L'passion, l'interdiction [Privado]

Temprano madrugo la madrugada, noche dolorosa, efímera para la conciencia regresada. La luna llena había brillado en su plenitud, en una de sus primeras fases y en cuanto su luz de plata rozo la piel de Emhyr una sensación inexplicable invadió y revolvió su interior, como si algo dormido despertase, y de algún modo era así. Hacía un mes había recibido aquello que había deseado de algún modo, la oportunidad de alargar su vida, el su fin en cuanto llego a París, no le importaba el modo de obtenerla, como si tuviese que vender su alma al mismo diablo. Iba a sacrificar lo que fuese, y a pesar de que aquello fuese un pensamiento egoísta por parte del turco, por una vez iba hacer la excepción.

Desde que fue mordido, lo había cavilado en su mente el preparar una noche como la que había sido aquella. El lugar... Las afueras. ¿Dónde iba a dejar sus pertenencias... Por no olvidar su ropa?, por Adrianne sabía que cuando se transformaban la ropas quedaban echas jirones y Emhyr no era una persona que tuviese demasiadas vestimentas, y más para poder clasificar. Por ello en algún lugar de la linde entre la ciudad y los abundantes bosques, oculto todo lo que poseía, y espero en la desnudez a la luna, terminando por fin encontrándola.

Una punzada de dolorosas espinas, recorriendo su espalda, invadiendo todo su cuerpo, y luego no pudo recordar más solo como su cuerpo de desgarraba de un modo desagradable, y como la oscuridad invadía la conciencia. A la criatura que en su interior moraba no le costo mucho el invadir y tomar el control de su cuerpo, era más, Emhyr no se resistió le esperaba con brazos abierto, ya que en sus primero cambios de humor sentía el poder y la actitud libre que adoptaba la criatura, aquello le encantaba le hacía disfrutar, ya que era como si no existieran de repente ninguna norma moral escrita, donde las misma normas las creabas tú. Solo el mundo para ti, solo aquel jardín salvaje, como lo llamaban los inmortales, donde lo único que importaba era sobrevivir como fuese.

Si, madrugaba temprano la madrugada, y en un abrir y cerrar de ojos despertó en algún lugar de vegetación abundante, desnudo, sucio, con grandes dolores de cabeza, algunas imágenes atacaron su mente... Fugaces... Sus patas, ya que veía en ella patas de animal, recorría los bosques buscando una víctima, se movía con fuerza, furia y vitalidad, insaciable.

Apresurado, Emhyr miro su piel y suspiró aliviado, ningún vestigio de sangre, aquella noche no había tenido éxito. En su primera noche de plenilunio, ninguna vida se había cercenado.

Ahora su ropa.

Cuando al civilización se hizo a su alrededor, a pesar de que estaba en las calles de las afueras, no pudo ver ningún alma. “Mejor”, pensó. Nadie vería aquel aspecto, ya que de su ropa había encontrado la mitad de ella, a saber quién había jugado con ella o la había destrozado. Ahora andaba descalzo, con su camisa abierta, por falta de botones, regresando a su refugio.

Metida las manos en los bolsillos, continuo caminando por aquella calle que continuaba iluminándose, gracias al amanecer. Emhyr agradeció aquel silencio y soledad, por un instante. Perfecto momento para recuperar la calma, una calma que luchaba contra aquella emociones que se había hecho intensas cuando había adoptado su forma de lobo.

Sus dedos se movían dentro del bolsillo de aquel pantalón, de repente estos se toparon con algo de madera que sus dedos reconocieron enseguida.
Emhyr se detuvo, rascándose la cabeza, revolviendo aun mas su cabello, mientras sacaba de su bolsillo aquella pipa de madera. Una sonrisa se dibujo en los labios, recordando de que, había sido previsor y había dejado todo preparado para poder fumar aquella hierbas que le aliviaban de su dolor de la transformación, el malestar. No iba a cometer el error de la última vez, que como recurso tuvo que ingerir directamente aquella hierbas, las cuales, eran demasiado fuertes en sabor, a pesar de ser aromatizantes, y le había causado tal efecto anestésico que le había dejado en la fuerte inconsciencia.

