AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
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Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
- ¡Ramsés! ¿Estás seguro de que quieres ir solo?
El joven asintió sonriente, asiendo con fuerza la correa que mantenía enrollada en su mano. La panadería que se encontraba en la esquina había atraído la atención de Drako, su perro guía. Uno que siempre lo arrastraba hasta lugares empalagosos. El olor de la mantequilla, de la fresa y la miel, eran perfectos para su olfato y terribles para su bolsillo. Ramsés prefería no mantener consigo las pocas monedas que le quedaban como ganancias de las presentaciones en las que su patrón trabajaba; porque aunque vivía en una pequeña tienda junto a otro de los empleados, tenía que pagar por ese techo y, desde luego, por la comida que ingería. Así que, dado que hoy era su día libre, había buscado bajo su desplumada almohada un par de monedas que gastaría en algún dulce camino a su destino. Mientras se encargaba de no ceder la correa y otorgarle a Drako la libertad que buscaba, Ramsés fue consciente de que no podría continuar luchando contra su fuerza por mucho tiempo. – ¡Quieto! Como si su amigo pudiese leer lo que tenía en mente, ladró una y otra, y otra vez. Los transeúntes se detenían y aunque él no podía mirar sus rostros, las voces que se mezclaban tras su espalda les delataban. Bienvenido revuelo, adiós silencio; Ramsés estaba acostumbrado a ello. Lejos de importarle, sintió ese agradable serpenteo por sus venas... Era su adrenalina aumentando... Lo que ellos veían era un espejismo, podían sentir lástima por él, podían molestarse por tener que caminar a su lado, por tener que aguantar su presencia, incluso por tener que hacerse a un lado. - ¡¿Pero qué demonios?! Habló con fuerza, su voz rayando en la risa, sus facciones alegando la felicidad que sentía. En su pecho creció ese impulso que le hizo soltar la correa y sostenerse de su bastón, escuchando las pisadas de Drako sobre le calle... El calor que invadía a su piel no era solo producto de los rayos de un día asoleado, era el calor que dejaba el esfuerzo dado.
- Será mejor que me acompañes, Drako no regresará hasta que...
La voz del panadero crepitó en el aire, una colisión que hizo que las habladurías a su alrededor se dispararan si fuese posible aún más. Alejandro, su compañero de trabajo, le había llevado con el pretexto de que necesitaba comprar algo. Ramsés le respetaba pero no se dejaba engañar, aquélla mentira era solo para asegurarse de que llegaba bien. El orgullo de su amigo era suficiente para no hacerle decir más, el suyo tampoco lo permitía. Era el quien le había conseguido a Drako y se encargaba de alimentarlo y aunque Ramsés prefería valerse por sí solo, resultaba una ventaja en estos momentos. - ¡Vamos! Le apuró y, segundo después, era arrastrado por el brazo entre la muchedumbre que se había juntado al escuchar los gritos del panadero. - ¡Tienes que pagar por los daños! La voz masculina bajaba sus decibeles conforme se alejaban. - ¡Sé donde encontrarte! Ramsés ya hiperventilaba al igual que su amigo. ¡Demonios! Se sentía como si hubiesen estado corriendo durante horas. Las fragancias de las flores llenaron sus pulmones y supo de inmediato donde se encontraba. Ramsés inhaló con fuerza y exhaló. Repitió aquél proceso varias veces. Tocar, oler, sentir su suavidad era algo que siempre le había gustado. – Yo... Eh... Iré a buscar a Drako. Su amigo sabía que era momento de dejarle solo. Pero Ramsés ya estaba caminando, sumergido en el perfume y la mezcla de olores, su bastón era todo lo que necesitaba... Dado que no era la primera vez que iba a su lugar favorito en toda tierra Parisina, podía caminar sin preocuparse. ¿Qué era lo peor que podía pasarle? ¿Clavarse una espina? ¿Aplastar una flor? Se detuvo al escuchar correr el agua... – La fuente... Susurró, buscando a través del aire la forma que sus dedos habían cincelado desde su primera visita al Jardín Botánico.
Invitado- Invitado
Re: Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
Cannette Arsenics
Su mirada se clava en la nuca de su hermana. Aún no encontraba las palabras apropiadas para dedicarle, esta más que consiente de las decisiones que Ankhiara había tomado y no la haría cambiar de opinión. Inútil fue tratar de persuadirse. Se sumerge en las pocas posibilidades que ambas tendrían en un lugar como ese, si bien no se trata de un par de prisioneras más, las dos pueden correr libremente durante el día, la noche, a cualquier hora en que se les ocurra y para cualquier parte. Pero las cárceles no siempre tienen barrotes, existen algunas que se tiñen de con carmín y esa era su paga por el servicio que tenía en esa residencia. Maldecía mil veces la hora en que su hermana acepto el trato con ese miserable vampiro. Cannette no es tonta, sabe perfectamente lo que entre Ankhiara y Lucern existe. Ignorar los hechos le causa el menor de los daños, prefiere ser indiferente ante esos bestiales encuentros que gastar su energía en luchar.
No puede seguir soportando el silencio que les separa, se pone de pie y simplemente desaparece de la habitación. Está cansada de que su hermana le mire con ese desdén, se fastidia la vida dando golpes entre los muros, sangrando internamente. Solo eran ella y Ankhiara, pero ahora... - ¡Basta! - Exclama con el afán de que todo el mundo le escuche, no le importa quedarse más en ese silencio abismal - Iré a merodear. ¡No! No te pido permiso, te estoy avisando Ankhiara... - Grita desde uno de los pasillos, adelantándose a cualquier replica por parte de su gemela. Sí, el clon que se quedo en la habitación es bastante posesivo para con ella. Nunca la deja salir sola desde aquella vez en que fue atacada por un licántropo. - ¡Necesito estar sola Ankhiara! - Su hermana no lo comprendió pero por ese gran amor que le profetizaba dejo que Cannette se marchara de lo que se ha convertido en su ¿hogar?
Fuera de esas murallas la luz del sol era tan maravillosa que el frío parecía tan solo un murmullo comparado con el ardor que sentía en su piel, un mal recuerdo quedado en las cuatro paredes de la residencia. Con una sonrisa en sus labios se escabulle entre el territorio que aún formaba parte de la mansión, juega a correr en los campos, Extiende sus brazos y acaricia la libertad que creyó perdida, abre sus fosas nasales para embriagarse con el efluvio de la mañana. Es feliz, por vez primera desde su mudanza es feliz. Sus pies se mueven rápidamente, uno delante del otro; es una danza que pronto le arrastra hasta las calles de París. No se detiene y aún brinca de un lado a otro sonriendole a la vida, es una sílfide entre la multitud, sus colores contrastan con el gris del gentío, su melena es el fuego que arde en el abismo de la monotonía.
