AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Reflejos en Do Menor [Privado]
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Reflejos en Do Menor [Privado]
-Por favor señorita Morlet, ¡se lo suplico!
Jeremy juntó ambas manos, hincando una rodilla con visible dolor ante la institutriz de su hermano Andrè, a quien había mandado fuera de la sala para hablar con la mujer de avanzada edad, cuyo rostro expresaba infinitamente con más nitidez la seriedad con la que se dirigía a él.
-Ya he tenido suficientes súplicas suyas, señor Legrand.-dijo mientras desviaba la mirada del hombre arrodillado ante ella, recogiendo su maletín.- Si no he hecho esto antes ha sido por el pobre Andrè, pero no puedo seguir trabajando en una casa donde no se me paga lo suficiente como para que mi esfuerzo valga la pena.
La señora Morlet pasó junto a Jeremy sin inmutarse, tomando su paraguas del recibidor y abriendo la puerta de salida. Apoyando una mano en su rodilla, Jeremy trató de ponerse en pie todo lo rápido posible, siguiendo los pasos de la institutriz. Antes de que abriese la boca para decir nada, ella le dirigió nuevamente la palabra, aún en el umbral de la puerta.
-No le guardo ningún rencor, señor Legrand, y no le pediré que me pague el sueldo de lo que va de mes, pero le recomiendo que busque una forma de rescatar el legado de su familia antes de que sea demasiado tarde tanto para usted como para el pequeño Andrè. Le puedo recomendar a algunas institutrices que estarían dispuestas a aceptar un sueldo menor.
-Por favor, Señorita Morlet, solo por esta noche, tengo que ir a la boda de los Merat y...
-Buena suerte, señor Legrand. Sinceramente.
Jeremy se quedó allí, en el umbral de la gran casa que ahora solo ocupaban su hermano y él, viendo alejarse a la institutriz sin saber muy bien qué hacer a continuación. Escuchó un sonido tras él, dándose la vuelta para descubrir al pequeño Andrè apoyado contra el esquinazo del recibidor.
-¿Te apetece acompañarme a una fiesta?
Con la deserción de la institutriz, Jeremy no tuvo más remedio que llevar a su hermano a la mansión donde se celebraba el banquete de la boda de los Merat por todo lo alto, como solía ser entre la burguesía que deseaba llamar la atención más que la nobleza. Él debía tocar para los recién casados y, aunque nadie dijo que pudiera llevar acompañante, Andrè no podría ser más discreto: no solo iba bien vestido y podría camuflarse entre el resto de invitados sino que, desde la muerte de su madre hace pocos meses, no era muy dado a las palabras.
Era irónico como ambos llevaban trajes heredados: Andrè llevaba uno suyo de cuando tenía más o menos su edad, y él uno de los de su padre, algo grande pero elegante y disimulable con un poco de maña, además de que el bastón le daba un aspecto que podría pasar por distinguido, cuando no lo usaba para caminar...
-Sé que te parecerá aburrido.-le dijo, posando una mano en su hombro.- Pero hazlo por mi. Te prometo que las cosas cambiarán pronto.-sonrió a su hermano como si él mismo se creyera su mentira.- ¡Se huele venir!
Andrè sonrió brevemente, pero algo pareció llamar su atención e hizo que tirase suavemente de la pernera del pantalón su hermano, haciéndole mirar en su misma dirección.
No fue difícil ver qué había llamado la atención del niño. Se trataba de una mujer joven, obviamente de la calle, que paseaba su clara mirada entre las delicias de una pequeña pero elegante pastelería, cerrada a aquellas horas de la tarde. Estaba embarazada.
El primer instinto de cualquiera sería seguir andando, como si no ocurriera nada. Pero algo hizo "tic" dentro de él, una visión de un futuro al que parecía dirigirse sin remedio. Jeremy era un hombre al que las emociones le calaban más profundamente que a la mayoría, y el sentirse no tan distinto de aquella chica, no tan ajeno a su situación, le hizo detener sus arrastrados pasos y acercarse a ella.
Ahora bien, a medio camino el pánico le invadió, dejándose inundar por aquella timidez que le había acompañado desde que tenía memoria y que le hacía plantearse dudas como ¿le juzgaría mal? ¿Pensaría que se estaba riendo de ella? ¿Se sentiría avergonzada por su culpa?
-Bu...-antes de seguir, la duda le golpeó de nuevo, haciéndole mirar brevemente hacia el final de la calle antes de devolverle la mirada.- Buenas tardes, señorita.-inclinó su cabeza a modo de saludo, reclinando su peso sobre su bastón y tratando de que no se notaran sus manos temblorosas aferradas a éste y entrelazadas como patas de araña.- No he podido evitar...-se aclaró la garganta, tratando de mantener la mirada.- Si busca una pastelería a estas horas, me temo que se sentirá gravemente decepcionada. Pero... tal vez pueda... ¿hacer algo por usted? Creo que puedo tener una solución.
Andrè se había quedado detrás de su hermano, ojeando a la joven desde una posición segura, sin poder evitar su curiosidad.
Jeremy juntó ambas manos, hincando una rodilla con visible dolor ante la institutriz de su hermano Andrè, a quien había mandado fuera de la sala para hablar con la mujer de avanzada edad, cuyo rostro expresaba infinitamente con más nitidez la seriedad con la que se dirigía a él.
-Ya he tenido suficientes súplicas suyas, señor Legrand.-dijo mientras desviaba la mirada del hombre arrodillado ante ella, recogiendo su maletín.- Si no he hecho esto antes ha sido por el pobre Andrè, pero no puedo seguir trabajando en una casa donde no se me paga lo suficiente como para que mi esfuerzo valga la pena.
La señora Morlet pasó junto a Jeremy sin inmutarse, tomando su paraguas del recibidor y abriendo la puerta de salida. Apoyando una mano en su rodilla, Jeremy trató de ponerse en pie todo lo rápido posible, siguiendo los pasos de la institutriz. Antes de que abriese la boca para decir nada, ella le dirigió nuevamente la palabra, aún en el umbral de la puerta.
-No le guardo ningún rencor, señor Legrand, y no le pediré que me pague el sueldo de lo que va de mes, pero le recomiendo que busque una forma de rescatar el legado de su familia antes de que sea demasiado tarde tanto para usted como para el pequeño Andrè. Le puedo recomendar a algunas institutrices que estarían dispuestas a aceptar un sueldo menor.
-Por favor, Señorita Morlet, solo por esta noche, tengo que ir a la boda de los Merat y...
-Buena suerte, señor Legrand. Sinceramente.
Jeremy se quedó allí, en el umbral de la gran casa que ahora solo ocupaban su hermano y él, viendo alejarse a la institutriz sin saber muy bien qué hacer a continuación. Escuchó un sonido tras él, dándose la vuelta para descubrir al pequeño Andrè apoyado contra el esquinazo del recibidor.
-¿Te apetece acompañarme a una fiesta?
* * *
Con la deserción de la institutriz, Jeremy no tuvo más remedio que llevar a su hermano a la mansión donde se celebraba el banquete de la boda de los Merat por todo lo alto, como solía ser entre la burguesía que deseaba llamar la atención más que la nobleza. Él debía tocar para los recién casados y, aunque nadie dijo que pudiera llevar acompañante, Andrè no podría ser más discreto: no solo iba bien vestido y podría camuflarse entre el resto de invitados sino que, desde la muerte de su madre hace pocos meses, no era muy dado a las palabras.
Era irónico como ambos llevaban trajes heredados: Andrè llevaba uno suyo de cuando tenía más o menos su edad, y él uno de los de su padre, algo grande pero elegante y disimulable con un poco de maña, además de que el bastón le daba un aspecto que podría pasar por distinguido, cuando no lo usaba para caminar...
-Sé que te parecerá aburrido.-le dijo, posando una mano en su hombro.- Pero hazlo por mi. Te prometo que las cosas cambiarán pronto.-sonrió a su hermano como si él mismo se creyera su mentira.- ¡Se huele venir!
Andrè sonrió brevemente, pero algo pareció llamar su atención e hizo que tirase suavemente de la pernera del pantalón su hermano, haciéndole mirar en su misma dirección.
No fue difícil ver qué había llamado la atención del niño. Se trataba de una mujer joven, obviamente de la calle, que paseaba su clara mirada entre las delicias de una pequeña pero elegante pastelería, cerrada a aquellas horas de la tarde. Estaba embarazada.
El primer instinto de cualquiera sería seguir andando, como si no ocurriera nada. Pero algo hizo "tic" dentro de él, una visión de un futuro al que parecía dirigirse sin remedio. Jeremy era un hombre al que las emociones le calaban más profundamente que a la mayoría, y el sentirse no tan distinto de aquella chica, no tan ajeno a su situación, le hizo detener sus arrastrados pasos y acercarse a ella.
Ahora bien, a medio camino el pánico le invadió, dejándose inundar por aquella timidez que le había acompañado desde que tenía memoria y que le hacía plantearse dudas como ¿le juzgaría mal? ¿Pensaría que se estaba riendo de ella? ¿Se sentiría avergonzada por su culpa?
-Bu...-antes de seguir, la duda le golpeó de nuevo, haciéndole mirar brevemente hacia el final de la calle antes de devolverle la mirada.- Buenas tardes, señorita.-inclinó su cabeza a modo de saludo, reclinando su peso sobre su bastón y tratando de que no se notaran sus manos temblorosas aferradas a éste y entrelazadas como patas de araña.- No he podido evitar...-se aclaró la garganta, tratando de mantener la mirada.- Si busca una pastelería a estas horas, me temo que se sentirá gravemente decepcionada. Pero... tal vez pueda... ¿hacer algo por usted? Creo que puedo tener una solución.
Andrè se había quedado detrás de su hermano, ojeando a la joven desde una posición segura, sin poder evitar su curiosidad.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
Hoy hacía buen tiempo. Era un milagro. Hacía días que no paraba de llover, y un día tan diferente como este merecía ser disfrutado. A Aurora le apetecía dar un paseo, y en cuanto terminó de pedir limosna en el mercado ambulante, ya a altas horas de la tarde, recogió sus pocas pertenencias y se levantó para recorrer las calles parisinas.
Tenía que aprovechar las pocas horas de sol que quedaban. Caminó con energía, observando curiosa todo lo que se encontraba a su paso. Para su sorpresa, había bastante gente en la cuidad, a pesar de que la mayoría de las tiendas ya habían cerrado. Seguramente estarían cogiendo la oportunidad que les brindaba el buen tiempo, igual que ella.
Una sonrisa se dibujó en la boca de la joven, provocada por los rayos de sol que resplandecían iluminando su cara. Pudo sentir el calor natural del astro sobre sus facciones. No recordaba la última vez que había sonreído de verdad por algo. Este pensamiento, por desgracia, causó que su gesto cambiase por completo a uno de tristeza. ¿Por qué ya no reía? Siempre había sido una chica muy risueña. Ni siquiera ella misma se reconocía.
Para colmo, durante su caminata se topó de lleno con una pastelería. Cómo no, ya no estaba abierta. De todas maneras, quizás era lo mejor, ya que aunque quisiera, no podría comprar nada. Los dulces eran una de sus debilidades. Nunca lo habían sido, pero desde que se quedó embarazada, su cuerpo los necesitaba. Ahora mismo, se los pedía a gritos, y no iba a poder comerlos. Reprimió sus ganas, y agachó la cabeza, intentando dejar de pensar en lo que tenía frente a ella.
De repente, una voz masculina la sorprendió. Alzó el rostro, y vio a un hombre empuñando un bastón, con un niño escondido a sus espaldas. Ni siquiera los había escuchado llegar, ¿cómo podía ser posible? ¿Había estado tan sumergida en sus pensamientos como para no haberse dado cuenta?
