AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
3 participantes
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
A penas quedaba un día para el viaje que había pactado con Vincenzo. Andaba de un lado a otro en mi casa esperando a que cayera el sol una noche más, inquieta. Había rehuido cualquier encuentro fortuito con el joven, y aun no entendía el por qué. Le echaba de menos en lo más profundo de mi corazón, y su rostro dormitando entre mis caricias perduraba en mi mente, pero había adoptado la responsabilidad de su seguridad y a pesar de sus ruegos, no podía evitar pensar que mi presencia en su vida era lo más perjudicial para él. Quizá Vincenzo no se acordaba del viaje. Quizá ni siquiera había dicho enserio lo de llevarme a Egipto, pero él no comprendía hasta que punto yo deseaba que me llevara. Claro que podía trasladarme por mis propios medios a África, a pie. Había sido una idea tentadora desde que había dejado mi ciudad natal, pero pensando en lo difícil que sería haber ocultado mi condición país por país había desechado la idea. Solo por volver a ver las pirámides que mi pueblo había construido habría sacrificado miles de almas, pero Vincenzo... Vincenzo era un tema a parte. Me había calado en lo más profundo de mi muerto ser.
Me sonrojé al recordar los besos que habíamos compartido, extasiados, semanas atrás y cómo por mis tonterías lo había estropeado todo. Alejé la mente de lo que hice después. Nunca volvería a probar la sangre de Vincenzo, por mucho que lo deseara. Si el se ponía en peligro de nuevo prefería morir mil veces antes que atacarle. No queriá leer de nuevo el miedo en sus ojos.
Sentí que mis músculos recuperaban la energía habitual y supe que el sol había tocado fondo en las montañas. La noche volvía a caer y me liberaba de mi encierro. Cazé por precaución antes de plantarme en la puerta del joven, pero nada más llegar supe que él no se encontraba en el interior de la casa. Podía sentir a Katrina jugando con unas sábanas en el piso de arriba y varias criadas de aquí para allá cerrando las puertas. Me pregunté donde se podía haber metido. Me recoloqué el pelo ondulado debajo de la capucha y me dirigí hacia el puerto. Mientras llegaba allí me di cuenta de que había más actividad de lo normal en el muelle y en la zona de la playa. Agudicé el oido y pude oir varias conversaciones en las fogatas de la arena. Al parecer se habían sucedido robos durante varias semanas en los barcos mercantes extrangeros, y los marineros no estaban seguros de que sus tesoros se libraran de hurtos.
Paseé por el muelle utilizando mi don para detectar quién había dentro de ellos, y al final de éste di con Vincenzo. Estaba solo en los camarotes de una inmensa nave que me dejó sin aliento. Podía estar muy orgulloso de su barco, pues era el más bonito de todos los que estaban apostados en el puerto. Me dispuse a entrar, pero unos chicos que charlaban en una hogera cercana se levantaron como impulsados por un resorte y se pusieron frente a mi antes de poner un pie en las tablas que unían el barco con el muelle. Entorné los ojos.
-Lo siento, no puede subir al barco, el capitán ha dado órdenes expresas para que nadie le moleste - comentó un chico con una sonrisa impertinente, mirándome de arriba abajo a pesar de que llevaba la capa sobre el vestido.
-La que lo siente soy yo, puesto que necesito verle y voy a hacerlo tanto si os gusta como si no- comenté con voz tranquila, pero noté el desconcierto en las caras de los marineros. Avancé de nuevo hasta que el hombre más alto de ellos volvió a ponerse frente a mi. Sentí el impulso de empujarle al agua, pero lo refrené porque no era creible que una humana normal tuviera fuerza suficiente como para mover a semejante ser un centímetro siquiera. Me paré dando un suspiro y esperé a que dijera algo.
-No puede pasar- repitió con voz molesta, y esperó a que sus compañeros se situasen a su lado para apoyarle. Observé a los marineros con expresión aburrida y avancé hacia ellos, pero cuando dos de ellos se abalanzaron sobre mi para pararme, perdí la paciencia. Con un movimiento ágil, me situé a sus espaldas y tomando un cuchillo que llevaba uno de ellos en el cinturón, retuve a uno con el arma apuntando a su cuello.
-No volváis a hacer eso, nunca más - musité entre dientes. Después me dirigí al más joven de los presentes que me miraba entre temeroso y admirado-. Vos. ¿Tendríais la amabilidada de ir a buscar al capitán y decirle que tiene visita? Estoy segura de que no le gustaría perder a uno de sus hombres en estos días que corren.
No necesité repetir la pregunta. El chico se abrió paso entre sus compañeros y corrió hasta el barco. Los demás me miraban, algunos sonriendo y otros visiblemente molestos con mi acción. El joven que tenía sujeto por los brazos y apuntado en el cuello con el cuchillo ni siquiera intentó zafarse. Todos aguardamos en un tenso silencio hasta que algunos marineros comenzaron a hacer bromas con el rehén.
-Pero ¿cómo te has dejado atrapar por una dama Tristán? Vaya pirata estás hecho...- soltaban algunos. Bufé mientras aguardaba algún movimiento en cubierta. Los minutos se me hicieron eternos.
Me sonrojé al recordar los besos que habíamos compartido, extasiados, semanas atrás y cómo por mis tonterías lo había estropeado todo. Alejé la mente de lo que hice después. Nunca volvería a probar la sangre de Vincenzo, por mucho que lo deseara. Si el se ponía en peligro de nuevo prefería morir mil veces antes que atacarle. No queriá leer de nuevo el miedo en sus ojos.
Sentí que mis músculos recuperaban la energía habitual y supe que el sol había tocado fondo en las montañas. La noche volvía a caer y me liberaba de mi encierro. Cazé por precaución antes de plantarme en la puerta del joven, pero nada más llegar supe que él no se encontraba en el interior de la casa. Podía sentir a Katrina jugando con unas sábanas en el piso de arriba y varias criadas de aquí para allá cerrando las puertas. Me pregunté donde se podía haber metido. Me recoloqué el pelo ondulado debajo de la capucha y me dirigí hacia el puerto. Mientras llegaba allí me di cuenta de que había más actividad de lo normal en el muelle y en la zona de la playa. Agudicé el oido y pude oir varias conversaciones en las fogatas de la arena. Al parecer se habían sucedido robos durante varias semanas en los barcos mercantes extrangeros, y los marineros no estaban seguros de que sus tesoros se libraran de hurtos.
Paseé por el muelle utilizando mi don para detectar quién había dentro de ellos, y al final de éste di con Vincenzo. Estaba solo en los camarotes de una inmensa nave que me dejó sin aliento. Podía estar muy orgulloso de su barco, pues era el más bonito de todos los que estaban apostados en el puerto. Me dispuse a entrar, pero unos chicos que charlaban en una hogera cercana se levantaron como impulsados por un resorte y se pusieron frente a mi antes de poner un pie en las tablas que unían el barco con el muelle. Entorné los ojos.
-Lo siento, no puede subir al barco, el capitán ha dado órdenes expresas para que nadie le moleste - comentó un chico con una sonrisa impertinente, mirándome de arriba abajo a pesar de que llevaba la capa sobre el vestido.
-La que lo siente soy yo, puesto que necesito verle y voy a hacerlo tanto si os gusta como si no- comenté con voz tranquila, pero noté el desconcierto en las caras de los marineros. Avancé de nuevo hasta que el hombre más alto de ellos volvió a ponerse frente a mi. Sentí el impulso de empujarle al agua, pero lo refrené porque no era creible que una humana normal tuviera fuerza suficiente como para mover a semejante ser un centímetro siquiera. Me paré dando un suspiro y esperé a que dijera algo.
-No puede pasar- repitió con voz molesta, y esperó a que sus compañeros se situasen a su lado para apoyarle. Observé a los marineros con expresión aburrida y avancé hacia ellos, pero cuando dos de ellos se abalanzaron sobre mi para pararme, perdí la paciencia. Con un movimiento ágil, me situé a sus espaldas y tomando un cuchillo que llevaba uno de ellos en el cinturón, retuve a uno con el arma apuntando a su cuello.
-No volváis a hacer eso, nunca más - musité entre dientes. Después me dirigí al más joven de los presentes que me miraba entre temeroso y admirado-. Vos. ¿Tendríais la amabilidada de ir a buscar al capitán y decirle que tiene visita? Estoy segura de que no le gustaría perder a uno de sus hombres en estos días que corren.
No necesité repetir la pregunta. El chico se abrió paso entre sus compañeros y corrió hasta el barco. Los demás me miraban, algunos sonriendo y otros visiblemente molestos con mi acción. El joven que tenía sujeto por los brazos y apuntado en el cuello con el cuchillo ni siquiera intentó zafarse. Todos aguardamos en un tenso silencio hasta que algunos marineros comenzaron a hacer bromas con el rehén.
-Pero ¿cómo te has dejado atrapar por una dama Tristán? Vaya pirata estás hecho...- soltaban algunos. Bufé mientras aguardaba algún movimiento en cubierta. Los minutos se me hicieron eternos.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Hacía dos noches que no había probado el delicioso placer del sueño. Estaba tan inmerso en los planes que ni siquiera mi vida misma respondía a mis actos. Si, comía, pero me encontraba tan absorto en los planos que en lugar de llevar la servilleta a mis labios tomaba un plano, gracias a dios que estaba en blanco..
La niña, no vendría con nosotros pues no me perdonaría el que ocurriese algo mientras viajásemos. Las había dejado bien en casa, tenían la finca y mi dinero a su disposición mientras yo estuviese ausente. Aquellos planes eran para mí algo parecido a un reto, pero con un final algo distinto.
Preparé los planos, mapas un baúl con mis pertenencias a las que mandé cargar y un pequeño arcón (1), con lo mas preciado que llevaba para ese viaje, portándolo yo mismo.
Había estado unas horas en el camarote revisando una última vez los mapas. Todo estaba estrictamente planeado. Había mandado hombres a viajar antes de lo previsto con dinero además de un mensajero en mi nombre. Toda medida era justa.
Decidimos embarcar en la noche, obviamente, recién caído el sol. La ida hacia Egipto sería larga, confeccioné pequeñas ventanas opacas para que la luz del sol no entrase en el camarote de Sheira, que obviamente era contiguo al mío. Oí demasiados murmullos en la cubierta, a lo que decidí salir, dejando los planos encima de la mesa.
- - Qué ocurre caballeros?
Mi dorpresa fue cuando ví de nuevo a Sheira, no supe como reaccionar.. ni siquiera ésta parte del viaje la había planeado, pues la mujer era totalmente impredecible.
Mis botas chocaron contra la madera crujiéndola bajo mis pies. Yo, provisto de un traje distinto a lo que la gente me solía ver, con una fina camisa que casi dejaba a trasluz mi piel, mostrando parte de mi pecho; pantalones y botas negras con remaches dorados, casi típicos de un pirata salido de una novela para mujeres.
Allí estaba la mujer, su espíritu de supervivencia dejaba mucho que desear. Tomaba el robusto cuerpo de uno de mis marineros con decisión, y… una daga?
- - Veo que habeis conocido a la mercancía mas preciada de este barco.. Baja las armas Pandora. Ordené.
Dije con un cierto retintín y una risa acorde con la de los marineros que bromeaban a costa de Tristan, el cual se le veía consternado por la ridiculización a la que estaba sometido. Me acerqué a los presentes con paso tranquilo, le quité a Sheira el cuchillo de sus manos y lo clavé con fuerza en la madera a modo de barandilla, mas tarde el dueño la tomaría.
- Bienvenida a mi barco. – Hice una reverencia a la mujer, y orgulloso, soplé al viento las palabras que daban nombre al barco. Bienvenida al “Hic Sunt Sirenae”, Pandora. Aquella palabra significaba “Aquí están las sirenas” y no me refería al sentido literal de la palabra, pues mis hombres eran varoniles y eso no se cuestionaba en mi barco.
Me había pillado de improvisto su reciente llegada, tan al filo del anochecer que me pareció un atrevimiento por su parte. Lo que me decía que esperaba este viaje tanto como yo.
Solté su mano justo cuando sus pies habían tocado al fin la madera de mi preciado barco. Una vez dentro, ordené a que soltasen amarras y comenzase el viaje, a lo que cada uno supo al instante su puesto en este barco. Izaban velas, ataban todos los cabos sueltos, llevaban los enseres de la mujer hacia su camarote, el oteador escalaba hasta su punto para hacer su trabajo de observar, todo mientras me dirigía con Sheira hacia el timón. Subí el pequeño tramo de escaleras, con ella tras de mí.
- - Espero que el viaje sea de su agrado, signora.. – Dije teatralmente, no esperando ninguna respuesta por su parte. Ya no sabía como reaccionaría, ella era y seguiría siendo Pandora, la mujer oculta tras su máscara impenetrable, la cual me pareció que abrió su corazón con aquellas páginas del poema, pero todo era absurdamente confuso..
(1) Pequeño arcón = tamaño de un portátil
PD.: I post largos *0*
PD2.: I you
La niña, no vendría con nosotros pues no me perdonaría el que ocurriese algo mientras viajásemos. Las había dejado bien en casa, tenían la finca y mi dinero a su disposición mientras yo estuviese ausente. Aquellos planes eran para mí algo parecido a un reto, pero con un final algo distinto.
Preparé los planos, mapas un baúl con mis pertenencias a las que mandé cargar y un pequeño arcón (1), con lo mas preciado que llevaba para ese viaje, portándolo yo mismo.
Había estado unas horas en el camarote revisando una última vez los mapas. Todo estaba estrictamente planeado. Había mandado hombres a viajar antes de lo previsto con dinero además de un mensajero en mi nombre. Toda medida era justa.
Decidimos embarcar en la noche, obviamente, recién caído el sol. La ida hacia Egipto sería larga, confeccioné pequeñas ventanas opacas para que la luz del sol no entrase en el camarote de Sheira, que obviamente era contiguo al mío. Oí demasiados murmullos en la cubierta, a lo que decidí salir, dejando los planos encima de la mesa.
- - Qué ocurre caballeros?
Mi dorpresa fue cuando ví de nuevo a Sheira, no supe como reaccionar.. ni siquiera ésta parte del viaje la había planeado, pues la mujer era totalmente impredecible.
Mis botas chocaron contra la madera crujiéndola bajo mis pies. Yo, provisto de un traje distinto a lo que la gente me solía ver, con una fina camisa que casi dejaba a trasluz mi piel, mostrando parte de mi pecho; pantalones y botas negras con remaches dorados, casi típicos de un pirata salido de una novela para mujeres.
Allí estaba la mujer, su espíritu de supervivencia dejaba mucho que desear. Tomaba el robusto cuerpo de uno de mis marineros con decisión, y… una daga?
- - Veo que habeis conocido a la mercancía mas preciada de este barco.. Baja las armas Pandora. Ordené.
Dije con un cierto retintín y una risa acorde con la de los marineros que bromeaban a costa de Tristan, el cual se le veía consternado por la ridiculización a la que estaba sometido. Me acerqué a los presentes con paso tranquilo, le quité a Sheira el cuchillo de sus manos y lo clavé con fuerza en la madera a modo de barandilla, mas tarde el dueño la tomaría.
- Bienvenida a mi barco. – Hice una reverencia a la mujer, y orgulloso, soplé al viento las palabras que daban nombre al barco. Bienvenida al “Hic Sunt Sirenae”, Pandora. Aquella palabra significaba “Aquí están las sirenas” y no me refería al sentido literal de la palabra, pues mis hombres eran varoniles y eso no se cuestionaba en mi barco.
Me había pillado de improvisto su reciente llegada, tan al filo del anochecer que me pareció un atrevimiento por su parte. Lo que me decía que esperaba este viaje tanto como yo.
Solté su mano justo cuando sus pies habían tocado al fin la madera de mi preciado barco. Una vez dentro, ordené a que soltasen amarras y comenzase el viaje, a lo que cada uno supo al instante su puesto en este barco. Izaban velas, ataban todos los cabos sueltos, llevaban los enseres de la mujer hacia su camarote, el oteador escalaba hasta su punto para hacer su trabajo de observar, todo mientras me dirigía con Sheira hacia el timón. Subí el pequeño tramo de escaleras, con ella tras de mí.
- - Espero que el viaje sea de su agrado, signora.. – Dije teatralmente, no esperando ninguna respuesta por su parte. Ya no sabía como reaccionaría, ella era y seguiría siendo Pandora, la mujer oculta tras su máscara impenetrable, la cual me pareció que abrió su corazón con aquellas páginas del poema, pero todo era absurdamente confuso..
(1) Pequeño arcón = tamaño de un portátil
PD.: I post largos *0*
PD2.: I you
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
La aparición de Vincenzo me había afectado más de lo que habría querido admitir. Estaba exhultante con la ropa que se había puesto y sus ojos le brillaban con emoción contenida. No se había olvidado del viaje. Estaba tan sorprendida que ni siquiera le recriminé el llamarme Pandora delante de toda la tripulación, e incluso a mi se me escapó una media sonrisa con sus comentarios. Cuando me aseguré de que había desaparecido de mi rostro retiré la capucha y miré a sus hombres evaluando cuantos enemigos me había ganado en aquellos minutos, pero todos miraban con admiración a Vincenzo. Agradecí en silencio el pasar desapercibida y me pregunté cómo sería el joven brujo en alta mar.
-Un barco precioso... aunque yo me esperaba algo más pequeño, ya sabes... como un bote - dije mordaz, y segundos más tarde oí la risa contenida de Vincenzo.
Tomé su mano para subir a cubierta y le seguí hasta el timón, desde donde pude ver cómo sus hombres apagaban apresuradamente la hogera del puerto y quitaban los amarres, alzaban las velas y las ponían contra el viento. Pasé las manos por los ribetes dorados que sobresalian de la madera del barco. No podía creer que aquello fuera real.
-Venía dispuesta a obligarte a llevarme a Egipto, incluso tenía un plan de soborno por valor de una mansión en las afueras de París - confesé sintiéndome un poco ridícula -. Creía que no cumplirías tu palabras después de todo.
Busqué su mirada y sentí cierta tensión en el cuerpo. Durante los días que no le había visto solo su imagen había ocupado mi cabeza, y teniéndole delante mis preocupaciones luchaban contra el deseo de volver a tenerle entre mis brazos. ¿Qué debía hacer? Esa era la pregunta sin respuesta que me torturaba desde que le había conocido y que me hacía bajar otra vez la mirada.
Sentí movimiento bajo mis pies, y cuando quise darme cuenta el barco se alejaba de la costa. Sentí cierto alivio al recordar al hermano de Vincenzo y comprender que lejos de París no podría hacerle daño... y menos estando yo allí. Ya había visto que sus hombres no eran muy competentes frente a mi, y frente a otro brujo... no quería pensar dónde terminarían la mayoría.
-Gracias- susurré inclinando levemente la cabeza y tomando de nuevo su mano para apretarla levemente.
-Un barco precioso... aunque yo me esperaba algo más pequeño, ya sabes... como un bote - dije mordaz, y segundos más tarde oí la risa contenida de Vincenzo.
Tomé su mano para subir a cubierta y le seguí hasta el timón, desde donde pude ver cómo sus hombres apagaban apresuradamente la hogera del puerto y quitaban los amarres, alzaban las velas y las ponían contra el viento. Pasé las manos por los ribetes dorados que sobresalian de la madera del barco. No podía creer que aquello fuera real.
-Venía dispuesta a obligarte a llevarme a Egipto, incluso tenía un plan de soborno por valor de una mansión en las afueras de París - confesé sintiéndome un poco ridícula -. Creía que no cumplirías tu palabras después de todo.
Busqué su mirada y sentí cierta tensión en el cuerpo. Durante los días que no le había visto solo su imagen había ocupado mi cabeza, y teniéndole delante mis preocupaciones luchaban contra el deseo de volver a tenerle entre mis brazos. ¿Qué debía hacer? Esa era la pregunta sin respuesta que me torturaba desde que le había conocido y que me hacía bajar otra vez la mirada.
Sentí movimiento bajo mis pies, y cuando quise darme cuenta el barco se alejaba de la costa. Sentí cierto alivio al recordar al hermano de Vincenzo y comprender que lejos de París no podría hacerle daño... y menos estando yo allí. Ya había visto que sus hombres no eran muy competentes frente a mi, y frente a otro brujo... no quería pensar dónde terminarían la mayoría.
-Gracias- susurré inclinando levemente la cabeza y tomando de nuevo su mano para apretarla levemente.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Aun así, la mujer se mostró ajena a mis provocaciones, llevándome a pensar que de verdad deseaba este viaje como ninguna otra cosa en el mundo.
Estreché la mano de la mujer, con cordialidad, intentando mostrarme como con cualquier otra persona, sin dejar entrever ningún sentimiento por mi parte, aunque aquello me doliese en el alma.
- - No tiene por qué darlas, se lo prometí y voy a cumplirlo, le doy mi palabra.
Yo era un hombre de palabra, aunque hubiese jurado arrojarme al mar tras el viaje, lo hubiese cumplido, pero para qué hacer juramentos estúpidos pudiendo estar con vida aunque desease morir?
Ordené al marinero mas antiguo de todos, mi mas fiel compañero en el mar que tomase el timón, el viaje nos llevaría a penas unos pocos días si no descansábamos, si el barco estuviese en constante movimiento y vigilancia. Aunque pensando en la necesidad de sangre de Sheira y mi necesidad de no perder a mis marineros por su irremediable sed, mejor tendríamos que hacer una parada en el puerto de Italia, el país que me vio nacer.
Caminé por la cubierta, con la escasa luz de la noche, salvo por un par de candiles y la luz de la luna. El camarote donde dormiría Sheira, en realidad el mío estaba siendo arreglado por mis hombres, tapando cualquier pequeña ventana o rendija con maderos para que no entrase el sol, alegando que la mujer tenía constantes jaquecas.
En cambio, ella se quedaría en mi camarote, podría aventurarme a dormir en la misma habitación de la mujer pero abrir la puerta al alba supondría un riesgo para ella, si entraba luz. No dormiría, estaría el día trabajando en mi barco, vigilando que todo estuviese en orden. Quizás me tomase la libertad de dormir al menos una hora, pero antes de que el sol saliese de nuevo, saldría de nuevo a faenar.
Caminé tranquilo, con mis manos tras la espalda, observando al gran Titán, que era como yo llamaba a mi barco cariñosamente.
Oteé el horizonte, ni un alma se veía a través de aquel oscuro panorama, como debía de ser. Me giré hacia la mujer, intentando buscar en mi memoria palabras que me fuesen de utilidad, y no ser un simple y rudo pirata, yo era algo distinto a aquellos antiguos personajes.
- En mi camarote, ahora suyo podrá disponer de cualquier cosa. Le dejé unos libros que adquirí en Francia, y otros países traducidos al Francés. No sabía sus gustos, hasta que supe su afición a la literatura, y a los poemas. – La miré de soslayo, intentando transmitirle aquella indirecta. Aquella noche antes de vernos de nuevo, aquel poema que había tenido en su memoria y que tan solo tuvo que decirme en qué pagina buscar aquello que quería saber, me emocionó, dejándome arrancar una sonrisa pese a lo que había ocurrido aquel día.
- - Deberás aguantar un par de días hasta que lleguemos a la costa Italiana. – Sabía que con aquellas simples palabras le daría a entender que no me haría gracia perder a alguno de mis marineros, y que como tal no quería ver de nuevo a aquella bestia reflejada en sus ojos de princesa. - Una vez allí nos proveeremos de mas enseres, y haremos un descanso. Tras ello volveremos a zarpar antes del amanecer.
Mi voz sonaba algo distante y eso era lo que mas me dolía en el alma, tan solo quería lo mejor para ella pero al parecer se negaba a darse una oportunidad a sí misma, asi… como pretendía yo que me la diese a mi?
Mi rostro dejó toda dureza y frialdad al soltar un suspiro. Sus ojos en la penumbra eran algo que deseaba mirar de cerca, sin miedo a que su desquiciante forma de ser saliese de nuevo a la luz. No quería que tuviese miedo de lo que pudiese sentir.
En silencio, la tomé de la mano, llevándola hasta una zona tranquila, en la penumbra de la noche. Allí se podía ver como el barco rompía el mar en dos a su paso. Quizás una metáfora de lo que nos estaba ocurriendo a ambos, pero realmente una vista fantástica con la única compañía de la brisa nocturna del mar. Mientras tanto, mis ojos se distrajeron embelesados por su cabello ondulado.
Estreché la mano de la mujer, con cordialidad, intentando mostrarme como con cualquier otra persona, sin dejar entrever ningún sentimiento por mi parte, aunque aquello me doliese en el alma.
- - No tiene por qué darlas, se lo prometí y voy a cumplirlo, le doy mi palabra.
Yo era un hombre de palabra, aunque hubiese jurado arrojarme al mar tras el viaje, lo hubiese cumplido, pero para qué hacer juramentos estúpidos pudiendo estar con vida aunque desease morir?
Ordené al marinero mas antiguo de todos, mi mas fiel compañero en el mar que tomase el timón, el viaje nos llevaría a penas unos pocos días si no descansábamos, si el barco estuviese en constante movimiento y vigilancia. Aunque pensando en la necesidad de sangre de Sheira y mi necesidad de no perder a mis marineros por su irremediable sed, mejor tendríamos que hacer una parada en el puerto de Italia, el país que me vio nacer.
Caminé por la cubierta, con la escasa luz de la noche, salvo por un par de candiles y la luz de la luna. El camarote donde dormiría Sheira, en realidad el mío estaba siendo arreglado por mis hombres, tapando cualquier pequeña ventana o rendija con maderos para que no entrase el sol, alegando que la mujer tenía constantes jaquecas.
En cambio, ella se quedaría en mi camarote, podría aventurarme a dormir en la misma habitación de la mujer pero abrir la puerta al alba supondría un riesgo para ella, si entraba luz. No dormiría, estaría el día trabajando en mi barco, vigilando que todo estuviese en orden. Quizás me tomase la libertad de dormir al menos una hora, pero antes de que el sol saliese de nuevo, saldría de nuevo a faenar.
Caminé tranquilo, con mis manos tras la espalda, observando al gran Titán, que era como yo llamaba a mi barco cariñosamente.
Oteé el horizonte, ni un alma se veía a través de aquel oscuro panorama, como debía de ser. Me giré hacia la mujer, intentando buscar en mi memoria palabras que me fuesen de utilidad, y no ser un simple y rudo pirata, yo era algo distinto a aquellos antiguos personajes.
- En mi camarote, ahora suyo podrá disponer de cualquier cosa. Le dejé unos libros que adquirí en Francia, y otros países traducidos al Francés. No sabía sus gustos, hasta que supe su afición a la literatura, y a los poemas. – La miré de soslayo, intentando transmitirle aquella indirecta. Aquella noche antes de vernos de nuevo, aquel poema que había tenido en su memoria y que tan solo tuvo que decirme en qué pagina buscar aquello que quería saber, me emocionó, dejándome arrancar una sonrisa pese a lo que había ocurrido aquel día.
- - Deberás aguantar un par de días hasta que lleguemos a la costa Italiana. – Sabía que con aquellas simples palabras le daría a entender que no me haría gracia perder a alguno de mis marineros, y que como tal no quería ver de nuevo a aquella bestia reflejada en sus ojos de princesa. - Una vez allí nos proveeremos de mas enseres, y haremos un descanso. Tras ello volveremos a zarpar antes del amanecer.
Mi voz sonaba algo distante y eso era lo que mas me dolía en el alma, tan solo quería lo mejor para ella pero al parecer se negaba a darse una oportunidad a sí misma, asi… como pretendía yo que me la diese a mi?
Mi rostro dejó toda dureza y frialdad al soltar un suspiro. Sus ojos en la penumbra eran algo que deseaba mirar de cerca, sin miedo a que su desquiciante forma de ser saliese de nuevo a la luz. No quería que tuviese miedo de lo que pudiese sentir.
En silencio, la tomé de la mano, llevándola hasta una zona tranquila, en la penumbra de la noche. Allí se podía ver como el barco rompía el mar en dos a su paso. Quizás una metáfora de lo que nos estaba ocurriendo a ambos, pero realmente una vista fantástica con la única compañía de la brisa nocturna del mar. Mientras tanto, mis ojos se distrajeron embelesados por su cabello ondulado.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Evité mostrarme aludida por la referencia a los poemas que le había enseñado la última vez que le había visto, pero sin embargo no dudé en asentir con precaución ante sus palabras. Tenía que controlar la sed dos interminables días. ¿Cuánto sobrevivía un vampiro sin sangre? ¿Una semana? Sería un reto en toda regla... asique procuraría no desgastar energías hasta que llegaramos a la península Itálica.
Miré a Vincenzo de reojo. Se le notaba preocupado, pensando en otra cosa... distante. Me pregunté qué se le pasaría por la mente y el por qué de esa frialdad en sus rasgos, como si hubiera un acantilado entre nosotros. No había nadie en la zona en la que estábamos. La cubierta estaba vacía y las velas ondeaban silenciosas sobre nosotros. Seguí a Vincenzo y apoyé los antebrazos en el borde del barco observando con mi felina mirada el mar, escrutando cada palmo de cielo. A pesar de la tranquilidad de la noche, unas nubes negras se vislumbraban donde el sol había caido hacía varias horas, reflejando metafóricamente mi estado de ánimo. Me sentía pletórica al saber nuestro destino pero... ¿Y Vincenzo? ¿Había decidido guardar las distancias o ya ni siquiera le interesaba? Oi su suave respiración a mi espalda, pausada... y sin embargo su corazón tenía un ritmo irregular. Dejé que el silencio nos rodeara durante varios minutos.
-¿Va a tratarme de vos durante todo el viaje capitán? ¿Quiere que de otro paso atrás de su parte y me encierre en un camarote hasta que termine el viaje? -pregunté con cierto respeto, tal y como había oido a sus marineros dirigirse a él-. Así no tendrá por qué cruzarse conmigo...
Giré el cuerpo y apoyé la espalda en la madera y los codos donde antes había apoyado los brazos, clavando mis ojos pardos en el muchacho. Esa vez no hubo cavilaciones, ni dudas, ni siquiera un pestañeo. Le estaba desafiando de cierta manera a que fuera honesto conmigo, porque me hacía sentir incómoda con sus frías palabras y no me gustaba en absoluto. Cierto era que hasta hacía unas semanas había sido yo la que había guardado las distancias con él, y de hecho, en aquel barco ya no me necesitaba para protegerle. No había peligros, y sin embargo el sentimiento que había despertado en mi me hacía desear alejarme y acercarme, como las olas contra el barco en el que me hallaba. Alcé la barbilla y la baje como invitándole a romper su silencio. La luna sobre mi piel tostada y la brisa que mecía mis cabellos me convertían sin proponérselo en la manzana que había pretendido ser para mis presas durante siglos. Una tentación envenenada.
Miré a Vincenzo de reojo. Se le notaba preocupado, pensando en otra cosa... distante. Me pregunté qué se le pasaría por la mente y el por qué de esa frialdad en sus rasgos, como si hubiera un acantilado entre nosotros. No había nadie en la zona en la que estábamos. La cubierta estaba vacía y las velas ondeaban silenciosas sobre nosotros. Seguí a Vincenzo y apoyé los antebrazos en el borde del barco observando con mi felina mirada el mar, escrutando cada palmo de cielo. A pesar de la tranquilidad de la noche, unas nubes negras se vislumbraban donde el sol había caido hacía varias horas, reflejando metafóricamente mi estado de ánimo. Me sentía pletórica al saber nuestro destino pero... ¿Y Vincenzo? ¿Había decidido guardar las distancias o ya ni siquiera le interesaba? Oi su suave respiración a mi espalda, pausada... y sin embargo su corazón tenía un ritmo irregular. Dejé que el silencio nos rodeara durante varios minutos.
-¿Va a tratarme de vos durante todo el viaje capitán? ¿Quiere que de otro paso atrás de su parte y me encierre en un camarote hasta que termine el viaje? -pregunté con cierto respeto, tal y como había oido a sus marineros dirigirse a él-. Así no tendrá por qué cruzarse conmigo...
Giré el cuerpo y apoyé la espalda en la madera y los codos donde antes había apoyado los brazos, clavando mis ojos pardos en el muchacho. Esa vez no hubo cavilaciones, ni dudas, ni siquiera un pestañeo. Le estaba desafiando de cierta manera a que fuera honesto conmigo, porque me hacía sentir incómoda con sus frías palabras y no me gustaba en absoluto. Cierto era que hasta hacía unas semanas había sido yo la que había guardado las distancias con él, y de hecho, en aquel barco ya no me necesitaba para protegerle. No había peligros, y sin embargo el sentimiento que había despertado en mi me hacía desear alejarme y acercarme, como las olas contra el barco en el que me hallaba. Alcé la barbilla y la baje como invitándole a romper su silencio. La luna sobre mi piel tostada y la brisa que mecía mis cabellos me convertían sin proponérselo en la manzana que había pretendido ser para mis presas durante siglos. Una tentación envenenada.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Mi silencio no podía durar mucho mas que aquello. Tan solo quería lo mejor para ella, y aquello supondría mi distanciamiento de ella. No sabía lo que quería, sus gustos cambiaban constantemente. No querñia acercarse a mi, pero yo deseaba acercarme a ella sin pensarlo. Pero que pasaría si de nuevo fracasase mi intento de hacerla feliz una vez mas? No me lo perdonaría, jamás volvería a cometer ningun error.
Tomé una gran bocanada de aire, soltándolo todo en un suave suspiro, como si fuese a dar un paso definitivo en toda esta trama. Pero aun quedaba mucho por delante.
Al verla de aquella forma, tan natural y explendorosa ante mis ojos solo me permití el lujo de negarme a mi mismo. No aguantaría mas con esta estúpida barrera que había intentado colocar entre nosotros.
Me acerqué a ella, como un pirata atraido por el canto de una sirena. Tragué saliva antes de hablar, posiblemente intentando no estropear el comienzo de nuestro viaje.
- Siento el haberte incomodado, simplemente creí que comportandome como un simple capitan ahogaría lo que siento por ti. No quiero estropear el viaje, ni mucho menos tu sorpresa.
A un palmo de ella, observé distraidamente su piel, y como aun con una pizca de soverbia me miraba de vez en cuando. Acaso seguía sin ser nada mas que una simple presa para ella? Eso jamás lo sabría. Tan solo quería oir de sus labios aquello que tanto deseaba, pero quizá ella al no sentir lo mismo se viese obligada a hacerlo, lo que me rompería en mil pedazos el corazón.
Opté torpemente por tomar de nuevo su mano, y tirar de ella hacia mí, para así poderla abrazar como tanto tiempo esperaba poder hacer. Un simple abrazo, que hizo que mi alma se tranquilizas volviendo a mi, dejando de lado el rencor por la mujer.
Había pensado hacer un sacrificio, y solo por ella.. a tan solo unas horas antes de la llegada a Egipto, prepararía todo para que aquel día fuese único. Mi magia desaparecería durante 30 dias y 30 noches, lo que duraría el viaje, era un buen sacrificio para lo que estaba próximo a ocurrir, todo era una sorpresa.
- Sheira.. - Susurré aun abrazado a ella, no quería separarme de ella ni aunque ahora mismo nos abordasen el barco, cosa que jamas ocurriría. - tan solo disfruta del viaje, por favor.. - Hice una breve pausa, al tiempo que respiraba el aroma de su cabello, tan hipnótico como lo era ella. - Si te distraes en mi todo será mucho mas complicado.
Deshice el abrazo, por temor de nuevo a incomodarla, apoyé mi espalda en uno de los mástiles frente a ella, esperando a que el amanecer llegase aunque aun quedaba tiempo suficiente para esperar a salir el sol.
Tomé una gran bocanada de aire, soltándolo todo en un suave suspiro, como si fuese a dar un paso definitivo en toda esta trama. Pero aun quedaba mucho por delante.
Al verla de aquella forma, tan natural y explendorosa ante mis ojos solo me permití el lujo de negarme a mi mismo. No aguantaría mas con esta estúpida barrera que había intentado colocar entre nosotros.
Me acerqué a ella, como un pirata atraido por el canto de una sirena. Tragué saliva antes de hablar, posiblemente intentando no estropear el comienzo de nuestro viaje.
- Siento el haberte incomodado, simplemente creí que comportandome como un simple capitan ahogaría lo que siento por ti. No quiero estropear el viaje, ni mucho menos tu sorpresa.
A un palmo de ella, observé distraidamente su piel, y como aun con una pizca de soverbia me miraba de vez en cuando. Acaso seguía sin ser nada mas que una simple presa para ella? Eso jamás lo sabría. Tan solo quería oir de sus labios aquello que tanto deseaba, pero quizá ella al no sentir lo mismo se viese obligada a hacerlo, lo que me rompería en mil pedazos el corazón.
Opté torpemente por tomar de nuevo su mano, y tirar de ella hacia mí, para así poderla abrazar como tanto tiempo esperaba poder hacer. Un simple abrazo, que hizo que mi alma se tranquilizas volviendo a mi, dejando de lado el rencor por la mujer.
Había pensado hacer un sacrificio, y solo por ella.. a tan solo unas horas antes de la llegada a Egipto, prepararía todo para que aquel día fuese único. Mi magia desaparecería durante 30 dias y 30 noches, lo que duraría el viaje, era un buen sacrificio para lo que estaba próximo a ocurrir, todo era una sorpresa.
- Sheira.. - Susurré aun abrazado a ella, no quería separarme de ella ni aunque ahora mismo nos abordasen el barco, cosa que jamas ocurriría. - tan solo disfruta del viaje, por favor.. - Hice una breve pausa, al tiempo que respiraba el aroma de su cabello, tan hipnótico como lo era ella. - Si te distraes en mi todo será mucho mas complicado.
Deshice el abrazo, por temor de nuevo a incomodarla, apoyé mi espalda en uno de los mástiles frente a ella, esperando a que el amanecer llegase aunque aun quedaba tiempo suficiente para esperar a salir el sol.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
El cómo me atrajo Vincenzo hacia sus brazos me pareció un gesto tan humano que me devolvió el sentimiento de añoranza que tan celosamente evitaba sin pretenderlo. Me encontré de pronto rodeada de una energía sutil y cálida, con la mente embotada por la sorpresa y el no saber qué debía hacer. Cerré los ojos e inspiré, pero antes de que me diera cuenta él ya me había separado y yo había recuperado la compostura. Observé cómo se apoyaba en el mástil más cercano mientras yo me rehubicaba en la conversación.
-Ese es mi problema...¿no crees? - susurré mientras volvía a acortar distancias echando de menos sus brazos. No obstante le cedí varios pasos entre nosotros-. No ocupes tu mente con preocupaciones que me incumban. No lo merezco.
Afirmé totalmente convencida. Gruñí y frucí el ceño al sentir el cosquilléo que me había trasmitido Vincenzo allí donde sus manos se habían posado. Froté mis fríos brazos inconscientemente intentando que aquella sensación desapareciera. Cierto era que mi preocupación para con él no iba a desaparecer, pero al menos intentaría sucumbir a la tentación tanto como pudiera... y cada vez se ponía más complicado. Alcé la vista y localicé algunas estrellas con las que me orienté. A penas llevábamos unas horas navegando y estábamos totalmente alejados de tierra firme. Era un tanto inquietante, pero para alguien que iba a vivir durante millones de años... era una experiencia más. Recordé levemente mi último desembarco tras las guerras en el Este (en las que había luchado como pasatiempo), cuando había llegado a París. El tiempo había dejado de tener sentido para mi en cuanto había llegado a esa ciudad y había rehuido de toda vida humana, aceptando que mi mortalidad había quedado atrás para siempre. Si. Aquel último viaje había sido mi condena y mi cárcel... y ahora Vincenzo venía para refrescarme la memoria. Por un momento me di cuenta de que quizás aquello no me beneficiaría en absoluto... pero estaba tan cerca de los recuerdos... de mi humanidad perdida... que los temores que podía tener se esfumaron.
-¿Quién eres en realidad? - pregunté casi por inercia. Bajé la vista de las estrellas y miré la plata en los ojos del brujo. Me sentí tonta al no haber pensado nunca en que a penas conocía el pasado de quien tenía delante, y sin embargo, me había dejado hipnotizar-. Tienes un barco con adornos en oro siendo un simple mortal. Brujo, pero al fin y al cabo humano. Es algo extraño el tener una posesión como esta en una vida tan corta.
Noté cambios de expresión en las facciones de Vincenzo, pero no supe interpretarlos. ¿Iba a ocultarme algo o simplemente no quería recordar? Probablemente ninguna de las dos cosas, pero yo no podía evitar especular. Rodeé el mástil e hice lo mismo que él al otro lado del mismo, quedando nuestras espaldas únicamente separadas por el cilindro de madera. Miré al frente, a la cubierta y el mar infinito, y crucé los brazos sobre el pecho.
-¿Por qué estás en París y... por qué te quedaste allí? ¿Por qué te fuiste de Italia? - pregunté dándome cuenta de los miles de interrogantes que había apartado desde el principio de mi conversación, aunque tampoco me lo reproché. Hacía siglos que no intentaba conocer a alguien y permitía lo contrario. El joven debía de sentirse afortunado al menos.
-Ese es mi problema...¿no crees? - susurré mientras volvía a acortar distancias echando de menos sus brazos. No obstante le cedí varios pasos entre nosotros-. No ocupes tu mente con preocupaciones que me incumban. No lo merezco.
Afirmé totalmente convencida. Gruñí y frucí el ceño al sentir el cosquilléo que me había trasmitido Vincenzo allí donde sus manos se habían posado. Froté mis fríos brazos inconscientemente intentando que aquella sensación desapareciera. Cierto era que mi preocupación para con él no iba a desaparecer, pero al menos intentaría sucumbir a la tentación tanto como pudiera... y cada vez se ponía más complicado. Alcé la vista y localicé algunas estrellas con las que me orienté. A penas llevábamos unas horas navegando y estábamos totalmente alejados de tierra firme. Era un tanto inquietante, pero para alguien que iba a vivir durante millones de años... era una experiencia más. Recordé levemente mi último desembarco tras las guerras en el Este (en las que había luchado como pasatiempo), cuando había llegado a París. El tiempo había dejado de tener sentido para mi en cuanto había llegado a esa ciudad y había rehuido de toda vida humana, aceptando que mi mortalidad había quedado atrás para siempre. Si. Aquel último viaje había sido mi condena y mi cárcel... y ahora Vincenzo venía para refrescarme la memoria. Por un momento me di cuenta de que quizás aquello no me beneficiaría en absoluto... pero estaba tan cerca de los recuerdos... de mi humanidad perdida... que los temores que podía tener se esfumaron.
-¿Quién eres en realidad? - pregunté casi por inercia. Bajé la vista de las estrellas y miré la plata en los ojos del brujo. Me sentí tonta al no haber pensado nunca en que a penas conocía el pasado de quien tenía delante, y sin embargo, me había dejado hipnotizar-. Tienes un barco con adornos en oro siendo un simple mortal. Brujo, pero al fin y al cabo humano. Es algo extraño el tener una posesión como esta en una vida tan corta.
Noté cambios de expresión en las facciones de Vincenzo, pero no supe interpretarlos. ¿Iba a ocultarme algo o simplemente no quería recordar? Probablemente ninguna de las dos cosas, pero yo no podía evitar especular. Rodeé el mástil e hice lo mismo que él al otro lado del mismo, quedando nuestras espaldas únicamente separadas por el cilindro de madera. Miré al frente, a la cubierta y el mar infinito, y crucé los brazos sobre el pecho.
-¿Por qué estás en París y... por qué te quedaste allí? ¿Por qué te fuiste de Italia? - pregunté dándome cuenta de los miles de interrogantes que había apartado desde el principio de mi conversación, aunque tampoco me lo reproché. Hacía siglos que no intentaba conocer a alguien y permitía lo contrario. El joven debía de sentirse afortunado al menos.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Sus gestos me hacían ser conocedor de la nostalgia que la empujaba a tener en este viaje. Quizás más adelante me sintiese culpable de ello, pero tan solo la quería devolver un trozo de su antigua vida, algo que quizá la ayudase a tener siempre en su memoria aquellos recuerdos quizá tan amargos.
Obvié el tema de que supiese mi naturaleza mágica. No sabría del todo como llegó a enterarse de aquello, pero merecía la pena ya que yo también conocía su secreto.
La sentía tan distante... tan solo la quería tener entre mis brazos para así poder disfrutar junto a ella del resto de la noche mientras observábamos el mar tambaleante ante nosotros. Pero aquello se tornaba un casi imposible, pero lo cierto era que a mí me encantaban los retos, pero esto, era algo más que eso.
- - Es todo muy difícil. Me coloqué de espaldas hacia el punto más a delante que había en el barco, tendiéndole mi mano, invitándola a acercarse para estar conmigo. Me prometí a mi mismo que no la obligaría a nada.
- - Soy un simple hechicero, que huyó de su país... para... intentar buscar una nueva vida en el mar pero lo cierto es que... – Mis palabras parecieron atascarse en mi garganta, no queriendo pronunciarlas. – nunca conseguí encontrarla.
Pese a mi orgullo, siempre presente en mis palabras en forma de grotescas ironías, nadie había conseguido saber nada de mi pasado, quizás una tontería, pero me sentía débil al nombrarlo. Alguien débil en el mar era algo verdaderamente peligroso contra mi persona. Ella, ella era mi razón de vivir, jamás habría cometido tantas locuras pero con ella presente me veía capaz de conquistar el mundo si me lo pidiese, para ponerlo a sus pies si fuese necesario.
- Me crié en el mar, con mi abuelo paterno. Gracias a él heredé una gran fortuna y con él éste viejo barco pirata y un guardapelo con la foto de una mujer. Supongo que sería el amor de su vida cuando era joven. De seguro… que no era mi abuela.
Con ella a mi lado, llevé una mano hacia mi pecho, donde llevaba colgado aquella joya. La saqué y la abrí con sumo cuidado para que viese aquella imagen.
- La llamaban Pandora. no pude evitar en posar mis ojos en su rostro de nuevo, sin perderme ningún gesto que pudiesen provocar mis palabras. – Era la obsesión de mi abuelo, como... tú lo eres para mí. – Terminé la frase en un susurro, casi transparente, pero aun así sabiendo que me oiría. Jamás había nombrado aquella palabra delante suya, pero así merecía saber lo que sentía en un principio por ella. Todo lo demás sentimientos, se volvieron como estallidos de fuego en mi pecho a cada pensamiento suyo que me rondaba la cabeza. Mucho me temía que la amaba, pero al menos no sabía de sus propios labios que ella sentía lo mismo.
Me coloqué a sus espaldas, paseando disimuladamente mis manos por sus brazos, mientras inspiraba el aroma de su cabello, que tanto deseaba como a ella misma. Mientras, ella observaba la imagen del guardapelo. No pude evitar rodear sus brazos fríos con los míos, procurándola calor aunque no lo necesitase por su naturaleza, pero aquel gesto lo necesitaba.
A tan solo una hora del amanecer, me atreví a besar sutilmente su cuello, sin picardía alguna, y susurrando una simple y llana vez dos palabras que jamás me cansaría de repetir.
- Te amo…
Mi abrazo se volvió más que ello, me sentía unido a ella. Me dolía el saber que tenía que separarme para por su seguridad. Para no incomodarla mas, no la dí tiempo de responderme. Bien podría hacerme daño de alguna nueva forma que escapaba a comprender o simplemente me correspondería. Mejor sería dejarla descansar.
- Tienes que descansar, vuelve al camarote. – Con un tierno beso en la frente y acariciando su mejilla, me despedí de ella para volver a la tarea que tenía encomendada, el resto de aquel nuevo día.
Obvié el tema de que supiese mi naturaleza mágica. No sabría del todo como llegó a enterarse de aquello, pero merecía la pena ya que yo también conocía su secreto.
La sentía tan distante... tan solo la quería tener entre mis brazos para así poder disfrutar junto a ella del resto de la noche mientras observábamos el mar tambaleante ante nosotros. Pero aquello se tornaba un casi imposible, pero lo cierto era que a mí me encantaban los retos, pero esto, era algo más que eso.
- - Es todo muy difícil. Me coloqué de espaldas hacia el punto más a delante que había en el barco, tendiéndole mi mano, invitándola a acercarse para estar conmigo. Me prometí a mi mismo que no la obligaría a nada.
- - Soy un simple hechicero, que huyó de su país... para... intentar buscar una nueva vida en el mar pero lo cierto es que... – Mis palabras parecieron atascarse en mi garganta, no queriendo pronunciarlas. – nunca conseguí encontrarla.
Pese a mi orgullo, siempre presente en mis palabras en forma de grotescas ironías, nadie había conseguido saber nada de mi pasado, quizás una tontería, pero me sentía débil al nombrarlo. Alguien débil en el mar era algo verdaderamente peligroso contra mi persona. Ella, ella era mi razón de vivir, jamás habría cometido tantas locuras pero con ella presente me veía capaz de conquistar el mundo si me lo pidiese, para ponerlo a sus pies si fuese necesario.
- Me crié en el mar, con mi abuelo paterno. Gracias a él heredé una gran fortuna y con él éste viejo barco pirata y un guardapelo con la foto de una mujer. Supongo que sería el amor de su vida cuando era joven. De seguro… que no era mi abuela.
Con ella a mi lado, llevé una mano hacia mi pecho, donde llevaba colgado aquella joya. La saqué y la abrí con sumo cuidado para que viese aquella imagen.
- La llamaban Pandora. no pude evitar en posar mis ojos en su rostro de nuevo, sin perderme ningún gesto que pudiesen provocar mis palabras. – Era la obsesión de mi abuelo, como... tú lo eres para mí. – Terminé la frase en un susurro, casi transparente, pero aun así sabiendo que me oiría. Jamás había nombrado aquella palabra delante suya, pero así merecía saber lo que sentía en un principio por ella. Todo lo demás sentimientos, se volvieron como estallidos de fuego en mi pecho a cada pensamiento suyo que me rondaba la cabeza. Mucho me temía que la amaba, pero al menos no sabía de sus propios labios que ella sentía lo mismo.
Me coloqué a sus espaldas, paseando disimuladamente mis manos por sus brazos, mientras inspiraba el aroma de su cabello, que tanto deseaba como a ella misma. Mientras, ella observaba la imagen del guardapelo. No pude evitar rodear sus brazos fríos con los míos, procurándola calor aunque no lo necesitase por su naturaleza, pero aquel gesto lo necesitaba.
A tan solo una hora del amanecer, me atreví a besar sutilmente su cuello, sin picardía alguna, y susurrando una simple y llana vez dos palabras que jamás me cansaría de repetir.
- Te amo…
Mi abrazo se volvió más que ello, me sentía unido a ella. Me dolía el saber que tenía que separarme para por su seguridad. Para no incomodarla mas, no la dí tiempo de responderme. Bien podría hacerme daño de alguna nueva forma que escapaba a comprender o simplemente me correspondería. Mejor sería dejarla descansar.
- Tienes que descansar, vuelve al camarote. – Con un tierno beso en la frente y acariciando su mejilla, me despedí de ella para volver a la tarea que tenía encomendada, el resto de aquel nuevo día.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Las palabras de Vincenzo me supieron amargas, e incluso me hicieron sentir cierto enfado el saber que él había partido en busca de otra mujer... una mujer que era hermosa. Hermosamente humana, y es algo que yo no podía cambiar. El guardapelo con la foto atrajo toda mi atención desde el primer momento. Sentí el abrazo de Vincenzo y le dejé hacer, y ese gesto fue lo único que consiguió devolverme a la realidad para transportarme a la incertidumbre. Cerré los ojos y me apoyé contra él sin quererlo, sintiendo su respiración en el cuello y dos breves palabras que me dejaron la sensación de estar frente a un abismo. Respiré con dificultad al sentir que se alejaba de mi otra vez, como tenía que ser, pero que me dejaba caer... Oí el click de la cajita al cerrarse, volviendo a ocultar el rostro de aquella mujer que sin duda me daría qué pensar, mientras mi mano lo apretaba con fuerza. No Vincenzo, no te vayas. No me dejes aquí con ella. Vuelve a abrazarme... quédate conmigo... Pero era tarde para pronunciar esas palabras.
Suspiré mirando a mi alrededor. Mi reloj interno me musitaba que quedaba aun una hora de libertad para mi. No pensaba ir a dormir temprano como cuando era joven y mortal... y además aun no sabía cual era mi camarote y una inspección nocturna por todo el barco no me hacía demasiada ilusión. La cubierta seguía vacía, y el timón estaba al otro lado del barco. Nadie me veía, ni debía verme. Miré al cielo y me fijé en el final del mástil más alto, imponente y altivo. Vi una plataforma circular cerca de la punta y cómo desde ella se desparramaban redes que daban a los maderos que sostenían las velas. Supe a donde iba a ir, pero no sabía qué buscaba trepando hasta allí. Con agilidad me quité los zapatos y subí por el grueso madero hasta la plataforma, y me agarré a lo que quedaba de mástil para sentirme más estable en medio de aquel mar.
Miré el horizonte y el aire me agitó el pelo descaradamente. Me retaba a liberar, a admitir, a confesar todo lo que ocultaba en el corazón. Tanta máscara... tanto dolor... Volví a suspirar mientras apoyaba la mejilla en la madera. Cuantos sentimientos contradictorios me invadían. Vincenzo... ¿Había sido sincero al susurrarme aquello? Que me amaba... por primera vez quise creer que esas palabras tenían un sentido diferente a las de los otros hombres que me habían rodeado. Por una vez imaginé que realmente se había enamorado de lo que era... ¿pero a caso le había dejado conocerme bien? La respuesta era muy clara. No. Aun no sabía realmente cómo era... y hasta que no me conociera del todo no podía dar por hecho que sus sentimientos eran verdaderos.
El vaivén del barco me hizo tambalearme levemente, y de pronto recapacité sobre qué estaba haciendo. Estaba viajando a Egipto... y ese había sido mi sueño desde hacía siglos. Estaba en un barco alejada de todo, y junto a mi iba el único ser que me había hecho sentir que la vida podía tener algún sentido para mi a pesar del tiempo... que el amor podía hacerme renacer. Vincenzo. ¿Te quiero? Comencé a reir sorprendiendome a mi misma. Al principio fue una risa suave. Pero de pronto me pareció que ésta se oia por todo el mar. Apoyé la espada en el mástil y sentí cómo mis ojos brillaban mientras mi vestido se elevaba con el viento. En aquel instante era la reina del cielo, brillante, feliz. Una joven humana que reía por su suerte y la ironía de su vida. Bajé la mirada y allí abajo estaba él, mirándome. Debía de haberme oído. Le sonreí por primera vez desde que nos habíamos conocido al ver la mirada extraña que me dirigía y saqué del bolsillo el guardapelo. Lo balanceé desde las alturas para que lo viera.
-¿Subes? -dije elevando la voz para que me oyera. Esbocé otra sonrisa más amplia sin poder evitarlo, olvidandome por completo de lo que me atormentaba cada mañana. La tristeza volvería junto con la coraza, pero sabía que aquella noche todo era diferente. Esa noche quería comerme el mundo. Me senté en la tabla de madera con los pies colgando y observé al muchacho, indeciso, allí debajo-. Cobarde...
Suspiré mirando a mi alrededor. Mi reloj interno me musitaba que quedaba aun una hora de libertad para mi. No pensaba ir a dormir temprano como cuando era joven y mortal... y además aun no sabía cual era mi camarote y una inspección nocturna por todo el barco no me hacía demasiada ilusión. La cubierta seguía vacía, y el timón estaba al otro lado del barco. Nadie me veía, ni debía verme. Miré al cielo y me fijé en el final del mástil más alto, imponente y altivo. Vi una plataforma circular cerca de la punta y cómo desde ella se desparramaban redes que daban a los maderos que sostenían las velas. Supe a donde iba a ir, pero no sabía qué buscaba trepando hasta allí. Con agilidad me quité los zapatos y subí por el grueso madero hasta la plataforma, y me agarré a lo que quedaba de mástil para sentirme más estable en medio de aquel mar.
Miré el horizonte y el aire me agitó el pelo descaradamente. Me retaba a liberar, a admitir, a confesar todo lo que ocultaba en el corazón. Tanta máscara... tanto dolor... Volví a suspirar mientras apoyaba la mejilla en la madera. Cuantos sentimientos contradictorios me invadían. Vincenzo... ¿Había sido sincero al susurrarme aquello? Que me amaba... por primera vez quise creer que esas palabras tenían un sentido diferente a las de los otros hombres que me habían rodeado. Por una vez imaginé que realmente se había enamorado de lo que era... ¿pero a caso le había dejado conocerme bien? La respuesta era muy clara. No. Aun no sabía realmente cómo era... y hasta que no me conociera del todo no podía dar por hecho que sus sentimientos eran verdaderos.
El vaivén del barco me hizo tambalearme levemente, y de pronto recapacité sobre qué estaba haciendo. Estaba viajando a Egipto... y ese había sido mi sueño desde hacía siglos. Estaba en un barco alejada de todo, y junto a mi iba el único ser que me había hecho sentir que la vida podía tener algún sentido para mi a pesar del tiempo... que el amor podía hacerme renacer. Vincenzo. ¿Te quiero? Comencé a reir sorprendiendome a mi misma. Al principio fue una risa suave. Pero de pronto me pareció que ésta se oia por todo el mar. Apoyé la espada en el mástil y sentí cómo mis ojos brillaban mientras mi vestido se elevaba con el viento. En aquel instante era la reina del cielo, brillante, feliz. Una joven humana que reía por su suerte y la ironía de su vida. Bajé la mirada y allí abajo estaba él, mirándome. Debía de haberme oído. Le sonreí por primera vez desde que nos habíamos conocido al ver la mirada extraña que me dirigía y saqué del bolsillo el guardapelo. Lo balanceé desde las alturas para que lo viera.
-¿Subes? -dije elevando la voz para que me oyera. Esbocé otra sonrisa más amplia sin poder evitarlo, olvidandome por completo de lo que me atormentaba cada mañana. La tristeza volvería junto con la coraza, pero sabía que aquella noche todo era diferente. Esa noche quería comerme el mundo. Me senté en la tabla de madera con los pies colgando y observé al muchacho, indeciso, allí debajo-. Cobarde...
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Me di cuenta de que era lo que ella llevaba en la mano, por el destello que recibía de él, puse una mano en mi pecho buscándolo y allí no encontré nada.
- Maldita ladrona!
Saboreé aquellas palabras mientras sonreía volviendo la vista hacia ella, era una altura conasiderable, pero debería seguir su juego si quería que bajase, sabía perfectamente el modo que tendría de suicidarse de nuevo. Todo tras aquella angustia vivida en mi casa, por la que tuve que usar mis poderes y cerrarla a cal y canto.
Me aferré con mis fuertes piernas al mástil donde ella se sostenía, e intenté subir muy costosamente un tramo de aquello. Aquello me llevó un tiempo todo hasta que pude llegar a la red y ahi con mas facilidad (salvo por el balanceo del barco) hacia la mujer. Aun enganchado a la red, bajo sus pies, sonreí pícaramente.
- Una dama como usted no debería ir enseñando las piernas por ahí.
Alcé la mano para tomar mi colgante, pero no pude. Era un objeto muy valioso para mí, y del que jamás me hubiese separado, ni siquiera por un despiste tan tonto como este.
- Por favor devuélvemelo, deberías bajar... se aproxima la mañana.
- Maldita ladrona!
Saboreé aquellas palabras mientras sonreía volviendo la vista hacia ella, era una altura conasiderable, pero debería seguir su juego si quería que bajase, sabía perfectamente el modo que tendría de suicidarse de nuevo. Todo tras aquella angustia vivida en mi casa, por la que tuve que usar mis poderes y cerrarla a cal y canto.
Me aferré con mis fuertes piernas al mástil donde ella se sostenía, e intenté subir muy costosamente un tramo de aquello. Aquello me llevó un tiempo todo hasta que pude llegar a la red y ahi con mas facilidad (salvo por el balanceo del barco) hacia la mujer. Aun enganchado a la red, bajo sus pies, sonreí pícaramente.
- Una dama como usted no debería ir enseñando las piernas por ahí.
Alcé la mano para tomar mi colgante, pero no pude. Era un objeto muy valioso para mí, y del que jamás me hubiese separado, ni siquiera por un despiste tan tonto como este.
- Por favor devuélvemelo, deberías bajar... se aproxima la mañana.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Mi sonrisa se amplió más al ver al joven trepando por el mástil. No entendía cómo había entendido tan rápido la manera de convencerle de que hiciera algo. Sentí cierta pena por él, pero también me sorprendió su agilidad a pesar de su condición. Sin duda no podía tomar a broma al humano. Aun sentada en la plataforma alcé levemente el vestido y observé mis piernas.
-No se qué las ves de malo- dije con fingida inocencia, pero cuando la tela volvió a cubrirlas sonreí ampliamente-. Tranquilo, no quiero torturarte hoy. Aun queda un rato de noche que quiero compartir contigo.
Me agaché levemente y le tendí la mano al joven. Cuando me agarró tiré de él hacia arriba y le costó mucho menos llegar a donde me encontraba. Se sentó a mi lado y una vez desenredé la cadena (deleitándome con la cara de preocupación de Vincenzo) le puse el colgante en el cuello.
-No tenía ninguna intención de destruirlo o quedármelo... no te preocupes- comenté mirándole a los ojos-. Ya he comprendido que Pandora es muy importante para ti.
Volví a sonreir muy a mi pesar y me tumbé aun con los pies colgando. Las estrellas se veían claras en el firmamento. Vincenzo parecía un tanto cansado. Me di cuenta de que a aquellas horas él debía estar durmiendo y maldije por lo bajo.
-¿Cuándo piensas dormir tú? No quiero que estés en vela todos los días por mi, y además trabajando en el barco de día- dije volviéndo la vista hacia él.
-No se qué las ves de malo- dije con fingida inocencia, pero cuando la tela volvió a cubrirlas sonreí ampliamente-. Tranquilo, no quiero torturarte hoy. Aun queda un rato de noche que quiero compartir contigo.
Me agaché levemente y le tendí la mano al joven. Cuando me agarró tiré de él hacia arriba y le costó mucho menos llegar a donde me encontraba. Se sentó a mi lado y una vez desenredé la cadena (deleitándome con la cara de preocupación de Vincenzo) le puse el colgante en el cuello.
-No tenía ninguna intención de destruirlo o quedármelo... no te preocupes- comenté mirándole a los ojos-. Ya he comprendido que Pandora es muy importante para ti.
Volví a sonreir muy a mi pesar y me tumbé aun con los pies colgando. Las estrellas se veían claras en el firmamento. Vincenzo parecía un tanto cansado. Me di cuenta de que a aquellas horas él debía estar durmiendo y maldije por lo bajo.
-¿Cuándo piensas dormir tú? No quiero que estés en vela todos los días por mi, y además trabajando en el barco de día- dije volviéndo la vista hacia él.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
"Ya he comprendido que Pandora es muy importante para ti."
Aquella frase me hizo comprender que quizás no había sido lo bastante claro con ella, aunque yo mismo me hubiese dado cuenta bastante tarde.
- No lo comprendes... TU eres mi pandora, mi obsesión, mi delirio.
Pasé mi brazo por sus hombros, y distraidamente lo deslicé hasta su cintura, rodeándola con cariño mientras observaba el cielo nocturno tomar tonos un poco mas claros, amenazando con amanecer. Ella, no lo entendía, ese dije era el único recuerdo que me quedaba de mi abuelo, además del barco, pero aquella historia de la mujer que amaba me recordaba mucho a la mía con Sheira. Acaso todo terminaría igual? ¿Acaso ella desaparecerá y formaré una familia con una mujer que no amo? Aquello parecía un bucle, que no estaba dispuesto a realizar.
- Haré que pases los mejores días de tu vida... - susurré en su oido, al mismo tiempo que guardaba un mechon tras su oreja. Era preciosa... deseaba poder decirle todas las noches de mi vida cuanto la amaba, cuanto la necesitaba pero eso solo sería deecisión suya.
- Nos turnaremos, mientras tu descansas, yo trabajo y viceversa. - Comenté.
No quería que esa noche terminase, volviendo a una mañana sin ella.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Tironeé de su camisa haciendo que se recostara a mi lado y apoyé la cabeza sobre su corazón, quedándome en silencio. Quería comprobar algo muy importante. El latido de Vincenzo era lento, pero irregular. Apoyé la otra oreja en su pecho para poder mirar a Vincenzo a los ojos, concentrada en ese sonido. Su rostro no se transformó ni un ápice, pero mientras nuestros ojos estuvieron observándose su corazón aceleró su pulso hasta límites insospechados. Vi cómo sus pupilas se agrandaban levemente en los iris plateados. Tras unos minutos de silencio me incorporé y solté su camisa, apoyando los codos sobre las rodillas y la barbilla en las manos, con gesto pensativo.
-Quizás al fin y al cabo no me estés mintiendo- comenté con una sonrisa que traté de ocultar.
El hecho de que el pulso del joven aumentara el ritmo no era tan relevante como lo que había visto en sus ojos. Todos los hombres se excitaban viendo a una mujer hermosa, pero la gente de pueblo afirmaba que las pupilas de un verdadero enamorado se agrandaban al ver a quien amaban... y quise creer que eso le había pasado a Vincenzo. Pensé en las palabras del joven y una extraña emoción me embargó al repasarlas. Nunca habría imaginado que alguien pudiera quererme siendo como era... y me apenaba pensar que le tenía que mostrar tan poco de mi personalidad para protegerle. Balanceé los pies en el aire deseando que realmente fueran los mejores de mi vida... de mi larga vida.
-No me gusta ese plan de viaje, capitán. Significa que no coincidiremos en cubierta nunca- comenté con tono grave.
Me giré para mirarle, aun recostado sobre la madera tal y como le había dejado. Sentí que se me secaba la boca al ver el fragmento de torso que quedaba al descubierto por la camisa y sentí ganas de tumbarme junto a él. Aparté la mirada observando cómo la luz del día comenzaba a salir iluminando el mar. Antes de que Vincenzo pudiera reaccionar, los dos nos encontrábamos de nuevo en la parte de abajo del barco.
-¿Podéis guiarme hasta el camarote, monsieur? -pregunté con media sonrisa ante su gesto desconcertado.
-Quizás al fin y al cabo no me estés mintiendo- comenté con una sonrisa que traté de ocultar.
El hecho de que el pulso del joven aumentara el ritmo no era tan relevante como lo que había visto en sus ojos. Todos los hombres se excitaban viendo a una mujer hermosa, pero la gente de pueblo afirmaba que las pupilas de un verdadero enamorado se agrandaban al ver a quien amaban... y quise creer que eso le había pasado a Vincenzo. Pensé en las palabras del joven y una extraña emoción me embargó al repasarlas. Nunca habría imaginado que alguien pudiera quererme siendo como era... y me apenaba pensar que le tenía que mostrar tan poco de mi personalidad para protegerle. Balanceé los pies en el aire deseando que realmente fueran los mejores de mi vida... de mi larga vida.
-No me gusta ese plan de viaje, capitán. Significa que no coincidiremos en cubierta nunca- comenté con tono grave.
Me giré para mirarle, aun recostado sobre la madera tal y como le había dejado. Sentí que se me secaba la boca al ver el fragmento de torso que quedaba al descubierto por la camisa y sentí ganas de tumbarme junto a él. Aparté la mirada observando cómo la luz del día comenzaba a salir iluminando el mar. Antes de que Vincenzo pudiera reaccionar, los dos nos encontrábamos de nuevo en la parte de abajo del barco.
-¿Podéis guiarme hasta el camarote, monsieur? -pregunté con media sonrisa ante su gesto desconcertado.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Apoyé la mano en el marco de la puerta, tras haberla indicado donde estaba el camarote. Tan solo tuvimos que bajar unas escaleras que fácilmente se podían ver desde la cubierta.
Me aventuré a entrar en ella, tal y como la había prometido, no la tocaría, así que tan solo podía tenerla en mi imaginación aunque pecaría si lo hiciese tan solo porque jamás la había tenido en mis brazos, no podía imaginarme aquel placer tan bello, sería tentar contra su persona.
Una vez dentro, pasé la mano por encima de mi escritorio, donde tenía todos mis mapas, y cuentas hacía atrás para llegar a nuestro siguiente punto. Observé mi pequeño cofre, el que contenía el mayor de mis secretos hasta el momento. Tan solo paseé la vista por el resto del camarote, tras ello le comenté posibles entretenimientos para el resto de la mañana o bien podría dormir y descansar hasta la caída del sol.
- Como ya te dije, aquí tienes unos libros, por si te interesan. Pluma y papel por si quisieras escribir algo, a algún.. – iba a decir pariente, pero sabría que de alguna forma la iba a pifiar…- [color=teal]conocido. ]/color]Palabra perfecta, aun no sabía si ella tenía algún compañero, como… como ella, o simplemente pareja. Era difícil, pero posible.
Me giré hacia el cofre, y algunos mapas bajo el brazo y me acerqué a ella.
- Espero que no tengas problemas con el vaivén del barco, no creo que te marees, de todas formas si necesitas algo… tan solo, bueno, tu ya sabes que hacer, preciosa.
Sonreí y con la mano libre entreabrí la puerta, que ya hacía sombras con la escasa luz del solo que acababa de salir. Aun era muy temprano pero ya podría hacer estragos en ella.
- Descansa, y… buenos días, creo. – Dije, rascándome la nuca, esperando alguna reacción por su parte, no por el lio que me acababa de hacer, sino por si necesitaba algo antes de que nos separásemos hasta el nuevo anochecer. Cada vez mi personalidad se parecía mas a la de un niño vergonzoso que la de un hombre, negué para mis adentros cerrando la puerta a mis espaldas.
Me aventuré a entrar en ella, tal y como la había prometido, no la tocaría, así que tan solo podía tenerla en mi imaginación aunque pecaría si lo hiciese tan solo porque jamás la había tenido en mis brazos, no podía imaginarme aquel placer tan bello, sería tentar contra su persona.
Una vez dentro, pasé la mano por encima de mi escritorio, donde tenía todos mis mapas, y cuentas hacía atrás para llegar a nuestro siguiente punto. Observé mi pequeño cofre, el que contenía el mayor de mis secretos hasta el momento. Tan solo paseé la vista por el resto del camarote, tras ello le comenté posibles entretenimientos para el resto de la mañana o bien podría dormir y descansar hasta la caída del sol.
- Como ya te dije, aquí tienes unos libros, por si te interesan. Pluma y papel por si quisieras escribir algo, a algún.. – iba a decir pariente, pero sabría que de alguna forma la iba a pifiar…- [color=teal]conocido. ]/color]Palabra perfecta, aun no sabía si ella tenía algún compañero, como… como ella, o simplemente pareja. Era difícil, pero posible.
Me giré hacia el cofre, y algunos mapas bajo el brazo y me acerqué a ella.
- Espero que no tengas problemas con el vaivén del barco, no creo que te marees, de todas formas si necesitas algo… tan solo, bueno, tu ya sabes que hacer, preciosa.
Sonreí y con la mano libre entreabrí la puerta, que ya hacía sombras con la escasa luz del solo que acababa de salir. Aun era muy temprano pero ya podría hacer estragos en ella.
- Descansa, y… buenos días, creo. – Dije, rascándome la nuca, esperando alguna reacción por su parte, no por el lio que me acababa de hacer, sino por si necesitaba algo antes de que nos separásemos hasta el nuevo anochecer. Cada vez mi personalidad se parecía mas a la de un niño vergonzoso que la de un hombre, negué para mis adentros cerrando la puerta a mis espaldas.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Durante los escasos minutos en los que permanecí en el camarote con Vincenzo, sentí que me había estancado en una de sus palabras. No fue hasta días más tarde que comprendí que lo que me impulsó a abrir la puerta, tomarle del brazo e introducirle de nuevo en la habitación no era otra cosa al miedo a perder a la única existencia que podía considerar algo más que un conocido. Las dudas de Vincenzo a la hora de pronunciar una palabra adecuada al respecto me habían hecho abrir los ojos. Los mapas que Vincenzo había tomado en brazos se desparramaron por el suelo de la habitación por la brusquedad de mi movimiento. Cerré la puerta de un portazo notando cómo la leve luz que había fuera me quemaba la piel de la mano derecha, pero no le di importancia. Empujé al joven contra la entrada y busqué su boca, como si aquel beso fuera un seguro que le retuviera junto a mi. Noté una excitación que me impulsaba a continuar indefinidamente con nuestros labios unidos, y fue esa sensación justo, la que me hizo pegarme más a él, despegar los labios para buscar su lengua.
No me habría interrumpido de no ser porque noté el entumecimiento que me proporcionaba la mañana. Aparté la cara con lentitud y la dejé suspendida sobre el hombro del joven casi rozando su mejilla, apoyándo las manos a ambos lados de su cuerpo sobre el marco de la puerta para no caer sobre él e impidiéndo así que ésta se abriera. Me tomé varios segundos de silencio para respirar y dejar de oir el jadeo de él, entrecortado. Me obligé a cerrar los ojos y a concentrarme para no caer en la tentación. El estar tan cerca me hacía sentir una atracción fuerte e incesante que estaba segura que él también sentía, la cual no entendía por qué no había notado antes. El cuerpo de Vincenzo me llamaba, me rogaba sin quererlo que me rindiera, que me dejara llevar... y yo por primera vez me sentí desconcertada y dubitativa.
-Lo siento - logré susurrar deshaciendo el nudo que se me había formado en la garganta. Me separé de él sintiéndome mareada-. No quería que te fueras y ahora... no puedes salir.
No pude evitar deslizar la mirada por su camisa, con deseo, y subir los ojos hasta encontrarme con los suyos, que me penetraron como si quisieran atravesar todas las barreras que había impuesto entre nosotros de golpe. Por un momento sentí que él sabía lo que pensaba, lo que quería en aquel momento, y me asusté. Noté cómo me subía el color a las mejillas como si mi humanidad hubiese vuelto de golpe. Me quedé sin aliento y di un paso torpe hacia atrás, hasta dar con el poste de los pies de la cama como queriendo apartarme del embrujo que el cuerpo del joven ejercía sobre mi. Cerré los ojos y los froté con las manos como para despejarme y recuperar la cordura. El suelo se tambaleaba a mis pies, y no sabía si era solo por mi mareo, o por el movimiento del mar.
No me habría interrumpido de no ser porque noté el entumecimiento que me proporcionaba la mañana. Aparté la cara con lentitud y la dejé suspendida sobre el hombro del joven casi rozando su mejilla, apoyándo las manos a ambos lados de su cuerpo sobre el marco de la puerta para no caer sobre él e impidiéndo así que ésta se abriera. Me tomé varios segundos de silencio para respirar y dejar de oir el jadeo de él, entrecortado. Me obligé a cerrar los ojos y a concentrarme para no caer en la tentación. El estar tan cerca me hacía sentir una atracción fuerte e incesante que estaba segura que él también sentía, la cual no entendía por qué no había notado antes. El cuerpo de Vincenzo me llamaba, me rogaba sin quererlo que me rindiera, que me dejara llevar... y yo por primera vez me sentí desconcertada y dubitativa.
-Lo siento - logré susurrar deshaciendo el nudo que se me había formado en la garganta. Me separé de él sintiéndome mareada-. No quería que te fueras y ahora... no puedes salir.
No pude evitar deslizar la mirada por su camisa, con deseo, y subir los ojos hasta encontrarme con los suyos, que me penetraron como si quisieran atravesar todas las barreras que había impuesto entre nosotros de golpe. Por un momento sentí que él sabía lo que pensaba, lo que quería en aquel momento, y me asusté. Noté cómo me subía el color a las mejillas como si mi humanidad hubiese vuelto de golpe. Me quedé sin aliento y di un paso torpe hacia atrás, hasta dar con el poste de los pies de la cama como queriendo apartarme del embrujo que el cuerpo del joven ejercía sobre mi. Cerré los ojos y los froté con las manos como para despejarme y recuperar la cordura. El suelo se tambaleaba a mis pies, y no sabía si era solo por mi mareo, o por el movimiento del mar.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
- Pero qué..¿!?
Mi cuerpo sintió un repentino sudor frío. Me quedé allí, petrificado, sin entender muy bien del todo la reacción de ella. A qué demonios jugaba? Yo la amaba, ella me... era obvio que sentía algo por mí, lo que no sabía era a qué demonios jugaba, aquel juego no era para nada divertido, sino totalmente frustrante. O una de dos... o se había vuelto loca o realmente deseaba tanto como yo que llegase aquel momento. Olvidé por completo el tema de haberme encerrado en aquel habitáculo con ella, siendo mi prioridad el manejo de aquel barco.
- Espero que sepas lo que estás haciendo.
Le dije con los ojos entrecerrados, con una expresión que ni siquiera yo sabría explicar. Todo lo que había pasado hace días, semanas, estaba totalmente en desacorde con mi forma normal de vivir.
La observé, fijamente desde que sus deliciosos labios se habían separado de los míos. Pero... por qué otra vez!¿? No pude contener las ansias que me provocaba el estar simplemente a su lado, quería disfrutar de sus caricias, de su rabia, de ella misma y de todo lo que supondría todo aquello. No era el mejor lugar para hacer lo que estaba a punto de acometer, pero si ella así lo deseaba, no perdería la oportunidad de estar entre sus brazos. Ella era como mi ambrosía para los dioses, quería beber de ella...
Acorté las distancias que nos separaban con pasos simplemente normales, mi camisa permanecía abierta cuando la tomé por la cintura.
Cerré los ojos cuando el frío de sus labios se confundió con la agradable calidez de los míos. Mi pecho parecía contener todo aquello que estaba esperando por toda la vida, una mujer que me hiciese feliz, y allí estaba ella. Sheira Lyzbeth.
Sentí cierto placer cuando cedió a prestarme caricias con su lengua, saboreé cada una de las caricias que nuestras lenguas no pretendían dejar a un lado. Mi excitación estaba llegando a límites que nunca había llegado a sentir ni siquiera tras yacer con una de las fulanas parisinas, cada semana. Tan solo con un simple beso suyo me hacía llegar a un lugar en el que jamás había estado, el paraíso.
Distraídamente, tomé con mis manos su pequeña cintura, para después llevarlas a su espalda, deshaciendo cada uno de los nudos de su corsette. Esperando que de una vez por todas no me interrumpiera, o si lo hiciese de nuevo fuese para no volverla a tocar nunca más. No olvidé por ningun momento mi promesa de no tocarla, a menos que ella me lo pidiese. Tan solo esperaba una palabra de sus dulces labios para que me diesen una oportunidad que jamás olvidaría.
Mi cuerpo sintió un repentino sudor frío. Me quedé allí, petrificado, sin entender muy bien del todo la reacción de ella. A qué demonios jugaba? Yo la amaba, ella me... era obvio que sentía algo por mí, lo que no sabía era a qué demonios jugaba, aquel juego no era para nada divertido, sino totalmente frustrante. O una de dos... o se había vuelto loca o realmente deseaba tanto como yo que llegase aquel momento. Olvidé por completo el tema de haberme encerrado en aquel habitáculo con ella, siendo mi prioridad el manejo de aquel barco.
- Espero que sepas lo que estás haciendo.
Le dije con los ojos entrecerrados, con una expresión que ni siquiera yo sabría explicar. Todo lo que había pasado hace días, semanas, estaba totalmente en desacorde con mi forma normal de vivir.
La observé, fijamente desde que sus deliciosos labios se habían separado de los míos. Pero... por qué otra vez!¿? No pude contener las ansias que me provocaba el estar simplemente a su lado, quería disfrutar de sus caricias, de su rabia, de ella misma y de todo lo que supondría todo aquello. No era el mejor lugar para hacer lo que estaba a punto de acometer, pero si ella así lo deseaba, no perdería la oportunidad de estar entre sus brazos. Ella era como mi ambrosía para los dioses, quería beber de ella...
Acorté las distancias que nos separaban con pasos simplemente normales, mi camisa permanecía abierta cuando la tomé por la cintura.
Cerré los ojos cuando el frío de sus labios se confundió con la agradable calidez de los míos. Mi pecho parecía contener todo aquello que estaba esperando por toda la vida, una mujer que me hiciese feliz, y allí estaba ella. Sheira Lyzbeth.
Sentí cierto placer cuando cedió a prestarme caricias con su lengua, saboreé cada una de las caricias que nuestras lenguas no pretendían dejar a un lado. Mi excitación estaba llegando a límites que nunca había llegado a sentir ni siquiera tras yacer con una de las fulanas parisinas, cada semana. Tan solo con un simple beso suyo me hacía llegar a un lugar en el que jamás había estado, el paraíso.
Distraídamente, tomé con mis manos su pequeña cintura, para después llevarlas a su espalda, deshaciendo cada uno de los nudos de su corsette. Esperando que de una vez por todas no me interrumpiera, o si lo hiciese de nuevo fuese para no volverla a tocar nunca más. No olvidé por ningun momento mi promesa de no tocarla, a menos que ella me lo pidiese. Tan solo esperaba una palabra de sus dulces labios para que me diesen una oportunidad que jamás olvidaría.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Que fuera él quien diera el paso aquella vez me pilló con la guardia baja, pero de pronto una sensación de satisfacción me invadió por completo. Respiré profundamente el olor del joven y rodeé su cuello con ambos brazos, besándole despacio. Esta vez no quería interrumpirle, quería continuar y sentir su amor o lo que quisiera mostrarme. Entre sus fuertes brazos me sentí de pronto pequeña y protegida. Quise musitar su nombre, pero nuestros labios, anhelando estar juntos de una vez no me lo permitieron.
Los dedos de él tantearon el corsette y a pesar de la preocupación que me invadió rechacé sentimientos de tensión y miedo. No quería tener miedo, no quería preocuparme por morderle o hacerle daño. Me controlaría, y todo saldría bien porque aquel momento era lo que más había ansiado durante mucho tiempo y merecía ser feliz al menos por una vez. Oí cómo caían al suelo tanto el vestido como el corsette, quedando cubiertas mis piernas por las enaguas y unas finas medias. No recuerdo cómo llegamos a la cama. Oí las botas de él cayendo al suelo y sentí cómo su torso se pegaba a mi pecho, dándome calor. Deshice mi abrazo para liberarle de la camisa mientras le besaba el cuello. Mis mejillas ardían por la excitación y a pesar de ver perfectamente en la oscuridad de la habitación, preferí cerrar los ojos y dejarme llevar. Sonreí levemente cuando oí gruñidos de él al besar su clavícula y regresar a sus labios.
De pronto la sensación de ser joven y frágil volvió a apoderarse de mi, pero no exterioricé mi miedo. Era la primera vez que me entregaba de verdad a Vincenzo, y lo deseaba con toda mi alma, pero la inexperiencia propia y la ventaja de él en aquellos menesteres me anulaban el juicio. ¿Debía decirle que a pesar de mi larga vida mi honor seguía intacto? No... él lo descubriría por si mismo. Solo deseaba que aquello no condicionara nada de lo que iba a pasar en aquella habitación.
Los dedos de él tantearon el corsette y a pesar de la preocupación que me invadió rechacé sentimientos de tensión y miedo. No quería tener miedo, no quería preocuparme por morderle o hacerle daño. Me controlaría, y todo saldría bien porque aquel momento era lo que más había ansiado durante mucho tiempo y merecía ser feliz al menos por una vez. Oí cómo caían al suelo tanto el vestido como el corsette, quedando cubiertas mis piernas por las enaguas y unas finas medias. No recuerdo cómo llegamos a la cama. Oí las botas de él cayendo al suelo y sentí cómo su torso se pegaba a mi pecho, dándome calor. Deshice mi abrazo para liberarle de la camisa mientras le besaba el cuello. Mis mejillas ardían por la excitación y a pesar de ver perfectamente en la oscuridad de la habitación, preferí cerrar los ojos y dejarme llevar. Sonreí levemente cuando oí gruñidos de él al besar su clavícula y regresar a sus labios.
De pronto la sensación de ser joven y frágil volvió a apoderarse de mi, pero no exterioricé mi miedo. Era la primera vez que me entregaba de verdad a Vincenzo, y lo deseaba con toda mi alma, pero la inexperiencia propia y la ventaja de él en aquellos menesteres me anulaban el juicio. ¿Debía decirle que a pesar de mi larga vida mi honor seguía intacto? No... él lo descubriría por si mismo. Solo deseaba que aquello no condicionara nada de lo que iba a pasar en aquella habitación.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Oí ruidos extraños en el exterior, pero nada que no fuese mas importante de lo que estaba ocurriendo en esos intsntes en el camarote. No hab´ía pensado en ello, bueno... quizás había imaginado compartir una noche con Sheira mientras difrutaba de su viaje en Egipto, pero eso no suponía que llegase a ser cierto.
Su cuerpo me hablaba, parecía gritar a voces que la hiciera mía... pero sería cierto? ¿en realidad me dejaría tomarla como mía o de nuevo me quedaría yo solo con mi excitación latente? Muchas eran las preguntas que sacudían a mi cabeza. Muchas de ellas era como... ¿volverá a hacerme daño? ya no hablaba de su mordisco, sino de un daño que iba mas allá de lo físico, un daño que no me perdonaría jamas mientras viva.
Me exalté, mis ojos se volvieron como platos, como un niño que descubre el cuerpo de una mujer por primera vez, excitado, pero nervioso. Sabía que lo que tenía entre manos era mucho mas importante que saciar mis ansias de sexo, era saciarme como persona, era conseguir lo que llevaba vidas buscando. Una mujer que me amase y se entregase a mi, pero no tan facilmente.
Tomé con delicadeza un cordón que había en su fina camisa, aquella que las mujeres en ocasiones llevaban bajo los corsettes y que arropaban sus senos como cántaros de miel, a mi dulce paladar.
Deshice aquel pequeño nudo, abriendo su camisa para dejar al descubierto mucho mas de lo que habría imaginado. Sus pechos eran gloriosos, y allí estaba yo para acariciarlos hasta la saciedad.
Besé sus labios con lentitud, mientras que mis manos se deslizaban por su cuello, en forma de infinitas caricias, hasta llegar a su tan aclamado pecho. Mis manos no dudaron ni un minuto en acariciarlos, sintiendo aquella suavidad bajo la palma de mi mano, salvo por aquel cúlmen como eran sus pezones, dándo aquel punto de picaardía a la escena. Aquello me decía que le gustaban mis caricias, pues estaban muy erguidos. No pude evitar abandonar sus labios, deteniéndome en aquella línea imaginaria que había hasta su pecho, el cuello, aquel tramo tan largo como glorioso, que se tambaleaba al tomar aire o tragar saliva. Mis manos dejaron de acariciar aquel seno izquierdo, para dar paso a mis labios, que se desvivían en cada beso que le proporcionaba. Sus pezones, mas erectos que nunca habían sido por el momento el fruto mas afrodisíaco de todos. Quizás todo aquello fuese un simple juego para ella, quizás a un palmo de conseguir lo que quería mio me diese de bruces, quizá... aquello no acabase tal y como había empezado. Tan solo hacía falta una simple palabra, para hacer que su honor ahora me perteneciese a mi.
- Dilo... - susurré en su oido.
Su cuerpo me hablaba, parecía gritar a voces que la hiciera mía... pero sería cierto? ¿en realidad me dejaría tomarla como mía o de nuevo me quedaría yo solo con mi excitación latente? Muchas eran las preguntas que sacudían a mi cabeza. Muchas de ellas era como... ¿volverá a hacerme daño? ya no hablaba de su mordisco, sino de un daño que iba mas allá de lo físico, un daño que no me perdonaría jamas mientras viva.
Me exalté, mis ojos se volvieron como platos, como un niño que descubre el cuerpo de una mujer por primera vez, excitado, pero nervioso. Sabía que lo que tenía entre manos era mucho mas importante que saciar mis ansias de sexo, era saciarme como persona, era conseguir lo que llevaba vidas buscando. Una mujer que me amase y se entregase a mi, pero no tan facilmente.
Tomé con delicadeza un cordón que había en su fina camisa, aquella que las mujeres en ocasiones llevaban bajo los corsettes y que arropaban sus senos como cántaros de miel, a mi dulce paladar.
Deshice aquel pequeño nudo, abriendo su camisa para dejar al descubierto mucho mas de lo que habría imaginado. Sus pechos eran gloriosos, y allí estaba yo para acariciarlos hasta la saciedad.
Besé sus labios con lentitud, mientras que mis manos se deslizaban por su cuello, en forma de infinitas caricias, hasta llegar a su tan aclamado pecho. Mis manos no dudaron ni un minuto en acariciarlos, sintiendo aquella suavidad bajo la palma de mi mano, salvo por aquel cúlmen como eran sus pezones, dándo aquel punto de picaardía a la escena. Aquello me decía que le gustaban mis caricias, pues estaban muy erguidos. No pude evitar abandonar sus labios, deteniéndome en aquella línea imaginaria que había hasta su pecho, el cuello, aquel tramo tan largo como glorioso, que se tambaleaba al tomar aire o tragar saliva. Mis manos dejaron de acariciar aquel seno izquierdo, para dar paso a mis labios, que se desvivían en cada beso que le proporcionaba. Sus pezones, mas erectos que nunca habían sido por el momento el fruto mas afrodisíaco de todos. Quizás todo aquello fuese un simple juego para ella, quizás a un palmo de conseguir lo que quería mio me diese de bruces, quizá... aquello no acabase tal y como había empezado. Tan solo hacía falta una simple palabra, para hacer que su honor ahora me perteneciese a mi.
- Dilo... - susurré en su oido.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Apenas habíamos comenzado con aquello y yo ya había perdido la cabeza. Nunca había sentido nada igual. Cuando Vincenzo me desabrochó la fina camisa que me quedaba sobre el cuerpo, sentí arder mis mejillas, pero no me atreví a abrir los ojos para evaluar su expresión. Sentí sus manos sobre mis pechos y me estremecí bajo su cuerpo. Noté la piel de éstos arrugarse levemente en la cima y endurecerse en los pezones. Que sensación tan abrumadora. No sabía si iba a soportar si quiera el contacto de la boca de Vincenzo en otras partes de mi cuerpo, pero allí estaba él, torturándome, haciéndome agarrar la tela bajo mis palmas por su sólo contacto. Su cuerpo irradiaba calor y magia, y me hacía cosquillas.
Noté la boca de Vincenzo volviendo a ascender. Abrí los ojos para mirarle, y entonces oí que me hablaba y tuve que concentrarme para oirle. "Dilo". ¿Que dijera el qué? Me concentré aun más en aquella petición, y comprendí a qué se refería. No obstante sentí que me encogía bajo él, aterrada. Había creido que su afirmación la última noche en su casa habría quedado descartada tras mi reacción, pero no había sido así. Me quedé en silencio, sin respirar y con los ojos escociéndome durante varios minutos. Había colocado estratégicamente la cabeza en el hueco de su hombro para que no me viera. No podía creer que necesitara que se lo pidiera. No entendía por qué le costaba tanto comprender que hacía terribles esfuerzos por estar allí, con él en aquel instante... que la decisión que había tomado de compartir aquello era una de las más difíciles de toda mi vida. No, no parecía comprenderlo. Estaba dispuesta a entregarle mi... primera vez. ¡Y él se preocupaba por que le suplicara! Noté mi rabia en forma de pequeñas y silenciosas lágrimas. Dejé caer la cabeza sobre la almohada mirándole con angustia.
-No. No voy a pedirte que yazcas conmigo... yo solo...- se me trabó la voz al notar una rigidez repentina en el cuerpo de Vincenzo. Tragué saliva con notable esfuerzo al intentar pronunciar correctamente-, yo solo te... quiero. Creía que con eso bastaba.
Me sentí tan estúpida.... tan cría. Era lo más irónico que me había pasado en la vida. Me quedé en silencio notando que el cuerpo del joven reaccionaba de nuevo al oir mis últimas palabras, pero no me paré a interpretar el por qué. Esperé a que digera algo durante varios segundos, pero ese breve tiempo me parecieron horas, y yo cada vez me sentía más ridícula. No quería más humillaciones, no quería que me volviera a rechazar. No me veía con fuerzas para afrontarlo de nuevo. La cabeza comenzó a darme vueltas.
-Está bien. Ya veo que no es suficiente- susurré con visible vergüenza.
Coloqué una mano en el pecho del joven con intención de apartarle o al menos huir de aquella situación. Me acurrucaría en una esquina de la habitación si era necesario... pero no tardé ni dos segundos en darme cuenta de que a no ser que él quisiera moverse, yo no podía apartarle. Gemí levemente mientras volvía a dejarme caer sobre la almohada, desparramando otra vez mi larga melena sobre la colcha y cruzando los brazos frente al pecho. Busqué con esfuerzo los ojos del joven con una interrogación clara en el rostro. ¿Qué quería? Aguardé una respuesta mientras intentaba respirar aire correctamente. Aun con la verguenza a flor de piel, no podía evitar sentir cierto aturdimiento por la posición en la que se encontraba sobre mí. Eso me hundió más en la desesperación. Me sentí morir. ¿Por qué me pasaba aquello? ¿Por qué?
Noté la boca de Vincenzo volviendo a ascender. Abrí los ojos para mirarle, y entonces oí que me hablaba y tuve que concentrarme para oirle. "Dilo". ¿Que dijera el qué? Me concentré aun más en aquella petición, y comprendí a qué se refería. No obstante sentí que me encogía bajo él, aterrada. Había creido que su afirmación la última noche en su casa habría quedado descartada tras mi reacción, pero no había sido así. Me quedé en silencio, sin respirar y con los ojos escociéndome durante varios minutos. Había colocado estratégicamente la cabeza en el hueco de su hombro para que no me viera. No podía creer que necesitara que se lo pidiera. No entendía por qué le costaba tanto comprender que hacía terribles esfuerzos por estar allí, con él en aquel instante... que la decisión que había tomado de compartir aquello era una de las más difíciles de toda mi vida. No, no parecía comprenderlo. Estaba dispuesta a entregarle mi... primera vez. ¡Y él se preocupaba por que le suplicara! Noté mi rabia en forma de pequeñas y silenciosas lágrimas. Dejé caer la cabeza sobre la almohada mirándole con angustia.
-No. No voy a pedirte que yazcas conmigo... yo solo...- se me trabó la voz al notar una rigidez repentina en el cuerpo de Vincenzo. Tragué saliva con notable esfuerzo al intentar pronunciar correctamente-, yo solo te... quiero. Creía que con eso bastaba.
Me sentí tan estúpida.... tan cría. Era lo más irónico que me había pasado en la vida. Me quedé en silencio notando que el cuerpo del joven reaccionaba de nuevo al oir mis últimas palabras, pero no me paré a interpretar el por qué. Esperé a que digera algo durante varios segundos, pero ese breve tiempo me parecieron horas, y yo cada vez me sentía más ridícula. No quería más humillaciones, no quería que me volviera a rechazar. No me veía con fuerzas para afrontarlo de nuevo. La cabeza comenzó a darme vueltas.
-Está bien. Ya veo que no es suficiente- susurré con visible vergüenza.
Coloqué una mano en el pecho del joven con intención de apartarle o al menos huir de aquella situación. Me acurrucaría en una esquina de la habitación si era necesario... pero no tardé ni dos segundos en darme cuenta de que a no ser que él quisiera moverse, yo no podía apartarle. Gemí levemente mientras volvía a dejarme caer sobre la almohada, desparramando otra vez mi larga melena sobre la colcha y cruzando los brazos frente al pecho. Busqué con esfuerzo los ojos del joven con una interrogación clara en el rostro. ¿Qué quería? Aguardé una respuesta mientras intentaba respirar aire correctamente. Aun con la verguenza a flor de piel, no podía evitar sentir cierto aturdimiento por la posición en la que se encontraba sobre mí. Eso me hundió más en la desesperación. Me sentí morir. ¿Por qué me pasaba aquello? ¿Por qué?
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)
Llevaba planeando mi entrada triunfal en aquel barco desde que tuve conocimientos de que mi gemelo iba a zarpar en un viaje que supondría varios días para él. Tracé un plan casi perfecto. ¿Por qué casi? Porque jamás se sabía del todo cómo iban a salir las cosas a menos que fueses un perfecto vidente y ni siquiera eso podría ser posible hasta que estuvieses metido de lleno en él.
Preparé mi cuerpo y mi mente durante semanas, todo gracias a la ayuda de una nueva... "amiga" que encontré en un teatro, mientras las funciones habían descansado por aquel día. Cuando estuve completamente seguro de que mis poderes no me fallarían en ningun momento de mi transición comencé a dar el primer paso.
Escondido en una perfecta ilusión, la de un niño de unos 8 años de edad, me infiltré en aquel barco.
Mis ropas, eran la dell típico pilluelo de las novelas, aquel niño en la calle que desesperado por encontrar bocado o una oportunidad de escapar de aquel basto mundo en el que se encontraba, era capaz de hacer cualquier cosa.
Asomé la cabeza a propósito entre los enseres de los piratas, hice como si robase comida. Hice mas ruido del que haría yo en realidad, para ser delatado con facilidad. Lo extraño era que me hubiese pillado un simple pirata y no mi querido "hermano". Quizás estuviese atento a otras cosas de menor importancia, aunque proferí una mueca de asco al comprobar que la mujer tampoco estaba, obviamente porque era de día.
Al grito de... - POLIZON!! - sonreí para mis adentros, era momento de comenzar aquel plan que si dios quería terminaría en desgracia. Sería lenta la convivenia con ellos hasta el final del viaje. ¿Por que sabía que no me tirarían por la borda? Simplemente porque no podían ser tan crueles con un pequeño querubín de 8 años.
Dejé que uno de sus hombres me tomase del brazo. Como si una fulana me tratase, salvo por la distinta reacción al final, que fué tirarme al suelo en mitad de la cubierta para los ojos de toda la tripulación de aquel barco.
En mi rostro se podía apreciar una mueca de miedo, perfectamente fingida.
León Gerôme Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 05/03/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» ficha sin rumbo
» Caminando sin rumbo
» Sin rumbo (libre)
» Sin Rumbo Fijo [Libre]
» Sin rumbo fijo (François)
» Caminando sin rumbo
» Sin rumbo (libre)
» Sin Rumbo Fijo [Libre]
» Sin rumbo fijo (François)
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour