AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Eternelle Nuit {Reservado +18}
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Noche, caída la noche los espectros cantan y las estrellas danzan en un mágico tiritar, el viento acaricia el alma de quien le presta atención, te acuna entre sus brazos, te besa. Un susurro, palabras inentendibles, versos perdidos en el alma, emociones suspendidas en el silencio. La poesía se escribe simple, se lee con admiración y se interpreta con fervor, así se describe mi vida, al alma, en el crepúsculo… en la perpetua noche. Batiendo mis alas en el firmamento, mis pupilas se iluminan con los rayos plateados de la luna, mi plumaje destaca cual nieve en un abismo infernal, soy yo… tan solo un ave deseando volar más allá de la inmensidad.
Sentir el viento a impregnarse en mi plumaje, apreciar cada gélido rose ¡oh, gloriosa tentación! Suspiro una y otra vez, recuerdo los momentos de mi pasado, me enfrasco en las memorias que únicamente me llenan de esa temible nostalgia y melancolía ¿Cómo poder olvidar tu pasado si fue precisamente lo que escribió tu presente? Cristalinas lágrimas nublan mi vista, no puedo posarme sobre una seca rama para llorar; estar aquí, pensar que con la punta de una pluma puedo tocar el firmamento ¿Realmente soy feliz? Miles de preguntas tan pocas respuestas, plasmar estos sentimientos en un estúpido papel no hará que se escapen de mi cuerpo.
Nada es real, ni siquiera las pesadillas que asoman como carroñeros a consumir mis ilusiones, pero la suerte junto al destino opinan lo contrario. Voces, en medio de un bosque desolado por la humanidad el juego comienza, pasos que desquebrajan las hojas secas, murmullos con sádicas blasfemias, siniestras intenciones, lúgubres pasajes y el temor a los indefensos invade. ¿Quién imaginaría que la crueldad alcanzaría mi cuerpo en pleno vuelo? No lo vi venir…
El dolor es insoportable, mi ala derecha esta sangrando, mi cuerpo no puede sostenerse… El atavío blanco, tan perfecto, tan hermoso, tan pulcro ahora se ha manchado de carmín. Punzadas que arden, me queman. Observo la caída de un ángel albino ¡Soy yo! Cuchillas afiladas del aire que azota contra mi me lastiman, me laceran, mas dolor que no puedo resistir. La vista se me nubla con una fina capa de neblina, no puedo seguir volando y cuerpo se desploma. El estridente sonido del choque contra el suelo despierta la atención de aquellos extraños. La poca conciencia que me queda me advierte bajo un mareo que ¡Cazadores! He perdido las fuerzas y el control en mis mutaciones. Lentamente la silueta femenina de una dama me cubre por completo, ahora soy la viva imagen de una mujer desnuda con una flecha atravesada en el hombro.
Por inercia arrebato la flecha de mi piel, sentir como el filo vuelve atravesar la carne en mi ser… la sangre emana de la herida, tal pareciera que se trata de una fuente de escarlata vigor. A escasos metros de mi paradero los hombres asechan las cercanías, tengo que irme, escapar… Como puedo, entre resbalones y tropiezos mi cuerpo se irgue, corre entre la arboleda buscando alguna guarida que me resguarde de todo el mal, por encima de las ramas las torres de una mansión se vislumbran, no hay opción…
Mis pies dejan huellas en la tierra que fácilmente pueden guiar a los cazadores hasta mí, eso traería preguntas que no debo responderles, interrogantes que fácilmente me llevarán a la hoguera. Es la muerte intentar utilizar mi metamorfosis encontrándome tan débil pero no tengo otra salida, a la par en la que mis piernas se mueven para atravesar la penumbra, poco a poco mi piel se cubre con un plumaje blanco, solo la mancha roja en una de las alas contrasta con lo pálido de mi cuerpo. Una lechuza tan común y diferente entre todas se eleva por encima de la maleza, buscando el albergue a mi desolación. El sendero que persigo es hacia una imponente mansión en medio del bosque, una de las ventanas se encuentra abierta y el destello de las luces en el interior me invita a entrar, los cristales resplandecen como diamantes. Posa mi cuerpo sobre el umbral de la ventana, mis ojos se cierran y lo último que siento es mi cuerpo desfallecer.
Sentir el viento a impregnarse en mi plumaje, apreciar cada gélido rose ¡oh, gloriosa tentación! Suspiro una y otra vez, recuerdo los momentos de mi pasado, me enfrasco en las memorias que únicamente me llenan de esa temible nostalgia y melancolía ¿Cómo poder olvidar tu pasado si fue precisamente lo que escribió tu presente? Cristalinas lágrimas nublan mi vista, no puedo posarme sobre una seca rama para llorar; estar aquí, pensar que con la punta de una pluma puedo tocar el firmamento ¿Realmente soy feliz? Miles de preguntas tan pocas respuestas, plasmar estos sentimientos en un estúpido papel no hará que se escapen de mi cuerpo.
Nada es real, ni siquiera las pesadillas que asoman como carroñeros a consumir mis ilusiones, pero la suerte junto al destino opinan lo contrario. Voces, en medio de un bosque desolado por la humanidad el juego comienza, pasos que desquebrajan las hojas secas, murmullos con sádicas blasfemias, siniestras intenciones, lúgubres pasajes y el temor a los indefensos invade. ¿Quién imaginaría que la crueldad alcanzaría mi cuerpo en pleno vuelo? No lo vi venir…
El dolor es insoportable, mi ala derecha esta sangrando, mi cuerpo no puede sostenerse… El atavío blanco, tan perfecto, tan hermoso, tan pulcro ahora se ha manchado de carmín. Punzadas que arden, me queman. Observo la caída de un ángel albino ¡Soy yo! Cuchillas afiladas del aire que azota contra mi me lastiman, me laceran, mas dolor que no puedo resistir. La vista se me nubla con una fina capa de neblina, no puedo seguir volando y cuerpo se desploma. El estridente sonido del choque contra el suelo despierta la atención de aquellos extraños. La poca conciencia que me queda me advierte bajo un mareo que ¡Cazadores! He perdido las fuerzas y el control en mis mutaciones. Lentamente la silueta femenina de una dama me cubre por completo, ahora soy la viva imagen de una mujer desnuda con una flecha atravesada en el hombro.
Por inercia arrebato la flecha de mi piel, sentir como el filo vuelve atravesar la carne en mi ser… la sangre emana de la herida, tal pareciera que se trata de una fuente de escarlata vigor. A escasos metros de mi paradero los hombres asechan las cercanías, tengo que irme, escapar… Como puedo, entre resbalones y tropiezos mi cuerpo se irgue, corre entre la arboleda buscando alguna guarida que me resguarde de todo el mal, por encima de las ramas las torres de una mansión se vislumbran, no hay opción…
Mis pies dejan huellas en la tierra que fácilmente pueden guiar a los cazadores hasta mí, eso traería preguntas que no debo responderles, interrogantes que fácilmente me llevarán a la hoguera. Es la muerte intentar utilizar mi metamorfosis encontrándome tan débil pero no tengo otra salida, a la par en la que mis piernas se mueven para atravesar la penumbra, poco a poco mi piel se cubre con un plumaje blanco, solo la mancha roja en una de las alas contrasta con lo pálido de mi cuerpo. Una lechuza tan común y diferente entre todas se eleva por encima de la maleza, buscando el albergue a mi desolación. El sendero que persigo es hacia una imponente mansión en medio del bosque, una de las ventanas se encuentra abierta y el destello de las luces en el interior me invita a entrar, los cristales resplandecen como diamantes. Posa mi cuerpo sobre el umbral de la ventana, mis ojos se cierran y lo último que siento es mi cuerpo desfallecer.
Última edición por Roussette Nindë el Lun Dic 20, 2010 3:51 pm, editado 1 vez
Séfer Zahira- Hechicero Clase Alta
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
El pasado empuña la daga y apuñala en el momento indicado... ¡Jah! ¿Crees haberle burlado?
¡Maldición! El ruido estrepitoso de una botella haciéndose añicos rompe el silencio en que se sume los alrededores de la mansión que pertenece al conde. Lucern ha estado encerrado en su biblioteca desde que la noche le cedió el mando a su compañera. Ha perdido la cuenta de las botellas de licor que se ha bebido. No porque se encuentre tomado como le gustaría estarlo, es solo ese agradable calor invadiendo su garganta y, el no tener nada en que entretenerse lo que le hace dependiente de ese líquido. Pero... ¿qué es lo que le tiene con ese estado de ánimo? Es tan simple como complicado, las imágenes que oscilan en su mente y las que nunca se van por más que lo aparente, cruzan y le atormentan cansinamente; tanto, que las venas en su sien amenazan con estallar de no poder controlarlo. ¡Mal...! Una de las ventanas se une al montón de fragmentos que se esparcen por la alfombra y ella continúa ahí, latiente, sonriente, inerte...
Era ese rostro que había visto entre la multitud del teatro el que le había perseguido... Al principio parecía tan irreal, tan... complejo y luego, esos ojos le perforaron y no pudo hacer nada. Las imágenes de su pasado se activaron, así sin más, enseñándole una lección... No puedes ignorar lo que hiciste aunque aceptes en quién te convertiste. Lucern pronunció cada palabra preso del dolor. Habría preferido que se tratara de uno físico. Él podía con lo físico, pero no con lo que le pasaba en esos momentos. Sus labios eran una fina línea, se habían ido las sonrisas burlonas y sarcásticas... Una vez más, la mansión Ralph se tiñó de escarlata, bailó entre las sombras y se fundió con la nada. No había movimiento alguno entre esas paredes. Un hombre yacía tirado en el pasillo, los hilos de sangre jugaban con el piso y...
Error de su ayudante. Había entrado a la biblioteca y había visto a Lucern es ese estado. No había camino qué optar, el humano lo supo en cuanto miró los ojos inyectados en sangre del vampiro... su muerte era inminente y no habría nada que pudiese hacer o decir... Lucern no le permitiría vivir. Nadie podía mirar a través de él y seguir. Eres patético, Lucern. La voz de esa mujer hizo eco en sus oídos. La maldita seguía ahí, jodiéndole incluso desde la tumba. Si Lucern no hubiese estado tan ofuscado en esos recuerdos, habría visto venir aquello. Todo a su alrededor se transformaba y... ya no estaba en su biblioteca, estaba en el cuarto donde había asesinado a su prometida. Sus manos estaban bañadas en sangre... su sangre... Su risa endemoniada solo era el vestigio del loco en su jaula. Si su mente quería joder con él, que jodiera... Era Lucern, no el inútil humano. El demonio había ido a jugar con el diablo.
Un fuerte viento azotó contra las hojas de un libro que se encontraba abierto sobre una pequeña mesa, trayéndole la realidad de vuelta. La noche había llegado... Su libertad junto con ella... Salir y buscar entretención lejos de esas cuatro paredes, parecía lo más sensato; si es que alguna vez hizo algo sensato; pero buscar a esa mujer era lo que enardecía la sangre que corría por sus venas. No podía dejarlo pasar. El parecido... ¡maldición! subió las escaleras. Desabotonó su camisa... seguramente, su ayudante había ido con el fin de avisarle que el baño estaba preparado cuando él le había atacado. Lo que vio cuando entró a sus aposentos fue suficiente para detenerle en seco...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
En silencio, en medio de una desolada habitación, las respiraciones entrecortadas de un animalejo son la cantata perfecta para el demonio de la muerte. El débil corazón de un ave esta a punto de colapsar, ya no hay salvación, no hay escapatoria. Las fuerzas le abandonaron en el instante en que se dejo desfallecer sobre aquel pilar, en aquella ventana… Pasos, un par de pies se avecinan hasta donde el pobre pájaro cayo moribundo ¿Será para bien, será para mal? Esta en sus manos Rouss, Roussette no puede defenderse, se encuentra a su merced. No es ni será una simple lechuza pues frente a él, con las pupilas negras observándole, ella…
Un montón de plumas blancas se desprenden del cuerpo, este al sentir el despojo y el frío golpeándole la espalda se abre, es como ver florecer un loto en medio de la hermosa laguna. Cabellera negra, piel pálida, débil, tersa, desnuda. La develación es ambiguamente simple y complicada. Una mujer yace inerte en el suelo, posición fetal, sus piernas cubren su sexo, las manos su pecho. La finura en el arco de sus cejas, los suaves labios, esas pestañas elevadas hasta el cielo; la convierten en una musa dormida. No existe cadáver, ni sueño más bello, que su figura como se encuentra en ese momento.
Un gélido viento se abre paso, hace danzar la delgada cortina blanca que pende del umbral de una ventana, pequeños copos de nieve son arrastrados por su fuerza, que ante ellos, es descomunal. Escarchan su cabello, lo adoquinan, empapan su cuerpo, lo congelan… Se eriza su piel bajo aquel manto blanco que le cubre, la inercia en su inconsciencia le hace engarruñar su cuerpo para tratar, en un inútil esfuerzo, abrigarse. Un lloriqueo se le escapa de las cadenas que le atan en su congelada garganta. El ceño fruncido da señales de incomodidad, pero aún no puede moverse y siente en su espalda la fría ventisca clavarse en su espina dorsal. Como puede, tomando la última fuerza de voluntad abre los ojos de golpe, su respiración cada vez es más agitada. Sus iris de color gris verdoso, se pierden buscando una oportunidad de vida, solo para detenerse en él. Su presencia causa pavor en la bestia tirada, más no puede si quiera pensar en huir.
Un montón de plumas blancas se desprenden del cuerpo, este al sentir el despojo y el frío golpeándole la espalda se abre, es como ver florecer un loto en medio de la hermosa laguna. Cabellera negra, piel pálida, débil, tersa, desnuda. La develación es ambiguamente simple y complicada. Una mujer yace inerte en el suelo, posición fetal, sus piernas cubren su sexo, las manos su pecho. La finura en el arco de sus cejas, los suaves labios, esas pestañas elevadas hasta el cielo; la convierten en una musa dormida. No existe cadáver, ni sueño más bello, que su figura como se encuentra en ese momento.
Un gélido viento se abre paso, hace danzar la delgada cortina blanca que pende del umbral de una ventana, pequeños copos de nieve son arrastrados por su fuerza, que ante ellos, es descomunal. Escarchan su cabello, lo adoquinan, empapan su cuerpo, lo congelan… Se eriza su piel bajo aquel manto blanco que le cubre, la inercia en su inconsciencia le hace engarruñar su cuerpo para tratar, en un inútil esfuerzo, abrigarse. Un lloriqueo se le escapa de las cadenas que le atan en su congelada garganta. El ceño fruncido da señales de incomodidad, pero aún no puede moverse y siente en su espalda la fría ventisca clavarse en su espina dorsal. Como puede, tomando la última fuerza de voluntad abre los ojos de golpe, su respiración cada vez es más agitada. Sus iris de color gris verdoso, se pierden buscando una oportunidad de vida, solo para detenerse en él. Su presencia causa pavor en la bestia tirada, más no puede si quiera pensar en huir.
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De todos los lugares en el bosque, este era el menos indicado para que mi fortaleza me abandonara. Lo supe en el primer instante en que lo mire. Un hombre con imponencia en la obscura habitación, sus músculos marcados a través de esa camisa desabotonada, mirada férrea y labios pintados de ¿Sangre? Esa pálida piel, fuera de mí solo puede existir una criatura con una piel marmórea. El frío ya no era el problema, no uno del cual debiera preocuparme, las prioridades han cambiado y ese demonio frente a mí…
“Muerte inoportuna que has de arrastrarme hasta los sombríos aposentos del infierno… Imploro tu piedad ¡Envuelve a mi alma con tus alas! Si has de reclamarme… ¡Hacedlo ya!”
