AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una no es ninguna || Aneu C.
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Una no es ninguna || Aneu C.
•°•§•°•
–Basta...–
La voz autoritaria silencio el alboroto en aquella sala, Diago tras aquel mando presionaba con las yemas de sus dedos su cien en total expresión de exasperó dado a los bien avenidos consejeros que discutían entre ellos y el, que se creía el único testarudo en esa reunión, vaya error.
–Caballeros...– comenzó a hablar con una sonrisa extraña en el rostro mientras se levantaba del podium caminando al centro para explayarse mejor con ese aire de grandeza y cierto orgullo–Creo que el caso no se esta viendo con objetividad, es cierto que algunos miembros del clan Roquefort actuaron a nuestras espaldas filtrando información estrictamente confidencial que bajo ninguna circunstancia debió salir de estas paredes, pero no podemos condenar a toda una familia por ello o si?.–
– Con todo el respeto que se merece, está protegiendo a los traidores, esa familia siempre a estado de mas en este consejo y por supuesto no se debe olvidar que estuvieron detrás del ataque a mi clan.–
– Señor Miller, no hay pruebas contundentes que reafirmen sus palabras. Debo ser firme e imparcial ante sus deseos, estén enterados que se juzgará a los responsables con las medidas que demanden nuestras normas, después de todo esta sociedad nos antecede, por último dado la insistensia por parte de algunos en tomar represalias sin ver mas alla de lo que eso conllevaria permítanme darles un consejo corto y conciso: no deben cometer el error de confundir justicia con venganza. Les invito a reflexionar sobre el caso.– esto último lo dijo viendo al hombre canoso que parecía más que inconforme con su decision, pero el inglés así era, le importaba un comino lo que quisieran los demás cuando el ya habia deliberado no había nada que lo hiciera retractarse–Pueden retirarse doy por terminada la asamblea.–
Arrogante en escencia bajo del estrado seguido por su mano derecha, quien se veía nervioso mientras sostenía unos pergaminos antiguos.
–Algo nuevo?–
–Creemos que va tras el libro, pero eh estado cotejando datos y la ubicación no es muy exacta, le sugiero mandar un escuadrón.–
–No podemos darnos el lujo de regalar información, esto no debe salir de aquí, las cosas están tensas y mientras no sepamos quien está jugando doble bando lo mejor será que yo me encargue.–
El delgado hombre que fungía leal miro con preocupación al joven Armstrong con intención de hacer una apelación pero no tuvo cabida ya que este último le dedicó una mirada de pocos amigos. Diago no escuchaba razones y casi siempre las sugerencias se las tomaba a mal cuando no las pedía, así que pasó simplemente de largo abandonando el concilio sin requerir más de Leonel, después de todo debía aprovechar el tiempo antes de partir a Paris así que ir al centro de la ciudad sería sin duda primordial ya que esa noche tenía alguien a quien cazar y desafortunadamente no era una mujer así que se dió prisa,
El objetivo era un vampiro que estaba estrechamente relacionado con Bonaparte y manejaba sus 'negocios" en Londres, estas últimas semanas había estado atacando museos con un índice alto de víctimas, la inquisición por supuesto que ya estaría tras de el, por eso debía darse prisa antes de que alguien más lo interceptara. De mala gana vio el lugar donde ese infeliz pasaba el rato, este si que tenía mal gusto, pues era un bar de mala muerte; ensuciarse las manos con ese tipo de trabajos no le causaba placer pero que le iba a hacer, como bien le digo a Leonel, tenían que ser cuidadosos eso implicaba que no podía mandar a otros para evitar el tráfico de información.
Al entrar aquella taberna pudo divisar al muerto en la barra hablándole al oído a una mujer castaña, no le pudo ver el rostro dado que esta le daba la espalda asi que su visión solo contempló de manera viable el rostro de Lucio Falconi. Camino entre la gente que se perdía en alcohol sin reparo llevándo al cazador a arrugar la nariz en más de una ocasión por el desagradable aroma que despedian la mayoría de los hombres; la pareja se levantó y era notorio que el vampiro ya tenía su cena pues la mujer le siguio con dirección a la puerta trasera que seguramente daba acceso al callejón, no le quedó más remedio que darse prisa antes de que solo encontrará un cuerpo sin vida.
Abrió la puerta topandose con una escena que sinceramente no esperaba.
–Vaya Lucio, estás muy solicitado está noche– dijo con un poco de sorna al ver que dicha mujer tenía al vampiro contra la pared amenazando su yugular con un arma realmente afilada.
–Oye tu, linda, ese cadaver es mío asi que te puedes ir, yo me encargo–
Vocifero con una sonrisa arrogante, señalandole el camino del callejón que daba de vuelta a la vulgar plaza.
Diago Armstrong- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 19/05/2018
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
Llevaba semanas detrás de un vampiro en concreto, uno al que había estado estudiando en secreto, nunca presencialmente, siempre a través de secuaces, de ratones callejeros, de orejas y bocas ajenas. Necesitaba mantenerse alejada porque la fama del cainita le precedía, le gustaban las mujeres, las vírgenes para ser exactos, y Aneu casaba en aquel requisito a la perfección, a pesar de tener ya sus años. Ella no se avergonzaba, al contrario, reservarse para la persona a la que amaba le parecía algo maravilloso.
Así pues, aquella noche se puso sus mejores galas, pero siempre siendo práctica, con sus armas favoritas ocultas en distintas partes del cuerpo bajo la ropa. Iba con pantalones, porque odiaba las faldas, un golpe de viento podía descubrir sus secretos y, además le impedía llevar botas en las que resguardar sus dagas. Pero a pesar de no ir como una dama, se veía elegante y atractiva como para llamar la atención de Falconi. Se dirigió entonces a la taberna que sabía frecuentaba ciertas noches al mes, allí donde daba caza a las jóvenes que más tarde drenaría y abandonaría a su suerte para que los animales callejeros dieran buena cuenta de su carne y huesos. Mas esa no sería la suerte de la americana, ella sabía tratar perfectamente con hombres como ese, con criaturas sin crepúsculos ni alma.
Una vez en el local se dedicó a ser ella misma, con cierta contención. Su aura no podía verse amenazante, necesitaba relajarse, así que se tomó una copa para destensar los músculos y calmar los nervios. No tardó en aparecer el tipo en cuestión que, sin vergüenza alguna, tomó asiento junto a la cazadora, sin saber dónde se metía. Le dio un poco de coba y le hizo creer que se sentía atraída por él, aunque nada más lejos de la realidad. Pero eso le sirvió para salir con él fuera y dejarle actuar.
Fuera, con el aire cortando su piel y el cainita mostrando su verdadera naturaleza, permitió que él diera el primer paso, que atacara y ella le placó al instante, desenfundando una de sus dagas de plata que inmediatamente llevó a la yugular del inmortal. La puerta se abrió tras ellos y un hombre hizo aparición, diciendo tonterías. -Este espécimen es mío. Lárgate y déjame hacer mi trabajo.- Espetó Aneu, sin siquiera molestarse en dedicarle una mirada al que les había interrumpido. Ella tenía algo que hacer y necesitaba concentrarse. Los vampiros no eran una tontería y aunque no tenían la fuerza de los licántropos, poseían poderes mentales para los que debía uno estar preparado.
Lucio ladeó la sonrisa porque la simple distracción de la americana al hablarle al inglés, había abierto una posibilidad para él. Así que aprovechó esa breve fracción de segundo, llevando su zurda a la sien de la cazadora para meterse en su mente. No era fácil eso porque ella estaba entrenada, pero aún así seguía siendo una mortal sin poderes y fue sometida tras varios intentos.
Así pues, aquella noche se puso sus mejores galas, pero siempre siendo práctica, con sus armas favoritas ocultas en distintas partes del cuerpo bajo la ropa. Iba con pantalones, porque odiaba las faldas, un golpe de viento podía descubrir sus secretos y, además le impedía llevar botas en las que resguardar sus dagas. Pero a pesar de no ir como una dama, se veía elegante y atractiva como para llamar la atención de Falconi. Se dirigió entonces a la taberna que sabía frecuentaba ciertas noches al mes, allí donde daba caza a las jóvenes que más tarde drenaría y abandonaría a su suerte para que los animales callejeros dieran buena cuenta de su carne y huesos. Mas esa no sería la suerte de la americana, ella sabía tratar perfectamente con hombres como ese, con criaturas sin crepúsculos ni alma.
