AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Una cabalgata nocturna - Pierrot
2 participantes
Página 1 de 1.
Una cabalgata nocturna - Pierrot
Las pisadas de un corcel negro era lo único que se podía escuchar en aquel pequeño claro, donde la única luz que había eran los suaves y casi nulos resplandores de la luna. Con una elegancia muy propia de ella, Alessandra manejaba las cuerdas del corcel. Su mirada estaba centrada en los sembradíos que rodeaban el lugar. No tenía ninguna sombra de miedo en su pálido rostro, más bien se podría decir que su rostro denotaba un total aburrimiento.
Tantos años de cabalgatas nocturnas comenzaban a aburrirla, todo era exactamente lo mismo, excepto las noches en las que la sangre humana invadía su mente y convertían la noche en una de cacería. Alguna que otra noche se había encontrado con algún lobo o cambiante, nada de qué preocuparse, desde luego. Ella sabía muy bien como sobrevivir en ese mundo lleno de criaturas repugnantes, como lo eran los lobos. El solo pensar en esas criaturas, su rostro esbozo una mueca de repugnancia.
Le dio una leve y suave palmada en el torso al corcel, llamado Bucéfalo, para indicarle que fuera más despacio. Un pura sangre en todo el sentido de la palabra, y le había costado tanto comprarlo, pero le valió la pena, aquella criatura era tan elegante como su dueña. El nombre de aquella criatura era raro para cualquier persona que no hubiera estudiado historia o literatura, pero para ella no. De hecho, ese nombre lo había escogido por que amaba la historia, sobre todo la de Alejandro Magno, y en honor a uno de los conquistadores más famosos de la historia, le coloco Bucéfalo, en honor al amado caballo de Magno.
El horizonte apenas se podía visualizar por la extensa oscuridad, pero para ella no era mucho el problema, sabía muy bien que no había nada de qué preocuparse, todo parecía estar en gran calma. Bucéfalo relinchaba con intranquilidad, una pequeña serpiente estaba a pocos pasos de él. Alessandra coloco los ojos en blanco, si hubiera sido humana, le hubiera preocupado, pero ya no lo era, así que esa serpiente en esos instantes era solo una simple, y estúpida criatura inmunda. Le ordeno a su caballo de que emprendiera la marcha, y lo puso a cabalgar más rápido, recorriendo los solitarios sembradíos, mientras el aire le golpeaba el rostro.
Había decidido no vestir como el resto de las chicas de alta sociedad, luciendo vestidos, y montando de un solo lado del corcel, Alessandra lo hacía tal y como un hombre lo hacía, y luciendo la ropa de cabalgar masculina, ceñida y hecha a la medida. Su cabello, sujetado en una cola de caballo, estaba desalineado, por las ráfagas de viento, pero eso no empañaba la belleza de la vampiresa, que aun mostraba en su rostro lo aburrida que estaba.
Detestaba sentirse aburrida, pero no había nada más que hacer, ya había cazado a un humano, no tenía sed, por lo que sería una total pérdida de tiempo si se ponía a cazar a otro, porque desaprovecharía la sangre. Suspiro de mala gana. Le ordeno a su corcel regresar, no quería continuar cabalgando, era más de lo mismo. El corcel giro, colocándose hacia lo que en algún momento, estaba a espaldas de Alessandra.
La mujer se puso rígida al escuchar como los sembradíos se movían, dejando pasar a una figura. La vampira frunció el ceño, esperando ver bien al intruso. No sentía miedo, por supuesto que no, ni siquiera le había pasado por la cabeza ese sentimiento. Ella estaba preparada para lo que fuera. No le costaría asesinar si alguien deseaba hacerle algo, al contrario, sería una manera interesante de matar el aburrimiento. Aferro las cuerdas de Bucéfalo, y coloco una sonrisa torcida en su rostro.
Tantos años de cabalgatas nocturnas comenzaban a aburrirla, todo era exactamente lo mismo, excepto las noches en las que la sangre humana invadía su mente y convertían la noche en una de cacería. Alguna que otra noche se había encontrado con algún lobo o cambiante, nada de qué preocuparse, desde luego. Ella sabía muy bien como sobrevivir en ese mundo lleno de criaturas repugnantes, como lo eran los lobos. El solo pensar en esas criaturas, su rostro esbozo una mueca de repugnancia.
Le dio una leve y suave palmada en el torso al corcel, llamado Bucéfalo, para indicarle que fuera más despacio. Un pura sangre en todo el sentido de la palabra, y le había costado tanto comprarlo, pero le valió la pena, aquella criatura era tan elegante como su dueña. El nombre de aquella criatura era raro para cualquier persona que no hubiera estudiado historia o literatura, pero para ella no. De hecho, ese nombre lo había escogido por que amaba la historia, sobre todo la de Alejandro Magno, y en honor a uno de los conquistadores más famosos de la historia, le coloco Bucéfalo, en honor al amado caballo de Magno.
El horizonte apenas se podía visualizar por la extensa oscuridad, pero para ella no era mucho el problema, sabía muy bien que no había nada de qué preocuparse, todo parecía estar en gran calma. Bucéfalo relinchaba con intranquilidad, una pequeña serpiente estaba a pocos pasos de él. Alessandra coloco los ojos en blanco, si hubiera sido humana, le hubiera preocupado, pero ya no lo era, así que esa serpiente en esos instantes era solo una simple, y estúpida criatura inmunda. Le ordeno a su caballo de que emprendiera la marcha, y lo puso a cabalgar más rápido, recorriendo los solitarios sembradíos, mientras el aire le golpeaba el rostro.
Había decidido no vestir como el resto de las chicas de alta sociedad, luciendo vestidos, y montando de un solo lado del corcel, Alessandra lo hacía tal y como un hombre lo hacía, y luciendo la ropa de cabalgar masculina, ceñida y hecha a la medida. Su cabello, sujetado en una cola de caballo, estaba desalineado, por las ráfagas de viento, pero eso no empañaba la belleza de la vampiresa, que aun mostraba en su rostro lo aburrida que estaba.
Detestaba sentirse aburrida, pero no había nada más que hacer, ya había cazado a un humano, no tenía sed, por lo que sería una total pérdida de tiempo si se ponía a cazar a otro, porque desaprovecharía la sangre. Suspiro de mala gana. Le ordeno a su corcel regresar, no quería continuar cabalgando, era más de lo mismo. El corcel giro, colocándose hacia lo que en algún momento, estaba a espaldas de Alessandra.
La mujer se puso rígida al escuchar como los sembradíos se movían, dejando pasar a una figura. La vampira frunció el ceño, esperando ver bien al intruso. No sentía miedo, por supuesto que no, ni siquiera le había pasado por la cabeza ese sentimiento. Ella estaba preparada para lo que fuera. No le costaría asesinar si alguien deseaba hacerle algo, al contrario, sería una manera interesante de matar el aburrimiento. Aferro las cuerdas de Bucéfalo, y coloco una sonrisa torcida en su rostro.
Alessandra Di Stephano- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 177
Fecha de inscripción : 11/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
El rostro del joven de humilde procedencia apenas era visible en aquella negrura. La noche le servia como cobija, aunque por mas enorme y hermosa que fuese no lograba arrebatarle el frío que calaba hasta los huesos. Pierrot amaba la noche, la luna era casi como una segunda madre para el, aun cuando sabia que probablemente su verdadera madre anduviera por ahí en algún lugar de Paris. ¿Para que negar que no le importaba?, por supuesto que le intrigaba saber su procedencia, conocer quizás a sus padres biológicos, saciar esa orgia de preguntas que se hacia lugar en su cabeza. Pero si algo poseía Pierrot, eso era la paciencia, el sabia muy bien que los hombres pacientes obtienen siempre mejores resultados que aquellos que son presa del desespero. ¿Un ejemplo? Por días había estado vagando en busca de algún empleo, la suerte parecía haberlo abandonado y el se había visto en la penosa necesidad de pensar abandonar la capital de Francia de no encontrarla. Su espera e ímpetu que siempre lo caracterizaban lo habían llevado por el camino correcto: una mansión de poco pudorosas dimensiones había sido la que le había abierto sus puertas acogiéndolo como uno de sus empleados. La experiencia no había sido un problema, puesto Pierrot había crecido en el campo y sabia todo lo referente a las actividades que ahí se realizaban, le habían dado el puesto como ayudante en la caballería de aquella enorme residencia, lo que lo llenaba de alegría, puesto que el era un enorme admirador de los caballos.
Justo ahora se encontraba en los establos, era obvio que no era hora de estar en tal lugar, pero habiendo siempre sido presa de la curiosidad, esta lo había arrastrado hasta donde se encontraba una de las yeguas más bellas de todos los caballos que ahí poseían. El animal era una verdadera joya, los dueños deberían sentirse orgullosos de ella, quizás hasta la utilizaban para algunas competencias, ya que tenia facha de no ser en absoluto corriente. Pierrot no pudo contenerse y se aproximo a ella con la única intención de conocer mas a la que sin duda ya se había ganado toda su admiración por encima de los demás animales del lugar. Abrió el cubículo donde esta se encontraba con sumo cuidado y se acerco a ella posando sus ásperas manos sobre el fino pelaje color blanco del animal.
- Shhh… - Susurro con delicadeza masajeando el pelo de la yegua, suave como un algodón. – Tranquila…. – Pidió con voz amable al animal en cuanto este empezó a ponerse un poco inquieta. Pierrot no daba crédito a la belleza que esta poseía, en ese momento se prometió que algún día tendría un animal tan bello como ese, algún día, quizás lejano debido a su situación económica, pero algún día. Se giro para buscar uno de los artefactos que le permitiera cepillar mejor el pelo de la yegua, pero esta se vio mas astuta que el. En un abrir y cerrar de ojos el animal había salido del cubículo a toda velocidad, tan rápido que Pierrot apenas lo había notado.
- ¡Maldición! – Fue todo lo que paso por su mente y no dejo de hacer eco en ella mientras salía corriendo tras el animal con toda la velocidad que sus piernas le permitían. Fue entonces que la helada y tranquila noche se vio disturbada por el desafortunado suceso. La tranquilidad y silencio en el establo se vio suplantado por los cascos del animal que no dejaban de hacerse escuchar cuando este seguía corriendo a toda velocidad, como si realmente hubiese planeado su huida esa noche. El animal corría como alma que lleva el diablo y Pierrot no lograba acortar la distancia, era demasiado veloz para sus débiles piernas.
Habían pasado apenas algunos minutos de la persecución, cuando este sintió que pronto sus piernas no darían para mas, la yegua lograría escapar y el estaría en verdaderos y serios problemas. Su cuerpo no le otorgo más fortaleza y finalmente paro con la respiración entrecortada y mientras jadeaba con fuerza, pudo ver como la yegua se adentraba en los matorrales sin detenerse, hasta que finalmente la perdió de vista.
- Dios… - Fue lo único que pudo decirse como palabra de aliento, si que estaba metido en un lío gordo. ¿Como haría para recuperarla? ¿Lograría hacerlo? ¿Y si jamás la recuperaban? ¿Como demonios iban a reaccionar sus patrones ante tal suceso? Y tan solo tenia dos días trabajando en el lugar…. Maldita curiosidad que lo había orillado a la desgracia.
Justo ahora se encontraba en los establos, era obvio que no era hora de estar en tal lugar, pero habiendo siempre sido presa de la curiosidad, esta lo había arrastrado hasta donde se encontraba una de las yeguas más bellas de todos los caballos que ahí poseían. El animal era una verdadera joya, los dueños deberían sentirse orgullosos de ella, quizás hasta la utilizaban para algunas competencias, ya que tenia facha de no ser en absoluto corriente. Pierrot no pudo contenerse y se aproximo a ella con la única intención de conocer mas a la que sin duda ya se había ganado toda su admiración por encima de los demás animales del lugar. Abrió el cubículo donde esta se encontraba con sumo cuidado y se acerco a ella posando sus ásperas manos sobre el fino pelaje color blanco del animal.
- Shhh… - Susurro con delicadeza masajeando el pelo de la yegua, suave como un algodón. – Tranquila…. – Pidió con voz amable al animal en cuanto este empezó a ponerse un poco inquieta. Pierrot no daba crédito a la belleza que esta poseía, en ese momento se prometió que algún día tendría un animal tan bello como ese, algún día, quizás lejano debido a su situación económica, pero algún día. Se giro para buscar uno de los artefactos que le permitiera cepillar mejor el pelo de la yegua, pero esta se vio mas astuta que el. En un abrir y cerrar de ojos el animal había salido del cubículo a toda velocidad, tan rápido que Pierrot apenas lo había notado.
