Impredecible aventura [Libre]

El viento sopla por detrás de su nuca y hace bailar a sus cabellos, la fragancia que despide no es otra más que la de su cuerpo ya corrompido por decenas de hombres, aún así no deja de ser embriagante. Su mirada se pierde en las lejanías que se presentan frente a ella, cada paso la aleja más de la ciudad. Disminuye el tránsito de personas y llega un punto en el que se ve completamente sola. Suspira, siente una gran nostalgia por esa vida que pudo tener, pero que sin embargo, le fue negada. El taconeo de sus zapatos distrae la concentración de las ratas en los basureros, quienes huyen despavoridos pues se sienten amenazados por una rata más grande que ellas. Rodea los ojos y se burla de su propia existencia, siente cierta repugnancia por si misma, aunque puede o no disfrutar de los beneficios que le deja ser una ramera, nada le importa más que el hombre que dejó tiempo atrás.

Sumergida en su propio mundo de inmundicias ataviadas con el placer del dinero, ignora los sucesos extraños que ocurren a su alrededor. Un respingo, como un espasmo agónico le hace retorcerse cuando una voz grave le habla. No está completamente segura de la veracidad en ese tono pero ¿Qué va a saber una puta acerca de eso? Le resta importancia a lo extraño que suena el tipo. Lo que no puede dejar pasar de largo es su vestimenta, su porte. Si bien es un cliente con potencial, tiene que vestir de una forma en la cual sus ropas no sean de la más fina seda pero tampoco se reduzcan a los harapos de la pobreza. - ¿Robada? – Pregunta con una sonrisa en el rostro y las cejas en lo alto, su carcajada sonora, asesina al silencio pacífico que hasta hace unos instantes reinaba entre ambos – A estas alturas cualquiera resulta ser un esperpento, incluyéndome… - Sus pupilas se alternan de ese rostro blanquecino, a ese cuerpo escuálido. Es demasiado delgadete para el gusto de Scarlett. Es igual, no importa si él posee el dinero y lo que pretende es diversión, ella puede hacer uso de sus excepciones. – Ahora bien, por el contrario usted debería cuidarse de no ser despojado de sus pertenencias por algún ladrón –

Espera a que el caballero le de alguna señal que le indique busca compañía, sabe que no es prudente abalanzarse sobre el primer infeliz que se cruza por el camino. La advertencia que este le hizo no es ignorada, conoce bien los trucos que esconde la noche con su manto, tiene conciencia que cualquier distracción puede significar la muerte. El peligro acecha constantemente y para una ramera es aún mayo que para cualquier otra persona ¿Por qué? Las cartas sobre la mesa, al ser una puta todos los hombres creen que están en su derecho de follárselas sin preguntar antes, pero no es así. Le dedica un último vistazo al extraño, la luna en lo alto le indica que es lo suficientemente tarde como para que un caballero se encuentre divagando por las solitarias calles de Paris, cuan mayor razón una dama, no obstante, ese vestido que Scarlett trae encima deja ver que no es una dama. El anuncio en su frente resplandecer con cada movimiento que está acostumbrada a hacer, todo sea por la seducción y el pago, “Cortesana”. - No es prudente para un caballero, salir de noche en una ciudad tan peligrosa como esta -

Las palabras de aquel hombre parecen no concordar con la imagen que Scarlett tiene para con ellos. Bastaba más, es un personaje bastante interesante, cada frase derrochada con esa voz le parece a la ramera una razón por la cual no aparcarse de su compañía durante esta noche. El ceño de la rubia se frunce analizando con un trasfondo la filosofía dictada por el varón “¡Fascinante!” Piensa para sus adentros al intentar que su cuerpo reaccione al igual que su cerebro, pero no es así. ¿Cuándo se ha visto que una puta se encuentre nerviosa? Pues siempre existe una primera vez, después de todo hasta Scarlett es humana y no puede fingir esa admiración que siente por el extraño. Necesita saber su identidad, conocer el nombre del caballero, porque él realmente es un caballero, con todo el sentido de la palabra y no un depravado que sueña con lo inalcanzable.

