Tarde en el Jardín (privado)

por **Anna Brullova** Mar Ene 02, 2024 11:02 pm

Anna, había pasado meses muy alejada de todo, y de todos. Aún de su primo Ilja. De alguna manera, aquel otoño le estaba sentando fatal, sentía que París la oprimía, impidiendo que pudiera respirar normalmente. Por otro lado la ausencia de Abel, había provocado en ella una melancolía que rozaba en la apatía. Nada provocaba en ella la ilusión de vivir. Poco a poco sentía que su vida se iba apagando. Varias noches seguidas pensó en acabar con ese sufrimiento, - Si nadie sentirá tristeza por mi partida. Si no me espera nadie cada noche, al volver del vivero, entonces... ¿Que me detiene en este mundo?- caviló, mientras se vestía de negro, como si estuviera de lujo. Se colocó el delicado sombrero con visillos y los guantes de cabritilla a juego con su vestimenta. El vestido era delicado, pero no dejaba de parecer una viuda. En cierta manera así se había sentido todo este tiempo. Una mujer que había quedado viuda, tras la desaparición de su amado. Se contempló en el espejo de cuerpo entero, que poseía en su habitación y al ver reflejada a una mujer cargada de tristeza y apatía, se sobresaltó. ¿En que momento habían surgido esas profundas ojeras en su delicado rostro?, suspiró al saber la realidad, -Desde tu partida... ingrato... ¿acaso no sabias cuanto te amaba?- susurró, como si enfrente de ella, su imagen se diluyera y apareciera el hombre dueño de su amor y de su mundo.

El carruaje que había tomado, la condujo al jardín botánico, hacia tiempo que no había vuelto a ese lugar, -Desde que conocí a la Señora Hortence... pero lamentablemente jamás supe más de ella- caviló, su mirada apesadumbrada, se dejó perder en el paisaje que se iba pintando de ocres, amarillos y marrones. Al llegar a su destino, tuvo que ser llamada varias veces por el conductor, pues su mente había volado lejos de allí. Se disculpó y tras pagar por el trayecto, se internó entre los senderos secundarios del jardín.

por **Vesper Ajmátova** Miér Ene 03, 2024 6:09 pm

A decir verdad nunca estuvo consciente de lo que hacía, de la importancia que la presencia de aquel hombre causaba en ella y del desastre que su traición hacia la organización desataría si ella se atrevía a desobedecer sus órdenes. Todo era muy claro al inicio, la encomienda de seducirlo y conducirlo hacia una muerte segura era algo a lo que ya estaba habituada a realizar. El plan parecía demasiado simple y elaborado a su vez. Durante su estancia en el palacio notó la soledad, la angustia y lo horrores a que él estaba acostumbrado ya a vivir.

Y cayó en la cuenta de que, él era tan solitario y poseía una sed de venganza tan grande como la de la espía. ¿Qué les diferenciaba entonces? Él había recibido el título nobiliario después de haber asesinado al verdadero noble. Sus motivos eran demasiado personales para que ella se atreviera a cuestionarle. Y Vesper, una simple prostituta que no terminaba de comprender que jugar con fuego resultaba mucho más peligroso de lo que la simple y trillada oración remarcaba cada vez que la escuchaba pronunciar en labios ajenos.

Ahora tan solo era una exiliada que de fortuna no poseía nada más que la fachada. La rubia lo había perdido todo en el instante en el cual él se había marchado de su lado. No tenía motivos aparentemente para continuar y había decidido que lo mejor sería ocultarse una vez más bajo el cobijo de la “profesión” que alguna vez le había salvado de morir. Era increíble como en el silencio lúgubre de aquella habitación que emanaba muerte ella pudiera mantenerse de pie. Cualquier otra persona se hubiese rendido a la caricia de la locura o del alcohol. No obstante, se hallaba de pie, en la misma habitación donde su cadáver había sido llevado.

Salió de inmediato, pues no soportaría un segundo más ahí dentro. Supo que el horror acabaría cuando una bala, atravesara el cráneo propio. Su cabeza era un tormento y poco le importó el chocar con una desconocida. Llevaba la peluca oscura sobre su cabeza, aunque la tristeza difícilmente se podía ocultar bajo su disfraz perfecto de prostituta.

—La culpa ha sido mía madmoiselle –se disculpó enseguida y notó que la joven no cargaba sobre los hombros con una pena tan opuesta a la suya.

por **Anna Brullova** Jue Ene 11, 2024 5:18 pm

Aquel jardín, le encantaba y asombrava a la vez. No era común poder mantener vivas tantas diferentes plantas, arbustos y árboles, de lejanos y diferentes lugares del mundo, pero allí estaban, conviviendo en armonía y belleza. Anna, caviló en la gran importancia de poder coexistir en paz y armonía, entre las diferentes culturas y creencias. Desde que había llegado a París, no había podido asistir a un culto de la iglesia ortodoxa ruda, ya que no existía en la ciudad una catedral o una iglesia de ese credo religioso y acudir a una de las tantas iglesias católicas, no le llamaban la atención. Prefería concurrir a lugares así, en donde pedir al creador le ayudara a poder sobrellevar sus dolores y angustias.

Pasó tiempo recorriendo los interminables caminos del jardín, hasta que al doblar por uno de ellos, golpeó el hombro y brazo de una joven. Se hizo a un lado y pidió disculpas, casi al mismo tiempo que la mujer que se encontraba frente a ella. Sonrió tímidamente, - No se preocupe, no me ha hecho mal... muy por el contrario, espero no haberla lastimado... es que iba distraida-, se disculpó avergonzada. Por ir pensando en todos sus problemas no prestola debida atención y ahora sentía mucha vergüenza. Sus mejillas se sonrojaron. Se irguió y llevo sus hombros hacia atrás, levantando la barbilla, intentando sonreír levemente. - Mi nombre es Anna Brullova... para lo que pueda ser útil-, no era común que una noble hiciera una presentación así, pero Anna, ya no se creí parte de la nobleza, más bien era una huérfana que solo intentaba sobrevivir en una sociedad tan extraña como la parisina.

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