AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
2 participantes
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Otra noche, otra luna, otra cacería. Las cosas han cambiado más de lo que quisiera admitir. Tal vez es extraño pensar que lo que creí no tomaría más de 2 semanas, se está convirtiendo en una estancia más permanente de lo deseado. Comienzo a sentirme una marioneta en un juego más grande y eso me disgusta más de lo que puedo expresar. Y luego de haber destrozado el muñeco de práctica, lo que puedo expresar es mucho.
Mi hermano y mi padre comienzan a volverse en un recuerdo dentro de mi mente, puesto que no hay un solo rastro de ellos en la vida real. La gabardina negra se mueve con el viento ocultando mi traje de cacería. Pesado, pero nunca como los incomodos vestidos de estos tiempos. La modernidad es un gran baile de disfraces y nadie es realmente quién dice ser. Mi única compañía en las últimas 7 semanas, ha sido, el profesor Legrand, de quién comienzo a escuchar más palabras que silencios, aunque la mayoría son de cómo debo interpretar técnicas de piano. Y André, su hermano, de quién no hay palabras, pero la menos las risas se multiplican. Estoy segura que estaba a punto de decirme algo el otro día, pero al ver a su hermano se arrepintió. Son como mínimo, extraños. Y yo sin lugar a dudas, patética. Necesito una vida mejor, pero Charles no es tan adecuado.
Nadie lo es. El tejado es oscuro y enmohecido, pero tengo la mejor vista de las calles oscuras, si uno salió de ahí, sé que más chupasangres lo harán. Los guantes están algo manchados, pero sobre el negro, sólo resplandece como un brillo agonizante, nadie sabría que es sangre, nadie imagina que soy dama y todos se niegan a creer en los vampiros. Respiro profundo. Sus compañeros notarán que el nocturno no ha regresado a la taberna, y la jovenzuela no tenía tanta sangre realmente, sólo es cuestión de tener paciencia. Juego con el ala de mi ancho sombrero negro, mientras me hayo reclinada contra una chimenea dormida. La cornisa es baja, como todas en esta zona, así que aunque estoy sentada, en un solo salto puedo estar de pie.
Comienzo a tararear esa canción, la que no quería tocar y ahora la repito una y otra vez en mi mente como si no hubiese nada más. El silencio es mortal, y eso siempre es malo. Pero una voz en un tono horrible y chillón. ¿Son esas súplicas? Cuatro gigantes y un flacucho de mala apariencia, parece que te llegó la hora de la muerte. Dije que ella estaba rondando. Aunque no es precisamente mi asunto, me da pena. ¿Debería hacer algo? Esa voz, la conozco… Me sobresalto de un golpe. ¡¿Acaso no es ese…?!
Mi hermano y mi padre comienzan a volverse en un recuerdo dentro de mi mente, puesto que no hay un solo rastro de ellos en la vida real. La gabardina negra se mueve con el viento ocultando mi traje de cacería. Pesado, pero nunca como los incomodos vestidos de estos tiempos. La modernidad es un gran baile de disfraces y nadie es realmente quién dice ser. Mi única compañía en las últimas 7 semanas, ha sido, el profesor Legrand, de quién comienzo a escuchar más palabras que silencios, aunque la mayoría son de cómo debo interpretar técnicas de piano. Y André, su hermano, de quién no hay palabras, pero la menos las risas se multiplican. Estoy segura que estaba a punto de decirme algo el otro día, pero al ver a su hermano se arrepintió. Son como mínimo, extraños. Y yo sin lugar a dudas, patética. Necesito una vida mejor, pero Charles no es tan adecuado.
Nadie lo es. El tejado es oscuro y enmohecido, pero tengo la mejor vista de las calles oscuras, si uno salió de ahí, sé que más chupasangres lo harán. Los guantes están algo manchados, pero sobre el negro, sólo resplandece como un brillo agonizante, nadie sabría que es sangre, nadie imagina que soy dama y todos se niegan a creer en los vampiros. Respiro profundo. Sus compañeros notarán que el nocturno no ha regresado a la taberna, y la jovenzuela no tenía tanta sangre realmente, sólo es cuestión de tener paciencia. Juego con el ala de mi ancho sombrero negro, mientras me hayo reclinada contra una chimenea dormida. La cornisa es baja, como todas en esta zona, así que aunque estoy sentada, en un solo salto puedo estar de pie.
Comienzo a tararear esa canción, la que no quería tocar y ahora la repito una y otra vez en mi mente como si no hubiese nada más. El silencio es mortal, y eso siempre es malo. Pero una voz en un tono horrible y chillón. ¿Son esas súplicas? Cuatro gigantes y un flacucho de mala apariencia, parece que te llegó la hora de la muerte. Dije que ella estaba rondando. Aunque no es precisamente mi asunto, me da pena. ¿Debería hacer algo? Esa voz, la conozco… Me sobresalto de un golpe. ¡¿Acaso no es ese…?!
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Las reglas eran sencillas: en cuanto recibía una orden, ya fuera directa, mediante un intermediario, o mediante un mensaje, él la cumplía, "o si no...". Y él no era precisamente un estúpido. Sabía que seguía respirando porque Mist así lo permitía, y que podría decidir cambiar de opinión en cualquier momento. Pero también era lo bastante inteligente como para saber que no iría a por él, al menos no de primeras. André era lo que más le importaba en la vida, todo lo que hacía, lo hacía con él en mente. Mist lo sabía, conocía ésta debilidad, y Jeremy sabía muy bien que la idea de usar esa "debilidad" igual que el pianista usó la de la mujer en su día, sería demasiado atractiva para ella.
Vivía continuamente entre la espada y la pared, y por ello no podía negarse a cumplir las órdenes, por muy peligrosas que fueran, pues o lo hacía, o la alternativa sería aún más dolorosa. Llevar un mensaje no suena tan peligroso como lo era en la práctica. Si bien existía la ley no escrita de dejar vivo al mensajero, había quienes preferían enviar su respuesta de vuelta con la cabeza del mensajero en una bolsa.
A Jean Gaulthier, encargado en nombre de Mist del decadente burdel "Verdelet", no le hizo ninguna gracia el que Mist le enviase un mensajero para decirle que iba a ser sustituido, dada su incapacidad para mantener el negocio a flote. Jeremy quedó inconsciente tras un par de puñetazos de aquella mala bestia enfurecida, y cuando recobró la consciencia lo primero que sintió, además del dolor y el sabor de su propia sangre, fue que alguien le arrastraba por un callejón en dirección a un almacén, propiedad de Gaulthier. Su visión estaba borrosa, al igual que sus pensamientos, pero logró revolverse y desprenderse de la chaqueta de la que le habían agarrado, arrastrándose en dirección contraria. Ésto solo causó las risotadas de Gaulthier y sus hombres. Uno de ellos pisó la espalda del músico con fuerza, obligándole a detenerse. Acto seguido le agarraron del cuello de la camisa rasgada y manchada de escarlata, forzándole a ponerse en pie. El dolor que sintió al tratar de mantenerse en esa posición fue indescriptible, necesitando apoyarse contra una pared, alzando una mano hhacia el hombre que caminaba hacia él como si eso fuera a detenerlo.
-¡Po-por favor señor Gaulthier!-suplicó, alejándose unos torpes centímetros, palpando la pared con la otra mano.- ¡Le aseguro que no tengo nada que ver con esto! ¡Yo solo...!
Sus palabras fueron interrumpidas por el hombre, quien le agarró del pecho y volvió a arrojarlo al suelo, sacando una pistola oculta bajo su abrigo.
-Lo sé, pero esto...-Gaulthier le apuntó con su arma.- ... me hace sentir mucho mejor.
Vivía continuamente entre la espada y la pared, y por ello no podía negarse a cumplir las órdenes, por muy peligrosas que fueran, pues o lo hacía, o la alternativa sería aún más dolorosa. Llevar un mensaje no suena tan peligroso como lo era en la práctica. Si bien existía la ley no escrita de dejar vivo al mensajero, había quienes preferían enviar su respuesta de vuelta con la cabeza del mensajero en una bolsa.
A Jean Gaulthier, encargado en nombre de Mist del decadente burdel "Verdelet", no le hizo ninguna gracia el que Mist le enviase un mensajero para decirle que iba a ser sustituido, dada su incapacidad para mantener el negocio a flote. Jeremy quedó inconsciente tras un par de puñetazos de aquella mala bestia enfurecida, y cuando recobró la consciencia lo primero que sintió, además del dolor y el sabor de su propia sangre, fue que alguien le arrastraba por un callejón en dirección a un almacén, propiedad de Gaulthier. Su visión estaba borrosa, al igual que sus pensamientos, pero logró revolverse y desprenderse de la chaqueta de la que le habían agarrado, arrastrándose en dirección contraria. Ésto solo causó las risotadas de Gaulthier y sus hombres. Uno de ellos pisó la espalda del músico con fuerza, obligándole a detenerse. Acto seguido le agarraron del cuello de la camisa rasgada y manchada de escarlata, forzándole a ponerse en pie. El dolor que sintió al tratar de mantenerse en esa posición fue indescriptible, necesitando apoyarse contra una pared, alzando una mano hhacia el hombre que caminaba hacia él como si eso fuera a detenerlo.
-¡Po-por favor señor Gaulthier!-suplicó, alejándose unos torpes centímetros, palpando la pared con la otra mano.- ¡Le aseguro que no tengo nada que ver con esto! ¡Yo solo...!
Sus palabras fueron interrumpidas por el hombre, quien le agarró del pecho y volvió a arrojarlo al suelo, sacando una pistola oculta bajo su abrigo.
-Lo sé, pero esto...-Gaulthier le apuntó con su arma.- ... me hace sentir mucho mejor.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Mis ojos se abren de par en par, no estoy en la mejor de las posiciones para ocuparme de esto, estratégicamente hablando, claro está. Quizá si fuese otra persona, hubiese pensado que no era su lugar meterse en medio del asunto; pero esta forma, lo justificaré en la mañana como ‘intervención divina’. De todos los lugares de la noche donde pude estar, de la gran amplitud de París para deshacerse de maleantes y cadáveres… No era coincidencia, tenía una misión de Dios entre sus manos; y la cumpliría a toda cosa y sin medir las consecuencias, como siempre. Busco la mejor posición tan pronto como puedo, y sacando una daga la arrojo directo hacia la mano que apunta tenebrosamente, hacia la pobre víctima. El sistema nervioso actúa por sí mismo, y el acto reflejo, le obliga a soltar el arma haciendo que caiga con ese sonido de metal hueco tan característico. – “¡Me pregunto qué hacen unos caballeros como ustedes en un lugar como este…!” – No es exactamente una duda, mucho menos un poco de ligera conversación para mitigar el frío de la noche. Pero cumple su objetivo que es poner una nueva meta en sus cabezas. Llamo la atención y no es precisamente lo que los hombres requieren en este momento. Sus armas se dirigen a mí y ahora que los tengo focalizados en algo diferente, sólo tengo dos cursos de acciones: pelear o huir.
De un salto, me coloco sobre el tejado en diagonal hacia abajo; deslizándome sobre su pendiente, para bajar más raudamente. El abrigo flamea en mi cuerpo como si fuera una capa, y el brillo de mi armadura genera destellos en el lugar. Los disparos no pudieron tocarme antes, créanme, no lo harán ahora. Caigo con una rodilla al suelo y la otra pierna flexionada a un lado. Alzo levemente la cabeza, a sabiendas, de que el ala del sombrero sólo permitirá que mi sonrisa; acompañada de un gran moretón morado intenso a un lado, sea lo primero que capten de mí. Siniestra y simpática. ¡Vaya combinación! Por otro lado, debo admitir, que la confianza esta de mi lado. Luego de luchar contra cambiantes, hechiceros, vampiros y licántropos; un par de maleantes no son la gran cosa realmente. Es el mismo juego que siempre. Sólo que más fácil. – “¡Atrápenla!” –Grita quién asumo, ha de ser el líder de este grupo de psicópatas, con falta del sentido moral. ¿Aún no lo han entendido? Ustedes son mi presa, y yo el ávido cazador. Me pongo en pie y con las dagas ya en mis manos las lanzo directo a sus gargantas. No es mi intensión asesinarlos, en lo absoluto. Hay espacios donde la daga puede rozar e incluso insertarse dónde no dañarán lo suficiente como para causar la muerte, pero si dejarlos fuera de combate. Hiero a uno dejándole un gran corte, del lado izquierdo de su cuello. Un médico puede ocuparse de ello, pero de momento, es uno menos que contar. No tengo tanta suerte con el segundo, que la esquiva sin provocar daño.
Balas otra vez… Corro buscando la pared de una esquina dónde esconderme. Con que esas traemos… Bien. Pero estas son caras, no pienso usar las balas de plata y sus amenazas, no ayudan a aligerar mi paso al cambiarlas por balas normales. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… Listo. Disparo a la pierna de uno de los secuaces, el otro también busca refugiarse, pero el jefe de la pandilla es mucho más astuto. Me está probando, me mide y no flaqueo con mi convicción de lo buena que pueda ser mi puntería. Utiliza al profesor Legrand como un escudo humano. Son meros centímetros lo que separan una cabeza de otra; y aunque fuere tan buena como para confiarme que no fallaré, la única opción es su cabeza. ¡Mierda! ¿¡Y tú como rayos terminaste aquí?! Sólo tengo una opción, salir a campo abierto, con la contra de que un disparo certero, terminará con mi vida en un instante. La música es italiano, las partitura muchas de las anotaciones, Jeremy conoce el idioma, per desconozco que tan íntimamente. Por el contrario, sé que el señor Jean Gaulthier, no maneja más que el francés, y algo de inglés si su “negocio” lo requiere. Conozco a todos los del bajo mundo, ¿de qué otra manera podría saber con quién meterme y con quién no? Bien, pero es una jugada sucia. Pateo las pistolas fuera. – “No disparen.” - Salgo con las manos en alto sin dejar ver mi rostro completamente aún. Las sombras me ayudan a ello. Pero esto reduce mis opciones y no soy una asesina… ¿o sí?
Alguien debe ser la mano izquierda de Dios, pero no soy yo ese alguien. La diferencia entre asesinar sobrenaturales y humanos es mucha. O eso me gusta creer. – “No disparen. Sólo quiero estar con él…” – Dos heridos, dos en combate. ¿Qué hacen esos ahí aún? Deberían irse, van a desangrarse. Esa es su decisión, ahora debo tomar la mía. – “Jeremy ¡Abbassa la testa. Giù!” – Agáchate, por favor agáchate. Debo ser más rápida, sacando mi arma detrás del sobretodo, puesto que el machete es más pesado que la bala y lo lanzo directo hacia el brazo del proxeneta que lo sostiene. Si la fuerza fue la adecuada, deberá ayuda, más que de inmediato. Corro de en medio del campo abierto de fuego, intentando llegar a Jeremy para refugiarme con él, sin siquiera notar el impacto que llevo en parte del brazo.
De un salto, me coloco sobre el tejado en diagonal hacia abajo; deslizándome sobre su pendiente, para bajar más raudamente. El abrigo flamea en mi cuerpo como si fuera una capa, y el brillo de mi armadura genera destellos en el lugar. Los disparos no pudieron tocarme antes, créanme, no lo harán ahora. Caigo con una rodilla al suelo y la otra pierna flexionada a un lado. Alzo levemente la cabeza, a sabiendas, de que el ala del sombrero sólo permitirá que mi sonrisa; acompañada de un gran moretón morado intenso a un lado, sea lo primero que capten de mí. Siniestra y simpática. ¡Vaya combinación! Por otro lado, debo admitir, que la confianza esta de mi lado. Luego de luchar contra cambiantes, hechiceros, vampiros y licántropos; un par de maleantes no son la gran cosa realmente. Es el mismo juego que siempre. Sólo que más fácil. – “¡Atrápenla!” –Grita quién asumo, ha de ser el líder de este grupo de psicópatas, con falta del sentido moral. ¿Aún no lo han entendido? Ustedes son mi presa, y yo el ávido cazador. Me pongo en pie y con las dagas ya en mis manos las lanzo directo a sus gargantas. No es mi intensión asesinarlos, en lo absoluto. Hay espacios donde la daga puede rozar e incluso insertarse dónde no dañarán lo suficiente como para causar la muerte, pero si dejarlos fuera de combate. Hiero a uno dejándole un gran corte, del lado izquierdo de su cuello. Un médico puede ocuparse de ello, pero de momento, es uno menos que contar. No tengo tanta suerte con el segundo, que la esquiva sin provocar daño.
Balas otra vez… Corro buscando la pared de una esquina dónde esconderme. Con que esas traemos… Bien. Pero estas son caras, no pienso usar las balas de plata y sus amenazas, no ayudan a aligerar mi paso al cambiarlas por balas normales. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… Listo. Disparo a la pierna de uno de los secuaces, el otro también busca refugiarse, pero el jefe de la pandilla es mucho más astuto. Me está probando, me mide y no flaqueo con mi convicción de lo buena que pueda ser mi puntería. Utiliza al profesor Legrand como un escudo humano. Son meros centímetros lo que separan una cabeza de otra; y aunque fuere tan buena como para confiarme que no fallaré, la única opción es su cabeza. ¡Mierda! ¿¡Y tú como rayos terminaste aquí?! Sólo tengo una opción, salir a campo abierto, con la contra de que un disparo certero, terminará con mi vida en un instante. La música es italiano, las partitura muchas de las anotaciones, Jeremy conoce el idioma, per desconozco que tan íntimamente. Por el contrario, sé que el señor Jean Gaulthier, no maneja más que el francés, y algo de inglés si su “negocio” lo requiere. Conozco a todos los del bajo mundo, ¿de qué otra manera podría saber con quién meterme y con quién no? Bien, pero es una jugada sucia. Pateo las pistolas fuera. – “No disparen.” - Salgo con las manos en alto sin dejar ver mi rostro completamente aún. Las sombras me ayudan a ello. Pero esto reduce mis opciones y no soy una asesina… ¿o sí?
Alguien debe ser la mano izquierda de Dios, pero no soy yo ese alguien. La diferencia entre asesinar sobrenaturales y humanos es mucha. O eso me gusta creer. – “No disparen. Sólo quiero estar con él…” – Dos heridos, dos en combate. ¿Qué hacen esos ahí aún? Deberían irse, van a desangrarse. Esa es su decisión, ahora debo tomar la mía. – “Jeremy ¡Abbassa la testa. Giù!” – Agáchate, por favor agáchate. Debo ser más rápida, sacando mi arma detrás del sobretodo, puesto que el machete es más pesado que la bala y lo lanzo directo hacia el brazo del proxeneta que lo sostiene. Si la fuerza fue la adecuada, deberá ayuda, más que de inmediato. Corro de en medio del campo abierto de fuego, intentando llegar a Jeremy para refugiarme con él, sin siquiera notar el impacto que llevo en parte del brazo.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Esperó el impacto de la bala, pero en su lugar, solo escuchó un grito ahogado en sorpresa y el sonido de la pistola chocando contra el suelo. Jeremy vio aquella sombra, una silueta femenina recortada contra la escasa luz que llegaba de la luna. los golpes que había recibido en la cabeza seguro que le estaban haciendo ver aquella alucinación, pues no tenía otra explicación para lo que ocurría ante sus ojos. Fuera lo que fuera, había distraído a sus captores.
Sin que nadie se percatase, se arrastró hacia la pistola que el grandullón había tirado, tomándola antes de que nadie se percatara de ello y ocultándola bajo su camisa, sujeta en su cintura. Nunca antes había usado un arma, pero en una cuestión de vida o muerte, debía estar preparado para ello. Trató de ponerse una vez más en pie haciendo gala de toda su fuerza de voluntad, tratando de ignorar el dolor que recorría cada fibra de su ser, apoyándose en la pared y caminando torpemente hacia la salida del callejón. Sin embargo, algo le hizo detenerse y volver la mirada hacia la escena. Esa voz... ¿Era...?