La muchacha se percató de que el pálido evitaba su mirada con timidez. En cuanto logró continuar la frase que había comenzado anteriormente, la saludó con un gesto amable. La mujer fijó la mirada en los ojos del varón, curiosa, y escuchó lo que le tenía que decir. Al parecer, le ofrecía ayuda. La había visto contemplando el escaparate del local. Se sentía algo mal por ello. No le gustaba el hecho de dar pena, y estaba segura de que en parte, eso era lo que le había transmitido.
-Buenas tardes, ahm... ¿Conoce algún lugar donde todavía se puedan comprar pasteles a estas horas?- Preguntó, intentando no quedar de primeras como alguien que no tenía apenas dinero. Si le daba una dirección, podría fingir ir hacia ese lugar, y de esa manera no parecer que estaba sumida en la pobreza. No creía que la solución del chico fuese esa, ya que era prácticamente imposible encontrar un sitio abierto en esos instantes, pero por probar, no perdía nada, y de paso aprovechaba para no morirse de la vergüenza.
Desterró sus pensamientos por un momento, para agacharse y cambiar el foco de su mirada hacia los ojos del pequeño. -Hola enano, ¿cómo te llamas?- Dijo, intentando que se calmase y perdiese el aparente miedo que tenía, al estar detrás del mayor. ¿Qué relación tendrían entre los dos? Ojalá tuviese la oportunidad de saberlo más adelante.
Tenía que aprovechar las pocas horas de sol que quedaban. Caminó con energía, observando curiosa todo lo que se encontraba a su paso. Para su sorpresa, había bastante gente en la cuidad, a pesar de que la mayoría de las tiendas ya habían cerrado. Seguramente estarían cogiendo la oportunidad que les brindaba el buen tiempo, igual que ella.
Una sonrisa se dibujó en la boca de la joven, provocada por los rayos de sol que resplandecían iluminando su cara. Pudo sentir el calor natural del astro sobre sus facciones. No recordaba la última vez que había sonreído de verdad por algo. Este pensamiento, por desgracia, causó que su gesto cambiase por completo a uno de tristeza. ¿Por qué ya no reía? Siempre había sido una chica muy risueña. Ni siquiera ella misma se reconocía.
Para colmo, durante su caminata se topó de lleno con una pastelería. Cómo no, ya no estaba abierta. De todas maneras, quizás era lo mejor, ya que aunque quisiera, no podría comprar nada. Los dulces eran una de sus debilidades. Nunca lo habían sido, pero desde que se quedó embarazada, su cuerpo los necesitaba. Ahora mismo, se los pedía a gritos, y no iba a poder comerlos. Reprimió sus ganas, y agachó la cabeza, intentando dejar de pensar en lo que tenía frente a ella.
De repente, una voz masculina la sorprendió. Alzó el rostro, y vio a un hombre empuñando un bastón, con un niño escondido a sus espaldas. Ni siquiera los había escuchado llegar, ¿cómo podía ser posible? ¿Había estado tan sumergida en sus pensamientos como para no haberse dado cuenta?
La muchacha se percató de que el pálido evitaba su mirada con timidez. En cuanto logró continuar la frase que había comenzado anteriormente, la saludó con un gesto amable. La mujer fijó la mirada en los ojos del varón, curiosa, y escuchó lo que le tenía que decir. Al parecer, le ofrecía ayuda. La había visto contemplando el escaparate del local. Se sentía algo mal por ello. No le gustaba el hecho de dar pena, y estaba segura de que en parte, eso era lo que le había transmitido.
-Buenas tardes, ahm... ¿Conoce algún lugar donde todavía se puedan comprar pasteles a estas horas?- Preguntó, intentando no quedar de primeras como alguien que no tenía apenas dinero. Si le daba una dirección, podría fingir ir hacia ese lugar, y de esa manera no parecer que estaba sumida en la pobreza. No creía que la solución del chico fuese esa, ya que era prácticamente imposible encontrar un sitio abierto en esos instantes, pero por probar, no perdía nada, y de paso aprovechaba para no morirse de la vergüenza.
Desterró sus pensamientos por un momento, para agacharse y cambiar el foco de su mirada hacia los ojos del pequeño. -Hola enano, ¿cómo te llamas?- Dijo, intentando que se calmase y perdiese el aparente miedo que tenía, al estar detrás del mayor. ¿Qué relación tendrían entre los dos? Ojalá tuviese la oportunidad de saberlo más adelante.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/10/2017
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Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
El hecho de que la joven insistiera después de que le hubiera comentado la imposibilidad de encontrar una tienda abierta tan tarde le hizo pensar a Jeremy que se sentía incómoda con la situación. Se sintió inmediatamente avergonzado y en su mente solo había una meta posible: tratar de enmendar su error.
Miró brevemente a Andrè cuando ella le dirigió su atención. Jeremy le dio tiempo para que respondiera, teniendo siempre esa chispa de esperanza de que su hermano volviera a pronunciar palabra en cualquier momento.
-Disculpe a mi hermano Andrè, no lo hace con mala intención, pero no... no habla mucho.-sonrió, intentando ocultar el nudo que se le formaba en la garganta cada vez que pensaba en todo por lo que el pequeño había pasado.- Dicen que no es bueno negar un antojo a una dama embarazada.-comentó, cambiando de tema.- No puedo asegurarla que todas las pastelerías de París estén cerradas pero, si lo desea, puedo ahorrarla el tiempo de búsqueda. Nos dirigíamos a una boda, ¿verdad Andrè?-el niño asintió, con semblante aburrido y resignado.- Debo tocar para los invitados, pero si me acompaña seguro que puedo sacar algo del banquete para usted.-se encogió de hombros con una sonrisa, tratando de no hacer alusión a lo evidente de la situación de la joven.- Seguro que los invitados se dedicarán más a beber que a comer más que un pedazo de tarta nupcial, a nadie le importará. Está solo a un par de calles.
Alzó una mano de su bastón, señalando con la palma en la dirección a la que debían dirigirse. Se veían más adelante a parejas engalanadas, seguramente también acudían al mismo evento. No quería forzar a la joven ni a ponerla en una situación incómoda... aunque por supuesto toda situación era incómoda entre desconocidos.
-Por favor, disculpe mis modales.-hizo una educada reverencia con su cabeza.- Jeremy Legrand y...-indicó a su hermano tras él que imitara la cortesía con un gesto de su mirada.- Ya conoce a mi hermano, Andrè Legrand. Por favor, no se sienta obligada a aceptar mi invitación, seguro que tiene cosas más importantes que hacer.
Miró brevemente a Andrè cuando ella le dirigió su atención. Jeremy le dio tiempo para que respondiera, teniendo siempre esa chispa de esperanza de que su hermano volviera a pronunciar palabra en cualquier momento.
-Disculpe a mi hermano Andrè, no lo hace con mala intención, pero no... no habla mucho.-sonrió, intentando ocultar el nudo que se le formaba en la garganta cada vez que pensaba en todo por lo que el pequeño había pasado.- Dicen que no es bueno negar un antojo a una dama embarazada.-comentó, cambiando de tema.- No puedo asegurarla que todas las pastelerías de París estén cerradas pero, si lo desea, puedo ahorrarla el tiempo de búsqueda. Nos dirigíamos a una boda, ¿verdad Andrè?-el niño asintió, con semblante aburrido y resignado.- Debo tocar para los invitados, pero si me acompaña seguro que puedo sacar algo del banquete para usted.-se encogió de hombros con una sonrisa, tratando de no hacer alusión a lo evidente de la situación de la joven.- Seguro que los invitados se dedicarán más a beber que a comer más que un pedazo de tarta nupcial, a nadie le importará. Está solo a un par de calles.
Alzó una mano de su bastón, señalando con la palma en la dirección a la que debían dirigirse. Se veían más adelante a parejas engalanadas, seguramente también acudían al mismo evento. No quería forzar a la joven ni a ponerla en una situación incómoda... aunque por supuesto toda situación era incómoda entre desconocidos.
-Por favor, disculpe mis modales.-hizo una educada reverencia con su cabeza.- Jeremy Legrand y...-indicó a su hermano tras él que imitara la cortesía con un gesto de su mirada.- Ya conoce a mi hermano, Andrè Legrand. Por favor, no se sienta obligada a aceptar mi invitación, seguro que tiene cosas más importantes que hacer.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
Al ver que el niño no hablaba, le sonrió, intentando que se sintiese a gusto delante de ella. A pesar de no haber pronunciado palabra alguna, por algún motivo le transmitía una sensación de calidez. Esperaba no causarle miedo ni algo parecido, porque para nada lo pretendía.
Se levantó de nuevo, y escuchó lo que el hombre le decía. Ya conocía el nombre del pequeño, Andrè, y por suerte, el que no dijese nada no era algo provocado por la joven, sino que por lo que había entendido, era parte de su carácter. Además, su curiosidad acerca de la relación que tenían entre los dos se vio saciada. Ya sabía que eran hermanos. Ahora que lo pensaba, se parecían bastante, así que era lógico que perteneciesen a la misma familia.
A continuación, el varón comentó que iba a tocar en una boda, y que podía acompañarlo para así, de paso, aprovechar y tomar algo de lo que servirían en el banquete. En ese momento, no pudo evitar hablar. -¿Tocar? ¿Es músico?- Después de esto, fijó su mirada en él, cargada de ilusión. Amaba la música, y hacía muchísimo que no oía ninguna melodía. Si tenía suerte, quizás hasta podría disfrutar de la actuación que fuese a dar.
-¿Si fuera con usted, podría escuchar las obras que lleva preparadas? Porque entonces, sin duda, no me lo pienso dos veces.- Comentó, y añadió. -Por cierto, soy Aurora Rose, mucho gusto señoritos.- Guiñó un ojo al enano, y sonrió cómplice al mayor.
La preocupación de no pasar desapercibida en ese tipo de ambiente, la llevó a plantear la gran duda. -El problema es... ¿Puedo llegar hasta ese lugar con este tipo de ropa? No es que esté vestida muy elegante...- Rascó su nuca, avergonzada por las pintas que tenía. La verdad es que aunque quisiese, no podría cambiarse, ya que esas eran las únicas prendas que poseía en ese instante.
-No quiero ser una carga, y no me gustaría meterlo en un compromiso. Si puedo ayudar en algo... Como por ejemplo, cuidar de Andrè mientras usted trabaja, o lo que necesite, no dude en pedírmelo.- Odiaba recibir cosas sin ofrecer nada a cambio, así funcionaba ella. La mayoría de las veces era generosa y no necesitaba recibir nada por ello, pero si ocurría al revés, no soportaba quedar a deber un favor.
Se levantó de nuevo, y escuchó lo que el hombre le decía. Ya conocía el nombre del pequeño, Andrè, y por suerte, el que no dijese nada no era algo provocado por la joven, sino que por lo que había entendido, era parte de su carácter. Además, su curiosidad acerca de la relación que tenían entre los dos se vio saciada. Ya sabía que eran hermanos. Ahora que lo pensaba, se parecían bastante, así que era lógico que perteneciesen a la misma familia.
A continuación, el varón comentó que iba a tocar en una boda, y que podía acompañarlo para así, de paso, aprovechar y tomar algo de lo que servirían en el banquete. En ese momento, no pudo evitar hablar. -¿Tocar? ¿Es músico?- Después de esto, fijó su mirada en él, cargada de ilusión. Amaba la música, y hacía muchísimo que no oía ninguna melodía. Si tenía suerte, quizás hasta podría disfrutar de la actuación que fuese a dar.
-¿Si fuera con usted, podría escuchar las obras que lleva preparadas? Porque entonces, sin duda, no me lo pienso dos veces.- Comentó, y añadió. -Por cierto, soy Aurora Rose, mucho gusto señoritos.- Guiñó un ojo al enano, y sonrió cómplice al mayor.