Los murmullos se hacen presentes, las habladurias están a la orden del día, pero no le importa. Cada dos o tres personas critican las formas que toman sus atavíos en el aire con cada nueva zancada que realiza. Sin saber como llega hasta el jardín botánico. Sus ojos se iluminan con la combinación de colores. Se adentra jugando con sus manos, rosando los pétalos, aspirando las fragancias. Vigila las cercanías y como nadie más la ve, hace uso de su magia para darle vida a unas flores ya marchitas. - No se mueran, ya estoy aquí... Eso, eso... Ven que hermosas son - Les habla con cariño como si se tratase de otro humano y no está muy segura de tratar de esa manera a los mortales. Pero de entre todas las flores una llamo mucho su atención, una rosa muerta. Se supone tiene que tener un color rosa, rojo e inclusive blanco pero esta era púrpura y ya estaba seca. Un augurio quizá - No, no, no.... - Niega con su cabeza estirando su mano para arrancar esa flor, pero las espinas pinchan su dedo y la sangre comienza a salir de la herida - ¡ Maldición! - Exclama, sin temor a lastimarse de nuevo, alcanza la rosa. Aparca de ella a todas las demás flores. Sus pasos se dirigen hasta la fuente, pues el agua es el conductor universal y si desea saber que significa esa rosa pútrida rodeada de vida, necesitaría un poco de agua.
Cruza el campo sin darse cuenta que hay alguien delante de ella, choca. Pero no es una colisión normal. Las espinas de su flor, se han clavado en el pecho de un extraño, espinas que no son comunes en su esencia, estás son más pétreas, grandes e incluso venenosas... - No - Se pierde un susurro en sus labios.
{FDR: Perdona si ha salido largo, tengo que tener consideración ya que no puedes ver (?) xDD}
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 03/07/2010
Re: Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
En el silencio que le rodea se puede saborear la vida que existe y pocos perciben, su camisa es aplastada por las ráfagas de un viento que remueve su cabello y acaricia las facciones de su sonriente rostro. Conforme su mano toca las rugosidades que le dan una forma a la fuente, puede sentir la mano de una anciana sobreponiéndose a la suya. – Tiene la forma de un ángel. El tiempo ha regresado en esas palabras que escuchó cuando era solo un niño perdido, muerto de hambre y con frío. – ¿Un ángel? Podía oír su voz rasposa y temblorosa. El Ramsés adulto relajó su ceño, ese que había estado frunciendo desde que había llegado hasta la fuente. El Jardín Botánico no solo era el lugar favorito para él, su pasado había encontrado el lugar perfecto para enterrar su pasado como un tesoro, esperando el regreso del capitán para mostrarle el camino correcto. – Sí. Un ángel.... como tú. Esas últimas palabras había sido un traspié y mientras apartaba la mano de un tirón y chocaba con la anciana para escapar de esas tontas palabras, en el silencio que reinaba su voz temblorosa había desaparecido, siendo reemplazada por la voz de un desconocido. – No soy un ángel. En su mente se deslizaron las palabras aborrecidas de un padre, en su cuerpo se reflejaban los moratones de un golpiza no merecida. – Usted miente. El niño había tropezado y caído. Maldijo y se levantó con las lágrimas cayendo de su rostro. Ramsés apartó la mano de la estatua y dio un paso hacia atrás. ¿Por qué le gustaba ir a ese sitio? ¿Era un masoquista? Sabía que Alejandro no le entendía, pero él sí lo hacía. Ese lugar era su nexo al pasado...
Sus hombros se relajaron conforme el sonido de sus latidos se acoplaba al sonido que producía el agua. – Los ángeles no existen... Una a una, las palabras se abrieron paso en su mente, invadieron las razones por las que él no se sumía en esa vida intranquila. La oscuridad reinaba, pero él tenía lo que cualquier humano jamás tendría: la capacidad para interpretar, la capacidad para inventar, la capacidad para decir, así quiero que sean y así he de creérmelas. Es fácil darse cuenta de que el silencio es roto cuando estás sintonizándolo, el pasto le decía que había alguien merodeando, el aire embistió con la fragancia a rosas, a orquídeas y algo más que aún no podía diferenciar. Se maravilló con la voz que el viento transportaba abrazado y tras aquélla afirmación que su yo pequeño le había dicho de nuevo, Ramsés se dijo que si existían no se parecían a él pero seguramente tendrían la voz de esa mujer que hablaba con las flores. Selló sus labios, ladeó la cabeza tratando de localizar de dónde provenía y evitó moverse para seguir escuchando. Si ella hablaba con esa libertad era porque no sabía que él estaba por ahí y lo que escuchaba le gustaba... Suave, delicada, amable... Negó con la cabeza y sonrió al imaginar que se sentía como Drako hacía un rato, yendo tras... Se movió lentamente, la voz se acercaba hacia donde estaba él... Quizás fue rápido o muy torpe - lo segundo no sorprendería a nadie – porque tropezó con la persona que portaba esa voz tan angelical. Sintió unas pequeñas punzadas en su pecho, su camisa era muy delgada y si se extrañó, lo negó. – Disculpa. ¿Cuántas veces se había disculpado por tropezar con alguien? ¿Cuántas veces le habían maldecido por “no fijarse”? Esta era la parte en que le miraban al rostro y notaban el porqué...
{FDR: No hay problema, siéntete en libertad de tratarme como un igual xDDD}
Invitado- Invitado
Re: Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
La mirada de la bruja se cristaliza al sentir como esas malditas espinas se han clavado en el pecho de alguien más. Escucha la disculpa, niega con su cabeza, no fue culpa de él. Se aparca lentamente observando como las pequeñas gotas de sangre se plasman en la camisa del hombre, suspira y se pierde en sus propios pensamientos, detestaba cuando sus acciones afectaban a las demás personas, gente inocente que su único pecado es haberle conocido en el momento menos indicado. Susurros inentendibles se escapan de sus labios, seguramente eran maldiciones para si misma o alguna disculpa temerosa por haberlo lastimado. Cannette fácilmente podría curar esas heridas con un poco de magia pero ¿Quién en su sano juicio permitiría que una bruja lo tocase? Se muerde el labio inferior, sus mejillas se llenan de sangre y toman un color rosado. La rosa se cae – No, ha sido mi culpa no me fije por donde corría y ahora esta herido ¡Dios! – Sus movimientos son desesperantes y rápidos, se puede notar como su respiración se ha acelerado un poco, al igual que los latidos en su corazón. Teme levantar la mirada y encontrarse con un para de ojos juiciosos, es una maldita pordiosera que ha irrumpido en la tranquilidad de alguien más.