Una vez en el local se dedicó a ser ella misma, con cierta contención. Su aura no podía verse amenazante, necesitaba relajarse, así que se tomó una copa para destensar los músculos y calmar los nervios. No tardó en aparecer el tipo en cuestión que, sin vergüenza alguna, tomó asiento junto a la cazadora, sin saber dónde se metía. Le dio un poco de coba y le hizo creer que se sentía atraída por él, aunque nada más lejos de la realidad. Pero eso le sirvió para salir con él fuera y dejarle actuar.
Fuera, con el aire cortando su piel y el cainita mostrando su verdadera naturaleza, permitió que él diera el primer paso, que atacara y ella le placó al instante, desenfundando una de sus dagas de plata que inmediatamente llevó a la yugular del inmortal. La puerta se abrió tras ellos y un hombre hizo aparición, diciendo tonterías. -Este espécimen es mío. Lárgate y déjame hacer mi trabajo.- Espetó Aneu, sin siquiera molestarse en dedicarle una mirada al que les había interrumpido. Ella tenía algo que hacer y necesitaba concentrarse. Los vampiros no eran una tontería y aunque no tenían la fuerza de los licántropos, poseían poderes mentales para los que debía uno estar preparado.
Lucio ladeó la sonrisa porque la simple distracción de la americana al hablarle al inglés, había abierto una posibilidad para él. Así que aprovechó esa breve fracción de segundo, llevando su zurda a la sien de la cazadora para meterse en su mente. No era fácil eso porque ella estaba entrenada, pero aún así seguía siendo una mortal sin poderes y fue sometida tras varios intentos.
Aneu Chadwick- Cazador Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 10/10/2017
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
La mirada seguía fija en la sangijuela y en la castaña de perfil agradable.
–Tu trabajo?...anda mejor con los niños o lo que tengas que hacer en tu casa.– no evitó la risa, aquella niñita se creía cazadora seguramente, cuando debería estar criando niños o buscando marido ante el criterio del joven. Unos metros de distancia los separaban y por el momento prefería guardarla porque sabía que ese cadaver no andaba solo, seguramente sus gatos se escondían en las sombras. –Y tu risitas, más vale que no intentes nada.–amenazó apuntandole con el dedo al notarlo muy cómodo con la situación.
Los labios del vampiro se abrieron, provocando que la desconocida moviera renuente la cabeza, arrugó el cejo torciendo la boca, al notar la mirada fija en la cazadora, metió su mano en la chaqueta buscando sacar una de sus dagas para evitar que se hiciera de la mente femenina pero la leve distracción le costó que le saltaran a la espalda estrangulandolo, sus brazos se alzaron intentando quitarse a la mujer que se aferraba tremendamente a el.
–Dejame quedarmelo...huele delicioso.
–Ninfa no juegues y matalo.–
–Tu ya tienes a la tuya, déjame este.–
Diago no era muy partidario de enfrascarse en peleas con mujeres aun contando que estas fueran sobrenaturales, siempre les daba la oportunidad de rendición por las buenas y ya que el concilio se encargará de su destino pues el poca veces se manchaba las manos de sangre, creyéndose demasiado para que aquellos tuvieran la fortuna de morir por su mano, era el jefe que no?. Maldijo por lo bajo notando más la presión en su garganta, se hecho para atrás impactando su espalda en la pared para quitarse a la mujer y de alguna manera sirvió para distraerla pues tomo con fuerza el brazo tirando de ella hacía enfrente deshaciéndose del agarre. Sin perder tiempo lanzó dos dagas, la primera para desviar la atención de aquella neofita y la segunda para darle en la mano al vampiro; la plata sin duda le quitaría la sonrisita del rostro y con suerte perdería la conexión que logró con la mente de la castaña.
–Las pelirrojas no me van, me gustan las morenas así que te irás sin cenar hoy.– Respondió el inglés ante la charla que aquella tuvo con su sire, dispararles no era una opción cuando eso llamaría la atención a la redonda, la cazadora pareciera haber recuperado el juicio y eso lo alivio aunque no tanto cuando detalló que su intención era ponerle fin al inmortal, lo necesitaba vivo, pero no fue el quien detuvo el acto.
–Y las rubias qué tal te van?–
Las garras paseándose en la pared anunciaron la entrada de otra dos vampiresas y una de ellas se abalanzó contra la cazadora sin perder el tiempo, ¿Qué acaso ese cabron tenía su harem de neofitas por que ya se le hacía a Diago que en cualquier momento saldrian hasta por las alcantarillas.
Ante la nueva situación y la retirada de Lucio, el inglés tuvo que sacar aquella extraña arma con apariencia de un corto bastón, con la esquina de este se pincho un poco el dedo provocando que la sangre saliera y tras ello la restregó en la pieza de plata que por consecuencia arrojo una especie de energía color aqua revelando la guadaña, ittifak, sin duda era su arma principal y siempre de a ley cargaba con ella después de todo era una herencia familiar que le fue otorgada al ocupar su cargo.
–Descubrelo.– sentenció esquivando cada movimiento, manteniendo su mente fuera de cualquier alcance hasta que una de aquellas garras le alcanzó arañandole la carne de un costado y todo por desviar su mirada a la mujer desconocida para comprobar que no estuviera en un lío. La mirada se alzó y sin dar más juego la hoja de su afilada ittifaki degolló de una a la vampiresa y con ello quedaban tres, dos con la cazadora...eso le dejaba con la pelirroja.–Trata de no dejarte endulzar el oído quieres, que estoy ocupado como para molestarme en ayudarte. grito hacia la cazadora con afán de picarle mientras las afiladas uñas chocaban con su hoja haciendo retroceder a la inmortal.
– Donde se refugia Lucio...dime y no te entregaré a la inquisición, ellos no te tratarán con sutileza.– sentenció encarando al ser frío que le mostraba sus colmillos con evidente enfado, engreído y muy confiado de sus habilidades le repelió hasta arrinconarle.
Diago Armstrong- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/05/2018
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
Durante un lapso de tiempo indefinido para la cazadora, no fue dueña de su propio cuerpo ni de su razón. Perdió todo vínculo con su conciencia, sus recuerdos y quedó suspendida en un vacío oscuro y profundo. Era un limbo, pero tenebroso, lleno de culpa y miedo, un lugar en el que nadie en su sano juicio desearía estar. Pero ella, ella no tenía elección, la habían colocado allí sin preguntar, sin pedir permiso, porque al dichoso Lucio, aquel cainita al que la cazadora, en esos instantes ni recordaba, había decidido jugar un poco.
De repente, sin saber cómo ni por qué, aquella negrura que la envolvía la liberó y con un acuciante dolor de cabeza, regresó a la realidad, cayendo de rodillas en el suelo. Se llevó las manos a las sienes y presionó éstas con la base de las palmas de manera firme e insistente. Parecía que le hubieran estado martilleando el cerebro y aún permanecieran allí los ecos. Gritó, llamando la atención del misógino que se peleaba ahora con un par de neófitas. Ella, aún con una pierna hincada en el suelo y a medio incorporar, vio como se le acercaban otras dos, relamiéndose, con sus orbes inyectados en sangre y sus movimientos convulsos que delataban su condición, no de vampiros, sino de inexpertas. Si bien su sed las volvía más peligrosas que a un cainita cualquiera, no sabían controlar bien su poder y eso, a fin de cuentas, era una ventaja importante que no debía olvidarse.
