Eternelle Nuit {Reservado +18}

Un par de lágrimas aparecen por debajo de sus ojos, sus mejillas son bañadas con esta agua salda que pretende mostrar sus sentimientos. Pero esa no era la debilidad de Roussete, tal vez se encontraba a merced del cazador, del ser que entre sus aposentos logro corromper su cuerpo de tal forma que lo único que ella pudo hacer fue huir despavorida, pero no tenía miedo de él ¿Qué era lo peor que podría hacerle? Sacude su cabeza negando las miel les de respuestas que su propia razón le entrega como bofetadas a la cara. Los humanos lloriqueaban igual que la dama, con una diferencia, ellos solo se preocupaban exclusivamente por sus vidas y la pelinegra tiene en mente algo menos egoísta, el sacrificio. El viento transporta las fúnebres palabras de Lucern, hubiese deseado mil veces que el tono de su voz fuese distorsionado por el susurro de un duende en medio de ese bosque, pero para su desgracia, la nota tétrica en esas frases era la misma que encontró en la habitación de aquella residencia, jodidamente seductora aunque él no se diera cuenta.

No, no, no… ¿Cuántas veces tenía que repetírselo a si misma? ¡Basta de tanta maldita benevolencia! Roussette sabe perfectamente que esos desgraciados no se merecen la vida que les esta obsequiando pero si aceptaba el asesinato de los mortales, entonces no sería mejor que aquella bestia escondida entre la penumbra. Sus emociones colapsan dentro de su frágil cuerpo, pueden verse las expresiones de su rostro, como es que se encuentra batallando contra sus propios demonios, es su ética contra la locura que todos poseen ¿Y si dice que sí? ¿Y si dice que no? ¿Y si huye? “¡No seas idiota Rouss!” Pensamiento que se instala en su cabeza. Con la presión en sus arterias, el vértigo en su estomago y un tonto sentimiento en todo su ser, se acuclilla para tomar el cuchillo entre sus manos, clava su mirada férrea en las pupilas del humano frente a ella y una mueca se pinta en sus labios. Nunca antes se había visto en Roussette esa cara demoniaca que posee en este instante, pero no quiere decir que no sea tan obscura como la noche misma. Cierra su mano con el filo del cuchillo sobre su palma, se hiere, la sangre emana… - Vete – dice entre dientes - ¡Que largues ahora mismo! Y pobre de ti si cuentas esto a los demás, créeme… si lo haces me enteraré y entonces no será él quien te asesine, lo haré yo misma. Si te preocupa la muerte, una vez en mis manos, será lo primero que tus labios suplicarán – Sutil amenaza le ha dedicado al mortal, quien no lo pensó dos veces antes de echarse a correr entre la obscuridad del bosque.

Su mirada se eleva hasta el cielo nocturno, cuenta las pecas blancas que tiene su piel negra y le sonríe la luna que desde en lo alto le observa. Está tranquila, sabe lo que hará, esta consciente, lo único que desea es que esa pesadilla termine de una buena vez por todas, pero ¿Entregar su libertad a cambio de un par de imbéciles? No, esa no era una opción prudente, más bien y con todo respeto, es una reverenda estupidez, no obstante el aullido de aquel mortal le erizo la sangre. Se mueve entre la maleza como la cazadora que se supone tiene que ser, con el sigilo de una ninfa dueña del bosque infernal, se arrastra entre las sombras para llegar hasta el dueño de sus pesadillas – Sé bien que la gente sin escrúpulos, la escoria como tú, puede caer tan bajo como se les venga en gana – aparece tras él – Sí, soy una tonta si lo hago… pero entonces dígame señor ¿Acaso tengo otra salida? – frunce su ceño y sonríe para si misma, era evidente que pronto encontraría una respuesta a su pregunta pero no de él, de las propias conclusiones a las que llego rápidamente. Un espasmo recorre su cuerpo ante tal verdad – Si dejará que desquitara su coraje con ellos igual correría tras mi cuerpo a la mínima señal que diera por querer desaparecer de su vista, no hay salida, no tengo escapatoria… Estoy arruinada, estén o no estén muertos, pero si puedo hacer algo para que no mueran esta noche, que no le quede la menor duda en que lo haré… Así que – Empuña el cuchillo frente a ella – déjelos ir… Después de todo a la que quiere es a mí -

FRD: Perdona que haya cambiado, el estilo del rol pero creo que así se me hace más fácil y es más ¿elegante?