– No, muy por el contrario, son teorías innovadoras… Cualquiera se burlaría de usted Monsieur, otros le atacarían con piedras, palos, fuego y demás por pensar de esa manera. Las actitudes de las personas marcan su ignorancia… - Dijo sin el afán de ofender a nadie, pero si aún así lo hacía, pues realmente no le era de su incumbencia el sentimiento de los demás. Se desliza entre las sombras para robarle una mirada al hombrecillo frente a ella, sabe que es de muy mala educación preguntar el nombre antes de presentarse, pero para una puta como ella lo mismo da que la juzguen. La gente siempre hablará, marcará a los demás como el animal que es. Algunos se regocijarán de ser el águila calva, otros se sentirán peor que los topos tragándose la tierra y a una mínima parte – de la cual ella forma parte – les viene importando un reverendo comino el juicio que la ética, teñida con los pecados capitales; se ha encargado de ejecutar.

- ¿A quién le debo el honor de encontrar fascinante esta noche? – Pregunta sin más remedio que clavar sus celestes pupilas en la mirada de aquel extraño que parece acaparar la atención de la mujer. Pudo haberse sentido rechazada, lastimar su ego, herir sus emociones… Tras la develacion de que no buscaba sexo. La ramera lo comprendía, existen cosas mejores que revolcarse en una maldita cama y fingir que el placer aliviará el olvido o el sufrimiento que a muchos les atormenta. Existen dos clases de hombres, los que sacian su soledad follando y los que lo hacen ahogándose en el alcohol. Sea cual fuese él, para Scarlett paso de ser un hombre del montón a un individuo con grandes expectativas, gran potencial. Sus mejillas se incendiaron al instante, ¿Pena? Tal vez. – Descuide, que para acostarse conmigo se necesita más que dinero… Sí, tiene usted razón, las ganas de hacerlo – Se encoge de hombros y sonríe por la broma personal que se acaba de hacer. Una mujer frígida como ella nunca tendría ganas de revolcarse con insignificantes mortales, pero el trabajo, la alimenta…

Sin querer, sin avisar, un espasmo de incoherencias golpea fuerte la cabeza de Scarlett. El verlo hablar de esa manera, al escucharle decir todas y cada una de esas palabras, la fémina siente admiración por el desconocido ¿Será acaso que él es el único en su forma o tal vez la puta nunca se había tomado la libertad como para escuchar a alguno hablar? Sea cual fuese l respuesta, ella estaba perdidamente cautivada por su voz, por el porte que tiene, lo rústico y lo inesperado. Cierto es, que está prohibido para alguien como Scarlett caer en las garras de un hombre, es inteligente, sabe lo que hace y precisamente por ello no puede enamorarse de nadie, pero es demasiado tarde cuando el corazón ya lo ha hecho. Lleva una mano hasta su pecho, no desea que esa atracción que está emergiendo desde su interior se adueñe de su cuerpo y le haga cometer estupideces que a la larga se reprochará. No, no puede permitir que la flama en sus pupilas se observe más allá que la máscara de indiferencia que siempre les obsequia a los extraños, pero es evidente que este ser, tan extrañamente atractivo ha logrado seducir sus pensamientos de una forma completamente desconocida para la mujer y, aunque lo sabe no lo aceptará.

