Aventura en el Tren (Anuar)

Varias noches habían pasado desde aquella primera noche de aventuras pecaminosas con Anuar. El vampiro no había querido mencionar el tema, porque para ser franco le avergonzaba, no sólo por la situación misma de lo ocurrido, sino porque el alcohol en la sangre de Anuar le había conducido a actuar de esa forma tan inconsciente. Soren no solía beber, ni le gustaba embriagarse, ni siquiera cuando estaba vivo visitó los bares en busca del alcohol, así que haberse dejado llevar de esa manera no era algo de lo que se enorgulleciera. Aunque tenía que aceptar que una parte de él gozaba con toda aquella locura.

En varias ocasiones se había encontrado riendo tontamente sin motivo alguno y todo porque recordaba la situación en que se habían metido y la forma en como habían solucionado el problema. Esa noche en particular, luego de salir disimuladamente de la bodega y buscar a Anuar por los pasillos, se encontraba de muy buen humor, había escuchado conversaciones de que durante el día el tren había parado en un pueblo para cargar carbón y que ahora podrían viajar un poco más rápido.

- Y de esta manera se reproducen los cangrejos - Comentó con una taza de café que previamente había pedido a la dependienta que pasaba todas las noches al rededor de las 8 para ofrecer comestibles para la cena, en la mesa de centro habían galletas de trigo con ajonjolí y nueves, también habían dos ciruelas coloradas. - Caminan por la playa haciendo sonar sus tenazas bajo la luna llena -

Se llevó la taza de café a los labios, ese día vestía una camisa de lino negra y un pantalón con diseño de cuadros de colores verdes y vino tinto, en el cuello anudado a su camisa llevaba un listón rojo carmín amarrado como un moño. - ¿Están buenas las galletas? - Le preguntó aspirando el aroma del oscuro liquido.

Había pasado la mayor parte de los días en agobiante espera y tiempo de sobre, tiempo que no merecía existir pues al hacerlo permitía a su imaginación volátil idear historias que no en aquellos instantes era capaz de describir como certeras o falacias, era durante esas horas del día que transcurrían con soledad por compañía cuando su mente mas se atormentaba y su corazón amenazaba con no poder más con aquel pesar, quizás una noche sencillamente se quedaría dormido para no despertar ya y conocería entonces la paz porque no tendría ya que preocuparse por el tiempo venidero pues sería siempre el mismo.

Su nuca se apoyaba en el respaldo del asiento y su cuerpo yacía semi escurrido por el vagón, con las piernas dobladas y la mirada perdida en algún punto del cielo raso, había llegado a conversar con pocas personas en el transcurso del viaje, la mayoría de las personas habían escuchado la miserable historia del joven de rojos cabellos y decidían pasar con disimulo por su vagón para darle sus mas sentidos pésames y a callar quizás de aquella forma sus propios demonios y sufrimientos.

-¿consigue entonces pareja quien haga el ruido más fuerte?...¿o quien tenga la tenaza más grande?- le cuestiono sin voltear a verlo, con una galleta de ajonjolí entre los dedos y un trozo de la misma dentro de su boca, lo pensó unos instantes si el fuese un cangrejo…no haría sonar sus tenazas para conseguir una pareja, sin lugar a dudas no saldría bajo la luz de la luna llena porque uno nunca sabia que criaturas podría resguardar la obscuridad y sobre todo, no sería jamás un cangrejo de modo que aquellos pensamientos fueron barridos por su mente al instante y dentro de su cabeza era como si jamás hubiesen existido.

-deberíamos felicitar al cocinero uno de estos días- contesto porque se encontraba tan disperso que no lograba hilar con facilidad lo que ocurría a su alrededor, la intrigaba comenzaba a consumirlo –en el puerto los matan quitándoles el caparazón antes de venderlos para que estén frescos- comunico introduciendo el resto de la galleta entre sus labios.

La pregunta sobre los cangrejos lo puso a pensar, Soren sabía de muchas cosas, pero la biología no era su especialidad y si hablaba de cangrejos era porque intentaba darle vueltas al asunto para poder preguntarle a Anuar sobre su estado de ánimo, le vía decaído y como triste en las últimas noches ¿Sería gracias al problema ocurrido en la bodega 5 noches atrás? ¿O sería acaso que se preocupaba demasiado por su padre? En cualquier instancia, Soren sentía deber casi patriótico al respecto e intentaba distraerlo contándole cosas, como la historia de los cangrejos.

- Supongo que si tiene la tenaza bien grande y además es bien ruidoso, será más atractivo para las cangrejas - Comentó y sus pensamientos distaban ya de dichos crustáceos - ¿Tuviste que hacer eso tu también? Digo...capturar cangrejos y quitarles la caparazón...- Le preguntó y se quedó mirando la taza de café caliente, el vapor había logrado que se le empañaran las gafas ocultando casi completamente sus ojos.

- Anuar... ¿Te sientes mal? - Preguntó al fin y le pareció entonces que había desperdiciado una hora entera hablando sobre cangrejos y caracoles, cuando hubiera podido ser más directo - Luces distante... pensativo... apático... - Más de lo normal debía agregar porque Anuar era por lo general una persona distante, uno nunca podía esperar encontrar grandes expresiones en su rostro, porque con suerte encontraría sólo una cada cuaresma.

- Si estás deprimido... ¡Puedo hacerte reír! - Exclamó dejando el café sobre la mesita donde yacían las galletas, se puso de pie de un salto llevándose las manos a la cintura con actitud de peter pan - No soy buen comediante, pero puedo hacer el intento... a ver... - Carraspeó - había una vez un comerciante que tenía fama de ser muy tacaño por lo que quiso adiestrar a su burro para que no comiera... Al morirse el animal dijo “Qué pérdida. Justo cuando había aprendido de no comer, se me muere.” - Se quedó en silencio esperando reacción en Anuar, era un chiste muy viejo, del siglo 5, quizás no tenía mucha gracia en los jóvenes de ahora - Ahh...espera, tengo uno mejor, ¿Qué cuelga al lado del muslo de un hombre, y se mete en el agujero donde se ha metido muchas veces antes? - Hizo silencio como pretendiendo que Anuar respondiera y luego exclamó - ¡Una llave! -

-intente no hacerlo las primeras semanas y creo que funciono, solo me tocaba llevarlas de un puesto a otro junto con los pescados y otros mariscos…se mueven bastante cuando aun están vivos- le indico con tranquilidad volteándole a ver cuando pronuncio al fin la pregunta que habia aguardado en sus labios por tanto tiempo y la que comenzaba a creer no seria jamás de pronunciar.

