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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Jue Oct 04, 2018 12:59 pm

Huir de su casa a mitad de la noche se había vuelto costumbre para Smerenda. Desde aquel suceso desagradable con su madre hacía 5 años se sentía como una intrusa en la casa de la familia de su madre. En realidad se sentía fuera de lugar en cualquier parte. Mientras que sus familiares maternos la trataban de la mejor forma posible sabía que aquello no era más que por mero interés, jamás la habían amado de verdad y a escondidas la culpaban por que su madre terminase de perder la razón y la "respetable"  alta sociedad parisina los tratase como parias ahora. En Rumanía su situación no era diferente. Al principio había creído que su abuela la había amado de verdad, que la apreciaba inconmensurablemente por ser su única familiar sanguínea con vida. Pero a lo largo de los años había comenzado a darse cuenta de que un ser como su abuela jamás sería capaz de amarla a ella, mucho menos porque al verla veía lo que había perdido. También para los Brancovan era una simple pieza de ajedrez. No estaba destina a ser una pieza de un tablero social si no algo mucho más macabro.

Aunque con los Brancovan Smerenda tenía un poco más de libertad para ser quién era, para dejar fluir su "magia",  temía profundamente a su sádica abuela y lo que ella podría hacerle si algún día decidía que Smerenda ya no le era necesaria. Así que pese a ser una heredera inmensamente rica vivía atemorizada, terriblemente infeliz, amargada, llena de rencor, terriblemente sola y obsesionada con la idea de volverse más fuerte, para finalmente algún día ya no sentir temor. Había pocas cosas que hacían realmente feliz a Smerenda y una de ellas era escapar de la agobiante casa de su familia materna y huir hacía el faro. El castillo de Brancovan  estaba en medio de la nada, justo en el corazón de los montes Cárpatos, con solo kilómetros y kilómetros de bosques  y unas que otra mísera aldea al rededor, así que cuando comenzaba la temporada en París y su familia materna la hacía volver a Francia, realmente disfrutaba del bullicio de las calles y sobre todo del mar. Le encantaba quedarse allí hasta el amanecer, observando al faro iluminar el camino a los barcos. Imaginaba que era ella quien huía en uno de esos barcos a nuevas tierras llenas de aventuras, que podía ser libre y feliz, ser por una sola vez ella misma sin temor a nada.

Smerenda tenía 15 años, así que también, muy oculta dentro de su corazón tenía la ilusión de encontrar alguien  a quien llamar amigo o camarada, alguien con quién ya no se sintiese tan terriblemente sola, alguien con quién contar en caso de que necesitase ayuda. Mientras aquello sucedía se conformaba con huir al faro y ver el mar, e imaginar la vida que ella deseaba tener pero que en el fondo sabía que jamás tendría. Aquella noche el mar estaba en calma, la brisa templada de verano era deliciosa y el mar parecía arrullar a Smerenda con su suave rumor. Como siempre se encontraba oculta entre las hierbas altas que rodeaban al faro. Sabía que con aquella oscuridad y tan bien oculta como estaba era imposible que alguien la viese, con el sonido alto de las olas golpeando la costa era imposible que nadie la escuchase. Smerenda no era estúpida, sabía que ser una chica joven y salir a lugares como el faro a mitad de la noche no era una buena idea. No por el peligro que representaban los humanos, a los que Smerenda consideraba poco más que animales, si no por las otras criaturas que salían de sus escondites cuando el sol se ocultaba, así que siempre tomaba precauciones y llevaba consigo cosas que pudiese servirle. Una daga de plata y un poco de ajenjo nunca estaban de más.

Aquella noche nadie se había acercado y Smerenda dormitaba entre la yerba, envuelta en su capa de lana. Un sonido alto, parecido a un grito alto que provenía de algún lugar a su derecha la hizo sobresaltarse. Con cuidado, haciendo el menor ruido posible intentó levantarse y ver si le era posible observar algo. Quizás esa fuese una acción estúpida pero a final de cuentas Smerenda era una simple adolescente que jamás se había topado con una situación así. Debido a la oscuridad en un principio le fue imposible apreciar nada, pero cuando la luz del faro iluminó brevemente esa zona de la playa Smerenda pudo verlo todo. Lo que parecía ser un hombre alto,  de cabellos oscuros sostenía en sus brazos a una mujer de cabello oscuro que parecía tener la cabeza en un ángulo extraño ¿amantes? Cuando la luz del faro iluminó nuevamente esa zona, pudo ver claramente como del desgarrado cuello de la mujer brotaba sangre, suficiente para  manchar sus ropas y que una gotas cayeran en la arena -Vampiro- susurró débilmente Smerenda en susurro segura de que nadie la escuchaba. Aquella escena no le causaba repulsión, tampoco la atemorizaba, a lo largo de los años había visto más sangre y cuerpos con heridas peores, así que aquello no la conmocionaba. Smerenda apretó con fuerza las manos en puños, enterrándose las uñas en las palmas cuando sintió aquella picazón particular por su piel. Jamás había visto a un vampiro alimentándose ¿Cómo eran sus colmillos? ¿Era cierto que sus ojos brillaban con una luz rojiza mientras bebían? la curiosidad la mataba pero sabía que acercarse era peligroso y ella no era estúpida, no estaba entre sus planes morir aún.



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Mensaje por Dante Sáb Oct 06, 2018 5:41 pm

Unos años atrás…


No fue buena idea zarpar sin conocer el origen de destino pero no tuvo opción, en ese navío podía encontrarse una pieza clave para su complicado rompe cabezas. Un simple barco de viajantes que intentaban buscarse la vida lejos de su tierra natal y adentrarse en mundos desconocidos, anhelando una posible nueva vida…

¿Qué le llevó a seguirles el rastro? El olor que desprendía, un olor característico que no lograba descifrar y por más que hacía memoria, el recuerdo se tornaba borroso casi invisible. Familias enteras, hombres y mujeres en soledad, algunos entrando en edad se despedían de sus raíces y encontrar la paz que en esta ocasión se le brindaba en bandeja de plata. Oculto en uno de los camarotes, en cuanto el sol se perdía en el horizonte, el ser de la noche salía de su escondite para mezclarse con esa gente que compartían lo poco que tenían y llevar el viaje más llevadero.

La travesía sería de unas dos semanas según oyó a un joven platicar con sus compañeros de fatigas, ¿dos semanas? Demasiado para controlarse, no le servía tomar un poco y dejar inconsciente a su alimento, si tanto deseaba descubrir la procedencia de esas personas, lo primero no debía levantar sospechas. Los juegos mentales funcionaban, podría usarlos pero en cuanto los cadáveres flotasen en el mar o fuesen encontrados tras toneles de vino y comida en sal, la búsqueda sería implacable.

En estos tiempos en los seres sobrenaturales se camuflaban entre los humanos, los cazadores abundaban a la par que aquellos seres a quiénes matar al enemigo les causaba un placer absoluto. Tenía conocimiento de que un grupo de estos cazadores se encontraba en el barco, alegar que el movimiento del barco le dejaba indispuesto y de paso hacer la mejor de sus actuaciones, no levantó sospecha.

Necesitaba más sangre, en cautividad, intentaba no perder el control y terminar por ejecutarse él mismo, ningún otro vampiro se encontraba en el mismo lugar por lo que tras deducir lo descubrirían. El calvario fue una tortura, tuvo que atarse a sí mismo para no cometer el peor de sus errores: caer después de tantos años en el mundo y perder todo lo que ocurriría con el paso de los años.

Cuando el barco llegó a puerto acababa de anochecer, Dante no cabía en sí, el tono rojizo de sus ojos oscuros delataba su nerviosismo, no le quedaba mucho tiempo y así fue. El trajín de personas al bajar del barco, la mezcla de olores, sonidos y el imaginarse cómo sabría cada uno de ellos, le llevó a acabar con la tortura que suponía no haber levantado sospechas. En una de sus muñecas un grillete que no le impidió soltarse y cometer la locura, el descontrol le dejó fuera de sí y por quién primero comenzó…esa familia que acababa de llegar a su destino.

Y ella, esa mujer de cabello oscuro pudo ser y no fue, en cuanto volvió en sí y se percató de que se había saciado con toda la tripulación y la familia de la joven que sostenía entre sus manos. Cuerpos inertes a su alrededor, sorprendidos antes de emprender una nueva vida, él no sólo se la había arrebatado, con ella murió su silenciosa respuesta.


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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Dom Oct 07, 2018 10:14 pm

Había pocas cosas que le asustasen a Smerenda. Su vida era aún corta pero había estado llena de sucesos desagradables y muerte, sobre todo muerte. Después de todo ¿Podría ser de otra forma? Tal pareciera que aún antes de nacer Smerenda hubiera estado envuelta entre situaciones de muerte y por lo tanto habiera quedado maldita. Hasta ahora ella jamás había arrebatado una vida, pero por su causa muchas vidas se habían perdido. Había aceptado la muerte como parte de su día a día y mentiría si dijese que la muerte no le causaba cierta curiosidad ¿Qué se sentiría el irse, sentir como el aire abandona tus pulmones y tu sangre deja de fluir, volviéndose cemento en tus venas? Siempre había creído que había algo de sublime en la muerte: después de todo, el abandonarse por completo a la nada debía ser algo satisfactorio, el llegar a un punto donde no existiese más nada que tú y tu esencia misma debía ser sublime.