Me quede congelada, sin pronunciar ni una sola palabra. No fui capaz, mi mentalidad me lo impedía y todo lo que pude pensar fue aquella frase. Preparada para sentir la muerte, esperando que el cielo me concediera la oportunidad de ver por un efímero momento a mi madre. Me importo muy poco el hecho de estar completamente despojada de mi vestimenta, ignore el pudor que la sociedad inculca a los niños. Mi cuerpo se retorció ante el dolor recuperado a la par de mi conciencia, acto reflejo busque la herida y empapé mi mano con la sangre que desbordaba la yaga.
Busque, entre la hiedra de su mirada un atisbo de humanidad ¿La encontré? No estoy segura pero sé que esta noche no me lastimará. Al menos no, si lo que busca de mí es algo más que la simpleza de saciar con mi sangre su sed…
Busque, entre la hiedra de su mirada un atisbo de humanidad ¿La encontré? No estoy segura pero sé que esta noche no me lastimará. Al menos no, si lo que busca de mí es algo más que la simpleza de saciar con mi sangre su sed…
Séfer Zahira- Hechicero Clase Alta
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
¿Qué podía tener de interesante un ave que acaparara su visión, si es que se encontraba ahí realmente? Lucern no se encontraba en un estado donde pudiese diferenciar, lo irreal de lo real. Su mente era un caos. Las voces jodían como malditos engranes oxidados, moviéndose con dificultad y creando ese desastroso sonido que, aunque fingía no oírlo, lastimaban sin sentido. Era imposible negar la belleza que se encontraba en un simple y común animal. Limpia, pura... un modelo de cristal que solo un idiota intentaría cincelar. Su mirada ebria, aterrizó sobre el ave que yacía a un costado de la ventana, cada pluma aterciopelada invitándole... ¿a qué? El vampiro podía sentir el aroma de una sangre jugosa y humana que no venía del pasillo en el que había dejado a su ayudante... Era esa ave que estaba fuera de lugar en su habitación el que le hipnotizaba y pronto descubriría el motivo de tanta extrañeza mezclada con la sorpresa. Había bastado un parpadeo para perderse de los cambios que se daban en el animal que herido, le observaba fijo.
Una cambiaformas... Sus cejas se alzaron ante lo que sus ojos descubrían con cada segundo que transcurría. Su cabellera larga color ébano contrastaba con su piel marmórea. Tan fina que los dedos de Lucern pedían recorrer a diestra y siniestra, marcando cada centímetro de piel, descubriendo las irregularidades que bien podían existir donde menos imaginaba, saboreándole lentamente, con el tiempo deteniéndose. Sí. Era tan sencillo. Ella había hecho todo el trabajo llegando hasta su guarida. Pero Lucern es un imbécil si cree que todo será tan fácil. Una mirada puede desarmar al más feroz y letal guerrero y, fueron sus ojos azul verdosos los que lo hicieron. Y pensar que la culpable de todo su sufrimiento se encontraba ahora ahí, ante él, tan débil y... Rápido. Muy rápido, Lucern le tomó entre sus brazos, depositándole sobre las sábanas color vino que cubrían su lecho. Quizás se trataba de una jugarreta del destino trayéndole su pasado a esta dimensión donde él, el conde vampiro, se creía tan poderoso como para enfrentar todo y a todos. Pero, ¿qué mejor que su primera víctima tomando forma ante sus ojos?
Poco sabía él que se trataba de las alucinaciones – ilusiones- que la araña de su pasado, tejía con los hilos de sus pensamientos. Era extraño cómo perdía los estribos en un segundo. Solo había mirado su rostro entre un montón de mujeres y, ahora le imaginaba ahí, con él; bajo su cuidado. ¿Lucern cubriendo la desnudez de una mujer? ¿Quién en su sano juicio lo habría siquiera imaginado? No él, pero ahí se encontraba, cubriendo la belleza albina de la mujer, su mujer. Él no sabía cómo tratar con heridos. Jamás lo había hecho. No hay necesidad cuando eres un inmortal y todo se rige por esos genes que te hacen sanar rápidamente. Ella había sucumbido y, ésta vez, él no sería el verdugo que terminaría con su vida. Ahora estaba tratando con un vampiro que podía refrenar su sed y, mirarle era suficiente para recordarle todos esos años que se había alejado del mundo, refugiándose en algo inexistente... recordándole, deseando regresar el tiempo y jamás ir a su encuentro. ¿Cómo era posible que ahora estuviera ahí, junto a él de nuevo? No lo sabía y, tan pronto como la pregunta pasó por su mente, ella nubló sus pensamientos... La mujer que ahora lo era todo para él... No. No era la que se encontraba en sus aposentos. ¡Maldición! Apareciste ahora que no te necesito. Pero no podía solo darle la espalda, ella le necesitaba y no cometería aquél error de nuevo.
Una cambiaformas... Sus cejas se alzaron ante lo que sus ojos descubrían con cada segundo que transcurría. Su cabellera larga color ébano contrastaba con su piel marmórea. Tan fina que los dedos de Lucern pedían recorrer a diestra y siniestra, marcando cada centímetro de piel, descubriendo las irregularidades que bien podían existir donde menos imaginaba, saboreándole lentamente, con el tiempo deteniéndose. Sí. Era tan sencillo. Ella había hecho todo el trabajo llegando hasta su guarida. Pero Lucern es un imbécil si cree que todo será tan fácil. Una mirada puede desarmar al más feroz y letal guerrero y, fueron sus ojos azul verdosos los que lo hicieron. Y pensar que la culpable de todo su sufrimiento se encontraba ahora ahí, ante él, tan débil y... Rápido. Muy rápido, Lucern le tomó entre sus brazos, depositándole sobre las sábanas color vino que cubrían su lecho. Quizás se trataba de una jugarreta del destino trayéndole su pasado a esta dimensión donde él, el conde vampiro, se creía tan poderoso como para enfrentar todo y a todos. Pero, ¿qué mejor que su primera víctima tomando forma ante sus ojos?
Poco sabía él que se trataba de las alucinaciones – ilusiones- que la araña de su pasado, tejía con los hilos de sus pensamientos. Era extraño cómo perdía los estribos en un segundo. Solo había mirado su rostro entre un montón de mujeres y, ahora le imaginaba ahí, con él; bajo su cuidado. ¿Lucern cubriendo la desnudez de una mujer? ¿Quién en su sano juicio lo habría siquiera imaginado? No él, pero ahí se encontraba, cubriendo la belleza albina de la mujer, su mujer. Él no sabía cómo tratar con heridos. Jamás lo había hecho. No hay necesidad cuando eres un inmortal y todo se rige por esos genes que te hacen sanar rápidamente. Ella había sucumbido y, ésta vez, él no sería el verdugo que terminaría con su vida. Ahora estaba tratando con un vampiro que podía refrenar su sed y, mirarle era suficiente para recordarle todos esos años que se había alejado del mundo, refugiándose en algo inexistente... recordándole, deseando regresar el tiempo y jamás ir a su encuentro. ¿Cómo era posible que ahora estuviera ahí, junto a él de nuevo? No lo sabía y, tan pronto como la pregunta pasó por su mente, ella nubló sus pensamientos... La mujer que ahora lo era todo para él... No. No era la que se encontraba en sus aposentos. ¡Maldición! Apareciste ahora que no te necesito. Pero no podía solo darle la espalda, ella le necesitaba y no cometería aquél error de nuevo.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
Refugiada en el frío de un extraño, pude concebir un poco de calma. La mirada, esa mirada tan pétrea de sus ojos negros me congelo durante un breve instante. Las expresiones en su rostro me confundieron, me perdí en un universo paralelo. Mi primera impresión había sido acertada, él era un vampiro, su olor y esas marcas de sangre en sus labios le delataban; también acerté en que no me lastimaría. Sus brazos rodearon con lentitud y delicadeza mi cuerpo, mi reacción fue la misma, un acto de reflejo que me arrastro para color mis manos alrededor de su cuello, me sostuve durante un instante con ambas, más mi deseo incontrolable por palpar su rostro sereno me condujo a una acción inesperada. Mi palma yacía en su mejilla, mis pupilas clavadas en sus ojos buscaban en su mundo algo que nunca pensé encontrar en uno de ellos. El tacto en mi piel, lo gélido de su persona me hizo estremecer, erizando cada poro de mi cuerpo. Pero lo que pude leer en su alma… valió la pena. Lo sé, fue un atrevimiento de mi parte, no pude evitarlo. Aspiré su aroma que se confundía con el despreciable olor de la sangre seca, admiré cada maldito centímetro que en su rostro se veía, sus cabellos, su nariz, sus frías mejillas, la comisura de sus labios. ¡Dios, era tan perfecto bajo el manto espectral de la noche! Y sin reparo albergue mi cuerpo en él.
La seda se derritió bajo mi piel, cuando caí en su cuidado, me enredé entre la fina tela para cubrir mi desnudez. El hombro me ardía. Sentí la diferencia entre el hielo y el fuego, lentamente mi cuerpo recuperaba su temperatura normal, poco a poco mis mejillas fueron llenándose de un color rosado inocentón y mi piel, mi piel continuaba siendo tan blanca como la nieve. Intente ponerme de pie, mi brazo no respondió y sufrí un espasmo de dolor. Brame por encima del hombro herido, chocharon con la nuca de ese sombrío hombre. Negué su comentario, no entendí. La yaga comenzaba a cicatrizarse, bendita sea la sanación, que por naturaleza se me ha obsequiado, pero aún así, mientras las células se incorporaban la una contra la otra y el desgarre en mi piel era sanado, se podía percibir el dolor, ya no igual, uno lejano que en un instante, en recuerdos se convirtió. – Lamento el inoportuno Monsieur – Mi voz era un murmullo ante la suya. ¡Esa estúpida timidez! Incomodidad, me encontraba en un techo ajeno, frente aun espectro que había decidido no herirme por alguna extraña razón, que tontamente, imaginé sería un compasión. Tome la sábana de vino color, la enrollé en mi esbelto cuerpo mientras me ponía de pie, le hice un nudo por encima del pecho. Mis huesudos pies tocaron el piso de madera y me sentí agradecida, no podía quedarme allí – Gracias, pero debo irme – Me dirigí hasta él para verle una vez más su rostro, uno que estaría en mi vida hasta el fin de mis días. El agradecimiento eterno estaría a su lado. Calculé mal y aunque mis heridas habían tenido su reparo, las fuerzas en mi ser aún estaban escasas, las rodillas se me flagelaron; pendí de su cuello evitando una caída, nuestros rostros a escasos centímetros el uno de otro. Mi aliento vaporizo sus labios, su respiración me congelo. Algo muy parecido a un sueño me invadió.
Tan sumergida en un sus ojos olvidé quien era, lo que hacía y el por que estaba allí. Pero es que no tuve alternativa al percibir la colisión de emociones que en su interior batallaban. ¿Ser intuitivo y curioso es un pecado o una bendición? Hasta el momento para mí era una desventaja infinita. Fruncí mi ceño, me relamí los labios en un reflejo por calentarlos con mi calor tras su fresco vaho – Lo siento – No pude sostenerle la mirada un segundo más y tras aquel susurro la baje, apartándome de él lo más rápido que me fue posible. ¿Qué me había pasado? Deseaba poder salir huyendo de aquel lugar, pero si no podía sostenerme de pie, menos correr o utilizar la metamorfosis.
La seda se derritió bajo mi piel, cuando caí en su cuidado, me enredé entre la fina tela para cubrir mi desnudez. El hombro me ardía. Sentí la diferencia entre el hielo y el fuego, lentamente mi cuerpo recuperaba su temperatura normal, poco a poco mis mejillas fueron llenándose de un color rosado inocentón y mi piel, mi piel continuaba siendo tan blanca como la nieve. Intente ponerme de pie, mi brazo no respondió y sufrí un espasmo de dolor. Brame por encima del hombro herido, chocharon con la nuca de ese sombrío hombre. Negué su comentario, no entendí. La yaga comenzaba a cicatrizarse, bendita sea la sanación, que por naturaleza se me ha obsequiado, pero aún así, mientras las células se incorporaban la una contra la otra y el desgarre en mi piel era sanado, se podía percibir el dolor, ya no igual, uno lejano que en un instante, en recuerdos se convirtió. – Lamento el inoportuno Monsieur – Mi voz era un murmullo ante la suya. ¡Esa estúpida timidez! Incomodidad, me encontraba en un techo ajeno, frente aun espectro que había decidido no herirme por alguna extraña razón, que tontamente, imaginé sería un compasión. Tome la sábana de vino color, la enrollé en mi esbelto cuerpo mientras me ponía de pie, le hice un nudo por encima del pecho. Mis huesudos pies tocaron el piso de madera y me sentí agradecida, no podía quedarme allí – Gracias, pero debo irme – Me dirigí hasta él para verle una vez más su rostro, uno que estaría en mi vida hasta el fin de mis días. El agradecimiento eterno estaría a su lado. Calculé mal y aunque mis heridas habían tenido su reparo, las fuerzas en mi ser aún estaban escasas, las rodillas se me flagelaron; pendí de su cuello evitando una caída, nuestros rostros a escasos centímetros el uno de otro. Mi aliento vaporizo sus labios, su respiración me congelo. Algo muy parecido a un sueño me invadió.
Tan sumergida en un sus ojos olvidé quien era, lo que hacía y el por que estaba allí. Pero es que no tuve alternativa al percibir la colisión de emociones que en su interior batallaban. ¿Ser intuitivo y curioso es un pecado o una bendición? Hasta el momento para mí era una desventaja infinita. Fruncí mi ceño, me relamí los labios en un reflejo por calentarlos con mi calor tras su fresco vaho – Lo siento – No pude sostenerle la mirada un segundo más y tras aquel susurro la baje, apartándome de él lo más rápido que me fue posible. ¿Qué me había pasado? Deseaba poder salir huyendo de aquel lugar, pero si no podía sostenerme de pie, menos correr o utilizar la metamorfosis.
Séfer Zahira- Hechicero Clase Alta
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
Estuvo sentado a su lado, observándole como quien encuentra una joya invaluable; una que había perdido hacía mucho tiempo y ahora se materializaba para ser admirada. Con ella ahí, todas las pesadillas se desvanecerían; esas malditas conversaciones que habían tenido lugar en su habitación de Londres. Se deleitó con cada facción de su rostro, la forma de sus labios, la suave textura de su piel, inclusive se encontraba enviciado con ese fiel y pequeño movimiento de sus pestañas. Lucern frunció el ceño ante las primeras palabras que se escucharon de sus labios. No era tal cual recordaba. Quizás, después de todo, las cicatrices que habían dejado en su alma ya habían sido borradas por el tiempo y por aquélla mujer que el presente le había entregado. Si su ceño había estado fruncido, éste se frunció aun más al ver las acciones de la dama. - ¿Qué demon...? Su pregunta fue interrumpida por ese agradecimiento que no comprendía. Ni siquiera se molestó en responder cuando su mirada recayó en el cuerpo de quien había sido su mujer. Aún podía recordar la forma en que se había estremecido bajo él, las veces que había dicho su... Fue entonces que recayó en que ella, no había utilizado su nombre... Y, una vez más, esa imponente mujer hizo que los hilos de sus pensamientos se desvanecieran como la arena y el mar.
Había estado observando ese movimiento de caderas, la forma que había tomado la sabana alrededor de su cuerpo... Estaba desnuda y sus manos parecían solo pensar en una cosa... Arrebatarla y tirarle de nuevo a la cama... La herida había sanado, dejando solo un rastro de su sangre, ese olor que se impregnaba en sus fosas nasales y su garganta palpaba como si estuviese alimentándose. Perdido en su mirada, intentando comprender cómo es que ahí se encontraba, buscando una explicación lógica inexistente para el paso del tiempo y su... No. Ella no era su prometida. Su prometida estaba muerta, él se había encargado de ello, dejando solo... Nada de ella. Pero... ¿quién hacía comprender a un vampiro que se encontraba sumido en esa ilusión que su mente creaba? Un vampiro necio que optaba por hacer caso omiso de la realidad. Se levantó y sus manos se aferraron a su cintura para refrenar su caída, ella se había aferrado a su cuello y ese contacto, ese sublime contacto, le hizo perder los estribos. – No. Sus labios cedieron, sus comisuras se curvaron, veía su reflejo en sus ojos verde azulados. – No te disculpes. Gruñó enojado, su humor cambiando. – No te irás así- señaló la sabana que arrastraba, deteniendo su mirada en sus senos, saboreando ese momento; aunque, en realidad, se suponía que señalaba la herida que se había hecho- ya has perdido mucha sangre, puedo olerlo. Él había visto el deseo en su mirada, el mismo deseo contra el que él batallaba. ¿Por qué simplemente no se entregaba?
