AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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[Privado] Es mejor no despistarse.
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[Privado] Es mejor no despistarse.
Aurora al fin había salido de la maldita casa en la que había intentado robar una joya para entregársela al hombre que la había contratado. Por desgracia, no consiguió su cometido. Dentro se había encontrado a una vampiresa, y la vergüenza de quedar como a una ladrona sin escrúpulos pudo con ella.
¿Cómo no había sido capaz de llevar a cabo la pequeña misión? No se lo podía permitir, y menos en sus condiciones. En aproximadamente tres meses daría a luz, y dentro de poco no sería capaz de ejercer trabajos que requiriesen esfuerzo físico, así que necesitaba ganar bastante dinero ahora que podía.
Cruzó el portal del hogar, cabizbaja, y se adentró en el bosque. Estaba preocupada. Tendría que encontrarse cuanto antes con el señor que le había encargado el recado, y decirle que había fallado. ¿No le pagaría y punto, o en cambio, la "castigaría" de alguna manera? Prefería no pensarlo. Era algo de lo que ya no tenía escapatoria, y ocurriese lo que ocurriese, pasaría igualmente por muchas vueltas que le diese en su cabeza.
Todas estas reflexiones la apartaron en gran parte de lo que ocurría a su alrededor. No miraba por dónde pisaba, y ese fue un gran error. De repente, uno de sus pies quedó preso en una trampa para animales que había en el suelo. Acto seguido, se cayó, quedándose tumbada sobre la tierra. -¡Agh, joder!- Al terminar de pronunciar esto, se mordió el labio inferior con fuerza y apretó los dientes, aguantándose el dolor como podía.
La joven cogió aire intentando calmarse, y levantó la parte superior de su cuerpo, quedando así sentada. -Piensa Aurora, piensa...- Susurró. Quería desprenderse de esa trampa, y para ello, intentó descifrar su funcionamiento. En cuanto creía que sabía cómo sacar su pie de ahí, se puso manos a la obra. Ese fue otro error.
Al palpar el artilugio, rompió una fina cuerda transparente que lo conectaba con una ballesta. De esta forma, ésta se activó y disparó una flecha desde un árbol cercano, alcanzando el hombro derecho de la muchacha. Un grito audible salió de su boca, y su respiración comenzó a acelerarse cada vez más. Agarró con las dos manos el objeto que tenía clavado, e intentó quitárselo en vano. Tuvo que parar inmediatamente, ya que el dolor aumentaba, y la herida cada vez sangraba más.
No sabía qué hacer. De lo que sí que estaba segura, era de que nadie vendría a por ella. La trampa estaba oxidada, y tenía un aspecto bastante lamentable, así que había una muy alta probabilidad de que su dueño se hubiese olvidado de ella, o hubiese fallecido. Eso le proporcionaba tranquilidad dentro de lo que cabía. Estaba a salvo de cualquier tipo de malhechores, excepto que alguno merodease de casualidad por la zona.
Por suerte, Aurora avistó a un niño recolectando manzanas muy cerca de ella. ¿La ayudaría? Quién sabe, pero no perdía nada por intentarlo. -¡Pequeño! Por favor, ¿podrías ayudarme? Estoy aquí atrapada y no puedo levantarme. ¿Hay algún adulto cerca al que puedas avisar?- Dijo la morena, alzando la voz para que se le escuchase bien.
El infante dejó en el suelo las frutas que había cogido, y salió corriendo. Desde donde estaba sentada, la mujer no lograba distinguir si su reacción había sido causada por miedo, o porque realmente había accedido a ayudarla. Ojalá hubiese sido el segundo caso. Ahora, sólo le quedaba esperar pacientemente.
¿Cómo no había sido capaz de llevar a cabo la pequeña misión? No se lo podía permitir, y menos en sus condiciones. En aproximadamente tres meses daría a luz, y dentro de poco no sería capaz de ejercer trabajos que requiriesen esfuerzo físico, así que necesitaba ganar bastante dinero ahora que podía.
Cruzó el portal del hogar, cabizbaja, y se adentró en el bosque. Estaba preocupada. Tendría que encontrarse cuanto antes con el señor que le había encargado el recado, y decirle que había fallado. ¿No le pagaría y punto, o en cambio, la "castigaría" de alguna manera? Prefería no pensarlo. Era algo de lo que ya no tenía escapatoria, y ocurriese lo que ocurriese, pasaría igualmente por muchas vueltas que le diese en su cabeza.
Todas estas reflexiones la apartaron en gran parte de lo que ocurría a su alrededor. No miraba por dónde pisaba, y ese fue un gran error. De repente, uno de sus pies quedó preso en una trampa para animales que había en el suelo. Acto seguido, se cayó, quedándose tumbada sobre la tierra. -¡Agh, joder!- Al terminar de pronunciar esto, se mordió el labio inferior con fuerza y apretó los dientes, aguantándose el dolor como podía.
La joven cogió aire intentando calmarse, y levantó la parte superior de su cuerpo, quedando así sentada. -Piensa Aurora, piensa...- Susurró. Quería desprenderse de esa trampa, y para ello, intentó descifrar su funcionamiento. En cuanto creía que sabía cómo sacar su pie de ahí, se puso manos a la obra. Ese fue otro error.
Al palpar el artilugio, rompió una fina cuerda transparente que lo conectaba con una ballesta. De esta forma, ésta se activó y disparó una flecha desde un árbol cercano, alcanzando el hombro derecho de la muchacha. Un grito audible salió de su boca, y su respiración comenzó a acelerarse cada vez más. Agarró con las dos manos el objeto que tenía clavado, e intentó quitárselo en vano. Tuvo que parar inmediatamente, ya que el dolor aumentaba, y la herida cada vez sangraba más.
No sabía qué hacer. De lo que sí que estaba segura, era de que nadie vendría a por ella. La trampa estaba oxidada, y tenía un aspecto bastante lamentable, así que había una muy alta probabilidad de que su dueño se hubiese olvidado de ella, o hubiese fallecido. Eso le proporcionaba tranquilidad dentro de lo que cabía. Estaba a salvo de cualquier tipo de malhechores, excepto que alguno merodease de casualidad por la zona.
Por suerte, Aurora avistó a un niño recolectando manzanas muy cerca de ella. ¿La ayudaría? Quién sabe, pero no perdía nada por intentarlo. -¡Pequeño! Por favor, ¿podrías ayudarme? Estoy aquí atrapada y no puedo levantarme. ¿Hay algún adulto cerca al que puedas avisar?- Dijo la morena, alzando la voz para que se le escuchase bien.
El infante dejó en el suelo las frutas que había cogido, y salió corriendo. Desde donde estaba sentada, la mujer no lograba distinguir si su reacción había sido causada por miedo, o porque realmente había accedido a ayudarla. Ojalá hubiese sido el segundo caso. Ahora, sólo le quedaba esperar pacientemente.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
“No puede el médico curar bien
sin tener presente al enfermo”
sin tener presente al enfermo”
Ese día está dedicado a la pesca. Pierre insistió tanto que no hubo oportunidad de negarse y por fin, tomó al díscolo niño para llevarlo al río para conseguir algunos buenos ejemplares qué meter en el bolso que Nona les dio prometiendo que los cocinaría en cuanto se los llevaran. Así de paso, puede darle un baño a Pierre que ve agua y escapa. Así entonces, llegaron muy de mañana, pusieron las cañas para ver qué picaba y se dieron a la tarea de juguetear. El niño no es tonto, sabe que no pueden alterar el caudal del río para que los peces muerdan el anzuelo, así que hay plena libertad de correr sin temor a ser pasado por agua.
En eso están cuando la primera caña se mueve. Entre ambos, riendo y bromeando, tiran de ésta. Más es la fuerza que Loyd imprime que la del pequeño para sacar del agua tremendo pez que les hace sonreír pensando en la comilona que se darán cuando vuelvan a casa. Uno a uno, van pescando más de diez ejemplares. No todos son para Nona, en ocasiones Loyd lleva de más para algunos sobrenaturales que no pueden alimentarse por sí mismos, como el zapatero, un hombre lobo ya muy viejo que hace su trabajo y a duras penas reúne los francos necesarios para adquirir una pieza de pan. O la costurera, una cambiante que tiene que mantener a sus cuatro hijos porque el marido fue muerto por la Inquisición creyendo que era un Hechicero.
Una vez que tiene más de diez pescados listos, entonces empieza a juguetear con Pierre quien aún está confiado viendo las cañas. Sus gritos incrementan cuando, de una, Loyd lo toma en brazos y lo lanza cual red al agua. Pierre ha aprendido a nadar, más no es excusa para que el grandulón no se meta al río para asegurarse de que está bien. El nene emerge riendo, limpiándose del rostro el agua - ¡Trampa! ¡Trampa! Messié Grand tomó a traición a Pierre - reniega en tanto la manaza le hunde en el agua entre risas. Cuando vuelve a emerger, está riendo a carcajadas - más trampa, Pierre ya no juega con messié Grand - amenaza, por respuesta, Loyd lo echa cual costal de papas en el hombro llevándolo a la orilla ignorando los golpecitos de manos y pies del pequeño.
Una vez ahí, se dedica a bañarlo para los reproches de Pierre que son ignorados. Limpio y cambiado, le permite explorar en tanto él empieza a levantar todas las cosas para irse. Le escucha correr hacia él, no le da importancia debido a que siempre corre. Es su modus operandi de avanzar, hasta que escucha - Messié Grand, messié Grand, hay una señora caída, tiene una panzota y sangre, parece un venado muerto - abre los ojos como platos - venga, venga - no se lo dice dos veces. El hombretón avanza con la rapidez que le permiten sus grandes piernas hacia donde Pierre le indica. Cuando llega, entorna los ojos. Ahora puede comprender a qué se refiere con "panzota".
Una mujer embarazada ha sido presa de una de tantas trampas que los cazadores se olvidan de desmontar cuando se van del coto. Gruñe molesto para acercarse e hincarse ante ella revisando la herida - él es messié Grand, yo soy Pierre. Él cura, yo veo - dice el pequeño de seis años sonriéndole a la mujer. - ¿Por qué tienes una panza tan grande? ¿Te comiste una sandía? - se ríe a carcajadas de la idea. Loyd mientras tanto, empieza a hacer fuerza para liberar el diminuto pie de la trampa. Es un trabajo titánico, algunas gotas de sudor le recorren la frente en tanto ejecuta la acción. Sabe que si llega a soltársele, le cortará el pie en dos. - Mantenga la tranquilidad, no se altere. Pierre, tráeme un pedazo de madera gruesa - el niño corre en tanto el grandulón intenta que no se suelte la trampa y la va reacomodando para que pueda ser fácil meter una palanca y mantenerla abierta.
Cuando vuelve el pequeño, trae un palito - messié Grand ¿Éste está bien? -el hombre dirige su mirada para gruñir - te dije que grueso, Pierre. Grande, quiero un palo grande, no tan pequeño - el niño corre de nuevo. El hombre mira la herida del hombro para negar. Tendrá que sacar la flecha por el método correcto y eso lo hará hasta con Nona. Rompe una parte del extremo para que no se lo encaje más. El niño vuelve - messié Grand, messié Grand, hay uno grandote, pero no puedo moverlo, soy chiquito - le reprocha y Loyd suspira profundo, muy profundo - Pierre, quédate con ella, ya vuelvo. Si alguien se acerca, me gritas - ordena para ponerse en pie e ir a buscarlo él mismo.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
A pesar del dolor, la cara de Aurora cambió totalmente a una de alegría en cuanto vio de nuevo al niño, esta vez acompañado de un adulto. No había estado esperando demasiado desde que pidió auxilio, así que al parecer el pequeño se había dado bastante prisa en avisar a su acompañante. La verdad es que había tenido bastante suerte. Fácilmente podría haberse quedado ahí atrapada sin poder moverse durante varios días. No recordaba que el lugar en donde se encontraban fuese una parte concurrida del bosque, sino todo lo contrario.
-Muchas gracias por venir a ayudarme.- Dijo con una sonrisa, después de que el infante los presentase a los dos. Al parecer, por lo que acababa de escuchar, si ese hombre curaba, debía de tener algún conocimiento de medicina, ya fuese este básico, como avanzado. Eso podría salvarla de una posible futura infección en el pie si sabía cómo tratarla, aparte de lo que la trampa le acababa de causar, ya que había óxido en el artilugio y eso le podía acarrear bastantes problemas. De todas maneras, que el varón la estuviese ayudando a escapar de ahí, no significaba que luego le fuese a sanar el resto de heridas. Quizás se estaba haciendo demasiadas ilusiones, aunque eso se vería con el tiempo. -¿Por qué siempre le das tantas vueltas en la cabeza a las cosas, idiota? Que sea lo que tenga que ser y listo.- Pensó, intentando cambiar una de sus características actitudes.
En cuanto logró salir de su mundo mental, se dio cuenta del comentario de Pierre. Esto le hizo soltar una carcajada, y a continuación le respondió. -Sí, me he comido una sandía enooorme.- Acompañó esta broma con una caricia en su vientre, y luego lo miró a los ojos. -Aquí dentro hay un bebé chiquitito.- Le echó la lengua, y se rió de nuevo. Qué ingenuos e inocentes podían ser los peques a veces.
En medio de todo, la joven se dio cuenta del trabajo que el mayor estaba haciendo. Vio las gotas de sudor recorrer su frente. Debía de estar ejerciendo mucha fuerza. En ese momento, se sentía algo inútil por no poder hacer nada, pero en cuanto pudiese se lo agradecería de alguna manera.
Otra escena graciosa ocurrió acto seguido. El infante había ido a buscar algo para poder aguantar el objeto enganchado en su pie, sin demasiado éxito. La primera vez que volvió a junto de ellos, trajo consigo un palo, y la segunda, les dio información acerca de dónde podían encontrar un tronco algo más consistente. Por desgracia, el menor no podía con él, así que cuando el chico se levantó a por este, Aurora se quedó a solas con el más joven de los tres.
-Muchas gracias de nuevo por avisar, pequeño.- Dijo, con una sonrisa dibujada en su boca. A continuación, le acarició levemente el pelo. -Me has ayudado un montón, eres genial. Cuando salga de aquí, te daré un premio. ¿Te gustan las manzanas o los melocotones? O si no, ¿cuál es tu comida preferida?- No tenía demasiado dinero, así que no podía ofrecerle cosas muy caras, pero si le gustaba la fruta, no dudaría en comprarle o recolectar una pieza de su tipo favorito. Si no, ya buscaría algo que le agradase más.
A pesar de que el dolor no la abandonaba, se sentía bien. Estaba acompañada, y además había dos personas que habían ido a socorrerla. No podía pedir más.
-Muchas gracias por venir a ayudarme.- Dijo con una sonrisa, después de que el infante los presentase a los dos. Al parecer, por lo que acababa de escuchar, si ese hombre curaba, debía de tener algún conocimiento de medicina, ya fuese este básico, como avanzado. Eso podría salvarla de una posible futura infección en el pie si sabía cómo tratarla, aparte de lo que la trampa le acababa de causar, ya que había óxido en el artilugio y eso le podía acarrear bastantes problemas. De todas maneras, que el varón la estuviese ayudando a escapar de ahí, no significaba que luego le fuese a sanar el resto de heridas. Quizás se estaba haciendo demasiadas ilusiones, aunque eso se vería con el tiempo. -¿Por qué siempre le das tantas vueltas en la cabeza a las cosas, idiota? Que sea lo que tenga que ser y listo.- Pensó, intentando cambiar una de sus características actitudes.
En cuanto logró salir de su mundo mental, se dio cuenta del comentario de Pierre. Esto le hizo soltar una carcajada, y a continuación le respondió. -Sí, me he comido una sandía enooorme.- Acompañó esta broma con una caricia en su vientre, y luego lo miró a los ojos. -Aquí dentro hay un bebé chiquitito.- Le echó la lengua, y se rió de nuevo. Qué ingenuos e inocentes podían ser los peques a veces.
En medio de todo, la joven se dio cuenta del trabajo que el mayor estaba haciendo. Vio las gotas de sudor recorrer su frente. Debía de estar ejerciendo mucha fuerza. En ese momento, se sentía algo inútil por no poder hacer nada, pero en cuanto pudiese se lo agradecería de alguna manera.
