Forever [Kei Koizumi]

- ¿Qué hora es?

Murmure… tan despacio en medio de la blancura que rodea la recamara, una blancura que contrasta con el oscuro que se respira, es una verdadera lástima, solo Isaak era quien me podría contarme como lucia esta casa por las mañanas, desperté imaginando los rayos del sol sobre mi rostro, despertándome como si fuera un humano, mirando a la nada, aquel techo, aquel aroma de las rosas en los floreros invadiéndome de esa forma Francesa, esa sensación de cansancio, pero ¿Qué hora era?, ni siquiera podía saberlo, inmediatamente me di cuenta que habían pasado horas desde que me quede absorto en la cama, en la blancura de las prendas, de todo aquello que tenía mi aroma, ni una luz sobre de mi, las pesadas cortinas marrones, el chirrido de aquellas puertas de roble, que se abrían de par en par.

- Amo Dunkelheit, ¿Qué hace despierto a estas horas?... Aun el sol está sobre la mansión, debería descansar por favor, no ha dormido nada en estos días.

La voz de Isaak era reconfortante, realmente lo era en esos momentos, por más que me taladrara la cabeza por el dolor de no poder dormir, de seguir de esta manera, el llegaba y todo parecía en calma, tenia cierto don para todo, incluso para mandar a los sirvientes para mantener la casa impecable.

- Los negocios me exigen mucho, las presiones, hace semanas que no he salido a las calles parisinas para ver a “alguien” o para conocer a otros, necesito seguir trabajando para…

- ¡Asagi!

Me interrumpió como pocas veces, diciendo mi nombre, como el padre que siempre fue, rara vez usaba ese tono, y era cuando yo era demasiado imprudente siempre detrás de mí.

- Discúlpeme, Amo Dunkelheit, pero sería mortal ir por la casa cuando las ventanas están recibiendo al sol de par en par, me niego a que salga ahora.

- Isaak, mi Querido Isaak, necesito que hagan la cama, que preparen un baño con las mejores sales, que traigan uno de los nuevos trajes, pero cierra las cortinas a mi paso, aun me pondré aquella manta negra sobre mi silueta, solo necesito estar en la biblioteca. Los negocios no se hacen solos.

- Está bien mi señor, ahora mando a alguien para hacer la cama, mientras acomode ese lienzo negro y acompáñeme.

Era cierto la muchedumbre no podía mirarme, acompañe a Isaak con aquella túnica negra cubriéndome, mientras el corría por los pasillos cerrando las ventanas, parecía un espectro, de verdad que lo era, de esa manera, estuve frente la biblioteca buscando una selección digna para algunos asuntos administrativos, cuando llego Isaak en ese smoking impecable a avisarme que el baño estaba listo, era guapo, era inteligente y el mejor de los alquimistas de todos sus tiempos, según dicen, existió antes que cualquier humanidad, pero era un secreto que el solo sabía ni yo le podía exigir que me contara la verdad.

- Algo más ¿Amo Dunkelheit?

- Una copa de… Sangre, quizá un poco más… sabes a que me refiero.

- Si mi amo… enseguida.

Y de esa manera terminando nuestro dialogo, me introduje en el agua con aquel aroma de nuevo, no me cansaba, pronto empezaría a anochecer y seria una vida para mi, más que eso, lo más frustrante era que no podría salir, tenía tantas ganas de hacerlo y preguntarme, a ¿Quién me encontraría?... Bueno la verdad es que en mi mente había un rostro pero imposible era un recuerdo borroso, ahora solo había un caos en mis pensamientos, mientras la espuma en mi torso iba bajando resbalando y dándole aquel brillo, recordaba ciertas escenas, aquellas que ya no podía borrar, pero era hora de pensar en números y nivel monetario.

Salí del agua, con la humedad de las gotas empapando mi cabello, envolviéndome en el fino algodón, mientras el traje que había pedido, la camisa de seda iba sobre mi piel, deslizándose, recordándome como había ayudado a sus manos a quitarla, debería dejar de pensar en todo eso.

- Mi señor, la comida en biblioteca ha sido llevada, en unos momentos, regreso con el vino…

- Nada de vino Isaak lleva el encargo del restaurant… eso si es “vino”…

- Enseguida mi señor.

- Esta noche ¿Saldrás con León?

- Si pero no se preocupe dejare listo todo… para su comodidad…

- Está bien.

Había acabado la “comida” mientras leía y analizaba en la biblioteca, cuando la sangre llego, Isaak llevaba la vajilla, mientras iba a lavarme nuevamente, aquellas hojas de menta con el extracto de las rosas daban mas higiene, Isaak lo sabía todo.

- Aquí le dejo, todo, mi señor si me disculpa en unos minutos me he de retirar León y yo quedamos de ir al puerto.

- Está bien… Quiero que tomes el día libre mañana, la noche también…

- Pero… No he dejado nada para mañana…

- No es necesario me las arreglare.

- Ahora…

La campanilla de la puerta estaba soñando un poco desesperada, acaso ¿tenía visitas?, ¿Esperaba a un socio?, mire a mi fiel mayordomo, el a mi también, quedándonos con la sorpresa en la cara, ¿Quién era?

- Voy a atender mi señor

- No espero a nadie, así que… Bueno puedes decir que no estoy.

Me quede encerrado en la biblioteca hojeando con un deseo de desesperación y nerviosismo las páginas, mientras bebía un poco más de aquel regalo, la sangre…