· Tropiezos Fortuitos ·

por **Viktóriya P. von Habsburg** Lun Dic 10, 2018 6:58 pm

El café estaba extrañamente abarrotado para tratarse de una mañana de miércoles, antes incluso de que marcaran las siete. El motivo, según descubrió unos minutos más tarde, resultó ser la cata de un nuevo producto de panadería, que era ofrecido gratuitamente a todos los clientes que consumieran alguna bebida de su selección. Viktóriya, ahora que había regresado definitivamente a los escenarios, y los ensayos, había comenzado asimismo una estricta dieta, por lo que su interés no estaba precisamente en los alimentos, y más en la tranquilidad que había creído podría encontrar en su cafetería favorita a aquellas horas, algo que ahora sabía que no ocurriría. Sin embargo, salir al exterior, ahora que estaba sentada, parecía incluso más complicado que quedarse justo donde estaba. Había empezado a nevar, por lo que además de los interesados en la cata, también habían sido viandantes despistados buscando refugio los que se habían ido introduciendo en el local. Contrariamente a lo que pudiera parecer, dada su profesión, la actriz no se encontraba cómoda en ambientes tan concurridos. Los teatros, a pesar de estar llenos de espectadores, marcaban una clara separación entre los unos y los otros. Arriba del escenario, no existía el nerviosismo, ni se sentía atrapada. Pero en aquel reducido espacio, le resultaba complicado tratar de detener en su cabeza los pensamientos de “no puedo salir de aquí” y “necesito escapar” que comenzaban a bombardearla.

Dado que montar una escena, ponerse a hiperventilar y desmayarse no estaba precisamente entre sus planes, y menos todavía si se proponía no llamar demasiado la atención, la mujer se reclinó en su asiento, tratando de ocultarse de la vista de todo y todos, y trató de centrar su atención en el desayuno que estaba enfriándose sobre la mesa, y en el libro que descansaba sobre su regazo. Era la historia en que se basaba la obra que iba a representar próximamente. Parte de su trabajo, la parte más extensa, y también la más interesante, era la investigación que siempre realizaba como paso previo a tratar de dar vida al personaje. Para hacer un buen trabajo, -y si había algo que enorgullecía a la dama era, indudablemente, su trabajo-, Viktóriya necesitaba comprender y profundizar en la personalidad y psique de cada personaje, a fin de encajar con él, identificarse con él, y ser capaz de representarlo con la misma perfección y precisión por la que había sido alabada desde su adolescencia.

Sumida como estaba en su lectura, creando imágenes mentales acerca del mejor modo de transmitir las diferentes emociones por las que pasaba la muchacha a la que daría vida, no se percató de que el bullicio había aumentado aún más, y las personas cada vez se arremolinaban en mayor cantidad, incluso entre las mesas que ya estaban ocupadas. Uno de los clientes, al voltearse, tropezó con la mesera, quien por accidente dejó caer el té que llevaba en las manos sobre la actriz. Aunque fue lo bastante veloz para alzar el libro e impedir que se mojara, no lo fue para apartarse ella misma y evitar la bebida, su calor haciéndola sisear de dolor, y provocando que otro pico de ansiedad la sobresaltara de repente. Quería salir de allí, respirar un aire menos viciado. Necesitaba espacio.