Aventura en el Tren (Anuar)

Recuerdo del primer mensaje :

Varias noches habían pasado desde aquella primera noche de aventuras pecaminosas con Anuar. El vampiro no había querido mencionar el tema, porque para ser franco le avergonzaba, no sólo por la situación misma de lo ocurrido, sino porque el alcohol en la sangre de Anuar le había conducido a actuar de esa forma tan inconsciente. Soren no solía beber, ni le gustaba embriagarse, ni siquiera cuando estaba vivo visitó los bares en busca del alcohol, así que haberse dejado llevar de esa manera no era algo de lo que se enorgulleciera. Aunque tenía que aceptar que una parte de él gozaba con toda aquella locura.

En varias ocasiones se había encontrado riendo tontamente sin motivo alguno y todo porque recordaba la situación en que se habían metido y la forma en como habían solucionado el problema. Esa noche en particular, luego de salir disimuladamente de la bodega y buscar a Anuar por los pasillos, se encontraba de muy buen humor, había escuchado conversaciones de que durante el día el tren había parado en un pueblo para cargar carbón y que ahora podrían viajar un poco más rápido.

- Y de esta manera se reproducen los cangrejos - Comentó con una taza de café que previamente había pedido a la dependienta que pasaba todas las noches al rededor de las 8 para ofrecer comestibles para la cena, en la mesa de centro habían galletas de trigo con ajonjolí y nueves, también habían dos ciruelas coloradas. - Caminan por la playa haciendo sonar sus tenazas bajo la luna llena -

Se llevó la taza de café a los labios, ese día vestía una camisa de lino negra y un pantalón con diseño de cuadros de colores verdes y vino tinto, en el cuello anudado a su camisa llevaba un listón rojo carmín amarrado como un moño. - ¿Están buenas las galletas? - Le preguntó aspirando el aroma del oscuro liquido.

El vampiro se sintió desilusionado al no recibir el beso que estaba esperando por lo que su rostro se contrajo en un puchero involuntario, asintió rápidamente con la cabeza a lo que decía el chico pues tenía mucho sentido. No había pensado en bañarse, pues no era algo en lo que pensara regularmente y de hecho no había notado que lo necesitara, pero ahora que Anuar lo mencionaba, llevaba más de 15 días sin cambiarse de ropa y la sangre seca debía haber impregnado un olor desagradable en su cuerpo.

Se llevó la mano a los labios en medio de su sorpresa por lo que acababa de conjeturar, olfateó el aire como acto seguido y se sintió avergonzado al pensar que él pudiese estar molestando al humano con algún olor no grato.

- Me... parece bien - Murmuró avergonzado y se apresuró a tomar la maleta de Anuar, quitándosela con cuidado de no lastimar sus manos y se lo echó al hombro , regresó caminando con Anuar hasta la carretera donde inicialmente había estado el ataúd, el vampiro calculaba que serían al rededor de las 10 de la noche, no estaba seguro de que hubiesen carruajes a esa hora.

- Sube a mi espalda - Le indicó agachándose un poco a su lado - Y me indicas como llegar, no creo que pase algún carruaje tan tarde, puedo ir corriendo hasta encontrar una posada o algo -

Anduvo en un silencio sepulcral que le recordó a aquellas horas de soledad en lo que era su humilde piso, carente de ostentosos lujos y paredes tapizadas o pisos lustrosos de alfombra y maderas caras de la India, le recordó a aquellos instantes de soledad en que su mente era atiborrada y bombardeada continuamente por un y mil cuestiones y en una y mil lograba ahogarse hasta sentirse diminuto e inútil, se hundía lentamente en un mar de rojas aguas con el amarillo del azufre manando de la turbia superficie como evaporizándose del mismo océano, el fétido olor surcaba los cielos formando nubes y mas que un mar comenzaba a parecer una marisma de superficie pastosa y densa como el lodo, los nenúfares que se cernían a los lindes, aferrándose a tierra firme, eran lívidos y rejiletos, la adusta vegetación se alzaba muerta ante sus pies y lo que antes habia sido mar, marisma y nenúfares se convertían ahora en una necrópolis, cenotafios se alzaban por doquier como copas de viejos arboles que emergían de la tierra y llevaban entonces vida bajo la misma, amplias raíces que como venas se esparcían y se aferraban a lo que podría llamarse existencia y en la penuria de su muerte acudirían tremebundos a exigir un respiro más de aire a los gusanos que obedientes producirían abonos para ellos y sus hojas cubrirían aquella escalofriante y raquítica desnudez con que se habrían cubierto durante el invierno, la blanca nieve cual manto acunaría entonces la tierra y congelaría en el tiempo a aquellos cuerpos que bajo ella yacían dormidos ¿despertarían algún día? No lo sabia.

Volvió en si sonriendo de medio lado para comenzar a caminar - bastante has hecho ya por mi, puedo valerme por mis propios medios- ¿le recordaría aquella frase algo? Sonrió torpemente intentado hacerse de aquellas frases que en antaño le habían pertenecido y que ahora le resultaban perdidas en la inmensidad de sus pensamientos, en aquel mar rojo de olor a azufre -…pero esta vez en verdad no quiero que me cargues- meses atrás lo había hecho, lo habia sujetado como a un niño, como un príncipe carga a su princesa hasta la torre más alta, ahora, ahora quería ccaminar.