Se apoyó con una mano en la pared del callejón, dejando caer los párpados unos segundos en los que se concentraba nuevamente, dejando despejada la mente. Su cuerpo estaba en perfectas condiciones, mas sus neuronas parecían aún algo afectadas por la breve conexión con el inmortal. Su oído le advertía de la cercanía de las arpías, así que abrió de nuevo los ojos y rauda como una flecha, alcanzó la daga oculta de su bota para enfrentarse con ella a la primera que se le abalanzaba encima, una rubia de cabellos lacios y risa estridente. Estaba loca, como un maldito cencerro, intentaba morderla en cualquier parte, no buscaba el cuello, le bastaba la muñeca, el codo o el hombro. Resultaba difícil batallar sólo con las manos como escudo, pero hacía lo que podía, buscando el momento, el hueco concreto.
-Tú ocúpate de lo tuyo.- Espetó ante el estúpido comentario de aquel muchacho insensato. ¿Cómo se le ocurría interrumpir su labor? De no ser por su aparición, Lucio estaría ya muerto y habría un peligro menos en las calles de París.
Y allí estaba su oportunidad, la desesperación de la cainita le había dejado un flanco abierto y Aneu no vaciló ni un instante, lo aprovechó para retorcerle el brazo, dislocándole el hombro a la neófita y le dio la vuelta a la daga, usando la empuñadura de madera tras quitarle la culata removible de plata, para clavársela en el corazón como una estaca. Ésta chilló de un modo sumamente desagradable, antes de encenderse como las brasas e, inmediatamente después, convertirse en cenizas. Mas no tuvo tiempo de ir a buscar a la otra vampiresa que ya la tenía encima, literalmente, le había caído del tejadillo del edificio encima de los hombros como si fuera una niña pequeña buscando que la llevaran a caballito.
De repente, sin saber cómo ni por qué, aquella negrura que la envolvía la liberó y con un acuciante dolor de cabeza, regresó a la realidad, cayendo de rodillas en el suelo. Se llevó las manos a las sienes y presionó éstas con la base de las palmas de manera firme e insistente. Parecía que le hubieran estado martilleando el cerebro y aún permanecieran allí los ecos. Gritó, llamando la atención del misógino que se peleaba ahora con un par de neófitas. Ella, aún con una pierna hincada en el suelo y a medio incorporar, vio como se le acercaban otras dos, relamiéndose, con sus orbes inyectados en sangre y sus movimientos convulsos que delataban su condición, no de vampiros, sino de inexpertas. Si bien su sed las volvía más peligrosas que a un cainita cualquiera, no sabían controlar bien su poder y eso, a fin de cuentas, era una ventaja importante que no debía olvidarse.
Se apoyó con una mano en la pared del callejón, dejando caer los párpados unos segundos en los que se concentraba nuevamente, dejando despejada la mente. Su cuerpo estaba en perfectas condiciones, mas sus neuronas parecían aún algo afectadas por la breve conexión con el inmortal. Su oído le advertía de la cercanía de las arpías, así que abrió de nuevo los ojos y rauda como una flecha, alcanzó la daga oculta de su bota para enfrentarse con ella a la primera que se le abalanzaba encima, una rubia de cabellos lacios y risa estridente. Estaba loca, como un maldito cencerro, intentaba morderla en cualquier parte, no buscaba el cuello, le bastaba la muñeca, el codo o el hombro. Resultaba difícil batallar sólo con las manos como escudo, pero hacía lo que podía, buscando el momento, el hueco concreto.
-Tú ocúpate de lo tuyo.- Espetó ante el estúpido comentario de aquel muchacho insensato. ¿Cómo se le ocurría interrumpir su labor? De no ser por su aparición, Lucio estaría ya muerto y habría un peligro menos en las calles de París.
Y allí estaba su oportunidad, la desesperación de la cainita le había dejado un flanco abierto y Aneu no vaciló ni un instante, lo aprovechó para retorcerle el brazo, dislocándole el hombro a la neófita y le dio la vuelta a la daga, usando la empuñadura de madera tras quitarle la culata removible de plata, para clavársela en el corazón como una estaca. Ésta chilló de un modo sumamente desagradable, antes de encenderse como las brasas e, inmediatamente después, convertirse en cenizas. Mas no tuvo tiempo de ir a buscar a la otra vampiresa que ya la tenía encima, literalmente, le había caído del tejadillo del edificio encima de los hombros como si fuera una niña pequeña buscando que la llevaran a caballito.
Aneu Chadwick- Cazador Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 10/10/2017
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
-Pierdes tu tiempo cazador...-
Ante el siseó de la inmortal el inglés solo negó con la cabeza y sin darle más preambulos corto de tajo el cuello de aquella que negó cooperar y por el contrario buscaba urgar en su mente, un pinchazo proclamó su atención una vez que aquella extremidad rodó por sus pies, llevo una mano a su costilla mientras la guadaña volvía a tomar el aspecto de una pequeña vara la cual guardo en la bolsa interior de su chaqueta, alzó su mano denotando una mancha rojiza en las yemas de sus dedos, no era profundo el daño después de todo si no dolería y por el momento solo le molestaba. Giró su cuerpo viendo cómo aquella neofita estaba encima de la espalda femenina sin intención alguna de soltarla pues estaba como loca buscando clavarle el diente, ya había visto aquello y por lo general los vampiros que enloquecía los clasificaban como nivel D1.
Corto la distancia lo mas rapido que pudo y tomando la tela de aquellas ropas le jalo de la espalda para hacerla estamparse contra el húmedo piso, no debía pasar por 15 años y seguramente no tenía ni el mes de convertida. No sé detuvo apoyándose con una de sus rodillas en el suelo se inclinó dandole fin de manera rápida clavando una de sus dagas en el corazón, está intento frenarlo pero este puso todo su peso hasta que solo quedaron cenizas. Se levantó haciendo una mueca tocando su costilla, chasquido los dientes totalmente fastidiado si algo le podía era tener que matar a niñas; ese maldito Lucio le estaba mermando la noche en compañía de la cazadora.
–¿Que te dejo ver?.–
Espeto brusco, refiriéndose al momento en que conecto con su mente. Conocia la fama que se cargaba, eso y el expediente previo que tenían de el, sabía perfecto que los vio como una oportunidad de divertirse después de todo esos malditos no se inmutaba por la cazeria al contrario entraban al juego por pura vanidad. No tenía toda la noche y comenzaba a verse muy molesto pues la culpaba directamente por su distracción.
– Será mejor que dejemos el lugar, estamos en su juego, los DOS, aunque me lo fastidie bastante tendremos que permaneces por el momento juntos ... Solo necesito información después de eso desmiembrale a tu antojo–
Sentenció dejando de presionar la herida y comenzar a caminar ignorando aquel detalle no tan pequeño mientras el ruido de sus botas chocar con el húmedo piso llenaban el callejón. Ya sabría la mujer si le seguía o se quedaba sin nada en aquel lugar pues dudaba que pudiera decifrar sola lo que el animal les dejo para que le siguieran.
Diago Armstrong- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 19/05/2018
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
Tal y como estaba la situación, atacar a la neófita era cosa complicada, así que se centró en evitar que la mordiera y en quitársela de encima como fuera. Aneu movía los pies de manera rápida y hacia que la espalda de la cainita se golpeara una y otra vez contra el muro del edificio que tenía justo al lado, cada vez que ésta se encorvaba e intentaba hincarle el diente en el cuello para drenarla. Aún sentía cierto mareo por el acto de Lucio, permanecer alerta estaba resultando algo difícil en aquel momento. Por suerte, aunque no quisiera reconocerlo, llegó el otro cazador al rescate y de un fuerte jalón, le sacó a la inmortal de encima de los hombros, lanzándola contra el frío y húmedo suelo. La americana aprovechó aquellos segundos para presionar sus sienes con los pulgares de ambas manos, masajeándolos en círculos, mientras el desconocido se deshacía de la infantil e impaciente vampiresa.
En cuanto el contrario dio por finiquitada su labor, centró la mirada en la cazadora que tardó un par de segundos en despegar los párpados y encontrarse con aquellos inquisitivos orbes de mirada desafiante. -No me dejó ver nada que te importe.- No le daba buena espina aquel hombre y no pensaba confiarle lo que había podido vislumbrar durante la conexión a un completo desconocido, aunque acabara de salvarle la vida, porque de no haberla distraído al principio, las cosas hubiesen terminado de un modo muy distinto.
