Jardín de Schneider (privado) [+18]

Cercado en todo su límite por una alta valla metálica negra acabada cada estaca en una afilada punta se podía vislumbrar desde el exterior tan solo el inicio de lo que formaban los grandes y hermosos jardines que rodeaban la mansión de Samael Scheneider. Numerosos árboles de pobladas ramas forman un pequeño bosquecillo que impide que las miradas curiosas traspasen mucho más lejos de sus troncos. Impidiéndoles ver el tesoro interior. Una extensión llena de diferentes flores y algunos árboles frutales componen la mayor parte de los terrenos, habiendo algunas zonas empedradas creando un pequeño espacio donde poder tomar el té los días cálidos de primavera.
Y destacando más que las flores una inmensa cantidad de colores alados surcan los aires del jardín revoloteando de forma grácil entre todas las plantas del lugar.

Por una de las puertas traseras salió el dueño de la mansión vestido con unos ceñidos pantalones negros, unas botas hasta la pantorilla y sobre su holgada camisa blanca un chaquetón color verde oscuro preciosamente bordado para protegerle del frío.

Era muy temprano por la mañana, el frescor del amanecer era más que palpable pero él adoraba esa temperatura y ese frescor. Le hacía sentirse vivo... algo que pocas veces ocurría en los últimos años.

Nada más salir una gran cantidad de las mariposas que rondaban se acercaron a él posándose algunas sobre sus hombros y cabellos.

- Buenos días mis hermosas hadas.. amanecieron bien hoy?.-

Les preguntó con tono ligeramente jovial, algo inusual en él. Caminando con sumo cuidado de no pisar ninguna mariposa y evitando también todo lo que podía las flores se puso a revisar los rosales que tenía en el jardín. Con el frío el lugar estaba mucho menos colorido y vivo que de costumbre pero había una rosa que se había adelantando a su tiempo y Samael salía cada día a contemplar su avance.

- Aún es un capullo.. pero uno muy fuerte.-

Susurró como si le hablara a la pequeña mariposa de color marrón claro que se había posado sobre la rosa.


Sintiéndose en paz y a gusto consigo mismo y su enterno, Samael no podía ni imaginarse de que manera iba a ser perturbada su tranquilidad.

Hacia tres días que le había llegado un caso de gran importancia, al parecer un hombre poseedor de una fortuna casi imaginable había muerto asesinado y nadie tenía ni idea de porque,la cantidad de sospechoso era tan grande que ni siquiera su familia podía ser eliminada. Y por ello Zaia no debía de descartar ninguna zona de la ciudad ese hombre se movía demasiado y todo por negocioso. Parecía ser que la ultimo lugar en el que había estado era la zona residencial, con la intención de visitar aun gran cliente suyo.

Corría como loca entre las piernas de las personas, produciendo gritos o suspiros ante su belleza simpática y es que la gineta tenia un aspecto tan extraño y nunca visto, que producía asombro. Cabeza alargada grande ojos y una cuerpo moteado, acompañado de una larga y peluda cola.

Sus pasitos rápidos y continuos finalmente le llevaron hasta su destino, que provoco en ella una gran ansiedad. Ante ella se encontraba un verdadero parque de atracciones felino, cientos de mariposas de muchos colores revoloteaban de arriba bajo, produciendo unos círculos hipnóticos.

-Mariposa, mariposas, mariposas- que traducido al idioma animal no era mas que unos ruiditos realmente simpáticos.

Su larga cola se movía hacia los lados enérgicamente, la diversión estaba apunto de empezar. Saltando entre la fresca hierba, atrapaba a las mariposas en su boca, las cosquillas que le producían le gustaban tanto. Sus alitas le golpeaban sus dientecitos, y las risillas del animal escapaban por entre el lugar.

De repente de salto en salto y cuando su boca ya no podría albergar mas insectos, divido un hombre de edad adulta realmente apuesto. Llamaría su atención con sus trucos, además le gustaba ser acariciada y mimada por todos. Velozmente se coloco ante el, tiesa como un palo apoyándose en sus patitas traseras y usando su cola como ayuda. Que graciosa se veía con los mofletes hinchados y en aquella postura.

Escupió una de las tantas mariposas que tenía, era de un color verde esmeralda, aunque la pobre había perdido su belleza recubierta de babas. Zaia ladeo la cabeza, y eso era signo de que quería caricias por su actuación.

Tras contemplar la flor se había girado con intención de dirigirse hacia los naranjos que había en una zona apartada del jardín pero sin poder dar ni siquiera un paso se encontró frente a él con un simpático animalito que no había visto nunca.

