AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Natural enemies | K. Nolan
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Albert Schnitzler- Vampiro Clase Alta
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Re: Natural enemies | K. Nolan
La noche era aún joven, más cuando me correspondía el turno nocturno. Las consultas habían terminado hacía ya bastantes horas, pero era normal que empezaran a llegar casos de emergencia apenas anochecía. Los vampiros estaban desatados en la ciudad, y los ataques era atribuidos a animales salvajes. Todavía me sorprendía la inocencia humana, pues había muchos que, desconociendo la realidad sobrenatural que los rodeaba, buscaba las excusas más tontas para justificar atrocidades.
A las 20 horas había llegado un caso que, particularmente para mí, había sido duro de atender. Era una joven prostituta, hallada muerta en el bosque. Humanos con prejuicios hacia tal profesión tendía a decir cosas como que “esa clase de personas no tenían ningún valor”, otros, que conocían la existencia de vampiros y otras razas que “ella se lo había buscado”. Para mí, que he conocido muy buenas mujeres que, por una u otra razón han tenido que dedicarse a dichas actividades, había sido doloroso perder a la paciente, pensando que podía haberle pasado a cualquiera de mis conocidas de igual manera.
Salí de emergencias pasadas las 23 horas, y me dirigí de inmediato a las duchas. Estaba cubierto en sangre, y el olor me resultaba nauseabundo, por lo que, antes de dirigirme a hacer la ronda por las habitaciones de los pacientes internados, debía bañarme y cambiar mis ropas. Hacía ya la ronda cuando un aroma particular llegó a mi olfato. No era normal sentir a otros sobrenaturales en los alrededores. Cambiantes y Licántropos eran muy saludables, y curaban pronto heridas externas, que un vampiro entrase a un hospital era tan inusual como sospechoso. Terminé de atender rápidamente a uno de los pacientes, aplicando los calmantes que correspondían a la hora, antes de apresurar el paso a la habitación de dónde provenía la presencia extraña.
Abrí la puerta con excesivo cuidado y observé a las dos personas presentes. La habitación estaba sumida en oscuridad, iluminada apenas por la luz que entraba del pasillo. – Buenas noches. – Saludé a ambos con serenidad al ver que el ambiente parecía tranquilo, como si fueran conocidos en una conversación banal. – Estas no son horas de visita. – Me atreví a destacar aquella información sin hacer ningún movimiento brusco. Mi intención no era echar, mucho menos atacar, al vampiro, simplemente cerciorarme de que no fuese él a atacar a mi paciente. Cerré la puerta tras de mí por precaución y encendí la lámpara para poder revisar el expediente.
– Señor Johnson. – Menciono el nombre del hombre mayor, apostado en el papel. Yo mismo había atendido anteriormente el caso de ese hombre, y tenía por costumbre dormirse a altas horas de la noche, aún en contra de las órdenes médicas, aunque podía entenderse debido al dolor que provocaba la enfermedad, por lo que ya era costumbre que a esas horas, además de un calmante para el dolor, se le suministrara algo para ayudarle a dormir al menos hasta el amanecer. – Creo que ya le he dicho esto varias veces, pero se lo recuerdo. En su condición, debe descansar. Eso implica, dormir. – Dejo caer el regaño en tono amistoso, queriendo aligerar el ambiente mientras le tomo el pulso y, posteriormente, la temperatura. No me atreví ni siquiera a preguntar por el dolor, pues sabía que cada día era peor.
Le doy a beber la medicina e inyecto el somnífero en el suero. Haciendo efecto rápidamente, la suma de ambas medicaciones provocan que el hombre cayese en un profundo y sereno sueño, en el que, esperaba, tendría un poco de paz y olvidaría el insoportable dolor. Al quedar prácticamente a solas con el vampiro y habiendo atendido mi deber con el señor Johnson, le dedico finalmente toda mi atención al otro sobrenatural. – Dígame, ¿Puedo ayudarle en algo? No es común que alguien como usted visite un lugar como este. – Destaco ese hecho, sabiendo que tampoco era normal que alguien como yo ejerciera mi trabajo.
A las 20 horas había llegado un caso que, particularmente para mí, había sido duro de atender. Era una joven prostituta, hallada muerta en el bosque. Humanos con prejuicios hacia tal profesión tendía a decir cosas como que “esa clase de personas no tenían ningún valor”, otros, que conocían la existencia de vampiros y otras razas que “ella se lo había buscado”. Para mí, que he conocido muy buenas mujeres que, por una u otra razón han tenido que dedicarse a dichas actividades, había sido doloroso perder a la paciente, pensando que podía haberle pasado a cualquiera de mis conocidas de igual manera.
Salí de emergencias pasadas las 23 horas, y me dirigí de inmediato a las duchas. Estaba cubierto en sangre, y el olor me resultaba nauseabundo, por lo que, antes de dirigirme a hacer la ronda por las habitaciones de los pacientes internados, debía bañarme y cambiar mis ropas. Hacía ya la ronda cuando un aroma particular llegó a mi olfato. No era normal sentir a otros sobrenaturales en los alrededores. Cambiantes y Licántropos eran muy saludables, y curaban pronto heridas externas, que un vampiro entrase a un hospital era tan inusual como sospechoso. Terminé de atender rápidamente a uno de los pacientes, aplicando los calmantes que correspondían a la hora, antes de apresurar el paso a la habitación de dónde provenía la presencia extraña.
Abrí la puerta con excesivo cuidado y observé a las dos personas presentes. La habitación estaba sumida en oscuridad, iluminada apenas por la luz que entraba del pasillo. – Buenas noches. – Saludé a ambos con serenidad al ver que el ambiente parecía tranquilo, como si fueran conocidos en una conversación banal. – Estas no son horas de visita. – Me atreví a destacar aquella información sin hacer ningún movimiento brusco. Mi intención no era echar, mucho menos atacar, al vampiro, simplemente cerciorarme de que no fuese él a atacar a mi paciente. Cerré la puerta tras de mí por precaución y encendí la lámpara para poder revisar el expediente.
– Señor Johnson. – Menciono el nombre del hombre mayor, apostado en el papel. Yo mismo había atendido anteriormente el caso de ese hombre, y tenía por costumbre dormirse a altas horas de la noche, aún en contra de las órdenes médicas, aunque podía entenderse debido al dolor que provocaba la enfermedad, por lo que ya era costumbre que a esas horas, además de un calmante para el dolor, se le suministrara algo para ayudarle a dormir al menos hasta el amanecer. – Creo que ya le he dicho esto varias veces, pero se lo recuerdo. En su condición, debe descansar. Eso implica, dormir. – Dejo caer el regaño en tono amistoso, queriendo aligerar el ambiente mientras le tomo el pulso y, posteriormente, la temperatura. No me atreví ni siquiera a preguntar por el dolor, pues sabía que cada día era peor.
Le doy a beber la medicina e inyecto el somnífero en el suero. Haciendo efecto rápidamente, la suma de ambas medicaciones provocan que el hombre cayese en un profundo y sereno sueño, en el que, esperaba, tendría un poco de paz y olvidaría el insoportable dolor. Al quedar prácticamente a solas con el vampiro y habiendo atendido mi deber con el señor Johnson, le dedico finalmente toda mi atención al otro sobrenatural. – Dígame, ¿Puedo ayudarle en algo? No es común que alguien como usted visite un lugar como este. – Destaco ese hecho, sabiendo que tampoco era normal que alguien como yo ejerciera mi trabajo.
Kyle Nolan
Malcolm Buchanan Mackay- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 15/07/2018
Albert Schnitzler- Vampiro Clase Alta
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