En cuanto le escuchó hacer el siguiente comentario, Aneu enarcó una de sus cejas, interrogativamente. -¿Por qué debería permanecer yo contigo? Cada uno por su camino y ya te las arreglarás solo.- Dijo, dando la vuelta y caminando en dirección opuesta a la que llevaba el muchacho. Sólo le faltaba tener que hacer de niñera de otro engreído como Saleh. A su hermano lo toleraba por eso, porque era de su sangre, pero a ese joven que lo aguantase su padre. Lo gracioso era que la americana no tenía la menor idea de lo que su pensamiento implicaba, porque el vínculo de aquel rubio hacia ella, era mucho más profunda de lo que imaginaba. ¿Cuánto tardaría en averiguar que aquel impertinente y misógino cazador, era el hijo de su amado Richard? Desde luego no se parecía en nada, sus personalidades se veían completamente opuestas y aunque ambos eran atractivos, lo eran de maneras muy diferentes.
En cuanto el contrario dio por finiquitada su labor, centró la mirada en la cazadora que tardó un par de segundos en despegar los párpados y encontrarse con aquellos inquisitivos orbes de mirada desafiante. -No me dejó ver nada que te importe.- No le daba buena espina aquel hombre y no pensaba confiarle lo que había podido vislumbrar durante la conexión a un completo desconocido, aunque acabara de salvarle la vida, porque de no haberla distraído al principio, las cosas hubiesen terminado de un modo muy distinto.
En cuanto le escuchó hacer el siguiente comentario, Aneu enarcó una de sus cejas, interrogativamente. -¿Por qué debería permanecer yo contigo? Cada uno por su camino y ya te las arreglarás solo.- Dijo, dando la vuelta y caminando en dirección opuesta a la que llevaba el muchacho. Sólo le faltaba tener que hacer de niñera de otro engreído como Saleh. A su hermano lo toleraba por eso, porque era de su sangre, pero a ese joven que lo aguantase su padre. Lo gracioso era que la americana no tenía la menor idea de lo que su pensamiento implicaba, porque el vínculo de aquel rubio hacia ella, era mucho más profunda de lo que imaginaba. ¿Cuánto tardaría en averiguar que aquel impertinente y misógino cazador, era el hijo de su amado Richard? Desde luego no se parecía en nada, sus personalidades se veían completamente opuestas y aunque ambos eran atractivos, lo eran de maneras muy diferentes.
Aneu Chadwick- Cazador Clase Media
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 10/10/2017
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
El inglés detuvo sus pasos abruptamente cuando a sus oídos llegaron las palabras de aquella que consideraba la mujer más exasperante y eso que solo tenía minutos de verle. Se llevó una mano a la frente con evidente expresión fastidiada así que no le quedó más remedio que retroceder con dirección a la castaña que debería estar practicando tejido o buscando marido.
–Se te dificulta el idioma o no entendiste lo que te acabo de decir.–
Vocifero a sus espaldas siendo tan poco caballeroso con su tono, no le fue difícil saber que la cazadora no le acompañaría ni por obra del espíritu santo, bien el no se iba a quedar hablándole bonito para que la fémina aceptará acompañarle, no tenía tiempo para esas cosas así que en un movimiento rápido tiró del brazo para girarla en total descuido pues aún parecía consternada por la conexión con el inmortal y sin más la hecho a su hombro cual costal de patatas sosteniendole bien mientras caminaba con el liviano peso femenino.
– No creas que esto me causa más placer que a ti–
Dijo con evidente sorna sintiendo el cuerpo luchar por bajarse, pero su agarre se volvió más estrecho, presionaldola con fuerza, a pesar que su herida de nuevo comenzaba a picar, eso podía causarle problema haciéndole ceder ante la castaña.
–Te daré una buena razón para permanecer a mi lado, soy Diago Donovan jefe del Concilio antiguo establecido en el reino unido, líder por derecho del clan Donovan. Evidentemente dudo que tengas conocimiento sobre reconocidas familias de cazadores, pero que te baste mi apellido para saber que soy de palabra. Necesito saber que planea ese idiota y tú me vas a ayudar si o si, tenemos objetivos comunes velo por ese lado.–
Aquellas palabras denotaron el orgullo que le daba ese apellido aunque fuera el materno, por que jamás se presentaba como un Armstrong; si su padre se había dado el permiso de renunciar a su familia por que él tenía que portar con su apellido. El joven arrogante se mostraba renuente a una negativa por parte de la mujer, de manera que no le importaría llevar!a al concilio para que urgaran en su mente si insistia en trabajar por su cuenta, pero deseaba que no se dieran las cosas de forma difícil ya que les quitaría tiempo, uno valiodo.
Diago Armstrong- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 13
Fecha de inscripción : 19/05/2018
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
El joven quiso detenerla con su tono soberbio y altivo. ¿De dónde salía aquel engreído? Si fuera un inmortal, no dudaría en atravesarle el corazón con una estaca o cortarle la cabeza con una hoja de plata. Giró sobre los talones, enfrentándole y enarcó ambas cejas cuando le escuchó decir que para él tampoco era ningún placer. Fue a reprocharle, elevando el dedo índice de su diestra, pero antes de poder decir nada, el muy desgraciado, la agarró y se la cargó sobre el hombro. -¿Pero quién te has creído que eres? ¡Suéltame, gilipollas!- Gritó, revolviéndose y, al ver que no la soltaba, optó por la vía violenta, dándole un rodillazo en el pecho, justo debajo del esternón, colapsándole los pulmones por un par de segundos, lo que le dio el tiempo suficiente para bajarse de un salto y alejarse varios pasos. -¿Y eso debería importarme algo? Me da absolutamente lo mismo cómo te llames o de dónde vengas.- Ya no se veía tan presumido y orgulloso de lo que le decía, al tocarse el pecho con una de sus manos.
-Si vuelves a ponerme una sola mano encima, te la arranco de cuajo.- Amenazó, mostrándole la daga que acababa de sacarse del caño de la bota. -No sé qué te has creído, pero yo trabajo por mi cuenta. Y menos aún voy a ayudar a un misógino como tú, que se merece morir en la horca.- Estaba exagerando, obviamente, pero estaba tan ofuscada que no pensaba con claridad. Además, aún sentía las garras del cainita navegando por su mente, arañando sus recuerdos e implantando algo en ellos, algo que ahora era incapaz de localizar. ¿Qué le había hecho? ¿Y por qué? Entornó la mirada, intentando localizar ese retazo de algo añadido a su historia. Surcó pensamientos, pero no era el lugar y, mucho menos, el momento. Aunque incapaz de evitarlo, atraída como si en sus oídos resonara el cántico de una sirena que la incitara a seguir probando, a encontrar ese instante. Mala idea, pero imposible no sucumbir ante la melodía.
Sin embargo, mientras su mente se nublaba fruto de aquella búsqueda, sus ojos se oscurecían y su cuerpo se desplomaba, hasta caer de rodillas y finalmente de costado en el suelo. Estaba inconsciente.
-Si vuelves a ponerme una sola mano encima, te la arranco de cuajo.- Amenazó, mostrándole la daga que acababa de sacarse del caño de la bota. -No sé qué te has creído, pero yo trabajo por mi cuenta. Y menos aún voy a ayudar a un misógino como tú, que se merece morir en la horca.- Estaba exagerando, obviamente, pero estaba tan ofuscada que no pensaba con claridad. Además, aún sentía las garras del cainita navegando por su mente, arañando sus recuerdos e implantando algo en ellos, algo que ahora era incapaz de localizar. ¿Qué le había hecho? ¿Y por qué? Entornó la mirada, intentando localizar ese retazo de algo añadido a su historia. Surcó pensamientos, pero no era el lugar y, mucho menos, el momento. Aunque incapaz de evitarlo, atraída como si en sus oídos resonara el cántico de una sirena que la incitara a seguir probando, a encontrar ese instante. Mala idea, pero imposible no sucumbir ante la melodía.