Ahora y con la chispa de una pequeñas palabras de un sencillo conjuro, la pipa estaba en su boca, encendida y dejando tras los pasos del turco un olor agradable y aromatizante. Emhyr cada vez que realizaba aquellos pequeños conjuros recordaba que, antes de pedir ser lo que ahora era, era brujo, no muy bueno, pero pequeñas cosas sabía hacer y aun hacia.

El humo fue exhalado, y éste bailaba en el aire creándonos aleatorias formas, mientras Emhyr reflexionaba sobre lo que había ocurrido durante la noche, mas bien intentaba recordar, ya que parecía que la bestia que habitaba en su interior anulaba todo sus sentidos para apoderarse de ellos. En cierto modo, Emhyr le gustaba dejarse llevar, le gustaba la sensación de perder la cordura sin motivos, sentir su lado animal, sentir que nada lo retenía, aquel cierto poder... La verdad, es que aquel sentimiento le recordaba a otro muy particular y muy relacionado con aquel mundo sobrenatural, y a pesar de ser muy diferente se asimilaba. Era aquel lado masoquista de volver cada noche a aquella playa en el sur de España, volver a sentir como aquel vampiro bebía noche tras noche dejándole al borde de la muerte...

De repente se detuvo de un modo brusco, cuando sintió una presencia cercana, un chico de cabellos largo le habló. Emhyr tardo bastante en contestarle, ya que no se esperaba a nadie por la calle y por ello le extraño verlo ahí.


-Perfectamente, a pesar de lo movidito de la noche. -Comentó como si nada, como si se referiese a que había estado en alguna fiesta o algo similar.

“No me extraña que pregunte, con estas pintas... Cualquiera”

Ya estaba haciendo su examen de arriba a abajo al chico, un recuerdo fugaz se cruzo efímero en su mente, ¿lo conocía de antes?

-Oye, ¿nos cono..? -Su frase se interrumpió al igual que su primer paso, cuando casi pisa un cristal, pero aquel chico le previno a tiempo para detenerse. La pipa se movió en sus labios. -¿Te conozco?

De nuevo entre sus labios aquella pipa se movió, Emhyr por un instante la despego de ellos, dejando el humo salir de su boca, dejando atrás aquel aromatizaste olor que aquellas hierbas causaban. Emhyr sentía su cuerpo agarrotado, dolorido, como si hubiese estado toda la noche corriendo de un modo desenfrenado sobre sus cuatro extremidades y ciertamente lo había estado haciendo con otro tipo de fisionomía, una muy diferente a la humana. Repentinos sus músculos dejaron la tensión y se relajaron, el dolor y la molestia disminuían, el efecto de la salvia era así, y si hubiese tomado una dosis de mayor de ésta hierba el dolor por completo no sería preocupación alguna, más bien aquel estado de bienestar y alucinaciones sería lo que más ocuparía su mente, pero Emhyr, sabedor botánico, tomaba precauciones respecto a la cantidad que debía de tomar de cada planta, tenía en cuenta sus efecto tanto positivos como negativos.


Emhyr echo de nuevo un vistazo a aquel espontáneo compañero, intentando descifrar de que le sonaba, ciertamente para ser un hombre debía de afirmar que era muy hermoso, nunca había visto nada igual solo en ciertas ocasiones muy puntuales pero con todo el motivo. Aquel hombre tenía rasgos muy andrógino, demasiados fino como los de una mujer. Emhyr se rasco la barbilla, apretando sus labios.

-Si y demasiado, me recuerda a una noche donde había bebi...

No sabía porque pero su frase se interrumpió con un pequeño flash creado por su mente, le vino el recuerdo de uno de sus viajes, de una noche que poco podía recordar que había hecho, mucha fiesta, música, “mujeres”, vino... Y una resaca enorme con lagunas en la memoria incluidas.

