En busca de sonrisas... [Privado]

Cerré el libro, con un nudo en mi garganta y una lagrima correr por mi mejilla, me levante del sofá rojo que era de mi difunta madre, estar en contacto con algo de ambos me hacia sentir un poco mas viva, los dias seguían pasando y mi sonrisa se había apocado por recuerdos. Pero leer aquellas lineas en el fondo sacaron una sonrisa en mi alma , aquel diario era mas que solo recuerdos y recetas secretas, estaba escrito la vida de mi padre quien guió cada paso que di mientras el estuvo con vida. Pase mi dedo indice por la tapa de terciopelo rojo del diario - Padre, Hoy buscare esa sonrisa y te aseguro que la encontrare - hable con algo de recogimiento en mis palabras. Tranquilice mi interior y luego de un par de minutos busque lo necesario para ir en busca de aquello que necesitaba.

Corrí por los pasadizos de la mansión en busca de mi nodriza nunca salia de la casa sin avisarle donde iría y ademas siempre iba en compañía de mi fiel chófer August. Grite ya cuando no la encontraba por ningún lado - ¡Darla! - escuche mi voz subir de tono y me dirigí hacia la cocina. - Viola, ¿Que son esos gritos? - corrí hacia ella y le di un abrazo algo eufórico - Iré al Jardín botánico, si llega el cartero sabes donde dejar el sobre - le di un beso en la frente y salí de la Mansión afuera me esperaba el carruaje y a pesar del frió que había subí ligeramente al carruaje y me acomode, no sin antes decirle a August el lugar donde nos dirigíamos.

El camino fue bastante rápido, no sabia si era por el temporal que había afuera o simplemente que había notado ese energía casi infantil que muy pocas veces solía presentar, ya que siempre era muy correcta, educada y no con tanta energía di un suspiro y revise si traía todo lo que necesitaba. Los minutos siguieron pasando hasta que el carruaje se detuvo. Y la voz ronca de mi chófer me decía que ya estábamos en el lugar a pedido. La puerta se abrió y note que en esta parte de la ciudad no corría demasiado viento - Gracias August - dije mientras le tomaba la mano para bajar. Sin mas me adentre al jardín que estaba cubierto por una especie de carpa, para aguardar las plantas en su interior. Mi corazón se acelero de la emoción al ver aquel espectáculo, si había algo que amaba de verdad era aquello, la naturaleza, la botánica, las flores y su inmensidad de olores me tome el tiempo y solo cerré los ojos dando paso a una inspiración profunda y la gran cantidad de olores me llenaron... me dieron, todo lo que necesitaba en ese momento. - Amo este lugar - dije al fin mientras caminaba lentamente por el lugar.

Cada palabra que salía de los labios de aquel joven calaban en mí, era el mejor confort que alguien pudiera pedir, sentirse escuchada y que a cambio te regalaran palabras de aliento, palabras que venían del interior del alama ajena, Louis, aquel jovencito que se veía tan simple me había demostrado la humildad que existía en su corazón, agradecía estaba porque en momentos de amargura un abrazo era re confortable, pero él había ido más allá. Lo mire con ternura aprendiendo de él, cada día que pasaba aprendía una cosa nueva y venir hasta este jardín me había traído mas alegrías que cualquier otro momento. Ahora aquellos tesoros estaban guardados en mi corazón. Termine de secar cada lágrima que había caído, ya lo había botado todo, ya no era necesario derramar ninguna otra más. Porque había encontrado el consuelo en brazos ajenos.

Mi cuerpo y mi alma volvían a tener aquella armonía que tanto necesitaba, con una amplia sonrisa en mi rostro le di un beso en la mejilla del joven, esperando no incomodarle con mi actuar, era otra forma de agradecer lo que había hecho conmigo. Le tome del brazo como si fuéramos a una de esas fiestas de la alta sociedad, - Vamos que en mi casa nos espera un buen te – mire a Louis caminar a mi lado y me sentí orgullosa de que fuera el quien había dado aliento a mi corazón. – ¿Te gustan los pastelillos? – pregunte ya que Darla siempre hacia pastelillos para la hora del té, era una costumbre que tenía, de alguna forma aquello me hacía sentir como una niña pequeña. Caminamos entre las flores, los parajes que nos ofrecía el jardín Botánico era envidiable, el cuidado que llevaba era tan delicado como el roció por las mañanas.

En mi otro lado tenia sujeto el diario de mi padre, que tantas sonrisas y llantos siempre lograba sacarme, pero hoy había dado un paso uno muy importante, el desahogo. Cuando llegamos afuera vi a August fumándose un cigarrillo al momento de verme lo apago y acudió a mi encuentro algo preocupado – Lady Viola, ¿se encuentra usted bien? – pregunto, de seguro vio mi cara enrojecida por el llanto y se preocupó – Estoy perfectamente, August, Te presento a Louis Bouquet – August era mi chofer, mi amigo y como mi padre, no tenía más allá de los sesenta años, se conservaba bien y tenía una voz muy ronca pero que lograba dar los mejores consejos. Mi chofer hizo una reverencia delante de Louis y le saludo de manera cordial, él se comportaba con todos mis invitados por igual, como yo no hacia distinción entre razas, ni color de piel. Junto a él nos acercamos al carruaje escoltado por dos caballos. Abrió la puerta para que me subiera y luego arribo Louis. – A la Mansión – proclame y mire a Louis, de manera divertida – No tenía que hacer nada más por la tarde, espero que tu tampoco – al fin respondí aquello que había comentado antes de que saliéramos del lugar. Nunca hacia muchos planes pero siempre lograba tener algo nuevo que hacer.