Sin embargo, mientras su mente se nublaba fruto de aquella búsqueda, sus ojos se oscurecían y su cuerpo se desplomaba, hasta caer de rodillas y finalmente de costado en el suelo. Estaba inconsciente.
Aneu Chadwick- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/10/2017
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
El cuerpo del inglés se descompuso por la falta de aire, tanto que por instinto se doblo un poco para recuperarse mientras tosia de manera escandalosa aunque eso no fue impedimento para que le diera un ataque de risa al oír las palabras amenazantes de la castaña por si a este se le ocurría volver a poner las manos sobre ella; no le quedó más remedio que reír casi a carcajadas o por lo menos lo que la respiración cortada le permitía, se estaba burlando de ella libremente a sabiendas que le podía soltar un mal golpe nuevamente.
—Ya entiendo....No tienes marido cierto?, Porque con el genio que te cargas...lo veo muy difícil. —
Otra risa cínica se escapó de los labios masculinos mientras se enderezaba, sonrio para sus adentros al ver que la muchacha era rápida, pues ya había avanzado lo suficientemente lejos de su persona. No tenia que ser adivino para anticipar lo siguiente pues el tambaleo en el andar femenino le hizo ponerse alerta y apresurarse a sostenerla antes de que su cuerpo impactará en el húmedo suelo, sus brazos le alcanzaron a tomar de la cintura.
—Que mujer tan necia.—
Murmuró viendo fijo a la castaña inconsciente mientras antes de levantarla en vilo retiraba un mechón de cabello que le impedía ver su rostro. Era agradable a la vista no lo iba a negar, pero ese mal genio que se cargaba sin duda resaltaba más que el bello rostro ovalado y esas pestañas negras y tupidas, le recordaban a las muñecas de porcelana de su prima Antonella que a sus 7 años no hacía más que coleccionar aquellas cosas, si, la cazadora parecía muñeca de porcelana aunque el agregaría que diabólica; de esas que te dan miedo por que sientes que al darles la espalda te saltaran encima. No evitó reír una vez más a expensas de la mujer desmayada mientras ahora caminaba con ella en brazos saliendo de ese oscuro callejón.
—Señor pero que...—
— Tranquilo, mi esposa bebió de mas, siempre lo hace en nuestro aniversario. Comienzo a creer que tiene problemas con el alcohol...— comento divertido acomodando en el carruaje a la joven castaña para después subir el, su misión tendría que continuar después. De igual forma la necesitaba conciente aunque le costará admitirlo, tras darle indicaciones al cochero estuvo al pendiente de que está siguiera respirando no quería cargar con un cadáver y que luego se lo achacaran; pensó primeramente en llevarla al concilio pero era muy tarde y Leonel seguro ya no estaba ahí, su casa no era una opción pues su madre era una mujer que se escandalizaba con poco así que la última opción era la casa de seguridad.
– Permítame ayudarle señor–
Comentó uno de los sirvientes cuando vio que el joven Armstrong cargaba con una mujer inconsciente, el rubio solo nego asegurando que solo necesitaba le abrieran las puertas y alistaran su habitación con evidente premura en que trajeran a Leonel sin decirle de la invitada inusual. Diago se mantuvo atento cuando unos de los brujos fue a revisarla asegurando que no había daño mental, solo era un agotamiento por tratar de combatir la mente invasora.
— Claro, no se puede dañar una mente que ya lo está...me hace sentido—
Murmuró mientras recibía una mirada confundida por parte del viejo hechicero, este solo río mientras agradecía la atención y le acompañaba abajo para dejar que las mujeres del servicio cambiarán de ropa a la cazadora como el lo había dispuesto, se cobraría el gentil gesto de la castaña al dejarlo sin aire y por supuesto la negativa a colaborar con el. Por fortuna Leonel llegó en unas horas y parecía un tanto extrañado por lo que el joven británico le iba relatando sin dejarse ningún detalle.
—No sabes cuánto tiempo duró la conexión—
— No exactamente, un minuto o menos, intente dialogar con ella de manera civilizada pero es una cabezota Leonel!! Tiene más agallas que muchos del concilio si tan solo hubieses estado ahí, hasta a ti te hubiera tocado un poco.—
Dijo con sorna mientras se servía un poco de whisky y se lo tomaba de una, por supuesto que el joven de cabello negro no se creía que Diago había tenido un comportamiento adecuado pues lo conocía y sabía de qué pie cojeaba su jefe y seguramete no se había tomado bien la negativa de la mujer ni tampoco creía que se lo pidió de buena forma.
— Ire a ver si ya despertó, por favor sigan intentando con el rastro.—
Menciono antes de subir de nueva cuenta, sin importarle muy poco entro a la habitación y al ver que la castaña seguía con los ojos cerrados se acomodó en el sillón que estaba frente a la cama, unos minutos pasaron hasta que noto que el cuerpo femenino se revolvía.
— No me des las gracias fue para mí un placer cambiarte esas ropas y meterte a la cama, aunque generalmente la mayoría estan despiertas, no niego que fue una experiencia nueva, sobre todo recreativa.—
Comentó a manera de saludo, viendo con una sonrisa a la castaña de cabellos revueltos; por supuesto el no había sido quien cambiará sus ropas y solo lo decía para picarla.
— Por cierto, lindo tatuaje.—
—Ya entiendo....No tienes marido cierto?, Porque con el genio que te cargas...lo veo muy difícil. —
Otra risa cínica se escapó de los labios masculinos mientras se enderezaba, sonrio para sus adentros al ver que la muchacha era rápida, pues ya había avanzado lo suficientemente lejos de su persona. No tenia que ser adivino para anticipar lo siguiente pues el tambaleo en el andar femenino le hizo ponerse alerta y apresurarse a sostenerla antes de que su cuerpo impactará en el húmedo suelo, sus brazos le alcanzaron a tomar de la cintura.
—Que mujer tan necia.—
Murmuró viendo fijo a la castaña inconsciente mientras antes de levantarla en vilo retiraba un mechón de cabello que le impedía ver su rostro. Era agradable a la vista no lo iba a negar, pero ese mal genio que se cargaba sin duda resaltaba más que el bello rostro ovalado y esas pestañas negras y tupidas, le recordaban a las muñecas de porcelana de su prima Antonella que a sus 7 años no hacía más que coleccionar aquellas cosas, si, la cazadora parecía muñeca de porcelana aunque el agregaría que diabólica; de esas que te dan miedo por que sientes que al darles la espalda te saltaran encima. No evitó reír una vez más a expensas de la mujer desmayada mientras ahora caminaba con ella en brazos saliendo de ese oscuro callejón.
—Señor pero que...—
— Tranquilo, mi esposa bebió de mas, siempre lo hace en nuestro aniversario. Comienzo a creer que tiene problemas con el alcohol...— comento divertido acomodando en el carruaje a la joven castaña para después subir el, su misión tendría que continuar después. De igual forma la necesitaba conciente aunque le costará admitirlo, tras darle indicaciones al cochero estuvo al pendiente de que está siguiera respirando no quería cargar con un cadáver y que luego se lo achacaran; pensó primeramente en llevarla al concilio pero era muy tarde y Leonel seguro ya no estaba ahí, su casa no era una opción pues su madre era una mujer que se escandalizaba con poco así que la última opción era la casa de seguridad.
– Permítame ayudarle señor–
Comentó uno de los sirvientes cuando vio que el joven Armstrong cargaba con una mujer inconsciente, el rubio solo nego asegurando que solo necesitaba le abrieran las puertas y alistaran su habitación con evidente premura en que trajeran a Leonel sin decirle de la invitada inusual. Diago se mantuvo atento cuando unos de los brujos fue a revisarla asegurando que no había daño mental, solo era un agotamiento por tratar de combatir la mente invasora.
— Claro, no se puede dañar una mente que ya lo está...me hace sentido—
Murmuró mientras recibía una mirada confundida por parte del viejo hechicero, este solo río mientras agradecía la atención y le acompañaba abajo para dejar que las mujeres del servicio cambiarán de ropa a la cazadora como el lo había dispuesto, se cobraría el gentil gesto de la castaña al dejarlo sin aire y por supuesto la negativa a colaborar con el. Por fortuna Leonel llegó en unas horas y parecía un tanto extrañado por lo que el joven británico le iba relatando sin dejarse ningún detalle.