Le observo mientras le contaba aquellos chistes sin gracia alguna en el rostro –no estoy deprimido- finalizo dejando escapar una sonrisa de medio lado. Desvió la mirada al ventanal –es solo que paso mucho tiempo solo en este lugar…pero no importa hay que hacer algo hoy- le indicó volteándole a ver con algo que asimilado animo en el rostro o algun sentimiento de excitación o asombro, podría inclusive tratarse de un gesto causado por algun dolor estomacal.

-no te quiero ofender pero hablar de cangrejos no es divertido- asevero en voz baja engullendo otra de las galletas de un solo bocado. Cinco días habia pasado ya inventando múltiples historias y faltaba aun mas de una semana para poder saber cual de todas aquellas era la verdadera y cuales eran exclusivo producto de su retorcida imaginación más fácil seria no pensar tanto en ello y sin embargo le resultaba imposible no hacerlo. Deseaba entonces compartir los hábitos del vampiro y ser capaz de dormir durante el día para al despertar encontrarse ya en su compañía.

Lo pensó entonces unos instantes dejando escapar de sus labios aquella risa que en los últimos días no había logrado emerger -¿de dónde sacaste esos chistes?...son realmente malos- sonrió sentándose debidamente en el asiento correspondiente, habia descubierto que para aquella hora de la noche la mayoría de las personas solian cenar y caer rendidos al instante, algunos leían un rato y a lo lejos seguía escuchando el sollozo de aquella mujer que habían visto la primera noche a bordo del tren. Era de las pocas que aun no le daban el pésame.

-entonces...¿qué haremos?-

Soren no era muy optimista realmente no esperaba una carcajada de par de Anuar, ahora que lo pensaba no recordaba haber le escuchado reír como un loco, pensó en ello un poco más y se esforzó: La única vez en que lo había escuchado reír con ganas había sido la noche en que habían intentado ordeñar a la vaca y él le había pedido permiso. Seguramente Anuar tenía un sentido del humor bastante particular. O simplemente Soren era pésimo contando chistes.

Hizo una mueca desilusionado de no haberle arrancado una gran risa, pero bueno, al menos había sonreído y eso ya era una ganancia - Pues lamento haberte aburrido con los cangrejos... no soy bueno inventándome temas de conversación, de hecho creo que tu eres de las pocas personas que se aguanta mis conversaciones y me pone atención a pesar de que sea aburrido, la mayoría de mis alumnos se duermen sobre las mesas - Explicó frunciendo el ceño con frustración, siempre había sospechado que la gran mayoría de cosas de las que hablaba no eran interesantes y aburrían a la gente, y esa erala razón principal por la cual no tenía muchos amigos.

Se dejó caer en el asiento otra vez y se cruzó de brazos, las gafas aún seguían algo empañadas y no se preocupó por limpiarlas - Esos chistes son muy viejos, el primero data del siglo 4 luego de Cristo, pero ha pasado de generación en generación a través de la tradición oral, el segundo es mucho más reciente y...- Se calló, seguramente volvería a aburrirlo si seguía hablando. Por primera vez Soren se preguntó si, cuando Anuar tenía esa cara apática se debía a que se aburría a su lado o algo por el estilo. ¿Cómo saber cuando debía callarse? Debía aprender a controlar la lengua.

- En realidad... - De nuevo se interrumpió, esta vez porque escuchó algo extraño, un ruido de voces y posteriormente gritos se escuchaba en los vagones delanteros, Soren prestó con atención y le pareció escuchar algo que sonaba como "¡Atención! Este tren queda secuestrado" o algo así - ¿Cómo se secuestra un tren? - Se preguntó con expresión ingenua.

Suponia que se habia acostumbrado a hacerlo a base de ser usualmente ignorado habia escuchado alguna vez y en alguna lado que no se debían hacer las cosas que uno no gustaba que le ocurriesen. El se habia acostumbrado a ser ignorado era un acontecimiento aceptado por la resignación y no la costumbre, quizás se debía a ello que solia prestarle atención a las personas aun cuando lo que decían no solia ser lo más interesante del mundo.

Enarco una ceja observándole -¿con armas de fuego?- le cuestiono como si realmente pensase que se trataba de una pregunta que merecía una respuesta, seguramente un tren se secuestraba con la ayuda de un grupo de hombres armados con un objetivo en aquel lugar, quizás querían algun tesoro que uno de los pasajeros resguardaba en su asiento, quizás iban a robarse a las damiselas para ponerlas a trabajar en sus burdeles o quizás sencillamente pretendían sembrar el pánico en los rieles, y cual fuese el caso debía suponer que todo secuestro de tren implicaba tres cosas, hombres, armas de fuego y un objetivo.

-aunque quizás si son hombres muy fornidos no necesiten mas que intimidar a los demás…¿por qué lo preguntas?- le cuestiono esta vez con una tangible curiosidad que no logro ni quiso esconder bajo aquel usual halo de indiferencia, porque con Soren las cosas salían naturales, quizás no fluidas como le gustarían pero mucho mas fáciles que con el resto de las personas. Un par de pisadas en la lejanía le incitaron a girar el cuello para intentar escuchar mejor, un grito cercano y un golpe seco le obligaron a observar al vampiro con asombro levantándose de su asiento cual resorte para asomar su rostro al pasillo, ahora, sin los estragos del alcohol en su sistema dejaba de ser un gran actor y sus pensamientos dejaban de hilarse con tanta facilidad, volvía a los términos literarios y la torpeza al intentar pensar rápido.

Hombres fornidos y armas de fuego, lo que faltaba para crear una tragedia. Todos y cada uno de os sentidos del vampiro se pusieron alerta en cuanto los ruidos se fueron volviendo más intensos, entonces el inconfundible sonido de un disparo arrancó gritos de las mujeres, el trueno logró que todo el mundo se tirara al suelo para proteger sus cuerpos y cabezas, inclusive antes de que el hombre gritara - ¡ Al suelo ! -

Soren no se tiró al suelo muerto de pánico como la mayoría, pero si empujó a Anuar detrás de él con un movimiento seco e inconsciente, que Anuar fuera impactado por una bala perdida no estaba en sus planes, primero asesinaría a los bandidos con sus propias manos que permitir que le tocaran un sólo cabello a su pintor. Se asomó por encima de las sillas con cautela y divisó tres hombres, fornidos como había predicho Anuar, con sus rostros semi cubiertos con pañuelos y sombreros que recordaban a los vaqueros Americanos, uno de ellos era afro descendiente, con su piel tan oscura como el mismisimo carbón. Los otros dos eran rubios y tenían intensos ojos verdes.