Fue un error detenerse, pues Jean Gaulthier le agarró con su manaza, arrastrándole hasta él y usándolo de escudo humano contra la silueta con sombrero de ala ancha. Sentía que sus fuerzas le fallaban, que todo volvía a oscurecerse, pero supo que lo que escuchó era real. había escuchado a la sombra decir su nombre con total claridad, así como su orden. Fue rápido, obedeciendo al instante sin hacerse ninguna pregunta, confiando. Y la confianza tuvo su premio.
No supo bien qué ocurrió, solo que volvió a caer hacia el suelo, pero la silueta lo recogió y lo arrastró hacia la cobertura que les brindaban varios desechos del callejón. Fue en ese momento, cuando vio el rostro bajo el ala del sombrero, que se confirmaron sus sospechas y todas las piezas de las pasadas siete semanas comenzaron a encajar en el rompecabezas.
-Arden...
En ese momento no había espacio para preguntas. La situación era precaria, y aunque varios hombres habían quedado fuera de combate, Gaulthier y otro de sus lacayos seguían disparando contra ellos. El músico pudo ver la sangre caliente manando de la herida del brazo ajeno, olvidando todo el dolor propio por unos segundos, mirándola con preocupación. Le había salvado la vida, y ahora ambos estaban atrapados allí por su culpa.
-Confía en mi, por favor.-pidió, dando a entender que tenía una idea.- Y, si salimos de esta, recuérdame que te debo una...
Jeremy Legrand no era ningún héroe, tampoco un cobarde, y tampoco un idiota. Tenía paciencia, una mente que trabajaba rápido bajo presión y el deseo irrefrenable de no morir esa noche en aquél maldito callejón. Fue gracias a esa paciencia que escuchó el característico "click" indicando que las armas de sus enemigos necesitaban una recarga. No perdió el tiempo. Sacó la pistola que se había agenciado de su cintura y se puso en pie torpemente, apuntando con ella al hombre de Gaulthier, quien inmediatamente alzó las manos en señal de rendición.
-¡Largo!
Nunca en su vida había sonado tan convincente, llevando un dedo al gatillo y haciendo un gesto con la pistola al hombre para que se marchara. Gaulthier no le pagaba lo suficiente como para que arriesgase la vida por él, por lo que soltó su arma y se largó del callejón, pese a las amenazas de su jefe. Seguidamente, Jeremy le apuntó a él.
-Según yo lo veo, Señor Gaulthier, tiene dos opciones: dejamos todo esto en un terrible malentendido, o aprieto el gatillo y dejo que las ratas den cuenta de su... voluminoso cadáver. ¿Qué será?
El gesto de Jean Gaulthier se mantuvo en aquella expresión de odio unos segundos, antes de cambiar a una sonrisa seguida por una sonora risotada.
-Todo esto no ha sido más que un terrible malentendido. Supongo que todo quedará entre nosotros.
-Desde luego. Mientras usted y yo seamos amigos, no tiene de qué preocuparse.
El hombre tiró su arma al suelo, ordenando a sus hombres que se levantaran y saliendo de aquél callejón. Jeremy nunca se había visto en una situación así, y el miedo, acompañado por el hecho de que no era solo su vida la que estaba en juego, le hizo actuar rápido y sin dudas. la adrenalina todavía corría por su cuerpo, y para su sorpresa, era una sensación que disfrutaba. Se sintió, por un momento, más vivo que nunca.
por supuesto, lo disfrutaría más si pudiera seguir en pie más de veinte segundos seguidos. Recogió su chaqueta del suelo y tomó asiento junto a Arden, su espalda contra la pared, derrumbándose por el dolor y el cansancio que atenazaban cada músculo. Llevó una mano a sus costillas, bajo la chaqueta, sintiendo las punzadas de los golpes en la zona, su camisa rasgada y totalmente echada a perder.
-Supongo que... los dos tenemos muchas preguntas.- limpió la sangre de su rostro, tratando de enfocar su visión en la mujer a su lado, señalando la herida de su brazo.- ¿Se... encuentra bien? Me ofrecería a llevarla a un médico, pero creo que voy a necesitar unos minutos aquí sentado...
Sin que nadie se percatase, se arrastró hacia la pistola que el grandullón había tirado, tomándola antes de que nadie se percatara de ello y ocultándola bajo su camisa, sujeta en su cintura. Nunca antes había usado un arma, pero en una cuestión de vida o muerte, debía estar preparado para ello. Trató de ponerse una vez más en pie haciendo gala de toda su fuerza de voluntad, tratando de ignorar el dolor que recorría cada fibra de su ser, apoyándose en la pared y caminando torpemente hacia la salida del callejón. Sin embargo, algo le hizo detenerse y volver la mirada hacia la escena. Esa voz... ¿Era...?
Fue un error detenerse, pues Jean Gaulthier le agarró con su manaza, arrastrándole hasta él y usándolo de escudo humano contra la silueta con sombrero de ala ancha. Sentía que sus fuerzas le fallaban, que todo volvía a oscurecerse, pero supo que lo que escuchó era real. había escuchado a la sombra decir su nombre con total claridad, así como su orden. Fue rápido, obedeciendo al instante sin hacerse ninguna pregunta, confiando. Y la confianza tuvo su premio.
No supo bien qué ocurrió, solo que volvió a caer hacia el suelo, pero la silueta lo recogió y lo arrastró hacia la cobertura que les brindaban varios desechos del callejón. Fue en ese momento, cuando vio el rostro bajo el ala del sombrero, que se confirmaron sus sospechas y todas las piezas de las pasadas siete semanas comenzaron a encajar en el rompecabezas.
-Arden...
En ese momento no había espacio para preguntas. La situación era precaria, y aunque varios hombres habían quedado fuera de combate, Gaulthier y otro de sus lacayos seguían disparando contra ellos. El músico pudo ver la sangre caliente manando de la herida del brazo ajeno, olvidando todo el dolor propio por unos segundos, mirándola con preocupación. Le había salvado la vida, y ahora ambos estaban atrapados allí por su culpa.
-Confía en mi, por favor.-pidió, dando a entender que tenía una idea.- Y, si salimos de esta, recuérdame que te debo una...
Jeremy Legrand no era ningún héroe, tampoco un cobarde, y tampoco un idiota. Tenía paciencia, una mente que trabajaba rápido bajo presión y el deseo irrefrenable de no morir esa noche en aquél maldito callejón. Fue gracias a esa paciencia que escuchó el característico "click" indicando que las armas de sus enemigos necesitaban una recarga. No perdió el tiempo. Sacó la pistola que se había agenciado de su cintura y se puso en pie torpemente, apuntando con ella al hombre de Gaulthier, quien inmediatamente alzó las manos en señal de rendición.
-¡Largo!
Nunca en su vida había sonado tan convincente, llevando un dedo al gatillo y haciendo un gesto con la pistola al hombre para que se marchara. Gaulthier no le pagaba lo suficiente como para que arriesgase la vida por él, por lo que soltó su arma y se largó del callejón, pese a las amenazas de su jefe. Seguidamente, Jeremy le apuntó a él.
-Según yo lo veo, Señor Gaulthier, tiene dos opciones: dejamos todo esto en un terrible malentendido, o aprieto el gatillo y dejo que las ratas den cuenta de su... voluminoso cadáver. ¿Qué será?
El gesto de Jean Gaulthier se mantuvo en aquella expresión de odio unos segundos, antes de cambiar a una sonrisa seguida por una sonora risotada.
-Todo esto no ha sido más que un terrible malentendido. Supongo que todo quedará entre nosotros.
-Desde luego. Mientras usted y yo seamos amigos, no tiene de qué preocuparse.
El hombre tiró su arma al suelo, ordenando a sus hombres que se levantaran y saliendo de aquél callejón. Jeremy nunca se había visto en una situación así, y el miedo, acompañado por el hecho de que no era solo su vida la que estaba en juego, le hizo actuar rápido y sin dudas. la adrenalina todavía corría por su cuerpo, y para su sorpresa, era una sensación que disfrutaba. Se sintió, por un momento, más vivo que nunca.
por supuesto, lo disfrutaría más si pudiera seguir en pie más de veinte segundos seguidos. Recogió su chaqueta del suelo y tomó asiento junto a Arden, su espalda contra la pared, derrumbándose por el dolor y el cansancio que atenazaban cada músculo. Llevó una mano a sus costillas, bajo la chaqueta, sintiendo las punzadas de los golpes en la zona, su camisa rasgada y totalmente echada a perder.
-Supongo que... los dos tenemos muchas preguntas.- limpió la sangre de su rostro, tratando de enfocar su visión en la mujer a su lado, señalando la herida de su brazo.- ¿Se... encuentra bien? Me ofrecería a llevarla a un médico, pero creo que voy a necesitar unos minutos aquí sentado...
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
La noche no es oscuridad, es la oportunidad que tiene de emerger el brillo oculto en todas las cosas, que sólo se refleja, cuando la luz del sol se opaca. Y exactamente eso, es lo que Monsieur Legrand, está a punto de hacer. Necesitaba aunque sea un minuto para planificar el siguiente movimiento, eso y para hacer un torniquete en el brazo; pero se adelantó a todo sin darme muchas más opciones que aceptar. No importa cuán débil se vea, un hombre puede ser un hombre cuando el caso lo amerita. Y así lo demuestra con su valiente acto. ¿Estás seguro que sólo me debes UNA? Lo dejo hacer, pero no sin perderle de vista, con el arma en mi mano. Voy a cubrirlo en caso de que las cosas salgan mal… mejor dicho, que salgan peor; porque para este punto, ya debería tener todo bajo control. Pero hay una diferencia diametral en esta situación, cualquier sobre natural tiene un solo destino: La muerte. Por el contrario estos son humanos, y de un daño contundente no va a sanar, sólo les conducirá al mismo destino. Por esto debo limitar mis acciones, y consecuentemente no tengo la libertad para sacarnos fácilmente de esto como debería haberlo hecho, sin ninguna clase de daño para mi persona, o el pianista.
Lo veo enfrentar al proxeneta como si fuese un caballero de brillante armadura. Apuesto a que al hombre corpulento no se atrevió a mencionarle sobre el circulo de ‘espacio personal’. Me río de mis propios pensamientos. Es la costumbre de vivir bajo la presión de la cacería que hace que me divierta incluso en los momentos más tensos. Papá siempre hacía parecer esto tan sencillo. No era un hombre con gran sentido del humor, pero siempre alivianaba la carga en los instantes dónde las complicaciones nos superaban, y la esperanza empezaba a desvanecerse. En cuanto comienzan a retirarse, mi cuerpo se relaja. Me llega el escozor de la herida en el brazo, que con la tensión de la situación, no me había llegado completamente. Me acomodo en el frente, ya no hay necesidad de buscar refugio detrás de la barricada e inspiro profundo mientras observo como se acerca a mi compañía.
- “¿Y quién ha dicho que se ha ganado el derecho a hacer esas preguntas, profesor?” – Ignoro absolutamente el comentario sobre mi herida, he estado peor. Mucho peor. – “Me mentiste, Jeremy. Odio que me mientan”- Jugaste con la traición que más duele y a pesar de haber salvado su flacucho trasero, estoy enfadada. – “Tomémonos unos minutos, ¿quiere?” – Porque créeme, lo que vendrá después de esos minutos es un huracán de insultos y reproches. Comienzo a remover la armadura del lado izquierdo dónde está la herida. Es mucho más fácil en la condición en la que estoy y con una sola mano para ayudarme, el rasgar la tela. Quito el lazo negro sobre la copa del sombrero que llevo; y en cuanto compruebo que es una herida superficial, intento, sin lograrlo muy bien hacerme el torniquete. Las extremidades son tendenciosas a sangrar en abundancia, y lo que menos necesito es desangrarme por una tontería en este momento. Presionó mis dientes conteniendo el dolor. – “¿Puedes explicarme en qué clase de dilema de vida o muerte estas metido para que justifique tus mentiras, tu irresponsabilidad sobre André, la ilegalidad y tanta sarta de cosas que tengo en mente en este momento?” – No puedo contener la herida. – “Al menos ayúdame, ¿no?”- Los hábitos son más fuertes que la lógica, porque aunque este enfadada, no malgasto tiempo en trabajar en equipo. ¿Acaso es este hombre parte del extraño concepto de familia que deseo recuperar?
Lo veo enfrentar al proxeneta como si fuese un caballero de brillante armadura. Apuesto a que al hombre corpulento no se atrevió a mencionarle sobre el circulo de ‘espacio personal’. Me río de mis propios pensamientos. Es la costumbre de vivir bajo la presión de la cacería que hace que me divierta incluso en los momentos más tensos. Papá siempre hacía parecer esto tan sencillo. No era un hombre con gran sentido del humor, pero siempre alivianaba la carga en los instantes dónde las complicaciones nos superaban, y la esperanza empezaba a desvanecerse. En cuanto comienzan a retirarse, mi cuerpo se relaja. Me llega el escozor de la herida en el brazo, que con la tensión de la situación, no me había llegado completamente. Me acomodo en el frente, ya no hay necesidad de buscar refugio detrás de la barricada e inspiro profundo mientras observo como se acerca a mi compañía.
- “¿Y quién ha dicho que se ha ganado el derecho a hacer esas preguntas, profesor?” – Ignoro absolutamente el comentario sobre mi herida, he estado peor. Mucho peor. – “Me mentiste, Jeremy. Odio que me mientan”- Jugaste con la traición que más duele y a pesar de haber salvado su flacucho trasero, estoy enfadada. – “Tomémonos unos minutos, ¿quiere?” – Porque créeme, lo que vendrá después de esos minutos es un huracán de insultos y reproches. Comienzo a remover la armadura del lado izquierdo dónde está la herida. Es mucho más fácil en la condición en la que estoy y con una sola mano para ayudarme, el rasgar la tela. Quito el lazo negro sobre la copa del sombrero que llevo; y en cuanto compruebo que es una herida superficial, intento, sin lograrlo muy bien hacerme el torniquete. Las extremidades son tendenciosas a sangrar en abundancia, y lo que menos necesito es desangrarme por una tontería en este momento. Presionó mis dientes conteniendo el dolor. – “¿Puedes explicarme en qué clase de dilema de vida o muerte estas metido para que justifique tus mentiras, tu irresponsabilidad sobre André, la ilegalidad y tanta sarta de cosas que tengo en mente en este momento?” – No puedo contener la herida. – “Al menos ayúdame, ¿no?”- Los hábitos son más fuertes que la lógica, porque aunque este enfadada, no malgasto tiempo en trabajar en equipo. ¿Acaso es este hombre parte del extraño concepto de familia que deseo recuperar?
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
-¿Y exactamente en qué la he mentido? Creo que usted tampoco tiene mucho que recriminarme en ese aspecto, en cualquier caso.
Tener secretos no era lo mismo que mentir. Nunca había mentido a Arden, simplemente no había mencionado que hacía de mensajero para una de las personas más peligrosas de los bajos fondos de París. Ocultar información no era lo mismo que mentir y, tal y como había manifestado, sería extremadamente hipócrita por parte de la mujer el recriminarle tener secretos.
-¡Ni se le ocurra mencionar a mi hermano!
Ese había sido un golpe bajo, demasiado bajo. Se giró hacia ella tan bruscamente que tuvo que doblarse sobre su torso resentido por el punzante dolor. No obstante, lo que más le había dolido fueron aquellas palabras de la joven. Ella no sabía nada, no tenía ni idea de todo por lo que había pasado, y no tenía intención de contárselo en ese momento. ¿Por qué motivo? ¿Para que sintiera lástima por él y cambiar su modo de verle? Pudo verlo en sus ojos, el enfado y la decepción. Eso le hacía más daño que cualquier puñetazo.
Sin decir nada más, acomodándose torpemente, tomó el brazo de la mujer e hizo un firme torniquete con sus manos temblorosas, no por miedo, sino por toda la adrenalina acumulada y las emociones que trataba de contener en su interior. Observó la herida, sin poder evitar preocuparse por ella. Después de todo, le había salvado la vida.
Apretando los dientes ante el dolor, volvió a apoyar la espalda contra la pared, mirando al pedacito de cielo nocturno recortado entre los altos y oscuros edificios del callejón. Su respiración se fue normalizando poco a poco, y sus pensamientos fueron ordenándose en su todavía resentida cabeza. Llevó una mano a su sien, sintiendo la sangre caliente manchando sus dedos. Debía tener un aspecto realmente horrible, y tendría que limpiarse de arriba a abajo antes de que André le viera en esas condiciones cuando despertase en unas horas.
-Puedo ser muchas cosas, pero no soy ningún mentiroso.-dijo seriamente, girando su mirada hacia ella.- Cada decisión que he tomado en mi vida, ha sido buscando lo mejor para mi familia, la cual se reduce únicamente a André. Haría cualquier cosa para asegurarme de que nunca le falte de nada. Cualquier cosa.-sus ojos comenzaron a humedecerse, incapaces de contener la decepción que sentía sobe sí mismo, apartándose de los de ella para volver a fijarse en las estrellas. Respiró profundamente, conteniéndose.- No le diga nada de esto, por favor. Ya es bastante doloroso para mi que no hable, para que ahora además no quiera ni mirarme.
Dejó pasar unos segundos en silencio. No deseaba hablar del tema, no ahí, pero sabía que tendría que hacerlo. Y a ella también le llegaría el momento de explicar, de una vez por todas, quién era en realidad detrás de todas esas máscaras que le mostraba cada vez que se veían.
-¿Quién es realmente, Arden? Si ese es su verdadero nombre. Si tanto me detesta, ¿por qué arriesgarse por alguien como yo?
Tener secretos no era lo mismo que mentir. Nunca había mentido a Arden, simplemente no había mencionado que hacía de mensajero para una de las personas más peligrosas de los bajos fondos de París. Ocultar información no era lo mismo que mentir y, tal y como había manifestado, sería extremadamente hipócrita por parte de la mujer el recriminarle tener secretos.
-¡Ni se le ocurra mencionar a mi hermano!
Ese había sido un golpe bajo, demasiado bajo. Se giró hacia ella tan bruscamente que tuvo que doblarse sobre su torso resentido por el punzante dolor. No obstante, lo que más le había dolido fueron aquellas palabras de la joven. Ella no sabía nada, no tenía ni idea de todo por lo que había pasado, y no tenía intención de contárselo en ese momento. ¿Por qué motivo? ¿Para que sintiera lástima por él y cambiar su modo de verle? Pudo verlo en sus ojos, el enfado y la decepción. Eso le hacía más daño que cualquier puñetazo.
Sin decir nada más, acomodándose torpemente, tomó el brazo de la mujer e hizo un firme torniquete con sus manos temblorosas, no por miedo, sino por toda la adrenalina acumulada y las emociones que trataba de contener en su interior. Observó la herida, sin poder evitar preocuparse por ella. Después de todo, le había salvado la vida.
Apretando los dientes ante el dolor, volvió a apoyar la espalda contra la pared, mirando al pedacito de cielo nocturno recortado entre los altos y oscuros edificios del callejón. Su respiración se fue normalizando poco a poco, y sus pensamientos fueron ordenándose en su todavía resentida cabeza. Llevó una mano a su sien, sintiendo la sangre caliente manchando sus dedos. Debía tener un aspecto realmente horrible, y tendría que limpiarse de arriba a abajo antes de que André le viera en esas condiciones cuando despertase en unas horas.
-Puedo ser muchas cosas, pero no soy ningún mentiroso.-dijo seriamente, girando su mirada hacia ella.- Cada decisión que he tomado en mi vida, ha sido buscando lo mejor para mi familia, la cual se reduce únicamente a André. Haría cualquier cosa para asegurarme de que nunca le falte de nada. Cualquier cosa.-sus ojos comenzaron a humedecerse, incapaces de contener la decepción que sentía sobe sí mismo, apartándose de los de ella para volver a fijarse en las estrellas. Respiró profundamente, conteniéndose.- No le diga nada de esto, por favor. Ya es bastante doloroso para mi que no hable, para que ahora además no quiera ni mirarme.