Rasga sus faldas e improvisa un pañuelo – Permítame por favor – Apenas termina la frase y ya se encuentra secando la sangre con su ropa. Palpando su pecho, justificando su torpeza con ese intento de remediar las cosas. El viento les envuelve en un remolino descomunal, su cabello se enmaraña por encima de su cabeza dejando que su perfume le llegase al individuo en cuestión. Cannette siempre despide ese aroma tan sutil, tan embriagadoramente dulce, una flor quizá puede igualar su esencia pero jamás podría dedicar el calor que de ella también emana – De verdad, lo lamento muchísi… - Suspende la frase cuando levanta la mirada y se da cuenta de algo que jamás hubiese imaginado. Los iris en sus pupilas son completamente blancos, profundos, intensos, inexpresivos. Su cuerpo se congela, su rostro se inmuta. Siente un fuerte deseo por tocar sus mejillas, por acariciar su rostro ¿Por qué? Simple, si lo hace podría saber que es lo que el chico esta pensando en ese momento. No deseaba atacarlo con las mismas palabras que seguramente escucharía a diario, no tiene la intención de hacerlo sentir mal, no sabe que hacer… Simplemente no sabe que hacer. Se queda allí, estática sin poder mover un solo músculo, inclusive su respirar ha cesado. Sí, ese muchacho conocería el lado más tímido de la bruja. El nudo de su garganta aparece, la voz se le ha perdido, para ella es bastante incomoda esa situación. Para él, nada nuevo.
Rasga sus faldas e improvisa un pañuelo – Permítame por favor – Apenas termina la frase y ya se encuentra secando la sangre con su ropa. Palpando su pecho, justificando su torpeza con ese intento de remediar las cosas. El viento les envuelve en un remolino descomunal, su cabello se enmaraña por encima de su cabeza dejando que su perfume le llegase al individuo en cuestión. Cannette siempre despide ese aroma tan sutil, tan embriagadoramente dulce, una flor quizá puede igualar su esencia pero jamás podría dedicar el calor que de ella también emana – De verdad, lo lamento muchísi… - Suspende la frase cuando levanta la mirada y se da cuenta de algo que jamás hubiese imaginado. Los iris en sus pupilas son completamente blancos, profundos, intensos, inexpresivos. Su cuerpo se congela, su rostro se inmuta. Siente un fuerte deseo por tocar sus mejillas, por acariciar su rostro ¿Por qué? Simple, si lo hace podría saber que es lo que el chico esta pensando en ese momento. No deseaba atacarlo con las mismas palabras que seguramente escucharía a diario, no tiene la intención de hacerlo sentir mal, no sabe que hacer… Simplemente no sabe que hacer. Se queda allí, estática sin poder mover un solo músculo, inclusive su respirar ha cesado. Sí, ese muchacho conocería el lado más tímido de la bruja. El nudo de su garganta aparece, la voz se le ha perdido, para ella es bastante incomoda esa situación. Para él, nada nuevo.
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 03/07/2010
Re: Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
Sus compañeros de trabajo, los niños con los que se sienta a orillas de la calle a comer un pedazo de pan, las ancianas con las que le gusta platicar, incluso aquélla cuenta cuentos que le atrae como si se tratara de la sirena y él un tripulante del navío, habrían tenido un atisbo de la sonrisa que delinea los labios de Ramsés al escuchar el sonido musical que proviene de labios de la mujer frente a él. Es embriagantemente pícara, pero... ¿qué sabe Ramsés sobre sonrisas? Sabe tan poco como de los matices que colorean todo lo que puede tocar u oler. Son ellos los que expresan lo que sus oídos le ruegan, es un cumplido y una sincera forma de pedirle que continúe embelesando de las notas musicales que musita, al viento que le acaricia. Le ha pasado en otras ocasiones, se ha enamorado de la voz de una extraña y el hecho de saberlo le provoca un escozor en su pecho; ¡no quiere perdérselo! ¿Cuántas horas serán esta vez? ¿Una? ¿Dos? ¿Tan solo tres? Su sonrisa se transforma en una media sonrisa tras las primeras palabras de esa misteriosa mujer. ¿Misterio? Eso es exactamente lo que encierra. No son todos, ¿un misterio para él? Quizás, pero es en esa voz tan melódica que encuentra la contradicción a una regla a la que se ha aferrado desde su nacimiento. Todo es un misterio y es él quien tiene el poder para adentrarse en ese tipo de aventuras... Clandestinas, vivaces, metódicas, transformistas, peligrosas...
En su voz encuentra la tranquilidad que le da escuchar el canto de los pájaros anunciando el nuevo día o, como él siempre suele pensar, cantándole al Sol que les ilumina. Cada sílaba que suelta revela que ha estado en lo correcto. Ramsés se burla de su yo interno, le suelta una carcajada de frente y le bufa socarronamente. ¿Infantil? Desde luego, Ramsés siempre está interactuando con ese niño que llegó solo a Paris, mostrándole siempre lo lejos que han llegado, recordándole que no son mas aquél desamparado ser que tenía que mendigar para poder comer. Su media sonrisa pronto se borra. ¿Finge? Si sigue sonriendo como un idiota – sí, esa es la palabra que su compañero de habitación suele llamarlo - con cada palabra que la mujer expresa, podría terminar molestándole y, estaba seguro que lo que quería era escuchar ese mismo tono que había utilizado con las flores, siendo dirigido hacia él; no un tono que expresara su disgusto por creer que sus palabras no le importaban en absoluto. ¿Por qué? No lo sabía en ese momento y, seguramente no lo sabría el día siguiente ni el próximo; Ramsés estaba lejos de comprender la importancia del encuentro con esa mujer.
– ¿Herido? Preguntó por inercia. Desde luego que no lo estaba y, hasta donde él sabía... – Fue solo un... El sonido de la tela rasgándose abrió una brecha en el viento. – Pero que está haciendo, se precipitó, moviendo su mano frente a él para poder tocarle. Varias cosas pasaron en el momento en que su mano tocó su antebrazo. Ramsés fue consciente de la tibieza que emanaba de ella, percibió su aroma con grandeza y, un extraño dolor se intensificó en su pecho. Hizo una mueca y... cuando ella detuvo sus palabras, sus labios formaron palabras que no pudieron ser contenidas. – Solo... sigue hablando. Esa voz masculina era ronca ahora, el dolor podría haberse leído en su frente pero Ramsés no podía comprender el motivo de ese comportamiento en su cuerpo. Se había alimentado, si bien su cuerpo era flaco, no se había sentido así desde... ¡Jesús! El sudor cubrió su frente y apartando su mano con rudeza, dio unos pasos hacia atrás... Ser independiente, cuidar de sí solo era por lo que había luchado con tanto ímpetu. Pero todo fue un error, Ramsés no podía pensar con claridad y, desde luego que olvidó donde se encontraba varado. La fuente tras él no se movería solo porque él necesitase espacio y, tropezando sin poder aferrarse a algo, cayó... encontrando que el agua fría, no calmaba el calor que se reproducía en su interior...
En su voz encuentra la tranquilidad que le da escuchar el canto de los pájaros anunciando el nuevo día o, como él siempre suele pensar, cantándole al Sol que les ilumina. Cada sílaba que suelta revela que ha estado en lo correcto. Ramsés se burla de su yo interno, le suelta una carcajada de frente y le bufa socarronamente. ¿Infantil? Desde luego, Ramsés siempre está interactuando con ese niño que llegó solo a Paris, mostrándole siempre lo lejos que han llegado, recordándole que no son mas aquél desamparado ser que tenía que mendigar para poder comer. Su media sonrisa pronto se borra. ¿Finge? Si sigue sonriendo como un idiota – sí, esa es la palabra que su compañero de habitación suele llamarlo - con cada palabra que la mujer expresa, podría terminar molestándole y, estaba seguro que lo que quería era escuchar ese mismo tono que había utilizado con las flores, siendo dirigido hacia él; no un tono que expresara su disgusto por creer que sus palabras no le importaban en absoluto. ¿Por qué? No lo sabía en ese momento y, seguramente no lo sabría el día siguiente ni el próximo; Ramsés estaba lejos de comprender la importancia del encuentro con esa mujer.