La preocupación de no pasar desapercibida en ese tipo de ambiente, la llevó a plantear la gran duda. -El problema es... ¿Puedo llegar hasta ese lugar con este tipo de ropa? No es que esté vestida muy elegante...- Rascó su nuca, avergonzada por las pintas que tenía. La verdad es que aunque quisiese, no podría cambiarse, ya que esas eran las únicas prendas que poseía en ese instante.
-No quiero ser una carga, y no me gustaría meterlo en un compromiso. Si puedo ayudar en algo... Como por ejemplo, cuidar de Andrè mientras usted trabaja, o lo que necesite, no dude en pedírmelo.- Odiaba recibir cosas sin ofrecer nada a cambio, así funcionaba ella. La mayoría de las veces era generosa y no necesitaba recibir nada por ello, pero si ocurría al revés, no soportaba quedar a deber un favor.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
Si algo no le faltaba a Jeremy, era la capacidad de empatizar con las personas, de dejarse llevar por sus mismas emociones. Cuando la joven le preguntó con aquella sonrisa, tanto en sus labios como en sus ojos, si era músico, no pudo evitar contagiarse de aquella sonrisa, respondiendo con ella puesta.
-Sí, así es, pianista.-reparó en la mirada fija de Aurora en su rostro, y fue cuando apartó la propia con la timidez que le caracterizaba.- ¿Le... le gusta la...?
Quiso preguntar si le gustaba la música, una pregunta totalmente fuera de lugar ya que quedaba claro que había sido respondida.
-Bueno, yo...
No supo qué responder a su siguiente pregunta. Sabía bien que de ninguna manera podría colar a la chica a la celebración. No solo la echarían a ella, sino también a él por tal atrevimiento. Además, los rumores eran serpientes de venenosos colmillos. Estaba seguro de que se hablaría de ello y le acarrearía más problemas de los deseados.
-Mucho gusto conocerla, señorita Rose. Le seré totalmente sincero, y es que no la aceptarán entre los invitados.-ante el bochorno que ya estaba pasando ella, Jeremy solo alzó una mano rápidamente, como si pudiera detener aquél sentimiento con ese gesto.- ¡No, no! Por favor, no tiene nada de lo que avergonzarse. No se preocupe por nada, seguro que podemos hacer algo.
Sabía que la celebración del banquete se daba en el gran jardín de la vivienda. Si iban por la parte de atrás nadie le vería ir acompañado de la joven, y desde allí probablemente podría escucharle tocar y, más importante aún, podría entregarle lo que pudiera sacar del banquete. Andrè seguro que le ayudaba con esa parte.
¡Ah, la hora! Se le había pasado el tiempo volando, o al menos eso indicaba su reloj de pulsera. Si no se daba prisa, a su paso, seguro que llegaría tarde.
-Andrè y yo tenemos que ponernos ya en marcha, ¿le gustaría acompañarnos entonces? No... no quiero mentirla, señorita Rose, pero si bien no tengo ningún prejuicio contra usted, mi trabajo podría peligrar si alguien me ve con usted en la celebración. No pido ninguna compensación por su parte, tan solo su discreción.
Dijo eso y, a pesar de todo, la escena con la institutriz antes de salir de casa seguía marcada en su memoria como si la hubieran grabado con un hierro candente. Necesitaba a alguien que se encargase de Andrè cuando él no estaba, pero por muy necesidad imperiosa que fuera, no se veía capaz de pedírselo a la joven. Además... tampoco la conocía.
-Sí, así es, pianista.-reparó en la mirada fija de Aurora en su rostro, y fue cuando apartó la propia con la timidez que le caracterizaba.- ¿Le... le gusta la...?
Quiso preguntar si le gustaba la música, una pregunta totalmente fuera de lugar ya que quedaba claro que había sido respondida.
-Bueno, yo...
No supo qué responder a su siguiente pregunta. Sabía bien que de ninguna manera podría colar a la chica a la celebración. No solo la echarían a ella, sino también a él por tal atrevimiento. Además, los rumores eran serpientes de venenosos colmillos. Estaba seguro de que se hablaría de ello y le acarrearía más problemas de los deseados.
-Mucho gusto conocerla, señorita Rose. Le seré totalmente sincero, y es que no la aceptarán entre los invitados.-ante el bochorno que ya estaba pasando ella, Jeremy solo alzó una mano rápidamente, como si pudiera detener aquél sentimiento con ese gesto.- ¡No, no! Por favor, no tiene nada de lo que avergonzarse. No se preocupe por nada, seguro que podemos hacer algo.
Sabía que la celebración del banquete se daba en el gran jardín de la vivienda. Si iban por la parte de atrás nadie le vería ir acompañado de la joven, y desde allí probablemente podría escucharle tocar y, más importante aún, podría entregarle lo que pudiera sacar del banquete. Andrè seguro que le ayudaba con esa parte.
¡Ah, la hora! Se le había pasado el tiempo volando, o al menos eso indicaba su reloj de pulsera. Si no se daba prisa, a su paso, seguro que llegaría tarde.
-Andrè y yo tenemos que ponernos ya en marcha, ¿le gustaría acompañarnos entonces? No... no quiero mentirla, señorita Rose, pero si bien no tengo ningún prejuicio contra usted, mi trabajo podría peligrar si alguien me ve con usted en la celebración. No pido ninguna compensación por su parte, tan solo su discreción.
Dijo eso y, a pesar de todo, la escena con la institutriz antes de salir de casa seguía marcada en su memoria como si la hubieran grabado con un hierro candente. Necesitaba a alguien que se encargase de Andrè cuando él no estaba, pero por muy necesidad imperiosa que fuera, no se veía capaz de pedírselo a la joven. Además... tampoco la conocía.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
Pianista... ¡Tocaba el piano! Qué maravilla. Era el rey de los instrumentos, y en él se podían interpretar toda clase de piezas. Y lo mejor de todo era que probablemente hoy podría escuchar las obras que había elegido para el banquete. No sabía cuáles eran, pero no importaba, tan sólo el hecho de presenciar una especie de concierto era todo un lujo para ella.
Como ya había observado anteriormente, el hombre era bastante tímido, y eso se le notaba sobretodo en la mirada, y al hablar. Que no pudiese aguantar la vista fija en los ojos de la muchacha, era muy significativo. De todas maneras, todavía acababa de conocerla, así que era lógico por otra parte que no se sintiese cómodo del todo con la situación, y por lo tanto esa parte de su carácter se mostrase con más facilidad.
Las siguientes frases del mayor, para ser sincera, no le sentaron mal. Ya se imaginaba que no podía entrar a la boda con esas pintas que llevaba, pero tampoco tenía una solución para remediarlo. ¿A quién quería engañar? No, no tenía dinero, y le daba vergüenza reconocerlo, pero estaba casi segura de que cualquiera que fuese un poco observador, se daría cuenta de su situación por mucho que intentase ocultarla, y estaba claro que el hombre sabía lo que ocurría. Por suerte, a pesar de ello no la juzgó, sino todo lo contrario. Era bastante comprensivo, y se notaba que velaba por los demás, una cualidad que muy pocos poseen.
La invitación a acompañarlos seguía en pie, con la condición de que guardase discreción acerca del asunto. No era ningún problema, de hecho, era lo mínimo que podía ofrecer. -Conmigo, lo de hoy se mantendrá en secreto, no lo dude. Si no les importa entonces, los sigo. Ya sólo por el poder escucharle valdrá la pena, no necesito nada más, se lo digo de corazón.- Con sólo de pensarlo había algo en su interior que se removía de la emoción, estaba impaciente por disfrutar de la actuación.
Justo en el momento en que aceptó acompañar a los hermanos, sintió un ligero golpe en su vientre. Su cara se tornó a una de total sorpresa, y apoyó una de sus manos en la zona en la que había sentido la patadita de su bebé. No era la primera vez que le ocurría, pero hacía unos días que estaba preocupada porque el pequeño no se manifestaba. Al parecer, se había sincronizado con ella, y se había puesto contento por lo que podía pasar unos minutos más adelante.
La morena estaba relajada. Ahora sabía con seguridad que su hijo estaba en perfectas condiciones, y además lo que le esperaba en unos instantes era genial. En ese momento, se dio cuenta de que quizás el gesto que había hecho se había visto un poco raro desde fuera, así que se dispuso a hablar. -Perdonen, es que creo que el enano se ha puesto contento, como su mamá.- Al terminar de decir esto, una sonrisa de oreja a oreja invadió su rostro, y lo llenó de una luz especial. Había vuelto a sonreír, a sonreír de verdad.
Como ya había observado anteriormente, el hombre era bastante tímido, y eso se le notaba sobretodo en la mirada, y al hablar. Que no pudiese aguantar la vista fija en los ojos de la muchacha, era muy significativo. De todas maneras, todavía acababa de conocerla, así que era lógico por otra parte que no se sintiese cómodo del todo con la situación, y por lo tanto esa parte de su carácter se mostrase con más facilidad.
Las siguientes frases del mayor, para ser sincera, no le sentaron mal. Ya se imaginaba que no podía entrar a la boda con esas pintas que llevaba, pero tampoco tenía una solución para remediarlo. ¿A quién quería engañar? No, no tenía dinero, y le daba vergüenza reconocerlo, pero estaba casi segura de que cualquiera que fuese un poco observador, se daría cuenta de su situación por mucho que intentase ocultarla, y estaba claro que el hombre sabía lo que ocurría. Por suerte, a pesar de ello no la juzgó, sino todo lo contrario. Era bastante comprensivo, y se notaba que velaba por los demás, una cualidad que muy pocos poseen.
La invitación a acompañarlos seguía en pie, con la condición de que guardase discreción acerca del asunto. No era ningún problema, de hecho, era lo mínimo que podía ofrecer. -Conmigo, lo de hoy se mantendrá en secreto, no lo dude. Si no les importa entonces, los sigo. Ya sólo por el poder escucharle valdrá la pena, no necesito nada más, se lo digo de corazón.- Con sólo de pensarlo había algo en su interior que se removía de la emoción, estaba impaciente por disfrutar de la actuación.
Justo en el momento en que aceptó acompañar a los hermanos, sintió un ligero golpe en su vientre. Su cara se tornó a una de total sorpresa, y apoyó una de sus manos en la zona en la que había sentido la patadita de su bebé. No era la primera vez que le ocurría, pero hacía unos días que estaba preocupada porque el pequeño no se manifestaba. Al parecer, se había sincronizado con ella, y se había puesto contento por lo que podía pasar unos minutos más adelante.
La morena estaba relajada. Ahora sabía con seguridad que su hijo estaba en perfectas condiciones, y además lo que le esperaba en unos instantes era genial. En ese momento, se dio cuenta de que quizás el gesto que había hecho se había visto un poco raro desde fuera, así que se dispuso a hablar. -Perdonen, es que creo que el enano se ha puesto contento, como su mamá.- Al terminar de decir esto, una sonrisa de oreja a oreja invadió su rostro, y lo llenó de una luz especial. Había vuelto a sonreír, a sonreír de verdad.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
Asintió con una sincera sonrisa, invitándola a seguirles con un suave gesto de su mano. No obstante, antes de iniciar el paso, aquél gesto repentino de Aurora le sembró la preocupación momentáneamente, hasta que escuchó su cálida explicación. Aquella era una sonrisa sincera como pocas había visto en su vida, tanto que era imposible no contagiarse de ella.
-No se preocupe, el camino al lugar no es largo, no tendrá que hacer esfuerzos.