Le extraño ver a un animalito por su jardín porque lo cierto es que no solían colarse ninguno, además que no conseguía recordar siquiera si conocía el nombre de ese pequeña especie de felino o roedor que tenía frente a él.

Esbozando una leve sonrisa en sus carnosos labios se agachó con movimientos pausados y la mano baja para no asustar al animal intentando evitar que este se sintiera ni lo más minimamente amenazado. Obviamente Samael ni se imaginaba que aquel animal frente a él se tratara realmente de una chica. Aunque el estubiera dentro de la "especie" de los cambia-formas no tenía conocimiento de que existieran otros como él, y menos aún de que estos pudieran convertirse directamente en animales.

- Hola pequeño... como estás? eres un animalito realmente a...-

Vio como escupía a una de sus preciadas mariposas y su expresión cambió completamente a una horrorizada y enfurecida.

-ASESINO!! QUE HAS HECHO CON MIS PRECIADAS HADAS!!.-

Con un movimiento rápido agarró al animal por su peluda cola y colgándolo boca abajo empezó a sacudirlo de arriba a abajo con fueza.

- ESCÚPELAS!! ESCÚPELAS TODAS BICHO!!.-

Samael adoraba a los animales, pero no tanto como a sus preciadas mariposas y arañas. Aquel pequeño animal había conseguido algo muy raro de ver: un Samael totalmente alterado, enfurecido y alzando la voz.

Pero porqué se enfadaba había cientos de mariposas. Su padre tenía razón las apariencias engañan, el hombre bueno y paciente, estaba lleno de furia y rabia, y por ello ahora le movía de arriba abajo de una forma desagradable que le produjo eructar de nuevo, escupiendo otro mariposa mas bella que la anterior. La verdad, dejaría su caso para ayudar a este señor, necesitaba alguien que le enseñase alejarse y Zaia... era la menos indicada.

Con sus finas uñas araño sus manos, y finalmente consiguió escapar, aunque no estuvo tranquila hasta notar que todas sus patas tocaban la fresca hierba. Tiesa de nuevo, intentó arreglar la situación pensando que sí resultaba otra vez simpática,pues aun no comprendía como no le podía haber gustado su regalo si estaba rodeado de mariposas.

El tipo de tonterías que la rubia iba comenzar hacer, era habituales cuando se encontraba aburrida en su despacho y el caso que debía resolver era realmente difícil. A decir verdad resultaba asombroso las estupideces que llegaba a saber hacer cuando se encontraba, desde bailar con un gorro hasta subirse sobre una gigante pelota, como los animales de circo.

Se decanto esta vez por el baile, los pasos se los sabía de memoria y además algunos le habían costado mucho tiempo aprenderlos, las patas de las ginetas no eran tan fáciles de manejar como parecían, de algo le tendría que servir el tiempo perdido.

Realizo un par de gruñidos a modo de suspiro y comenzó su baile. Era todo un espectáculo ver como aquel exótico animal baila como una persona varios pasos típicos de los cabarets.

No era verdad que el hombre estubiera lleno de ira, rabia o sentimientos similares. Era un hombre bastante tranquilo que, a pesar de su nostalgia y melancolía, vivía en paz con el resto del mundo. Pero atacar a a una de sus preciadas mariposas hacía que su vena protectora emergiera. Puede que para muchas personas no fueran más que simples insectos alados de colores bonitos... pero para él eran mucho más.

Soltó al animal intentando calmarse aunque sin poder evitar mirar con tristeza el cadaver lleno de babas de lo que antes había sido una vivaz mariposa. La tomó con cuidado y la dejó sobre la repisa de una ventana abierta donde no tardaron en acudir unas cuantas arañas. Si la muerte era irremediable, por lo menos que diera vida a otros.

Al volver su vista hacia el simpático, aunque a su vista cruel, animal moteado puso de nuevo cierta expresión de horror al ver com salía otra maripos de su hocico, aunque por suerte esta seguía viva y consiguió planear hasta la mano extendida de Samael donde detuvo su vuelo para descansar y recuperarse.

El mayor bajó de nuevo la vista viendo como el curioso animal estaba realizando unos pasos de bailes que no parecían nada naturales.

-¿Se habrá escapado del circo? Tiene pinta de ser un animal bastante exótico por estos lares, y además sabe hacer trucos.-

Pensaba mientras miraba extrañado el simpático baile.

- Si animalito... parecerás todo lo simpático y adorable que quieras.. pero a mi sigues pareciéndome un asesino.-

Habló con su habitual tono de voz bajo pero audible y ya con una entonación que demostraba que se había calmado de nuevo.