– ¿Herido? Preguntó por inercia. Desde luego que no lo estaba y, hasta donde él sabía... – Fue solo un... El sonido de la tela rasgándose abrió una brecha en el viento. – Pero que está haciendo, se precipitó, moviendo su mano frente a él para poder tocarle. Varias cosas pasaron en el momento en que su mano tocó su antebrazo. Ramsés fue consciente de la tibieza que emanaba de ella, percibió su aroma con grandeza y, un extraño dolor se intensificó en su pecho. Hizo una mueca y... cuando ella detuvo sus palabras, sus labios formaron palabras que no pudieron ser contenidas. – Solo... sigue hablando. Esa voz masculina era ronca ahora, el dolor podría haberse leído en su frente pero Ramsés no podía comprender el motivo de ese comportamiento en su cuerpo. Se había alimentado, si bien su cuerpo era flaco, no se había sentido así desde... ¡Jesús! El sudor cubrió su frente y apartando su mano con rudeza, dio unos pasos hacia atrás... Ser independiente, cuidar de sí solo era por lo que había luchado con tanto ímpetu. Pero todo fue un error, Ramsés no podía pensar con claridad y, desde luego que olvidó donde se encontraba varado. La fuente tras él no se movería solo porque él necesitase espacio y, tropezando sin poder aferrarse a algo, cayó... encontrando que el agua fría, no calmaba el calor que se reproducía en su interior...
Invitado- Invitado
Re: Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
Si el rugir de una montaña al sentir el abrigo el viento pudiese escucharse, si tan solo las olas del mar hablaran para musitar los secretos de sus profundidades, si el fuego despidiera sus lenguas con una nota musical en el fondo, si el felino del bosque pudiese hablar… Sin duda alguna sería idéntica a su voz. Lo gutural en su garganta traspasa las barreras del vacío que los separan, se arremolinan en los oídos de la bruja y se aventuran hasta los aposentos de su mente. Si pudiese ver su reflejo en el agua de la fuente, encontraría a una mujer completamente desarmada, con la mirada perdida, un trapo sucio y ensangrentado en las manos, sus cabellos siendo testereados por el aire, las mejillas coloradas por el calor de su sangre, su cuerpo temblar por reacciones insospechadas. Ese encuentro le trajo recuerdos a su llegada de Paris y ese chico pelirrojo. No puede actuar como con él, la diferencia es enorme, no está Ankhiara a su lado, él no puede ver…
La arruga en su frente está esculpida por la mano de un ángel, no se ha dado cuenta de esa máscara desagradable que porta. Las facciones de contradicción, confusiones, alteraciones y demás, pintan en su rostro de niña, la imagen de una anciana que y no soporta más la vida. Hay pétalos, rosas y espinas tirados bajo sus pies, el comienzo de algo completamente diferente o el final de la rutina… Es lo mismo, Cannette está inmiscuida en algo nuevamente. Escucha con atención sus palabras, admirando desde el inicio y hasta el final lo que encuentra en su voz. Dibuja en su cabeza esas notas de música y las baña con su propia magia. Los destellos son inmemorables, le gusta jugar con la hechicería. Algo fácil, divertido, fantasioso… Nunca lastimará a nadie, sabe como utilizarla y para que hacerlo, muy al contrario de su hermana.
¿Seguir hablando? ¿Acaso es una broma? ¿Cómo, si las palabras te abandonan? Esas tres preguntas cruzan su cabeza antes de poder siquiera permitir que sus labios se separen, busca alguna idea tallada en su memoria, una frase que pueda decir sin cometer un error, pero todo lo que se le ocurre es en vano. ¡Una chica tímida! Se muerde el labio inferior advirtiendo su delirio verbal. Suspira… Esas pupilas ambarinas se posan en lo alto del firmamento, buscando un punto fijo, un punto neutro. Él se separa con delicados movimientos, dos pasos hacia atrás, ella distraída no advierte la inevitable caída. La melodía del chapoteo en el agua la desconcentra de su escape, gira la cabeza hasta donde ese hombre y su rostro muta. Cambia de ser sereno, con arrugas discretas de confusión a uno lleno de preocupaciones y angustia.
Se aproxima hasta él, extendiendo su mano, esquivando la barrera de la fuente que retiene el líquido transparente. Admira la voluptuosidad de su cuerpo y el de ella. Jamás lo levantaría con una sola mano, con tan poca fuerza. Antes de tocarlo desvía su mirada a todos los rincones del jardín, está tan solitario, tan abandonado. Las únicas ánimas allí son las suyas, las del viento y las rosas… Se inclina despacio para estar frente a su rostro. No imagino pensar de esa forma pero agradecía el que ese chico estuviese ciego o le contrario, se daría cuenta del rubor marcado en sus mejillas, el brillo en sus pupilas, el nerviosismo en sus labios y el escote de su vestuario. Lo toma con ambas manos de los hombros, ayudándose un poco con sus pies apoyados en la barrera, levanta el cuerpo y lo sienta en la misma. – Perdona, perdona, perdona – Es lo único que puede decir.
Sus pies se mueven rápidamente, están inquietos y buscan descargar esa euforia en los espasmos que ejecutan. Los dedos de sus manos se entrelazan entre si, se persiguen, se alcanzan y se matan. Movimientos que, inconsciente ejecuta para distraerse. Lo mira como una madre sobre protectora a sus hijos, como el sol observa desde el cielo las flores que le roban los destellos. Esta preocupada por su salud y eso no solo se nota en su cuerpo, también en la resequedad de su boca, en los latidos de su corazón, el respirar de su pecho… Una ventisca de aire alborota las ramas de los arboles, despoja a las flores de su olor y lo hace volar en un elipse hasta donde se encuentran ellos. Cannette se deja envolver entre los brazos invisibles de este, mientras sus piernas, sus brazos y rostro son acariciados por el mismo, entonces recuerda su egoísmo. - ¿Tienes frío? ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? Lo que sea… - Escupe las palabras tan rápido que muy apenas si se logran discernir entre su fuerte respirar y la voz. – ¡Hay, no…!- Exclama al ver los pétalos marchitos en el suelo. Se inclina para juntarlos, los guarda en sus palmas, los observa sintiendo la textura seca de estos… - yo pretendí salvarlas y ahora están muertas. Yo y mi estupidez - Ignor el hecho de haber maldecido en voz alta.
