AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
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¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Esta vez no tenía dinero, la enfermedad estaba tan mal que entre más tiempo pasaba, menos fuerza tenía y entre menos fuerza tenía, menos podía conseguir dinero para comer. Abrigué mis hombros con una de las dos mantas grandes que tenía para dormir y bajé del lugar que usaba para alejarme del inclemente frío intentando buscar desesperadamente algún tipo de puestecillo donde vendieran remedios naturales para el resfriado aunque para lo que yo sentía, creo que esto ya estaba derivando en pulmonía. Olfateé el aire, olía a comida, a gente, a frío, a todo y las tripas se me removieron, saqué de entre los pliegues de mi vestido un trozo de pan duro y me lo llevé a la boca mordiéndolo en bocados pequeñitos como si de esa forma pudiera llenarme más la barriga de comida. Busqué un rinconcito dónde poder sentarme y me acomodé ahí, el escalón de entrada de una casa abandonada, al menos así nadie saldría a quitarme de ahí.
Seguí comiendo, con la sien derecha pegada a una de las paredes sintiendo el contraste frío de la piedra con lo caliente de mi frente. Esta vez la fiebre no quería irse. Era el peor invierno de todos, no recordaba que hubieran durado tanto anteriormente ni que hubieran sido tan crudos. Otro bocado de pan a la boca y mirar a la gente pasar mientras pensaba en qué podría hacer para curarme de una vez por todas. ¿Robarme un remedio? Yo nunca había robado. Podría pedirle al dueño de la botica que me dejara trabajar ahí para pagarlo aunque sería difícil trabajar en este estado. Sentí el pelaje de mi gatito acariciarme la pantorrilla y su maullido lastimero. El sabía que no estaba del todo bien. Bajé la mano libre sin moverme demasiado y acaricié su pelaje dejando que se subiera a mi regazo y esforzándome por componer una sonrisa. -No pasa nada, Honey... ya está pasando No sabía si los gatos podían deducir que uno mentía pero al menos decirlo me hacía sentir un poquito mejor.
Seguí comiendo, con la sien derecha pegada a una de las paredes sintiendo el contraste frío de la piedra con lo caliente de mi frente. Esta vez la fiebre no quería irse. Era el peor invierno de todos, no recordaba que hubieran durado tanto anteriormente ni que hubieran sido tan crudos. Otro bocado de pan a la boca y mirar a la gente pasar mientras pensaba en qué podría hacer para curarme de una vez por todas. ¿Robarme un remedio? Yo nunca había robado. Podría pedirle al dueño de la botica que me dejara trabajar ahí para pagarlo aunque sería difícil trabajar en este estado. Sentí el pelaje de mi gatito acariciarme la pantorrilla y su maullido lastimero. El sabía que no estaba del todo bien. Bajé la mano libre sin moverme demasiado y acaricié su pelaje dejando que se subiera a mi regazo y esforzándome por componer una sonrisa. -No pasa nada, Honey... ya está pasando No sabía si los gatos podían deducir que uno mentía pero al menos decirlo me hacía sentir un poquito mejor.
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Aun no era medianoche y la gente seguía deambulando por el mercado. El aroma que emanaba este lugar se componía de diversas fragancias; La comida traía consigo tanto olores exquisitos como desagradables, el aire frío y húmedo que describía el típico invierno en Paris, la esencia del ser humano, el sudor, su sangre…
Me hallaba en el interior de una casa abandonada sosteniendo entre mis brazos a la deliciosa presa que había escogido esa noche para saciar mi sed; Una cortesana, me había dejado seducir por ella hasta llegar aquel lugar donde me convertiría en una mas de sus victimas. Capte en su mente que había drogado y robado a muchos hombres de los que no había vuelto a tenerse noticias.
Cuando todo hubo concluido, salí tranquilamente de la casa en dirección al mercado aun embriagado por la sangre de mi hermosa doncella recorriendo mi cuerpo, mi mente. No advertí el pequeño bulto en el escalón de entrada con el que tropezó sutilmente mi pie. Incline mi rostro en un gesto humano para averiguar que se interpuso en mi camino, mi mirada se encontró con la de una dulce niña, su cuerpo no tenia mas de siete u ochos años y la expresión en su cara exponía la enfermedad que seguramente le había ocasionado el invierno. Estaba acompañada de un minino, la contemple por unos momentos mientras captaba las imágenes que cruzaban por su mente; el frío, la pulmonía, el hambre, el lugar donde pasaba las noches, el gato junto a ella y la sorpresa al toparse conmigo saliendo de un lugar como ese. ¿Por qué no había notado su presencia antes?
Me hallaba en el interior de una casa abandonada sosteniendo entre mis brazos a la deliciosa presa que había escogido esa noche para saciar mi sed; Una cortesana, me había dejado seducir por ella hasta llegar aquel lugar donde me convertiría en una mas de sus victimas. Capte en su mente que había drogado y robado a muchos hombres de los que no había vuelto a tenerse noticias.
Cuando todo hubo concluido, salí tranquilamente de la casa en dirección al mercado aun embriagado por la sangre de mi hermosa doncella recorriendo mi cuerpo, mi mente. No advertí el pequeño bulto en el escalón de entrada con el que tropezó sutilmente mi pie. Incline mi rostro en un gesto humano para averiguar que se interpuso en mi camino, mi mirada se encontró con la de una dulce niña, su cuerpo no tenia mas de siete u ochos años y la expresión en su cara exponía la enfermedad que seguramente le había ocasionado el invierno. Estaba acompañada de un minino, la contemple por unos momentos mientras captaba las imágenes que cruzaban por su mente; el frío, la pulmonía, el hambre, el lugar donde pasaba las noches, el gato junto a ella y la sorpresa al toparse conmigo saliendo de un lugar como ese. ¿Por qué no había notado su presencia antes?
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Enredé los dedos en el pelaje del minino de manera distraída diciéndole lo bien que estaba y describiéndole lo que haríamos en cuanto se me pasara la enfermedad por completo, nunca había tenido hermanos pequeños, ni una madre que hiciera conmigo lo que yo hacía con Honey pero tenía la necesidad de no preocuparlo por mi. Seguramente ya faltaba poco para el invierno, uno o dos días. Intenté sonreírle al minino cuando sentí el golpecito de algo en la parte superior de mi pierna haciéndome mirar hacia el lugar afectado donde descubrí un zapato bien lustrado, miré después por encima de mi hombro mirando un par de piernas enfundadas en un pantalón que se veía costoso, al final subí la mirada quedando con la cabeza echada completamente hacia atrás mirando al dueño de ese par de piernas.
Un rubio impresionante, alto, bien parecido y no humano, su aura lo decía pero yo estaba acostumbrada a toparme con gente así y en ese momento, con fiebre y las piernas adoloridas por la enfermedad, no tenía ninguna gana de echar a correr ni nada por el estilo. Di un bote cuando Honey se erizó soltando un bufido felino y se echó a correr dejándome ahí. Traidor. Dejé que se fuera quedándome mirando el lugar por donde se había ido y luego volví a mirar al rubio. Levanté una mano hacia arriba como si quisiera alcanzar una de sus manos pero solamente dejándola ahí para llamar su atención antes de sonreír levemente. -¿Cuántos días faltan para que se termine el invierno? Esperaba que la mano que tenía levantada tuviera suficientes dedos para contar los días que debían faltar. Esperaba que poco. En primavera ya sería otra cosa.
Un rubio impresionante, alto, bien parecido y no humano, su aura lo decía pero yo estaba acostumbrada a toparme con gente así y en ese momento, con fiebre y las piernas adoloridas por la enfermedad, no tenía ninguna gana de echar a correr ni nada por el estilo. Di un bote cuando Honey se erizó soltando un bufido felino y se echó a correr dejándome ahí. Traidor. Dejé que se fuera quedándome mirando el lugar por donde se había ido y luego volví a mirar al rubio. Levanté una mano hacia arriba como si quisiera alcanzar una de sus manos pero solamente dejándola ahí para llamar su atención antes de sonreír levemente. -¿Cuántos días faltan para que se termine el invierno? Esperaba que la mano que tenía levantada tuviera suficientes dedos para contar los días que debían faltar. Esperaba que poco. En primavera ya sería otra cosa.
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
El felino huyo del lugar no sin antes lanzarme un bufido. La pequeña seguramente habría hecho lo mismo de no ser por la enfermedad que la agobiaba y la obligaba a permanecer en el lugar. No estaba asustada por la reacción de su mascota, tampoco parecía confundida. Las imágenes que capte en su mente me dieron a entender que poseía un don el cual le permitía saber que no era un mortal.
Tenia una dulce sonrisa, me recordaba a Claudia, mi pequeña Claudia. La contemple con afecto cuando extendió su mano hacia mí y con una voz muy fina, la cual también demostraba su pulmonía, me pregunto cuando terminaría el invierno.
Pronto querida, el invierno ya casi termina –susurre con voz serena-
Me incline con la intención de tomar su mano, pero aparte inmediatamente esa idea de mi cabeza al imaginar el escalofrío que recorrería mi cuerpo con aquel contacto. Luego me arrodille junto a ella, elegante y de forma pausada, para no atemorizarla. Tenía sus ojos cristalinos y las mejillas sonrojadas por la fiebre. Debería llevarla a un hospital, ¿Podría un vampiro como yo ayudarla de alguna forma? Sin duda tenia el dinero suficiente para encargarme de ella, para pagarle el mejor medico si fuera necesario. Mí abogado contraria a los mejores institutrices que cuidarían de ella en mi ausencia. Fantasía tras fantasía invadían mi mente. Las más absurdas, las más peligrosas. Meneé levemente mi cabeza, de un lado a otro y luego volví a mirar a la frágil criatura ante mí.
Estas muy enferma, pequeña. Dime… ¿Como puedo ayudarte? –dije con afecto-
Tenia una dulce sonrisa, me recordaba a Claudia, mi pequeña Claudia. La contemple con afecto cuando extendió su mano hacia mí y con una voz muy fina, la cual también demostraba su pulmonía, me pregunto cuando terminaría el invierno.
Pronto querida, el invierno ya casi termina –susurre con voz serena-
Me incline con la intención de tomar su mano, pero aparte inmediatamente esa idea de mi cabeza al imaginar el escalofrío que recorrería mi cuerpo con aquel contacto. Luego me arrodille junto a ella, elegante y de forma pausada, para no atemorizarla. Tenía sus ojos cristalinos y las mejillas sonrojadas por la fiebre. Debería llevarla a un hospital, ¿Podría un vampiro como yo ayudarla de alguna forma? Sin duda tenia el dinero suficiente para encargarme de ella, para pagarle el mejor medico si fuera necesario. Mí abogado contraria a los mejores institutrices que cuidarían de ella en mi ausencia. Fantasía tras fantasía invadían mi mente. Las más absurdas, las más peligrosas. Meneé levemente mi cabeza, de un lado a otro y luego volví a mirar a la frágil criatura ante mí.
Estas muy enferma, pequeña. Dime… ¿Como puedo ayudarte? –dije con afecto-
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Esperé su respuesta casi con tantas ansias como estaba esperando la primavera y cuando dijo que el invierno casi terminaba sonreí ampliamente satisfecha con la respuesta. Pronto podría estar curada y bailando entre campos de flores, incluso podría andar descalza sobre el césped pero también tenía que pasar el deshielo de la nieve y eso era casi tan cruel como el invierno mismo porque era cuando el frío se acentuaba más. Puse atención en la tonalidad de su voz y en la fluctuación de colores de su aura viéndolo incluso desdibujado por el efecto de mis ojos llorosos.
Cuando se agachó pude descansar mi cuello y mirarlo a los ojos sin haber quitado mi sonrisa de felicidad por la futura primavera notando cómo se preocupaba y negando antes de que pudiera decir nada. -Ya casi termina- Le recordé como si él tuviera que saber el porqué de mi felicidad ahora mismo. Tosí desgarrándome nuevamente la garganta y girando mi cabeza a otro lado con la boca cubierta con mi manta, otra de esas lecciones de educación recogidas en las calles de voces que no eran de nadie relacionado conmigo.