Los tres hombres llevaban armas de fuego, dos escopetas y un revolver pequeño, traían una bolsa donde presuntamente pretendían ingresar el botín, Soren supuso que no eran los únicos en el plan de se cuestro al tren, en la cabina con el maquinista y sus ayudantes debían de estar otros ampones amenazándoles con volarles los cesos si intentaban detener el hurto. A eso también había que agregarle que otros bandidos debían estar esperando en algún punto de los rieles, con caballos y carrosas donde cargar lo robado y escapar así hacía las montañas.

- Son tres en este bagón - Le susurró a Anuar con disimulo - Puedo derrotarlos en un combate cuerpo a cuerpo, pero no puedo arriesgarme a que el resto de pasajeros me vea e identifique o tendríamos problemas... con mis ténicas mentales sólo puedo afectar a uno o dos como mucho, así que debemos planear una estratégia -

Su cuerpo se estrello sobre el suelo con una violencia tal que cualquier otro se hubiese quejado, más su espalda estaba ya acostumbrada a aquellos tratos adustos y desrazonados . Escucho lo que decía y en su mente solo habia lugar para un escenario, debían si, pero debían hacer que todo ocurriese con mayor velocidad, que tomasen lo que quisieran y se fueran antes del amanecer porque si no pretender que el vampiro regresara al ultimo vagon donde yacia el ataúd sin que los ladronzuelos se percatasen de su ausencia era un plan bien arriesgado, que se fueran lo antes posible era lo único que le importaba ahora aunque no podia negar que la curiosidad de saber que habían ido a buscar le carcomía.

-habrá que esperar a ver que es lo que en verdad quieren- susurro y de pronto se sintió en uno de esos libros de aventuras y caballería actual, una sátira catastrófica, no, mejor una tragicomedia romántica. Cual fuese el caso las pisadas de los pesados hombres comenzaron a resonar por el pasillo y las almas que llenaban aquel vagón no se hicieron escuchar en ningún momento, quizás, al igual que ellos estaban planeado su propio plan.

-si algo llegase a ocurrir…seria bueno que le dieras algo mio a mi padre…ya sabes para que sepa que en verdad anhelaba verlo- el cercano grito de uno de los hombres le obligo a cubrir su cabeza e invertir su posición, con el pecho pegado al suelo no tenia un amplio campo de visión y sin embargo bien sabia que más valia mantenerse alejado del camino de las boquillas cromadas de las escopetas. Soren habia sobrevivido a uno de esos disparos el no creía correr con la misma suerte.

Uno de los hombres paso frente a sus ojos seguramente para contar la cantidad de personas, rehenes o lo que fueran, que habia en ese lugar, si el estuviera asaltando el tren haría eso.

Las palabras de Anuar lo perturbaron enormenente ¿Si pasaba algo? Cientos de posibilidades llegaron a su cabeza en esos momentos y todas convergían en un escenario fatal. El vampiro se agachó para tomar las manos del humano entre las suyas y le susurró - No permitiré que nada malo te ocurra, lo prometo -

Y con esa promesa había quedado obligado a evitarlo a toda costa, porque él nunca rompería con su propia palabra. El bandido que se había acercado a los compartimientos, les vio susurrando cosas aunque naturalmente no escuchó - ¡Eh ustedes dos! Déjen de hablar o los lleno de plomo! - Les grito apuntándoles con el revolver, se escucharon una vez más gritos de mujeres y el llanto de un infante que rompía a llorar conmocionado por la situación.

- ¡Todo el dinero y joyas en la bolsa! - Gritó el hombre mostrando el costal que traía a ambos jóvenes. Soren alzó el rostro con el ceño fruncido y se quedó observando al hombre fijamente a los ojos, la molestia que sentía se fue acrecentando segundo a segundo, esos ladronzuelos, iban a robar lo poco que con tanto sacrificio su pintor había conseguido en arduos trabajos en el puerto, iban a robar un dinero que se había conseguido honradamente y como era debido, esos hombres merecían una lección.

Soren no sentía la necesidad de 'hacerse el héroe' siempre había pensado que entre más desapercibido pasara era mucho mejor, pero en esos momentos el impulso fue más allá de su razón y envió con todas sus fuerzas un poderoso ataque a la cabeza del hombre que ahora los miraba. Por unos instantes no hubo ningún cambio, entonces el hombre comenzó a gritar y se llevó las manos a la cabeza, aprisionando los costados de la misma con fuerza, como si de repente le hubiesen enterrado un cuchillo entre la frente.

Como era de esperarse el arma se le soltó de las manos y Soren, sin dejar de mirar al hombre exclamó - ¡Ahora! - Esperando que Anuar lo inmovilizara de alguna manera, mientras él buscaba la forma de ir por los otros que ya comenzaban a correr hacía ellos al escuchar el grito de su compañero.

Le observo mientras sus palabras manaban de sus labios como una promesa angelical ¿era acaso que le temía a la muerte?...no, mas catastrófico le resultaba pensar que quizás aquel botín no terminaría antes del amanecer y entonces solo dos escenarios se formularon en su cabeza como vertientes de lo que ocurria ,en el primero de ellos Soren no lograba llegar al vagón trasero y resguardarse en el ataúd de los rayos del astro rey como lo habia hecho todas las noches anteriores, encontraría entonces sus cenizas cuando todo hubiese acabado y eso si el mismo lograba salir con vida de ese juego de vidas, el segundo era la posibilidad que Soren llegase al ataúd, y los ladrones al no verle junto a el comenzarían a cuestionar al aire, lanzarían disparos en todas direcciones y al llegar la noche llegaría junto con ella la noticia de un homicidio, estremeció ante la imagen de ambos escenarios.

Introdujo las manos en sus bolsillos para sacar los francos que llevaba en ellos, la gran parte del dinero que habia reunido para el viaje no viajaba consigo sino en compañía de su equipaje que cavia mencionar no era tampoco demasiado amplio. Observo, anonadado el rostro del vampiro y solo una palabra logro emerger antes de que los gritos del hombre tañeran el silencioso vagón, no.