- Está bien - Respondió el vampiro cuando escuchó la voz de Anuar, suponía que no debía estar tan cansado ya que había estado sentado en el tren por tantos días, recibir un poco de aire fresco era seguramente lo que deseaba el chico en ese momento. Comenzó pues a caminar a su lado, con pasos tranquilos y sin afán, echándose la maleta al hombro de manera jovial como un viajero o una especie de nómada despreocupado.

El camino se habría ante ellos como una culebra infinita que serpenteaba entre los pastizales que debían medir al rededor de medio metro, suponía que de día las vacas y corderos se alimentarían gustosas allí y quizás algunos caballos salvajes correrían por las laderas cercanas a las montañas que se alzaban a lo lejos en el horizonte. El panorama de Rumania no difería mucho del Frances, sin embargo el vampiro observaba cada detalle con los ojos de un niño curioso, deseando recordar cada forma y su color.

- ¿Te duele mucho? - Preguntó volviendo su vista hacía las manos de Anuar, quería tomarle de la mano e irse con él caminando como lo hacían las parejas de verdad (¿Y es que ellos eran de mentiras?) pero temía hacerle daño - ¿Quien te ha vendado en el tren? - Continuó preguntando pues en ningún momento habían hablado al respecto de lo sucedido luego del asalto - ¿Sabes? Estuve muy preocupado y no pude dormir bien... temía que afuera del ataúd las cosas sólo estuvieran empeorando, estuve tentado en salir a hurtadillas, pero temía ser visto y crearte más problemas -

El vampiro se desvió un poco hacía el borde del camino y se agachó sin la gracia propia de los de su raza, más bien en un movimiento torpe, para tomar un brote de flor de color rojo intenso y amarillo en su centro, unos colores que deseó poder apreciar en su totalidad, con la luz del día y no en ese opaco matiz que le daba la noche - No se porqué pero... aún cuando pasan cosas malas, yo... no puedo dejar de sentir está calidez - Comentó llevándose la flor al pecho aún sin levantarse - De ahora en adelante... quisiera que las cosas buenas y también las malas... me pasaran sólo junto a ti -


(( Paisaje Rumano:
http://www.viajes-rumania.com/turismo_rumania/fotos_rumania_rural/rumania_rura27.JPG ))

Avanzaba despreocupado, como un hombre que conoce su andar y los lugares por los cuales sus pies han de pisar, ninguna piedra le resulto extraña y los nenúfares todos se ensueños y recuerdos se proyectaban ahora ante el como meros espejismo de lo que con tantas ansias había deseado ser ¿lo recordaría aquel paisaje como el le recordaba? ¿sabria acaso aquel suelo que uno de sus hijos habia regresado? Cuatro años ya y comenzaba a dudar si alguien lograría reconocerle. Sentirse extraño en su propia tierra seria aun peor que nunca haber regresado ¿Quién diría que era si le preguntaban? ¿Anuar Dutuescu?...el hijo bastardo que habia abandonado a su padre, y bastardo no de nacimiento sino por hechos y razones que hoy día seguían acongojando su pecho y devorando sus sueños.

Volvio el rostro distraído al vampiro y tardo unos instantes en razonar –una vieja mujer, dudo que hubiese comprendido algo de medicina pero hizo lo que pudo- susurro encogiéndose de hombros ¿le dolia? Le dolía en partes que antes no sabia poseía –no estuvo tan mal…supongo que la gente se sintió responsable…y no comprendo bien porque pero decidieron cuidar de mi aunque no recuerdo demasiado- la incesante fiebre y delirios que le azotaba cada noche y cada día lo dejaron sin demasiados recuerdos al respecto.

-eso seria muy egoísta de mi parte, si te permitiera eso quiero decir- le explico acercándose, más sin arrodillarse a un lado de el por sentirse demasiado tieso y cansado –todo el mundo tiene el derecho de conocer a tan peculiar hombre…todo el mundo a quien se lo permitas claro está- una vida le quedaba aun y no se atrevía a atarlo a si mismo, ni siquiera en aquellos instantes en que nada parecía poder ir más y sin embargo bastaba con ver sus manos y el rostro ensombrecido de Soren para comprender que aun cuando las alegrías llenaban sus vidas no eran lo único y los únicos que en ellas estaban.

Soren se quedó observando la flor mientras escuchaba a Anuar hablar, por lo menos alguien le había cuidado en el tren, ahora se sentía muy agradecido de esa mujer y esas personas quienes fueran, sonrió imperceptiblemente desde su posición, algo en su interior se tranquilizaba. Volvió entonces la vista cuando dijo lo segundo, le miró de reojo y no comprendió muy bien a que se refería, el humano solía confundirle con facilidad.

El vampiro se giró y colocó la flor entre el cabello de Anuar, la flor quedó incrustada entre sus ondulados mechones y quedó allí fija como un adorno, Soren se llevó el dorso de la mano a los labios intentando vanamente contener la risa, pero luego, esta afloró en una carcajada. La flor no combinaba en lo absoluto con Anuar, eran como antagonistas naturales. - Que lindo - Murmuró entre risas y dio un saltito para dar con otras ramitas al lado de la carretera de piedra, una vez más se agachó como si buscara alguna otra acompañante para el chico.

- Anuar... ¿Que vaz a decirle a tu padre sobre mi? ¿Sobre nosotros? - Preguntó, hacía rato que quería saber con certeza, pero la respuesta le aterraba tanto que prefería no preguntar - ¿Y a tus amigos y conocidos en la ciudad? ¿Que dirás de mi? - Se levantó con una piedra bastante redonda y plana entre sus manos que antes yacía olvidada en la tierra y se la echó al bolsillo. Siguió caminando con la manos en los bolsillos, hasta que se detuvo olfateando el aire.