Dejó pasar unos segundos en silencio. No deseaba hablar del tema, no ahí, pero sabía que tendría que hacerlo. Y a ella también le llegaría el momento de explicar, de una vez por todas, quién era en realidad detrás de todas esas máscaras que le mostraba cada vez que se veían.
-¿Quién es realmente, Arden? Si ese es su verdadero nombre. Si tanto me detesta, ¿por qué arriesgarse por alguien como yo?
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Me viene a mí con mentiras, ¡A mí que estudie con Pinocho! Y durante los últimos 8 años, no conozco nada más que no sea eso. Toda mi vida es una irrealidad. Ocultar la verdad es la forma más sutil de mentir. Ese es el verdadero engaño, el me pidió que fuera real, y lo fui, jamás le mentí, me mostré tal y como era. La diferencia es que con su carácter, no me hubiese creído que yo era capaz de algo como esto; o peor hubiese creído que estaba loca o que era… La diferencia es que nunca oculte quién soy, o lo que puedo hacer. Al menos veo que tiene un punto sensible, uno que lo hiere; y lo hace reaccionar como perro moribundo, ataca apasionadamente para defender, lo poco que queda de él en pie. Pareciera que con esa misma bronca contenida presiona la tea haciéndome el torniquete. Gruño por lo bajo, claro que duele, siempre todo, pero lo contengo. Sufrir en silencio, es una de las primeras cosas que se aprenden en una sociedad represora. Respiro cuando se acomoda, la oxigenación en la sangre ayuda que el dolor disminuya. Llevo mi cabeza hacia la pared, viendo el cielo, pero sin perderle la pista, observándole aleatoriamente por el rabillo del ojo. Es un buen hombre, merece algo mejor que esto. Lo cual no reduce el hecho de que está enterrado hasta el cuello en cosas que NO debería.
André es bello, brillante y dulce niño. Sé que sus finanzas fueron un grave problema, aún puede que lo sean. En lo que he visto de la noche, lo que hace no es muy diferente a lo que cualquier prostituta. Comercia ganancias con lo único que tiene disponible a su alcance: Su persona. Recados, encomiendas misteriosas, y resultados como estos. Tarde que temprano, si no eres fuerte y adaptable, de carácter frío y sin piedad; alguien más ganara en la cadena evolutiva del bajo mundo. La única manera de ascender en este tipo de vida, es que la cabeza de alguien más ruede y reemplazarlo con a propia. A cacería es más noble y menos riesgosa. Sus ojos se llenan de lágrimas y pienso en mi propia familia. ¿Acaso yo no haría todo y entregaría mi vida sin pensarlo sólo por la noticia de saber que está bien? Me da… pena. En realidad entiendo lo que siente. Y quisiera tomar su mano, decirle que yo siento igual, que puedo ayudarlo… Y abre su bocota. Alzo una ceja ante la dramática pregunta. Si sigue así va a dejar a Shakespeare sin trabajo. – “Wow… y yo aquí pensando que Daniel Defoe, era un genio del arte dramático luego de cautivarme con Robinson Crusoe, pero lo tuyo Jerry, es todo un nuevo nivel. ¿De qué hablas? Sabes bien que ese es mi nombre. Podrías escribir novelas.” – Me río levemente pero entre el brazo y las costillas, no me dura mucho. Me siento relajada. Es… como cualquier otra cacería, donde música estrepitosa que jamás he oído resuena en mi cabeza, con un final que me garantiza una semana mínima de descanso, y sin formalidades. Respiro profundo y siento el crujir de mi columna, los huesos se acomodan otra vez, luego de la sacudida.
Le observo y me siento más derecha para poder mirarle a los ojos, estando más cerca de él. No hay círculos, ni espacios personales, sólo dos personas que están juntas, con demasiado peso encima como para poder alejarse. – “Jeremy, y si no te amara, si no fueras mi único amigo en esta ciudad, ¿Por qué me arriesgaría? Más allá de las clases, eres… mi única compañía. ¿Acaso no o has notado? Jamás, lastimaría a Arden. Ningún niño debe sufrir las consecuencias de los actos desesperados de un adulto, porque aunque no lo creas, es más que obvio que has de haber estado al límite para involucrarte en algo como esto, ¿Me equivoco?” –Lento pero confiada, tomo el pañuelo inmaculado que guardo bajo mi manga, y lo llevo a su frente con mi brazo sano a su mente. Solo rozo su piel limpiando sus heridas, sé que han de dolerle. Y también imagino, que no está acostumbrado a esto. –“Le prometo, que André no sabrá nada de mi boca.” Le sonrío dulcemente. – “Ya se ve usted mejor.” Me acerco y deposito un suave beso en sus labios. Es una costumbre francesa, que a todos los allegados se les permite como un gesto de inmenso amor. No lo veo diferente a lo que haría con mi hermano. Aunque claramente, él no lo es. – “¿Mejor? Necesitamos curar esas heridas. ¿Su casa o la mía? ¿Quién cuida de André en las noches?” – Me incorporo con cuidado, y cargando el peso de las heridas. Estando en pie guardo el pañuelo ensangrentado en mi bolsillo. Y le ofrezco mi mano para incorporarse. – “Monsieur Legrand, usted decide.”
André es bello, brillante y dulce niño. Sé que sus finanzas fueron un grave problema, aún puede que lo sean. En lo que he visto de la noche, lo que hace no es muy diferente a lo que cualquier prostituta. Comercia ganancias con lo único que tiene disponible a su alcance: Su persona. Recados, encomiendas misteriosas, y resultados como estos. Tarde que temprano, si no eres fuerte y adaptable, de carácter frío y sin piedad; alguien más ganara en la cadena evolutiva del bajo mundo. La única manera de ascender en este tipo de vida, es que la cabeza de alguien más ruede y reemplazarlo con a propia. A cacería es más noble y menos riesgosa. Sus ojos se llenan de lágrimas y pienso en mi propia familia. ¿Acaso yo no haría todo y entregaría mi vida sin pensarlo sólo por la noticia de saber que está bien? Me da… pena. En realidad entiendo lo que siente. Y quisiera tomar su mano, decirle que yo siento igual, que puedo ayudarlo… Y abre su bocota. Alzo una ceja ante la dramática pregunta. Si sigue así va a dejar a Shakespeare sin trabajo. – “Wow… y yo aquí pensando que Daniel Defoe, era un genio del arte dramático luego de cautivarme con Robinson Crusoe, pero lo tuyo Jerry, es todo un nuevo nivel. ¿De qué hablas? Sabes bien que ese es mi nombre. Podrías escribir novelas.” – Me río levemente pero entre el brazo y las costillas, no me dura mucho. Me siento relajada. Es… como cualquier otra cacería, donde música estrepitosa que jamás he oído resuena en mi cabeza, con un final que me garantiza una semana mínima de descanso, y sin formalidades. Respiro profundo y siento el crujir de mi columna, los huesos se acomodan otra vez, luego de la sacudida.
Le observo y me siento más derecha para poder mirarle a los ojos, estando más cerca de él. No hay círculos, ni espacios personales, sólo dos personas que están juntas, con demasiado peso encima como para poder alejarse. – “Jeremy, y si no te amara, si no fueras mi único amigo en esta ciudad, ¿Por qué me arriesgaría? Más allá de las clases, eres… mi única compañía. ¿Acaso no o has notado? Jamás, lastimaría a Arden. Ningún niño debe sufrir las consecuencias de los actos desesperados de un adulto, porque aunque no lo creas, es más que obvio que has de haber estado al límite para involucrarte en algo como esto, ¿Me equivoco?” –Lento pero confiada, tomo el pañuelo inmaculado que guardo bajo mi manga, y lo llevo a su frente con mi brazo sano a su mente. Solo rozo su piel limpiando sus heridas, sé que han de dolerle. Y también imagino, que no está acostumbrado a esto. –“Le prometo, que André no sabrá nada de mi boca.” Le sonrío dulcemente. – “Ya se ve usted mejor.” Me acerco y deposito un suave beso en sus labios. Es una costumbre francesa, que a todos los allegados se les permite como un gesto de inmenso amor. No lo veo diferente a lo que haría con mi hermano. Aunque claramente, él no lo es. – “¿Mejor? Necesitamos curar esas heridas. ¿Su casa o la mía? ¿Quién cuida de André en las noches?” – Me incorporo con cuidado, y cargando el peso de las heridas. Estando en pie guardo el pañuelo ensangrentado en mi bolsillo. Y le ofrezco mi mano para incorporarse. – “Monsieur Legrand, usted decide.”
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
No pudo evitar soltar una risa amarga entre dientes, tratando de acomodarse contra la incómoda pared.
-Tenía que asegurarme.
Escuchó sus siguientes palabras, aquella confesión, sin tener las energías necesarias para que su cuerpo acompañase a su mente con cualquier movimiento, salvo el cerrar sus ojos y fruncir el gesto en señal de molestia al sentir el roce del pañuelo en su frente. Miedo le daba pensar en verse en el espejo. ¿Cómo iba a explicar todo eso a Andre?
-Por favor, Arden, no sea condescendiente conmigo por lástima o por verme patético. Si tan obvio es para usted, le pido por favor que no haga preguntas.
Jeremy siempre se juzgó a si mismo duramente, y no iba a cambiar ese hecho en aquél momento. Desde que la conoció, siempre había pensado que Arden le soportaba por lástima, por haber llevado a André con él el primer día, permitiéndola conocer más cosas sobre él de las que le gustaría. Y, sin embargo, aún creyendo esto, el pianista le permitió sus juegos y siguió buscando su compañía, ya no por el dinero, sino por disfrutar de ella aunque se engañara a sí mismo. Después de todo, a las personas no suele importarles que les digan una mentira, siempre que sean entretenidas por ella.
Agradeció con un gesto de su cabeza tanto el que tratase de limpiar sus heridas como el que no le dijera nada a Andre. No pasó por alto que la joven no había respondido a su pregunta, pero, después de todo, él tampoco lo había hecho. Algunos secretos es mejor mantenerlos ocultos.
Comenzó a moverse para tratar de incorporarse, pero se encontró con un obstáculo imprevisto. No lo vio venir, tanto por su visión emborronada y el dolor como por lo improbable de la situación. Los suaves labios de la joven se posaron cuidadosamente sobre los suyos en un gesto lleno de sentimiento. No estaba preparado para eso, y la mano sobre la que se apoyaba para levantarse perdió su fuerza para devolver su espalda contra la pared, haciéndole darse un pequeño coscorrón ante el cual soltó un "auch" entre dientes, frotándose la zona del golpe. Afortunadamente, eso le sirvió para poder actuar como si aquello no hubiese pasado, como si fuera algo normal, sin importancia (no la tenía, desde luego que no), evitando su mirada nerviosamente, buscando cualquier cosa que decir para poder romper el silencio que amenazaba con hacerse realmente incómodo. Por fortuna, fue ella quien lo hizo por él, aunque cuando repasó mentalmente la pregunta, deseó que no lo hubiera hecho.
-Y-yo...
Las palabras no se ordenaban en su boca, por lo que aceptó su mano para tratar de incorporarse, notando especialmente el dolor en su pierna dañada y buscando inmediatamente el apoyo contra la pared, posando todo su peso sobre la otra. Respiró costosamente, llevando una mano al interior de la chaqueta desabrochada y manchada de sangre de su traje, haciendo presión sobre el golpe que había recibido en su costado, esperando que mitigara para poder pensar en moverse.
-Te-tengo que volver a casa y... y arreglar todo esto.-explicó, señalándose con un movimiento de cabeza a sí mismo.- André estará dormido, quien se encarga de su cuidado no vuelve hasta la tarde. Tengo que...
Murmuró algo para sí mismo, como si hiciera una rápida lista de las cosas que necesitaba hacer, obviamente afectado por los golpes en la cabeza, demasiado aturdido como para pensar con claridad. Comenzó a caminar por sí mismo, o más bien a arrastrar torpemente los pies con la intención de llegar a su casa, eventualmente. Muy eventualmente. Pareció percatarse de algo al segundo siguiente, pues se volvió hacia Arden.
-Creo... creo que puedo coserle la herida, y pu-puedo ofrecerla una cama por esta noche, s-si lo desea.-llevó una mano a la herida de su frente, palpándola con cuidado, bajando a continuación hasta su ojo amoratado, preocupado más por qué explicación le daría a André que por él mismo.- ¿Cree que... se notará mucho por la mañana?
-Tenía que asegurarme.
Escuchó sus siguientes palabras, aquella confesión, sin tener las energías necesarias para que su cuerpo acompañase a su mente con cualquier movimiento, salvo el cerrar sus ojos y fruncir el gesto en señal de molestia al sentir el roce del pañuelo en su frente. Miedo le daba pensar en verse en el espejo. ¿Cómo iba a explicar todo eso a Andre?
-Por favor, Arden, no sea condescendiente conmigo por lástima o por verme patético. Si tan obvio es para usted, le pido por favor que no haga preguntas.
Jeremy siempre se juzgó a si mismo duramente, y no iba a cambiar ese hecho en aquél momento. Desde que la conoció, siempre había pensado que Arden le soportaba por lástima, por haber llevado a André con él el primer día, permitiéndola conocer más cosas sobre él de las que le gustaría. Y, sin embargo, aún creyendo esto, el pianista le permitió sus juegos y siguió buscando su compañía, ya no por el dinero, sino por disfrutar de ella aunque se engañara a sí mismo. Después de todo, a las personas no suele importarles que les digan una mentira, siempre que sean entretenidas por ella.
Agradeció con un gesto de su cabeza tanto el que tratase de limpiar sus heridas como el que no le dijera nada a Andre. No pasó por alto que la joven no había respondido a su pregunta, pero, después de todo, él tampoco lo había hecho. Algunos secretos es mejor mantenerlos ocultos.
Comenzó a moverse para tratar de incorporarse, pero se encontró con un obstáculo imprevisto. No lo vio venir, tanto por su visión emborronada y el dolor como por lo improbable de la situación. Los suaves labios de la joven se posaron cuidadosamente sobre los suyos en un gesto lleno de sentimiento. No estaba preparado para eso, y la mano sobre la que se apoyaba para levantarse perdió su fuerza para devolver su espalda contra la pared, haciéndole darse un pequeño coscorrón ante el cual soltó un "auch" entre dientes, frotándose la zona del golpe. Afortunadamente, eso le sirvió para poder actuar como si aquello no hubiese pasado, como si fuera algo normal, sin importancia (no la tenía, desde luego que no), evitando su mirada nerviosamente, buscando cualquier cosa que decir para poder romper el silencio que amenazaba con hacerse realmente incómodo. Por fortuna, fue ella quien lo hizo por él, aunque cuando repasó mentalmente la pregunta, deseó que no lo hubiera hecho.
-Y-yo...
Las palabras no se ordenaban en su boca, por lo que aceptó su mano para tratar de incorporarse, notando especialmente el dolor en su pierna dañada y buscando inmediatamente el apoyo contra la pared, posando todo su peso sobre la otra. Respiró costosamente, llevando una mano al interior de la chaqueta desabrochada y manchada de sangre de su traje, haciendo presión sobre el golpe que había recibido en su costado, esperando que mitigara para poder pensar en moverse.
-Te-tengo que volver a casa y... y arreglar todo esto.-explicó, señalándose con un movimiento de cabeza a sí mismo.- André estará dormido, quien se encarga de su cuidado no vuelve hasta la tarde. Tengo que...
Murmuró algo para sí mismo, como si hiciera una rápida lista de las cosas que necesitaba hacer, obviamente afectado por los golpes en la cabeza, demasiado aturdido como para pensar con claridad. Comenzó a caminar por sí mismo, o más bien a arrastrar torpemente los pies con la intención de llegar a su casa, eventualmente. Muy eventualmente. Pareció percatarse de algo al segundo siguiente, pues se volvió hacia Arden.
-Creo... creo que puedo coserle la herida, y pu-puedo ofrecerla una cama por esta noche, s-si lo desea.-llevó una mano a la herida de su frente, palpándola con cuidado, bajando a continuación hasta su ojo amoratado, preocupado más por qué explicación le daría a André que por él mismo.- ¿Cree que... se notará mucho por la mañana?
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
La obviedad de los hechos, residen en la conclusión; no en cada paso que lo llevo a esta decisión. Pero claramente la condición física y emocional del artista no era la más apta para poder afrontar la situación. Creo que nunca había visto a una víctima de los crímenes humanos. No se ven muy distintos a cuando un vampiro los muerde, o se llevan un round con un hombre lobo. Es extraño sin embargo, pensar en la incapacidad del ser humano para la compasión. La naturaleza, debo admitir es más noble, únicamente hieren a aquellos que os atacan, y usualmente, cuando son de diferentes razas. ¿Cómo puede tener más compasión un perro al adoptar un cachorro de otra especie, que un hijo de Dios a ver que otro ser sufre? Estar con mi padre, me evitaba pensar, y cuestionarme la realidad frente a mis ojos. Sola, mi vida está llena de golpes que no se reflejan en mi cuerpo, pero comienzan a horadar la inocencia de mi alma. Más que un reto, cada situación que escapa mi comprensión del comportamiento del ser humano, se convierte en un auto-descubrimiento de mis creencias. ¿He estado equivocada todo este tiempo? ¿Lo estaba mi padre?
Se sujeta de la pared. Definitivamente no está acostumbrado a esto, y no necesito saber de medicina, para poder determinar que el movimiento errático de sus ojos, es el principio de una trombosis emocional que, definitivamente, no puede manejar. Niego con la cabeza. No sé qué es más triste, que el maestro no sepa cómo manejarlo siendo un hombre ya maduro; o que yo sepa hacerlo sin arrepentimientos ni templanzas desde antes de alcanzar la adultez. Pero me lo preguntaré durante semanas de hoy en adelante hasta que pueda determinarlo, un viaje sin retorno. Doy un horrible silbido que resuena por las paredes raídas de la pobre vecindad. – “Te aprecio, me agradas, hasta podría decir que me gustas, quizá para un cortejo. Pero créeme, Jeremy, en este momento no tienes la capacidad de poder hacerte cargo de nada.” – Omito a parte en la que pienso, que por el contrario, a mí me sobra la experiencia. – “Déjame ayudarte”- Me coloco del lado izquierdo y paso su mano por mi hombro. Rodeo su cintura con mi brazo y con el derecho, mantengo su mano sujeta a la mía, haciendo balance a nuestros cuerpos unidos. ¿Y quién lo diría? ¿Dónde ha quedado e círculo de espacio personal? No tengo las fuerzas para reírme abiertamente, pero nada me borra la sonrisa que me procura el pensamiento. No, definitivamente no voy a olvidar ese evento. E galope se escucha a lo lejos y acercándose raudamente. – “Yo me ocuparé de todo, ¿de acuerdo?” – Beso su cabeza, con ternura, siento que es un niño asustado, y mis acciones no difieren de lo que haría con André. – “Su hermano lo ama”- Voy avanzando con el peso de ambos todo lo que puedo, hacia donde se escucha e sonido galopante. – “Nunca pensaría mal de ti, créeme. Eres su héroe. Lo sé, porque mi hermano mayor era… es el mío. Fuerte, valiente, atractivo, inteligente, bueno a veces es un poco idiota, ¿pero no lo son todos en algún momento?” – Quiero distraerlo con e palabrerío, que no piense más en el dolor y lo acontecido para que siga avanzando.