Por alguna razón Smerenda no pudo apartar los ojos del vampiro y su presa, o más bien sus presas porque cuando la luz del faro volvió a iluminar la playa pudo ver a la gran cantidad de cuerpos en la playa. Por un momento se preguntó que diferencia había entre ella y el vampiro. Ambos eran monstruos con apariencia humana, ambos eran unos asesinos, porque aunque ella no matase aún, la sangre si que manchaba sus manos. " Quizás la diferencia reside en el hecho de que el mata para sobrevivir, para saciar su hambre, por necesidad y los nigromantes causamos la muerte por mera avaricia, por meras ansias de poder" pensó y luego siguió observando la escena, donde el cuerpo de la joven ahora estaba tirado en la arena junto a los otros y al vampiro mirando fijamente a los cuerpos, como si intentase encontrar  a alguno aún con vida ¿Quizás para alimentarse más?

Smerenda se levantó un poco más sobre la hierba y pudo ver a lo lejos la silueta de un barco. Todo quedó en su sitio, pero las dudas la atacaron. Era claro que el vampiro y las víctimas viabajan en el mismo barco ¿porque un vampiro viajaría tanto exponiéndose de esa manera? ¿Porque había matado a los tripulantes justo al llegar? Se quedó allí en silencio, sentada y medio oculta entre la hierba. Mil ideas y explicaciones disparatadas se formaron en su mente y se perdió tanto en sus propias ideas que no notó algo, una simple cosa: aún llevaba atada al cuello la enorme esmeralda engarzada en una gargantilla de oro que su abuela le había dado por su cumpleaños. La enorme piedra reflejaba la luz del faro, refulgiendo a ratos brevísimos cuando era golpeada con la poca luz. Smerenda, poco consiente de que su escondite podría ya haber sido revelado, continuaba embelesada observando al vampiro.


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Mensaje por Dante Lun Oct 08, 2018 9:23 am

Si en algún momento tuvo humanidad, desapareció en cuanto puso fin a las vidas de la familia sin recursos que aún con lágrimas en los ojos, permanecía sin vida en la orilla. La frustración por no encontrar lo que buscaba le llevó a un estado de frenesí mezclado con tantos días condenándose en vez de alimentarse como era debido pero ¿levantar sospechas?. Cuatro miembros de una familia desconocida a la que anheló conocer tras probar su sangre, encontrar la esencia que perdió hace años, décadas…siglos.

Ojos carmesí encendidos, hilos de sangre deslizándose por sus labios, manchando su ropa inmaculada. Ya era tarde, no podía echar atrás en el tiempo y evitar la masacre pero ya estaba hecho. Nunca, jamás se había descontrolado de esa forma pero la desesperación y el anhelo te hacía tropezar y él no sólo tropezó, se cayó de bruces contra el suelo. No fue consciente de que fue visto, entre sus manos una mujer morena de unos treinta y tantos se aferraba a la vida con los ojos abiertos, intentando pronunciar sus últimas palabras…él no le dejó, de un movimiento de muñeca, rompió su cuello dejándola caer a sus pies.

Con el puño, apartó la vitae , cuatro cuerpos y aún así no se había saciado, quería más, ansiaba mucho más. Con los puños cerrados, giró el rostro hacia el mar. El barco impasible, le observaba en silencio, las estrellas que hicieron su trabajo de pequeñas luces en el firmamento, lo iluminaban como una visión borrosa, un fantasma deambulando entre las sombras. Ya no había vuelta atrás, dio una vuelta en sí misma observando a sus víctimas, hasta ese momento la sensación de perdida no la había experimentado jamás.

Un olor desconocido inundó sus fosas nasales, vino de golpe junto a la brisa marina. No estaba solo, el calor que emanaba entre la maleza y el perfume femenino, delató a la joven que lo observaba exhausta. Entre las sombras , volvió a perderse para sorprenderla, ella lo buscase y en ese transcurso, tomarla del brazo y alzarla encarándola. Aún sus pupilas dilatadas, el olor a agua salda y sangre fresca inundó el delicioso perfume de la niña.

-¿No te han enseñado a que espiar no está bien, niña? -su tono enfadado, más consigo mismo por haber cometido ese fallo. ¿Cómo iba a solventarlo? -Me aseguraré que…no vuelvas a hacerlo ¿o te unes a la fiesta? -estaba fuera de sí, el ansia de sangre le había vuelto completamente loco -Tu aura…-delineó cada letra, mirándole fijamente a los ojos -Ir de noche a oscuras…¿no tienes miedo? -señaló con la cabeza hacia los cuerpos inertes en la arena -Quién sabe si…puedes ayudarme, además… no tienes otra


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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Lun Oct 08, 2018 1:22 pm

Smerenda aún miraba embelesada la escena contando los minutos que pasaban, como si estuviese hipnotizada. La luna aún estaba en lo alto del cielo lo que garantizaba apenas un par de horas más de oscuridad ¿Qué haría el vampiro después de saciarse? Se preguntó esperando poder contemplar la puesta en escena hasta su final y pensó que si él se iba lo seguiría ¿Qué pensarían las autoridades por la mañana  cuando viesen la escena? Se imaginó los titulares: “Muerte en la playa” “Grupo de pulgosos refugiados traen la muerte a nuestras costas” Como explicarían tal escenario  ¿Un animal salvaje? ¿Un tipo de peste? ¿Guerra entre pandillas? ¿La mafia del opio? Smerenda rio, pobres estúpidos y patéticos humanos, que por miedo no aceptaban que había atrocidades tales como los vampiros y hombres lobos.

Adormecida Smerenda parpadeó y en un instante la figura del vampiro había desaparecido de la playa. Antes de que ella pudiese moverse  y correr, antes de que pudiese siquiera incorporarse lo sintió. Las grandes manos levantándola y poniéndola frente a él. Estando tan cerca, pese a que él era mucho más alto que ella, podía  posar sus ojos sobre los suyos y mirarlo fijamente. Smerenda lo miró embelesada. Los ojos rojos y furiosos que la atravesaban como si pudiesen ver hasta su alma. Los colmillos extendidos en plenitud, la sangre roja y espesa manchándole el rostro y las ropas.

Smerenda no tuvo miedo, en realidad era algo un tanto irracional y estúpido, pero jamás había visto a un vampiro de cerca: No, mentira, había visto a una vampiresa antes, pero esta había estado en un estado tan lamentable que en lugar de alimentar su curiosidad le había dado lástima. El era diferente, con su cabello oscuro y su piel ligeramente bronceada que se percibía ligeramente sonrojada, quizás porque se había alimentado recientemente. Sus ojos carmesí y la ira que reflejaban en aquel momento.

En un inicio, perdida así como estaba en su contemplación no escuchó que el vampiro le había hablado, pero su voz cadente y musical le hizo regresar a la realidad con premura –No soy una niña Monsieur, tengo 15 años, hay chicas de mi edad que están a punto de dar a luz- dijo con tono digno y mirándolo con expresión contrariada, pues le molestaba que se dirigieran a ella con aquel apelativo –Y no, no tengo miedo – dijo mirándolo fijamente -¿Porque me hace esa pregunta? ¿Acaso puede oler el miedo en mí? La sangre no me asusta y usted no me asusta ¿Y porque habría de asustarme la noche, acaso le asusta a usted?-  dijo Smerenda con aquel tono de voz plano, carente de emoción que le había tomado mucho tiempo perfeccionar.

Desde niña había sido preparada para jamás sentir temor y si lo sentía, para jamás expresarlo. Por alguna razón se sentía tranquila, pese haber visto a  aquel ser terminar con tantas vidas algo le hacía creer que no la atacaría a ella, la muestra estaba en que aún tenía toda su sangre en las venas pese a que aún estaba sujeta por el férreo agarre del vampiro. Por un momento, recordó que era el primer hombre que la sostenía tan cerca y se sonrojó. Agitando su cabeza, como intentando concentrarse en lo importante miró al vampiro. ¿A qué se refería? no lo entendía del todo ¿unirse a la fiesta? ¿Ayudarlo? ¿No tener de otra? Smerenda lo miró con confusión. Antes de siquiera darse cuenta de lo que hacía Smerenda se paró de puntillas y dirigió su mano hasta el rostro del vampiro y tocó sus labios manchados de sangre, esperando poder tocar sus colmillos –Creo que debería limpiarse el rostro, yo tengo un pañuelo en el bolsillo, si gusta Monsieur, puedo ayudarle a limpiarse, sólo suélteme y le ayudaré- Smerenda volvió el rostro hacía la playa, sin darle importancia al hecho de que al girar el rostro había dejado por unos instantes su descubierto cuello a la vista del vampiro -¿A los vampiros les da indigestión? Creo que usted comió mucho. Una vez conocí a un hombre que decía que era capaz de comerse un ternero completo en una sola cena, supongo que usted es el equivalente vampiro: Porque ha comido tanto y el estómago no le ha explotado-  soltó Smerenda sin la mayor turbación, como si estar sujeta por un vampiro, en el medio de la noche no fuese la gran cosa en absoluto
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Mensaje por Dante Dom Oct 14, 2018 9:55 am

El semblante de la pequeña hechicera, confundió al vampiro, sus orbes se habían oscurecido y la observaba como si un estorbo más se tratase pero la reacción que obtuvo de ella fue una muy distinta a la de cualquier otro humano. Su aura la delataba, la hechicera acababa de presenciar el caos, un barco repleto de personas buscando un futuro lejos de la miseria, abastado por el ansia del vampiro. Nadie podía entender qué le llevó a embarcarse con los desconocidos, sólo él tenía la respuesta y fuere lo que fuere…ya carecía de sentido e importancia.

La sangre caía como pequeños hilos carmesís por el contorno de sus labios, el cabello azabache, revuelto y despeinado, una pizca de locura en su mirada, un rugido que murió en su pecho al oír ese “no tengo miedo”, la creyó no podía tenerle miedo cuando con total naturalidad le aconsejaba se limpiase la sangre que no sólo tintó su vestimenta, pequeñas gotas adornaban su rostro. Cual estatua marmolada , la mirada profunda del vampiro, se centró solo en ella analizándola, acababa de saciarse y en lo que menos pensaba era en más y más sangre.