- Huele a humano - Anunció y comenzó a seguir el rastro como un perro sabueso, deteniéndose un poco más adelante - Me parece que encontraremos alguna casa cerca , por aquí han pasado caminando personas, puedo sentirlo -

-¿lindo?...si fuese algo lindo no te estarías riendo- asevero en voz baja sintiendo aquel intruso aferrarse a sus cabellos para no resbalar como en una cascada de fuego aletargado y terminar sobre el suelo junto con sus antiguas compañeras más esta vez sin el suelo como hogar de todas y la vida esfumándosele a cada segundo por el tallo como agua, agua invisible que a sus manos iba a dar tiñéndolas del color de la sangre y la muerte, con que dramatismo imaginaba ahora, fatalidades de una belleza y esque le era imposible no recordar.

¿Era tiempo de cuestionarse al respecto? ¿Y si su padre no estaba? ¿Y si en su ausencia habían devastado el lugar un grupo de rebeldes alemanes? Sintió el irrefutable deseo de no contestar, ignorar y olvidar aquella incógnita que no deseosa debía hacerse –podemos decir que eres un amigo…un importante negociante que ha venido para expandir su mercado, no se en verdad que haría el si se entera de esto…- y Soren bien debía saber que lo que al pelirrojo menos le importaba era lo que la gente podría decir y sin embargo lo que su padre pudiese decir, ahora con su regreso, era la crítica más dura y necesaria, la única por la que valdría la pena ser condenado.

-es un hombre muy devoto a la palabra de Dios ¿sabes tu lo que ellos dicen? Que se nos ha negado el cielo por lo que somos, que por no amar a una mujer el ya no nos ama…si es que el existe en algún lugar- suspiro ampliamente encogiéndose de hombros como lo haría un hombre resignado –pero no buscamos una casa sino una posada…la gente aquí no es precisamente agradable sobre todo no en estas épocas, es como si el calor los desgastara y los incitara a ser menos humanos, seguramente debe haber una más adentrada en la civilización- le indico empujando con suavidad la parte baja de su espalda para que adquiriese nuevamente la forma de un hombre y no un primate.

En el fondo sabía lo complicada de la situación y el rechazo social que recibiría en caso tal de que el secreto que ambos guardaban celosamente saliera a la luz, sin embargo escucharlo en boca de Anuar resultaba más doloroso, saber que aún frente a alguien tan importante como su padre, tendría que negar la existencia de un lazo más profundo con Soren. Y es que en algún lugar remoto de su interior en donde las fantasías más locas tomaban forma, había imaginado un universo alterno en donde Anuar le presentaría como una legítima pareja y él pediría permiso a su padre para unir su vida con el humano para siempre.

por supuesto en ese ideal mundo imaginario uno de los dos tenía un agraciado cuerpo curveado y la pura belleza exclusiva de las féminas.

Como hombre esa realidad nunca podría ser y de serlo, ambos serían denigrados al más bajo de los niveles, serían peores que las prostitutas, peores quizás que un asesino o un violador de niños, serían pues, casi monstruos aberrados de la naturaleza, en contra de todo lo que era correcto a los ojos del Obispo.

Se quedó en silencio, perdido en ese mundo que se acababa de formar en su cabeza y siguió agachado con las manos en los bolsillos, la brisa ya no era tan fría como lo había sido alguna vez en el invierno Parisino, pues la primavera había besado la tierra con su oleaje tibio. Al sentir el empujón de Anuar se levantó y continuó caminando.

- Tal parece que... por más que me esfuerce, no podré dejar de ser considerado un monstruo en todos los aspectos de mi vida - Comentó sin girarse a ver a Anuar - Condenado a mentir sobre lo que en realidad soy y también sobre la persona que...que... - Una vez más el verbo 'Amar' se negó a ser conjugado en su boca - Quiero - Logró decir, coloreandose así sus mejillas pálidas con la poca sangre que circulaba por su cuerpo.

- No quiero ser un importante negociante que ha venido a expandir su mercado - Agregó pensativo - Si vamos a mentirle a tu padre... prefiero decir que soy un profesor de la Universidad que conociste en Paris, en alguna exposición de arte del Boulevar, uno interesado en tu arte por considerarlo bello y con potencial... al menos hay algo de verdad ahí -

No se atrevió a mirarlo y por un segundo pareció realmente no desear hacerlo –pero si habías sido tu quien quería guardar esto tan celosamente ¿ahora hablas de monstruos y vida? No eres el único que deberá mentir- susurro pateando una piedra alejada del camino, rodo, sonando en la baja nota del suelo al tiempo que algunas hierbas y florecillas se veían aplastadas y dobladas por el acto, pisoteadas por una piedra. Regresar, regresar para mentir, mentir para ser aceptado, una aceptación que antes no le habia sido otorgada ¿y si se le era negada nuevamente? Por lo menos sabria que no daba la espalda a sus principios. Meneo la cabeza y de haber podido hubiese tirado de sus cabellos como de un trineo –yo también te quiero- y la palabra sonó rebuscada y tiesa en sus labios más con justa razón debía ser así.

