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Número ocho, callejón maldito [Dana Luminita] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Emmanuelle Seberg Dom Abr 24, 2011 6:59 pm

Nunca está demás, visitar algún que otro lugar insólito. Llegó a mis oídos, hace escasas semanas; la existecia de aquel local de mala muerte, en el que se reunía gente de lo más variopinta, para escuchar a un nuevo pianista. Aquel hombre, cuyos dedos valían igual que la plata de ley, tocaba la más hermosa de las melodías, demasiado moderna, para el siglo en el que nos encontrábamos. Fue perseguido por la policía, acusado de blasfemo y brujería. Y como soy extremadamente curiosa, no pude resistirme a la tentación. Quería oírle tocar, con mis propios oídos. Verle en carne y hueso, interpretar todas esas piezas ¡tan revolucionarias!.
Era la segunda vez que escapaba de la casa de putas. A hurtadillas y con el brazo dolorido aún, por las torturas de los chulos del burdel. Varias veces pensé en entrar en los cuartos de dichos bastardos, rebanándoles su miembro más preciado. Pero ahora no debía pensar en ellos. Aquella noche todo sería distinto, pues por unos momentos podría dejar atrás la vida que me rodeaba, gracias a una simple melodía. Y me hallaba en un viejo callejón de París, con un papel entre mis manos donde apunté la dirección del lugar. Un poco oscuro, diría yo... El techo cubría mi cabeza. Posiblemente encima de mí, hubiese un puente construido. Los números de las puertas imposibles de ver, con tan poca luz.

Me acerqué a una pequeña marquesina -¿24? - Estaba confusa ¿Me pasé de número? No entendí nada... -¿Dónde diablos está el número 8? - murmuré para mi misma, dándome la vuelta. Fue entonces cuando algo extraño captó mi atención. Me pareció ver una sombra humana, esconderse tras un par de contenedores de basura ¿Un vagabundo, quizás? No me quedaría para comprobarlo...
Mis tacones repiqueteaban sobre el suelo a cada paso, presa de la paranoia, por los ruidos que surgían a mi alrededor. Pero sólo eran goteras de humedad y el trote de los caballos del exterior ¿Alguien me seguía o era cosa mía? Me di la vuelta con brusquedad, con pánico en los ojos, al escuchar un par de pasos aproximarse una vez más. E inmediatamente después, levanté mi falda para sacar del liguero el pequeño revolver. Nunca salgo sin él, vete a saber que puede pasarte.

Y al volver a retomar mi camino. me di de bruces con el culpable. Un hombre con una aspecto horrible. La barba llevaba poblando su cara durante... ¿dos mil años? -Hola, bonita... ¿Qué haces tan lejos de tu casita? - Este se sabía el cuento de caperucita, pero yo no era tan tonta. Le miré con desprecio, echando un paso atrás en posición de defensa. Tranquila pequeña... tienes la pistola -No diré que vengo a verte a ti... - me burlé de él, con la mirada felina. No le sentó bien... pues se abalanzó contra mí, igual que un gorila de seis metros para empotrarme contra una pared. Hijo de perra... con lo que me dolía el brazo.
El idiota apretó mis muñecas con fuerza y me hizo soltar la pistola, al estampar contra el muro, la mano que la sostenía ¿Pensaba violarme? Iba listo... Le propiné con fuerza un rodillazo justo en los huevos. Yo atinaba mejor que un tirachinas. Se agachó dolorido, soltándome por fin. Eso para que aprendas... Y cuando pensé que la lección estaba aprendida, gracias a mi golpe de regla; ¡el tipo volvió a la carga con más fuerza cogiéndome de los cabellos! Los gritos desgarraban mi garganta, escuchándose en todo el túnel. Así que, tapó mi boca con una mano, para que nadie pudiese oírme. Pero yo era rápida de pies y conseguí hacerle la zancadilla. Y magistralmente calló al suelo. Despues silenco y nada más.

¿Quien me diría a mí, que caería con tanta puntería? Se golpeó contra una piedra, abriéndose la cabeza. Yo aún sujetaba la mía, dolorida por los tirones de cabello, hasta que vi la sangre desparramarse por el suelo. Las pulsaciones de mi corazón, incansables, intentando recuperar el aliento. Y la sangre se extendía como un cáncer, procurando alcanzar la punta de mis zapatos -Dios mio... - Creo que le he matado...
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Mensaje por Dana Luminita Dom Abr 24, 2011 9:45 pm

Ding dong

Es un cascabeleo que se escucha, lento. como eco de esta noche absoluta que solo pasea un arlequín con un traje de catrín de época. Las calles son mi casa, una casa prestada para la cacería, las torres me acompañan, mis propias torres, los guardias de Luminita, dos grandes torres de más de dos metros, corpulentos e intimidantes.

Camino con estilo con el bastón en la mano, con el sombrero de copa siguiendo mis pasos, con las dos sombras. Observo los rostros que pasan a mi lado y busco unos ojos hermosos esta noche, tal vez para mi colección o solo para admirarlos en un último suspiro. Hay una sombra en frente mío al parecer es una mujer, y su aroma me lleva a distintos escenarios pero no juzgo en ese momento, no antes de saber quién es. No hago nada, no me acerco y solo observo junto con mis dos torres de guardia.

Punta, tacón, punta... esos eran los sonidos que me llegan desde donde estoy de pie, con aquella levita oscura y mis botines escarlatas, apoyada de mi bastón de ébano con empuñadura de conejo. Los corazones se duplican en aquellas calles, es mejor que estar en una sala llena de corazones de alta alcurnia, los espectáculos de la calle son mucho mejores... ¿Lo dudas Juana?... Yo no, no lo dudo. Las sombras no se mueven y la intensidad se pone mejor en cada momento, el olor a pólvora, a inmundicia y a esa lujuria del hombre hace que sus corazones suenen cada vez con más velocidad. Se pone interesante Juana, mira aquella mujer como surca entre la vida y la muerte y feroz pelea por su vida. ¿Quién es?... hmmm puedo percibir ese elixir, no está muerto...

De las sombras salgo con ese porte elegante, con la sombra del sombrero cubriendo mis ojos, y mi presencia inquietante se postra enfrente del hombre que está tendido en el suelo, veo la sangre como corre, la herida es grave, se desangrará, no puedo evitar mirarle los ojos, no me gustan, su aspecto me causa repugnancia.
-Mátenlo... –le digo a los dos hombres corpulentos que están a mi espaldas y uno de ellos saca una espada y se la clava en el pecho, lo abre por la mitad y le saca el corazón. Mi sonrisa se dibuja maligna y extiendo una mano, donde el corazón es colocado, aun tibio y perfecto. Quiero morderlo pero mi fuerza de voluntad controla esa sensación. Lo aviento a la basura.- ¿Está usted bien señorita? –Mi aspecto andrógino es difícil de determinar, solo soy mucho más baja que mis guardias y mi sombrero de copa oculta mi identidad. Me acerco un poco más con elegancia guiándome de el bastón cual empuñadura brilla con ese conejo con los incisivos amenazantes. Y con el maquillaje mal hecho de un arlequín en un pésimo día.
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Mensaje por Emmanuelle Seberg Mar Abr 26, 2011 6:44 pm

Tengo varias opciones y medito cada una de ellas, al apoyarme sobre la pared. Pero me tiemblan las piernas. Ahora no te derrumbes... Nadie a visto nada, algo que me tranquiliza de cierta manera. La primera; marcharme de allí, tan deprisa como pueda. Dejar el cadáver ¿Quién va a preocuparse de un borracho, que posiblemente viva en la calle? La respuesta es Nadie, exacto. Nadie. Y ese olor... la hemorragia es gigantesca y la sangre se transforma en río, colándose por una pequeña alcantarilla con paradero desconocido. Directa a las profundidades del infierno como yo.

Intenté centrarme, sin perder la cabeza, procurando que mi línea de pensamiento no se volviese descabellada ¿Qué más opciones barajaba? Ninguna. No existían opciones, salvo esa. No podía salir al exterior y avisar a un peatón. La guardia vendría, tomarían mis declaraciones, descubrirían que soy prostituta ¡Y la dirección! Preguntarían: "¿A dónde iba señorita?" Y yo no sería capaz de desvelar el paradero de aquel pianista. Para qué ¿Para que le encarcelarán? Por encima de mi cadáver. Me vi jurándole lealtad, a pesar de no conocerle.
Aparté la espalda de la mohosa pared y recuperé mi revolver. La culata se ralló al impactar contra el suelo, con tanta fuerza. Pero por lo demás, estaba entera, con el seguro puesto y fría como el hielo marmóreo de un iceberg.
¿Qué era ese ruido? De pronto, interrumpiendo el silencio, haciendo que mi respiración se agitase embravecida, igual que una animal en peligro de muerte a manos de otro más fuerte; alcé con rapidez la cabeza, observando el callejón. Seguía sin verse absolutamente nada ¿Era otra sombra? No. Eran dos... tres... Tres individuos que se acercaban a paso lento. Poco tardarían en llegar donde yo me encontraba. Con cadáver incluido y todo. Una bonita sorpresa que no les agradaría ¿Me tomarían por una asesina?

La situación comenzó a resultarme desconcertante. Dos de ellos medían una barbaridad. Casi tocaban el techo con la cabeza. El tercer individuo caminaba con ayuda de un bastón, cuyo ritmo se asemejaba a una marcha fúnebre. Como un preludio al juicio final. Yo sólo quiero que esta noche termine y no soy capaz de salir del atolladero.
Me quedé paralizada de pies y manos. Cuando quise darme cuenta estaban justo en frente de mí, observando al hombre muerto. No pude ver el rostro del más bajito, pues uno gorro ocultaba su identidad. Parecía reacio, mirando aquel bulto sin vida con repulsión y aún así, no vi que apartase la mirada ¿No le daba asco? ¿No tenía nada que decir? Y muda, me quedé observando aquel bastón tan extraño. Los pelos de mi nuca se erizaron sin conocimiento de causa. Y eso sólo había sido el principio, pues pude escuchar sólo una palabra, que consiguió trastornarme, aún más si cabe -Mátenlo... – ¿Cómo? Necesito volver a oírlo... E igual que una invidente, palpé la pared alejándome con discreción a esperanzas de que no me hubiesen visto. ¿Que por qué lo hice? Uno de los gorilas sacó una espada y abrió en canal al hombre, quitándole el corazón y depositándolo, sin ningún pudor, en las manos del individuo que parecía llevar la voz cantante. Me tapé la boca y cerré los ojos con fuerza, intentando borrar aquella imagen. Pero supe que me perseguiría eternamente. Demencial. Y yo lamentándome por ser una desalmada. Ojos para ver... No quise hacer ni un sólo ruido, por la cuenta que me traía. Pero mis tacones eran ensordecedores con tanto eco dentro del callejón.

-¿Está usted bien señorita? – detuve el paso en seco, sin atreverme a mirarles ¿Era una mujer? Evidente que estaban locos -Sí. Perfectamente - contesté con rapidez, ocultando la pistola tras mi espalda. Darles la razón sería lo más conveniente. Tenía el corazón en un puño, un expresión de lo más inapropiada, para que nos vamos a engañar... teniendo en cuanta las circunstancias, y con el bastón en la mano se acercó a mí. Fue entonces cuando vi su rostro -Pero qué... - murmuré cohibida ¿Que la había pasado en la cara? ¿Se lo hizo ella? me quedé embobada -Han... - Que no se diga... Ahora no te quedes sin habla - Han sido muy amables ayudándome - tragué saliva dificultosamente -Tienen unos métodos muy peculiares para librarse de los problemas - No quise expresar ningún sentimiento, por temor a mostrar pánico. En sí, el problema ahora era de otros y no mío, pues ellos fueron los últimos que profanaron el cuerpo -La gente de la calle tiende a ser salvaje. - Lo dice la puta... -Hay que darles escarmiento cuando rebasan la línea - la voz me temblaba como una flan y no sabía ni lo que estaba diciendo. Pero seguí hablando, de forma atropellada -Pero ya está todo en paz... - bajé la cabeza mirando por error al culpable de todo lo sucedido.

Sí, tenía miedo. Algo poco reconfortante para mi enorme ego. Pero a veces te encuentras con gente rara que logra casi sin esfuerzo, joderte los esquemas.
Recordé a dónde me dirigía. Y la cantidad de gente variopinta que allí habría. ¿También se dirigían al local donde el pianista tocaba su música prohibida? -Que tengan buena noche - quise zanjar el encuentro, para que se marchasen. Y sin pensármelo dos veces y sólo por si acaso; sujeté con fuerza la pistola que ocultaba y quité el seguro, haciendo que la pestaña metálica produjese un ruido que, por todos los medio procuré enmudecer. Intentos vanos... delaté mis intenciones.
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Mensaje por Dana Luminita Vie Abr 29, 2011 2:34 am

Me quedo un momento mirando a la mujer mientras las dos torres trabajan en desaparecer el cuerpo del vagabundo, su corazón está perdido en alguno de los basureros, es una lástima que su cuerpo huela a podrido, porque su sangre huele exquisita. El olor de la mujer no puede ser diferente, puedo sentir su miedo y sus nerviosismos como corren por todo su torrente, es un dulce aroma que me envuelve. Sus manos se mueven rápido y mueve la pólvora de algún sitio, ese olor a pólvora es inconfundible, debe tener un hierro potente, debe estar escondido.

Su corazón late a miles de tonadas, melodías que me llegan de forma sutil, y dejo el bastón de pie sin ayuda alguna apoyado en el piso como si estuviese incrustado al pavimento. La sigo observando, con una sonrisa de suficiencia, limpiándome las manos con un pañuelo de seda con un bordado de una ficha de ajedrez. Cuento los latidos, un, dos, un dos, un, dos. Y al terminar, el pañuelo cae al piso y sujeto el bastón de nuevo. Una de las torres recoge el pañuelo y mientras descuartizan al vagabundo para incinerar su cuerpo en un contenedor de hierro.

La curiosidad me invade buscando más a detalle la mirada de esa humana, su olor a camas y a lugares donde se compra la lujuria es lo que se percibe en su piel.
-Todos tienen métodos de liberarse de los problemas. –suelto una risotada- Del hambre, de la guerra y demás adversidades del mundo putrefacto en que vivimos, nadie llorará por el, pero me pregunto si llorarán por usted. –Con los mismos movimientos de arlequín galante le sonrío y esa sonrisa tétrica no ayuda sobre el maquillaje mal logrado que poseo.- La vida es un hilo y muchos son los titiriteros de las personas que caminan en esta tierra.

Ese miedo que sale de ella, es como un efluvio dulce que me embriaga y es genial, delicioso. Quiero que hable más, esta noche es una noche de los solitarios, de los buscadores, la noche de Martín, la noche de jugar... sí, es eso Juana, es la noche de Jugar... ¿Quieres Jugar?...
-Espere, No se vaya aún... – le digo a la mujer tocándole un hombro con mi bastón de conejo demoniaco- Si me dispara, tal vez caiga muerta, pero arruinará la noche.

Aun no le digo que tal vez no muera si no apunta bien, pero no me importa desafiar a la muerte.
-¿Sabe dónde puedo conseguir mucho vino? ¿Podría acompañarme?... es una noche que aun la luna ni siquiera ha cantado las notas de bienvenida, una noche que aun comienza, una noche de diversión, sí vino, para beber, del bueno, del caro, pagaré si es necesario, le pagaré a usted si me acompaña y no hablo de pocas monedas.
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Mensaje por Emmanuelle Seberg Lun Mayo 02, 2011 6:31 pm

Que nadie me pregunte por qué, pero aquellos caballeros empezaron a descuartizar el cuerpo. Y a mí se me nubló la vista con sólo ver las vísceras. Así que, giré el rostro de inmediato, para ignorar al cadáver descuartizado. Disimula... pensé, finge que es normal lo que están haciendo. Pero sentí que mi mente no podía engañar a mi cuerpo, porque una tremenda arcada se posó a expensas de salir, justo en mi garganta ¿Cuánto tiempo podría retenerla?
No pude marcharme. De primeras porque ella frenó mi huida, con ayuda del bastón. De segundas, porque las piernas no llegaron a reaccionarme.
Agarré con más fuerza la pistola, preparándome no se muy bien para qué. Pero presentí que la noche terminaría torciéndose del todo, a pesar de ser terrible llegados a este momento. Cuando crees que las cosas no pueden ir a peor, el destino te sorprende con un golpe de revés. Él siempre tan preciso, rompiéndote la mandíbula. ¿Y por qué lo pensé? ¡Pues porque consideré una amenaza, lo que dijo! Dude que alguien llorase por mí, pues quizás fuese igualmente escoria, como el vagabundo. Pero no era tan depravada como ellos. Entonces me pregunté quién lloraría por ella.

-Perdonad. Creo que no lo he oído bien ¿Habéis dicho vino? - reconozco que en mí, cundió el pánico, cuando la sangre se acercó a mis pies. Tan nerviosa me puse, que esta me hizo resbalar, perdiendo el equilibrio que no encontré en la pared, apretando por error el gatillo. Y la bala salió disparada con un silbido, igual que un relámpago, chocándose contra una tubería, rebotando, yendo a parar contra el contenedor metálico, rebotando una segunda vez, incrustándose contra uno de los pies del cadáver, separado del cuerpo. Una de las pocas extremidades que les faltaba por meter dentro del basurero. Muerto y rematado ¿De qué demonios estaban hechas las balas? ¡Dios mío! Y qué puntería...

Me quedé en silencio, con la respiración contenida. Mala suerte hay que tener... -No os asustéis - No... la que está asustada eres tú, estúpida, me dije a mí misma -Sólo la llevo, en caso de emergencia - esperé que no sospechara nada. Y como si fuese un objeto, totalmente inofensivo, lo guardé en uno de mis bolsillos, quitándole importancia. Pero para mí, era un seguro de vida. Antes me dio la razón, considerando las calles todo un peligro y no un campo de mariposas ¡No era tan raro, llevar una arma encima! -La sangre es lo que tiene... - murmuré medio ida, limpiándome las manos en el vestido, hecho un desastre quedó, y levantándome del suelo -...que resbala... - a esa conclusión llegué aquella noche, pues nunca antes me resbalé por ella, ¡pues nunca antes tuve contacto con dicha! Y supe que tendría que ayudarla. Pues ya dije, que no era bueno llevarle la contraria a un loco...
Metí la mano en el otro bolsillo de mi vestido, sin quitarle la mirada -Sólo es un papel - articulé mostrándoselo No tenía más pistolas. Era la dirección del local a donde me dirigía, antes de que todo sucediera -¿Conocéis el lugar? - le di el papel, sin tocarla. Me ponía los pelos de punta -Puede que allí encontréis vino u otra derivado, que se asemeje a vuestros gustos - soné educada. No quería más problemas -Y no necesito que me paguéis por acompañaros, pues yo misma me dirigía a ese local, hace escasos minutos - titubeé sin saber si aceptaría, dando un par de pasos discretos hacia delante ¿Y el cadáver? No lo mires... Mejor si está en el contenedor. La última vez que lo vi entero, olía horrible y su aspecto era peor.
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Mensaje por Dana Luminita Vie Mayo 27, 2011 2:03 pm

Todo está terminado y la carrera continua, solo hay que poner el equipo en marcha y seguir. Solo sé que entre esas ropas de telas que no conozco, no parecen muy finas, pero sé ven de una calidad interesante entre aquellos ornamentos se encuentra el plomo. Me gusta cómo suena su corazón en cualquier momento sale de su pecho y se pone a bailar tap frenéticamente. Mi sonrisa se mantiene en su lugar, llena de maquillaje que mal hecho se presume. Nadie lloraría por mí si desaparezco. Aunque pensándolo mejor, mi padre, su creación maravillosa que presume estaría destruida. Me pregunto si el lloraría si muerto, hace tanto tiempo que no lo veo que a veces creo que su rostro se desvanece igual que las hojas de otoño.
-Si mujer... dije vino... –En ese momento el sonido de la bala me perfora los oídos, y una risa demencial brota de mi pecho por todo el espectáculo erróneo que sucede en ese instante, delirante y súper divertido. No respondo, es difícil que Luminita se asuste tan fácilmente. Esto solo es un espectáculo de una noche vagabunda y me la paso bien, solo asiento con dejar mi sonrisa y levanto un poco el sombrero de copa. –Debe tener cuidado, no se le vaya a salir un disparo – vuelvo a reír sin dejar mi porte de catrín apoyándome en el bastón de ébano y mirándola con detenimiento, sin ningún gesto y escuchando, alimentándome de esos nerviosismos.

La tomo con una mano para detenerla, con una fuerza impecable, solo para que no caiga al suelo, dejando el peculiar aromas a orquídeas con frutos boscosos y esos toques almendrados que tiene mi presencia. Encantador para mucho pero para otros más sensibles simplemente repulsivo, no me importa, solo sonrío mirando a los ojos, queriendo ver más allá de su cabeza, de esos iris que pudiese manipular si yo deseo, pero no tengo muchos ánimos de jugar ahora, solo quiero un poco de vino, más adelante empezaremos los juegos, hay que pensar bien las estrategias antes de mover las fichas. La suelto delicadamente hasta que esta no resbale con la escarlatina sustancia en el suelo.

Sigo sus manos pero no hasta donde está el arma. Pero no es ahí donde está el plomo sino que saca del bolsillo un papel, tomo el papel que miro con mis ojos celestes. Luego le enseño el papel a una de las torres a mis espaldas que hace un asentimiento y tose afirmando que conoce aquel lugar.
-No, ese lugar... no lo conozco... pero podríamos llegar a unos pasos, si nos perdemos en esta noche... tal vez encontremos el destino detrás de aquellas paredes y luego se sumerjan los mares de la miseria en ese vino barato... o caro... no importa ya...

Le devuelvo el papelillo y le pongo el brazo como si fuese un caballero y caminemos juntas en los callejones obscuros. Y la torre más alta nos señala el camino a unos pasos está el destino, un edificio antiguo de piedra, donde la puerta presume el número ocho desdibujado en color cobre. No había nadie a fuera, pero olía a vicio, y debajo de la puerta se veían sombras y salía humo de tabaco, también podía escuchar varias voces que nacían del interior. Me detuve en la puerta y esperé un momento.
-Este es el lugar... veamos qué es lo que nos ofrece...
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