AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sins Of The Night ~ Privado
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Sins Of The Night ~ Privado
Recuerdo del primer mensaje :
Había llegado hacía un par de días a la ciudad de París aunque no era la primera vez que pisaba la capital francesa, había acudido en otras ocasiones a lo largo de mi vida cuando el entrenamiento había sido más intenso en la organización. Aunque yo normalmente residía en Egipto, lugar donde había otra de las bases que tenía la Orden alrededor del mundo, había viajado y visitado esas mismas bases alguna que otra vez por motivos de misiones principalmente aunque luego siempre volvía a Egipto porque las “raíces” siempre tiraban y yo me encontraba más cómoda allí. En esa ocasión había ido a París para cumplir con un encargo personal que me había pedido hacer Kenner, no era demasiado raro que me pidiera misiones y que me las encargara a mí dado que él había sido quien me había entrenado durante un tiempo, enseñándome parte de lo que sabía como mi maestro y mentor. Fue duro e implacable y eso formó el carácter frío y duro que ostentaba la mayor parte del tiempo, además de que el resto se encargaron de anular todo tipo de sentimientos que pudieran hacerme débil en algún momento durante una misión, anularon mis debilidades como por ejemplo la compasión, los escrúpulos e incluso también la empatía. Era la máquina perfecta de matar, silenciosa y ágil me camuflaba entre las sombras y mis aceros eran rápidos provocando una muerte “dulce” cuando así me apetecía que fuera, si se trataba de interrogar... bueno, podía decir que no era ni dulce ni rápido. No solo tenía el objetivo por el cual había sido llamada y solicitada mi presencia en París, sino que además tenía otros menesteres entre manos que corrían de mi cuenta y que no tenían tanta importancia como la misión principal, pero debía también de atenderlo porque eran misiones impuestas por la Orden. En otro momento incluso me habría negado a participar en dichas misiones puesto que ya tenía la mía, pero en esos momentos incluso hasta me convenía para ganar algo de dinero... no por nada era una mercenaria. Todo mercenario que se prestaba lo hacía casi todo por propios intereses, no nos importaba si era conseguir un objeto antiguo, una reliquia o causar la muerte puesto que también nos pagaban por matar. Pero mientras recopilaba información sobre la que más importaba podría pasar el rato haciendo otros “recados” que sin duda alguna me harían volver con mucho más dinero a Egipto, no es que no tuviera suficiente pero en París se pagaba más que allí por cada misión y cada encargo.
Mis ojos se alzaron hacia el cielo estrellado que contemplaba desde al balcón de la residencia donde la Orden tenía como lugar su sede, o al menos una de las tantas sedes que tiene a lo largo de todo el mundo en diferentes países. Llevaba un par de semanas en París y ya comenzaba a notar lo que en cierto modo echaba de menos mi ciudad natal; Egipto es muy diferente a la capital francesa y no veía la hora de volver de nuevo allí. No me esperaba nadie en Egipto y tampoco tenía planes de hace amigos en la ciudad Parisina, había estado varias veces pero suponía que todos de alguna forma tirábamos hacia nuestras raíces. Estaba en aquella ciudad tan diferente a la mía por una petición personal de mi jefe así que el tiempo que tuviera que estar allí tendría que enfocarlo también en hacer otras cosas. París era como un hervidero y su actividad por la noche era mucho más intensa que en mi ciudad, allí por lo que tenía entendido la Iglesia tenía sus propias leyes y sus propias normas y sabía que incluso hacía partidas de caza donde buscaban a seres sobrenaturales para matarlos o torturarlos, había escuchado mucho sobre la Inquisición y lo que hacía en la ciudad, la actividad que tenían y cómo parecía que cada vez más se sumaban a su causa. En la Orden no había nada que no se escuchara y los rumores corrían como la pólvora, apenas me había bastado un par de días de estar allí para que me dijeran todo lo que últimamente estaba haciendo la Inquisición, esa caza y quema de brujas, los sobrenaturales que iban a por ellos... en la propia Orden había vampiros y licántropos que alguno que otro había tenido un encuentro con dichos cazadores que trabajaban para la Iglesia. Y hablando de esta nos había llegado una de tantas peticiones que teníamos en la Orden y, al parecer, alguien había solicitado de nuestros servicios para que nos encargáramos de un miembro de la Iglesia. Al parecer se había estado excediendo en sus limitaciones y alguien lo quería muerto, por ello acudía a la Orden porque nosotros no hacíamos preguntas siempre y cuando nos dieran el dinero que pedíamos por dicho trabajo, éramos limpios y no dejábamos rastro algo de quién podría haber sido por lo que quien pidió dicho trabajo quería libre alguna de pruebas y saldría impune. La Orden no es que se metiera demasiado en temas de Iglesia pero por lo que tenía entendido la suma que habían pagado para que realizáramos dicho trabajo era una demasiado cuantiosa como para no tomarlo. Dada la importancia de la misma fue a mí a quien me encargaron que realizara el trabajo, reunía las cualidades perfectas para poder llevarlo a cabo sin que me pillaran y había sido entrenada desde muy pequeña para no dejar rastro alguno, ser limpia, perfecta y como una sombra. Lo único que tenía que hacer era encontrar información sobre la persona que me habían mandado asesinar, una información que nos había llegado un tanto vaga por lo que quería asegurarme primero de lo que iba a hacer, y quién era ese hombre que querían muerto.
Como ya había dicho los rumores corrían sobre la pólvora y el hecho de que un hombre que llevaba una armería clandestina en una zona alejada de la ciudad, pero que además, se había propuesto el matar a todos los que trabajaran para la Iglesia como si fuera una venganza personal era algo que llamaba la atención bastante. En el mundo en el que nos movíamos la información era poder, sabía que algún que otro miembro de la Orden había hablado en persona con aquel mismo hombre y por eso sabía de la existencia del mismo, decían que sabía bastante sobre la Iglesia y sus miembros así que ni siquiera dudé en sacar algo de información sobre ese hombre que al parecer tenía una armería clandestina, una pequeña fábrica, en las afueras de la ciudad para no llamar demasiado la atención y pasar desapercibido. Sería mi fuente de información así que cambiándome de ropa llevando las típicas que utilizaba para salir, ropajes oscuros que se ajustaban a mi figura, pantalones negros, un cinturón donde tenía guardadas mis armas y un abrigo que tapaba estas para que no estuvieran a la vista. Tomé uno de los caballos que teníamos y partí hacia las afueras de la ciudad con la intención de hallar más información sobre el hombre al que debía de matar, y seguramente aquel hombre podría dármela. No tardé mucho más de veinte minutos en llegar hasta las afueras de la ciudad, por lo que me habían contado sabía dónde tenía la fábrica así que esperé a que incluso al ser de noche estuviera en ella, sino tendría que acudir al día siguiente para buscarlo y ya habría perdido un día que era algo que no me gustaba en absoluto. Por suerte para mí provenía una luz del interior así que tras dejar al caballo atado para que no pudiera irse abrí la puerta adentrándome en aquel pequeño lugar en donde enseguida me fijé que habían varias armas colgadas de las paredes, mis ojos se pasearon por estas acercándome para ver que algunas tenían modificaciones diferentes de las normales mientras, ensimismada observando aquellas maravillas, no me percaté de que el hombre al que buscaba estaba tras el mostrador observándome. Quizás pensara que una mujer no tenía cabida en aquella tienda tan típica para hombres rudos y peligrosos, pero las apariencias engañaban y cuando mis ojos azules se encontraron con los suyos sonreí de lado desabrochando el abrigo dejando ver mis armas, no por amenaza, sino para que supiera que no era cualquier joven perdida que había entrado en aquel lugar.
-Loyd Granchester, ¿verdad? –Pregunté aunque ya sabía de sobra que sí que era aquel hombre al que estaba buscando, mis ojos seguían en los suyos observando cómo se extrañaba de que supiera quién era cuando era la primera vez que nos veíamos- me han hablado de usted y... creo que podría ayudarme –dije terminando de acortar las distancias que me separaban de aquel hombre hasta acercarme al mostrador sin borrar mi sonrisa ladeada de mi rostro- preciosa colección tiene usted aquí, me pregunto si tendrá algo mucho más interesante guardado y que no esté cara al público, algo que quizás haya hecho usted mismo –apoyé mis brazos en el mostrador inclinándome ligeramente hacia delante observando las armas que había a mi alrededor- el paraíso de cualquier mercenario –comenté en un murmullo observando las armas que había en el lugar. Yo tenía en mi poder una daga antigua que estaba imbuida en magia antigua y arcaica, una daga que tenía runas grabadas en su hoja que hacía que pudiera atravesar barreras mágicas y que me había salvado en más de una ocasión en alguna misión peligrosa. A juego con dicha daga poseía también el péndulo que colgaba de mi cuello, también imbuida en la misma magia salvo que su habilidad era un tanto diferente, ya que cuando había magia de por medio o me acercaba a algo que desprendiera magia vibraba y se iluminaba de forma tenue, objetos poderosos y muy valiosos que me acompañaban desde hacía años. Mis ojos volvieron de nuevo a los del hombre y mordí mi labio inferior porque seguramente estaría pensando que iba por algo de información, pero se equivocaba bastante- seguramente piense que he venido por alguna de sus armas, y quizás me interese alguna, sin embargo otra es la cuestión que me ha traído hasta usted; información –hice una pequeña pausa- Pietro Baldissieri –dije apoyándome en el mostrador estudiando las reacciones del hombre esperando a que me dijera algo más sobre aquel hombre.
Había llegado hacía un par de días a la ciudad de París aunque no era la primera vez que pisaba la capital francesa, había acudido en otras ocasiones a lo largo de mi vida cuando el entrenamiento había sido más intenso en la organización. Aunque yo normalmente residía en Egipto, lugar donde había otra de las bases que tenía la Orden alrededor del mundo, había viajado y visitado esas mismas bases alguna que otra vez por motivos de misiones principalmente aunque luego siempre volvía a Egipto porque las “raíces” siempre tiraban y yo me encontraba más cómoda allí. En esa ocasión había ido a París para cumplir con un encargo personal que me había pedido hacer Kenner, no era demasiado raro que me pidiera misiones y que me las encargara a mí dado que él había sido quien me había entrenado durante un tiempo, enseñándome parte de lo que sabía como mi maestro y mentor. Fue duro e implacable y eso formó el carácter frío y duro que ostentaba la mayor parte del tiempo, además de que el resto se encargaron de anular todo tipo de sentimientos que pudieran hacerme débil en algún momento durante una misión, anularon mis debilidades como por ejemplo la compasión, los escrúpulos e incluso también la empatía. Era la máquina perfecta de matar, silenciosa y ágil me camuflaba entre las sombras y mis aceros eran rápidos provocando una muerte “dulce” cuando así me apetecía que fuera, si se trataba de interrogar... bueno, podía decir que no era ni dulce ni rápido. No solo tenía el objetivo por el cual había sido llamada y solicitada mi presencia en París, sino que además tenía otros menesteres entre manos que corrían de mi cuenta y que no tenían tanta importancia como la misión principal, pero debía también de atenderlo porque eran misiones impuestas por la Orden. En otro momento incluso me habría negado a participar en dichas misiones puesto que ya tenía la mía, pero en esos momentos incluso hasta me convenía para ganar algo de dinero... no por nada era una mercenaria. Todo mercenario que se prestaba lo hacía casi todo por propios intereses, no nos importaba si era conseguir un objeto antiguo, una reliquia o causar la muerte puesto que también nos pagaban por matar. Pero mientras recopilaba información sobre la que más importaba podría pasar el rato haciendo otros “recados” que sin duda alguna me harían volver con mucho más dinero a Egipto, no es que no tuviera suficiente pero en París se pagaba más que allí por cada misión y cada encargo.