-me niego a decirle eso…- ¿cómo regresar a su casa echándole en cara que habia logrado lo que el tachaba de imposible? ¿cómo volver para aquello? Prefería otorgarle aquella mentira, que siguiera pensado que tenia razón, que aquella verdad no atormentase su decrepito corazón y no atosigaran con empeorar su salud, una mentira que no perjudicaba a nadie –puedes decir que eres un profesor si eso te hace sentir mejor, pero no puedes hablar de mis cuadros, le dire que e sobrevivido cargando cajas como lo hice los últimos meses- sin embargo decidió que no era de suma importancia que Soren supiese el motivo de aquel silencio.

Inspiro profundamente observando las lejanas luces de las distantes casas que se alzaban ahora sobre el horizonte y alguna posada debía haber entre aquellas casas, quizás de esas grandes construcciones que rentaban habitaciones y no camas o quizás de aquellas estancias en las cuales se amontonaban dos decenas de cojines sobre el suelo, cual fuese el caso todo seria mejor que un asiento de tren.

El vampiro escuchó el reproche de Anuar y no le culpó de decir esas cosas y quizás pensar unas peores pues no estaba seguro de que Anuar estuviera transmitiendo todo lo que en realidad pensaba, Anuar solía ser discreto a la hora de expresarse y sus silencios podían significar muchisimas cosas aunque parecieran simple casualidad, sin embargo, Soren no lo culpaba, de hecho de ser al revéz el vampiro estaría reprochándose lo mismo.

¿Como es que se contradecía de esa manera?

- Es que... es tu padre - Murmuró girándose para mirarle de reojo - Antes no quería contárselo a nadie porque temía por tu integridad y por la mía y por la cantidad de problemas que esto acarrearía - Le explicó con sinceridad - Pero luego de estar alejado de ti todos esos meses y luego de haber tomado la determinación de pedirte unirte a mi... el resto de nuestros días... de alguna manera las cosas han cambiado -

Y es que de repente le entraban unas ganas tremendas de gritarle al mundo que lo quería, que ese chico a su lado era la razón de su felicidad. Se detuvo sobrecogido por esa sensación y se llevó una mano al pecho como si el corazón le doliera o algo por el estilo, luego se llevó ambas manos a los labios en forma de megáfono y aspirando con fuerza gritó hasta quedar seco - ¡ANUAR ES LA PERSONA QUE QUIERO! -

Su voz retumbó y se perdió en la inmensidad de ese bosque, alguna lechuza uuló en las ramas de un árbol cercano y los grillos y chicharras reanudaron su 'cri cri cri' una vez el silencio envolvió de nuevo el lugar.

- ¡LO QUIERO MUCHO! ¿ESCUCHARON TODOS? - Gritó de nuevo con todas sus fuerzas y le pareció como si el peso del mundo entero se hubiera retirado de sus hombros y hubiese desaparecido, se llevó las manos al pecho como si no pudiese creer lo que acabara de hacer.

-y es por eso que no tengo amago alguno de decirle, ni tampoco lo harás tu- asevero de aquella manera autoritaria que nunca antes habia usado con el, aquella imposibilidad a las opciones o a la duda, al titubeo y a la cuestión. Ninguno de los dos hablaría acerca de sus cuadros y no habia más nada que hablar al respecto, sus palabras le sonaron metálicas y agrias en los labios por un segundo deseo poder escupirlas, pisotearlas sobre el suelo y olvidarlas.

Sonrió de medio lado ahogando en aquella curvatura las mil y unas frases que tenia para decir, más uno no debía hablar cuando la molestia y los males atisbaban sus sentidos, el latente malestar de una decena de noches en velo y una decena más de días bajo nauseas y altas fiebres yacía aun ahí a la espera de resurgir, siempre había creído que el motivo de su silencio no era otro sino el que dirán lo había comprendido aquella vez en el circo, cuando les habían adjuntado el adjetivo de maricones pues en la obscuridad de la carpa de serpientes y roedores no había tenido inconveniente de besarle ni estrecharlo, allá en la seguridad de donde los ojos curiosos no alcanzar a llegar.

El primer grito le pareció distante, ajeno, solitario ¿habia escuchado acaso bien? Ceso su andar agudizando el oído por si alguno sonoro eco lograba llegar a sus oídos para afirmarle lo que era verdad y sin embargo no era capaz de concebir como tal, un segundo grito le obligo a girar sobre sus tobillos y por poco abalanzarse sobre el vampiro para acallar aquella voz. No ahora, no en Rumania, no después del encierro.

Se apresuro a el besando la línea de su mandíbula, rodeando uno de sus brazos con el propio, enguantado y blanco lienzo –creo que todos los grillos y ardillas de la región lo saben ahora- sonrió de medio lado tirando suavemente de él para comenzar a andar –pero porfavor hay que seguir andando quiero bañarme y seguramente también lo quieres tu- comenzaba a tener sus dudas al respecto…¿cómo bañarse cuando con sus manos no podia sujetar un cubierto?

Prefirió entonces callar cuando la orden vino directa y contundente, en esos temas tan delicados no parecía haber tregua alguna con Anuar y temía de que al no hacer las cosas a su manera terminarían destruyéndose cosas importantes, de esas cosas que uno llevaba por dentro del pecho. Asintió sin decir nada más, se tragaría entonces lo que fuera que quisiera decirle, ocultaría la verdad y fingiría ser ese hombre de negocios que Anuar quería que fuese frente a su padre.

