Volviendo a casa [Soren]

Recuerdo del primer mensaje :

Se sentó encima de aquella valija de diminutas dimensiones que mantenía guardada en el fondo de la parte inferior de su cama, repleta con polvo y telarañas la habia tenido que lavar una y otra vez hasta que el olor a humedad habia cedido y se había perfumado con un agradable aroma de madera y almendra. Apoyo todo su peso comenzando a cerrar el cierre, una labor difícil tenia que asegurar teniendo en cuenta las dimensiones del objeto, el tiempo que pasarían fuera y por ende la ropa que debía llevar. Además habia metido entre aquellas prendas los pocos, nulos y escasos objetos que había mantenido consigo desde su llegada de Rumania, quizás su padre los quería de vuelta y le parecía un descaro y desinterés total no llevarlos, aunque cavia la posibilidad de que regresase con ellos, porque iba a regresar o por lo menos eso esperaba.

Doblo las mangas de su camisa de lino blanca y acomodo sus cabellos con un rápido movimiento de muñeca. Observo lo que habia sido su vivienda por cuatro años y anoto en una diminuta hoja algunos recuerdos para Lit e indicaciones, porque aunque habia hablado ya con ella al respecto del viaje debía recordar que era una persona importante de su vida, a un lado de la hoja blanca y envidiable caligrafía yacía una diminuta bolsa de cuero con algunas monedas yacentes en su interior, las cuales, tintinearon en el sonido no de la codicia sino de la humildad al golpetear contra el mueble de madera vieja. Dinero suficiente para pagar el piso y la comida de un mese pues ganaba mucho más, y por mucho se refería aun a un mínimo, como cargador que como su verdadera vocación y anhelo.

Inspiro fuertemente para llenar sus pulmones con el aroma de aquel lugar y a su vuelta comenzaría a remodelarle, cambiaria la ventana rota y sellaría el agujero que se encontraba en el baño aunque ahora en épocas de escaso frio y venidero calor comenzaba a ser, mas que algo incomodo un defecto agradable –volveré- susurro con la maleta a cuestas y los brazos temblándole con suavidad. Cerro la puerta de la habitación andando por la galería hasta toparse con aquel amplio marco sellado con madera lijada que le habían colocado después del incidente con la joven bruja y los delincuentes que habían llegado hasta el primer piso de aquel edificio, pensó, y desde aquella ocasión no había vuelto a sufrir daños tan severos en aquel, y ahora, no tan frágil cuerpo.

-¡cuidado!- bramo ofuscado, dejando caer su maleta para apresurarse a ayudar a aquellos escualitos hombres que con perladas frentes y temblorosos brazos colocaban el inmenso ataúd sobre el carruaje que les llevaría a la estación, porque intentar llevarlo a cuestas seria un suicidio sin precedentes, los brazos se le caerían seguramente antes de llevar la mitad de la distancia recorrida aunque estaba ya acostumbrado a cargar aquello era, pues lo estaba comprobando ya, un objeto demasiado pesado.

Trepo al carruaje después de que el ataúd estuvo debidamente acomodado y no pudo evitar rozar con el dorso de su mano la tapa superior del mismo cuestionándose al respecto de la persona que yacía bajo aquella superficie, el mismo se había encargado que el ataúd estuviese completamente sellado quería, que aunque el ferrocarril se saliera de la vías y el ataúd cayese dentro del agua, que aun en aquel instante completamente fantasioso estuviese totalmente sellado, que su interior no se mojase y el ser que yacía dentro tampoco, pues se imagino los rayos del sol como el agua, sinuosa y flexible. Y si su interior se mojada con aquellos magníficos y amarillos…ni pensarlo.

El camino a la estación le resulto agobiantemente largo y se cuestiono a si mismo si el viaje a su natal seria igual de sofocador pues las ansias le carcomían por dentro y cada minuto en espera era un minuto de agonía que parecía jamás terminar y de asi hacerlo, vendría otro igual y a su espera un millón más de aquellos, como si no fuese suficiente preocuparse por el bienestar de su primo Vasile.

Y como si no fuese dueño de su propio cuerpo el tiempo de agonia que habia pasado dentro de la carreta era ahora contradictorio pues los minutos pasaron rapidos y la espera fue inexistente, de pronto, se encontraba viendo como subían su maleta y el ataúd en la parte trasera del coloso de metal en el cual viajaría, de pronto comprendió la magnitud de todo aquello y el agobio no se hizo esperar, desabotono su camisa moviendo sus manos sobre su rostro con rapidez, como si sufriese algun bochorno de aquellos que no conocía. Partirían en quince minutos y la mayoría de las personas aguardaban ya en el interior de aquella pesada estructura ¿habia ideado Soren la forma para lograr verse por las noches? Buscaría un lugar cercano a la parte trasera, eso era seguro.

Y de nuevo como si su cuerpo fuese controlado por alguien más recobraba la conciencia en uno de los tantos asiento, uno que le permitía observar a través de la ventanilla como el cielo de pintaba del color del arrebol, el fuego y el oro se fundían en una sola inmensidad y los cielos se tañían con el resonar del corazón de aquel invento del hombre ¿andaban ya o seguían varados? No lo sabia, lo único que sabia era que anhelaba ver por aquella misma ventana el castillo que le indicaría su llegada.

Sentía la extraña necesidad de rasgar aquella herida con sus dientes, de hacerle sangrar más allá de las mezquinas gotas que se esforzaba por conseguir como elixir de vida de los labios de su amante, tuvo una fuerte necesidad y en aquel instante reprimirse no era opción ni fundamento suficiente para negarse o negarle nada. Pasó sus dientes con suavidad donde su lengua le dictaba que se encontraban las hendiduras, mordió con suavidad aunque firmeza sin pretender herir más alla de la herida existente sino solo, hacer que manase sangre nuevamente como de una fuente de vida.