-Un pañuelo estará bien -murmuró esperando a ser ayudado, la joven le resultaba todo un soplo de aire fresco en medio del caos producido a escasos metros. El descontrol se apoderó del vampiro y no tuvo fin hasta notar la presencia de la hechicera, supuso un nudo invisible atado a ésta, él no echó atrás la mirada seguía ante ella, esperando realmente ser rescatado de sus propios demonios.

-Hasta ahora no me dio indigestión -se encogió de hombros, dejándose hacer, si ella  no hubiese aparecido el caos sería aún mayor -Los restos del ternero son menos sospechosos que una hilera de cuerpos sin vida con marcas de colmillos… -se encogió de hombros, aunque las manchas de sangre desaparecieron de sus labios, su ropa lo delataba -Estómago saciado pero sigo vacío -la frase en cuestión englobaba más de lo que podía desvelar, ella acababa de ayudarle a asearse pero ¿le ayudaría a no ser descubierto antes de que fuese tarde? -Tengo que deshacerme… borrar lo ocurrido-susurró más para sí mismo, aún seguía aturdido y saciado, muy saciado. Cayó en la cuenta de que el pañuelo de la joven quedaría inservible, una prueba más -Le debo un pañuelo


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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Dom Oct 14, 2018 11:13 pm

Cuando el vampiro soltó la delgada mano de Smerenda, esta tomó el pañuelo de seda color crema de su bolsillo. Se levantó sobre las puntas de sus pies y estiró la mano para limpiar el rostro del vampiro. Sintió su fría, pero suave piel cuando la punta de uno de sus dedos tocó su rostro mientras lo limpiaba.

El vampiro parecía estar más calmado, sus ojos aún conservaban su mirada voraz pero ahora estaban oscuros, no carmesí, eso indicaba que estaba saciado: algo lógico dada la cantidad de cadáveres en la arena. Smerenda en verdad no tenía miedo, pese a que el vampiro era más alto que ella y más fuerte que ella. No es que fuese una estúpida que no le temiese a nada, no es que el vampiro no fuese aterrador: probablemente cualquier chica habría salido corriendo, pero Smerenda había visto más sangre, más cuerpos y asesinos más despiadados, así que aquella escena era algo normal para ella.

Smerenda limpió con minucia el rostro y parte del cuello del vampiro mientras lo limpiaba y no pudo evitar sonreír cuando escuchó el comentario sobre el ternero - Probablemente tenga razón Monsieur, de donde yo vengo los campesinos se habrían peleado por los despojos y al amanecer no habría más que huesos. Pero dudo que aquí algún animal los devore, a menos que una manda de hombres lobo pasará e hiciera el trabajo sucio- Smerenda terminó de limpiar el rostro del vampiro, dobló el pañuelo con cuidado y continuó - Monsieur, su llegada me recordó a mi libro favorito, en ese libro un vampiro llega a las costas y también masacra a su tripulación. Ahora sólo espero que sus similitudes terminen allí y usted no termine como el vampiro del relato- Smerenda reprimió sus ganas de sonreír con malicia cuando escuchó que el se sentía vacío.

En un momento su ánimo cambió por completo. Smerenda sintió una especie de nudo en la garganta y las lágrimas amenazaron con inundar sus ojos. Smerenda las contuvo como siempre. Y levantó la vista hacia el cielo nocturno. Por un momento quizo lanzarse sobre el vampiro y abrazarlo, como cuando su madre lo hacía para consolarlo hace mucho tiempo, abrazarlo como a su oso de felpa cuando tenía miedo,  abrazarlo como hacía mucho ella no había abrazado a nadie  -Comer nunca llenará el agujero negro, frío y profundo que siente en el pecho. Quisiera poder ayudarlo Monsieur, pero yo no se como tapar ese agujero. Aunque llene su vida con muebles, música, conocimientos, dinero, con esto o aquello se seguirá sintiendo como un cascarón vacío- de manera instintiva, sin pensar mucho en si aquel gesto sería bien recibido o no Smerenda tomó al vampiro de la mano y la apretó con fuerza, como para intentar consolarlo ¿Cuántas veces ella había deseado tener a alguien para consolarlo cuando se sentía de la misma forma?.

-Quizás la respuesta no es qué si no quién -
susurró en un tono tan bajo, tan suave que estaba segura se perdería gracias al ruido de las olas y que él vampiro no escucharía - Venga Monsieur, olvide el pañuelo, eso es lo de menos, no tenemos toda la noche, tengo que volver a mi prisión antes del amanecer-sin soltar la mano del vampiro caminó hacia la playa - Si quemamos los cuerpos llevará mucho tiempo y quedarán marcas. Tardaremos mucho en desmembrarlos.  Tardaremos mucho en cavar una tumba tan grande y los animales podrían desenterrarlos- repasó en voz alta las formas que sabía y había aplicado para deshacerse de un cadáver.

Cuando llegaron al medio de la playa, donde los cuerpos estaban tendidos Smerenda soltó al vampiro y se detuvo, observó los rostros ensangrentados. Los rictus de terror y la palidez de los cuerpos le causó más curiosidad que terror - Lo ayudaré Monsieur, usted no me asusta o me repulsa: sigue sus instintos y hace lo que debe para sobrevivir. Mis manos -  extendió las manos frente a él - Mis manos no están limpias. Sangre a corrido por mi causa y sangre correrá en un futuro por mis manos. Aunque no sea un vampiro soy como tú. Mi estirpe está condenada y yo vago en el mundo con el único propósito de derramar sangre aunque no es ese mi deseo ¿Acaso no deseamos lo mismo? Llenar por fin el oscuro y vacío abismo que está en nuestro pecho-

Smerenda se sintió feliz. Al fin había encontrado a un alma afín a la suya, o al menos eso creía. Aunque no era su don el leer la mente de sus adversarios siempre había sido buena para leer entre líneas - Yo le ayudaré, limpiare el desorden por usted, lo haré ahora... Pero quiero algo a cambio ¿Está dispuesto a escuchar mis términos? -


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Mensaje por Dante Dom Oct 21, 2018 5:08 pm

¿Qué le había ocurrido para perder el control?

En cada gota de sangre que deleitó su paladar, no encontró la esencia que anhelaba y buscaba, en su fuero intento, se quedó a expensas sin ser consciente de lo ocurrido. La calma de la hechicera fue infundada hacia el vampiro quien la contemplaba como un oasis en medio del mar. En silencio, la contemplaba buscando la respuesta que no hallaría ¿qué conocimiento tendría ella de su verdad? Comenzaba a hacerse ideas vanas, imposibles…y sólo quedaría el “qué hubiese ocurrido si…” por ello, no desistía, buscaba sin descanso en cada lugar visitado pues en algún lugar podrían encontrarse.

La templanza del simple gesto de limpiarle con el pañuelo consiguió que el ambiente no lo encontrase tan sombrío pero ¿cómo no desesperarse a tal verdad? Nadie excepto él sobrevivió aquella noche ¿por qué se aferraba a encontrar a alguien de su linaje? Sería prácticamente imposible, su pueblo quedó reducido a cenizas y él, contempló la barbarie de la madre naturaleza lejos de la ciudad dormida, donde en una noche fue devastada por la lava.

-¿Cómo termina? -tuvo curiosidad, un susurro cortó el aire y el silencio abrumador, el vampiro desvió la mirada hacia el lugar donde se originó lo irreparable. Apenas llegaba a pensar más que en olvidar lo ocurrido, borrar su rastro. -Sea como fuere…espero que el ser de la noche encontrase su sino. Su descanso -en vilo pasaría su eternidad, aquel que dio una oportunidad de vida y al final fue a él mismo quien se la fue otorgada, una oportunidad para su existencia -Quién, podría ser la respuesta pero hasta no hallarla…no sabré si teneis razón -totalmente vencido, recuperando su ser, se dejó llevar ante su crimen, podría delatarlo y sin embargo le ofrecía su ayuda, nada daba algo por nada y como era de esperar deseaba algo a cambio.

-Es justo. Decidme ¿cuáles son sus términos? Y nadie está exento de mancharse las manos de sangre, no la juzgo no soy quién pues vuestras razones tendréis y espero me conteis vuestra historia. Apenas rozáis la veintena, aún así vuestro espíritu es tan fuerte como el de una mujer luchadora ¿qué os ha ocurrido, hechicera de plata? Contemplabais la luna a vuestro antojo , escapando de la prisión ¿quién os tiene retenida? Ser esclavo de nosotros mismo, nos quita la vida…podría ayudaros a escapar, ser libre a cambio de lo mismo, la libertad -habló demasiado pero sentía cada palabra, sin soltarla de las manos, se dejó embriagar por su calor ¿Acaso tenía otra opción? Sonrió a medias, pasándose la lengua por el labio inferior, algunas gotas de sangre persistían, recordándole lo ocurrido.

-El amanecer pronto hará aparición, con el día llega mi noche. Estoy preparado




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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Jue Oct 25, 2018 1:09 pm

Allí de pie entre la muerte, con el viento golpeándole el rostro, al lado de un vampiro, Smerenda se sintió segura y en calma. Hacía mucho que no se sentía así, llena de una paz abrumadora. Aunque el vampiro era el creador de aquella masacre, por alguna loca razón, por algún sexto sentido o quizás por mero instinto sabía que con él estaba a salvo, que él era uno de los seres menos maliciosos que había conocido. Una de las pruebas es que aún se encontraba viva y completa, sin arañazo alguno. En realidad, se sentía un poco triste por él. Todos los gestos, acciones y palabras del vampiro revelaban que él se encontraba dolido, quizás hasta arrepentido por lo que había hecho. Ella algunas veces se sentía del mismo modo: amaba la vida, pero a veces se preguntaba si el mundo no sería un lugar mejor si alguien como ella no hubiese nacido.