Caminó imponente hasta ella. La dama, de la cual comenzaba a entender, no se trataba de su prometida, era la compañía que necesitaba para disipar ese tormento contra el que había estado luchando durante la luz del día. Su mano levantó su barbilla, obligándole a mirarle; su otra mano, se encontraba moviendo uno de los mechones de su cabello; él no deseaba que nada ocultara su rostro. Ahora comenzaba a ver las vagas diferencias que había en esa mujer que había entrado herida a su cuarto y su exprometida. Esa cercanía le delataba. Pero su cuerpo ya respondía por sí solo.... – No me hagas obligarte a regresar a la cama. Inspiró su aroma en cuanto acercó su rostro hasta su lóbulo, el olor que encontraba en su cuello, ese sutil perfume que desprendía su cuerpo. No era la sangre, era su perfume natural, ese que le pertenecía a ella. – Hoy serás mi compañía y, no quiero que nada lo arruine, así que... harías bien en obedecerme. Palabras amenazadoras que camuflaba con el tono de su voz. Alejó su rostro para encontrarse ante el de ella nuevamente, sus labios se acercaron finalmente, rozándolos, saboreando su aliento. - ¿Quién eres? Demandó. Su mirada ardía, tal cual recordaba el mar en un atardecer... Sus labios estaban húmedos por su culpa, ella los había relamido, incitando a la depravación.
Había estado observando ese movimiento de caderas, la forma que había tomado la sabana alrededor de su cuerpo... Estaba desnuda y sus manos parecían solo pensar en una cosa... Arrebatarla y tirarle de nuevo a la cama... La herida había sanado, dejando solo un rastro de su sangre, ese olor que se impregnaba en sus fosas nasales y su garganta palpaba como si estuviese alimentándose. Perdido en su mirada, intentando comprender cómo es que ahí se encontraba, buscando una explicación lógica inexistente para el paso del tiempo y su... No. Ella no era su prometida. Su prometida estaba muerta, él se había encargado de ello, dejando solo... Nada de ella. Pero... ¿quién hacía comprender a un vampiro que se encontraba sumido en esa ilusión que su mente creaba? Un vampiro necio que optaba por hacer caso omiso de la realidad. Se levantó y sus manos se aferraron a su cintura para refrenar su caída, ella se había aferrado a su cuello y ese contacto, ese sublime contacto, le hizo perder los estribos. – No. Sus labios cedieron, sus comisuras se curvaron, veía su reflejo en sus ojos verde azulados. – No te disculpes. Gruñó enojado, su humor cambiando. – No te irás así- señaló la sabana que arrastraba, deteniendo su mirada en sus senos, saboreando ese momento; aunque, en realidad, se suponía que señalaba la herida que se había hecho- ya has perdido mucha sangre, puedo olerlo. Él había visto el deseo en su mirada, el mismo deseo contra el que él batallaba. ¿Por qué simplemente no se entregaba?
Caminó imponente hasta ella. La dama, de la cual comenzaba a entender, no se trataba de su prometida, era la compañía que necesitaba para disipar ese tormento contra el que había estado luchando durante la luz del día. Su mano levantó su barbilla, obligándole a mirarle; su otra mano, se encontraba moviendo uno de los mechones de su cabello; él no deseaba que nada ocultara su rostro. Ahora comenzaba a ver las vagas diferencias que había en esa mujer que había entrado herida a su cuarto y su exprometida. Esa cercanía le delataba. Pero su cuerpo ya respondía por sí solo.... – No me hagas obligarte a regresar a la cama. Inspiró su aroma en cuanto acercó su rostro hasta su lóbulo, el olor que encontraba en su cuello, ese sutil perfume que desprendía su cuerpo. No era la sangre, era su perfume natural, ese que le pertenecía a ella. – Hoy serás mi compañía y, no quiero que nada lo arruine, así que... harías bien en obedecerme. Palabras amenazadoras que camuflaba con el tono de su voz. Alejó su rostro para encontrarse ante el de ella nuevamente, sus labios se acercaron finalmente, rozándolos, saboreando su aliento. - ¿Quién eres? Demandó. Su mirada ardía, tal cual recordaba el mar en un atardecer... Sus labios estaban húmedos por su culpa, ella los había relamido, incitando a la depravación.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
No se puede disfrazar a un lobo de oveja…
Me engañé, me mentí y supliqué al cielo que fuese real, pero la verdad es que jamás se puede ocultar un afilado cuchillo tras el pétalo de una rosa. Viví la fantasía que era el verme en sus pupilas, esas tan serenas, intactas, inexpresivas… que me miraban a mí de una forma indescifrable. Para los demás es fácil saber quien y como soy yo, el libro abierto que puedes codificar sin esfuerzo alguno, pero al igual que todo manuscrito, guardo secretos que el lector no comprende hasta que ha tocado el fondo y hallado la sabiduría en el texto. Mi ensimismamiento fue interrumpido una vez más por la voz gutural que él poseía. Un respingo dio mi cuerpo al compas en que las pupilas de mis ojos luchaban para ceder, para no mirarle. Su tacto, esa fría caricia en mi rostro me hizo estremecer, mis labios titubearon sin decir nada, mi cuerpo reacciono de la misma forma. Era prisionera de mi propia debilidad y ahora cautiva de esas cuatro paredes, mis cadenas no me sujetaban físicamente, era él… Él que con sus movimientos lentamente me hizo caer en un laberinto sin salida. No me resistí.
En la cabeza me martillaba una estúpida idea, deseaba mi cordura, salir de allí, la razón batallaba contra mis sentidos, contra mi corazón; por más que lo intento no pudo hacerme reaccionar, caí en la demencia de esa noche. Encaprichada una vez más, débil ante mi impotencia, me rendí a sus pies. Desquebraje mis emociones, de mis ojos lágrimas cristalizadas salieron. No, ese señor no tenía la culpa de mi tristeza, no fue quien clavo aquella flecha en mi hombro y tampoco el causante de mis desdichas. El momento, el lugar, con la compañía menos indicada, me rompí en dos. ¡Maldita sea! Sus labios tan cerca de los míos, esa no era la forma apropiada, intente alejarme de sus ataduras, me fue imposible, el cuerpo no me respondió. – Soy su compañía ¿Qué importa el nombre? Puede llamarme Selene, Lluna, Moon, Lune… Es igual – Una gota salada, cayo en los labios de aquel extraño. Mis manos por instinto se colocaron sobre la comisura de ellos y la desprendieron de allí, me quede un breve instante mirándola, preguntando cosas insignificantes, haciendo cuestiones que realmente no tenían coherencia alguna. Pero allí estaba yo, frente a un desconocido, eso mismo sería Rouss para él, una desconocida. Me deje caer en el suelo. Mis sexto sentido me gritaba, me imploraba, más le ignore… Sí, que idiota de mi parte. – No tengo fuerzas para retarlo ¿Cómo habría de desobedecerle? Aún cuando trate de hacerlo se bien que… - Suspiré, el hecho de terminar esa frase me dolía. París me había enseñado que la vida no es fácil, que criaturas indescriptibles pueden romper los sueños y tu existencia en un solo movimiento de sus manos. – No tengo opción, pero no me obligue a nada. Sé que estoy moribunda y que no podré contra su fuerza, pero si desea someterme, será mejor que me mate – Allí sentada en el suelo, con la mirada perdida en la ventana, en la ventisca que ajena a toda la escena se entrometía en la habitación para helarme el cuerpo, al igual que las palabras del vampiro me habían helado el alma.
Me engañé, me mentí y supliqué al cielo que fuese real, pero la verdad es que jamás se puede ocultar un afilado cuchillo tras el pétalo de una rosa. Viví la fantasía que era el verme en sus pupilas, esas tan serenas, intactas, inexpresivas… que me miraban a mí de una forma indescifrable. Para los demás es fácil saber quien y como soy yo, el libro abierto que puedes codificar sin esfuerzo alguno, pero al igual que todo manuscrito, guardo secretos que el lector no comprende hasta que ha tocado el fondo y hallado la sabiduría en el texto. Mi ensimismamiento fue interrumpido una vez más por la voz gutural que él poseía. Un respingo dio mi cuerpo al compas en que las pupilas de mis ojos luchaban para ceder, para no mirarle. Su tacto, esa fría caricia en mi rostro me hizo estremecer, mis labios titubearon sin decir nada, mi cuerpo reacciono de la misma forma. Era prisionera de mi propia debilidad y ahora cautiva de esas cuatro paredes, mis cadenas no me sujetaban físicamente, era él… Él que con sus movimientos lentamente me hizo caer en un laberinto sin salida. No me resistí.
En la cabeza me martillaba una estúpida idea, deseaba mi cordura, salir de allí, la razón batallaba contra mis sentidos, contra mi corazón; por más que lo intento no pudo hacerme reaccionar, caí en la demencia de esa noche. Encaprichada una vez más, débil ante mi impotencia, me rendí a sus pies. Desquebraje mis emociones, de mis ojos lágrimas cristalizadas salieron. No, ese señor no tenía la culpa de mi tristeza, no fue quien clavo aquella flecha en mi hombro y tampoco el causante de mis desdichas. El momento, el lugar, con la compañía menos indicada, me rompí en dos. ¡Maldita sea! Sus labios tan cerca de los míos, esa no era la forma apropiada, intente alejarme de sus ataduras, me fue imposible, el cuerpo no me respondió. – Soy su compañía ¿Qué importa el nombre? Puede llamarme Selene, Lluna, Moon, Lune… Es igual – Una gota salada, cayo en los labios de aquel extraño. Mis manos por instinto se colocaron sobre la comisura de ellos y la desprendieron de allí, me quede un breve instante mirándola, preguntando cosas insignificantes, haciendo cuestiones que realmente no tenían coherencia alguna. Pero allí estaba yo, frente a un desconocido, eso mismo sería Rouss para él, una desconocida. Me deje caer en el suelo. Mis sexto sentido me gritaba, me imploraba, más le ignore… Sí, que idiota de mi parte. – No tengo fuerzas para retarlo ¿Cómo habría de desobedecerle? Aún cuando trate de hacerlo se bien que… - Suspiré, el hecho de terminar esa frase me dolía. París me había enseñado que la vida no es fácil, que criaturas indescriptibles pueden romper los sueños y tu existencia en un solo movimiento de sus manos. – No tengo opción, pero no me obligue a nada. Sé que estoy moribunda y que no podré contra su fuerza, pero si desea someterme, será mejor que me mate – Allí sentada en el suelo, con la mirada perdida en la ventana, en la ventisca que ajena a toda la escena se entrometía en la habitación para helarme el cuerpo, al igual que las palabras del vampiro me habían helado el alma.
Séfer Zahira- Hechicero Clase Alta
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
No se sentía él mismo. El cuerpo que se escondía bajo aquélla sabana color vino no era ninguno que sus manos habían recorrido. En cualquier otro momento, Lucern se habría aprovechado. Un manjar que se exhibía ante él sin proponérselo, no podía solo ser ignorado, pero esa jodida noche; el conde se sentía solo un estúpido visionario... No ayudaba lo que veía en ella... No le gustaba lo que venía de él... Odiaba sentirse estúpido, vulnerable... Cualquier palabra que resaltara lo tonto que resultaba ante esa humana era bienvenido. El vampiro dejó caer sus manos. Las palabras que escuchaba de sus labios solo le hacían sentirse... ¿extraño? Esa era la palabra que mas se acercaba a describir la batalla que se presentaba en su mente. Nadie cedía y por ende, ninguno vencía. ¿Por qué habría de interesarse por el estado emocional de la mujer que se encontraba en su dominio? No tenía porque hacerlo y sin embargo, él no hizo nada por ocultarlo. Mas tarde quizás, se reprocharía el haberse permitido jugar consigo mismo. Las velas del candelabro se apagaron ante la primera ráfaga de viento que entró por la ventana donde ella había ingresado. – Eres mi compañía... El vampiro se dejó llevar por las corrientes de ese mágico mar en el que se convertían sus encantadores ojos verdeazulados. Ese color... era el mismo que él había tenido cuando había sido un simple humano. Eso le había detenido de hacer cualquier otro movimiento. Una parte de él deseaba besarle, esos labios hechiceros... y tengo derecho a saber tu nombre, no uno ficticio. ¡Maldición! Estar solos en su habitación, no podía, tampoco, ser ignorado.
La gota salada cayó sobre sus labios y, acto seguido, Lucern dio un paso atrás, apartándose de la tentadora imagen que no podía solo hacer suya esta noche. El diablo era mañoso, tenía formas de jugar con la psiquis de los inmortales y este vampiro en especial, tenía ya una serie de eventos en los que la condena resultaba una muy frágil cuerda, rompible al primer paso en falso. Su mano acompañó a la de ella, sobreponiéndose en su muñeca, apartándole de sus labios, si comenzaba... ni siquiera una lágrima detendría al demonio que, alzaba la tapa de su frasco, burlando... siempre burlando... Lucern dio un paso atrás en cuanto ella cayó sobre el piso. No era el tipo de persona que ayudaría a su mejor amigo si éste se encontraba abrazando a la muerte. Su mandíbula firmemente apretada se suavizó ante sus últimas palabras. – Hacía mucho que no escuchaba tan valientes palabras. Sus ojos analizaban todo, pero especialmente a ella. Lucern no podía solo prometer, él siempre actuaba según sus caprichos... – Levántate y ponte cómoda. Solo no intentes escapar que te detendré antes de que puedas estar a salvo. No podía solo quedarse ahí, respirando su aroma, saboreando la sangre que había perdido... aclamando su compañía esta noche. ¿Los dos se sentían realmente solos? "No yo, demonios." Se dirigió al baño, esperando que el agua fría aplacara cualquier deseo, borrara toda visión y trajera consigo al hombre que consideraba cuerdo...