Azorado por lo ocurrido sujeto con una mano la escopeta que el hombre habia soltado y con la otra el tobillo del agresor, le sujeto con tanta fuerza que le pareció poder sentir su corazón en el y con un fuerte tirón, causado posiblemente por la sangre del vampiro, logro hacerlo caer de espaldas al suelo –va a ver más en los otros vagones- fue lo que sus labios lograron entonar cuando arrastro el cuerpo del hombre dentro de donde ellos yacían apuntando tentativamente a su cuello con la escopeta, no planeaba disparar, en verdad que no lo planeaba, una vez habia visto ya morir a alguien y no planeaba repetir el mártir que le habia atormentado en aquel instante.

-mas te vale no moverte- susurro cuando el hombre pareció comenzar a volver en si.

Los brazos de Anuar eran realmente mucho más fuertes pensó cuando vio como le había inmovilizado al otro hombre y como le había tumbado al suelo con una acción de sus manos, el vampiro se permitió sonreír, en momentos como eses el instinto que primaba en él lo sobrecogía, comenzaba a sentir unos irrefrenables deseos de golpear, aruñar, patear y morder. Siempre había creído que en el ser humano existían dos fuerzas, la de crear y la de destruir, todos tenían la capacidad de llevar a cabo las dos cosas pero era gracias a las decisiones de cada individuo que una terminaba primando sobre la otra.

En los vampiros, las cosas parecían funcionar al revés, había más fuerza destructora que creadora y resultaba facilisimo entregarse a ese impulso, para terminar asesinando si piedad, muchos vampiros inclusive asesinaban sin tener tan siquiera sed, sólo por el gusto de sentir el poder y dejar rienda suelta a los impulsos. Justo en ese momento, el impulso era fuerte, pero Soren se repetía mentalmente que tenía una justificación para ello, estaba en juego su pintor y esa era una poderosa razón para arriesgarlo todo y entregarse al impulso.

Los dos hombres restantes apenas alcanzaron a notar como su compañero desaparecía entre las altas sillas del compartimiento, por lo que se hicieron señas entre si y uno de los dos se acercó al compartimiento y el otro se quedó al final del vagón para cuidar que a ningún otro pasajero se le ocurriera la mala idea de desafiarlos. El hombre alto y moreno se acercó al compartimiento y entonces Soren se abalanzó sobre él como un tigre a su presa, el hombre de aproximados 35 años, ágil y acostumbrado a todo tipo de emboscadas gracias a sus años dedicado a la delincuencia, reaccionó rápidamente y descargó su revolver contra la cabeza de Soren.

El ensordecedor sonido del disparo, por unos momentos lo aturdió, el vampiro cerró los ojos por instinto y tuvo la impresión de que todo se había desvanecido y desaparecido. ¿Le habría volado la tapa de los cesos?. Sus oídos sensibles habían triplicado ese sonido hasta tal punto de hacerle perder el equilibrio, por lo que tanto él como el hombre cayeron al suelo, el delincuente se golpeó con fuerza contra el borde de metal del asiento continuo y pareció quedar también aturdido. Cuando Soren abrió los ojos sentía un fuerte dolor de cabeza, se llevó una mano al costado de la cara y entonces descubrió que oreja izquierda había desaparecido...

(( No se cual tema me emociona más si este o el de los sacrosantos *-* ))

Seguido del salto y el disparo en el vagón se dejaron escuchar media decena de gritos que no logro determinar como propios o ajenos, apretó con mayor fuerza la boquilla de la escopeta contra la tráquea del hombre de rubios y esmeraldinos orbes, le escucho quejarse y le pareció en algún momento ser capaz de escuchar su pesada respiración. Se levanto con rapidez, como un resorte se encontré de pie y tras su cabeza zumbo el estruendo de mil truenos, se agacho nuevamente observando en derredor para tener alguna idea sobre lo que debía hacer, si intentaba mantener al hombre en el suelo y al mismo tiempo intentaba mantener al del pasillo alejado seguramente terminaría mal por su falta de reflejos y destreza y fue entonces, que sus melados orbes observaron un manchón carmin en el suelo que con rapidez comenzo a teñir el piso entero y sin saber bien de que parte provenia podia estar seguro que era de Soren de quien salia. Su más grande temor tomo fuerza y por poco le deja de bruces al suelo debia, sin embargo hacer algo para impedir el aceso del tercer hombre en los asientos en que viajaban y en ese momento no penso en nada más que impedirle al hombre llegar hasta el vampiro.

Miro la escopeta unos instantes y después al hombre, golpeo su quijada con la empuñadura de la misma y en cuestión de segundos parecía haberse quedado dormido aunque un hilacho escarlatina comenzaba a descender por su labio inferior y una tonalidad rojiza comenzó a expandirse por su mentón ¿le habría matado? Las manos le temblaban como si bajo algún extraño mal se encontrasen, descubrió entonces que el hombre llevaba una mano dentro de su bolsillo, una mano que el había jurado mantenía sobre el suelo.

Tiro de la camisa para sacarla e introdujo su propia mano en aquel lugar para sacar del mismo un objeto que destello, una navaja o algún parecido que decidió guardar dadas las circunstancias podría llegar a serle de grata ayuda ¿Por qué Soren jamás le enseño a defenderse? Ahora le parecía que abría sido una buena idea, por lo menos sabria que hacer y no moverse como un animal, por instinto -quedate aqui- susurro y su voz sono tremula y llena de temor.

Inspiro profundamente cuando las pisadas pesadas de aquel tercer hombre comenzaron a encaminarse a la parte trasera del vagón, donde yacían el, Soren y sus otros dos compañeros y confiaba en los cielos y en los demonios porque todo saliese bien, repitió la acción que instantes atrás le habia resultado tan bien, y cuando el rostro del hombre le pareció cercano impacto sobre el la escopeta sin delicadeza alguna, un golpe seco y certero que le habia reventado seguramente algun pómulo.

Lo que vino seguido a ello no se lo habría esperado de ninguna forma, un retrato exacto de su acción, cayó de bruces al suelo con el mundo entero dándole vueltas y la sangre apelmazándose en su nariz para comenzar a caer como ríos por dentro y por fuera, intento levantarse recibiendo un segundo golpe sobre el ojo que le nublo la visión al instante y por segundo sintió que había muerto, sin ningún dolor en el cuerpo.

El hombre le habia arrastrado varios asientos para atrás, no le convenía y bien sabia encontrarse tan próximo al pasajero que habia hecho desaparecer entre los asientos a su compañero -¡mas te vale salir ahora!- exclamó con el revólver apuntado sobre la frente de Anuar a varios centímetros de su cuerpo y su pesada bota oprimiendo la mano derecha del pintor que comenzaba a ceder y traquetear por el peso y la fuerza –y más te vale no intentar nada o tendrás que lavar sus sesos del suelo- en la estancia resonó su voz, un lastimero gemido seguido del silencio, un único sonido que reprimió de toda forma humanamente posible. Sus dedos habían comenzado a ceder, trozándose y dislocándose, en más de un punto y más de una vez, comenzó a revolverse sobre el suelo cesando al sentir el frio del metal rozando su piel.

Por unos momentos quedó aturdido por el dolor y el sonido. Cuando logró reaccionar, se llevó una mano al costado de la cara, donde debería estar la oreja, pero solo un líquido espeso resbalaba abundantemente por el agujero, entonces giró su rostro y vio lo que antes había sido la oreja, ahora en un par de pedazos deformes sobre el suelo del compartimiento - ¡Mierda! - Exclamó, el espantoso dolor de cabeza no lo dejaba ni pensar, no tuvo mucho tiempo para recomponerse, porque de inmediato se giró para buscar a Anuar y al no encontrarlo el desespero lo embargó.

Todo era confusión ahora, escuchó la voz del hombre, decía algo, eran amenazas, le dolía demasiado la cabeza como para comprender, a lo lejos también se escuchaban los gritos de las mujeres y sus agudas voces parecían destruir sus nervios, trastabillando logró ponerse de pie y asomarse por encima de la silla, entonces lo vió, el hombre restante atacaba a Anuar con una brutalidad digna de una bestia, le golpeaba el rostro sin piedad alguna y ahora pisaba sus manos, casi triturándole los dedos.

¡Los dedos! ¡No los dedos!
¡Sus dedos son como extensiones de su alma!

Los colmillos se pudieron apreciar en su totalidad, cuando el rostro de Soren se transformó en el de un monstruo, todo atisbo del joven desaliñado de gafas, desapareció para transformarse en algo que no podía ser descrito con palabras, ¡había que verlo! era la personificación de la ira y el diablo mismo salido de los avernos. El vampiro se abalanzó sobre el hombre con las manos extendidas como si fueran garras y se aferraron al cuello del hombre apretando con fuerza tal que los huesos crujieron violentamente y la cabeza del bandido colgó inerte como si fuera de trapo, hacía atrás, el cuerpo se deslizo por un costado del asiento y el vampiro cayó de rodillas al lado de Anuar aún con aquella expresión fiera.

Sus manos ahora tomaron las de Anuar con delicadeza, algo que parecía imposible cuando segundos atrás habían exhibido tan demencial fuerza. Los dedos maltrechos le desgarraron el corazón y su boca se convirtió en un triste puchero - ¿Estás bien? - Preguntó en voz baja, ayudándole a levantarse y abrazándole como si de no hacerlo, el chico fuera a desaparecer.

Aún no quería pensar en el problema que vendría a continuación, cuando el resto de la gente se enterara de lo que había ocurrido realmente, por ahora sólo le importaba que estuviera bien.

Cubrió su rostro con la mano izquierda al verle saltar hacia el lugar con aquella expresión amenazante y por un segundo pensó que se abalanzaba sobre el mismo, un traqueteo seguido de un golpe en seco le obligaron a abrir los ojos y sin embargo las lagrimas estancadas en estos le hicieron imposible lograr vislumbrar más nada que el cuerpo del vampiro. Grito cuando sus manos sujetaron sus dedos y comenzó a mecerse sobre el suelo presa del dolor y la desesperación, arrebatándole su propia mano con brusquedad para estrecharla sobre su pecho sin lograr siquiera rozarla sin que el movimiento mismo le orillase a desfallecer de dolor.

-no- susurro escondiendo su rostro contra su pecho, temblaba incontrolablemente aferrándose a el y recordó entonces la sangre que habia visto en el vagón continuo, cuando la escopeta habia rugido en el aire y si seguía en pie era que la bala habia impactado y sin embargo no en una herida mortal ¿se alojaba acaso en su hombro o en su abdomen? Separo su rostro comenzando a buscar cualquier herida sobre su cuerpo y mientras su mirada ascendía por su torso logro comprender el flujo de la sangre, no provenía de su cuerpo sino de su rostro.

¡Le faltaba una oreja! Observo detenidamente quizás pudiese ver desde ahí su cerebro, no, tonterías -¿te crecerá una nueva?- fue lo primero que sus labios atinaron a decir ¿escucharía bien sin ella? El barbullo de la gente le hizo recordar donde estaban y lo que estaba ocurriendo ¿tardarían en llegar los demás ladrones? Beso su mejilla con rapidez -¿qué vamos a hacer ahora?- cuestiono en voz baja, sin saber como tenia que modular su voz, si debía hablar más alto o más bajo o si debía no hablar.

Las nauseas comenzaron a manifestarse con las diversas escenas que comenzaba a ver, el rostro sin una oreja del vampiro, su mano que ahora lucia como todo menos una mano y el cuerpo inerte del hombre con un giro inusual en su cuello, uno que tenían solo las personas que habían pasado ya a mejores manos. Inspiro profundamente rebuscando con la mirada el paradero de las escopetas y el revólver.

La reacción de Anuar le aterró, había retirado sus manitas como si el sólo contacto le produjera un desgarrador dolor, Soren sintió una vez más esos irrefrenables deseos de matar y hacer pedazos a todos esos imbéciles que se habían atrevido a maltratar a su pintor. ¿Cuanto tiempo tardaría en sanar y volver a pintar? se preguntó ya con los ojos vidriosos, intentando calmarse una y otra vez. - No... lo se...no importa - Susurró meneando la cabeza, no tenía idea, nunca antes había perdido una oreja, tampoco era lo más importante en ese momento, se concentró, cerrando los ojos con fuerza para escuchar las voces más allá del vagón.