Otra escena graciosa ocurrió acto seguido. El infante había ido a buscar algo para poder aguantar el objeto enganchado en su pie, sin demasiado éxito. La primera vez que volvió a junto de ellos, trajo consigo un palo, y la segunda, les dio información acerca de dónde podían encontrar un tronco algo más consistente. Por desgracia, el menor no podía con él, así que cuando el chico se levantó a por este, Aurora se quedó a solas con el más joven de los tres.
-Muchas gracias de nuevo por avisar, pequeño.- Dijo, con una sonrisa dibujada en su boca. A continuación, le acarició levemente el pelo. -Me has ayudado un montón, eres genial. Cuando salga de aquí, te daré un premio. ¿Te gustan las manzanas o los melocotones? O si no, ¿cuál es tu comida preferida?- No tenía demasiado dinero, así que no podía ofrecerle cosas muy caras, pero si le gustaba la fruta, no dudaría en comprarle o recolectar una pieza de su tipo favorito. Si no, ya buscaría algo que le agradase más.
A pesar de que el dolor no la abandonaba, se sentía bien. Estaba acompañada, y además había dos personas que habían ido a socorrerla. No podía pedir más.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
El tamaño de Loyd es tremendo a comparación de cualquier varón de la media. No sólo es su metro noventa y cinco lo que lo define, es su constitución física, sus huesos anchos y grandes lo que le hace ver como un grandulón comparado a los demás y contrastado contra un pequeño de seis años pareciera ser un gigante. Sus manos son grandes, sus dedos toscos, no ayuda en nada esa voz gutural, como si de un animal se tratase a pesar de sus finos comportamientos. Porque los tiene. En una forma bizarra, se comporta educado, no tosco o vulgar. Es cuidadoso de las formas y comportamientos a pesar de parecer un ogro. Sus pasos se sienten, su presencia es apabullante. Tiende a dar miedo y ese sentimiento de no jugar con él porque no resistirías ningún golpe de tanta fuerza que debe contener.
Se ve extraño que tenga tanta paciencia con un pequeño. Quizá es eso por lo que Aurora no siente miedo de él. ¿Cómo si el niño es tan parlanchín y libre de decir lo que piense sin que haya una reprimenda por ello? Algo debe ser de ese hombretón para que le trate así. Con tanto ¿Cariño? Ni siquiera la cara de Pierre con la explicación del bebé es suficiente para que el grandulón se enoje, sólo parece que intercepta el comentario propio de un pequeño inocente mandándolo por el madero. Una solicitud que, al final, tiene que hacer él mismo dejando a Pierre a cargo de la situación. Si es que "a cargo" puede definir que el pequeño se quede mirando la panza de la mujer con curiosidad. - Pierre no entiende. ¿Cómo se metió el bebé dentro si los bebés los traen las nonas y los dejan con sus mamás? - nadie le ha explicado que los nenes se "elaboran". Así que para él es todo un enigma eso de que se escondiera el bebé en la panza.
Aurora abre la boca antes de que Loyd la escuche, promete algo que al pequeño entusiasma dando saltos de alegría - dulces, quiero dulces, Pierre come dulces - nada de melocotones o cosas sanas. No. Dulces, es su debilidad, sonríe dejando notar que le faltan dos dientes. - ¿Me los dará? ¿Los tiene también escondidos en la panza? - en tanto hace preguntas tan cruciales para su cabecita, Loyd está avanzando, internándose en el bosque para buscar no sólo el madero si no también algo más que pueda ayudarle con la infección que se producirá sin duda y a la cicatrización. Una herida de ese tipo pone en riesgo a la mujer y al feto en sus entrañas. Encuentra unas hierbas, elige con cuidado para ponerlas en su camisa usando ésta como un paño para cubrirlas y que no se caigan. De regreso, toma un madero.
Cuando vuelve a donde los otros dos se encuentran, tiene el pecho al descubierto. Cada herida y músculo es visible. En la diestra, trae el madero. En la siniestra, la camisa cual bolso donde contiene las hierbas. Se acerca cubriendo el terreno con la mirada. Se hinca frente a la mujer dejando la tela a un lado para que espere en el sueño de los justos su momento de protagonismo. Maneja la trampa colocando el tronco, encajándolo en uno de los extremos para juguetear con hacer lo mismo en la otra mitad del metal. Así, una vez conseguido, lo utiliza de palanca para mantener la trampa abierta, tomar el pie de la joven y sacarlo para después tomar dicho artefacto y colgarlo de la rama del tronco más cercano para que nadie vuelva a caer en ella. Pierre mira todo con la atención propia de un niño - messié Grand, ¿Por qué lo deja ahí? - el grandulón voltea para guiñarle un ojo - para que no haya más heridos. Así pueden ver la trampa y alejarse - el nene asiente como si fuera suficiente la respuesta.
Se agacha para tomar a la mujer en brazos como si no pesara nada. - Pierre, trae mi camisa, cuidado de no tirar las hierbas que están dentro de ella - el niño obedece siguiéndolo hacia donde tenían ya listo todo para irse. Sienta a Aurora a la orilla del río para limpiar con cuidado la herida quitando la suciedad y la sangre. Revisando cada incisión. Evaluando cuál puede infectarse. Toma las hojas para echarlas a su boca masticándolas. El sabor es amargo, lo que implica su buena elección. Bien machacadas, las saca para colocarlas en el pie de la joven, donde las heridas están visibles. - Pierre, ve a traerme el bolso negro que dejamos allá - el nene corre sin dudarlo. Las manazas son delicadas en la herida, revisándola con dedicación, introduce más de esas hierbas en su cavidad oral repitiendo el proceso - aquí está - dice el nene dejando con visible cansancio el enorme bolso. - Pierre lo trajo solito - Loyd sonríe acariciándole la cabeza haciendo que el nene ría de felicidad.
Busca en su interior para sacar unas vendas. Envuelve el pie con paciencia y suavidad. El vendaje queda ajustado con un prendedor antes de que vaya su vista hacia la herida del hombro - ¿Estamos mejor? - pregunta a la mujer en tanto coloca una mano sobre el extremo de la flecha - vas a tener que morder ésto porque va a doler - le da un pedazo de madera. La intención es obvia para él, quizá no tanto para la mujer si no sabe cuál es el tratamiento para sacar una flecha. Va a empujarla hasta que la punta atraviese la piel y así, poder romperla. De hacerlo al revés, se juega el músculo y una posible pérdida de la movilidad.
Se ve extraño que tenga tanta paciencia con un pequeño. Quizá es eso por lo que Aurora no siente miedo de él. ¿Cómo si el niño es tan parlanchín y libre de decir lo que piense sin que haya una reprimenda por ello? Algo debe ser de ese hombretón para que le trate así. Con tanto ¿Cariño? Ni siquiera la cara de Pierre con la explicación del bebé es suficiente para que el grandulón se enoje, sólo parece que intercepta el comentario propio de un pequeño inocente mandándolo por el madero. Una solicitud que, al final, tiene que hacer él mismo dejando a Pierre a cargo de la situación. Si es que "a cargo" puede definir que el pequeño se quede mirando la panza de la mujer con curiosidad. - Pierre no entiende. ¿Cómo se metió el bebé dentro si los bebés los traen las nonas y los dejan con sus mamás? - nadie le ha explicado que los nenes se "elaboran". Así que para él es todo un enigma eso de que se escondiera el bebé en la panza.
Aurora abre la boca antes de que Loyd la escuche, promete algo que al pequeño entusiasma dando saltos de alegría - dulces, quiero dulces, Pierre come dulces - nada de melocotones o cosas sanas. No. Dulces, es su debilidad, sonríe dejando notar que le faltan dos dientes. - ¿Me los dará? ¿Los tiene también escondidos en la panza? - en tanto hace preguntas tan cruciales para su cabecita, Loyd está avanzando, internándose en el bosque para buscar no sólo el madero si no también algo más que pueda ayudarle con la infección que se producirá sin duda y a la cicatrización. Una herida de ese tipo pone en riesgo a la mujer y al feto en sus entrañas. Encuentra unas hierbas, elige con cuidado para ponerlas en su camisa usando ésta como un paño para cubrirlas y que no se caigan. De regreso, toma un madero.
Cuando vuelve a donde los otros dos se encuentran, tiene el pecho al descubierto. Cada herida y músculo es visible. En la diestra, trae el madero. En la siniestra, la camisa cual bolso donde contiene las hierbas. Se acerca cubriendo el terreno con la mirada. Se hinca frente a la mujer dejando la tela a un lado para que espere en el sueño de los justos su momento de protagonismo. Maneja la trampa colocando el tronco, encajándolo en uno de los extremos para juguetear con hacer lo mismo en la otra mitad del metal. Así, una vez conseguido, lo utiliza de palanca para mantener la trampa abierta, tomar el pie de la joven y sacarlo para después tomar dicho artefacto y colgarlo de la rama del tronco más cercano para que nadie vuelva a caer en ella. Pierre mira todo con la atención propia de un niño - messié Grand, ¿Por qué lo deja ahí? - el grandulón voltea para guiñarle un ojo - para que no haya más heridos. Así pueden ver la trampa y alejarse - el nene asiente como si fuera suficiente la respuesta.
Se agacha para tomar a la mujer en brazos como si no pesara nada. - Pierre, trae mi camisa, cuidado de no tirar las hierbas que están dentro de ella - el niño obedece siguiéndolo hacia donde tenían ya listo todo para irse. Sienta a Aurora a la orilla del río para limpiar con cuidado la herida quitando la suciedad y la sangre. Revisando cada incisión. Evaluando cuál puede infectarse. Toma las hojas para echarlas a su boca masticándolas. El sabor es amargo, lo que implica su buena elección. Bien machacadas, las saca para colocarlas en el pie de la joven, donde las heridas están visibles. - Pierre, ve a traerme el bolso negro que dejamos allá - el nene corre sin dudarlo. Las manazas son delicadas en la herida, revisándola con dedicación, introduce más de esas hierbas en su cavidad oral repitiendo el proceso - aquí está - dice el nene dejando con visible cansancio el enorme bolso. - Pierre lo trajo solito - Loyd sonríe acariciándole la cabeza haciendo que el nene ría de felicidad.
Busca en su interior para sacar unas vendas. Envuelve el pie con paciencia y suavidad. El vendaje queda ajustado con un prendedor antes de que vaya su vista hacia la herida del hombro - ¿Estamos mejor? - pregunta a la mujer en tanto coloca una mano sobre el extremo de la flecha - vas a tener que morder ésto porque va a doler - le da un pedazo de madera. La intención es obvia para él, quizá no tanto para la mujer si no sabe cuál es el tratamiento para sacar una flecha. Va a empujarla hasta que la punta atraviese la piel y así, poder romperla. De hacerlo al revés, se juega el músculo y una posible pérdida de la movilidad.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Aurora escuchó al niño atentamente, dando la razón a su explicación de cómo venían los pequeños al mundo. Ahora tenía que esclarecer su duda, así que se dispuso a ello. -Normalmente los entregan directamente a las mamás, ya creciditos, pero cuando me trajeron el mío me dijeron que tenía mucho frío, y me preguntaron si podía darle calorcito hasta que estuviese preparado para salir, así que me lo guardé en la barriguita. Es un friolero. A ver cuándo sales, enano, que estamos esperando por ti.- Dijo esto último mirando y acariciando su vientre. Poco después se rio fijando su vista en los ojos de Pierre, esperando que creyese su respuesta.
Acto seguido, observó cómo el pequeñajo saltaba de alegría al hablar de lo que en ese momento parecía que más le gustaba en este mundo: Los dulces. Cómo no se lo iba a imaginar, si hasta los adultos caían rendidos ante ellos. Le gustaba verlo tan contento, y haberle creado esa ilusión, por minúscula que fuese. Lo conocía de apenas unos minutos, pero era tan risueño y hablador, que era imposible no cogerle cariño. Aportaba felicidad allá por donde pasase, y así daba gusto. -Pues claro, en cuanto pueda te traeré unos cuantos para que los disfrutes un montón, ¿sí? Ahora mismo no los tengo escondidos en el vientre, pero dentro de poco seguro que te los puedo dar, te lo prometo.- Sacó su lengua, en un gesto cómplice, y a continuación acarició el pelo del enano.
A lo lejos, un poco más tarde de pronunciar esta última frase, avistó al varón aguantando con sus manos lo que necesitaba para ayudarla, y con el torso al descubierto. La joven se quedó sorprendida al contemplar esta imagen. Antes había podido intuir sus músculos debajo de su ropa. Se le veía corpulento y con fortaleza, pero no había imaginado que tuviese ese cuerpo ni de lejos. O hacía algún tipo de ejercicio intenso, o no tenía ni idea de cómo podría haber llegado a estar así. De todas maneras, eso también le proporcionaba tranquilidad. Sabía que seguramente podría inutilizar la trampa sin problemas. Si hubiese dado a parar con una persona que apenas tuviese fuerza, le costaría bastante más y estarían expuestos durante más tiempo a los posibles peligros del bosque.
En cuanto se acercó a ella, se dispuso a acabar con la trampa de una vez por todas, y lo logró con una facilidad y maña increíbles. Se sentía aliviada al no estar aprisionada, pero eso no quitaba que las heridas que tenía en su pie le escociesen cada vez más.
El hombre terminó su trabajo, y la cogió en brazos. La muchacha quería agarrarse a él rodeando su cuello con los brazos para tener más equilibrio y pesarle menos, pero el pudor la venció. El que tuviese el pecho al descubierto le daba reparo por si le molestaba que se amarrase a él estando de esa manera, y por vergüenza, tampoco preguntó si ese gesto le importaba. Por todo esto, se quedó quieta mientras la transportaba hacia la orilla de un río cercano.
Ya sentada en ese lugar, observó al mayor preparando un remedio con una especie de hierbas, que untó en el pie de la morena con delicadeza, no sin antes habérselo limpiado con agua. Le ardió un poco al principio, pero sabía que le haría bien, así que no le quedaba otra que soportarlo. Las frases del infante la distrajeron del dolor. Podían con ella, eran muy graciosas, y cuando pronunció todo orgulloso que había ido él solo a por las cosas, se rio a carcajadas, divertida. El gesto que el adulto tuvo acto seguido con el niño, le hizo pensar. ¿Qué relación tendrían entre los dos? Le gustaría averiguarlo algún día.
Al terminar las curas en su pie, le vendó este con cuidado, y le ofreció un trozo de madera después de haberle preguntado si se encontraba mejor. Esta acción le metió algo de miedo en el cuerpo. Sabía que le iba a doler, pero no tanto como para que tuviese que morder un objeto. -Sí, estoy mucho mejor, gracias.- Cogió aire y lo soltó, intentando tranquilizarse. Un suspiro salió de su boca, y miró al fortachón a los ojos. -Haz lo que tengas que hacer. Por cierto, creo que no me he presentado todavía. Soy Aurora Rose, un placer.- Sonrió al decir esto, despejando su mente por un instante, olvidándose de lo que vendría a continuación.
Se puso el cacho de madera en la boca, y sus dientes lo sujetaron con fuerza ya antes de que ocurriese nada. No quería gritar ni quejarse, e iba a intentar al máximo no hacerlo, sobre todo por tener un niño delante. No le gustaría asustarlo.
Miraba con terror la mano del hombre empuñando la flecha, principalmente porque desconocía lo que le haría. Los latidos de su corazón se aceleraban cada vez más, y su cuerpo temblaba. Apretó todavía más su dentadura, y se preparó mentalmente. -Venga Aurora, tú puedes con esto y con más. Piensa que es por tu bien, sólo piensa en eso.- Dijo internamente, autoconvenciéndose. Cerró los ojos, confiando plenamente en el varón y en que todo saldría bien.
Acto seguido, observó cómo el pequeñajo saltaba de alegría al hablar de lo que en ese momento parecía que más le gustaba en este mundo: Los dulces. Cómo no se lo iba a imaginar, si hasta los adultos caían rendidos ante ellos. Le gustaba verlo tan contento, y haberle creado esa ilusión, por minúscula que fuese. Lo conocía de apenas unos minutos, pero era tan risueño y hablador, que era imposible no cogerle cariño. Aportaba felicidad allá por donde pasase, y así daba gusto. -Pues claro, en cuanto pueda te traeré unos cuantos para que los disfrutes un montón, ¿sí? Ahora mismo no los tengo escondidos en el vientre, pero dentro de poco seguro que te los puedo dar, te lo prometo.- Sacó su lengua, en un gesto cómplice, y a continuación acarició el pelo del enano.