Mis ojos se alzaron hacia el cielo estrellado que contemplaba desde al balcón de la residencia donde la Orden tenía como lugar su sede, o al menos una de las tantas sedes que tiene a lo largo de todo el mundo en diferentes países. Llevaba un par de semanas en París y ya comenzaba a notar lo que en cierto modo echaba de menos mi ciudad natal; Egipto es muy diferente a la capital francesa y no veía la hora de volver de nuevo allí. No me esperaba nadie en Egipto y tampoco tenía planes de hace amigos en la ciudad Parisina, había estado varias veces pero suponía que todos de alguna forma tirábamos hacia nuestras raíces. Estaba en aquella ciudad tan diferente a la mía por una petición personal de mi jefe así que el tiempo que tuviera que estar allí tendría que enfocarlo también en hacer otras cosas. París era como un hervidero y su actividad por la noche era mucho más intensa que en mi ciudad, allí por lo que tenía entendido la Iglesia tenía sus propias leyes y sus propias normas y sabía que incluso hacía partidas de caza donde buscaban a seres sobrenaturales para matarlos o torturarlos, había escuchado mucho sobre la Inquisición y lo que hacía en la ciudad, la actividad que tenían y cómo parecía que cada vez más se sumaban a su causa. En la Orden no había nada que no se escuchara y los rumores corrían como la pólvora, apenas me había bastado un par de días de estar allí para que me dijeran todo lo que últimamente estaba haciendo la Inquisición, esa caza y quema de brujas, los sobrenaturales que iban a por ellos... en la propia Orden había vampiros y licántropos que alguno que otro había tenido un encuentro con dichos cazadores que trabajaban para la Iglesia. Y hablando de esta nos había llegado una de tantas peticiones que teníamos en la Orden y, al parecer, alguien había solicitado de nuestros servicios para que nos encargáramos de un miembro de la Iglesia. Al parecer se había estado excediendo en sus limitaciones y alguien lo quería muerto, por ello acudía a la Orden porque nosotros no hacíamos preguntas siempre y cuando nos dieran el dinero que pedíamos por dicho trabajo, éramos limpios y no dejábamos rastro algo de quién podría haber sido por lo que quien pidió dicho trabajo quería libre alguna de pruebas y saldría impune. La Orden no es que se metiera demasiado en temas de Iglesia pero por lo que tenía entendido la suma que habían pagado para que realizáramos dicho trabajo era una demasiado cuantiosa como para no tomarlo. Dada la importancia de la misma fue a mí a quien me encargaron que realizara el trabajo, reunía las cualidades perfectas para poder llevarlo a cabo sin que me pillaran y había sido entrenada desde muy pequeña para no dejar rastro alguno, ser limpia, perfecta y como una sombra. Lo único que tenía que hacer era encontrar información sobre la persona que me habían mandado asesinar, una información que nos había llegado un tanto vaga por lo que quería asegurarme primero de lo que iba a hacer, y quién era ese hombre que querían muerto.
Como ya había dicho los rumores corrían sobre la pólvora y el hecho de que un hombre que llevaba una armería clandestina en una zona alejada de la ciudad, pero que además, se había propuesto el matar a todos los que trabajaran para la Iglesia como si fuera una venganza personal era algo que llamaba la atención bastante. En el mundo en el que nos movíamos la información era poder, sabía que algún que otro miembro de la Orden había hablado en persona con aquel mismo hombre y por eso sabía de la existencia del mismo, decían que sabía bastante sobre la Iglesia y sus miembros así que ni siquiera dudé en sacar algo de información sobre ese hombre que al parecer tenía una armería clandestina, una pequeña fábrica, en las afueras de la ciudad para no llamar demasiado la atención y pasar desapercibido. Sería mi fuente de información así que cambiándome de ropa llevando las típicas que utilizaba para salir, ropajes oscuros que se ajustaban a mi figura, pantalones negros, un cinturón donde tenía guardadas mis armas y un abrigo que tapaba estas para que no estuvieran a la vista. Tomé uno de los caballos que teníamos y partí hacia las afueras de la ciudad con la intención de hallar más información sobre el hombre al que debía de matar, y seguramente aquel hombre podría dármela. No tardé mucho más de veinte minutos en llegar hasta las afueras de la ciudad, por lo que me habían contado sabía dónde tenía la fábrica así que esperé a que incluso al ser de noche estuviera en ella, sino tendría que acudir al día siguiente para buscarlo y ya habría perdido un día que era algo que no me gustaba en absoluto. Por suerte para mí provenía una luz del interior así que tras dejar al caballo atado para que no pudiera irse abrí la puerta adentrándome en aquel pequeño lugar en donde enseguida me fijé que habían varias armas colgadas de las paredes, mis ojos se pasearon por estas acercándome para ver que algunas tenían modificaciones diferentes de las normales mientras, ensimismada observando aquellas maravillas, no me percaté de que el hombre al que buscaba estaba tras el mostrador observándome. Quizás pensara que una mujer no tenía cabida en aquella tienda tan típica para hombres rudos y peligrosos, pero las apariencias engañaban y cuando mis ojos azules se encontraron con los suyos sonreí de lado desabrochando el abrigo dejando ver mis armas, no por amenaza, sino para que supiera que no era cualquier joven perdida que había entrado en aquel lugar.
-Loyd Granchester, ¿verdad? –Pregunté aunque ya sabía de sobra que sí que era aquel hombre al que estaba buscando, mis ojos seguían en los suyos observando cómo se extrañaba de que supiera quién era cuando era la primera vez que nos veíamos- me han hablado de usted y... creo que podría ayudarme –dije terminando de acortar las distancias que me separaban de aquel hombre hasta acercarme al mostrador sin borrar mi sonrisa ladeada de mi rostro- preciosa colección tiene usted aquí, me pregunto si tendrá algo mucho más interesante guardado y que no esté cara al público, algo que quizás haya hecho usted mismo –apoyé mis brazos en el mostrador inclinándome ligeramente hacia delante observando las armas que había a mi alrededor- el paraíso de cualquier mercenario –comenté en un murmullo observando las armas que había en el lugar. Yo tenía en mi poder una daga antigua que estaba imbuida en magia antigua y arcaica, una daga que tenía runas grabadas en su hoja que hacía que pudiera atravesar barreras mágicas y que me había salvado en más de una ocasión en alguna misión peligrosa. A juego con dicha daga poseía también el péndulo que colgaba de mi cuello, también imbuida en la misma magia salvo que su habilidad era un tanto diferente, ya que cuando había magia de por medio o me acercaba a algo que desprendiera magia vibraba y se iluminaba de forma tenue, objetos poderosos y muy valiosos que me acompañaban desde hacía años. Mis ojos volvieron de nuevo a los del hombre y mordí mi labio inferior porque seguramente estaría pensando que iba por algo de información, pero se equivocaba bastante- seguramente piense que he venido por alguna de sus armas, y quizás me interese alguna, sin embargo otra es la cuestión que me ha traído hasta usted; información –hice una pequeña pausa- Pietro Baldissieri –dije apoyándome en el mostrador estudiando las reacciones del hombre esperando a que me dijera algo más sobre aquel hombre.
Rashida- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/03/2018
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Re: Sins Of The Night ~ Privado
Parecía que el hombre había aceptado en cierta manera las “condiciones” que había puesto, simplemente eran unas pautas a seguir ambos en lo que nuestra tregua duraba y formábamos equipo. La verdad era que quería dejarle claro que lo ayudaba y que no por eso debía de darme órdenes, yo también las recibía en la Organización y simplemente quería dejar el punto claro para que lo supiera. En ese sentido éramos iguales, también le aseguraba no meterme demasiado donde no me llamaban, no utilizar a sus socios y sus integrantes para mi propio beneficio porque mayormente yo estaba acostumbrada a trabajar sola, de hecho que yo le hubiera dicho sobre una tregua y formar equipo era algo que nadie hubiera esperado venir de mis labios. Sin embargo algo me decía que me interesaba, podría sacar información y como ya le había dicho la información, en mi mundo, era poder. Sabía que su cometido no era fácil ni tampoco sencillo, pero también que no tenía a nadie como yo en su equipo y que podría serle útil llegado cierto momento, él ya había visto mis habilidades y la jugada maestra que le había dado quitándole al topo en sus propias narices. Escuché sus palabras y lo que tuviera que decirme porque ahora era algo de los dos, estábamos en el mismo punto de partida y eso se traducía en que ambos estábamos en el mismo nivel y que debíamos de escucharnos. Decía que no era el líder, que a veces era el soldado y que otras sí ejercía de líder... me intrigó un poco el que dijera que había alguien con poder en la cima de todo aquello pero no pregunté porque quería saber qué tenía que aportar en mis condiciones, pero parecía que las entendía y estaba de acuerdo con ellas. Me dejó claro que no pasaba a crear el equipo, sino que pasaba a formar parte del mismo y mordí mi labio por ello aunque realmente, yo tenía ya un “equipo” al que ir, sin embargo era libre para unirme a la misión de Loyd si así lo deseaba. Sabía que Kenner no lo aceptaría pero, ¿por qué debía de enterarse el inmortal?
Lo miré de manera detenida cuando dijo que se preocupaba por mí y por todos los que tenía a su alrededor, que al parecer la muerte le rondaba y cuando no se podía cobrar el pago con él lo hacía con los de su alrededor. Ladeé la sonrisa por ello, ¿acaso yo no era parte de la muerte misma? Ejecutaba como si fuera la parca, mataba por encargo... me había medido con esta misma varias veces y ahí estaba, sentada en aquel sofá haciendo tregua y unión con un hombre que me desquiciaba y sacaba de mis casillas su forma de ser, la forma de actuar que tenía. También me contó acerca del licántropo y lo que había hecho, que era peligroso, que logró atraparlo y que tuvieron que lanzar un hechizo sobre él para que no lo encontrara pero que este seguía sus pasos, me avisaba de que tenía un enemigo potencial y peligroso que de encontrarme y de saber que “estaba” con él me mataría. Por supuesto que sabía lo que la Inquisición tenía, en la Orden estábamos al tanto de los condenados y de algunas misiones secretas que la propia Inquisición tenía, aunque por el momento no dije nada al respecto. El lobo era peligroso porque consiguió capturar a un grupo de vampiras milenarias junto con dos más, me advertía que no era un juego y yo ladeé ligeramente mi rostro sin apartar mi mirada azul del hombre.
-Resulta un tanto tierna tú preocupación Loyd, pero innecesaria –respondí tras apartar el pelo de su rostro y ver cómo cerraba los ojos, cómo se dejaba hacer a pesar del tira y afloja que habíamos mantenido desde el principio- sé lo que hace la Iglesia en París, sé que hay muchos sobrenaturales en la ciudad, sé de los condenados... no te olvides que para mí la información es poder. Pero no tienes que preocuparte, dices que la muerte te persigue y yo podría decirte que la tienes justo delante –lamí mi labio observándolo- sí, en cierto sentido soy como la “parca”, me he enfrentado a ella en varias ocasiones y aquí estoy. Pero también sé que no tienes a nadie como yo en tú equipo, en cierto sentido hasta te vendría bien contar con mi ayuda. Ya viste cómo me las gasté con el topo, de no haber tenido un plan de escape no habría sobrevivido en esa cabaña... eso fue una jugada sucia por tu parte –mis yemas delinearon su perfil, su mandíbula y su mentón sintiendo su piel bajo el tacto de mis yemas, caliente pese a que no era un licántropo- solo quiero que sepas que no me gusta que me dejen al margen, si algo puedo hacer no vas a ser quien para que me impidas hacerlo si yo me veo capacitada, no soy estúpida Loyd, no he sobrevivido todo este tiempo realizando actos suicidas –su respuesta sobre que no quería perder a nadie más me hizo morderme el labio mientras lo miraba, mi mano era reacia a apartarse de su tacto aunque fuera sobre su camisa- mis acciones son estudiadas al milímetro, no voy a poner la vida de nadie de los tuyos en riesgo, si es lo que te preocupa –hice una breve pausa- si ya hemos establecido los términos, y lo tenemos todo claro, vayamos a interrogar a tu topo que de seguro estará aburriéndose en el otro salón. De mientras me pensaré qué es aquello que voy a pedirte por esto, como me dijiste al principio –lancé una sonrisa ladina- quizás hasta te guste –cogí de nuevo el vaso apartándome del hombre, di el trago apurando el contenido y me levanté para mirarlo- sígueme, el topo nos espera.
Lo miré de manera detenida cuando dijo que se preocupaba por mí y por todos los que tenía a su alrededor, que al parecer la muerte le rondaba y cuando no se podía cobrar el pago con él lo hacía con los de su alrededor. Ladeé la sonrisa por ello, ¿acaso yo no era parte de la muerte misma? Ejecutaba como si fuera la parca, mataba por encargo... me había medido con esta misma varias veces y ahí estaba, sentada en aquel sofá haciendo tregua y unión con un hombre que me desquiciaba y sacaba de mis casillas su forma de ser, la forma de actuar que tenía. También me contó acerca del licántropo y lo que había hecho, que era peligroso, que logró atraparlo y que tuvieron que lanzar un hechizo sobre él para que no lo encontrara pero que este seguía sus pasos, me avisaba de que tenía un enemigo potencial y peligroso que de encontrarme y de saber que “estaba” con él me mataría. Por supuesto que sabía lo que la Inquisición tenía, en la Orden estábamos al tanto de los condenados y de algunas misiones secretas que la propia Inquisición tenía, aunque por el momento no dije nada al respecto. El lobo era peligroso porque consiguió capturar a un grupo de vampiras milenarias junto con dos más, me advertía que no era un juego y yo ladeé ligeramente mi rostro sin apartar mi mirada azul del hombre.