Aún sin soltar al vampiro de la mano, Smerenda se paró delante de él y lo miró fijamente mientras hablaba, observó cada gesto, cada mueca y escuchó embelesada sus palabras. Ella no se había equivocado, a él tampoco le agradaba en demasía matar, a él tampoco le importaba que ella tuviese las manos llenas de sangre inocente y el corazón oscurecido por la pena de las almas que habían sido silenciadas por su causa. Él no la veía como un monstruo.

-¿Hechicera de plata?- peguntó levantando la vista. Eso le gustaba. La plata era su metal favorito. Pura, blanquecina y luminosa a diferencia de su alma –Yo no soy de plata, si fuera algo… Entonces debería ser carbón- Smerenda bajó la mirada hacia la arena manchada de sangre ¿Era buena idea hablarle sobre su vida? ¿Decirle lo que era? ¿Qué pasaba si incluso él se aterrorizaba? Smerenda sacudió la cabeza, como para alejar esa idea de su cabeza –¿Tú de verdad me ayudarías a escapar?- Smerenda levantó la vista nuevamente y clavó su vista en los ojos del vampiro, apretó su mano con fuerza como si al hacerlo pudiera impedir que él escapara.

-Yo deseo eso con todas mis fuerzas, con cada uno de mis latidos, con cada sorbo de aire que nutre mi vida pero… - Smerenda bajó el rostro nuevamente hacía la arena y un temblor la recorrió cuando a su mente volvió el recuerdo de la primera y última vez que había intentado escapar escondida en un caravana de gitanos. Apretó con fuerza la mano del vampiro aún sin notarlo siquiera, apretó con toda la fuerza posible y se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar.

Durante un segundo se quedó así, perdida y aterrorizada en sus recuerdos, hasta que una idea la hizo volver a la realidad. Él era un vampiro, no un simple humano cualquiera. Hacía mucho tiempo había llegado a la conclusión de que si permanecía con su abuela tarde o temprano terminaría muerta o peor: como una marioneta. Smerenda no creía en el destino ni en las coincidencias, pero el Hado actuaba de misteriosas maneras ¿Y si esta era su oportunidad? ¿Si este era un destino ineludible? Ella soltó la mano del vampiro, inspiró pesadamente y se plantó frente a él, clavándole nuevamente la vista en el rostro.

Se dio cuenta de que no sabía su nombre ni el él sabía cómo se llamaba ella; eran dos perfectos desconocidos, pero así como estaban las cosas y tan desesperada como se hallaba Smerenda estaba dispuesta a confiarle su futuro a un vampiro –Llévame contigo, eso es lo que quiero- Soltó Smerenda las palabras con decisión, sin vacilar –Puedo incluso llevarme dinero conmigo para que no tengas que preocuparte por eso- Smerenda vaciló en como continuar –Te prometo que, si decides llevarme contigo jamás deberás preocuparte por cuestiones como estas- señaló a los cadáveres tendidos en la playa –Yo te ayudaré ahora, te ayudaré siempre, pero esa es mi condición- Smerenda sintió como un par de lágrimas resbalaban por sus mejillas, así que bajó el rostro y las limpió con el dorso de la mano. Guardó silencio un segundo, para tratar de contener las demás lágrimas que inundaban sus ojos –Libérame y entonces te haré libre-


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Mensaje por Dante Dom Oct 28, 2018 2:27 pm

Renacer entre las cenizas, una sensación que conocía demasiado bien, le dieron la oportunidad de volver a vivir con la diferencia que sería eterno ¿quién no estaría tentado a aceptar? El trato de la vida eterna a cambio de lealtad, así fue y así sería por siempre. No se arrepentía de las vidas arrebatadas ¿por qué debería? Todo tenía un precio y ellos se encontraban en el momento y lugar equivocados, cruzarse con él les llevó a una muerte segura y allí se encontraba, ante ella, quién podría borrar todo rastro.

Borrar antes del amanecer las huellas de la masacre que lo señalarían no sólo ante la Inquisición, él…una sombra a la que perseguían otras con mayor poder y de las que tan sólo huir no bastaba. Y esa noche, cometió el error por buscar sin hallar lo que anhelaba y no llegaba a recordar y no, ninguno portaba ese halo de recuerdo , nadie le devolvió las sensaciones, no recordaba nada… sólo oscuridad, vacío, un agujero negro  incapaz de llenar.

-Todos terminamos siendo carbón. ¿qué importa si ya lo somos en vida? -sólo asintió una sola vez con la cabeza, una promesa silenciosa en la que acababa de prometerle alas de libertad a cambio de justamente lo mismo, un qui pro quo. En completo silencio, siguió observándola como si nada más existiese, esperaba sus palabras y una promesa por parte de la hechicera, el tiempo corría en contra y cuanto antes todo se sellase, terminarían con el gran peso que cargaba en sus espaldas.

Y aún sintiéndose satisfecho en apetito, le era incapaz de reaccionar, no se sentía con fuerzas de encargarse de su propio error. No se inmutó, esperaba a que ella expusiese sus deseos y condiciones y así fue, todos teníamos nuestros fantasmas y ellos deseaban escapar lo más lejos de esas tierras. Negó con la cabeza a lo del dinero, no sería necesario, cuanto menos sospechas levantasen mejor, el rastro de magia se reconocía con la propia magia, eso mismo ocurría con su propio rastro.

-Trato hecho. -tendrían que huir lo antes posible por lo que le ofreció su mano, volviendo la vista a los cuerpos sin vida, esperando que ella obrase su parte del trato. La vida de ambos cambiaría esa noche, pues ambos tendrían una promesa que cumplir con el otro. -En unas horas amanecerá, te buscarán pero estarás…lejos de aquí, es mi promesa, mi parte del trato -no fue capaz de reaccionar hasta que ella tomó su mano -Las heridas, si presentan heridas por ahogamiento no buscarán más. hazlas invisibles ante los ojos de los demás, no te llevará tiempo… y a nosotros nos falta

Apenas fue un susurro que  se lo llevó el viento, no conocían sus nombres, desconocidos deberían ser de por vida, …desconocidos  a los que debía su vida.



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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Mar Oct 30, 2018 2:33 pm

Por primera vez en mucho tiempo Smerenda sintió esperanza. Era irónico en que situación y gracias a quien se sentía esperanzada, pero el destino es eternamente irónico. Durante un minuto que pareció una eternidad la esperanza se instaló en su mente, pero aquella sensación duró un instante fugaz y luego la paranoia poseyó a la joven hechicera ¿De verdad lo lograría? ¿Ser libre era posible? ¿Qué pasaría si la encontraban? ¿Los matarían a ambos? ¿A dónde tendrían que ir? La duda y el temor, las ideas en su cerebro hicieron que su cabeza doliese y un frío entumeciese sus extremidades, incluso sintió una repentinas ganas de vomitar, como si con solo pensar que lo haría su cuerpo ya estuviese siendo castigado. Sabía que tendría una única oportunidad y si no lo lograba su vida sería cien mil veces peor de lo que ya era y ni mencionar lo que a él le sucedería. Ya había visto lo que su abuela y su aquelarre eran capaces de hacer incluso a los vampiros y solo la idea de que él se encontrase en la misma situación hacía que el aire abandonase sus pulmones. Minutos.

Tenía minutos de conocerlo, ni siquiera sabía su nombre pero ya le importaba más que cualquiera de sus familiares de sangre. Los sentimientos siempre habían sido un terrero casi desconocido y sentirse de aquel modo era casi igual de terrible que el castigo que tendría si la atrapasen, siempre que ella había sentido algo bueno, siempre que había guardado cualquier sentimiento cálido hacía alguien, las cosas no habían terminado nada bien. A veces se preguntaba si su madre tenía razón y ella estaba maldita desde el momento de ser concebida.

Smerenda respiró profundamente, retuvo el aliento en sus pulmones y cerró los ojos. Contó hasta 7 y después dejó escapar el aire lentamente de sus pulmones. Aquel ejercicio siempre la había ayudado a calmarse y en un momento como este lo que más necesitaba era estar serena, no un nuevo ataque de pánico. Aún sentía el frío en sus manos, el sudor perlando su frente y sus manos un poco temblorosas, pero su mente estaba despejada y serena–Tendremos poco tiempo para huir- su voz sonaba un poco más aguda de lo normal, carraspeó un poco y sacudió la cabeza –Tú no puedes hacer mucho una vez que salga el sol, así que tenemos poco tiempo, debemos estar lo más lejos posible. Yo no debo usar magia de ser posible o podrían rastrearnos. Los que están aquí en París son humanos y no podrán hacer demasiado, no creo que quieran armar un escándalo así que no acudirán a la policía a primeras horas, saben que tiendo a huir y primero enviarán a sirvientes a buscarme- Smerenda guardó silencio y suspiró pesadamente, después prosiguió con calma –A quienes debemos temerle a mi abuela. Cuando ella se entere irá tras nosotros y… Y si nos encuentra.. Nos hará desear la muerte. Ella está lejos, en Rumania, pero estoy segura de que de alguna u otra forma se enterará al amanecer- Smerenda levantó la mirada y la pasó en la del vampiro intentando descifrar que pensaba, después de todo acababa de decirle información, que haría dudar a cualquiera.