-te siento…aquí- susurro llevando su mano a su propio pecho, y si colocaba los dedos encima podría apreciar el fuerte y constante tamboriteo que como toque de guerra o cantico de gozo celestial habia vibrar cada célula de su cuerpo y exudar alegría y placer a veces sentía que tanta felicidad no podría contenerse en un simple cuerpo humano y que el corazón terminaría rasgándole el pecho y emergiendo, buscare un lugar más amplio donde yacer pues su pecho no era ya lugar suficiente.

Apretó con fuerza la mano del vampiro estrechando su frente y su pierna contra su diminuto, a simple vista frágil, cuerpo de porcelana –yo no tengo tus habilidades- asevero en voz baja perdiendo al pronunciar aquellas palabras el labio que antes habia mantenido entre los propios succionando con determinación y anhelo. Cerro los parpados sintiendo cada roce como una sensación recreada en mil aunque no podia sentir la sangre del vampiro dentro de si mismo como suponía debía ocurrir, quizás dicha suposición se encontraba basada en demasiados libros de fantasía.

Se estrecho aun con mayor fuerza como si en aquel gesto pudiese adentrarse en su ser y descifrar con facilidad todo lo que en su interior tenia lugar, cada emoción y pensamientos, cada recuerdos y anhelo quedarían al descubierto…aunque le eran imposibles de apreciar o sentir, nada más alla de sus cuerpos, nada después de sus manos –no puedo- repitió esta vez desilusionado, como si hubiesen roto su mas grande sueño de infancia.

Soren nunca se había drogado en vida pero recordaba haber visto a los amigos de su hermano mayor, consumir opio y algunas otras hiervas traídas desde Oriente, que según decían, provocaban cosas increíbles en el cuerpo. Sintió curiosidad no por el efecto como tal sino por investigar que lo causaba y porqué como buen obsesionado con el conocimiento que era, ahora tenía la impresión de que algo parecido se debía sentir a la sensación que en esos momentos lo sobrecogía.

Como si fuera la más fina cocaina, como el mejor Opio cultivado, así era Anuar, una adicción deliciosa. Suponía que quizás se debiera a que su cuerpo no producía regularmente endorfinas, un cuerpo muerto no produce hormonas ¿no?, pero era el humano quien causaba la producción de todas esas cosas que habían dejado de ser en su cuerpo hacía mucho tiempo. Anuar le hacía vivir.

Frunció el ceño y arrugó la nariz cuando Anuar le había mordido la lengua, el delicioso escosor le advirtió que la herida se había abierto una vez más, permitiendo a Anuar disfrutar de más liquido. Se dejó hacer sin quejarse, porque entre más sangre el humano bebiera, la conexión sería mucho más fuerte y le permitiría tener ciertas habilidades extra.

- No importa... no importa - Murmuró cuando el chico dijo que no podía - No es fácil de todas formas...luego te enseñaré a hacerlo y podrás sentir ciertas cosas que antes no podías - Continuó y una exhalación se escapó de sus labios como una especie de 'Ahh' cuando sintió la pierna de Anuar presionando esa parte tan sensible de su cuerpo, cuando lo sintió tan cerca otra vez - L...o... lo siento - Logró decir - Estoy... muy... - La palabra se le atrancó en la garganta y pareció una eternidad antes de poder pronunciarla - Excitado... - Dijo al fin - Por...tu...culpa -

Tantas cosas se habían prometido hacer en ese instante que de pronto la rapidez con que el tiempo transcurría comenzó a agobiarle ¿qué si no lograban cumplirlas todas? Su vida pendía de un frágil hilo sujeto a la nada misma el más mínimo soplo de aire le haría tambalearse y caer a aquel abismo sin fondo que los humanos llamaban averno, aquel lugar de eterno fuego y sufrimiento pues si de algo estaba seguro era que su alma, esencia o lo que fuese que seguía después de la putrefacción del cuerpo no conseguiría la absolución allá en los cielos, ni aunque pasase una eternidad en el purgatorio lavando sus pecados.

-no tienes porque disculparte- asevero con una diminuta sonrisa picaresca de esas que el mismo creía no saber exponer en su rostro-¡oh! Que halago- sonrió, bajando con sus labios por su mejilla, estancándose en su cuello pues si algo había descubierto era la sensibilidad que el vampiro poseía en esa zona. Comenzó entonces a hacer, pasando su lengua en un rastro húmedo que borro al mismo tiempo con furtivos besos que succionaban la piel rozándola con sus dientes sin lastimar.

Comenzó a empujarle con su propio cuerpo hasta que alguna pared, cajas o cualquier otro elemento del lugar le impidieron hacerle seguir retrocediendo. Soltó sus manos como si sus dedos resbalasen hasta caer sobre su espalda alta bajando por el surco que se encontraba en la misma, como un camino a lo prohibido decidió seguirlo -¿crees que las ovejas nos vayan a delatar?- le cuestiono sonriendo sobre su cuello.

Sus manos siguieron bajando con parsimonia hasta sus glúteos, apoyo sus manos estrechándolo contra si mismo, rozando su pierna sobre la hombría censurada del vampiro con esmero –me siento aun como un primerizo- confeso apartando sus labios de aquella zona para poder observar, lo poco que alcanzaba a ver en aquella obscuridad, el rostro del vampiro y ansiaba que estuviese deformado por el deseo y la satisfacción.