A lo lejos, un poco más tarde de pronunciar esta última frase, avistó al varón aguantando con sus manos lo que necesitaba para ayudarla, y con el torso al descubierto. La joven se quedó sorprendida al contemplar esta imagen. Antes había podido intuir sus músculos debajo de su ropa. Se le veía corpulento y con fortaleza, pero no había imaginado que tuviese ese cuerpo ni de lejos. O hacía algún tipo de ejercicio intenso, o no tenía ni idea de cómo podría haber llegado a estar así. De todas maneras, eso también le proporcionaba tranquilidad. Sabía que seguramente podría inutilizar la trampa sin problemas. Si hubiese dado a parar con una persona que apenas tuviese fuerza, le costaría bastante más y estarían expuestos durante más tiempo a los posibles peligros del bosque.
En cuanto se acercó a ella, se dispuso a acabar con la trampa de una vez por todas, y lo logró con una facilidad y maña increíbles. Se sentía aliviada al no estar aprisionada, pero eso no quitaba que las heridas que tenía en su pie le escociesen cada vez más.
El hombre terminó su trabajo, y la cogió en brazos. La muchacha quería agarrarse a él rodeando su cuello con los brazos para tener más equilibrio y pesarle menos, pero el pudor la venció. El que tuviese el pecho al descubierto le daba reparo por si le molestaba que se amarrase a él estando de esa manera, y por vergüenza, tampoco preguntó si ese gesto le importaba. Por todo esto, se quedó quieta mientras la transportaba hacia la orilla de un río cercano.
Ya sentada en ese lugar, observó al mayor preparando un remedio con una especie de hierbas, que untó en el pie de la morena con delicadeza, no sin antes habérselo limpiado con agua. Le ardió un poco al principio, pero sabía que le haría bien, así que no le quedaba otra que soportarlo. Las frases del infante la distrajeron del dolor. Podían con ella, eran muy graciosas, y cuando pronunció todo orgulloso que había ido él solo a por las cosas, se rio a carcajadas, divertida. El gesto que el adulto tuvo acto seguido con el niño, le hizo pensar. ¿Qué relación tendrían entre los dos? Le gustaría averiguarlo algún día.
Al terminar las curas en su pie, le vendó este con cuidado, y le ofreció un trozo de madera después de haberle preguntado si se encontraba mejor. Esta acción le metió algo de miedo en el cuerpo. Sabía que le iba a doler, pero no tanto como para que tuviese que morder un objeto. -Sí, estoy mucho mejor, gracias.- Cogió aire y lo soltó, intentando tranquilizarse. Un suspiro salió de su boca, y miró al fortachón a los ojos. -Haz lo que tengas que hacer. Por cierto, creo que no me he presentado todavía. Soy Aurora Rose, un placer.- Sonrió al decir esto, despejando su mente por un instante, olvidándose de lo que vendría a continuación.
Se puso el cacho de madera en la boca, y sus dientes lo sujetaron con fuerza ya antes de que ocurriese nada. No quería gritar ni quejarse, e iba a intentar al máximo no hacerlo, sobre todo por tener un niño delante. No le gustaría asustarlo.
Miraba con terror la mano del hombre empuñando la flecha, principalmente porque desconocía lo que le haría. Los latidos de su corazón se aceleraban cada vez más, y su cuerpo temblaba. Apretó todavía más su dentadura, y se preparó mentalmente. -Venga Aurora, tú puedes con esto y con más. Piensa que es por tu bien, sólo piensa en eso.- Dijo internamente, autoconvenciéndose. Cerró los ojos, confiando plenamente en el varón y en que todo saldría bien.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
¿Por qué ayuda a una mujer así a la buena de dios? Porque está indefensa. Embarazada. Sola. Herida. La razón más grande es porque Pierre confía en ella. Él es la persona más inocente que ha conocido en su existencia. Tiene un instinto de auto protección sorprendente. Si Pierre se siente a gusto con ella, entonces es cierto que debería protegerla, ayudarla y curarla. Incluso ahora que está hincado frente a la mujer, no hace más que agradecer y su esencia le relaja. Sus ojos se fijan en la joven, no entiende qué hace sola en este lugar, puede que haya venido a conseguir comida.
De reojo observa que Pierre está caminando de un lado al otro nervioso. Si realiza la maniobra médica, podría ser demasiado para el pequeño. - Pierre, ve a buscar bayas. Necesito unas cuantas para darle de comer a la señora - el nene se rasca la cabecita - ¿Bayas? ¿De qué color? - ya tiene la mitad del camino hecho. A veces convencer al niño de retirarse es más difícil que combatir a la iglesia y a los inquisidores - de las rojas. No te las vayas a comer, primero me traes unas para ver si no te hacen doler la panza - el nene asiente con la idea de comer. Ya está solucionado, da media vuelta para irse corriendo.
Apenas avanza unos metros, Loyd observa a la mujer - muerda fuerte - es lo único que dice. No se presenta, no da su nombre. No le gusta relacionarse con las personas. Sólo lo básico y listo. No tiene por qué ser amable con la sociedad. Si ella fuera una cambiaformas, sería diferente quizá. O puede que no. Es un solitario, un amargado. Un sin hogar. Puede viajar de un lado a otro sin remordimientos, con la libertad que da el no pertenecer a ningún lado. Puede que "libertad" sea un vocablo demasiado fuerte para lo que en realidad le sucede al gigantón.
En cuanto ella se prepara, Loyd toma una tela humedecida para colocarla contra el cabo de la flecha - a la de tres. Una, dos - y la empuja sin consideraciones antes de decir siquiera "tres". La fuerza es tal, que la punta se asoma detrás del hombro de la mujer. Las enormes falanges la toman para sujetar ambos extremos y romper la punta. Hecho ésto, para evitar una infección mayor, extrae el resto de la flecha por el pecho de la mujer. Los movimientos con que lo hacen demuestran su experiencia en estas lides.
Taponea el agujero posterior con presteza. Hace lo mismo con el delantero, ejerciendo presión, mastica las hierbas que aún le quedan para dejarle una cantidad suficiente en el orificio de enfrente. Lo cubre con la venda. Repite la operación con el orificio trasero. Entonces, empieza a vendar con rapidez. Ejerce en la tela presión mayor para que se forme también un tipo torniquete y el brazo quede inmovilizado para lograr así que no se desangre o se lastime más de la cuenta. Pierre corre hacia ellos inocente de lo que acontece - ya está, messié Grand, ya tengo las bayas - se las muestra abriendo la tela de su camisa por la barriga denotando que dejó dentro los frutos. Loyd termina de vendar para sonreirle. Le nace ser amoroso con el pequeño. Le toma de la cabeza para acercarlo y le da un beso en la frente - ¡Bien hecho, eres muy bue...! - toma una para mirarla, la analiza - no te comiste ninguna ¿Verdad? - el nene niega con la cabecita.
Por si las dudas, le abre la boca para revisarlo, una vez nota que no le mintió, se pasa una mano ensangrentada por los cabellos sin siquiera notar que su cuero cabelludo queda manchado - Pierre. Te dije que éstas eran venenosas. No sirven - el pequeño lo mira con ojos como platos, las deja caer con un susto reflejado en sus ojitos - Pierre hubiera tenido dolor de panza - susurra como si fuera lo peor que podría pasarle si comiera de esos frutos. - Vámonos ya. Me llevo el bolso grande y a la señora. Pierre deberá tomar el bolso chico y llevarse las manzanas ¿De acuerdo? - repartidas las tareas, Loyd se echa el bolso a la espalda tal cual prometió. La mayor parte del peso está ahí, sobre todo por los pescados.
Pierre lleva el bolso de los medicamentos que el médico carga consigo todo el tiempo en unión de las tres manzanas que echa de nuevo a su camisa en la parte de su barrigüita. El grandulón equilibra el bolso al tiempo que toma en brazos a la mujer. Empieza a avanzar con un Pierre corriendo alrededor de él. En pos de la casa de Nona, donde ella le ayudará a recomponer los vendajes y a terminar de curarla. Sólo entonces la dejará ir.
De reojo observa que Pierre está caminando de un lado al otro nervioso. Si realiza la maniobra médica, podría ser demasiado para el pequeño. - Pierre, ve a buscar bayas. Necesito unas cuantas para darle de comer a la señora - el nene se rasca la cabecita - ¿Bayas? ¿De qué color? - ya tiene la mitad del camino hecho. A veces convencer al niño de retirarse es más difícil que combatir a la iglesia y a los inquisidores - de las rojas. No te las vayas a comer, primero me traes unas para ver si no te hacen doler la panza - el nene asiente con la idea de comer. Ya está solucionado, da media vuelta para irse corriendo.
Apenas avanza unos metros, Loyd observa a la mujer - muerda fuerte - es lo único que dice. No se presenta, no da su nombre. No le gusta relacionarse con las personas. Sólo lo básico y listo. No tiene por qué ser amable con la sociedad. Si ella fuera una cambiaformas, sería diferente quizá. O puede que no. Es un solitario, un amargado. Un sin hogar. Puede viajar de un lado a otro sin remordimientos, con la libertad que da el no pertenecer a ningún lado. Puede que "libertad" sea un vocablo demasiado fuerte para lo que en realidad le sucede al gigantón.
En cuanto ella se prepara, Loyd toma una tela humedecida para colocarla contra el cabo de la flecha - a la de tres. Una, dos - y la empuja sin consideraciones antes de decir siquiera "tres". La fuerza es tal, que la punta se asoma detrás del hombro de la mujer. Las enormes falanges la toman para sujetar ambos extremos y romper la punta. Hecho ésto, para evitar una infección mayor, extrae el resto de la flecha por el pecho de la mujer. Los movimientos con que lo hacen demuestran su experiencia en estas lides.
Taponea el agujero posterior con presteza. Hace lo mismo con el delantero, ejerciendo presión, mastica las hierbas que aún le quedan para dejarle una cantidad suficiente en el orificio de enfrente. Lo cubre con la venda. Repite la operación con el orificio trasero. Entonces, empieza a vendar con rapidez. Ejerce en la tela presión mayor para que se forme también un tipo torniquete y el brazo quede inmovilizado para lograr así que no se desangre o se lastime más de la cuenta. Pierre corre hacia ellos inocente de lo que acontece - ya está, messié Grand, ya tengo las bayas - se las muestra abriendo la tela de su camisa por la barriga denotando que dejó dentro los frutos. Loyd termina de vendar para sonreirle. Le nace ser amoroso con el pequeño. Le toma de la cabeza para acercarlo y le da un beso en la frente - ¡Bien hecho, eres muy bue...! - toma una para mirarla, la analiza - no te comiste ninguna ¿Verdad? - el nene niega con la cabecita.
Por si las dudas, le abre la boca para revisarlo, una vez nota que no le mintió, se pasa una mano ensangrentada por los cabellos sin siquiera notar que su cuero cabelludo queda manchado - Pierre. Te dije que éstas eran venenosas. No sirven - el pequeño lo mira con ojos como platos, las deja caer con un susto reflejado en sus ojitos - Pierre hubiera tenido dolor de panza - susurra como si fuera lo peor que podría pasarle si comiera de esos frutos. - Vámonos ya. Me llevo el bolso grande y a la señora. Pierre deberá tomar el bolso chico y llevarse las manzanas ¿De acuerdo? - repartidas las tareas, Loyd se echa el bolso a la espalda tal cual prometió. La mayor parte del peso está ahí, sobre todo por los pescados.
Pierre lleva el bolso de los medicamentos que el médico carga consigo todo el tiempo en unión de las tres manzanas que echa de nuevo a su camisa en la parte de su barrigüita. El grandulón equilibra el bolso al tiempo que toma en brazos a la mujer. Empieza a avanzar con un Pierre corriendo alrededor de él. En pos de la casa de Nona, donde ella le ayudará a recomponer los vendajes y a terminar de curarla. Sólo entonces la dejará ir.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
En cuanto el mayor mandó al pequeño a buscar bayas, su cuerpo se relajó un poco. Con ese gesto se quedó tranquila, ya que le parecía un poco violento que el niño presenciase la escena, y así eso ya no ocurriría. Seguía con los ojos cerrados, pero escuchó los juguetones pasos del infante alejarse. Ya estaban los dos solos.
De repente, el hombre comenzó una cuenta atrás, que a la morena se le hizo eterna. Tan solo de pensar en lo que podía hacerle, le dolía todo el cuerpo, pero fue peor cuando ocurrió. Notó la flecha atravesar su hombro. La mueca que inundó su cara, expresó todo. Sus facciones estaban totalmente fruncidas y tensas, y un profundo e intenso dolor le recorrió por donde antes tenía clavada la flecha. Intentó aguantar un grito, y lo consiguió, aunque no pudo evitar soltar unos quejidos ahogados mientras le untaba las hierbas en los orificios que habían quedado. De todas maneras, apreció la rapidez con la que se habían hecho las maniobras.
En cuanto la zona herida fue vendada, la joven volvió a abrir los ojos, los cuáles tenía un poco enrojecidos. Se quitó la madera de entre sus dientes, y miró al hombre fijamente. -Muchas gracias por ayudarme, de verdad.- Dijo, con un hilo de voz. La verdad es que no podía parar de temblar. Ahora mismo, de hecho, el tembleque era provocado más por el susto de haber sentido algo desgarrando su piel y sus músculos, que por otra cosa.
Vio al niño acercarse a ellos con unas bayas en su camiseta. Menos mal que no se las había comido. Por lo que había escuchado, eran venenosas. Observó la conversación que tenían los dos varones, y a pesar de que la expresividad del enano le hacía gracia, no lograba sonreír. No se encontraba mal, pero acababa de pasar por un momento un tanto delicado, y no tenía demasiado ánimo.
De repente, una imagen le vino a la cabeza. La punzada de la flecha le había recordado a ese momento cuando, ya hace unos años, unos vampiros habían matado a su padre delante de ella, desangrándolo hasta que su vida se apagó. Ya era agua pasada, pero todavía le afectaba. Era algo que nunca podría olvidar. Giró levemente la cabeza para que no la vieran, y con el brazo que no tenía dañado, secó unas lágrimas que salieron de sus ojos.
Se dio la vuelta de nuevo en cuanto el adulto comentó que se marchaban, ya sin que se le notase en el rostro que había sollozado. Dejó que la levantase del suelo y la cogiese para caminar con ella encima. No sabía a dónde la llevaba, pero fuese el sitio que fuese, estaba segura de que le haría bien.
Aurora se mantuvo callada durante el viaje. Estaba concentrada en las sensaciones que se apoderaban de ella, y, quizás por la pérdida de sangre, su vista se comenzó a nublar. Sus extremidades perdieron fuerza, y se quedó en peso muerto para el grandullón. Su cuerpo no le respondía, y poco más tarde, su mente hizo lo mismo, desmayándose en los brazos del médico, aunque no sin antes dejar escapar un susurro de su boca. -Papá...-
De repente, el hombre comenzó una cuenta atrás, que a la morena se le hizo eterna. Tan solo de pensar en lo que podía hacerle, le dolía todo el cuerpo, pero fue peor cuando ocurrió. Notó la flecha atravesar su hombro. La mueca que inundó su cara, expresó todo. Sus facciones estaban totalmente fruncidas y tensas, y un profundo e intenso dolor le recorrió por donde antes tenía clavada la flecha. Intentó aguantar un grito, y lo consiguió, aunque no pudo evitar soltar unos quejidos ahogados mientras le untaba las hierbas en los orificios que habían quedado. De todas maneras, apreció la rapidez con la que se habían hecho las maniobras.
En cuanto la zona herida fue vendada, la joven volvió a abrir los ojos, los cuáles tenía un poco enrojecidos. Se quitó la madera de entre sus dientes, y miró al hombre fijamente. -Muchas gracias por ayudarme, de verdad.- Dijo, con un hilo de voz. La verdad es que no podía parar de temblar. Ahora mismo, de hecho, el tembleque era provocado más por el susto de haber sentido algo desgarrando su piel y sus músculos, que por otra cosa.