—No sabes cuánto tiempo duró la conexión—
— No exactamente, un minuto o menos, intente dialogar con ella de manera civilizada pero es una cabezota Leonel!! Tiene más agallas que muchos del concilio si tan solo hubieses estado ahí, hasta a ti te hubiera tocado un poco.—
Dijo con sorna mientras se servía un poco de whisky y se lo tomaba de una, por supuesto que el joven de cabello negro no se creía que Diago había tenido un comportamiento adecuado pues lo conocía y sabía de qué pie cojeaba su jefe y seguramete no se había tomado bien la negativa de la mujer ni tampoco creía que se lo pidió de buena forma.
— Ire a ver si ya despertó, por favor sigan intentando con el rastro.—
Menciono antes de subir de nueva cuenta, sin importarle muy poco entro a la habitación y al ver que la castaña seguía con los ojos cerrados se acomodó en el sillón que estaba frente a la cama, unos minutos pasaron hasta que noto que el cuerpo femenino se revolvía.
— No me des las gracias fue para mí un placer cambiarte esas ropas y meterte a la cama, aunque generalmente la mayoría estan despiertas, no niego que fue una experiencia nueva, sobre todo recreativa.—
Comentó a manera de saludo, viendo con una sonrisa a la castaña de cabellos revueltos; por supuesto el no había sido quien cambiará sus ropas y solo lo decía para picarla.
— Por cierto, lindo tatuaje.—
Diago Armstrong- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/05/2018
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
Su rato de inconsciencia no fue tranquilo, para nada un paseo por un campo de flores o por las nubes a vuelo calmo entre aves. La agitación, la angustia, el malestar y el desconcierto fueron el cóctel de sensaciones que se adueñaron de la mente de la cazadora mientras ésta rebuscaba en los recuerdos con la incesante necesidad de localizar aquello que el vampiro había implantado sin permiso, por el simple hecho de divertirse. Porque la americana dudaba que fuera nada más que eso, un mero entretenimiento para Lucio y su aburrimiento eterno. ¿Qué se podía esperar de alguien que convertía chiquillas y las dejaba actuar en plena etapa neófita sin control alguno? A saber las barbaries que habrían cometido llevadas por la sed y el cúmulo de hormonas que, tras el cambio, rondaban el cuerpo desbocadas.
El desasosiego crecía por momentos como si su mente se acercara al centro del laberinto y éste se negara a ser encontrado. La opresión en el pecho se volvía más notoria y con una repentina sensación de ahogo, despertó dando una brusca bocanada de aire a la realidad al abrir los ojos de par de en par con las pupilas sumamente dilatadas. Un pitido resonaba en sus oídos, privándola de ese sentido, pero la sonrisa estúpida del rostro del tipo que tenía al lado le decía que lo que fuera que su boca estaba soltando, no era nada que a ella pudiera agradarle ni por asomo. Frunció el ceño, mientras aquel molesto silbido pasaba a ser un extraño ruido blanco y, finalmente, desaparecía, dejando que las últimas cuatro palabras del rubio alcanzaran sus tímpanos. -¿Dónde me has traído, misógino pervertido?- Quiso saber, pues no conocía el lugar y olía demasiado perfumado. Se miró los antebrazos, cubiertos en una camisa que no era suya y de nuevo clavó sus dos esmeraldas en los azules orbes de aquel descarado muchacho. -Te dije que cada uno iría por su lado. Seguro que drogas a todas las mujeres porque es del único modo en que se irían con un engreído como tú a la cama.- Espetó con desagrado al tiempo en que levantaba las sábanas para asegurarse que si se levantaba, no quedaría expuesta frente a ese energúmeno. Una vez corroboró que la prenda era bastante larga, se deslizó hasta el borde del colchón y depositó los pies en el suelo. El parqué era cálido y se sentía agradable al tacto. Para evitar al desconocido que decía llamarse con un apellido rimbombante y, al parecer, famoso, se había ido al otro lado de la cama, intentando evitarle todo lo posible. -¿Dónde está mi ropa? Quiero irme.- Giró para mirarle amenazante por encima del hombro. -¿O acaso tienes intenciones de retenerme?- Quiso saber, demandando más bien, una respuesta por parte de aquel que se había tomado las confianzas de llevarla a una habitación sin su permiso. Si Richard se enterara de eso, seguro se enfadaría. No por ella, pues confiaba en Aneu y sabía que ella jamás le traicionaría, sino por la osadía de aquel adolescente hormonado con cerebro de mosquito marchitado.
El desasosiego crecía por momentos como si su mente se acercara al centro del laberinto y éste se negara a ser encontrado. La opresión en el pecho se volvía más notoria y con una repentina sensación de ahogo, despertó dando una brusca bocanada de aire a la realidad al abrir los ojos de par de en par con las pupilas sumamente dilatadas. Un pitido resonaba en sus oídos, privándola de ese sentido, pero la sonrisa estúpida del rostro del tipo que tenía al lado le decía que lo que fuera que su boca estaba soltando, no era nada que a ella pudiera agradarle ni por asomo. Frunció el ceño, mientras aquel molesto silbido pasaba a ser un extraño ruido blanco y, finalmente, desaparecía, dejando que las últimas cuatro palabras del rubio alcanzaran sus tímpanos. -¿Dónde me has traído, misógino pervertido?- Quiso saber, pues no conocía el lugar y olía demasiado perfumado. Se miró los antebrazos, cubiertos en una camisa que no era suya y de nuevo clavó sus dos esmeraldas en los azules orbes de aquel descarado muchacho. -Te dije que cada uno iría por su lado. Seguro que drogas a todas las mujeres porque es del único modo en que se irían con un engreído como tú a la cama.- Espetó con desagrado al tiempo en que levantaba las sábanas para asegurarse que si se levantaba, no quedaría expuesta frente a ese energúmeno. Una vez corroboró que la prenda era bastante larga, se deslizó hasta el borde del colchón y depositó los pies en el suelo. El parqué era cálido y se sentía agradable al tacto. Para evitar al desconocido que decía llamarse con un apellido rimbombante y, al parecer, famoso, se había ido al otro lado de la cama, intentando evitarle todo lo posible. -¿Dónde está mi ropa? Quiero irme.- Giró para mirarle amenazante por encima del hombro. -¿O acaso tienes intenciones de retenerme?- Quiso saber, demandando más bien, una respuesta por parte de aquel que se había tomado las confianzas de llevarla a una habitación sin su permiso. Si Richard se enterara de eso, seguro se enfadaría. No por ella, pues confiaba en Aneu y sabía que ella jamás le traicionaría, sino por la osadía de aquel adolescente hormonado con cerebro de mosquito marchitado.
Aneu Chadwick- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/10/2017
Re: Una no es ninguna || Aneu C.
— Justo en el orgullo, y aquí.— dijo señalando su corazón con el dedo acusador ante las palabras punzantes de la castaña mientras de manera teatral cerraba los ojos y con la zurda tapaba parte de su cara con fingida melancolía. Por inercia cuando esta se levantó el joven jefe hizo lo mismo riendo disimuladamente al ver que la cazadora evidentemente le estaba sacando la vuelta. — Tranquila yo no te cambie los arapos que traías, fueron las muchachas del servicio, estás en una casa de seguridad que por obviedad note puedo dar su ubicación.— respondió con tono más relajado mientras le daba la vuelta a la cama con paso lento cavilando las reacciones ajenas pues bien había demostrado la castaña que tenía buena rodilla, con las manos por delante le indico que se calmara aunque lo hizo más por tener distancia, con lo salvaje que se veía mejor no tentar suerte.