–Respecto a este otro… Asunto- señaló a los cuerpos tendidos en la playa -Yo… recordé algo, que nos ayudará. Todo se irá no quedara nada, ni cuerpos, ni sangre en la arena, será fácil y será rápido, solo necesito…- Sin esperar respuesta de parte del vampiro Smerenda recorrió con la vista la playa. Vio que uno de los cuerpos, el que parecía ser de un hombre mayor llevaba consigo un bastón de madera.  Con rapidez ella tomó el bastón  y comenzó a trazar con él un círculo que rodeaba los cuerpos tendidos en la playa –Jamás había hecho esto… Pero estoy segura de que funcionará- dijo en cuanto terminó de trazar el círculo -Debes estar lejos, no sé si esto… Sea peligroso para ti- dijo con voz solemne y después sacó una bolsita  de cuero  de la bolsillo derecho –Las buenas brujas nunca salen de casa sin un poco de sal- dijo como para sí misma agitando la bolsita delante de sus ojos -¿Estás listo?- preguntó y esperó a que su acompañante tomase distancia para iniciar con lo suyo.


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Mensaje por Dante Vie Nov 02, 2018 10:49 am

No hacía falta leer los pensamientos de la hechicera, aunque parecía tranquila él pudo vislumbrar un deje de nerviosismo, con el simple hecho de encontrarse a su lado, la sintió temblar en su interior y no la culpaba, menos la juzgaba pues ambos tenían mucho que perder como ganar esa noche. ¿Qué sucedería tras vender sus almas? Él no se arrepentía, no cuando los cuerpos inertes no eran los de cualquier humano al azar, ellos escondían mucho más de lo que aparentaban y sólo ellos dos pudieron conocer esa verdad.

[colo=red]-No. No hay tiempo. Y menos… [/color]-se agachó para contemplarlos de más cerca y buscar algo en concreto, aparte de las marcas de sus colmillos en la yugular de cada uno de los miembros -Tienes que ver esto -insistió tomando la mano del hombre más mayor, en total eran cuatro cuerpos, una joven y por el parecido de la otra mujer debía ser su madre, los otros dos varones…el entrado en años lo había tomado de la muñeca…y allí estaba. La marca lo delataba, no se había alimentado y asesinado de cualquier humano…ese pertenecía a una orden de inquisidores.

Lo soltó con desprecio, desviando la mirada hacia el mar en calma, apenas tenían luz pero eso no importaba, ambos podían verse perfectamente por las auras. Dante cerró los ojos con fuerza, debían actuar y rápido. Oyó cada palabra de la hechicera pero no le importó lo más mínimo, el peligro lo llevaba a sus espaldas ¿qué más daba cargar con más? sonrió de medio lado seguro de sí mismo y se incorporó observando cómo trazaba el círculo.

-Cuanto antes nos marchemos, antes se perderá el rastro de tu magia y… cuando se den cuenta de que no ha llegado a su destino, la caza será antes del amanecer, cualquiera desea a un inquisidor muerto y a su estirpe -no dijo más, esperó a que ella obrase con su magia, alejándose los pasos pedidos. De espaldas, contempló la playa, tan en calma que por unos instantes le irradió paz.

Los pasos de la hechicera avisaron de que se acercaba, lo primero debían hacerse con un medio de transporte, daba igual si corceles o carruaje, lo que menos llamase la atención. Comenzó a caminar sin mirar atrás, abrochando su chaqueta oscura y tapar la masacre que exponía su inmaculada camisa blanca ahora carmesí.

-Dos corceles, algo de comida para ti y… antes del amanecer, estaremos lejos. Sé que los hechiceros eliminan el rastro, ser invisible ante los ojos de los demás…al menos las auras ¿podrás canalizar la energía hasta que lleguemos a un sitio seguro? Hasta que vuelva a anochecer…o…-paseó la mano por su brazo, no no tenía opciones menos pensar en que acababa de eliminar a una familia de inquisidores, todos estos años a salvo, guardando sus propias espaldas y ahora…ella le había confiado su vida Le confías la vida a un asesino -rió por lo bajo, intentando que los pensamientos y el mal causado tuviese un poco de tregua -Tendrás que lidiar conmigo durante un tiempo, tranquila…no te morderé si no me lo pides -sonrió observando la ciudad ante sus ojos, el tiempo contaba.



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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Mar Nov 06, 2018 3:46 pm

Smerenda se sintió aún más ansiosa cuando también observó las marcas en la mano derecha del hombre mayor. Respiró pesadamente, aquello parecía tornarse cada vez más y más fatalista. Era prioridad  deshacerse de los cadáveres, que no quedará nada que pudiese dar indicio de que o quién los había matado. Inquisidores… Jamás había visto uno de frente. Ninguno era tan estúpido como para retar a su abuela en sus dominios y estaba segura de que los inquisidores no tenían idea de que ella también era una hechicera pues se suponía que la maldición de las mujeres Brancovan había terminado con su abuela. Francamente aún le temía más a su abuela, pero tampoco era de su agrado hacerse a la idea de que los inquisidores también iban tras ellos.

Miró al vampiro por un momento, el desprecio que irradiaba hacía los cuerpos le ocasionó curiosidad y no pudo evitar preguntar –¿Los inquisidores te hicieron algo? ¿O se lo hicieron a alguien importante para ti?- las palabras salieron de su boca sin que ella pudiese evitarlo y dándose cuenta de que a ella no le incumbía eso bajo la mirada, sintiéndose apenada –Disculpa, olvida que pregunté eso- dijo y volvió la vista a los cadáveres.

Él tenía razón, era hora de poner las manos a la obra. Esperó a que él se alejara lo suficiente. Era verdad que ella jamás había hecho esto ¿Qué pasa si no lo lograba? Smerenda sacudió la cabeza, haciendo que su rubia cabellera se agitase, no, ella lo haría bien. Suspiró pesadamente, cerró los ojos e intentó concentrarse, levantó las manos, con las palmas hacía arriba y comenzó a recitar con vos suave, pero firme.

“Aesch mezareph,
Sacrum ignis
Ignis vos et dormient in silvis:
Tu cor ad sacrificium
Tu divina scintilla, quaedam latens in ómnibus
Ignis flammae, fulguris vos ascenditis
Estuans mortuorum cibum
Redige te ad impium.”


Después de terminar de recitar el hechizo, lanzó un puño de sal  hacía el círculo. Al tocar los granos de sal la tierra, todo lo que estaba dentro del círculo estalló en altas y voraces llamas rojas, que golosas consumieron todos a su paso en cuestión de un minuto, sin dejar marcas de quemaduras sobre la arena. Smerenda esperó a que el fuego sagrado consumiese todo y mientras observó a los cadáveres ser devorados por el fuego sagrado sin pronunciar palabra elevó una pequeña plegaria al cielo, esperaba que los muertos la perdonasen por aquello, pero el ser devorados por el fuego sagrado no les impediría descansar e ir al más allá.

Cuando el fuego se apagó, satisfecha Smerenda dio media vuelta y caminó hacia el vampiro. Tomó su mano sin esperar que él le diera autorización. Lo hizo para ocuparlo como ancla, porque si lo tocaba a él, la posibilidad de escape parecía real. Lo escuchó hablar tranquilo, parecía que él tenía bastante experiencia cuando se trataba de esconderse, de desvanecerse en el aire y ella se sintió un poco más segura, con más esperanza. Definitivamente él tenía mejores ideas. Lo que decía parecía sensato. Aquello no era raro, seguramente había vivido demasiados años y el tiempo trae consigo la sabiduría y la experiencia. Para alguien como Smerenda, que no había conocido el mundo, que había vivido recluida en medio de la nada en Rumania él era la persona más sensata e inteligente del mundo.

-Toda mi vida he lidiado con cosas terribles, más de las que puedes imaginarte. También he respirado y cenado entre los asesinos más sanguinarios y desquiciados que puedas imaginarte. Tú no me das miedo aunque digas que eres un asesino. Matas porque debes. Los humanos sacrifican vacas y gallinas para sobrevivir y tú haces lo mismo. A mis ojos no eres un asesino porque no matas por placer o poder, no matas porque puedes hacerlo si no porque debes- Smerenda sonrió una sonrisa amplia y jovial –No me importaría darte sangre si lo necesitas, con mucho gusto te la daría toda, pero me preocupa que al beber mi sangre sepas lo que soy y decidas abandonarme-  apretó con más fuerza el brazo del vampiro, como si eso pudiese impedir que él no la abandonase si se lo proponía.

-Puedo ocultar nuestras auras, también tengo un escondrijo con cosas de valor y dinero en el cementerio de Montmartre así que podemos procurarnos alojamiento y transporte, en mi caso comida por algún tiempo. No me gustaría volver a casa, ni por un minuto así que podemos conseguir caballos en cualquier otro sitio. Iré a donde tú me digas ¿A dónde vamos primero?- sin soltar de la mano a su acompañante comenzó a caminar, como para apurarlo. Aunque no había dormido nada se sentía enérgica y rozagante. Había logrado que el temor, que aún sentía, fuera opacado momentáneamente por otros sentimientos más agradables.

Lo había decidido, confiaría en él y disfrutaría la noche, si a la mañana la atrapaban, estos momentos de alegría serían lo único que tendría antes de morir y no dejaría que alguien más le arrebatase eso –Mi nombre es Smerenda Waivady de Brancovan - soltó sin más, sin pensárselo demasiado, sin mirar a los ojos a su acompañante y sin detener sus pasos –Nací en los Principados Unidos de Valaquia y Moldavia, o  Rumanía como ahora se empeñan en llamarle. Odio ese nombre es tan… Simple. Valaquia es un nombre con carácter allí nació Vlad Drăculea él era el príncipe empalador ¿Lo sabías?- Smerenda soltó una risotada –Parece que estoy de paseo ¿Verdad? Que le estoy contando a un amigo un poco de mí ¿Podrías dejarme hacerlo? ¿No te molesta? ¿Podríamos fingir que somos amigos?– Smerenda lo miró, con ojos suplicantes, como un cachorrillo que pide comida de la mano de su amo -Siempre quise hacer esto antes, caminar con una amiga o amigo por la playa, confiarle cosas, hablarle de mi día… Lo hago ahora por si no sobrevivo a la mañana- Smerenda suspiró –¿ Deberíamos correr? Siempre quise correr descalza por la playa-  


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Mensaje por Dante Jue Nov 08, 2018 2:30 am

Un recuerdo en forma de relámpago azotó su mente, un tarareo…una nana. La voz de la hechicera lo devolvió a la playa junto a ella, frente a los cuerpos inertes que dejaron este mundo siendo señalados como inquisidores. ¿Si hicieron algo? Fueron los culpables de incontables sucesos y momentos de su vida, ellos que aseguraban ser inmortales y tomar la justicia por su mano, los verdaderos monstruos en la historia.