-Resulta un tanto tierna tú preocupación Loyd, pero innecesaria –respondí tras apartar el pelo de su rostro y ver cómo cerraba los ojos, cómo se dejaba hacer a pesar del tira y afloja que habíamos mantenido desde el principio- sé lo que hace la Iglesia en París, sé que hay muchos sobrenaturales en la ciudad, sé de los condenados... no te olvides que para mí la información es poder. Pero no tienes que preocuparte, dices que la muerte te persigue y yo podría decirte que la tienes justo delante –lamí mi labio observándolo- sí, en cierto sentido soy como la “parca”, me he enfrentado a ella en varias ocasiones y aquí estoy. Pero también sé que no tienes a nadie como yo en tú equipo, en cierto sentido hasta te vendría bien contar con mi ayuda. Ya viste cómo me las gasté con el topo, de no haber tenido un plan de escape no habría sobrevivido en esa cabaña... eso fue una jugada sucia por tu parte –mis yemas delinearon su perfil, su mandíbula y su mentón sintiendo su piel bajo el tacto de mis yemas, caliente pese a que no era un licántropo- solo quiero que sepas que no me gusta que me dejen al margen, si algo puedo hacer no vas a ser quien para que me impidas hacerlo si yo me veo capacitada, no soy estúpida Loyd, no he sobrevivido todo este tiempo realizando actos suicidas –su respuesta sobre que no quería perder a nadie más me hizo morderme el labio mientras lo miraba, mi mano era reacia a apartarse de su tacto aunque fuera sobre su camisa- mis acciones son estudiadas al milímetro, no voy a poner la vida de nadie de los tuyos en riesgo, si es lo que te preocupa –hice una breve pausa- si ya hemos establecido los términos, y lo tenemos todo claro, vayamos a interrogar a tu topo que de seguro estará aburriéndose en el otro salón. De mientras me pensaré qué es aquello que voy a pedirte por esto, como me dijiste al principio –lancé una sonrisa ladina- quizás hasta te guste –cogí de nuevo el vaso apartándome del hombre, di el trago apurando el contenido y me levanté para mirarlo- sígueme, el topo nos espera.
Rashida- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 04/03/2018
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Re: Sins Of The Night ~ Privado
¿Tierna? ¿Qué tiene de tierna su preocupación? Se aprieta la sien con la mano cuyo brazo mantiene contra el reposabrazos, esta mujer sigue dando dolores de cabeza cuando él intenta ser apacible y cordial. Es un grano en el culo, entiende que si no la mantiene en su sitio, entonces tendrá un problema mayor porque es cierto, no puede estar jugando a atrapar al zorro y al lobo al mismo tiempo. Mucho menos cuando su misión está en sitiar a Hernán y obtener de él lo único que necesita su alma para descansar: su muerte. Cada vez que parecer dar un paso para alcanzarlo, se le escapa de las manos como si fuera humo. Está harto de todo ésto, de la situación y de personas que, como Rashida, poco entienden lo importante que es para él. Y a pesar de ello, hace a un lado sus frustraciones para seguir relajado o lo poco que puede lograr.
Sus ojos la recorren, su rostro, esos ojos azules que parecen refulgir con la luz de las velas que apenas iluminan la habitación, por su cuerpo curvilíneo, lo suficiente para que pueda apreciar en él lo que le gusta, el busto generoso, las caderas bien redondeadas, los muslos que a través de la tela de los pantalones se muestran plenos y firmes. Por instinto, aleja su imagen de su mente y los ojos de su figura porque lo que menos desea es traicionar el recuerdo de su Grace y esta fémina no se lo deja fácil. - No fue una jugada sucia, fue una jugada de supervivencia. Tu cabeza por la seguridad de los míos. Y deja de alardear de lo que ya sé, que por más que me lo digas, no vas a tatuarla en mi cuerpo - tantas palabras le fastidian - no soy de hablar demasiado y lo mismo pido para quienes me rodean. Repetir algo que ya reconocí me genera dolor de cabeza, así que es suficiente - podría decir otra palabra más fuerte, sólo el recuerdo de su alianza le detiene.
El recorrido de sus dedos por la piel de su barba le descarga una corriente por todas sus terminaciones nerviosas. ¿Qué tiene esta mujer para que esté pensando en algo que le es impropio? Es un hombre viudo y se debe al recuerdo de su esposa. En su mente pasa una frase que le dijera la misma Nonna hace unos días "Una cosa es que seas viudo y otra que dejes de ser hombre, ve y acuéstate con una mujer, que se nota que te falta ejercitar esa cabeza también". En su momento, provocó un gruñido, ahora, teniendo el aroma de esta fémina tan cerca, se pregunta si no es un mojigato. Aprieta los ojos con fuerza aspirando fuerte el aire para mantenerlo en los pulmones, terminando de juguetear con el vaso para apurar el contenido del mismo. La cabeza le va a explotar en cualquier momento y en lugar de retirarse del sitio, opta por acomodarse mejor en el sillón. Sintiendo la proximidad de la mujer cada vez más tentadora.
Su tacto por el tórax, le despierta algo que creyó muerto, su virilidad se ensancha buscando alivio. El coqueteo no le pasa desapercibido, antes de siquiera reaccionar a éste, se pone en pie para incitarlo a ir a por el topo. Otra sesión de tortura se viene y está agotado a tal grado, que preferiría que ella hiciera los honores. Le imita recuperando la vertical - de acuerdo, sólo una condición a tu propuesta. No me importa lo que digas, si eres competente o no, por favor, por favor, Rashida, si vas a ir a por alguien, me avisas. Me explicas por qué y yo te explicaré mis razones del por qué sí te apoyo o por qué me opongo. Y cada vez que hablemos de ello, escúchame. Me comprometo a hacer lo mismo. No quiero problemas por más que pienses que no los habrá si haces algo. Nuestras intenciones no son sólo quitarnos de encima a los inquisidores, nuestro fin es atacar y destruir Notre Dame. ¿Entiendes por qué tus acciones repercuten en nuestros planes? No sólo es una escaramuza, es una guerra - advierte deteniendo su andar sujetando su mano. Por inercia, entrelaza los dedos con los suyos. - Si es así, vamos con el topo, veamos qué tiene qué decir - avanza lo justo para darse cuenta de que alguien lo ancla.
Al mirar hacia atrás, ve su mano entrelazada con la suya, extrañado de que su instinto haya decidido por él, atarlo a ella.
Sus ojos la recorren, su rostro, esos ojos azules que parecen refulgir con la luz de las velas que apenas iluminan la habitación, por su cuerpo curvilíneo, lo suficiente para que pueda apreciar en él lo que le gusta, el busto generoso, las caderas bien redondeadas, los muslos que a través de la tela de los pantalones se muestran plenos y firmes. Por instinto, aleja su imagen de su mente y los ojos de su figura porque lo que menos desea es traicionar el recuerdo de su Grace y esta fémina no se lo deja fácil. - No fue una jugada sucia, fue una jugada de supervivencia. Tu cabeza por la seguridad de los míos. Y deja de alardear de lo que ya sé, que por más que me lo digas, no vas a tatuarla en mi cuerpo - tantas palabras le fastidian - no soy de hablar demasiado y lo mismo pido para quienes me rodean. Repetir algo que ya reconocí me genera dolor de cabeza, así que es suficiente - podría decir otra palabra más fuerte, sólo el recuerdo de su alianza le detiene.
El recorrido de sus dedos por la piel de su barba le descarga una corriente por todas sus terminaciones nerviosas. ¿Qué tiene esta mujer para que esté pensando en algo que le es impropio? Es un hombre viudo y se debe al recuerdo de su esposa. En su mente pasa una frase que le dijera la misma Nonna hace unos días "Una cosa es que seas viudo y otra que dejes de ser hombre, ve y acuéstate con una mujer, que se nota que te falta ejercitar esa cabeza también". En su momento, provocó un gruñido, ahora, teniendo el aroma de esta fémina tan cerca, se pregunta si no es un mojigato. Aprieta los ojos con fuerza aspirando fuerte el aire para mantenerlo en los pulmones, terminando de juguetear con el vaso para apurar el contenido del mismo. La cabeza le va a explotar en cualquier momento y en lugar de retirarse del sitio, opta por acomodarse mejor en el sillón. Sintiendo la proximidad de la mujer cada vez más tentadora.
Su tacto por el tórax, le despierta algo que creyó muerto, su virilidad se ensancha buscando alivio. El coqueteo no le pasa desapercibido, antes de siquiera reaccionar a éste, se pone en pie para incitarlo a ir a por el topo. Otra sesión de tortura se viene y está agotado a tal grado, que preferiría que ella hiciera los honores. Le imita recuperando la vertical - de acuerdo, sólo una condición a tu propuesta. No me importa lo que digas, si eres competente o no, por favor, por favor, Rashida, si vas a ir a por alguien, me avisas. Me explicas por qué y yo te explicaré mis razones del por qué sí te apoyo o por qué me opongo. Y cada vez que hablemos de ello, escúchame. Me comprometo a hacer lo mismo. No quiero problemas por más que pienses que no los habrá si haces algo. Nuestras intenciones no son sólo quitarnos de encima a los inquisidores, nuestro fin es atacar y destruir Notre Dame. ¿Entiendes por qué tus acciones repercuten en nuestros planes? No sólo es una escaramuza, es una guerra - advierte deteniendo su andar sujetando su mano. Por inercia, entrelaza los dedos con los suyos. - Si es así, vamos con el topo, veamos qué tiene qué decir - avanza lo justo para darse cuenta de que alguien lo ancla.
Al mirar hacia atrás, ve su mano entrelazada con la suya, extrañado de que su instinto haya decidido por él, atarlo a ella.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: Sins Of The Night ~ Privado
Los términos habían quedado claros y poco más había que decir al respecto, ambos estábamos de acuerdo con la tregua y la unión y ahora quedaba primero interrogar al topo para saber qué podíamos sacar de él, toda la información que pudiéramos reunir para tener una idea y elaborar los planes que fueran necesarios. No me había pasado desapercibido cómo sus ojos recorrieron mi cuerpo y mi figura mientras yo simplemente lo contemplaba sin decir nada, hasta que sus ojos se apartaron de mi figura y él afirmó que lo que había hecho en la cabaña había sido para la supervivencia de los suyos, francamente poco le importaría el que me pudiera pasar algo porque él miraba por los suyos, sin embargo no me quedó del todo claro por qué ir él a por el topo y decirme a mí que no fuera a por él, cuando no nos conocíamos de nada y apenas teníamos contacto. Me dijo que no era necesario que le repitiera lo que ya sabía, lo que había hecho yo sola y solo pude sonreír de lado por ello sin querer decirle nada al respecto, ya se lo había dicho todo. Según decía no era de hablar demasiado y lo había podido comprobar en el momento en que desperté tras quedar inconsciente por la herida, él apenas me había dado información y aunque yo también era de hablar poco él me había sacado d mis casillas tanto que había hablado de más. De normalidad era más fría y callada, era más de actuar que de hablar. De nuevo no se apartó tras mi toque que, aunque no fue demasiado extenso, tampoco elevó su mano para apartarla de la mía y que dejara de tocarlo. Sin embargo el tiempo apremiaba y era hora más bien de pasar a interrogar al topo para ver lo que nos decía, para ver qué tenía de útil para ambos. Tampoco sabía cómo íbamos a abordarlo, de normal interrogaba sola a mis presas y no lo hacía con alguien más por lo que no entendía cómo lo haríamos, pero de alguna forma seguro. Por eso mismo tras todo aclarado me levanté tras apurar el vaso dejándolo sobre la mesa, el topo estaba en otra de las salas y solo si yo iba con él podría verlo, pues el hechizo seguía vigente y aunque lo tuviera delante no lo vería.
Esperé a que él me siguiera para salir del salón y encaminarnos mientras lo escuchaba hablar tras mi espalda en la que me pedía una condición que me sonó de lo más extraña, ¿por qué decirle a por quién iba a ir, y a por quién no? Como ya le había dicho pertenecía a una Orden donde me mandaban misiones y aunque a veces estas eran de cazarecompensas, de buscar y encontrar objetos perdidos y valiosos, también nos encomendaban asesinatos... y eso era algo que no dejaría de hacer por mucho que él me dijera. Así que todo lo que quedara dentro de la Orden y fuera de este no tendría nada que ver con Loyd y mucho menos tendría que decirle algo al respecto, entendía que si era con su causa si se lo dijera y de llegar el caso es lo que haría porque para eso ahora formábamos un equipo, y además, había quedado claro en las condiciones que habíamos dicho hacía apenas unos minutos. Me pedía que lo escuchara cuando tuviera algo que decirme y no pude evitar ladear ligeramente mi sonrisa, escuchar no es que se me diera del todo bien pero lo haría al fin y al cabo, es a lo que me había comprometido y él también. También me dijo que su objetivo no era ir solo contra la iglesia, sino que pretendía atacar un símbolo emblemático del mismo y que era bastante conocido en la ciudad de París: la catedral de Notre Dame. Ante eso sentí que su mano tomaba la mía y paraba mi avance, me giré para mirarlo tras saber su verdadero objetivo, uno que no sería para nada fácil y que le llevaría su tiempo. ¿Atentar contra un símbolo de la Iglesia? Bien, me apuntaba porque sabía que sería darles donde más le dolían... pese a que no tenía nada en contra de la catedral, había estado varias veces en anteriores visitas a París. Su mano había tomado la mía y, sin saber bien por qué, sus dedos se habían entrelazados con los míos. Sentía su calor envolviendo mi mano, me dijo que si estaba de acuerdo entonces que fuéramos a por el topo y yo solo podía pensar en por qué había tomado así mi mano. De hecho, cuando avanzó se tuvo que parar porque yo me había quedado quieta y al girarse él mismo advirtió lo mismo que yo; nuestras manos entrelazadas.