La arruga en su frente está esculpida por la mano de un ángel, no se ha dado cuenta de esa máscara desagradable que porta. Las facciones de contradicción, confusiones, alteraciones y demás, pintan en su rostro de niña, la imagen de una anciana que y no soporta más la vida. Hay pétalos, rosas y espinas tirados bajo sus pies, el comienzo de algo completamente diferente o el final de la rutina… Es lo mismo, Cannette está inmiscuida en algo nuevamente. Escucha con atención sus palabras, admirando desde el inicio y hasta el final lo que encuentra en su voz. Dibuja en su cabeza esas notas de música y las baña con su propia magia. Los destellos son inmemorables, le gusta jugar con la hechicería. Algo fácil, divertido, fantasioso… Nunca lastimará a nadie, sabe como utilizarla y para que hacerlo, muy al contrario de su hermana.
¿Seguir hablando? ¿Acaso es una broma? ¿Cómo, si las palabras te abandonan? Esas tres preguntas cruzan su cabeza antes de poder siquiera permitir que sus labios se separen, busca alguna idea tallada en su memoria, una frase que pueda decir sin cometer un error, pero todo lo que se le ocurre es en vano. ¡Una chica tímida! Se muerde el labio inferior advirtiendo su delirio verbal. Suspira… Esas pupilas ambarinas se posan en lo alto del firmamento, buscando un punto fijo, un punto neutro. Él se separa con delicados movimientos, dos pasos hacia atrás, ella distraída no advierte la inevitable caída. La melodía del chapoteo en el agua la desconcentra de su escape, gira la cabeza hasta donde ese hombre y su rostro muta. Cambia de ser sereno, con arrugas discretas de confusión a uno lleno de preocupaciones y angustia.
Se aproxima hasta él, extendiendo su mano, esquivando la barrera de la fuente que retiene el líquido transparente. Admira la voluptuosidad de su cuerpo y el de ella. Jamás lo levantaría con una sola mano, con tan poca fuerza. Antes de tocarlo desvía su mirada a todos los rincones del jardín, está tan solitario, tan abandonado. Las únicas ánimas allí son las suyas, las del viento y las rosas… Se inclina despacio para estar frente a su rostro. No imagino pensar de esa forma pero agradecía el que ese chico estuviese ciego o le contrario, se daría cuenta del rubor marcado en sus mejillas, el brillo en sus pupilas, el nerviosismo en sus labios y el escote de su vestuario. Lo toma con ambas manos de los hombros, ayudándose un poco con sus pies apoyados en la barrera, levanta el cuerpo y lo sienta en la misma. – Perdona, perdona, perdona – Es lo único que puede decir.
Sus pies se mueven rápidamente, están inquietos y buscan descargar esa euforia en los espasmos que ejecutan. Los dedos de sus manos se entrelazan entre si, se persiguen, se alcanzan y se matan. Movimientos que, inconsciente ejecuta para distraerse. Lo mira como una madre sobre protectora a sus hijos, como el sol observa desde el cielo las flores que le roban los destellos. Esta preocupada por su salud y eso no solo se nota en su cuerpo, también en la resequedad de su boca, en los latidos de su corazón, el respirar de su pecho… Una ventisca de aire alborota las ramas de los arboles, despoja a las flores de su olor y lo hace volar en un elipse hasta donde se encuentran ellos. Cannette se deja envolver entre los brazos invisibles de este, mientras sus piernas, sus brazos y rostro son acariciados por el mismo, entonces recuerda su egoísmo. - ¿Tienes frío? ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? Lo que sea… - Escupe las palabras tan rápido que muy apenas si se logran discernir entre su fuerte respirar y la voz. – ¡Hay, no…!- Exclama al ver los pétalos marchitos en el suelo. Se inclina para juntarlos, los guarda en sus palmas, los observa sintiendo la textura seca de estos… - yo pretendí salvarlas y ahora están muertas. Yo y mi estupidez - Ignor el hecho de haber maldecido en voz alta.
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 03/07/2010
Re: Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
La ropa que vestía no era más que trapos viejos que le habían regalado: un pantalón descocido, una camisa con botones faltantes y un par de zapatos con la suela gastada. Todo lo que Ramsés portaba gritaba a los cuatro vientos la pobreza que arrastraba. Las personas se alejaban de él por esas dos razones. La primera por ser ciego y la segunda por que nadie quería juntarse con alguien que daba la apariencia de jamás bañarse. Su sonrisa se extendía como costumbre al escuchar como las pisadas aumentaban, cómo se producían choques entre las personas o como el silencio abría grietas bajo la tierra en afán por alejarse de su presencia. Ramsés era muy limpio. No importaba a qué hora terminara su jornada, Drako siempre le guiaba hasta la orilla del río para limpiarse la mugre y el sudor. Esa mañana se había despertado como de costumbre un poco antes de que los pájaros cantaran para aprovechar su día. Sentir el agua acariciando su piel era siempre la gloria divina, pero no lo fue en ese momento. La caída estuvo lejos de ser perfecta, si es que había caídas perfectas. El sonido de la tela rasgándose fue el último sonido que le llegó antes de que su trasero cayera sobre la losa y el agua salpicara por todas partes, ensañándose con la ropa de quien invadía su espacio. El peso sobre sus hombros le advirtió sobre la cercanía de la mujer que hablaba como un ángel y olía a... ¿fresas? Frunció el ceño por un segundo. Dado que solo una vez había probado aquélla fruta y había resultado un manjar, no resultaba del todo extraño hacer ese tipo de comparaciones. ¡El olor era una delicia!
Se levanto con su ayuda, siendo muy cuidadoso en sus movimientos. Primero, no quería que cayera por accidente junto a él. Segundo, el agua que se deslizaba por su cuerpo podía incomodarle y tercero, pero no menos importante, buscaba no quedar ante ella como un tonto. En otras ocasiones, ese pensamiento ni siquiera le hubiese cruzado y eso le desconcertó terriblemente. “Debe tratarse de la amabilidad en su voz”, pensó fugazmente. – Estoy... perfectamente. Titubeó. No era frío, era desconcierto. Ramsés no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones por parte de terceros. Las palabras de la dama no destilan reproche, no le hablan como si estuviese frente a un desvalido, no le... No debió haberlo hecho, pero algo extraño se retorcía en su corazón. La carcajada que estalló de su garganta fue profundamente terrenal, una risa fuerte, que hablaba sobre alegría y agradecimiento. Cuando la risa se ella no se unió, ésta empequeñeció, hasta no ser nada. El aire arrastró el olor de ella, mezclándolos con las flores y el pasto. – No quería asustarte. Habló entrecortadamente, mientras se limpiaba el agua que se congregaba en sus pestañas. Un momento, ella no estaba hablando con él.