- ¡Maldición! – Fue todo lo que paso por su mente y no dejo de hacer eco en ella mientras salía corriendo tras el animal con toda la velocidad que sus piernas le permitían. Fue entonces que la helada y tranquila noche se vio disturbada por el desafortunado suceso. La tranquilidad y silencio en el establo se vio suplantado por los cascos del animal que no dejaban de hacerse escuchar cuando este seguía corriendo a toda velocidad, como si realmente hubiese planeado su huida esa noche. El animal corría como alma que lleva el diablo y Pierrot no lograba acortar la distancia, era demasiado veloz para sus débiles piernas.
Habían pasado apenas algunos minutos de la persecución, cuando este sintió que pronto sus piernas no darían para mas, la yegua lograría escapar y el estaría en verdaderos y serios problemas. Su cuerpo no le otorgo más fortaleza y finalmente paro con la respiración entrecortada y mientras jadeaba con fuerza, pudo ver como la yegua se adentraba en los matorrales sin detenerse, hasta que finalmente la perdió de vista.
- Dios… - Fue lo único que pudo decirse como palabra de aliento, si que estaba metido en un lío gordo. ¿Como haría para recuperarla? ¿Lograría hacerlo? ¿Y si jamás la recuperaban? ¿Como demonios iban a reaccionar sus patrones ante tal suceso? Y tan solo tenia dos días trabajando en el lugar…. Maldita curiosidad que lo había orillado a la desgracia.
Pierrot Quartermane- Humano Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 16/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
La vampira esperó a que fuera lo que fuese lo que estaba en los matorrales saliera. La oscuridad de la noche, hacia que para cualquier humano, fuese difícil el reconocimiento de cualquier cosa que por allí estuviera, excepto para ella. Pero para su sorpresa, no era lo que esperaba, no era un humano, tampoco un licantropo. No, era una yegua, y no cualquiera. Alessandra frunció el ceño, su yegua andaba afuera, en la noche, y sola. La yegua le paso por el lado, cabalgando sin detenerse. La mujer le ordenó a Bucéfalo salir tras ella, recorriendo a todo galope por el sembradío.
Epona gritó Alessandra, aun tras el galope de la yegua blanca, que se reusaba a detenerse. Epona, otro nombre raro, pero como se es de imaginar, aquel nombre también procedía de la historia. Epona es la diosa de los caballos en la antigua Roma, una yegua hermosa, y como aquella yegua rebelde, que luchaba por la libertad, también era hermosa, Alessandra le colocó el nombre. Detente ordenó Alessandra, como si aquella criatura salvaje pudiera entenderla. Pero a diferencia de Bucéfalo, que “entendía” y respetaba cada orden de su ama, aquella yegua blanca no lo hacía. Epona estaba destinada para ser la potra de Bucéfalo, y aunque no había costado lo mismo que este, no había sido una yegua económica, debido a su belleza.
¿Quién demonios la había dejado salir? Esa potra era hermosa, pero salvaje, aun no estaba acostumbrada a recibir órdenes. El que la dejó salir, tendría graves problemas, muchísimos problemas. Alessandra maldijo por lo bajo, tratando de alcanzar a la yegua, que continuaba su trote. Vamos Bucéfalo, en solo una yegua le dijo a su corcel, como si este fuera un amigo de la infancia, o un humano. El caballo relincho, acercándose más a aquella yegua rebelde. Alessandra extiro el brazo, alcanzando, casi con dificultad, las cuerdas del animal. Pero a pesar de ser una vampira, y de tener buenos reflejos, no pudo con lo que vino a continuación.
Con las cuerdas sujetadas, la yegua se abrió paso a la velocidad, haciendo que Alessandra fuera a parar de bruces al suelo, aun con las cuerdas en la mano, siendo arrastrada por todo el suelo, por la yegua. Maldición, detente gritó, siendo ahogada por el polvo. Furiosa, por estar humillada en el suelo, la vampira halo las cuerdas con fuerza, haciendo que la yegua relinchara, casi ahogada. De un solo impulso, Alessandra se puso de pie, halando nuevamente las cuerdas. A ella se le respetaba, y aquella estúpida yegua la había humillado, haciéndola caer al suelo, y ensuciando sus ropas.
No había domado un solo caballo en su vida, ya que Bucéfalo fue domado por alguno de sus empleados, pero domaría aquella bestia blanca, porque estaba realmente enojada. Epona relincho, subiéndose a las dos patas traseras, y lanzando peligrosas patadas por doquier. Alessandra esquivo una, y luego otra, para acercarse más y más. Con el rabillo del ojo, observó como fielmente, su corcel Bucéfalo, estaba a solo pasos de su ama, relinchando. La tranquila noche se lleno de los ruidos de aquellas dos bestias, por una parte Epona y por el otro Bucéfalo, además de los gritos de Alessandra hacia la yegua blanca.
En una sola oportunidad, la yegua bajó a sus cuatro patas, esa era la oportunidad de Alessandra, que no la perdió. Se lanzó a la yegua, tomando las riendas al mismo tiempo. Epona se colocó de nuevo en dos patas, brincando para hacer caer a su domadora. Con una habilidad sobrehumana, la mujer mantuvo las cuerdas atadas, mientras la yegua continuaba relinchando. Ya la había domado, nada se le negaba a Alessandra, y mucho menos una yegua. Con una sonrisa sombría, la hizo galopar hasta Bucéfalo, que casi a regañadientas (si es que se podría decir de esa manera) siguió a su ama, que le halaba por sus cuerdas.
Ahora debía regresar a la Mansión, donde la persona que había soltado a Epona, tendría serios problemas. Alessandra se metió con ambas bestias por los sembradíos, donde la respiración entrecortada de un humano la hizo detenerse. Identifiquese ordeno de manera altanera, sujetando ambas cuerdas con fuerza, mientras uno de sus dedos se enredaba en los blancos crines de Epona.
Epona gritó Alessandra, aun tras el galope de la yegua blanca, que se reusaba a detenerse. Epona, otro nombre raro, pero como se es de imaginar, aquel nombre también procedía de la historia. Epona es la diosa de los caballos en la antigua Roma, una yegua hermosa, y como aquella yegua rebelde, que luchaba por la libertad, también era hermosa, Alessandra le colocó el nombre. Detente ordenó Alessandra, como si aquella criatura salvaje pudiera entenderla. Pero a diferencia de Bucéfalo, que “entendía” y respetaba cada orden de su ama, aquella yegua blanca no lo hacía. Epona estaba destinada para ser la potra de Bucéfalo, y aunque no había costado lo mismo que este, no había sido una yegua económica, debido a su belleza.
¿Quién demonios la había dejado salir? Esa potra era hermosa, pero salvaje, aun no estaba acostumbrada a recibir órdenes. El que la dejó salir, tendría graves problemas, muchísimos problemas. Alessandra maldijo por lo bajo, tratando de alcanzar a la yegua, que continuaba su trote. Vamos Bucéfalo, en solo una yegua le dijo a su corcel, como si este fuera un amigo de la infancia, o un humano. El caballo relincho, acercándose más a aquella yegua rebelde. Alessandra extiro el brazo, alcanzando, casi con dificultad, las cuerdas del animal. Pero a pesar de ser una vampira, y de tener buenos reflejos, no pudo con lo que vino a continuación.
Con las cuerdas sujetadas, la yegua se abrió paso a la velocidad, haciendo que Alessandra fuera a parar de bruces al suelo, aun con las cuerdas en la mano, siendo arrastrada por todo el suelo, por la yegua. Maldición, detente gritó, siendo ahogada por el polvo. Furiosa, por estar humillada en el suelo, la vampira halo las cuerdas con fuerza, haciendo que la yegua relinchara, casi ahogada. De un solo impulso, Alessandra se puso de pie, halando nuevamente las cuerdas. A ella se le respetaba, y aquella estúpida yegua la había humillado, haciéndola caer al suelo, y ensuciando sus ropas.
No había domado un solo caballo en su vida, ya que Bucéfalo fue domado por alguno de sus empleados, pero domaría aquella bestia blanca, porque estaba realmente enojada. Epona relincho, subiéndose a las dos patas traseras, y lanzando peligrosas patadas por doquier. Alessandra esquivo una, y luego otra, para acercarse más y más. Con el rabillo del ojo, observó como fielmente, su corcel Bucéfalo, estaba a solo pasos de su ama, relinchando. La tranquila noche se lleno de los ruidos de aquellas dos bestias, por una parte Epona y por el otro Bucéfalo, además de los gritos de Alessandra hacia la yegua blanca.
En una sola oportunidad, la yegua bajó a sus cuatro patas, esa era la oportunidad de Alessandra, que no la perdió. Se lanzó a la yegua, tomando las riendas al mismo tiempo. Epona se colocó de nuevo en dos patas, brincando para hacer caer a su domadora. Con una habilidad sobrehumana, la mujer mantuvo las cuerdas atadas, mientras la yegua continuaba relinchando. Ya la había domado, nada se le negaba a Alessandra, y mucho menos una yegua. Con una sonrisa sombría, la hizo galopar hasta Bucéfalo, que casi a regañadientas (si es que se podría decir de esa manera) siguió a su ama, que le halaba por sus cuerdas.
Ahora debía regresar a la Mansión, donde la persona que había soltado a Epona, tendría serios problemas. Alessandra se metió con ambas bestias por los sembradíos, donde la respiración entrecortada de un humano la hizo detenerse. Identifiquese ordeno de manera altanera, sujetando ambas cuerdas con fuerza, mientras uno de sus dedos se enredaba en los blancos crines de Epona.
Alessandra Di Stephano- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 177
Fecha de inscripción : 11/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
Quizás era hora de que Pierrot empezara a despedirse de su trabajo recién adquirido, realmente era difícil pensar que pudieran perdonarle lo que acababa de ocurrir, a menos de que fuese capaz de capturar a la yegua y regresarla a su lugar de origen. No había como hacerlo. Era el fin.
Se detuvo entre los matorrales sin dejar de mirar hacia la dirección en donde la yegua había escapado, como si de verdad aun guardara la esperanza de que regresara, quizás era demasiado ingenuo al creer tan cosa, seguramente alguna persona la encontraría y se adueñaría de ella. Su agitación le impedía respirar de manera normal, coloco sus manos sobre las rodillas y se mantuvo con el rostro gacho, con el único fin de normalizar la respiración. Pero entonces los cascos de un caballo le hicieron erguirse nuevamente. ¿Había vuelto la yegua? Esto era un milagro. Se apresuro a buscar con la vista, pero la niebla le impedía reconocer la figura que se acercaba cada vez mas a el, dio unos cuantos pasos hacia el frente con los ojos entrecerrados y finalmente pudo divisar de quien se trataba. Una mujer de cabellos lacios y largos montaba a la yegua que Pierrot acababa de perder y a su vez traía consigo a un majestuoso caballo pura sangre que sin duda era todavía mas hermoso que la misma yegua, de la cual desconocía si tenia un nombre. La mujer que montaba la yegua no le era en absoluto familiar, Pierrot tenía muy poco tiempo siendo empleado de esa residencia, tan poco que ni siquiera conocía a los dueños, tan solo a los encargados que habían sido quienes le habían contratado.
No supo que hacer, se sintió avergonzado por lo que acababa de ocurrirle, si esa mujer que se acercaba era la hija de las dueños o algo parecido, el estaba muerto. Se acerco con pasos torpes y finalmente se animo a hablar.
- Pierrot. – Respondió intentando no sonar demasiado torpe. – Trabajo aquí. ¿Quien es usted? ¿Por qué esta montado a esa yegua? – Mientras esperaba por una respuesta, su naturaleza masculina no dejo pasar por alto la belleza de aquella mujer, era como si no fuese humana, poseía una belleza realmente sobrenatural, dando la impresión de ser una especie de diosa romana montada sobre su corcel, como sacada de la mitología. Los ojos de la joven tenían un brillo extraño, le miraban fijamente y tenia en el rostro un aire de altivez que le hacia comprobar que probablemente se trababa de una mujer de la clase alta. Se sintió hipnotizado por la extraña, fascinado. Ingenuo Pierrot, como si de verdad una mujer como esa pudiera fijarse en alguien como el.