Negó con la cabeza.

-Pues tu nombre no me suena, pero no suelo olvidar caras. ¿No eres parisino verdad?

Si, la mañana parecía haber madrugado con aire tranquilo, ¿tranquilo? Eso le había parecido a Emhyr en un principio.
La palabra de su compañero “corre”, en cuanto en sus oídos sonaron fue la confirmación de que se había equivocado en su suposición que aquel día iba a ser calmado ¡qué va! Éste parecía haberse transformado en turbulencia, en cuanto aquella simple palabra fue pronunciada por Lionel y el instinto de Emhyr se había disparado, un instinto sentido por primera vez con demasiada intensidad. Emhyr se quejó levemente, solo tenía un mes de vida como Licántropo, no estaba a aquellas sensaciones que ahora comenzaba a sentir, ni a las que vendrían, como era el sonido de unos pasos lejanos, el olor de dos presencias que se acercaba... Y toda aquella percepción demasiada fuerte, para sus sentidos recién desarrollados, que le llevaban al pensamiento del peligro.

Un vistazo a su espalda, y los músculos tensados, ver una figura demasiado familiar , no hacía falta ver su rostro para saber quien era, oír sus pasos solamente le bastaba.

La mano del gitano, ahora tiraba de él que mudo e inconsciente seguía veloz sus pasos, dejando atrás aquella pipa que le había acompañado ya en mil viajes, y ahora yacía encendida sobre el suelo empedrado.

No sabía como había llegado hasta aquella casa abandonada, la cual, olía a humedad y crujía bastante. El rostro moreno de Emhyr estaba totalmente pálido, una gota de sudor frío recorría su frente y su respiración era agitada. Parecía bastante sorprendido y asustado, como si hubiese visto alguna clase de fantasma. Sus ojos miraban a la nada, olvidando por un instante la compañía del gitano.

Unos segundos largos en silencio, en los que Emhyr apoyando su espalda sobre la puerta, no se movió ni ápice. Hasta que de repente y con velocidad sus ojos se asomaron a la pequeña grieta que aquella puerta, los pasos se aproximaban y dos figuras se aproximaban. ¿Cómo había llegado así con tanta rapidez?

La respiración continuaba acelerada al igual que el latir de los corazones, Emhyr confirmo su sospecha y reconoció al menos a uno de aquellos hombres. Al tuerto.
Los sentimientos se entremezclaron en el interior del turco, a causa de un recuerdo lejano, la de una carta arrugada... El miedo... La traición... Y el filo de un estilete que se hundía en el rostro de aquel hombre que veía tras la puerta, un hombre que pensaba muerto. ¿Muerto? Al parecer no.
Tras hacer el examen al primero, su mirada se dirigió a su compañero que se aproximaba a su lado, al cual no reconoció. Emhyr arrugó la nariz aspirando su extraño olor... ¿Quién era? O más bien, ¿qué era? ¿Humano? ¿Vampiro? No, imposible. Su aspecto era humano, pero tenía algo extraño, o más bien un poder oculto bajo esa faceta.

Al parecer el tuerto le había encontrado, doce años desde que le había dado por muerto. Doce años de huida infernal esperando a que le dieran por muerto. Sabía que alguien seguía sus continuos pasos, que no se cansarían, por ello fue por lo que le pidió a Adrianne que le convirtiese, para estar preparado para el encuentro. Ahora quedaba confirmado el hecho de que su nombre debía de ser borrado para que ciertos peces gordos quedaran tranquilos y satisfechos.

-En que lió te acabas de meter, Lionel... Amigo mio, en que lió... -Dijo consciente de su presencia a su lado, el gitano al parecer llevaba allí rato con su frente pegada en la misma puerta. Sus ojos los cuales se rasgaron, continuaron mirando a través del agujero. hasta que de repente dio un tirón al gitano para lanzarlo lejos. -¡Aparta! -La navaja de su bolsillo fue sacada y el turco comenzó a pronunciar unas palabras extrañas mientras dibujaba con ésta misma, insólitos símbolos. Aquello parecía alguna especie de conjuro, y la verdad lo era, aunque Emhyr sabía que no le daría tiempo y era un brujo pésimo lo intento.