Ramsés tanteó la superficie para arrastrar sus pies fuera del agua. - ¿Salvar? Aunque en su mente busca encontrar alguna lógica, ésta no se presenta de ninguna forma. ¿A qué hacía referencia? La frustración en su voz, y ¡ah! La maldición que se le fue de las manos, le habló mucho acerca de ella. - Estupidez la mía, mi lady. Heme aquí, mojado hasta la médula ante una dama. ¿No es eso estúpido? O debería decir, ¿rídiculo? Hizo una pequeña pausa antes de agregar. – Estoy seguro que no estaba en sus manos. Quizás solo tenía que pasar. Después de todo, no había olvidado las palabras que se auto decía cuando tan solo era un crío de 8 años, siendo abandonado en un país extraño. – La muerte es solo el paso final que todos damos para dar inicio a otra aventura: La travesía. Negó con la cabeza. – Perdone, estoy divagando. Solo no se martirice por lo que seguramente así tenía que ser. ¿No estamos aquí por esa razón? Sonrió, como si pudiese adivinar que ella estaba mirándole con extrañeza. – Soy Ramsés, amante de las voces y los sonidos que envuelven los alrededores. Como si pudiera valerme por otra cosa, bromeó. Extendió su mano inconscientemente, un atrevimiento por su parte, solo Dios sabía quién era ella, pero no podía perder la oportunidad de besar el dorso del ángel que le había encontrado.
OFF: {Perdona la tardanza, no hay justificación l: pero espero contestar mas rápido }
Se levanto con su ayuda, siendo muy cuidadoso en sus movimientos. Primero, no quería que cayera por accidente junto a él. Segundo, el agua que se deslizaba por su cuerpo podía incomodarle y tercero, pero no menos importante, buscaba no quedar ante ella como un tonto. En otras ocasiones, ese pensamiento ni siquiera le hubiese cruzado y eso le desconcertó terriblemente. “Debe tratarse de la amabilidad en su voz”, pensó fugazmente. – Estoy... perfectamente. Titubeó. No era frío, era desconcierto. Ramsés no estaba acostumbrado a ese tipo de atenciones por parte de terceros. Las palabras de la dama no destilan reproche, no le hablan como si estuviese frente a un desvalido, no le... No debió haberlo hecho, pero algo extraño se retorcía en su corazón. La carcajada que estalló de su garganta fue profundamente terrenal, una risa fuerte, que hablaba sobre alegría y agradecimiento. Cuando la risa se ella no se unió, ésta empequeñeció, hasta no ser nada. El aire arrastró el olor de ella, mezclándolos con las flores y el pasto. – No quería asustarte. Habló entrecortadamente, mientras se limpiaba el agua que se congregaba en sus pestañas. Un momento, ella no estaba hablando con él.
Ramsés tanteó la superficie para arrastrar sus pies fuera del agua. - ¿Salvar? Aunque en su mente busca encontrar alguna lógica, ésta no se presenta de ninguna forma. ¿A qué hacía referencia? La frustración en su voz, y ¡ah! La maldición que se le fue de las manos, le habló mucho acerca de ella. - Estupidez la mía, mi lady. Heme aquí, mojado hasta la médula ante una dama. ¿No es eso estúpido? O debería decir, ¿rídiculo? Hizo una pequeña pausa antes de agregar. – Estoy seguro que no estaba en sus manos. Quizás solo tenía que pasar. Después de todo, no había olvidado las palabras que se auto decía cuando tan solo era un crío de 8 años, siendo abandonado en un país extraño. – La muerte es solo el paso final que todos damos para dar inicio a otra aventura: La travesía. Negó con la cabeza. – Perdone, estoy divagando. Solo no se martirice por lo que seguramente así tenía que ser. ¿No estamos aquí por esa razón? Sonrió, como si pudiese adivinar que ella estaba mirándole con extrañeza. – Soy Ramsés, amante de las voces y los sonidos que envuelven los alrededores. Como si pudiera valerme por otra cosa, bromeó. Extendió su mano inconscientemente, un atrevimiento por su parte, solo Dios sabía quién era ella, pero no podía perder la oportunidad de besar el dorso del ángel que le había encontrado.
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Invitado- Invitado
Re: Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
Su ceño fruncido, el puchero en sus labios, el cruce en de sus manos… Todos y cada uno de sus ademanes, dejaban en claro lo enfadada que se encontraba consigo misma por le hecho de haber cometido aquel error, pero no eran las flores las que le preocupaban de esa forma, era el muchacho a su lado. Se muerde los labios con cierto frenesí, mientras sus pies bailan impacientemente, esta nerviosa y se puede admirar en la profundidad de sus ojos quienes se encargan de vacilar antes de reparar en ellos. Niega con su cabeza, no sabe que decir, el silencio que les separa es tan estridente que está carcomiéndole las entrañas y como si él sintiese lo mismo, irrumpe el abrazador silencio con sus palabras. La pelirroja no comprende del todo, está tratando de justificar sus sensaciones, pero no encuentra ninguna que le sea válida - ¿Pero que ha dicho? – Cuestiona, no está allí para juzgarle de la forma tan cruel como él mismo se describe, no es quién para decidir si los acontecimientos en los que se vieron involucrados son tontos o absurdos, la realidad es que los pensamientos de esa bruja casi siempre sorprenden a las personas que le rodean porque, en la mayoría de las ocasiones, son impredecibles – Fue un accidente, no le veo lo ridículo… - Asegura con un tono de voz firme, fuerte.
Los suspiros que exhala después que él dedica su comprensión, son más parecidos a un lamento silencioso. Levanta su mirada hasta el cielo, las nubes se conglomeran, el tono grisáceo que poseen indican una precipitación inevitable, el viento que acaricia el alma de la bruja le susurra al oído la cantidad de gotas que caerán y el tiempo en que los ángeles del cielo llorarán por los pecados cometidos en la tierra. Baja su rostro hasta el suelo y pinta con su pie una luna creciente sobre este, líneas imaginarias que no sirven de nada si no se pueden ver o eso es lo que la gente ordinaria cree, pero el mortal a su lado, sumergido en la penumbra de una incapacidad, no puede ver nada más que el color negro, penumbras, tinieblas… aún así él cree en lo que no puede mirar, no hay necesidad, pues lo siente. Una sonrisa en los labios de Cannette se asoma, escucha con atención el razonamiento que le dedica con tan solo una frase. Es extraño que con una simple palabra una persona pueda cambiar la forma en la que se desenvuelve, pero eso es lo que le ocurre a ella. Una mirada extraña, no del tipo “raro” si no más bien llena de interés es depositad en el rostro de quien responde con el nombre de Ramsés – Vuelve a decirlo, por favor – Le pide, no se refería a su nombre, ese se le quedo grabado en la memoria, incluso antes de que lo dijera. – Es… - susurra, quiere decir algo más pero no puede, se ve impedida por la ansiedad despertada en los dedos de sus manos. Eleva ambas extremidades y las lleva hasta las mejillas del humano – La travesía – musita ensimismada en palpar todo cuanto pueda de su rostro, es como un explorador en tierra desconocidas, aprender todo de ellas… Es lo que quiere de él – oh, Disculpa! Cannette – Dice su nombre y lo suelta rápidamente, su rostro ha tomado el mismo color de su cabello.