Vio al niño acercarse a ellos con unas bayas en su camiseta. Menos mal que no se las había comido. Por lo que había escuchado, eran venenosas. Observó la conversación que tenían los dos varones, y a pesar de que la expresividad del enano le hacía gracia, no lograba sonreír. No se encontraba mal, pero acababa de pasar por un momento un tanto delicado, y no tenía demasiado ánimo.
De repente, una imagen le vino a la cabeza. La punzada de la flecha le había recordado a ese momento cuando, ya hace unos años, unos vampiros habían matado a su padre delante de ella, desangrándolo hasta que su vida se apagó. Ya era agua pasada, pero todavía le afectaba. Era algo que nunca podría olvidar. Giró levemente la cabeza para que no la vieran, y con el brazo que no tenía dañado, secó unas lágrimas que salieron de sus ojos.
Se dio la vuelta de nuevo en cuanto el adulto comentó que se marchaban, ya sin que se le notase en el rostro que había sollozado. Dejó que la levantase del suelo y la cogiese para caminar con ella encima. No sabía a dónde la llevaba, pero fuese el sitio que fuese, estaba segura de que le haría bien.
Aurora se mantuvo callada durante el viaje. Estaba concentrada en las sensaciones que se apoderaban de ella, y, quizás por la pérdida de sangre, su vista se comenzó a nublar. Sus extremidades perdieron fuerza, y se quedó en peso muerto para el grandullón. Su cuerpo no le respondía, y poco más tarde, su mente hizo lo mismo, desmayándose en los brazos del médico, aunque no sin antes dejar escapar un susurro de su boca. -Papá...-
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Una inclinación de cabeza es la respuesta del grandulón al agradecimiento de la joven. Es liviana, si la analiza con detenimiento puede notar la desnutrición. Nona se va a poner de malas al verla, de seguro. Para variar, Pierre sigue a una mariposa. Está entre cuidar que el bolso no pierda balance para que él no suelte a la mujer y mantener la mirada fija en el suelo para no resbalar y de paso, no perder de vista al niño porque si se le extravía, Nona le corta los testículos y de paso, el miembro. Y él quiere mucho a su compañero de toda la vida para que muera por un acto de distracción. Cuando por fin llega a las inmediaciones de la urbe, respira tranquilo. Un susurro emana de los labios de la fémina antes de desmayarse.
Es el colmo para Loyd, bufa de ira - ¡Lo que me faltaba, otra desmayada! ¿Acaso no saben cómo controlarse para no perder el conocimiento? - blasfema haciendo que Pierre se detenga a mirarle con curiosidad - ¿Pierre no tiene que perder qué? - el niño sujeta mejor el bolso por si le dice que es eso. Loyd mueve la cabeza de derecha a izquierda denotando su negativa - no, Pierre, no es contigo mi enojo - eso es suficiente, el nene ríe corriendo delante del hombretón como alma que lleva el diablo. El humano aprieta el paso, es difícil con tantas maniobras porque no se caiga ni el bolso ni la dama. - ¡PIERRE, NO CORRAS! - tiene que exigir para no terminar sin su mejor amigo.
El niño vuelve tras sus pasos con la cabeza gacha caminando a su lado como si de un suplicio se tratara. Loyd se reconforta pensando que faltan pocos cientos de metros para llegar. Por fin, tras veinte minutos después, tres gritos a Pierre, un bolso que casi se le cae haciendo que el grandulón se las vea negras intentando que la embarazada no toque el piso y un tropezón que pone a prueba su destreza para recomponer el paso, observa la vivienda de Nona a lo lejos. Ya está. Suspira aliviado en tanto Pierre corre como caballo desbocado - ¡NONA, NONA! ¡YA LLEGÓ PIERRE Y MESSIE GRAND TRAE A UNA SEÑORA QUE SE COMIÓ UNA SANDÍA Y ESCONDIÓ A SU BEBÉ PORQUE ES UN FRIJOL! - malinterpretó el "friolero" con "frijol".
Hasta Loyd se queda pensando qué quiso decir con tanta palabrería, cuando sale de la casa una anciana mirándolos sin comprender hasta que ve a Loyd cargando a la mujer, niega con la cabeza - pasad, pasad, ¿Traes a tu amante, Loyd? - le toma el pelo, el hombre la observa con molestia - no puedo evitar pensar qué te hizo ayudarle, es una humana común y corriente - la mirada del grandulón hacia el pequeño es significativa. Pierre corre a dejar las manzanas, el bolso y trae una manta con él - ¿Y eso para qué es, Pierre? - el nene le dice con toda la inocencia posible - la señora dijo que su hijo era un frijol porque tiene frío, así que le vamos a tapar - y con manos toscas, una vez que Loyd coloca a la mujer en la cama, le cubre toda.
Nona ayuda al humano a descargar el bolso - traes piedras - abre el contenido para ir sacando todo lo que trajeron, colocándolos en algunos cestos - los repartimos como siempre, quiero suponer - pregunta mirando al médico que está sentado en un banco revisando ahora sí con tranquilidad las heridas para mejorar los fomentos, sólo asiente con la cabeza. Ahí está de nuevo el taciturno humano que no habla. No se expresa más que lo suficiente. Una vez terminada la labor, vuelve al comedor para sentarse y beber de un vaso de licor que le sirven esperando a que la mujer despierte.
Es el colmo para Loyd, bufa de ira - ¡Lo que me faltaba, otra desmayada! ¿Acaso no saben cómo controlarse para no perder el conocimiento? - blasfema haciendo que Pierre se detenga a mirarle con curiosidad - ¿Pierre no tiene que perder qué? - el niño sujeta mejor el bolso por si le dice que es eso. Loyd mueve la cabeza de derecha a izquierda denotando su negativa - no, Pierre, no es contigo mi enojo - eso es suficiente, el nene ríe corriendo delante del hombretón como alma que lleva el diablo. El humano aprieta el paso, es difícil con tantas maniobras porque no se caiga ni el bolso ni la dama. - ¡PIERRE, NO CORRAS! - tiene que exigir para no terminar sin su mejor amigo.
El niño vuelve tras sus pasos con la cabeza gacha caminando a su lado como si de un suplicio se tratara. Loyd se reconforta pensando que faltan pocos cientos de metros para llegar. Por fin, tras veinte minutos después, tres gritos a Pierre, un bolso que casi se le cae haciendo que el grandulón se las vea negras intentando que la embarazada no toque el piso y un tropezón que pone a prueba su destreza para recomponer el paso, observa la vivienda de Nona a lo lejos. Ya está. Suspira aliviado en tanto Pierre corre como caballo desbocado - ¡NONA, NONA! ¡YA LLEGÓ PIERRE Y MESSIE GRAND TRAE A UNA SEÑORA QUE SE COMIÓ UNA SANDÍA Y ESCONDIÓ A SU BEBÉ PORQUE ES UN FRIJOL! - malinterpretó el "friolero" con "frijol".
Hasta Loyd se queda pensando qué quiso decir con tanta palabrería, cuando sale de la casa una anciana mirándolos sin comprender hasta que ve a Loyd cargando a la mujer, niega con la cabeza - pasad, pasad, ¿Traes a tu amante, Loyd? - le toma el pelo, el hombre la observa con molestia - no puedo evitar pensar qué te hizo ayudarle, es una humana común y corriente - la mirada del grandulón hacia el pequeño es significativa. Pierre corre a dejar las manzanas, el bolso y trae una manta con él - ¿Y eso para qué es, Pierre? - el nene le dice con toda la inocencia posible - la señora dijo que su hijo era un frijol porque tiene frío, así que le vamos a tapar - y con manos toscas, una vez que Loyd coloca a la mujer en la cama, le cubre toda.
Nona ayuda al humano a descargar el bolso - traes piedras - abre el contenido para ir sacando todo lo que trajeron, colocándolos en algunos cestos - los repartimos como siempre, quiero suponer - pregunta mirando al médico que está sentado en un banco revisando ahora sí con tranquilidad las heridas para mejorar los fomentos, sólo asiente con la cabeza. Ahí está de nuevo el taciturno humano que no habla. No se expresa más que lo suficiente. Una vez terminada la labor, vuelve al comedor para sentarse y beber de un vaso de licor que le sirven esperando a que la mujer despierte.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
No podía más. Su respiración estaba entrecortada de tanto correr, y sabía que la iban a escuchar. Conocerían su paradero, y en cuanto la encontrasen, la matarían o la meterían en un prostíbulo, igual que habían hecho con su madre. No quería ese destino, y por ello se había escondido en las profundidades de ese bosque.
Todavía alterada, vio a un hombre que se acercaba a ella. No lo conocía, aunque pronto cambiaría su vida por completo. Alargó su mano, y la chica la agarró sin duda alguna. Los dos salieron enseguida de allí, y... ¿Un vampiro los atacó? No, eso no había sido así... No podía acabar de esa manera... No quería morir ya...
Aurora se despertó de esa pesadilla alterada. Le temblaba el cuerpo entero, y hasta que cayó en la cuenta de que estaba a salvo, acostada sobre una cama en una casa, no salió de su estupefacción. Su cerebro de vez en cuando le jugaba malas pasadas, y se inventaba sueños que parecían totalmente reales.
Giró la cabeza hacia ambos lados, observando lo que había a su alrededor. Estaba tapada con una manta, que mantenía su calor corporal a salvo. Apartó esta ligeramente, y se sentó, para a continuación levantarse poco a poco, sin forzar demasiado su cuerpo, que seguía con un ligero tembleque. Seguramente el adulto que la había salvado la había dejado reposando, después de haber caminado cargando con ella durante a saber cuánto tiempo. Esto le daba una rabia tremenda, y por ello buscó al varón fuera del habitáculo en donde se encontraba hasta entonces la joven, aunque de una manera algo torpe, cojeando del pie que tenía dañado.
Por suerte, no tuvo que recorrer apenas ese lugar. Lo encontró fácilmente, tomando un vaso de alguna bebida desconocida para ella, en un sitio que parecía ser un comedor. Algo preocupada por haberle molestado, decidió hablar, a pesar de no estar todavía recuperada del susto que se había llevado al despertar. -Buenas... Ahm... Yo... Lo siento, no quería ser una molestia para usted. Si quiere ya me voy, no pretendo usurpar este lugar.- Dijo, con la voz algo inestable.
-De todas maneras, dígame cuánto le debo o si puedo ayudarle en algo. Es lo justo, usted me ha venido a socorrer, y yo ahora quiero devolverle el favor de la mejor manera posible.- Comentó, agradecida por las acciones que el varón había tenido hasta entonces con ella.
Se quedó quieta guardando las distancias para no agobiarlo, esperando una respuesta. Mientras, observó la herida que había en su hombro. Se curaría, tardaría un poco, pero tenía solución. No quería pensar en lo que le habría ocurrido si no se hubiese topado por casualidad con el médico que tenía enfrente. Quizás su suerte era pésima muchas veces, pero todo en la vida pasa por algo, y tarde o temprano, ésta te devuelve lo bueno que no te ha dado en otros momentos.
Todavía alterada, vio a un hombre que se acercaba a ella. No lo conocía, aunque pronto cambiaría su vida por completo. Alargó su mano, y la chica la agarró sin duda alguna. Los dos salieron enseguida de allí, y... ¿Un vampiro los atacó? No, eso no había sido así... No podía acabar de esa manera... No quería morir ya...
Aurora se despertó de esa pesadilla alterada. Le temblaba el cuerpo entero, y hasta que cayó en la cuenta de que estaba a salvo, acostada sobre una cama en una casa, no salió de su estupefacción. Su cerebro de vez en cuando le jugaba malas pasadas, y se inventaba sueños que parecían totalmente reales.
Giró la cabeza hacia ambos lados, observando lo que había a su alrededor. Estaba tapada con una manta, que mantenía su calor corporal a salvo. Apartó esta ligeramente, y se sentó, para a continuación levantarse poco a poco, sin forzar demasiado su cuerpo, que seguía con un ligero tembleque. Seguramente el adulto que la había salvado la había dejado reposando, después de haber caminado cargando con ella durante a saber cuánto tiempo. Esto le daba una rabia tremenda, y por ello buscó al varón fuera del habitáculo en donde se encontraba hasta entonces la joven, aunque de una manera algo torpe, cojeando del pie que tenía dañado.
Por suerte, no tuvo que recorrer apenas ese lugar. Lo encontró fácilmente, tomando un vaso de alguna bebida desconocida para ella, en un sitio que parecía ser un comedor. Algo preocupada por haberle molestado, decidió hablar, a pesar de no estar todavía recuperada del susto que se había llevado al despertar. -Buenas... Ahm... Yo... Lo siento, no quería ser una molestia para usted. Si quiere ya me voy, no pretendo usurpar este lugar.- Dijo, con la voz algo inestable.
-De todas maneras, dígame cuánto le debo o si puedo ayudarle en algo. Es lo justo, usted me ha venido a socorrer, y yo ahora quiero devolverle el favor de la mejor manera posible.- Comentó, agradecida por las acciones que el varón había tenido hasta entonces con ella.
Se quedó quieta guardando las distancias para no agobiarlo, esperando una respuesta. Mientras, observó la herida que había en su hombro. Se curaría, tardaría un poco, pero tenía solución. No quería pensar en lo que le habría ocurrido si no se hubiese topado por casualidad con el médico que tenía enfrente. Quizás su suerte era pésima muchas veces, pero todo en la vida pasa por algo, y tarde o temprano, ésta te devuelve lo bueno que no te ha dado en otros momentos.
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Nona sale con Pierre a repartir los pescados antes de que empiecen a oler mal dejándolo solo con la mujer. Aurora, recuerda en tanto picotea algo del plato que le dejó la anciana tras cocinarle el pescado. Es fantástico, la mujer es una excelente cocinera, pone las especies correctas y el sazón es inigualable. Desconocía cuán hambriento estaba hasta que el primer plato quedó vacío. Éste que ahora come es el tercero. El estómago está muy lleno, más su gula es mayor. El tenedor se mueve pinchando la fina carne hasta llevarla a su boca. Tiene modales finos para ser un grandulón que domina con su sola presencia todo el lugar.
Pasos se escuchan a la distancia, Loyd voltea dejando el tenedor en el plato intrigado. Los sonidos vienen de la recámara donde dejó a la embarazada. Por curiosidad médica, le permite llegar hasta la puerta sólo para estudiar qué tan mal está ese pie. Cuando aparece, sus palabras caen en saco roto. El hombretón no acostumbra hacer lo que los demás le piden. Toma algo más de la comida antes de levantarse, acercarse a la mujer, tomarla en brazos para caminar con ella hasta la mesa donde la deja acomodada en una silla - ésto va a ser sencillo. Te quedas aquí con Nona. Es una anciana que me prometió que te cuidará. Vendré a verte en la mañana y en la noche hasta que ese pie sane bien, a menos que tengas familia. Si la tienes, te acompañaré para que no pongas peso en esa herida o cuando nazca la criatura no podrás moverte - se acerca a la cocina para traerle un plato.
Se lo pone enfrente. Pescado y patatas a las hierbas. - Está frío, yo no sé cocinar, cómetelo, te hace falta. Y a la criatura más, estás demasiado delgada - toma un pedazo de pan dejándoselo enfrente para que entienda que es para ella, igual hace con un vaso de agua limpia. Le entrega cubiertos sin saber si sabe o no usarlos. Luego de ello, se dedica a beber de su vaso - ¿Qué esperas? ¿Que te cobre? ¿Acaso tiene tu familia dinero para pagarme? - pregunta tras deslizar el líquido por la garganta. Sus medicamentos son caros y los que le puso a ella más. Necesita que el hombro y el pie se le sanen rápido, por lo que tuvo que mezclar algunas pociones de una hechicera que le ayuda en estas necesidades. Así entonces, las heridas desaparecerán en una semana. Tiempo suficiente para que vuelva a recuperarse y dar a luz sin problemas.