Un grito y Emhyr fue golpeado por algo invisible que hizo que la puerta estallara en mil pedazos, en el suelo pudo notar como algunas astilles impactaban en su rostro de un modo doloroso.

-¿Qué tenemos aquí? -El tuerto habló con aquel mismo acento que Emhyr poseía, mientras entraba en aquella casa seguida por su compañero.

Emhyr se levantó de un salto con aquella navaja aun en las manos, no dijo nada solo dirigió su filo hacía el tuerto, hasta que sintió que algo paralizaba su cuerpo o más bien, alguien.
Suspendido en aquel gesto hierático, tan solo sus ojos castaños se movieron dirigiéndose al desconocido.

-Bueno, bueno... El pequeño Emhyr, ya es todo un hombre. Si... Aun recuerdo cuando le escondía al imán sus escritos, y cuando llegó al “Acemi Oğlanı “ con aquella vanidad típica de la nobleza. -El tuerto saco un estilete de su cintura y ahí comenzó la tortura. -¿Ibas a por mi otro ojo?

Como si algo le hubiese golpeado con demasiada fuerza, fue lo primero que sintió. ¡No! No era un golpe... De nuevo otro golpe se dirigió cerca del estómago y luego seguido de varios seguidos llenos de ira y rabia, uno tras otro veloces dolorosos... En el estómago, en el pecho, en la espalda... Perforando sus pulmones, encharcándolos por la sangre, pero... ¿Eran golpes? Más que golpes era aquel estilete que se hundía una y otra vez en la piel morena del turco, dejando atrás aquel rastro de roja sangre.

De repente Emhyr calló al suelo, sintiendo como la sangre emanaba de las heridas, como el aire le faltaba y algo ahogaba sus pulmones. Aunque por otra parte, también sentía el alivio que producía el regenerar de las heridas. ¿No se habían dado cuenta en lo que se había transformado?

El sabor metálico se removió en su boca, junto al movimiento de su lengua teñida por aquellos rubíes ríos que manchaban sus comisuras. Emhyr se veía rodeado por su propia sangre, una sangre que se vertía abundante y dolorosamente, pero a pesar de ello, no sentía preocupación ya que por primera vez, aquella nueva condición mostraba todo su poder y el milagro, por así llamarlo, que creaba su propia piel, la cual se reconstruía a una velocidad considerable.

Los minutos pasaban, mientras con paciencia Emhyr esperaba recuperar las fuerzas. Su rostro apoyado en el duro suelo desde observaba la escena.
El tuerto se dirigía de nuevo a su víctima, no había terminado su trabajo, la verdadera tortura iba a comenzar ahora, ya que no estaba dispuesto que la muerta de Emhyr fuese de las lentas y limpias. Motivos tendría.

-Ya lo ves, nunca me hubiese imaginado el ver a un hombre de tu categoría ante mis pies...

Un escupitajo para el turco, el rencor se olía en el ambiente y a su espalda aquel misterioso hombre permanecía pasivo en todo momento ¿hombre? Todavía Emhyr lo ponía en duda.

-...Pero es lo que os merecéis los traidores al fin y al cabo. -

Su pierna comenzó a prepararse para dar la primera de las patadas pero, fue una sorpresa que aquel mudo compañero se dispusiera entre su agresor y él, sirviendo de escudo. ¿Por qué no huir? Eran desconocidos...

Tomar el aire ansiado como si estuviese tomándo del mismo aire todas las fuerzas que necesitaba. Las palmas de las manos se apoyaban con la intención de incorporar aquel cuerpo malherido, solo observaba sus pies al principio y en los de Lionel notó la duda y cierto temor, aquello que estaba observando seguro que había sido más un arrebato de valor, que una meditada acción.
Lionel atacó al tuerto, y Emhyr vio su oportunidad para intervenir pero mientras se alzaba, un detalle se quedo marcado en sus ojos. Los pies del misterioso acompañante... Era... ¿Zarpas?

-¡El tuerto! ¡Lionel ataca al tuerto!

Gritó, mientras con pisadas veloces se dirigía también hasta él. Los ojos de Emhyr se volvieron dorados, feroces e inhumanos. Ahora miraban a su compañero que caía.

-¡El tuerto es la clave! ¡Si el cae el otro cae!

De nuevo gritó Emhyr, comprendía lo que era realmente aquel ser, lo había leído en los libros. Era un espíritu maligno, un necrofago, evocado y controlado por un humano, en éste caso aquel tuerto, el cual, en otros tiempo había apreciado demasiado, él le había puesto su apodo dentro de su comunidad cuando él tenía solamente 8 años, aquel tuerto al que llamaban “el cristiano”, había sido como un hermano mayor e incluso como un padre, y por una carta, solamente por una carta, sus lazos se había roto y un impulso que Emhyr lamento todo su vida, hizó que éste sobreviviese a la daga de Emhyr, pero sin un ojo.

La respiración notable en cada paso que daba el licántropo, las venas marcadas en su piel y aquel lado animal que aullaba con ira. Emhyr era nuevo en aquel mundo, no sabía lo que iba a ocurrir ahora se movía por el mero instinto, por la furia que habían creado en él, por la supervivencia...

No sentía el control de sus acciones, una orden solo movía su mente... Atacar y acabar con su vida.

OFF: Te pido muchos sorrys, he estado muy atareado y he tenido mis cosillas personales T.T perdona

Notaba aquel peso cargando sobre sus piernas a causa de la fuerza con la que cargaba cada uno de sus pasos impulsados con velocidad, hacia el tuerto.

La respiración intensa le acompañaba, si, una respiración agitada y acelerada, no por el ejercicio o el dolor sufrido hacía unos instante sino por aquellas sensaciones frustrantes que se acumulaban en su cuerpo deseoso de cambiar y dedicarse a rasgar la piel de aquel traidor tuerto, porque, para Emhyr en un pasado había sido un hermano, un hermano mayor que había sabido cuidarle, protegerle como tal y que en el momento de la verdad, cuando más lo había necesitado, no reaccionó como aquel guía y protector que había sido.

Emhyr había sido acusado como traidor en su tierra por las supuestas “conspiraciones” hechos por los diferentes miembros de su familia, era un traidor condenado a muerte. Y aquel tuerto, no razonó por lo más lógico como habían hecho sus otros hermanos en la escuela de los jenízaros, no vió sospechas en las acusaciones, ni intento buscar la verdad. Todo tenían juramente y ordenes cuando la noticio llegó, todos dudaron a pesar de saber los castigos impuestos por la desobediencia. El tuerto no dudo, no intento salvarle, solo se atrevió a obedecer ordenes y aquellas ordenes le costo aquello ojo... Que ciertamente Emhyr lamentaba haberle hecho perder, pero ¿qué iba hacer ante tal ataque aquel chico de 15 años que había sido en aquellos momentos? ¿Desear la muerte, dejarse atar por ella? Apenas había empezado a vivir para que le arrebatasen todos...

Miles de veces se había lamentado de no haber aceptado su verdadero destino, en aquellos años había arrastrado el momento en el que su daga fue hundida en el hombre de aquel hombre que había sido tanto para él, aquel hombre que daba por muerto y que ahora estaba ante él intentando acabar con aquello que había comenzado.

Lionel al parecer había oído sus palabras, había dejado la paralisis y la duda que le pareció captar hacía unos minutos, Emhyr se sintió respaldado y seguro, al menos ahora tenía a alguien, un desconocido pero que le apoyaba en el ataque. Las dudas no iban a surgir, la conciencia se había silenciado por algún motivo, no debía de tener miedo, no iba a dar un paso en falso, porque aquel hombre que tenía frente a él ya no era su hermano, ya no era aquella persona que iba a guiarle y protegerle en aquel camino de la vida como jenízaro, es más Emhyr no debía de respetar ningun tipo de fidelidad, había dejado de ser el soldado que había sido y no volvería más a ser.