Los suspiros que exhala después que él dedica su comprensión, son más parecidos a un lamento silencioso. Levanta su mirada hasta el cielo, las nubes se conglomeran, el tono grisáceo que poseen indican una precipitación inevitable, el viento que acaricia el alma de la bruja le susurra al oído la cantidad de gotas que caerán y el tiempo en que los ángeles del cielo llorarán por los pecados cometidos en la tierra. Baja su rostro hasta el suelo y pinta con su pie una luna creciente sobre este, líneas imaginarias que no sirven de nada si no se pueden ver o eso es lo que la gente ordinaria cree, pero el mortal a su lado, sumergido en la penumbra de una incapacidad, no puede ver nada más que el color negro, penumbras, tinieblas… aún así él cree en lo que no puede mirar, no hay necesidad, pues lo siente. Una sonrisa en los labios de Cannette se asoma, escucha con atención el razonamiento que le dedica con tan solo una frase. Es extraño que con una simple palabra una persona pueda cambiar la forma en la que se desenvuelve, pero eso es lo que le ocurre a ella. Una mirada extraña, no del tipo “raro” si no más bien llena de interés es depositad en el rostro de quien responde con el nombre de Ramsés – Vuelve a decirlo, por favor – Le pide, no se refería a su nombre, ese se le quedo grabado en la memoria, incluso antes de que lo dijera. – Es… - susurra, quiere decir algo más pero no puede, se ve impedida por la ansiedad despertada en los dedos de sus manos. Eleva ambas extremidades y las lleva hasta las mejillas del humano – La travesía – musita ensimismada en palpar todo cuanto pueda de su rostro, es como un explorador en tierra desconocidas, aprender todo de ellas… Es lo que quiere de él – oh, Disculpa! Cannette – Dice su nombre y lo suelta rápidamente, su rostro ha tomado el mismo color de su cabello.
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 03/07/2010
Re: Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
Así que... esto era un gesto de afecto. Todo lo que sabía venía de los cuentos. Ramsés no se consideraba un tonto, sabía que un cuento era solo eso, pero con el tiempo las palabras no solo habían adulado a sus oídos sino que habían hecho un mundo dentro de sus pensamientos. – Brook, ¿qué es un dragón? Los niños se habían reído tras su espalda en cuanto había pronunciado la palabra. Ramsés no podía entender el porqué tanta risa. Seguramente, alguien había hecho un gesto gracioso y él por su incapacidad se veía relegado a solo saborear el dulzor de las risas que, como él, se sentaban alrededor del fuego para escuchar a Brook “el cuentacuentos”. El anciano le había explicado que era una gigantesca serpiente que escupía bolas de fuego. Ramsés estaba embelesado ante lo que describía. La noche anterior alguien había escondido una pequeña serpiente a través de la cinturilla de su pantalón mientras dormía. Desde que había llegado a Paris había encontrado un par de niños que como él estaban desamparados y ellos parecieron cogerle aprecio. Pero Ramsés siempre había sido un niño ingenuo... Los niños estaban lejos de soportarlo, lo único que lo salvaba era el hecho de que al ser ciego, las almas mas caritativas le regalaban una moneda o el pedazo de pan que estaban por llevar a sus bocas. El compartía y ellos le permitían unirse al fuego que prendían durante las noches. Algunas noches, como ésa, el anciano aparecía y le contaba historias para entretenerlos. – Entonces solo tengo que esperar a que crezca. A esta altura los estallidos de risa provocaron que su voz se fuera apagando. – Eres un tonto. Había dicho uno. – Te lo dije. No debimos haberlo traído. Los cuentos de Brook ya no son interesantes. Brook, ¿Qué es eso? Brook, ¿Cómo es? Brook, Brook, Brook. Su improvisado palo de madera había sido arrebatado bruscamente de su pequeña mano. Había esperado que Brook dijera algo, tal vez el anciano no sería tan cruel...
Llevó su mano hasta su mejilla, su mano localizando y atrapando la mano del ángel. Tan suave, delicada... La apartó, pero no la soltó de su agarre. - ¿Porqué haces eso? Musitó, mientras desesperadamente agarraba su “bastón” con la otra mano. Si su padre lo había golpeado, ¿qué no haría una desconocida? Solo Dios era testigo del encanto que encontraba el humano humillando. Ese era el problema. Cuando había llegado hasta ahí, sabía que sería para flotar en los recuerdos. Y ese ángel... había bajado para ¿confinarlo? ¿Acompañarlo? Su voz era una droga a la que gustoso volvería adicción. Seguramente, si ella quería que repitiera lo que había estado divagando era para reírse. ¿Quién podría encontrar interesante las palabras de un ciego? – La vida no nos azota de la misma forma. Las caídas siempre vienen acompañadas de heridas y no lo sabes hasta que te levantas y miras qué tan grave y profusa es la cicatriz. O sientes... En cualquier forma. Sabía que estaba hablando en voz alta, pero Ramsés era así; decía lo que pensaba. – La travesía, Cannette. Saltamos sin salvavidas, conducidos por las corrientes furiosas de lo que nos ha definido y puesto donde estamos. Sacudió su cabeza. - ¿Nunca has sentido qué ya estás en ella? Su sonrisa era triste pero de igual forma radiante. Una vez más, se dijo que no iba a sacar conclusiones. No tenía nada que perder y mucho que ganar si su ángel demostraba que erraba.
Llevó su mano hasta su mejilla, su mano localizando y atrapando la mano del ángel. Tan suave, delicada... La apartó, pero no la soltó de su agarre. - ¿Porqué haces eso? Musitó, mientras desesperadamente agarraba su “bastón” con la otra mano. Si su padre lo había golpeado, ¿qué no haría una desconocida? Solo Dios era testigo del encanto que encontraba el humano humillando. Ese era el problema. Cuando había llegado hasta ahí, sabía que sería para flotar en los recuerdos. Y ese ángel... había bajado para ¿confinarlo? ¿Acompañarlo? Su voz era una droga a la que gustoso volvería adicción. Seguramente, si ella quería que repitiera lo que había estado divagando era para reírse. ¿Quién podría encontrar interesante las palabras de un ciego? – La vida no nos azota de la misma forma. Las caídas siempre vienen acompañadas de heridas y no lo sabes hasta que te levantas y miras qué tan grave y profusa es la cicatriz. O sientes... En cualquier forma. Sabía que estaba hablando en voz alta, pero Ramsés era así; decía lo que pensaba. – La travesía, Cannette. Saltamos sin salvavidas, conducidos por las corrientes furiosas de lo que nos ha definido y puesto donde estamos. Sacudió su cabeza. - ¿Nunca has sentido qué ya estás en ella? Su sonrisa era triste pero de igual forma radiante. Una vez más, se dijo que no iba a sacar conclusiones. No tenía nada que perder y mucho que ganar si su ángel demostraba que erraba.