Los ángeles caen del cielo en una lluvia de estrellas, su sangre es sólo el polvo que dejan detrás esos efímeros cometas. Una colisión universal que despierta desde lo más profundo de su alma y, sin saber quién es realmente se deja seducir por lo único que no puede describir en su magnifico esplendor con palabras que terminen en versos. Abraza a la lascivia como si fuese la última noche de su vida. Observa como traga sus fluidos, es repugnantemente delirante. Frunce el ceño tratando de comprender qué significa esa locura que ha teñido su cuerpo y el por qué él actúa de esa manera, pero es inútil cuando los latidos de su corazón son más fuertes que sus pensamientos. La mirada de Lucern hechiza a Roussette, es su encanto salvaje quien le llama, después de todo ella también es un animal. Se siente intimidada por la maestría que él demuestra. Una niña bastante torpe, no sabe que hacer, no entiende como moverse; su cuerpo reacciona siguiendo el instinto pero no cree que eso le sea suficiente. El aura silenciosa se fractura con el tono gutural de su voz, la mujer sacude su cabeza. Su mano atienta contra el miembro de Lucern, sus ojos centellan. Es una virgen jugando a diablesa, siente el tamaño de su virilidad, abre delicadamente sus labios emitiendo algo muy parecido a lo que es un jadeo. Es su cuerpo y gran imaginación quien adelanta la sensación que será descubrirlo dentro de ella, se da una vaga idea gracias al allanamiento que tuvo a través de sus dedos. El vaivén de la excitación no cesa.

La respuesta que él espera no es la que ella le daría. Jugar sólo porque se puede hacerlo, no es una razón sensata, hay que saber las reglas, entenderlas y aceptar las consecuencias. Ganar o perder. Rouss se muerde el labio inferior acallando los gritos desesperantes que se encuentran martillando su cabeza, con su mano libre acaricia el pecho de Lucern creando círculos imaginarios sobre su piel. La mirada se desvía hacia el movimiento de las ramas ¿Quién osaría a interrumpirlos en su encuentro? ¿Quién sería tan estúpido como para salir a observar la consumación de ese pecado? Sólo el viento, sólo el viento. Sus ojos azules regresan al sitio del que huyeron, se ve reflejada en su mirada y se da cuenta de lo entregada que se encuentra. Sonríe con el afán de poder ordenar las palabras antes de emitirlas o quizá re organizándolas para asegurarse de no decir ninguna tontería – A ti – Responde, eso es lo que quiere sin más preámbulo. Y la llamarían zorra por acostarse con él, pero demostrará que no es ese tipo de animal salvaje, si no aquel que se ha atrevido a extender sus alas y volar más allá del horizonte permitido, un ave que quiere alcanzar el cielo e inmolarse en el sol.

La fémina no apetece seguir escuchando el tono de sus voces llamándose, prefiere escuchar lo acompasado de sus respiraciones acoplándose como si fuese una sola, cosa imposible pero ¿Qué más da? Esa tonta mano que resulta prisionera de su virilidad, osa en moverse dictaminando un contacto sensible, masajea y acaricia… Desabotona el pantalón, quiere desnudarlo de una bendita vez. Se ayuda con otra de sus manos e irgue su torso para quedar sentada y tener un mejor acceso a la prenda. Se deshace de ella en un minuto y desgarra la otra en un solo segundo. ¡Libertad! Su cuerpo se mueve al ritmo de las pasiones que cubren su piel y son sus manos quienes masajean a su antojo la extremidad de Lucern, juegan en su base, recorren el tronco en un vaivén que sube y baja, baja y sube. El viento despeina sus cabellos, los lobos le aúllan a la luna y los demonios han abandonado el infierno sólo para rodearlos y observar con aplomo su desenfreno. Besa sus labios con frenesí y desdén, sentimientos encontrados que alimentan con encanto la ambigüedad que representa. Algo dentro de ella se rompe en mil fragmentos y con cada uno de ellos la cordura se pierde en la nada. Muerde su lengua, no tiene colmillos pero si posee fuerza, logra rasgarla y bebe su sangre. Se deleita cerrando sus ojos, succionando el elixir mortal que él despide como sabia de su cuerpo. –Tu sabes a…-Comienza a decir mientras mantiene prisionero el labio inferior de Lucern entre sus dientes – destrucción y muerte, acompañado con pasión, morbo y deseo – Se inclina sobre él, su peso hace que el cuerpo de Lucern retroceda y sea el que se encuentra en medio de ella y el suelo estéril. Rouss lo asecha como una víctima más, deslizándose por encima de él como si de una serpiente se tratara, una con la apariencia de ser frágil pero escondiendo su veneno por debajo de las escamas. Literalmente, lo devora a lengüetazos y besos.