- ¡Vamos idiota! ¡No podemos esperar más! - Escuchó una voz gritar, el tren se detenía con un fuerte chillido en los rieles - El jefe nos matará si no volvemos con el botín a tiempo - Gritó otro hombre, el vampiro gateó con los ojos cerrados buscando la ventana y se asomó como pudo por ella, estaban cerca a unas montañas rocosas con cavernas, seguramente donde se escondía la banda criminal, abrió los ojos y divisó a 5 hombres bajándose de la cabina con sendos sacos, parecían no notar que faltaban 3 de sus hombres o quizás les daba igual perder a algunos miembros de la banda siempre y cuando tuvieran el botín.

El tren se puso en marcha de nuevo y Soren se giró hacía Anuar, su mirada se desvió una vez más a sus manitas magulladas - Anuar... - Murmuró acercándose hasta él y colocando ambas manos en los costados del rostro del humano - Escúchame bien, los bandidos han escapado con lo robado, muy pronto el maquinista y los trabajadores del tren, vendrán a revisar los vagones, supongo que para constatar que todos estén bien, cuando vengan, tu les dirás que, intentaste defenderte pues los hombres planeaban matarlos a todos - Susurró con la voz tan baja como le fue posible, por encima de sus cabezas se podía escuchar el murmullo de los otros pasajeros más adelante, era una ventaja que los otros pasajeros estuviesen en otros compartimientos más adelante y fueran en su mayoría señoras con niños. El pánico no las dejaría actuar rápidamente.

- Es probable que alguien me haya visto, así que si alguien pregunta por el otro hombre que luchó contra los hombres, tu diles que me viste bajar del tren y escapar en un caballo o algo así - Se detuvo, no podría hacer lo que tenía planeado sin sentir sus labios por última vez, sería un sacrilegio pensó, así que se acercó al rostro del otro y con toda la suavidad del mundo depositó un besos sobre sus magullados labios - Me esconderé por unas 4 horas o más y antes del amanecer, veré la manera de meterme a la bodega y entrar en el ataúd - Le explicó, era una locura y lo sabía, pero era la única salida - No... podré salir de nuevo o podrían reconocerme, así que me quedaré allí hasta que lleguemos a Rumania -

“y antes del amanecer, veré la manera de meterme a la bodega y entrar en el ataúd”

¿Y por qué ninguna otra frase resonó con tal estruendo en su cabeza? Observo su pecho pintado ahora con sangre negando suavemente porque el dolor no le permitía hacerlo con la brusquedad que hubiese deseado, suicidio –te amo- susurro aun cuando lo único que deseaba era sujetarlo con todas sus fuerzas para impedirle hacer dicha acción ¿y si no lograba entrar en la bodega antes de la salida del sol? Encontraría entonces sus cenizas en algun lugar de los vagones o quizás nunca más le volvería a ver, en polvo o completo, nunca más.

El barbullo de las mujeres le obligaron a volver a la realidad –solo ten cuidado- le rogo pues su voz sono como la voz que suena en los domingos en la iglesia, cuando las velas comienzan a consumirse y solo el distante sonido del llanto es audible resonando como eco insonoro en las paredes de la parroquia que con santos y beatos se alzan en alabastro de un lado a otro con prominente y humilde porte, aquella voz que nadie escucha y que más sin embargo pretende tanto decir al señor y tanto además rogar, sonó como una mujer desesperada y un padre arrepentido, como una madre solitaria y un hijo huérfano, sonó a debilidad.

Salió de los asientos entre los cuales se encontraba escondido directo al pasillo, debía llamar la atención de las personas en aquel vagón para que Soren tuviese tiempo de salir de escena, debía llamar su atención y esa seria su única meta.

Paso a un lado del hombre que con el cuello trozado se encontraba ahora inerte ante sus pies y no sintió lo que una persona debe sentir al ver morir a alguien más, eso que algunos llamaban misericordia y solidaridad y que a el le parecía más bien hipocresía, eso que hacia a las personas más humanas no se arraigo a sus entrañas y ápice alguno remordimiento nublo sus pensares más aun, la ira y la rabia todo lo embargaban, deseaba verle arder ante los ojos de satán, deseaba verle como ahora estaba…muerto.

Los gritos de las mujeres le indicaron que estaba ya en su presencia y los arrebatos de molestia se esfumaron para dejar paso y las puertas abiertas al dolor y la desolación debía mentir ahora por lo único que realmente le importaba, debía mentir tanto como una persona debe hacerlo por quien ama, mentiría sobre sus criterios si era necesario, aboliría y olvidarlo sus principios si de hacerlo pudiese entonces definir el rumbo de aquel viaje y la llegada del vampiro a su ataúd antes del alborada.

Fue así como, por primera vez en su vida, comenzó a contar una historia que siendo la propia no era precisamente la verdadera, intento minimizar sus “heroicas” acciones en la medida que le fue posible y mientras hablaba la gente comenzaba a cuestionarle más y cada vez debía agregar no una verdad ni una mentira solo una ensoñación que pudiendo ser o no ser ya no estaba seguro de la línea invisible que separaba la realidad de la fantasía y en la cual se creía ahora vivir, como un niño entre campos de oro. Sus manos, las mujeres gritaban y lloraban besándole el rostro como si fuera alguna especie de santo personificado, como si realmente sus acciones hubiesen estado encaminadas a salvarlas aunque ni siquiera estaba seguro de ello, quizás los hombres solo querían el dinero y se marcharían y en efecto al actuar no había pensado en otra cosa sino en su vampiro, no en las mujeres y seguramente no en los niños ¿y a que se debía aquel irrefutable calor en su vientre al sentir las palmadas de las personas?...un calor seguido de una repulsión tal que le obligo a pasar las próximas horas con altas fiebres y fuertes dolores de cabeza.

Conto y recontó el acontecimiento un trillar de veces y un trillar más su mirada se desvió al final del vagón anhelando, que el estuviera bien.