Andrè sonrió también, saliendo de detrás de su hermano para volver a situarse a su lado, entre él y la joven, observándola con curiosidad. Nunca había visto una mujer embarazada, por lo que en su infantil e inocente curiosidad no podía evitar dejar de mirar a la barriga hinchada de la inesperada acompañante de la noche. Lo hacía sin miedo o vergüenza alguna, pues no lo veía como algo que no debiera hacer.
Repartiendo su peso entre el bastón y su pierna intacta, Jeremy volvió a ponerse en marcha hacia el destino de la noche. Se desvió en cuanto pudo de aquella calle, pues los invitados caminaban por ella y podrían verle llegar con la joven embarazada, asegurando los cuchicheos y las manchas a la poca reputación que tenía intacta. Es por ello que, a paso lento pero seguro, bordearon por una calle secundaria, empapada por las recientes lluvias de primavera.
-Mi más sincera enhorabuena por el bebé, señorita Rose.-reavivó su sonrisa, atreviéndose a dirigirle la mirada. No podía evitar que la pregunta más obvia rondara por su cabeza, pero no veía de buena educación preguntar por el padre.- ¿Cuándo lo esperan? ¿Han pensado ya un nombre?
No lo preguntó directamente, fue extremadamente discreto, pero la preocupación se manifestaba en su cabeza sin remedio. ¿Estaría sola? ¿Tendría algún sitio al que llamar hogar? ¿Pensaba tener al bebé en la calle? ¿Iba a criarlo sola? Todas esas preguntas y muchas más se agolpaban en su mente, pero jamás se atrevería a manifestarlas y darles forma con palabras.
-No se preocupe, el camino al lugar no es largo, no tendrá que hacer esfuerzos.
Andrè sonrió también, saliendo de detrás de su hermano para volver a situarse a su lado, entre él y la joven, observándola con curiosidad. Nunca había visto una mujer embarazada, por lo que en su infantil e inocente curiosidad no podía evitar dejar de mirar a la barriga hinchada de la inesperada acompañante de la noche. Lo hacía sin miedo o vergüenza alguna, pues no lo veía como algo que no debiera hacer.
Repartiendo su peso entre el bastón y su pierna intacta, Jeremy volvió a ponerse en marcha hacia el destino de la noche. Se desvió en cuanto pudo de aquella calle, pues los invitados caminaban por ella y podrían verle llegar con la joven embarazada, asegurando los cuchicheos y las manchas a la poca reputación que tenía intacta. Es por ello que, a paso lento pero seguro, bordearon por una calle secundaria, empapada por las recientes lluvias de primavera.
-Mi más sincera enhorabuena por el bebé, señorita Rose.-reavivó su sonrisa, atreviéndose a dirigirle la mirada. No podía evitar que la pregunta más obvia rondara por su cabeza, pero no veía de buena educación preguntar por el padre.- ¿Cuándo lo esperan? ¿Han pensado ya un nombre?
No lo preguntó directamente, fue extremadamente discreto, pero la preocupación se manifestaba en su cabeza sin remedio. ¿Estaría sola? ¿Tendría algún sitio al que llamar hogar? ¿Pensaba tener al bebé en la calle? ¿Iba a criarlo sola? Todas esas preguntas y muchas más se agolpaban en su mente, pero jamás se atrevería a manifestarlas y darles forma con palabras.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
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Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
En cuanto Jeremy le comentó que el camino no era largo, Aurora asintió con la cabeza, todavía con una sonrisa en la boca. La verdad es que no le importaba moverse, era cierto que le resultaba un poco incómodo por el peso de más que albergaba en su interior, pero ahora mismo estaba animada, y por ello tenía ganas de andar.
Al ver que el pequeño dejaba su escondite para ponerse al lado de los dos adultos, y a continuación observar con detenimiento el vientre de la joven, no pudo evitar soltar una carcajada. Era increíble lo inocentes que podían ser los niños, y precioso a la vez. No sabía si saciar su curiosidad, pero como no tenía ni idea acerca de la educación que su hermano le había dado, prefirió no meterse en donde no debía, por si acaso decía algo que no coincidía con lo que le habían enseñado.
Emprendieron el paso todos juntos, y la morena se fijó en la forma de caminar del mayor. Ya lo había notado antes, era difícil que su manera de andar pasase desapercibida. ¿Qué le habría ocurrido? ¿Se podría curar? Esperaba que sí. El hecho de tener que verse obligado a depender de un bastón para toda la vida debía de ser horrible.
Durante su paseo, el hombre hizo varias preguntas que la muchacha no supo muy bien cómo responder. ¿Le decía directamente que ella sola criaría al bebé, o simplemente lo dejaba caer? Quizás esto último era lo mejor, de la otra manera puede que fuese directa de más. -Muchas gracias por sus bendiciones, de verdad. Por lo que he ido calculando, espero dar a luz dentro de dos meses aproximadamente. Acerca del nombre... No he pensado en ninguno en especial todavía. No sé qué sexo tendrá, así que probablemente esperaré hasta que nazca, y estoy segura de que en ese momento sabré cuál será el adecuado.- Volvió a acariciarse el vientre. Si era sincera, no se había ni planteado cómo se llamaría la criatura. El tiempo se lo mandaría a su cabeza en el instante adecuado, eso estaba claro.
Después de pronunciar esto último, la joven decidió continuar la conversación. -¿Y usted, sabe tocar algún que otro instrumento más que el piano? Ya es bastante, pero me gustaría conocer algo más acerca de sus estudios musicales, si puede ser.- Era algo que le interesaba bastante, y si no tenía problema en responder, sabría algo más acerca del varón que la había ayudado.
Al ver que el pequeño dejaba su escondite para ponerse al lado de los dos adultos, y a continuación observar con detenimiento el vientre de la joven, no pudo evitar soltar una carcajada. Era increíble lo inocentes que podían ser los niños, y precioso a la vez. No sabía si saciar su curiosidad, pero como no tenía ni idea acerca de la educación que su hermano le había dado, prefirió no meterse en donde no debía, por si acaso decía algo que no coincidía con lo que le habían enseñado.
Emprendieron el paso todos juntos, y la morena se fijó en la forma de caminar del mayor. Ya lo había notado antes, era difícil que su manera de andar pasase desapercibida. ¿Qué le habría ocurrido? ¿Se podría curar? Esperaba que sí. El hecho de tener que verse obligado a depender de un bastón para toda la vida debía de ser horrible.
Durante su paseo, el hombre hizo varias preguntas que la muchacha no supo muy bien cómo responder. ¿Le decía directamente que ella sola criaría al bebé, o simplemente lo dejaba caer? Quizás esto último era lo mejor, de la otra manera puede que fuese directa de más. -Muchas gracias por sus bendiciones, de verdad. Por lo que he ido calculando, espero dar a luz dentro de dos meses aproximadamente. Acerca del nombre... No he pensado en ninguno en especial todavía. No sé qué sexo tendrá, así que probablemente esperaré hasta que nazca, y estoy segura de que en ese momento sabré cuál será el adecuado.- Volvió a acariciarse el vientre. Si era sincera, no se había ni planteado cómo se llamaría la criatura. El tiempo se lo mandaría a su cabeza en el instante adecuado, eso estaba claro.
Después de pronunciar esto último, la joven decidió continuar la conversación. -¿Y usted, sabe tocar algún que otro instrumento más que el piano? Ya es bastante, pero me gustaría conocer algo más acerca de sus estudios musicales, si puede ser.- Era algo que le interesaba bastante, y si no tenía problema en responder, sabría algo más acerca del varón que la había ayudado.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
No le pasó desapercibido el escrutinio disimulado al que le sometió la mirada de la joven una vez empezaron a caminar, y por ello trató de disimular su cojera todo lo posible, evitando mirar a la joven, avergonzado de llamar la atención de esa forma. Aún sin mirarla, no obstante, tampoco pasó desapercibido el tiempo que se tomó para responder a sus preguntas, lo cual trajo muchos más interrogantes y preocupaciones a la mente del músico. ¿Debería formularlas en voz alta?
Abrió la boca, pero se contuvo en el acto. Era evidente que no había un padre, que estaba sola a cargo de aquél futuro bebé, y eso le revolvió por dentro. No quería ser entrometido y meter las narices donde no le llamaban, pero tampoco podía ignorar el hecho de que aquella mujer, Aurora Rose, estaba sola, embarazada y en la calle, pasando hambre. Entendió entonces aquella sorpresa y alegría que percibió en ella cuando sintió el movimiento de su hijo en su vientre. Ella temía por la vida del bebé.
Una parte de él le decía que se detuviera en aquél instante y que la llevara a casa para atenderla en condiciones. Otra, la más racional, le decía que no solo necesitaba el dinero de aquél trabajo, sino que, si no se presentaba, se correría la voz y perdería muchos futuros clientes. ¿Cómo iba a ayudarla si él también se quedaba en la calle? Debía pensar fríamente en la situación. Por el momento, al menos podía ofrecer una sustanciosa comida.
-¿Estudios? Bueno yo... empecé aprendiendo por mi cuenta, pero mi madre acabó por enseñarme lo que recordaba de sus clases cuando era niña. Tenía más paciencia que una santa.-rió, recordando aquellos momentos sentado junto a su madre frente al piano, echando de menos esa calidez.- El resto... supongo que lo aprendí por ensayo y error. Mucho ensayo y error.-sonrió.- ¿Otro instrumento? Bueno...-quedó pensativo, terminando con una suave risa.- Mi padre solía decir que también sabía tocar las narices. Aparte de eso... no, para mi el piano ha sido mi mayor confidente.
Y es que no había mejor adjetivo para describirlo. Todo lo que guardaba dentro de si, todo lo que se ocultaba a la vista de la gente, todo lo que sentía o sintió alguna vez, se traducía en las notas de su más fiel amigo, el piano.
Las voces animadas de una alegre multitud fueron indicio de que ya habían llegado a su destino. Se encontraban en la parte de atrás de la vivienda, tras el muro de reja de los jardines de la vivienda. Un muro de setos hacía complicado ver al otro lado, pero se intuía que la fiesta tenía lugar en el jardín.
-¿Podría esperar aquí? Tengo que entrar por la puerta principal con André, pero si se queda aquí él le traerá una cena a domicilio.-sonrió, intentando que no se sintiera avergonzada por la situación.- Toda para usted.
El pequeño André también sonrió antes de seguir los erráticos pasos de su hermano, dando la vuelta a la vivienda para entrar por la puerta principal.
-¡No se marche, por favor!-pidió antes de desaparecer por la esquina de la calle.
Una vez en el interior, Jeremy se agachó para colocar la chaqueta de André, disimulando de esta forma mientras le hablaban.
-Cuando la gente empiece a bailar, coge lo que puedas del banquete y llévaselo a la señorita Rose.-esperó a que el niño asintiera. Parecía entusiasmado por la idea.- ¡Adelante, soldado!
Jeremy realizó un cómico saludo militar ante el pequeño, quien respondió de la misma forma, sonriente, antes de desaparecer entre los invitados, esperando su momento. El mayor saludó al mayordomo de la casa, quien le instó a comenzar la interpretación cuanto antes. Tras un discurso de rigor de los recién casados, llegó el momento del esperado baile. Jeremy dejó su bastón apoyado junto al piano, el cual habían sacado al jardín para el evento. Cada vez que se veía frente a las teclas de aquél fantástico instrumento, sus dedos pasaban sobre ellas instintivamente, en una caricia familiar y tántrica, como la de dos amantes que vuelven a encontrarse. Tocar, para él, era una liberación tanto espiritual como física. Lo necesitaba tanto como el respirar.
Cuando se inclinó sobre las teclas, su movimiento recordó a la confianza de un secreto, una intimidad tal que creaba un espacio donde no había invitados, solo él y aquél piano. Sus dedos comenzaron a moverse, acariciando cada nota con un cuidado y una dedicación tal que daba la impresión de que el piano podría suspirar en cualquier momento. Estaba tocando para una pareja, para su felicidad y su amor. Por ello, buscó dentro de él aquellos sentimientos, confiandoselos al piano, dejando que su música contara aquella historia que, por desgracia, la gente escucharía, bailando a su ritmo, sin prestarle atención a las palabras escondidas.