No respondió a las preguntas de la joven y ella no insistió, aunque no se conocían las palabras en determinados momentos sobraban y con sólo una mirada se lo decían todo. Atento, observó la escena dando un par de pasos hacia atrás, le resultó hermoso el contraste de colores, como la piel de la hechicera parecía brillar tintando su piel de pequeños cristales brillantes. Sonrió breve, las ráfagas de fuego se apagaron como su inquietud, ya no quedaba nada de esas personas, sólo el recuerdo de quiénes los conocieron en vida y aún faltaba algo más, la pieza clave que no era otra que el barco donde habían atracado tierra, éste debía desaparecer.

Le hizo un gesto con la mano para que aguardase, el barco ocupaba toda su atención en ese instante, sólo necesitaba la ayuda de la joven, con un hilo de fuego se prendería todo y acabaría quemado en el fondo del mar. Señaló el navío que se mecía con suavidad llevado por las olas del mar, esperó paciente a que lanzase esa pequeña brizna de fuego y ver cómo se consumía ante sus ojos oscuros. No dijo nada tampoco, permanecía en un silencio sobre acogedor y es que su mente se acababa de sumir en un caos, siempre pensaba todo con premeditación hasta esa noche que perdió el control.

-Ha transcurrido tanto tiempo desde que vi un amanecer que ni lo recuerdo. Los días pasan como segundos, he visto cambiar el mundo una y otra vez. Cara a cara con asesinos peores que un ser sobrenatural, también tomé una copa con gente de la realeza, arrebaté vidas que eran innecesarias en este mundo…si has visto y sufrido, puedo comprenderlo. No todo el mundo con tu edad puede decir lo mismo -enarcó una ceja ante ciertas palabras “descubras lo que soy”, eso provocó en el vampiro curiosidad y tan sólo por eso, valía la pena no probarla -Todos tenemos secretos, no soy quién para juzgarte ¿no crees?-medio sonrió al sentir la cálida mano de la joven, un acto impulsivo que él no rechazó, se dejó llevar por esta vez.

-Dante. Y nací en una ciudad que ahora yace sepultada bajo ceniza…-rió por lo bajo, el nombre completo le parecía demasiado largo, así que lo acortaría lo máximo posible -Sme estará bien. ¿Fingir que somos amigos?  Ninguno de los dos creo que tenga muchos así que…¿por qué no? No sé ser un amigo así que fingirlo no me costará demasiado -debían acelerar el paso si pretendían llegar a un sitio seguro, el día pronto haría su aparición y como no apremiase, sería más que ceniza que se desvanecería en el aire…quedando nada.

-Adelante, cuánto antes lleguemos a hospedarnos a un sitio seguro , antes podremos ser libres -sonaba tan bien la palabra libertad, esperó a que se descalzase para correr junto a ella, cuanto antes estuvieran lejos de París, antes…se alejarían del mal mayor que rondaba a la hechicera -No podemos hospedarnos en cualquier lugar, así que busquemos sitios abandonados, en cuanto se esconda el sol retomaremos la marcha ¿qué te parece allí? -a lo lejos, lo que parecían las ruinas de una pequeña casa derruida, cerca de la playa, no les daría tiempo a adentrarse en la ciudad -Nadie te buscará cerca de tu hogar ¿no crees? Vamos -tiró de su mano, con suerte la maleza la tapaba parcialmente y al tejado no le dejaba traspasar ni un rayo de sol -Soy frágil como un vaso de cristal ante los rayos del sol, no soy perfecto -bromeó mirándola de reojo.


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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Jue Nov 08, 2018 3:33 pm

Smerenda sintió algo oprimiéndole el pecho cuando escuchó como la llamaba él: Sme, de la misma forma en que su madre, la única que la había querido lo suficiente para darle un sobrenombre o llamarla con algún diminutivo lo había hecho. Se quedó con la mirada fija, perdida en el horizonte mientras las pocas imágenes de su madre a su lado que recordaba atravesaban su memoria. Recordaba a su madre cantándole nanas, arropándola cuando tenía miedo. También recordó que su madre le había dicho que el primero en llamarla Sme había sido su padre. Aun cuando era imposible saber que ella fuese a nacer siendo una fémina, su padre, a quién nunca había llegado a conocer, ya la había llamado con ese cariñoso diminutivo. Una extraña paz, que ella confundió con cansancio la invadía mientras escuchaba al vampiro hablar - Sme me gusta, me gusta mucho-

Se sentía bien no ser juzgada, no ser vista como un monstruo. Se sentía bien no ser temida o peor aún, tratada como objeto. Era como un bonito sueño, del cual ella no quería despertar. Si la atrapaban y moría, moriría feliz sabiendo que había alguien en la tierra que la comprendía, pero eso la hacía temer más aún porque Dante se estaba volviendo importante, en un par de horas había hecho que Sme se sintiera más libre y feliz que en toda su vida y ahora no quería que algo o alguien fuese a dañarlo por su culpa. Smerenda sonrió cuando él la animó a andar descalza por la arena. Se quitó los zapatos, los tomó en sus manos y se lanzó a correr seguida de él hacia la casa que Dante le indicaba. Corrió fuerte, hasta que sintió que las piernas comenzaban a dolerle, pero la sonrisa no abandonaba su rostro.

Por unos minutos todas las preocupaciones la abandonaron y se sintió viva – Dante es un nombre hermoso ¿Sabías que significa perdurable? Es un nombre italiano muy común….Pompeya y Herculano son italianos… Bueno griegos Y… Están bajo la ceniza del Vesubio- soltó Smerenda su palabrería entre jadeos, pues no abandonaba la carrera – ¿No eres tan viejo verdad? ¿No naciste en la antigua Roma, verdad?- ella lo miró sorprendida con una sonrisa en el rostro mientras seguían corriendo, tomados de las manos, hasta que no hubo más preocupaciones, solo el viento golpeando su rostro y la suave arena bajo sus pies.

En cuanto llegaron a la casucha Smerenda se lanzó a abrir la puerta y arrastrar a Dante con ella. En cuanto atravesaron el umbral, sin importarle nada se lanzó sobre Dante y rodeó su cuello con ambas manos, abrazándolo fuertemente. Se quedó con los ojos cerrados, su rostro oculto contra el amplio pecho del vampiro. Se quedó en silencio sin importarle que hacía él. Estaba bien si la lanzaba lejos de un golpe o si la empujaba por atrevida, si lo hubiese pensado demasiado ella no lo habría hecho y aunque se negara a aceptarlo, algo dentro de ella se negaba a aceptar que podrían tener éxito en su empresa y que esta sería la única oportunidad que tendría de poder hacer algo así.

–Gracias Dante, puede que no te lo creas pero eres un milagro para mí- habló suavemente después de un rato sin soltarlo –Te debo mucho y te estaré eternamente agradecida. Juro que, sin importar lo que pase, preservaré tu vida y tu bienestar a toda costa- y lo haría, aún si tuviese que sacrificar su propia vida, pero eso no lo dijo en voz alta –Y lo primero que haré para garantizar tu seguridad será verificar que no haya ventanas por donde el sol pueda entrar y convertirte en polvo- dijo separándose lentamente de él mientras lo veía a los ojos con una sonrisa en el rostro, completamente orgullosa de haber podido bromear en un momento como ese.


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Mensaje por Dante Miér Nov 14, 2018 9:26 am

El aura de la hechicera resplandecía en tonos verdes claros con destellos más oscuros, secretos que ella misma señalaba con ser diferente y él vería como un monstruo, el pompeyano no quiso hacer mella en saber qué y adentrarse en su mente para conocer más, le dio el voto de confianza y cuando ella estuviese preparada se lo contase sin ningún tipo de problema, no la juzgaría y menos ahora que había hecho por él algo tan importante como cubrir su rastro, desaparecer su esencia ante los ojos de la inquisición.

El caminaba a su lado en silencio, no corría pero sus pasos sí acompasados al ritmo que ella marcada en sus zancadas, la observó en silencio, su cuerpo danzar sobre la arena, dando vueltas celebrando esa libertad que parecía haber estado buscando, recordándole demasiado a sí mismo en un momento de su vida como humano. Él dictaba muy diferente de cómo los siglos y los años lo habían forjado, veía la vida de un modo muy distinto, antes no sabía lo afortunado qué era y temía olvidar quién fue, su propia esencia…el principio de todo.

Le devolvió a la realidad al hablar de la antigua Roma, en los labios del vampiro se formó una breve sonrisa, no se lo negó así que podía ser perfectamente de ese tiempo -Soy incluso más viejo que todo eso, quién sabe si no andas tan mal desencaminada y acertaste en mis orígenes, Dante es un nombre corriente…puede ser cualquiera -por esa razón poseía un nombre común, no pretendía ser especial y siempre pasar desapercibido de puntillas.

Agachó un instante la cabeza, huir con alguien no fue su plan, se le hacía de lo más extraño tener a esa joven compartiendo ciertos momentos, lo que acababa de ocurrir ninguno de los dos lo olvidaría, lo cambió todo en sus existencias. No esperó el abrazo, se quedó estático, con los ojos muy abiertos y sin poder reaccionar, él no acostumbraba a ese tipo de afectos o gestos, no los veía necesarios y tampoco es que nadie los mereciese.