Por unos instantes olvidó la situación en la que estaban cuando todo el amarillo que le provocó escuchar esas dos aterradoras palabras que, debía aceptar, lentamente comenzaban a gustarle más que asustarle, llegaron a sus orejas (bueno a su única oreja), sonrió como tonto y debió lucir muy extraño, sonriendo felizmente con toda esa sangre brotando por el costado de su rostro y manchándose el hombro - Tu también cuida esas manos - Le advirtió - Ah... y no abras el ataúd hasta llegar a Rumanía, no quiero exponerte a algún riesgo, cuando lleguemos, dile al encargado que lleve el ataúd a un bosque o algo así, necesito estar cerca de la naturaleza al salir, pues estaré demasiado hambriento -

Dicho esto, Anuar se había alejado y Soren entendió el motivo, sin que nadie le viera aprovechando la distracción causada por Anuar, el vampiro arrastró al hombre que continuaba en el pasillo con su cuello dislocado y lo metió en el compartimiento, bajo una de las sillas, sin pensarlo dos veces, tomó su muñeca derecha y la mordió hasta que la sangre del muerto fluyó por su paladar. Cerró los ojos y trató de no pensar en lo desagradable que resultaba beber de alguien que ya estaba muerto.

Erkki le había advertido infinidad de veces que no debía beber de una persona que ya estuviera muerta, la sangre era mala para el organismo del vampiro, era como si un humano se tomara un vaso con leche podrida, de hecho si bebía mucho podría 'enfermar' si es que podía llamársele así a ese estado de nauseas y mareos que provocaba. La cuestión era que no tenía otra salida, iba a pasar el resto del viaje sin beber nada y prefería tomar esa sangre agría y en descomposición. Cuando terminó de beber, cubrió la pequeña herida de la muñeca con uno de los pañuelos que usaban los bandidos.

Luego de esto, el vampiro abrió la ventana lo suficiente y salió por ella, con sus uñas se agarró fuertemente la marco y se impulsó hacía arriba, para trepar hasta el techo del vagón. El tren apenas comenzaba su marcha así que la velocidad no era mucha, aún así el rozamiento del viento frío de la noche era molesto, especialmente en la carne herida de lo que antes era su oreja, se sentó como pudo en el techo y esperó. La luna se alzaba en el firmamento cubierta paulatinamente por las nubes y a las cavernas donde los hombres habían huido antes comenzaban a alejarse y a perderse de vista.

Un grito seco, agudo y penetrante le desestabilizo hasta hacerlo caer sobre el asiento
-Viviana ¡cállate! ¿qué no ves que el pobre esta aun aturdido?- la voz de la mujer que se encontraba ahora frente a el mesando sus cabellos y limpiando sus heridas con agua fría le obligaron a compungir el rostro y rehuir de aquel tacto trémulo aunque delicado, como la caricia de una flor ante una fuerte ventisca que arrancándola de sus raíces la lleva volando hasta el cuerpo ajeno donde como un susurro morirá.

-esque no logro acomodar sus dedos y estos palos no sirven de nada- la mujer de largos cabellos de azabache tiro al suelo un montón de palos que le habían dado para colocar alrededor de los dedos del pelirojo que les habia salvado la vida los envolvería después con ayuda de vendas y soldarían asi de aquella forma aunque ninguna de las personas que iban a bordo era medico el sentido común le habia indicado que antes debía acomodar aquellos huesos que aun podían ser acomodados por dislocación y no fractura.

-siéntate aquí y límpiale la cara yo arreglo eso- la anciana rozaba seguramente los cincuenta años de edad y lucia como aquellas mujeres de cuadros que yacían en sus lechos de muerte o quizás en algunos años lo estaría pues no podia negar lucia como una radiante mujer de treinta. Levanto del suelo los trozos de madera y con rápidos movimientos reacomodo los dedos que pudo.

Los gritos de dolor que manaron de labios del joven resonaron en cada parte del coloso de metal y la nieta de la mujer que rondaba si acaso los diecisiete años no podia más que acariciar su rostro y besar sus mejillas, el su salvador y ahora debía cuidarlo por el resto del viaje –cálmate por favor- susurro sobre su mentón cuando habían comenzado ya a vendar sus manos. Los maquinistas y el conductor habían regresado minutos después a su labor, la gente se habia congregado en un solo vagón aunque solo las mujeres habían decidido turnarse para velar por el bien estar de su salvador.

El primer día después del incidente parecía haber sido el mejor, Anuar lucia conversador, no le incomoda contar la historia ni explicar más acerca de el mismo a quienes se mostraban interesados en escucharlo aunque bien sabia las tres cuartas partes de esas personas estaban siendo solo educadas con el. Habia comido lo que le habían dado y aunque a punto estuvo de verter toda la comida sobre el al intentar sujetar el cucharon entre las vendas Viviana, la menor de las mujeres, se habia encomendado fielmente a ayudarle pues al parecer nadie más viajaba con el.

-yo te e visto…algunas noches estaban con otro hombre, uno de rubios y cenizos cabellos y graciosas gafas…¿Qué ocurrió con el?- le cuestiono aquella noche cuando yacían solo ellos ya despiertos y aunque su corazón ansiaba virar el rostro y verle entrar por la puerta trasera bien sabia que aquello no ocurriría y podría en efecto, no verle nunca más –después del incidente huyo…quizás tenia miedo de que lo encarcelaran- susurro encogiéndose de hombros –o quizás venia con los ladrones- puntualizo la joven y sin más, ni una palara ni un gesto se dejo caer sobre el asiento para dormir.

Los días siguientes fueron iguales, el pelirojo parecía delirar durante algunas partes del día, lloraba en silencio por las noches y durante el dia yacía dormido con altas fiebres y un vomito incesante que le impedía ingerir nada más allá de caldos y sopas tibias y no volvió a pronunciar palabra alguna con los demás pasajeros por el resto del viaje, nisiquiera con aquellas mujeres que vertían sus ojos piadosos sobre el y le rogaban a los cielos su mejoría.

Fue por ello que aquel día supieron que el joven habia mejorado –llegaremos hoy a Rumania ¿cierto?- su mirada parecía distante, perdida entre las montañas que abismales se alzaban al otro lado del cristal como si en efecto no fuesen más que una ilusión de su locura y enfermedad –llegamos por la mañana pero aun no llegamos donde el tren arriba…¿te sientes mejor?- los grisáceos ojos de la pequeña le parecieron dos diminutas lunas –supongo que si…¿puedes ir a buscar a uno de los maquinistas?- y de aquella manera habia arreglado que le dejaran a las afueras de la ciudad donde pasaría por el su tio…Crisantemo y eso porque sin los efectos del alcohol sus mentiras no resultaban igual de buenas.

