Noche sin Clientes +18 [Adam DuPont]

Mordió con fuerza su clítoris al escucharla hablar. ¿Sabeis lo mucho que eso le gustaba, no? Entonces sabreis porque puso más énfasis en hundir la lengua hasta el fondo cuando le habló de aquella manera. Le encantaban las chicas sinceras, pero claro, no todas podían decir en voz alta lo que ella acababa de confirmarle. ¿Volverse adicta a él? Solo por el simple echo de recordar esa frase en su mente ya podía notar su miembro palpitar erecto junto a la espalda de la chica. Y por otra parte no le cabía la menor duda en cuanto a que le estaba gustando lo que le hacía, algo muy importante para Adam. Complacerla significaba también complacerse así mismo pues cuan más contenta estuviera ella más te haría disfrutar. Lo había comprobado varias veces. E independientemente ¿para que era aquel acto sino para disfrutar el uno del otro? cuando uno de los dos rompía eso la cosa no funcionaba. No había algo que odiara más Adam -sexualmente hablando- que quedar a su pareja o él mismo insatisfecho.

Así pues, tras unas cuantas lamidas se separó. Sus dientes volvieron hacia el clítoris antes de abrir los ojos, parecía que este fuese como un himan para él. O tal vez lo que resultaba un iman era el echo de que supiese lo mucho que le agradaba ser tocada en ese lugar. Pequeño pero con una función muy grande para la estimulación del cuerpo entero. No dejaba de alabar el cuerpo femenino y los puntos erógenos que tenía. Si bien encontraba el suyo algo simple al tener un único punto de estimulación o, bueno, varios pero concentrados en una misma zona erógena.

La miró ahora si ya abriendo los ojos y dejando que los dedos la estimularan durante un rato sustituyendo a su boca. De poder hablar mientras la lamía lo habría echo, pero, por desagracia, no había adquirido todavía esa capacidad. - ¿Así que te gusta eh? - sonrió ladino y ligeramente malicioso, en ese tipo de situación ambas sonrisas iban cogidas de la mano. Cosa que no podía aplicarse siempre pues muchas veces no podía verse lo que escondía Adam tras una sonrisa. Podía ser todo o nada y solo él lo sabía. Y por ende solo dejaba que los demás la interpretaran a su gusto. De esa manera podía conocer un poco lo que los otros querían de él. - ¿Y qué tal esto? - tras pellizcar un par de veces el clítoris tres dedos se introdujeron por su orificio principal, sin dejar de atender el secundario que venía siendo el ano. El ano que estaba siendo penetrado, todavía, por un dedo. Ella movía sus caderas ansiosa pero él procuraba no acelerar el movimiento, haciendolo así algo más tortuoso. Ya estaba empezando a ver de lo que era capaz y le gustaba explorar más sobre ella. No solo en lo referente a su cuerpo sino también hasta dónde era capaz de llegar. Qué era lo que podía salir por esa boca adornada con esos labios tan apetecibles. Solo de pensar en ellos ya le dieron ganas de besarlos.

Sus dedos, tanto los que la penetraban por delante como por detrás, se movieron de manera acompasada y por ende lentamente. Mientras tanto, la lengua fue por si sola hasta el punto principal de su atención y que tanto le había gustado lamer antes. El botón que volvió a morder y a lamer. Se podía decir que la estaba estimulando por tres lugares al mismo tiempo ¿se sentía..poderoso? tal vez, pero no un tipo malo de poder, sino el poder necesario como para hacerla gemir, gritar y correrse. Una clase de poder sexual de la que se sentía muy satisfecho, sobretodo, en momentos como aquellos en los que su único objetivo era hacer correr a su acompañante.

Y no era lo único. Paró, completamente, sus movimientos. Sacó los dedos de ambas partes y poco a poco su cuerpo se fué separando del ajeno. Lentamente dejando que la espalda de ella se deslizara por él hasta que quedaron en la posición inicial. Él entre medio de sus piernas abiertas. La posición más común que podría darse en el sexo. Se inclinó y no se lo pensó dos veces antes de besar sus labios. Lo había deseado instantes antes y ahora ya lo tenía. Los besó con fuerza y la pasión propia del momento mientras sus manos se centraban en las caderas ajenas. Haciendole al mismo tiempo saber cual era su sabor, traspasandole saliva. ¿Extraño? Puede, pero tampoco dudaba que le gustara y, en el caso de que no fuera así, se lo haría saber sin ningún problema. Todo era cuestión de explorar y aventurarse. Al separarse, milímetros, sus respiraciones se fusionaron. - Ya estás libre preciosa, de nuevo - susurró con una ligera sonrisa para después volver a besarla. ¿Qué quería decirle con ello? Muy simple, que ahora era su turno. Ahora podía hacer lo que ella quisiera con su cuerpo y no iba a impedirselo. ¿Quería montarle? Que le montara ¿"Castigarle"? Que le castigara. No hacía falta que se lo dijera con palabras. Estaba claro que si no hacía más que besarla era porque no iba hacerlo o sino ya estaría puesta como él quisiera.

Viajó desde sus labios hasta su cuello y volvió a morderlo, como ya había echo antes. Se le notaba tal vez algo ansioso, sí. Había disfrutado con su sexo pero los labios y el cuello eran un punto débil para él, no solo en su propio cuerpo sino también en el de los demás. Le encantaba marcar y que le marcaran. Lamer, succionar, morder, besar. Nada de eso se quedaba sin hacer en una buena noche. E incluso aunque fuese un polvo rápido. Ahora lo único que faltaba era que ambos estuviesen sin ropa alguna, ropa que, ciertamente, le molestaba al intentar tocarla. Pero claro, ahora no era su turno y solo ella podía decidir lo que hacer.

Ah..el cuerpo de Magnolia estaba empezando a volverlo loco. Y acababa de darle rienda suelta para que, al igual que había echo él anteriormente, ahora hiciese con su cuerpo lo que le diera la real gana. Solo de pensarlo ya podía notar que su miembro se hinchaba todavía más bajo la ropa interior que todavía puesta. Y menos mal que se había quitado los pantalones porque, aunque fuese una prenda holgada, el simple echo de tenerlo cubierto ya era todo un suplicio para él ¡Qué bien lo tenían las mujeres! Por lo menos, en ese aspecto. Su sexo era mucho más..fácil de manejar que no el masculino. Si se excitaban, no había forma de saberlo. Y los momentos vergonzosos que había pasado en la pubertad, cuando todavía era un mocoso de doce años con sus erecciones en momentos inoportunos se las habría evitado, eso desdeluego. Pero, por otras partes, el cuerpo de la mujer era bien complicado y eso lo sabía. A él, concretamente, le fascinaba.

Y en ese momento estaba fascinado por el cuerpo que se erguía frente a él. El de esa mujer que le estaba poniendo sumamente cachondo ¡Tan caliente que podría quemarla si le tocaba! De no ser, porque ella estaba tan caliente como él y de eso él se sentía bastante orgulloso. Que la excitación fuese mutua no siempre pasaba y lo sabía, porque alguna vez le había ocurrido. Sin embargo, ya se había encargado de que esas veces no volvieran a repetirse ¿Por qué? Simple, porque no solo lo pasaba mal él sino también su acompañante. Si no se calentaba tanto era señal de que algo estaba haciendo mal. Y precisamente hacer mal las cosas no iba con él. No después de tantas experiencias. ¡Y por Dios! Que con Magnolia lo había echo de maravilla, tanto como ella. Desde el primer momento en que la había visto allí sentada, abatida, había visto algo especial en ella. Algo que además sumo su preciosidad cuando se acercó y pudo contemplarla mejor. Y de lo que más se alegraba esque le había quitado esa expresión triste de su rostro. Que la había echo sentise deseada por esa noche y por las venideras.

Se relamió en cuanto la tuvo encima, se le había pasado todo demasiado rápido debia admitir porque le hubiese encantado que le diera algunas atencioncillas más a su sexo. El cual, después de ser liberado palpitaba deseoso por su boca. Y por sus otros agujeros. Agujeros que ella misma le dió a probar ¡Demonios! Era una dificil elección. Sin embargo, su mente todavía podía pensar aunque, dicho bruscamente, mandara más su pene en ese momento. De manera algo más suave, se diría que era el "cuerpo" el que guiaba a la mente, superandola. Pero ¿por qué iba a hablarse así mismo de manera delicada? ¡Nisiquiera frente a otros! Y menos en momentos como esos.

Sus manos se posaron en las caderas de ella, de manera suave. Extremadamente suave. - Me lo pones dificil ¿eh? - sonrió socarron al mismo tiempo que sus manos inciaban un suave vaivén que acariciaba toda la parte de su perfil y bajando hasta sus muslos. Tenía que hacer un tremendo esfuerzo para no hacerle notar la manera en que le estaban temblando las manos de puro deseo. Y no solo las manos, el cuerpo entero le temblaba. Se relamió varias veces los labios simplemente, contemplandola, por puro placer de exasperarla hasta llevarla al límite como había echo. ¡Ah! Interiormente se estaba tirando de los pelos porque ella no era la única en exasperarse, por Dios que él estaba demasiado ansioso por poseerla. Y con ese mismo pensamiento y en cuestión de segundos, visto y no visto, apretó sus manos en la cintura y se la clavó hasta el fondo. Soltó un gruñido acompañado de un gemido en el mismo instante en el que su glande entró por ese agujero tan estrecho que era el ano, el último que le había ofrecido ¿Por qué cambiarlo si, de todas maneras, pensaba provarlos todos? Ella misma se lo había puesto en bandeja. Solo tuvo que empujarla y subir él las caderas, nisiquiera demasiado para llegar hasta el puto fondo. La hubiese atravesado de no ser porque era físicamente imposible.

- Dios..creo que voy a correrme.. - le clavó las uñas en el trasero y jadeó con un gemido mientras echaba su cabeza hacia detrás, apoyando la nuca sobre el respaldo del sofa. Por un segundo cerró los ojos y se dedico a concentrarse unicamente en la parte de su cuerpo que estaba unida. En la manera en la que palpitaban ambos por la brusca intrusión y tan brusca. Hasta le había echo gemir esas palabras. Claro que, solo habían sido palabras. Porque no pensaba correrse tan pronto, no hasta que disfrutara lo suficiente de ese agujero. Aunque, realmente, podría correrse una y otra vez sin salir de allí y luego continuar en los demás. Nada se lo impedía. La noche era joven y toda suya.

Se mordió el labio, volviendo a la realidad y, por consiguiente, alzando el rostro para mirarla. Para ver esos ojos y esos labios. Ese todo que lo había encendido desde el primer momento. - Ven aquí.. - susurré, de un empujón en mi cadera -sin haber salido de ella- tirando su cuerpo contra el mio y así, sin necesidad de moverme, besando sus labios de una manera fiera y apasionada al mismo tiempo. Me la comí, en todos los sentidos. Con los ojos, con los labios y con el resto del cuerpo. Ella era mía, completamente mía y yo era suyo. Completamente suyo.

El orgasmo no tardó en llegar. El orgasmo de Magnolia claro porque, aunque gracias a eso Adam se sintió realmente a punto de correrse, aguantó ¡Como un valiente! Figuradamente hablando por qué aquello no podía distar más de la valentía. La situación, no tenía nada que ver con eso. Sin embargo, se sintió orgulloso de haberla echo correrse con su penetración. Siempre era muy satisfactorio para él comprobar que la compañía que tenía disfrutaba, tanto o más que él. Eso no le importaba. Como siempre, iba buscando satisfacción ajena. Satisfacción que, por experiencia, sabía que luego iban a devolvérsela con creces ¡Eso era lo mejor! Estaba disfrutando como un poseso con esa mujer, le hacía ponerse completamente cachondo solo con sus palabras [Y cabe decir, que no todas las mujeres eran habladoras]. Habitualmente, solía ser él el que intentaba caldear el ambiente con ese estilo. Y por eso, le gustaba esa mujer. Porque ambos eran puro fuego, puro sexo y lujuria. Acostarse con alguien así le resultaba realmente increíble. Y, posiblemente, nunca se cansaría.

Sintió como las paredes de su trasero lo estrechaban en su interior en medio de la corrida y cuando empezó a moverse vio las "estrellas". Aunque le tenía bien agarrado ella se la sacaba y metía, zarandeándola en su interior. Adam agarró sus nalgas, abriéndoselas para facilitar la penetración al mismo tiempo que hacía un vago intento de mover también sus caderas. En esa posición, mientras todavía estaba mínimamente cuerdo, le gustaba que fuese la mujer la que tomara el control. Que decidiera cuando penetrarse y cuando parar. Que decidiera el tipo de movimientos que hacer.

Mantuvo la boca entreabierta sin darse cuenta hasta que los labios se le secaron y tuvo que relamerse. Tragando al mismo tiempo que respiraba profundamente y cerraba la boca. ¡Debo verme como un imbécil! pensó en ese momento y ella debía de estar también muy orgullosa de lo que le provocaba. - Y tú a mi me encantas.. - susurró como respuesta a su "me vuelves loca" ¡Y ella a él también! pero hubiese sido demasiado aburrido contestarle lo mismo. Enterró su cabeza en el pecho ajeno, cosa que ella misma le facilitaba al "aplastarle" contra ella. Cosa a la que obviamente no se negó. Solo se separó lo suficiente como para agarrar uno de sus pezones entre los dientes y empezar a jugar con él. Mordiéndolo, chupándolo, bordeándolo con la lengua, mamándolo, succionándolo y muchas otras cosas que podían hacerse en un momento tan caliente como ese.

Sus genitales, por otra parte, se movían de manera circular mientras ella salía y entraba. Las manos de Adam se mantenían bien agarradas a su trasero, asegurándose de que iba ascendiendo y descendiendo bien. Procurando no salir de ella en ningún momento. Si algo quería era tenerla bien a dentro.

Con cada movimiento el frenesí aumentaba tanto en él como en ella y las penetraciones fueron más rápidas, más profundas y constantes. Adam estaba completamente sudado y por cada movimiento brusco él mordía con más fuerza los senos de ella, dejándola posiblemente marcas por doquier. Estaba realmente a punto. A punto de vaciarse en ella y tenía que tomar el control. Sus caderas fueron las primeras en avisarla de que no le faltaba mucho y de que ahora sería él el que mandara. Mientras sus manos se enterraban en las caderas de ella haciéndola subir y bajar imparablemente su cabeza fue directo al cuello de ella. Apoyó sus labios en ese lugar, respirando agitadamente. - Voy a correrme...voy a correrme.. - anunció entre jadeo y jadeo, entre subida y bajada. Los pechos de ella se bamboleaban de arriba a abajo rozándose con él y ya no podía pensar en nada más. Solo en su verga y en la manera que entraba y salía del ano de la mujer.

Cuando llegó el orgasmo fue intenso y largo, realmente largo. La penetró en profundidad hasta que su glande casi pudo tocar el punto álgido de ella. Se aferró a su espalda, abrazándola y su cabeza quedó apoyada contra su pecho. El semen salió durante más de cinco segundos y teniendo en cuenta lo que solían durar las corridas de un hombre, aquello era mucho semen. ¡Solo habían empezado la noche! Y había sido un orgasmo increíble. Su cuerpo se contrajo de la misma manera que lo hizo ella la vez anterior. No podía hablar ni moverse, no podría durante un par de minutos. Respiraba de manera muy agitada sobre el pecho de su compañera y, la realidad, era que en ese momento estaba completamente a su merced.

La sonrisa pícara de Magnolia nada bueno le aventuraba a Adam que, en ese momento, le costaba una vida mover su cuerpo. Por cada respiración, por cada gramo de oxígeno que le entraba en los pulmones se recuperaba pero ella ya había tenido su momento instantes antes. Ella ya estaba bien de nuevo por lo que su ritmo no podía no compararse. Su espalda chocó contra el respaldo del sofá cuando ella lo empujó y sus manos se aferraron a las nalgas femeninas mientras se dejaba hacer por completo. Beso en los labios. Mordida en el cuello. Él por su parte jadeaba contra su oído aprovechando la proximidad y que, obviamente, ambos estaban completamente excitados. Su miembro no llegó a ponerse flácido tras la corrida. El simple echo de sentir las paredes de su trasero apretar su masculinidad ya le hacía imposible dejar de estar duro y posiblemente a ella le pasaba lo mismo ¿Qué mujer se enfriaría teniendo semejante cosa "clavada"? Obviamente, tenía que ser como un tempano de hielo para no sentir esa unión que en ese instante formaban. Unión que ella decidió acabar con un sutil movimiento de cadera. Al quedar libre el miembro dio un pequeño respingo, curiosamente, como si protestara por que lo hubiese liberado. Era tan masoquista como su "dueño". Por su parte, Adam le apretó las manos que tenía en las nalgas, si cabe, aprisionando ligeramente la carne. Clavando las uñas, intencionadamente por supuesto. Nada de lo que hacían ocurría sin más, todo tenía un motivo. Dejó caer la cabeza mientras sus ojos la observaban contornearse de esa manera tan provocativa frente a él. Le entraron ganas de lamerle los pezones y en cuanto volvió a acercarse no perdió la oportunidad. Unos breves segundos que aprovechó hasta que descendió a su entrepierna ¡Qué tentación! Ya solo con su aliento sentía que revivía. Como si fuese un robot y ella la electricidad que en ese momento necesitaba para funcionar.

Con algo de brusquedad una de sus manos fue a parar hasta el cabello de ella, aprisionando y tirando hasta hacerla alzar a su altura. Hasta que hubo besado de nuevo esos labios. Sin embargo, no la soltó. Le gustaba sentir que podía manejarla y que al contrario de lo que había pensado no resultaba estar tanto a su merced. Aunque si ella supiera como le hacía sentir por dentro.. - ¿Para qué preguntas cosas tan obvias? - musitó labio contra labio, rozándose mientras hablaba porque no estaba dispuesto a alejarse más de dos milímetros de su piel. Sentía que si se alejaba su cuerpo se quedaría completamente frío. Y no estaba dispuesto a permitir que pasara eso. Tras tomar sus labios rudamente, de nuevo, estiró su pelo hasta volver a separarla y lentamente fue tumbando su cuerpo. Arrastró el de ella sobre el suyo y la hizo colocar a horcajadas. Una posición absolutamente perfecta para penetrarla, de echo, su miembro ya estaba empapándose de nuevo con la humedad de la vagina. La cual se amoldaba por completo al erecto miembro. Sus caderas se movieron por puro instinto con el único fin de frotarse. La indecisión ahora estaba en si penetrarla o esperar. Tenía tantas ganas..pero también se le antojaba otra cosa. - Qué fácil sería volver a tomarte.. - susurró contra sus labios, de los cuales todavía no se había alejado mientras los mantenía ocupados con suaves pero largos mordiscos o caricias. Y su mano tampoco había dejado en paz al pelo, tironeándolo de vez en cuando - Pero..quier otra cosa.. - esos labios viajaron hasta su oído, dejando un rastro de saliva por el rostro femenino. - Sigue con lo de antes, sobre mi. Ponte en cuatro - dijo más como una orden que otra cosa. Había muchas facetas en Adam. La del chico bueno. La del chico gracioso. La del chico complaciente. La del chico pervertido. Y, sin embargo, Magnolia estaba viendo una que solo podía salir con determinadas personas. Una que empleaba en el sexo no demasiadas veces. En la que era totalmente sincero porque cuando tenía ganas follar, follaba. Y cuando tenía ganas de ordenar, ordenaba.

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