Se queda callada sin nada que decir, el juicio de su labor le tiene sin cuidado, pero sí se quedo pensando en el por que aquel hombre le parecía tan ¿Adictivo? Asiente una vez con su cabeza, su gélida mano se topa con la de él. Hubiese deseado conocer su piel, saber que se siente tocar la textura de esta, perderse entre lo áspero y redescubrir nuevas formas en la piel de un extraño, pero le fue imposible, a estas un guante las cubre e impide que Scarlett aprecie el calor de su piel. El abrigo que previamente coloco sobre su cuerpo hacía su labor, comenzaba a calentar el frágil cuerpecillo de la fémina, pero entonces ella nota como es que a él se le erizan los bellos de su cuerpo, estaba soportando el frío por una desconocida, peor aún por una puta que no vale nada. Tiene el ceño fruncido tratando de discernir las cosas que planea su cabeza y aquellas que quiere hacer su cuerpo, él le habla de nueva cuenta – Gracias. No Monsieur, se equivoca… Para alguien como yo la pena ha quedado sepultada junto a la pulcritud y me parece interesante que alguien como vos declare no tener prejuicios, pues la gran mayoría los tiene tan clavados en su pobre e ilusa mentalidad que tal pareciera que es lo único que poseen. El pensamiento libre es un don, no una maldición, así que usted no debería flagelarse solo por el hecho de que es diferente, piensa distinto y actúa por su propia voluntad. Acepte las virtudes que la vida le ha obsequiado, después de todo no a todos se las ofrece, es por ello que son virtudes… - Comenta con la mirada perdida y tomando entre sus manos ese vaso de chocolate caliente, le da un sorbo y un segundo después contrae su cuello hacia atrás, remoja sus labios para absorber con su lengua los residuos del líquido en sus labios.

No pensó todas esas palabras que dijo, quizá tenía razón, o muy probablemente – que era lo más seguro – solo había dicho un montón de disparates, cosas que hace un estúpido ignorante. Sacude su cabeza, sus palabras cada vez más le hacían notar que era más de lo que creyó, juzgar a las personas por lo que aparentan es algo realmente idiota. Las personas pueden jugar a no hacerlo, inclusive pueden declararse libres de pecados, pero la realidad es que siempre, detrás de los pensamientos más humildes, existe una parte tan infinitamente obscura que juzgará sin preguntar primero, es inevitable, es la naturaleza de todo ser humano. – Yo también seré sincera con usted, hasta hace pocos minutos yo pensé de la misma forma que usted. Pero lo que ha dicho me ha llevado a laberintos que desconocía, mi juicio está errado… La bestialidad, la brutalidad y demás no siempre dominan a los hombres, puede que siempre los acompañen, pero usted ha demostrado también, que se pueden reprimir… por ende cabe decir que aún queda esperanza con los de su especie, me refiero a los hombres, si usted es la excepción a la regla del “macho” supongo que deben existir por allí alguno que otro, si aún no es así he de apostar a que sus hijos serán educados de esa manera, lo cual amplifica las posibilidades… - ¿Será posible? Una ramera que habla y se desenvuelve de esa forma no puede ser verdad, pero lo era. Scarlett no es una mujezuela cualquiera y sus clientes lo sabían, pero no solo se debía a su increíble incapacidad por sentir, si no también sus pensamientos. ¡Que escondido se lo tenía! La verdad es que ningún hombre, al igual que ella, se había tomado la molestia para escucharle hablar, para prestar atención a lo que existe debajo de ese cuerpo de tentaciones. – No se disculpe, me es gratificante saber que a alguien le interesa, aunque sea un poco, la vida de una puta -

Simplemente indescriptible. El razonamiento que pende de un hilo al encontrarse conversando con un desconocido, nunca fue tan jodidamente errado, como el que Scarlett ejecutaba con cada uno de sus pensamientos. Desconcertada ubica un punto en su mente donde la realidad pueda superar a la fantasía en la cual un pequeño niño que, disfrutando de su inocente infancia, cree ciegamente y sin cuestionamientos absurdos; pero no lo encuentra ¿Es eso posible? ¿Se puede conversar con un hombre al que le importen los sentimientos y mentalidad de una cortesana? Si lo hubiese escuchado hablar de ello, seguramente se estaría mofando de lo seguro que sonaría aquella persona con fe irracional a que nada es imposible, pero allí está, a un lado de él escuchando cada ¿maldita? no, aquello que decía no puede ser maldecido solo por que el vocabulario de Scarlett es tan corriente como ella misma; dígase pues, que se delicadamente absorbe cada una de sus benévolas palabras, las analiza y las compara con su propio juicio. Es un error, es verdad, pero ¿Quién no ha juzgado el pensamiento ajeno con una comparación tan trivial cuando se trata del propio? Siente que le explotará la cabeza por pensar tan profundamente. Su capacidad, su cordura se están disipando ¿Cómo se puede pensar de forma coherente cuando el acontecimiento en sí, es irracional? Sacude su cabeza, ha capturado la esencia de ese hombre, le atrae como ninguno otro lo ha hecho antes, a decir verdad, nadie le ha llamado la atención como él.