La gota salada cayó sobre sus labios y, acto seguido, Lucern dio un paso atrás, apartándose de la tentadora imagen que no podía solo hacer suya esta noche. El diablo era mañoso, tenía formas de jugar con la psiquis de los inmortales y este vampiro en especial, tenía ya una serie de eventos en los que la condena resultaba una muy frágil cuerda, rompible al primer paso en falso. Su mano acompañó a la de ella, sobreponiéndose en su muñeca, apartándole de sus labios, si comenzaba... ni siquiera una lágrima detendría al demonio que, alzaba la tapa de su frasco, burlando... siempre burlando... Lucern dio un paso atrás en cuanto ella cayó sobre el piso. No era el tipo de persona que ayudaría a su mejor amigo si éste se encontraba abrazando a la muerte. Su mandíbula firmemente apretada se suavizó ante sus últimas palabras. – Hacía mucho que no escuchaba tan valientes palabras. Sus ojos analizaban todo, pero especialmente a ella. Lucern no podía solo prometer, él siempre actuaba según sus caprichos... – Levántate y ponte cómoda. Solo no intentes escapar que te detendré antes de que puedas estar a salvo. No podía solo quedarse ahí, respirando su aroma, saboreando la sangre que había perdido... aclamando su compañía esta noche. ¿Los dos se sentían realmente solos? "No yo, demonios." Se dirigió al baño, esperando que el agua fría aplacara cualquier deseo, borrara toda visión y trajera consigo al hombre que consideraba cuerdo...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
Tu nombre ¿Qué es en realidad el nombre de una persona? Es tan solo la forma con la cual te identifican entre la muchedumbre. Los orígenes de estos desvarían, hay tantos nombres con diferente significado así como estrellas en el firmamento, pero ¿Es tu nombre el que dice quien eres? No, definitivamente una simple palabra no puede representar todo lo que se esconde en el alma de un individuo, pero la simpleza para mencionarlo es lo que nos arrastra para etiquetarnos de esa manera… El señor me miraba, me sentí incomoda y es que sus pupilas se clavaban en mis ojos, en mi cuerpo. Había algo en él que me causaba intriga, sus movimientos, sus palabras, cada facción de su rostro ¿Por qué? ¿Por qué? La respuesta me fue negada. Pude sonrojarme, quizá hubiese sido mejor que dejarme caer en el llanto, tal vez si yo… Si solo hubiese decidió mostrarme más fiera, más atrevida… Pero no, esa no es parte de mi naturaleza. Me quedé en silencio, simplemente en silencio escuchando su voz, una que me estremecía, me erizaba cada parte del cuerpo y no, no se trataba de la briza invernal escurridiza. Era él. Espere a que se fuese de allí para ponerme de pie, la cabeza me daba vueltas, pero aún así logre admirar cada detalle de la habitación. El candelabro que pendía del techo se había quedado sin luz, más mis iris acostumbrados a la penumbra de la noche, se dilataron para observar lo que me rodeaba. Camine al lado de la cama, enredada aún en esa sábana de seda de color vino, mi cuerpo se deslizo a través de esa fúnebre habitación, decorada con la galanura de los aristócratas… Añoré, tanto mi hogar. La nostalgia me abofeteo sin darme oportunidad para defenderme, la tristeza se embargo de inmediato para dejarme helada, esa maldita y agonizante melancolía me hizo su presa, su víctima. Un suspiro me desgarro el alma.
Traté de perderme en la textura la madera, en la pintura de los muros, en los marcos con el arte en su interior. Fue inútil. Pero aún así continúe mi camino, lo lúgubre me era atrapante. Me llamaba por mi nombre, era estúpido y lo sabía pero cada parte en ese aposento gritaba mi nombre. Una pintura que como el canto de una sílfide invoca a los animales; me susurro al oído. Poseída por esa imagen me aproxime hasta ella, aparte la mesa que me impedía estar cerca de ese cuadro. Le mire profundamente analizando cada detalle, sumergiéndome en su belleza. El oleo emitía ese hedor a antigüedad, su marco estaba tallado en la madera más fina y resaltaban las esquinas con un baño de oro. Sonreí de medio lado, reconocí en un instante el género de esa obra. A lo lejos escuche el agua correr. Seguí divagando, encontrando cada vez más un interés especial en el hombre que le había decorado. El arte resaltaba en cada esquina, inclusive la cama misma, su cabecera tenía detalles grabados en esa fina madera, me era inconcebible que tanto esplendor se debiera a un ser como el vampiro en el baño – Tiene gracia por el arte Monsieur – Murmura consiente que la escucharía sin importar la distancia, sin dificultad - ¿Podría confirmarme el autor y el nombre de esa pintura? – Pregunte ya sin inhibiciones, hablar del arte es un idioma universal, no me importaron las circunstancias, perdí la vergüenza, perdí el miedo… Recosté mi espalda sobre el muro en el que la pintura descansaba, traté de imitar la mirada de la mujer que en ella se encontraba pero fue un fracaso, la sensualidad no está en mí. Lentamente compuse mi estado anímico, fruncí el ceño negando con la cabeza, compararme con una imagen de antaño.
Me mordí el labio inferior recordando la fuerza de mi “anfitrión”, esta vez el calor de mi cuerpo hizo que la sangre se me subiese a la cabeza, ¡Por Dios! ¡Estuve desnuda ante su mirar! – Perdone, ya que seré la salvación a su soledad esta noche… ¿Podría vestir algo más apropiado? - Baje la mirada y me hundí en aquella pared, sintiéndome sucia por estar frente a un hombre desconocido, desnuda, enredada en una sábana como cualquier amante, como una cualquiera. Nada podía hacer por cambiarlo, solo cubrir mi piel. De repente me sentí completamente desprotegida, acudí a la cama para tomar otra sábana, cubrir, mi espalda, mis hombros, cada parte de mí que aún estuviese al descubierto. - ¡No me mire, por favor! – Exclamé.
Traté de perderme en la textura la madera, en la pintura de los muros, en los marcos con el arte en su interior. Fue inútil. Pero aún así continúe mi camino, lo lúgubre me era atrapante. Me llamaba por mi nombre, era estúpido y lo sabía pero cada parte en ese aposento gritaba mi nombre. Una pintura que como el canto de una sílfide invoca a los animales; me susurro al oído. Poseída por esa imagen me aproxime hasta ella, aparte la mesa que me impedía estar cerca de ese cuadro. Le mire profundamente analizando cada detalle, sumergiéndome en su belleza. El oleo emitía ese hedor a antigüedad, su marco estaba tallado en la madera más fina y resaltaban las esquinas con un baño de oro. Sonreí de medio lado, reconocí en un instante el género de esa obra. A lo lejos escuche el agua correr. Seguí divagando, encontrando cada vez más un interés especial en el hombre que le había decorado. El arte resaltaba en cada esquina, inclusive la cama misma, su cabecera tenía detalles grabados en esa fina madera, me era inconcebible que tanto esplendor se debiera a un ser como el vampiro en el baño – Tiene gracia por el arte Monsieur – Murmura consiente que la escucharía sin importar la distancia, sin dificultad - ¿Podría confirmarme el autor y el nombre de esa pintura? – Pregunte ya sin inhibiciones, hablar del arte es un idioma universal, no me importaron las circunstancias, perdí la vergüenza, perdí el miedo… Recosté mi espalda sobre el muro en el que la pintura descansaba, traté de imitar la mirada de la mujer que en ella se encontraba pero fue un fracaso, la sensualidad no está en mí. Lentamente compuse mi estado anímico, fruncí el ceño negando con la cabeza, compararme con una imagen de antaño.
Me mordí el labio inferior recordando la fuerza de mi “anfitrión”, esta vez el calor de mi cuerpo hizo que la sangre se me subiese a la cabeza, ¡Por Dios! ¡Estuve desnuda ante su mirar! – Perdone, ya que seré la salvación a su soledad esta noche… ¿Podría vestir algo más apropiado? - Baje la mirada y me hundí en aquella pared, sintiéndome sucia por estar frente a un hombre desconocido, desnuda, enredada en una sábana como cualquier amante, como una cualquiera. Nada podía hacer por cambiarlo, solo cubrir mi piel. De repente me sentí completamente desprotegida, acudí a la cama para tomar otra sábana, cubrir, mi espalda, mis hombros, cada parte de mí que aún estuviese al descubierto. - ¡No me mire, por favor! – Exclamé.
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
Mientras el agua caía libremente sobre su cuerpo, su mente hacía exactamente lo opuesto, aprisionando sus pensamientos... Saber que la humana se encontraba desnuda en su habitación impregnando las paredes con su olor, ¡Demonios! provocaba en él una excitación que el agua que corría no podía aplacar simplemente con la ira. Ira por la tentadora forma que poseía... él podía tratar tan fácilmente con ello que solo se dio cuenta de lo que su mano y el jabón hacían sobre su miembro a través del gruñido y el choque que se produjo entre sus caninos. Su ropa yacía a un lado de la bañera, sus ojos estaban cerrados aunque no sabía porque se molestaba en hacerlo, el baño se encontraba completamente a oscuras. Nunca se molestaba en encender velas, excepto si sabía que una mujer estaría sirviéndole. Intentaba relajar su mente, olvidarse de lo que había visto entre la muchedumbre, lo que encontraba en la mirada de la cambiaformas... Cambiaformas... Pensó molesto. Si él conociese su nombre, su mente no haría referencia a lo que era, sino a ella. ¿En realidad iba a volver a la habitación y fingir que podía olvidar que su acompañante estaba desnuda y a su merced? El agua se ondulaba y masajeaba sus músculos, fría... tan frío como se sentía su cuerpo... tan frío como se sentía su ser. Ella caminaba por su habitación, el sonido suave que creaban sus pies eran llevados por el viento, siendo proyectados y encarcelados por sus oídos. Esos ojos le habían perforado, le habían mirado en un momento donde la lucidez no formaba parte de él. No. No podía dejarle ir después de esta noche. ¿Cómo? Si era su código. El agua no estaba ayudando como él pretendía creer. La voz de la joven... Lucern dejó de enjabonar su cuerpo en cuanto ella habló de nuevo. Las pinturas que se encontraban en su habitación habían pertenecido a... ¡Maldición! ¿Esa mujer estaba dispuesta a jugar con su pasado?
Los minutos transitaron y Lucern abandonó la bañera. – Vivo solo. No era una mentira. El único sirviente que quedaba se encontraba tirado en uno de los pasillos. Lo que le recordaba que tenía que encontrar otro que pudiese deshacerse del cuerpo pronto. – Pero si lo que le preocupa es vestir apropiadamente, puede sacarlo de su mente. Su sonrisa maliciosa aparecía... – Es la primera mujer que sabe cómo tiene que vestir ante mí. Lucern se encontraba desnudo. Era su mansión después de todo. La libertad era todo cuanto conocía. Mientras ella se avergonzaba de su desnudez, él simplemente no lo percibía. Se acercó hasta uno de los cajones para buscar uno de sus pantalones cómodos. Dado que no necesitaba salir esta noche para alimentarse ni para divertirse, no necesitaba hacer uso de tan sofisticada vestimenta. – Ya estoy siendo condescendiente, no me digas cómo tengo que tratarte y/o comportarme. El olor de su sangre estaba en el aire. Lucern no tenía hambre pero ese segundo que tardó en subirse el pantalón, se le antojó terriblemente lamer y morder su cuello. – Mi salvación o mi tentación. Aún no sé, exactamente... hacia donde te inclinas. Supongo que, todo depende de ti. ¿Cómo se supone que pasaremos la noche? Su mirada atrapó los ojos de ella. Iris que lo ahogaban... ¿Puedes empezar por relatarme cómo diablos llegaste hasta mi mansión? Saber sobre ella parecía interesarle y por supuesto que lo hacía, era la primera cambiaformas con la que se encontraba realmente. Era fácil para un animal percibir el peligro y eso, no los hacían un fácil objetivo.
Los minutos transitaron y Lucern abandonó la bañera. – Vivo solo. No era una mentira. El único sirviente que quedaba se encontraba tirado en uno de los pasillos. Lo que le recordaba que tenía que encontrar otro que pudiese deshacerse del cuerpo pronto. – Pero si lo que le preocupa es vestir apropiadamente, puede sacarlo de su mente. Su sonrisa maliciosa aparecía... – Es la primera mujer que sabe cómo tiene que vestir ante mí. Lucern se encontraba desnudo. Era su mansión después de todo. La libertad era todo cuanto conocía. Mientras ella se avergonzaba de su desnudez, él simplemente no lo percibía. Se acercó hasta uno de los cajones para buscar uno de sus pantalones cómodos. Dado que no necesitaba salir esta noche para alimentarse ni para divertirse, no necesitaba hacer uso de tan sofisticada vestimenta. – Ya estoy siendo condescendiente, no me digas cómo tengo que tratarte y/o comportarme. El olor de su sangre estaba en el aire. Lucern no tenía hambre pero ese segundo que tardó en subirse el pantalón, se le antojó terriblemente lamer y morder su cuello. – Mi salvación o mi tentación. Aún no sé, exactamente... hacia donde te inclinas. Supongo que, todo depende de ti. ¿Cómo se supone que pasaremos la noche? Su mirada atrapó los ojos de ella. Iris que lo ahogaban... ¿Puedes empezar por relatarme cómo diablos llegaste hasta mi mansión? Saber sobre ella parecía interesarle y por supuesto que lo hacía, era la primera cambiaformas con la que se encontraba realmente. Era fácil para un animal percibir el peligro y eso, no los hacían un fácil objetivo.
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
Depravación. ¿Existe una palabra que pueda describir la mirada de un hombre solitario, desnudo y que al final observa tu cuerpo como si fuese un sepulcro más que pueda profanar? Verlo desnudo me impulso a sentir una repulsión desde mi interior, pero fue tan contradictorio, aunque yo luchara por cerrar mis ojos y sumergirme en el mar de seda, la mirada no se perdía de su estructura. Así como palpe con mi memoria los detalles en la habitación pude albergar en mis recuerdos su majestuosa visión. Me olvide por un minuto de las razones y solo abrace a la lujuria que lentamente despertaba dentro de mí. No, yo no debía estar percibiendo ese tipo de droga, no aquí, no ahora ni en ningún otro momento. Mantuve la mandíbula apretada en un reflejo por no gritar, mis manos perdieron la fuerza con la cual se aferraban a la tela, simplemente mi abrigo improvisado se desvaneció ante su pétrea mirada, después de varios segundos recapacite, arrojando un grito ahogado, mis movimientos fueron torpes, más que eso ¡Estúpidos! Las manos no cubrieron mi desnudez, por el contrario decidieron aprisionar mis labios. Me dejé caer nuevamente sobre el suelo, sus palabras me habían dejado atónita “Es la primer mujer que sabe como tiene que vestir ante mi” Sentí que lo odiaba por confesar tal atrocidad, si antes me sentí sucia ahora estaba jugando con el fango, apestando a moho…
El juego de emociones colapsando en mi cabeza me llevó a una solución muy poco ortodoxa, la menos prudente pero que al final de cuentas, terminaba por ser una opción. No pude pensar la idea deliberándolas posibilidades pues cuando trate de analizarla detalladamente ya me encontraba de pie frente a él, escuchando sus palabras atentamente con una amarga sonrisa ¿Las sabanas? Las perdí al lado de la cama, mi desnudez hacía que los huesos en mi cuerpo se sintieran débiles, aún así pude clavar mi mirar en sus pupilas. Sonreí al ver que por fin se vestía, una dama no debería estar frente a un hombre desnudo, no obstante yo perdí mi título y con él mi credibilidad – Tiene razón, soy yo quien debería actuar… Pero no dejo de pensar que sería mejor si yo también porto algo de ropa – Me atreví a abrir el cajón que guardaba los pantalones del anfitrión, saque el primero que mis palmas lograron tocar. Busqué en los demás apartados de aquel bello mueble una camisa que le acompañara. Me vestí rápidamente sintiendo en mi cuerpo el impúdico mirar del conde. Lo primero en cubrir fueron mis piernas, poco después me coloqué la camisa, botón a botón mi desnudez era cubierta. La piel blanca de mi cuerpo se estremecía al sentir el débil calor que las prendas me otorgaban. Mi respiración se acoplaba con cada botón atrapado en las garras del ojal en la camisa. Mi cabello, un mechón de cabello cruzo el hombro ara pender frente a mis pechos, su negro color contrasta con el claro de mi improvisado atavío. - ¿En realidad depende de mí? – Cuestione su lógica. – Creo que depende más de usted, pues aunque yo le desquicie… es su persona quien tiene la última palabra, la última acción… - Arrugué la frente, retando su teoría. En mis locos intentos, por escrutar sus ojos me perdí en ellos nuevamente, era casi imposible salir de aquella visión que me regalaba.
¿Relatar como fue que llegué allí? Eso mismo me lo preguntaba ahora. Me aparté de su camino, para ser llevada hasta la ventana, donde las cortinas danzaban al compás del viento en un saludo a la luna. La mano derecho se me posiciono en el pecho, justo a la altura de mi corazón, baje la mirada al suelo y trate de suspirar pero el frío me castigo fuertemente, solo un quejido emitieron mis labios para caer en una sonrisa. – Cazadores… - Dije permitiendo que pequeños copos de nieve se arremolinaran en mis cabellos, adornándolos con su blanca textura. El aire hiso volar mi cabellera, danzaba tras mi cabeza como las lenguas de mil demonios, esa maldita briza despojo de mi cuerpo la fragancia, el perfume del cual era dueña. Lo ignoré en un instante pero cuando volví la mirada hasta él, comprendí que colocarme allí había sido un completo error. – Deseaban un buen trofeo que colocar en el pedestal de su estancia – Baje el tono de mi voz una octava y desvié mi camino hasta el otro lado de la habitación – Creyeron que yo me vería estupenda embalsamada, caí, me arrastré y con las fuerzas quedadas muy dentro de mí llegue hasta este lugar buscando “refugio” ¡Que tontería! – Negué un par de veces con la cabeza burlándome de mi propia desgracia.