-No me debes nada, tu libertad por la mía. Es un trato justo, además… creo que me estás estrujando -bromeó por el abrazo, no sentía eso en absoluto, buscó por un instante la mirada de la joven, ¿cómo era posible que cambiase en unas horas? Como si la oscura muchacha oculta entre la maleza, se hubiese quedado en aquel lugar y su verdadero ser saliese a la luz -Si me convierto en polvo, no sé que clase de amigo tendrás entonces -

Dentro del lugar apenas había alguna silla vieja y rota, una mesa polvorienta y algún trapo tapando algún mueble, hacía años que nadie se pasaba por allí, sólo esperaba al menos hubiese agua cerca para ella, de comer no encontrarían más que polvo y telarañas.

-¿Dónde querrás partir nada más anochezca? No tengo rumbo, así que no tengo inconveniente en ir a donde prefieras, tu vida comienza en este mismo instante… ¿qué siempre soñaste hacer tras escapar? Porque a abrazar amigos chupa sangre lo dudo -sonrió apoyado en una de las paredes y dejarse vencer hasta quedar sentado en el suelo.




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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Jue Nov 15, 2018 4:23 pm

Ahora Smerenda estaba allí, más cerca de la libertad de  lo que había estado nunca, probablemente lo más cerca que estaría. Aún no sabía cómo sentirse, o más bien, se sentía de muchas formas distintas a la vez. Desde que era muy pequeña, había aprendido que era mejor guardarse sus propias emociones y saborearlas en silencio. Con el paso de los años había aprendido a silenciarlas incluso para sí misma, al grado de que ella creía haber olvidado como sentir. Pero ahora las emociones llegaban en tropel, se sentía feliz, ansiosa, esperanzada y profundamente preocupada, todo al mismo tiempo. Era como ir en una carreta que es arrastrada por caballos desbocados, se sentía mareada y abrumada, temblorosa y chispeante. Con renuencia, se separó un poco de Dante. La verdad es que le agradecía que no la hubiese lanzado de un golpe por tal atrevimiento. Estaba segura de que los vampiros tampoco estaban muy acostumbrados a los abrazos.

-Yo creo que no corres riesgo de que alguien como yo, con estos brazos tan flacos te estruje hasta la muerte- dijo la rubia sonriendo – pero estos brazos flacos te protegerán de convertirte en polvo. Te lo advierto Dante, ahora que me has encandilado ni aunque decidas que te has hartado de mí y decidas que  es mejor que él sol te cocine que seguir a mi lado podrás salvarte de mí – dijo a modo de broma, con un tono demasiado grave y con ambos brazos en la cintura, como si estuviera riñéndolo –Si te vuelves cenizas, moldearé un bonito tazón para caramelos usando tus cenizas y arcilla, uno que decore la bonita sala de estar que algún día tendré- dijo sin poder contener muy bien una sonrisa, imaginándose la bizarra escena ¿Acaso era siquiera posible moldear un tazón con cenizas? –Haz aceptado ser mi amigo y he decidido que será para siempre- dijo conteniendo la risa y caminó hacía la pequeña ventana, la única que parecía tener la habitación.

Decía aquello en serio y si quería conservarlo debía poner manos a la obra. Con presteza, mientras Dante inspeccionaba el interior de la casucha sucia y polvorienta Smerenda mordió la punta de su dedo índice hasta hacerlo sangrar. Esperaba que aquello no desatase su hambre, pero era necesario para proteger su rastro. Usando la poca sangre que brotaba de la herida Smerenda comenzó a trazar cuatro diferentes runas mientras susurraba su hechizo de protección - Et ego rogabo defendere nostra sacrum asylum- repitió cuatro veces por cada uno de los cuatro símbolos que trazó con sangre alrededor del marco de la ventana. Una vez terminado hizo lo mismo en la puerta. Una vez colocadas las salvaguardas, se dejó caer grácilmente en el polvoso suelo juntó a Dante lo ocasionó que una pequeña nube de polvo se levantase  y ella estornudase un par de veces.

-No lo sé Dante- ella suspiró pesadamente y levantó la vista hacia el vampiro –La verdad  es que aunque muchas veces he intentado huir, jamás lo logré. Así que cuando tramaba planes no me concentraba mucho en que haría o a donde iría una vez que lo lograra- Smerenda se encogió de hombros –Supongo que algo en mí estaba convencida de que no lo lograría y por eso nunca veía más allá o parte de mi no quería que lo lograra. Jamás he estado por mi cuenta, así que  he de admitir que aquello me daba un poco de miedo ¿Que haría una inútil chica rica como yo? Además también me daba miedo que pasaría con los que se quedaban si yo lograba escapar. Vi lo que pasó con aquellos que se atrevieron a ayudarme y no fue nada bonito- Smerenda usó un borde de su capa, ahora sucia para limpiarse el polvo que seguramente tenía en el rostro –Mi padre era un viajero ¿Sabes? Nunca lo conocí pero sé que estudió y viajó por diferentes partes del mundo: Alemania, Suiza… Rusia, incluso a las montañas del Tíbet- Smerenda guardó silencio, dándose cuenta de que en verdad, jamás se había puesto a pensar hacía donde viajar -¿Qué tal si vamos a América y nos ponemos a criar vacas en medio del desierto como los Yankees? ¿Crees que aún podamos ver indios? Yo creo que te verías bien con un penacho. Serías el gran jefe Dante— dijo mirándolo con expresión seria, para después comenzar a sonreír -¿A ti a donde te gustaría ir?- preguntó mirándolo con expresión inquisitiva.


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Mensaje por Dante Vie Nov 16, 2018 2:54 am

La constante promesa de que le protegería, provocó en el pompeyano una sonrisa sincera pues no le cabía duda que lo cumpliría, ambos lo harían. Hasta entonces, no se percató de la sensación de permanecer solo durante todo este período de tiempo, nadie siguió sus pasos y tampoco los guió y ella…allí estaba, asegurándole de que jamás permitiría le ocurriese nada.

La oyó susurrar, permaneciendo en silencio y no interrumpirla, la mente del vampiro divagaba en sus propios pensamientos ¿dónde partir para no ser descubiertos? Cuando pasara un periodo de tiempo, no excesivamente largo, la joven querría alzar el vuelo en completa libertad aunque la sincera promesa siguiese en pie y perdurable en el tiempo y espacio. Se le escapó sin querer una carcajada, incluso él se sorprendió pues hacía años no reía de esa forma, así que para siempre.

-No sé si ha sido tan buena idea ayudarte a escapar y viceversa, lidiar contigo toda tu existencia va a resultar un auténtico calvario -bromeó mirándola de reojo, conocer parte de su vida le incitó a pensar qué pasaría si eran encontrados, la abuela de la joven no cesaría en su intento de encontrarla…pero él jamás permitiría que le ocurriese nada, con una simple mirada pudo hacérselo saber a la hechicera. -Tu abuela no tendrá nada que hacer con los dos, así que se busque otro entretenimiento, no pienses en el pasado, vive el presente, Sme, deja los malos recuerdos atrás-

La claridad de fuera les avisó de que acababa de amanecer, pasarían horas hasta que pudiesen salir y retomar el viaje, él se encontraba más que satisfecho, ni se inmutó cuando el dedo sangraba   (aún lo hacía). Le tendió la mano, muy seguro de sí mismo, sólo así cerraría. Se inclinó para pasar la lengua por el pequeño corte y poder cerrar la herida sin que la infección se hiciese presente. Lo selló con saliva, algo quizás no muy agradable pero funcionaría, encerró el índice con la yema de dos de sus dedos y esperó, esperaba dejase de sangrar.

-Aunque tu plan no suena nada mal , creo que me gustaría volver a casa…Italia , Roma . Volveremos a París, algún día y ese día será cuando tu verdadero legado comience, solo es cuestión de tiempo -le sonrió apoyando la cabeza en la madera, de repente, entrecerró los ojos mirando hacia el techo…¿por qué no? [colo=red]-Tantos años sin ver el sol, tantos que ni podrías imaginarlo, siempre solía ver amanecer con mi hermano mayor mientras comíamos algún trozo de pan, carne o fruta, es uno de los pocos recuerdos que aún poseo ¿podrías borrar el techo? Ver directamente el sol sin que su luz me ciegue y convierta en polvo…aunque olvídalo, comienzo a decir tonterías [/color]

Y aún así, se imaginó cómo sería ese momento, él ni se imaginaba lo que esa joven sería capaz de hacer.

-Si me mostrases el sol sin quemarme, entonces sí que sería yo quien no te dejase ir jamás


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Mensaje por Smerenda W. de Brancovan Miér Nov 21, 2018 1:19 pm

Aunque estaban a cubierto dentro del cuartucho Smerenda fue consiente cuando los primeros rayos de sol comenzaron a iluminar la tierra entes en tinieblas. Se aferró al brazo de Dante con fuerza, jamás le había temido al sol, pero el sol era el enemigo más acérrimo del vampiro y ahora lo veía como algo capaz de alejarlo de ella, algo que no permitiría. Sabía que gracias a su hechizo estaban a salvo. Aun así ella no soltó a Dante, pensando en mil cosas a la vez se quedó mirando a la puerta sin parpadear, como si estuviese esperando que alguna criatura salida de las pesadillas más oscuras entrase por esa puerta y le arrancase de los brazos a su salvador y después se la llevase en bandeja de plata a su abuela.