Se detuvo entre los matorrales sin dejar de mirar hacia la dirección en donde la yegua había escapado, como si de verdad aun guardara la esperanza de que regresara, quizás era demasiado ingenuo al creer tan cosa, seguramente alguna persona la encontraría y se adueñaría de ella. Su agitación le impedía respirar de manera normal, coloco sus manos sobre las rodillas y se mantuvo con el rostro gacho, con el único fin de normalizar la respiración. Pero entonces los cascos de un caballo le hicieron erguirse nuevamente. ¿Había vuelto la yegua? Esto era un milagro. Se apresuro a buscar con la vista, pero la niebla le impedía reconocer la figura que se acercaba cada vez mas a el, dio unos cuantos pasos hacia el frente con los ojos entrecerrados y finalmente pudo divisar de quien se trataba. Una mujer de cabellos lacios y largos montaba a la yegua que Pierrot acababa de perder y a su vez traía consigo a un majestuoso caballo pura sangre que sin duda era todavía mas hermoso que la misma yegua, de la cual desconocía si tenia un nombre. La mujer que montaba la yegua no le era en absoluto familiar, Pierrot tenía muy poco tiempo siendo empleado de esa residencia, tan poco que ni siquiera conocía a los dueños, tan solo a los encargados que habían sido quienes le habían contratado.
No supo que hacer, se sintió avergonzado por lo que acababa de ocurrirle, si esa mujer que se acercaba era la hija de las dueños o algo parecido, el estaba muerto. Se acerco con pasos torpes y finalmente se animo a hablar.
- Pierrot. – Respondió intentando no sonar demasiado torpe. – Trabajo aquí. ¿Quien es usted? ¿Por qué esta montado a esa yegua? – Mientras esperaba por una respuesta, su naturaleza masculina no dejo pasar por alto la belleza de aquella mujer, era como si no fuese humana, poseía una belleza realmente sobrenatural, dando la impresión de ser una especie de diosa romana montada sobre su corcel, como sacada de la mitología. Los ojos de la joven tenían un brillo extraño, le miraban fijamente y tenia en el rostro un aire de altivez que le hacia comprobar que probablemente se trababa de una mujer de la clase alta. Se sintió hipnotizado por la extraña, fascinado. Ingenuo Pierrot, como si de verdad una mujer como esa pudiera fijarse en alguien como el.
Off: Me ha salido bastante corto D: lo lamento.
Pierrot Quartermane- Humano Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 16/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
Alessandra aguardo por la respuesta del hombre que estaba a pasos de ella. Era solo un chico, uno de los muchos que habían contratado sus capataces para los sembradíos. Pero no entendía que hacia allí. Como vampira, no podía salir en las mañanas, por que moriría, por lo que su único tiempo para poder ver sus tierras eran las noches, por lo que tuvo que tomar la decisión de que ninguno de los peones, trabajaran en las noches. Pero aquel chiquillo estaba afuera…
¿Pierrot? Un nombre raro, pero la amazona italiana ya estaba acostumbrada a los nombres raros, pero supuso que debía ser francés. Llevaba tiempo en Francia, lo suficiente para tener un acento parecido al de los “nativos” de allí, pero no por eso se acostumbraba por completo a todo lo de ese país. Aun recordaba varias cosas de Italia, y las mantenía bastante fijas en su mente, entre ellas, que su país es altamente Católico. ¿Irónico, no? Una vampiresa que le mantiene respeto al Catolicismo.
Frunció el ceño ante las preguntas, para luego colocarlos en blanco. ¿Un peón haciéndole preguntas? Sonrió de manera hosca, ahogando lo que podría ser un grito de histeria. Estaba sucia, por esa maldita yegua, cubierta de polvo hasta el cabello. Su yegua se había escapado, gracias a la rapidez de Bucéfalo la había podido recuperar. Y para colmo, un chico, un esclavo, le hacia las preguntas. Respiro hondo, sin necesidad a ello. No iba a matar a aquel “pobre” muchacho, después de todo no tenía la culpa, pero si se llevaría un buen escarmiento.
Demasiadas preguntas en una sola oración, ¿no crees? dijo sarcástica, aun aferrada a las cuerdas de Epona. Soy la señora de estas tierras, Alessandra Di Stephano, y lo segundo, pues creo que te lo acabo de responder, soy la señora y ella es mi yegua su tono de voz mostraba las fuerzas con la que trataba de sonar neutra. Estaba enojada, deseaba asesinar aquella yegua, pero le había costado bastante, por lo que sería una considerable perdida. Además, debía mantener su imagen como “humana, que padecía de una enfermedad que le impedía salir al sol”. Tontos humanos, que se lo creen todo.
Ahora el turno de las preguntas le pertenecía a ella. ¿Y tú qué haces por aquí, Pierrot? preguntó, mirándolo aun fijamente. Debía ser nuevo, ya lo había pensado al encontrárselo, porque todos sus peones sabían que no podían ir a los sembradíos en las noches. Una idea paso por su mente, y no pudo evitar no cuestionarla. ¿De casualidad fuiste tú el que dejo a Epona escaparse? inquirió. Por el bien del muchacho, era mejor que le dijera la verdad. Si decía la verdad, quizás le perdonaría la vida, era lo más probable, si tenía una buena escusa. Pero si le mentía, y ella descubría luego que había sido él, a ese chiquillo de cabello castaño le iría muy mal. De una manera algo intimidante, Alessandra lo escrutó con la mirada. De estatura bastante alta, considerando de que ella estaba montada a una yegua, y él estaba sobre sus propios pies y aun lucía alto, y de cabello castaño, aquel peón debía ser mucho más presentable, incluso guapo, si tuviera las comodidades de una persona adinerada, pero eso sería difícil, porque incluso para que pudiera tener un caballo o una casa, tendría que pasar años de su joven vida para poder reunir el dinero suficiente para ello.
pd: no salio corto, para mi esta bien, ademas es muy bueno tu post
¿Pierrot? Un nombre raro, pero la amazona italiana ya estaba acostumbrada a los nombres raros, pero supuso que debía ser francés. Llevaba tiempo en Francia, lo suficiente para tener un acento parecido al de los “nativos” de allí, pero no por eso se acostumbraba por completo a todo lo de ese país. Aun recordaba varias cosas de Italia, y las mantenía bastante fijas en su mente, entre ellas, que su país es altamente Católico. ¿Irónico, no? Una vampiresa que le mantiene respeto al Catolicismo.
Frunció el ceño ante las preguntas, para luego colocarlos en blanco. ¿Un peón haciéndole preguntas? Sonrió de manera hosca, ahogando lo que podría ser un grito de histeria. Estaba sucia, por esa maldita yegua, cubierta de polvo hasta el cabello. Su yegua se había escapado, gracias a la rapidez de Bucéfalo la había podido recuperar. Y para colmo, un chico, un esclavo, le hacia las preguntas. Respiro hondo, sin necesidad a ello. No iba a matar a aquel “pobre” muchacho, después de todo no tenía la culpa, pero si se llevaría un buen escarmiento.
Demasiadas preguntas en una sola oración, ¿no crees? dijo sarcástica, aun aferrada a las cuerdas de Epona. Soy la señora de estas tierras, Alessandra Di Stephano, y lo segundo, pues creo que te lo acabo de responder, soy la señora y ella es mi yegua su tono de voz mostraba las fuerzas con la que trataba de sonar neutra. Estaba enojada, deseaba asesinar aquella yegua, pero le había costado bastante, por lo que sería una considerable perdida. Además, debía mantener su imagen como “humana, que padecía de una enfermedad que le impedía salir al sol”. Tontos humanos, que se lo creen todo.
Ahora el turno de las preguntas le pertenecía a ella. ¿Y tú qué haces por aquí, Pierrot? preguntó, mirándolo aun fijamente. Debía ser nuevo, ya lo había pensado al encontrárselo, porque todos sus peones sabían que no podían ir a los sembradíos en las noches. Una idea paso por su mente, y no pudo evitar no cuestionarla. ¿De casualidad fuiste tú el que dejo a Epona escaparse? inquirió. Por el bien del muchacho, era mejor que le dijera la verdad. Si decía la verdad, quizás le perdonaría la vida, era lo más probable, si tenía una buena escusa. Pero si le mentía, y ella descubría luego que había sido él, a ese chiquillo de cabello castaño le iría muy mal. De una manera algo intimidante, Alessandra lo escrutó con la mirada. De estatura bastante alta, considerando de que ella estaba montada a una yegua, y él estaba sobre sus propios pies y aun lucía alto, y de cabello castaño, aquel peón debía ser mucho más presentable, incluso guapo, si tuviera las comodidades de una persona adinerada, pero eso sería difícil, porque incluso para que pudiera tener un caballo o una casa, tendría que pasar años de su joven vida para poder reunir el dinero suficiente para ello.
pd: no salio corto, para mi esta bien, ademas es muy bueno tu post
Alessandra Di Stephano- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 177
Fecha de inscripción : 11/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
El alma de Pierrot de le fue hasta los pies, pareció escaparle del cuerpo incluso. Lo que había temido y que incluso parecía imposible a la vez por su juventud, se había hecho realidad: la mujer de belleza insultante que tenia ante tus ojos, era la dueña absoluta de todo cuanto sus ojos podían ver en ese instante. Estaba muerto, estaba más que muerto. Pobre Pierrot, perdería el empleo que recién había logrado conseguir con un poco de suerte, pero eso no lo haría doblegarse ante la dama, jamás se mostraba débil, aun en la peor circunstancia y no por altanería, si no por que si algo había logrado aprender de la cruda vida, es que no por ser pobre debía ser débil y dejarse pisotear por los de posturas mas altas que el y esta no seria la excepción. La saliva paso discretamente por su garganta antes de abrir la boca y proferir algún sonido, pensó en una respuesta, una concreta y que no mostrara que estaba asustado…aun cuando quizás lo estaba un poco por las consecuencias por su falta de sensatez.
- Si. – Respondió secamente, alzando la cabeza, dejando la frente en alto y mirando fijamente a los ojos a la dueña de los terrenos donde de encontraba. – Fui yo, la yegua escapo, fue un accidente. – Inquirió rápidamente, su voz era calma y parecía más segura que nunca, el miedo no era parte de ella. Quizás cualquiera en su lugar se hubiera visto intimidado por la situación que se llevaba a cabo, tomando en cuenta que había sido un verdadero error el haber acudido a las caballerizas de noche, cuando ya nada tenia que hacer ahí, nadie le había llamado, solo su curiosidad. – Es mi culpa, desde el primer día me pareció un precioso animal y no pude contener mis ganas de estar un rato con ella, los caballos siempre han sido mis animales favoritos… - Se sintió un poco estupido de pronto. Por que debía estar dándole explicaciones de mas? Era obvio que a la mujer no le importaban sus gustos o sentimientos, seguramente seria una de esas mujeres altaneras que abundan por el mundo sintiéndose no solo dueñas de sus territorios, si no del mundo entero.
Así que prefirió callar, no había nada que a esa joven le pudiera interesar saber de un pobre muchacho como el, alguien que jamás había experimentado las riquezas, ni todo eso que la gente noble solía tener en su mundo de ensueño. El poco miedo que había tenido desapareció por completo, algo dentro de el le decía que esa seria la ultima vez que pisaría esos territorios y la ultima vez que vería de cerca de ese imponente animal que minutos antes se le había escapado. Desvío la mirada de la joven que yacía montada sobre Epona y se acerco a la yegua acariciándole el hocico de manera sutil y cariñosa. – Estuviste cerca… - Le susurro al animal, como si de verdad esta pudiera entenderle. Enredo sus dedos entre el suave pelaje de la yegua, haciendo de pronto como si la dueña de dicho animal no se encontrara presente. ¿Que mas daba ya?
- Si va a despedirme, le ruego que sea ahora. – Rompió nuevamente el silencio que se había hecho presente durante breves instantes, mismos que había aprovechado para “despedirse” de alguna manera de Epona. Pierrot sabia que si algún día en su destino estaba escrito el poseer un caballo, quería que fuera como Epona, la yegua había logrado enamorarlo.