El camino ablandece conforme sus zapatillas se marcan en el piso, puede escuchar, tal vez, el grito de la estoica piedra ¿ilógico? ya no le sorprendería en lo absoluto. Su lengua moja sus labios secos, la ventisca que se empeña en despeinarla ha pasado a formar parte de su dulce encanto de cortesana, cualquier cosa que le atavía sirve para hacer de su belleza un derroche de pasiones. Trata de organizar las locas ideas en su cabeza, los disparates mas surrealistas que puede crear esta noche, suspira y envuelve con una fina capa imaginaria de seda, el delirio por besar los labios del extraño y sentir a que sabe un verdadero hombre – Scarlett – Responde a la cuestión de su identidad. Tardo varios minutos en poder pronunciar palabra alguna, las quería organizar de tal manera en la que pareciera que está a la altura de ese caballero y que este no se sienta desilusionado por una blasfemia que pudiese escupir. La reprimenda que le dio, le hizo saber a la ramera el nivel en que él se encontraba, no era bajo, no era alto, simplemente superaba todas sus expectativas y ella deseaba alcanzarlo – Lamento mucho la referencia que hago de mi misma, pero es así como todos hablan de nosotras y no me molesta, pero si a usted le parece racista y detestable, procuraré que mis palabras sean mejores que el silencio – Muerde su labio inferior, como lo había prometido, esperaba que su cerebro le diera el alcance perfecto y poder decir una frase inteligente antes de que el eco del viento pintara como cana el paso de los segundos, los minutos, las horas… - la inteligencia a menudo es cuestionada y aún cuando haya pasado las pruebas más estrictas no se puede decir con exactitud si se está en lo correcto o no, es impredecible, al igual que número de pensamientos en la cabeza de un individuo o la reacción de las personas ante lo desconocido, varia… siempre varia… - Se queda pensando durante un segundo, su ceño se frunce y entonces lo escucha nuevamente - ¿Perdone? – Pregunta. Ya había escuchado aquello de que el interés no únicamente es carnal, pero hasta ese momento no supo que se referían las personas con eso exactamente. “Siempre hay una primera vez” Lo ha comprobado. Clava sus mirada llena de ese interés descabellado, en las pupilas del extraño, se para frente a él, examina cada parte de su rostro, como si deseara plasmarlo en un lienzo para toda la vida, cada detalle, cada maldito detalle por minúsculo que parezca ella lo resalta con su vista. Al final solo sonríe – es usted muy poco ortodoxo, un hombre muy peculiar y una mente interesante, digna de admiración – Sentencia, pero no deja de mirarle. Hay algo en él que…

Sus pupilas se dilatan, su respirar se acorta con cada centímetro que es tragado por ambos cuerpos, por ese deseo abismal que comienza a emerger desde las entrañas de esa mujer que no le debe nada a la vida, quien no debe sentir esa delirante atracción por los hombres como lo hace con él. Sentir su aliento chocar contra la comisura de sus labios, creerse atrapada entre esta dimensión y la realidad. Su propio cuento de hadas, se queda allí, ensimismada en el análisis crítico que está haciendo internamente, su cabeza se enfoca en dos cosas al mismo tiempo, superar la fantasía y escuchar de sus labios toda esa palabrería rescatable en los pensamientos de un hombre. Las pupilas celestes, llameantes de pasión, locura e irracionalidad; no pueden aparcarse de ese rostro que, bajo las penumbras de las calles esta noche, no le deja de ser infinitamente atrayente, pero ¿Es eso lo que acapara su atención? No, está completamente segura que es lo que se guarda bajo todo ese disfraz de caballero universal lo que realmente le interesa.