Sabía que no faltaba mucho para que se enterasen de su partida. Y allí es donde comenzaría el verdadero riesgo para ambos, tendrían que ser muy cautelosos, pues ella sabía que aunque estaba lejos de Rumanía sus enemigos tenían ojos por doquier, desde los gitanos hasta otros hechiceros menores ocultos en París. Ella no sabía porque su abuela mostraba tanto interés por ella, sabía que era su único pariente vivo, lo único que le quedaba de su hijo hacía tantos años muerto. Todos decían que ella era idéntica a su padre, pero algo le decía que no sólo su gran parecido con su progenitor era lo único que hacía que su abuela se tomase tantas molestias por mantenerla cerca, había otra cosa, pero ella no lograba saber aún el qué y para ser honestos no estaba segura de querer saberlo algún día.

Smerenda se sobresaltó cuando Dante tomó su mano pequeña entre las suyas y con cuidado, casi con reverencia lamió la punta de su dedo, que aún sangraba. Smerenda se estremeció ante el contacto de la lengua aterciopelada del vampiro. Ella se removió inquieta, pero antes de que pudiese entrar en pánico, Dante tomó su índice entre sus dedos. Ella comprendía que él lo había hecho sin ninguna doble intención, sin malicia, pero eso no pudo evitar que un marcado sonrojo llenase de color sus pálidas mejillas.

-Me gustaba estudiar la mitología grega y la romana, pasé días enteros memorizado los panteones y los mitos, siempre quise ver con mis propios ojos los grandes monumentos de una civilización tan extensa con una cultura tan rica- dijo en cuanto creyó que el sonrojo había pasado -En realidad no me importa a donde ir, donde sea mientras estemos lejos. Pero me da gusto saber que si regresamos a tú... Casa, podré conocer un poco más de ti, sobre quién eras tú- Smerenda sonrió suavemente y volvió a apretar la mano de Dante con fuerza.

Ella lo escuchó atenta, mirándolo fijamente. Le gustó la forma en que su rostro se iluminó cuando habló de su hermano, cuando le reveló un trozo de su vida anterior. Smerenda trató de imaginarse a un chico griego ¿Cómo habría lucido Dante de joven? Seguro alto y desgarbado, con el cabello oscuro y rebelde bajo el sol. Él también había sido joven, con familia, había podido disfrutar del sol en su rostro. Había estado vivo y había sido feliz, al menos eso deducía por la expresión jovial y soñadora que iluminaba su rostro cuando hablaba de su pasado.

-Cuando era más joven, soñaba con tener un hermano, siempre lo quise. Me imaginaba que con un hermano a mi lado habría sido más feliz, más valiente. Pero después, con el paso del tiempo, agradecí no tenerlo. No le deseo a nadie lo que yo viví, lo que vi. De haberlo tenido, mi hermano habría tenido que descender al infierno conmigo y ese posibilidad es mil veces más horrible que estar sola- ella se encogió de hombros, como si lo que acababa de decir no importase mucho -Pero ahora, que te escucho hablar de forma tan dulce acerca de tu hermano, mis anhelos de haber tenido a alguien a mi lado, así como tú, resurgen- Smerenda se incorporó lentamente sin despegar la vista del rostro de Dante. Quería hacer algo por él, retribuir de alguna forma lo mucho que le había dado en tan poco tiempo. Se puso de rodillas frente a Dante y lo miró fijamente un par de minutos, sin decir absolutamente nada.

-No puedo devolverte el sol Dante, no aún, pero juro que dedicaré toda mi fugaz existencia a buscar la forma de hacerlo- habló después de un rato -Yo caminaba bajo el sol, pero antes de encontrarte estaba en tinieblas, tú me has devuelto el sol. Y la verdad me gusta la idea de que no me dejases ir jamás, aun cuando ambos sabemos que mi existencia es un fugaz suspiro si la comparamos con la tuya- Smerenda sonrió y tomó las manos de Dante, sosteniéndolas con fuerza entre las suyas, las acercó hasta su pecho.

-No te puedo dar el sol, pero te puedo dar algo que se acerque- Smerenda sostuvo con más fuerza las manos de Dante y cerró los ojos. Trató de traer a su memoria su recuerdo más brillante a su mente y luego abrió los ojos -Aún no soy muy buena en esto, así que no separes tu vista de la mía, sé que es raro, que puede sonar extraño, pero... Confía en mi - aun tomando sus manos Smerenda se acercó más a Dante, hasta que sus rostros quedaron separados un par de centímetros, ella tomó aire, parpadeó una, dos, tres veces y luego posó su vista en la de Dante, capturando su mirada y habló con voz clara -Mémoire, vous cachés sous le poids de milliers d'heures vécues. Je vous demande, que vous assistiez à mon appel. Laissez-le regarder ce que je vois. Qu'il ressent ce que je ressens. Mémoire, allez au-delà des barrières de mon esprit. Mémoire, prenez forme et devenez présent- Smerenda suspiró y poco a poco dejó que la mágia los conectara.

Aún no era buena creando ilusiones. Así que tomaba sus propios recuerdos para el hechizo. Compartió con él aquel recuerdo de muchos años atrás, cuando aún estaba bajo el cuidado de su madre, él estaba con ella y podría sentirlo todo, ese era uno de sus muchos dones, la creación de ilusiones tan vívidas que se confundían con la realidad. Ella trató de enfocarse, de magnificar las sensaciones. Los rayos del sol haciendo lagrimear sus ojos, acariciando su piel, calentándola. El viento  suave y cálido en el rostro, agitando sus cabellos. El sonido de los árboles meciéndose con el viento. Los sonidos de las risas. La sensación de la hierba verde brillante, fría y húmeda por la lluvia de verano, rasposa bajo la palma de su mano. El color de las flores, magnificado por la luz del sol. El color del cielo, azul brillante, donde un par de nubes algodonosas parecían moverse con demasiada rapidez. Lo sostuvo el mayor tiempo que pudo dentro de la ilusión. Fueron algunos minutos que parecieron alargarse hasta ser horas, hasta que ella no pudo más y parpadeó, haciendo que la ilusión se esfumase y estuvieran ellos dos, nuevamente en la casucha vieja y polvosa, tomados de la mano, uno frente al otro.


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Mensaje por Dante Jue Nov 22, 2018 9:36 am

La timidez de Smerenda cuando tomó su dedo para sellar la herida, provocó en Dante una sincera sonrisa, cierto que la hechicera era muy avispada y madura para su edad, con sus años toda dama pensaba en formar una familia y aprender las artes de ser buena esposa, ella al contrario…quería ser libre, celebraba la libertad disfrutando segundo por segundo. Le recordaba tanto a sí mismo, cuando pescaba con sus hermanos y reían ajenos a la tragedia que los separaría para siempre, pequeños fragmentos de recuerdos a los que poco a poco iban faltándole detalles, llegaría un día en el que no recordase nada ni a nadie…y entonces se olvidaría de su esencia, de esa parte de él…su humanidad.

-¿Quién era? Ni yo mismo lo sé a veces, la confusión de acontecimientos con todos los vividos después, van borrando los de mi mente humana. No era más que un joven libre que vivía con su familia y protegía a su pueblo, si eso te sirve… -nunca hablaba de sí mismo, Pompeya se había reducido a ceniza, en cuestión de horas todo lo que recordaba se esfumó en una manta de fuego, el volcán furioso terminó con toda existencia de su pueblo, pocos lograron vivir…los que abandonaron el lugar ajenos a lo que ocurriría.

Recordar a los suyos, mostraba un haz de cómo fue en el pasado, no mentía con quién le había descrito, no mencionó detalle alguno de quién era ahora, si aún seguía en este mundo no era por mera casualidad, ser inmortal no significaba tenerlo todo a tu merced, debías de ser muy cauto y saber a quién tener de tu parte. Escuchó atentamente las palabras de Smerenda, desear tener un hermano, tal cosa implicaba tener que velar por su seguridad , protegerlos y crear momentos únicos que recordar con el tiempo. Entendía esa sensación, una tan egoísta de no implicar a nadie en el sufrimiento propio, cargar con ese peso y ser la mejor de las opciones, solo ante el destino.

-El recuerdo es lo que me queda, poco a poco voy olvidando quién fui -le pesaba más que cualquier otra cosa, llegado a un punto, su mente iba deshaciéndose de lo que no necesitaba recordar y forjarse como en quién se había convertido. Para algunos un ser divino, para otros…una bestia -Algún día tendrás tu propio hogar, tu familia y no tendrás esa sensación de vacío -lo dio por hecho, él no podría tener eso y tampoco parecía que le importase demasiado, lo pedido quizás fue un imposible, disfrazándolo con un tono divertido…se preguntó si ella podría mostrar el sol.

Permaneció en silencio, observándola, la temperatura cambió de repente y el tacto con el de la hechicera se igualó como si él mantuviese el calor humano. Cerró los ojos y los recuerdos los envolvieron a ambos, Dante se sobresaltó al sentir la claridad, la sensación de que el calor del sol acariciase su piel, no estaba solo, dos personas compartían ese momento, las observó sin reconocerlas hasta que la mirada de la pequeña le llevó a sin ninguna duda, conocer a su dueña. Sonrió complacido, quedándose quieto, disfrutando de esa sensación, una que de nuevo le hacía sentir vivo.

Aferró las manos de la hechicera con fuerza, sin hacerle daño, un claro ejemplo de que no la soltase. Siguió aferrada a ella con los ojos cerrados hasta que volvió a sentir la sensación de vacío pero esta vez se encontraba en paz y con la sonrisa adornando su rostro, el primer impulso del vampiro fue acercarse a ella y sin mediar palabra, besar su frente en un gesto de completo agradecimiento, él no era cercano y menos cariñoso…ella pudo darse cuenta de ello por cómo la había tratado. Claro que…entre ellos, hubo una conexión invisible pero fuerte, confianza absoluta.

-¿Ahora cómo voy a pagarte yo esto? No estamos en paz, así que …me tienes que pedir lo que quieres a cambio, lo que sea -por dentro seguía eufórico, aún no le había soltado de las manos, ni tampoco desaparecido su sonrisa.


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