- Si. – Respondió secamente, alzando la cabeza, dejando la frente en alto y mirando fijamente a los ojos a la dueña de los terrenos donde de encontraba. – Fui yo, la yegua escapo, fue un accidente. – Inquirió rápidamente, su voz era calma y parecía más segura que nunca, el miedo no era parte de ella. Quizás cualquiera en su lugar se hubiera visto intimidado por la situación que se llevaba a cabo, tomando en cuenta que había sido un verdadero error el haber acudido a las caballerizas de noche, cuando ya nada tenia que hacer ahí, nadie le había llamado, solo su curiosidad. – Es mi culpa, desde el primer día me pareció un precioso animal y no pude contener mis ganas de estar un rato con ella, los caballos siempre han sido mis animales favoritos… - Se sintió un poco estupido de pronto. Por que debía estar dándole explicaciones de mas? Era obvio que a la mujer no le importaban sus gustos o sentimientos, seguramente seria una de esas mujeres altaneras que abundan por el mundo sintiéndose no solo dueñas de sus territorios, si no del mundo entero.
Así que prefirió callar, no había nada que a esa joven le pudiera interesar saber de un pobre muchacho como el, alguien que jamás había experimentado las riquezas, ni todo eso que la gente noble solía tener en su mundo de ensueño. El poco miedo que había tenido desapareció por completo, algo dentro de el le decía que esa seria la ultima vez que pisaría esos territorios y la ultima vez que vería de cerca de ese imponente animal que minutos antes se le había escapado. Desvío la mirada de la joven que yacía montada sobre Epona y se acerco a la yegua acariciándole el hocico de manera sutil y cariñosa. – Estuviste cerca… - Le susurro al animal, como si de verdad esta pudiera entenderle. Enredo sus dedos entre el suave pelaje de la yegua, haciendo de pronto como si la dueña de dicho animal no se encontrara presente. ¿Que mas daba ya?
- Si va a despedirme, le ruego que sea ahora. – Rompió nuevamente el silencio que se había hecho presente durante breves instantes, mismos que había aprovechado para “despedirse” de alguna manera de Epona. Pierrot sabia que si algún día en su destino estaba escrito el poseer un caballo, quería que fuera como Epona, la yegua había logrado enamorarlo.
Pierrot Quartermane- Humano Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 16/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
La forma en que el chico comenzaba a actuar, con algo de orgullo, hizo que Alessandra frunciera el ceño, pero luego se relajo, incluso, se podría decir que sonrió. No era como ningún otro peón de esos que se dejaban pisotear ni siquiera mostraba miedo de ella, y eso llamo la atención de la mujer, que observo fijamente al joven. Desde luego que ella se imaginaba que era él el causante de que Epona escapara. Pero a diferencia de otros, el chico prefirió decir la verdad. Y eso fue bastante valiente de su parte.
-Un accidente que cuesta muy caro dijo mas para sí misma que para el chico. Escucho lo que este decía, sobre que había sido un accidente, y sobre que le gustaban los caballos. En esos momentos, muy pocas personas podían darse el lujo de cabalgar un lindo corcel. Y ella era una de esas privilegiada. Sabía muy bien que ese pobre chico jamás podría tener uno, era casi imposible. La sociedad no permitía que los pobres crecieran y se convirtieran en ricos. Era algo ajeno en Paris. Los pobres eran pobres, los ricos eran ricos, así de sencillo.
Incluso, aunque ella fuera la persona más fría y desinteresada a lo que sociedad se refería, sintió algo parecido a la pena por el chico. Y del mismo modo sentía algo así como confianza, estúpido, pensó, pero aquel chico no era igual a los demás. No podía tomarse el riesgo de despedirlo, quizás el serviría para algo en el futuro, y no precisamente para una cena.
El chico se acerco a la yegua, y con eso Alessandra pudo percatarse que era un joven de facciones finas, el no era el típico obrero. Sus ropas estaban sucias y eran pobres, pero su rostro no era de un chico totalmente pobre, el tenia cierto estilo de ser un chico de clase alta, algo raro, pero de eso estaba segura ella.
Pierrot le hablo a la yegua, como si se estuviera despidiendo de ella, y esta, parecía escuchar al chico. Alessandra sonrió, no con una sonrisa de esas propias de ella, llena de malicia, sino una sincera. Ella rio por lo que el chico había dicho, sobre despedirlo. Por supuesto que no lo iba a despedir.
Bajo de Epona, y se encamino hasta el chico, quedando frente a este. Era mucho más baja que él, apenas le llegaba a la barbilla. Tomo las riendas de Epona y se las paso al chico. Tomala como un regalo de navidad anticipada bufo. Observo a la yegua con recelo. Era mejor regalarla, porque si no lo hacia la mataría.
Era extraño, ella estaba actuando como una mujer “bondadosa” pero en fin, que mas daba. El chico le agrado, y las personas que le agradaban, conseguían grandes cosas. No te voy a despedir, por lo que eh visto eres bueno con los caballos, así que necesito que vigiles de Bucéfalo, serás como un ayudante de confianza, mi confianza la mujer se monto en su caballo favorito, sacudiendo los crines de la bestia, en señal de disculpa por haber montado otro.
Por cierto, ¿Cuál es tu apellido? Todos tenemos uno dijo la mujer, aun sacudiendo los crines de la bestia. Ni siquiera ella entendía el por qué le daba confianza al chico, pero sus sentidos jamás fallaban, y esta vez, estaba segura que tampoco fallarían.
-Un accidente que cuesta muy caro dijo mas para sí misma que para el chico. Escucho lo que este decía, sobre que había sido un accidente, y sobre que le gustaban los caballos. En esos momentos, muy pocas personas podían darse el lujo de cabalgar un lindo corcel. Y ella era una de esas privilegiada. Sabía muy bien que ese pobre chico jamás podría tener uno, era casi imposible. La sociedad no permitía que los pobres crecieran y se convirtieran en ricos. Era algo ajeno en Paris. Los pobres eran pobres, los ricos eran ricos, así de sencillo.
Incluso, aunque ella fuera la persona más fría y desinteresada a lo que sociedad se refería, sintió algo parecido a la pena por el chico. Y del mismo modo sentía algo así como confianza, estúpido, pensó, pero aquel chico no era igual a los demás. No podía tomarse el riesgo de despedirlo, quizás el serviría para algo en el futuro, y no precisamente para una cena.
El chico se acerco a la yegua, y con eso Alessandra pudo percatarse que era un joven de facciones finas, el no era el típico obrero. Sus ropas estaban sucias y eran pobres, pero su rostro no era de un chico totalmente pobre, el tenia cierto estilo de ser un chico de clase alta, algo raro, pero de eso estaba segura ella.
Pierrot le hablo a la yegua, como si se estuviera despidiendo de ella, y esta, parecía escuchar al chico. Alessandra sonrió, no con una sonrisa de esas propias de ella, llena de malicia, sino una sincera. Ella rio por lo que el chico había dicho, sobre despedirlo. Por supuesto que no lo iba a despedir.
Bajo de Epona, y se encamino hasta el chico, quedando frente a este. Era mucho más baja que él, apenas le llegaba a la barbilla. Tomo las riendas de Epona y se las paso al chico. Tomala como un regalo de navidad anticipada bufo. Observo a la yegua con recelo. Era mejor regalarla, porque si no lo hacia la mataría.
Era extraño, ella estaba actuando como una mujer “bondadosa” pero en fin, que mas daba. El chico le agrado, y las personas que le agradaban, conseguían grandes cosas. No te voy a despedir, por lo que eh visto eres bueno con los caballos, así que necesito que vigiles de Bucéfalo, serás como un ayudante de confianza, mi confianza la mujer se monto en su caballo favorito, sacudiendo los crines de la bestia, en señal de disculpa por haber montado otro.
Por cierto, ¿Cuál es tu apellido? Todos tenemos uno dijo la mujer, aun sacudiendo los crines de la bestia. Ni siquiera ella entendía el por qué le daba confianza al chico, pero sus sentidos jamás fallaban, y esta vez, estaba segura que tampoco fallarían.
Alessandra Di Stephano- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 177
Fecha de inscripción : 11/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
Un movimiento brusco fue el que hizo Pierrot, al levantar el rostro, acto realizado luego de haber escuchado lo que su joven y hermosa patrona le decía. ¿Estaba loca? Tenia que estarlo, nadie en su sano juicio regalaría un animal tan bello como ese, esa yegua que bastaba echarle un vistazo rápido, para darse cuenta de que era valiosa, única en su especie. ¿Y se la regalaba a un simple peón como el?, ¿a un desconocido? Pierrot casi podría llegar a ofenderse por tal cosa, por hacer menos el valor de la yegua, no por que el sintiera que no se merecía un obsequio como ese, si no por que era irreal que estuviera dándosela, así como si fuese cualquier cosa. Permaneció mudo durante algunos minutos, mismos en los que la saliva recorrió su garganta en repetidas ocasiones a causa de la propuesta y, ¿por que no decirlo?, de la cercanía de la bella mujer que le ofrecía a la yegua. Ambas bellas, ambas indomables, ambas inalcanzables. Y una de ellas le era ofrecida por la otra. Tanta belleza lo abrumaba, imposible no sentirse pequeño a su lado, casi imposible no sentirse miserable.
Y así, en esa cercanía, le miro a los ojos, fijamente, por vez primera. Tuvo que contenerse como nunca para no evidenciar la admiración que le producía ver a su patrona desde esa perspectiva. De verdad era la mujer mas hermosa que el jamás había visto en su corta vida. Todo en ella era perfecta, era como presenciar una escultura de mármol, tallada con delicadeza. La melena negra, larga y ligeramente ondulada se le mecía con el viento, algunos de los sedosos cabellos le rozaban el rostro inmaculado, dándole ese toque rebelde que sacaba a flote con la manera en que le miraba y le hablaba. Y los labios…simplemente indescriptibles, el vocabulario tan pobre que Pierrot tenia no le alcanzaba para intentar detallar con palabras tan hermosa criatura. Imposible no sentirse humillado ante tanta divinidad. Era como estar frente a la medusa, por que así, como de piedra, era como se había quedado.
Se sintió aliviado cuando la joven cortó el contacto visual al darse la vuelta e ir directa hacia el caballo de igual belleza, el cual monto con tanta destreza, que Pierrot no pudo dejar de sorprenderse, a pesar de no hacerlo evidente. Siguió mudo, viendo como esta sacudía los crines del animal, escuchando con atención cada cosa que esta decía. Hasta que al fin pareció salir del trance en el que se había visto hundido…
- ¿Esta burlándose de mi? – La pregunta salio de manera automática, producto de todo lo que la joven acababa de anunciarle: la yegua como regalo, mantener su empleo y no conforme con eso, ser uno de sus trabajadores de confianza. – No me despide, y en vez de eso, ¿me regala a su yegua? – Añadió con un movimiento de cabeza, misma que era producto de la incredulidad que le producía la situación. Fijo la vista en Epona y menos credibilidad tuvo todo al ver el grandioso animal que era esa yegua. Quiso morderse la lengua, solo un estupido diría lo que estaba a punto de decir. – No puedo aceptarla…. – Las palabras parecían ser arrastradas, parecían ser pronunciadas con el dolor que le producía no poder aceptar tal regalo, aunque lo estuviera deseando con el alma. – Me conformo con conservar el empleo que ya tenia, suficiente ha hecho con ignorar mi falta. – Tomo a Epona por las riendas, dispuesto a llevarla a las caballerizas y poner fin a esa noche tan extraña y desafortunada. Dio media vuelta, cortando todo contacto visual con la mujer. – No tengo apellido, ni padres, ni nada que pueda resultarle interesante madame. Llámeme Pierrot, le aseguro que atenderé a sus llamados con solo eso.
Y así, en esa cercanía, le miro a los ojos, fijamente, por vez primera. Tuvo que contenerse como nunca para no evidenciar la admiración que le producía ver a su patrona desde esa perspectiva. De verdad era la mujer mas hermosa que el jamás había visto en su corta vida. Todo en ella era perfecta, era como presenciar una escultura de mármol, tallada con delicadeza. La melena negra, larga y ligeramente ondulada se le mecía con el viento, algunos de los sedosos cabellos le rozaban el rostro inmaculado, dándole ese toque rebelde que sacaba a flote con la manera en que le miraba y le hablaba. Y los labios…simplemente indescriptibles, el vocabulario tan pobre que Pierrot tenia no le alcanzaba para intentar detallar con palabras tan hermosa criatura. Imposible no sentirse humillado ante tanta divinidad. Era como estar frente a la medusa, por que así, como de piedra, era como se había quedado.
