continuó al tiempo que avanzaba y se sentaba frente a ella en un sofá de tapiz oscuro y de una sola plaza.

—Pues bien, estamos los dos metidos en este lío, así que será mejor comenzar, ¿le parece bien? —Distante y cortés, así se comportó—. Antes de aventurarnos a hacer cualquier cosa, quisiera más detalles de la situación. Sé que su familia tiene algo que ver con la magia elemental, ¿no es así? ¿Cuál es el problema exacto? —Cambió de posición, recargando el peso en su lado izquierdo, pero en ningún momento apartó la mirada de Azzuen, como si desde ya la estuviera juzgando, como si le pidiera sin palabras que lo sorprendiera.

—Usualmente, cuando recibo un alumno nuevo, les hago un examen de diagnóstico. Algunos padres tacaños no los traen conmigo y buscan tutores más baratos, cuando se dan cuenta que sus retoños no están aprendiendo nada, acuden a mí, y tengo que salvar futuros nobles de la ignorancia. En esta ocasión no hubo un profesor previo, pero sí experiencias, y quisiera conocerlas —dijo y aquellos ojos verde azulado se hicieron, de algún modo, más intensos, aguijoneando la media luz en la que se encontraban.

Recargó el codo siniestro en el descansabrazos del sofá que ocupaba y tapó la mitad de su rostro con la mano, adoptando un gesto analítico. Lució como el rey de un reino muy complicado como para ser explicado así nada más.