No debía ser muy difícil pensaba, puesto que los vampiros eran buenos con el disfraz, constantemente mentían a lo largo de sus eternidades. Soren sabía que aquella no sería ni la primera ni la última.

El pequeño beso le sorprendió, quizás porqué temía haber hecho algo incorrecto y que Anuar le regañaría otra vez, pero encontró en el chico una sonrisa, dentro de su pecho su corazón parecía saltar con brío y la boca se le puso seca, Soren nunca había gritado de esa manera sus sentimientos y ahora que se había atrevido se sentía como en la cima del mundo, como si pudiera lograr cualquier cosa.

- ¡Y las lechuzas y las ranas! - Concluyó reanudando su caminar al escuchar la petición del joven - Creo que me siento mejor ahora - Confesó golpeando piedresillas en el camino con la punta de sus botas de cuero, haciéndolas rodar de manera aleatoria por el camino - Debemos tener cuidado de no mojar las vendas cuando te bañes, la tela se empapará y habría que cambiarlas para que no se pudrieran - Le explicó comenzando en su cabeza a imaginar como lograr eso - No te preocupes, yo te ayudaré y estarás limpio y fresco para dormir toda la noche -

-supongo que seria mejor idea quitármelas, después las podemos volver a poner aunque no e visto mis manos desde hace tiempo…podrían no seguir tan bien como aparentan- asevero y en voz baja, un susurro inaudible que se extinguió tan pronto como decidió existir. Viro el cuello buscando en el rostro del vampiro el montículo de carne que debía ser su oreja y seguramente esta no habia logrado crecer por la escases de sangre a la cual el vampiro se habia visto expuesto en los últimos días.

-creo que deberías cazar algo más antes de meterte en el ataúd…- susurro cerca de su oído aunque quizás, la sangre tardaba en asimilarse y al igual que ocurría con los humanos quizás después sentiría aquel peso en el estomago que indicaba haber sucumbido a la tentación y a la gula. Por lo menos el podía asegurar hacia años no sentir aquel gozoso dolor y no por que no quisiera sino porque no podia darse el lujo de gastar en comida desperdiciada aquellas pocas monedas que lograba conseguir en un día más importante era pagar un piso y un techo en el cual vivir.

Sonrio, en una curvatura que deformo sus labios produciéndole un diminuto hoyuelo en la mejilla derecha, uno que no creía haber tenido antes –eso seria perfecto- asevero sin mayor revuelo. Habría sido una tontería haberse negado a lo que el vampiro decía, no solo por la falta de movilidad en sus dedos sino además por el hecho mismo de lo que aquel gesto significaría.

Arribaron pues a la puerta principal de aquella alta aunque diminuta construcción, de la ventana se colaba una trémula luz y por los márgenes de la puerta un suave olor a caldo de res y verduras hervidas. Soltó el brazo del vampiro golpeando la puerta con el codo, varias acciones denigrantes debía ahora hacer por aquel infortunio que habia sufrido al creerse capaz de contener un atranco.

La puerta se abrió al instante más nadie se digno a hacerlos pasar, asomo el rostro mirando en derredor. Una estancia amplia con media luz, las paredes de opacos y tristes colores en contraste con el suelo en el cual se exponía una alfombra del color de la nata tan larga y ancha que cubría casi por completo aquel lugar. Un hombre de holgadas y roídas prendas dormía en el único sillón de aquel lugar, frente a una mesa baja y diminuta que contenía platos vacios y tazas sucias.

-noapte bună{buenas noches}- llamo en su lengua natal quedandose de pie hay frente a la puerta -Suntem în căutarea unui loc de dormit {estamos buscando donde dormir- y sin embargo ninguna voz se hizo oir en aquella estancia, nada aparte del frenetico ronquido que más como un demonio parecia deborar al hombre yaciente en el sillón –trece- escucho decir a la lejania y entrando en el lugar comenzo a rebuscar el rostro de quien le habia hablado. Entro entonces vestidos con una camisa que parecia quedarle grande y unos pantalones demasiado cortos un niño de escasos 12 años de edad, con una libreta en mano y unas llaves colgando del cinturón, sus pasos eran remarcados por el tintineo del metal al golpearse.

-Două paturi?{¿dos camas?}, sau două camere?{¿o dos habitaciones?}- el pequeño no les volteo a ver, se subio a un banquillo para colocar la pesada libreta sobre un estante alto y comenzar a rebuscar en esta las plazas vacias con que aun contaban - Două paturi , nu au bani{dos camas, no tenemos mucho dinero}- observo sus bolsillos y seguidamente sus manos.

El vampiro se quedó pensándolo unos segundos al escuchar aquello, temía no ser capaz de poner las vendas de nuevo correctamente, aunque dudaba que las señoras del tren que le habían vendado supieran mucho de medicina, en momentos como ese era cuando necesitaba de Erkki. Naturalmente estando a miles de kilómetros de distancia sería imposible llamarlo para pedirle ayuda. Tendría que arreglárselas sólo. Anuar era su responsabilidad.

- Cazaré apenas pueda dejarte en una cama calentita y segura - Comentó con seguridad - Me siento muy débil, aunque no lo parezca... siento como si me faltara la mitad de mis fuerzas - Le confesó y era que la sangre de animal nunca era tan buena como la sangre humana y a eso había que sumarle el daño causador por la sangre mala que había consumido del cadáver, tardaría un par de días en volver ser completamente si mismo. - Tengo hambre y estoy caminando con un suculento panecillo - Bromeó dedicándole una mirada pícara de esas que escasamente se veían en su semblante.