Un asesino, ella era la chica que los atrapaba, ella era toda un heroína del estado, su trabajo era alagados por muchos,no tenía nada que ver con esos sucios malvados de mentes perturbadas que depreciaban la vida ajena y se dedicaban a jugar con ella creyéndose dioses. Lo detestaba y esa era una de las tantas razones por las que había credo su propia oficina de investigación, quería conseguir el bien total y nadie se lo impediría.

Alzó una ceja, el baile siempre funcionaba a todo el mundo le gustaba su baile, menudo desagradecido, aun encima de que no tenía que haber pagado por ello se quejaba. Comenzaba a desagradarle bastante aquel extraño personaje de aspecto pacientes y sereno. Había echo todo lo posible por alegrarle un poco se veía demasiado pálido, probablemente estaría enfermo. A decir verdad a pesar de esa palidez, era un hombre realmente apuesto y lo mas importante para Zaia, mayor, y es que aquella rubita tenía un horrible complejo de lolita, muy peligrosa para ella y para los de su alrededor, no era la primera vez que fastidiaba un caso por dejarse llevar por la lujuria.

Bueno, la situación no estaba perdida aun quedaba su forma humana. No era muy buen idea revelarse su identidad pero seguro que aquel hombre no diría nada. La gineta se quedo quieta, y tras un leve sonido apareció una joven delgada totalmente desnuda sobre la hierba. Zaia poseía un cuerpo algo aniñada con ciertos indicios de mujer como eran sus pechos y sus curvas.

-Tachan la magnifica zaia vanilla, le saluda- dijo orgullosa sin darse cuenta claro esta de su desnudez. Siempre se olvidaba de ello, era muy difícil evitarlo- Oh venga no se enfade, simplemente estaba jugando...amigos- guiño uno de sus ojos y con toda valentía se tiró sobre el abrazandolo con la simple intención de calmarlo, cosa que posiblemente no hizo.

Mientras la joven cavilaba manteniendo su aspecto animal Samael aún estaba medio agachado hacia el suelo quedando más a la altura del exótico felino. No pensaba en nada en particular, tan solo observaba sus ojos animales como viendo que había una mente, mas o menos, racional.. o eso era lo que le estaba pareciendo y le resultaba algo bastante curioso.

Como parecía que el animal no iba a hacer nada más le hizo un gesto con la mano para que se fuera esperando que se marchara de su jardín sin comerse ninguna otra mariposa. En realidad le gustaría darle de comer, y si no tenía dueño también quedárselo. Pero ya había intentado con anterioridad tener mascotas y no había tenido muy buenas experiencias con eso comprobando que los perros y los gatos no eran compatible con sus habilidades. En el jardín los perros se habían dedicado, igual que la gineta que estaba frente a sus pies, a jugar con las mariposas y a metérselas en la boca. Y por su parte en casa los gatos tomaban a las arañas como juguetes en cierto modo y las aplastaban y perseguían para atraparlas. Tras esos encuentros tubo que regalar a esos animales con cierta lástima, aunque cuidó de que llegaran a un buen hogar por lo que por eso estaba tranquilo.

Seguramente si daba de comer a la gineta esta volvería en otra ocasión que tuviera hambre, y quizás con la mala suerte de que traería a más amigos con ganas de jugar con sus preciosas hadas... Le encantaban los animales pero.. tenía que elegir.

Justo cuando se incorporó dispuesto a seguir con sus tareas en el jardín oyó un extraño ruido antes de girarse que le hizo quedarse parado en el sitio. Aunque después pensó que habría sido mejor girarse. Frente a él había aparecido de la nada una jovencita bastante más baja que él, con un rostro realmente agraciado y una figura fina y armoniosa.. figura que podía ver bien.. demasiado bien.

El hombre, pudoroso y tímido como pocos, se había quedado paralizado en el sitio y por inercia había apartado la mirada, por lo que no pudo ver llegar el abrazo ni tampoco a evitar que la jovencita se le tirara encima de esas maneras.

Su pálido rostro no tardó en dejar de parecer tan enfermizo pasando a compararse mejor con un tomate en completa maduración. El hombre movía sus brazos alterado queriendo apartar a la joven pero sin atreverse a dirigir sus manos hacia ese cuerpo desnduo por si tocaba algo indebido. Por suerte aquella muchachita pesaba realmente poco y él era un hombre lo suficientemente corpulento como para que el impulso del salto no le hiciese caer.. aunque con los movimientos tan torpes que estaba haciendo era bastante probable que acabara perdiendo el equilibrio como eso siguiera así.

- oh mein got!! por favor señorita suelteme.-

Decía alterado con la vista hacia arriba evitando así ver nada.