Continuar con el fuego que arde en su interior, es abrazar a la locura de la cual no se puede permitir ser presa, pero ya es una víctima más de la indecencia. Aspira con desdén el perfume de su vaho, dejándose embriagar por la hiel que resulta de estos, el veneno perfecto para caer en la perdición del demonio. “¡Oh, Scarlett!” Escucha en su cabeza ese berrido infernal que despiden los labios de todos sus clientes, esperando que sí pronuncian su nombre ella pudiese sentir la mínima parte de un orgasmo, no podrían aunque quisieran… Sus ojos se cierran de golpe al sentir la separación tras ese roce, su razón lo agradece infinitamente antes de perderse por completo, pero lo que no gobierna en la racionalidad de la mente, esa parte tan ilógica e hilarante, detestó el instante en que la distancia logró imponer un abismo entre sus labios. Su pecho ruge, llora como una bestia que se había encontrado adormecida y que ahora fue despertada para saciar esa ansiedad insensata en el pecado mortal. ¡Maldita sea mil veces la puta que se deja arrastrar de esa manera! ¡Maldita sea mil veces Scarlett Bouvier!

El silencio les rodea al igual que la noche, tan sutilmente desgarrador que pareciera colisionar contra sus sentidos y amenazar por alterarlos todos con un solo beso. No sabe que decir, no tiene la mínima idea de cómo actuar, que sugerir. Si fuese otra ocasión ya se encontraría seduciéndole, logrando que el más santo de los hombres peque en lujuria con tal de probarla; él es completamente diferente y sus expectativas fueron superadas con la dedicatoria nocturna que ha declarado. ¿En qué momento de la razón, la vida de una ramera se tornó interesante? Eso tiene, debe ser un error. Nadie que se considere cuerdo podría estar interesado en las anomalías que tiene como existencia una mujerzuela, pero él lo hace… Scarlett no logra entender sus motivos los “¿por qués?” de ese hombre. Se muerde el labio inferior ¿Quién lo diría? se encuentra nerviosa ante la mirada penetrante de un varón, desvía sus ojos a un punto en la nada, no quiere tener que sumergirse en el océano profundo de sus ojos. – Lo impredecible de esta noche es, Monsieur, que vine buscando dinero y encontré… creo haberme encontrado a mi misma – Susurra. Lejos de romper la formalidad entre ambos, ella deseaba que permaneciese de ese modo, su único instante en el que se cree una verdadera mujer y no un error del destino.

Sus pasos se adelantan en el camino, uno ataviado con la rareza de estar allí con alguien más sin insinuarse nada lascivo. Suspira fuertemente, su condescendencia no podría ser real, en lo absoluto, ella no es así ¿Por qué esta noche? Quizá quiere decir que todos, por muy idiotas que se comporten, tienen que desahogar sus penas en determinada ocasión. Tal vez la aventura de Scarlett sea precisamente esa, minimizar la carga que lleva a cuestas con la conversación de un extraño. – Mi historia no creo que sea digna de contarse – Comienza a romper ese silencio, cuando no hay miradas cruzándose, ni caricias sintiéndose, el silencio está de sobra – es algo turbia, con una pena oculta tras las sábanas del placer. Puede ser retorcida, complicada o una vil carcajada para quien la escribió de esa manera – Sonríe como quien desea ocultar una mueca de tristeza con una alegre – No lo sé, simplemente fue… una locura, un error – Se encoge de hombros – Aunque pienso que eso cree la mayoría de los desdichados acerca de su propia historia – Una nota bromista emerge en el sonido de su voz, esta vez su sonrisa no es fingida, es auténtica.