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Re: Entre pétalos se escucha la voz de un ángel [Cannette]
-¿Curiosidad?- Responde a su pregunta. Es casi indescriptible la sensación que siente en la yema de sus dedos, la suavidad de sus mejillas y lo tosco de su mentón. Ramsés se ha convertido en una persona admirable, es que no es posible que una criatura con su belleza física y la inocencia de sus pensamientos, haya sido privada de la vista. No es fácil entender que la importancia de las cosas en esta vida no está en los atavíos de la misma, si no en la sencillez que muy pocos logran apreciar. Él lo descubrió sin pretenderlo y ha despertado en Cannette un interés inusual. –Te he tocado porque me pareces un espejismo, mentiras que se escapan de la imaginación para crear ilusiones visibles de deseos inalcanzables o pasiones inexplicables- Jamás había conversado con alguien de esa manera. Ankhiara es lo suficientemente testaruda como para mantener el hilo de su filosofía poco ortodoxa, además su hermana se aburre fácil con la palabrería, ella es la acción de la vida, Cannette… la teoría.
El lamento de las nubes cae: La primera gota choca contra la nariz de la bruja, esta la arruga al sentir el frío contacto en su delicada piel, pero está más concentrada en las palabras que el declama como un poema dedicado al extraño pensamiento o a las cuestiones sin verdad absoluta de la vida. Como si fuese la magia del universo, conspirando a favor de la pelirroja, un viento con perfume de rosas los rodea y hace levitar los pétalos de esas flores que ella pretendía salvar. Uno de ellos se queda estampado en el pecho de Ramsés, Cannette lo toma sin restarle importancia a lo que él hace o dice. En ese instante no es la dama quien conjura a los duendes a crear sus travesuras, no es ella quien evoca maldiciones, es él. Un hombre tan ordinario entre las masas que se conglomeran en los callejones de París, un caballero que camina sin un rumbo fijo, tan sólo a donde sus pies lo lleven levitando sobre ideas, teorías, memorias… ¿quién iba a imaginar que lo común se teñiría de extraordinario? Ella estaba acostumbrada a saber que las cosas no siempre son lo que aparentan, en pocas ocasiones le han dejado sin habla. Ramsés es una de ellas, pero con tanto que decirle, con tantas cosas que mostrarle era imposible que se quedara callada, no… no cuando el latido de su corazón se aceleró de esa forma y pequeñas convulsiones amenazaban con hacer explotar su cuerpo de la euforia.
-No- Dice, su ceño se frunce sus palmas quieren saber más de su piel. Con vida propia se apoderan de su rostro nuevamente, lo exploran, lo observan, gravan en su tacto cada seña particular de Ramsés. Sus orbes no pueden dejar de mirar ese par de ojos grises frente a ella. No es lástima, no es pena… es coraje. Ira contra el destino que decidió que el jamás la vería, pero de verla tal y como es ¿No correría asustado en busca de refugio? Y si él se llegase a enterar de la verdad ¿Acaso la aceptaría como lo está haciendo ahora? Suspira desilusionada, no había nada en este mundo que le hiciera dejar de pensar en el temor de ser atacada por lo que es ¡Una maldita bruja! –No sólo existen azotes- Da dos pasos hacia delante y su rostro queda a escasos centímetros del suyo –También hay bálsamo para curar las heridas que te dejan. No existe el dolor sin antes haber conocido la dicha y viceversa. No niego que las marcas de la vida se leen en el rostro de una persona- Sonríe, la única cicatriz que ella pudo ver en él está en sus ojos –pero las que realmente importan son las huellas que se leen en el corazón- Marca el silencio con su respiración agitada –Todos estamos en la travesía desde el instante en que abandonamos el refugio en el vientre de nuestra madre. Cada segundo, cada instante, es una prueba que tenemos que pasar. No saltamos al vacío sin saber que hay debajo ¿quién lo hace? Todo lo que somos, lo que nos ha puesto aquí… La serie de acontecimientos que, por fortuna o desgracia nos han colocado en este punto, justo ahora, tú y yo, frente a frente- Sus labios rosan la comisura de los labios ajenos, quieren probar un elixir que está prohibido, su sabia… -han sido manipulados por nuestras acciones y no por otra cosa. ¿saltarías sin confiar en mí?-
El lamento de las nubes cae: La primera gota choca contra la nariz de la bruja, esta la arruga al sentir el frío contacto en su delicada piel, pero está más concentrada en las palabras que el declama como un poema dedicado al extraño pensamiento o a las cuestiones sin verdad absoluta de la vida. Como si fuese la magia del universo, conspirando a favor de la pelirroja, un viento con perfume de rosas los rodea y hace levitar los pétalos de esas flores que ella pretendía salvar. Uno de ellos se queda estampado en el pecho de Ramsés, Cannette lo toma sin restarle importancia a lo que él hace o dice. En ese instante no es la dama quien conjura a los duendes a crear sus travesuras, no es ella quien evoca maldiciones, es él. Un hombre tan ordinario entre las masas que se conglomeran en los callejones de París, un caballero que camina sin un rumbo fijo, tan sólo a donde sus pies lo lleven levitando sobre ideas, teorías, memorias… ¿quién iba a imaginar que lo común se teñiría de extraordinario? Ella estaba acostumbrada a saber que las cosas no siempre son lo que aparentan, en pocas ocasiones le han dejado sin habla. Ramsés es una de ellas, pero con tanto que decirle, con tantas cosas que mostrarle era imposible que se quedara callada, no… no cuando el latido de su corazón se aceleró de esa forma y pequeñas convulsiones amenazaban con hacer explotar su cuerpo de la euforia.
-No- Dice, su ceño se frunce sus palmas quieren saber más de su piel. Con vida propia se apoderan de su rostro nuevamente, lo exploran, lo observan, gravan en su tacto cada seña particular de Ramsés. Sus orbes no pueden dejar de mirar ese par de ojos grises frente a ella. No es lástima, no es pena… es coraje. Ira contra el destino que decidió que el jamás la vería, pero de verla tal y como es ¿No correría asustado en busca de refugio? Y si él se llegase a enterar de la verdad ¿Acaso la aceptaría como lo está haciendo ahora? Suspira desilusionada, no había nada en este mundo que le hiciera dejar de pensar en el temor de ser atacada por lo que es ¡Una maldita bruja! –No sólo existen azotes- Da dos pasos hacia delante y su rostro queda a escasos centímetros del suyo –También hay bálsamo para curar las heridas que te dejan. No existe el dolor sin antes haber conocido la dicha y viceversa. No niego que las marcas de la vida se leen en el rostro de una persona- Sonríe, la única cicatriz que ella pudo ver en él está en sus ojos –pero las que realmente importan son las huellas que se leen en el corazón- Marca el silencio con su respiración agitada –Todos estamos en la travesía desde el instante en que abandonamos el refugio en el vientre de nuestra madre. Cada segundo, cada instante, es una prueba que tenemos que pasar. No saltamos al vacío sin saber que hay debajo ¿quién lo hace? Todo lo que somos, lo que nos ha puesto aquí… La serie de acontecimientos que, por fortuna o desgracia nos han colocado en este punto, justo ahora, tú y yo, frente a frente- Sus labios rosan la comisura de los labios ajenos, quieren probar un elixir que está prohibido, su sabia… -han sido manipulados por nuestras acciones y no por otra cosa. ¿saltarías sin confiar en mí?-
Ankhiara - Cannette- Mensajes : 186
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