- Es que... me da vergüenza - Susurró y no sabía como expresarlo de otra manera que disculpándose. La seguridad de momentos atrás cuando había mordido a Anua y esté había llegado a su límite se esfumaba ahora que se sentía completamente expuesto. Ahora estaba en desventaja y sólo Dios sabía cuan obsesionado por tener el control era Soren, estar en una situación que no podía controlar, le hacía sentir indefenso y nervioso, generalmente terminaba haciendo tonterías.

- Puedes estar orgulloso... fácilmente caigo en tu red - Respondió dejando escapar una risita suave, no quería ser muy ruidoso y luego tener problemas, aunque el ruido de los rieles del tren y el constante repiqueteo de los metales, de por si enmudecían muchos de esos sonidos que ellos producían. - Como un pez - Agregó y se imaginó con escamas y aletas, lleno de colores vivos, porque si fuera un pez, le gustaría ser uno de esos peces bonitos de arrecifes de corales, con vistosos colores pintados con delicadeza en figuras uniformes.

- ¡Beee! - Exclamó de repente el vampiro girándo su rostro hacía las ovejas en la otra esquina, los animales pararon sus orejas prestando atención y dejaron escapar otros 'beee' como respuesta para luego quedarse en silencio - No... no creo - Concluyó Soren volviéndo a reir. Los labios de Anuar en su cuello le hicieron callar de inmediato y la risa se transformó mágicamente en algo que sonó más como un 'Hnnn', sintió unas leves y armoniosas descargas eléctricas bajando por su espina dorsal cada que esos labios besaban y mordían su piel.

- Si nos acostumbráramos a esto... no tendría gracia - Logró decirle al escucharle hablar - Para mi... es siempre como la primera vez - Confesó y recordó que la primera vez había tenido mucho miedo, que sus piernas se habían cerrado para no permitirle más caricias, que temía entregarse completamente y caer al vacío, temía quedar tan expuesto y frágil luego de aquello que el más mínimo rechazo de Anuar le destruiría como a una débil capa de vidrio. Ahora quería caer en ese bizmo y perderse allí para luego salir victorioso, de la mano de su amante.

Con las mejillas muy coloradas, casi brillando en la oscuridad, el vampiro llevó sus manos hacía el borde del pantalón de Anuar y comenzó a desabrocharlo, tragó saliva, buscando valor, recodando que había dicho que esa noche sería un descarado, para hacerle tan desvergonzada petición, sus manos temblaron ligeramente cuando había quitado el botón y su rostro se escondió en algún lugar de su cuello - Quiero... sentirte dentro de mi... - Musitó contra la piel del cuello del otro, enviando vibraciones con su voz a través de su piel.

Frunció el ceño observándole como quien observa a un niño que ha dicho algo indebido -¿te da vergüenza?...- a el le bastaría recordar el incidente de instantes atrás para borrar de su sistema todo rastro de vergüenza y rubor y de no haber sido quizás por las copas de vino que se habia tomado habría terminado rogándole que cesaran, volver a los asientos para dormir y olvidar lo ocurrido y sin embargo ahora no le resultaba tan desconcertante. Soren le habia contado ya sobre aquellas mujeres y hombres que decidían no hablar sobre sus ocasiones con vampiros pues conseguían los orgasmos sin necesidad alguna del tacto, la mordida les guiaba por un camino rápido a lo que usualmente seria un placer laborioso.

Como un pez, el habia pensado primeramente en arañas tejiendo sus hogares, arañas peludas y negras con cuerpos aterciopelados, de largas patas que mantenían sus barrigas al aire meciéndose como un péndulo, de inmensos ojos negros y dientes como pinzas, encimas de acido que dañaban los tejidos, habia escuchado en alguna ocasión del fallecimiento de una niña ante la picadura de una araña, un misterio que en su momento le habia logrado arrebatar el sueño pues creía que mientras dormía uno de esos seres anidaría en su cuerpo.

Desvió la mirada para observar los contornos de aquellos afelpados seres blancuscos y la forma en que parecían haber comprendido el sonido que como balido habia emergido de los labios del vampiro y le resulto fascinante como habia logrado comunicarse con ellas o quizás habia algo en su timbre de voz con el cual los animales podían diferenciarlo del resto de los humanos, encontraban en el una amenaza aun mayor, quizás, comprendían su naturaleza.

Cerro los parpados ladeando el rostro al sentir su gélido y ahora más bien tibia respiración lamiendo su tersa piel –pero…-susurro pensándolo unos instantes, aflojando su agarre hasta que sus manos apenas y se apoyaron sobre su cuerpo -…¿no te dolerá?- le cuestiono intrigado, la ultima vez habían usado jabón y la primera vez no se le habia ocurrido más ahora que sabia no permitiría que ocurriese otra vez, no permitiría que le doliese nuevamente.

Y ahí estaba Anuar pensando en él en vez de pensar en su propio placer. Soren ya sabía lo que se sentía ser el activo, era indescriptiblemente delicioso, un hombre no se preocuparía mucho por si al otro le duele o no, cuando se garantiza recibir tremenda dosis e placer, pero Anuar no era un hombre cualquiera, eso estaba más que comprobado, además le amaba. Soren sonrió recordando las muchas veces que Anuar le había recordado ese detalle que para él era tan aterrador.

Me ama...

- Eso no me importa - Le aseguró buscando sus labios para unirlos en otro beso, esta vez uno suave - Es un dolor... que me gusta - Murmuró y una vez las palabras salieron de su boca fue consciente de lo extraño que eso debía sonar. ¿Como explicarle aquello a Anuar? Soren había sufrido peores dolores a lo largo de su vida por supuesto, él había estado en combate durante su trabajo en Estocolmo y en más de una ocasión un hombre lobo le había partido las costillas o desgarrado las piernas. El dolor que le otorgaría Anuar era un tipo de dolor que le parecía más bien simbólico, era el concepto de lo que connotaba penetrar en su interior y no lo veía solamente como el desgarre físico de la piel, la fricción y esas cosas, Soren lo veía como una conexión, un inconmensurable voto de confianza que le otorgaba al dejarle entrar allí.