Se sintió aliviado cuando la joven cortó el contacto visual al darse la vuelta e ir directa hacia el caballo de igual belleza, el cual monto con tanta destreza, que Pierrot no pudo dejar de sorprenderse, a pesar de no hacerlo evidente. Siguió mudo, viendo como esta sacudía los crines del animal, escuchando con atención cada cosa que esta decía. Hasta que al fin pareció salir del trance en el que se había visto hundido…
- ¿Esta burlándose de mi? – La pregunta salio de manera automática, producto de todo lo que la joven acababa de anunciarle: la yegua como regalo, mantener su empleo y no conforme con eso, ser uno de sus trabajadores de confianza. – No me despide, y en vez de eso, ¿me regala a su yegua? – Añadió con un movimiento de cabeza, misma que era producto de la incredulidad que le producía la situación. Fijo la vista en Epona y menos credibilidad tuvo todo al ver el grandioso animal que era esa yegua. Quiso morderse la lengua, solo un estupido diría lo que estaba a punto de decir. – No puedo aceptarla…. – Las palabras parecían ser arrastradas, parecían ser pronunciadas con el dolor que le producía no poder aceptar tal regalo, aunque lo estuviera deseando con el alma. – Me conformo con conservar el empleo que ya tenia, suficiente ha hecho con ignorar mi falta. – Tomo a Epona por las riendas, dispuesto a llevarla a las caballerizas y poner fin a esa noche tan extraña y desafortunada. Dio media vuelta, cortando todo contacto visual con la mujer. – No tengo apellido, ni padres, ni nada que pueda resultarle interesante madame. Llámeme Pierrot, le aseguro que atenderé a sus llamados con solo eso.
Pierrot Quartermane- Humano Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 16/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
Alessandra sonrió de manera altanera. Debía reconocer que los hombres detestaban que las damas le regalaran cosas, y más cuando se trataba de una bestia como esa. Era el orgullo masculino, supuso. Puso los ojos en blanco, antes de comenzar a hablar. ¿Acaso piensas que soy de esas que me burlo del resto de la población? dijo, como si hubiera sido ofendida. El chico era interesante, realmente interesante. Si hubiera sido otro, no hubiera reaccionado de esa manera, y eso le atrajo mas a Alessandra. En cierta parte todo lo que decía era cierto. El chico había dejado escapar la yegua, y ella no solo le perdonaba el empleo, sino que se la regalaba y lo colocaba como un trabajador de confianza.
“¿Qué demonios te pasa, Alessandra?” se dijo a sí misma, antes de suspira de mala manera. Detestaba que le llevaran la contraria, y si quería regalar la maldita yegua, esperaba que el chico la aceptara. Pero este sorprendió a la mujer, negándose a aceptarla, aunque en el fondo la deseaba, el orgullo del chico se lo impedía. Alessandra no podía creer lo que estaba viendo, por lo visto subestimaba a los chicos trabajadores. Siempre pensaba que podía comprar la lealtad de cualquiera, pero eso no era de esa forma. No estaba comprando la lealtad del chico, solo la confianza, y el chico, aunque deseaba la yegua había decido no aceptarla.
Trago seco, si ella había herido el orgullo masculino del chico, él había herido el de mujer adinerada a ella. “Puedo conseguir lo que desee” eso pensaba. ¡Qué equivocada estaba! Había dejado de tocar el cabello de Bucéfalo, para observar fijamente el chico, que se había dado la vuelta para llevar a Epona a las caballerizas. Puso en marcha a su caballo, escuchando lo que decía el chico. Era estúpido para ella pensar que el chico no tenía apellido ni padres. Todos tenían, bueno al menos ella llego a tener familia cuando humana. Pero jamás se había puesto a pensar en los humanos pobres, nunca estuvo interesada en lo que pasaba con ellos, porque siempre tuvo dinero, y siempre estuvo en una clase privilegiada. Y por primera vez, la “bestia” que vivía en ella, la que la convertía en asesina en las noches que deseaba sangre, fue callada por su conciencia. Su maldita y bendita conciencia.
Bueno, ya que te reúsas a aceptarla, al menos aceptaras mi propuesta de un mejor empleo. pregunto observando los crines de Bucéfalo. Su orgullo de vampira había sido consumido, y la que hablaba no era la Srta. Di Stephano, la dueña de las tierras, la vampiresa que asesinaba sin piedad a sus víctimas, sino Alessandra, la doncella que había muerto hacían años. Tenía razones para querer a ese muchacho como empleado de confianza. Él le había demostrado que no era como el resto, sino un hombre honrado y recto. Empleados como esos no se conseguían en todos sitios. Y en ese punto, no deseo un No como respuesta sonrió inconscientemente, esperando la respuesta del chico.
{Siento mucho la tardanza}
“¿Qué demonios te pasa, Alessandra?” se dijo a sí misma, antes de suspira de mala manera. Detestaba que le llevaran la contraria, y si quería regalar la maldita yegua, esperaba que el chico la aceptara. Pero este sorprendió a la mujer, negándose a aceptarla, aunque en el fondo la deseaba, el orgullo del chico se lo impedía. Alessandra no podía creer lo que estaba viendo, por lo visto subestimaba a los chicos trabajadores. Siempre pensaba que podía comprar la lealtad de cualquiera, pero eso no era de esa forma. No estaba comprando la lealtad del chico, solo la confianza, y el chico, aunque deseaba la yegua había decido no aceptarla.
Trago seco, si ella había herido el orgullo masculino del chico, él había herido el de mujer adinerada a ella. “Puedo conseguir lo que desee” eso pensaba. ¡Qué equivocada estaba! Había dejado de tocar el cabello de Bucéfalo, para observar fijamente el chico, que se había dado la vuelta para llevar a Epona a las caballerizas. Puso en marcha a su caballo, escuchando lo que decía el chico. Era estúpido para ella pensar que el chico no tenía apellido ni padres. Todos tenían, bueno al menos ella llego a tener familia cuando humana. Pero jamás se había puesto a pensar en los humanos pobres, nunca estuvo interesada en lo que pasaba con ellos, porque siempre tuvo dinero, y siempre estuvo en una clase privilegiada. Y por primera vez, la “bestia” que vivía en ella, la que la convertía en asesina en las noches que deseaba sangre, fue callada por su conciencia. Su maldita y bendita conciencia.
Bueno, ya que te reúsas a aceptarla, al menos aceptaras mi propuesta de un mejor empleo. pregunto observando los crines de Bucéfalo. Su orgullo de vampira había sido consumido, y la que hablaba no era la Srta. Di Stephano, la dueña de las tierras, la vampiresa que asesinaba sin piedad a sus víctimas, sino Alessandra, la doncella que había muerto hacían años. Tenía razones para querer a ese muchacho como empleado de confianza. Él le había demostrado que no era como el resto, sino un hombre honrado y recto. Empleados como esos no se conseguían en todos sitios. Y en ese punto, no deseo un No como respuesta sonrió inconscientemente, esperando la respuesta del chico.
{Siento mucho la tardanza}
Alessandra Di Stephano- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 177
Fecha de inscripción : 11/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
Pierrot continúo con lo que se había dispuesto a hacer segundos antes, tomo con firmeza a Epona y procedió a caminar a paso lento, arrastrando los pies, pues prisa no tenía, toda la noche estaba a su favor para terminar de hacer todos esos quehaceres que se habían visto interrumpidos por el imprevisto escape de la yegua. El muchacho no reparo en pensar que quizás su patrona podía sentirse ofendida por el acto que estaba llevando a cabo, pues acababa de negarse a el regalo, denegó el puesto de empleado de confianza y no conforme con eso, aun se atrevía a negarse a responder a las preguntas de su jefa y se daba la vuelta dejándola con la duda. Por su puesto que nada de esto era con la intención de herir el ego de la joven dama, pues Pierrot no era del tipo de persona que hacia ese tipo de actos con malicia, era su naturaleza, desde niño se le había educado con la idea de obtener las cosas con esfuerzo y sudor, lo cual resultaba incluso bastante irónico, ya que la mujer que se había nombrado su madre durante tantos años, no lo era en realidad, si no que lo había robado cuando pequeño a su verdadera familia. Pero tan piadoso era el corazón del muchacho que la había perdonado y no había rencor en su interior.
Escucho como las herraduras de un caballo se ponían en marcha tras de el, escucho a la joven hermosa hablar tras su espalda y en segundos la tenia a su lado, provocando que este se detuviera al quedar hipnotizado por esa sonrisa que le era dedicada por la joven. Aparte de bella, ¿era bruja? Por que Pierrot parecía caer en un trance al verla a los ojos y al tenerla tan próxima. Carraspeo levemente antes de atreverse a hablar. – Respondiendo a su anterior pregunta, no me lo tome a mal madame, pero no tengo idea de cómo sea usted, hace apenas unos cuantos minutos no tenia idea de quien era el dueño de estas tierras, me he visto sorprendido al enterarme que es usted quien las gobierna y por supuesto, no le digo esto con el afán de menospreciarla o creer que no es capaz de dirigir su propiedad, es que parece usted muy joven y eso es lo que me ha tomado por sorpresa. Así que… no se como suela actuar usted, no se si es costumbre suya el ir regalando caballos a sus empleados mas nuevos o jugarles broma en una especie de “novatada”. – Si, por supuesto que Pierrot seguía sin creer que la joven había dicho en serio lo de regalarle a Epona, quizás con el tiempo podría darse cuenta si la chica en verdad era sincera o era una de esas damas que al saberse hermosas y poderosas, gustan de burlarse de los de inferior clase.
La propuesta de ser un empleado de confianza le fue hecha una vez más. ¿Seria capaz de rechazarla por segunda ocasión? ¿Seria tan tonto para hacerlo? Se detuvo y Epona hizo lo mismo como reflejo, luego analizo la situación en la que se encontraba: recién llegado a la capital de Francia, solo, sin un hogar, sin un peso en el bolsillo, con una investigación que hacer que con un poco de suerte lo llevaría a descubrir su verdadera familia. Si, de verdad seria un tonto si rechazara la oferta que su patrona le hacia, definitivamente. - Esta bien, acepto. – Inquirió resignado, dándole gusto a la joven, pues no podía negar que tal oferta de empleo le convenía mucho, pues significaba un mayor salario también. – Seré su empleado de confianza, siempre y cuando me explique de que se trata tal puesto.
Escucho como las herraduras de un caballo se ponían en marcha tras de el, escucho a la joven hermosa hablar tras su espalda y en segundos la tenia a su lado, provocando que este se detuviera al quedar hipnotizado por esa sonrisa que le era dedicada por la joven. Aparte de bella, ¿era bruja? Por que Pierrot parecía caer en un trance al verla a los ojos y al tenerla tan próxima. Carraspeo levemente antes de atreverse a hablar. – Respondiendo a su anterior pregunta, no me lo tome a mal madame, pero no tengo idea de cómo sea usted, hace apenas unos cuantos minutos no tenia idea de quien era el dueño de estas tierras, me he visto sorprendido al enterarme que es usted quien las gobierna y por supuesto, no le digo esto con el afán de menospreciarla o creer que no es capaz de dirigir su propiedad, es que parece usted muy joven y eso es lo que me ha tomado por sorpresa. Así que… no se como suela actuar usted, no se si es costumbre suya el ir regalando caballos a sus empleados mas nuevos o jugarles broma en una especie de “novatada”. – Si, por supuesto que Pierrot seguía sin creer que la joven había dicho en serio lo de regalarle a Epona, quizás con el tiempo podría darse cuenta si la chica en verdad era sincera o era una de esas damas que al saberse hermosas y poderosas, gustan de burlarse de los de inferior clase.
La propuesta de ser un empleado de confianza le fue hecha una vez más. ¿Seria capaz de rechazarla por segunda ocasión? ¿Seria tan tonto para hacerlo? Se detuvo y Epona hizo lo mismo como reflejo, luego analizo la situación en la que se encontraba: recién llegado a la capital de Francia, solo, sin un hogar, sin un peso en el bolsillo, con una investigación que hacer que con un poco de suerte lo llevaría a descubrir su verdadera familia. Si, de verdad seria un tonto si rechazara la oferta que su patrona le hacia, definitivamente. - Esta bien, acepto. – Inquirió resignado, dándole gusto a la joven, pues no podía negar que tal oferta de empleo le convenía mucho, pues significaba un mayor salario también. – Seré su empleado de confianza, siempre y cuando me explique de que se trata tal puesto.