Se quedó en silencio en la puerta escuchando las palabras en Rumano, al principio no comprendió nada, pero lentamente conforme el niño hablaba y Anuar respondía, algo de su significado era procesado en su cabeza, curiosamente no podía comprender las palabras como tal, entender su gramática o sintaxis, pero era como si el significado vago y distante de los conceptos llegara directamente a su cerebro.

Dos camas le pareció perfecto, sobre todo porque una de ellas no sería usada y no valía la pena pagar dos habitaciones cuando él pensaba marcharse tan pronto como todo estuviera en orden. Tardó unos momentos en comprender lo que necesitaba el humano y se apresuró a meter ambas manos en los bolsillos de los pantalones del humano, sintiéndose bastante incómodo mientras buscaba las monedas para pagar el precio. Era una verdadera lástima que todo su dinero se hubiese perdido en el tren, especialmente porque eran los ahorros de todo el año que llevaba como docente.

El pelirrojo desvió la mirada alzando sus brazos para no estorbar en la labor del vampiro, quizás el acto mismo no fueron el motivo de la incomodidad que ambos exponían sino el hecho de tener a un tercero en su presencia, un niño que con ojos expectantes solo esperaba ver las monedas sobre sus manos para marcharse e indicarles el lugar. Debia regresar a su importantísima labor de rearmar el florero de porcelana que habia resbalado de sus manos cuando el enojo lo habia consumido y cegado.

-si puedes además preparar un baño con agua tibia seria de mucha ayuda- confeso el pelirojo en su lengua natal, y por respuesta recibió un gesto amargo y un arrebato de aquellas monedas que parecían mover al mundo –el agua no se incluye en el primer costo, un baño les costara más- no toda la gente que pasaba por ese lugar decidía tomar un baño y cobrarlo como un aditivo traía más ganancias aunque escasas necesarias.

Sus diminutos pues sonaron como un golpe seco al saltar de banquillo que le agregaba veinte o treinta centímetros más, les indico con un rápido gesto de la cabeza que comenzaran a andar detrás de el. Se movio presuroso sobre un pasillo con puertas de cada lado y manchas y huecos en cada esquina, abrió una de las puertas sin siquiera detenerse en el camino, se perdió pues en una esquina continua.

-supongo que es la habitación- susurro observando el lugar, un cuarto diminuto con dos colchones continuos trepados en bases de madera sin lijar y cubiertos por sabanas si bien recién lavadas deshilachadas y tiesas. Se dejo caer sobre la primera y esta crujió y chillo lastimeramente bajo su peso. Llevo una de sus enguantadas manos a su boca, soltando el borde de la venda para comenzar a quitarla con lentitud, los palillos de madera que habían usado comenzaron a caer sobre la cama, envueltos entre vendas y blanco lienzo. Su mano izquierda no lucia tan mal, si no se tomaba en cuenta que el dedo índice parecía querer esconderse bajo los demás y aquella incomoda forma que el meñique habia deseado tomar, parecía formar una L diminuta y disuelta.

Inspiro profundamente observando, lo que era y no deseaba ser.

Observando al pequeño y su actitud seca, Soren se preguntaba si existiría algún niño en la tierra que tuviera una apropiada niñez, jugando y disfrutando de la inocencia de sus más tiernos años, últimamente sólo veía chicos trabajadores, con semblante de viejos, como si la niñez se les hubiera arrebatado sin permiso, deseó usar sus poderes para cambiar eso, manipular su estado de ánimo para hacerle sentir una felicidad temporal aunque desapareciera una vez el efecto de su poder se debilitara.

Quizás en otra noche, pensó mientras entraba en la habitación y cerraba la puerta tras de si, las camas se veían geniales, cualquier cama de hecho era mejor que el pedazo de tiesa madera de su refugio escondido entre esos ensortijados túneles de tierra y roca bajo su casa en Paris. El vampiro colocó la maleta de Anuar a un lado de la cama donde este se había sentado para quitarse las vendas y la abrió para buscar una pijama limpia para cuando el baño terminara.

- No se ve del todo bien - Confesó arrugando la nariz al ver la manita con sus dedos torcidos e hinchados, se apresuró a ayudarle a quitarle la otra - ¿Sabes que puedo curarte? - Le preguntó y prosiguió descubriendo la mano derecha - No soy tan bueno como Erkki claro está, Erkki es experto en estas cosas en su condición de médico, pero como antes trabajé como militar en Suecia, aprender a curar heridas y ciertas enfermedades, eran una parte básica de mi entrenamiento vampirico -

Se encontró entonces contándole cosas que antaño le había dicho eran un secreto que no podía revelar, pues ahora sentía que no existía ni la más pequeña duda dentro de si respecto al hombre que tenía frente así mismo. El vampiro se arodilló para quedar a la altura de Anuar en la cama, aunque unos centímetros más bajo - El Sheriff vampirico de Estocolmo preparaba muy bien a sus vampiros, porque los vampiros Rusos eran bastante agresivos y territoriales, además las continuas guerras entre el Imperio Sueco y Rusia, dejaban como resultado muchos muertos entre los humanos, nosotros debíamos velar por el...rebaño, y de alguna u otra manera resultábamos inmiscuidos en la guerra así no lo deseáramos, sin humanos, no habría sangre y sin sangre, estaríamos a la merced de un ataque del Sherif de Moscú - Se detuvo unos segundos examinando la mano derecha con expresión consternada.

- Había una ley... una regla sagrada que de ser violentada por alguno de los dos bandos significaría la guerra - Continuó explicando - Y esta regla era que ningún vampiro podía alimentarse o matar en el territorio ajeno, lo que implicaba que los vampiros Suecos sólo podíamos beber de humanos Suecos y viceversa, por eso... se hacía tan importante que aprendiéramos a curar heridas en nuestros humanos -

(( tuve que cortarlo aqui porque ya me salía demasiado largo, pero ya iré explicando detalles confusos ))

Escucho con atención las historias que como cuentos para dormir llegaban suaves a sus oídos, acunaban asi sus sueños e incitaban a su mente a idear, campos de batalla teñidos de rojo escarlata, cuerpos tirados en fosas comunes, caballeros negros y blancos con escudos en los pechos, exhibiendo el patriotismo y la estupidez de creer conseguir algo mejor por aquel medio. La violencia acarrearía siempre sangre y sufrimiento ¿Cuántos hijos, padres y hermanos? ¿Cuántos por una victoria? La brisa comenzó a soplar y consigo trajo a cuestas el olor de la muerte y el color de la putrefacción, purpúreos se volvieron los suelos y el alalí taño los cielos. Quizás su pelea, la de su imaginación, hubiese sido mejor redactada en boca de un guerrero medieval.

-no te imagino en medio de un campo de guerra…¿alguna vez perdiste tus gafas?- se lo imaginaba más bien de aquella manera, extraviado entre una sinfonía de ensordecedores ruidos, con la tierra alzándose de su lugar para acoplarse a su rostro y hombros, tropezando con algun hombre caído y movido solo por algun sentimiento que no lograba descifrar. O podia también imaginarlo con aquella ferocidad que lo habia embargado en el tren, aquella manera salvaje y atroz en que había desarticulado el cuello ajeno, salvaje y atroz, y sin embargo no le producía ningún sentimiento contradictorio en su interior.

Observo su mano derecha ahora expuesta ante la falta de vendajes y palos mal cortados, los dedos se notaban disparejos en varias zonas, comenzaban a soldar en posiciones que no debían -¿y que puedes hacer con esto?- le cuestiono entonces colocando sus manos sobre sus piernas, mordiendo su labio inferior al recrear el dolor sufrido durante el vendaje, cualquier precio por recobrar sus manos.

Soren rió por lo bajo ante la pregunta de Anuar, seguramente le resultaba jocoso imaginarlo corriendo por ahí, perdiendo las gafas y exponiéndose a ser herido por su torpeza - Si perdí mis gafas un par de veces... - Aceptó inclinando la cabeza avergonzado - Pero mi trabajo no era como el de un soldado en el campo de guerra, mi oficio era más investigativo y de espionaje, por lo que pocas veces tenía contacto directo con el enemigo en una batalla, pienso que hacía el trabajo sucio desde el anónimato, exponía mi vida al igual que quienes iban al frente, pero nadie sabía de mi existencia - Le explicó y en su cabeza cientos de recuerdos de aquellos 70 años de servicio militar llegaron a su cabeza arremolinándose uno tras otro.

- Además... soy torpe...cuando me pongo nervioso - Continuó, para aclarar las erróneas ideas que quizás Anuar ya se estaba formando en su cabeza - Podía asesinar a un objetivo en una misión con una precisión milimétrica sin dejar ninguna evidencia por ejemplo... pero me pongo nervioso si estás cerca, si... me dices cosas o me besas y termino haciendo tonterías... -

Se quedó callado con la cara colorada, aunque el rojo de sus mejillas no era tan intenso gracias a la falta de sangre. Volvió su vista hacía las manos de Anuar, no lucían para nada bien y estaban sanando de manera equivocada, si continuaban así terminaría con unas manos deformes y luego sería imposible de revertir el proceso, los huesos debían soldarse bien.

- La manera en como podría ayudarte no sería usando la medicina tradicional, porque no tengo idea de los procesos médicos en este tipo de casos, pero puedo ayudarte de otra manera... quizás no te guste - Comentó arrugando la boca en un gesto incómodo - Debes beber de mi sangre una vez más, porque mi sangre ayudará a acelerar los procesos de curación, pero además de eso deberás abrir tu mente a mi, debo... buscar al 'dolor' y anularlo temporalmente, mientras... - Hizo una pausa porque lo que diría no sonaría muy bien - Quiebro los huesos de tus dedos y los vuelvo a recomponer en el sitio correcto -

- De la misma manera en como anulé el dolor aquella vez que estuvimos juntos la noche de tu cumpleaños ¿Recuerdas? - Le preguntó finalmente. Con suerte, volvería a ver a Bahir.

-entonces te pongo nervioso- sonrió de forma divertida, agraciado por lo que aquella aseveración significaba, no importaba cuantas veces hubiesen yacido juntos ni cuantas sus cuerpos y almas hubiesen estado al desnudo, el vampiro seguía sintiéndose torpe con su presencia –es bueno saberlo…- asevero, por lo menos asi tenia conocimiento ahora, no por suposiciones sino de su propia voz, que no debía orillarlo a momentos incómodos cuando debían guardar apariencias, por lo menos el no se inmutaba ante un roce de manos o un estrechamiento de cuerpos.