- No se como explicarlo... se que suena masoquista - Comenzó a decir mientras su mano se adentraba dentro del pantalón recién desabrochado, para aprisionar entre sus dedos la hombría de Anuar - Lo veo como... una conexión... me gusta pensar que, puedo estar conectado a ti en cuerpo, sangre y corazón - Le explicó, el alma no la mencionó porque no estaba seguro de tener una. Le besó la punta de la nariz, una nariz recta y bien esculpida, se imaginaba que era como una colina que le gustaba recorrer. No pudo evitar comenzar a frotarse impúdicamente contra las caderas de Anuar, buscando más contacto.

- Entrego mi confianza en ti cada que estas cosas pasan - Agregó haciendo un camino de besos hasta su oreja, mordisqueando el lóbulo con delicadeza - Ya no temo caer al vacío, porque se que saldré si me aferro a tu mano -

Sus labios se abrieron para responder a aquella afirmación más lo que escapo de sus labios no fue sino un gemido entrecortado que tuvo que acallar mordiéndolos como si sus dientes crearan una especie de broche o recubrimiento especial –pero…no me gusta pensar que te hago daño- asevero recordando su rostro compungido y adolorido y como aun asi habia decidido seguir adelante, como le habia importando más su placer al dolor que pudiese sentir entonces no habia podido más que seguir, no habia querido más que seguir y no repetiría el error en una segunda ocasión.

-me entregas mucho más- sonrio sobre sus cabellos deslizando sus manos hasta el botón de su pantalón el cual, removió con lentitud frotando distraídamente la entrepierna que se alzaba rígida bajo la tela. Dejo resbalar la tela hasta sus rodillas, dejo que sus manos viajaran veloces por sus piernas, rozando con la yema de sus dedos la parte interna de sus muslos y la parte baja de su vientre –por eso esque no puedo darte menos- susurro bajando la mirada hasta donde su piel quedaba cubierta. Su mente comenzó a idear la forma de llevar acabo aquella petición sin, en efecto, terminar lastimando al vampiro aunque no estaba seguro si el dolor y las heridas sanarían para la noche siguiente. Negó internamente pues aquel no era el caso, no importaba si sanaban o no, no planeaba herirle.

Sujeto entre sus manos la ropa interior del vampiro apartándola con lentitud quedando frente a el aquel delgado cuerpo de “esparrago”. Froto su entrepierna contra la del vampiro sujetándole por la cintura atrapando en el acto sus labios nuevamente, sentía que aquel gesto era el acto más relevante de todo el acto, sentía, que de no existir ese instante en que sus labios parecían fundirse comenzaría a dudar sobre sus sentimientos pues estaba seguro que a más nadie podría besar como besaba a su amante. Sus labios serian solo para Soren sin importar que.

Sus manos perdieron el camino, se desviaron hacia sus glúteos introduciéndose entre la carne, rozando aquella zona que uniría sus cuerpos -¿crees que encuentres algo que nos ayude?- le cuestiono en voz baja, su olfato era mucho mas agudo, al igual que su sentido de la vista y tantas cosas más, quizás el vampiro pudiese ubicar en el vagón algun objeto de relevancia en aquellos instantes.

No recordaba haber estado tan excitado antes como en aquel momento, quizás se debiera a la situación misma, un vagón de tren en donde se guardaba mercancía no era precisamente el lugar más adecuado para follar. Follar no, hacer el amor, se corrigió mentalmente, quizás era el hecho de que alguien pudiera llegar a descubrirles, el sabor de lo prohibido lo seducía una vez más.

-No lo veas como algo que me hace daño... sino como algo que nos conecta – Le explicó y se atrevió a agregar aún a pesar de la vergüenza – Además... me gusta... si no me gustara no querría hacerlo... - ¿Porque resultaba más fácil aceptar cualquier cosa menos esa? Saberse esclavo del contacto con su cuerpo no era algo de lo cual podía estar orgulloso, aunque no le molestaba tampoco, pero le hacía sentir enormemente avergonzado.

Cerró los ojos y reprimió un gemido cuando finalmente pudo sentir las manos de Anuar en su parte íntima, sintió como si lo hubiese estado esperando toda la vida, la corta espera se le había hecho inexplicablemente eterna, como una condena o una tortura. La pregunta de Anuar lo desconcertó - ¿Encontrar qué? - Preguntó tontamente como saliendo de su ensueño, no entendía a que se refería y entonces su cerebro pareció procesar la información – Ah... algo como el jabón... - Concluyó riendo tontamente, giró su rostro y comenzó a registrar el amplio vagón con la mirada, pero no vio nada parecido al jabón que pudiera ayudar con la fricción.