El juego de emociones colapsando en mi cabeza me llevó a una solución muy poco ortodoxa, la menos prudente pero que al final de cuentas, terminaba por ser una opción. No pude pensar la idea deliberándolas posibilidades pues cuando trate de analizarla detalladamente ya me encontraba de pie frente a él, escuchando sus palabras atentamente con una amarga sonrisa ¿Las sabanas? Las perdí al lado de la cama, mi desnudez hacía que los huesos en mi cuerpo se sintieran débiles, aún así pude clavar mi mirar en sus pupilas. Sonreí al ver que por fin se vestía, una dama no debería estar frente a un hombre desnudo, no obstante yo perdí mi título y con él mi credibilidad – Tiene razón, soy yo quien debería actuar… Pero no dejo de pensar que sería mejor si yo también porto algo de ropa – Me atreví a abrir el cajón que guardaba los pantalones del anfitrión, saque el primero que mis palmas lograron tocar. Busqué en los demás apartados de aquel bello mueble una camisa que le acompañara. Me vestí rápidamente sintiendo en mi cuerpo el impúdico mirar del conde. Lo primero en cubrir fueron mis piernas, poco después me coloqué la camisa, botón a botón mi desnudez era cubierta. La piel blanca de mi cuerpo se estremecía al sentir el débil calor que las prendas me otorgaban. Mi respiración se acoplaba con cada botón atrapado en las garras del ojal en la camisa. Mi cabello, un mechón de cabello cruzo el hombro ara pender frente a mis pechos, su negro color contrasta con el claro de mi improvisado atavío. - ¿En realidad depende de mí? – Cuestione su lógica. – Creo que depende más de usted, pues aunque yo le desquicie… es su persona quien tiene la última palabra, la última acción… - Arrugué la frente, retando su teoría. En mis locos intentos, por escrutar sus ojos me perdí en ellos nuevamente, era casi imposible salir de aquella visión que me regalaba.
¿Relatar como fue que llegué allí? Eso mismo me lo preguntaba ahora. Me aparté de su camino, para ser llevada hasta la ventana, donde las cortinas danzaban al compás del viento en un saludo a la luna. La mano derecho se me posiciono en el pecho, justo a la altura de mi corazón, baje la mirada al suelo y trate de suspirar pero el frío me castigo fuertemente, solo un quejido emitieron mis labios para caer en una sonrisa. – Cazadores… - Dije permitiendo que pequeños copos de nieve se arremolinaran en mis cabellos, adornándolos con su blanca textura. El aire hiso volar mi cabellera, danzaba tras mi cabeza como las lenguas de mil demonios, esa maldita briza despojo de mi cuerpo la fragancia, el perfume del cual era dueña. Lo ignoré en un instante pero cuando volví la mirada hasta él, comprendí que colocarme allí había sido un completo error. – Deseaban un buen trofeo que colocar en el pedestal de su estancia – Baje el tono de mi voz una octava y desvié mi camino hasta el otro lado de la habitación – Creyeron que yo me vería estupenda embalsamada, caí, me arrastré y con las fuerzas quedadas muy dentro de mí llegue hasta este lugar buscando “refugio” ¡Que tontería! – Negué un par de veces con la cabeza burlándome de mi propia desgracia.
Séfer Zahira- Hechicero Clase Alta
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
El vampiro sonrió perversamente ante las acciones y las palabras que ella le dedicaba. Intimar... Ella estaba abriendo los cerrojos de las puertas forjadas en hierro que llevaría a ambos al infierno. Lucern estaba más que interesado en bañarse en esa lava junto a ella. Las libertades que la mujer empezaba a tomarse, esa maldita confianza que le hacía hacer uso de la habitación como si fuese la dueña de aquélla mansión lograban que el vampiro se sintiera, ¡Demonios! Se sentía tan encendido que no le sorprendió que la erección que había aplacado en la bañera regresara en todo su esplendor. El roce de su dureza contra la bragueta enviaba placenteros espasmos desde la punta hasta sus testículos, corrientes de calor que se infiltraban por todo su cuerpo... Ver como cubría su desnudez con sus prendas, la forma en que sus dedos trabajaban los botones... Lucern dio un paso inconscientemente, luego otro y otro, terminando ante ella. Aspiraba ese aroma, ¡su aroma! fuerte e intenso como el patchouli. Un pequeño bramido se abrió paso desde su pecho, sus caninos se alargaron, motivados por ese penetrable olor que se clavaba en sus fosas nasales y taladraba su mente. Pero tan rápido como él había llegado hasta ella, la mujer se dirigió hasta las ventanas que se encontraban abiertas, Lucern gruñó molesto por su rápida desaparición. Sus palabras eran una música de fondo que no se interesaba en procesar. Así que lo primero que dijo, fue lo que le vino a la mente. – Tu nombre... Urgió, girando sobre sus talones, perforando con su mirada la espalda de la mujer. Le encolerizaba no tener un nombre con el cual hacer referencia a ella. ¿Qué tenía esa mujer que lo mantenía ahí, con su mente un caos y su miembro...? Argh.
Lucern atribuyó esas sensaciones a las imágenes que oscilaban en su mente antes de encontrarle en su habitación. Escuchó la breve historia y, por varios mortales segundos albergó, con esa colisión tan impactante, la idea de ir tras los cazadores. ¿En qué demonios estaba pensando? Apenas le conocía y ya albergaba esa estúpida idea de defenderle. El aire jugaba con su cabello, ondeándolos como si se tratara de una bandera, se veía tan sedoso que Lucern le odió por hacer que él quisiese ir tras ella de nuevo. – No has contestado a mi petición. Y luego el viento trajo consigo su aroma y Lucern ya no se molestó en luchar contra ello. En menos de un segundo se encontraba tras su espalda, hocicando en su cuello... El olor de su sangre aún estaba impregnado en su piel, le llamaba, le susurraba palabras malditas... – ¿Crees en el destino? Los colmillos del vampiro arañaban su piel, con la seguridad de que, un pequeño movimiento y se verían succionando de su hermosa y albina piel. – Tu en peligro... Inhalaba ... yo necesitado de una agradable compañía. Retrajo sus caninos, rozando con sus labios, solo catando lo que bien iba a probar. – Sino es destino, no sé que demonios es. Su cuerpo era un volcán a punto de hacer erupción, tanto como sus altos y bajos cambios de humor. – No puedo. Agregó con fuerza sobre su lóbulo. Lucern comenzaba a perder los estribos por ella, por su presencia, por la forma en que... – No puedo solo pretender que no deseo tu sangre o tú... Se calló abruptamente, alejándose de ella, llegando hasta la cama, sentándose con las manos cerradas. – Ninguna tontería. ¿Te he privado de algo? Exceptuando su libertad, por supuesto. Pero él solo quería... Frunció el ceño, esos labios eran hipnóticos. – Ven aquí. Demandó. – Ni siquiera pienses en negarte o yo me olvidaré de ésta estúpida complacencia. Su olor, su voz, su rostro... era fácil para él...
Lucern atribuyó esas sensaciones a las imágenes que oscilaban en su mente antes de encontrarle en su habitación. Escuchó la breve historia y, por varios mortales segundos albergó, con esa colisión tan impactante, la idea de ir tras los cazadores. ¿En qué demonios estaba pensando? Apenas le conocía y ya albergaba esa estúpida idea de defenderle. El aire jugaba con su cabello, ondeándolos como si se tratara de una bandera, se veía tan sedoso que Lucern le odió por hacer que él quisiese ir tras ella de nuevo. – No has contestado a mi petición. Y luego el viento trajo consigo su aroma y Lucern ya no se molestó en luchar contra ello. En menos de un segundo se encontraba tras su espalda, hocicando en su cuello... El olor de su sangre aún estaba impregnado en su piel, le llamaba, le susurraba palabras malditas... – ¿Crees en el destino? Los colmillos del vampiro arañaban su piel, con la seguridad de que, un pequeño movimiento y se verían succionando de su hermosa y albina piel. – Tu en peligro... Inhalaba ... yo necesitado de una agradable compañía. Retrajo sus caninos, rozando con sus labios, solo catando lo que bien iba a probar. – Sino es destino, no sé que demonios es. Su cuerpo era un volcán a punto de hacer erupción, tanto como sus altos y bajos cambios de humor. – No puedo. Agregó con fuerza sobre su lóbulo. Lucern comenzaba a perder los estribos por ella, por su presencia, por la forma en que... – No puedo solo pretender que no deseo tu sangre o tú... Se calló abruptamente, alejándose de ella, llegando hasta la cama, sentándose con las manos cerradas. – Ninguna tontería. ¿Te he privado de algo? Exceptuando su libertad, por supuesto. Pero él solo quería... Frunció el ceño, esos labios eran hipnóticos. – Ven aquí. Demandó. – Ni siquiera pienses en negarte o yo me olvidaré de ésta estúpida complacencia. Su olor, su voz, su rostro... era fácil para él...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
Temerosa, atrapada en la fauces del lobo, no pude ejecutar ningún movimiento para cuando él se poso tras mi espalda. Olfateo mi cuerpo, probo mi piel. Sentir sus labios tan cerca de mí fue sucumbir ante mis propios demonios. Aún no lo conocía, aún me era indiferente su nombre, no obstante sus movimientos, esos descontrolados impulsos que lo manipulaban, me afectaban en demasía. Escuche sus palabras, su aliento chocando contra mi cuello, era inevitable no perderse en tan delicado aroma. La sangre aún permanecía en su aliento, pero era su propio perfume a quien a mi me derretía. La razón, lucha contra mis debilidades, gritándome, empujándome a una dirección opuesta, pero mi cuerpo no pudo responder. Hipnotizada por su gélido contacto, por su voz, me dejé arrastrar hasta el borde de la locura y justo en el segundo en que iba a responderle de la forma más inesperada posible, él se aparta de mí. Mis labios permitieron que una bocanada de aire se les escapara, un suspiro a forma de alivio que demando mi cuerpo al sentirse libre de aquella tentación. Se me relajaron los músculos, cerré los ojos, agradeciendo al “destino” por no hacerme entrar en la perdición de ese desconocido, lo mire de soslayo aún pensando en las posibilidades que me quedaban. Mi curiosidad me arrastraría a la muerte, pero intentar huir de ese sitio era igual que el suicidio; solo tenía dos opciones, alargar mi vida hasta lo suficiente hasta el amanecer o morir tratando de escapar. Jugaría a ser Sherezada.
Mordí mi labio inferior al sopesar la idea de sentarme a su lado, la cama… ¡No! Era un símbolo más para perderme en sus enredos ¿Cómo puedo salirme por la tangente? Esquivar las señales que directa e indirectamente él me hacía llegar, era todo un reto. Sus pupilas, ardían en ese fuego interior, arroje un vistazo inapropiado a su entrepierna ¿Por qué? No lo sé. Admire su bestia interna queriendo salir de su cueva, tratando de romper los barrotes de su cárcel imaginaria. Ladee la cabeza rápidamente en una dirección opuesta, sacándome esas imágenes del pensamiento, intentando crear una distracción. Fue en vano. Los segundos pasaban lentamente y cada vez era más evidente la desesperación del hombre, me quería allí, a su lado, no aceptaría un no por respuesta, tampoco esperaría lo suficiente como para que mis pensamientos lograran aterrizar las ideas que oscilaban en mi cabeza. Caminé hasta la cama, para sentarme a su lado, mis ojos escrutaron su rostro, mis manos querían al encuentro de su piel marmórea, las cerré en puños. – Roussette – Susurre, ofreciéndole mi nombre con una sonrisa en el rostro, baje la mirada tras perderme en ella – El destino… El destino crea los caminos por los cuales andaremos, somos nosotros los que elegimos cuales enfrentar en su jugada – Estaba nerviosa y el tono de mi voz lo dejaba bien en claro, aunque no tartamudee, pese a que no rompí la frase a la mitad, era evidente que mi tono era muy bajo, la timidez regreso a mi cuerpo, el pudor estaba frente a mí, pero ¡Demonios! Una parte de mí, deseaba más que nada arroparse con su piel.
Divague durante los siguientes minutos, dibujando líneas imaginarias sobre mis piernas, sin mirar más allá de mi cuerpo, consiente de que si lo hacía… El silencio martillaba mis oídos, tan solo pretendía romperlo, creo que fue un error pues las palabras que mis labios escupieron no habían sido meditadas por mi razón – Lástima que se trate tan solo de una agradable compañía – Un murmullo que se convirtió en un grito desesperado. Golpee mi cabeza varias veces en mis pensamientos, me flagele a mi misma para regresar el tiempo y no haber dicho semejante cosa. Era demasiado tarde y él escucho cada palabra que inevitablemente escupí. – Puede buscar lo que tanto atesora en las calles, rincones, burdeles… - Estúpidamente trate de enmendar mi error, pero cada cosa que mis labios pronunciaban eran solo disparates que no estaba pensando ¿Esa era la reacción que él provocaba en mi? No quería descubrirlo de esa manera. Me puse de pie inmediatamente dándole la espalda – Lo siento, lo siento… Es que no pude evitar ver que su… - ¡Cállate ya Roussette! La furia me embargo y estalle en un fuerte rugido, la culpa no era de él, todo recaía en mis hombros pues se trataba de mi quien reaccionaba ante sus impulsos.
Mordí mi labio inferior al sopesar la idea de sentarme a su lado, la cama… ¡No! Era un símbolo más para perderme en sus enredos ¿Cómo puedo salirme por la tangente? Esquivar las señales que directa e indirectamente él me hacía llegar, era todo un reto. Sus pupilas, ardían en ese fuego interior, arroje un vistazo inapropiado a su entrepierna ¿Por qué? No lo sé. Admire su bestia interna queriendo salir de su cueva, tratando de romper los barrotes de su cárcel imaginaria. Ladee la cabeza rápidamente en una dirección opuesta, sacándome esas imágenes del pensamiento, intentando crear una distracción. Fue en vano. Los segundos pasaban lentamente y cada vez era más evidente la desesperación del hombre, me quería allí, a su lado, no aceptaría un no por respuesta, tampoco esperaría lo suficiente como para que mis pensamientos lograran aterrizar las ideas que oscilaban en mi cabeza. Caminé hasta la cama, para sentarme a su lado, mis ojos escrutaron su rostro, mis manos querían al encuentro de su piel marmórea, las cerré en puños. – Roussette – Susurre, ofreciéndole mi nombre con una sonrisa en el rostro, baje la mirada tras perderme en ella – El destino… El destino crea los caminos por los cuales andaremos, somos nosotros los que elegimos cuales enfrentar en su jugada – Estaba nerviosa y el tono de mi voz lo dejaba bien en claro, aunque no tartamudee, pese a que no rompí la frase a la mitad, era evidente que mi tono era muy bajo, la timidez regreso a mi cuerpo, el pudor estaba frente a mí, pero ¡Demonios! Una parte de mí, deseaba más que nada arroparse con su piel.