Off: No te preocupes, ya sabes que paciencia me sobra, tomate tu tiempo.
Pierrot Quartermane- Humano Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 16/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
No pudo evitar una risa, ante las palabras del chico. Lo más que le había dado risa, era lo que este había dicho sobre la “novatada”. Ella no era de esas que andaba por allí observando a sus peones. Ni siquiera sabía cuántos tenia, pero si sabía una cosa, habían unos cuantos que estaban tratando de tomarla de estúpida, en cuanto a cuentas se referían.
No se me da muy bien eso de las novatadas. Es algo más para los obreros y los chicos respondió sarcástica. Ella no era una mujer de bromas, y mucho menos de estar por ahí buscando chicos para molestarlos. Si le estaba ofreciendo un empleo mejor al chico era debido a que este, sin conocerla, había demostrado honradez, lo que no tenían sus últimos dos empleados.
Alessandra no podía salir en el día, debido a su condición, por lo que había tenido que contratar a unos peones que vigilaran las cuentas. Pero los hombres pensaban que la joven mujer era una simple chica de ciudad, que no conocía los cálculos y las malas mañanas de algunos obreros. Las malas cuentas no se hicieron de esperar, y los hombres cometieron un delito. Su último delito.
Al fin tomaste una muy buena decisión dijo con alegría fingida, mientras Bucéfalo caminaba. Suponía que el chico no era muy bueno en lo de lectura, debido a que la clase pobre se le era casi imposible estudiar, pero a pesar de esto, quizás por las exigencias de la vida, y del trabajo, algunos eran buenos en las cuentas, y en administras los campos y ver que todo estuviera en orden. Y él no debía ser la excepción.
Bien, mis últimos dos empleados fallecieron, ya sabes enfermedades por andar en burdeles encogió los brazos ante sus mentiras. La verdad era que ella había acabado con ellos personalmente, por haberla tratado de engañar, pero claro, no le iba a contar aquello al pobre muchacho, porque estaba segura de que enloquecería. La conciencia no le pesaba como minutos antes cuando el chico hablaba sobre la pobreza y sobre sus gustos de los caballos, no, todo lo contrario, se sentía tan tranquila, como si hubiera eliminado las peores bestias de la tierra, como toda una heroína.
En fin, no hay nadie que administre las tierras, y yo no puedo salir en el día. una nueva mentira, que justificaría en segundos. Estoy muy enferma, es una enfermedad que me prohíbe salir a la luz del sol, porque podría morir coloco un tono de voz e angustia y lastima, como si fuera una víctima. Necesito ayuda con las tierras, además no soy muy buena con eso de los peones y trabajadores. la mujer utilizaba todos sus conocimientos en las mentiras, los que había utilizado con muchísimos humanos, para conseguir lo que deseaba. Tomo un mechón travieso de su cabello, y comenzó a rizarlo con los dedos, mientras su caballo caminaba. Si no fuera porque era una criatura de la noche, cualquiera que la viera, pensaría que era una diosa del Olimpo, reencarnada. ¿Conoces algo de números? le preguntó a Pierrot, sonriendo, con una sonrisa de aquellas que ella solía dedicar para obter la información que deseaba, curiosa, hermosa, pero terriblemente maliciosa.
No se me da muy bien eso de las novatadas. Es algo más para los obreros y los chicos respondió sarcástica. Ella no era una mujer de bromas, y mucho menos de estar por ahí buscando chicos para molestarlos. Si le estaba ofreciendo un empleo mejor al chico era debido a que este, sin conocerla, había demostrado honradez, lo que no tenían sus últimos dos empleados.
Alessandra no podía salir en el día, debido a su condición, por lo que había tenido que contratar a unos peones que vigilaran las cuentas. Pero los hombres pensaban que la joven mujer era una simple chica de ciudad, que no conocía los cálculos y las malas mañanas de algunos obreros. Las malas cuentas no se hicieron de esperar, y los hombres cometieron un delito. Su último delito.
Al fin tomaste una muy buena decisión dijo con alegría fingida, mientras Bucéfalo caminaba. Suponía que el chico no era muy bueno en lo de lectura, debido a que la clase pobre se le era casi imposible estudiar, pero a pesar de esto, quizás por las exigencias de la vida, y del trabajo, algunos eran buenos en las cuentas, y en administras los campos y ver que todo estuviera en orden. Y él no debía ser la excepción.
Bien, mis últimos dos empleados fallecieron, ya sabes enfermedades por andar en burdeles encogió los brazos ante sus mentiras. La verdad era que ella había acabado con ellos personalmente, por haberla tratado de engañar, pero claro, no le iba a contar aquello al pobre muchacho, porque estaba segura de que enloquecería. La conciencia no le pesaba como minutos antes cuando el chico hablaba sobre la pobreza y sobre sus gustos de los caballos, no, todo lo contrario, se sentía tan tranquila, como si hubiera eliminado las peores bestias de la tierra, como toda una heroína.
En fin, no hay nadie que administre las tierras, y yo no puedo salir en el día. una nueva mentira, que justificaría en segundos. Estoy muy enferma, es una enfermedad que me prohíbe salir a la luz del sol, porque podría morir coloco un tono de voz e angustia y lastima, como si fuera una víctima. Necesito ayuda con las tierras, además no soy muy buena con eso de los peones y trabajadores. la mujer utilizaba todos sus conocimientos en las mentiras, los que había utilizado con muchísimos humanos, para conseguir lo que deseaba. Tomo un mechón travieso de su cabello, y comenzó a rizarlo con los dedos, mientras su caballo caminaba. Si no fuera porque era una criatura de la noche, cualquiera que la viera, pensaría que era una diosa del Olimpo, reencarnada. ¿Conoces algo de números? le preguntó a Pierrot, sonriendo, con una sonrisa de aquellas que ella solía dedicar para obter la información que deseaba, curiosa, hermosa, pero terriblemente maliciosa.
Alessandra Di Stephano- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 177
Fecha de inscripción : 11/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
Continúo escuchando con atención todo lo que su patrona decía, como un perro fiel que no hace más que servir y obedecer a su amo. Esa era la actitud que tenia el joven muchacho de humilde procedencia, por que así era como se le había educado, a respetar a sus superiores y no por que el fuera menos, si no que debía respetar y servir a sus mas altos cuando el era el empleado. A Pierrot no le molestaba recibir órdenes o instrucciones de cómo debía hacer las cosas, no cuando esto implicaba un empleo, fuera de esto si que le molestaba, fuera de esto no se dejaba de nadie. Pero las instrucciones no era lo que habían llamado su atención, si no esa frase que la joven había dicho con un aire de pesar impregnado en la calida voz que esta poseía. ¿Enferma? ¿Era verdad? Pero si se veía tan sana, la piel sedosa que esta poseía no se veía en absoluto demacrada o enferma a causa de cualquier padecimiento que esta pudiera estar sufriendo. Otra cosa que le había llamado la atención fue lo que la muchacha había añadido respecto a la información de su enfermedad, decía que no podía salir a la luz del sol, cosa curiosa, pues últimamente Pierrot había escuchado bastantes rumores de enfermedades de este tipo rondar por Paris, una enfermedad sin duda bastante extraña. Se pregunto si seria algo grave, pues lo único que había escuchado eran simples habladurías, jamás había tenido la suerte de conocer a alguien con ese famoso padecimiento. Sintió el impulso de preguntarle a la mujer, pero primero respondió a lo seguramente era verdaderamente importante para ella.
- Si, se algo de cuentas…he aprendido un poco. – No mentía, pues si bien no era un experto, había aprendido con el paso de los años a contar decentemente. Pierrot jamás había tenido educación y esa era la causa de que este no supiera leer o escribir o alguna otra cosa relacionada con ello. A contar se había enseñado por que las circunstancias le habían obligado a hacerlo, aunque tampoco podía presumir de ser un verdadero experto en el arte de los números. No podía darse el lujo de aceptar frente a su patrona que estaba dudando de poder realizar el trabajo que esta acababa de ofrecerle y el había aceptado, no podía mostrarse como un ignorante, cuando en el fondo eso era, definitivamente no podía darse el lujo de perder esa gran oportunidad de tener ese empleo recién adquirido. Cualquiera en su lugar hubiera dicho la verdad antes de meterse en algún problema, pero no el, no podía bajar los brazos y darse por vencido ante las adversidades, de ser así, permanecería en el hoyo por el resto de sus días. – ¿Es grave su enfermedad? – Pregunto cambiando el tema intencionalmente, no deseaba que su jefa se adentrara en los cuestionamientos referentes a su educación, por que probablemente no podría seguir disimulando su analfabetismo. – Me refiero a…que si usted…esta grave…o algo parecido. – Parecía arrastrar las palabras conforme las pronunciaba. Una de las razones por lo cual le sucedía esto, era por que estaba pensando que quizás luego de tantas preguntas su patrona terminaría por pensar que era un entrometido que iba metiendo las narices donde no lo llamaban y en cierta forma esto no eral del todo mentira, pues Pierrot era curioso por naturaleza. Y la otra razón por la cual parecía hablar torpemente era que verdaderamente tener a una mujer como esa de frente, lograba arrebatarle la cordura, sin duda uno de sus retos era también el aprender a controlarse cuando estuviera cerca de ella. – Parece usted tan joven como para que sufra de una enfermedad grave…a veces la naturaleza es muy injusta… - Desvío la mirada cuando se percato de que quizás ya había llegado demasiado lejos con sus comentarios. – Lo lamento, creo que ya he empezado a quitarle el tiempo que debe ser bastante valioso, madame. Quizás simplemente debería limitarme a no hacer preguntas y seguir con mis deberes. – Se disculpo reprimiéndose a si mismo interiormente, tenia que aprender a cerrar la boca y a ser menos metido, pues precisamente eso había sido lo que le había acarreado problemas como el escape de Epona.
- Si, se algo de cuentas…he aprendido un poco. – No mentía, pues si bien no era un experto, había aprendido con el paso de los años a contar decentemente. Pierrot jamás había tenido educación y esa era la causa de que este no supiera leer o escribir o alguna otra cosa relacionada con ello. A contar se había enseñado por que las circunstancias le habían obligado a hacerlo, aunque tampoco podía presumir de ser un verdadero experto en el arte de los números. No podía darse el lujo de aceptar frente a su patrona que estaba dudando de poder realizar el trabajo que esta acababa de ofrecerle y el había aceptado, no podía mostrarse como un ignorante, cuando en el fondo eso era, definitivamente no podía darse el lujo de perder esa gran oportunidad de tener ese empleo recién adquirido. Cualquiera en su lugar hubiera dicho la verdad antes de meterse en algún problema, pero no el, no podía bajar los brazos y darse por vencido ante las adversidades, de ser así, permanecería en el hoyo por el resto de sus días. – ¿Es grave su enfermedad? – Pregunto cambiando el tema intencionalmente, no deseaba que su jefa se adentrara en los cuestionamientos referentes a su educación, por que probablemente no podría seguir disimulando su analfabetismo. – Me refiero a…que si usted…esta grave…o algo parecido. – Parecía arrastrar las palabras conforme las pronunciaba. Una de las razones por lo cual le sucedía esto, era por que estaba pensando que quizás luego de tantas preguntas su patrona terminaría por pensar que era un entrometido que iba metiendo las narices donde no lo llamaban y en cierta forma esto no eral del todo mentira, pues Pierrot era curioso por naturaleza. Y la otra razón por la cual parecía hablar torpemente era que verdaderamente tener a una mujer como esa de frente, lograba arrebatarle la cordura, sin duda uno de sus retos era también el aprender a controlarse cuando estuviera cerca de ella. – Parece usted tan joven como para que sufra de una enfermedad grave…a veces la naturaleza es muy injusta… - Desvío la mirada cuando se percato de que quizás ya había llegado demasiado lejos con sus comentarios. – Lo lamento, creo que ya he empezado a quitarle el tiempo que debe ser bastante valioso, madame. Quizás simplemente debería limitarme a no hacer preguntas y seguir con mis deberes. – Se disculpo reprimiéndose a si mismo interiormente, tenia que aprender a cerrar la boca y a ser menos metido, pues precisamente eso había sido lo que le había acarreado problemas como el escape de Epona.