Finalmente mi chica llega al rescate. No es cualquier cosa, o no señores y señoras. Es una majestuosa visión de las maravillas de la naturaleza. Un enorme e idílico percherón dorado, traída de uno de los mejores criadores de España. Es extremadamente fuerte, con paso veloz, y sabe muy bien que hacer. – “Hola chica. Profesor Legrand, esta es Selene. Sel, hermosa, el profesor y yo necesitamos ayuda.”- No necesito decir más y por sí mismo, el animal se arrodilla permitiéndome que ayude al profesor a tomar la montura. En la montura hay 3 bolsas que el brío corcel lleva a cargas Una con armas, otra con objetos santificados, y la tercera y más robusta, materia médico. Tomo una venda y se a coloco con pesar en la cabeza, no necesita perder más sangre. Un frasco pequeño, con un líquido de un aspecto muy poco agradable, es el segundo paso. – “Bébelo, no es opcional, te mantendrá despierto, no puedes desmayarte hasta destino, ¿has entendido?”- Atendido mi compañero, dejo que el caballo se levante. Podría con el peso de ambos, pero no quiero forzarla. Esto va a doler. Quiera o no, debo tomarme de las riendas para poder subir, y mi brazo no o recibe con parsimonia. Una punzada me atraviesa de dolor, pero una vez acomodada detrás del hombre, estamos listos para partir. – “Háblame, mantente despierto, ¿entendiste? Explícame como terminaste envuelto en este desastre.” – Mi voz es demandante, necesito que permanezca consciente, de lo contrario, me veré de buscar un médico que pueda atenderlo, y no sabría cómo justificar esto.
Se sujeta de la pared. Definitivamente no está acostumbrado a esto, y no necesito saber de medicina, para poder determinar que el movimiento errático de sus ojos, es el principio de una trombosis emocional que, definitivamente, no puede manejar. Niego con la cabeza. No sé qué es más triste, que el maestro no sepa cómo manejarlo siendo un hombre ya maduro; o que yo sepa hacerlo sin arrepentimientos ni templanzas desde antes de alcanzar la adultez. Pero me lo preguntaré durante semanas de hoy en adelante hasta que pueda determinarlo, un viaje sin retorno. Doy un horrible silbido que resuena por las paredes raídas de la pobre vecindad. – “Te aprecio, me agradas, hasta podría decir que me gustas, quizá para un cortejo. Pero créeme, Jeremy, en este momento no tienes la capacidad de poder hacerte cargo de nada.” – Omito a parte en la que pienso, que por el contrario, a mí me sobra la experiencia. – “Déjame ayudarte”- Me coloco del lado izquierdo y paso su mano por mi hombro. Rodeo su cintura con mi brazo y con el derecho, mantengo su mano sujeta a la mía, haciendo balance a nuestros cuerpos unidos. ¿Y quién lo diría? ¿Dónde ha quedado e círculo de espacio personal? No tengo las fuerzas para reírme abiertamente, pero nada me borra la sonrisa que me procura el pensamiento. No, definitivamente no voy a olvidar ese evento. E galope se escucha a lo lejos y acercándose raudamente. – “Yo me ocuparé de todo, ¿de acuerdo?” – Beso su cabeza, con ternura, siento que es un niño asustado, y mis acciones no difieren de lo que haría con André. – “Su hermano lo ama”- Voy avanzando con el peso de ambos todo lo que puedo, hacia donde se escucha e sonido galopante. – “Nunca pensaría mal de ti, créeme. Eres su héroe. Lo sé, porque mi hermano mayor era… es el mío. Fuerte, valiente, atractivo, inteligente, bueno a veces es un poco idiota, ¿pero no lo son todos en algún momento?” – Quiero distraerlo con e palabrerío, que no piense más en el dolor y lo acontecido para que siga avanzando.
Finalmente mi chica llega al rescate. No es cualquier cosa, o no señores y señoras. Es una majestuosa visión de las maravillas de la naturaleza. Un enorme e idílico percherón dorado, traída de uno de los mejores criadores de España. Es extremadamente fuerte, con paso veloz, y sabe muy bien que hacer. – “Hola chica. Profesor Legrand, esta es Selene. Sel, hermosa, el profesor y yo necesitamos ayuda.”- No necesito decir más y por sí mismo, el animal se arrodilla permitiéndome que ayude al profesor a tomar la montura. En la montura hay 3 bolsas que el brío corcel lleva a cargas Una con armas, otra con objetos santificados, y la tercera y más robusta, materia médico. Tomo una venda y se a coloco con pesar en la cabeza, no necesita perder más sangre. Un frasco pequeño, con un líquido de un aspecto muy poco agradable, es el segundo paso. – “Bébelo, no es opcional, te mantendrá despierto, no puedes desmayarte hasta destino, ¿has entendido?”- Atendido mi compañero, dejo que el caballo se levante. Podría con el peso de ambos, pero no quiero forzarla. Esto va a doler. Quiera o no, debo tomarme de las riendas para poder subir, y mi brazo no o recibe con parsimonia. Una punzada me atraviesa de dolor, pero una vez acomodada detrás del hombre, estamos listos para partir. – “Háblame, mantente despierto, ¿entendiste? Explícame como terminaste envuelto en este desastre.” – Mi voz es demandante, necesito que permanezca consciente, de lo contrario, me veré de buscar un médico que pueda atenderlo, y no sabría cómo justificar esto.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
-Por lo menos estamos de acuerdo en algo...
Jeremy no pensó que aquellas palabras pronunciadas con la pesadez proporcionada por el dolor y el cansancio pudieran ser interpretadas, en respuesta a Arden, de manera errónea. El había tomado su "quizá para un cortejo" como una broma o una burla sin maldad, pues era muy evidente lo ciego y negado que era para aquellas cosas, las cuales ni tan siquiera se planteaba. Ella tenía razón, no estaba en condiciones de hacer nada más que dejarse caer en el primer lugar apto para el sueño que encontrara, pero el pensamiento de André seguía preocupándole.
Aceptó la ayuda, o más bien podría decirse que no se resistió a ella, pues no estaba en condiciones de hacerlo. Apenas sentía su propio cuerpo, solo el insistente quejido de cada músculo, por lo que no era exactamente consciente de todo lo que estaba ocurriendo, de la cercanía de Arden que tanto había intentado evitar, llegando incluso a imponer normas que esa noche no quedaban contempladas. Ni siquiera sentía que su mano estuviera aferrada a la de ella, afianzando su agarre en un actorreflejo más que como un movimiento deliberado. Incluso el movimiento de su cabeza hundiéndose entre sus hombros ante el tranquilizador beso parece más una reacción instintiva que un gesto premeditado. No dice nada, permitiendo que parte de su peso reposara en Arden, pidiéndola solo con un suave tensar de sus dedos entre su mano que caminara más despacio.
-Creo que tengo más de idiota que de héroe.-murmuró, parpadeando pesadamente, intentando aclarar su vista y mantenerse despierto. Inspiró profundamente, conteniendo las emociones, también adormiladas y erráticas, que amenazaban con ser despertadas.- No creo que me parezca nada a su hermano...
Su voz sonaba cada vez más distante, como si se esforzara por seguir consciente, centrándose en caminar, tratando de enfocar el camino frente a él, aquél corcel que se arrodillaba frente a ellos y las peculiares alforjas que llevaba cargadas. No pudo evitar manifestar un quejido cuando Arden le ayudó a montar a la yegua, encogiéndose sobre sí mismo y agarrándose a las riendas como pudo, evitando el perder el equilibrio y caer. ¿Estaba poniéndole algo en la cabeza? No lo sabía, no era consciente de muchas cosas que ocurrían a su alrededor, tomando aquél brebaje que se le ofrecía con una mano roja por la sangre seca y temblorosa por el frío que sentía.
Quitó el corcho que lo mantenía sellado con los dientes, escupiéndolo a un lado y llevándose el contenido a la boca sin rechistar. El terrible sabor fue totalmente inesperado, y más que el líquido, aquello fue lo que le ayudó a mantenerse despierto, tosiendo costosamente por aquél mal trago, doblándose una vez más sobre sí mismo por la punzada en su costado.
-Gracias, supongo...-dijo con la voz rasposa por el brebaje, tratando de encontrar el humor en todo eso, como un refugio temporal. Mientras tanto, siente como la mujer se acomoda tras él, y por fortuna para el equino él no era precisamente un peso pesado. Asintió con la cabeza ante la petición de la joven, refugiándose en la chaqueta destrozada de su traje antes de que su cuerpo se destemplase más- No me pregunte sobre eso, por favor.-repitió.- Si eso la tranquiliza, le diré que la sangre en mis manos es toda mía. Nunca he usado un arma contra nadie, y bien pensado, ha sido una suerte que ese gorila no lo supiera, porque no habría sido capaz de disparar.
¿Pensaría ella que era un monstruo? ¿Un frío asesino o algo por el estilo? Aquello le preocupaba lo suficiente como mantenerle aún más despierto, pero no podía explicarle nada más. No podía responder a sus preguntas, porque no solo correría André peligro si llegaba a oídos de Mist que había abierto la bocaza una vez más, no solo podía asegurar que dormiría con los peces, sino que temía involucrar también a la persona que le había sacado de quicio por primera vez en muchos años, la persona cuya compañía y extraños manerismos había acabado disfrutando, sino que, además, había salvado su vida aquella noche.
-Le prometo que no la molestaré con mil preguntas sobre todo esto, pero necesito, de verdad lo necesito, que no me obligue a responder las suyas.-respiró profundamente, carraspeando incómodo por aquél horrible sabor aún presente en su garganta. Sentía el roce de la figura tras de sí, su firme presencia pese a que ella tampoco había salido impune de la contienda, y supo que le estaba escuchando sin que necesitase alzar más la voz.- ¿Estamos...-levantó brevemente la vista para mirar a su alrededor, todavía desubicado, asaltado una vez más por la sensación de urgencia.- ...cerca de mi casa? Tengo... tengo que adecentarme antes de que despierte André.
Jeremy no pensó que aquellas palabras pronunciadas con la pesadez proporcionada por el dolor y el cansancio pudieran ser interpretadas, en respuesta a Arden, de manera errónea. El había tomado su "quizá para un cortejo" como una broma o una burla sin maldad, pues era muy evidente lo ciego y negado que era para aquellas cosas, las cuales ni tan siquiera se planteaba. Ella tenía razón, no estaba en condiciones de hacer nada más que dejarse caer en el primer lugar apto para el sueño que encontrara, pero el pensamiento de André seguía preocupándole.
Aceptó la ayuda, o más bien podría decirse que no se resistió a ella, pues no estaba en condiciones de hacerlo. Apenas sentía su propio cuerpo, solo el insistente quejido de cada músculo, por lo que no era exactamente consciente de todo lo que estaba ocurriendo, de la cercanía de Arden que tanto había intentado evitar, llegando incluso a imponer normas que esa noche no quedaban contempladas. Ni siquiera sentía que su mano estuviera aferrada a la de ella, afianzando su agarre en un actorreflejo más que como un movimiento deliberado. Incluso el movimiento de su cabeza hundiéndose entre sus hombros ante el tranquilizador beso parece más una reacción instintiva que un gesto premeditado. No dice nada, permitiendo que parte de su peso reposara en Arden, pidiéndola solo con un suave tensar de sus dedos entre su mano que caminara más despacio.
-Creo que tengo más de idiota que de héroe.-murmuró, parpadeando pesadamente, intentando aclarar su vista y mantenerse despierto. Inspiró profundamente, conteniendo las emociones, también adormiladas y erráticas, que amenazaban con ser despertadas.- No creo que me parezca nada a su hermano...
Su voz sonaba cada vez más distante, como si se esforzara por seguir consciente, centrándose en caminar, tratando de enfocar el camino frente a él, aquél corcel que se arrodillaba frente a ellos y las peculiares alforjas que llevaba cargadas. No pudo evitar manifestar un quejido cuando Arden le ayudó a montar a la yegua, encogiéndose sobre sí mismo y agarrándose a las riendas como pudo, evitando el perder el equilibrio y caer. ¿Estaba poniéndole algo en la cabeza? No lo sabía, no era consciente de muchas cosas que ocurrían a su alrededor, tomando aquél brebaje que se le ofrecía con una mano roja por la sangre seca y temblorosa por el frío que sentía.
Quitó el corcho que lo mantenía sellado con los dientes, escupiéndolo a un lado y llevándose el contenido a la boca sin rechistar. El terrible sabor fue totalmente inesperado, y más que el líquido, aquello fue lo que le ayudó a mantenerse despierto, tosiendo costosamente por aquél mal trago, doblándose una vez más sobre sí mismo por la punzada en su costado.
-Gracias, supongo...-dijo con la voz rasposa por el brebaje, tratando de encontrar el humor en todo eso, como un refugio temporal. Mientras tanto, siente como la mujer se acomoda tras él, y por fortuna para el equino él no era precisamente un peso pesado. Asintió con la cabeza ante la petición de la joven, refugiándose en la chaqueta destrozada de su traje antes de que su cuerpo se destemplase más- No me pregunte sobre eso, por favor.-repitió.- Si eso la tranquiliza, le diré que la sangre en mis manos es toda mía. Nunca he usado un arma contra nadie, y bien pensado, ha sido una suerte que ese gorila no lo supiera, porque no habría sido capaz de disparar.
¿Pensaría ella que era un monstruo? ¿Un frío asesino o algo por el estilo? Aquello le preocupaba lo suficiente como mantenerle aún más despierto, pero no podía explicarle nada más. No podía responder a sus preguntas, porque no solo correría André peligro si llegaba a oídos de Mist que había abierto la bocaza una vez más, no solo podía asegurar que dormiría con los peces, sino que temía involucrar también a la persona que le había sacado de quicio por primera vez en muchos años, la persona cuya compañía y extraños manerismos había acabado disfrutando, sino que, además, había salvado su vida aquella noche.
-Le prometo que no la molestaré con mil preguntas sobre todo esto, pero necesito, de verdad lo necesito, que no me obligue a responder las suyas.-respiró profundamente, carraspeando incómodo por aquél horrible sabor aún presente en su garganta. Sentía el roce de la figura tras de sí, su firme presencia pese a que ella tampoco había salido impune de la contienda, y supo que le estaba escuchando sin que necesitase alzar más la voz.- ¿Estamos...-levantó brevemente la vista para mirar a su alrededor, todavía desubicado, asaltado una vez más por la sensación de urgencia.- ...cerca de mi casa? Tengo... tengo que adecentarme antes de que despierte André.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Los percherones son caballos de guerra. Miden hasta 2metros 20 centímetros, y un peso entre 800 a 1500 kilos. Son grandes, robustos y pueden soportar hasta 500 kilos de peso. Es algo completamente extraordinario. Supuse que regresaría a casa con dos cadáveres que ocultar; vampíricos, por supuesto. De todos modos ha sido una buena elección. Selene aquí, mide 1metro con 86 centímetros y el peso combinado de ambos, no cubre ni la mitad de lo que realmente puede llevar a cuestas. Los bolsos son un extra, claro está, pero aun así, puede llevarnos a un paso raudo cómodamente.
Las palabras del profesor Legrand se quedaron en mi mente mientras trata de sostenerlo y conducir al corcel a destino; aunque no fuere tan necesario, puesto que ella por sí misma, sabe el camino. ¿Realmente me podía considerar atractiva? Incluso sabiendo todo lo que ahora vio de mí, ¿tendría el coraje de cortejarme? Quizá no toda esperanza este perdida después de todo. Puede que haya, caballeros decentes, que se atrevan a permanecer a mi lado, una vez que sepan quién soy; y que hago. No, no se parece en nada a mi hermano. Él nos hubiese rescatado a ambos, sin hacerse un ápice de daño. Nos hubiese regañado por nuestra incompetencia y nos estaría llevando sanos y salvo al hogar. O tal vez, sea sólo el amor de hermana que me hace que lo vea como si fuera todo un hombre de acero; incorruptible, firme, y enérgico. No es exactamente lo que Jeremy refleja. Pero todo eso carece de sentido en cuanto posa sus largos dedos en el piano y hace mi mente volar. No necesito que me alce en brazos musculosos si me eleva con su música. Existen otras cualidades, que hacen del hombre una persona loable. Incluso con los errores que, a simple vista, se pueden ver que ha cometido. Realmente, no hay errores en la vida, puesto que en el momento que tomamos a decisión, nos pareció que era el camino indicado. Entendería, que es más la falta de perspectiva y el desconocimiento al momento de la elección que otra cosa.
Aun así, insiste en no hablar del tema. – “Tarde que temprano, lo averiguaré de todos modos. Ni siquiera tengo que molestarme en investigar. La mentira tiene patas cortas Jeremy; si planeas continuar con esto, no creo que llegues muy lejos. Puedo explicarte lo que viste de mi hoy. ¿No puedes tu hacer lo mismo? Sé que no serías capaz de dañar a nadie, por eso mismo te ayude esta noche. Y lo seguiré haciendo; siempre y cuando, no tomes un camino en el que no pueda seguirte. ¿Lo entiendes?” – La verdad que lecciones de vida en el estado en el que esta, no creo que las entienda. Ni siquiera el concepto que deseo hacerle entender. No es indefenso, es algo peor. Es un niño inocente, fácil de engañar y por eso, es que ha terminado envuelto en algo como esto. Cuanto agradezco a Dios, que mi padre y mi hermano, a pesar de ser en extremo… cautelosos con mi persona, por no decir que vivía en una caja de cristal; estaban conmigo en todo momento. Una familia es el núcleo que te ayuda a crecer como persona y te guían por el camino correcto. Los Legrand han perdido a sus guías hace mucho tiempo; y aunque pianista, ya es un hombre mayor, la única verdad absoluta en este mundo, es que siempre necesitamos de mamá y papá. – “¡Háblame!” – Odio pensar que tras que se encuentra adolorido y aturdido, estoy siendo tan brusca con él. Pero es, lamentablemente, el único método.
Por suerte las luces de la mansión, comienzan a divisarse a lo lejos. – “No. Estamos llegando a MI casa.” – En cuanto llegue, enviaré al ama de llaves, junto con el cochero y otro acompañante a que vayan por André. Se quedarán con él hasta que despierte, e vestirán y lo traerán aquí. Ya tengo la excusa, y como ella gusta tanto del niño, y el niño de mi nana; no se sobresaltará. Es alguien ajeno al hogar, sin duda, pero no un extraño. Se inventará un accidente, el hermano mayor, será un héroe. Problema resuelto. En cuanto entro, varios criados corren a nuestra ayuda. Bajan al joven y lo disponen a trasladar a una habitación, mientras lo cargan entre dos. – “Jeremy, tienes que prestar atención. Ya he dado las instrucciones, André estará bien. Pero uno, debemos atender tus heridas antes de que empeoren. Dos, necesito las llaves de tu casa. Irán a cuidarlo y cuando despierte, aquí le traerán. ¿Algo más que necesites?” – Esta prácticamente desmayado, en parte el desgaste, en parte el dolor. Espero que sea eso, y no una herida interna, o de lo contrario, estamos hablando de un posible caso de vida o muerte; no es algo que desee enfrentar en este momento. – “Hey, respóndeme. Respóndeme o permitiré que todos violen tu circulo de espacio personal, mas allá de tus dedos, tus manos y cosas que ni te imaginas.” – Lo harán de todos modos, tienen que sanarlo; pero necesito que reaccione, antes que el efecto de la morfina, lo haga sucumbir en brazos de Morfeo.