Aquello le pareció eterno, sus miembros temblaba, sus ojos eran fieros, si hubiese podido, si la luna llena brillase con intensidad hubiese podido cambiar su forma a la de lobo, pero el cielo no indicaba tales condiciones, una lastima pensaba.

Un dolor intenso atravesó su cráneo, como si un hierro ardiendo se le hubiese clavado. La criatura que seguía el tuerto se había percatado del ataque, pero a pesar de su influencia Emhyr ya estaba lo suficientemente cerca para poder echarse atrás, el dolor cegaba sus ojos pero no paralizaba sus acciones. Un golpe que trono en la piel del tuerto, debía de haber sido doloroso y fuerte, ya que había bastado para que éste cayese derrumbado sobre el suelo con la conciencia perdida e hiciese desaparecer aquel demonio dependiente de un simple humano.

Emhyr cayó también al suelo, llevándose las manos a sus doloridos ojos, los cuales había sentido hacía un instante que se fundían en alguna clase de fuego. Poco le falto para perder su conciencia también, ya que el ataque del demonio había sido tan intenso que el lobo de su interior se había reprimido y escondido con el rabo entre las piernas en aquel lugar oscuro e indómito de su conciencia.

-Dime que ha caído...

Emhyr aun tapaba sus ojos con las manos, a pesar de que el incesante dolor producir por el escozor ardiente del hechizo del demonio se había esfumado, aun su vista no se había recobrado, es más, en cuanto sus manos desvelaron sus ojos el mundo que le rodeaba se teñía en formas borrosas que poco a poco iba recuperando su nitidez.

-Se ha ido...

Dijo hablando para su lado, ya que a pesar de que us vista uan estuviese recuperandose su oído y olfato era suficientemente fino y lleno de aquel poder sobrenatural que le proporcionaba una leve percepción de todo aquello que le rodeaba.

Lionel estaba a su lado, su corazón continuaba acelerado por la escena vivida; su respiración a cambio se estaba volviendo cada vez más pausada como si se recuperase de un gran esfuerzo físico.
Él estaba calmado y aliviado, pero aun olía a miedo.

Lejos de ambos y con el corazón latiendo débil, estaba el tuerto aun con vida. Inconsciente, yaciente, cual replica de cadaver. Emhyr se pregunto que debía de hacer con él. Seguía siendo peligroso si conseguía invocar de nuevo al demonio que había desaparecido dejando su capa vacía en el suelo... ¿Qué debía hacer? ¿Matarle? Emhyr creía que había muerto hacía mucho, tal vez no le costase mucho quitarle la vida, ya que en todo estos años se había sentido culpable por haberlo hecho, en cuanto hundió su daga en el ojo de éste, su... Bueno, él que había sido como un hermano mayor cuando aun era aprendiz de jenízaro...

-No hace falta farmacia alguna, a no ser que estes herido. ¿Lo estas? -Emhyr a su lado dirigió su mirada ciega a la forma que tomaba nitidez poco a poco de Lionel. -Yo estoy bien, algo magullado. Si estas herido podría...

Mientras se palpaba los bolsillos en busca de su shierbas unas cuantas veces parpadeo, sus ojos lagrimearon dejando ríos transparentes sobre sus mejillas. Aquello bastante le alivióla vista volvía a recuperarse, eso era la ventaja de su nueva condicón sobrenatural, aquella manera de regenerarse taln veloz.

-... Curarte.

Costándole bastante y sin poder evitar que sus labios pronunciaran un quejido se levanto para acercase junto al tuerto para tomarle el pulso.

-¿Qué hacemos con él? -El turco miraba algo asustado al yacente, como si frente a sus ojos tuviera a un muerto resucitado, y en ciero modo lo era, un fastama desaparecido en algun rincón de su pasado. -No se que hacer... No se que...