Pasos se escuchan a la distancia, Loyd voltea dejando el tenedor en el plato intrigado. Los sonidos vienen de la recámara donde dejó a la embarazada. Por curiosidad médica, le permite llegar hasta la puerta sólo para estudiar qué tan mal está ese pie. Cuando aparece, sus palabras caen en saco roto. El hombretón no acostumbra hacer lo que los demás le piden. Toma algo más de la comida antes de levantarse, acercarse a la mujer, tomarla en brazos para caminar con ella hasta la mesa donde la deja acomodada en una silla - ésto va a ser sencillo. Te quedas aquí con Nona. Es una anciana que me prometió que te cuidará. Vendré a verte en la mañana y en la noche hasta que ese pie sane bien, a menos que tengas familia. Si la tienes, te acompañaré para que no pongas peso en esa herida o cuando nazca la criatura no podrás moverte - se acerca a la cocina para traerle un plato.
Se lo pone enfrente. Pescado y patatas a las hierbas. - Está frío, yo no sé cocinar, cómetelo, te hace falta. Y a la criatura más, estás demasiado delgada - toma un pedazo de pan dejándoselo enfrente para que entienda que es para ella, igual hace con un vaso de agua limpia. Le entrega cubiertos sin saber si sabe o no usarlos. Luego de ello, se dedica a beber de su vaso - ¿Qué esperas? ¿Que te cobre? ¿Acaso tiene tu familia dinero para pagarme? - pregunta tras deslizar el líquido por la garganta. Sus medicamentos son caros y los que le puso a ella más. Necesita que el hombro y el pie se le sanen rápido, por lo que tuvo que mezclar algunas pociones de una hechicera que le ayuda en estas necesidades. Así entonces, las heridas desaparecerán en una semana. Tiempo suficiente para que vuelva a recuperarse y dar a luz sin problemas.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Aurora vio al hombre levantarse después de haber dado un bocado a la comida que tenía encima de la mesa. Se acercó a ella, y la cogió en brazos para acomodarla en una de las sillas del comedor. Además, por si fuera poco, le ofreció pescado y patatas. Estaba hambrienta, así que no le venía nada mal. En realidad, tanta había sido la sorpresa por recibir alimento, que rápidamente comenzó a tomarlo con las manos sin escuchar lo que le decían. Sabía utilizar los cubiertos, pero hacía años que no los veía delante, así que ya le parecían objetos extraños.
Acabó el plato y el agua del vaso en menos de nada, y después recapacitó acerca de lo que el varón le había comentado. A pesar de no haber estado atenta, su memoria era buena y logró reconstruir las frases en su cabeza hasta que tomaron sentido. Eso sí, tardó un poco, lo cual quizás se le podría haber hecho incómodo al que estaba frente a ella.
-Verá, agradezco su hospitalidad, pero no sé si puedo quedarme aquí. Antes de caer en la trampa, estaba realizando un trabajo que no logré completar, y tengo que avisar de alguna manera a mi cliente de mi error.- Dijo, cabizbaja, recordando lo que le acababa de pasar hace apenas unas horas. No tenía ganas de ir a junto del que la había contratado, ya que no sabía lo que le depararía el destino si le decía que había fallado en su labor, pero no le quedaba otra.
-Respecto a lo del dinero... No, probablemente no tenga lo suficiente para pagarle ahora, pero puedo darle una parte, y más adelante, cuando complete más recados y cobre por ellos, devolverle todo lo restante. Lo dejo a su elección, pero me sabe mal ser ayudada y no poder hacer nada a cambio.- No es que fuese una mujer de favores. Los hacía encantada y no pedía nada, pero cuando ocurría al revés y era ella a la que tenían que socorrer, le gustaba ofrecer algo por ello.
El mayor había tocado un tema delicado para la morena en su conversación: La familia. Actualmente estaba sola, pero por suerte, hasta hace unos meses, a pesar de su condición de pobreza, siempre había estado acompañada, y por lo tanto, la vida ahora se le hacía más complicada. No era una chica a la que le gustase la soledad. Muy de vez en cuando podía estar bien, pero día tras día, se transformaba en una sensación horrible. Miró al chico fijamente a los ojos. -Y no, no tengo a nadie, así que no hace falta que me acompañes a ninguna parte en especial. En realidad, soy un poco nómada.- Ésto último era algo que no le gustaba demasiado, pero no quería darle mucha importancia al asunto, así que acompañó la frase con una pequeña risa final.
Esperando su respuesta y sin darse cuenta, rechupeteó sus dedos hasta que no quedó ningún rastro de comida en ellos, degustando con placer el sabor que inundaba sus papilas gustativas. ¡Qué exquisitez!
Acabó el plato y el agua del vaso en menos de nada, y después recapacitó acerca de lo que el varón le había comentado. A pesar de no haber estado atenta, su memoria era buena y logró reconstruir las frases en su cabeza hasta que tomaron sentido. Eso sí, tardó un poco, lo cual quizás se le podría haber hecho incómodo al que estaba frente a ella.
-Verá, agradezco su hospitalidad, pero no sé si puedo quedarme aquí. Antes de caer en la trampa, estaba realizando un trabajo que no logré completar, y tengo que avisar de alguna manera a mi cliente de mi error.- Dijo, cabizbaja, recordando lo que le acababa de pasar hace apenas unas horas. No tenía ganas de ir a junto del que la había contratado, ya que no sabía lo que le depararía el destino si le decía que había fallado en su labor, pero no le quedaba otra.
-Respecto a lo del dinero... No, probablemente no tenga lo suficiente para pagarle ahora, pero puedo darle una parte, y más adelante, cuando complete más recados y cobre por ellos, devolverle todo lo restante. Lo dejo a su elección, pero me sabe mal ser ayudada y no poder hacer nada a cambio.- No es que fuese una mujer de favores. Los hacía encantada y no pedía nada, pero cuando ocurría al revés y era ella a la que tenían que socorrer, le gustaba ofrecer algo por ello.
El mayor había tocado un tema delicado para la morena en su conversación: La familia. Actualmente estaba sola, pero por suerte, hasta hace unos meses, a pesar de su condición de pobreza, siempre había estado acompañada, y por lo tanto, la vida ahora se le hacía más complicada. No era una chica a la que le gustase la soledad. Muy de vez en cuando podía estar bien, pero día tras día, se transformaba en una sensación horrible. Miró al chico fijamente a los ojos. -Y no, no tengo a nadie, así que no hace falta que me acompañes a ninguna parte en especial. En realidad, soy un poco nómada.- Ésto último era algo que no le gustaba demasiado, pero no quería darle mucha importancia al asunto, así que acompañó la frase con una pequeña risa final.
Esperando su respuesta y sin darse cuenta, rechupeteó sus dedos hasta que no quedó ningún rastro de comida en ellos, degustando con placer el sabor que inundaba sus papilas gustativas. ¡Qué exquisitez!
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
La forma en que come le hace consciente de que tiene mucho tiempo con hambre. Él sigue bebiendo de su vaso el licor que le calienta los miembros tras la bajada de temperatura propia de la primavera inicial. Por instinto, mira a su alrededor para darle un paño a la mujer - para que te limpies en él, no lo hagas en las ropas - picotea unas migajas que quedan en su propio plato comiéndolas despacio. Ya siente el estómago repleto, sólo es gula. De eso peca Loyd, es glotón. Tras la comilona, le entra el sueño como a cualquier mortal. Se regodea de esa sensación de relax en tanto siente las ganas de tomar la pipa y fumar. Es malo el humo para una embarazada. O al menos, eso dicen las viejas y si Nona le encuentra así, le cortará a su amigo y ya quedamos que Loyd quiere a su mejor amigo.
Pareciera que no presta atención a las palabras del hombre, está concentrada en comer. En cuanto termina y picotea los restos, el grandulón se pone en pie para ir a la cocina de nuevo. Tomar otro plato y servir más. Esa era la ración que se llevaría a casa para cenar. Ella no tiene por qué saberlo. Y necesita nutrirse. Regresa a con ella dejando el nuevo plato para retirar el vacío y colocarlo sobre el del propio Loyd ya vacío. - ¿Qué clase de trabajo era? - ¿Clientes? Por instinto le mira de reojo sintiendo cómo sus barreras se alzan por pura y llana desconfianza. No le gustan las traiciones, no confía en nadie. Los humanos no son de fiar. Un solo roce a su codicia y son capaces de las peores atrocidades. Toma nota mental de vendarle los ojos cuando la lleve fuera para que no pueda regresar con enemigos y problemas para Nona.
Le ofrece dinero. Por sus ropas, no puede tener demasiado, esos ojos son un espejo muy fácil de descifrar. Aún así, cree la mitad de las palabras. - Con no decir nada de mi asistencia a usted es suficiente pago. Use su dinero para lo que se le viene, cuando nazca la criatura necesitará comer bien para amamantarlo - es práctico. Su mente médica prima la mayor parte de las veces. Cuando está en total relajación como ahora, puede ser amable. Es demasiado reservado, se nota en sus palabras donde no expresa nada de quién es. Ni siquiera le ha dicho su nombre. Si ella piensa que se llama "Grand" por lo que Pierre dice, es perfecto. Una idea le viene a la mente. Habla de ser una recadera. No ganan demasiado y con el tiempo, no podrá caminar.
Se queda pensativo con las últimas palabras. Está sola. Si Nona estuviera ahí, estaría mirándole con ojos de pistola si no le brindase ayuda. Exhala exasperado acariciándose los cabellos cortos con la manaza, casi meneándolos - los recados están bien, aún así, necesita un trabajo duradero, algo que pueda incluso hacer en casa. ¿Sabe tejer? - pregunta porque conoce a un par de hechiceros que tienen telares donde bien podrían darle trabajo. Brenda es muy humana a pesar de todo. Puede ayudarla a salir adelante y darle un lugar dónde vivir mientras tiene al bebé. Luego de ello, el trabajo sería estable, podría hacerlo desde su casa. Es una solución plausible - conozco a dos personas con un telar. Si hablo con ellas podrían darle hogar, sustento y trabajo. Eso haría su vida menos nómada porque debería mantenerse estable al menos durante seis meses a partir de hoy. El tiempo que le quede para dar a luz y con posterioridad, para que el bebé esté fuerte para viajar. ¿De cuántos meses está de embarazo? - indaga muy hablador. Hasta la boca se le seca de tantas palabras por lo que toma el vaso y le da un sorbo más.
Pareciera que no presta atención a las palabras del hombre, está concentrada en comer. En cuanto termina y picotea los restos, el grandulón se pone en pie para ir a la cocina de nuevo. Tomar otro plato y servir más. Esa era la ración que se llevaría a casa para cenar. Ella no tiene por qué saberlo. Y necesita nutrirse. Regresa a con ella dejando el nuevo plato para retirar el vacío y colocarlo sobre el del propio Loyd ya vacío. - ¿Qué clase de trabajo era? - ¿Clientes? Por instinto le mira de reojo sintiendo cómo sus barreras se alzan por pura y llana desconfianza. No le gustan las traiciones, no confía en nadie. Los humanos no son de fiar. Un solo roce a su codicia y son capaces de las peores atrocidades. Toma nota mental de vendarle los ojos cuando la lleve fuera para que no pueda regresar con enemigos y problemas para Nona.
Le ofrece dinero. Por sus ropas, no puede tener demasiado, esos ojos son un espejo muy fácil de descifrar. Aún así, cree la mitad de las palabras. - Con no decir nada de mi asistencia a usted es suficiente pago. Use su dinero para lo que se le viene, cuando nazca la criatura necesitará comer bien para amamantarlo - es práctico. Su mente médica prima la mayor parte de las veces. Cuando está en total relajación como ahora, puede ser amable. Es demasiado reservado, se nota en sus palabras donde no expresa nada de quién es. Ni siquiera le ha dicho su nombre. Si ella piensa que se llama "Grand" por lo que Pierre dice, es perfecto. Una idea le viene a la mente. Habla de ser una recadera. No ganan demasiado y con el tiempo, no podrá caminar.
Se queda pensativo con las últimas palabras. Está sola. Si Nona estuviera ahí, estaría mirándole con ojos de pistola si no le brindase ayuda. Exhala exasperado acariciándose los cabellos cortos con la manaza, casi meneándolos - los recados están bien, aún así, necesita un trabajo duradero, algo que pueda incluso hacer en casa. ¿Sabe tejer? - pregunta porque conoce a un par de hechiceros que tienen telares donde bien podrían darle trabajo. Brenda es muy humana a pesar de todo. Puede ayudarla a salir adelante y darle un lugar dónde vivir mientras tiene al bebé. Luego de ello, el trabajo sería estable, podría hacerlo desde su casa. Es una solución plausible - conozco a dos personas con un telar. Si hablo con ellas podrían darle hogar, sustento y trabajo. Eso haría su vida menos nómada porque debería mantenerse estable al menos durante seis meses a partir de hoy. El tiempo que le quede para dar a luz y con posterioridad, para que el bebé esté fuerte para viajar. ¿De cuántos meses está de embarazo? - indaga muy hablador. Hasta la boca se le seca de tantas palabras por lo que toma el vaso y le da un sorbo más.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Aurora sonrió agradecida ante el gesto del mayor, el cual le ofreció un paño para limpiar sus manos. Lo utilizó en cuanto terminó de rechupetear sus dedos, y miró con deseo la comida que el hombre acababa de traer. No estaba segura de si era para ella o no, pero se moría por tomarla.
En seguida su estómago se le hizo un nudo al escuchar las frases del varón, provocando que el hambre se le disipase por completo, o al menos en ese momento. Ante la primera pregunta que le había hecho, no sabía si decirle la verdad. Probablemente, si decidía hacerlo, la echaría inmediatamente de allí. Por otra parte, no debía de escondérselo. La había ayudado, y qué menos que pagárselo con su sinceridad.
Suspiró y se dispuso a hablar. -Le seré sincera, y por ello le va a resultar difícil no juzgarme, pero le pido que, por favor, intente no hacerlo.- Cogió aire, y cabizbaja, retomó su relato. -Un hombre me había contratado para robar una joya, y no logré llevar a cabo la petición. Cuando estaba en la casa donde se encontraba el objeto, alguien me descubrió y luego no fui capaz de hurtar delante de esa persona. No me gusta para nada hacer este tipo de cosas, pero no encuentro trabajo, y es una manera de salir del apuro. Ya sé que no es moral.- No quería restarle importancia ni excusarse. No era la primera vez que lo hacía ni sería la última si le seguía faltando dinero, pero no se sentía cómoda confesando ese tipo de crímenes.
Después de una breve pausa, continuó. -Por ello, entenderá que tenga miedo respecto a lo que me podría pasar en cuanto me encuentre de nuevo a ese tipo. Es peligroso. Y bien, respecto a lo del trabajo, sí, sé algo acerca de tejer, o al menos creo que tengo unas nociones básicas. De todas maneras, no creo que nadie me acepte sabiendo mis antecedentes. Al menos, hasta ahora no he logrado encontrar un empleo estable.- Se lo estaba pintando todo muy negro, pero no le gustaría que más adelante se llevase un chasco con ella. Prefería ser directa ahora con todas las consecuencias, a pesar de no ser tan “mala” como se estaba describiendo.
-Conforme a su pregunta... Estoy embarazada de seis meses, aproximadamente.- Había contado día tras día el tiempo que había pasado sola, sin Kray. Siempre había sido su máximo apoyo, y no había instante en el que no se acordase de él.
Una ligera risa de dolor y arrepentimiento comenzó a salir de su boca. Miró al grandullón, con los ojos humedecidos. -No soy lo que parezco, ¿verdad? ¿A que no se lo esperaba? Por fuera, parece que no he hecho daño ni a una hormiga, pero mi interior es más oscuro de lo que pueda imaginar. Siento que me haya salvado a mí, y no a otra persona que de verdad lo mereciese.- Unas lágrimas resbalaron por sus mejillas. Tapó parte de su cara con las manos, avergonzada. -Lo siento, siento decepcionarle, y siento que haya tenido que escuchar todo esto.- Se sentía sucia por las cosas que había hecho. Al final se había convertido en lo que menos quería ser, un monstruo, como aquellos idiotas que la habían dejado con un crío en su vientre, y de esa forma habían acabado por completo con su vida.
En seguida su estómago se le hizo un nudo al escuchar las frases del varón, provocando que el hambre se le disipase por completo, o al menos en ese momento. Ante la primera pregunta que le había hecho, no sabía si decirle la verdad. Probablemente, si decidía hacerlo, la echaría inmediatamente de allí. Por otra parte, no debía de escondérselo. La había ayudado, y qué menos que pagárselo con su sinceridad.