Tal y como su hermano dijo, André se puso en marcha en cuanto los invitados comenzaron a bailar al ritmo de la música del piano. En sus manos no cabía gran cosa, pero era un niño ingenioso. Vació de canapés una de las bandejas, comenzando a servir en ella varias exquisiteces de la boda: una humeante carne roja con salsa a la pimienta, verduras asadas, patatas horneadas con especias, pan de semillas y, por supuesto, pastas y pasteles, todos los que pudo cargar. No pudo evitar el llevarse uno a la boca antes de salir corriendo con la bandeja en dirección a los setos del jardín, atravesándolos para encontrar a Aurora al otro lado de la verja de forja, saludándola con un brazo para que se acercara y sujetando la bandeja para ella, ya que no cabía entre los barrotes.
Abrió la boca, pero se contuvo en el acto. Era evidente que no había un padre, que estaba sola a cargo de aquél futuro bebé, y eso le revolvió por dentro. No quería ser entrometido y meter las narices donde no le llamaban, pero tampoco podía ignorar el hecho de que aquella mujer, Aurora Rose, estaba sola, embarazada y en la calle, pasando hambre. Entendió entonces aquella sorpresa y alegría que percibió en ella cuando sintió el movimiento de su hijo en su vientre. Ella temía por la vida del bebé.
Una parte de él le decía que se detuviera en aquél instante y que la llevara a casa para atenderla en condiciones. Otra, la más racional, le decía que no solo necesitaba el dinero de aquél trabajo, sino que, si no se presentaba, se correría la voz y perdería muchos futuros clientes. ¿Cómo iba a ayudarla si él también se quedaba en la calle? Debía pensar fríamente en la situación. Por el momento, al menos podía ofrecer una sustanciosa comida.
-¿Estudios? Bueno yo... empecé aprendiendo por mi cuenta, pero mi madre acabó por enseñarme lo que recordaba de sus clases cuando era niña. Tenía más paciencia que una santa.-rió, recordando aquellos momentos sentado junto a su madre frente al piano, echando de menos esa calidez.- El resto... supongo que lo aprendí por ensayo y error. Mucho ensayo y error.-sonrió.- ¿Otro instrumento? Bueno...-quedó pensativo, terminando con una suave risa.- Mi padre solía decir que también sabía tocar las narices. Aparte de eso... no, para mi el piano ha sido mi mayor confidente.
Y es que no había mejor adjetivo para describirlo. Todo lo que guardaba dentro de si, todo lo que se ocultaba a la vista de la gente, todo lo que sentía o sintió alguna vez, se traducía en las notas de su más fiel amigo, el piano.
Las voces animadas de una alegre multitud fueron indicio de que ya habían llegado a su destino. Se encontraban en la parte de atrás de la vivienda, tras el muro de reja de los jardines de la vivienda. Un muro de setos hacía complicado ver al otro lado, pero se intuía que la fiesta tenía lugar en el jardín.
-¿Podría esperar aquí? Tengo que entrar por la puerta principal con André, pero si se queda aquí él le traerá una cena a domicilio.-sonrió, intentando que no se sintiera avergonzada por la situación.- Toda para usted.
El pequeño André también sonrió antes de seguir los erráticos pasos de su hermano, dando la vuelta a la vivienda para entrar por la puerta principal.
-¡No se marche, por favor!-pidió antes de desaparecer por la esquina de la calle.
***
Una vez en el interior, Jeremy se agachó para colocar la chaqueta de André, disimulando de esta forma mientras le hablaban.
-Cuando la gente empiece a bailar, coge lo que puedas del banquete y llévaselo a la señorita Rose.-esperó a que el niño asintiera. Parecía entusiasmado por la idea.- ¡Adelante, soldado!
Jeremy realizó un cómico saludo militar ante el pequeño, quien respondió de la misma forma, sonriente, antes de desaparecer entre los invitados, esperando su momento. El mayor saludó al mayordomo de la casa, quien le instó a comenzar la interpretación cuanto antes. Tras un discurso de rigor de los recién casados, llegó el momento del esperado baile. Jeremy dejó su bastón apoyado junto al piano, el cual habían sacado al jardín para el evento. Cada vez que se veía frente a las teclas de aquél fantástico instrumento, sus dedos pasaban sobre ellas instintivamente, en una caricia familiar y tántrica, como la de dos amantes que vuelven a encontrarse. Tocar, para él, era una liberación tanto espiritual como física. Lo necesitaba tanto como el respirar.
Música
Cuando se inclinó sobre las teclas, su movimiento recordó a la confianza de un secreto, una intimidad tal que creaba un espacio donde no había invitados, solo él y aquél piano. Sus dedos comenzaron a moverse, acariciando cada nota con un cuidado y una dedicación tal que daba la impresión de que el piano podría suspirar en cualquier momento. Estaba tocando para una pareja, para su felicidad y su amor. Por ello, buscó dentro de él aquellos sentimientos, confiandoselos al piano, dejando que su música contara aquella historia que, por desgracia, la gente escucharía, bailando a su ritmo, sin prestarle atención a las palabras escondidas.
* * *
Tal y como su hermano dijo, André se puso en marcha en cuanto los invitados comenzaron a bailar al ritmo de la música del piano. En sus manos no cabía gran cosa, pero era un niño ingenioso. Vació de canapés una de las bandejas, comenzando a servir en ella varias exquisiteces de la boda: una humeante carne roja con salsa a la pimienta, verduras asadas, patatas horneadas con especias, pan de semillas y, por supuesto, pastas y pasteles, todos los que pudo cargar. No pudo evitar el llevarse uno a la boca antes de salir corriendo con la bandeja en dirección a los setos del jardín, atravesándolos para encontrar a Aurora al otro lado de la verja de forja, saludándola con un brazo para que se acercara y sujetando la bandeja para ella, ya que no cabía entre los barrotes.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
Mientras caminaban los tres juntos, Aurora escuchó la respuesta del mayor a la pregunta que le había formulado anteriormente. No pudo evitar soltar una carcajada audible, para a continuación taparse la boca con una de sus manos. Tocar las narices, decía... Se imaginaba la cómica escena en su cabeza, y no lograba parar de reír.
Ahora sabía que sólo había aprendido a interpretar canciones al piano. Si había dedicado enteramente su tiempo a ese instrumento desde su infancia, probablemente tocaría de cine. Ante esto, se le planteaba una duda: ¿Compondría sus propias partituras? Si ese fuese el caso, le encantaría poder escuchar sus creaciones. Ojalá pudiese resolver ese misterio entre muchos otros más adelante.
Después de un escaso paseo, llegaron a su destino. Accedió quedarse en un lugar donde los invitados de la boda no la pudiesen ver, para que así nadie corriese ningún tipo de riesgo. Al parecer, en un rato el pequeño le traería comida proveniente de la ceremonia. No tenía nada que perder, así que hizo caso a las indicaciones del mayor, y simplemente se sentó en el suelo en cuanto los otros dos desaparecieron entre la multitud.
Mientras esperaba, la morena cerró los ojos, y disfrutó del aire puro que se respiraba en ese lugar, que de vez en cuando se mezclaba con diferentes olores que inundaban sus fosas nasales. Era algo que podía hacer a diario si quería, ya que tenía mucho tiempo sola para disfrutar de este tipo de cosas, pero en ese momento tenía una sensación interna de seguridad y calma que propiciaba este comportamiento. Podía distraerse, y sabía que no pasaría nada por ello.
A continuación, el bebé volvió a hacer de las suyas, dando patadas cada vez más fuertes en el vientre de su madre. La susodicha abrió los párpados, sorprendida de nuevo por el carácter repentino de su hijo, y abrazó su barriga. -¿Qué te pasa hoy, enano? ¿Estás contento? Veo que tienes una buena fiesta montada ahí dentro.- Susurró, e inevitablemente no pudo evitar reírse.
Si tenía que ser sincera, quizás esto último que había ocurrido y la vez anterior en donde su criatura le había dado noticias de que seguía ahí con ella, mientras conversaba con el hombre, era lo que más la tranquilizaba. Últimamente tenía muchas dudas acerca de si todo saldría bien. Hacía días que no le daba ninguna señal, y por ello incluso se había llegado a preguntar si seguiría vivo. Por lo que parecía, estaba vivito y coleando, y más feliz que una perdiz, así que ella, como futura mamá, podía relajarse al menos un poco.
De repente, una música proveniente de la ceremonia, comenzó a sonar. El sonido del piano le hizo saber que el intérprete de esa obra era Jeremy, no había duda alguna. Disfrutó de la bella y repetitiva melodía, que era respaldada por unos dulces acordes. A pesar de ser una canción con una línea melódica en bucle, las variaciones rítmicas y armónicas hacían que no fuese para nada cansina al oído.
Comenzó a mover la parte superior de su cuerpo siguiendo el tempo de la creación, y no pudo evitar alargar los brazos e imaginar que bailaba agarrada a otra persona. Seguro que eso es lo que estarían haciendo los invitados en ese momento, o eso esperaba por su bien, porque si no se estaban perdiendo una maravilla que desgraciadamente no sabían apreciar.
Se podía intuir la delicadeza con la que el varón posaba sus dedos sobre las teclas del instrumento. Seguro que a través de este dejaba salir todas sus emociones, y desnudaba su alma, contando a gritos lo que le ocurría. Sólo había que saber descifrarlo de la manera adecuada.
Unos pequeños y veloces pasos provocaron que la mujer saliese de su trance temporal, y se fijase en Andrè. Había cruzado todo el recinto para traerle un montón de comida sobre una bandeja. La joven no dudó en levantarse rápidamente e ir junto a él, para coger los alimentos con las manos velozmente, y así quitarle peso de encima al niño. -¡Muchísimas gracias enano! Ahora vuelve corriendo con el resto, venga, no vaya a ser que pillen nuestro secreto.- Acarició con una de sus manos la mejilla del contrario, suave, y le sonrió para acto seguido hacerle un gesto para que se fuese pitando de allí. No quería acarrearles problemas, y por ello le había metido tanta prisa. Ya que no estaba su hermano, ella tendría que hacerse cargo de sus acciones durante ese tiempo.
Miró la comida que se encontraba ahora sobre su regazo, y en cuanto se quedó sola de nuevo, no dudó en devorarla. En menos de nada, todo había desaparecido. Lo que mejor le había sentado habían sido los deliciosos postres, que tanto necesitaba. Le daba pena no haber sido capaz de saborear esos suculentos manjares de clase alta, pero tanta era su hambre, que no lo logró con éxito.
Ahora sabía que sólo había aprendido a interpretar canciones al piano. Si había dedicado enteramente su tiempo a ese instrumento desde su infancia, probablemente tocaría de cine. Ante esto, se le planteaba una duda: ¿Compondría sus propias partituras? Si ese fuese el caso, le encantaría poder escuchar sus creaciones. Ojalá pudiese resolver ese misterio entre muchos otros más adelante.
Después de un escaso paseo, llegaron a su destino. Accedió quedarse en un lugar donde los invitados de la boda no la pudiesen ver, para que así nadie corriese ningún tipo de riesgo. Al parecer, en un rato el pequeño le traería comida proveniente de la ceremonia. No tenía nada que perder, así que hizo caso a las indicaciones del mayor, y simplemente se sentó en el suelo en cuanto los otros dos desaparecieron entre la multitud.
