AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Oceanic 815 (LIBRE)
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Oceanic 815 (LIBRE)
Estaba en la cola del mostrador para facturar mi equipaje, el hombre que tenía delante no es que tuviera un perfume corporal de lo más gratificante, parecía nervioso y aquello hacia que su cuerpo transpirada en exceso, y eso que no estaba haciendo un calor tremendo en Sydney. La cola avanzaba despacio: lunas de miel, un padre y un hijo que acariciaban un perro labrador que no dejaban de llamar Vincent, una especie de rockero,… poco a poco y casi durante veinte minutos de avanzar paso a paso llegó mi turno para facturar mi maleta. Había pasado unos días en Sydney de vacaciones. Era una mujer soltera que vivía para su trabajo, era abogada. No tenía mucha vida social, literalmente no tenía tiempo para ello, reconozco que tenía alguna que otra relación esporádica con hombres que conocía en un bar, pasaba la noche en su casa y antes de que despertaran yo ya me había marchado.
La mujer del mostrador era muy atenta conmigo, no dejaba de sonreír y me dio un asiento en clase turística, la que había pagado, rezando por un momento que no me tocará cerca del hombre sudoroso que había tenido delante de mí momentos antes, por suerte, me tocó un asiento diferente, en ventanilla en la fila 11. Agarré mi bolso y me dirigí hacia la puerta de embarque, todavía quedaba una hora más o menos para empezar a entrar en el avión así que me dirigí hacia un puesto de comida de todos los que había que recorría el aeropuerto. ¡Dios! Cuanto me apetecía tomar comida basura, así que fui directa hacia el McDonald’s y me pedí un menú BigMac con patatas deluxe, cocacola, unos nuggets de seis y un Sunday con extra de chocolate. Tenía muchísima hambre, había desayunado muy temprano y ya eran cerca de las tres del mediodía. Me senté con la bandeja en una de las mesas dejando mi bolso sobre mi regazo. Iba vestida con un traje chaqueta de color gris claro, tacones bajos de color negro y camisa blanca, llevaba mi cabello suelto y ondulado. Puse mi bolso sobre mi regazo con la tarjeta de embarque dentro. No tenía ganas de que alguien con las manos largas se llevará mis pertenencias: blackberry, cartera, mi inhalador para el asma…
Comía tranquilamente bocado a bocado mi hamburguesa llevándome a la boca entretanto algún que otro nugget, de nuevo vi al hombre sudoroso de antes que se dirigía al puesto de al lado viendo como le servían un enorme batido al parecer de fresa. Una vez que terminé de comer llevé la bandeja tirando los restos en la papelera y dejándola sobre otras bandejas que estaban recogidas.
Me dirigí hacia el control para pasar enseñando mi tarjeta de embarque y mi identificación. Me entregaron los miembros de seguridad una bandeja para que dejará mis pertenencias dentro de ella: puse mi bolso, me quité mi reloj de plata, collar, pendientes y un anillo. Hice la misma cola que todos, la mujer de delante de mí cuando pasó hizo sonar la alarma, no se había quitado los anillos y empezó a discutir con el de seguridad que esos anillos jamás se lo quitarían. Me dieron permiso para pasar yo ya que parecía que tenían para largo con esa mujer, conmigo no sonó la alarma y al pasar cogí mi bandeja. Un hombre de seguridad me pidió que abriera el bolso ya que habían visto algo sospechoso, como supuse, sería mi inhalador y se lo mostré, me pidió disculpas y me dio permiso para seguir.
Empecé a caminar por la terminal buscando la puerta de embarque correspondiente para sentarme a esperar mientras leía una de las revistas que había comprado el día antes en un kiosco sobre moda. Cuando al fin la encontré me senté a esperar que indicaran que empezáramos a hacer cola para subir al avión. Cogí mi revista y empecé a ojearla, como me supuse, terminé pronto con la revista ya que no era de mi agrado ¿por qué la había comprado entonces? Empecé a repiquetear con mis uñas sobre la revista que había puesto en mi regazo señal de que ya tenía ganas de subirme al avión para dirigirme de nuevo a mi casa de Los Ángeles.
Las butacas empezaron a llenarse de la gente que cogía el mismo vuelo que yo, debieron pasar unos treinta y cinco minutos cuando anunciaron por megafonía: -Pasajeros del vuelo Oceanic 8 1 5 con destino a Los Ángeles efectuará el embarqué dentro de cinco minutos. Muchas gracias por su visita y feliz vuelo.- cuando se terminó de oír el mensaje en distintos idiomas la gente se puso en pie a hacer cola para entrar en el avión, yo hice lo mismo. Me situé detrás del padre y del hijo que antes habían estado acariciando el perro en la cola de facturación, oía como el padre le indicaba que su perro Vincent estaría bien, que no tenía de porque preocuparse.