Divague durante los siguientes minutos, dibujando líneas imaginarias sobre mis piernas, sin mirar más allá de mi cuerpo, consiente de que si lo hacía… El silencio martillaba mis oídos, tan solo pretendía romperlo, creo que fue un error pues las palabras que mis labios escupieron no habían sido meditadas por mi razón – Lástima que se trate tan solo de una agradable compañía – Un murmullo que se convirtió en un grito desesperado. Golpee mi cabeza varias veces en mis pensamientos, me flagele a mi misma para regresar el tiempo y no haber dicho semejante cosa. Era demasiado tarde y él escucho cada palabra que inevitablemente escupí. – Puede buscar lo que tanto atesora en las calles, rincones, burdeles… - Estúpidamente trate de enmendar mi error, pero cada cosa que mis labios pronunciaban eran solo disparates que no estaba pensando ¿Esa era la reacción que él provocaba en mi? No quería descubrirlo de esa manera. Me puse de pie inmediatamente dándole la espalda – Lo siento, lo siento… Es que no pude evitar ver que su… - ¡Cállate ya Roussette! La furia me embargo y estalle en un fuerte rugido, la culpa no era de él, todo recaía en mis hombros pues se trataba de mi quien reaccionaba ante sus impulsos.
Séfer Zahira- Hechicero Clase Alta
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
Complacido, así se sentía el vampiro. Sus sentidos se clavaban en ella. Su rostro era el paisaje, su voz la música de los ángeles, su esencia una caja incrustada de diamantes. Esperó impaciente, aflojando su puño, haciendo crujir sus huesos. Crujidos que se repitieron mientras leía la indecisión en las líneas de su semblante. Iba a ir por ella en cualquier momento y no sería bueno. Lucern ya había burlado a su paciencia, a sabiendas de que ésta se desataría al ser privado de sus deseos. Había tenido su cuota y ahora ofrecía su ultimátum. Por ella... a ella. La bestia exigía contacto con Rouss. Rouss. Su nombre, su complacencia, le excitó. Ella respondía a él y eso era suficiente para perder el autocontrol que pretendía tener. Se maravilló con cada letra, con cada sílaba, con la entonación. Estuvo a punto de pedirle, no, de exigirle que lo dijese de nuevo. Sonaba maravillosamente delicioso cuando era su garganta la que se movía dejando a su voz crepitar y resonar sobre la distancia que les separaba. Las gotas sobre su cuerpo se secaron. La excitación quemaba su cuerpo y las palabras de Rouss – como ya le llamaba, incluso en su mente – enviaron más de esas olas terriblemente sabrosas. Lucern no le había hecho acercarse para dejarle ahí sentada. La idea de que ella lo creyese de ese modo, provocó una sonrisa fugaz en el vampiro, tan fugaz que solo dejó una hoguera tras ello. – Dime Rouss. Esa voz ronca cayó sobre su lóbulo, como un gruñido, enviando pequeños escalofríos. - ¿Quieres averiguar a dónde nos conduce el destino? Lucern deslizó su nudillo sobre su mejilla, piel sedosa que parecía derretirse entre sus dedos. Agua de río... imposible de retener, pero rica y malditamente fresca cuando te cubría.
Lucern resopló. Ella era rápida. Él estaba a punto de recostarla sobre la cama y devorar esos labios. Cualquiera que fuese su respuesta se iba ahogar entre su boca, su lengua pelearía por hacerse con cada una de ellas. Rouss era una caja de sorpresas que, cada vez que se abría, solo era para atraparlo con sus cadenas y eso... eso podía ser un problema. ¿Tenía que preocuparse por ello? Hacía solo un momento estaba teniendo alucinaciones y, estar solo podría traerlos de vuelta. Compañía. ¿Compañía era todo lo que quería? Oh diablos, ¿a quién mentía? Y encima ella... – No lo sientas. Protestó y de inmediato apareció tras ella. Cada paso fue indescifrable, Lucern parecía haberse materializado a su lado. Sus manos se aferraron a su cintura, sus colmillos se alargaron, incapaces de seguir jugando. Cada palabra rebotó en su pecho y cayó precipitadamente hasta su ingle. Juntó su cuerpo al de ella, frotó su erección y habló, dejando a su rostro perderse sobre su cabello, olisqueando, duchándose con su aroma. – Que mi que... El vampiro sonrió. Realmente sonrió. Degustó. Aprobó. Incitó. Deseaba hacerle decir las palabras. – Dilo Rouss. Tomó una hebra de su cabello entre sus dedos. Creando una candente fricción, tal como su cuerpo. – Es por ti que está... que estoy así. La voz grave del vampiro hizo retumbar las paredes de la habitación. – Siéntelo. Gruñó. Tomó una de sus manos, la llevó hasta su entrepierna, pero se detuvo a un centímetro de ésta. – Libérame, Rouss. No tienes que hacer más por mí. ¿A qué estaba jugando? ¿En verdad solo quería eso? El destino era un laberinto a contrarreloj y la intensidad... ¡Demonios! Ellos dos...
Lucern resopló. Ella era rápida. Él estaba a punto de recostarla sobre la cama y devorar esos labios. Cualquiera que fuese su respuesta se iba ahogar entre su boca, su lengua pelearía por hacerse con cada una de ellas. Rouss era una caja de sorpresas que, cada vez que se abría, solo era para atraparlo con sus cadenas y eso... eso podía ser un problema. ¿Tenía que preocuparse por ello? Hacía solo un momento estaba teniendo alucinaciones y, estar solo podría traerlos de vuelta. Compañía. ¿Compañía era todo lo que quería? Oh diablos, ¿a quién mentía? Y encima ella... – No lo sientas. Protestó y de inmediato apareció tras ella. Cada paso fue indescifrable, Lucern parecía haberse materializado a su lado. Sus manos se aferraron a su cintura, sus colmillos se alargaron, incapaces de seguir jugando. Cada palabra rebotó en su pecho y cayó precipitadamente hasta su ingle. Juntó su cuerpo al de ella, frotó su erección y habló, dejando a su rostro perderse sobre su cabello, olisqueando, duchándose con su aroma. – Que mi que... El vampiro sonrió. Realmente sonrió. Degustó. Aprobó. Incitó. Deseaba hacerle decir las palabras. – Dilo Rouss. Tomó una hebra de su cabello entre sus dedos. Creando una candente fricción, tal como su cuerpo. – Es por ti que está... que estoy así. La voz grave del vampiro hizo retumbar las paredes de la habitación. – Siéntelo. Gruñó. Tomó una de sus manos, la llevó hasta su entrepierna, pero se detuvo a un centímetro de ésta. – Libérame, Rouss. No tienes que hacer más por mí. ¿A qué estaba jugando? ¿En verdad solo quería eso? El destino era un laberinto a contrarreloj y la intensidad... ¡Demonios! Ellos dos...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
"¿Quieres averiguar a donde nos conduce el destino?” Su pregunta retumbo en mi cabeza más de una vez, ese maldito y enfermo eco no paraba de hacerme sentir como una niña estúpida jugando con el fuego de una hoguera, misma que había terminado con la cabaña en la cual fue construida. Ese señor tenía ganas de enredarme en sus brazos, estaba segura en que en sus pensamientos nos veía una y otra vez entrelazando nuestros cuerpos en una indecente unión. Lo aborrecía, odiaba su mirada en mi como si mi cuerpo fuese la maldita cura para su soledad ¿Existe alguien más patético que él? No estaba segura. Sentí como su mano sujetaba la mía tan cerca de su miembro, mi garganta replico en un rugido feroz, acto seguido, arrebate mi cuerpo de sus cercanías, clave mis ojos en los suyos. Sí, pude ver en él ese deseo enfebrecido por poseerme y yo tan débil, no podía simplemente huir de allí, tirarme por la ventana que minutos atrás fue mi puerta a la salvación, tampoco me entregaría al anfitrión solo por que se le presentaron las “ganas” de satisfacer su virilidad. No, estaba entre la espada y la pared, morir o ceder ante lo que su pérfida escena me mostraba. Compungida tome una decisión que seguramente sería un suicidio. – No, usted estaba así antes de mi llegada – Dije con la mirada fría, retándole. Ya no me importaba si era bueno conmigo o no, de igual forma era su casa y posee el poder de todo tras esas cuatro murallas. Pero en algo no estaba de acuerdo conmigo misma.
Divague durante un par de segundos, mis ojos enfebrecidos por la repugnancia que ese espectro me causaba. Lleve la mano que el intento aproximar hasta su libido y mordí con desdén las uñas de la misma. Sí, estaba nerviosa y no pensaba con coherencia, de allí el por que mis reacciones no concordaban con lo que yo realmente pretendía. Dos zancadas hacía atrás me alejaron más de su presencia, más de su contacto, más de su tentación. Me gritaba una y otra vez no seguir adelante con ese juego por que era más que obvio quien ganaría, pero si maldita mirada y esa imagen que no podía borrar tan fácilmente ¿Cómo poder ignorar que él posee un cuerpo envidiable? ¿Cómo pretender no sucumbir ante los deseos de mi propio cuerpo? La lascivia se estaba adentrando en mi estructura, embarrándose cual gotas de lluvia en la corteza de un árbol. Le di la espala enfurecida, un solo golpe, un solo movimiento y ya no lo tenía frente a mis ojos. Mi pecho emitió un rugido silencioso que por más sigiloso que fuese él podría escuchar, era lo que más coraje me daba. Mis posibilidades eran nulas, mi debilidad, es notable, ese vampiro lo sabía, se aproximé hasta la pared frente a mí y la golpee con histeria, gire nuevamente para que mi espalda reposara en el muro, esta vez el mirar de mi rostro no se clavaba en él, solo veía a la nada, esa nada a la cual deseaba escapar – Creo señor, que es una injusticia el que usted conozca mi nombre, intente sobrepasarse conmigo y yo aún sin saber su identidad – Mi voz ¿Qué tenía mi garganta que aún con la euforia, el vértigo, la adrenalina y el miedo, podía emitir una voz impecable? Soné más segura de lo que me encontraba. Una nota clara para saber mi estado anímico son mis labios y el morderlos hasta el punto de casi rasgarlos no es una buena señal.
Recordé su aliento embriagar mis sentidos, un escalofrío me rodeo, una sensación extraordinaria, pequeños espasmos, vibraciones que me hacían perecer ante el deseo. Maldije el instante en que lo encontré placentero. Mis labios juguetearon entre ellos, lamiéndose, impregnando su sabor el uno con el otro. Las manos se me posaron tras la espalda logrando arquearla con sensualidad, cruce los pies, una pose que invitaba. Perdí la noción del tiempo, del espacio solo quería verle de nuevo a los ojos pero… “¡Rouss No!” Me grito la cordura, me crispe completamente. Una roca, un pedazo de madera corriente, a eso me parecía allí, parada sin poder moverme, hasta que las memorias de sus labios tan cerca de mí; me invadieron otra vez – No soy una cortesana, tampoco una de sus amantes. No me acostaré con usted – “Aunque lo esté deseando” Añadía en un lugar al que él no tiene acceso. Vacile antes de poder aventurarme hasta donde se encontraba, una vez allí tome su rostro entre mis manos. Aproximé mis labios a los suyos, lo empapé con mi vaho, los milímetros nos separaban, el deseo nos acechaba, el miedo me consumía y mis movimientos me condenaban. Al final de todo lo bese…
Divague durante un par de segundos, mis ojos enfebrecidos por la repugnancia que ese espectro me causaba. Lleve la mano que el intento aproximar hasta su libido y mordí con desdén las uñas de la misma. Sí, estaba nerviosa y no pensaba con coherencia, de allí el por que mis reacciones no concordaban con lo que yo realmente pretendía. Dos zancadas hacía atrás me alejaron más de su presencia, más de su contacto, más de su tentación. Me gritaba una y otra vez no seguir adelante con ese juego por que era más que obvio quien ganaría, pero si maldita mirada y esa imagen que no podía borrar tan fácilmente ¿Cómo poder ignorar que él posee un cuerpo envidiable? ¿Cómo pretender no sucumbir ante los deseos de mi propio cuerpo? La lascivia se estaba adentrando en mi estructura, embarrándose cual gotas de lluvia en la corteza de un árbol. Le di la espala enfurecida, un solo golpe, un solo movimiento y ya no lo tenía frente a mis ojos. Mi pecho emitió un rugido silencioso que por más sigiloso que fuese él podría escuchar, era lo que más coraje me daba. Mis posibilidades eran nulas, mi debilidad, es notable, ese vampiro lo sabía, se aproximé hasta la pared frente a mí y la golpee con histeria, gire nuevamente para que mi espalda reposara en el muro, esta vez el mirar de mi rostro no se clavaba en él, solo veía a la nada, esa nada a la cual deseaba escapar – Creo señor, que es una injusticia el que usted conozca mi nombre, intente sobrepasarse conmigo y yo aún sin saber su identidad – Mi voz ¿Qué tenía mi garganta que aún con la euforia, el vértigo, la adrenalina y el miedo, podía emitir una voz impecable? Soné más segura de lo que me encontraba. Una nota clara para saber mi estado anímico son mis labios y el morderlos hasta el punto de casi rasgarlos no es una buena señal.
Recordé su aliento embriagar mis sentidos, un escalofrío me rodeo, una sensación extraordinaria, pequeños espasmos, vibraciones que me hacían perecer ante el deseo. Maldije el instante en que lo encontré placentero. Mis labios juguetearon entre ellos, lamiéndose, impregnando su sabor el uno con el otro. Las manos se me posaron tras la espalda logrando arquearla con sensualidad, cruce los pies, una pose que invitaba. Perdí la noción del tiempo, del espacio solo quería verle de nuevo a los ojos pero… “¡Rouss No!” Me grito la cordura, me crispe completamente. Una roca, un pedazo de madera corriente, a eso me parecía allí, parada sin poder moverme, hasta que las memorias de sus labios tan cerca de mí; me invadieron otra vez – No soy una cortesana, tampoco una de sus amantes. No me acostaré con usted – “Aunque lo esté deseando” Añadía en un lugar al que él no tiene acceso. Vacile antes de poder aventurarme hasta donde se encontraba, una vez allí tome su rostro entre mis manos. Aproximé mis labios a los suyos, lo empapé con mi vaho, los milímetros nos separaban, el deseo nos acechaba, el miedo me consumía y mis movimientos me condenaban. Al final de todo lo bese…
Séfer Zahira- Hechicero Clase Alta
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
Un rompecabezas no puede completarse si una pieza falta. La noche no puede ser invocada si la Luna no se desplaza libremente en el firmamento. El viento no se percibe con grandeza sin ninguna ventana abierta. La soledad no puede ser nombrada si la compañía te abraza. No es fuego lo que le calienta y sin embargo, eso es lo que parece a ciencia cierta. Ese calor que se propaga por su cuerpo es terriblemente intenso. ¿Cómo puede la ira difuminarse como la tinta sobre el lienzo? Un gruñido de satisfacción, eso es lo que retumba entre sus labios, esos que se desplazan como la seda sobre los de ella. Ese primer contacto solo ocasionó que quisiera más bocados. ¿Delicadeza? ¿Suavidad? No. Esos no son adjetivos que se lean junto con el nombre del conde, así que con cada movimiento de su boca, esa que devoraba sin miramientos lo que se le ofrecía, lo que él iba a tomar por la fuerza, la fiereza hace acto de presencia. El aire que atrae el aura de Rouss es el que a golpea a Lucern con fuerza. Su lengua acecha, se mueve como una serpiente venenosa, haciendo retroceder la de ella, bailando, recorriendo cada recóndito de esa boca que encierra su aliento. Es un sabor a menta, es un sabor que alza sus barreras... Y así, mientras los granos de arena de un reloj del tiempo caen lenta y siniestramente, es su lengua la que batalla como el más valiente guerrero. Son sus colmillos esos que se alargan por la excitación que su cuerpo percibe, esa que aumenta al fundirse con la que emana de ella. No puede resistirse. Ha estado las últimas horas peleando contra el pasado, atormentado por una muerte que se le escapó de las manos, se sintió indefenso, llamó a la muerte impasiblemente y... - su boca se tuerce en una sonrisa de satisfacción mientras se detiene, pero son sus labios los que se quedan adheridos a los de Roussette – encontró la compañera ideal para atravesar ciegamente la noche hasta encontrarse con...