Mientras esperaba, la morena cerró los ojos, y disfrutó del aire puro que se respiraba en ese lugar, que de vez en cuando se mezclaba con diferentes olores que inundaban sus fosas nasales. Era algo que podía hacer a diario si quería, ya que tenía mucho tiempo sola para disfrutar de este tipo de cosas, pero en ese momento tenía una sensación interna de seguridad y calma que propiciaba este comportamiento. Podía distraerse, y sabía que no pasaría nada por ello.
A continuación, el bebé volvió a hacer de las suyas, dando patadas cada vez más fuertes en el vientre de su madre. La susodicha abrió los párpados, sorprendida de nuevo por el carácter repentino de su hijo, y abrazó su barriga. -¿Qué te pasa hoy, enano? ¿Estás contento? Veo que tienes una buena fiesta montada ahí dentro.- Susurró, e inevitablemente no pudo evitar reírse.
Si tenía que ser sincera, quizás esto último que había ocurrido y la vez anterior en donde su criatura le había dado noticias de que seguía ahí con ella, mientras conversaba con el hombre, era lo que más la tranquilizaba. Últimamente tenía muchas dudas acerca de si todo saldría bien. Hacía días que no le daba ninguna señal, y por ello incluso se había llegado a preguntar si seguiría vivo. Por lo que parecía, estaba vivito y coleando, y más feliz que una perdiz, así que ella, como futura mamá, podía relajarse al menos un poco.
De repente, una música proveniente de la ceremonia, comenzó a sonar. El sonido del piano le hizo saber que el intérprete de esa obra era Jeremy, no había duda alguna. Disfrutó de la bella y repetitiva melodía, que era respaldada por unos dulces acordes. A pesar de ser una canción con una línea melódica en bucle, las variaciones rítmicas y armónicas hacían que no fuese para nada cansina al oído.
Comenzó a mover la parte superior de su cuerpo siguiendo el tempo de la creación, y no pudo evitar alargar los brazos e imaginar que bailaba agarrada a otra persona. Seguro que eso es lo que estarían haciendo los invitados en ese momento, o eso esperaba por su bien, porque si no se estaban perdiendo una maravilla que desgraciadamente no sabían apreciar.
Se podía intuir la delicadeza con la que el varón posaba sus dedos sobre las teclas del instrumento. Seguro que a través de este dejaba salir todas sus emociones, y desnudaba su alma, contando a gritos lo que le ocurría. Sólo había que saber descifrarlo de la manera adecuada.
Unos pequeños y veloces pasos provocaron que la mujer saliese de su trance temporal, y se fijase en Andrè. Había cruzado todo el recinto para traerle un montón de comida sobre una bandeja. La joven no dudó en levantarse rápidamente e ir junto a él, para coger los alimentos con las manos velozmente, y así quitarle peso de encima al niño. -¡Muchísimas gracias enano! Ahora vuelve corriendo con el resto, venga, no vaya a ser que pillen nuestro secreto.- Acarició con una de sus manos la mejilla del contrario, suave, y le sonrió para acto seguido hacerle un gesto para que se fuese pitando de allí. No quería acarrearles problemas, y por ello le había metido tanta prisa. Ya que no estaba su hermano, ella tendría que hacerse cargo de sus acciones durante ese tiempo.
Miró la comida que se encontraba ahora sobre su regazo, y en cuanto se quedó sola de nuevo, no dudó en devorarla. En menos de nada, todo había desaparecido. Lo que mejor le había sentado habían sido los deliciosos postres, que tanto necesitaba. Le daba pena no haber sido capaz de saborear esos suculentos manjares de clase alta, pero tanta era su hambre, que no lo logró con éxito.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
André frunció el ceño cuando escuchó que le llamaban "enano", pero se le pasó pronto el gesto, sonriéndola al recibir su amable caricia en la mejilla y corriendo hacia la fiesta... solo para regresar con más postres poco después, esta vez también para él.
Atravesando los setos, se sentó en el murillo que servía de base a la verja de hierro, tomando uno de los dulces que traía envueltos en una servilleta después de ofrecerle a Aurora. Se había metido más en los bolsillos de la chaqueta, pero esos serían para después, si es que Jeremy no se los encontraba antes. Se quedaría allí, con ella, sin pronunciar palabra aunque escuchando a todo cuanto decidiera decir la joven, hasta que el piano, que ya cambiaba a otra nueva melodía, dejase de sonar.
Las notas cesaron, pero la celebración continuaría hasta más tarde. Jeremy solo había sido contratado para tocar durante las dos horas que duraría el baile en el jardín, tras ello era libre de marcharse... y la verdad es que lo estaba deseando, impaciente por saber si Aurora seguiría allí, esperando, o si se había marchado después de que André le llevara algo de comer. ¡André! No había visto al niño en toda la noche, era sigiloso como una sombra, y tampoco le vio cuando se le acercó por la espalda, tirando de su chaqueta para llamar su atención. Jeremy miró a su alrededor por si le había visto alguien y, acto seguido, con una mano en su bastón y otra en la espalda de su hermano, se marchó en dirección a la salida, interrogándole mientras tanto. Como de costumbre, el niño no dijo palabra, pero sus gestos afirmativos cuando le preguntó si todo había ido bien le dejaron más tranquilo. Al salir a la calle, se apresuró todo lo que pudo para dar la vuelta a la casa, pero André se le adelantó corriendo hacia la figura de la joven embarazada al doblar la esquina, en la otra punta de la calle.
Jeremy se sorprendió a si mismo sonriendo, no solo por el alivio de saber que le había esperado, sino por ver a André ser un niño, para variar. Alegre, correteando, girándose hacia él y haciéndole gestos exasperados para que fuera más rápido, con otra persona que no fuera él...
-¡Gra...gracias por la espera!- dijo cuando llegó, con el cuello de la chaqueta y el pelo descolocados por la torpe carrera, tomándose unos segundos para respirar.- Espero que no se le haya hecho muy larga.
Había estado pensando en lo que ella misma propuso, debatiéndose de si debía aceptar o no y las consecuencias que les traería el hacerlo. No podía dejar a esa mujer en la calle. No podía volver la mirada y fingir que nada ocurría. Pero tampoco podía permitirse que le vieran junto a una joven embarazada, pues los rumores pueden ser tan afilados como cuchillos. No obstante, si algo tenía Jeremy, era ingenio.
-Señorita Rose, necesito que sea usted quien cuide de André y no aceptaré un no por respuesta.
Las palabras salieron más rápidas de lo que había deseado, y en seguida aquella ilusión de hombre serio y decidido se fue al garete. De hecho, no duró ni un par de segundos.
-¡Quiero decir...!-se apresuró a decir, entre el cuello mal doblado de su chaqueta y alzando una mano a media altura.- He... he pensado sobre su propuesta y... creo ... es decir...-se llevó una mano al cabello, revolviéndolo todavía más.- Señorita Rose...-se forzó a serenarse, como si hiciera borrón y cuenta nueva.- He observado que André... parece bastante animado en su compañía. No tengo mucho que ofrecerla, pero me quitaría un peso de encima y nos haría a ambos muy felices si aceptara trabajar como cuidadora de André. No le mentiré: no tengo ninguna fortuna, pero contamos con habitaciones de sobra, puedo proporcionarle ropa limpia y comida, además de los cuidados que necesite hasta que encuentre un lugar mejor para atender a su hijo. Si se niega, me temo que tendré que insistir.-sintió el tirón de André en su chaqueta y carraspeó para corregirse.- Ambos tendremos que insistir.
Atravesando los setos, se sentó en el murillo que servía de base a la verja de hierro, tomando uno de los dulces que traía envueltos en una servilleta después de ofrecerle a Aurora. Se había metido más en los bolsillos de la chaqueta, pero esos serían para después, si es que Jeremy no se los encontraba antes. Se quedaría allí, con ella, sin pronunciar palabra aunque escuchando a todo cuanto decidiera decir la joven, hasta que el piano, que ya cambiaba a otra nueva melodía, dejase de sonar.
* * *
Las notas cesaron, pero la celebración continuaría hasta más tarde. Jeremy solo había sido contratado para tocar durante las dos horas que duraría el baile en el jardín, tras ello era libre de marcharse... y la verdad es que lo estaba deseando, impaciente por saber si Aurora seguiría allí, esperando, o si se había marchado después de que André le llevara algo de comer. ¡André! No había visto al niño en toda la noche, era sigiloso como una sombra, y tampoco le vio cuando se le acercó por la espalda, tirando de su chaqueta para llamar su atención. Jeremy miró a su alrededor por si le había visto alguien y, acto seguido, con una mano en su bastón y otra en la espalda de su hermano, se marchó en dirección a la salida, interrogándole mientras tanto. Como de costumbre, el niño no dijo palabra, pero sus gestos afirmativos cuando le preguntó si todo había ido bien le dejaron más tranquilo. Al salir a la calle, se apresuró todo lo que pudo para dar la vuelta a la casa, pero André se le adelantó corriendo hacia la figura de la joven embarazada al doblar la esquina, en la otra punta de la calle.
Jeremy se sorprendió a si mismo sonriendo, no solo por el alivio de saber que le había esperado, sino por ver a André ser un niño, para variar. Alegre, correteando, girándose hacia él y haciéndole gestos exasperados para que fuera más rápido, con otra persona que no fuera él...
-¡Gra...gracias por la espera!- dijo cuando llegó, con el cuello de la chaqueta y el pelo descolocados por la torpe carrera, tomándose unos segundos para respirar.- Espero que no se le haya hecho muy larga.
Había estado pensando en lo que ella misma propuso, debatiéndose de si debía aceptar o no y las consecuencias que les traería el hacerlo. No podía dejar a esa mujer en la calle. No podía volver la mirada y fingir que nada ocurría. Pero tampoco podía permitirse que le vieran junto a una joven embarazada, pues los rumores pueden ser tan afilados como cuchillos. No obstante, si algo tenía Jeremy, era ingenio.
-Señorita Rose, necesito que sea usted quien cuide de André y no aceptaré un no por respuesta.
Las palabras salieron más rápidas de lo que había deseado, y en seguida aquella ilusión de hombre serio y decidido se fue al garete. De hecho, no duró ni un par de segundos.
-¡Quiero decir...!-se apresuró a decir, entre el cuello mal doblado de su chaqueta y alzando una mano a media altura.- He... he pensado sobre su propuesta y... creo ... es decir...-se llevó una mano al cabello, revolviéndolo todavía más.- Señorita Rose...-se forzó a serenarse, como si hiciera borrón y cuenta nueva.- He observado que André... parece bastante animado en su compañía. No tengo mucho que ofrecerla, pero me quitaría un peso de encima y nos haría a ambos muy felices si aceptara trabajar como cuidadora de André. No le mentiré: no tengo ninguna fortuna, pero contamos con habitaciones de sobra, puedo proporcionarle ropa limpia y comida, además de los cuidados que necesite hasta que encuentre un lugar mejor para atender a su hijo. Si se niega, me temo que tendré que insistir.-sintió el tirón de André en su chaqueta y carraspeó para corregirse.- Ambos tendremos que insistir.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
En cuanto Aurora acabó de devorar la deliciosa comida, se sorprendió al ver al pequeño volver de nuevo junto a ella, y con más dulces en la mano. Era muy amable, esos gestos de ayuda se lo demostraban. Le daba pena que tuviese que presenciar y en este caso ser partícipe de este tipo de escenas, en las que hay gente que pasa hambre. Conocía parte de la cruda realidad desde su más tierna infancia, y eso le haría madurar muy pronto. No era justo.
Cuando el niño finalmente llegó a su lado, la morena no pudo evitar sonreír y dirigirle la palabra. -¿Son para mí?- Al ver que le ofrecía la comida, cogió parte de esta para dejarle otro tanto a él, y volvió a hablar. -Muchas gracias de nuevo, grandullón, aunque no hacía falta.- Le guiñó un ojo a continuación, cómplice. Por su anterior reacción, cuando le había llamado enano, se imaginó que no le había gustado demasiado el que lo tratase de esa manera, así que por ello cambió la forma de referirse a él.