— La verdad es que no tengo ninguna intención de dejarte ir— la voz de Diago sonó bastante sería incluso su rostro cambio drásticamente al verse hablando de ese modo, no parecía estar jugando ahora. — Y no por intenciones misoginas y pervertidas.— aclaro antes de que la cabra se fuera al monte, ya que tenía tal concepto de su persona ( y que no le iba hacer cambiar de opinión por que le daba igual), si quería que está colaborará debía ser más mesurado con sus provocaciones. — Quiero, necesito saber que dejó Lucio en tu mente, podemos hacerlo por las buenas si gustas y colaborar juntos fingiendo que nos toleramos o esta la otra, donde tú estadía aquí no es como invitada si no como prisionera, si te llevo al concilio tomarán y revisaran cada uno de tus recuerdos, con probabilidad que desaparezcan muchos de ellos, no son tan buenos a veces ocurren fallos.Tu sabes de qué hablo, las interrogaciónes no siempre salen bien.— El gesto no dejaba duda que hablaba encerio, que le valían a el los recuerdos de esa cazadora, absolutamente nada, si es que Lucio no hubiera alterado algo ya.
— Te daré tiempo para pensarlo, y creo importante decirte que este lugar está protegido con magia no intentes huir o algo parecido, para nosotros no es tan fácil sobrevivir a la barrera y si te llegas a morir de verdad me la fastidiarias.— dijo el rubio mientras caminaba a la puerta para detenerse justo al abrirla — Por cierto...tu ropa está en aquel armario, entenderás que tus armas estan resguardadas así que no hagas nada imprudente Aneu Chadwick.—
El brujo que la estuvo examinando le había dicho al joven Armstrong algunas cosas muy escuetas, como su nombre y el lugar donde nació, también que venía de París, cosa que le inquieto al oji-azúl pues si desde ese lugar le estaba siguiendo el rastro a Lucio, que negocios tendría el inmortal, con quienes estaba conectado en París.
— Cabe la posibilidad de que haya sido un poco idiota contigo, es mi deber pedirte una disculpa como jefe del concilio.— recalcó lo último porque era cierto, la disculpa se la pedía como el jefe de una asociación, no como Diago porque en el fondo la verdad no sentía que debería hacerlo y en su mandíbula apretada se notaba lo que le estaba costando — Si aceptas colaborar conmigo, mi trato en campo será estrictamente serio y al terminar Lucio será todo tuyo como lo dije en un principio, podrás hacerle pagar a ese chupasamgre el haber matado a tanta jovencita— Al primogénito de Richard no le importaba realmente el vampiro, si no que era lo que estaba haciendo y para quien estaba trabajando, solo ese era su objetivo. — Esperaré abajo, la casa no es muy grande sigue las escaleras y ve a la tercera habitación.— informo finalmente saliendo de esa habitación, ojalá que su mano derecha ya tuviera algo porque si no empezaría a ponerse realmente de malas.
Diago Armstrong- Cazador Clase Alta
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Re: Una no es ninguna || Aneu C.
Cada vez que el rubio abría la boca, a Aneu le daban ganas de cosérsela con hilo de acero. Había conocido hombres sobrados de orgullo a lo largo de su vida, entre los cuáles cabía destacar a su propio hermano, pero al menos éste, aunque fuera un ligón empedernido, valoraba, hasta cierto punto, las mujeres. Y más aún a ella, porque aunque se anduvieran peleando constantemente, Saleh respetaba a Aneu como cazadora. Pero ese tipo, ese engendro misógino, derrochaba soberbia por todos los poros y no merecía sino una soberana paliza por parte de una fémina. Y bien podría ser la propia americana quien se la diera. Pero ahora mismo no tenía ni la menor idea de dónde se encontraba. El terreno le era desconocido y, claramente, el contrario sabía demasiado sobre el lugar, incluso podía tener trampas ocultas. Y ella, sin embargo, no tenía ni siquiera sus armas, pues la habían despojado de éstas y dejado completamente desnuda, hablando como luchadora.
Resopló ante el teatro ajeno y fulminó al tal Diago con la mirada. Le importaba un soberano pimiento que fuera el jefe de no sé qué concilio. Por ella, como si decidía metérselo por su soberbio culo. -En ambas opciones sigo siendo una prisionera, pues no me dejas ir, me retienes con magia. O, acaso, ¿si decido colaborar bajaréis la barrera?- Conocía a la perfección la respuesta, una que ni siquiera llegó, porque el gilipollas ese la ignoró por completo. La trataba como a una mera herramienta, pero para sus propios intereses únicamente, porque para el resto de las cosas, la omitía como si no existiera.
Los ojos verdes de Aneu se iban oscureciendo con rabia. Sus manos se cerraron hasta que esconder los dedos en puños. Tenía mucho genio, algo genético para los Chadwick. Pero es que ese tipo se estaba ganando un órdago a ser el mayor cretino de la historia. Ni siquiera el propio Lucio era tan capullo como aquel humano. -¿Cabe la posibilidad?- Espetó con sarcasmo, casi escupiendo las palabras. Tenía cojones la situación y al tío le sobraba descaro y le faltaba clase por todos lados. Pero era inútil discutir, no serviría de nada. Tenía la mollera vacía y sus oídos sólo servían para adularse a sí mismo, la morena estaba segura de eso. -Cuando te encargaste de alejar de mí todas las armas, se te olvidó sacarte el palo del culo. A lo mejor lo agarro y te atizo con él en la cabeza.- Soltó con amargura cuando la puerta se cerraba, justo al marcharse el dichoso rubio.
En cuanto se quedó sola en la habitación, se dedicó a examinarla de arriba abajo en busca de cualquier objeto que pudiera resultarle de utilidad en un enfrentamiento. No sólo sabía utilizar armas, sino que sabía hacerlas. Pero eso Diago lo desconocía y le dejaba en desventaja frente a una espabilada mujer que le daría su merecido en cuanto pudiera.
Se entretuvo un buen rato, pero como le había dicho que le daba tiempo para que se lo pensara, prefirió no ir deprisa y que sus utensilios quedaran perfectos. Incluso una pastilla de jabón podía ser utilizada como un cuchillo si se afilaba del modo adecuado y se trabajaba hasta endurecer bien la parafina. Aneu era una experta en todo tipo de culturas, cacerías y trucos dispares. En un concurso, no dejaría a nadie indiferente y, pronto, alguien se quedaría atónito ante sus recursos.
Resopló ante el teatro ajeno y fulminó al tal Diago con la mirada. Le importaba un soberano pimiento que fuera el jefe de no sé qué concilio. Por ella, como si decidía metérselo por su soberbio culo. -En ambas opciones sigo siendo una prisionera, pues no me dejas ir, me retienes con magia. O, acaso, ¿si decido colaborar bajaréis la barrera?- Conocía a la perfección la respuesta, una que ni siquiera llegó, porque el gilipollas ese la ignoró por completo. La trataba como a una mera herramienta, pero para sus propios intereses únicamente, porque para el resto de las cosas, la omitía como si no existiera.
Los ojos verdes de Aneu se iban oscureciendo con rabia. Sus manos se cerraron hasta que esconder los dedos en puños. Tenía mucho genio, algo genético para los Chadwick. Pero es que ese tipo se estaba ganando un órdago a ser el mayor cretino de la historia. Ni siquiera el propio Lucio era tan capullo como aquel humano. -¿Cabe la posibilidad?- Espetó con sarcasmo, casi escupiendo las palabras. Tenía cojones la situación y al tío le sobraba descaro y le faltaba clase por todos lados. Pero era inútil discutir, no serviría de nada. Tenía la mollera vacía y sus oídos sólo servían para adularse a sí mismo, la morena estaba segura de eso. -Cuando te encargaste de alejar de mí todas las armas, se te olvidó sacarte el palo del culo. A lo mejor lo agarro y te atizo con él en la cabeza.- Soltó con amargura cuando la puerta se cerraba, justo al marcharse el dichoso rubio.
En cuanto se quedó sola en la habitación, se dedicó a examinarla de arriba abajo en busca de cualquier objeto que pudiera resultarle de utilidad en un enfrentamiento. No sólo sabía utilizar armas, sino que sabía hacerlas. Pero eso Diago lo desconocía y le dejaba en desventaja frente a una espabilada mujer que le daría su merecido en cuanto pudiera.