Ese delgado e inocente hilo rojo que viaja a través de su labio y cae hasta la comisura, abriéndose paso a través de ese extraordinario contacto, llama, hipnotiza, pide silenciosamente la atención de Lucern. Antes de que ella tenga la oportunidad de pensar, de reclamar, de exigir que se aparte, de decirle malditas mentiras para que pisotee a la paciencia que le muestra y atraiga a la mala fortuna; la punta de su lengua lame desde la punta final de ese diminuto filamento hasta el borde de su labio, ese brillo puro, es solo la huella que deja su saliva... – Lucern. Es su nombre el que le hace saber en ese respiro, es su nombre el que quiere que recuerde, el que devore junto con su boca... y eso hace precisamente cuando le obliga a seguir. Un volcán en erupción no podría siquiera competir con la lava que Lucern derrocha en solo un beso... un beso que conoce el principio, que desfila bajo su pasión y que se torna indescifrable, interminable... ¿avaricioso? Su lengua embiste en una invitación demandante, animándole a encontrarse con sus afilados colmillos... El viento se estrella contra los cristales, la esfera plateada baña en cascadas los dominios del conde, la zona de bosques... entra por la ventana abierta, suplica servir de faro, una luz sin fallas, la llama de una vela que no se apaga... Afuera un búho ulula, alguna ave alza el vuelo... pero es en los brazos de Lucern que se encuentra la más hermosa... llegó a él en un momento crítico, le atrajo, llamó a la locura, pero no una contra la que se molestara en luchar... esa locura era llevadera... Al final resultó ser ella su salvación. ¿Lo destruiría? Sus ojos perfilaron esos verdeazulados y la gota cayó, fermentó en su lengua, recorrió sus papilas gustativas, sucumbió... “Rouss”, pensó...
Ese delgado e inocente hilo rojo que viaja a través de su labio y cae hasta la comisura, abriéndose paso a través de ese extraordinario contacto, llama, hipnotiza, pide silenciosamente la atención de Lucern. Antes de que ella tenga la oportunidad de pensar, de reclamar, de exigir que se aparte, de decirle malditas mentiras para que pisotee a la paciencia que le muestra y atraiga a la mala fortuna; la punta de su lengua lame desde la punta final de ese diminuto filamento hasta el borde de su labio, ese brillo puro, es solo la huella que deja su saliva... – Lucern. Es su nombre el que le hace saber en ese respiro, es su nombre el que quiere que recuerde, el que devore junto con su boca... y eso hace precisamente cuando le obliga a seguir. Un volcán en erupción no podría siquiera competir con la lava que Lucern derrocha en solo un beso... un beso que conoce el principio, que desfila bajo su pasión y que se torna indescifrable, interminable... ¿avaricioso? Su lengua embiste en una invitación demandante, animándole a encontrarse con sus afilados colmillos... El viento se estrella contra los cristales, la esfera plateada baña en cascadas los dominios del conde, la zona de bosques... entra por la ventana abierta, suplica servir de faro, una luz sin fallas, la llama de una vela que no se apaga... Afuera un búho ulula, alguna ave alza el vuelo... pero es en los brazos de Lucern que se encuentra la más hermosa... llegó a él en un momento crítico, le atrajo, llamó a la locura, pero no una contra la que se molestara en luchar... esa locura era llevadera... Al final resultó ser ella su salvación. ¿Lo destruiría? Sus ojos perfilaron esos verdeazulados y la gota cayó, fermentó en su lengua, recorrió sus papilas gustativas, sucumbió... “Rouss”, pensó...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
Un beso ¿Qué es un simple beso? La respuesta varía desde la perspectiva de cada persona. Para algunos puede significar una señal de amor, para otros el callar de la pasión, el eslabón perfecto para una cadena de arrastrará o no a un acto carnal, el elixir de los enamorados, el veneno del odio… Se podría componer un libro de poemas dedicados a explicar abiertamente lo que un beso significa, pero ninguno daría forma a lo que yo sentí en ese instante. Apreciar su suavidad me llevo directamente al punto del que tanto huí, su sabor, ese maldita hiel que me corrompía… Mi lengua luchaba contra la de él en un afán por derrotarle, en un desinteresado mohín por ofrecerle ese placer que se ve sujeto a tan delicada caricia. Sus labios sobre los míos, buscándose, amándose. El vals de media noche comenzó a sonar a lo lejos, el viento proclamaba la perfección que yo encontré en él. El filo de sus colmillos me desgarro innecesariamente pero no me importo, el probarme con su saliva dentro de mi boca, el apreciar mi sangre perdiéndose en la suya; todo era terriblemente hipnotizador. Respiré la fragancia que su cuerpo destilaba, enrede mis manos en su cuello y acaricié su nuca con mis palmas, despeiné sus cabellos tratando se aferrarme más a sus labios, intentando inútilmente atraerle a mí. Me sentí tan necesitada en ese instante que simplemente me perdí.
Acuné sus movimientos en mi lecho, me deje envolver en su mentira y es que la atracción que negué minutos atrás se vio más dispuesta a hacerme flagelar ante mis tontas y vanas ideas. Pero sus manos me rodeaban, me rosaban cual plumas de ángel, la delicadeza con la que me sujetaba… No, no fue suave, no era cortés y yo lo sabía. Esa fiereza que demostró en la perforación de mis fauces me devolvió a la realidad, pero ya era demasiado tarde. No pude emitir ni un sonido, no ejecuté ningún movimiento, estaba completamente atrapada en el abismo de sus ojos. Hechizada, terriblemente ciega ante lo que ocurría permití que su lengua secuestrara mi sangre para después mutilarla en la profundidad de su garganta. – Lucern – Clamé su nombre justo después que él lo pronuncio, me elevé hasta sus labios en una suplica estúpida por probarle otra vez ¿En qué demonios estaba pensando? Esa liviandad llamaba flameante, me cubría con su maldita espesura ardiente, sin dejarme respirar. Relamí mis labios al sentir su aliento chocarme una vez más, su respiración frente a la mía, sus ojos, sus pupilas ¡Necesitaba de él! Pero la cordura aún no me abandonaba y toco a mi puerta en el momento preciso en que yo…
Retrocedí dos pasos, le mire fijamente. Mi rostro, era la digna representación de una terrible equivocación, un desliz que estuve a punto de cometer por culpa de mi debilidad y ese deseo idiota que aún no lograba desvanecer de mis pensamientos. Lleve mis manos a la altura de mi cara y la cubrí avergonzada, entre dientes articule unas palabras que seguramente fueron inentendibles, al ver mi reacción respiré profundamente un par de veces. Me armé de valor ¿De donde? No lo sé, pero mi cuerpo ya estaba perdido, la mente divagaba y yo… Yo no era la misma ¿Cómo describir las emociones que despiertan en ti? ¿Una erupción? ¿Una explosión? ¿La marea? ¿Terremotos? ¿Brote de vida? No, no, no. Nada se podía comparar con esa vorágine amenazando en mi vientre. La teoría de mariposas en el estomago me quedaba bastante corta, sentía un fénix amenazar mis entrañas, un dragón queriendo escapar, un demonio tratando se hacer que mis sentidos pronunciaran su nombre. Odie, realmente odie las reacciones en mí.
Caminé hacía la bendita ventana, había tomado una decisión drástica. Si me quedaba allí perdería algo más que la vida y aunque mi alma gritará la necesidad de sentirme amada como él lo había hecho tras ese tonto beso; me alejaría lo más rápido posible del lugar. Miré mi única salida, alterné la vista de Lucern al balcón, suspiré. No quería irme, debía hacerlo. – Lo siento, no… - En un arrebato corrí al umbral de la ventana y me acuclille en el borde de la misma, preparándome para saltar – …no puedo… - Fueron mis últimas palabras antes de desnudarme y lanzarme al vacío…
Acuné sus movimientos en mi lecho, me deje envolver en su mentira y es que la atracción que negué minutos atrás se vio más dispuesta a hacerme flagelar ante mis tontas y vanas ideas. Pero sus manos me rodeaban, me rosaban cual plumas de ángel, la delicadeza con la que me sujetaba… No, no fue suave, no era cortés y yo lo sabía. Esa fiereza que demostró en la perforación de mis fauces me devolvió a la realidad, pero ya era demasiado tarde. No pude emitir ni un sonido, no ejecuté ningún movimiento, estaba completamente atrapada en el abismo de sus ojos. Hechizada, terriblemente ciega ante lo que ocurría permití que su lengua secuestrara mi sangre para después mutilarla en la profundidad de su garganta. – Lucern – Clamé su nombre justo después que él lo pronuncio, me elevé hasta sus labios en una suplica estúpida por probarle otra vez ¿En qué demonios estaba pensando? Esa liviandad llamaba flameante, me cubría con su maldita espesura ardiente, sin dejarme respirar. Relamí mis labios al sentir su aliento chocarme una vez más, su respiración frente a la mía, sus ojos, sus pupilas ¡Necesitaba de él! Pero la cordura aún no me abandonaba y toco a mi puerta en el momento preciso en que yo…
Retrocedí dos pasos, le mire fijamente. Mi rostro, era la digna representación de una terrible equivocación, un desliz que estuve a punto de cometer por culpa de mi debilidad y ese deseo idiota que aún no lograba desvanecer de mis pensamientos. Lleve mis manos a la altura de mi cara y la cubrí avergonzada, entre dientes articule unas palabras que seguramente fueron inentendibles, al ver mi reacción respiré profundamente un par de veces. Me armé de valor ¿De donde? No lo sé, pero mi cuerpo ya estaba perdido, la mente divagaba y yo… Yo no era la misma ¿Cómo describir las emociones que despiertan en ti? ¿Una erupción? ¿Una explosión? ¿La marea? ¿Terremotos? ¿Brote de vida? No, no, no. Nada se podía comparar con esa vorágine amenazando en mi vientre. La teoría de mariposas en el estomago me quedaba bastante corta, sentía un fénix amenazar mis entrañas, un dragón queriendo escapar, un demonio tratando se hacer que mis sentidos pronunciaran su nombre. Odie, realmente odie las reacciones en mí.
Caminé hacía la bendita ventana, había tomado una decisión drástica. Si me quedaba allí perdería algo más que la vida y aunque mi alma gritará la necesidad de sentirme amada como él lo había hecho tras ese tonto beso; me alejaría lo más rápido posible del lugar. Miré mi única salida, alterné la vista de Lucern al balcón, suspiré. No quería irme, debía hacerlo. – Lo siento, no… - En un arrebato corrí al umbral de la ventana y me acuclille en el borde de la misma, preparándome para saltar – …no puedo… - Fueron mis últimas palabras antes de desnudarme y lanzarme al vacío…
Séfer Zahira- Hechicero Clase Alta
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La mente de Lucern funcionó como el bosque en una noche espesa. La niebla, producto de la ira que impactaba como cientos estacas, desnudó sus deseos y los vistió por otros más obscenos. La única estrella que había servido de vigilia se apagó como si hubiese soplado a la única vela que iluminaba sus aposentos. La obscuridad les devoró por completo. Un huracán barrió con esa amabilidad tan estúpida que había estado demostrando para con ella. Él era el mar, ella la Luna que le haría agitar... Tonta, inútil e ¿inexplicablemente?... se excedió en sus quehaceres; le hizo enfurecerse. ¿Es esta la forma correcta de explicar lo que en Lucern revienta? El terremoto destruyendo viviendas, la tormenta alimentando al mar, el aire borrando las cenizas de un encuentro triunfal, el fuego destruyendo la madera en las chimeneas... – Roussette. Su nombre resuena con vigor, incluso las paredes retumbaron ante el odio que irradió. Las ideas se fusionaron, nublaron su vista, aplastaron su ego, se carcajearon de las travesuras en las que la mujer le había envuelto, le exigieron que contraatacara, que demostrara el lugar que ocupaba, le dijeron que se levantara... La humedad que se quedó prendado en sus labios, el aliento que alimentaba a su boca, la batalla campal suscitada por sus lenguas como espadas, la caricia de su piel y la sorpresa disipada, le arrastraron al infierno. Su mirada fue el final perfecto, el incentivo para que su mente cantara victoria y fuese tras ella de la forma incorrecta. Le arrastraría a la mansión, se olvidaría del trato que ni siquiera había acordado pero había llevado a cabo y tomaría de ella lo que ahora su cuerpo aclamaba. ¿Qué o quién iba a detenerlo? ¡Nadie! ¡Absolutamente nadie! Su maldita ira se transformara en la lujuria y que el diablo se apiadara de ella, porque definitivamente él no lo haría. La capacidad de pensar se quedaría en esa habitación... la capacidad de actuar se iría tras su rastro. – No llegarás lejos con esa maldita herida en el hombro. Saboreando lo que pronto tendría, su lengua se pinchó con sus caninos, ese insignificante movimiento le excitó, acompañó al beso que se habían dado, se relamió del banquete que pronto se llevaría a cabo.
Las palabras de Rouss murieron en el viento... ¡Claro que iba a sentirlo! Iba sentir haberse ido, iba sentir haberlo dejado en ese estado, pero sobre todo, iba a sentir el cambio que había provocado. Si creía que el cazador era todo por lo que debía cuidarse estaba cometiendo un grave error. La ropa que aquélla mujer había sacado de sus cajones se encontraba ahora desparramada cerca de la ventana. Lucern sonrió con esa maldita depravación, como aquél que ve a una mujer por primera vez y siente que no se podrá detener... El bosque, es inmenso y perfecto para su encuentro. ¿Hasta dónde podrá llegar? Seguir a su presa nunca resultó tan tentador como ahora, y es que Roussette terminaría desnuda en algún rincón del bosque y él sería su manto le gustase o no. No había espacio para la discusión. Ese placer se extendió hasta sus testículos y provocó que su miembro se endureciera aún más. Soltó una maldición, pero no por coraje, sino porque no podía esperar por encontrarle y hacerle aceptar que no lo lamentó. Unos segundos después, Lucern saltó... La Luna se vestía de gala esta noche, iluminaba los senderos, se sentía orgullosa de la cacería que cometía su hijo... El viento acarreó con el aroma de Roussette, le enseñó hacia dónde había ido... La noche era suya, Lucern se detuvo para darle tiempo, le gustaba que se hiciera difícil aquél ansiado encuentro. – Has hecho de mi noche una memorable... Habló sin gritar, no necesitaba hacerlo, el aire era su correo. - Llegaste hasta mi cuarto, te he visto desnuda, te he deseado con intensidad, nos hemos besado y ahora voy en tu búsqueda. De nuevo, esa torcida sonrisa. – La mejor cita a ciegas que he tenido desde... siempre. Un reloj de arena fue girado y, con el primer grano, el vampiro siguió sus pasos...