Las palabras del profesor Legrand se quedaron en mi mente mientras trata de sostenerlo y conducir al corcel a destino; aunque no fuere tan necesario, puesto que ella por sí misma, sabe el camino. ¿Realmente me podía considerar atractiva? Incluso sabiendo todo lo que ahora vio de mí, ¿tendría el coraje de cortejarme? Quizá no toda esperanza este perdida después de todo. Puede que haya, caballeros decentes, que se atrevan a permanecer a mi lado, una vez que sepan quién soy; y que hago. No, no se parece en nada a mi hermano. Él nos hubiese rescatado a ambos, sin hacerse un ápice de daño. Nos hubiese regañado por nuestra incompetencia y nos estaría llevando sanos y salvo al hogar. O tal vez, sea sólo el amor de hermana que me hace que lo vea como si fuera todo un hombre de acero; incorruptible, firme, y enérgico. No es exactamente lo que Jeremy refleja. Pero todo eso carece de sentido en cuanto posa sus largos dedos en el piano y hace mi mente volar. No necesito que me alce en brazos musculosos si me eleva con su música. Existen otras cualidades, que hacen del hombre una persona loable. Incluso con los errores que, a simple vista, se pueden ver que ha cometido. Realmente, no hay errores en la vida, puesto que en el momento que tomamos a decisión, nos pareció que era el camino indicado. Entendería, que es más la falta de perspectiva y el desconocimiento al momento de la elección que otra cosa.
Aun así, insiste en no hablar del tema. – “Tarde que temprano, lo averiguaré de todos modos. Ni siquiera tengo que molestarme en investigar. La mentira tiene patas cortas Jeremy; si planeas continuar con esto, no creo que llegues muy lejos. Puedo explicarte lo que viste de mi hoy. ¿No puedes tu hacer lo mismo? Sé que no serías capaz de dañar a nadie, por eso mismo te ayude esta noche. Y lo seguiré haciendo; siempre y cuando, no tomes un camino en el que no pueda seguirte. ¿Lo entiendes?” – La verdad que lecciones de vida en el estado en el que esta, no creo que las entienda. Ni siquiera el concepto que deseo hacerle entender. No es indefenso, es algo peor. Es un niño inocente, fácil de engañar y por eso, es que ha terminado envuelto en algo como esto. Cuanto agradezco a Dios, que mi padre y mi hermano, a pesar de ser en extremo… cautelosos con mi persona, por no decir que vivía en una caja de cristal; estaban conmigo en todo momento. Una familia es el núcleo que te ayuda a crecer como persona y te guían por el camino correcto. Los Legrand han perdido a sus guías hace mucho tiempo; y aunque pianista, ya es un hombre mayor, la única verdad absoluta en este mundo, es que siempre necesitamos de mamá y papá. – “¡Háblame!” – Odio pensar que tras que se encuentra adolorido y aturdido, estoy siendo tan brusca con él. Pero es, lamentablemente, el único método.
Por suerte las luces de la mansión, comienzan a divisarse a lo lejos. – “No. Estamos llegando a MI casa.” – En cuanto llegue, enviaré al ama de llaves, junto con el cochero y otro acompañante a que vayan por André. Se quedarán con él hasta que despierte, e vestirán y lo traerán aquí. Ya tengo la excusa, y como ella gusta tanto del niño, y el niño de mi nana; no se sobresaltará. Es alguien ajeno al hogar, sin duda, pero no un extraño. Se inventará un accidente, el hermano mayor, será un héroe. Problema resuelto. En cuanto entro, varios criados corren a nuestra ayuda. Bajan al joven y lo disponen a trasladar a una habitación, mientras lo cargan entre dos. – “Jeremy, tienes que prestar atención. Ya he dado las instrucciones, André estará bien. Pero uno, debemos atender tus heridas antes de que empeoren. Dos, necesito las llaves de tu casa. Irán a cuidarlo y cuando despierte, aquí le traerán. ¿Algo más que necesites?” – Esta prácticamente desmayado, en parte el desgaste, en parte el dolor. Espero que sea eso, y no una herida interna, o de lo contrario, estamos hablando de un posible caso de vida o muerte; no es algo que desee enfrentar en este momento. – “Hey, respóndeme. Respóndeme o permitiré que todos violen tu circulo de espacio personal, mas allá de tus dedos, tus manos y cosas que ni te imaginas.” – Lo harán de todos modos, tienen que sanarlo; pero necesito que reaccione, antes que el efecto de la morfina, lo haga sucumbir en brazos de Morfeo.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
"¡Háblame!" gritaba ella, pero su lengua no era capaz de formar las palabras. Ella no sabía nada, y así debería seguir siéndolo, pero eso significaba que seguiría con una idea de él equivocada. Tal vez, pensó Jeremy, aquello era lo mejor. Levantar otro muro y fingir ser alguien que no era. Quizás no podía protegerla en una situación como la de aquella noche, pero podía hacerlo de otras formas que implicaban otro tipo de sacrificio.
-¿Qué es tan difícil de entender?-dijo en un tono de enfado, girando levemente la cabeza para tratar de mirarla a su espalda.- ¡Manténgase al margen de esto, por f...!-se corrigió inmediatamente, sabiendo que el pedirlo educadamente no surtiría efecto alguno.- ¡... Se lo advierto!
ya era bastante malo que Gaulthier y sus hombres la hubieran visto protegerle. Jeremy rezaba internamente para que no hubiesen visto su rostro bajo aquél sombrero, pero conocía a ese hombre, y sabía bien que removería cielo y tierra para encontrarla y tratar de chantajearle. Así funcionaban las cosas en el bajo mundo: si tenías algo que proteger, tenías mucho que perder.
Ante la revelación de que no iban a su casa, sino a la mansión Gladstone, Jeremy se tensó notablemente, ignorando incluso el dolor al ejecutar aquél movimiento.
-¡¿Por qué me pregunta dónde quiero ir si va a hacer lo que le venga en gana?!
Ni siquiera pudo gritar, y mucho menos sonar imponente con el tono arrastrado de su voz. No obstante, al escuchar que iba a encargar a sus sirvientes que se ocuparan de André y le trajeran por la mañana, pareció tranquilizarse un poco.
-Bien...-murmuró, todavía negándose a abandonar su protesta, volviendo la vista al frente.- Usted gana, pero nada de médicos.-¿quería salirse con la suya? Muy bien, pero él también tenía sus condiciones.- Estoy bien, solo necesito dormir.-llevó una mano a la herida de su frente, cubierta ahora por el vendaje de Arden.-Y tal vez un par de remiendos.
Sus llaves seguían en el bolsillo de su chaqueta, las sentía tintinear con el galope del equino. Cuando llegaron ante la gran vivienda de la joven y la yegua se detuvo, Jeremy descendió de su grupa sujetándose a las alforjas para evitar perder el equilibrio. No sabía qué era el asqueroso brebaje que Arden le había dado, pero tal y como ella dijo, se sentía algo más despierto. Lo suficiente al menos. Trató de colocar su rasgada y ensangrentada camisa correctamente, aunque fue incapaz de volver a anudar su corbata, abrochando después su sucia chaqueta y estirando los bajos de ésta, intentando no parecer un maldito vagabundo borracho que acababa de perder una pelea de bar. Miró unos momentos en silencio a Arden, como si estuviera decidiendo qué iba a hacer a continuación. Resignado, bajó levemente la cabeza, tomando las llaves de su bolsillo y extendiéndolas en la palma de su mano hacia la joven.
-¿Podrías pedirles que me traigan algo de ropa, por favor?
Marchó al interior de la mansión con la ayuda de aquellos criados que corrieron raudos hacia ellos. Detestaba que otras personas le viesen en aquél estado, que pensaran que era un hombre débil y patético, capaz de nada más que de tocar el piano, un don nadie bueno para nada más. Lo había intentado todo, había hecho grandes sacrificios para mantener a su familia a flote, pero incluso entregando toda su energía, todo su aliento, había fallado. Se sentía tan inútil, una decepción para quienes una vez se preocuparon por él, incapaz de siquiera estar a la altura de sus sombras.
Todo ello fue lo que rondó por su cabeza mientras le llevaban hasta una habitación, dejándole en una cómoda cama que, para su inquietud, probablemente mancharía de sangre y mugre callejera. Notó cómo retiraban la venda de su frente y cosían la brecha en su sien y sobre su ceja izquierda,pero apenas sintió las punzadas por los efectos de la morfina en su cuerpo. Sintió una mano viajando hacia su torso, tratando de desabotonar la chaqueta de su traje, pero el pianista fue raudo, incluso estando medio drogado, en agarrar aquella mano en señal de que no iba a permitirlo, tan tenso por aquella situación que su mano sobre la del criado temblaba notablemente. No tenía ninguna herida grave en su cuerpo, solo contusiones de las que, si bien dejarían un buen moratón, se recuperaría sin mayor problema.
Cuando los criados se fueron, quedó solo en aquella oscura habitación, mirando al techo, con demasiadas cosas en su dolorida cabeza como para entregarse al sueño, la morfina solo sirviendo para calmar sus nervios y mitigar el dolor.
-¿Qué es tan difícil de entender?-dijo en un tono de enfado, girando levemente la cabeza para tratar de mirarla a su espalda.- ¡Manténgase al margen de esto, por f...!-se corrigió inmediatamente, sabiendo que el pedirlo educadamente no surtiría efecto alguno.- ¡... Se lo advierto!
ya era bastante malo que Gaulthier y sus hombres la hubieran visto protegerle. Jeremy rezaba internamente para que no hubiesen visto su rostro bajo aquél sombrero, pero conocía a ese hombre, y sabía bien que removería cielo y tierra para encontrarla y tratar de chantajearle. Así funcionaban las cosas en el bajo mundo: si tenías algo que proteger, tenías mucho que perder.
Ante la revelación de que no iban a su casa, sino a la mansión Gladstone, Jeremy se tensó notablemente, ignorando incluso el dolor al ejecutar aquél movimiento.
-¡¿Por qué me pregunta dónde quiero ir si va a hacer lo que le venga en gana?!
Ni siquiera pudo gritar, y mucho menos sonar imponente con el tono arrastrado de su voz. No obstante, al escuchar que iba a encargar a sus sirvientes que se ocuparan de André y le trajeran por la mañana, pareció tranquilizarse un poco.
-Bien...-murmuró, todavía negándose a abandonar su protesta, volviendo la vista al frente.- Usted gana, pero nada de médicos.-¿quería salirse con la suya? Muy bien, pero él también tenía sus condiciones.- Estoy bien, solo necesito dormir.-llevó una mano a la herida de su frente, cubierta ahora por el vendaje de Arden.-Y tal vez un par de remiendos.
Sus llaves seguían en el bolsillo de su chaqueta, las sentía tintinear con el galope del equino. Cuando llegaron ante la gran vivienda de la joven y la yegua se detuvo, Jeremy descendió de su grupa sujetándose a las alforjas para evitar perder el equilibrio. No sabía qué era el asqueroso brebaje que Arden le había dado, pero tal y como ella dijo, se sentía algo más despierto. Lo suficiente al menos. Trató de colocar su rasgada y ensangrentada camisa correctamente, aunque fue incapaz de volver a anudar su corbata, abrochando después su sucia chaqueta y estirando los bajos de ésta, intentando no parecer un maldito vagabundo borracho que acababa de perder una pelea de bar. Miró unos momentos en silencio a Arden, como si estuviera decidiendo qué iba a hacer a continuación. Resignado, bajó levemente la cabeza, tomando las llaves de su bolsillo y extendiéndolas en la palma de su mano hacia la joven.
-¿Podrías pedirles que me traigan algo de ropa, por favor?
Marchó al interior de la mansión con la ayuda de aquellos criados que corrieron raudos hacia ellos. Detestaba que otras personas le viesen en aquél estado, que pensaran que era un hombre débil y patético, capaz de nada más que de tocar el piano, un don nadie bueno para nada más. Lo había intentado todo, había hecho grandes sacrificios para mantener a su familia a flote, pero incluso entregando toda su energía, todo su aliento, había fallado. Se sentía tan inútil, una decepción para quienes una vez se preocuparon por él, incapaz de siquiera estar a la altura de sus sombras.
Todo ello fue lo que rondó por su cabeza mientras le llevaban hasta una habitación, dejándole en una cómoda cama que, para su inquietud, probablemente mancharía de sangre y mugre callejera. Notó cómo retiraban la venda de su frente y cosían la brecha en su sien y sobre su ceja izquierda,pero apenas sintió las punzadas por los efectos de la morfina en su cuerpo. Sintió una mano viajando hacia su torso, tratando de desabotonar la chaqueta de su traje, pero el pianista fue raudo, incluso estando medio drogado, en agarrar aquella mano en señal de que no iba a permitirlo, tan tenso por aquella situación que su mano sobre la del criado temblaba notablemente. No tenía ninguna herida grave en su cuerpo, solo contusiones de las que, si bien dejarían un buen moratón, se recuperaría sin mayor problema.
Cuando los criados se fueron, quedó solo en aquella oscura habitación, mirando al techo, con demasiadas cosas en su dolorida cabeza como para entregarse al sueño, la morfina solo sirviendo para calmar sus nervios y mitigar el dolor.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Una de las más bellas cualidades de la verdadera amistad, es entender y ser entendido. Algo que me es complicado en este momento, siendo que Jeremy Legrand, se niega a explicarme que es lo que sucede en su vida. Voltaire dijo que siempre es mejor exponerse a absolver a un hombre culpable, que a condenar a un inocente. En este momento, el pianista parece bastante culpable de haberse metido con, como mínimo, la mafia. Siento una profunda pena que no sé cómo expresar. Mi prioridad, reside en un niño inocente de apenas 8 años, en este momento. Si tuviera que elegir qué es lo que más me duele, es mi inocencia. La perdí aquella trágica noche, entre sangre y pedazos de mi madre en el salón; y enterraron esa partí de mi cuando dejaron su cuerpo reposar en la tierra fría de un cementerio. No podría soportar ver tener la oportunidad para que otros no sufrieran como yo, y no hacer nada. Pero para ser honestos, su hermano no está ayudando en lo absoluto.
Ropa es lo que pide, y por supuesto estaba en mis planes, entre… otros detalles. Tomo las llaves, y se las doy a mis criados instrucciones específicas. Sólo espero hacer lo correcto. Mi habitación estaba lista, igual que una criada para ayudarme. Me desvistieron con cuidado, cosieron la herida cerca del codo y colocaron morfina de manera local, para mitigar el dolor. Desafortunadamente, eso no evito que algunos gritos de dolor ahogados se salieran de mi boca. Me desinfectaron tanto como pudieron, y lavaron mi cuerpo, aunque dejando el brazo fuera de la tina. Nada grave, en unos 10 días, sería sólo otra cicatriz en la colección que comencé a hacer, desde que puse un pie en París. Las cosas, hasta el día de hoy, no habían salido en lo absoluto de acuerdo a lo que planee. Pero tener alguien en quien confiar, nunca puede ser malo, ¿O sí? Depende la persona, supongo. Quiero confiar en él, es una buena persona y me agrada. Tal vez, si yo comienzo primero…
Me puse mi camisón de noche, y una bata; por decencia, cuando al preguntar por mi acompañante, me lleve la terrible sorpresa de que no había dejado tocarse. ¿El golpe lo dejo tonto o qué? ¿De qué otra manera podrían curar sus heridas? Respiré profundo y tome un candelabro de una sola vela. – “Yo me ocupo, ha de estar dormido para este punto.”- Solicite un bote con agua tibia y un trapo para limpiar su cuerpo. Entre tan silenciosa como pude, requiriendo que dejaran las cosas a un lado junto a la puerta, yo me encargaría. Deje la poca luz en un mueble algo lejano, haciendo difícil la visión del uno al otro. Tome asiento a su lado y comencé a hablar calmada buscando acariciar su cabello. – “Cuando tenía 14 años, mi vida era casi perfecta. Mis padres, eran la envidia de todo Londres. El amor verdadero, es pasajero, dicen; pero no fue lo que sucedió con ellos. Una noche, en la que mi única preocupación era no ser castigada por mi atrevimiento. La luna estaba posada en el firmamento desde hacía rato; pero sólo quería otro rato con mi mejor amiga. Mi padre había salido a atender una emergencia, era, él es médico.” – Beso su frente, en lo poco que la tela no cubre de su cabeza. Trago saliva algo nerviosa, intento reponerme de ese momento, de poder expresarlo sin comenzar a llorar. – “Cuando… cuando entre a la casa… no. La puerta, tenía como… era una enorme línea de sangre. Estaba… nunca tuve tanto miedo como en ese momento. Adentro, el charco era… inmenso… y… El cochero me saco en cuanto escucho mi grito, pero mi primer instinto fue ir hacia mi madre. Era obvio que ya no tenía vida, pero, hasta que note que faltaba un pedazo de su cuello, seguía hablándole y sacudiéndola como si eso… No lo sé…”
El suspiro que sale de mi cuerpo, aparenta que proviene de un lugar más profundo que eso. Me levante y mojando la tela me acerque al maestro de piano. – “Por eso hago lo que hago. Nada jamás fue, ni será igual. Sólo sé que tuve que enterrar a mi madre, y ni siquiera sé que la mató.”- Llevo mi mano con el objeto húmedo a su cuello. Como no puedo ver sus ojos, no sé si está despierto o dormido. Lento comienzo a pasarlo para quitar todos los rastros de sangre y suciedad. – “No pude cuidar de ella. Déjame cuidar de ti.” Y con la intensión de poder continuar, intento desabrochar su camisa para proseguir el lavado.
Ropa es lo que pide, y por supuesto estaba en mis planes, entre… otros detalles. Tomo las llaves, y se las doy a mis criados instrucciones específicas. Sólo espero hacer lo correcto. Mi habitación estaba lista, igual que una criada para ayudarme. Me desvistieron con cuidado, cosieron la herida cerca del codo y colocaron morfina de manera local, para mitigar el dolor. Desafortunadamente, eso no evito que algunos gritos de dolor ahogados se salieran de mi boca. Me desinfectaron tanto como pudieron, y lavaron mi cuerpo, aunque dejando el brazo fuera de la tina. Nada grave, en unos 10 días, sería sólo otra cicatriz en la colección que comencé a hacer, desde que puse un pie en París. Las cosas, hasta el día de hoy, no habían salido en lo absoluto de acuerdo a lo que planee. Pero tener alguien en quien confiar, nunca puede ser malo, ¿O sí? Depende la persona, supongo. Quiero confiar en él, es una buena persona y me agrada. Tal vez, si yo comienzo primero…
Me puse mi camisón de noche, y una bata; por decencia, cuando al preguntar por mi acompañante, me lleve la terrible sorpresa de que no había dejado tocarse. ¿El golpe lo dejo tonto o qué? ¿De qué otra manera podrían curar sus heridas? Respiré profundo y tome un candelabro de una sola vela. – “Yo me ocupo, ha de estar dormido para este punto.”- Solicite un bote con agua tibia y un trapo para limpiar su cuerpo. Entre tan silenciosa como pude, requiriendo que dejaran las cosas a un lado junto a la puerta, yo me encargaría. Deje la poca luz en un mueble algo lejano, haciendo difícil la visión del uno al otro. Tome asiento a su lado y comencé a hablar calmada buscando acariciar su cabello. – “Cuando tenía 14 años, mi vida era casi perfecta. Mis padres, eran la envidia de todo Londres. El amor verdadero, es pasajero, dicen; pero no fue lo que sucedió con ellos. Una noche, en la que mi única preocupación era no ser castigada por mi atrevimiento. La luna estaba posada en el firmamento desde hacía rato; pero sólo quería otro rato con mi mejor amiga. Mi padre había salido a atender una emergencia, era, él es médico.” – Beso su frente, en lo poco que la tela no cubre de su cabeza. Trago saliva algo nerviosa, intento reponerme de ese momento, de poder expresarlo sin comenzar a llorar. – “Cuando… cuando entre a la casa… no. La puerta, tenía como… era una enorme línea de sangre. Estaba… nunca tuve tanto miedo como en ese momento. Adentro, el charco era… inmenso… y… El cochero me saco en cuanto escucho mi grito, pero mi primer instinto fue ir hacia mi madre. Era obvio que ya no tenía vida, pero, hasta que note que faltaba un pedazo de su cuello, seguía hablándole y sacudiéndola como si eso… No lo sé…”
El suspiro que sale de mi cuerpo, aparenta que proviene de un lugar más profundo que eso. Me levante y mojando la tela me acerque al maestro de piano. – “Por eso hago lo que hago. Nada jamás fue, ni será igual. Sólo sé que tuve que enterrar a mi madre, y ni siquiera sé que la mató.”- Llevo mi mano con el objeto húmedo a su cuello. Como no puedo ver sus ojos, no sé si está despierto o dormido. Lento comienzo a pasarlo para quitar todos los rastros de sangre y suciedad. – “No pude cuidar de ella. Déjame cuidar de ti.” Y con la intensión de poder continuar, intento desabrochar su camisa para proseguir el lavado.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Pudo oírlos. Aquellos gritos desgarrando el silencio. Sabía muy bien de quién eran, y quién era el responsable, un conocimiento que no le permitía siquiera cerrar los ojos, devorado por la culpa y la decepción consigo mismo. También estaba el enfado. Hacia ella, por sentir la maldita necesidad de salvarle el cuello y verse envuelta en la otra cara de su vida. En sus problemas. Especialmente después de todas las barreras que había intentado imponer, todos los límites que trató de establecer para alejarla, para evitar que conociera más de lo que él deseaba mostrar. Sus ojos volvieron a humedecerse ante aquella abismal impotencia, sintiéndose patético por ello.
Escuchó los pasos acercándose por el pasillo, una mano abriendo la puerta. No necesitaba volver la vista para saber de quién se trataba.
La tenue luz del candelabro apenas alumbraba los pues de la cama, ocultando su rostro y la tensión que agarrotaba su cuerpo. Pudo comprobar que la joven solo llevaba su ropa de noche y una simple bata encima, y enseguida apartó la mirada, como si traicionara su privacidad, especialmente cuando él, a excepción de sus zapatos, seguía vestido de arriba a abajo. No dijo nada, manteniéndose inmóvil, su respiración tratando de regularse y en apariencia consiguiéndolo, hasta que ella se sentó a su lado y volviera a tensar cada músculo de su cuerpo ante la mano hundiéndose en su cabello, sus dedos entrelazándose con los oscuros mechones y enviando un escalofrío hacia su pecho. Poco a poco, aquella tensión fue desapareciendo conforme aquellos dedos surcaban su cabeza, calmándole y transmitiéndole la preocupación que ella parecía sentir por él en ese instante, la necesidad de querer hacerle sentir mejor y no buscar nada a cambio.
Se permitió, no sin ciertas reservas, el disfrutar de ese instante, resguardado por la oscuridad del cuarto. Despacio, cuidando de no alterar sus caricias, su cabeza se giró suavemente para mirar a su oscura silueta recortada contra la lejana luz de la vela, escuchando en silencio la historia que había decidido confiarle. Jeremy conocía bien el tono de aquellas palabras, y supo entonces que se trataba de algo extremadamente íntimo, personal, que no había contado, al menos no de esa forma, a nadie. Era un relato solo para él, y sintió aquél terrible nudo en la garganta cuando ella besó su frente con aquella ternura. No por el gesto en si, sino porque en aquella cercanía pudo leerla, descubriendo la fuerza de los sentimientos que afloraban en ella al hablar de aquello. Quiso hablar, decirle que parara, que no era necesario... pero se detuvo, por que sí lo era. Lo era para ella.
No sin esfuerzo, trató de incorporarse con lentitud, sin un solo movimiento brusco, quedando su espalda apoyada contra el cabecero de la cama. Deseó poder hacer algo por ella, hacerla sentir mejor, aunque fuera por un momento. Jeremy nunca había estado tan cerca de nadie. Nunca. No así. Aquél era un instante extremadamente íntimo en el sentido emocional, y apostaría lo que fuera a que ella también estaba haciendo un gran esfuerzo para seguir hablando, para pedirle que confiara en ella de la misma forma que ella confiaba en él al mostrarle aquella faceta oculta.
Su mano se arrastró sobre las sábanas, buscando la de ella, rompiendo aquella estricta ley de espacio personal que se imponía a sí mismo, incapaz de siquiera rozar la piel ajena por temor al rechazo, despertando recuerdos extremadamente dolorosos. Y aún en aquella situación, mientras presionaba suavemente su mano contra la de ella, dejándola sentir el movimiento circular de su pulgar sobre su palma, tenía miedo. Le aterraba que ella le apartase, incluso cuando ese gesto no buscaba nada más que consolarla, por muy torpe que fuera el intento.
Su respiración volvió a entrecortarse cuando su otra mano viajó hacia su pecho, buscando desabrochar los botones de su camisa. Ella podría sentir el súbito temblar de su caricia, su cuerpo entero volviendo a tensarse ante la sola idea de que ella... no, no podía permitirlo.
Mientras que la mano sobre la de ella solo presionó ligeramente por la tensión acumulada, la otra se movió para atrapar la de ella, deteniéndola. No fue brusco en ningún momento, sino todo lo contrario, envolviendo sus dedos bajo los propios, temblando sin poder ocultarlo, unos segundos, sin dejarlos avanzar... pero tampoco retirarse.
Necesitaba tiempo, convencerse a sí mismo, prepararse como si aquello fuera más importante y problemático para él de lo que nadie podía imaginar. Antes había detenido a los criados porque eran un grupo, y además desconocidos, de ninguna manera permitiría algo así. Sin embargo, ella solo era ella. Era Arden. Y, arropado por la oscuridad, se sentía a salvo de su juicio. Si ella dibujara la mínima mueca de desagrado, eso él no lo sabría. A veces, la ignorancia era un buen consuelo.
Liberó la mano de la joven, su respiración tan entrecortada que el aire apenas llegaba a sus pulmones, forzándole a dar un par de bocanadas, sus ojos cerrados mientras colaboraba para deshacerse de la prenda. Siguió en aquella posición, sentado, su pecho subiendo y bajando y su corazón latiendo tan rápido como el de un ratón asustado. Si bien la oscuridad le ocultaba a la vista, del tacto no podría esconderse. Ella bien lo sentiría, incluso con el trapo interponiéndose entre su piel y la mano. Aquellas irregularidades, surcos y bultos a lo largo de su torso, los remanentes de cicatrices que jamás, nunca en toda su vida, había permitido ver a nadie. No dudaba de que ella habría torcido el gesto nada más notarlo, y si no había dicho nada era sin duda porque era demasiado amable, pero cada minuto de silencio contribuía a alimentar el terror que el músico estaba sintiendo en aquél momento.
-L-lo...-su voz apenas fue audible.- Lo s-siento.
Su mano volvió a alzarse, buscando la de ella, pidiéndole en aquél movimiento que le cediera el trapo. Podía hacerlo solo.
Escuchó los pasos acercándose por el pasillo, una mano abriendo la puerta. No necesitaba volver la vista para saber de quién se trataba.
La tenue luz del candelabro apenas alumbraba los pues de la cama, ocultando su rostro y la tensión que agarrotaba su cuerpo. Pudo comprobar que la joven solo llevaba su ropa de noche y una simple bata encima, y enseguida apartó la mirada, como si traicionara su privacidad, especialmente cuando él, a excepción de sus zapatos, seguía vestido de arriba a abajo. No dijo nada, manteniéndose inmóvil, su respiración tratando de regularse y en apariencia consiguiéndolo, hasta que ella se sentó a su lado y volviera a tensar cada músculo de su cuerpo ante la mano hundiéndose en su cabello, sus dedos entrelazándose con los oscuros mechones y enviando un escalofrío hacia su pecho. Poco a poco, aquella tensión fue desapareciendo conforme aquellos dedos surcaban su cabeza, calmándole y transmitiéndole la preocupación que ella parecía sentir por él en ese instante, la necesidad de querer hacerle sentir mejor y no buscar nada a cambio.
Se permitió, no sin ciertas reservas, el disfrutar de ese instante, resguardado por la oscuridad del cuarto. Despacio, cuidando de no alterar sus caricias, su cabeza se giró suavemente para mirar a su oscura silueta recortada contra la lejana luz de la vela, escuchando en silencio la historia que había decidido confiarle. Jeremy conocía bien el tono de aquellas palabras, y supo entonces que se trataba de algo extremadamente íntimo, personal, que no había contado, al menos no de esa forma, a nadie. Era un relato solo para él, y sintió aquél terrible nudo en la garganta cuando ella besó su frente con aquella ternura. No por el gesto en si, sino porque en aquella cercanía pudo leerla, descubriendo la fuerza de los sentimientos que afloraban en ella al hablar de aquello. Quiso hablar, decirle que parara, que no era necesario... pero se detuvo, por que sí lo era. Lo era para ella.
No sin esfuerzo, trató de incorporarse con lentitud, sin un solo movimiento brusco, quedando su espalda apoyada contra el cabecero de la cama. Deseó poder hacer algo por ella, hacerla sentir mejor, aunque fuera por un momento. Jeremy nunca había estado tan cerca de nadie. Nunca. No así. Aquél era un instante extremadamente íntimo en el sentido emocional, y apostaría lo que fuera a que ella también estaba haciendo un gran esfuerzo para seguir hablando, para pedirle que confiara en ella de la misma forma que ella confiaba en él al mostrarle aquella faceta oculta.
Su mano se arrastró sobre las sábanas, buscando la de ella, rompiendo aquella estricta ley de espacio personal que se imponía a sí mismo, incapaz de siquiera rozar la piel ajena por temor al rechazo, despertando recuerdos extremadamente dolorosos. Y aún en aquella situación, mientras presionaba suavemente su mano contra la de ella, dejándola sentir el movimiento circular de su pulgar sobre su palma, tenía miedo. Le aterraba que ella le apartase, incluso cuando ese gesto no buscaba nada más que consolarla, por muy torpe que fuera el intento.
Su respiración volvió a entrecortarse cuando su otra mano viajó hacia su pecho, buscando desabrochar los botones de su camisa. Ella podría sentir el súbito temblar de su caricia, su cuerpo entero volviendo a tensarse ante la sola idea de que ella... no, no podía permitirlo.
Mientras que la mano sobre la de ella solo presionó ligeramente por la tensión acumulada, la otra se movió para atrapar la de ella, deteniéndola. No fue brusco en ningún momento, sino todo lo contrario, envolviendo sus dedos bajo los propios, temblando sin poder ocultarlo, unos segundos, sin dejarlos avanzar... pero tampoco retirarse.
Necesitaba tiempo, convencerse a sí mismo, prepararse como si aquello fuera más importante y problemático para él de lo que nadie podía imaginar. Antes había detenido a los criados porque eran un grupo, y además desconocidos, de ninguna manera permitiría algo así. Sin embargo, ella solo era ella. Era Arden. Y, arropado por la oscuridad, se sentía a salvo de su juicio. Si ella dibujara la mínima mueca de desagrado, eso él no lo sabría. A veces, la ignorancia era un buen consuelo.
Liberó la mano de la joven, su respiración tan entrecortada que el aire apenas llegaba a sus pulmones, forzándole a dar un par de bocanadas, sus ojos cerrados mientras colaboraba para deshacerse de la prenda. Siguió en aquella posición, sentado, su pecho subiendo y bajando y su corazón latiendo tan rápido como el de un ratón asustado. Si bien la oscuridad le ocultaba a la vista, del tacto no podría esconderse. Ella bien lo sentiría, incluso con el trapo interponiéndose entre su piel y la mano. Aquellas irregularidades, surcos y bultos a lo largo de su torso, los remanentes de cicatrices que jamás, nunca en toda su vida, había permitido ver a nadie. No dudaba de que ella habría torcido el gesto nada más notarlo, y si no había dicho nada era sin duda porque era demasiado amable, pero cada minuto de silencio contribuía a alimentar el terror que el músico estaba sintiendo en aquél momento.
-L-lo...-su voz apenas fue audible.- Lo s-siento.
Su mano volvió a alzarse, buscando la de ella, pidiéndole en aquél movimiento que le cediera el trapo. Podía hacerlo solo.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Dar confianza es una prueba de valentía del coraje dentro de ti; al exponer tus heridas, y esperar lo mejor del otro. La confianza, termina convirtiéndose en fe; y la fe en una absoluta certeza. Pero alguien siempre, debe dar el primer paso. Jeremy es una persona sumamente desconfiada, algo que me hace creer, que debieron traicionarlo para ser así. Nacemos sin prejuicios, solo nuestro ambiente nos convierte en lo que somos. Su roce en mi mano, acariciándome, es tan sutil, pero para alguien como él, un enorme paso. Hacia tanto tiempo ya, que no sentía la calidez de una caricia, que incluso en la oscuridad, mis dientes resplandecieron levemente al sonreír, llegando a sonrojarme. No podría lastimarlo, ¿Por qué temer? ¿Acaso se avergüenza de su cuerpo? No conozco como los cuerpos masculinos deben, puesto que sólo conocí el torso desnudo de mi prometido. Mi hermano, realmente no cuenta.
Su temor, la incomodidad… ¿Necesita aún más confianza? ¿Por qué tiene tanto temor de ser quién es? Lo daría todo por ser quién soy todos los días, sin engaños ni mentiras. Deposito la tela en su mano y se levantó de la cama, sólo con el fin, de dejar su bata caer al suelo. – “Déjame enseñarte. No te asustes.” – Le hablo en un tono bajo, y pausado; deseando que realmente tenga un poco de confianza en mí. – “No es… apropiado. Pero la confianza se construye. No es culpa de quién confía, sino de quien viola con mentiras lo que el otro ofrece libremente. Quiero que sientas, sin juzgarme, como yo no te juzgo a ti.” Tome sus dedos con mi mano llevándolos bajo la bata. Los pose sobre una cicatriz en el muslo derecho, haciendo que recorriera su longitud. – “Una.” – La subí un poco más evitando rozar partes del cuerpo que pidieren hacerle sentir incómodo. En el abdomen bajo, del lado izquierdo, puse su mano pecaminosamente sobre la imperfección de una vieja herida. Acaricio sus dedos, buscando calmar su tacto. –“Dos. Hay más. No es por ella que deseo ser juzgada; y siendo mujer, es mucho peor. Son parte de mí, de lo que aprendí de lo que hice y lo que hoy soy. Si tu no me calificas por mis cicatrices, o mi cuerpo; prometo no hacerlo con el tuyo.”- Lo contuve hasta terminar la frase. – “No tengo miedo de ti. ¿Tú me temes? Sólo quiero ayudarte esta noche.”
Volví a tomar asiento y ayude a quitarle su camisa. Sí, es delegado, mucho. – “Si no revisamos las heridas y limpiamos tu cuerpo, nunca estaremos seguros de que no llevas algo más grave por dentro.” – Tome nuevamente el trapo y empecé a recorrer su tórax, limpiando la sangre, enjuagándola en la cubeta de agua tibia y repetir el proceso. Su cuello tan fino y largo. Sus clavículas tan marcadas, llaman mi atención. Es un cuerpo… normal supongo. Me he acostumbrado a conocer todos los músculos del varón viendo a mi hermano cuando limpiaba sus heridas. Esta es una complexión de alguien que no hace gran esfuerzo físico. Ni que entrena su masculinidad, por lo cual es casi curioso para mí. Es nuevo y diferente y se siente… delicado, casi frágil. Llego a sus hombros y me extiendo a lo largo del brazo. Todo en él parece kilométrico, extenso en todo su ser. – “Sé… sé que puedes sólo. Sé que te incomoda. No busco violar tus límites, solo deja que te cuiden esta noche. No todo roce es tortura, deja tus prejuicios durmiendo a la intemperie hoy. Relájate, te prometo que seré suave.”
Su temor, la incomodidad… ¿Necesita aún más confianza? ¿Por qué tiene tanto temor de ser quién es? Lo daría todo por ser quién soy todos los días, sin engaños ni mentiras. Deposito la tela en su mano y se levantó de la cama, sólo con el fin, de dejar su bata caer al suelo. – “Déjame enseñarte. No te asustes.” – Le hablo en un tono bajo, y pausado; deseando que realmente tenga un poco de confianza en mí. – “No es… apropiado. Pero la confianza se construye. No es culpa de quién confía, sino de quien viola con mentiras lo que el otro ofrece libremente. Quiero que sientas, sin juzgarme, como yo no te juzgo a ti.” Tome sus dedos con mi mano llevándolos bajo la bata. Los pose sobre una cicatriz en el muslo derecho, haciendo que recorriera su longitud. – “Una.” – La subí un poco más evitando rozar partes del cuerpo que pidieren hacerle sentir incómodo. En el abdomen bajo, del lado izquierdo, puse su mano pecaminosamente sobre la imperfección de una vieja herida. Acaricio sus dedos, buscando calmar su tacto. –“Dos. Hay más. No es por ella que deseo ser juzgada; y siendo mujer, es mucho peor. Son parte de mí, de lo que aprendí de lo que hice y lo que hoy soy. Si tu no me calificas por mis cicatrices, o mi cuerpo; prometo no hacerlo con el tuyo.”- Lo contuve hasta terminar la frase. – “No tengo miedo de ti. ¿Tú me temes? Sólo quiero ayudarte esta noche.”
Volví a tomar asiento y ayude a quitarle su camisa. Sí, es delegado, mucho. – “Si no revisamos las heridas y limpiamos tu cuerpo, nunca estaremos seguros de que no llevas algo más grave por dentro.” – Tome nuevamente el trapo y empecé a recorrer su tórax, limpiando la sangre, enjuagándola en la cubeta de agua tibia y repetir el proceso. Su cuello tan fino y largo. Sus clavículas tan marcadas, llaman mi atención. Es un cuerpo… normal supongo. Me he acostumbrado a conocer todos los músculos del varón viendo a mi hermano cuando limpiaba sus heridas. Esta es una complexión de alguien que no hace gran esfuerzo físico. Ni que entrena su masculinidad, por lo cual es casi curioso para mí. Es nuevo y diferente y se siente… delicado, casi frágil. Llego a sus hombros y me extiendo a lo largo del brazo. Todo en él parece kilométrico, extenso en todo su ser. – “Sé… sé que puedes sólo. Sé que te incomoda. No busco violar tus límites, solo deja que te cuiden esta noche. No todo roce es tortura, deja tus prejuicios durmiendo a la intemperie hoy. Relájate, te prometo que seré suave.”
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Aquellos momentos de silencio fueron una tortura, y se sintió destrozar por dentro cuando ella le entregó el paño, tanto que trató de volver a cubrirse con la rasgada camisa, sintiendo la profunda punzada de la vergüenza, sabiéndose una decepción para la otra persona. Aunque... quizás había juzgado demasiado pronto. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué era tan condescendiente? En su mente no cabía la idea de que ella realmente se sintiera atraída por él. Era disparatado, en especial si esa atracción bebía de lo físico, donde no tenía absolutamente nada que ofrecer a alguien como ella. Arden ya se había burlado de él antes, en sus momentos más desenfadados, buscando sus límites para tratar de sacarle de quicio. Pese a lo estúpido de aquél pensamiento, Jeremy se preguntaba si sería capaz de algo así, si se estaría burlando de él ahora, cruzando la línea que separaba el juego de la crueldad.
Ante su petición, se encontró a sí mismo incapaz de formar palabra alguna, su mano temblando, ofreciendo una tenue resistencia a ser guiada, hasta que finalmente Jeremy asiente, sus pulmones gritando por aire en su pecho. Podía sentir el rápido y pesado palpitar de su corazón, la presión en su garganta, y el abrumador deseo de volver su rostro y ocultarse completamente a la inquisitiva mirada que le buscaba en las sombras.
Los dedos de la mano que ella guiaba se encontraban recogidos doblados sobre sí mismos, crispándose con temor y agonizante ahogo. Pero ella siguió con su propósito, tratando de extender sus dedos sobre su pierna. Toda la situación era inaguantablemente incómoda, y estuvo a punto de retirar su mano y pedirla que, por favor, abandonara la habitación.