¿Cómo podía ayudarme? En realidad sólo quería compañía un momentito. -¿Tienes tiempo? Me pasé la mano por el pecho en un intento por aliviar el dolor de ese lugar después del acceso de tos y señalé la piedra de la que estaba hecha el escalón dándole después unas palmaditas. -Puedes sentarte aquí y contarme una historia... Como las madres de los niños pequeños que paseaban por el parque en Rumania, historias donde el príncipe salvaba a la princesa y vivían felices para siempre. -De princesas... Si no iba a tenerlo en la vida real, lo mejor sería que lo tuviera en mi imaginación para poder revivirlo en mi cabeza cuantas veces quisiera y en esos momentos en que la noche se hace tan larga que parece que te aplasta contra las tablas que hacen las veces de cama. Sólo pedía una pequeña historia. Lo miré parpadeando sintiendo que la cordura peleaba por salir a flote entre la niebla de la fiebre. -Pero no tienes que hacerlo si no quieres...-
Cuando se agachó pude descansar mi cuello y mirarlo a los ojos sin haber quitado mi sonrisa de felicidad por la futura primavera notando cómo se preocupaba y negando antes de que pudiera decir nada. -Ya casi termina- Le recordé como si él tuviera que saber el porqué de mi felicidad ahora mismo. Tosí desgarrándome nuevamente la garganta y girando mi cabeza a otro lado con la boca cubierta con mi manta, otra de esas lecciones de educación recogidas en las calles de voces que no eran de nadie relacionado conmigo.
¿Cómo podía ayudarme? En realidad sólo quería compañía un momentito. -¿Tienes tiempo? Me pasé la mano por el pecho en un intento por aliviar el dolor de ese lugar después del acceso de tos y señalé la piedra de la que estaba hecha el escalón dándole después unas palmaditas. -Puedes sentarte aquí y contarme una historia... Como las madres de los niños pequeños que paseaban por el parque en Rumania, historias donde el príncipe salvaba a la princesa y vivían felices para siempre. -De princesas... Si no iba a tenerlo en la vida real, lo mejor sería que lo tuviera en mi imaginación para poder revivirlo en mi cabeza cuantas veces quisiera y en esos momentos en que la noche se hace tan larga que parece que te aplasta contra las tablas que hacen las veces de cama. Sólo pedía una pequeña historia. Lo miré parpadeando sintiendo que la cordura peleaba por salir a flote entre la niebla de la fiebre. -Pero no tienes que hacerlo si no quieres...-
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Voltio su rostro al toser, en un gesto muy educado. Luego sonrío con dulzura, aquella sonrisa pura que solo puede expresar una niña, un alma inocente. Ella estaba feliz simplemente con saber que la primavera pronto llegaría a Paris. Era evidente que el invierno había sido muy duro para ella. Le mire con afecto mientras se acariciaba el pecho antes de responder a su pregunta.
Si, pequeña. Tengo tiempo… –dije acomodando mi abrigo y sentándome elegantemente junto a ella en el frío escalón de piedra-
Le contemple divertido por un momento al oír su petición. ¿Un vampiro relatando cuentos de princesas?
¿Una historia? –susurre un tanto estupefacto-
Recordé un cuento infantil de hadas, los cuentos de brujas y hombres lobos que solían narrarnos el “buen cura” en mi ciudad natal. Un pueblo repugnante y miserable donde todavía asustan a los niños con cuentos de quemas de brujas. Mi madre no era de las mujeres que solían contarles a sus hijos una historia antes de dormir.
Bien, podía contarle un cuento de princesas a la pequeña ¿Por qué no hacerlo?
De acuerdo mon petit –dije mirándola con ternura a los ojos y con un tono suave en la voz le propuse- Antes, podríamos ir a comprar algo para la fiebre que tienes y tal vez, logremos encontrar a tu amigo. –dije refiriéndose a su mascota- Luego te contare el cuento de princesas que me has pedido, lo prometo –le sonreí-
No podía dejar de preocuparme por ella, solo era una niña indefensa y su fiebre se hacia notar cada vez más, lo percibí en su respiración, en sus mejillas y cristalinos ojos. Podría haber posado mi mano sobre su frente o entregarle el abrigo que mantenía el calor de mi cuerpo, sin embargo, no quería ofenderla ni hacerla sentir incomoda. Además estar sentado afuera del lugar donde se hallaba tendido el cuerpo de mi victima era algo espeluznante e incomodo. Aun deambulaba gente en el mercado. ¿Desde cuando me preocupaban tales nimiedades? En fin, me levante para que no pudiera negarse y baje los escalones.
Ven conmigo, cariño –dije extendiéndole mi mano-
Si, pequeña. Tengo tiempo… –dije acomodando mi abrigo y sentándome elegantemente junto a ella en el frío escalón de piedra-
Le contemple divertido por un momento al oír su petición. ¿Un vampiro relatando cuentos de princesas?
¿Una historia? –susurre un tanto estupefacto-
Recordé un cuento infantil de hadas, los cuentos de brujas y hombres lobos que solían narrarnos el “buen cura” en mi ciudad natal. Un pueblo repugnante y miserable donde todavía asustan a los niños con cuentos de quemas de brujas. Mi madre no era de las mujeres que solían contarles a sus hijos una historia antes de dormir.
Bien, podía contarle un cuento de princesas a la pequeña ¿Por qué no hacerlo?
De acuerdo mon petit –dije mirándola con ternura a los ojos y con un tono suave en la voz le propuse- Antes, podríamos ir a comprar algo para la fiebre que tienes y tal vez, logremos encontrar a tu amigo. –dije refiriéndose a su mascota- Luego te contare el cuento de princesas que me has pedido, lo prometo –le sonreí-
No podía dejar de preocuparme por ella, solo era una niña indefensa y su fiebre se hacia notar cada vez más, lo percibí en su respiración, en sus mejillas y cristalinos ojos. Podría haber posado mi mano sobre su frente o entregarle el abrigo que mantenía el calor de mi cuerpo, sin embargo, no quería ofenderla ni hacerla sentir incomoda. Además estar sentado afuera del lugar donde se hallaba tendido el cuerpo de mi victima era algo espeluznante e incomodo. Aun deambulaba gente en el mercado. ¿Desde cuando me preocupaban tales nimiedades? En fin, me levante para que no pudiera negarse y baje los escalones.
Ven conmigo, cariño –dije extendiéndole mi mano-
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Incliné un poco mi cabeza cuando se sentó junto a mi intentando ver sus colmillos, tal vez era parte de la fiebre que aumentaba por momentos, o tal vez era la curiosidad de una niña de ocho años que tenía ganas de saber si eso era realidad pero se detuvo al sentir dentro de ella la voz que le decía que eso debía ser maleducado. Asentí de todas maneras pensando en las historias que se contaban sobre esos seres y si su aura no mentía, o más bien, si mis ojos no me engañaban, él era un vampiro. No tenía miedo. Absolutamente ni una pizca de miedo de él, sobretodo cuando volvió a hablar. Repetí un 'mon petit' imitando su pronunciación y sonreí de nuevo al ver que estaba dispuesto a aceptar mi propuesta. ¿No era pedir demasiado, o si?
Comprar algo para la fiebre, yo estaba segura de que se me quitaría en cuanto la primavera entrara pero de nuevo estaba mi imaginación infantil jugándome malas pasadas, porque si bien era cierto que no tardaría en llegar, no era una cosa que llegara abruptamente de un día para otro y sinceramente tampoco era algo que viniera anunciándose con un letrero para que el invierno recogiera sus cosas y se fuera de ahí. Faltaba que se deshielara todo y eso era precisamente cuando más frío hacía. Además, eso de encontrar a Honey era bueno, así podríamos acurrucarnos juntitos en la noche y al menos podría calentarme la barriga, o los brazos, o los pies si es que se quería acomodar encima de ellos, era lo único malo de que fuera todavía pequeño, si tuviera un tigre blanco como mascota, no pasaría frío en las noches.
Tardé un poco en ver que se había levantado y mis rodillas hicieron fuerza antes de ver que tenía estirada su mano, por lo que volví al escalón y estiré la mía para aceptar el gesto levantándome con su ayuda. Un gozo indescriptible me llenó por dentro, ¿Habría sido por el apelativo que había usado? No recordaba a nadie que me hubiera dicho 'cariño' o tal vez no lo recordaba pero tampoco recordaba haberme sentido así. Dejé que me guiara por la calle sin que yo estuviera dispuesta a soltar su mano fría y incluso llegando a pegar mi mejilla al dorso de la misma. -¿El cuento va a tener un ogro malvado que se robe a la princesa? Pregunté sintiendo cada paso como un maratón y arrastrando los pies debido al cansancio. La fiebre me hacía decir cosas que no diría estando en buen estado pero en ese momento no me importaba demasiado.
Me aclaré la garganta mirando el camino borroso, eso era nuevo. ¿No estaba a punto de dormirme, verdad?, ¿No era esto la pesadilla? ¿En qué momento empezaba yo a correr por las calles? Miré hacia arriba a mi nuevo amigo, o al menos eso pensé yo que era en ese momento y jalé su mano para llamar su atención. -¿Cómo te llamas? Pregunté en medio del torbellino que era mi mente en esos momentos, porque hasta donde yo recordaba no me lo había dicho. Aún con esto, no solté su mano ni tampoco demostré tener miedo ni angustia, solamente curiosidad.
Comprar algo para la fiebre, yo estaba segura de que se me quitaría en cuanto la primavera entrara pero de nuevo estaba mi imaginación infantil jugándome malas pasadas, porque si bien era cierto que no tardaría en llegar, no era una cosa que llegara abruptamente de un día para otro y sinceramente tampoco era algo que viniera anunciándose con un letrero para que el invierno recogiera sus cosas y se fuera de ahí. Faltaba que se deshielara todo y eso era precisamente cuando más frío hacía. Además, eso de encontrar a Honey era bueno, así podríamos acurrucarnos juntitos en la noche y al menos podría calentarme la barriga, o los brazos, o los pies si es que se quería acomodar encima de ellos, era lo único malo de que fuera todavía pequeño, si tuviera un tigre blanco como mascota, no pasaría frío en las noches.
Tardé un poco en ver que se había levantado y mis rodillas hicieron fuerza antes de ver que tenía estirada su mano, por lo que volví al escalón y estiré la mía para aceptar el gesto levantándome con su ayuda. Un gozo indescriptible me llenó por dentro, ¿Habría sido por el apelativo que había usado? No recordaba a nadie que me hubiera dicho 'cariño' o tal vez no lo recordaba pero tampoco recordaba haberme sentido así. Dejé que me guiara por la calle sin que yo estuviera dispuesta a soltar su mano fría y incluso llegando a pegar mi mejilla al dorso de la misma. -¿El cuento va a tener un ogro malvado que se robe a la princesa? Pregunté sintiendo cada paso como un maratón y arrastrando los pies debido al cansancio. La fiebre me hacía decir cosas que no diría estando en buen estado pero en ese momento no me importaba demasiado.
Me aclaré la garganta mirando el camino borroso, eso era nuevo. ¿No estaba a punto de dormirme, verdad?, ¿No era esto la pesadilla? ¿En qué momento empezaba yo a correr por las calles? Miré hacia arriba a mi nuevo amigo, o al menos eso pensé yo que era en ese momento y jalé su mano para llamar su atención. -¿Cómo te llamas? Pregunté en medio del torbellino que era mi mente en esos momentos, porque hasta donde yo recordaba no me lo había dicho. Aún con esto, no solté su mano ni tampoco demostré tener miedo ni angustia, solamente curiosidad.
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Aquella pequeña estaba tan débil. Que cruda es la vida y el invierno con aquellas almas inocentes. Tomo mi mano y al instante sentí el calor de su cuerpo enviando un escalofrío a cada uno de mis nervios. La guíe através del mercado, caminando a su ritmo por las calles. Su andar era pausado, sus pasos parecían exigirle mucho esfuerzo. Poco a poco la temperatura de mi cuerpo y el calor que me había proporcionado la sangre de mi última victima se desvanecía. Presiono más mi mano derecha acercándola a su mejilla. Una ternura invadió mi pecho ante aquel gesto.
A veces los cuentos, no necesitan de un ogro pequeña –sonreí con ternura- Ya veras… En mi cuento no hay ninguno –declaré-
Seguí andando, en busca del minino y el puesto adecuado donde pudiéramos adquirir la medicina necesaria. Cuando halo mi mano, incline mi rostro para mirarla. La fiebre había empeorado, me pareció que podría desmayarse en cualquier momento. La mente de mi pequeña acompañante era un caos, un remolino de ideas, una total confusión.
Me detuve y sin soltar su diminuta mano, me incline frente a ella.
Lestat De Lioncourt–susurre con voz suave- ¿Y tú cariño? ¿Cual es tu nombre?
Sobre su hombro advertí, a la distancia, al felino oculto en uno de los puestos del mercado. Nos miraba desde lejos, inseguro y temeroso aún. Luego de oír su nombre le indique el lugar donde se hallaba su amiguito. Aquel puesto era el que estábamos buscando. Estaba ahí sentado, como si estuviera esperando por nosotros. En cuanto volví a ponerme de pie, ella halo de mí guiándome hacia donde el se encontraba. Mientras la niña corría con las pocas fuerzas que le quedaban para tomar la mascota entre sus brazos. Yo conversaba con el hombre del puesto, le explique los síntomas de la pequeña y me entrego las hierbas necesarias proporcionándome todas las indicaciones para calmar su enfermedad. Aquel hombre no lograba entender que hacia un “joven aristócrata” como yo, con aquella “muchachita”. Así le había denominado en su mente en un tono despectivo.
Mon petit– le llame, y cuando se hubo instalado frente a mi, me incline nuevamente para quedar casi a su altura-
Tenía al pequeño felino entre sus brazos, pero este ya no parecía estar inquieto ante mi presencia. Agradecí que aquel animalito se comportara y no intentara lanzarse sobre mí.
Ya tenemos tu medicina, esto te hará sentir mejor –susurre con dulzura posando mis manos sobre sus hombros suavemente- Ahora vamos, que aun te debo un cuento– concluí besando su frente con afecto-
Ignore el escalofrío que me envío el posar mis labios sobre su frente afiebrada. El pensamiento de aquel hombre, me había molestado. Acaso no podía ver la dulzura en aquella hermosa niña. La inocencia, la pureza de su alma, su bella sonrisa... Era tan fácil hacer feliz a un niño.
A veces los cuentos, no necesitan de un ogro pequeña –sonreí con ternura- Ya veras… En mi cuento no hay ninguno –declaré-
Seguí andando, en busca del minino y el puesto adecuado donde pudiéramos adquirir la medicina necesaria. Cuando halo mi mano, incline mi rostro para mirarla. La fiebre había empeorado, me pareció que podría desmayarse en cualquier momento. La mente de mi pequeña acompañante era un caos, un remolino de ideas, una total confusión.
Me detuve y sin soltar su diminuta mano, me incline frente a ella.
Lestat De Lioncourt–susurre con voz suave- ¿Y tú cariño? ¿Cual es tu nombre?
Sobre su hombro advertí, a la distancia, al felino oculto en uno de los puestos del mercado. Nos miraba desde lejos, inseguro y temeroso aún. Luego de oír su nombre le indique el lugar donde se hallaba su amiguito. Aquel puesto era el que estábamos buscando. Estaba ahí sentado, como si estuviera esperando por nosotros. En cuanto volví a ponerme de pie, ella halo de mí guiándome hacia donde el se encontraba. Mientras la niña corría con las pocas fuerzas que le quedaban para tomar la mascota entre sus brazos. Yo conversaba con el hombre del puesto, le explique los síntomas de la pequeña y me entrego las hierbas necesarias proporcionándome todas las indicaciones para calmar su enfermedad. Aquel hombre no lograba entender que hacia un “joven aristócrata” como yo, con aquella “muchachita”. Así le había denominado en su mente en un tono despectivo.
Mon petit– le llame, y cuando se hubo instalado frente a mi, me incline nuevamente para quedar casi a su altura-
Tenía al pequeño felino entre sus brazos, pero este ya no parecía estar inquieto ante mi presencia. Agradecí que aquel animalito se comportara y no intentara lanzarse sobre mí.
Ya tenemos tu medicina, esto te hará sentir mejor –susurre con dulzura posando mis manos sobre sus hombros suavemente- Ahora vamos, que aun te debo un cuento– concluí besando su frente con afecto-
Ignore el escalofrío que me envío el posar mis labios sobre su frente afiebrada. El pensamiento de aquel hombre, me había molestado. Acaso no podía ver la dulzura en aquella hermosa niña. La inocencia, la pureza de su alma, su bella sonrisa... Era tan fácil hacer feliz a un niño.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Tropecé con una piedra, el golpe de la misma contra las puntas de mis pies me hizo trastabillar pero su agarre firme en mi mano no permitió que llegara más allá del mero susto que me hizo abrir los ojos grandes. Debía poner atención en lo que iba haciendo y la atención se fijó justamente en el frío que emanaba de su mano. ¿O era yo que estaba caliente por la fiebre? Suspiré como si fuera un gran alivio que esta vez los ogros no saldrían en la historia, como si fuera perseguida yo misma por ogros malvados durante todo el día y estuviera cansada de ellos. -¿Y va a haber príncipes? Quiero que haya un príncipe guapo... como tu... Podría ser un príncipe ejemplar si se lo proponía. Si, era una criatura de la noche, como todo el mundo las llamaba pero ¿Qué importaba eso? Era como decir que las brujas del cuento no podían ser también princesas en otro cuento. Hasta donde yo lo veía, él podría ser mi príncipe. ¿O era que estaba ya alucinando? -Cuando yo sea grande me casaré contigo-
Era una combinación entre las cosas que tenía enterradas bajo capas y capas de autocensuramiento y la fiebre que me hacía decir muchas cosas al mismo tiempo. Incuso tardé un momento en recordar cuál era mi nombre, tenía tantas formas por las cuales todo el mundo me llamaba y de pronto se me hizo la cosa más digna de un cuento tener un nombre sólo para él. Un nombre que sólo él supiera. Ya me decía 'cariño' pero ese era un nombre que cualquiera podría adivinar, había escuchado a un montón de gente llamarle cariño a otro montón de gente y aunque la forma en que él me lo decía era sumamente emocionante, quería algo que fuera muy especial. Jadeé por aire sintiendo su nombre flotar en la neblina que era mi mente y le sonreí. -Me llamo Jazhara Elsbeth... ¿Cómo quieres decirme tu? Yo ya no tenía imaginación, se me estaba terminando la lucidez pero luchaba contra el abismo del sueño que tocaba a la puerta de mi mente a cada momento, con una sonrisa macabra en el rostro.
Al ver a Honey corrí hacia él en un momento de desubicación, más bien arrastré los pies hacia donde estaba y cayendo de rodillas lo abracé contra mi mejilla, como si lo hubiera dejado de ver hacía un montón de tiempo, como si fuéramos grandes amigos que hubieran estado separados por kilómetros y kilómetros de océano de por medio. No quería levantarme de ahí, las energías que me quedaban eran sinceramente muy pocas y si me levantaba, me caería de nuevo al instante, mejor acerqué mi boca a la oreja de mi mascota. -Es bueno, Honey... muy bueno... ¿A que parece un príncipe de los de verdad? Era verdad, desde que lo vi, lo supe. 'Mon petit' así también podía llamarme, yo sería su 'mon petit' que en otro momento preguntaría qué significaba y sólo él podría llamarme así. ¿Podía?
Aun cuando las energías se me resbalaban de entre los dedos me levanté con esfuerzo y caminé hacia Lestat dedicándole una mirada de reojo al tendero, tenía una cara de desaprobación mientras nos miraba, que incluso me cohibió un poco pero supe que él había sido el dueño de la medicina antes de que Lestat la comprara y me giré mirándolo con la seguridad de que eso era lo que debía hacer. Las clases de urbanidad recibidas a cuentagotas en las calles de estar escuchando a las madres que pasaban me hicieron hacer lo que hice. Aspiré aire y tomando la mano de Lestat sin dejar de mirar al otro hombre le dediqué una sonrisa desfallecida. -Gracias- Tal vez su desaprobación era por creer que yo no tendría modales, pero era mejor demostrarle que si.
El beso en mi frente me hizo olvidarme de la cara del hombre y la emoción de tener un cuento para mi sola me emocionaba muchísimo pero al mismo tiempo estaba la inseguridad de no poder llegar a donde fuera que fuéramos. Mis piernas ya no iban a resistir más y probablemente el abismo negro entrara sin permiso y me engullera por completo en cualquier momento. Señalé un escalón cercano mientras llamaba la atención de Lestat jalando su mano. -¿Podemos ir ahí? Quiero sentarme
Era una combinación entre las cosas que tenía enterradas bajo capas y capas de autocensuramiento y la fiebre que me hacía decir muchas cosas al mismo tiempo. Incuso tardé un momento en recordar cuál era mi nombre, tenía tantas formas por las cuales todo el mundo me llamaba y de pronto se me hizo la cosa más digna de un cuento tener un nombre sólo para él. Un nombre que sólo él supiera. Ya me decía 'cariño' pero ese era un nombre que cualquiera podría adivinar, había escuchado a un montón de gente llamarle cariño a otro montón de gente y aunque la forma en que él me lo decía era sumamente emocionante, quería algo que fuera muy especial. Jadeé por aire sintiendo su nombre flotar en la neblina que era mi mente y le sonreí. -Me llamo Jazhara Elsbeth... ¿Cómo quieres decirme tu? Yo ya no tenía imaginación, se me estaba terminando la lucidez pero luchaba contra el abismo del sueño que tocaba a la puerta de mi mente a cada momento, con una sonrisa macabra en el rostro.
Al ver a Honey corrí hacia él en un momento de desubicación, más bien arrastré los pies hacia donde estaba y cayendo de rodillas lo abracé contra mi mejilla, como si lo hubiera dejado de ver hacía un montón de tiempo, como si fuéramos grandes amigos que hubieran estado separados por kilómetros y kilómetros de océano de por medio. No quería levantarme de ahí, las energías que me quedaban eran sinceramente muy pocas y si me levantaba, me caería de nuevo al instante, mejor acerqué mi boca a la oreja de mi mascota. -Es bueno, Honey... muy bueno... ¿A que parece un príncipe de los de verdad? Era verdad, desde que lo vi, lo supe. 'Mon petit' así también podía llamarme, yo sería su 'mon petit' que en otro momento preguntaría qué significaba y sólo él podría llamarme así. ¿Podía?
Aun cuando las energías se me resbalaban de entre los dedos me levanté con esfuerzo y caminé hacia Lestat dedicándole una mirada de reojo al tendero, tenía una cara de desaprobación mientras nos miraba, que incluso me cohibió un poco pero supe que él había sido el dueño de la medicina antes de que Lestat la comprara y me giré mirándolo con la seguridad de que eso era lo que debía hacer. Las clases de urbanidad recibidas a cuentagotas en las calles de estar escuchando a las madres que pasaban me hicieron hacer lo que hice. Aspiré aire y tomando la mano de Lestat sin dejar de mirar al otro hombre le dediqué una sonrisa desfallecida. -Gracias- Tal vez su desaprobación era por creer que yo no tendría modales, pero era mejor demostrarle que si.
El beso en mi frente me hizo olvidarme de la cara del hombre y la emoción de tener un cuento para mi sola me emocionaba muchísimo pero al mismo tiempo estaba la inseguridad de no poder llegar a donde fuera que fuéramos. Mis piernas ya no iban a resistir más y probablemente el abismo negro entrara sin permiso y me engullera por completo en cualquier momento. Señalé un escalón cercano mientras llamaba la atención de Lestat jalando su mano. -¿Podemos ir ahí? Quiero sentarme
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Al confesarle que en la historia no se presentaría ningún ogro, le oí suspirar aliviada. Pero pequeña tan adorable. Ella era la princesita del cuento, tal como lo había visto en su mente, aquel monstruo la angustiaría sin lugar a dudas, con solo imaginarse escapando de él. Sonreí encantado.
¿Príncipes? Si, habrá un príncipe mon petit –comenté con ternura al escuchar su comparación e inocente halago-
Me contemplaba atentamente. Su peculiar don la advertía de mi naturaleza, sabia con exactitud que yo era un vampiro, un hijo de la sangre. Pero no estaba asustada, ni insegura a mi lado. Su mirada, aquella dulce mirada era de admiración. Ella pensaba que podía ser un príncipe ejemplar ¿Por mi atractivo? Probablemente. Porque… ¿Qué podía cautivarla mas que mi eterna belleza? Aquella pequeña sabía perfectamente el asesino implacable que podía llegar a ser ¿O no? Me sorprendió y reí suavemente ante su revelación; “Cuando yo sea grande me casaré contigo”
Jazhara, es un hermoso nombre. Así te llamaré –dije mirándola a los ojos y sonriendo con dulzura-
Era una niña muy inteligente y educada, a pesar de no tener a sus padres, de tener que luchar sola por sobrevivir al crudo invierno o a las peligrosas calles de Paris, sabia perfectamente como comportarse. Al igual que yo había notado la desaprobación en el rostro de aquel hombre. Cuando dio las gracias su voz fue la más tierna y dulce que jamás haya escuchado.
Su cuerpo ya no resistía, sus fuerzas flaqueaban. Me permite pasar mi mano por detrás de sus piernas y levantarla muy suavemente en mis brazos. Camine con ella al lugar que me indico con su pequeña manito, mientras el felino en sus brazos maullaba, un sonido corto y apenas inaudible que hacia para llamar la atención. Le ayudaría a acomodarse en el escalón, sin embargo, decidí sentarla sobre mi pierna derecha impidiendo que sintiera el frío y humedad de aquella piedra. Mi cuerpo no era muy calido, pero aun corría por mí la sangre de mi victima que me permitió entrar en calor. En esos momentos era mejor que un frío escalón de piedra. Me dispuse a iniciar con el cuento que había escogido para Jazhara.
El cuento se llama “La princesa de fuego” –le informe con una voz afectuosa- Pero necesitare tu ayuda con los nombres del príncipe y su princesa. –le sonreí-
¿Príncipes? Si, habrá un príncipe mon petit –comenté con ternura al escuchar su comparación e inocente halago-
Me contemplaba atentamente. Su peculiar don la advertía de mi naturaleza, sabia con exactitud que yo era un vampiro, un hijo de la sangre. Pero no estaba asustada, ni insegura a mi lado. Su mirada, aquella dulce mirada era de admiración. Ella pensaba que podía ser un príncipe ejemplar ¿Por mi atractivo? Probablemente. Porque… ¿Qué podía cautivarla mas que mi eterna belleza? Aquella pequeña sabía perfectamente el asesino implacable que podía llegar a ser ¿O no? Me sorprendió y reí suavemente ante su revelación; “Cuando yo sea grande me casaré contigo”
Jazhara, es un hermoso nombre. Así te llamaré –dije mirándola a los ojos y sonriendo con dulzura-
Era una niña muy inteligente y educada, a pesar de no tener a sus padres, de tener que luchar sola por sobrevivir al crudo invierno o a las peligrosas calles de Paris, sabia perfectamente como comportarse. Al igual que yo había notado la desaprobación en el rostro de aquel hombre. Cuando dio las gracias su voz fue la más tierna y dulce que jamás haya escuchado.
Su cuerpo ya no resistía, sus fuerzas flaqueaban. Me permite pasar mi mano por detrás de sus piernas y levantarla muy suavemente en mis brazos. Camine con ella al lugar que me indico con su pequeña manito, mientras el felino en sus brazos maullaba, un sonido corto y apenas inaudible que hacia para llamar la atención. Le ayudaría a acomodarse en el escalón, sin embargo, decidí sentarla sobre mi pierna derecha impidiendo que sintiera el frío y humedad de aquella piedra. Mi cuerpo no era muy calido, pero aun corría por mí la sangre de mi victima que me permitió entrar en calor. En esos momentos era mejor que un frío escalón de piedra. Me dispuse a iniciar con el cuento que había escogido para Jazhara.
El cuento se llama “La princesa de fuego” –le informe con una voz afectuosa- Pero necesitare tu ayuda con los nombres del príncipe y su princesa. –le sonreí-
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Un cuento era lo que yo más quería en el mundo, un cuento que se hiciera realidad, un cuento que a veces añoraba tanto que incluso acudía a mis sueños dejándome cuando despertaba, más vacía que antes, anhelando eso que no tendría nunca por mi historia pasada y mis carencias. De todas maneras soñar un momentito no le haría daño a nadie y probablemente esta noche podría dormir sin pesadillas gracias a él. Al fin y al cabo, ser una princesa imaginaria un segundito era mejor que no serlo nunca.
En el momento en el que mencionó mi nombre, éste tomó un nuevo significado para mí, ya no me importaba que fuera raro, desde ese momento sería Jaz para todos los demás y mi nombre completo sería de uso exclusivo para él. -¿Yo puedo llamarte Príncipe Lestat? Dejé que me cargara sintiendo que alucinaba, ¿era verdad que mi príncipe me estaba salvando de las garras de la fiebre y la incomodidad? Sonreí pasando uno de mis brazos detrás de su cuello y recargando mi cabeza en su hombro mientras con la otra mano sostenía al gatito que maullaba y maullaba intentando avisarme de algo, probablemente algo que yo ya sabía, que mi príncipe era un vampiro, ¿o no era eso? No importaba, si yo, una niña pobre, sin educación y vestida con andrajos podía ser una princesa, él podía ser mi príncipe. El príncipe de la noche. Mi príncipe de la noche.
No dejé la posición de mi cabeza en su hombro ni siquiera cuando me sentó en su pierna acomodándome mejor contra su cuerpo, yo sabía pocas cosas de los vampiros, que salían de noche porque la luz del sol los volvía ceniza, que comían sangre de los cuellos de los humanos para sobrevivir, que vivían muchos años y que nunca morían. ¿Porqué era tan malo todo eso? ¿Porqué a todos les daba miedo encontrarse con un vampiro?, ¿Porque salían de noche? No podía molestar a nadie. ¿Porque bebían sangre?, ¿Qué decía eso de los hombres que mataban animales para comer?, ¿Qué sentiríamos si los animales de pronto comenzaran a hablar y decidieran que quieren matarnos por comernos a sus amigos? ¿Porque vivían mucho tiempo?
Me incorporé un poquito para llamar su atención como si todo lo que había pensado lo hubiera entendido, tal vez en mi subconsciente sabía que él lo había entendido, una especie de acuerdo sin palabras. Suspiré en un intento por mantenerme despierta justo cuando empezó el cuento y sonreí de nuevo. La princesa de fuego, prometía bastante. -Eso es fácil... Jazhara y Lestat Dije como si fuera lo más lógico del mundo, ni siquiera tuve que pensarlo.
En el momento en el que mencionó mi nombre, éste tomó un nuevo significado para mí, ya no me importaba que fuera raro, desde ese momento sería Jaz para todos los demás y mi nombre completo sería de uso exclusivo para él. -¿Yo puedo llamarte Príncipe Lestat? Dejé que me cargara sintiendo que alucinaba, ¿era verdad que mi príncipe me estaba salvando de las garras de la fiebre y la incomodidad? Sonreí pasando uno de mis brazos detrás de su cuello y recargando mi cabeza en su hombro mientras con la otra mano sostenía al gatito que maullaba y maullaba intentando avisarme de algo, probablemente algo que yo ya sabía, que mi príncipe era un vampiro, ¿o no era eso? No importaba, si yo, una niña pobre, sin educación y vestida con andrajos podía ser una princesa, él podía ser mi príncipe. El príncipe de la noche. Mi príncipe de la noche.
No dejé la posición de mi cabeza en su hombro ni siquiera cuando me sentó en su pierna acomodándome mejor contra su cuerpo, yo sabía pocas cosas de los vampiros, que salían de noche porque la luz del sol los volvía ceniza, que comían sangre de los cuellos de los humanos para sobrevivir, que vivían muchos años y que nunca morían. ¿Porqué era tan malo todo eso? ¿Porqué a todos les daba miedo encontrarse con un vampiro?, ¿Porque salían de noche? No podía molestar a nadie. ¿Porque bebían sangre?, ¿Qué decía eso de los hombres que mataban animales para comer?, ¿Qué sentiríamos si los animales de pronto comenzaran a hablar y decidieran que quieren matarnos por comernos a sus amigos? ¿Porque vivían mucho tiempo?
Me incorporé un poquito para llamar su atención como si todo lo que había pensado lo hubiera entendido, tal vez en mi subconsciente sabía que él lo había entendido, una especie de acuerdo sin palabras. Suspiré en un intento por mantenerme despierta justo cuando empezó el cuento y sonreí de nuevo. La princesa de fuego, prometía bastante. -Eso es fácil... Jazhara y Lestat Dije como si fuera lo más lógico del mundo, ni siquiera tuve que pensarlo.
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Qué dulce era su cara: rebosaba inocencia. Sus ojos afables y elocuentes reflejaban todas las aventuras que había tenido que experimentar a tan corta edad. Reí suavemente al oír su petición. Deseaba llamarme “Príncipe Lestat” ¿Acaso le parecía tan esplendoroso como para denominarme así? Deduzco que no ocasiono ningún mal, accediendo que me diga de aquella forma, después de todo ¿No tenia ya el apodo de príncipe travieso?
Si es así como deseas llamarme, acepto mon petite – le mire con ternura contestando a su pregunta antes de alzarla en mis brazos-
Preste atención a las imágenes parpadeando y amontonándose en su cabeza. Creaba una fascinante y cautivadora escena donde ella era mi princesa y yo, su valiente príncipe. No le importaba que fuera un vampiro, eso era un simple detalle para Jazhara. Mantuvo la misma posición que adopto desde un principio cuando la cargue en brazos; su cabeza suavemente apoyada en mi hombro incluso, al acomodar su cuerpo y sentarla sobre mi pierna derecha. De improviso inicio una singular reflexión sobre los de mi especie. Fui respondiendo mentalmente a cada una de sus preguntas y asintiendo con una sonrisa, cuando pose mis ojos sobre su rostro al percibir que requería mi atención. Al ver lo somnolienta que se encontraba dudé por unos instantes en relatarle la historia ¿Qué haría si se dormía en mis brazos? Medité por unos segundos, tenia varias opciones y llegado el momento decidiría que hacer.
Volví a reír con suavidad. Consideré su nombre y el mío anteriormente, pues había pensando en consentirla, sin embargo, deseaba oír de sus propios labios y con aquella vocecilla tan armoniosa nuestros nombres como alternativa para el príncipe y su princesa. Acaricié suavemente su nariz con la punta de uno de mis dedos, luego me apresté a iniciar con el cuento.
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Su nombre era… -le sonreí y continúe con el relato- Jazhara. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar por todo el reino, que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez.
Contemplo su rostro y percibo su respiración pausada. Se sentía cómoda en mis brazos o eso intuía. Sus ojos curiosos y ansiosos por la continuación del cuento se posaban sobre mi semblante. Le sonreí ocultando perfectamente mis pequeños, pero muy afilados colmillos que apenas resultan visibles, a menos que yo quisiera, y en estos momentos, lo que menos deseaba, era asustar a la inocente criatura envuelta entre mis brazos.
Si es así como deseas llamarme, acepto mon petite – le mire con ternura contestando a su pregunta antes de alzarla en mis brazos-
Preste atención a las imágenes parpadeando y amontonándose en su cabeza. Creaba una fascinante y cautivadora escena donde ella era mi princesa y yo, su valiente príncipe. No le importaba que fuera un vampiro, eso era un simple detalle para Jazhara. Mantuvo la misma posición que adopto desde un principio cuando la cargue en brazos; su cabeza suavemente apoyada en mi hombro incluso, al acomodar su cuerpo y sentarla sobre mi pierna derecha. De improviso inicio una singular reflexión sobre los de mi especie. Fui respondiendo mentalmente a cada una de sus preguntas y asintiendo con una sonrisa, cuando pose mis ojos sobre su rostro al percibir que requería mi atención. Al ver lo somnolienta que se encontraba dudé por unos instantes en relatarle la historia ¿Qué haría si se dormía en mis brazos? Medité por unos segundos, tenia varias opciones y llegado el momento decidiría que hacer.
Volví a reír con suavidad. Consideré su nombre y el mío anteriormente, pues había pensando en consentirla, sin embargo, deseaba oír de sus propios labios y con aquella vocecilla tan armoniosa nuestros nombres como alternativa para el príncipe y su princesa. Acaricié suavemente su nariz con la punta de uno de mis dedos, luego me apresté a iniciar con el cuento.
Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Su nombre era… -le sonreí y continúe con el relato- Jazhara. Cansada de pretendientes falsos que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar por todo el reino, que se casaría con quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez.
Contemplo su rostro y percibo su respiración pausada. Se sentía cómoda en mis brazos o eso intuía. Sus ojos curiosos y ansiosos por la continuación del cuento se posaban sobre mi semblante. Le sonreí ocultando perfectamente mis pequeños, pero muy afilados colmillos que apenas resultan visibles, a menos que yo quisiera, y en estos momentos, lo que menos deseaba, era asustar a la inocente criatura envuelta entre mis brazos.
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Me gustaban sus ojos, azules y profundos, como un pozo en donde podrías caerte sin oportunidad de escapar jamás, un pozo en el que caerías de buena gana y por propia voluntad; su cabello era rubio como el sol y desde donde estaba sentada podía incluso jugar con él entre mis dedos, su piel era como del color de la nieve y tan perfecta que incluso el aire podía dañarla, sus labios moviéndose, la forma en que se ensanchaba para soltar una risa que llenaba el corazón de algo indescifrable, tanto que parecía que de pronto se desbordaría. mi mano sentía la necesidad de alzarse en un gesto para tocar su piel, para grabarlo en mi memoria dactilar como un ciego memoriza el alfabeto en braile. Antes de eso decidí grabarla en mi memoria, definirlo con mis ojos, grabando a fuego en mi cerebro no sólo su apariencia, sino su aroma, su tacto, su forma de moverse, su risa, su voz, la forma en que sus ojos se fijaban en los míos, todo para reconocerlo en cualquier parte.
Sentía imágenes metiéndose en mi cabeza, no como una intrusión sino como una especie de comunicación sin palabras, la maravilla de nuestra relación, era algo que no se podía ver y no se podía tocar, era algo secreto y sólo nosotros dos lo sabíamos, podíamos hablarnos sin que nadie escuchara y lo adopté como algo mío y suyo, aun cuando pudiera comunicarse de la misma manera con mucha gente, quería creer que con los demás no sería igual que conmigo. Logré componer una sonrisa en mi rostro sintiendo el toque de su dedo en mi nariz y estremeciéndome por el contacto, no por lo frío que estaba su dedo, sino por el gesto que indicaba que era diferente a la gente adulta de su posición social, no iba a huir, no iba a mirarme mal, no iba a alejarse asustado de contagiarse de algún mal, iba a quedarse conmigo, iba a contarme un cuento. Un cuento sólo para mi.
-¿Te casarías conmigo aunque no fuera una princesa?- Una pregunta infantil y un tanto fuera de lugar pero la fiebre hablaba por si sola y aunque la parte más grande de mi mente estaba concentrada en la historia, otra parte estaba preocupada de que él no quisiera ser un príncipe para una chica tan sencilla. Era válido.
Un suspiro encontró su camino fuera de mi boca mientras el sonido de su voz me llevaba al reino lejano donde vivía esa princesa manteniendo mi cuerpo ahí mismo, en esa calle fría de París pero mi mente en donde se llevaba a cabo la historia. La anticipación de saber quién sería el que llevara el regalo me carcomío por dentro un instante. ¿Qué llevaría para mi? Valioso, tierno y sincero. Perfecto. Y yo ya sabía cuál, en mi posición de gitana harapienta, era mi regalo perfecto. Estaba yo sentada en su pierna justo en estos momentos. Sentí mi respiración sibilante en mi pecho tan sólo anticipando la continuación de la historia, levanté una mano y pasé un dedo delineando el hueso de su mandíbula mientras él me miraba y me sonreía.
Sentía imágenes metiéndose en mi cabeza, no como una intrusión sino como una especie de comunicación sin palabras, la maravilla de nuestra relación, era algo que no se podía ver y no se podía tocar, era algo secreto y sólo nosotros dos lo sabíamos, podíamos hablarnos sin que nadie escuchara y lo adopté como algo mío y suyo, aun cuando pudiera comunicarse de la misma manera con mucha gente, quería creer que con los demás no sería igual que conmigo. Logré componer una sonrisa en mi rostro sintiendo el toque de su dedo en mi nariz y estremeciéndome por el contacto, no por lo frío que estaba su dedo, sino por el gesto que indicaba que era diferente a la gente adulta de su posición social, no iba a huir, no iba a mirarme mal, no iba a alejarse asustado de contagiarse de algún mal, iba a quedarse conmigo, iba a contarme un cuento. Un cuento sólo para mi.
-¿Te casarías conmigo aunque no fuera una princesa?- Una pregunta infantil y un tanto fuera de lugar pero la fiebre hablaba por si sola y aunque la parte más grande de mi mente estaba concentrada en la historia, otra parte estaba preocupada de que él no quisiera ser un príncipe para una chica tan sencilla. Era válido.
Un suspiro encontró su camino fuera de mi boca mientras el sonido de su voz me llevaba al reino lejano donde vivía esa princesa manteniendo mi cuerpo ahí mismo, en esa calle fría de París pero mi mente en donde se llevaba a cabo la historia. La anticipación de saber quién sería el que llevara el regalo me carcomío por dentro un instante. ¿Qué llevaría para mi? Valioso, tierno y sincero. Perfecto. Y yo ya sabía cuál, en mi posición de gitana harapienta, era mi regalo perfecto. Estaba yo sentada en su pierna justo en estos momentos. Sentí mi respiración sibilante en mi pecho tan sólo anticipando la continuación de la historia, levanté una mano y pasé un dedo delineando el hueso de su mandíbula mientras él me miraba y me sonreía.
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
La pequeña Jazhara jugueteaba dulcemente con algunos de mis cabellos entre sus dedos, era un gesto muy tierno y fraternal que conmovió mi ser. Estudio mis facciones y cada uno de mis gestos grabándolos en su memoria. Las respuestas silenciosas que envié a su mente no la perturbaron, ocasiono un efecto contrario, la niña en mis brazos se maravillo ante nuestras secreta forma de comunicarnos y deseaba que fuese algo especial. Quería creer que me relacionaría solo con ella de aquel modo, a pesar que la telepatía, el don de la mente pudiera utilizarlo con muchos otros.
Esbozo una pequeña y respetuosa sonrisa cuando acaricie su nariz. A continuación, la pregunta que me realizo se grabo en mi mente ¿Decir que si, seria comprometerme con ella? No tuve más opción que cuestionarme antes de formular mi respuesta. Era una pequeña, ingenua, llena de ilusiones. Su pregunta era inocente y carecía de promesa alguna que debiera cumplir en un futuro. Lo sabía perfectamente, sin embargo, no pude evitar considerar todos los efectos que podría producir mi respuesta. Jazhara, era inteligente, astuta, tenía muchos años por vivir y tantas personas que conocer. Pero, por el momento, yo sería su guardián, la protegería. No destruiría sus sueños, ni ilusiones. Seria un príncipe, su príncipe malcriado.
Seria un placer casarme con tan dulce señorita –respondí con ternura- No necesitas una corona, ni un titulo para cautivar a las personas. Tu sonrisa y tu mirada, ya son suficientes. –manifesté-
El contacto de su mano, acariciando mi mandíbula mientras contemplaba su rostro me deslumbro. Sentí un escalofrío y confortable calor en mi piel por el lugar donde ella transitaba y su osadía, había dejado paso a una maravillosa ternura. Luego advertí como se acurrucaba aun más junto a mí cuerpo y me dispuse a continuar con la historia.
El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. –guarde silencio por un momento, me permití acariciar sutilmente el dorso de una de sus manitos y luego continúe- Jazhara, intrigada, hizo llamar al hombre quien se la había regalado. El príncipe, Lestat De Lioncourt. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
“__Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.” –Declaro el príncipe con seguridad y determinación-
Esbozo una pequeña y respetuosa sonrisa cuando acaricie su nariz. A continuación, la pregunta que me realizo se grabo en mi mente ¿Decir que si, seria comprometerme con ella? No tuve más opción que cuestionarme antes de formular mi respuesta. Era una pequeña, ingenua, llena de ilusiones. Su pregunta era inocente y carecía de promesa alguna que debiera cumplir en un futuro. Lo sabía perfectamente, sin embargo, no pude evitar considerar todos los efectos que podría producir mi respuesta. Jazhara, era inteligente, astuta, tenía muchos años por vivir y tantas personas que conocer. Pero, por el momento, yo sería su guardián, la protegería. No destruiría sus sueños, ni ilusiones. Seria un príncipe, su príncipe malcriado.
Seria un placer casarme con tan dulce señorita –respondí con ternura- No necesitas una corona, ni un titulo para cautivar a las personas. Tu sonrisa y tu mirada, ya son suficientes. –manifesté-
El contacto de su mano, acariciando mi mandíbula mientras contemplaba su rostro me deslumbro. Sentí un escalofrío y confortable calor en mi piel por el lugar donde ella transitaba y su osadía, había dejado paso a una maravillosa ternura. Luego advertí como se acurrucaba aun más junto a mí cuerpo y me dispuse a continuar con la historia.
El palacio se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. –guarde silencio por un momento, me permití acariciar sutilmente el dorso de una de sus manitos y luego continúe- Jazhara, intrigada, hizo llamar al hombre quien se la había regalado. El príncipe, Lestat De Lioncourt. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
“__Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.” –Declaro el príncipe con seguridad y determinación-
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Ocho años de vivir e campamento en campamento, de carromato en carromato, de lugar en lugar me habían enseñado que lo único que duraba para siempre eran los recuerdos, esos que guardabas en el fondo de tu corazón y en tu pensamiento para cobijarte el alma en las noches frías. Recuerdos de personas, de palabras, de promesas, de acciones, incluso recuerdos de olores y sabores que se tatuaban a fuego en tu memoria sin que tu te dieras cuenta pero que identificarías en cualquier parte del mundo como "el olor de mamá", o "el olor de mi hogar". Las personas iban y venían, los "amores eternos" ahora tenían fecha de caducidad, las amistades se rompían por tonterías, los padres abandonaban a sus hijos, nada era para siempre. Lo único que te quedaba era acordarte de todo eso. Cuando creciera, y estuviera paseando descalza por algún bosque, con el cabello al viento y escuchando la música que el viento te susurra si tienes la suficiente capacidad de escucha, me acordaría de Lestat. Si estará en mi vida o no a tantos años de distancia, eso no importaba ahora. Me acordaría de su cuento, de sus ojos, de sus palabras introducidas en mi mente sin que las expresara en palabras, de su toque frío y su olor, su contestación a mi pregunta y su cuento. Y todo eso, recuerdos transparentes, me haría sonreír.
Escondí mi rostro en su cuello precisamente para que aquel día, en un futuro cercano en que me acordara de él, el recuerdo fuera enteramente real, capturar su olor con mi nariz, memorizar el tacto de sus ropas, de su piel, de sus cabellos, grabarme la forma en que sus ojos me miraban, las inflexiones en su voz cuando me contaba mi cuento, la manera que tenía de tocarme, todo de manera que si en ese futuro yo supiera pintar, me las arreglaría para pintarlo entero, hasta el más mínimo detalle, y lograría plasmar en el lienzo no sólo la interocomunicación secreta sino también su olor y la forma en que lograba que mi corazón saltara cada vez que hacía una pausa en sus palabras. Sin duda me hizo sonreír, no porque me imaginara a mi vestida de novia, frente a un altar con él del brazo, no exactamente. Era otro tipo de promesa, una promesa cuyo significado era tan volátil que no podía describirlo, la promesa de tener algo más que una conversación y olvidarnos el uno del otro. Mantenernos en contacto, ser amigos, visitarnos, al menos hasta que el destino nos separara.
Me abandoné por completo al relato cuando lo prosiguió, quería saber lo que seguía y la única forma de hacerlo era callarme las preguntas que tenía. Nunca había sido materialista, probablemente porque cuando uno no tiene nada, es difícil apegarse a algo en específico, aún así, la descripción de los regalos me hizo abrir los ojos en sorpresa, mis ojos que aparecían brillosos por el efecto de la alta temperatura que tenía atrapada en el cuerpo e incluso dejé escapar un suspiro al escuchar el regalo misterioso. Una piedra. Bajé la mirada a su caricia en mis manos habiéndome llamado la atención el tacto de su piel fría. Era como si todo lo que sucedía fueran piezas de un rompecabezas desarmado, todo se sentía como acciones separadas. El tacto de sus manos, el sonido de su voz, los pensamientos que me recorrían la cabeza, la historia que se desdoblaba poco a poco. Piezas que caían despacito acomodándose en su lugar, dando un efecto de retraso en mi capacidad para entender todo.
Un gritito ahogado salió de mi garganta cuando me di cuenta por dónde iban los tiros. Un corazón de piedra, eso era sumamente bonito si te ponías a pensarlo, no tanto el hecho de que estuviera frío y duro, sino que el dueño de ese frío y duro corazón, estuviera dispuesto a dejar que una princesa que no era princesa, lo llenara de amor ablandándolo poco a poco. Puse mi mano en su pecho instintivamente, intentando sentir algún latido de pronto. -¿Y Jazhara puede llenarlo de amor?- Pregunté quedito hablando de mi como si fuera otra persona, ajena al cuento de hadas que se estaba llevando a cabo en mi cabeza. Negué con la cabeza haciéndome preguntas que me contestaba yo sola. -Seguro que si no se puede le regala un cachito del suyo- Estaba segura de que así sería, porque una vez que alguien llegaba a amar a otro alguien, estaría dispuesta a arrancarse el corazón para regalarlo, todo con la esperanza de que esa otra persona te amara de regreso de igual manera y cuidara de ese regalo tan preciado.
Escondí mi rostro en su cuello precisamente para que aquel día, en un futuro cercano en que me acordara de él, el recuerdo fuera enteramente real, capturar su olor con mi nariz, memorizar el tacto de sus ropas, de su piel, de sus cabellos, grabarme la forma en que sus ojos me miraban, las inflexiones en su voz cuando me contaba mi cuento, la manera que tenía de tocarme, todo de manera que si en ese futuro yo supiera pintar, me las arreglaría para pintarlo entero, hasta el más mínimo detalle, y lograría plasmar en el lienzo no sólo la interocomunicación secreta sino también su olor y la forma en que lograba que mi corazón saltara cada vez que hacía una pausa en sus palabras. Sin duda me hizo sonreír, no porque me imaginara a mi vestida de novia, frente a un altar con él del brazo, no exactamente. Era otro tipo de promesa, una promesa cuyo significado era tan volátil que no podía describirlo, la promesa de tener algo más que una conversación y olvidarnos el uno del otro. Mantenernos en contacto, ser amigos, visitarnos, al menos hasta que el destino nos separara.
Me abandoné por completo al relato cuando lo prosiguió, quería saber lo que seguía y la única forma de hacerlo era callarme las preguntas que tenía. Nunca había sido materialista, probablemente porque cuando uno no tiene nada, es difícil apegarse a algo en específico, aún así, la descripción de los regalos me hizo abrir los ojos en sorpresa, mis ojos que aparecían brillosos por el efecto de la alta temperatura que tenía atrapada en el cuerpo e incluso dejé escapar un suspiro al escuchar el regalo misterioso. Una piedra. Bajé la mirada a su caricia en mis manos habiéndome llamado la atención el tacto de su piel fría. Era como si todo lo que sucedía fueran piezas de un rompecabezas desarmado, todo se sentía como acciones separadas. El tacto de sus manos, el sonido de su voz, los pensamientos que me recorrían la cabeza, la historia que se desdoblaba poco a poco. Piezas que caían despacito acomodándose en su lugar, dando un efecto de retraso en mi capacidad para entender todo.
Un gritito ahogado salió de mi garganta cuando me di cuenta por dónde iban los tiros. Un corazón de piedra, eso era sumamente bonito si te ponías a pensarlo, no tanto el hecho de que estuviera frío y duro, sino que el dueño de ese frío y duro corazón, estuviera dispuesto a dejar que una princesa que no era princesa, lo llenara de amor ablandándolo poco a poco. Puse mi mano en su pecho instintivamente, intentando sentir algún latido de pronto. -¿Y Jazhara puede llenarlo de amor?- Pregunté quedito hablando de mi como si fuera otra persona, ajena al cuento de hadas que se estaba llevando a cabo en mi cabeza. Negué con la cabeza haciéndome preguntas que me contestaba yo sola. -Seguro que si no se puede le regala un cachito del suyo- Estaba segura de que así sería, porque una vez que alguien llegaba a amar a otro alguien, estaría dispuesta a arrancarse el corazón para regalarlo, todo con la esperanza de que esa otra persona te amara de regreso de igual manera y cuidara de ese regalo tan preciado.
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Su calida respiración golpeaba en mi piel cuando ella escondió su rostro en mi cuello. Era una sensación reconfortante. La dulce sonrisa que se dibujo en sus labios al escuchar mi respuesta, invadió mi pecho con una emoción que se había hecho tan desconocida para mí con el trascurso de los años. Me escuchaba con atención, completamente sumergida en la historia. Visualizaba mis palabras con imágenes en su mente, dándoles vida a los personajes con su inocente creatividad. Al darme cuenta que mi caricia la había distraído me estuve sosegado para continuar con la historia y que volviera a formar todas aquellas imágenes otra vez en sus pensamientos. Jazhara fue presa del asombro al descubrir que aquella piedra, un regalo considerado insignificante por la princesa, representaba el corazón de aquel joven príncipe.
Sentí su mano en mi pecho y baje mi vista para contemplar su rostro. Con un suave susurro de sus labios me formulo una pregunta con la cual se adelantaba a los hechos.
Pues descubramos si Jazhara puede llenar de amor el corazón de aquel príncipe –dije posando mi mano sobre la suya, aquella que tenia sobre mi pecho-
Me pregunte que deseaba o buscaba al posar su mano sobre mi pecho ¿Acaso quería descubrir si poseía un corazón? Existen muchos mitos y leyendas donde dicen que un vampiro no posee uno, pues este ser, carece de sentimientos y vida. Sin embargo, el mío aun seguía latiendo como cuando era mortal, siente emociones, alegrías y tristezas al igual que el de cualquier ser humano. ¿Habrá sentido los suaves latidos de mi corazón en ese momento? Me perdí en la historia pensando y preguntándome cosas como esta. Retome nuevamente el cuento en donde habíamos quedado y volví a dirigirme a mi pequeña acompañante.
Continuemos– dije- El joven Lestat se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Jazhara, desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro.
Presione suavemente la pequeña mano que aun permanecía apresada entre mi pecho y la palma de mi mano. Que ironía escoger este cuento y que el príncipe con el corazón de piedra llevara mi nombre. Lestat, el príncipe malcriado con corazón de piedra. Me encontré sonriendo ante aquellas palabras que vagaron por mi mente.
¿Por qué crees que el corazón de Lestat seguía siendo de piedra? –le pregunte refiriéndome al personaje de la historia, deseaba conocer su opinión antes de continuar con el relato. La mente de un niño a veces logra sorprenderme-
Sentí su mano en mi pecho y baje mi vista para contemplar su rostro. Con un suave susurro de sus labios me formulo una pregunta con la cual se adelantaba a los hechos.
Pues descubramos si Jazhara puede llenar de amor el corazón de aquel príncipe –dije posando mi mano sobre la suya, aquella que tenia sobre mi pecho-
Me pregunte que deseaba o buscaba al posar su mano sobre mi pecho ¿Acaso quería descubrir si poseía un corazón? Existen muchos mitos y leyendas donde dicen que un vampiro no posee uno, pues este ser, carece de sentimientos y vida. Sin embargo, el mío aun seguía latiendo como cuando era mortal, siente emociones, alegrías y tristezas al igual que el de cualquier ser humano. ¿Habrá sentido los suaves latidos de mi corazón en ese momento? Me perdí en la historia pensando y preguntándome cosas como esta. Retome nuevamente el cuento en donde habíamos quedado y volví a dirigirme a mi pequeña acompañante.
Continuemos– dije- El joven Lestat se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la piedra en sus manos. Jazhara, desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro.
Presione suavemente la pequeña mano que aun permanecía apresada entre mi pecho y la palma de mi mano. Que ironía escoger este cuento y que el príncipe con el corazón de piedra llevara mi nombre. Lestat, el príncipe malcriado con corazón de piedra. Me encontré sonriendo ante aquellas palabras que vagaron por mi mente.
¿Por qué crees que el corazón de Lestat seguía siendo de piedra? –le pregunte refiriéndome al personaje de la historia, deseaba conocer su opinión antes de continuar con el relato. La mente de un niño a veces logra sorprenderme-
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Mis ocho años de experiencia en el mundo real me habían enseñado muchas cosas, que la gente es cruel por naturaleza, que el frío es implacable y que en este mundo no sólo hay humanos por mucho que la gente quiera creer semejante patraña. No estaba muy segura todavía de todas las clases de criaturas que había pululando por las calles pero sabía que una de esas clases eran los vampiros. De ellos siempre se decían un montón de cosas, que tenían colmillos afilados que se te clavavan en la piel para sacarte toda la sangre, que eran inhumanos, crueles, sanguinarios y malvados, que jugaban contigo para despues matarte y que no tenían corazón. Claro que también contaban que para matarlos tenías que clavarles una estaca... ¿En el corazón? ¿No acababan de decir que...?
Yo había aprendido a no creer todo lo que me decían hasta comprobarlo con mis propios ojos y hasta ahora, todos los vampiros a los que había conocido, habían sido incluso más buenos que ciertos humanos que pensaban que eran mejor que yo sólo por tener un lugar dónde dormir. No, no. Yo no podía decir que los vampiros eran despiadados cuando de los 3 vampiros que conocía, ninguno ni siquiera me había mostrado los colmillos, ¡Mucho menos me habían chupado toda la sangre! Al contrario, me habían dado de comer, me habían salvado de morir atropellada y me habían contado una historia. ¿Qué de malo había en todo eso? Mantuve mi mano en su pecho tratando de callarme los suficiente como para descubrir si ese órgano que todos teníamos y que nos hacía vivir, se podía encontrar en el pecho de una criatura tan... intrigante.
Bajé mi vista a su mano encima de la mía reteniendo la respiración pues con la presión que había hecho sobre su pecho creí sentir algo que palpitaba. Fue suficiente para mi. Ahora podía desmentir todas las historias que sólo manchaban la reputación de la gente como mi Príncipe Lestat, les diría a todos que los vampiros son buenos, que tienen corazón y que palpita como los corazones de los humanos. Lo defendería de las críticas que pudieran surgir y ya no tendría miedo. Su voz me hizo desconcentrarme del montón de promesas que me estaba haciendo en ese momento y levanté la mirada nuevamente a sus ojos escuchando la historia que yo había pedido y que me emocionaba tantísimo abriendo la boca sorprendida e indignada por lo que el personaje con mi mismo nombre había hecho con el corazón de Lestat. Un sonidillo se escapó de entre mis labios haciéndome creer que yo nunca le haría eso, ni cuando creciera e inevitablemente me hiciera cruel como todos me decían que sucedía conforme pasaban los años.
La pregunta me tomó por sorpresa, ¿Estaba pidiendo mi opinión? Una angustia creció en la boca de mi estómago por no querer dar la respuesta incorrecta. ¿Habría alguna manera de salvarme de contestar?. Me pasé una mano por la frente sin entender a qué le tenía miedo de pronto, queriendo responder y pensando un segundito antes de contestar ya sin importarme si estaba bien o no. La fiebre me estaba haciendo fluctuar entre dos estados de ánimo bastante bipolares. -¿Porque Jaz no sabía demostrarle su amor? Con regalos y atenciones no se quiere... se quiere abrazando... y besando y...- Me quedé callada al encontrarme un hueco en mi educación sentimental. ¿Qué más hacían los enamorados? Sabía que había algo más pero así como nadie me había enseñado nunca a leer ni a escribir, tampoco me habían enseñado nada de eso, era una de esas cosas que aprendería con el paso del tiempo con quien quisiera enseñarme. Me encogí de hombros para después girar la cabeza cubriéndome la boca para toser violentamente otra vez. La historia me hacía olvidarme de mi enfermedad. Y al final, ¿No era eso lo que yo quería?
Yo había aprendido a no creer todo lo que me decían hasta comprobarlo con mis propios ojos y hasta ahora, todos los vampiros a los que había conocido, habían sido incluso más buenos que ciertos humanos que pensaban que eran mejor que yo sólo por tener un lugar dónde dormir. No, no. Yo no podía decir que los vampiros eran despiadados cuando de los 3 vampiros que conocía, ninguno ni siquiera me había mostrado los colmillos, ¡Mucho menos me habían chupado toda la sangre! Al contrario, me habían dado de comer, me habían salvado de morir atropellada y me habían contado una historia. ¿Qué de malo había en todo eso? Mantuve mi mano en su pecho tratando de callarme los suficiente como para descubrir si ese órgano que todos teníamos y que nos hacía vivir, se podía encontrar en el pecho de una criatura tan... intrigante.
Bajé mi vista a su mano encima de la mía reteniendo la respiración pues con la presión que había hecho sobre su pecho creí sentir algo que palpitaba. Fue suficiente para mi. Ahora podía desmentir todas las historias que sólo manchaban la reputación de la gente como mi Príncipe Lestat, les diría a todos que los vampiros son buenos, que tienen corazón y que palpita como los corazones de los humanos. Lo defendería de las críticas que pudieran surgir y ya no tendría miedo. Su voz me hizo desconcentrarme del montón de promesas que me estaba haciendo en ese momento y levanté la mirada nuevamente a sus ojos escuchando la historia que yo había pedido y que me emocionaba tantísimo abriendo la boca sorprendida e indignada por lo que el personaje con mi mismo nombre había hecho con el corazón de Lestat. Un sonidillo se escapó de entre mis labios haciéndome creer que yo nunca le haría eso, ni cuando creciera e inevitablemente me hiciera cruel como todos me decían que sucedía conforme pasaban los años.
La pregunta me tomó por sorpresa, ¿Estaba pidiendo mi opinión? Una angustia creció en la boca de mi estómago por no querer dar la respuesta incorrecta. ¿Habría alguna manera de salvarme de contestar?. Me pasé una mano por la frente sin entender a qué le tenía miedo de pronto, queriendo responder y pensando un segundito antes de contestar ya sin importarme si estaba bien o no. La fiebre me estaba haciendo fluctuar entre dos estados de ánimo bastante bipolares. -¿Porque Jaz no sabía demostrarle su amor? Con regalos y atenciones no se quiere... se quiere abrazando... y besando y...- Me quedé callada al encontrarme un hueco en mi educación sentimental. ¿Qué más hacían los enamorados? Sabía que había algo más pero así como nadie me había enseñado nunca a leer ni a escribir, tampoco me habían enseñado nada de eso, era una de esas cosas que aprendería con el paso del tiempo con quien quisiera enseñarme. Me encogí de hombros para después girar la cabeza cubriéndome la boca para toser violentamente otra vez. La historia me hacía olvidarme de mi enfermedad. Y al final, ¿No era eso lo que yo quería?
- Spoiler:
- off: Disculpa muchísimo la tardanza... se me fue la inspiración de niña de 8 años y apenas vuelve a llegar intermitentemente... Espero te guste.
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Un suave suspiro, escapo de entre los labios de mi pequeña compañera ante la sorpresa que le ocasiono, escuchar lo que nuestra princesa había hecho con el corazón del príncipe. Con una sonrisa, espere paciente su respuesta, mientras el miedo a equivocarse la hacia su prisionera. La respuesta de Jazhara fue inocente, pero exacta. La princesa no sabía demostrar su amor al príncipe. Ante la evidente contrariedad y confusión en el rostro de la niña, mi risa suave nos envolvió. Sin embargo una tos que parecía desgarrar su garganta capturo mi atención y sin poder evitarlo me encontré observando a Jazhara totalmente preocupado.
Tienes razón cariño –dije sonriéndole con dulzura mientras clavaba mis ojos en su rostro- Jazhara no sabia como demostrar su amor al príncipe –agregue mientras con agilidad y teniendo el cuidado de no alterar a la pequeña, me quite el abrigo negro de cuello alto que traía, para cubrir el cuerpo de la niña- Te protegerte del frío antes de continuar con la historia.
Deje mi abrigo de terciopelo negro sobre sus hombros, cubriendo con este su pequeño cuerpo. Mi temperatura corporal era calida, pues no había pasado mucho tiempo desde que bebí la sangre de aquella mujer. La acurruque entre mis brazos. No podía sentir el frío invernal como Jazhara, pero lo recordaba. El frío parecía peor en París. No era limpio como en las montañas de Auvernia. Los pobres se acurrucaban en los umbrales de las puertas, hambrientos y tiritando, mientras las retorcidas callejas sin pavimentar se llenaban de nieve sucia y pisada. Cuando era un simple joven de 21 años, vi a niños descalzos y enfermos frente a mis ojos, apenas y podían caminar sobre la nieve. Tal como vi a Jazhara deambular por el mercado en pleno invierno junto al pequeño felino, sin embargo, a pesar de sus escasos años, esta niña poseía un espíritu fuerte que el clima no podía doblegar, y esta fortaleza se reflejaba intensamente en su mirada.
Sabes… en ese momento, la princesa comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando la dura coraza de aquella hermosa piedra que estaba oculta. –Comente modulando con encanto cada palabra mientras continuaba con la historia- Aquella piedra que representaba el corazón de Lestat. –Susurre contemplando el rostro de la niña-
La brisa invernal golpeo contra mi rostro obligándome a sentir el aire frío contra mi piel. El tiempo no era apropiado para relatar una historia a la intemperie. Una idea simple cruzo por mi mente, me puse de pie tomando entre mis brazos a Jazhara y baje los peldaños dirigiendo mis pasos a lo profundo del mercado, entre la escasa multitud que circulaba por las calles a esas horas.
Vamos por algo que pueda calentar nuestras cuerpos ¿Qué deseas beber Jazhara? –le pregunte con ternura manteniendo su cuerpo junto al mío, apoyada cómodamente sobre uno de mis brazos mientras ella apretaba con firmeza mi hombro derecho con su pequeña mano-
Tienes razón cariño –dije sonriéndole con dulzura mientras clavaba mis ojos en su rostro- Jazhara no sabia como demostrar su amor al príncipe –agregue mientras con agilidad y teniendo el cuidado de no alterar a la pequeña, me quite el abrigo negro de cuello alto que traía, para cubrir el cuerpo de la niña- Te protegerte del frío antes de continuar con la historia.
Deje mi abrigo de terciopelo negro sobre sus hombros, cubriendo con este su pequeño cuerpo. Mi temperatura corporal era calida, pues no había pasado mucho tiempo desde que bebí la sangre de aquella mujer. La acurruque entre mis brazos. No podía sentir el frío invernal como Jazhara, pero lo recordaba. El frío parecía peor en París. No era limpio como en las montañas de Auvernia. Los pobres se acurrucaban en los umbrales de las puertas, hambrientos y tiritando, mientras las retorcidas callejas sin pavimentar se llenaban de nieve sucia y pisada. Cuando era un simple joven de 21 años, vi a niños descalzos y enfermos frente a mis ojos, apenas y podían caminar sobre la nieve. Tal como vi a Jazhara deambular por el mercado en pleno invierno junto al pequeño felino, sin embargo, a pesar de sus escasos años, esta niña poseía un espíritu fuerte que el clima no podía doblegar, y esta fortaleza se reflejaba intensamente en su mirada.
Sabes… en ese momento, la princesa comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando la dura coraza de aquella hermosa piedra que estaba oculta. –Comente modulando con encanto cada palabra mientras continuaba con la historia- Aquella piedra que representaba el corazón de Lestat. –Susurre contemplando el rostro de la niña-
La brisa invernal golpeo contra mi rostro obligándome a sentir el aire frío contra mi piel. El tiempo no era apropiado para relatar una historia a la intemperie. Una idea simple cruzo por mi mente, me puse de pie tomando entre mis brazos a Jazhara y baje los peldaños dirigiendo mis pasos a lo profundo del mercado, entre la escasa multitud que circulaba por las calles a esas horas.
Vamos por algo que pueda calentar nuestras cuerpos ¿Qué deseas beber Jazhara? –le pregunte con ternura manteniendo su cuerpo junto al mío, apoyada cómodamente sobre uno de mis brazos mientras ella apretaba con firmeza mi hombro derecho con su pequeña mano-
- Spoiler:
- No te preocupes, estimada mía. Puedes tardar todo lo que consideres necesario para responder nuestro tema. Soy paciente y comprendo perfectamente si el tiempo o la inspiración no están de tu lado.Por cierto, me disculpo por la tardanza. Gracias.-
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Alcé las cejas entre sorprendida y contagiada por la risa que escuché salir de su garganta porque no me la esperaba. Eso tal vez significaba que lo que yo pensaba era cierto, que los enamorados hacían otra cosa además de lo que yo sabía. Ya la tos que tenía era parte de mi vida así que no le puse atencío, el dolor también estaba muy presente así que solamente realicé el acto de pasar mi mano por encima de donde dolía aunque con eso no pudiera acallar la incomodidad. Era un reflejo nada más. Estaba más concentrada en la historia que me estaba contando mi nuevo amigo y en el color de sus ojos que me miraban. Una pequeña fluctuación en el color de su aura que me dijo que estaba preocupado y una chispa que se encendió en mi pecho porque yo nunca le importaba a nadie. Ahí estaba de nuevo, cada vez que me llamaba "cariño" me hacía sonreír y la sensación de estar siendo cuidada por un adulto, no me permitió darme cuenta de lo que hacía.
De pronto no sólo estaba yo sentada en sus piernas y con la cabeza recargada en su hombro, ahora también estaba siendo cubrida por su abrigo de material bastante costoso y abrigador. Bajé la mirada sin poder evitarlo y pasé una mano por encima de la tela que casualmente se sentía bastante diferente cuando estaba sobre mis hombros. Me erguí un poco mientras él acomodaba el abrigo sobre mis hombros y yo le dedicaba una mirada que quería preguntar un "¿Estás seguro?" porque cualquiera que me viera por la calle lo pensaría un montón de veces antes de que siquiera me permitiera acercarme a ellos. -Gracias- Mi voz salió en un susurro mientras dejando de mirar los ojos de mi acompañante comparaba con las manos entumidas la abismal diferencia entre su abrigo y la manta con la que yo dormía. Era como un sueño. Lo único que temía era que en cualquier momento, en el que yo ya estaba comenzando a sentir un calor que no había sentido desde que llegó el infierno, mi subconsciente me jugara una mala pasada y me despertara de golpe. No. Que dure un poco más.
Una risilla se me salió cuando me acurrucó en sus brazos y devolví el gesto dejando que hiciera conmigo lo que fuera. ¿Qué cosa mala me podía pasar si estaba yo en los brazos de mi príncipe? Volví a acomodarme. Ahora que mi cuerpo empezaba a calentarse, el sueño se hacía un poco más presente pero estaba dispuesta a pelear contra él el tiempo que fuera necesario para escuchar el final de la historia. Me acomodé de nuevo, sin moverme, tan sólo disfrutando de lo que parecía haberse convertido en el mejor día de mi vida. El siguiente trozo de la conversación me dejó un poco confundida. ¿Cómo podía Jazhara ser como el fuego? el pensamiento solamente me mantuvo ocupada para que cuando me diera cuenta, estuviera él cargándome para dirigirnos hacia algún lugar.
Ahora estaba intentando bromear conmigo. Un príncipe, una historia, medicina, abrigo temporal... ¿Y algo de beber? -¿Yo?, ¿Puede ser lo que yo quiera?- Lo miré otra vez esperanzada de que dijera que si. Había una sola cosa que yo querría probar en la vida, me habían hablado de él y nunca, nunca lo había podido probar. No sabía si era caro, si era difícil de encontrar, si no se vendía aquí. Ni siquiera me acordaba quién me había dicho que existía. Levanté una mano para quitarme un mechón de cabello del rostro antes de expresar el deseo que ahora me invadía por dentro. -¿Puede ser chocolate caliente? Nunca lo he probado... y... y... dicen que es delicioso... ¿Podemos?-
De pronto no sólo estaba yo sentada en sus piernas y con la cabeza recargada en su hombro, ahora también estaba siendo cubrida por su abrigo de material bastante costoso y abrigador. Bajé la mirada sin poder evitarlo y pasé una mano por encima de la tela que casualmente se sentía bastante diferente cuando estaba sobre mis hombros. Me erguí un poco mientras él acomodaba el abrigo sobre mis hombros y yo le dedicaba una mirada que quería preguntar un "¿Estás seguro?" porque cualquiera que me viera por la calle lo pensaría un montón de veces antes de que siquiera me permitiera acercarme a ellos. -Gracias- Mi voz salió en un susurro mientras dejando de mirar los ojos de mi acompañante comparaba con las manos entumidas la abismal diferencia entre su abrigo y la manta con la que yo dormía. Era como un sueño. Lo único que temía era que en cualquier momento, en el que yo ya estaba comenzando a sentir un calor que no había sentido desde que llegó el infierno, mi subconsciente me jugara una mala pasada y me despertara de golpe. No. Que dure un poco más.
Una risilla se me salió cuando me acurrucó en sus brazos y devolví el gesto dejando que hiciera conmigo lo que fuera. ¿Qué cosa mala me podía pasar si estaba yo en los brazos de mi príncipe? Volví a acomodarme. Ahora que mi cuerpo empezaba a calentarse, el sueño se hacía un poco más presente pero estaba dispuesta a pelear contra él el tiempo que fuera necesario para escuchar el final de la historia. Me acomodé de nuevo, sin moverme, tan sólo disfrutando de lo que parecía haberse convertido en el mejor día de mi vida. El siguiente trozo de la conversación me dejó un poco confundida. ¿Cómo podía Jazhara ser como el fuego? el pensamiento solamente me mantuvo ocupada para que cuando me diera cuenta, estuviera él cargándome para dirigirnos hacia algún lugar.
Ahora estaba intentando bromear conmigo. Un príncipe, una historia, medicina, abrigo temporal... ¿Y algo de beber? -¿Yo?, ¿Puede ser lo que yo quiera?- Lo miré otra vez esperanzada de que dijera que si. Había una sola cosa que yo querría probar en la vida, me habían hablado de él y nunca, nunca lo había podido probar. No sabía si era caro, si era difícil de encontrar, si no se vendía aquí. Ni siquiera me acordaba quién me había dicho que existía. Levanté una mano para quitarme un mechón de cabello del rostro antes de expresar el deseo que ahora me invadía por dentro. -¿Puede ser chocolate caliente? Nunca lo he probado... y... y... dicen que es delicioso... ¿Podemos?-
- Spoiler:
- off: Adivina quié regresó *-*
Jazhara Elsbeth- Gitano
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Re: ¿Invierno? ¿O Infierno? [Lestat]
Era cruel el prejuicio de las personas. ¿A que extremo podría llegar como para volver tan insegura a una pequeña? Solo le entregaba mi abrigo para protegerla del frío cuando ella me observo como si estuviese cometiendo un crimen imperdonable. Cuando caminamos entre la escasa multitud que aun paseaba por el mercado, su sorpresa no daba crédito a mis palabra. Que emocionante y cautivador fue contemplar la incredulidad en su rostro. Con una sonrisa asentí a sus preguntas. Creí ver en sus ojos un repentino resplandor mientras me pareció ver como se tomaba su tiempo, pensando detenidamente en una respuesta.
¿Chocolate caliente? –Pregunte mientras con mis sentidos vampíricos intentaba localizar un lugar en el mercado donde lograra conseguir aquella bebida para mi hermosa pequeña acompañante- Será lo que tú desees, querida… -susurre-
Algunos giraban su rostro al vernos y sus pensamientos llegaban claros a mi mente como si estuvieran susurrando las palabras en mi oído. Quise acallar esos murmullos, aquellos que despertaban la criatura egoísta en mí interior que deseaba ser más que un amigo para aquella pequeña. Las ideas en la mente ajena de creer que yo fuera el padre de Jazhara me transportaban al pasado, en aquellos años junto a mi hermosa y asesina muñeca francesa. Mi pequeña Claudia, la niña vampiro que jamás poseerá formas de mujer. No podía permitirme realizar el mismo experimento o crimen con Jazhara, por lo que en un murmullo volví a relatar parte de la historia, ignorando las voces a mí alrededor.
Mientras caminamos, continuaré con nuestra historia… -comente captando nuevamente su atención, ella percibió mi inestabilidad emocional y las miradas curiosas de las personas que pasaban junto a nosotros o aquellas que aguardaban ansiosos en su puesto del mercado, a un ultimo cliente para marcharse a sus casas satisfechos y poder escapar pronto del frío invierno- …Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar todo en el reino. Desde pequeña, su forma de actuar hacia su gente siempre fue altanera y egoísta, jamás se preocupo por otras personas, así que durante este tiempo dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a recuperar el cariño, la fe y la confianza de su pueblo… – volví a interrumpir el relato, esta vez para acercarme a lo que parecía ser una pequeña y humilde tienda junto al mercado-
Con una de mis manos, abrí la puerta para ingresar al local manteniendo aún a la niña en mis brazos. Desvíe la mirada hacia la vendedora, quien parecía estar encantada. Volví a mirar a Jazhara y con ternura la deje nuevamente en el piso para luego dirigirme a la mujer. Muy amablemente me dio el precio de la bebida caliente, mientras yo tomaba el dinero. Ella se marcho en busca de mi pedido y minutos después ya había regresado, tome el envase con cuidado mientras me inclinaba hacia la pequeña.
Bebe esto con mucho cuidado –le dije mientras dejaba el vaso entre sus manos- No deseo que vayas a sufrir algún accidente…
Me puse de pie, para agradecer a la mujer cuando ella en un susurro, esperando que Jazhara no escuchara sus palabras, me preguntaba si aquella niña era mi hija. Aunque realmente sus palabras se decían así misma que eso era casi imposible, ya que entre nosotros no existía ningún parecido. Reí suavemente ante pregunta tan peculiar.
Esta noche aquella pequeña es mi princesa… –respondí cordialmente mientras contemple a Jazhara como con precaución tomaba asiento en una banca junto a la entrada del local-
¿Chocolate caliente? –Pregunte mientras con mis sentidos vampíricos intentaba localizar un lugar en el mercado donde lograra conseguir aquella bebida para mi hermosa pequeña acompañante- Será lo que tú desees, querida… -susurre-
Algunos giraban su rostro al vernos y sus pensamientos llegaban claros a mi mente como si estuvieran susurrando las palabras en mi oído. Quise acallar esos murmullos, aquellos que despertaban la criatura egoísta en mí interior que deseaba ser más que un amigo para aquella pequeña. Las ideas en la mente ajena de creer que yo fuera el padre de Jazhara me transportaban al pasado, en aquellos años junto a mi hermosa y asesina muñeca francesa. Mi pequeña Claudia, la niña vampiro que jamás poseerá formas de mujer. No podía permitirme realizar el mismo experimento o crimen con Jazhara, por lo que en un murmullo volví a relatar parte de la historia, ignorando las voces a mí alrededor.
Mientras caminamos, continuaré con nuestra historia… -comente captando nuevamente su atención, ella percibió mi inestabilidad emocional y las miradas curiosas de las personas que pasaban junto a nosotros o aquellas que aguardaban ansiosos en su puesto del mercado, a un ultimo cliente para marcharse a sus casas satisfechos y poder escapar pronto del frío invierno- …Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar todo en el reino. Desde pequeña, su forma de actuar hacia su gente siempre fue altanera y egoísta, jamás se preocupo por otras personas, así que durante este tiempo dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a recuperar el cariño, la fe y la confianza de su pueblo… – volví a interrumpir el relato, esta vez para acercarme a lo que parecía ser una pequeña y humilde tienda junto al mercado-
Con una de mis manos, abrí la puerta para ingresar al local manteniendo aún a la niña en mis brazos. Desvíe la mirada hacia la vendedora, quien parecía estar encantada. Volví a mirar a Jazhara y con ternura la deje nuevamente en el piso para luego dirigirme a la mujer. Muy amablemente me dio el precio de la bebida caliente, mientras yo tomaba el dinero. Ella se marcho en busca de mi pedido y minutos después ya había regresado, tome el envase con cuidado mientras me inclinaba hacia la pequeña.
Bebe esto con mucho cuidado –le dije mientras dejaba el vaso entre sus manos- No deseo que vayas a sufrir algún accidente…
Me puse de pie, para agradecer a la mujer cuando ella en un susurro, esperando que Jazhara no escuchara sus palabras, me preguntaba si aquella niña era mi hija. Aunque realmente sus palabras se decían así misma que eso era casi imposible, ya que entre nosotros no existía ningún parecido. Reí suavemente ante pregunta tan peculiar.
Esta noche aquella pequeña es mi princesa… –respondí cordialmente mientras contemple a Jazhara como con precaución tomaba asiento en una banca junto a la entrada del local-
- Spoiler:
- Ya estoy de regreso, Gracias por tu paciencia mi estimada, espero la respuesta sea de tu agrado y aún desees continuar nuestro rol. Saludos.-
Lestat De Lioncourt- Vampiro Clase Alta
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