-Veo cajas con verduras, cajas con granos y papas, también hay un par de baúles cerrados con candado que supongo son de alguna dama rica, veo depositos de carbón y veo el corral con las ovejas... me temo que no hay nada apropiado – Le informó, pero se encogió de hombros, realmente no le importaba, el hecho de estar en un lugar tan inapropiado para un encuentro de ese tipo traía sus desventajas, era obvio que no estarían tan cómodos como en su recámara en donde se podían dar el lujo de hacer las cosas despacio y con delicadeza – Creo que debemos improvisar – Agregó con una risita y le robó otro corto beso – Ya te dije que no me importa el dolor... soy un vampiro ¿recuerdas? Estoy acostumbrado a cosas mucho peores -

-pero en ninguno de esos casos e sido yo el motivo de ese dolor- a callo unos instantes y su rostro pareció ensombrecerse en lo que resulto una fracción de segundo –por lo menos eso espero- agrego, segundos después para ladear el rostro de un lado a otro intentando develar el misterio de aquel instante ¿debia o no seguir su petición? ¿aun si aquello le iba a lastimar? Pero se encontraba diciendo que era un dolor agradable, uno que le gustaba sentir y más aun con el cual sentía una extraña conexión más alla de la que la sangre podia otorgarles, frunció el ceño con fuerza unos instantes para terminar empujándola con suavidad hacia las cajas de madera sobre las cuales el mismo habia yacido instantes atrás.

Le empujo con su propio peso con su rostro a centímetros del ajeno y sus cuerpos estrechándose, no estaba seguro de lo que a continuación tendría lugar y más sin embargo estaba convencido que no podia negarle lo que acababa de pedirle ¿un capricho? Quizás, pero los caprichos eran también importantes ¿no le habia hecho el un pastel? Y habia sido mero capricho y petición aun cuando, desconocía el verdadero motivo de aquella acción.

-si te duele demasiado me diras- le pidió sobre sus labios bajando con sinuosos reptil en un camino de besos hasta su pecho mientras sus manos se perdían en sus costados, acariciándole verticalmente con presión en la punta de los dedos sin bien llegar a usar sus uñas.

-me empujaras si prefieres no pedírmelo- susurro exhalando su cálido aliento sobre su ombligo.

Esta vez se dejó llevar sin chistar, le permitió empujarle y no hizo nada para evitar caer sobre las cajas, recibió la cercanía del cuerpo ajeno con gozo y cerró los ojos asintiendo con la cabeza a lo que decía Anuar – Sólo te pediré que te detengas... si realmente me molesta – Le aseguró y dudaba que aquello llegara a suceder, pues no lograba imaginar de que manera algo como eso pudiese molestarle o dolerle hasta el punto de preferir que se detuviera.

En todas las anteriores ocasiones, había enloquecido de placer con aquellos íntimos roces, no veía porque las cosas iban a funcionar diferente esta vez. Tembló ligeramente al sentir el aliento del otro, deseando con anticipación lo que sucedería. - ¿Te imaginaste alguna vez que... ibas a estar desnudo en un vagón de tren haciendo estas cosas? - Preguntó, el vino en su sangre aún hacía efecto y seguía diciendo tonterías.

-Si alguien me hubiese dicho antes que algún día me iba a gustar un hombre, habría pensado que estaba loco... - Agregó riendo otra vez ¿Cuantas veces había reído esa noche? Si continuaba así no tendría risa para el resto de su eternidad si la agotaba toda esa noche – Y mírame ahora – Concluyó, pasando sus piernas al rededor de la cintura de Anuar como tenazas.

Sin poderlo evitar, sus manos viajaron al encuentro de la cintura de Anuar, tozando la piel y perdiéndose en su entrepierna una vez más, le acarició con avidez, a ese punto, ya no podía esconder su latente deseo y su innegable necesidad: Necesitaba a Anuar como un pez necesitada del agua para nadar o un pájaro del viento para planear gentilmente – No me tortures más... - Le rogó y algo como eso no habría salido de su boca en otro contexto, pero una vez más el alcohol le hacía soltar la lengua, para que sus más íntimos pensamientos surgieran a flote.

-si alguien me hubiese dicho alguna vez que llegaría a amar a alguien como te amo a ti…hubiera creido que la demencia habia tocado ya a su puerta- sonrio de medio lado curveando la espalda cuando las piernas del vampiro se estrecharon contra su cintura rozando tortuosamente su hombría ante aquella zona innombrable, apretó la piel de su espalda con fuerza aunque procurando no encarar sus uñas. Pensó entonces en la rugosidad de la superficie de las cajas y el daño que el vampiro podría hacerse estando sobre ellas.

No eran cómodas como una cama podia llegar a serlo y mucho menos tersas como las sabanas que cubrían su lecho, si le embestía en aquella posición no dudaba y más aun estaba seguro que la espalda del vampiro terminaría magullada y astillada por la constante fricción sobre la madera mal lijada. Bordeo su espalda nuevamente con sus ahora musculosos brazos, en lo que cabía ser, y se irguió con Soren entre brazos para sentarse sobre el borde de las cajas con el vampiro sobre su regazo.

-lo lamento…esque…- susurro bajando la mirada para encontrarse con aquellos desnudos torsos, sonrio de medio lado dejando escapar una risita nerviosa, una risita nerviosa nada propia en el.

Le observo unos instantes estirando su cuello para alcanzar aquellos finos labios y fundirse dentro de ellos en un baile de besos que se le antojo como el tango y aquellos bailes tan usuales en las parejas convencional, un baile de sensualidad y seducción, un baile en que los cuerpos no dejaban de rosarse y que más sin embargo era considerado un arte. No cualquier podia bailarlo con el porte y elegancia que merecía.

Empujo sus caderas con suavidad apoyando sus manos en la superficie rugosa para inclinar su cuerpo hacia atrás y lograr penetrar con mayor facilidad.

-Cuando dices esas cosas... - Tartamudeó llevandose ambas manos a las mejillas – Siento que podría morirme de la vergüenza... - Y es que escucharle decir que le amaba era más vergonzoso que estar desnudo, expuesto y rogándole por alivio. El amor era y siempre había sido un tabú para él, ni siquiera tanto tiempo compartido con el humano podía prepararlo para escuchar esas palabras.