No lo hizo. Ella le pedía que confiara. Igual que ella había confiado en él. Tragó saliva y asintió de nuevo, extendiendo sus dedos temblorosos y permitiendo que fueran guiados.
Respiró profundamente, reconociendo la textura de una cicatriz que nunca había sanado correctamente, creando aquél característico bulto, esa imperfección tan familiar que ahora reconocía en la piel ajena. El aire que acababa de tomar brotó de él con una sutil y errática agitación, y fue así por cada cicatriz que le hacía palpar, tratando de demostrarle que, en ese aspecto, ocultaban los mismos defectos. Aún así, no fue capaz de responder, cerrando en su lugar los ojos, tensando su abdomen al sentir el paño empapado de agua tibia recorrer cada centímetro de su marcada piel, libre prejuicios. Se mantuvo en silencio en una larga pausa, tras la cual reunió el valor para responder.
-N-no necesito sus cuidados, señorita Arden.
Trató de normalizar su respiración, tarea titánica donde las hubiese, volviendo a estremecerse al notar el paño seguir hacia arriba, delineando sus clavículas, sintiendo cómo parecía recrearse por capricho en la zona, antes de prolongar el viaje hacia su hombro y su brazo, también marcados por aquellas imperfecciones que tanto trataba de ocultar.
-Pero... yo...
"No quiero que se vaya" pensó, pero no tenía el valor de decir algo así, sin que fuera interpretado de una manera errónea.
-Yo... apreciaría mucho...
Uno podía saber lo que le estaba costando pronunciar esas palabras por la forma en la que todo su cuerpo se tensaba.
-Su...
Hubo un largo silencio, en el que era evidente que estaba pidiendo unos momentos para formar las palabras, para tratar de devolverla aquella confianza y sus intentos de relajarle, de atenderle y hacerle entender que, por algún disparatado motivo que se le escapaba, él era de alguna manera importante para ella y merecedor de aquella atención.
-Su compañía.
Ya lo había dicho, y no por ello pareció sentirse más aliviado, llevando sus brazos sobre su torso desnudo, entrelazándolos sobre sí mismo.
-So-solo unos minutos.-hablaba a media voz, sabiendo que era extremadamente inapropiado, aunque trataba de no ser entendido de tal forma. La verdad era que solo Jeremy era capaz de decir algo como eso y que la otra persona no albergara dudas de que no tenía mayores intenciones.- Pe-pero puede marcharse si quiere. Lo... lo entenderé. N-no pasa nada.
Ante su petición, se encontró a sí mismo incapaz de formar palabra alguna, su mano temblando, ofreciendo una tenue resistencia a ser guiada, hasta que finalmente Jeremy asiente, sus pulmones gritando por aire en su pecho. Podía sentir el rápido y pesado palpitar de su corazón, la presión en su garganta, y el abrumador deseo de volver su rostro y ocultarse completamente a la inquisitiva mirada que le buscaba en las sombras.
Los dedos de la mano que ella guiaba se encontraban recogidos doblados sobre sí mismos, crispándose con temor y agonizante ahogo. Pero ella siguió con su propósito, tratando de extender sus dedos sobre su pierna. Toda la situación era inaguantablemente incómoda, y estuvo a punto de retirar su mano y pedirla que, por favor, abandonara la habitación.
No lo hizo. Ella le pedía que confiara. Igual que ella había confiado en él. Tragó saliva y asintió de nuevo, extendiendo sus dedos temblorosos y permitiendo que fueran guiados.
Respiró profundamente, reconociendo la textura de una cicatriz que nunca había sanado correctamente, creando aquél característico bulto, esa imperfección tan familiar que ahora reconocía en la piel ajena. El aire que acababa de tomar brotó de él con una sutil y errática agitación, y fue así por cada cicatriz que le hacía palpar, tratando de demostrarle que, en ese aspecto, ocultaban los mismos defectos. Aún así, no fue capaz de responder, cerrando en su lugar los ojos, tensando su abdomen al sentir el paño empapado de agua tibia recorrer cada centímetro de su marcada piel, libre prejuicios. Se mantuvo en silencio en una larga pausa, tras la cual reunió el valor para responder.
-N-no necesito sus cuidados, señorita Arden.
Trató de normalizar su respiración, tarea titánica donde las hubiese, volviendo a estremecerse al notar el paño seguir hacia arriba, delineando sus clavículas, sintiendo cómo parecía recrearse por capricho en la zona, antes de prolongar el viaje hacia su hombro y su brazo, también marcados por aquellas imperfecciones que tanto trataba de ocultar.
-Pero... yo...
"No quiero que se vaya" pensó, pero no tenía el valor de decir algo así, sin que fuera interpretado de una manera errónea.
-Yo... apreciaría mucho...
Uno podía saber lo que le estaba costando pronunciar esas palabras por la forma en la que todo su cuerpo se tensaba.
-Su...
Hubo un largo silencio, en el que era evidente que estaba pidiendo unos momentos para formar las palabras, para tratar de devolverla aquella confianza y sus intentos de relajarle, de atenderle y hacerle entender que, por algún disparatado motivo que se le escapaba, él era de alguna manera importante para ella y merecedor de aquella atención.
-Su compañía.
Ya lo había dicho, y no por ello pareció sentirse más aliviado, llevando sus brazos sobre su torso desnudo, entrelazándolos sobre sí mismo.
-So-solo unos minutos.-hablaba a media voz, sabiendo que era extremadamente inapropiado, aunque trataba de no ser entendido de tal forma. La verdad era que solo Jeremy era capaz de decir algo como eso y que la otra persona no albergara dudas de que no tenía mayores intenciones.- Pe-pero puede marcharse si quiere. Lo... lo entenderé. N-no pasa nada.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
- “Tienes tanto miedo a que te dañen. ¿No te haces tú más daño con tanto miedo?” – Mi tono ya no era tan dulce y empático. No lo entiendo, no entiendo nada de lo que hace. Su frase, sus actitudes. – “No entiendo. ¿Quieres que me quede, pero que no haga nada?” Torcí mi cabeza como cual animal confundido. ¿Por qué se oculta tras de sus propios brazos? Parece una dama cuidando su intimidad. Junte el elemento de limpieza y lo arroje dentro del recipiente con agua. Lo miro con curiosidad. *¿Se siente incómodo consigo mismo? ¿Y porque no hace nada para cambiarlo? Apuesto a que si tuviera un piano entre sus dedos, no le importaría lo que su apariencia refleje, dicen, después de todo, que la música calma a las bestias; y sinceramente, se ve como un animal enjaulado.* Le sonrío de lado y tomo una de sus manos desatando los dedos que estaban unidos en su pecho. La acerco a mi boca y la beso. Dedo por dedo, palma y dorso. La pongo contra mi mejilla y me acaricio contra ella. – “Tus manos son mágicas, porque logras expresar los sentimientos más conmovedores con ellas. No necesitas muchas palabras, si puedes expresarte de otra forma.”
Es verdad, siempre fue y será verdad. Tiene una íntima comunión con el instrumento, y eso lo hace único. Todos tenemos un don que nos ayuda en el camino del servicio a Dios. Algunos curan con sus manos, otros, con una canción. No son los mismos males los que atienden, por eso requieren métodos diversos. Pero lo que no tiene cura, es el alma corrupta. Por eso lo quiero fuera de los enredos de esta noche, lo antes posible. Incuso, la flor más fuerte, marchita, si sólo está rodeada de rocas. ‘Y la semilla que cayó entre los espinos, éstos son los que han oído, y al continuar su camino son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura.’ Evangelio según San Lucas 8:14
Antes de cuidar los pecados ajenos, debería tener la decencia de cuidar los propios. Un día de estos, esos pensamientos pecaminosos, me llevarán a mal camino; o peor, a un final seguro. Pero simplemente, no puedo evitarlo. Me muerdo el labio, viendo fijo a sus ojos, tan bellos y profundos, ocultando tanto que decir y nada que mostrar. Lento, se escurre la orilla de mi boca entre los dientes, dejando que la humedad en ellos resplandezca con un brillo de color. Quiero ser atrevida, quiero ser incorrecta, y sobre todo, el peor de mis males; quiero saciar i curiosidad. Pero la mera idea me sonroja. Quiero quedarme a su lado, pero también quiero saber cómo reaccionara. Es y no es un juego. Se perfectamente que no debo, pero lo quiero. Y luego de que el silencio calara mis oídos, sin dejarle tiempo a su reacción, deposito un beso en sus labios. No uno francés, no es una muestra de afecto entre familia. No. Es un beso, un verdadero beso, uno de esos que hacía más de 2 años no vivía. Acaricie con ternura su nuca, mientras mi boca abría la suya y se cerraba profundamente, dejando comer sus labios entre os míos. Al perder contacto agacho la cabeza. Claro, ahora si me consume la vergüenza, luego de semejante osades. Descarada, como mínimo, es lo que se puede pensar. – “Eres… tienes rasgos atractivos, y curas almas con tus melodías. Sé que nunca podría ser la mujer que buscases como compañera. Pero no soy la única dama sobre la tierra que quiere un buen compañero. Y la encontrarás.” – No pude levantar la mirada y sólo me limité a seguir con la acción de enfermería al entregarle la tela limpia de rastros de sangre en su mano, para que se aseara por sí mismo.
Es verdad, siempre fue y será verdad. Tiene una íntima comunión con el instrumento, y eso lo hace único. Todos tenemos un don que nos ayuda en el camino del servicio a Dios. Algunos curan con sus manos, otros, con una canción. No son los mismos males los que atienden, por eso requieren métodos diversos. Pero lo que no tiene cura, es el alma corrupta. Por eso lo quiero fuera de los enredos de esta noche, lo antes posible. Incuso, la flor más fuerte, marchita, si sólo está rodeada de rocas. ‘Y la semilla que cayó entre los espinos, éstos son los que han oído, y al continuar su camino son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y su fruto no madura.’ Evangelio según San Lucas 8:14
Antes de cuidar los pecados ajenos, debería tener la decencia de cuidar los propios. Un día de estos, esos pensamientos pecaminosos, me llevarán a mal camino; o peor, a un final seguro. Pero simplemente, no puedo evitarlo. Me muerdo el labio, viendo fijo a sus ojos, tan bellos y profundos, ocultando tanto que decir y nada que mostrar. Lento, se escurre la orilla de mi boca entre los dientes, dejando que la humedad en ellos resplandezca con un brillo de color. Quiero ser atrevida, quiero ser incorrecta, y sobre todo, el peor de mis males; quiero saciar i curiosidad. Pero la mera idea me sonroja. Quiero quedarme a su lado, pero también quiero saber cómo reaccionara. Es y no es un juego. Se perfectamente que no debo, pero lo quiero. Y luego de que el silencio calara mis oídos, sin dejarle tiempo a su reacción, deposito un beso en sus labios. No uno francés, no es una muestra de afecto entre familia. No. Es un beso, un verdadero beso, uno de esos que hacía más de 2 años no vivía. Acaricie con ternura su nuca, mientras mi boca abría la suya y se cerraba profundamente, dejando comer sus labios entre os míos. Al perder contacto agacho la cabeza. Claro, ahora si me consume la vergüenza, luego de semejante osades. Descarada, como mínimo, es lo que se puede pensar. – “Eres… tienes rasgos atractivos, y curas almas con tus melodías. Sé que nunca podría ser la mujer que buscases como compañera. Pero no soy la única dama sobre la tierra que quiere un buen compañero. Y la encontrarás.” – No pude levantar la mirada y sólo me limité a seguir con la acción de enfermería al entregarle la tela limpia de rastros de sangre en su mano, para que se aseara por sí mismo.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Dio gracias a las sombras que ocultaban sus facciones por impedir que Arden se percatase de su gesto dolido. Ella no lo entendía, aunque eso era culpa del pianista. Estaba poniendo un grandísimo esfuerzo en tratar de abrirse, de confiar y de acercarse a ella, pero con esa recriminación suya, quedaba claro que no la estaba entregando lo que quería, que todo lo que estaba logrando, pese a ser para él un enorme paso adelante, para ella era insuficiente. Como alimentar a un león famélico con un grano de arroz.
Trató de sonreír, de aparentar que aquello no le afectaba, que tenía la fuerza para aceptar su comentario. No lo consiguió y, aquí la oscuridad no pudo ser una vez más su aliada, pues era evidente en el tono de sus palabras.
-Tiene razón, es una estupidez. Yo... ignore lo que he dicho, por favor.
Pero, de nuevo, ella mostraba aquella dualidad que siempre le confundía, tomando una de las manos llevadas sobre su torso, y él no pudo negarse al suave tacto, tan contrastado con sus duras palabras anteriores. La atención que ella le estaba dedicando, la dedicación con la que besaba su mano y acariciaba su mejilla contra ella, era apabullante para alguien como él, que nunca había recibido algo así de una persona que no compartiera su sangre.
Quizás se equivocaba, y esperaba no hacerlo. Ya no era necesario que ella forzara sus caricias, pues sus mano fue la que se movio hacia su mejilla, y no al contrario, apartando en una caricia su cabello tras su oreja, rozándola suavemente antes de regrasar sus finos dedos a su rostro. Sabía que no era adecuado, que no debería incitar aquella situación, pero no podía negarse a tratar de hacerla sentir querida, aunque el músico todavía no sabía de qué forma. Quería intentar devolverla aquella atención que ella le regalaba y quería, Dios sabía que era verdad, poder entregarse a disfrutar de esa cercanía, pero era más fácil decirlo que llevarlo a cabo. Ella pedía... necesitaba sentirle cerca, no frío y distante, o agarrotado y frenado por cosas que ella no entendía porque él no era capaz de contarlas. Entonces, sus recientes palabras hicieron eco en su mente, y gracias a ello, aquellas caricias que la proporcionaba cambiaron, llenandose de la misma intensidad que cuando sus dedos acariciaban las teclas de un piano, delineando la perfecta línea de su mandíbula, arrastrando el pulgar con suavidad sobre sus pómulos, viajando hacia su sien y perdiéndose en su castaño y largo cabello. Jeremy bien podría ser uno de los pocos hombres sobre la tierra capaces de acariciar a alguien con tal sentimiento, con tanta dedicación y ternura, sin que ningún tinte lascivo fuera albergado en su tacto. Dejaba muy claro que no la deseaba por su aspecto físico, sino por cómo correspondía aquella agonizante necesidad de tener a alguien a su lado en quien poder confiar, con quien poder abrirse, por muy lento que fuera el proceso.
Lo que ocurrió a continuación fue demasiado rápido como para que pudiera reaccionar a tiempo, tan sumido como estaba en intentar que ella pudiera disfrutar sus caricias. pero, aunque hubiera tenido la oportunidad, no sabría que habría hecho ante el beso en que ella se deshacía contra sus torpes labios, atrapándolo y acercándolo más a ella con aquella mano que trepó hasta su nuca, impidiéndole escapar. O así lo habría hecho si hubiese querido. Estaba absolutamente abrumado por el torrente de emociones y pensamientos que amenazaba con ahogarle, inundado con la ilusión de ver ver saciada aquella necesidad de recibir el amor de otra persona, de no estar solo, que tanto le atormentaba en silencio.
Cuando quiso reaccionar, fue demasiado tarde, el beso había acabado y ella se retiraba, su postura denotando una vergüenza que él bien conocía. Sabía que si no lo hacía ahora, se arrepentiría durante el resto de su vida. Recortó la distancia entre ellos, sin darse tiempo a pensar y arrepentirse, dejando de escuchar a su cabeza... pero entre la oscuridad y la falta total y absoluta de experiencia en la materia, hizo más bien que sus narices chocaran una contra la otra torpemente, obligándole a retirarse sintiendo sus mejillas encendidas.
-¡L-lo siento mucho!
Se sintió completamente idiota y ridículo, pero antes de que ella pudiera reaccionar, volvió a intentarlo una vez más, posando sus labios en los de ella. Era su primer beso... y se notaba. la preocupación de no estar a la altura, de estropearlo con su torpeza, ayudó a hacer ambas cosas realidad, tan devorado por la vergüenza y los nervios que no era capaz de disfrutarlo debidamente... pero había llegado hasta allí, y no iba a parar ahora. Poco a poco, sus labios fueron reconociendo la forma de los ajenos, aprendiendo a beber de ellos, llevado por el ritmo que empezaba a formarse. Especialmente ante aquella sensación tan intoxicante que comenzaba a formarse dentro de él al creerse querido, al pensar que ella de verdad se preocupaba por él. Había perdido la cuenta de cuántas veces había mostrado su debilidad frente a ella, cuántas veces le había visto llorar o al punto de hacerlo aquella noche, y se separó de ella al notar sus lágrimas empapando tanto su rostro como el ajeno, respirando agitadamente por la falta de aire. Apartó su rostro, volviéndolo para limpiarse las lágrimas con la mano. No era la tristeza lo que las había provocado, sino una alegría y liberación tales que era imposible describirlas con palabras.
Fue en ese instante cuando los pensamientos volvieron. Cuando sintió el golpe de la razón,y se sintió despreciablemente egoísta y estúpido. No solo por el miedo de que Arden cambiara de opinión o que solo estuviera jugando con él, incapaz de revivir aquél dolor una vez más. No... cuanto más cerca la tuviera, más la convertía en un objetivo de los enemigos de Mist, o de Mist en persona.
-A...-aclaró su garganta.- Arden...-murmuró, buscando la mano ajena, rozando su dorso suavemente con sus dedos, pero fue incapaz de revelar aquellos pensamientos. Habría tiempo para ello.- Debería descansar. No me permita retenerla aquí, estará agotada después de todo lo acontecido esta noche.
Trató de sonreír, de aparentar que aquello no le afectaba, que tenía la fuerza para aceptar su comentario. No lo consiguió y, aquí la oscuridad no pudo ser una vez más su aliada, pues era evidente en el tono de sus palabras.
-Tiene razón, es una estupidez. Yo... ignore lo que he dicho, por favor.
Pero, de nuevo, ella mostraba aquella dualidad que siempre le confundía, tomando una de las manos llevadas sobre su torso, y él no pudo negarse al suave tacto, tan contrastado con sus duras palabras anteriores. La atención que ella le estaba dedicando, la dedicación con la que besaba su mano y acariciaba su mejilla contra ella, era apabullante para alguien como él, que nunca había recibido algo así de una persona que no compartiera su sangre.
Quizás se equivocaba, y esperaba no hacerlo. Ya no era necesario que ella forzara sus caricias, pues sus mano fue la que se movio hacia su mejilla, y no al contrario, apartando en una caricia su cabello tras su oreja, rozándola suavemente antes de regrasar sus finos dedos a su rostro. Sabía que no era adecuado, que no debería incitar aquella situación, pero no podía negarse a tratar de hacerla sentir querida, aunque el músico todavía no sabía de qué forma. Quería intentar devolverla aquella atención que ella le regalaba y quería, Dios sabía que era verdad, poder entregarse a disfrutar de esa cercanía, pero era más fácil decirlo que llevarlo a cabo. Ella pedía... necesitaba sentirle cerca, no frío y distante, o agarrotado y frenado por cosas que ella no entendía porque él no era capaz de contarlas. Entonces, sus recientes palabras hicieron eco en su mente, y gracias a ello, aquellas caricias que la proporcionaba cambiaron, llenandose de la misma intensidad que cuando sus dedos acariciaban las teclas de un piano, delineando la perfecta línea de su mandíbula, arrastrando el pulgar con suavidad sobre sus pómulos, viajando hacia su sien y perdiéndose en su castaño y largo cabello. Jeremy bien podría ser uno de los pocos hombres sobre la tierra capaces de acariciar a alguien con tal sentimiento, con tanta dedicación y ternura, sin que ningún tinte lascivo fuera albergado en su tacto. Dejaba muy claro que no la deseaba por su aspecto físico, sino por cómo correspondía aquella agonizante necesidad de tener a alguien a su lado en quien poder confiar, con quien poder abrirse, por muy lento que fuera el proceso.