Se entretuvo un buen rato, pero como le había dicho que le daba tiempo para que se lo pensara, prefirió no ir deprisa y que sus utensilios quedaran perfectos. Incluso una pastilla de jabón podía ser utilizada como un cuchillo si se afilaba del modo adecuado y se trabajaba hasta endurecer bien la parafina. Aneu era una experta en todo tipo de culturas, cacerías y trucos dispares. En un concurso, no dejaría a nadie indiferente y, pronto, alguien se quedaría atónito ante sus recursos.
Aneu Chadwick- Cazador Clase Media
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Re: Una no es ninguna || Aneu C.
—.....jajajaja y espera que me dijo me daría con el en el culo. Como toda una dama.— la risa de Diago parecía divertida pese a la situación que tenía y es que hacer que la "cazadora" colaborara con el por las buenas se estaba volviendo más difícil, lo cual no entendía pues se había disculpado que no?.— Si quiere que la traté como dama que se comporte como una no crees?—
—No creo que tu actitud ayude mucho a la situación hijo, no ha todas las damas les tienes que agradar, así que no te desquites con ella por que no te esta besando los pies Diago.—
El Rubio se giró al ver a su tío Mane contestar a su pregunta al entrar a la sala de reunión, con el debido escándalo que siempre hacia entré risas y fraternales toques en la espalda que hicieron al joven jefe inclinarse un poco hacia enfrente por la fuerza de su robusto tío quien evidentemente escuchaba la charla.
—Como siempre señor Mane tiene usted razón.—dijo la mano derecha de Diago concordando con el señor ya avanzado en edad.— Pero mi jefe no escucha razones.—
—Ey de que se trata esto? De cuándo a acá los patos les tiran a las escopetas. Les apuesto que esa mujer a de estar planeando como escapar o intentar darme una paliza.—
—Que te caería muy bien, por lo que me han dicho te la mereces hijo— decía aquel hombre canoso mientras se servía un poco de whisky—Mira Diago, trata de llegar a un acuerdo con la joven, necesitamos encontrar a ese vampiro y lo sabes. Deja atrás tus juegos hijo, no es una conquista.—
—Por supuesto que no lo es Tío, va más como hombre que otra cosa si tan sólo le oyeran hablar me darían la razón. De dama no tiene nada!— era evidente que el único hijo de Richard estaba molesto por lo que escuchaba, ahora resulta que el era el equivocado. Resoplo levantándose de su asiento pues la castaña ya había tardado demasiado , le dio un trago al whisky de su tío mientras el anciano con una sonrisa negaba rotundamente pues sabía que ese chaval no cambiaría nunca.—Voy por ella que ya tardo, ya verán que no me equivoco y si por ella fuera nos clava como animales de caza sobre la chimenea.— decía el Rubio agitando el dedo acusador mientras de nuevo subía las escaleras con el ceño fruncido, se detuvo a medias cuando vio la puerta abierta de aquella habitación el la que le dejo, ya sabía el que no se la iba a poner fácil. Camino hasta la habitación y ahí parado en el marco observo cada rincón, notando que hacia falta algunas cosas.
—No me digas que también eres ladrona en tus ratos libres...— grito par que le oyera bien en caso que no estuviera cerca.
Diago Armstrong- Cazador Clase Alta
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Re: Una no es ninguna || Aneu C.
Antes de que el hombre llegara a la habitación, ella ya le había oído, sólo por ello había dejado la puerta entreabierta, sino menuda inexperta estaría hecha como cazadora. Sabía acechar, poner trampas y, también, aguardar al enemigo. De hecho, había sido muy precavida e incluso el hecho de que se vieran cosas ausentes a simple vista había sido algo meditado. Salió del baño al escuchar las palabras de aquel misógino y enarcó ambas cejas con fingida ofensa, llevándose las dos manos al pecho. -¿Qué es lo que estás insinuando? Además de un engreído y un estúpido, ¿pretendes acusarme de robarte? ¿Querías acaso que dejara mis ropas en el suelo si pretendía ducharme?- Abrió más la puerta, dejando a la vista la silla que permanecía en mitad de la estancia contigua. -¿O, tal vez, que me cepillara alejada del espejo?- Le señaló el peine que reposaba sobre el lavadero de manos.
Aneu no era ninguna necia y había dado uso a objetos que no pudieran echarse en falta. Había buscado cosas ocultas de por sí, viejas y que se pudieran dar por rotas o extraviadas de antemano. Pero fingir inocencia, plantar culpas falsas para que el acusador tuviera que retractarse, hacía más sencillo que después no pudiera volver a señalarla con la misma sencillez, no hasta tener las pruebas necesarias.
Resopló al pasar por el lado de su captor como si se sintiera insultada ante semejantes palabras. -Imagino que, al menos, me darás de comer y beber, ¿no? Incluso a los prisioneros condenados a la horca se les alimenta hasta el día de su sentencia.- Aseguró, dirigiendo sus pasos hacia las escaleras que descendían al piso inferior. El propio Diago le había dicho que debía dirigirse allí cuando estuviera lista y que se presentara en la tercera habitación. No sabía si aquello sería un despacho, un dormitorio o un retrete siquiera, pero ya que era allí a donde la había "invitado", esperaba poder comprobarlo pronto. -Y bien, ¿vamos?- Hizo un gesto con la cabeza, usando el mentón para señalar los peldaños y bajó sin esperar a que el otro cazador la siguiera.
Una vez frente a la puerta en cuestión, se detuvo y meditó si llamar o sencillamente entrar. Pero fueron unas voces al otro lado de la pared las que la instaron a hacer lo primero. Golpeó suavemente con los nudillos, lo hizo dos veces y aguardó a que le cedieran el paso. Para entonces, el rubio ya la había alcanzado con su ceño fruncido y gesto ofuscado. Ella sonrió satisfecha y giró la perilla, accediendo a una especie de salón con una mesa grande y varias sillas a su alrededor. -Buenas noches, caballeros.- No era su intención directa, pero los correctos modales de Aneu estaban dejando al hijo de Richard en evidencia frente a los dos hombres allí presentes.
Aneu no era ninguna necia y había dado uso a objetos que no pudieran echarse en falta. Había buscado cosas ocultas de por sí, viejas y que se pudieran dar por rotas o extraviadas de antemano. Pero fingir inocencia, plantar culpas falsas para que el acusador tuviera que retractarse, hacía más sencillo que después no pudiera volver a señalarla con la misma sencillez, no hasta tener las pruebas necesarias.
Resopló al pasar por el lado de su captor como si se sintiera insultada ante semejantes palabras. -Imagino que, al menos, me darás de comer y beber, ¿no? Incluso a los prisioneros condenados a la horca se les alimenta hasta el día de su sentencia.- Aseguró, dirigiendo sus pasos hacia las escaleras que descendían al piso inferior. El propio Diago le había dicho que debía dirigirse allí cuando estuviera lista y que se presentara en la tercera habitación. No sabía si aquello sería un despacho, un dormitorio o un retrete siquiera, pero ya que era allí a donde la había "invitado", esperaba poder comprobarlo pronto. -Y bien, ¿vamos?- Hizo un gesto con la cabeza, usando el mentón para señalar los peldaños y bajó sin esperar a que el otro cazador la siguiera.
Una vez frente a la puerta en cuestión, se detuvo y meditó si llamar o sencillamente entrar. Pero fueron unas voces al otro lado de la pared las que la instaron a hacer lo primero. Golpeó suavemente con los nudillos, lo hizo dos veces y aguardó a que le cedieran el paso. Para entonces, el rubio ya la había alcanzado con su ceño fruncido y gesto ofuscado. Ella sonrió satisfecha y giró la perilla, accediendo a una especie de salón con una mesa grande y varias sillas a su alrededor. -Buenas noches, caballeros.- No era su intención directa, pero los correctos modales de Aneu estaban dejando al hijo de Richard en evidencia frente a los dos hombres allí presentes.
Aneu Chadwick- Cazador Clase Media
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