La cola en esos momentos no avanzaba ya que todavía no habían abierto las puertas para entrar al avión. Busqué en mi bolso la tarjeta de embarque y para mi sorpresa, no la encontraba y empecé a rebuscar dentro nerviosa. Sin darme cuenta la había sacado con la revista y en la cola me había caído a los pies y en esos momentos la estaba pisando con unos de mis caros zapatos.
La mujer del mostrador era muy atenta conmigo, no dejaba de sonreír y me dio un asiento en clase turística, la que había pagado, rezando por un momento que no me tocará cerca del hombre sudoroso que había tenido delante de mí momentos antes, por suerte, me tocó un asiento diferente, en ventanilla en la fila 11. Agarré mi bolso y me dirigí hacia la puerta de embarque, todavía quedaba una hora más o menos para empezar a entrar en el avión así que me dirigí hacia un puesto de comida de todos los que había que recorría el aeropuerto. ¡Dios! Cuanto me apetecía tomar comida basura, así que fui directa hacia el McDonald’s y me pedí un menú BigMac con patatas deluxe, cocacola, unos nuggets de seis y un Sunday con extra de chocolate. Tenía muchísima hambre, había desayunado muy temprano y ya eran cerca de las tres del mediodía. Me senté con la bandeja en una de las mesas dejando mi bolso sobre mi regazo. Iba vestida con un traje chaqueta de color gris claro, tacones bajos de color negro y camisa blanca, llevaba mi cabello suelto y ondulado. Puse mi bolso sobre mi regazo con la tarjeta de embarque dentro. No tenía ganas de que alguien con las manos largas se llevará mis pertenencias: blackberry, cartera, mi inhalador para el asma…
Comía tranquilamente bocado a bocado mi hamburguesa llevándome a la boca entretanto algún que otro nugget, de nuevo vi al hombre sudoroso de antes que se dirigía al puesto de al lado viendo como le servían un enorme batido al parecer de fresa. Una vez que terminé de comer llevé la bandeja tirando los restos en la papelera y dejándola sobre otras bandejas que estaban recogidas.
Me dirigí hacia el control para pasar enseñando mi tarjeta de embarque y mi identificación. Me entregaron los miembros de seguridad una bandeja para que dejará mis pertenencias dentro de ella: puse mi bolso, me quité mi reloj de plata, collar, pendientes y un anillo. Hice la misma cola que todos, la mujer de delante de mí cuando pasó hizo sonar la alarma, no se había quitado los anillos y empezó a discutir con el de seguridad que esos anillos jamás se lo quitarían. Me dieron permiso para pasar yo ya que parecía que tenían para largo con esa mujer, conmigo no sonó la alarma y al pasar cogí mi bandeja. Un hombre de seguridad me pidió que abriera el bolso ya que habían visto algo sospechoso, como supuse, sería mi inhalador y se lo mostré, me pidió disculpas y me dio permiso para seguir.
Empecé a caminar por la terminal buscando la puerta de embarque correspondiente para sentarme a esperar mientras leía una de las revistas que había comprado el día antes en un kiosco sobre moda. Cuando al fin la encontré me senté a esperar que indicaran que empezáramos a hacer cola para subir al avión. Cogí mi revista y empecé a ojearla, como me supuse, terminé pronto con la revista ya que no era de mi agrado ¿por qué la había comprado entonces? Empecé a repiquetear con mis uñas sobre la revista que había puesto en mi regazo señal de que ya tenía ganas de subirme al avión para dirigirme de nuevo a mi casa de Los Ángeles.
Las butacas empezaron a llenarse de la gente que cogía el mismo vuelo que yo, debieron pasar unos treinta y cinco minutos cuando anunciaron por megafonía: -Pasajeros del vuelo Oceanic 8 1 5 con destino a Los Ángeles efectuará el embarqué dentro de cinco minutos. Muchas gracias por su visita y feliz vuelo.- cuando se terminó de oír el mensaje en distintos idiomas la gente se puso en pie a hacer cola para entrar en el avión, yo hice lo mismo. Me situé detrás del padre y del hijo que antes habían estado acariciando el perro en la cola de facturación, oía como el padre le indicaba que su perro Vincent estaría bien, que no tenía de porque preocuparse.
La cola en esos momentos no avanzaba ya que todavía no habían abierto las puertas para entrar al avión. Busqué en mi bolso la tarjeta de embarque y para mi sorpresa, no la encontraba y empecé a rebuscar dentro nerviosa. Sin darme cuenta la había sacado con la revista y en la cola me había caído a los pies y en esos momentos la estaba pisando con unos de mis caros zapatos.
Puede que el nombre os suene a una conocida serie y varios elementos pero no tengo ninguna intención que sea como en esa serie, sino describir unos hechos de un largo viaje de vuelta al hogar. No tengo intención de que el avión sufra las misma consecuencias que en dicha serie.
Invitado- Invitado
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