Las palabras de Rouss murieron en el viento... ¡Claro que iba a sentirlo! Iba sentir haberse ido, iba sentir haberlo dejado en ese estado, pero sobre todo, iba a sentir el cambio que había provocado. Si creía que el cazador era todo por lo que debía cuidarse estaba cometiendo un grave error. La ropa que aquélla mujer había sacado de sus cajones se encontraba ahora desparramada cerca de la ventana. Lucern sonrió con esa maldita depravación, como aquél que ve a una mujer por primera vez y siente que no se podrá detener... El bosque, es inmenso y perfecto para su encuentro. ¿Hasta dónde podrá llegar? Seguir a su presa nunca resultó tan tentador como ahora, y es que Roussette terminaría desnuda en algún rincón del bosque y él sería su manto le gustase o no. No había espacio para la discusión. Ese placer se extendió hasta sus testículos y provocó que su miembro se endureciera aún más. Soltó una maldición, pero no por coraje, sino porque no podía esperar por encontrarle y hacerle aceptar que no lo lamentó. Unos segundos después, Lucern saltó... La Luna se vestía de gala esta noche, iluminaba los senderos, se sentía orgullosa de la cacería que cometía su hijo... El viento acarreó con el aroma de Roussette, le enseñó hacia dónde había ido... La noche era suya, Lucern se detuvo para darle tiempo, le gustaba que se hiciera difícil aquél ansiado encuentro. – Has hecho de mi noche una memorable... Habló sin gritar, no necesitaba hacerlo, el aire era su correo. - Llegaste hasta mi cuarto, te he visto desnuda, te he deseado con intensidad, nos hemos besado y ahora voy en tu búsqueda. De nuevo, esa torcida sonrisa. – La mejor cita a ciegas que he tenido desde... siempre. Un reloj de arena fue girado y, con el primer grano, el vampiro siguió sus pasos...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
El viento se arremolinaba sobre mi cabeza, despeinándome y transportando mi perfume por todas partes. Mis pies descalzos trataron con fervor sostenerme de pie mientras corrían lo más rápido posible. El frío me abrigo, me hizo estremecer en un escalofrío. Las serpientes del viento se atrevían a chocar contra mi cuerpo, hiriéndolo, abrazándolo. Esas espinas que en la maleza se escondían lograron abrir la piel de mis pies y un camino de sangre se abría paso tras mi repentina huida. Los búhos se encontraban a la expectativa de lo que yo hiciera, me sentían en el bosque como a una hermana en peligro, precisamente era eso lo que yo representaba en esa inmensidad. Cada rincón al cual me dirigiera apestaba a él. A ese hombre que con tan solo una palabra, una mirada y una caricia me hizo estremecer. Todavía no tenía las fuerzas suficientes para utilizar mi metamorfosis, además los cazadores seguramente…
Mis respiraciones se agitaron cada vez más, se trataba de una aceleración inesperada, sí escuche sus palabras a lo lejos, el viento le aullaba como los lobos a la luna llena. Mis temores se acrecentaron cuando percibí ese golpe tras mi espalda. Él se encontraba más cerca de mí de lo que hubiese imaginado. La herida en mi hombro intentaba sanar a su ritmo y yo rogué, imploré por que se cerrara de una buena vez. Los latidos de mi corazón podían escucharse a una milla de distancia, estaba completamente sumergida en mis demonios. La mirada se me desvariaba de un lugar a otro, buscaba entre la penumbra la forma de escapar, de salir de allí con ¿Vida? Era lo menos que podía pedir a esas alturas. Desgarré varios árboles a mi paso, sus ramas parecían agonizar cada que mi cuerpo osaba romperlas en un no muy silencioso choque. Los jadeos que mis labios dejaban escapar eran la clara representación de un cansancio descomunal en mi cuerpo, pero no podía solo quedarme estática, esperar la muerte o esperarlo a él ¿Con cuál opción ganaba yo? ¡Absurdo!
Me puse de pie tras haber tropezado una vez en mi camino, me arme de valor, las fuerzas se me perdían entre lo inalcanzable, que era lo más deseaba y lo inevitable, que era donde me encontraba sentada. La mirada felina se me escapo al escuchar el murmullo de un par de hombres. Destelló en mis ojos el único atisbo de esperanza que me quedaba, reuní la energía suficiente para poder salir de la cueva en la que me había caído, mis manos se aferraron a la tierra y mis pies lucharon por erguir mi cuerpo. Llamé la atención de ese par con un movimiento fuerte en las ramas, los copos de nieve salieron disparados, logrando su objetivo. En cuestión de segundos sus pasos me rodearon y no tuve más remedio que gastar mis últimas fuerzas en un cambio más. Dejar que me mirasen desnuda no era lo mejor que podría hacer, seguro y resultaban peor de depravados que ese vampiro en la mansión… “Bien sabes que no es el único que lo desea” Escuché ese pensamiento vacilar en mi cabeza una vez más. No, dejar que me llevase esa lujuria incesante en mi cuerpo era el suicidio, mis maldiciones carraspearon en la garganta, el tiempo se me había terminado. El cúmulo de nieve cubrió mi cuerpo y después un sordo movimiento.
– ¡Aquí está el ave! – Escuché decir, relajé mis extremidades y permití que las manos ajenas me examinaran, la flecha ya no estaba pero la maldita cicatriz en mi ala aún estaba allí. Fue desconcertante para el humano el no encontrar su arma en mi cuerpo, frunció su ceño y se coloco de manera pensante. Levanto la mirada hacia la nada, como quien busca a alguien o espera encontrar algo más, algo que no es visible, que no es evidente. Un segundo fue lo que su mirada indago en la penumbra para después dirigirla hasta mí
– Eres afortunada avecilla, te iras conmigo a casa. Un trofeo como ninguno –
-Ya lo creo, las aves albinas no son muy comunes en los bosques de París-
-Has visto lo imposible, la he conseguido- Atrapada entre caricias desconsideradas me creí a salvo, al menos este par descuartizaría mi cuerpo al llegar a su residencia. Lo cual me daba la oportunidad, el tiempo suficiente como para escapar de ellos. Recuperar mis fuerzas y emprender el vuelo más allá del cielo. Error. El filo del cuchillo irrumpió el silencio y me perdí en el temor de una muerte prematura…
Mis respiraciones se agitaron cada vez más, se trataba de una aceleración inesperada, sí escuche sus palabras a lo lejos, el viento le aullaba como los lobos a la luna llena. Mis temores se acrecentaron cuando percibí ese golpe tras mi espalda. Él se encontraba más cerca de mí de lo que hubiese imaginado. La herida en mi hombro intentaba sanar a su ritmo y yo rogué, imploré por que se cerrara de una buena vez. Los latidos de mi corazón podían escucharse a una milla de distancia, estaba completamente sumergida en mis demonios. La mirada se me desvariaba de un lugar a otro, buscaba entre la penumbra la forma de escapar, de salir de allí con ¿Vida? Era lo menos que podía pedir a esas alturas. Desgarré varios árboles a mi paso, sus ramas parecían agonizar cada que mi cuerpo osaba romperlas en un no muy silencioso choque. Los jadeos que mis labios dejaban escapar eran la clara representación de un cansancio descomunal en mi cuerpo, pero no podía solo quedarme estática, esperar la muerte o esperarlo a él ¿Con cuál opción ganaba yo? ¡Absurdo!
Me puse de pie tras haber tropezado una vez en mi camino, me arme de valor, las fuerzas se me perdían entre lo inalcanzable, que era lo más deseaba y lo inevitable, que era donde me encontraba sentada. La mirada felina se me escapo al escuchar el murmullo de un par de hombres. Destelló en mis ojos el único atisbo de esperanza que me quedaba, reuní la energía suficiente para poder salir de la cueva en la que me había caído, mis manos se aferraron a la tierra y mis pies lucharon por erguir mi cuerpo. Llamé la atención de ese par con un movimiento fuerte en las ramas, los copos de nieve salieron disparados, logrando su objetivo. En cuestión de segundos sus pasos me rodearon y no tuve más remedio que gastar mis últimas fuerzas en un cambio más. Dejar que me mirasen desnuda no era lo mejor que podría hacer, seguro y resultaban peor de depravados que ese vampiro en la mansión… “Bien sabes que no es el único que lo desea” Escuché ese pensamiento vacilar en mi cabeza una vez más. No, dejar que me llevase esa lujuria incesante en mi cuerpo era el suicidio, mis maldiciones carraspearon en la garganta, el tiempo se me había terminado. El cúmulo de nieve cubrió mi cuerpo y después un sordo movimiento.
– ¡Aquí está el ave! – Escuché decir, relajé mis extremidades y permití que las manos ajenas me examinaran, la flecha ya no estaba pero la maldita cicatriz en mi ala aún estaba allí. Fue desconcertante para el humano el no encontrar su arma en mi cuerpo, frunció su ceño y se coloco de manera pensante. Levanto la mirada hacia la nada, como quien busca a alguien o espera encontrar algo más, algo que no es visible, que no es evidente. Un segundo fue lo que su mirada indago en la penumbra para después dirigirla hasta mí
– Eres afortunada avecilla, te iras conmigo a casa. Un trofeo como ninguno –
-Ya lo creo, las aves albinas no son muy comunes en los bosques de París-
-Has visto lo imposible, la he conseguido- Atrapada entre caricias desconsideradas me creí a salvo, al menos este par descuartizaría mi cuerpo al llegar a su residencia. Lo cual me daba la oportunidad, el tiempo suficiente como para escapar de ellos. Recuperar mis fuerzas y emprender el vuelo más allá del cielo. Error. El filo del cuchillo irrumpió el silencio y me perdí en el temor de una muerte prematura…
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Re: Eternelle Nuit {Reservado +18}
El aire se contamina con la ira que desprende el cuerpo del conde conforme camina y se enreda entre las ramas que se atraviesan en su camino. La rama se parte, incapaz de soportar su peso, generando ese crujir que agobia al silencio que desnuda al bosque. No hay nada nuevo en ese ambiente. La Luna que sigue sus pasos es apartada por los altos árboles, el viento estimula sus hojas con infames caricias y el lento arrastrar de sus pies sobre la tierra, abre otro camino, moviendo los hilos de un alterable destino. El olor de Rouss es un broche que se ha adherido a su piel desgarradoramente, son sus pies los que se mueven por inercia, mostrándole el camino que le llevará hasta ella. Lucern desliza su dedo índice sobre su labio inferior, saboreando la suave caricia que le brindó en el segundo que su cuerpo le respondió. La idea de morderla, asalta su cabeza. Ella le deseaba con la misma intensidad que su cuerpo, aunque fingía un desinterés que no marcaba la mínima diferencia en él. Toparse con Lucern era como encontrarse en un callejón sin salida, donde te adentras plenamente consciente de que tendrás que regresar sobre tus pasos si quieres ir hacia algún sitio realmente. Escalar no es una opción, no cuando el muro que alza es invisible, indivisible y fantasmalmente aterrador. La falta de raciocinio, la humanidad, el arte de sentir, el deseo de cambiar... No eran aplicables para él, excepto por su igual, que se sentía por cada vena que moldeaba su cuerpo. Aún así, Rouss había llegado en un punto donde Lucern no era quien siempre se aseguraba de ser y eso era lo que lo que emanaba de él. Esa destilación que desprendía su piel era la aberración que le provocaba su mente, una secuencia de imágenes que se desglosaban como estacas perforándole su muerto corazón, haciéndole sentir nada. ¿Nada? Eso era exactamente lo que le fastidiaba, no obtener nada.
Le gustaba pronunciar el nuevo nombre. Sus labios lo pronunciaron un par de veces más, consciente de que daba su ubicación, malditamente consciente de que ella podía percibir que se encontraban muy cerca. El olor en esa parte del bosque daban la apariencia de ser olas de un molesto mar, abalanzándose contra él, intentando arrástralo y sumergirlo en las profundidades de su ser. Estaba a tan poco de retorcer junto a ella... estaba a tan poco de tomar posesión de su boca... estaba a tan poco de... No estaban solos. ¡Maldición! Ese maldito bosque que recorría cada noche le pertenecía, vivía en sus alrededores y solo el diablo sabía cuántas veces, él había bailado junto a sus víctimas la danza de la muerte. Por supuesto, en medio de su ceguera, de esa locura enfermiza que adoptaba cada que no obtenía lo que quería, había olvidado que los cazadores que habían sido partícipes de que aquélla hermosa ave entrara por su ventana, se encontraban en algún punto del bosque. Lucern emprendió la marcha, si alguien iba a poner sus manos alrededor de ella, iba a ser él, no otro malnacido. Las voces de los humanos serpentearon por el viento que, como el cómplice del vampiro, le dirigían, aclamaban que llegara y diera marcha al enfrentamiento que, inevitablemente, despilfarraría el olor a sangre y gritos de dolor en medio del caos que se desataría. Una bestia siendo liberada, hambrienta desde hacía siglos, con una única palabra resonando en su mente: venganza, venganza, venganza...
Todo parecía tornarse rojo o negro, Lucern no estaba seguro de nada, excepto que descuartizaría a aquél que blandía el cuchillo, alimentando a los gusanos con su sangre, quería escuchar los ruegos de sus compañeros, quería que pidieran perdón. El cazador no lo vio venir, su presencia ahí era fantasmal; de no ser porque su muñeca fue rebanada con el mismo cuchillo que, hacía solo menos de un segundo había sostenido, no habría creído que se convertiría en la presa... – El cazador será cazado. Su voz malvada salía de entre las sombras. Los gritos de los humanos se extendieron, incluso escucho sollozos. – No es divertido cuando te conviertes en el animal. Las miradas buscaron alrededor, pero Lucern estaba observándolos desde lo alto de un árbol. – Uno, dos, tres... Empezó a contar y, no sabía si catalogarlos como inteligentes o tontos, pero empezaron a correr, a excepción del que había alzado el cuchillo hacía tan poco. La sangre que perdía, el sudor que cubría su frente, el temor que se leía en sus acuosos ojos... ¡Una delicia! El humano le divertía. Lucern saltó y en cuanto lo atravesó con los ojos, le dio la orden. - Espera aquí. Colapsarás en... No terminó la frase, uno de los humanos había derrapado a unos metros de la laguna y, desvió su mirada hacia la hermosa ave. – Este será mi regalo. Con la promesa de que volvería por ella, giró sobre sus talones y se fundió con la noche.
Le gustaba pronunciar el nuevo nombre. Sus labios lo pronunciaron un par de veces más, consciente de que daba su ubicación, malditamente consciente de que ella podía percibir que se encontraban muy cerca. El olor en esa parte del bosque daban la apariencia de ser olas de un molesto mar, abalanzándose contra él, intentando arrástralo y sumergirlo en las profundidades de su ser. Estaba a tan poco de retorcer junto a ella... estaba a tan poco de tomar posesión de su boca... estaba a tan poco de... No estaban solos. ¡Maldición! Ese maldito bosque que recorría cada noche le pertenecía, vivía en sus alrededores y solo el diablo sabía cuántas veces, él había bailado junto a sus víctimas la danza de la muerte. Por supuesto, en medio de su ceguera, de esa locura enfermiza que adoptaba cada que no obtenía lo que quería, había olvidado que los cazadores que habían sido partícipes de que aquélla hermosa ave entrara por su ventana, se encontraban en algún punto del bosque. Lucern emprendió la marcha, si alguien iba a poner sus manos alrededor de ella, iba a ser él, no otro malnacido. Las voces de los humanos serpentearon por el viento que, como el cómplice del vampiro, le dirigían, aclamaban que llegara y diera marcha al enfrentamiento que, inevitablemente, despilfarraría el olor a sangre y gritos de dolor en medio del caos que se desataría. Una bestia siendo liberada, hambrienta desde hacía siglos, con una única palabra resonando en su mente: venganza, venganza, venganza...
Todo parecía tornarse rojo o negro, Lucern no estaba seguro de nada, excepto que descuartizaría a aquél que blandía el cuchillo, alimentando a los gusanos con su sangre, quería escuchar los ruegos de sus compañeros, quería que pidieran perdón. El cazador no lo vio venir, su presencia ahí era fantasmal; de no ser porque su muñeca fue rebanada con el mismo cuchillo que, hacía solo menos de un segundo había sostenido, no habría creído que se convertiría en la presa... – El cazador será cazado. Su voz malvada salía de entre las sombras. Los gritos de los humanos se extendieron, incluso escucho sollozos. – No es divertido cuando te conviertes en el animal. Las miradas buscaron alrededor, pero Lucern estaba observándolos desde lo alto de un árbol. – Uno, dos, tres... Empezó a contar y, no sabía si catalogarlos como inteligentes o tontos, pero empezaron a correr, a excepción del que había alzado el cuchillo hacía tan poco. La sangre que perdía, el sudor que cubría su frente, el temor que se leía en sus acuosos ojos... ¡Una delicia! El humano le divertía. Lucern saltó y en cuanto lo atravesó con los ojos, le dio la orden. - Espera aquí. Colapsarás en... No terminó la frase, uno de los humanos había derrapado a unos metros de la laguna y, desvió su mirada hacia la hermosa ave. – Este será mi regalo. Con la promesa de que volvería por ella, giró sobre sus talones y se fundió con la noche.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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