-Arriesgada misión la tuya, ¿no crees? La catedral es un símbolo de la ciudad y no creo que sea fácil lo que pretendes. Atacarás no solo un lugar importante de la ciudad, sino también un lugar que es un emblema para la iglesia... me gusta –afirmé por ello- sería darles donde más les duele, algo que nunca nadie ha hecho en toda la historia –era arriesgado pero si lo hacía bien podría tener éxito- sabes que tengo misiones Loyd, te lo dije, pero todo lo que ataña a ti o a tu organización prometo que lo hablaré antes contigo y te lo haré saber. Si descubro información que te atañe a ti te la haré llegar, si hay un objetivo por el cual ir te avisaré antes para saber si cuento contigo o no, sí, lo prometo –puede que me costara pero entendía lo que me pedía. Acorté la distancia aunque no quité mis dedos entrelazados con los suyos- me comprometo con tu guerra Loyd –dije quedando justo frente a él, elevé mi rostro acercándolo al suyo para dejar que notara mi cálido aliento- sigo pensando que eres demasiado tierno –dije porque sabía que eso no le había gustado, aunque su acción no lo descartaba del todo, mi otra mano subió hasta dejar mi palma acunando su mejilla- creo que te preocupas por mí y por todos en exceso, tiendes a preocuparte por todos y te olvidas de que hay quienes pueden hacerlo solos... y eso me lleva a preguntarme; ¿quién se preocupa por ti? –Lo miré dejando que mi aliento impactara contra su rostro, su cercanía me empujaba a estar más cerca y yo no entendía por qué me pasaba eso- Oh, ahora es cuando me sueltas que no necesitas a nadie que se preocupe por ti... sin embargo llevas demasiada presión en tus hombros, demasiado peso que cargar a tu espalda. Por eso luces tan cansado ahora, dejas que todo te pase factura solo a ti –no lo sabía con certeza pero era lo que me hacía pensar- no te vendría mal dejarte llevar un día, unas horas, un rato... quizás descubres que no es tan malo, Loyd. Podría enseñarte –lo miré con una sonrisa, ¿le estaba haciendo una propuesta indecente, a él? Sí, al parecer me había vuelto loca... o no, porque el hombre era condenadamente atractivo y aunque me era desquiciante una cosa no quitaba la otra- pasemos a interrogar al topo, no he hecho esto con nadie más así que no sé bien cómo quieres hacerlo –dije poniendo distancia porque ya me había acercado demasiado a él, era reticente a soltar sus dedos pero debíamos de movernos y simplemente tiré de él llevándolo por el pasillo hasta llegar a unas dobles puertas con una pequeña cristalera en mitad de esta, de la cual no se dejaba ver lo que había dentro, para mirarlo- bien, veamos que tiene que decirnos tú pequeño amigo –sonreí soltando su mano para abrir las puertas y dejar que entrara donde el topo se encontraba atado en una silla, en mitad de la sala, amordazado para que no pudiera hacer nada- haría presentaciones pero ya os conocéis. Así que, ¿qué tal si empezamos?
Esperé a que él me siguiera para salir del salón y encaminarnos mientras lo escuchaba hablar tras mi espalda en la que me pedía una condición que me sonó de lo más extraña, ¿por qué decirle a por quién iba a ir, y a por quién no? Como ya le había dicho pertenecía a una Orden donde me mandaban misiones y aunque a veces estas eran de cazarecompensas, de buscar y encontrar objetos perdidos y valiosos, también nos encomendaban asesinatos... y eso era algo que no dejaría de hacer por mucho que él me dijera. Así que todo lo que quedara dentro de la Orden y fuera de este no tendría nada que ver con Loyd y mucho menos tendría que decirle algo al respecto, entendía que si era con su causa si se lo dijera y de llegar el caso es lo que haría porque para eso ahora formábamos un equipo, y además, había quedado claro en las condiciones que habíamos dicho hacía apenas unos minutos. Me pedía que lo escuchara cuando tuviera algo que decirme y no pude evitar ladear ligeramente mi sonrisa, escuchar no es que se me diera del todo bien pero lo haría al fin y al cabo, es a lo que me había comprometido y él también. También me dijo que su objetivo no era ir solo contra la iglesia, sino que pretendía atacar un símbolo emblemático del mismo y que era bastante conocido en la ciudad de París: la catedral de Notre Dame. Ante eso sentí que su mano tomaba la mía y paraba mi avance, me giré para mirarlo tras saber su verdadero objetivo, uno que no sería para nada fácil y que le llevaría su tiempo. ¿Atentar contra un símbolo de la Iglesia? Bien, me apuntaba porque sabía que sería darles donde más le dolían... pese a que no tenía nada en contra de la catedral, había estado varias veces en anteriores visitas a París. Su mano había tomado la mía y, sin saber bien por qué, sus dedos se habían entrelazados con los míos. Sentía su calor envolviendo mi mano, me dijo que si estaba de acuerdo entonces que fuéramos a por el topo y yo solo podía pensar en por qué había tomado así mi mano. De hecho, cuando avanzó se tuvo que parar porque yo me había quedado quieta y al girarse él mismo advirtió lo mismo que yo; nuestras manos entrelazadas.
-Arriesgada misión la tuya, ¿no crees? La catedral es un símbolo de la ciudad y no creo que sea fácil lo que pretendes. Atacarás no solo un lugar importante de la ciudad, sino también un lugar que es un emblema para la iglesia... me gusta –afirmé por ello- sería darles donde más les duele, algo que nunca nadie ha hecho en toda la historia –era arriesgado pero si lo hacía bien podría tener éxito- sabes que tengo misiones Loyd, te lo dije, pero todo lo que ataña a ti o a tu organización prometo que lo hablaré antes contigo y te lo haré saber. Si descubro información que te atañe a ti te la haré llegar, si hay un objetivo por el cual ir te avisaré antes para saber si cuento contigo o no, sí, lo prometo –puede que me costara pero entendía lo que me pedía. Acorté la distancia aunque no quité mis dedos entrelazados con los suyos- me comprometo con tu guerra Loyd –dije quedando justo frente a él, elevé mi rostro acercándolo al suyo para dejar que notara mi cálido aliento- sigo pensando que eres demasiado tierno –dije porque sabía que eso no le había gustado, aunque su acción no lo descartaba del todo, mi otra mano subió hasta dejar mi palma acunando su mejilla- creo que te preocupas por mí y por todos en exceso, tiendes a preocuparte por todos y te olvidas de que hay quienes pueden hacerlo solos... y eso me lleva a preguntarme; ¿quién se preocupa por ti? –Lo miré dejando que mi aliento impactara contra su rostro, su cercanía me empujaba a estar más cerca y yo no entendía por qué me pasaba eso- Oh, ahora es cuando me sueltas que no necesitas a nadie que se preocupe por ti... sin embargo llevas demasiada presión en tus hombros, demasiado peso que cargar a tu espalda. Por eso luces tan cansado ahora, dejas que todo te pase factura solo a ti –no lo sabía con certeza pero era lo que me hacía pensar- no te vendría mal dejarte llevar un día, unas horas, un rato... quizás descubres que no es tan malo, Loyd. Podría enseñarte –lo miré con una sonrisa, ¿le estaba haciendo una propuesta indecente, a él? Sí, al parecer me había vuelto loca... o no, porque el hombre era condenadamente atractivo y aunque me era desquiciante una cosa no quitaba la otra- pasemos a interrogar al topo, no he hecho esto con nadie más así que no sé bien cómo quieres hacerlo –dije poniendo distancia porque ya me había acercado demasiado a él, era reticente a soltar sus dedos pero debíamos de movernos y simplemente tiré de él llevándolo por el pasillo hasta llegar a unas dobles puertas con una pequeña cristalera en mitad de esta, de la cual no se dejaba ver lo que había dentro, para mirarlo- bien, veamos que tiene que decirnos tú pequeño amigo –sonreí soltando su mano para abrir las puertas y dejar que entrara donde el topo se encontraba atado en una silla, en mitad de la sala, amordazado para que no pudiera hacer nada- haría presentaciones pero ya os conocéis. Así que, ¿qué tal si empezamos?
Rashida- Hechicero Clase Alta
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Re: Sins Of The Night ~ Privado
La mirada clava en sus manos entrelazadas debió provocar que él la retirara, en lugar de eso, la mantuvo porque de vez en cuando, necesitaba un contacto que le ponga los pies en la tierra, que le haga sentir cercano a alguien porque en esta vorágine de locura en la que la venganza y el odio le embargan, se pierde y desconoce su naturaleza humana sintiéndose cada vez más alejado del mundo. Por esa razón es que le mantiene firme el contacto. ¿Verdad? De lo contrario, estaría pensando demasiado en que esta mujer se le está metiendo a través de las hendiduras de su armadura largamente pulida y creada para evitar que los demás queden afuera. Que alcancen su corazón es una molestia. Un estorbo para alguien que está dedicado a vengar a aquélla que fuera el amor de su vida y a quien no puede desterrar de su memoria, de sus sueños y sus noches solitarias. Grace fue la única mujer que amó. Puede estar seguro que no volverá a albergar sentimientos de ese tipo porque de lo contrario, la siguiente fémina que pierda, así sea por el transcurso del tiempo, le será más que insoportable.
La soledad fue abrazada por el médico como la mejor medicina de todas. Si no tiene a nadie quien le ate a la vida, ¿Por qué no arriesgarse en esta empresa que la propia Rashida, en toda su experiencia, reconoce como una idea brillante y desquiciada? No podría. Que los demás se unan a su causa por otras motivaciones, no apaga su deseo suicida. No puede atentar contra su propia vida por los preceptos que le enseñaron durante toda su vida, en casa de inquisidores, las leyes de Dios, como los mandamientos, son seguidos a rajatabla y a pesar de que él, ya no cree en la iglesia, sí lo hace en Dios y sus santos. Y por supuesto, cree en el paraíso, donde Grace le esperará sin duda alguna, al menos para ver su rostro antes de ser sumido en el infierno donde sus pecados le llevarán. ¿Qué es el sufrimiento eterno a cambio de que ella descanse en paz? Poco, demasiado poco para quien se siente enloquecido por la pérdida. - Sí, es un gran objetivo y sé que lo derrumbaremos antes de que la iglesia se dé cuenta de nuestras intenciones, es por ello que te pido que me informes de todos tus movimientos, así podré indicarte cuáles terminarán de caer o bien, necesitan seguir de pie para nuestros propósitos. Si atacamos demasiado, sospecharán y mientras menos sepan de nuestras intenciones, mayor es la probabilidad de éxito - confía en eso.
Sus ojos se deslizan al rostro de la fémina que se acerca, lo hipnotiza por causas desconocidas, quizá sea ese aire fiero y la fortaleza que a comparación de la fragilidad de Grace, es refrescante. Casi insultante porque a ella no tiene por qué protegerla e inclusive, que insista en lo tierno que es, le produce un gruñido que emana de su fornido pecho hasta resonar grueso en su garganta. Toda incomodidad se pierde cuando ella se acerca demasiado, lo roza, incitando un instinto que pensó, había sepultado con el cuerpo de su esposa hace ya tantos años. Sus ojos parecen un par de rendijas pequeñas con la pregunta y la respuesta no se deja esperar - ¿Por qué alguien debiera preocuparse por mí? Nonna lo hace, Aglaia también, aunque desconozco sus motivos. Eso sólo me hace sentir raro - porque está acostumbrado a ser él quien vigila a los demás, quien se preocupa y los cuida. Esta fémina está exigiendo algo que quizá Loyd no está dispuesto a entregar.
Su vulnerabilidad.
El cuerpo se tensa ante la proximidad de Rashida quien continúa en un empeño por estar más cerca suyo. Si le incomodara, daría media vuelta, por el contrario, anhela que continúe en este raro empeño de acariciar su rostro. Sus palabras le descolocan por completo. Acostumbrado a ser médico, protector, ermitaño. Su paso por la vida le impidió conocer más allá de su pequeña familia una vez que fue trasladado a con los Granchester. Demasiado joven para saber lo que era el coqueteo sexual, se descubrió enamorado después de la hija de su mentor, por lo que poco pudo hacer para pretenderla puesto que había un acuerdo tácito entre ellos de correspondencia. Si Rashida pudiera ver más allá de su apariencia, notaría que en el fondo, Loyd no es más que un chico más virgen que otros, enseñado en una cerrada familia donde el preguntar del sexo estaba prohibido y en el que sus nociones básicas eran las que le había dado Daniel Moncrieff: A se introduce en B. Y B es la parte de la mujer. Para que se dé la adecuada procreación, la mujer debe estar cubierta por una sábana.
Nunca, nunca vio por completo el cuerpo de su esposa. Él cumplía con su función de marido, cuando el amante era algo impensable y preguntarle a su suegro que hacía también el papel de tutor, sería cuestionable para su pudor y el respeto que le tenía. Si Rashida supiera cuán virgen en realidad era Loyd, no estaría haciendo estas preguntas. Esa es la razón del por qué el rostro del hombre queda tan consternado sin comprender lo que le dijo. Y también, su semblante serio y callado cuando le acompaña hasta con el topo, quien en cuanto se hacen las presentaciones no está tan nervioso como el médico intentando recuperar la pequeña mano de la mujer en la suya, ahora que ha sido abandonada y siente cómo se enfría sin su calor. Haciendo a un lado toda esta escena inexplicable para su mente, se aboca a lo que sí entiende: la tortura al hombre que le engañara. No tiene que hacer demasiado, la simple presencia de Loyd y su fama, le preceden. Es un tipo duro, rígido, amargado, con una habilidad en medicina tan crucial, que sólo basta un simple movimiento para que el otro cante como ruiseñor en plena primavera.
Al término de la "sesión" -si así puede llamarse a los quince minutos que les costó sacar todo del interior del hombre-, el inglés se queda pensando en tanto limpia sus manos de las pocas gotas de sangre que salieron de un puñetazo que le dio al final. Sí, porque para torturas, Loyd es increíble: no sangra ni provoca heridas, sólo necesita saber dónde duele más para presionar y las palabras salen solas. - Así que Septimus me busca para castigarme y la inquisición está preparando un envío de armas al Vaticano. Han de ser las que me contó Yendra. Es una cambiante con la que me atrapó el licántropo Septimus. Ella me ayudó a escapar y el inquisidor le disparó con un arma que le hizo arder la piel durante días. Tengo la bala, al parecer, lograron hacer que la plata quedara líquida dentro de ella y al impacto con el sobrenatural, se riega el contenido haciendo que la herida sea imposible de cerrar, envenenando la zona - le explica con paciencia. Mira al topo con asco y hastío - ¿Sabías que si lo hubieras dicho, Aleera te habría pagado el triple por tu silencio? Eres un estúpido, la próxima vez, ¿Qué estoy diciendo? No habrá próxima vez. Que el infierno te cobije porque irás directo allá, por mi parte, terminé, sigues tú - se lo deja en bandeja de plata, incapaz de mirar.
Así que sale del lugar con intenciones de regresar al sitio de donde salieran, para servirse en otro vaso el contenido de alcohol suficiente para beber y rellenar. Para cuando ella llega, Loyd está sentado en un sillón, con los brazos contra el respaldo, abiertos y las piernas colocadas en compás. Pareciera que descansa, de no ser porque los pasos de la mujer le alertan y abre los ojos mirándola - ¿Terminaste? ¿Estás satisfecha con sus respuestas? - sus ojos la recorren sin que se lo proponga. Es bella, mucho muy bella. No se compara a Grace porque son dos envases por completo diferentes. Una era la fragilidad en persona, ésta es la fortaleza hecha mujer. Y sin embargo, le atrae. Se relame los labios inquieto, sintiendo cómo su cuerpo reacciona ante la presencia de la cazarrecompensas. Sin pensarlo, alarga la mano incitándola a tomarla y en cuanto lo haga, la llevará a su regazo para rodear su cuerpo con los brazos y mantenerla así, con la cabeza hundida entre esos largos, ensortijados y negros cabellos.
La soledad fue abrazada por el médico como la mejor medicina de todas. Si no tiene a nadie quien le ate a la vida, ¿Por qué no arriesgarse en esta empresa que la propia Rashida, en toda su experiencia, reconoce como una idea brillante y desquiciada? No podría. Que los demás se unan a su causa por otras motivaciones, no apaga su deseo suicida. No puede atentar contra su propia vida por los preceptos que le enseñaron durante toda su vida, en casa de inquisidores, las leyes de Dios, como los mandamientos, son seguidos a rajatabla y a pesar de que él, ya no cree en la iglesia, sí lo hace en Dios y sus santos. Y por supuesto, cree en el paraíso, donde Grace le esperará sin duda alguna, al menos para ver su rostro antes de ser sumido en el infierno donde sus pecados le llevarán. ¿Qué es el sufrimiento eterno a cambio de que ella descanse en paz? Poco, demasiado poco para quien se siente enloquecido por la pérdida. - Sí, es un gran objetivo y sé que lo derrumbaremos antes de que la iglesia se dé cuenta de nuestras intenciones, es por ello que te pido que me informes de todos tus movimientos, así podré indicarte cuáles terminarán de caer o bien, necesitan seguir de pie para nuestros propósitos. Si atacamos demasiado, sospecharán y mientras menos sepan de nuestras intenciones, mayor es la probabilidad de éxito - confía en eso.
Sus ojos se deslizan al rostro de la fémina que se acerca, lo hipnotiza por causas desconocidas, quizá sea ese aire fiero y la fortaleza que a comparación de la fragilidad de Grace, es refrescante. Casi insultante porque a ella no tiene por qué protegerla e inclusive, que insista en lo tierno que es, le produce un gruñido que emana de su fornido pecho hasta resonar grueso en su garganta. Toda incomodidad se pierde cuando ella se acerca demasiado, lo roza, incitando un instinto que pensó, había sepultado con el cuerpo de su esposa hace ya tantos años. Sus ojos parecen un par de rendijas pequeñas con la pregunta y la respuesta no se deja esperar - ¿Por qué alguien debiera preocuparse por mí? Nonna lo hace, Aglaia también, aunque desconozco sus motivos. Eso sólo me hace sentir raro - porque está acostumbrado a ser él quien vigila a los demás, quien se preocupa y los cuida. Esta fémina está exigiendo algo que quizá Loyd no está dispuesto a entregar.
Su vulnerabilidad.
El cuerpo se tensa ante la proximidad de Rashida quien continúa en un empeño por estar más cerca suyo. Si le incomodara, daría media vuelta, por el contrario, anhela que continúe en este raro empeño de acariciar su rostro. Sus palabras le descolocan por completo. Acostumbrado a ser médico, protector, ermitaño. Su paso por la vida le impidió conocer más allá de su pequeña familia una vez que fue trasladado a con los Granchester. Demasiado joven para saber lo que era el coqueteo sexual, se descubrió enamorado después de la hija de su mentor, por lo que poco pudo hacer para pretenderla puesto que había un acuerdo tácito entre ellos de correspondencia. Si Rashida pudiera ver más allá de su apariencia, notaría que en el fondo, Loyd no es más que un chico más virgen que otros, enseñado en una cerrada familia donde el preguntar del sexo estaba prohibido y en el que sus nociones básicas eran las que le había dado Daniel Moncrieff: A se introduce en B. Y B es la parte de la mujer. Para que se dé la adecuada procreación, la mujer debe estar cubierta por una sábana.
Nunca, nunca vio por completo el cuerpo de su esposa. Él cumplía con su función de marido, cuando el amante era algo impensable y preguntarle a su suegro que hacía también el papel de tutor, sería cuestionable para su pudor y el respeto que le tenía. Si Rashida supiera cuán virgen en realidad era Loyd, no estaría haciendo estas preguntas. Esa es la razón del por qué el rostro del hombre queda tan consternado sin comprender lo que le dijo. Y también, su semblante serio y callado cuando le acompaña hasta con el topo, quien en cuanto se hacen las presentaciones no está tan nervioso como el médico intentando recuperar la pequeña mano de la mujer en la suya, ahora que ha sido abandonada y siente cómo se enfría sin su calor. Haciendo a un lado toda esta escena inexplicable para su mente, se aboca a lo que sí entiende: la tortura al hombre que le engañara. No tiene que hacer demasiado, la simple presencia de Loyd y su fama, le preceden. Es un tipo duro, rígido, amargado, con una habilidad en medicina tan crucial, que sólo basta un simple movimiento para que el otro cante como ruiseñor en plena primavera.
Al término de la "sesión" -si así puede llamarse a los quince minutos que les costó sacar todo del interior del hombre-, el inglés se queda pensando en tanto limpia sus manos de las pocas gotas de sangre que salieron de un puñetazo que le dio al final. Sí, porque para torturas, Loyd es increíble: no sangra ni provoca heridas, sólo necesita saber dónde duele más para presionar y las palabras salen solas. - Así que Septimus me busca para castigarme y la inquisición está preparando un envío de armas al Vaticano. Han de ser las que me contó Yendra. Es una cambiante con la que me atrapó el licántropo Septimus. Ella me ayudó a escapar y el inquisidor le disparó con un arma que le hizo arder la piel durante días. Tengo la bala, al parecer, lograron hacer que la plata quedara líquida dentro de ella y al impacto con el sobrenatural, se riega el contenido haciendo que la herida sea imposible de cerrar, envenenando la zona - le explica con paciencia. Mira al topo con asco y hastío - ¿Sabías que si lo hubieras dicho, Aleera te habría pagado el triple por tu silencio? Eres un estúpido, la próxima vez, ¿Qué estoy diciendo? No habrá próxima vez. Que el infierno te cobije porque irás directo allá, por mi parte, terminé, sigues tú - se lo deja en bandeja de plata, incapaz de mirar.
Así que sale del lugar con intenciones de regresar al sitio de donde salieran, para servirse en otro vaso el contenido de alcohol suficiente para beber y rellenar. Para cuando ella llega, Loyd está sentado en un sillón, con los brazos contra el respaldo, abiertos y las piernas colocadas en compás. Pareciera que descansa, de no ser porque los pasos de la mujer le alertan y abre los ojos mirándola - ¿Terminaste? ¿Estás satisfecha con sus respuestas? - sus ojos la recorren sin que se lo proponga. Es bella, mucho muy bella. No se compara a Grace porque son dos envases por completo diferentes. Una era la fragilidad en persona, ésta es la fortaleza hecha mujer. Y sin embargo, le atrae. Se relame los labios inquieto, sintiendo cómo su cuerpo reacciona ante la presencia de la cazarrecompensas. Sin pensarlo, alarga la mano incitándola a tomarla y en cuanto lo haga, la llevará a su regazo para rodear su cuerpo con los brazos y mantenerla así, con la cabeza hundida entre esos largos, ensortijados y negros cabellos.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: Sins Of The Night ~ Privado
Loyd no tenía que preocuparse por mis movimientos, la Orden había actuado desde hacía muchísimo tiempo y jamás nunca nadie sabía de su existencia, no actuábamos contra miembros de la Iglesia, jamás nos habían pedido ir contra ninguno, lo que me hacía pensar que ellos sí atacaban a la iglesia o a miembros de esta, pero por lo general no tratábamos con ellos y no tenía nada de lo que preocuparse porque mis misiones no se centraban en eso, sino mayormente en recuperar objetos que quizás podrían incluso no estar en París. Además no debía de olvidarme que yo tenía mi propia “misión” y que por eso mismo estaba en París, encontrar un libro importante que necesitaba y del que apenas sabía muy poco, el objetivo que Loyd me proponía era sin duda interesante, arriesgado, una meta muy alta que exigía y requería de coordinación, del momento adecuado, de medir los pasos para que no supiera nadie lo que ellos tramaban. Una empresa complicada, sin duda alguna, pero no por tanto imposible. Eso no hace que no me pregunte por qué no había apartado su mano de la mía, porqué dejaba ese contacto y no me apartaba como hubiera hecho con cualquier otro, provocando que mordiera mi labio acortando las distancias con ese hombre que, si bien me había sacado de mis casillas desde el momento en que lo conocí, ahora lo tenía frente a mí en una especie de unión mutua de la que ambos nos beneficiaríamos. Nada más había que observarlo bien para darse cuenta del estado en el que se encontraba, que cargaba mucho peso sobre sus hombros, que se preocupaba en exceso, pero parecía que nadie se preocupaba por él y eso le pasaba factura porque todo, absolutamente todo, lo cargaba sobre su persona. ¿Y qué más me daba a mí? Mis palabras habían salido solas de mi labio aun cuando yo no era así, cuando poco me importaba la gente, cuando poco era lo que me interesaba en los demás... y sin embargo ahí estaba, frente a él, con la escasa distancia entre ambos haciendo aquella pregunta y con mi mano acariciando su rostro. Si él hubiera querido habría dado media vuelta, se habría alejado dejándome de esa forma y sin embargo se quedaba, dejaba que lo acariciara sin mediar palabra como si él tampoco pudiera entender el motivo.
-No te preocupes Loyd, la Orden lleva actuando demasiados años, siglos más bien, y nadie sabe nada al respecto. Cualquier cosa que vea que puede interferir te lo diré, si con eso te quedas más tranquilo. No haré que vuestros planes decaigan, no será por mí por quien os descubran –acabé respondiendo mientras lo observaba de manera detenida- ¿te hace sentir raro que se preocupen por ti? Creo que has asumido demasiado el rol protector que no sabes lo que se siente al respecto, o lo has olvidado –debíamos de encargarnos del topo, era como si nos hubiéramos olvidado, el motivo por el que estábamos allí los dos. Lo conduje hasta la sala donde estaba para ver cómo lo interrogaba, podía ver que el topo tembló ante su presencia quizá por la fama que tenía el hombre. Dejé que fuera él primero el que interrogara para saber todo lo que había pasado, para empaparme de información que seguramente fuera importante. Apoyada contra la pared cruzada de brazos observaba la escena, decir que me había impresionado su manera de tortura era quedarse corta. Jamás pensé que aquel hombre pudiera hacer “cantar” al topo en cuestión de apenas quince, veinte minutos como máximo, y le dijera todo lo que necesitaba saber. Sin sangre, algo que no muchos podían darse el lujo de decir. Había observado los movimientos del hombre admirando lo que hacía, mordí mi labio inferior sobre lo que parecía saber acerca de ello que era más de lo que hubiera pensado en un momento, lo bien que se le daba hasta que simplemente terminó con un puñetazo en su rostro que eso sí le hizo sangrar. Sus palabras destilaban odio por lo que el topo había hecho, destilaban rencor por todo lo que había pasado mientras me enteraba sobre aquel Inquisidor que lo había atrapado, el cargamento de armas, las balas de plata que habían creado con líquido dentro que podría ser un peligro para un licántropo, lo observé mientras se limpiaba las manos con un pañuelo y se “despedía” de aquel que había trabajado para él mientras me concedía mi turno y salía de la sala dejándonos solos. Silbé observando al hombre una vez Loyd había salido y me acerqué quedando frente a él- no pensé que fuera tan eficaz su tortura, has cantado cual pajarito... pero eso a mí no me vale, yo no soy como él, soy más bien partidaria del dolor, de la sangre... creo que entiendes por dónde voy –comenté observándolo- y mis preguntas van por otros lados, así que; ¿comenzamos, pajarito? –Pregunté dando por empezada la sesión. Yo tardé un poco más que Loyd en sacar mis respuestas, claro que no había sido para nada como lo había él antes y mi interrogatorio había implicado dolor y sangre para acabar con la muerte del topo. Limpié mi daga antes de salir de la estancia y la guardé en su funda volviendo al salón donde me encontré con Loyd sentado en el sofá, con un vaso en su mano, sus ojos cerrados se abrieron cuando me acercaba repasándome con la mirada mientras yo hacía lo mismo. Mordí mi labio porque su postura era como una invitación que costaba resistir, sin embargo ladeé la sonrisa a sus preguntas en lo que acortaba la distancia para quedar frente a él- lo cierto es que sí, terminé y sí, obtuve lo que quería –mi mirada fija en la suya cuando paré frente a él, entonces sin esperarlo su mano se alzó en mi dirección invitándome a que la tomara, sin embargo yo fui más allá y acorté totalmente distancias al coger su mano porque me senté sobre él con cada rodilla a cada lado de su cuerpo, el entre mis piernas en lo que mi otra mano ascendía por su pecho de manera lenta- ¿cómo has hecho eso? Has hecho que te cuente todo en cuestión de minutos –reconocía que una parte de mí se había excitado al verlo manejarse de esa forma, sin sangre, como si supiera qué puntos tocar para que le contara absolutamente todo- ha sido fascinante –porque quien se prestara para interrogar sabía que siempre había sangre de por medio, sin dolor no se obtenían respuestas- ¿y tú, mejor al saber que la información que te ha dado es crucial y que puede ayudarte en tu objetivo? Podría intentar averiguar cuándo es el golpe, tengo ojos y oídos por todos lados –aseguré viendo que daba otro trago al vaso, se lo quité para terminar yo el contenido dejándolo a un lado, mi rostro se acercó al suyo para dejar que de nuevo mi aliento rozara su piel aunque en ese momento mis labios apenas se separaban de los suyos- tienes que enseñarme –murmuré subiendo mis ojos a los suyos para observarlo- me pediste algo a cambio, quiero que me enseñes Loyd –mi tono bajo, sugerente, provocador mientras mi mano subía lenta por su pecho sintiendo su cuerpo bajo mis piernas- yo podría enseñarte otras cosas, como por ejemplo, cómo liberar tensión de tu cuerpo... te aseguro que lo andas necesitando –apenas un roce, apenas un movimiento en aquel calor envolvente que nos mantenía presos, ¿cómo habíamos llegado a ese punto? Lo desconocía. Con mi mano cogiendo todavía la suya la llevé a mi cadera, en un intento porque la dejara allí, sintiendo su enorme mano en aquel lugar, mi otra mano fue hasta su nuca enredando algunos mechones de su pelo entre mis dedos- hazlo –dije sobre sus labios, mientras parte de mi pelo caía como una cascada por mi brazo, justo antes de acortar distancias tentando y provocándolo para acabar besando sus labios, imposible contenerme cuando lo tenía así, imposible saber qué impulso me llevaba a hacerlo.
-No te preocupes Loyd, la Orden lleva actuando demasiados años, siglos más bien, y nadie sabe nada al respecto. Cualquier cosa que vea que puede interferir te lo diré, si con eso te quedas más tranquilo. No haré que vuestros planes decaigan, no será por mí por quien os descubran –acabé respondiendo mientras lo observaba de manera detenida- ¿te hace sentir raro que se preocupen por ti? Creo que has asumido demasiado el rol protector que no sabes lo que se siente al respecto, o lo has olvidado –debíamos de encargarnos del topo, era como si nos hubiéramos olvidado, el motivo por el que estábamos allí los dos. Lo conduje hasta la sala donde estaba para ver cómo lo interrogaba, podía ver que el topo tembló ante su presencia quizá por la fama que tenía el hombre. Dejé que fuera él primero el que interrogara para saber todo lo que había pasado, para empaparme de información que seguramente fuera importante. Apoyada contra la pared cruzada de brazos observaba la escena, decir que me había impresionado su manera de tortura era quedarse corta. Jamás pensé que aquel hombre pudiera hacer “cantar” al topo en cuestión de apenas quince, veinte minutos como máximo, y le dijera todo lo que necesitaba saber. Sin sangre, algo que no muchos podían darse el lujo de decir. Había observado los movimientos del hombre admirando lo que hacía, mordí mi labio inferior sobre lo que parecía saber acerca de ello que era más de lo que hubiera pensado en un momento, lo bien que se le daba hasta que simplemente terminó con un puñetazo en su rostro que eso sí le hizo sangrar. Sus palabras destilaban odio por lo que el topo había hecho, destilaban rencor por todo lo que había pasado mientras me enteraba sobre aquel Inquisidor que lo había atrapado, el cargamento de armas, las balas de plata que habían creado con líquido dentro que podría ser un peligro para un licántropo, lo observé mientras se limpiaba las manos con un pañuelo y se “despedía” de aquel que había trabajado para él mientras me concedía mi turno y salía de la sala dejándonos solos. Silbé observando al hombre una vez Loyd había salido y me acerqué quedando frente a él- no pensé que fuera tan eficaz su tortura, has cantado cual pajarito... pero eso a mí no me vale, yo no soy como él, soy más bien partidaria del dolor, de la sangre... creo que entiendes por dónde voy –comenté observándolo- y mis preguntas van por otros lados, así que; ¿comenzamos, pajarito? –Pregunté dando por empezada la sesión. Yo tardé un poco más que Loyd en sacar mis respuestas, claro que no había sido para nada como lo había él antes y mi interrogatorio había implicado dolor y sangre para acabar con la muerte del topo. Limpié mi daga antes de salir de la estancia y la guardé en su funda volviendo al salón donde me encontré con Loyd sentado en el sofá, con un vaso en su mano, sus ojos cerrados se abrieron cuando me acercaba repasándome con la mirada mientras yo hacía lo mismo. Mordí mi labio porque su postura era como una invitación que costaba resistir, sin embargo ladeé la sonrisa a sus preguntas en lo que acortaba la distancia para quedar frente a él- lo cierto es que sí, terminé y sí, obtuve lo que quería –mi mirada fija en la suya cuando paré frente a él, entonces sin esperarlo su mano se alzó en mi dirección invitándome a que la tomara, sin embargo yo fui más allá y acorté totalmente distancias al coger su mano porque me senté sobre él con cada rodilla a cada lado de su cuerpo, el entre mis piernas en lo que mi otra mano ascendía por su pecho de manera lenta- ¿cómo has hecho eso? Has hecho que te cuente todo en cuestión de minutos –reconocía que una parte de mí se había excitado al verlo manejarse de esa forma, sin sangre, como si supiera qué puntos tocar para que le contara absolutamente todo- ha sido fascinante –porque quien se prestara para interrogar sabía que siempre había sangre de por medio, sin dolor no se obtenían respuestas- ¿y tú, mejor al saber que la información que te ha dado es crucial y que puede ayudarte en tu objetivo? Podría intentar averiguar cuándo es el golpe, tengo ojos y oídos por todos lados –aseguré viendo que daba otro trago al vaso, se lo quité para terminar yo el contenido dejándolo a un lado, mi rostro se acercó al suyo para dejar que de nuevo mi aliento rozara su piel aunque en ese momento mis labios apenas se separaban de los suyos- tienes que enseñarme –murmuré subiendo mis ojos a los suyos para observarlo- me pediste algo a cambio, quiero que me enseñes Loyd –mi tono bajo, sugerente, provocador mientras mi mano subía lenta por su pecho sintiendo su cuerpo bajo mis piernas- yo podría enseñarte otras cosas, como por ejemplo, cómo liberar tensión de tu cuerpo... te aseguro que lo andas necesitando –apenas un roce, apenas un movimiento en aquel calor envolvente que nos mantenía presos, ¿cómo habíamos llegado a ese punto? Lo desconocía. Con mi mano cogiendo todavía la suya la llevé a mi cadera, en un intento porque la dejara allí, sintiendo su enorme mano en aquel lugar, mi otra mano fue hasta su nuca enredando algunos mechones de su pelo entre mis dedos- hazlo –dije sobre sus labios, mientras parte de mi pelo caía como una cascada por mi brazo, justo antes de acortar distancias tentando y provocándolo para acabar besando sus labios, imposible contenerme cuando lo tenía así, imposible saber qué impulso me llevaba a hacerlo.
Rashida- Hechicero Clase Alta
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Re: Sins Of The Night ~ Privado
Contra todo lo que se espera de él, Loyd tiene una técnica de tortura única, utilizando sus conocimientos médicos para causar dolor en los lugares apropiados, no necesita derramar ni una sola gota de sangre. Cierto es que, cuando una persona le causa demasiados problemas, se ve en la penosa necesidad de aplicar técnicas más dolorosas y que marcan la epidermis haciendo que la misma no pueda regenerarse, creando cicatrices imposibles de borrar. Algunas incluso, pueden producir la muerte si no son bien tratadas. Esta vez, por conocer a la familia de este hombre y por los servicios prestados a medias, prefiere no dejar huellas de sus actos. Pensando en todo lo que el topo significó para su equipo, bebe del vaso observando a la mujer que entra a la habitación con interés.
Desearía saber qué es lo que piensa, qué es lo que pretende en realidad proponiendo una alianza al tiempo que le ofrece todo en su haber para ayudarlo. Habla de una Orden, el médico desconoce a qué se refiere. Hay demasiados enigmas alrededor de la fémina como para comprender qué es lo que busca, qué es lo que realmente pretende. Pensar en ella como en una espía, significaría echar por tierra todo lo que hasta el momento han avanzado. Si Aglaia tiene fe en ella, ¿Quién es Loyd para decir lo contrario? Se pasea una mano por los cabellos de la nuca un poco exasperado por la situación en que está sumido. Tiene razón al decir que se olvidó de que él también puede ser protegido. Desde pequeño, pugnó por cuidar de Charles y luego, de Annabeth. Incluso con su separación, sabía que los protegía, así los pequeños podrían tener una vida diferente, quizá menos mezclada con la locura de los sobrenaturales tras ellos y crecer con tranquilidad. Si lo piensa, hace mucho que no recordaba a sus hermanos, que no se ponía a meditar qué pasó con ellos. Para él, fueron sepultados en el momento en que su mentor le dijo que sus padres, los Moncrieff habían muerto.
Buscarlos sería una equivocación. Exponerlos a su propia vida, donde todos le persiguen, un sinsentido. Cierra los ojos recordando los rostros de ambos, sobre todo de Charles que estaba contrariado cuando le ordenaron subir a un carruaje diferente al que usaría Bruce y Annabeth. Pudo protestar, pedir que le dejaran llevarse a Charles, quien seguro entendería mejor la situación si hablaba con él. Ahora no tiene sentido que lo piense. Mejor concentrarse en el mujerón que va acercándose a él, como si fuera lo más interesante de la habitación y puede que tenga razón, porque es el único que está en ella aparte de Rashida. Sus ojos no se despegan de su figura cuando se le sube, con una pierna a cada lado de él, provocando que se le seque la garganta ante la posición francamente sexual que pocas veces puede apreciar en una mujer. Para él, la índole sexual se limita a lo escaso que compartió con Grace por las creencias religiosas tan fuertes en ambos.