No comprendió en el momento porque el chico le había levantado y le había colocado en esa nueva posición, se sorprendió enormemente con la fuerza de sus nuevos brazos, le había levantado con una facilidad que antaño no habría existido. Y sus palabras le hicieron entender que, simplemente estaba preocupado por él, quizás buscaba la mejor manera de hacerlo sin hacerle daño.

-Ahhg...- Gimoteó cuando sintió el miembro de su amante penetrando su interior, tuvo que romper el beso para que la exhalación escapara de sus labios y se aferró como pudo a la espalda de Anuar como si de no hacerlo fuera a caer a un abismo. Cerró los ojos con fuerza ante la sobrecogedora sensación, Anuar era fuego y dulzura, pasión y delicadeza ¿Que cosa más extraña y embriagadora era esa? El dolor mezclándose con el placer que quizás era más mental que físico, pero no por ello menos intenso.

Apoyó su frente en el hombro de Anuar y sintió deseos de morderle una vez más, pero entonces algo inesperado sucedió. Soren había olvidado momentáneamente en donde estaban y bajo que circunstancias, pero sus sensibles sentidos no podían pasar por alto algo como eso. La conversación de aquellos hombres, aún cuando estaban a varios metros de distancia por el pasillo que conducía al vagón, llegó claramente a su cabeza.

-¡Espera! - Exclamó en voz baja quedándose quieto como una estatua – No te muevas – Agregó cerca a su oído. Se maldijo así mismo una y otra vez por tener que detener tan precioso momento, pero no podía arriesgarse y poner en peligro a Anuar, se delizó, girándo la cadera hasta que Anuar estuvo afuera de él, el vacío que lo embargó fue tan odioso que no se imaginaba que podría ser peor.

- Revise la mercancía de la bodega antes de cerrar la puerta con cadena y candado – Exclamó uno de los hombres, el más alto y de brazos fornidos, el otro asintió con la cabeza y confirmó – Si mi capitan – Caminó hacía la bodega cuya puerta aún estaba cerrada, pero justo antes de abrirla, se regresó para dirigirse al capitan – Por cierto, el maquinista dijo esta tarde que la reserva de carbón se ha acabado antes de lo esperado, es probable que tengamos que parar mañana por la noche en un pueblo o quedaremos varados en mitad de las montañas -

-quizás deba entonces dejar de decirlo…no queremos que eso ocurra- asevero en voz baja negando con tranquilidad, aun en aquel estado la forma figurada de las palabras del vampiro no lograban ser analizadas con rapidez por su cerebro y en efecto creía que bajo los estragos del alcohol y específicamente el vino de grosellas razonaba con mayor lentitud.

Sus caderas habían comenzando a moverse cuando la voz del vampiro y más aun lo que aquellas letras conformaban le habia obligado a quedarse estático, con los sentidos en alerta y la respiración en velo, de hecho, se habia olvidado de respirarse y pestañear y mover cualquier musculo de su cuerpo.

“Demoni” exclamo para sus adentros alzándose de la caja con rapidez y procurando no hacer un ruido excesivo que diese a conocer al hombre que se encontraba fuera del vagón la existencia de más personas en su interior. Se coloco los calzoncillos y el pantalón en un solo y veloz movimiento –metete en tu ataúd- susurro, nisiquiera como una opción sino como una orden. Comenzó entonces a pensar e idear una buena escusa para estar en ese lugar ¿qué se le habia ocurrido? Una reverenda estupidez.

¿Qué le planeabas decir? ¿Qué pensabas que el viaje seria muy largo y venias a acortarlo un poco?

Meneo la cabeza rebuscando su camisa por el lugar, aunque su obvia erección hacían de aquel argumento algo creíble aunque desagradable, quizás el hombre comprendería las necesidades y le permitiría volver a su asiento sin que nada hubiese ocurrido o quizás le tacharía por pervertido y ordenaría bajarle en el próximo poblado por temor a que la acción se volviese a repetir ya que en efecto el viaje era estrafalariamente largo.

Avanzo a zancadas hacia el vampiro robándole un rápido beso que no cayo certeramente sobre sus labios sino en su comisura y sin tiempo para remedir aquello pensó que podría también decir que habia ido a hablar con su difunto primo, no era tan inusual que las personas hablasen con los familiares muertos, de hecho le parecía que en ese caso no podrían decirle ni reprocharle nada al respecto eso y claro estaba mientras permaneciera en donde la luz no alumbrase y lograra llegar a su asiento antes de que alguien más le viese en aquel comprometedor estado. Sin lugar a dudas una mucho mejor escusa que su anterior pensamiento.

Entonces solo debía permanecer el pie cerca del ataúd hasta que el hombre lo viese y le cuestionara al respecto, asunto resuelto…¿cierto?
La camisa ¡la camisa! comenzo a girar sobre sus pies buscandola por todos lados, la encontro y gracias a los cielos en su lugar, abotonada alrededor de su torso.

Fue un gran alivio que Anuar hubiese comprendido de inmediato la situación, pues tener que explicarle les habría quitado tiempo valioso para vestirse. Con la cabeza dándole vueltas el vampiro cayó de medio lado enredado en sus propios pantalones y se fue a dar un golpe en la cabeza contra unos baúles – Auch – Se quejó bajito, estirando las piernas desde esa posición para subirse el pantalón y la ropa interior, sintió la molestia en su entrepierna cuando los pantalones estuvieron en su lugar, gracias a que la piel se hallaba sensible por las caricias.

Gateó y se puso de pie, buscando desesperadamente la camisa y la fue a encontrar en el suelo ¡benditos sus ojos hábiles en la oscuridad! No lograba imaginar lo que pasaría si no encontraba con que cubrirse el pecho, no se alcanzó a abotonar la camisa como era debido y quedó arrugada y dispareja, pero se colocó el saco que traía encima y al pasar por su cabeza se le enredó en las gafas, tardó unos segundos de más en salir del enredo y entonces escuchó la orden de Anuar.

¡No podía dejarle solo! El guardia le regañaría y se metería en problemas por estar en ese lugar, sin embargo en esos momentos de fenecí, logró pensar en que era mucho mejor no ser visto, si el guardia le reconocía y comenzaba a preguntarle por su pasaporte y ese tipo de cosas, habría un problema mucho mayor.

-Lo siento – Logró disculparse luego del apresurado beso y se coló en el ataúd de un salto. El vampiro se acomodó cuan largo era en la caja de madera y con su mano derecha cerró la puerta del mismo cubriéndose por completo. De inmediato le embargó la angustia ¿Estaría bien Anuar?. Escuchó pasos y posteriormente el rechinar de la puerta que se abría.

El guardia entró finalmente a la bodega, abriendo despacio la puerta y la oscuridad se vio bañada por el candelabro que traía en alto en su mano izquierda. El hombre de tupido bigote y manchas de hollín en sus dedos regordetes, llevaba un overol gris manchado de carbón y unas botas de cuero hasta la pantorrilla. El guardia no pareció notar nada extraño, hasta que el haz de luz de la vela, reveló el cuerpo de un joven de pie al lado de un Ataúd.

- ¡Me ha dado un susto de muerte! - Exclamó el hombre de ojos castaños y nariz colorada como un tomate - ¿Quien es usted y que hace aquí? - Preguntó, pues desde su posición no podía distinguir el rostro de Anuar.

Cerro los parpados cuando la tapa del ataúd se cerro y en el vagón pareció no haber nadie aparte de el y las insonoras ovejas que se encontraban aun lejanas a el ¿decidirán hablar ahora que el vampiro ya no estaba? Solo quedaba esperar a que aquel hombre que en cualquier instante atravesaría el umbral de la puerta de metal que ahora cerrada permitiría a la tenue luz del pasillo adentrarse en aquel vagón de carga, el único que llevaba consigo, o dentro de si, las pertenencias de los pasajeros que compartiendo el mismo tren aguardaban destinos diferentes y más aun viajaban por diversos motivos. Ellos dos eran un claro ejemplo, el pelirojo asistía a su natal Rumania para el reencuentro con su padre o para enfrentar la noticia de su muerte o su suicidio, Soren por otro lado iba en su compañía, dos motivos diferentes que les llevaban al mismo lugar sobre el mismo coloso de metal.

Apreto los parpados con fiereza ubicando sus dedos índice y pulgar sobre sus lagrimales para apretarlos y moverlos con brusquedad, esperando de buena fe con aquella acción sus ojos lograsen enrojecer lo suficiente para hacer creer al hombre que habia estado a punto del llanto. El chirrido de la puerta le indico de la cercanía del hombre y el sonido de las pesuñas de los lejanos animales le afirmo lo que era ya obvio.

Giro su rostro solo al escuchar dicha exclamación ¿le habia dado un susto de muerte?...se notaba que no sabia que lo habia ocurrido en ese lugar ¡ a el casi se le salía el corazón al escucharlo cercano a la puerta! –Cuanto lo lamento- susurro, imitando la mejor voz quebradiza que pudo haber recordado, el alcohol parecía volverlo un excelente actor y farsante.

Sonrio de medio lado, una sonrisa melancólica y agria –soy Anuar Dutuescu…creo que no han revisado aun los boletos- asevero rebuscando en sus bolsillos aquellas tiras de papel…que seguramente habia dejado caer en alguna parte de aquel lugar –eh venido a hablar con Vasile- le indico palmeando suavemente el ataúd -¿sabe usted como darle la noticia de un fallecimiento a un viejo hombre? He venido a ver que piensa el- bufo encogiéndose de hombros –pero el condenado parece no querer hablar- observando el candil que iluminaba el rostro del hombre y se pregunto si con esa escasa luz seria posible ver su perfecta actuación, quizás le hubiese ido mejor en el teatro que en la pintura.

-¿viene a hacer una revisión nocturna? espero no incomodar-

Dentro del cofre, se sintió más seguro que nunca, la oscuridad y el encierro eran dos cosas que le gustaban mucho, 'topo cegatón' era una muy buena descripción por parte de Anuar, porque justo en momentos como ese, se sentía como uno. Deseó locamente saber que sucedía allá afuera, como lucía el hombre que acababa de entrar, sólo podía escuchar el timbre de su voz y sus pisadas. Se quedó muy quieto y alerta, escuchando la conversación, las palabras de Anuar le parecieron increíblemente certeras, no le conocía esas habilidades para mentir, parecía todo un actor profesional.

***

Dorian Gregory había trabajado como capataz en las vías férreas toda su vida. Su abuelo a su vez había sido maquinista y había sido toda una leyenda en los rieles, la gente contaba que había logrado llevar un tren a más de 50 kilómetros por hora y que había atravesado casi toda Europa llevando mercancías, por eso Dorian se había hecho capataz, porque aspiraba algún día dejar de ser un simple asistente y convertirse en maquinista para honrar la memoria de su abuelo.

El hombre bajito y barrigón de 38 años había visto muchas cosas en los múltiples viajes que había hecho en la locomotora, pero siempre era triste cargar difuntos, no sólo triste, sino de mala suerte. Dentro del gremio de trabajadores de aquellos colosos, se decía que transportar cadáveres el peor tipo de carga y que siempre sucedía algo malo en los viajes. Dorian realmente esperaba arribar a su destino final en Rumanía sin mayores inconvenientes.

- Ahh... Dutuescu... - Exclamó aunque en realidad no recordaba quien era Anuar - El familiar del difunto - Agregó y se apresuró a echarse una bendición - Que Dios lo guarde en su gloria y le de descanso eterno - Dorian caminó al rededor del ataúd, meneando la cabeza con expresión lastimera - Los jóvenes de hoy en día se están muriendo sin llegar a casarse ¡Que locura! - Comentó paseando su rugosa mano por la madera pulida del cofre. - ¿De que pereció esta alma bendita? - Preguntó con curiosidad.

Mientras le daba tiempo a Anuar de responder, inspeccionó las ovejas alumbrándolas con su candil, los animales comenzaron a hacer ruido, quizás porque pedían comida, quizás porque querían contar que dos intrusos habían estado cometiendo pecados en ese lugar, de cualquier forma Dorian las calmó con un -Shhh shhh - El capataz continuó con su inspección, todo parecía en orden a excepción de las cajas de tomates, que yacían mallugadas y algunos tomates se habían estripado y el jugo se les salía por los lados.

- Por cierto monsieur - Continuó mientras examinaba las verduras - Tiene abierta la cremallera del pantalón -

-que desgracia- susurro meneando la cabeza aunque en verdad fueron aquellas palabras las únicas que no llevaban a cuestas el dolor ni los pesares no existentes, las únicas palabras que como verdad habían salido sin sentimiento de sus labios, estaba actuando tampoco podían pedirle milagros –esperemos que asi sea dommil, que Dios le guarde en su santa presencia- recordaba aun las cosas que la gente decía en la iglesia cuando los féretros se encontraban en aquel lugar preparándose para ser sepultados, recordaba aun como le alejaban de ellos recriminándole que era aun demasiado joven para ver la muerte de frente.

Contrajo la respiración pensando ¿qué habia dicho Soren que dirían? ¿qué enfermedad se habia llevado al pobre desdichado? –una de esas funestas pestes que parecen contagiarse por el aire- y asi quizás sin decir demasiado alejaría toda intriga de abrir el ataúd, viajaría seguro cuando el rumor se esparciera y nadie pretendiese abrir aquella bóveda diminuta que cargaba con algo mas preciado que el oro y los diamantes, cargaba con un ente más humano que muchos hombres de latentes corazones.

Bajo su mirada con rapidez sujetando el cierre de la cremallera para subirla con rapidez percatándose hasta después de lo incomodo que habia sido ese movimiento y el pantalón ahora estrecho le resultaba agobiante –ya le digo yo una decena de pantalones con el mismo defecto, e tenido que cambiar de sastre- improviso porque todo resultaba mas fluido y sencillo bajo los efectos del alcohol su persona misma resultaba mas apacible t afable, de un trato mas estrecho y menos cortante, quizás debería haber aprendido a beber desde joven, y no esque ahora fuese demasiado grande.

-en fin…lo dejare para que pueda seguir con su labor, que tenga una buena noche- sonrio de medio lado comenzando a andar a la salida del vagón sin detenerse para virar pues de hacerlo seguramente la luz del pasillo haría visible aquel bulto en su entrepierna que intentaba reducir con pensamientos repulsivos de mujeres gordas y viejos decrépitos, se imagino a Erkki en un entallado vestido de novia.

“Terminaras con pesadillas”

Soren escuchó desde su encierro, la pregunta que el hombre le hacía a Anuar y por muy extraño que fuere, en vez de preocupación por ser descubierto, lo que sintió fueron unas inmensas ganas de reír, se llevó las manos a la boca para evitar que algún sonido saliera de allí y lo delatara. Escuchó al hombre soltar una exclamación fruto de la sorpresa al saber el tipo de enfermedad por la cual supuestamente había muerto. Hubiera pagado lo que fuera por ver la cara del pobre hombre entrar en pánico ante un posible contagio, pero sólo escuchó - Pobre alma, pobre alma, espero esté descansando en la Gloria del señor -

Debía recordar felicitar a Anuar por tan grandiosa actuación, muy natural al decir lo del sastre, debía llenarle de besos el rostro. Le escuchó despedirse y el hombre finalizó diciendo - Que descanse y No se preocupe, me ocuparé de que no sea abierto el Ataúd bajo ninguna circunstancia, no queremos poner en riesgo a los demás pasajeros -

Soren suspiró mucho más tranquilo cuando las pisadas de Anuar se alejaron en el corredor, escuchó como el hombre revisaba las cosas que aún no había chequeado y luego sus pisadas se fueron alejando también, al final escuchó un ruido metálico fruto del sonido de las cadenas y el candado al cerrarse con la puerta. Esperó unos 10 minutos antes de abrir el cofre y quedarse sentado en el ataúd, se quedó mirando su cintura y frunció el ceño al notar que su cuerpo continuaba aún a la expectativa, como si esperara que algún milagro sucediera y esa noche, Anuar volviera para reconfortarlo.

- ¿Y tu que estás esperando? - Le preguntó al bulto en sus pantalones - ¡Descarado! - Agregó en tono de reproche.

- Beeeeee - Se escuchó desde una esquina, una de las ovejas no se había dormido a pesar de ser casi las 4 de la madrugada - ¡Beee! - Contestó Soren haciendo un puchero con gesto molesto y se dio media vuelta cerrando con la otra mano el cajón.

El pobre vampiro no concilió el sueño sino hasta casi las 6 de la mañana, en donde todas sus preocupaciones desaparecieron para perderse en una oscuridad apacible.

(( Mori con Erkki en vestido de novia xD ))