-¿no se supone que apenas y puedes contigo? ¿Cómo piensas entonces que tienes la fuerza para hacer eso?- negó parsimoniosamente y sus cabellos no se revolvieron por el gesto lento y apacible –si lo recuerdo pero…esto no es lo mismo- se levanto de la cama sin decir más nada, no podía acceder a dicha opción ¿dejarle débil e indefenso por sanar mas rápido? ¿qué clase de persona y novio seria entonces? -¿vamos ya?- le cuestiono tomando la ropa con el ceño fruncido por el dolor que los movimientos causaban en sus manos, un dolor que parecía llegar hasta la medula por la ausencia del vendaje.

Giro la perilla de la puerta con ayuda de sus codos, vayas cosas debía hacer ahora ¿y para comer? No pretendía hacerlo como los animales. Afuera el pequeño se encontraba ya sentado sobre el suelo con la libreta sobre el regazo, apuntando cosas inteligibles en Rumano, habia hecho un diminuto mapa del lugar y marchaba con palitos las habitaciones donde habían huéspedes, en la suya habían dos palos marcados y uno de ellos tenia un circulo a un lado.

-disculpa- le llamo en voz baja -¿y el baño donde queda?- La mano del pequeño se alzo apuntando el camino a seguir y sin embargo no movio nada más, su rostro siguió fijo en su cuaderno y su mano siguió volando sobre el papel. Su madre estaría orgullosa.

Notó la sonrisa en el chico y sonrió también, si lo veía por el lado positivo era bueno que la chispa no se apagara ¿No? el día en que dejara de sentirse nervioso y torpe con Anuar significaría que se había acostumbrado tanto a él que ya le daba igual su presencia, por supuesto preferiría que siguiera siendo así, así se metiera en cientos de problemas absurdos.

- Oye... no estoy diciéndo que tenga que ser ya o concretamente está noche - Se apresuró a decir al notar la reacia reacción del humano, que inclusive ya iba camino al baño. Le siguió hasta la puerta e ignoró al chiquillo sólo siguiendo a Anuar por el pasillo, cuando estuvieron lejos del chico y estuvo seguro de que no escucharía se atrevió a continuar.

- No tiene que ser esta noche - Le indicó en voz baja - Conozco mis límites y no tendría la fuerza suficiente para hacerlo - Le explicó - Afortunadamente podemos tomarnos unos días de descanzo antes de ir a Bran, puedo cazar esta noche y me pondré bien para mañana por la noche, ya verás, entonces podriamos intentar la curación en un par de días, cuando estés descansado del viaje y tengas toda la disposición ¿Te parece? -

El vampiro abrió la puerta del baño y se encontró con una estancia no muy grande, era una suerte que las manos aporreadas de Anuar fueran una evidencia obvia de que necesitaba de alguien para ayudarle, de esa manera nadie sospecharía ni se haría ideas erróneas de dos hombres entrando juntos a dicho cuarto.

Cerró la puerta trás de si y tomó la ropa que Anuar traía para cambiarse, buscando un lugar alto donde ponerla para que no se mojara. Había una tina un tanto desvencijada y corroída por los años, había un banquito de madera y varios cubos con agua de la cual salía vapor evidenciando su temperatura.

- Las cosas se prondrán mejor, lo prometo - Dijo al fin, mientras comenzaba a desabrochar los botones de la camiza de Anuar, su promesa le pareció distante y bastante difícil de cumplir.

Pasar más días lejos de Bran, eso le daba mas noches en su compañía y más días para idear, una y mil historias acerca de la realidad que caminante sin presura alguna se acercaba a el de forma inminente. Más tiempo para soñar y dejar a las pesadillas rondar su imaginación –claro…en algunos días- asevero en voz baja entrando sin más en la estancia apagada que era aquel lugar, algunos candiles encendidos se encontraban pegados a la pared, atascados con clavijas y en cuencos de metal aunque la luz que despedían las lenguas de fuego refractadas en las paredes y suelo cercano no bastaban para iluminar la estancia en su totalidad, en el techo se formaban con siluetas temibles quimeras de un mundo apócrifo.

-prométeme mejor que estarás conmigo sin importar que…por lo menos durante dure la estancia con mi padre- porque decir que todo estaría mejor era una utopia difícil de creer, mas certero y esperanzador seria decir que aunque no fuese asi y aunque los tiempos venideros fueron duros el seguiría ahí, aun cuando el viento soplara fuerte -¿no es mejor vaciar primero el agua?- observo la tina con curiosidad, el no poseia una de esas tenia de esas altas duchas que contenían el agua en la parte superior y con ayuda de una diminuta cuerda el agua cae ligera por una apertura que se abre al tirar de la misma, un invento maravilloso cavia mencionar. Sin embargo habia tenido una tina como aquella, aunque menos desprolija donde sus padres, conseguía agua para el y para Angeliqué, la calentaba en tiempos de ventiscas heladas y la vaciaba en aquel amplio contenedor. Iba siempre primero el agua o de lo contrario no habia forma de meterla estando el una vez en su interior, una vez lo habia intentado y habia volcado el cuenco de agua, su padre se habia encargado de no hacerle olvidar que el agua iba primero.

-yo puedo quitarme la ropa- asevero dejando caer la camisa por sus hombros para colocarla sobre el banquillo, el botón que cerraba su pantalón fue mucho más difícil que aquella labor, intento no mover los dedos, usar sus muñecas y nada más, diez veces lo intento y diez veces erro. Maldijo por lo bajo doblando el dedo indice de la mano derecha hasta que el dolor le obligo a contraer el rostro.