La mano de la mujer se resbala por su tórax provocando escalofríos. A duras penas puede pronunciar en voz alta las siguientes palabras: - La tortura no es todo sangre y heridas imposibles de cerrar, es cuestión de aplicar el dolor exacto para que sea insoportable y entonces verás cómo están dispuestos a hablar - eleva los hombros hasta que su cuello se ve discordante haciendo un mohín. - Gracias, no creí que mi técnica de tortura fuera de interés - porque así es, muchos se regodeaban en la sangre, como si eso fuera lo único que importara en lugar de que la información final fuera el punto medular, que lo es. De sólo recordar a Septimus torturándolo, se le seca la garganta haciendo que acaricie su pecho donde el garrazo aún tarda en cicatrizar. Se infectó en determinado momento como si las garras del inquisidor tuvieran veneno. Ella le quita el vaso después de que él le da un trago, se lo lleva a la boca con movimientos que le provocan incomodidad en la entrepierna. Se pone nervioso sin saber bien cómo actuar ahora que han resuelto muchas dudas y la tensión en ellos se disipó. Al menos, la que les separaba.
Una tensión diferente se instala en la pareja, desconocedor de la sexualidad al ciento por ciento, Loyd se siente atrapado por esta mujer con rasgos felinos que parece estar dispuesta a devorarlo por completo. Recularía atrás de no ser porque el respaldo da contra su espalda, la voz aterciopelada, recubierta por el olor del licor le causa incomodidad dentro de los pantalones. Su miembro se endurece como nunca. Se queda atrapado en esta red de sexualidad que ella emana, con la caricia que continúa ascendiendo por su firme y marcado tórax. Es como si estuviera decidida a comer cada parte del hombre a bocados lentos, seductores y provocativos. Su rostro es febril, igual la temperatura que se eleva en su cuerpo haciendo que su miembro se endurezca cada vez más hasta que la prisión de sus pantalones es insoportable. - ¿La tensión de mi cuerpo? - repite como estúpido. Se siente torpe, algo que pocas veces le sucede. Tímido y vulnerable, gruñe un poco intentando recuperar la compostura, la cual se va al re'carajo cuando su mano termina en la cadera femenina. La aprieta con fuerza, con mucha ansiedad sin saber cómo proceder.
Está avasallado por la fémina, por la manera en que le agarra de los cabellos y le ordena algo que no comprende. Sus labios se unen, el médico se siente torturado por ésto, inexperto, responde a duras penas a ese ósculo que se vuelve húmedo cuando ella abre la boca y busca su lengua, que reacciona de a poco, aprendiendo en la marcha. Siendo devorado por la sensualidad de la mujer, ruega porque ésto no sea un sueño, porque su pene hinchado le informa a su pareja lo bien que la está pasando esta primera vez. Por ansiedad, busca anclar su otra mano a la cadera de Rashida, su boca se abre más, dando y recibiendo esta caricia bucal que es adictiva. Sintiendo el roce de la lengua femenina, jadea, arqueando las caderas para golpear una vez el sexo femenino. Gruñe al sentir su sabor, al paladear y regodearse con él. Le atrapa la nuca con una de las manos que ha ascendido apreciando la suavidad de las telas que la cubren y el calor que desprenden. Se coloca entre los rizos negros, buscando más de ella. Ansiando todo - dios, qué bien se siente ésto - confiesa con los ojos cerrados, echando la cabeza atrás presionando su pene cubierto por los pantalones contra el vértice de los muslos de la egipcia, restregándose contra éste.
Desearía saber qué es lo que piensa, qué es lo que pretende en realidad proponiendo una alianza al tiempo que le ofrece todo en su haber para ayudarlo. Habla de una Orden, el médico desconoce a qué se refiere. Hay demasiados enigmas alrededor de la fémina como para comprender qué es lo que busca, qué es lo que realmente pretende. Pensar en ella como en una espía, significaría echar por tierra todo lo que hasta el momento han avanzado. Si Aglaia tiene fe en ella, ¿Quién es Loyd para decir lo contrario? Se pasea una mano por los cabellos de la nuca un poco exasperado por la situación en que está sumido. Tiene razón al decir que se olvidó de que él también puede ser protegido. Desde pequeño, pugnó por cuidar de Charles y luego, de Annabeth. Incluso con su separación, sabía que los protegía, así los pequeños podrían tener una vida diferente, quizá menos mezclada con la locura de los sobrenaturales tras ellos y crecer con tranquilidad. Si lo piensa, hace mucho que no recordaba a sus hermanos, que no se ponía a meditar qué pasó con ellos. Para él, fueron sepultados en el momento en que su mentor le dijo que sus padres, los Moncrieff habían muerto.
Buscarlos sería una equivocación. Exponerlos a su propia vida, donde todos le persiguen, un sinsentido. Cierra los ojos recordando los rostros de ambos, sobre todo de Charles que estaba contrariado cuando le ordenaron subir a un carruaje diferente al que usaría Bruce y Annabeth. Pudo protestar, pedir que le dejaran llevarse a Charles, quien seguro entendería mejor la situación si hablaba con él. Ahora no tiene sentido que lo piense. Mejor concentrarse en el mujerón que va acercándose a él, como si fuera lo más interesante de la habitación y puede que tenga razón, porque es el único que está en ella aparte de Rashida. Sus ojos no se despegan de su figura cuando se le sube, con una pierna a cada lado de él, provocando que se le seque la garganta ante la posición francamente sexual que pocas veces puede apreciar en una mujer. Para él, la índole sexual se limita a lo escaso que compartió con Grace por las creencias religiosas tan fuertes en ambos.
La mano de la mujer se resbala por su tórax provocando escalofríos. A duras penas puede pronunciar en voz alta las siguientes palabras: - La tortura no es todo sangre y heridas imposibles de cerrar, es cuestión de aplicar el dolor exacto para que sea insoportable y entonces verás cómo están dispuestos a hablar - eleva los hombros hasta que su cuello se ve discordante haciendo un mohín. - Gracias, no creí que mi técnica de tortura fuera de interés - porque así es, muchos se regodeaban en la sangre, como si eso fuera lo único que importara en lugar de que la información final fuera el punto medular, que lo es. De sólo recordar a Septimus torturándolo, se le seca la garganta haciendo que acaricie su pecho donde el garrazo aún tarda en cicatrizar. Se infectó en determinado momento como si las garras del inquisidor tuvieran veneno. Ella le quita el vaso después de que él le da un trago, se lo lleva a la boca con movimientos que le provocan incomodidad en la entrepierna. Se pone nervioso sin saber bien cómo actuar ahora que han resuelto muchas dudas y la tensión en ellos se disipó. Al menos, la que les separaba.
Una tensión diferente se instala en la pareja, desconocedor de la sexualidad al ciento por ciento, Loyd se siente atrapado por esta mujer con rasgos felinos que parece estar dispuesta a devorarlo por completo. Recularía atrás de no ser porque el respaldo da contra su espalda, la voz aterciopelada, recubierta por el olor del licor le causa incomodidad dentro de los pantalones. Su miembro se endurece como nunca. Se queda atrapado en esta red de sexualidad que ella emana, con la caricia que continúa ascendiendo por su firme y marcado tórax. Es como si estuviera decidida a comer cada parte del hombre a bocados lentos, seductores y provocativos. Su rostro es febril, igual la temperatura que se eleva en su cuerpo haciendo que su miembro se endurezca cada vez más hasta que la prisión de sus pantalones es insoportable. - ¿La tensión de mi cuerpo? - repite como estúpido. Se siente torpe, algo que pocas veces le sucede. Tímido y vulnerable, gruñe un poco intentando recuperar la compostura, la cual se va al re'carajo cuando su mano termina en la cadera femenina. La aprieta con fuerza, con mucha ansiedad sin saber cómo proceder.
Está avasallado por la fémina, por la manera en que le agarra de los cabellos y le ordena algo que no comprende. Sus labios se unen, el médico se siente torturado por ésto, inexperto, responde a duras penas a ese ósculo que se vuelve húmedo cuando ella abre la boca y busca su lengua, que reacciona de a poco, aprendiendo en la marcha. Siendo devorado por la sensualidad de la mujer, ruega porque ésto no sea un sueño, porque su pene hinchado le informa a su pareja lo bien que la está pasando esta primera vez. Por ansiedad, busca anclar su otra mano a la cadera de Rashida, su boca se abre más, dando y recibiendo esta caricia bucal que es adictiva. Sintiendo el roce de la lengua femenina, jadea, arqueando las caderas para golpear una vez el sexo femenino. Gruñe al sentir su sabor, al paladear y regodearse con él. Le atrapa la nuca con una de las manos que ha ascendido apreciando la suavidad de las telas que la cubren y el calor que desprenden. Se coloca entre los rizos negros, buscando más de ella. Ansiando todo - dios, qué bien se siente ésto - confiesa con los ojos cerrados, echando la cabeza atrás presionando su pene cubierto por los pantalones contra el vértice de los muslos de la egipcia, restregándose contra éste.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: Sins Of The Night ~ Privado
Después de haber sacado la información que queríamos y necesitábamos del topo, siendo primero Loyd quien lo había hecho de una forma que solo se podía resumir como “elegante”, sin hacerle herida alguna, sin hacerlo sangrar más que con el único puñetazo que le había dado al final de su interrogatorio muestra de la rabia que lo corroía, después había sido mi turno y yo no tuve tanta compasión con el hombre y lo que Loyd no pudo hacer, quizás porque había trabajado con aquel hombre, lo hizo yo poniendo fin a su vida para que no pudiera traicionar a nadie más ni venderlo como había hecho con él, y en consecuencias, conmigo poniéndome en el centro de todo aquello. Limpié mi daga antes de salir y volver al salón donde el hombre sentado en el sofá tomaba de nuevo en vaso, parecía demasiado cansado y después de saber sus planes y su objetivo no me extrañaba ya que no era algo fácil de hacer, no imposible, pero debían de llevar mucho cuidado para que no se enteraran de que esperaban dar aquel golpe contra la Iglesia que sin duda les daría donde más le dolían. El topo había cantado y le había dado información valiosa sobre el próximo golpe y que además el licántropo estaba siguiéndole la pista a Loyd con lo que se tendría que llevar cuidado, en cuanto entré al salón sus ojos se abrieron observándome mientras yo continuaba mi camino hacia él sin detenerme. Sus ojos me observaron y me recorrieron, reparando en mi cuerpo como si fuera la primera vez que tomaba consciencia de tal cosa, su mano extendida pidiéndome de forma muda que la tomara y estaba convencida de que acabaría sentada sobre él así que yo misma acabé sentada sobre él a horcajadas, cada pierna a un lado de su cuerpo con él en el centro en una distancia más que reducida mientras lo veía beber del contenido del vaso. Mis palabras sobre su forma de interrogar no eran una burla o una mentira, eran la verdad, me había fascinado cómo había procedido sin derramar una sola gota de sangre y me interesaba que me enseñara para futuras ocasiones. Él me había pedido algo, algo a cambio de dejarle interrogar al topo y aunque me había pensado otra cosa que seguro él detestaría al final había acabado pidiéndole que me enseñara, su técnica, su forma, sus maneras.
Ladeé la sonrisa por sus palabras con mi mano ascendiendo de manera lenta por su pecho, sobre la tela de su camisa, incluso así podía notar sus músculos definidos y marcados bajo esta mientras seguía ascendiendo en el recorrido hasta llegar a su nuca, el vaso había quedado sobre la mesita y solamente estábamos los dos en aquel salón sentados en el sofá, escasa la distancia entre ambos, su cuerpo bajo el mío entre mis piernas, mi rostro cerca del suyo dejando que notara mi aliento cálido mientras mis palabras salían en un tono bajo, seductor, provocativo... sin saber por qué despertaba eso él en mí, sin saber cómo habíamos sido capaces de pasar de un extremo a otro, de notar esa tensión entre ambos muy diferente a una tensión tensa como al principio, ahora era como si el aire que nos rodeaba estuviera cargado de manera estática y nos incitara y empujara a acercarnos más hasta reducir a cenizas la distancia entre ambos. Reí levemente mordiendo mi labio inferior cuando preguntó sobre la tensión de su cuerpo, era evidente que estaba tenso y sobrecargado por todo lo que llevaba a sus espaldas, yo podría ayudarlo en eso y que no supiera realmente a qué me estaba refiriendo en un momento me hizo gracia. Su mano firme y grande en mi cadera, presionando con fuerza, nuestros cuerpos moviéndose ligeramente buscando más hasta que mis labios toman los suyos. Al principio es una toma de contacto, saber cómo reaccionaría la otra persona, luego el beso se intensificó cuando colé mi lengua y la suya salió a mi encuentro respondiendo al beso. Podía sentir su miembro duro contra mi cuerpo, me moví provocando un roce entre ambos que nos hizo jadear al unísono en mitad del beso. Su mano subió por mi costado acariciando mi cuerpo sobre la tela hasta dejarla en mi nuca, enredando sus dedos en mis mechones negros y ondulados. Mi sonrisa volvió de nuevo a mis labios por sus palabras, echando su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados moviendo sus caderas contra mi cuerpo creando una fricción que me hizo jadear.
