Desenbarco [Libre]

por **Bruce Coleman** Vie Jun 10, 2011 1:07 pm

Siete y dos minutos de la mañana, y como siempre me acompañaba mi compañera de la mañana, esa niebla espesa que solo podía ver un poco del muelle y el piso de madera que crujía bajo mis pies cuando me acercaba a los barcos mercantes que llegaban a esas horas de la mañana. Con mi ropa habitual, mas un abrigo y mi taza de metal algo antiguo pero que siempre usaba cuando iba a buscar las mercancías, llena de un delicioso y burbujeante café caliente.
Estaba sentado en una de las cajas que habían bajado del barco mercante Elizabeth que hacia diez minutos que había llegado a puerto con algunas piezas de
Los marineros por ordenes del capitán estaban bajando algunas piezas y cajas que venían desde Inglaterra y España para mi. No era un comerciante plenamente reconocido, pero con mis padres habíamos salido desde abajo, sin nada que vender, y ahora, por lo menos, tenia un negocio en París que era recurrido por algunos nobles y varios tipos de gente.
-Cree usted señor Renaud que Girodet de Roussy se venderá muy bien en su propio país?- me dijo el capitan con una madera plana y con algunos papeles, ya que etsba haciendo la revision de los productos que abia desembarcado.
-Claro que si capitan, los franceses adoran la pintura, y creo que Girodet de Roussy les va a gustar mucho, se lo aseguro. Además no todos tienen partituras originales de Bach ¿no cree capitan?- le respondi algo divertido a lo que el capitan respondió -señor Renaud, usted tiene futuro señor, se lo aseguro- con lo que subió de nuevo al barco mientras tarareaba Toccata & Fugue para seguir viendo la descarga.

por **Emily Bacth** Vie Jun 17, 2011 2:25 pm

Para aquel momento andaba medio grogui por el puerto. Mis paseos matutinos eran sobretodo para despertarme y animarme durante el día, pero lo único que conseguían era dormirme más aún, ya que nunca pasaba nada interesante. Siempre hacían lo mismo: cargar, descargar, cargar, descargar... y así sucesivamente hasta casi marearme.

Lo cierto es que, ni siquiera sabía que hacía yo en el puerto; con aquel olor a sal y a pescado. Ese día precisamente, había una niebla espesa que no me dejaba ver mucho através de ella. Sin saber donde pisaba, tropecé con algo y más tarde sentí un líquido empapando mi vestido. Era café. En el suelo estaba tendida cuando una mano salió de la nada para ayudarme.