Suspiró y se dispuso a hablar. -Le seré sincera, y por ello le va a resultar difícil no juzgarme, pero le pido que, por favor, intente no hacerlo.- Cogió aire, y cabizbaja, retomó su relato. -Un hombre me había contratado para robar una joya, y no logré llevar a cabo la petición. Cuando estaba en la casa donde se encontraba el objeto, alguien me descubrió y luego no fui capaz de hurtar delante de esa persona. No me gusta para nada hacer este tipo de cosas, pero no encuentro trabajo, y es una manera de salir del apuro. Ya sé que no es moral.- No quería restarle importancia ni excusarse. No era la primera vez que lo hacía ni sería la última si le seguía faltando dinero, pero no se sentía cómoda confesando ese tipo de crímenes.
Después de una breve pausa, continuó. -Por ello, entenderá que tenga miedo respecto a lo que me podría pasar en cuanto me encuentre de nuevo a ese tipo. Es peligroso. Y bien, respecto a lo del trabajo, sí, sé algo acerca de tejer, o al menos creo que tengo unas nociones básicas. De todas maneras, no creo que nadie me acepte sabiendo mis antecedentes. Al menos, hasta ahora no he logrado encontrar un empleo estable.- Se lo estaba pintando todo muy negro, pero no le gustaría que más adelante se llevase un chasco con ella. Prefería ser directa ahora con todas las consecuencias, a pesar de no ser tan “mala” como se estaba describiendo.
-Conforme a su pregunta... Estoy embarazada de seis meses, aproximadamente.- Había contado día tras día el tiempo que había pasado sola, sin Kray. Siempre había sido su máximo apoyo, y no había instante en el que no se acordase de él.
Una ligera risa de dolor y arrepentimiento comenzó a salir de su boca. Miró al grandullón, con los ojos humedecidos. -No soy lo que parezco, ¿verdad? ¿A que no se lo esperaba? Por fuera, parece que no he hecho daño ni a una hormiga, pero mi interior es más oscuro de lo que pueda imaginar. Siento que me haya salvado a mí, y no a otra persona que de verdad lo mereciese.- Unas lágrimas resbalaron por sus mejillas. Tapó parte de su cara con las manos, avergonzada. -Lo siento, siento decepcionarle, y siento que haya tenido que escuchar todo esto.- Se sentía sucia por las cosas que había hecho. Al final se había convertido en lo que menos quería ser, un monstruo, como aquellos idiotas que la habían dejado con un crío en su vientre, y de esa forma habían acabado por completo con su vida.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Ya empezaron mal. Que no la juzgue. Cuando un humano dice eso es porque se mandó una grande. Muy grande. Se recarga contra el respaldo del asiento que para su fortuna, no sólo resiste todo el enorme peso que tiene encima si no que sigue firme. A la semana de estar visitando a Nona esa silla apareció por arte de magia. Era la única en la que podía sentar el trasero y no caerse de culo como le pasó con dos muebles antes en esa misma casa. Sus ojos son oscuros, no hay algo que pueda definir de humano. Un hombre la contrató para robar. ¿Qué clase de mujer es para no comprender que para eso se necesita astucia, habilidad y destreza? Y de las tres, no tiene nada. Sólo hay que verle la enorme panza para saberlo, no es tan necesario ser un genio.
Esa es la razón por la cual no le dirá su nombre. Es capaz de contratarse para hacer fechorías. No importa si es por una buena causa. Eso no se hace. Se mantiene impasible, no hay nada del otrora hombre que brindaba ayuda. Sus ojos son oscuros, vacíos, inalterables. Sólo susurra con esa voz profunda y gutural, - coma, el plato es para usted - en lugar de ser algo que la reconforte, pareciera una señal de advertencia de que algo se desatará en cuanto termine de consumir esos alimentos. Se levanta para tomar la silla dejándola al lado de una de las ventanas más alejadas de la mujer, saca con parsimonia y movimientos elegantes una pipa, el tabaco y los combina. Termina el proceso encendiendo el tabaco para dar la primera calada y escupir el humo por la ventana abierta.
Le da la espalda, esa enorme masa muscular que implica un entrenamiento fuerte y feroz. ¿Quién tendría tal musculatura si no la utilizara para algo? Y ya dejó claro que es un médico. Por lo que no tendría sentido seguirse ejercitando. Recarga el enorme hombro contra la pared cruzándose de piernas por los talones. Se queda en esa posición hasta que de reojo, comprueba que ha dejado de nuevo el plato limpio. Para este momento la pipa ya está casi consumida. La deja sobre un mueble ya apagada para acercarse y retirarle el plato. En la cocina, llena un bolso con la poca comida que puede quitarle a Nona y a Pierre.
Vuelve sus pasos a la mujer dejando caer sin miramientos dicha bolsa - ésto es para que coma hoy y mañana. Algo tiene que saber, no me importa si usted aparenta ser un ángel. No me interesa una mieeeerrrda - alarga la palabra al tiempo que la gesticulación se torna exagerada, se siente la hostilidad en esa sola pronunciación - si consideró que no tenía más opciones. Cierto es que sus antecedentes le impedirán tener un trabajo y no hablamos del robo. Me hubiera dicho que robó una manzana para comer y lo justifico. Me hubiera dicho que robó unas monedas a un rico y lo entiendo. Cuando uno se contrata para robar una joya en una casa, entenderá que la considere una serpiente. Y tal cual, no quiero esos reptiles en mi círculo, una lástima, se perdió de un buen trabajo por las elecciones equivocadas - toma el bolso y la carga de un solo impulso.
Camina con ella en brazos - la quiero fuera de mi vida, por supuesto que me esperaba que tras su cara de ángel fuera una serpiente. Todos lo son. Todos los humanos son igual que usted. Fingen para no reconocer sus propios errores. Le echan las culpas a los demás para hacerles daño. ¿Quién le dijo que esa joya no era algo valioso para quien se la robaba? ¡Y dice que no se atrevió a hacerlo cuando la descubrieron! Tremenda cínica debiera ser para ello, se va ya, la dejaré en la plaza y le recomiendo que mantenga cerrados los ojos mientras camino porque no quiero que sepa cómo volver. No la quiero por aquí o le aseguro que le arrancaré a la criatura de las entrañas y la dejaré desangrarse como el chacal que eres - esta vez la tutea en tanto le mira a los ojos con esa maldad que alberga en su alma.
Un espíritu machacado por la maldad humana y que sólo busca alejar a todos los hombres y mujeres que le parecen dañinos.
Esa es la razón por la cual no le dirá su nombre. Es capaz de contratarse para hacer fechorías. No importa si es por una buena causa. Eso no se hace. Se mantiene impasible, no hay nada del otrora hombre que brindaba ayuda. Sus ojos son oscuros, vacíos, inalterables. Sólo susurra con esa voz profunda y gutural, - coma, el plato es para usted - en lugar de ser algo que la reconforte, pareciera una señal de advertencia de que algo se desatará en cuanto termine de consumir esos alimentos. Se levanta para tomar la silla dejándola al lado de una de las ventanas más alejadas de la mujer, saca con parsimonia y movimientos elegantes una pipa, el tabaco y los combina. Termina el proceso encendiendo el tabaco para dar la primera calada y escupir el humo por la ventana abierta.
Le da la espalda, esa enorme masa muscular que implica un entrenamiento fuerte y feroz. ¿Quién tendría tal musculatura si no la utilizara para algo? Y ya dejó claro que es un médico. Por lo que no tendría sentido seguirse ejercitando. Recarga el enorme hombro contra la pared cruzándose de piernas por los talones. Se queda en esa posición hasta que de reojo, comprueba que ha dejado de nuevo el plato limpio. Para este momento la pipa ya está casi consumida. La deja sobre un mueble ya apagada para acercarse y retirarle el plato. En la cocina, llena un bolso con la poca comida que puede quitarle a Nona y a Pierre.
Vuelve sus pasos a la mujer dejando caer sin miramientos dicha bolsa - ésto es para que coma hoy y mañana. Algo tiene que saber, no me importa si usted aparenta ser un ángel. No me interesa una mieeeerrrda - alarga la palabra al tiempo que la gesticulación se torna exagerada, se siente la hostilidad en esa sola pronunciación - si consideró que no tenía más opciones. Cierto es que sus antecedentes le impedirán tener un trabajo y no hablamos del robo. Me hubiera dicho que robó una manzana para comer y lo justifico. Me hubiera dicho que robó unas monedas a un rico y lo entiendo. Cuando uno se contrata para robar una joya en una casa, entenderá que la considere una serpiente. Y tal cual, no quiero esos reptiles en mi círculo, una lástima, se perdió de un buen trabajo por las elecciones equivocadas - toma el bolso y la carga de un solo impulso.
Camina con ella en brazos - la quiero fuera de mi vida, por supuesto que me esperaba que tras su cara de ángel fuera una serpiente. Todos lo son. Todos los humanos son igual que usted. Fingen para no reconocer sus propios errores. Le echan las culpas a los demás para hacerles daño. ¿Quién le dijo que esa joya no era algo valioso para quien se la robaba? ¡Y dice que no se atrevió a hacerlo cuando la descubrieron! Tremenda cínica debiera ser para ello, se va ya, la dejaré en la plaza y le recomiendo que mantenga cerrados los ojos mientras camino porque no quiero que sepa cómo volver. No la quiero por aquí o le aseguro que le arrancaré a la criatura de las entrañas y la dejaré desangrarse como el chacal que eres - esta vez la tutea en tanto le mira a los ojos con esa maldad que alberga en su alma.
Un espíritu machacado por la maldad humana y que sólo busca alejar a todos los hombres y mujeres que le parecen dañinos.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Aurora se sintió algo violentada por las palabras del hombre, sobretodo por las finales, en las que hablaba de arrebatarle a su bebé. Aunque, ¿qué esperaba? ¿Que le diese una palmadita en la espalda después de lo que le había contado? Estaba claro que no. De todas maneras, eso no quitaba que le hubiese sentado mal lo que le había dicho, y ya no tanto por cómo la hacía quedar, sino por haberlo decepcionado, cuando él la había ayudado sin pedir nada a cambio. A fin de cuentas, era bueno. Tenía una fachada dura, pero su interior debía de ser de oro cuando a pesar de todo, se había molestado en prepararle una bolsa con comida.
En cuanto la cogió en brazos y comenzó a caminar, la joven cerró los ojos, como él le había advertido. No podía pronunciar frase alguna, pero su cara lo decía todo. Se había mordido el labio inferior con tanta fuerza para aguantar sus lágrimas, que incluso se lo había hecho sangrar. Además, su frente y cejas estaban fruncidas por la tensión.
En medio de la caminata, se acordó del pequeño que la había rescatado, y de la promesa que le había hecho. No quería romperla, y para eso sí que decidió abrir la boca. -Sé que no merezco nada más de usted, pero le juré a Pierre que le daría unos cuantos dulces en cuanto pudiese. Si no me deja volver a verlo, lo entiendo, pero si en ese caso, por favor, en cuanto lleguemos a la plaza, permita que compre unos y si usted mismo se los podría entregar de mi parte, se lo agradecería.- Le había cogido cariño al enano, y aunque no lo pudiese ver nunca más, quería al menos cumplir su palabra.
La morena escuchó barullo a lo lejos. Eran las voces de los habitantes de París, lo que le indicaba que no quedaba mucho por recorrer hasta llegar a la plaza. No quería volver, tenía miedo. ¿Qué le depararía el destino esta vez?
Cada vez el tumulto era mayor, pero a pesar de ello decidió no abrir los párpados. No quería verse envuelta en más problemas y hasta que el grandullón le permitiese ver de nuevo, no lo haría.
De repente, algo le hizo cambiar de opinión. Escuchó su nombre repetidas veces, pronunciado por una voz que le resultaba conocida. -¿Quizás...? No puede ser.- Pensó, y alterada, abrió los ojos y confirmó lo inevitable. Allí estaba ese hombre que la había contratado, corriendo hacia los dos.
No tardó mucho en quedarse frente a ellos. La muchacha temblaba, y el señor nada más llegar, hizo la pregunta que ella tanto temía. -¿Dónde está lo que habíamos acordado?- No sabía qué contestar. Se había quedado muda. Lo único que pudo hacer en ese momento fue negar con la cabeza, preocupada. Ni siquiera se daba cuenta de que seguía sobre los brazos del fortachón.
-¿No? ¿No lo tienes? ¿Sabías que no podías fallar, verdad preciosa? Ahora tendrás que arreglarlo de alguna manera.- Dijo el otro, con toda la parsimonia del mundo. Se le notaba tranquilo y seguro de lo que decía. Acercó la mano a la cara de la chica, y acarició su mejilla y luego su labio inferior con el dedo índice, observándola de cerca, mientras se lamía sus propios labios. Parecía que le daba totalmente igual que ella estuviese acompañada, ya que estaba actuando incluso como si no hubiese nadie más allí que ellos dos.
-Venga, ven conmigo, quiero decirte unas cuántas cosas.- La cogió de la mano, y tiró de esta. Aurora seguía temblando del terror. No quería ir con él, estaba segura de que nada bueno pasaría a donde fuera que la llevase. Observó de reojo al que todavía cargaba con ella, con una mirada que pedía auxilio a gritos.
En cuanto la cogió en brazos y comenzó a caminar, la joven cerró los ojos, como él le había advertido. No podía pronunciar frase alguna, pero su cara lo decía todo. Se había mordido el labio inferior con tanta fuerza para aguantar sus lágrimas, que incluso se lo había hecho sangrar. Además, su frente y cejas estaban fruncidas por la tensión.
En medio de la caminata, se acordó del pequeño que la había rescatado, y de la promesa que le había hecho. No quería romperla, y para eso sí que decidió abrir la boca. -Sé que no merezco nada más de usted, pero le juré a Pierre que le daría unos cuantos dulces en cuanto pudiese. Si no me deja volver a verlo, lo entiendo, pero si en ese caso, por favor, en cuanto lleguemos a la plaza, permita que compre unos y si usted mismo se los podría entregar de mi parte, se lo agradecería.- Le había cogido cariño al enano, y aunque no lo pudiese ver nunca más, quería al menos cumplir su palabra.
La morena escuchó barullo a lo lejos. Eran las voces de los habitantes de París, lo que le indicaba que no quedaba mucho por recorrer hasta llegar a la plaza. No quería volver, tenía miedo. ¿Qué le depararía el destino esta vez?
Cada vez el tumulto era mayor, pero a pesar de ello decidió no abrir los párpados. No quería verse envuelta en más problemas y hasta que el grandullón le permitiese ver de nuevo, no lo haría.
De repente, algo le hizo cambiar de opinión. Escuchó su nombre repetidas veces, pronunciado por una voz que le resultaba conocida. -¿Quizás...? No puede ser.- Pensó, y alterada, abrió los ojos y confirmó lo inevitable. Allí estaba ese hombre que la había contratado, corriendo hacia los dos.
No tardó mucho en quedarse frente a ellos. La muchacha temblaba, y el señor nada más llegar, hizo la pregunta que ella tanto temía. -¿Dónde está lo que habíamos acordado?- No sabía qué contestar. Se había quedado muda. Lo único que pudo hacer en ese momento fue negar con la cabeza, preocupada. Ni siquiera se daba cuenta de que seguía sobre los brazos del fortachón.
-¿No? ¿No lo tienes? ¿Sabías que no podías fallar, verdad preciosa? Ahora tendrás que arreglarlo de alguna manera.- Dijo el otro, con toda la parsimonia del mundo. Se le notaba tranquilo y seguro de lo que decía. Acercó la mano a la cara de la chica, y acarició su mejilla y luego su labio inferior con el dedo índice, observándola de cerca, mientras se lamía sus propios labios. Parecía que le daba totalmente igual que ella estuviese acompañada, ya que estaba actuando incluso como si no hubiese nadie más allí que ellos dos.
-Venga, ven conmigo, quiero decirte unas cuántas cosas.- La cogió de la mano, y tiró de esta. Aurora seguía temblando del terror. No quería ir con él, estaba segura de que nada bueno pasaría a donde fuera que la llevase. Observó de reojo al que todavía cargaba con ella, con una mirada que pedía auxilio a gritos.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
El paso es más acelerado que cuando la trajo inclusive, sentía esa necesidad de bañarse después de dejarla, como si le dejara impregnado una peste de la que quisiera deshacerse. Los humanos son tan malagradecidos con los demás que les tienen la mano. Igual sucedió en aquél pueblo donde su mentor, la propia Grace y él, hacían buenas obras, caridades. Daban copiosas comidas para los que menos tenían. Y los atacaron. Ni siquiera las súplicas les detuvieron. Mordieron las manos que les dieron de comer, las que los sanaron y contuvieron en sus momentos más oscuros. Recordarlo oscurece más el rostro del hombre que avanza con grandes zancadas.
La voz de la mujer se cuela entre sus recuerdos, sacude la cabeza - ¡Por supuesto que no lo haré! No quiero que nada de lo que toques lo contamine - son sus palabras un reflejo de esas memorias. Lo dice sin pensarlo, puesto que en su mente se encuentra como prioridad el cuidad del pequeño que le hace sonreír y recordar lo que es estar vivo aparte de su odio irracional a la iglesia y los inquisidores. Por fin, las calles dejan de ser tan entrebuscadas, signo inequívoco de que la expansión demográfica fue como una combustión instantánea: rápida y sin orden. Hay más afluencia de transeúntes por el sitio.
Sus pasos continúan hasta que escucha la voz de un hombre que le llama a la mujer. Por un momento su avanzar se ralentiza como si no supiera si lo imaginó. No, es real porque vuelve a insistir. La imagen de un hombre con olor a alcohol y tabaco inunda sus ojos. No deja pasar por alto que está molesto por algo. ¿Sería el sujeto a quien ella intentó robar y todo se salió de madre? En su rostro aparece el típico gesto Moncrieff; sus cejas se juntan hasta formar arrugas en medio de éstas. Le exige con aspavientos, con tono agresivo y animal. Loyd espera a ver qué es todo ésto. No entiende un ápice, la conversación entre ellos le va dando sentido a la situación. Parece el sujeto tan molesto, que no reparara en el médico que aún sostiene a la embarazada. Ni siquiera alza la cara porque de hacerlo, habría dado un par de pasos atrás.
No es tan grande como Loyd, se nota que el estómago abultado es cuestión de una vida donde la comida y la bebida priman. No como en la mujer escuálida que aún sigue en sus brazos. El roce de la mano contra el rostro es repulsivo para la embarazada. No es pues un familiar, si no alguien ajeno a su círculo cercano y la amenaza de que va a pagarlo enciende una chispa en el mal carácter de Loyd. El que le tome la mano aún en sus brazos, habla del egocéntrico carácter masculino que el león inglés no dudará en tumbar de un golpe. No por ayudarla, si no porque nadie le pasa por encima sin tener una lección. Con tranquilidad, baja a la joven en el piso dejando que el sujeto se la lleve con él. Va dando paso tras paso para alejarse de la multitud conforme el humano busca un lugar para seguro, hacer alguna fechoría.
En el instante en que la fémina voltea a mirarle para buscar ayuda, Loyd sólo guiña el ojo izquierdo en tanto va frotándose las grandes manos una contra la otra, acomodándose bien el pantalón para que no le estorbe en los movimientos. No hará nada hasta que el sujeto, que todavía lo ignora en toda su estúpido ego, la tenga a ella en un lugar solitario. Porque lo va a hacer, conoce a los de su calaña. Reiría en cuanto él hizo lo que el médico supuso. En el momento de ingresar al callejón, Loyd recargó el inmenso hombro en la pared observándolo con intensidad. Quería ver hasta dónde llegaba y para ello, debía esperar. No va a permitirle un solo golpe, ni uno solo.
La escena se desenvolvió ante sus orbes, en cuanto el puño se alzó para dar un golpe, Loyd lo atrapó con una celeridad impropia para alguien de su tamaño. La mano del hombre no se compara con la de la bestia desatada del inglés que es mucho más grande y la rodea con esos dedos gruesos y ásperos producto de su trabajo en la confección de armas. Se sonríe de lado, al ver que el egocéntrico le observa sin comprender qué hace ahí - Debiste mirar primero quién la cargaba antes de arrebatarme mi premio, idiot - la última palabra es dicha en inglés antes de que la fuerte frente de Loyd colapse contra el tabique nasal del otro. Es el impacto tan cruento que se escucha un crujir en todo el sitio provocando una hemorragia simultánea a la apertura de esos ojos del contrario que se muestran desencajados por la sorpresa.
El grito y gemido se oye por el callejón. Algunas ventanas son cerradas con rapidez. Loyd se planta frente al hombre que cae al piso de rodillas sujetándose la nariz - Y eso sólo fue el comienzo - es la promesa en tanto cierra las manos formando poderosos puños cual mazas para, desde su metro noventa y cinco de estatura y la anchura de sus hombros, mirar con deleite cómo el otro sangra dejando ya un pequeño charco en el piso.
La voz de la mujer se cuela entre sus recuerdos, sacude la cabeza - ¡Por supuesto que no lo haré! No quiero que nada de lo que toques lo contamine - son sus palabras un reflejo de esas memorias. Lo dice sin pensarlo, puesto que en su mente se encuentra como prioridad el cuidad del pequeño que le hace sonreír y recordar lo que es estar vivo aparte de su odio irracional a la iglesia y los inquisidores. Por fin, las calles dejan de ser tan entrebuscadas, signo inequívoco de que la expansión demográfica fue como una combustión instantánea: rápida y sin orden. Hay más afluencia de transeúntes por el sitio.
Sus pasos continúan hasta que escucha la voz de un hombre que le llama a la mujer. Por un momento su avanzar se ralentiza como si no supiera si lo imaginó. No, es real porque vuelve a insistir. La imagen de un hombre con olor a alcohol y tabaco inunda sus ojos. No deja pasar por alto que está molesto por algo. ¿Sería el sujeto a quien ella intentó robar y todo se salió de madre? En su rostro aparece el típico gesto Moncrieff; sus cejas se juntan hasta formar arrugas en medio de éstas. Le exige con aspavientos, con tono agresivo y animal. Loyd espera a ver qué es todo ésto. No entiende un ápice, la conversación entre ellos le va dando sentido a la situación. Parece el sujeto tan molesto, que no reparara en el médico que aún sostiene a la embarazada. Ni siquiera alza la cara porque de hacerlo, habría dado un par de pasos atrás.
No es tan grande como Loyd, se nota que el estómago abultado es cuestión de una vida donde la comida y la bebida priman. No como en la mujer escuálida que aún sigue en sus brazos. El roce de la mano contra el rostro es repulsivo para la embarazada. No es pues un familiar, si no alguien ajeno a su círculo cercano y la amenaza de que va a pagarlo enciende una chispa en el mal carácter de Loyd. El que le tome la mano aún en sus brazos, habla del egocéntrico carácter masculino que el león inglés no dudará en tumbar de un golpe. No por ayudarla, si no porque nadie le pasa por encima sin tener una lección. Con tranquilidad, baja a la joven en el piso dejando que el sujeto se la lleve con él. Va dando paso tras paso para alejarse de la multitud conforme el humano busca un lugar para seguro, hacer alguna fechoría.
En el instante en que la fémina voltea a mirarle para buscar ayuda, Loyd sólo guiña el ojo izquierdo en tanto va frotándose las grandes manos una contra la otra, acomodándose bien el pantalón para que no le estorbe en los movimientos. No hará nada hasta que el sujeto, que todavía lo ignora en toda su estúpido ego, la tenga a ella en un lugar solitario. Porque lo va a hacer, conoce a los de su calaña. Reiría en cuanto él hizo lo que el médico supuso. En el momento de ingresar al callejón, Loyd recargó el inmenso hombro en la pared observándolo con intensidad. Quería ver hasta dónde llegaba y para ello, debía esperar. No va a permitirle un solo golpe, ni uno solo.
La escena se desenvolvió ante sus orbes, en cuanto el puño se alzó para dar un golpe, Loyd lo atrapó con una celeridad impropia para alguien de su tamaño. La mano del hombre no se compara con la de la bestia desatada del inglés que es mucho más grande y la rodea con esos dedos gruesos y ásperos producto de su trabajo en la confección de armas. Se sonríe de lado, al ver que el egocéntrico le observa sin comprender qué hace ahí - Debiste mirar primero quién la cargaba antes de arrebatarme mi premio, idiot - la última palabra es dicha en inglés antes de que la fuerte frente de Loyd colapse contra el tabique nasal del otro. Es el impacto tan cruento que se escucha un crujir en todo el sitio provocando una hemorragia simultánea a la apertura de esos ojos del contrario que se muestran desencajados por la sorpresa.
El grito y gemido se oye por el callejón. Algunas ventanas son cerradas con rapidez. Loyd se planta frente al hombre que cae al piso de rodillas sujetándose la nariz - Y eso sólo fue el comienzo - es la promesa en tanto cierra las manos formando poderosos puños cual mazas para, desde su metro noventa y cinco de estatura y la anchura de sus hombros, mirar con deleite cómo el otro sangra dejando ya un pequeño charco en el piso.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Aurora se asustó todavía más al notar cómo el hombre que la tenía en brazos la dejaba en el suelo y se iba, permitiendo así que el que la había contratado se la llevase con facilidad. ¿Accedería a ayudarla? No tenía por qué hacerlo, ya bastante decepción se había llevado con ella. Ni siquiera le dejaría entregarle los dulces a Pierre, por lo que imaginaba que el odio que le tenía sería enorme. Sólo esperaba no quedarse sola frente a ese señor. Además, un guiño del grandullón le dio una pequeña esperanza de salir airosa de esa situación. Ojalá sus pensamientos fuesen ciertos.
La joven cojeaba del pie que tenía herido, mientras caminaba obligada por el que tiraba de ella, parecía que hacia un callejón. Y efectivamente, a allí habían ido a parar. Ni siquiera había intentado oponer resistencia, ya que su hombro no estaba en condiciones como para lograr quitarse sus manos de encima sin que la volviese a agarrar acto seguido.
Ya en ese lugar algo más apartado de la plaza, el alcohólico la lanzó contra una de las paredes de una forma algo brusca, provocando que la joven cayese al sueño. El baboso se agachó frente a ella, y la cogió de la barbilla, para alzar esta un poco. -Más vale que te portes bien, pequeña...- A continuación, sacó la lengua y lamió su cuello, deleitándose con el sabor de la fémina.
Todo esto a la muchacha le recordó a cuando unos idiotas la habían engañado y luego violado hace seis meses. Por culpa de esos malditos pensamientos, se quedó en shock. No podía mover su cuerpo, y el pánico la invadía por completo. De repente, el pervertido metió una de sus manos por dentro de la camiseta de la mujer. Justo antes de que sus dedos llegasen a rozar uno de sus pechos, Aurora se atrevió a pronunciar unas palabras. -Sácate de encima, asqueroso.- Dijo con enorme desprecio.
El sujeto al escuchar tal frase, se dirigió a la chica riéndose. -¿Crees que tienes derecho a llamarme eso, después de haber fallado tu cometido? Atente a las consecuencias, zorra.- En seguida se levantó, con un aire de superioridad y dominación, y alzó uno de sus brazos para seguramente, dar un golpe a la embarazada.
Por suerte, ahí estaba. El fortachón había aparecido en el momento justo. Agarró la mano del otro, y le asestó un buen cabezazo. La pelea prosiguió con más violencia, y el señor acabó en el suelo sangrando. A la morena no le gustaba ver eso, pero a la vez se sentía aliviada.
El que estaba magullado se retorcía del dolor, y al ver que no podía hacer nada contra aquel grandullón, salió corriendo como pudo de allí, dejando a su paso un rastro de sangre. Estaba anocheciendo, y en poco el olor metálico de ese líquido podría atraer a criaturas de la noche. De todas maneras, todavía les quedaba algo de tiempo para escapar si llegase a ser necesario.
Aurora, ya sola con su salvador en ese mismo callejón, dejó escapar esas lágrimas que se había guardado hasta entonces. El trauma de la violación había hecho mella en ella. No quería volver a pasar por ello nunca más. Había sido horrible, asqueroso, miserable y despreciable, y lo cerca que había estado hace unos instantes de revivir esa escena... Por ello no pudo evitar llorar. No al menos esta vez. Necesitaba desahogarse.
Abrazó su vientre con fuerza, mientras su llanto no cesaba. Habían tocado una fibra sensible, ese momento doloroso por el que se había visto obligada a cambiar toda su vida. -Gracias... Muchas gracias... Me has salvado, otra vez...- Dijo, mientras se levantaba del suelo con cuidado, y avanzaba hacia el varón.
Lo miró fijamente, todavía con los ojos humedecidos. Alargó algo sus brazos, pensando, quizás ilusa, que el otro correspondería a su puede que atrevida petición. Lo necesitaba. Necesitaba su abrazo.
La joven cojeaba del pie que tenía herido, mientras caminaba obligada por el que tiraba de ella, parecía que hacia un callejón. Y efectivamente, a allí habían ido a parar. Ni siquiera había intentado oponer resistencia, ya que su hombro no estaba en condiciones como para lograr quitarse sus manos de encima sin que la volviese a agarrar acto seguido.
Ya en ese lugar algo más apartado de la plaza, el alcohólico la lanzó contra una de las paredes de una forma algo brusca, provocando que la joven cayese al sueño. El baboso se agachó frente a ella, y la cogió de la barbilla, para alzar esta un poco. -Más vale que te portes bien, pequeña...- A continuación, sacó la lengua y lamió su cuello, deleitándose con el sabor de la fémina.
Todo esto a la muchacha le recordó a cuando unos idiotas la habían engañado y luego violado hace seis meses. Por culpa de esos malditos pensamientos, se quedó en shock. No podía mover su cuerpo, y el pánico la invadía por completo. De repente, el pervertido metió una de sus manos por dentro de la camiseta de la mujer. Justo antes de que sus dedos llegasen a rozar uno de sus pechos, Aurora se atrevió a pronunciar unas palabras. -Sácate de encima, asqueroso.- Dijo con enorme desprecio.
El sujeto al escuchar tal frase, se dirigió a la chica riéndose. -¿Crees que tienes derecho a llamarme eso, después de haber fallado tu cometido? Atente a las consecuencias, zorra.- En seguida se levantó, con un aire de superioridad y dominación, y alzó uno de sus brazos para seguramente, dar un golpe a la embarazada.
Por suerte, ahí estaba. El fortachón había aparecido en el momento justo. Agarró la mano del otro, y le asestó un buen cabezazo. La pelea prosiguió con más violencia, y el señor acabó en el suelo sangrando. A la morena no le gustaba ver eso, pero a la vez se sentía aliviada.
El que estaba magullado se retorcía del dolor, y al ver que no podía hacer nada contra aquel grandullón, salió corriendo como pudo de allí, dejando a su paso un rastro de sangre. Estaba anocheciendo, y en poco el olor metálico de ese líquido podría atraer a criaturas de la noche. De todas maneras, todavía les quedaba algo de tiempo para escapar si llegase a ser necesario.
Aurora, ya sola con su salvador en ese mismo callejón, dejó escapar esas lágrimas que se había guardado hasta entonces. El trauma de la violación había hecho mella en ella. No quería volver a pasar por ello nunca más. Había sido horrible, asqueroso, miserable y despreciable, y lo cerca que había estado hace unos instantes de revivir esa escena... Por ello no pudo evitar llorar. No al menos esta vez. Necesitaba desahogarse.
Abrazó su vientre con fuerza, mientras su llanto no cesaba. Habían tocado una fibra sensible, ese momento doloroso por el que se había visto obligada a cambiar toda su vida. -Gracias... Muchas gracias... Me has salvado, otra vez...- Dijo, mientras se levantaba del suelo con cuidado, y avanzaba hacia el varón.
Lo miró fijamente, todavía con los ojos humedecidos. Alargó algo sus brazos, pensando, quizás ilusa, que el otro correspondería a su puede que atrevida petición. Lo necesitaba. Necesitaba su abrazo.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Ya esperaba que el desdichado ni siquiera sea capaz de mantener su postura dominante cuando otro de verdad más hombre que él, le hiciera frente. Así son todos, pocos son los que se salvan de la etiqueta que Loyd les impone cuando los ve por vez primera. Es tan fácil ver en sus corazones, que es aburrido la mayor parte de las ocasiones. La mirada de terror le remarca esos pensamientos, antes de siquiera darle otro puñetazo, sale corriendo como perro con la cola entre las patas. Es curioso cómo el valiente muere cuando se encuentra a alguien que de verdad es capaz de la mayor oscuridad en el corazón. De éstos, pululan por el mundo haciendo de las suyas, ensañándose con indefensos como la mujer que no tiene tampoco mucho de santa. Aún así, hay algo que Loyd no soporta.
Y es que intenten violar a alguien. Lo detesta sobremanera. Va a dar un paso adelante para seguirlo cuando la mujer se le acerca. La embarazada le llama la atención obligando a que separe sus ojos de la nueva presa para atenderla y darle contención, algo que el inglés ha olvidado desde que Grace muriera. Cierto es que lo hace con Pierre, eso es diferente. Muy diferente. Por inercia, el aire sale con una exhalación audible para hacer una mueca y alargar el enorme brazo dejando la manota encima del hombro femenino dejándola refugiarse en su enorme constitución física que parece más un roble que un humano. Todos los músculos están recubiertos con hierro, el olor de él es una mezcla de pólvora, aceites y algo que rememora al bosque. Más no va a dejar que el otro escape tan fácil.
Un silbido resuena por las callejuelas, sin conocerlo, el cobarde la ha llevado a un coto de cacería sobrenatural. Donde ni siquiera los inquisidores se atreven a entrar si no están bien acompañados y armados. El que el sol se haya ocultado hace más fácil que las sombras cobren vida. Un aleteo de ropajes es el anuncio de la sentencia de muerte que se dará, de la cacería de sangre que iniciará. Por inercia, la manaza toma de la cabeza a Aurora para sujetarla firme contra su pecho sin probabilidad de que pueda apreciar a la vampiresa que ha acudido al llamado con ropajes dorados y blancos. - ¿Necesitas algo, Grand? - ni siquiera ella sabe su nombre a pesar de las hazañas que han realizado juntos.
El hombretón sonríe de lado al observarla, ésta se fija en la mujer y luego en el vientre abultado. Por inercia, los colmillos se desenfundan saboreando la vitae - veo que a falta de un bocadillo trajiste dos - su voz seductora es también oscura como la misma noche. Loyd mueve la cabeza de derecha a izquierda con un brillo de advertencia en los ojos - tu presa corre. Sigue el camino de sangre cual migas de pan y encontrarás a tu Hansel, Aleera. A él sí puedes matarle. Ha intentado violar a esta mujer - eso es suficiente para que la vampiresa sisee con violencia y agresión. El grandulón mantiene la manaza firme en Aurora para que no despegue sus ojos de sus vestimentas y no pueda admirar el mortal espectáculo que brinda la vampiresa.
- Lo quiero seco, mortalmente seco, Aleera. Sabes a qué me refiero - ni siquiera termina la frase cuando la carcajada histérica de la vampiresa se escucha por todo el callejón. Sus pasos se vuelven ágiles saltando a los techos para empezar una persecución donde el resultado final será una muerte más en las callejuelas de París. El gigante mira al cielo, no puede dejarla ir tras ésto. La alza en brazos para llevársela de ahí - Tienes suerte, por hoy, dormirás conmigo - va caminando hacia uno de sus escondites. El paso es tranquilo y silencioso. Cuando llegan, se introduce en la vieja y pequeña casa para depositarla en la cama con cuidado y parsimonia - Descansa, mañana te irás y verás que tu tobillo y tu hombro están muchísimo mejor. Por ahí está el baño - señala una puertita oculta. Él regresa al living para dejarse caer en el sillón que tiene más años que comodidad.
Y es que intenten violar a alguien. Lo detesta sobremanera. Va a dar un paso adelante para seguirlo cuando la mujer se le acerca. La embarazada le llama la atención obligando a que separe sus ojos de la nueva presa para atenderla y darle contención, algo que el inglés ha olvidado desde que Grace muriera. Cierto es que lo hace con Pierre, eso es diferente. Muy diferente. Por inercia, el aire sale con una exhalación audible para hacer una mueca y alargar el enorme brazo dejando la manota encima del hombro femenino dejándola refugiarse en su enorme constitución física que parece más un roble que un humano. Todos los músculos están recubiertos con hierro, el olor de él es una mezcla de pólvora, aceites y algo que rememora al bosque. Más no va a dejar que el otro escape tan fácil.
Un silbido resuena por las callejuelas, sin conocerlo, el cobarde la ha llevado a un coto de cacería sobrenatural. Donde ni siquiera los inquisidores se atreven a entrar si no están bien acompañados y armados. El que el sol se haya ocultado hace más fácil que las sombras cobren vida. Un aleteo de ropajes es el anuncio de la sentencia de muerte que se dará, de la cacería de sangre que iniciará. Por inercia, la manaza toma de la cabeza a Aurora para sujetarla firme contra su pecho sin probabilidad de que pueda apreciar a la vampiresa que ha acudido al llamado con ropajes dorados y blancos. - ¿Necesitas algo, Grand? - ni siquiera ella sabe su nombre a pesar de las hazañas que han realizado juntos.
El hombretón sonríe de lado al observarla, ésta se fija en la mujer y luego en el vientre abultado. Por inercia, los colmillos se desenfundan saboreando la vitae - veo que a falta de un bocadillo trajiste dos - su voz seductora es también oscura como la misma noche. Loyd mueve la cabeza de derecha a izquierda con un brillo de advertencia en los ojos - tu presa corre. Sigue el camino de sangre cual migas de pan y encontrarás a tu Hansel, Aleera. A él sí puedes matarle. Ha intentado violar a esta mujer - eso es suficiente para que la vampiresa sisee con violencia y agresión. El grandulón mantiene la manaza firme en Aurora para que no despegue sus ojos de sus vestimentas y no pueda admirar el mortal espectáculo que brinda la vampiresa.
- Lo quiero seco, mortalmente seco, Aleera. Sabes a qué me refiero - ni siquiera termina la frase cuando la carcajada histérica de la vampiresa se escucha por todo el callejón. Sus pasos se vuelven ágiles saltando a los techos para empezar una persecución donde el resultado final será una muerte más en las callejuelas de París. El gigante mira al cielo, no puede dejarla ir tras ésto. La alza en brazos para llevársela de ahí - Tienes suerte, por hoy, dormirás conmigo - va caminando hacia uno de sus escondites. El paso es tranquilo y silencioso. Cuando llegan, se introduce en la vieja y pequeña casa para depositarla en la cama con cuidado y parsimonia - Descansa, mañana te irás y verás que tu tobillo y tu hombro están muchísimo mejor. Por ahí está el baño - señala una puertita oculta. Él regresa al living para dejarse caer en el sillón que tiene más años que comodidad.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
Aurora notó una de las manos del varón posarse en su hombro. No se lo podía creer, había accedido a abrazarla, a darle cobijo durante al menos un rato. Apoyó la cara sobre su pecho, y las manos en su zona lumbar, apretando esta con los dedos. Era lo que más necesitaba en ese momento, y se lo agradecería eternamente. Su llanto no cesaba a causa del miedo que todavía proseguía en su cuerpo, empapando así la ropa del hombre.
El olor que desprendía el grandullón se le hacía familiar. Ese toque sutil a bosque le traía recuerdos de toda su adolescencia, e incluso de cuando ya había alcanzado la madurez. Eso, a su vez, le ayudó a tranquilizarse. Se concentró simplemente en respirar y deleitarse con el calmante aroma.
De repente, la joven escuchó la voz de una mujer que se encontraba cerca de ellos. No pudo evitar fijarse en la conversación que mantenían entre los dos, apareciendo así muchas dudas en su cabeza. Por el tipo de frases que empleaban, todo apuntaba a que la otra persona era un ser sobrenatural. La morena tenía bastante facilidad para distinguirlos, había estado viviendo años en medio de ellos, y además las palabras que habían usado apuntaban a ello. Su curiosidad se disparó, pero ese no era el instante adecuado para preguntar nada.
A continuación, cuando la otra fémina se fue de allí, el mayor la sostuvo en brazos y la llevó hacia una pequeña casa, donde la depositó en una cama. Hoy dormiría con él, por lo que le había dicho. Y la verdad es que sí, había tenido mucha suerte. A pesar de que había confesado algo oscuro de sí misma, ahí continuaba, a su lado.
Dio las buenas noches a su salvador, y en cuanto salió del habitáculo, la muchacha se arropó para intentar dormir después de ese largo día. Estaba ya más relajada, pero su cabeza no paraba de trabajar, intentando dar respuesta a dudas que no iban a ser aclaradas a no ser que alguien las esclareciese.
No dejaba de dar vueltas sobre el colchón, y viendo que no podría descansar hasta que resolviese ciertas cuestiones, se levantó, y con cuidado, avanzó hacia el lugar en donde estaba el fortachón. -Disculpe... Puedo... ¿Puedo hacerle una pregunta?- Ni siquiera sabía si estaba despierto. Con la oscuridad no veía bien, y por ello esto lo había dicho en un susurro, no quería molestarlo si había logrado conciliar el sueño.
En realidad, tenía ganas de saber si él también conocía la existencia de ese “otro mundo”, que no muchos saben. Por la información que le había dado mediante su olor y lo que había escuchado antes, era muy probable que sí, y por lo tanto, a lo mejor conocía en gran medida a muchas personas con las que ella tenía relación.
A pesar de no saber siquiera si iba a contestar, ya que no estaba segura de si había caído ya rendido, se atrevió a decir lo que quería, de una manera sutil por si acaso se equivocaba. -Verá... ¿Por casualidad, ha vivido en el bosque, o vive allí? Es que... Desprende un olor familiar para mí, y bueno...- Se echó una mano a la frente, golpeando esta ligeramente. -Aurora, ¿por qué no te salen las palabras adecuadas? Dios, así no hay quien entienda lo que quieres insinuar.- Pensó, apenada por no saber expresarse de la manera correcta, sin poder evitar pensar que quizás lo que había dicho se podía malentender.
El olor que desprendía el grandullón se le hacía familiar. Ese toque sutil a bosque le traía recuerdos de toda su adolescencia, e incluso de cuando ya había alcanzado la madurez. Eso, a su vez, le ayudó a tranquilizarse. Se concentró simplemente en respirar y deleitarse con el calmante aroma.
De repente, la joven escuchó la voz de una mujer que se encontraba cerca de ellos. No pudo evitar fijarse en la conversación que mantenían entre los dos, apareciendo así muchas dudas en su cabeza. Por el tipo de frases que empleaban, todo apuntaba a que la otra persona era un ser sobrenatural. La morena tenía bastante facilidad para distinguirlos, había estado viviendo años en medio de ellos, y además las palabras que habían usado apuntaban a ello. Su curiosidad se disparó, pero ese no era el instante adecuado para preguntar nada.
A continuación, cuando la otra fémina se fue de allí, el mayor la sostuvo en brazos y la llevó hacia una pequeña casa, donde la depositó en una cama. Hoy dormiría con él, por lo que le había dicho. Y la verdad es que sí, había tenido mucha suerte. A pesar de que había confesado algo oscuro de sí misma, ahí continuaba, a su lado.
Dio las buenas noches a su salvador, y en cuanto salió del habitáculo, la muchacha se arropó para intentar dormir después de ese largo día. Estaba ya más relajada, pero su cabeza no paraba de trabajar, intentando dar respuesta a dudas que no iban a ser aclaradas a no ser que alguien las esclareciese.
No dejaba de dar vueltas sobre el colchón, y viendo que no podría descansar hasta que resolviese ciertas cuestiones, se levantó, y con cuidado, avanzó hacia el lugar en donde estaba el fortachón. -Disculpe... Puedo... ¿Puedo hacerle una pregunta?- Ni siquiera sabía si estaba despierto. Con la oscuridad no veía bien, y por ello esto lo había dicho en un susurro, no quería molestarlo si había logrado conciliar el sueño.
En realidad, tenía ganas de saber si él también conocía la existencia de ese “otro mundo”, que no muchos saben. Por la información que le había dado mediante su olor y lo que había escuchado antes, era muy probable que sí, y por lo tanto, a lo mejor conocía en gran medida a muchas personas con las que ella tenía relación.
A pesar de no saber siquiera si iba a contestar, ya que no estaba segura de si había caído ya rendido, se atrevió a decir lo que quería, de una manera sutil por si acaso se equivocaba. -Verá... ¿Por casualidad, ha vivido en el bosque, o vive allí? Es que... Desprende un olor familiar para mí, y bueno...- Se echó una mano a la frente, golpeando esta ligeramente. -Aurora, ¿por qué no te salen las palabras adecuadas? Dios, así no hay quien entienda lo que quieres insinuar.- Pensó, apenada por no saber expresarse de la manera correcta, sin poder evitar pensar que quizás lo que había dicho se podía malentender.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: [Privado] Es mejor no despistarse.
En cuanto puso la cabeza en la improvisada almohada hecha con sus ropas y un cojín que vio días mejores, se sume en un profundo sueño. La frazada que usa tiene varios hoyos y varios deshilados más cumple bien con su función de calentarlo. Las botas quedaron por ahí desperdigadas sin cuidado, el cinturón igual que el abrigo y la camisa, quedándose sólo con los pantalones puestos. Está agotado no sólo por el día si no por las semanas vividas. Aún tiene las heridas infringidas por el maldito licántropo que le atrapase en la Inquisición. Debería hacer reposo, es tan cabezota que ignora todos sus propios consejos para seguir adelante con más bríos si cabe.
Estaba ya llegando al sueño profundo cuando algo le exige volver a la conciencia. Lo ignora cambiando de posición dando la espalda a los murmullos. Sólo es otra pesadilla, se esfuerza en continuar durmiendo. Más insisten. Se cubre con la frazada hasta la cabeza intentando paliar ese llamado. Después de unos instantes parece que lo logra. Y no, vuelven a insistir. Gruñe molesto antes de despertar de golpe por su propio sonido de insatisfacción sentándose de una en el sillón con el arma en la mano, un revólver que busca su objetivo sin comprender qué ha sucedido.
Una sombra está a su lado, entorna los ojos alargando la mano para encender la vela junto al extremo del sillón que le servía de cabecera. Le observa tallándose los ojos con un enorme bostezo. A la luz de las velas, se nota el cansancio acumulado del hombre - ¿Qué sucede? No debieras moverte con ese pie, así no va a sanar - está molesto porque le importe poco su esfuerzo por sanarla y aún más por despertarle. - ¿Qué necesitas ahora? - si su voz suena agresiva es porque está así, molesto e incordiado. Pocas veces puede acostarse temprano y descansar. ¿Acaso ella no sabe lo que es dormir? Otro bostezo para levantarse de golpe fastidiado.
Avanza descalzo hasta un mueble sacando un vaso al que le vacía vino hasta la mitad. Empieza a beber un poco esperando la respuesta de la fémina intentando recuperar la conciencia puesto que aún sigue adormilado.
Estaba ya llegando al sueño profundo cuando algo le exige volver a la conciencia. Lo ignora cambiando de posición dando la espalda a los murmullos. Sólo es otra pesadilla, se esfuerza en continuar durmiendo. Más insisten. Se cubre con la frazada hasta la cabeza intentando paliar ese llamado. Después de unos instantes parece que lo logra. Y no, vuelven a insistir. Gruñe molesto antes de despertar de golpe por su propio sonido de insatisfacción sentándose de una en el sillón con el arma en la mano, un revólver que busca su objetivo sin comprender qué ha sucedido.
Una sombra está a su lado, entorna los ojos alargando la mano para encender la vela junto al extremo del sillón que le servía de cabecera. Le observa tallándose los ojos con un enorme bostezo. A la luz de las velas, se nota el cansancio acumulado del hombre - ¿Qué sucede? No debieras moverte con ese pie, así no va a sanar - está molesto porque le importe poco su esfuerzo por sanarla y aún más por despertarle. - ¿Qué necesitas ahora? - si su voz suena agresiva es porque está así, molesto e incordiado. Pocas veces puede acostarse temprano y descansar. ¿Acaso ella no sabe lo que es dormir? Otro bostezo para levantarse de golpe fastidiado.
Avanza descalzo hasta un mueble sacando un vaso al que le vacía vino hasta la mitad. Empieza a beber un poco esperando la respuesta de la fémina intentando recuperar la conciencia puesto que aún sigue adormilado.
Loyd Granchester- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/04/2018
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