-Y más que lo vas a sentir, esto es sólo el principio, Loyd. Déjame ayudarte a liberar tensión, tú cuerpo lo necesita de tanta carga que le pones –mordí su labio inferior, mi cadera se movía al son que él marcaba creando ambos una fricción placentera que denotaba cómo estábamos ambos. Mis labios descendieron por su cuello dejando algún que otro mordisco por su cuello aprovechando que tenía este tenso con la cabeza hacia atrás, lo recorrí con mis labios en lo que mi otra mano se colaba por su camisa y ascendía tocando ahora su piel directamente con la yema de mis dedos, sintiendo su cuerpo caliente- déjate llevar, Loyd –pedí mordiendo su nuez de forma leve mientras alzaba su camisa dejando su torso al descubierto, fornido, definido en cada músculo mientras mis dedos lo recorrían. Mis caderas se movían lentamente como si lo estuviera montando, no igual, pero sí creando ese roce que ambos necesitábamos y nos estaba volviendo locos ansiando por más- tócame –pedí contra sus labios lamiendo su inferior llevando su otra mano libre a mi pecho por encima de la tela para centrarme en él. El calor nos envolvía y nos hacía querer más a los dos, mis labios habían vuelto a tomarlo restregándome contra él sin saber de dónde nacía esa necesidad, esas ganas de tomarlo allí mismo cuando escuché algo de fondo, fruncí el ceño por ello pero no le di importancia porque allí solo estábamos los dos, el topo había muerto y nadie iba a molestarnos. Sin embargo mi nombre volvió a sonar de nuevo con fuerza en lo que pude distinguir la voz de la persona. Mi nombre volvió a sonar con más fuerza, y otra vez más hasta que quedó a mediante cortándose de golpe, seguido de una disculpa en lo que nos separábamos y miraba hacia atrás fulminando a Dareh, el hechicero que me había ayudado, por habernos interrumpido. Alzó sus manos disculpándose alegando que quería saber qué había pasado y como estaba- bastante bien hasta que has venido, recuérdame que te mate luego por esto –dije frunciendo ligeramente el ceño mientras me apartaba a regañadientes de Loyd y me levantaba para acercarme a este y dejar una mano en su hombro- no hacía falta que vinieras, tengo todo bajo control y ya hemos llegado a un acuerdo –quise decirle algo más pero mordí mi labio, me había interrumpido y eso me había jodido.
Ladeé la sonrisa por sus palabras con mi mano ascendiendo de manera lenta por su pecho, sobre la tela de su camisa, incluso así podía notar sus músculos definidos y marcados bajo esta mientras seguía ascendiendo en el recorrido hasta llegar a su nuca, el vaso había quedado sobre la mesita y solamente estábamos los dos en aquel salón sentados en el sofá, escasa la distancia entre ambos, su cuerpo bajo el mío entre mis piernas, mi rostro cerca del suyo dejando que notara mi aliento cálido mientras mis palabras salían en un tono bajo, seductor, provocativo... sin saber por qué despertaba eso él en mí, sin saber cómo habíamos sido capaces de pasar de un extremo a otro, de notar esa tensión entre ambos muy diferente a una tensión tensa como al principio, ahora era como si el aire que nos rodeaba estuviera cargado de manera estática y nos incitara y empujara a acercarnos más hasta reducir a cenizas la distancia entre ambos. Reí levemente mordiendo mi labio inferior cuando preguntó sobre la tensión de su cuerpo, era evidente que estaba tenso y sobrecargado por todo lo que llevaba a sus espaldas, yo podría ayudarlo en eso y que no supiera realmente a qué me estaba refiriendo en un momento me hizo gracia. Su mano firme y grande en mi cadera, presionando con fuerza, nuestros cuerpos moviéndose ligeramente buscando más hasta que mis labios toman los suyos. Al principio es una toma de contacto, saber cómo reaccionaría la otra persona, luego el beso se intensificó cuando colé mi lengua y la suya salió a mi encuentro respondiendo al beso. Podía sentir su miembro duro contra mi cuerpo, me moví provocando un roce entre ambos que nos hizo jadear al unísono en mitad del beso. Su mano subió por mi costado acariciando mi cuerpo sobre la tela hasta dejarla en mi nuca, enredando sus dedos en mis mechones negros y ondulados. Mi sonrisa volvió de nuevo a mis labios por sus palabras, echando su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados moviendo sus caderas contra mi cuerpo creando una fricción que me hizo jadear.
-Y más que lo vas a sentir, esto es sólo el principio, Loyd. Déjame ayudarte a liberar tensión, tú cuerpo lo necesita de tanta carga que le pones –mordí su labio inferior, mi cadera se movía al son que él marcaba creando ambos una fricción placentera que denotaba cómo estábamos ambos. Mis labios descendieron por su cuello dejando algún que otro mordisco por su cuello aprovechando que tenía este tenso con la cabeza hacia atrás, lo recorrí con mis labios en lo que mi otra mano se colaba por su camisa y ascendía tocando ahora su piel directamente con la yema de mis dedos, sintiendo su cuerpo caliente- déjate llevar, Loyd –pedí mordiendo su nuez de forma leve mientras alzaba su camisa dejando su torso al descubierto, fornido, definido en cada músculo mientras mis dedos lo recorrían. Mis caderas se movían lentamente como si lo estuviera montando, no igual, pero sí creando ese roce que ambos necesitábamos y nos estaba volviendo locos ansiando por más- tócame –pedí contra sus labios lamiendo su inferior llevando su otra mano libre a mi pecho por encima de la tela para centrarme en él. El calor nos envolvía y nos hacía querer más a los dos, mis labios habían vuelto a tomarlo restregándome contra él sin saber de dónde nacía esa necesidad, esas ganas de tomarlo allí mismo cuando escuché algo de fondo, fruncí el ceño por ello pero no le di importancia porque allí solo estábamos los dos, el topo había muerto y nadie iba a molestarnos. Sin embargo mi nombre volvió a sonar de nuevo con fuerza en lo que pude distinguir la voz de la persona. Mi nombre volvió a sonar con más fuerza, y otra vez más hasta que quedó a mediante cortándose de golpe, seguido de una disculpa en lo que nos separábamos y miraba hacia atrás fulminando a Dareh, el hechicero que me había ayudado, por habernos interrumpido. Alzó sus manos disculpándose alegando que quería saber qué había pasado y como estaba- bastante bien hasta que has venido, recuérdame que te mate luego por esto –dije frunciendo ligeramente el ceño mientras me apartaba a regañadientes de Loyd y me levantaba para acercarme a este y dejar una mano en su hombro- no hacía falta que vinieras, tengo todo bajo control y ya hemos llegado a un acuerdo –quise decirle algo más pero mordí mi labio, me había interrumpido y eso me había jodido.
Rashida- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 128
Fecha de inscripción : 04/03/2018
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Re: Sins Of The Night ~ Privado
Los instantes que le mantienen cerca de Rashida, incrementan esa tensión que entre ambos está manifestándose. Los roces anteriores no se comparan con los roces actuales. Con el peso de la mujer encima suyo, Loyd disfruta lo que será el momento más erótico y sensual de su vida, por lo menos hasta hoy. Se descubre en una nueva realidad que le parece increíble, con el portento de mujer que tiene encima de su regazo, sentada de forma impúdica para las costumbres del hijo de inquisidores y médico. Cierto es que ayudó en partos, tuvo que ver las partes más íntimas de una mujer en tan maravilloso momento de traer a la vida a un pequeño, la diferencia es que jamás antes había sido acariciado de la manera en que ahora ella está restregándose contra él. ¿Es decente? ¿Es apropiado? ¿Dios lo...? Es ahí donde todo se detiene. Las creencias religiosas hicieron de él un vengador. ¿Es justo que vuelva a considerarlas válidas cuando por una de esas, casi fue ahorcado, su mentor muerto y su esposa raptada?
Acepta que vivió metido de cabeza en un constante engaño, que su idiosincrasia le impidió ser un hombre completo y eso impidió que disfrutara los placeres del sexo. Un pecado conforme al sexto mandamiento: no fornicarás. Por ello, el sexo sólo era para procreación y él, castamente lo ejecutaba conforme las órdenes del Señor. ¿Las del Señor o la de todos los hipócritas de la iglesia? No sabe cómo responder a eso. Se descubre neófito en las sensaciones que lo envuelven queriendo sacarlo de esta tierra y llevarlo a una decadente donde quiere aprender de la mano, boca y cuerpo de esta tentadora mujer lo que significan. Su boca se torna demandante al meditar todo ésto, al darse permiso de experimentar sin tapujos ni tabúes lo que ella le ofrece a manos llenas y caderas ondulantes. Quisiera perderse en la locura de la lujuria.
Si los sacerdotes lo hacen, ¿Por qué él no? Alza las caderas para golpear con su inflamado sexo el centro de Rashida, ese movimiento le gusta demasiado. Es recompensado por su paciencia, con los besos y algunas mordidas de la mujer por su cuello, generando una fiebre que será difícil de apagar. La mano de la mujer colándose por su camisa, causa escalofríos, una risa ronca emana de su garganta cuando le muerde la manzana de Adán. Sus cuerpos restregándose, sus manos acariciando y subiendo su camisa dejando al aire su pecho fornido con los músculos bien definidos, una pequeña capa de sudor le envuelve, se descubre excitado a niveles insospechados, como si todo ésto fuera un sueño. Sus manos agarran las redondeadas caderas de la mujer para sujetarlas con fuerza, tal es su necesidad cuando le pide que la toque. ¿Tocarla? ¿Cómo? Los gruñidos que escapan de su garganta cada vez son mayores, justo cuando siente que va a perder el control y actuar por instinto, alguien interrumpe abriendo la puerta de la habitación en la que se encuentran.
Loyd podría destrozar su cráneo con las manos del coraje que siente al ser interrumpido. Alza la mano, no llega a tiempo para detener a Rashida que se le escapa. Aprieta las mandíbulas restregando su cabello cuando se pone en pie, buscando su arma, tomando la escopeta que trajera para ponerla sobre su hombro. El tipo parece no estar de acuerdo en irse, así que opta por la salida más honrosa de todas a pear de que su virilidad es dolorosa. - De acuerdo, seguimos en contacto, Rashida. Nos veremos pronto - sabe que no volverá a ser igual, que el instante que compartieron en este momento no volverá a repetirse. Cuando sale de la mansión, está seguro de que ha hecho una alianza, lo que desconoce es cuánto tiempo va a permanecer estoico antes de caerle encima para devorarla.
TEMA FINALIZADO
Acepta que vivió metido de cabeza en un constante engaño, que su idiosincrasia le impidió ser un hombre completo y eso impidió que disfrutara los placeres del sexo. Un pecado conforme al sexto mandamiento: no fornicarás. Por ello, el sexo sólo era para procreación y él, castamente lo ejecutaba conforme las órdenes del Señor. ¿Las del Señor o la de todos los hipócritas de la iglesia? No sabe cómo responder a eso. Se descubre neófito en las sensaciones que lo envuelven queriendo sacarlo de esta tierra y llevarlo a una decadente donde quiere aprender de la mano, boca y cuerpo de esta tentadora mujer lo que significan. Su boca se torna demandante al meditar todo ésto, al darse permiso de experimentar sin tapujos ni tabúes lo que ella le ofrece a manos llenas y caderas ondulantes. Quisiera perderse en la locura de la lujuria.
Si los sacerdotes lo hacen, ¿Por qué él no? Alza las caderas para golpear con su inflamado sexo el centro de Rashida, ese movimiento le gusta demasiado. Es recompensado por su paciencia, con los besos y algunas mordidas de la mujer por su cuello, generando una fiebre que será difícil de apagar. La mano de la mujer colándose por su camisa, causa escalofríos, una risa ronca emana de su garganta cuando le muerde la manzana de Adán. Sus cuerpos restregándose, sus manos acariciando y subiendo su camisa dejando al aire su pecho fornido con los músculos bien definidos, una pequeña capa de sudor le envuelve, se descubre excitado a niveles insospechados, como si todo ésto fuera un sueño. Sus manos agarran las redondeadas caderas de la mujer para sujetarlas con fuerza, tal es su necesidad cuando le pide que la toque. ¿Tocarla? ¿Cómo? Los gruñidos que escapan de su garganta cada vez son mayores, justo cuando siente que va a perder el control y actuar por instinto, alguien interrumpe abriendo la puerta de la habitación en la que se encuentran.
Loyd podría destrozar su cráneo con las manos del coraje que siente al ser interrumpido. Alza la mano, no llega a tiempo para detener a Rashida que se le escapa. Aprieta las mandíbulas restregando su cabello cuando se pone en pie, buscando su arma, tomando la escopeta que trajera para ponerla sobre su hombro. El tipo parece no estar de acuerdo en irse, así que opta por la salida más honrosa de todas a pear de que su virilidad es dolorosa. - De acuerdo, seguimos en contacto, Rashida. Nos veremos pronto - sabe que no volverá a ser igual, que el instante que compartieron en este momento no volverá a repetirse. Cuando sale de la mansión, está seguro de que ha hecho una alianza, lo que desconoce es cuánto tiempo va a permanecer estoico antes de caerle encima para devorarla.
TEMA FINALIZADO
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 132
Fecha de inscripción : 13/04/2018
DATOS DEL PERSONAJE
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