La música seguía sonando, aunque no era la misma de antes. Lógicamente, con el paso del tiempo iba cambiando de obra, y aprovechó un silencio entre dos de las piezas para dar un bocado a una de las pastas, y después dirigirse a André. -Tu hermano toca muy bien, ¿verdad? Seguro que es genial tener a alguien así en casa todos los días. Además, parece muy amable, y se ve que te quiere con locura.- No hubo respuesta por parte del contrario, pero se notaba que la estaba escuchando. Por ello decidió no hacerle pregunta alguna, para no incomodarlo, pero continuó su relato. -La música... Es arte, y es un idioma universal. Cualquiera se puede comunicar a través de ella, y expresar a otros lo que siente, aunque no hablen la misma lengua, o no sean de la misma raza. Es maravillosa, y la tendrás siempre a tu lado, así que quiero que te sientas afortunado.- No sabía si la entendería, pero esperaba que el mensaje se le quedase grabado al menos para un futuro.
El sonido del piano cesó finalmente, y la joven se despidió del infante, para volvérselo a encontrar junto a Jeremy unos minutos más tarde. Lo que no esperaba, era que en cuanto se acercasen, el mayor le ofrecería cuidar del menor. Les había tenido que dar buena impresión como para ello, y no sabía ni cómo.
Mientras el intérprete trataba de explicar las razones por las que había decidido esto, y lo que le podían dar a cambio, la muchacha no pudo evitar reírse. No se burlaba de él, sino que le hacía gracia la situación, y en parte, hasta la aliviaba. Normalmente no confiaban en ella tan rápido, por las pintas que tenía, y también por ciertos problemas que arrastraba al vivir a la intemperie, pero esta vez no había sido así, y eso le hacía sentirse bien.
-Me alegra un montón escuchar estas palabras de su boca, en serio. Puede que sin darse cuenta, ha logrado que me sienta útil para algo en esta vida. Se lo agradezco un montón.- Dijo, a la vez que se levantaba del suelo. -Sí, claro que acepto su oferta. No creo que pueda quedarme en su casa a dormir, o no al menos la mayoría de las veces, pero cuidaré de André siempre que lo necesite.- Amaba a los pequeños, ¿por qué no iba a hacerlo? Aun por encima, este caso era especial, la habían tratado realmente bien, y se lo debía.
-Muchas gracias por dar algo más de sentido a mi vida, además del que me da mi bebé, de verdad.- Desde hacía tiempo creía que no tenía motivos para continuar en este mundo excepto el cuidar de su hijo, y ahora le habían dado otro más para seguir en pie. Esperaba no defraudarlos nunca.
Cuando el niño finalmente llegó a su lado, la morena no pudo evitar sonreír y dirigirle la palabra. -¿Son para mí?- Al ver que le ofrecía la comida, cogió parte de esta para dejarle otro tanto a él, y volvió a hablar. -Muchas gracias de nuevo, grandullón, aunque no hacía falta.- Le guiñó un ojo a continuación, cómplice. Por su anterior reacción, cuando le había llamado enano, se imaginó que no le había gustado demasiado el que lo tratase de esa manera, así que por ello cambió la forma de referirse a él.
La música seguía sonando, aunque no era la misma de antes. Lógicamente, con el paso del tiempo iba cambiando de obra, y aprovechó un silencio entre dos de las piezas para dar un bocado a una de las pastas, y después dirigirse a André. -Tu hermano toca muy bien, ¿verdad? Seguro que es genial tener a alguien así en casa todos los días. Además, parece muy amable, y se ve que te quiere con locura.- No hubo respuesta por parte del contrario, pero se notaba que la estaba escuchando. Por ello decidió no hacerle pregunta alguna, para no incomodarlo, pero continuó su relato. -La música... Es arte, y es un idioma universal. Cualquiera se puede comunicar a través de ella, y expresar a otros lo que siente, aunque no hablen la misma lengua, o no sean de la misma raza. Es maravillosa, y la tendrás siempre a tu lado, así que quiero que te sientas afortunado.- No sabía si la entendería, pero esperaba que el mensaje se le quedase grabado al menos para un futuro.
El sonido del piano cesó finalmente, y la joven se despidió del infante, para volvérselo a encontrar junto a Jeremy unos minutos más tarde. Lo que no esperaba, era que en cuanto se acercasen, el mayor le ofrecería cuidar del menor. Les había tenido que dar buena impresión como para ello, y no sabía ni cómo.
Mientras el intérprete trataba de explicar las razones por las que había decidido esto, y lo que le podían dar a cambio, la muchacha no pudo evitar reírse. No se burlaba de él, sino que le hacía gracia la situación, y en parte, hasta la aliviaba. Normalmente no confiaban en ella tan rápido, por las pintas que tenía, y también por ciertos problemas que arrastraba al vivir a la intemperie, pero esta vez no había sido así, y eso le hacía sentirse bien.
-Me alegra un montón escuchar estas palabras de su boca, en serio. Puede que sin darse cuenta, ha logrado que me sienta útil para algo en esta vida. Se lo agradezco un montón.- Dijo, a la vez que se levantaba del suelo. -Sí, claro que acepto su oferta. No creo que pueda quedarme en su casa a dormir, o no al menos la mayoría de las veces, pero cuidaré de André siempre que lo necesite.- Amaba a los pequeños, ¿por qué no iba a hacerlo? Aun por encima, este caso era especial, la habían tratado realmente bien, y se lo debía.
-Muchas gracias por dar algo más de sentido a mi vida, además del que me da mi bebé, de verdad.- Desde hacía tiempo creía que no tenía motivos para continuar en este mundo excepto el cuidar de su hijo, y ahora le habían dado otro más para seguir en pie. Esperaba no defraudarlos nunca.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
"Ha logrado que me sienta útil para algo en esta vida."
Fueron esas palabras las que se clavaron en su corazón y le hicieron empatizar con ella hasta un horizonte que no pudo preveer. Era algo que él mismo había buscado durante tanto tiempo... y, aunque por el momento no lo hubiera encontrado, le alegraba saber que por lo menos podía proporcionárselo a otra persona. Aquello le hizo sonreír, bajando la mirada unos segundos, avergonzado por recibir aquél cumplido. Al principio se quedó sin palabras, pero era evidente su felicidad al escuchar las de Aurora y el que éstas habían tenido un gran impacto en él.
-Po-por supuesto, solo quédese cuando usted lo desee, pero creo hablar por los dos al asegurarla que nos alegraría que eso sucediera lo más regularmente posible.
Pese a que André estaba realmente animado por la situación, sus bostezos eran cada vez más evidentes. Era muy tarde, bien pasada su hora de acostarse, y todavía tenía que bañarle, cambiarle a su ropa de cama y preparar su ropa y la comida del día siguiente. Había aprendido a hacer todo tipo de tareas domésticas, desde cocinar hasta coser, y aunque no era terrible, su esfuerzo le había costado desde que el servicio se marchó al no poder pagar sus sueldos. Una mano de ayuda sería como caída del cielo.
-¿Querría... quedarse esta noche?-lo último que deseaba era despertar cualquier segunda lectura de aquella pregunta, por lo que no perdió el tiempo en explicarse.- Así podría conocer el lugar y descansar en condiciones. Le aseguro que nadie la molestará, ni será usted una molestia en absoluto.
Fueron esas palabras las que se clavaron en su corazón y le hicieron empatizar con ella hasta un horizonte que no pudo preveer. Era algo que él mismo había buscado durante tanto tiempo... y, aunque por el momento no lo hubiera encontrado, le alegraba saber que por lo menos podía proporcionárselo a otra persona. Aquello le hizo sonreír, bajando la mirada unos segundos, avergonzado por recibir aquél cumplido. Al principio se quedó sin palabras, pero era evidente su felicidad al escuchar las de Aurora y el que éstas habían tenido un gran impacto en él.
-Po-por supuesto, solo quédese cuando usted lo desee, pero creo hablar por los dos al asegurarla que nos alegraría que eso sucediera lo más regularmente posible.
Pese a que André estaba realmente animado por la situación, sus bostezos eran cada vez más evidentes. Era muy tarde, bien pasada su hora de acostarse, y todavía tenía que bañarle, cambiarle a su ropa de cama y preparar su ropa y la comida del día siguiente. Había aprendido a hacer todo tipo de tareas domésticas, desde cocinar hasta coser, y aunque no era terrible, su esfuerzo le había costado desde que el servicio se marchó al no poder pagar sus sueldos. Una mano de ayuda sería como caída del cielo.
-¿Querría... quedarse esta noche?-lo último que deseaba era despertar cualquier segunda lectura de aquella pregunta, por lo que no perdió el tiempo en explicarse.- Así podría conocer el lugar y descansar en condiciones. Le aseguro que nadie la molestará, ni será usted una molestia en absoluto.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
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Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
Además de ofrecerle el trabajo, parecía que apreciaban su existencia a pesar de apenas saber nada de ella. Ojalá con el tiempo se llegasen a conocer mejor, y sus pensamientos acerca de la joven siguiesen siendo los mismos, o mejores.
El pequeño estaba bostezando sin parar. Era obvio que tenía sueño, y por ello en menos de nada el hombre le ofreció ir a pasar la noche a su casa. -Si me asegura que no seré ningún tipo de problema, aceptaré la oferta encantada.- Incluso podría comenzar sus labores, y ayudar a Jeremy con las tareas del hogar mientras él acostaba a su hermano, o viceversa. Así podría brindarle algo de tiempo libre después de haber estado trabajando durante unas horas. ¿Quién no querría tener un pequeño descanso y un rato para centrarse en sí mismo?
Mientras pensaba en cómo se desarrollarían los acontecimientos a partir de ese momento, cayó en la cuenta de que era probable encontrar un piano dentro del hogar al que entraría a continuación. Si el artista tenía que ensayar sus obras, ¿podría escuchar esa música desde cualquier rincón? Sería una delicia el poder volver a repetir ese instante de desconexión como el que había vivido hoy.
El sueño también estaba comenzando a hacer efecto en ella, aunque sabía que en cuanto se pusiesen rumbo a la casa, se despejaría de nuevo. El bebé le restaba mucha energía, y por ello se agotaba en menos de nada. Cada vez quedaba menos para que naciese, y eso en parte sería una ventaja para su cuerpo, pero a su vez estaba segura de que le traería muchos otros problemas, más de los que ya tenía actualmente.
Negó con la cabeza, desechando estos pensamientos de su cabeza, y miró a sus salvadores a los ojos, esperando sus pasos para poder seguir su camino.
El pequeño estaba bostezando sin parar. Era obvio que tenía sueño, y por ello en menos de nada el hombre le ofreció ir a pasar la noche a su casa. -Si me asegura que no seré ningún tipo de problema, aceptaré la oferta encantada.- Incluso podría comenzar sus labores, y ayudar a Jeremy con las tareas del hogar mientras él acostaba a su hermano, o viceversa. Así podría brindarle algo de tiempo libre después de haber estado trabajando durante unas horas. ¿Quién no querría tener un pequeño descanso y un rato para centrarse en sí mismo?
Mientras pensaba en cómo se desarrollarían los acontecimientos a partir de ese momento, cayó en la cuenta de que era probable encontrar un piano dentro del hogar al que entraría a continuación. Si el artista tenía que ensayar sus obras, ¿podría escuchar esa música desde cualquier rincón? Sería una delicia el poder volver a repetir ese instante de desconexión como el que había vivido hoy.
El sueño también estaba comenzando a hacer efecto en ella, aunque sabía que en cuanto se pusiesen rumbo a la casa, se despejaría de nuevo. El bebé le restaba mucha energía, y por ello se agotaba en menos de nada. Cada vez quedaba menos para que naciese, y eso en parte sería una ventaja para su cuerpo, pero a su vez estaba segura de que le traería muchos otros problemas, más de los que ya tenía actualmente.
Negó con la cabeza, desechando estos pensamientos de su cabeza, y miró a sus salvadores a los ojos, esperando sus pasos para poder seguir su camino.
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
El músico llevó una mano a su pecho, sobre su corazón, con semblante totalmente serio.
-De corazón se lo juro, no tiene nada de lo que preocuparse.
Hacía mucho tiempo que no tenían a ningún invitado en la casa. Ni siquiera la ex-institutriz de André vivía con ellos, ya que Jeremy no podía ofrecerla el sueldo que hiciera que eso mereciera la pena. Era extraño pensar en recibir a alguien tan abiertamente, especialmente a quien prácticamente acababa de conocer, o eso le decía la lógica. ¿Perdo cuándo había hecho Jeremy más caso a su cabeza que a su corazón? No podía dejarla ahí fuera, en la calle. Ella se había cruzado en su camino y, de alguna forma, se sentía responsable de su bienestar. Su padre se lo repitió tantísimas veces cuando era solo un niño: "trata a los demás como te gustaría que ellos te tratasen a ti". Repasó aquellas palabras mentalmente, pensando en lo mucho que le habría gustado que alguien le tendiese una mano en los momentos que más lo había necesitado. No había tenido la fortuna de vivir aquello, pero eso no significaba que fuera a negárselo a otra persona, todo lo contrario: si podía darle a alguien el apoyo que él tanto había buscado sin éxito, si podía hacer sentir a esa persona que no estaba sola y que alguien se preocupaba de sus problemas, no veía motivo para no hacerlo.
La residencia Legrand no era una gran e imponente mansión como las de los individuos de la más alta sociedad. Era más bien una modesta vivienda a la que el tiempo y la falta de cuidados, por los problemas económicos del propietario, le estaban comenzando a pasar factura. La pintura estaba desapareciendo y, al subir las escaleras hacia la puerta principal, Jeremy le advirtió a la joven que tuviera cuidado en el segundo escalón, ya que la madera estaba agrietada y amenazaba con romperse en cualquier momento. Nadie salió a recibirles, y no había ninguna luz encendida en el interior de la vivienda. Fue Jeremy quien, sacando las llaves de su bolsillo, abrió la puerta principal, haciéndose a un lado para que la invitada entrase primero. una vez todos estuvieron dentro, volvió a cerrar la puerta, dejando su bastón en el paragüero de metal forjado junto a la misma.
La entrada principal daba pie a un recibidor que conectaba con otras salas y con las escaleras que llevaban a la planta superior, a las habitaciones. Dio una palmada en la espalda de su hermano, señalándole las escaleras.
-André, adelántate tú, por favor. Estaré contigo en un momento.
El niño asintió mirando por última vez a Aurora, con una sonrisa cansada, antes de encaminarse hacia la planta superior. Jeremy entonces se giró hacia ella.
-Le... le pido mil perdones por el estado del lugar, sé que necesita de algunos arreglos, estoy trabajando en ello.-explicó nerviosamente, tratando de excusarse.- Pero le aseguro que no pasará frío, no tenemos ratas ni ninguna otra alimaña y que los desperfectos son meramente estéticos.-dudó un momento, tratando de formular su siguiente pregunta de forma adecuada, midiendo sus palabras milimétricamente para evitar incomodar a la invitada.- S-si lo desea, puede bañarse arriba, le prepararé el baño yo mismo y le lavaré su ropa.-realmente dudaba de su podría quitar toda la suciedad de las prendas de la joven, pero vaya si lo intentaría.- Tengo algunas prendas de mi madre que quizás la sirvan, si... si quiere cambiarse.
Si la respuesta era afirmativa, el músico se ofrecería a ayudarla a subir las escaleras.
-De corazón se lo juro, no tiene nada de lo que preocuparse.
Hacía mucho tiempo que no tenían a ningún invitado en la casa. Ni siquiera la ex-institutriz de André vivía con ellos, ya que Jeremy no podía ofrecerla el sueldo que hiciera que eso mereciera la pena. Era extraño pensar en recibir a alguien tan abiertamente, especialmente a quien prácticamente acababa de conocer, o eso le decía la lógica. ¿Perdo cuándo había hecho Jeremy más caso a su cabeza que a su corazón? No podía dejarla ahí fuera, en la calle. Ella se había cruzado en su camino y, de alguna forma, se sentía responsable de su bienestar. Su padre se lo repitió tantísimas veces cuando era solo un niño: "trata a los demás como te gustaría que ellos te tratasen a ti". Repasó aquellas palabras mentalmente, pensando en lo mucho que le habría gustado que alguien le tendiese una mano en los momentos que más lo había necesitado. No había tenido la fortuna de vivir aquello, pero eso no significaba que fuera a negárselo a otra persona, todo lo contrario: si podía darle a alguien el apoyo que él tanto había buscado sin éxito, si podía hacer sentir a esa persona que no estaba sola y que alguien se preocupaba de sus problemas, no veía motivo para no hacerlo.
La residencia Legrand no era una gran e imponente mansión como las de los individuos de la más alta sociedad. Era más bien una modesta vivienda a la que el tiempo y la falta de cuidados, por los problemas económicos del propietario, le estaban comenzando a pasar factura. La pintura estaba desapareciendo y, al subir las escaleras hacia la puerta principal, Jeremy le advirtió a la joven que tuviera cuidado en el segundo escalón, ya que la madera estaba agrietada y amenazaba con romperse en cualquier momento. Nadie salió a recibirles, y no había ninguna luz encendida en el interior de la vivienda. Fue Jeremy quien, sacando las llaves de su bolsillo, abrió la puerta principal, haciéndose a un lado para que la invitada entrase primero. una vez todos estuvieron dentro, volvió a cerrar la puerta, dejando su bastón en el paragüero de metal forjado junto a la misma.
La entrada principal daba pie a un recibidor que conectaba con otras salas y con las escaleras que llevaban a la planta superior, a las habitaciones. Dio una palmada en la espalda de su hermano, señalándole las escaleras.
-André, adelántate tú, por favor. Estaré contigo en un momento.
El niño asintió mirando por última vez a Aurora, con una sonrisa cansada, antes de encaminarse hacia la planta superior. Jeremy entonces se giró hacia ella.
-Le... le pido mil perdones por el estado del lugar, sé que necesita de algunos arreglos, estoy trabajando en ello.-explicó nerviosamente, tratando de excusarse.- Pero le aseguro que no pasará frío, no tenemos ratas ni ninguna otra alimaña y que los desperfectos son meramente estéticos.-dudó un momento, tratando de formular su siguiente pregunta de forma adecuada, midiendo sus palabras milimétricamente para evitar incomodar a la invitada.- S-si lo desea, puede bañarse arriba, le prepararé el baño yo mismo y le lavaré su ropa.-realmente dudaba de su podría quitar toda la suciedad de las prendas de la joven, pero vaya si lo intentaría.- Tengo algunas prendas de mi madre que quizás la sirvan, si... si quiere cambiarse.
Si la respuesta era afirmativa, el músico se ofrecería a ayudarla a subir las escaleras.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: Reflejos en Do Menor [Privado]
Después de un tiempo caminando, llegaron a la vivienda de los dos hermanos. Aurora se quedó anonadada mirándola. No era enorme, pero desde luego que era bastante grande conforme a lo que estaba acostumbrada a ver. Tenía una forma bastante curiosa, y aunque se notaban ciertos desperfectos en la madera, no destacaba por eso, sino por su originalidad.
Entró con cuidado a la casa delante de Jeremy, a pesar de que esto le daba bastante rabia al ser él el dueño del hogar. Inmediatamente André subió al segundo piso por indicación del mayor, y la joven lo despidió con una sonrisa y un movimiento de una de sus manos. Por lo que podía observar, vivían solos. Ya sólo por salir adelante de esa manera, se veía lo valientes y fuertes que eran, y esperaba poder ayudar a hacer su vida un poco más llevadera a partir de ese momento.
De repente, el hombre comenzó a disculparse por el estado del lugar. Entendía que le gustase tener su propiedad impecable, pero a la vez se estaba machacando por algo que no tenía por qué. -No se preocupe. No hay nada de lo que lamentarse, y es normal que ciertas partes de la casa estén en peores condiciones que otras. No se puede hacer nada contra el tiempo, es algo contra lo que no se puede luchar, y es obvio que éste crea desperfectos.- Intentaba calmarlo de esa manera.
En cuanto a Aurora se le ofreció un baño caliente y de paso, la limpieza de sus ropas y una muda nueva, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. ¿Aparte de brindarle un trabajo, estaba cuidando de ella? ¿Alguien la estaba tratando con tanto tacto y cariño a pesar de lo que era, una simple sin techo? No sabía por qué lo hacía, pero fuese la razón que fuese, en vez de sentirse despreciada, como habitualmente, la estaba haciendo sentir querida.
Sus acciones eran de admirar, y por ello, en cuanto confirmó con un gesto de afirmación que le gustaría darse ese baño, se acercó a él y lo abrazó con todas sus fuerzas, que a decir verdad, no eran demasiadas. No sabía si esto le haría sentir incómodo o no, pero necesitaba rodearlo entre sus brazos de esa manera. Quería aportarle esa calidez que él también le estaba regalando, y transmitirle que siempre le sería fiel, nunca lo abandonaría, y estaría ahí para todo lo que pudiese necesitar. Estaba en deuda, pero, ¿cómo no querer estarlo, después de que alguien por fin la tratase como a una igual?
Entró con cuidado a la casa delante de Jeremy, a pesar de que esto le daba bastante rabia al ser él el dueño del hogar. Inmediatamente André subió al segundo piso por indicación del mayor, y la joven lo despidió con una sonrisa y un movimiento de una de sus manos. Por lo que podía observar, vivían solos. Ya sólo por salir adelante de esa manera, se veía lo valientes y fuertes que eran, y esperaba poder ayudar a hacer su vida un poco más llevadera a partir de ese momento.
De repente, el hombre comenzó a disculparse por el estado del lugar. Entendía que le gustase tener su propiedad impecable, pero a la vez se estaba machacando por algo que no tenía por qué. -No se preocupe. No hay nada de lo que lamentarse, y es normal que ciertas partes de la casa estén en peores condiciones que otras. No se puede hacer nada contra el tiempo, es algo contra lo que no se puede luchar, y es obvio que éste crea desperfectos.- Intentaba calmarlo de esa manera.
En cuanto a Aurora se le ofreció un baño caliente y de paso, la limpieza de sus ropas y una muda nueva, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. ¿Aparte de brindarle un trabajo, estaba cuidando de ella? ¿Alguien la estaba tratando con tanto tacto y cariño a pesar de lo que era, una simple sin techo? No sabía por qué lo hacía, pero fuese la razón que fuese, en vez de sentirse despreciada, como habitualmente, la estaba haciendo sentir querida.
Sus acciones eran de admirar, y por ello, en cuanto confirmó con un gesto de afirmación que le gustaría darse ese baño, se acercó a él y lo abrazó con todas sus fuerzas, que a decir verdad, no eran demasiadas. No sabía si esto le haría sentir incómodo o no, pero necesitaba rodearlo entre sus brazos de esa manera. Quería aportarle esa calidez que él también le estaba regalando, y transmitirle que siempre le sería fiel, nunca lo abandonaría, y estaría ahí para todo lo que pudiese necesitar. Estaba en deuda, pero, ¿cómo no querer estarlo, después de que alguien por fin la tratase como a una igual?
Aurora Rose- Humano Clase Baja
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