-¡que tengas un buen viaje!- al unisonó retumbo en sus oídos el grito de esperanza que los pasajeros le otorgaban, aquellos que habían llegado hasta Rumania y se limitaban a la anciana y su nieta, la mujer sollozante del final del vagón y un hombre que no se habia atrevido a verle la cara en todo el viaje, sonrio, no como sonríe un héroe sino un desconocido y subió en el carruaje que le transportaría a las afueras de la ciudad junto con el ataúd y algunos obsequios que le habían introducido en una maleta que no era suya -¿esta seguro que desea que lo deje aquí?...a estas horas estos sitios no son los mejores- negó el conductor al tiempo que con descomunal esfuerzo bajaba el ataúd con ayuda de un hombre que habia debido contratar para la ocasiones. Creyentes, siempre, todos ellos, pensó –no se preocupe por ello ya llegaran por mi- y tragando el dolor saco de sus bolsillos unos francos que el hombre no acepto, después, la soledad.

Intento golpear la madera del ataúd, intento vanamente hacerlo, sus manos eran ahora dos lienzos blancos y parecía poseer un dedo inmenso y deforme al centro y el pulgar colgante, inflexible por un lado. Cerro los parpados tragando en seco –Soren…- llamo con la voz mas dulce que le fue posible y por un segundo pensó en que haría si el vampiro no salía de aquel ataúd.

Aquella noche se había quedado hasta las 5 de la madrugada sentado en el techo del vagón, se había quitado una media para improvisar un vendaje y tratar de detener la hemorragia que no paraba de salir por la gran herida de su oreja izquierda. Cuando le pareció que era demasiado peligroso esperar más por los primeros rayos del sol, caminó por encima de los vagones con cuidado para no caerse y se deslizó en el último, el que traía la carga, con disimulo se metió en la bodega asegurándose de que nadie lo viera y encontró su descanso dentro del confortable ataúd.

La noche siguiente fue simplemente espantosa. Le dolía la panza como nunca antes, de hecho sólo recordaba que le había dolido alguna vez estando vivo y era que él nunca había desobedecido a Erkki en eso de beber sangre de un muerto, esa noche se la pasó meciéndose de un lado al otro con las manos sobre la barriga, sintiendo terribles retortijones como si las tripas se le hubiesen amarrado en un nudo ciego.

La tercera noche la cosa empeoró, la sangre definitivamente no pudo ser procesada o asimilada por su cuerpo y comenzó a sentir unas espantosas ganas de vomitar, las nauseas eran cada vez más fuertes y sentía escalofríos por todo el cuerpo. Se tragó sus propios gemidos pues no podía hacer ruido y trato de ignorar el pulsante dolor en el costado del rostro culpa del balazo.

No supo en que momento pasaron las horas y los días, porque el resto de la semana lo pasó en un estado de semiinconsciente causado por el hambre, le parecía recordar que se había despertado durante el día y que había arañado el ataúd desesperadamente, porque en la noche al abrir los ojos vio las marcas en la madera pero no estaba realmente consciente de ello, entonces luego de lo que pareció mil eternidades, escuchó la voz más dulce del Universo, su pintor, le llamaba, seguramente era hora de salir.

Intentó moverse, realmente lo intentó, pero estaba tan débil que apenas si pudo abrir los ojos, se quedó un buen rato ahí sin poder hacer más nada, hasta que reuniendo todas sus fuerzas, pudo levantar lentamente la tapa del cofre y dejar al descubierto su cuerpo. La imagen que mostraba no era la mejor, de hecho lucía mejor que aquella noche luego de pasar una semana en la tierra, ahora el vampiro parecía un verdadero muerto.

La palidez de su piel era ahora enfermiza, casi traslucida y las venas y arterias eran evidentes en muchas zonas, los labios no lucían rosados como siempre sino casi verdes y muy resecos como la superficie de una espuma. Los ojos estaban tan hundidos en sus cuencas que daba la impresión de que se perderían allí y el lugar donde había desaparecido la oreja, ahora tenía un pequeño montículo, como si la piel hubiese intentado regenerarse pero se hubiese quedado a medio camino. Sendos ríos de sangre se habían secado hacía días desde sus labios, derramándose por el cuello hasta manchar casi todo su camisa.

- No... no...no puedo... - Hizo una pausa - Mo..verme - Concluyó - ¿Te encuentras...bien? - Atinó decir.

Las nauseas que había desarrollado en el transcurso del camino se hicieron presentes nuevamente al tener que oler aquel fétido aroma que expedía el féretro y más aun que parecía emerger de cada poro de la piel del vampiro, si a lo que tenia sobre los huesos se le podia llamar de esa forma –dentro de lo que se puede- susurro buscando la manera de bajarlo de aquella tarima y llevarlo hacia el bosque o en efecto acomodar su cuello para que tomase de el pues si lo hacia de las muñecas el dolor que treparía por sus manos seria tan punzante que no dudaba terminar sobre el suelo. Podria profesar con certeza ese hecho pues el mas minimo golpe sobre el vendaje le era aun doloroso, como si aquel hombre trozase nuevamente sus dedos.

-el viaje salió horrible- sonrio de medio lado riendo, una de esas risas nerviosas que se hacen para no terminar llorando –lamento que haya sido asi- se arrodillado a un lado de el buscando la manera de inclinar su cuerpo sin tener que apoyarse con las manos de ningún lugar. Le observo unos instantes y por poco y no lo reconoció más ahí seguían ellos, esos pardos y azulados orbes que se le antojaban como mares y cielos fulgentes.

Beso su raquítica frente bajando para besar su nariz y seguidamente aquellos labios que al tacto le resultaron ásperos y quebradizos bajo aun más apoyando su perfilada nariz sobre su hombro, pegando su cuello en el rostro ajeno –deberás alimentarte, trágicamente no puedo cargarte ahora y llevarte al bosque por algo de alimento…y tu tampoco podrías caminar solo, asi que…solo hazlo- la sensación de estarse volviendo una bolsa de sangre se habia desvanecido hacia tanto que ahora no le importaba si el vampiro le decía que deseaba beber de el pues le habia dejado claro que era mucho más que solo eso.

-por cierto…- sonrio ludiendo su mejilla contra la ajena –me alegro que estes bien- ¿estaba bien? Era mejor que la opción que se habia asido con tanta fuerza a sus pensamientos y la misma que posiblemente le habia orillado al delirio y la enfermedad ¿una vida sin el? Ni pensarlo, Soren era el vampiro, el era el humano no era natural pensar en su muerte ¿y que en esa relación era normal?