Increíblemente la vida aún posee sorpresas para aquellos que aseguran haberlo vivido todo. Scarlett no es la excepción a la regla y ha encontrado algo fascinante bajo el manto nocturno de una noche que prometía caer en la monotonía una vez más. Ahora le agradece al destino que él se encontrara en las calles de París como quien la estuviese esperando exclusivamente a ella. Cada ademán, cada palabra dedicada en su honor, todo lo que él hace para Scarlett es como una bofetada en su rostro, no por cruel, ni dolorosa, sino por lo inesperada que podía llegar a ser. La obscuridad se ceñía sobre las calles pero no lograba llegar a ambos, simplemente por que él es como un sol que se eleva por lo alto de los cielos para iluminar todas las penumbras de una infeliz mujer. Admiraba, realmente ha logrado admirar el pensamiento de aquel varón que, sin saberlo, se ha adentrado hasta lo más profundo de Scarlett y es que ninguno como él ¡Maldición! Había estado con miles de hombres, fingiendo que le interesaba su pútrida vida, mintiendo acerca de lo que sentía por ellos ¡Ese era su oficio! Una puta que se revuelca en la cama con extraños a los que no les da su nombre real, los que gimen y gritan el apodo de una ramera que al día siguiente olvidarán para irse a regocijar a sus grandes mansiones, con Adolph todo es diferente.

Sus mejillas se incendiaron al encontrarse a si misma ensimismada en un mundo donde él lo era el todo. – Monsieur… - susurra con cierto temor en la nota de su voz. Está siendo víctima de sus propios temores, se está interesando en un hombre ¡Maldita sea! La luna le ha tendido esa trampa – Créame cuando le digo que no le olvidaría ni en un millón de años-realmente, en esta ocasión decía la verdad. – Alguien como usted jamás podría pasar desapercibido para una dama – sonríe con amargura y desvía la mirada. Cierto es que ella no es una de las damas de la ciudad, estaba por debajo de todas las categorías y aunque fuese la puta mejor pagada aún era menospreciada por la sociedad por el simple hecho de vender su cuerpo ¡Pero ellos que sabían de su pasado! ¿Alguno de ellos se ha pregunta las razones por las cuales la mayoría de ellas lo hace? No, a nadie le importa, lo único que desean es juzgar. – Sus pensamientos son lo que cualquier mujer desearía encontrar – Él terminó por romper todo dentro de Scarlett cuando le entregó esas monedas al indigente. Un hombre normal nunca lo haría, por el contrarió se habría burlado de la desgracia ajena, Adolph no lo hizo. Entrecerró sus ojos, y sus pupilas se iluminaron descomunalmente al observar ese acto de benevolencia. Su mano, lentamente se apoderaba de la de Scarlett y ella, lejos de aparcarse de él, se aproximaba cada vez más, sí, sucumbía…

No puede pronunciar palabra alguna que sea digna del hombre con el que anda. Se queda en silencio escuchando su voz, apreciando la sabiduría que posee. Para alguien como ella,todo eso es completamente nuevo e impredecible ¿quién lo hubiese imaginado? Sin pensarlo, sin planearlo ella cayó en un abismo bastante profundo, lo extraordinario es que no deseaba salir de allí. – No sólo un mendigo puede hacerlo, incluso un pequeño infante, con su inocencia podría demostrarnos lo equivocados que estamos, pero no les prestamos la atención suficiente y decimos que ellos no saben nada… - Continua caminando a su lado apreciando esa compañía que le ha dejado extasiada. Cerca a ellos una banquilla los esperaba, invitándolos a sentarse sobre ella para sonreírle una vez más a la noche que se abre paso sobre ellos. Siente su caricia y un escalofrío recorre por todo su cuerpo, el frío es lo de menos, es su tacto lo que lo ha ocasionado. Se sienta justo a su lado, eleva su mirada al infinito, muerde sus labios, sus nervios de apoderan de ella y cada maldito poro de su piel comienza a sudar frío. La palidez de su rostro se ha visto impedida por ese tono rojizo de timidez. ¿Atractiva? ¿Para él? Es lo único que esperaba. – El redescubrimiento personal suele ser interesante, lo admito, pero para mí es más atrapante el misterio que se esconde tras sus pupilas – Lo ha dicho y no piensa retractarse, si algo hay que le caracteriza es lo directa que suele ser y sí, ese hombre le interesa en demasía, si bien no carnalmente, si de otra manera. Al sentirse atravesada por el las cuchillas del viento y abrigada por su regazo, se refugia más en él, se sumerge en su pecho ¿qué hace? No lo sabe, pero realmente lo disfruta – Es irracional – cierra sus ojos y se deja arrastrar por los sueños – Nunca imaginé que se podría conversar con un hombre fuera dela cama – susurra. Sus palabras no fueron premeditadas y olvidó lo que é le había pedido, pero es que Scarlett no puede ocultar lo que es, toda una vida no puede simplemente dejarse de lado para comportarse como es bien visto.

Eleva sus pies y se recuesta sobre la banca, adormeciéndose. En ese instante se ve invadida por sus manos, cada segundo que pasa es una eternidad, se pierde en sus orbes y en aquel beso. Sentir la humedad de su boca, la suavidad de sus labios, el calor de su ser, nadie le ha tocado de esa manera, todos lo hacen con la lujuria y él… Comienza a deleitarse con ese ademán de efecto pero él se aparco. Se quedó impactada por el acto, pero no por el atrevimiento, el se separó de ella ¿Qué había echo mal? Entonces lo escucha. ¿Perdón? No, él tenía que disculparla a ella, Adolph dejó bien en claro que no la buscaba para eso y sin embargo Scarlett continuaba con lo mismo. “¡Eres una estúpida!” se recriminó a si misma, se puso de pie en un movimiento brusco – No, perdone usted… Al parecer no puedo quedarme quieta por más que lo intente, lo lamento, esta en mis venas, es parte del oficio y no sé otra cosa que no sea eso – Sus manos juguetean frente a su vientre, su cabello ondea cada que el viento sopla en su nunca, su respirar se acelera, los nervios juegan con su psiquis, se deja caer sobre sus rodillas – De verdad lamento la ofensa -

Ser tratada como una dama es un golpe bastante bajo. En sus recuerdos se ven pasar cada uno de esos dolorosos momentos que sufrió en su pasado, no tiene ninguna memoria que pueda rescatarse para sonreír a excepción de una que, desafortunadamente también produce lágrimas saladas en sus ojos, su hijo. Es frustrante tener que escuchar las palabras de un caballero como él, saberse centro de atención y no poder si quiera estar a su alcance. Diga lo que diga, haga lo que haga, aún cuando él le demuestre lo contrario, Scarlett sabe quien es ella y donde es que está parada. La escoria de la sociedad se divide entre esas mujeres de vida galante y los mendigos. Ciertamente la fémina ha estado en medio de ambos ¿cuál sería su clasificación? Su piel se erizaba con cada palabra llena de dulzura que le dedicaba, sus nervios eran una maraña subrrealista y es que no podía aceptar que su suerte le haya arrastrado hasta un encuentro con ese hombre. Impredecible aventura la que Dios le está jugando ahora que sabe cual es la diferencia entre un varón y un caballero. Niega con su cabeza, no está de acuerdo con la perspectiva que, inusualmente se ha creado de ella. Scarlett nunca dejará de ser esa mujer frívola que desprecia a todo aquel que se atreva a dedicarle una sonrisa, una dama tan hermosa pero tan vacía por dentro, que la lástima y la compasión de los demás jamás la ha tocado en ningún momento. No, Scarlett no olvidaría lo que es por una probada de sueños o de edén. Su sonrisa es opacada por una lágrima pretenciosa que se derrapa por su mejilla derecha ¿Hace cuánto que no se sentía de esa manera? Desde que su pequeño nació. Él no sabía nada de ella, aún así la aceptó.

Sentir la suavidad de su piel, el calor de su tacto…Scarlett es un iceberg que está a punto de colapsar por los rayos del sol derritiendo su dura estructura. Romperla es inútil, pero tratar de ablandar su esencia es lo más apropiado para quien desee encontrar el alma que se sabe está allí, en lo más profundo de sus entrañas. Los segundos pasan y con ellos se disipan los temores de la dama, que sin saberlo, se ha dejado manipular por los trazos del destino. – No sabéis lo que decís – Pronuncia con un susurro y un titubeo. No puede estar segura de esa atracción que siente por él ¿cómo es posible? Se supone que ella arrancó el corazón de su pecho y lo enterró muy lejos de Paris, para no amar a nadie que interfiera con la devoción para con su hijo, para que no la humillen como en el pasado, para que no sea esclavizada ante un sentimiento como lo es el amor filial, pero él llegó como una tormenta enfebrecida para lavar todas las penas que ha padecido y erradicarlas de su vida junto con la corriente de un turbulento río. Dejándose manipular por los movimientos del hombre, se impulsa para ponerse de pie y quedar a escasos centímetros de él. Su caricia conmueve su rostro, es una delicia saberse tan frágil como los pétalos de una rosa, jamás lo hubiese imaginado, también puede rayarse la estructura impenetrable de una lápida de mármol. Muerde su labio inferior, está nerviosa. Su respiración se acelera, sus ojos alternan desde las pupilas de él, hasta sus labios que le invitan a probar una vez más su sabia. - ¿Es un sueño? – Pregunta, no quiere despertar por la mañana y saber que todo eso fue un simple engaño de sus pensamientos. La esperanza ha abofeteado su cara y no quiere que se marche tan rápido como el último aliento de un moribundo en los callejones de la ciudad. Atrapada entre el miedo de caer en una vertiginosa red de líos sentimentales y negarse la oportunidad de continuar su fantasía de ser feliz, aunque sea por un instante… se funde ese beso impredecible pero tan esperado por ambos.

Sus labios se mueven en un vals de medianoche, él dicta hacia donde hay que moverse, ella lo sigue sin ningún reproche. Suave como las plumas de las alas de los ángeles, húmedo como las hojas de los árboles al abrirse para recibir el rocío. Tierno al igual que la mirada de ilusiones que tiene una joven muchacha enamoradiza al encontrar a su amor eterno. Cálido como el protector abrazo de una cueva a un dragón malherido. Reconfortante, sabiendo que la eternidad es un mito y un efímero instante como ese se vuelve un eco resonante en la historia de un “para siempre”. Delirante de la misma manera que una simple droga se vuelve vicio del hombre más fuerte. Abrasivo, debilitando su coraza de indiferencia. La ha desarmado, Scarlett no se había mostrado tan frágil con absolutamente nadie y él, un maldito extraño… sí, es un extraño pues no conoce nada más de él que su nombre; ha descubierto el corazón de Atlantis, la ciudad prohibida. Sus manos rodean su espalda, deslizándose con delicadeza y gracia. La práctica de varias décadas la ha hecho toda una maestra, pero no es lo mismo, seducir para obtener dinero sin sentir nada, que sentirlo todo sin esperar absolutamente nada. Quiere y desea que ese momento dure horas, más está consciente que todo tiene un final, además ¿Qué pensaría él de ella? ¿No se supone que ninguno de ellos buscaba eso esta noche? Pero el sabor de esa caricia porque eso es para ella, una caricia dedicada en su honor y perdida en las fauces de la luna. No, eso no tiene razón de ser, Scarlett no puede permitirse ese lujo. Se separa abruptamente de él. – Lo siento – se disculpa nuevamente, pero no por el beso, si no por alejarse de su lado – Pero no tengo permitida la ilusión – suelta su cuerpo, le da la espalda y trata de escapar de allí lo más rápido posible.