Pierrot Quartermane- Humano Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 16/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
El chico le había confirmado lo que ella imaginaba, sabía algo de cuentas, y eso le ayudaría bastante. Luego si tenía problemas, pues pondría a alguno de los sirvientes con más preparación para que le ayudase, pero esperaba no tener que recurrir a ello, y que el chico fuera capaz de trabajar por su cuenta, dignamente. Y por lo que podía presenciar, a Pierrot no le iría tan mal, el chico parecía ser lo suficientemente despierto y honrado como para poder manejar con facilidad las finanzas de la hacienda.
Era la segunda vez en la noche, que un extraño sentimiento de “dulzura” recorría su mente. El chico se había preocupado por ella, le había preguntado si estaba bien. La última vez que le habían preguntado eso fue cuando, recién convertida, un hombre le pregunto si se encontraba bien, debido a lo pálida que se encontraba. Esa también había sido la noche en que había dejado de ser humana, para convertirse en eso que era, un monstruo nocturno. Sonrió de lado, para luego asentir.
Viviré, al menos eso espero respondió. Su mirada se encontró con el chico, una vez más. Y volvió a sentir que ese chico no merecía vivir en la pobreza, porque sus facciones eran de un chico de alta sociedad. Sus ojos, su rostro y su cabello eran atrayentes, y si vistiera como un hombre rico, seria sencillamente el hombre más atrayente de Paris. Salió de sus pensamientos al escuchar al joven, para reír ante las palabras de este.
No sabes cuan injusta puede ser dijo con ironía. Era cierto, la vida era injusta, demasiado injusta. ¿Por qué ella debía ser un vampiro y no una humana? Desde luego que agradecía serlo, por que tenia la inmortalidad, y era hermosa, pero al mismo tiempo le había robado mucho. Le había robado la capacidad de ser feliz, la capacidad de ser madre, y eso, ni siquiera la fortuna más grande de Francia, o el ser la mujer más bella del mundo, podía reconfortarla. Esa era la pelea que siempre tenía en su interior, porque una parte de si amaba ser vampira, amaba el sentir poder, el ser hermosa, pero su otra parte se reprochaba diariamente el serlo, el caer en la suciedad de ser un monstruo, de asesinar y destruir familias. Si, por que estaba segura de que destruía familias cuando asesinaba y “robaba” un miembro de alguna familia. Y eso, muchas veces le hacía sentir sucia. Detestaba sentirse de esa manera, detestaba saber que aunque deseaba que todos le temieran, perdía con facilidad la posibilidad de ser feliz.
Pierrot llamó cuando el chico empezó a disculparse. Gracias era un agradecimiento genuino, algo no tan propio de ella. Pero por lo visto, el joven trabajador tenía una facilidad en hacer que Alessandra se sintiera culpable en las cosas que hacia. Eres el primero que pregunta si es grave mi enfermedad. se explico. Comenzaba a pensar que el chico tenía un “don” de volverla algo “estúpida y buena” pero al final se había percatado que era el problema. El problema era algo llamado humanidad, algo que ella no tenia y que el chico sí. Y algo que ella le envidiaba, aunque lo negara una y otra vez.
Era la segunda vez en la noche, que un extraño sentimiento de “dulzura” recorría su mente. El chico se había preocupado por ella, le había preguntado si estaba bien. La última vez que le habían preguntado eso fue cuando, recién convertida, un hombre le pregunto si se encontraba bien, debido a lo pálida que se encontraba. Esa también había sido la noche en que había dejado de ser humana, para convertirse en eso que era, un monstruo nocturno. Sonrió de lado, para luego asentir.
Viviré, al menos eso espero respondió. Su mirada se encontró con el chico, una vez más. Y volvió a sentir que ese chico no merecía vivir en la pobreza, porque sus facciones eran de un chico de alta sociedad. Sus ojos, su rostro y su cabello eran atrayentes, y si vistiera como un hombre rico, seria sencillamente el hombre más atrayente de Paris. Salió de sus pensamientos al escuchar al joven, para reír ante las palabras de este.
No sabes cuan injusta puede ser dijo con ironía. Era cierto, la vida era injusta, demasiado injusta. ¿Por qué ella debía ser un vampiro y no una humana? Desde luego que agradecía serlo, por que tenia la inmortalidad, y era hermosa, pero al mismo tiempo le había robado mucho. Le había robado la capacidad de ser feliz, la capacidad de ser madre, y eso, ni siquiera la fortuna más grande de Francia, o el ser la mujer más bella del mundo, podía reconfortarla. Esa era la pelea que siempre tenía en su interior, porque una parte de si amaba ser vampira, amaba el sentir poder, el ser hermosa, pero su otra parte se reprochaba diariamente el serlo, el caer en la suciedad de ser un monstruo, de asesinar y destruir familias. Si, por que estaba segura de que destruía familias cuando asesinaba y “robaba” un miembro de alguna familia. Y eso, muchas veces le hacía sentir sucia. Detestaba sentirse de esa manera, detestaba saber que aunque deseaba que todos le temieran, perdía con facilidad la posibilidad de ser feliz.
Pierrot llamó cuando el chico empezó a disculparse. Gracias era un agradecimiento genuino, algo no tan propio de ella. Pero por lo visto, el joven trabajador tenía una facilidad en hacer que Alessandra se sintiera culpable en las cosas que hacia. Eres el primero que pregunta si es grave mi enfermedad. se explico. Comenzaba a pensar que el chico tenía un “don” de volverla algo “estúpida y buena” pero al final se había percatado que era el problema. El problema era algo llamado humanidad, algo que ella no tenia y que el chico sí. Y algo que ella le envidiaba, aunque lo negara una y otra vez.
Alessandra Di Stephano- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 177
Fecha de inscripción : 11/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
No podía creer que fuera el primero en preguntar sobre su enfermedad, ¿que acaso no tenia a nadie que se preocupara por ella? Al hacerse tal pregunta una nueva asalto su mente. La joven que se encontraba a su lado era demasiado joven para ser la dueña absoluta de tan increíbles dimensiones de tierra, mismas que sin duda estaban valuadas en una gran cantidad de dinero, una tan grande que la mente de Pierrot inexperta en esos temas, no podría jamás conciliar o imaginar. Siguió caminando a paso lento, con ella a su lado aun montada en su caballo, luego de aquel agradecimiento se había quedado también en silencio. Y en realidad era poco lo que se podía hablar entre patrona y empleado, más si se tenía en cuenta que Pierrot era nuevo. Y así en silencio era como hubiesen seguido el resto del trayecto a las caballerizas, de no ser por que Pierrot era bastante curioso y pocas veces lograba callarse la boca.
- ¿Vive usted sola en este lugar? Quiero decir, aparte de sus empleados, capataces y demás trabajadores como yo, ¿esta sola? ¿Y sus padres?, ¿donde están sus padres? – Pasaba que en los escasos días que llevaba en ese lugar no se había visto a nadie a quien pudiera considerar como su patrón o amo, ella era la primera que se presentaba frente a el adjudicándose tal titulo y le resultaba tan extraño…demasiado. La respuesta a sus impertinentes preguntas tardo en llegar más de lo esperado y el muchacho entendió que quizás esta vez había sobrepasado los límites de impertinencia. En su mente se sumo la idea de que quizás lo que acababa de preguntarle a la muchacha solo le traería malos recueros, pues había un sin fin de posibilidades por respuesta. Podía ser que los padres de la muchacha estuvieran simplemente de viaje, después de todo contaban con los medios monetarios para salir de la ciudad cuantas veces les viniera en gana, por el tiempo que se les antojase. Pero también había la posibilidad de que ya hubiesen fallecido. Tal idea le removió algo en el estomago, se sentiría avergonzado de ser así, de haber revuelto recuerdos amargos en la cabeza de su ama, de ser el causante de una repentina melancolía. Pierrot era un muchacho muy imaginativo, en tan solo unos segundos miles de posibles desenlaces fatales se hicieron en su mente, de cómo pudieron haber muerto los padres de Alessandra. Se imagino a su madre tendida sobre una cama, siendo consumida por alguna terrible enfermedad, quizás una de esas horribles pestes que se hacían presentes en la ciudad recientemente, mismas de las cuales la mayoría que la adquiría no vivía para contarlo. Se imagino también a su padre, siendo presa de la desesperación de alguna deuda de índole monetaria, desesperado, a punto de dejar en quiebra a su familia a causa de sus malas decisiones financieras, se lo imagino detrás de un escritorio hecho de maderas finas, en su despacho, con un librero enorme detrás de el y sacando de uno de los cajones de su escritorio un arma, una pistola en especifico, posándola sobre su sien, apuntándose a si mismo. También en su mente hubo la posibilidad de que hubiesen muerto juntos, la pareja, quizás en un terrible accidente, en un incendio o en una volcadura de su carruaje.
Pierrot movió su cabeza en negativa, no podía creer que estuviera pensando en esas cosas, no daba crédito a su nivel de pesimismo en ese instante. Nadie le garantizaba que los padres de la muchacha estuviesen muertos, no tenia por que pensar así, era descabellado de su parte. – Perdón, una vez mas estoy siendo demasiado imprudente, creo que es algo que tengo que empezar a dominar… - Se disculpo una vez que habían llegado a las caballerizas.
- ¿Vive usted sola en este lugar? Quiero decir, aparte de sus empleados, capataces y demás trabajadores como yo, ¿esta sola? ¿Y sus padres?, ¿donde están sus padres? – Pasaba que en los escasos días que llevaba en ese lugar no se había visto a nadie a quien pudiera considerar como su patrón o amo, ella era la primera que se presentaba frente a el adjudicándose tal titulo y le resultaba tan extraño…demasiado. La respuesta a sus impertinentes preguntas tardo en llegar más de lo esperado y el muchacho entendió que quizás esta vez había sobrepasado los límites de impertinencia. En su mente se sumo la idea de que quizás lo que acababa de preguntarle a la muchacha solo le traería malos recueros, pues había un sin fin de posibilidades por respuesta. Podía ser que los padres de la muchacha estuvieran simplemente de viaje, después de todo contaban con los medios monetarios para salir de la ciudad cuantas veces les viniera en gana, por el tiempo que se les antojase. Pero también había la posibilidad de que ya hubiesen fallecido. Tal idea le removió algo en el estomago, se sentiría avergonzado de ser así, de haber revuelto recuerdos amargos en la cabeza de su ama, de ser el causante de una repentina melancolía. Pierrot era un muchacho muy imaginativo, en tan solo unos segundos miles de posibles desenlaces fatales se hicieron en su mente, de cómo pudieron haber muerto los padres de Alessandra. Se imagino a su madre tendida sobre una cama, siendo consumida por alguna terrible enfermedad, quizás una de esas horribles pestes que se hacían presentes en la ciudad recientemente, mismas de las cuales la mayoría que la adquiría no vivía para contarlo. Se imagino también a su padre, siendo presa de la desesperación de alguna deuda de índole monetaria, desesperado, a punto de dejar en quiebra a su familia a causa de sus malas decisiones financieras, se lo imagino detrás de un escritorio hecho de maderas finas, en su despacho, con un librero enorme detrás de el y sacando de uno de los cajones de su escritorio un arma, una pistola en especifico, posándola sobre su sien, apuntándose a si mismo. También en su mente hubo la posibilidad de que hubiesen muerto juntos, la pareja, quizás en un terrible accidente, en un incendio o en una volcadura de su carruaje.
Pierrot movió su cabeza en negativa, no podía creer que estuviera pensando en esas cosas, no daba crédito a su nivel de pesimismo en ese instante. Nadie le garantizaba que los padres de la muchacha estuviesen muertos, no tenia por que pensar así, era descabellado de su parte. – Perdón, una vez mas estoy siendo demasiado imprudente, creo que es algo que tengo que empezar a dominar… - Se disculpo una vez que habían llegado a las caballerizas.
