Never ask for gratitud (Libre)

por **Abraham F.** Vie Ago 10, 2018 11:29 am

Hace tiempo que había llegado Seelie a su hogar como refugiada. Evidentemente él la iba a proteger pero estaba a favor de la relacion secreta de Seelie con aquel gitano, Ionus que había conocido hace unas semanas antes de que Seelie se instalase en su residencia. Sabía de que Godfrid era algo bruto referente con su hermana, estaba pendiente de hacer las cosas a su manera y siempre la que salía mal era su hermana menor. Menuda familia. Mientras tanto, Abraham rezaba para apiedarse de sus pecados como vampiro y por siguiente iba a trabajar como el inquisidor que era. Antes de salir, tomaría su desayuno de su doncella, su esclava de sangre particular y de la que siempre besaba con dulzura en lado derecho de su rostro. Cuando estuvo listo, salio sonriente, en paz y directo hacia donde estaría la sede francesa de la inquisición.

Pasaba tranquilo unas calles, tarareaba canciones de su época, trovadores en tabernas, canciones populares "suspiró" estaba contento, tranquilo esa noche. Pasaba por una tienda de trajes para fiestas, luego por otra tienda de artilugios varios, estaba pendiente de llegar cuanto antes a su lugar de destino pero estaba pasándose algo por alto.

Cuando se percató de que iba en zapatillas de estar por casa, volvió rapidamente a su residencia y se puso las botas que acompañaban al uniforme. No maldijo pero si se rio de lo que le había pasado, pero esta vez tuvo que coger un carruaje para no llegar tarde a la primera reunión del turno nocturno. La noche entraba, el día estaba morado ya que era la entrada de la noche, no sentía molestia alguna y con suerte, pudo llegar a tiempo a su lugar de trabajo pero se dio cuenta de que no había nadie.

- Se ha suspendido la reunión, Abraham - Dijo una voz que le hizo sonreir de oreja a oreja.
Era ella, sí. La bibliotecaria de bellos ojos azules y melena dorada desbordante.

- Hola - Abraham se giró a verla para regalarle una sonrisa, pero vio que en el rostro de su mejor amiga había moratones en el cuello. Toda la felicidad y calma con la que había empezado la noche para Abraham se había convertido en odio y enfado. Sus ojos se volvieron rojos pero su amiga le detuvo haciendole saber que se estaba alterando.

- No Abraham, no digas nada. Mi esposo no ha sido...al menos esta vez no. - Su amiga estaba en muy mal estado pero aún así fue a trabajar.

- ¿quien entonces? - Preguntó intentando calmarse.

- Esta mañana, estaba prestando servicios en un campamento y me han tomado por rehen. Todo ha sido demasiado rápido y me ha sido imposible huir. Han sido unos hombres lobo, pero - la muchacha detuvo a Abraham - para, déjalo, ya han recibido su merecido.

Abraham no se lo pensó dos veces, se abrio una raja en su brazo para que su amiga bebiera - Bebe y curarán esos moratones que no te pegan nada - Abraham insistió y hasta que finalmente su amiga no bebió de su herida este no estuvo en paz. Cuando terminó sonrió de nuevo. Vio que el rostro de su amiga estaba normal y bella como siempre. Lo que daría él por ser su esposo en lugar de ese maltratador.