Lo que ocurrió a continuación fue demasiado rápido como para que pudiera reaccionar a tiempo, tan sumido como estaba en intentar que ella pudiera disfrutar sus caricias. pero, aunque hubiera tenido la oportunidad, no sabría que habría hecho ante el beso en que ella se deshacía contra sus torpes labios, atrapándolo y acercándolo más a ella con aquella mano que trepó hasta su nuca, impidiéndole escapar. O así lo habría hecho si hubiese querido. Estaba absolutamente abrumado por el torrente de emociones y pensamientos que amenazaba con ahogarle, inundado con la ilusión de ver ver saciada aquella necesidad de recibir el amor de otra persona, de no estar solo, que tanto le atormentaba en silencio.
Cuando quiso reaccionar, fue demasiado tarde, el beso había acabado y ella se retiraba, su postura denotando una vergüenza que él bien conocía. Sabía que si no lo hacía ahora, se arrepentiría durante el resto de su vida. Recortó la distancia entre ellos, sin darse tiempo a pensar y arrepentirse, dejando de escuchar a su cabeza... pero entre la oscuridad y la falta total y absoluta de experiencia en la materia, hizo más bien que sus narices chocaran una contra la otra torpemente, obligándole a retirarse sintiendo sus mejillas encendidas.
-¡L-lo siento mucho!
Se sintió completamente idiota y ridículo, pero antes de que ella pudiera reaccionar, volvió a intentarlo una vez más, posando sus labios en los de ella. Era su primer beso... y se notaba. la preocupación de no estar a la altura, de estropearlo con su torpeza, ayudó a hacer ambas cosas realidad, tan devorado por la vergüenza y los nervios que no era capaz de disfrutarlo debidamente... pero había llegado hasta allí, y no iba a parar ahora. Poco a poco, sus labios fueron reconociendo la forma de los ajenos, aprendiendo a beber de ellos, llevado por el ritmo que empezaba a formarse. Especialmente ante aquella sensación tan intoxicante que comenzaba a formarse dentro de él al creerse querido, al pensar que ella de verdad se preocupaba por él. Había perdido la cuenta de cuántas veces había mostrado su debilidad frente a ella, cuántas veces le había visto llorar o al punto de hacerlo aquella noche, y se separó de ella al notar sus lágrimas empapando tanto su rostro como el ajeno, respirando agitadamente por la falta de aire. Apartó su rostro, volviéndolo para limpiarse las lágrimas con la mano. No era la tristeza lo que las había provocado, sino una alegría y liberación tales que era imposible describirlas con palabras.
Fue en ese instante cuando los pensamientos volvieron. Cuando sintió el golpe de la razón,y se sintió despreciablemente egoísta y estúpido. No solo por el miedo de que Arden cambiara de opinión o que solo estuviera jugando con él, incapaz de revivir aquél dolor una vez más. No... cuanto más cerca la tuviera, más la convertía en un objetivo de los enemigos de Mist, o de Mist en persona.
-A...-aclaró su garganta.- Arden...-murmuró, buscando la mano ajena, rozando su dorso suavemente con sus dedos, pero fue incapaz de revelar aquellos pensamientos. Habría tiempo para ello.- Debería descansar. No me permita retenerla aquí, estará agotada después de todo lo acontecido esta noche.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
Un beso es la caricia más ambigua. Puede significar nada más que el roce de la piel, algo vacío y ofuscado, dónde el cuerpo no expresa nada, y los sentimientos brillan por su ausencia. O un beso, incluso el más simple y tierno; ese donde os labios trasmiten más que humedad, donde la boca se abre como una puerta al alma dejando salir un agasajo de placer para la persona a quién se lo compartes. No sabría decir con palabras lo que expresé con gesto, es algo suave y profundo; una atención que demuestre que es más, mucho más de lo que puede ver de sí mismo. La mejor parte es que fue bueno, muy bueno. Creí que quizás, esto sería la acción detonante para que de hecho me alejara para siempre. Pero me sorprendo cuando la acción contraria contrarresta todas mis percepciones acerca del pianista. No soy tan versada en e mundo de las expresiones físicas; y mis ‘compañeros de besos’, se limitan al triste número de dos. Alan Parrish, un joven de mi edad, quién, en un descuido de los adultos, en una fiesta de su familia; me escondió detrás de un árbol para abrirme por primera vez al fantástico mundo de las sensaciones corporales. El segundo, y con quién gane toda mi experiencias es… mi ex prometido. Ese hombre que me enseño mucho más que simples besos, pero nunca lo suficiente, como para que perdiera la inocencia que en este momento hace que sienta mi rostro arder y me sonría mordiéndome el labio.
Sentí nuestras narices rosarse, y su disculpas algo torpes. Aún sí fue… dulce. Muy dulce. Por eso la sonrisa prevalece en mi rostro. Pero mucho más romántico que lo intentara. Increíblemente audaz, que no se dejara levar por su temor y volviera hacerlo, esta vez, siendo certero en la conclusión de sus deseos; arrastrándonos a ambos a un limbo de ternura que hace que no me sienta sola en este mundo. En un beso, expresa todo lo que hasta el día de hoy, son palabras calladas entre los dos. Jamás pensé que tuviera tanto que demostrar, creía que era parte de su naturaleza, de su forma de ser, seco, rígido. Pero a medida que pasaban los segundos hacía del acto algo más intenso y profundo. Atrapa sus labios entre los míos, sólo para deslizarlos lento y volverlos a unir antes de que se perdiera el contacto. Acaricie sus antebrazos, remarcando la terneza que provocaba en mí. Era tan apasionado y delicado a la vez, que no podría explicarlo, si tuviera que hacerlo. Sólo las lágrimas cayendo de sus ojos interrumpieron el momento. Se aleja y se limpia el rostro. Si, en verdad está llorando. ¿He hecho hago mal? ¿Lo he tomado de un lugar dónde le dolía? – “¿Por qué lloras? ¿Te he lastimado?”
Se vuelve a cerrar, se aleja de mí. Me causa pena mirarlo. Creo que me está rechazando; ¿o será que realmente está cansado? Me levante en silencio sin verlo. Junte todos los elementos de limpieza y los lleve al baño. Hice todo lo correspondiente para retirarme, pero por alguna razón no lo hice. Me quede de pie junto a la cama. – “Fue hermoso. Y…” – No sirvo para no expresarme. Soy un huracán de sentimientos, es lo que mi madre me enseñó; y mi padre nunca supo contener. – “Lo siento. Sé que a veces te hago sentir incómodo. Me cuesta entenderlo. Pero, sólo es una broma. No voy a lastimarte. Me gustas, eres simple, y no prejuzgas mi forma de ser. Soy… el término es cazadora. Es complicado. No quiero disgustarte. Lo siento, si crees que no debí besarte.”- Una inspiración profunda marca el fin de mis palabras. Hay cerca de mil cosas más que quisiera decirle, explicarle porque soy como soy; porque hago lo que hago. Que quiero entender porque él es como es. El término correcto no existe aún; pero según las notas científicas de mi padre, es una clase de pseudo-psicosis que hace que los niños no puedan expresarse con otros seres; pero si pueden hacerlo con alguien de mucha confianza o sus posibles dotes artísticos. Me vuelvo hacia él, manteniendo la corta distancia. Quiero una respuesta, algo. Quiero que me hables, háblame. Quiero que me digas si me equivoco o no contigo. Quiero saber, necesito una idea. Puedo respetar todos los círculos que quieras imponer, pero sólo dime porque.
Sentí nuestras narices rosarse, y su disculpas algo torpes. Aún sí fue… dulce. Muy dulce. Por eso la sonrisa prevalece en mi rostro. Pero mucho más romántico que lo intentara. Increíblemente audaz, que no se dejara levar por su temor y volviera hacerlo, esta vez, siendo certero en la conclusión de sus deseos; arrastrándonos a ambos a un limbo de ternura que hace que no me sienta sola en este mundo. En un beso, expresa todo lo que hasta el día de hoy, son palabras calladas entre los dos. Jamás pensé que tuviera tanto que demostrar, creía que era parte de su naturaleza, de su forma de ser, seco, rígido. Pero a medida que pasaban los segundos hacía del acto algo más intenso y profundo. Atrapa sus labios entre los míos, sólo para deslizarlos lento y volverlos a unir antes de que se perdiera el contacto. Acaricie sus antebrazos, remarcando la terneza que provocaba en mí. Era tan apasionado y delicado a la vez, que no podría explicarlo, si tuviera que hacerlo. Sólo las lágrimas cayendo de sus ojos interrumpieron el momento. Se aleja y se limpia el rostro. Si, en verdad está llorando. ¿He hecho hago mal? ¿Lo he tomado de un lugar dónde le dolía? – “¿Por qué lloras? ¿Te he lastimado?”
Se vuelve a cerrar, se aleja de mí. Me causa pena mirarlo. Creo que me está rechazando; ¿o será que realmente está cansado? Me levante en silencio sin verlo. Junte todos los elementos de limpieza y los lleve al baño. Hice todo lo correspondiente para retirarme, pero por alguna razón no lo hice. Me quede de pie junto a la cama. – “Fue hermoso. Y…” – No sirvo para no expresarme. Soy un huracán de sentimientos, es lo que mi madre me enseñó; y mi padre nunca supo contener. – “Lo siento. Sé que a veces te hago sentir incómodo. Me cuesta entenderlo. Pero, sólo es una broma. No voy a lastimarte. Me gustas, eres simple, y no prejuzgas mi forma de ser. Soy… el término es cazadora. Es complicado. No quiero disgustarte. Lo siento, si crees que no debí besarte.”- Una inspiración profunda marca el fin de mis palabras. Hay cerca de mil cosas más que quisiera decirle, explicarle porque soy como soy; porque hago lo que hago. Que quiero entender porque él es como es. El término correcto no existe aún; pero según las notas científicas de mi padre, es una clase de pseudo-psicosis que hace que los niños no puedan expresarse con otros seres; pero si pueden hacerlo con alguien de mucha confianza o sus posibles dotes artísticos. Me vuelvo hacia él, manteniendo la corta distancia. Quiero una respuesta, algo. Quiero que me hables, háblame. Quiero que me digas si me equivoco o no contigo. Quiero saber, necesito una idea. Puedo respetar todos los círculos que quieras imponer, pero sólo dime porque.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La noche no esconde mentiras (Priv. Jeremy Legrand)
-¡No!-se apresuró a responder, barriendo las lágrimas de sus ojos.- Es... es precisamente todo lo contrario.-soltó una corta risa nerviosa.- Debe... debe pensar que soy...
“Fue hermoso. Y…”
No fue lo que había dicho, sino todo lo que expresaba aquél siguiente silencio lo que le hizo cortar sus palabras y volver a mirar su figura en las sombras junto a él. Su corazón todavía latía acelerado, y en sus labios quedaba el fantasma de la reciente compañía de los ajenos. Su disculpa, su confundida confesión, sacudieron su interior con una fuerza arrolladora, sintiendo una fuerte empatía hacia ella y la necesidad imperiosa de ahuyentar esa amargura de la que la había inundado sin pretenderlo.
-Desde luego que creo que no debió besarme. Yo tampoco debí haberlo hecho.-explicó con total sinceridad.- Pero... no soy capaz de expresar cuánto me alegra que lo haya hecho, Arden.
Sus palabras estaban teñidas de profundo agradecimiento, pues ese primer beso había significado para él muchísimo más de lo que ella podía imaginarse. Quizás era el momento de ayudarla a intentar entenderle, de confiar en ella, en que no se burlaría, en que no pensaría más en el como el extraño tipo que prefería tocar un piano antes que a otra persona.
-Fueron dos las ocasiones en las que confié en alguien. Y fueron dos las veces que me sentí romperme en mil pedazos.
Respiró profundamente, buscando la fuerza y valentía para comenzar a narrar.
-Todavía la recuerdo, llegando cada mañana a la sastrería de mi padre para probarse nuevos vestidos, acompañada de su mayordomo y amigas. Siempre fue amable conmigo. Siempre me ofreció aquella sonrisa perlada y agradables conversaciones. Fue la primera vez que alguien se portaba así conmigo, la primera vez que me hicieron sentir como una... persona normal. Me...
En aquél punto se vio forzado a interrumpirse, sintiendo como si mil agujas se estuvieran clavando en su pecho. Necesitó tomarse su tiempo, cada respiración reflejando cuán costoso resultaba para él seguir hablando.
-Me enamoré de ella. Ella siempre sonreía conmigo, siempre parecía escuchar cuanto deseaba contarle, jamás se rió de mi. Pensé que el sentimiento era mutuo. Alimenté aquél pensamiento hasta que ella dejó de buscar mi compañía de repente. Pasaron los días hasta que la descubrí contándole cuanto le había confiado a otro hombre. Besándolo mientras reían a mi costa. Ella me vio. Tuve que preguntárselo. Saber qué había sido yo para ella. Lo que me respondió...
No continuó. No podía hacerlo, era suficiente, Arden podría hacerse a la idea de que la respuesta le grabó una profunda herida que nunca había conseguido sanar.
-La segunda vez...-se interrumpió una vez más, adoptando un nuevo silencio extenso, debatiéndose sobre seguir y no.- La segunda vez fue la peor experiencia de mi vida. Justo después de...-señaló a su cuerpo, sus cicatrices, con un movimiento de cabeza.- Pero ni en un millón de años sería capaz de reunir la fuerza para contárselo, Arden. Cambiaría para siempre su percepción de mi, y no quiero que...-rió suavemente, tratando de desestimar la situación.- No quiero que tenga aún peor opinión sobre mi persona.
No, jamás podría contarle que la segunda vez, el objeto de su amor no correspondido, pisoteado y burlado fue un hombre. No solo por el dolor que le producía recordarlo, sino por la profunda vergüenza y el miedo a que ella se alejara, repugnada.
-Ya sabe que no soy bueno expresándome con palabras. Lo que la he confesado... seguro que parece una... una tontería. Pero no puedo afrontar una tercera vez. Y Arden...-negó con la cabeza, intentando ser realista, tanto con ella como consigo mismo.- Arden... yo... la paciencia necesaria para lidiar conmigo, usted no la tiene. No le gustan los secretos, y yo no puedo desvelarle todos los que tengo, ni dejarlos atrás o involucrarla en ellos.-alargó su mano, buscando la de ella, esperando poder disfrutar de su suave tacto y cercanía al menos una vez más antes de que ella decidiera salir de la habitación. porque Jeremy cada vez tenía más claro que iba a hacerlo, tal vez incluso sin decir una sola palabra.- Y yo no podría soportar verla desaparecer en su caza, sin saber si volveré a verla la mañana siguiente, ya que allá a donde va, yo no puedo seguirla. Pero...-trató de incorporarse para intentar distinguir la mirada de ella en la oscuridad, sintiendo una punzada en su torso al girarlo.- Pero sé que soy egoísta al no quierer despedirme de usted y borrarla de mi vida.
“Fue hermoso. Y…”
No fue lo que había dicho, sino todo lo que expresaba aquél siguiente silencio lo que le hizo cortar sus palabras y volver a mirar su figura en las sombras junto a él. Su corazón todavía latía acelerado, y en sus labios quedaba el fantasma de la reciente compañía de los ajenos. Su disculpa, su confundida confesión, sacudieron su interior con una fuerza arrolladora, sintiendo una fuerte empatía hacia ella y la necesidad imperiosa de ahuyentar esa amargura de la que la había inundado sin pretenderlo.
-Desde luego que creo que no debió besarme. Yo tampoco debí haberlo hecho.-explicó con total sinceridad.- Pero... no soy capaz de expresar cuánto me alegra que lo haya hecho, Arden.
Sus palabras estaban teñidas de profundo agradecimiento, pues ese primer beso había significado para él muchísimo más de lo que ella podía imaginarse. Quizás era el momento de ayudarla a intentar entenderle, de confiar en ella, en que no se burlaría, en que no pensaría más en el como el extraño tipo que prefería tocar un piano antes que a otra persona.
-Fueron dos las ocasiones en las que confié en alguien. Y fueron dos las veces que me sentí romperme en mil pedazos.
Respiró profundamente, buscando la fuerza y valentía para comenzar a narrar.
-Todavía la recuerdo, llegando cada mañana a la sastrería de mi padre para probarse nuevos vestidos, acompañada de su mayordomo y amigas. Siempre fue amable conmigo. Siempre me ofreció aquella sonrisa perlada y agradables conversaciones. Fue la primera vez que alguien se portaba así conmigo, la primera vez que me hicieron sentir como una... persona normal. Me...
En aquél punto se vio forzado a interrumpirse, sintiendo como si mil agujas se estuvieran clavando en su pecho. Necesitó tomarse su tiempo, cada respiración reflejando cuán costoso resultaba para él seguir hablando.
-Me enamoré de ella. Ella siempre sonreía conmigo, siempre parecía escuchar cuanto deseaba contarle, jamás se rió de mi. Pensé que el sentimiento era mutuo. Alimenté aquél pensamiento hasta que ella dejó de buscar mi compañía de repente. Pasaron los días hasta que la descubrí contándole cuanto le había confiado a otro hombre. Besándolo mientras reían a mi costa. Ella me vio. Tuve que preguntárselo. Saber qué había sido yo para ella. Lo que me respondió...
No continuó. No podía hacerlo, era suficiente, Arden podría hacerse a la idea de que la respuesta le grabó una profunda herida que nunca había conseguido sanar.
-La segunda vez...-se interrumpió una vez más, adoptando un nuevo silencio extenso, debatiéndose sobre seguir y no.- La segunda vez fue la peor experiencia de mi vida. Justo después de...-señaló a su cuerpo, sus cicatrices, con un movimiento de cabeza.- Pero ni en un millón de años sería capaz de reunir la fuerza para contárselo, Arden. Cambiaría para siempre su percepción de mi, y no quiero que...-rió suavemente, tratando de desestimar la situación.- No quiero que tenga aún peor opinión sobre mi persona.
No, jamás podría contarle que la segunda vez, el objeto de su amor no correspondido, pisoteado y burlado fue un hombre. No solo por el dolor que le producía recordarlo, sino por la profunda vergüenza y el miedo a que ella se alejara, repugnada.
-Ya sabe que no soy bueno expresándome con palabras. Lo que la he confesado... seguro que parece una... una tontería. Pero no puedo afrontar una tercera vez. Y Arden...-negó con la cabeza, intentando ser realista, tanto con ella como consigo mismo.- Arden... yo... la paciencia necesaria para lidiar conmigo, usted no la tiene. No le gustan los secretos, y yo no puedo desvelarle todos los que tengo, ni dejarlos atrás o involucrarla en ellos.-alargó su mano, buscando la de ella, esperando poder disfrutar de su suave tacto y cercanía al menos una vez más antes de que ella decidiera salir de la habitación. porque Jeremy cada vez tenía más claro que iba a hacerlo, tal vez incluso sin decir una sola palabra.- Y yo no podría soportar verla desaparecer en su caza, sin saber si volveré a verla la mañana siguiente, ya que allá a donde va, yo no puedo seguirla. Pero...-trató de incorporarse para intentar distinguir la mirada de ella en la oscuridad, sintiendo una punzada en su torso al girarlo.- Pero sé que soy egoísta al no quierer despedirme de usted y borrarla de mi vida.
Jeremy Legrand- Humano Clase Media
- Mensajes : 103
Fecha de inscripción : 12/05/2018
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» El manto de la noche (priv)
» Una noche de diversión (Priv)
» Bajo la noche se esconde el dolor... (Bianna) Privado
» Sabanas con secretos y mentiras [Priv +18]
» Mentiras y más mentiras {Libre}
» Una noche de diversión (Priv)
» Bajo la noche se esconde el dolor... (Bianna) Privado
» Sabanas con secretos y mentiras [Priv +18]
» Mentiras y más mentiras {Libre}
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour