Rumbo al sur. Pasado presente (Vincenzo)

por **Sheira Lyzbeth** Sáb Mayo 28, 2011 9:40 am

Recuerdo del primer mensaje :

A penas quedaba un día para el viaje que había pactado con Vincenzo. Andaba de un lado a otro en mi casa esperando a que cayera el sol una noche más, inquieta. Había rehuido cualquier encuentro fortuito con el joven, y aun no entendía el por qué. Le echaba de menos en lo más profundo de mi corazón, y su rostro dormitando entre mis caricias perduraba en mi mente, pero había adoptado la responsabilidad de su seguridad y a pesar de sus ruegos, no podía evitar pensar que mi presencia en su vida era lo más perjudicial para él. Quizá Vincenzo no se acordaba del viaje. Quizá ni siquiera había dicho enserio lo de llevarme a Egipto, pero él no comprendía hasta que punto yo deseaba que me llevara. Claro que podía trasladarme por mis propios medios a África, a pie. Había sido una idea tentadora desde que había dejado mi ciudad natal, pero pensando en lo difícil que sería haber ocultado mi condición país por país había desechado la idea. Solo por volver a ver las pirámides que mi pueblo había construido habría sacrificado miles de almas, pero Vincenzo... Vincenzo era un tema a parte. Me había calado en lo más profundo de mi muerto ser.

Me sonrojé al recordar los besos que habíamos compartido, extasiados, semanas atrás y cómo por mis tonterías lo había estropeado todo. Alejé la mente de lo que hice después. Nunca volvería a probar la sangre de Vincenzo, por mucho que lo deseara. Si el se ponía en peligro de nuevo prefería morir mil veces antes que atacarle. No queriá leer de nuevo el miedo en sus ojos.

Sentí que mis músculos recuperaban la energía habitual y supe que el sol había tocado fondo en las montañas. La noche volvía a caer y me liberaba de mi encierro. Cazé por precaución antes de plantarme en la puerta del joven, pero nada más llegar supe que él no se encontraba en el interior de la casa. Podía sentir a Katrina jugando con unas sábanas en el piso de arriba y varias criadas de aquí para allá cerrando las puertas. Me pregunté donde se podía haber metido. Me recoloqué el pelo ondulado debajo de la capucha y me dirigí hacia el puerto. Mientras llegaba allí me di cuenta de que había más actividad de lo normal en el muelle y en la zona de la playa. Agudicé el oido y pude oir varias conversaciones en las fogatas de la arena. Al parecer se habían sucedido robos durante varias semanas en los barcos mercantes extrangeros, y los marineros no estaban seguros de que sus tesoros se libraran de hurtos.

Paseé por el muelle utilizando mi don para detectar quién había dentro de ellos, y al final de éste di con Vincenzo. Estaba solo en los camarotes de una inmensa nave que me dejó sin aliento. Podía estar muy orgulloso de su barco, pues era el más bonito de todos los que estaban apostados en el puerto. Me dispuse a entrar, pero unos chicos que charlaban en una hogera cercana se levantaron como impulsados por un resorte y se pusieron frente a mi antes de poner un pie en las tablas que unían el barco con el muelle. Entorné los ojos.

-Lo siento, no puede subir al barco, el capitán ha dado órdenes expresas para que nadie le moleste - comentó un chico con una sonrisa impertinente, mirándome de arriba abajo a pesar de que llevaba la capa sobre el vestido.

-La que lo siente soy yo, puesto que necesito verle y voy a hacerlo tanto si os gusta como si no- comenté con voz tranquila, pero noté el desconcierto en las caras de los marineros. Avancé de nuevo hasta que el hombre más alto de ellos volvió a ponerse frente a mi. Sentí el impulso de empujarle al agua, pero lo refrené porque no era creible que una humana normal tuviera fuerza suficiente como para mover a semejante ser un centímetro siquiera. Me paré dando un suspiro y esperé a que dijera algo.

-No puede pasar- repitió con voz molesta, y esperó a que sus compañeros se situasen a su lado para apoyarle. Observé a los marineros con expresión aburrida y avancé hacia ellos, pero cuando dos de ellos se abalanzaron sobre mi para pararme, perdí la paciencia. Con un movimiento ágil, me situé a sus espaldas y tomando un cuchillo que llevaba uno de ellos en el cinturón, retuve a uno con el arma apuntando a su cuello.

-No volváis a hacer eso, nunca más - musité entre dientes. Después me dirigí al más joven de los presentes que me miraba entre temeroso y admirado-. Vos. ¿Tendríais la amabilidada de ir a buscar al capitán y decirle que tiene visita? Estoy segura de que no le gustaría perder a uno de sus hombres en estos días que corren.

No necesité repetir la pregunta. El chico se abrió paso entre sus compañeros y corrió hasta el barco. Los demás me miraban, algunos sonriendo y otros visiblemente molestos con mi acción. El joven que tenía sujeto por los brazos y apuntado en el cuello con el cuchillo ni siquiera intentó zafarse. Todos aguardamos en un tenso silencio hasta que algunos marineros comenzaron a hacer bromas con el rehén.

-Pero ¿cómo te has dejado atrapar por una dama Tristán? Vaya pirata estás hecho...- soltaban algunos. Bufé mientras aguardaba algún movimiento en cubierta. Los minutos se me hicieron eternos.

por **Vincenzo Danislăv** Jue Jun 30, 2011 2:32 am

Su repentina rigidez me sorprendió. No supe siquiera como actuar ante aquello. Mi miedo se había hecho realidad en aquel mismo instante.
Pude sentir como sus movimientos se hicieron escasos repentinamente, y como sus labios ya no respondían a mis besos.

Quiero... un verbo que quizás era el mas dificil de todos, pero muy fácil de descifrar para mí, aunque aquello me costase horrores, porque no quería saber el significado que había tras aquellas palabras.
Sabía que por el simple hecho de dejarme unos minutos de mera ilusión para poder al menos deshacerla de su ropa, no significaba que me amase. Querer era algo con lo que yo siempre había convivido, era como alguien que quiere una manzana, pero al conseguirla ya carecía de significado para él. Yo tan solo era un mísero juego para ella. ¿Cuantas veces había hecho éstos trucos a los hombres? ¿Durante cuanto tiempo iba a seguir rechazando mis caricias? Sabía que me había equivocado, sabía a la perfección cómo me estaba destrozando a cada segunod que utilizaba para separarme con dificultad de su cuerpo. Cómo aguantaba lágrimas en los ojos pues estaba tan dolido por aquello que el sentimiento de frustración y de ignorancia no permitiese que salieran. Era como si me hubiesen roto de nuevo el corazón, me sentía realmente una mierda. Utilizado por las artes de una vampiresa, y derrotado al reconocer que aquello no podía ser posible, y que jamás yacería conmigo. Era un precio que estaba dispuesto a pagar pero aquello me hizo endurecer mas aquella promesa.

- No volveré a tocarte... lo prometo... - Dije en un tono triste, amargo y suave a la vez, al tiempo que miraba al suelo totalmente incapaz de observar siquiera el pliegue de las sábanas. ¿Por qué me había dejado engañar? ¿Por qué ella era la que había empezado ésto... acaso no lo quería? Miles de preguntas amargas se avalanzaron en mi mente, dejándome un sabor agridulce en los labios, los cuales jamas volverían a ser besados por aquella mujer. Cabizbajo, y frustrado, propiné un golpe seco a la almohada. No me merecía ésto, ahora no.

Ante el grito que propinó uno de los marineros que trabajaban para mí. A penas me alerté. Tomé mi camisa y anudando de nuevo mi cinturón cerré la puerta de un portazo, dejando a aquella mujer que sería la precursora de mi locura, sola.

Ante las risas y cuchicheos de algunos de mis trabajadores al verme salir tan... "tarde" del camarote, mostré mi semblante mas serio y rígido que hacía tiempo que no usaba. Algunos de ellos callaron al instante por el miedo que podía producir mi semblante. Era raro verme serio, sin embargo no estaba mosqueado, sino dolido, muy dolido.

- Tristan, Lucien, sereis degradados en vuestro rango dentro de este barco. Sereis responsables de la limpieza de la cubierta y de preparar la comida a todos los marineros.

- Pero por q..

- Silencio. - Acallé voces tajantemente. Volviendo la mirada hacia el niño que yacía de culo en la cubierta.

- Tu nombre y que haces aquí. - Observé al niño, que ante mis ojos podría ver "borroso" como cuando bebía mas de la cuenta en las tabernas de los lugares mas aclamados, o simplemente por la falta de sueño. Miré a los demás pero éstos se veían con nitidez. Que cosa mas extraña... quizás mis ojos sufriesen problemas al igual que mi mente en éstos instantes tan incómodos.

PD.: Tan solo yo puedo ver "borroso" al niño, gracias a mi magia y el parentesco con él.

por **Sheira Lyzbeth** Jue Jun 30, 2011 6:11 pm

Me volví hacia la pared a la que estaba pegada la cama cuando Vincenzo golpeó la almohada junto a mi y en esa posición me quedé incluso cuando sentí la quemazón de la luz en la espalda y oí el portazo que la precedía. Ni siquiera tuve valor de quejarme. Mis lágrimas se habían intensificado ante las breves palabras de Vincenzo, y mi corazón parecía haber estallado en miles de fragmentos. Me sentía morir, otra vez.

Una vez noté que el ardor en la piel desaparecía, miré la habitación vacía. Me levanté como obligada por mis piernas y me arrastré hasta donde se hallaba mi camisa. Me la coloqué con la mirada extraviada y más tarde localicé mi corsette. No tenía intención de ponérmelo, asique me quedé de pie en medio de la habitación con los ojos cerrados. Me froté los brazos inconscientemente, como anhelando las caricias que Vincenzo me había prometido y luego me había arrebatado. No entendía nada, y no quería pensar en ello. ¿Cómo una simple petición podía arruinarlo todo?

Lo siento Vincenzo. Lo siento. Nunca seré capaz de explicarte lo que siento por ti... todo el amor que te tengo y por el cual deseaba tanto este momento. Es tal que no soy capaz de rogarte que me hagas tuya, porque creo que sería rebajar mis sentimientos a una necesidad... y yacer contigo no es algo imprescindible tal y como lo es sin embargo el tenerte cerca y oir tu voz. No aceptaría nunca el tenerte en mi lecho si eso conllevara no poder compartir el resto de cosas contigo: un amanecer, un viaje... unas palabras de amor. Quizás no lo entiendas. Quizás te cueste verlo... pero es precísamente mi amor el que nunca me permitirá suplicarte por unos segundos de placer, porque yo quiero compartir una vida, una vida eterna, lo que quizás en nuestro caso, no podrá ser...

Esas eran las palabras que de haber tenido valor habría pronunciado. Las retuve en la mente hasta que localicé en la habitación unas hojas y una pluma que debía haberme dejado Vincenzo. Sentí otra punzada de dolor en el pecho mientras me sentaba en el escritorio y escribía. "No podrá ser..." noté el temblor de las manos al escribir las últimas palabras. Cuantas cosas más podría plasmar en aquel papel. Podía explicar por qué tenía miedo de hacerle daño, podía decirle que la única razón por la que no me arrepentía del todo de no haber consumado lo que habíamos empezado era que podía haber perdido el control en cualquier momento y haberle asesinado... pero eran cosas que él ya sabía. De cualquier modo, ese papel no iba a llegar a sus manos. Lo doble con tristeza y lo guardé en un doblez de las enaguas.

Volví a levantarme y sentí un mareo repentino, al igual que nauseas. Me dejé caer sobre la cama y me hice un ovillo, ocultándome bajo las sábanas. Así me sentía más protegida, como si por autoabrazarme pudiera evitar el dolor que consumía. Morir. Si, eso abría deseado. Si hubiera tenido un seguro para no sufrir habría pagado lo que me pidieran. ¡Había estado dispuesta a entregarme a un hombre por un simple sentimiento! ¡Habría arriesgado su vida por demostrarle que le amaba de verdad! Volví a llorar sabiendo que nadie en aquel barco podría consolarme. Si, viajaba a Egipto, pero ¿qué valor tenía aquello si Vincenzo no iba a mirarme a la cara nunca más? Poco a poco mis fuerzas me abandonaron. Agudicé el oído y oí que había un niño a bordo y algunas cosas más que no supe entender. A la espera de que la noche me devolviera la energía, me dormí o quizás me desmayé. Lo único que recuerdo es tener la sensación de que algo no iba bien en aquel barco.

por **Vincenzo Danislăv** Vie Jul 01, 2011 3:24 pm

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