fuoco sulla tela (libre.)

Madame Bovary reposaba sobre la silla de cuero a modo de hamaca, con la cabeza apoyada justo en el respaldo y un cigarrillo apagado colgando de la comisura de los labios. Los brazos en cruz justo en su regazo. Las piernas extendidas, como única sujeción la mesa de su despacho. Observé su figura desde el marco de la puerta. Estaba tan dormida, que parecía muerta. De vez en cuando emitía algún que otro ruido ¿Qué estaría soñando? No era de mi incumbencia. Y no me haría más preguntas. Porque era el momento idóneo para salir corriendo de allí. Escapar... ¿A donde? No importaba... Donde fuera, era la respuesta. Permanecer en el mundo exterior durante al menos 24 horas, significaba ser libre. Y me conformaba con muy poco. Ignoraba qué me sucedería cuando se diese cuenta de que me había marchado. ¿Otra paliza? Yo estaba curada de espanto. Mi cuerpo sufrió tantos palos desde mi llegada, que apenas podía sentir una pluma acariciarme un hombro. Inmune a cualquier golpe, como un boxeador tras años de lucha y sangre. La diferencia entre un boxeador y yo, es que no ganaba medallas por mis méritos.

-¿Dónde vas tan discreta? - "Pimpollo" apareció como de la nada, mirándome confusa. Enseguida hice que se callase, cubriendo su boca con una de mis manos -Voy a salir - susurré a la prostituta, tan segura como de que era Jueves. A veces no sabía ni en qué día vivía. -¿A dónde? - eso mismo quise saber yo... -¿Y para qué? - ¡Menuda pregunta! -Aquí me asfixio - ¿Madame Bovary seguiría durmiendo? Y allí estaba... igualita que una estatua, como si el mismísimo Morfeo se hubiese apoderado de su alma. Mi ama parecía un ser insignificante ahora, con esa cara de sapo dormido, tras comerse un par de moscas en una charca. Tenía la lengua igual de larga. -No quiero tener que ver nada en esto - exclamó "Pimpollo" lavándose las manos, Cobarde -No te incumbe lo que yo haga o deje de hacer. Y ahora lárgate de una vez. Me estás entreteniendo - mi voz sonó ruda. Y en sí, sabía que "Pimpollo" no tenía la culpa de que yo me enfadase. Pero los días se convertían en semanas en la casa de putas.

Sin pensármelo más, justo cuando mi compañera desapareció del pasillo, puse en marcha mi plan de escape. Era fácil. Sólo tenía que abrir la puerta y marcharme. Aunque me lo pensé dos veces, sosteniendo mi mano al pomo, paralizada por las consecuencias -Bésame mucho... mucho, mucho... - madame Bovary seguió soñando sin descanso. Sí. Ahora o nunca, me dije. Y fue entonces cuando me decidí a salir. ¡Y me puse a correr sin parar, como alma que lleva al diablo! como si alguien siguiera cada paso que daba, persiguiéndome.
Para más inconvenientes, pues aquel intento de escape era todo un despropósito, robé dinero de la caja de recaudaciones para poder pagarme una comida digna en un lujoso restaurante. Luego pasaría la noche, en un precioso Hotel. Puestos a fastidiarla... Y me di de bruces con un bonito lugar. Hotel des Arenes leí en la marquesina, al finalizar mi día de libertad. Aquí dormiré, sonreí entrando en el Hall, directa a la recepción. Un caballero preguntaba por algo, justo delante mía. Me tocaba esperar cola. Miré mis ropas, colocándome el vestido. Quizás no fuesen muy exigentes en este Hotel. Mi ropa era de la misma categoría que la del caballero.
-Me esperan , soy el pintor haga el favor de avisar que he llegado - ¡Un pintor, mon dieu!. Incliné el cuerpo para verle la cara ¿Y si era famoso? Pero no me dio tiempo, pues unos hombres le agarraron por los hombros y le acompañaron, muy amables ellos, hasta la salida. Yo sostuve mi pecho con una mano, mientras contemplaba con la boca abierta la escena.

-¿En que puedo ayudaros? - ¿Ahora era mi turno? la recepcionista me miró de arriba abajo. Tampoco iba en plan furcia, pero era difícil pasar por una mujer de clase alta, si se requería ir de etiqueta. Eso sí, cuando sacara el dinero, sólo entonces, se callaría. ¡Y fíjate tú que cosas de la vida! se calló. No pensaba pedir una habitación ostentosa. Simplemente sencilla y confortable -Lo habéis robado ¿verdad? - ¿Cómo decía? ¿Tan malas pintas traía? E igual que sacaron del Hall al pintor, me vi arrastrada por un par de hombres sin dejarme siquiera dar explicaciones. Pues menuda noche - Habrase visto... - murmuré colocándome el vestido, con las puertas del Hotel a mis espaldas -Aquí exigen modales y luego carecen de ellos - pero que hipócritas... En realidad lo dije para mí misma. A veces hablaba sola. Pero el pintor estaba justo a mi lado, en similares circunstancias que yo. Me quedé muda, mirándole.

-Me temo Madame que lo pagaran , tarde o temprano - ¡Bien dicho!, no lo habría expresado mejor. Yo creía en esa estúpida idea del Karma. El mal que repercutas, se te devolverá por triplicado. Cada uno se hace ilusiones con lo que puede, pues a veces resulta difícil, saber de dónde agarrarse.
El tipo resultó simpático, con cierto aire bonachón que encontré enternecedor. O quizás sólo fuese mi impresión. Siempre he tenido buena intuición para las personas. Quién es un idiota sin cerebro... quién un mujeriego.... quién rebosa elegancia y quién carece de ella... Y hablando de elegancia ¿Era la primera vez que le sacaban a patadas de un sitio así? -Por cierto , un placer Jamal Vieri a sus servicios - volví a quedarme muda, colocándome el vestido, a pesar de no tener mayor arreglo. A sus servicios, dijo. Pocas veces recibía tanto, con tan poco. Mis manos fueron deteniéndose con lentitud, extrañada cuando besó una de ellas, con suma educación. Y en respuesta, sonreí con incredulidad, mirándome el dorso de la misma, buscando no se muy bien que, pues no había nada. Como si la marca de sus labios se hubiese quedado impregnada allí. Evidentemente el caballero, no llevaba la boca pintada de carmín y huellas no dejaría. Pero... es que a mí, nunca me trataron así...

Y duró poco, porque al parecer se marchaba. Asuntos pendientes quizás le requerían. Pero mi curiosidad afloró de la nada, al recordar algo que dijo. Antes de que emprendiese el camino, quise solventar mi duda -Perdonad, pero os escuché decir, que erais pintor - no reconocí su nombre. Pero quizás sus pinturas fuesen mejores que las de Buonarroti ¿Quién sabe? A veces, la gente con más talento, está a la vuelta de la esquina ¡Y tú en un museo! Arte... siempre quise visitar uno. Pero dudé que me dejasen entrar, al igual que en el Hotel -Es simple curiosidad - sonreí observando con detenimiento el maletín que portaba -Siempre admiré la capacidad que tiene el pintor de plasmar el alma en un lienzo - blanco como la nieve e igual de gélido. Y el artista le da vida -Aunque... - coloqué un dedo en mi boca, pensativa -...supongo que el músico consigue lo mismo con un pentagrama... - recordé, con la mirada perdida en el suelo. Quizás estuviera diciendo una estupidez. Pero mi cerebro estaba en otra parte ¿Dónde? Ni idea... -y el escultor con la piedra... - ¿A dónde quieres llegar? Ni yo misma lo sabía. Pero no todos los días te topas con gente interesante ¿Quién habría posado para él? ¿Cuánto mundo recorrido? Sólo podía imaginarlo, pues nunca sería partícipe de tales aventuras, muy a mi pesar y aunque las esperanzas no me abandonasen. Soy lo suficientemente madura como para asimilar, que nunca llegaré a ninguna parte. Y en realidad, no me importaba, pues sólo con la simple idea de ser libre, me conformaba.

Regresé a la realidad, comprobando que monsieur Vieri, aun seguía conmigo -Pero seguro que coincidís en que, el pintor siempre llama la atención, por encima del resto de los artistas - sonreí, admirando cómo eran capaces de plasmar una parte de su vida sin tapujos ni vergüenzas. Y mi sonrisa no desapareció, imperecedera -Creo que se debe a que... son los más sinceros - Una prostituta hablando de arte... ¿Quién lo habría dicho?

Supongo que mi comentario no fue desacertado, pues el caballero mantuvo la sonrisa, escuchándome con atención, durante todo el tiempo que estuve hablando. Menudo monólogo... Creo que hablo demasiado -My lady , se supone que haría una pintura el día de hoy. - sostuvo mi mano y explicó, a la señorita aquí presente -¿Le gustaría posar para mi ? - ¿Posar? ¿Para él? No era verdad... ¿Era verdad? Le miré, incrédula de mí. Claramente era italiano. Y no sólo lo supe por su apellido. El acento con el que me hablaba, era lo más delatador.
Tiró de mi mano sutilmente para que le acompañase. No supe a dónde. Pero no di ni un paso en dicha dirección, aún conmocionada -No se preocupe My lady , no muerdo - Faltaría más...
-Será un placer - sonreí finalmente ¿Y por qué no? Un bonito recuerdo, tan bonito como yo ¿Egocéntrica? Un poco.
Nos alejábamos del Hotel o él de nosotros. Ya no lo supe. Flotaba en una nube. Un pintor decidió que fuese su musa aquel día -¿Y a dónde se supone que vamos? - quise saber. Alguien me dijo una vez, que nunca me fiase de los desconocidos. Por lo general, los pintores tenian fama de... cómo decirlo... de Casanova. Un viejo recuerdo vino a mi memoria:

París 1796
Un caballero acudió a la casa de putas, buscando un cuerpo en el que poder perderse. Y allí estaba yo, para servirle muy a mi pesar. Afirmaba ser pintor con una única intención: disfrutar de una mujer, como su madre la trajo al mundo. Pintaba desnudos... Y con lo idiota que era, posiblemente los dibujara con el dedo.

Pasamos cerca de una tienda que señalé enérgicamente -¡Con eso si que me habrían dejado entrar! - exclamé divertida, admirando la prenda femenina, bien lucida, en uno de los escaparates. Un vestido lleno de florituras por todo el cancán. Tenía tanto vuelo que, con ello puesto, podrías sentirte pájaro.

Pues al perecer, el caballero conocía la tienda y al dueño. Y decidió ¡Así por las buenas! comprarme un vestido. ¿Cómo era ese cuento? ¿Cenicienta? observé a los dos hombres saludarse, aún aturdida por la cantidad de vestidos que vi. El escaparate sólo era un pequeño aperitivo. En si no me consideraba una persona materialista, a pesar de que siempre me gustó ir bien arreglada. Pero eran cuestiones personales y poco disimulaba mi profesión pues ¿Cómo es ese dicho? yo cambiaba mona por prostituta: "aunque la puta se vista de seda, puta se queda."
Sonreí al dueño mientras tomaba medidas de mis brazos y de mis piernas. También de la cadera. Yo subida en un pedestal, como toda una reina, que cosas... Pero no soy tan ingenua. Vivir del sueño no conduce a nada y quise darme cuenta antes de despertarme.

-Disculpe... - me excusé con sequedad. Empezó a molestarme tanto movimiento a mi alrededor y enseguida, aparté de mis hombros el metro que contaba cada centímetro de mi piel -He cambiado de opinión. No necesito ningún vestido - y sin ni siquiera preguntarle, me bajé del pedestal y me puse a buscar un trozo de papel y una pluma. Los encontré dentro de un aparador, tras mirar en un par de cajones, con premura ¿Y la tinta? Estaba justo debajo de una maraña de hilos de coser. El hombre me miraba confuso y creí ver una gota de sudor cruzar su frente cuando estuve apunto de tirar al suelo un recipiente lleno de alfileres. De vez en cuando se le escapaba algún "No debería... tocar eso" "Eso no es..." "¿Qué está buscando?" pero yo le ignoré.

Mojé la punta de la pluma y empecé a escribir, apoyada en una pared, lo siguiente:
"No puedo aceptar nada de vos. Y temo ser descortés, al negaros tales favores. Y temo no ser capaz de negarlos si vos estáis delante de mí. Por eso os lo escribo, ahorrándonos la pérdida de tiempo. Ha sido un placer disfrutar de vuestra compañía, señor Vieri, pero ahora debo irme. Os deseo lo mejor."

Era suficiente... Lo doblé por la mitad y se lo entregué al dueño en mano. Jamal Vieri aún miraba trajes de caballero, perdido en alguna parte de la tienda -Quiero que se lo deis, cuando me haya ido - aceptó el mandato abriendo el papel con curiosidad, para ver el escrito. Pero yo le detuve con una mano -he dicho que se lo deis, pero en ningún momento he mencionado que lo leáis - menudo cotilla...
Ahora debía marcharme, por el mismo camino que entré, regresando a mi asquerosa morada. Al cerrar la puerta tras de mí, intentando que la campanita de visita no sonase, me puse rumbo al burdel, borrando de mi memoria, todo lo sucedido. Es fácil partir, cuando dejas atrás algo que no has conocido y esta frase era mía.