Una persona bastante decidida que ahora dudaba, que ahora tenía la cabeza como bloqueada por los miles de caminos que podría tomar para resolver aquello.

-Aun respira. -Miró con seriedad a su compañero, mientras apartaba sus manos del tuerto tras tomarle el pulso. -Es un pulso débil, pero puede recuperarse, no sabes la fuerza que tiene éste hombre. -Emhyr hablaba como si lo conociese bastante y así lo era. -No podrías ni imaginártelo.

De nuevo volvió a frotarse los llorosos ojos que a pesar del escozor, se aliviaban con la humedad que éstos naturalmente le ofrecía en su enjuague.

La vista aun era borrosa pero lo suficiente para poder identificar a su compañero, Emhyr caminó hacía él. Al parecer estaba seguro de que él había sufrido más daño, pero también con sus palabras le había afirmado que perfectamente conocía su condición sobrenatural, por ello pensó que no debía de preocuparse ya que ésta misma le había ahorrado dolor y heridas. Tal vez si hubiese seguido siendo humano estaría mucho peor de lo que estaba, que era más la sensación de entumecimiento y la molestia en sus ojos y cabeza, que cada vez estaba más despejada que otro tipo de dolor.
Por un instante le dio gracias al de arriba por no haber dudado hacía apenas dos meses de haber elegido el entrar en el mundo de las criaturas de la noche. Tarde o temprano sabía que aquello ocurriría, que le encontrarían y debía de estar preparado para lo que viniese. La muerte le aguardaba en cualquier esquina a pesar de que huía constantemente.

De repente notó una caricia comprensiva que lo sacó de su ensueño, era Lionel. Las dudas de se desbloquearon en su mente y aquel rostro de exóticas facciones le miraron preocupado, sus labios se apretaron al ver el estado lamentable del humano.

-A unas cuantas calles tengo una habitación aun alquilada... -Con aquellas palabras quería insinuarle que se lo iba a llevar con él, ya que dudaba que el gitano pudiese llegar muy lejos en ese estado. De arriba a abajo echo le echo un examen, sus dedos recorrieron el torso de Lionel y el costado apretando con suavidad. Luego éstas mismas pasaron por los brazos de él, su tacto era cálido y delicado para aquellas manos asperas y repletas de pequeñas cicatrices. Tras comprobar que no tenía nada grave en los brazos, el turco aparto el largo cabello de su compañero para tomar su barbilla y examinar su rostro, le pareció hermoso para ser un hombre. Sus ojos castaños que ante habían sido furiosos dorados se clavaron en los de él, poco a poco su vista volvió a ser clara como antes. -Una costilla rota al menos y algunas magulladuras. -Su examen había terminado y su brazo se dejo caer, mientras se acercaba de nuevo al tuerto. -Vamos a dejarlo aquí. Si tiene suerte sobrevivirá, ya dirá el azar.

De nuevo caminó hacía Lionel y sin pedirle permiso pero con sumo cuidado le ofreció el cargar con él para salir de ese lugar.

-Vamonos. -Casi pareció una orden. -¡Ah! Limpiate los labios, tienes sangre.

Junto al gitano camino, atento por si necesitaba en todo momento algún apoyo físico, ya que a pesar de que Emhyr le hubiese ofrecido el cargar con él, parecía que él se había decantado por llegar al lugar por propio pie.

Emhyr sonrió con amabilidad ante aquella clase de amenaza-broma que le había lanzado Lionel.
No creía que volviese a ocurrir aquello, ya que en 12 años de huida, era la primera vez que uno de sus perseguidores conseguía alcanzarlo de tal manera que casi conseguía matarlo. ¿Cómo lo habrían encontrado? Él sabía perfectamente la respuesta, estaba pasando demasiado tiempo en un lugar fijo, se estaba saltando una de sus fundamentales regla que era, no acomodarse en una ciudad o población fija por mucho tiempo, no había que olvidar que él llevaba una vida de “nómada” y que no podía apegarse a quien conociese en su camino, ya que eso le ahorraría el tristeza de una despedida o algo más.

Su caminar a pesar de ser lento era silencioso, Emhyr no paraba de pensar una y otra vez en las infracciones que estaba cometiendo con respecto a sus propias normas de supervivencia, lo del lugar fijo, el apegarse a alguien, el dejar ese egoísmo que casi se había convertido en algo innato en él.... Debería haber dejado al gitano atrás, o más bien no debería haberle respondido al principio no hubiese sucedido ésto, estaba siendo débil. Pero si la verdad lo pensaba, había venido a París buscando una oportunidad nueva en su vida, había recibido la maldición del licántropo para poder romper las reglas y vivir por una vez de verdad sin miedo a nada, ya que ahora era más fuerte que nunca y nadie podría impedirle sus deseos.
Su anterior vida debía de quedar atrás con el pasado, su autentica identidad seguir muerta. Nunca recuperaría aquello que le pertenecía, nunca llegaría a portar sus títulos nobiliarios dados por su difunto padre, ni llegaría a ser el gran jenízaro que deseaba ser... Debía de mentalizarse de aquello, lo sabía desde hacía muchos años, pero alguna parte de su ser tenía la esperanza de cambiar aquello.

En la portería un hombre anciano lo saludo, intercambiaron unas pocas palabras en otro idioma, al igual que Emhyr el anciano era extranjero pero no de la misma tierra que el turco.

-Subamos a la habitación. -Le dijo a Lionel rompiendo el silencio que había iniciado para él.

Ya en la humilde habitación Emhyr cogió unas cuantas camisas y las aparto de la desordenada cama, éstas cayeron sobre una vieja guitarras y unas extrañas cajas desmontadas con mecanismo extraños.

-Tumbate, ahora nos traerán algo de agua caliente y vendas.

Mientras despejaba un poco la habitación, la puerta fue golpeada y Emhyr fue a atender la llamada.
El anciano de la portería con gesto desconfiado le entrego un cubo con agua que indicaba ser caliente, ya que el vapor surgía de estas y unos cuantos trapos limpios, los cuales pronto se convertirían en vendas.

Emhyr le agradeció aquello en su idioma, el anciano por un momento se quedo dudoso observando al gitano, luego Emhyr le recordo que tenía más obligaciones que las de estar parado allí y lo despidió. La puerta quedo cerrada tras ambos y en cuanto se dió la vuelta encontró a su vieja amiga siendo acarciada por Lionel.

-Me gusta, toco y si puedo me daco algo para comer. -Tomando los trapo comenzó a rasgarlos mientras acercaba el cubo -Ten cuidado, le cambie hace poco un par de cuerdas que se partieron, son viejas... Pero es lo único que conseguí robar.

Sonrió para sí cuando vió aquella escena, le hizó gracia, al parecer al gitano le gustaba tanto esa guitarra como a él. Se le veía muy feliz con tal simple instrumento.

Quienes habían conocido a Emhyr decían que éste tenía un don con la música. No sabía leer música, aunque había podido tener la oportunidad de aprender si hubiese continuado formandose como "jenízaro" incluso si hubiese regresado a las estancias de las familias nobles otomanas, pero no llego a ser nunca así. En cambio el tenía una capacidad bastante extraña, toda melodía interpretada escuchada al menos una vez quedaba grabada como el fuego en su cerebro y no desaparecía, si le dabas cualquier instrumento sabía exactamente que notas debía de tocar para clavar la misma melodía. Poseía un "oído absoluto", pero él lo ignoraba, solo decía "que se le daba bien y punto".
Por ello todos aquellos extrañas cajas mecanicas y piezas sueltas desordenas en su habitación, eran cajas de música que el mismo turco fabricaba basandose en la melodías de su cabeza para luego venderlas.

-Hazme un favor, quitate esa camisa y tumbate. -Le pidió con amabilidad mientras se sentaba a su lado, con alguna de las vendas.