Pierrot Quartermane- Humano Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 16/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
{Al fin!!! pude encontrar un poquito de tiempo, xDD prometo que les responderé a todos los que le debo post en par de dias, sorry por la tardanza }
Era bastante gracioso el tener que aparentar que estaba enferma, pero era algo que debía hacer para poder sobrevivir, porque estaba segura de que si los humanos se enteraban sobre su existencia, vendrían a su casa a quemarla y ya había vivido demasiado como para morir de esa estúpida forma. Sonrió ante el silencio, imaginando las reacciones de todas las personas que habían trabajado para ella, o las mujeres que decían ser sus amigas y con las que compartía el té o alguna que otra celebración en las noches. Patrañas, esas estúpidas solo eran sus amigas por el mero hecho de ser perteneciente a la clase alta. El joven trabajador rompió el silencio, preguntando algo con un dejo de curiosidad, percibido por Alessandra.
—Sí, vivo sola, a excepción de los empleados. — respondió de manera educada. El hecho de pensar en sus padres no la ponía de muy buen humor. Su padre había sido un maldito bastardo con ella, siempre la había tratado con inferioridad por ser mujer, y su madre era tan patética que no podía defenderla de los golpes de ese hombre. A decir verdad, su padre era todo un monstruo y no era un vampiro. Patético. —Mis padres murieron cuando yo era muy joven.— dijo aun manejando las cuerdas de Bucéfalo. Las agarraba con algo de coraje e ira que hacia mucho no sentía. Los odiaba, en especial a su padre, y deseaba que se estuviera pudriendo en el infierno, de la misma manera en que ella ya estaba en su propio infierno.
Su madre no era del todo santa de su devoción, porque ella fue más mujer que madre. Le hacía caso en todo a su marido. Excelente como esposa, malísima como madre. Le interesaba más el con quien se casaría su hija que el dolor de esta ante la pérdida del hombre que había amado. Si ella se había convertido en ese ser despreciable que era actualmente había sido a causa de sus padres, o al menos tenia gran parte de la culpa. Al final de todo ambos estaban muertos, juntos y quizás felices en algún paraíso espiritual si es que existiera, porque aunque su padre era un monstruo con ella, no era del mismo modo con los demás que lo consideraban un gran líder y humano.
Ellos debían estar felices en el paraíso, mientras que ella se quedaba en el infierno terrenal.
—No hay problema. Siempre es bueno conocer con quien se está trabajando y descubrir sobre la vida de los jefes— dijo sin mostrar algún interés en sus palabras. Si se hubiera dado cuenta de lo que decía se abría maldecido una y otra vez. ¿Cómo demonios le decía a un humano que debía conocer con quien trabajaba? Ella era una vampira, por lo que la suma era de la siguiente manera; si el chico investigaba sobre su vida, y se percataba de que no envejecía y de que solo salía en las noches, además de percatarse de la desaparición misteriosa de alguno que otro empleado, estaba casi segura de que el chico sospecharía –por que durante el poco tiempo en el que estaban platicando el chico había mostrado ser mucho más inteligente, curioso y sutil que todos sus empleados juntos-. Maldijo por lo bajo. —Me refiero a que es bueno conocer sobre las malas mañas o manías de los jefes— y seguía metiendo la pata, añadiendo más leña al fuego. Negó la cabeza, su única excusa para salir de esa situación que podría colocar su existencia al borde de la extinción. —Disculpa, es que cuando pienso en mis padres mis nervios se destruyen— dijo suspirando. Esperaba que el chico no curioseara sobre su manera tan extraña de vivir.
Era bastante gracioso el tener que aparentar que estaba enferma, pero era algo que debía hacer para poder sobrevivir, porque estaba segura de que si los humanos se enteraban sobre su existencia, vendrían a su casa a quemarla y ya había vivido demasiado como para morir de esa estúpida forma. Sonrió ante el silencio, imaginando las reacciones de todas las personas que habían trabajado para ella, o las mujeres que decían ser sus amigas y con las que compartía el té o alguna que otra celebración en las noches. Patrañas, esas estúpidas solo eran sus amigas por el mero hecho de ser perteneciente a la clase alta. El joven trabajador rompió el silencio, preguntando algo con un dejo de curiosidad, percibido por Alessandra.
—Sí, vivo sola, a excepción de los empleados. — respondió de manera educada. El hecho de pensar en sus padres no la ponía de muy buen humor. Su padre había sido un maldito bastardo con ella, siempre la había tratado con inferioridad por ser mujer, y su madre era tan patética que no podía defenderla de los golpes de ese hombre. A decir verdad, su padre era todo un monstruo y no era un vampiro. Patético. —Mis padres murieron cuando yo era muy joven.— dijo aun manejando las cuerdas de Bucéfalo. Las agarraba con algo de coraje e ira que hacia mucho no sentía. Los odiaba, en especial a su padre, y deseaba que se estuviera pudriendo en el infierno, de la misma manera en que ella ya estaba en su propio infierno.
Su madre no era del todo santa de su devoción, porque ella fue más mujer que madre. Le hacía caso en todo a su marido. Excelente como esposa, malísima como madre. Le interesaba más el con quien se casaría su hija que el dolor de esta ante la pérdida del hombre que había amado. Si ella se había convertido en ese ser despreciable que era actualmente había sido a causa de sus padres, o al menos tenia gran parte de la culpa. Al final de todo ambos estaban muertos, juntos y quizás felices en algún paraíso espiritual si es que existiera, porque aunque su padre era un monstruo con ella, no era del mismo modo con los demás que lo consideraban un gran líder y humano.
Ellos debían estar felices en el paraíso, mientras que ella se quedaba en el infierno terrenal.
—No hay problema. Siempre es bueno conocer con quien se está trabajando y descubrir sobre la vida de los jefes— dijo sin mostrar algún interés en sus palabras. Si se hubiera dado cuenta de lo que decía se abría maldecido una y otra vez. ¿Cómo demonios le decía a un humano que debía conocer con quien trabajaba? Ella era una vampira, por lo que la suma era de la siguiente manera; si el chico investigaba sobre su vida, y se percataba de que no envejecía y de que solo salía en las noches, además de percatarse de la desaparición misteriosa de alguno que otro empleado, estaba casi segura de que el chico sospecharía –por que durante el poco tiempo en el que estaban platicando el chico había mostrado ser mucho más inteligente, curioso y sutil que todos sus empleados juntos-. Maldijo por lo bajo. —Me refiero a que es bueno conocer sobre las malas mañas o manías de los jefes— y seguía metiendo la pata, añadiendo más leña al fuego. Negó la cabeza, su única excusa para salir de esa situación que podría colocar su existencia al borde de la extinción. —Disculpa, es que cuando pienso en mis padres mis nervios se destruyen— dijo suspirando. Esperaba que el chico no curioseara sobre su manera tan extraña de vivir.
Alessandra Di Stephano- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 177
Fecha de inscripción : 11/01/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una cabalgata nocturna - Pierrot
Si, definitivamente era extraña. Hermosa e insólita, una buena combinación, sobre todo cuando de captar la atención de un joven bastante curioso se trata. El rostro del muchacho ponía evidencia parte de sus pensamientos, la miraba embelesado, hipnotizado con cada una de las palabras que esta pronunciaba. En ocasiones posaba sus ojos sobre los labios de la joven, observando con atención cada movimiento de estos al hablar, como si se tratara de algún hecho increíble y jamás visto…y así era, al menos para el. Hasta que finalmente reacciono saliendo de su encantamiento, desviando la mirada hacia el frente una vez más en el establo. Tomo a Epona con fuerza y precisión y la condujo hasta su cubículo, ese mismo de donde había escapado minutos antes, luego tomo un cepillo y se lo paso por el pelo varias veces para quitarle la suciedad que había pescado durante su inesperado escape. – De todos modos se que no debería meterme donde no me llaman, siempre me lo han dicho, creo que es hora de ponerlo en practica. Aunque eso no quita que le agradezca que me hable un poco mas de usted, creo que es la primera de mis patrones que se toma el tiempo de hacerlo. – Todos los antiguos patrones de Pierrot habían sido unos déspotas, gente perteneciente a la clase mas alta que solía pensar que eran quienes mandaban y que miraban de arriba abajo a cualquiera que se les cruzara y no compartiera status social. – La gente hoy en día solo piensa en la humillación de los demás, son tiempos decadentes. – Susurro mas para si mismo que para ella, dejando de cepillar a la yegua, clavando la mirada en un punto fijo que en realidad no miraba. Tres segundos después continúo con su labor, finalizándola casi al instante.
- Señorita Alessandra, no tema usted por mi incumbencia, tratare de ser prudente de ahora en adelante, no tendrá quejas mías, pues me interesa mucho conservar este empleo. – Y una de las verdaderas razones era el poder seguir viéndola a ella… - Se que ya lo he hecho hace algunos instantes, pero nuevamente le agradezco mucho la oportunidad que me ha dado, espero poder corresponderla y no defraudarla. – Bajo un poco el rostro en signo de una apenas visible reverencia. – De ahora en adelante seré como un perro fiel para usted, llámeme cuando me necesite y apareceré al instante. – Añadió rápidamente dejando el cepillo en su lugar, cerrando la puerta del cubículo donde Epona ya se había echado sobre la paja para descansar luego de un ajetreado día. El muchacho pasó frente a su patrona, que aun montaba a Bucéfalo, pero no alzo la vista, continúo caminando hasta la salida del establo y cuando estuvo en el borde de la salida paro en seco, como si hubiese olvidado algo por decir. Permaneció ahí de pie, en silencio por algunos instantes y finalmente hablo. – Acepto su regalo. – Inquirió seguro de si mismo, sin girarse para verla a los ojos, ya que en el fondo seguía pensando que era una locura el regalar a un animal de esa categoría. Sin embargo, no podía negar que la deseaba, que se había enamorado de ese grandioso animal desde el primer momento que le había visto y que no le guardaba rencor alguno por haberlo hecho pasar por ese embarazoso momento luego de su escape. Quizás si no hubiese sido por ella y lo ocurrido no habría tenido la oportunidad de conocer a su patrona… - Buenas noches. – Añadió rápidamente y finalmente salio del establo con pasos firmes a pesar de la oscuridad que le impedía ver con claridad por donde caminaba. Una sonrisa se dibujo en sus labios, una que solo dejaba entrever una sola cosa: la suerte con la que había corrido en un solo día.
- Señorita Alessandra, no tema usted por mi incumbencia, tratare de ser prudente de ahora en adelante, no tendrá quejas mías, pues me interesa mucho conservar este empleo. – Y una de las verdaderas razones era el poder seguir viéndola a ella… - Se que ya lo he hecho hace algunos instantes, pero nuevamente le agradezco mucho la oportunidad que me ha dado, espero poder corresponderla y no defraudarla. – Bajo un poco el rostro en signo de una apenas visible reverencia. – De ahora en adelante seré como un perro fiel para usted, llámeme cuando me necesite y apareceré al instante. – Añadió rápidamente dejando el cepillo en su lugar, cerrando la puerta del cubículo donde Epona ya se había echado sobre la paja para descansar luego de un ajetreado día. El muchacho pasó frente a su patrona, que aun montaba a Bucéfalo, pero no alzo la vista, continúo caminando hasta la salida del establo y cuando estuvo en el borde de la salida paro en seco, como si hubiese olvidado algo por decir. Permaneció ahí de pie, en silencio por algunos instantes y finalmente hablo. – Acepto su regalo. – Inquirió seguro de si mismo, sin girarse para verla a los ojos, ya que en el fondo seguía pensando que era una locura el regalar a un animal de esa categoría. Sin embargo, no podía negar que la deseaba, que se había enamorado de ese grandioso animal desde el primer momento que le había visto y que no le guardaba rencor alguno por haberlo hecho pasar por ese embarazoso momento luego de su escape. Quizás si no hubiese sido por ella y lo ocurrido no habría tenido la oportunidad de conocer a su patrona… - Buenas noches. – Añadió rápidamente y finalmente salio del establo con pasos firmes a pesar de la oscuridad que le impedía ver con claridad por donde caminaba. Una sonrisa se dibujo en sus labios, una que solo dejaba entrever una sola cosa: la suerte con la que había corrido en un solo día.
Pierrot Quartermane- Humano Clase Alta
- Mensajes : 100
Fecha de inscripción : 16/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Temas similares
» Bienvenido a mi humilde morada (Pierrot)
» ¿Un café? [Pierrot]
» ¿Me has descubierto? ---> Pierrot
» Encuentro fortuito ... (Pierrot)
» Dulces sueños. [Pierrot]
» ¿Un café? [Pierrot]
» ¿Me has descubierto? ---> Pierrot
» Encuentro fortuito ... (Pierrot)
» Dulces sueños. [Pierrot]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour