AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Inaugurando el hogar....
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Inaugurando el hogar....
Finalmente, luego de una extensa espera, mi nueva residencia estaba lista para ser habitada y por su puesto para recibir a mi reconocida clientela. Tal como había dispuesto, el acceso a la residencia era un elegante hall, con una mesa de arrimo, donde siempre pondría flores frescas. Un fino arco de madera daba acceso al salón, el que se encontraba decorado con sutileza, sin sobrecargar la habitación. Un par de butacas y un sofá, rodeando la chimenea. Cruzando el salón, se encontraba el comedor y a continuación la cocina.
Ya en el segundo piso el primer cuarto estaba destinado al estudio, allí había instalado una sencilla biblioteca a continuación el dormitorio principal, y otros dos cuartos pequeños, que aun no tenían finalidad y se encontraban sin decorar.
La decoración era sencilla, pero elegante, claro me di mis gustos al decorar, pero no planeaba invertir todos mis ahorros de golpe en aquel lugar. Pero mientras es suficiente para mi, suspiré satisfecha y me encamine hasta el bar, y me serví una copa de vino...
- Finalmente, mi hogar - Brindé en soledad al recorrer con la mirada aquel espacio que ahora era tan solo mío.
Miré la hora y subí a mi cuarto a prepararme tenía a un antiguo cliente citado para aquella noche, y como buena anfitriona, debía alistarme con la merecida dedicación.
Ya en el segundo piso el primer cuarto estaba destinado al estudio, allí había instalado una sencilla biblioteca a continuación el dormitorio principal, y otros dos cuartos pequeños, que aun no tenían finalidad y se encontraban sin decorar.
La decoración era sencilla, pero elegante, claro me di mis gustos al decorar, pero no planeaba invertir todos mis ahorros de golpe en aquel lugar. Pero mientras es suficiente para mi, suspiré satisfecha y me encamine hasta el bar, y me serví una copa de vino...
- Finalmente, mi hogar - Brindé en soledad al recorrer con la mirada aquel espacio que ahora era tan solo mío.
Miré la hora y subí a mi cuarto a prepararme tenía a un antiguo cliente citado para aquella noche, y como buena anfitriona, debía alistarme con la merecida dedicación.
Alizée Signoret- Mensajes : 113
Fecha de inscripción : 23/04/2011
Edad : 36
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Re: Inaugurando el hogar....
Apenas una tenue brisa aligeraba el calor sofocante del verano. Hacía solo unos días que había regresado a París y ya se hastiaba soberanamente. Las noches en las céntricas calles tenían su encanto y actividad, se podían encontrar con facilidad entretenimientos varios como teatros, bares y cómo no, burdeles. Las cortesanas de París tenían una reputación impecable en todo el mundo. A muchos de su clase había escuchado hablar de las maravillas que aquellas mujeres eran capaces de hacer, el máximo placer en apenas unas caricias y él, como amante irremediable que era de la belleza femenina no pensaba desperdiciarlo.
Indagando entre sus antiguos contactos consiguió el nombre y dirección de una de las mejores cortesanas. Todos la conocían y anhelaban la oportunidad de tener una cita con ella. Al parecer, era tanta su fama que hasta podía darse el lujo de elegir a sus clientes. Por suerte, o eso le habían dicho, le habían conseguido aquella misma noche una cita con la cortesana a la que el vampiro accedió curioso por tanta adulación hacia ella.
Se arregló meticulosamente, el traje bien alistado, pelo perfectamente peinado y bien perfumado. Que fuera un hombre no implicaba que debía apestar, algo que sus semejantes aún no habían captado del todo. Listo, pero sin rayar lo estirado o extravagante abandonó su mansión para dirigirse a la de Lady Signoret, ese era el apellido de la famosa dama.
Una hora antes de la media noche, a la hora acordada, se encontraba ya en frente de la puerta de su residencia, cuadrándose y llamando a la puerta calmadamente. Esperó hasta que finalmente la puerta se abrió sin hacer apenas ruido para dar paso a la deslumbrante imagen de una hermosa joven de unos 18 años de edad más o menos. El vampiro la estudió con detenimiento antes de entrar, desde luego la primera impresión era mucho más que favorable, solo quedaba descubrir hasta donde llegaban de ciertos aquellos rumores.
- Buenas noches mi Lady. Mi nombre es Kyrian Hunter, un placer estar en compañía de tan bella dama esta noche. – Tomó una de sus delicadas y suaves manos mientras realizaba una breve reverencia ante la joven. Su piel era pálida, casi como la de un vampiro, pero con un matiz de luminosidad que la hacía de lo más tentadora. Se irguió de nuevo esperando a escuchar la melodía de su voz.
Indagando entre sus antiguos contactos consiguió el nombre y dirección de una de las mejores cortesanas. Todos la conocían y anhelaban la oportunidad de tener una cita con ella. Al parecer, era tanta su fama que hasta podía darse el lujo de elegir a sus clientes. Por suerte, o eso le habían dicho, le habían conseguido aquella misma noche una cita con la cortesana a la que el vampiro accedió curioso por tanta adulación hacia ella.
Se arregló meticulosamente, el traje bien alistado, pelo perfectamente peinado y bien perfumado. Que fuera un hombre no implicaba que debía apestar, algo que sus semejantes aún no habían captado del todo. Listo, pero sin rayar lo estirado o extravagante abandonó su mansión para dirigirse a la de Lady Signoret, ese era el apellido de la famosa dama.
Una hora antes de la media noche, a la hora acordada, se encontraba ya en frente de la puerta de su residencia, cuadrándose y llamando a la puerta calmadamente. Esperó hasta que finalmente la puerta se abrió sin hacer apenas ruido para dar paso a la deslumbrante imagen de una hermosa joven de unos 18 años de edad más o menos. El vampiro la estudió con detenimiento antes de entrar, desde luego la primera impresión era mucho más que favorable, solo quedaba descubrir hasta donde llegaban de ciertos aquellos rumores.
- Buenas noches mi Lady. Mi nombre es Kyrian Hunter, un placer estar en compañía de tan bella dama esta noche. – Tomó una de sus delicadas y suaves manos mientras realizaba una breve reverencia ante la joven. Su piel era pálida, casi como la de un vampiro, pero con un matiz de luminosidad que la hacía de lo más tentadora. Se irguió de nuevo esperando a escuchar la melodía de su voz.
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Re: Inaugurando el hogar....
Pasé por la cocina y dí unas rápidas instrucciones a la joven sirvienta respecto a algunos aperitivos, si bien yo me manejaba en las labores de la casa o estaba dispuesta a llevar del todo aquellos quehaceres. Por eso esta joven había sido mi salvación, claro todo bajo absoluta discreción, ella se marcharía antes que mis invitados llegasen.
Tras dar las instrucciones subí a mi cuarto y me sumergí en relajante baño de esencias y velas, deje que la tranquilidad invadiese mi mente y que mi cuerpo se impregnase de aquel aroma tan particular que mi viejo amigo Ariotch preparaba desde hace años para mí. Las velas por su parte hacía lo suyo, el fuego flameando, otorgaban el misticismo necesario para que mi mente y mis recién descubiertas habilidades aflorando.
Cuando mi mente estuvo totalmente en blanco y piel apropiadamente hidratada, salí del agua y me envolví en una delicada bata de satín. Acomode mi cabello en un sencillo peinado, dejando algunos cabellos sueltos alrededor de mi rostro, el que se encontraba maquillado con suavidad, resaltando los rasgos que más atractivos resultaban en mi. Cuando termine con aquello, vertí dos pequeñas gotas de perfume y deje caer sobre mi piel el vestido que aquella noche usaría.
Acaba de terminar de abrochar el vestido azul cielo, que dejaba al descubierto parte de mi cuello y hombros, y por supuesto mi brazos, destacando mi blanca piel, cuando el timbre se hizo oír en mi residencia. Claro aviso que mi invitado se encontrba en la puerta, con paso suave y elgante baje las escaleras y recorrí el salon arreglado para la ocasión.
Caminé hasta la puerta, para encontrar a un joven de porte elegante y oscuros ojos, no era presisamente el antiguo cliente con quien habpia consertado la cita, pero supuse que se trataba de un favor entre hombres de negocios, Sonreí de medio lado ocultando mis sorpresa, mientra el visitante se presentaba besando una de mis manos.
- Monseiur Hunter, el placer es mío al contar con vuestra compañía -respondí a su saludo con una reverencia, mientras un ligero escalofrío recorría mi cuerpo al percibir que me encotraba a un vampiro. Mire fijamente a sus ojos en señal de reconocimiento, mientras mi mente se recomponía ante tan curiosa visita.
-Tega la amabilidad de pasar y tomar asiento- señale, dejandole libre el paso cerrando la puerta tras de mi. Lo vi caminar con paso seguro y suave, sin duda un hombre que no tenía ninguna dificultad para conseguir mujeres, lo que hacía aun más curiosa su visita, aunque claro las damas de sociedad no siempre se entregaban con la facilidad que un hombre requería.
Sonreí con gracia ante aquel pensamiento y encamine al bar donde reposaban un par de copas y vasos, y una variedad de lujosos licores, en su mayoria regalos de clientes y otros pequeños lujos para mis visitas.
- Monseiur,¿gusta algo de beber? -inquirí, mientras descorchaba una botella de vino de las mejores cosechas y llenaba dos copas, segura que sería de su agrado. Caminé hasta él con ambas bebidas y tome asiento en una butaca frente a él. Entre ambos una mesa baja, donde reposaban unos sencillos bocadillos.
Tras dar las instrucciones subí a mi cuarto y me sumergí en relajante baño de esencias y velas, deje que la tranquilidad invadiese mi mente y que mi cuerpo se impregnase de aquel aroma tan particular que mi viejo amigo Ariotch preparaba desde hace años para mí. Las velas por su parte hacía lo suyo, el fuego flameando, otorgaban el misticismo necesario para que mi mente y mis recién descubiertas habilidades aflorando.
Cuando mi mente estuvo totalmente en blanco y piel apropiadamente hidratada, salí del agua y me envolví en una delicada bata de satín. Acomode mi cabello en un sencillo peinado, dejando algunos cabellos sueltos alrededor de mi rostro, el que se encontraba maquillado con suavidad, resaltando los rasgos que más atractivos resultaban en mi. Cuando termine con aquello, vertí dos pequeñas gotas de perfume y deje caer sobre mi piel el vestido que aquella noche usaría.
Acaba de terminar de abrochar el vestido azul cielo, que dejaba al descubierto parte de mi cuello y hombros, y por supuesto mi brazos, destacando mi blanca piel, cuando el timbre se hizo oír en mi residencia. Claro aviso que mi invitado se encontrba en la puerta, con paso suave y elgante baje las escaleras y recorrí el salon arreglado para la ocasión.
Caminé hasta la puerta, para encontrar a un joven de porte elegante y oscuros ojos, no era presisamente el antiguo cliente con quien habpia consertado la cita, pero supuse que se trataba de un favor entre hombres de negocios, Sonreí de medio lado ocultando mis sorpresa, mientra el visitante se presentaba besando una de mis manos.
- Monseiur Hunter, el placer es mío al contar con vuestra compañía -respondí a su saludo con una reverencia, mientras un ligero escalofrío recorría mi cuerpo al percibir que me encotraba a un vampiro. Mire fijamente a sus ojos en señal de reconocimiento, mientras mi mente se recomponía ante tan curiosa visita.
-Tega la amabilidad de pasar y tomar asiento- señale, dejandole libre el paso cerrando la puerta tras de mi. Lo vi caminar con paso seguro y suave, sin duda un hombre que no tenía ninguna dificultad para conseguir mujeres, lo que hacía aun más curiosa su visita, aunque claro las damas de sociedad no siempre se entregaban con la facilidad que un hombre requería.
Sonreí con gracia ante aquel pensamiento y encamine al bar donde reposaban un par de copas y vasos, y una variedad de lujosos licores, en su mayoria regalos de clientes y otros pequeños lujos para mis visitas.
- Monseiur,¿gusta algo de beber? -inquirí, mientras descorchaba una botella de vino de las mejores cosechas y llenaba dos copas, segura que sería de su agrado. Caminé hasta él con ambas bebidas y tome asiento en una butaca frente a él. Entre ambos una mesa baja, donde reposaban unos sencillos bocadillos.
Alizée Signoret- Mensajes : 113
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Re: Inaugurando el hogar....
En cuanto la vio percibió su sorpresa al encontrarlo a él, un vampiro, frente a su puerta. Cómo había imaginado su voz hacía justicia a su belleza. Su dulce aroma pronto impregnó sus sentidos y con eso, sintió la curiosidad invadiéndole sobre su trato sería tan magnífico como las buenas o malas lenguas, según se vea, decían. Asintió ante su invitación a pasar sin agregar nada, siguiéndola a través de la entrada hasta un amplio salón decorado con sumo gusto sin rallar la pomposidad, amueblado con lo necesario que a primera vista, ya invitaba a hacer uso de ellos.
- Tiene una hermosa casa por lo que veo, mis felicitaciones.
Tomó asiento en una de las butacas reclinándose cómodamente en ella mientras la observaba moverse con gracilidad por aquella sala yendo a servir un par de copas. – Ese vino que tiene en sus manos será perfecto, parece delicioso. – Esperó tranquilamente hasta que se acercó de nuevo a él tendiéndole la copa con aquel líquido carmín que, a pesar de no ser competidor de la sangre, era la única bebida que podía apreciar en su totalidad obviando el detalle que ni aún así le iba a afectar.
- Cuénteme mademoiselle, ¿cómo una joven como usted ha terminado siendo cortesana? – Le preguntó incorporándose ahora hacia delante mirándola atentamente mientras daba vueltas a su copa con cuidado inhalando después su aroma antes de degustarlo. – Es decir, estoy más que seguro de que clientes no le faltarán y que vive desahogadamente… - Comentó dando un breve vistazo a su alrededor señalando así a lo que se refería. – Además es muy hermosa y eso salta a la vista y tiene un gusto exquisito… ¿pero por qué cortesana? ¿Nunca pensó en dedicarse a otro oficio?
Su pregunta quedó en el aire mientras se levantaba de su asiento caminando hacia donde estaba ella, dando la vuelta a su butaca hasta quedarse a sus espaldas. Se inclinó bastante haciendo que su cabeza quedara a la altura de su oído derecho, aprovechando así para deleitarse con el aroma de su cabello entremezclado con el del vino, algo sumamente delicioso.
- Por ejemplo, podría ser actriz en el teatro… Estoy segura de que sería una de las mejores y no tendría que aguantar la exigencia e impertinencia de los clientes.
Su voz terminó siendo apenas un susurro dando otro trago a su bebida sin moverse de donde estaba apartando suavemente con su mano libre el pelo que caía a ese lado de su hombro, dejando así al descubierto también el lado derecho de su cuello, el cual rozó con aquel contacto, donde su vena palpitaba notable y algo acelerada lo que la hacía más atractiva.
- ¿No le interesaría ese cambio? - Terminó la pregunta girando su rostro para encontrarse con el de la mujer que lo miraba con expresión indescifrable quizás mezcla de curiosidad por lo que el vampiro le decía o quizás mirándole como a un demente que se pone a cuestionar su trabajo en vez de comenzar la velada de una forma más interesante. ¿Quién sabía? Su mente era así de imprevisible y eso no podía cambiarlo ni quería.
- Tiene una hermosa casa por lo que veo, mis felicitaciones.
Tomó asiento en una de las butacas reclinándose cómodamente en ella mientras la observaba moverse con gracilidad por aquella sala yendo a servir un par de copas. – Ese vino que tiene en sus manos será perfecto, parece delicioso. – Esperó tranquilamente hasta que se acercó de nuevo a él tendiéndole la copa con aquel líquido carmín que, a pesar de no ser competidor de la sangre, era la única bebida que podía apreciar en su totalidad obviando el detalle que ni aún así le iba a afectar.
- Cuénteme mademoiselle, ¿cómo una joven como usted ha terminado siendo cortesana? – Le preguntó incorporándose ahora hacia delante mirándola atentamente mientras daba vueltas a su copa con cuidado inhalando después su aroma antes de degustarlo. – Es decir, estoy más que seguro de que clientes no le faltarán y que vive desahogadamente… - Comentó dando un breve vistazo a su alrededor señalando así a lo que se refería. – Además es muy hermosa y eso salta a la vista y tiene un gusto exquisito… ¿pero por qué cortesana? ¿Nunca pensó en dedicarse a otro oficio?
Su pregunta quedó en el aire mientras se levantaba de su asiento caminando hacia donde estaba ella, dando la vuelta a su butaca hasta quedarse a sus espaldas. Se inclinó bastante haciendo que su cabeza quedara a la altura de su oído derecho, aprovechando así para deleitarse con el aroma de su cabello entremezclado con el del vino, algo sumamente delicioso.
- Por ejemplo, podría ser actriz en el teatro… Estoy segura de que sería una de las mejores y no tendría que aguantar la exigencia e impertinencia de los clientes.
Su voz terminó siendo apenas un susurro dando otro trago a su bebida sin moverse de donde estaba apartando suavemente con su mano libre el pelo que caía a ese lado de su hombro, dejando así al descubierto también el lado derecho de su cuello, el cual rozó con aquel contacto, donde su vena palpitaba notable y algo acelerada lo que la hacía más atractiva.
- ¿No le interesaría ese cambio? - Terminó la pregunta girando su rostro para encontrarse con el de la mujer que lo miraba con expresión indescifrable quizás mezcla de curiosidad por lo que el vampiro le decía o quizás mirándole como a un demente que se pone a cuestionar su trabajo en vez de comenzar la velada de una forma más interesante. ¿Quién sabía? Su mente era así de imprevisible y eso no podía cambiarlo ni quería.
Invitado- Invitado
Re: Inaugurando el hogar....
Una vez que tomé asiento frente a él, el se inclino hacía mi, para preguntar sobre mi vida y entablar conversación. Su galantería floraba por los poros, definitivamente era un hombre, un vampiro más bien, acostumbrado a trata con damas y a conquistarlas. Vigilé todos sus gestos con atención, y mientras el comenzaba a preguntar sobre mi vida, acerque la copa a mis labios, deleitándome con el dulce aroma del vino, para luego beber y saborear aquel liquido carmesí.
Lo escuche en silencio, sin siquiera inmutarme por sus preguntas y lo deje desenvolverse con libertad en el salón. Se trataba de un hombre de mundo, cuyos movimientos se encontraban muy bien medidos y calculados, al igual que sus palabras, las que ahora versaban sobre mí y mi oficio. Y mientras lo escuchaba no pude evitar cuestionarme, porque un hombre que venía a mi casa a requerir mis servicios, ahora se interesaba en mi vida.
Sentí su respiración en mi oído, un extraño pero a su vez exquisito escalofrió me recorrió, sensación que se vio aumentada cuando su aliento rozo mi piel y sus palabras afloraron de su labios. Cerré los ojos y respire profundo, a tiempo que el contacto de él desaparecía y quedábamos frente a frente. Mi mirada se clavo en la de él, antes de responder a todos sus cuestionamientos.
- Monseiur Hunter, permita decir antes de responder sus preguntas, que me causa curiosidad su interés por mi vida- Exprese, mientras con mi mano libre ponía distancia entre los dos y lo dejaba sentado en la mesa de café. Acto seguido, me incorpore y caminé hasta el bar, donde deje mi copa ya vacía - Confieso que ser cortesana nunca fue mi primera opción…
- Pero si me hubiese quedado en la puerta de mi casa esperando una oportunidad, aun estaría allí. - Expresé dando delicados pasos hasta quedar tras de él observando el crepitar de la chimenea y los recuerdos de aquellos tiempos, y lo desesperada que estaba por salir de allí.
- Además, ¿cree usted que una mujer de teatro, sería mejor vista que una cortesana? Pues creo que no, pues muchas actrices para destacar, deben acostarse con sus colegas, y no reciben el mismo dinero que una cortesana- replique con calma, midiendo mis palabras, para acercarme hasta él y sentarme a su lado sobre la mesita de café.
Suspire profundo antes de continuar, acomode nuevamente mi cabello sobre mi hombro derecho y limpie con discreción la lagrima que amenazaba con caer, al recordar la vida junto a mi difunto padre.
- ¿Cree usted que mis talentos se apreciarían del todos sobre las tablas? pregunte al aire, con arrogancia en mi voz y orgullo por mi decisión, más que mal, no me arrepentía del camino elegido- Monseiur, todos actuamos, ya sea sobre las tablas o en la vida diaria, y el mejor escenario de todos es el de la vida. Donde todos ocultamos lo que somos, y fingimos ser otros. Así como las damas que se pasean por la plaza de Tertre, todas las mañanas fanfarroneando ser esposas perfectas y tener una vida armoniosa. Cuando en realidad, sus maridos todas las noches se fugan al burdel buscando el placer e incluso la comprensión, que no obtienen en el lecho que su esposa calienta.
- Mi vida, es más honesta que la de ellos. Pues vivo con libertad, no rindo cuentas nadie y mando sobre mi propia vida. No soy yo quien va en busca de nadie, pues ellos vienen a mí. - Estas últimas palabras fueron dicho con petulancia.
- Usted mismo, podría obtener cualquier dama que quisiese, pero aquí esta, dispuesto a pagar por una noche de placer. Cuando basta que se plante en una taberna o en la plaza, y conquiste alguna de las doncellas que simulan no interesarse en los placeres que un lecho compartido puede ofrecer, pero que en realidad, se encuentran atadas por las restricciones de la sociedad. - mientras hablaba, el volumen de mi voz disminuía al igual que la distancia entre ambos. Ahora era yo quien hablaba a su oído, con calma y respirando con suavidad.
- Soy una mujer, una mujer libre, que disfruta de los placeres, y que maneja las artes de la seducción. - con estas últimas palabras mis labios rozaron el lóbulo de su oreja y pude sentir las reacciones de su cuerpo ante la cercanía - ¿Querrá usted comprobarlo o nos pasaremos toda la noche charlando sobre mí?- Las cartas estaban ya sobre la mesa, el solo debía elegir como usarlas.
Lo escuche en silencio, sin siquiera inmutarme por sus preguntas y lo deje desenvolverse con libertad en el salón. Se trataba de un hombre de mundo, cuyos movimientos se encontraban muy bien medidos y calculados, al igual que sus palabras, las que ahora versaban sobre mí y mi oficio. Y mientras lo escuchaba no pude evitar cuestionarme, porque un hombre que venía a mi casa a requerir mis servicios, ahora se interesaba en mi vida.
Sentí su respiración en mi oído, un extraño pero a su vez exquisito escalofrió me recorrió, sensación que se vio aumentada cuando su aliento rozo mi piel y sus palabras afloraron de su labios. Cerré los ojos y respire profundo, a tiempo que el contacto de él desaparecía y quedábamos frente a frente. Mi mirada se clavo en la de él, antes de responder a todos sus cuestionamientos.
- Monseiur Hunter, permita decir antes de responder sus preguntas, que me causa curiosidad su interés por mi vida- Exprese, mientras con mi mano libre ponía distancia entre los dos y lo dejaba sentado en la mesa de café. Acto seguido, me incorpore y caminé hasta el bar, donde deje mi copa ya vacía - Confieso que ser cortesana nunca fue mi primera opción…
- Pero si me hubiese quedado en la puerta de mi casa esperando una oportunidad, aun estaría allí. - Expresé dando delicados pasos hasta quedar tras de él observando el crepitar de la chimenea y los recuerdos de aquellos tiempos, y lo desesperada que estaba por salir de allí.
- Además, ¿cree usted que una mujer de teatro, sería mejor vista que una cortesana? Pues creo que no, pues muchas actrices para destacar, deben acostarse con sus colegas, y no reciben el mismo dinero que una cortesana- replique con calma, midiendo mis palabras, para acercarme hasta él y sentarme a su lado sobre la mesita de café.
Suspire profundo antes de continuar, acomode nuevamente mi cabello sobre mi hombro derecho y limpie con discreción la lagrima que amenazaba con caer, al recordar la vida junto a mi difunto padre.
- ¿Cree usted que mis talentos se apreciarían del todos sobre las tablas? pregunte al aire, con arrogancia en mi voz y orgullo por mi decisión, más que mal, no me arrepentía del camino elegido- Monseiur, todos actuamos, ya sea sobre las tablas o en la vida diaria, y el mejor escenario de todos es el de la vida. Donde todos ocultamos lo que somos, y fingimos ser otros. Así como las damas que se pasean por la plaza de Tertre, todas las mañanas fanfarroneando ser esposas perfectas y tener una vida armoniosa. Cuando en realidad, sus maridos todas las noches se fugan al burdel buscando el placer e incluso la comprensión, que no obtienen en el lecho que su esposa calienta.
- Mi vida, es más honesta que la de ellos. Pues vivo con libertad, no rindo cuentas nadie y mando sobre mi propia vida. No soy yo quien va en busca de nadie, pues ellos vienen a mí. - Estas últimas palabras fueron dicho con petulancia.
- Usted mismo, podría obtener cualquier dama que quisiese, pero aquí esta, dispuesto a pagar por una noche de placer. Cuando basta que se plante en una taberna o en la plaza, y conquiste alguna de las doncellas que simulan no interesarse en los placeres que un lecho compartido puede ofrecer, pero que en realidad, se encuentran atadas por las restricciones de la sociedad. - mientras hablaba, el volumen de mi voz disminuía al igual que la distancia entre ambos. Ahora era yo quien hablaba a su oído, con calma y respirando con suavidad.
- Soy una mujer, una mujer libre, que disfruta de los placeres, y que maneja las artes de la seducción. - con estas últimas palabras mis labios rozaron el lóbulo de su oreja y pude sentir las reacciones de su cuerpo ante la cercanía - ¿Querrá usted comprobarlo o nos pasaremos toda la noche charlando sobre mí?- Las cartas estaban ya sobre la mesa, el solo debía elegir como usarlas.
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Re: Inaugurando el hogar....
Se quedó mirándola con interés a medida que ponía distancia entre ambos con su delicada mano sentándole en la mesa de café mientras ella se levantaba y paseaba por toda la sala en busca de más bebidas. Su mirada se quedó prendida con el sinuoso contoneo de sus caderas, ella sabía cómo moverlas hasta durante una conversación tan insípida como esa y conseguir retener la atención de sus compañeros haciéndoles desearla aún más. Decidió no interrumpirla mientras sentía la suave tonalidad de su voz, como si se tratara de una caricia en el aire a la par que narraba con una lógica aplastante cómo sería su futuro de haber sido actriz y, mirándolo de esa manera estaba mucho mejor con esa vida.
La notó caminando a su alrededor, retándolo con sus movimientos y caricias. Sentir su respiración tan cerca era simplemente mortificador. No sabía por qué razón el aroma de esa mujer resultaba extrañamente magnético. Era una mujer más en su vida, había conquistado a cientos de ellas antes y sin embargo, aquella humana ocultaba algo más. Su cuerpo, en contra de su voluntad reaccionó de forma automática ante el roce de su respiración en su oído y cuello. Se imaginó en ese preciso instante dándose media vuelta, tomándola por la cintura y sentándola encima de él comenzando a besar aquellos labios color carmín que lo estaban llamando a gritos descendiendo por…. Alto, eso era solo la imaginación. En la realidad aún esperó más, calculando sus propios movimientos.
- Parece que me hubiera leído la mente hermosa… Será mejor comprobar aquello de lo que tanto está jactándose. No es que no la crea… Del todo.
Aquello estaba adoptando un matiz interesante. El vampiro, con toda la calma del mundo se levantó también hasta pararse al lado de la cortesana. La evaluó nuevamente de arriba abajo, percatándose de su expresión de petulancia aún patente en ella. No estaba mal, contra más genio más fieras eran en la cama y eso no era algo que iría a rechazar, ¡y que fuera demente!. Alzó una mano con gracia atrapando un mechón suelto de su pelo, entrelazándolo unos segundos entre sus dedos mientras se acercaba para aspirar una vez aquel embriagante y fresco aroma. Una vez lo liberó echándolo a un lado dejando esa parte de su cuello al descubierto, introdujo el dedo índice de esa misma mano en la copa de vino que sujetaba, dándole vueltas al líquido empapándolo a la vez.
No apartó la mirada de la suya en ningún momento, pero tampoco habló. Simplemente se quedó escrutando su rostro y sus ojos con interés, analizando cada gesto que realizaba los cuales en su mayoría eran de arrogancia, petulancia mezclado con aires de superioridad… Nada nuevo. Sacó entonces el dedo que goteaba aquel líquido carmín siendo lo suficientemente rápido como para que la primera gota cayera justo en el centro de su escote, conduciendo el dedo hasta el arco de su cuello acariciándolo arriba y abajo siguiendo el recorrido de la palpitante vena que estaba por debajo de la piel, esbozando una media sonrisa maliciosa.
- Tengo la curiosidad de comprobar si su piel sabrá tan bien como huele y preveo que aderezada con este exquisito vino será un manjar digno de Dioses… Aunque como esos están demasiado ocupados domando los cojines en los que tienen que asentar sus reales traseros, me temo que tendré que comprobarlo yo mismo.
Se inclinó lentamente hasta su cuello, exhalando primero su aliento contra la piel mojada provocando que la piel se le erizara involuntariamente para a continuación rozarla suavemente con los labios, depositando algunos suaves besos húmedos sobre él pasando finalmente la lengua por cada milímetro de piel empapada en vino quedando asombrado ante la evidente realidad. Contra todo lo que se había imaginado, la mezcla de ambos sabores y esencias era mucho mejor de lo que había supuesto y que él se sorprendiera con eso era bien difícil. Contaba con numerosos siglos de experiencia a sus espaldas y hacía demasiado que una humana no le atrapaba tanto con su sabor. Prosiguió lentamente con aquella cata intentando despejar su mente y encontrando lo que creía ser la razón de aquello. La mujer debía de llevar alguna droga, esencia, crema… algo que atrapara más a sus clientes o eso esperaba, pero de no ser así su sangre debía de ser ya una perdición.
Notó como su cuerpo había llegado a esa idea antes que él y sintió sus colmillos rozando la carne de la joven, arañándola hasta casi casi hacerle una herida. Faltó demasiado poco para que acabara mordiéndola pero aún no quería hacerlo, primero quería experimentar de qué era ella capaz dejando a un lado la sangre. Por lo que apelando a su autocontrol, retrajo los colmillos y retomó la degustación donde la dejó. Las gotas de su cuello fueron al encuentro de aquella primera y él cómo no, fue con ellas. Comenzó a descender con sus labios y lengua por su escote lentamente, sintiendo como la respiración de la cortesana se hacía mucho más profunda. Cuando llegó al centro de su escote donde comenzaba el nacimiento de sus pechos lo recorrió con parsimonia aunque allí no hubiera ya vino pero ¿qué más daba? Él era el que iba a pagar por hacer lo que quisiera ¿no? Y fue entonces, cuando estaba a punto de dar un tirón al corsé que sostenía su vestido y dejar más piel al descubierto, agarrando con una mano el borde de este… Se detuvo de repente enderezándose de nuevo estirándose la ropa mientras la miraba con expresión seria e interrogante.
- Mi Lady…. – Hizo una breve pausa en la que la confusión se hizo más latente en ella y el vampiro reía por dentro mientras que por fuera expresaba una seriedad intimidadora. - ¿De qué cosecha es el vino? Creo que estaba un poco pasado… - Y con un encogimiento de hombros se volvió terminando su propia copa y dejándola en la mesita donde reposaba la botella enfrentando ahora un rostro de lo más gracioso mezcla de contrariedad, incredulidad y creyó divisar una pizca de homicidio hacia su persona.
- ¿Le ocurre algo hermosa? ¿Acaso es que no alabé la exquisitez del sabor de su piel, la textura o quizás la temperatura? – Comentó socarrón ladeando la cabeza. – En ese caso sí, quizás está un poco caliente… El vino, por supuesto. – El humor en su interior era infinito y no sabía por qué, pero tenía ganas de divertirse con ella. Se la veía una mujer con carácter y no solo quería conocer sus habilidades en la cama, sino todas sus armas de mujer al completo.
La notó caminando a su alrededor, retándolo con sus movimientos y caricias. Sentir su respiración tan cerca era simplemente mortificador. No sabía por qué razón el aroma de esa mujer resultaba extrañamente magnético. Era una mujer más en su vida, había conquistado a cientos de ellas antes y sin embargo, aquella humana ocultaba algo más. Su cuerpo, en contra de su voluntad reaccionó de forma automática ante el roce de su respiración en su oído y cuello. Se imaginó en ese preciso instante dándose media vuelta, tomándola por la cintura y sentándola encima de él comenzando a besar aquellos labios color carmín que lo estaban llamando a gritos descendiendo por…. Alto, eso era solo la imaginación. En la realidad aún esperó más, calculando sus propios movimientos.
- Parece que me hubiera leído la mente hermosa… Será mejor comprobar aquello de lo que tanto está jactándose. No es que no la crea… Del todo.
Aquello estaba adoptando un matiz interesante. El vampiro, con toda la calma del mundo se levantó también hasta pararse al lado de la cortesana. La evaluó nuevamente de arriba abajo, percatándose de su expresión de petulancia aún patente en ella. No estaba mal, contra más genio más fieras eran en la cama y eso no era algo que iría a rechazar, ¡y que fuera demente!. Alzó una mano con gracia atrapando un mechón suelto de su pelo, entrelazándolo unos segundos entre sus dedos mientras se acercaba para aspirar una vez aquel embriagante y fresco aroma. Una vez lo liberó echándolo a un lado dejando esa parte de su cuello al descubierto, introdujo el dedo índice de esa misma mano en la copa de vino que sujetaba, dándole vueltas al líquido empapándolo a la vez.
No apartó la mirada de la suya en ningún momento, pero tampoco habló. Simplemente se quedó escrutando su rostro y sus ojos con interés, analizando cada gesto que realizaba los cuales en su mayoría eran de arrogancia, petulancia mezclado con aires de superioridad… Nada nuevo. Sacó entonces el dedo que goteaba aquel líquido carmín siendo lo suficientemente rápido como para que la primera gota cayera justo en el centro de su escote, conduciendo el dedo hasta el arco de su cuello acariciándolo arriba y abajo siguiendo el recorrido de la palpitante vena que estaba por debajo de la piel, esbozando una media sonrisa maliciosa.
- Tengo la curiosidad de comprobar si su piel sabrá tan bien como huele y preveo que aderezada con este exquisito vino será un manjar digno de Dioses… Aunque como esos están demasiado ocupados domando los cojines en los que tienen que asentar sus reales traseros, me temo que tendré que comprobarlo yo mismo.
Se inclinó lentamente hasta su cuello, exhalando primero su aliento contra la piel mojada provocando que la piel se le erizara involuntariamente para a continuación rozarla suavemente con los labios, depositando algunos suaves besos húmedos sobre él pasando finalmente la lengua por cada milímetro de piel empapada en vino quedando asombrado ante la evidente realidad. Contra todo lo que se había imaginado, la mezcla de ambos sabores y esencias era mucho mejor de lo que había supuesto y que él se sorprendiera con eso era bien difícil. Contaba con numerosos siglos de experiencia a sus espaldas y hacía demasiado que una humana no le atrapaba tanto con su sabor. Prosiguió lentamente con aquella cata intentando despejar su mente y encontrando lo que creía ser la razón de aquello. La mujer debía de llevar alguna droga, esencia, crema… algo que atrapara más a sus clientes o eso esperaba, pero de no ser así su sangre debía de ser ya una perdición.
Notó como su cuerpo había llegado a esa idea antes que él y sintió sus colmillos rozando la carne de la joven, arañándola hasta casi casi hacerle una herida. Faltó demasiado poco para que acabara mordiéndola pero aún no quería hacerlo, primero quería experimentar de qué era ella capaz dejando a un lado la sangre. Por lo que apelando a su autocontrol, retrajo los colmillos y retomó la degustación donde la dejó. Las gotas de su cuello fueron al encuentro de aquella primera y él cómo no, fue con ellas. Comenzó a descender con sus labios y lengua por su escote lentamente, sintiendo como la respiración de la cortesana se hacía mucho más profunda. Cuando llegó al centro de su escote donde comenzaba el nacimiento de sus pechos lo recorrió con parsimonia aunque allí no hubiera ya vino pero ¿qué más daba? Él era el que iba a pagar por hacer lo que quisiera ¿no? Y fue entonces, cuando estaba a punto de dar un tirón al corsé que sostenía su vestido y dejar más piel al descubierto, agarrando con una mano el borde de este… Se detuvo de repente enderezándose de nuevo estirándose la ropa mientras la miraba con expresión seria e interrogante.
- Mi Lady…. – Hizo una breve pausa en la que la confusión se hizo más latente en ella y el vampiro reía por dentro mientras que por fuera expresaba una seriedad intimidadora. - ¿De qué cosecha es el vino? Creo que estaba un poco pasado… - Y con un encogimiento de hombros se volvió terminando su propia copa y dejándola en la mesita donde reposaba la botella enfrentando ahora un rostro de lo más gracioso mezcla de contrariedad, incredulidad y creyó divisar una pizca de homicidio hacia su persona.
- ¿Le ocurre algo hermosa? ¿Acaso es que no alabé la exquisitez del sabor de su piel, la textura o quizás la temperatura? – Comentó socarrón ladeando la cabeza. – En ese caso sí, quizás está un poco caliente… El vino, por supuesto. – El humor en su interior era infinito y no sabía por qué, pero tenía ganas de divertirse con ella. Se la veía una mujer con carácter y no solo quería conocer sus habilidades en la cama, sino todas sus armas de mujer al completo.
Invitado- Invitado
Re: Inaugurando el hogar....
Me encontraba allí a tan poca distancia de él que nuestras respiraciones se fundían en una, un exquisito placer resultaba ser aquella cercanía. Él era un hombre por cual cualquier dama se pondría a sus pies, yo misma me sentía demasiado atraída por su aroma y su elegante manera de actuar, pocos hombres lograban remover mi interior de ese modo. Pero jamás debía olvidar la regla de oro, se trata de un cliente, nada más que eso.
En un peculiar gesto lo vi jugar con el vino, y ante mi incrédula mirada sentí el frio contacto de este contra mi piel, lo que me hizo estremecer, aunque no más que el contacto de sus labios. El modo en que recorría mi piel con sus gélidos y calculados besos, entrecortaron mi respiración, y encendieron mi piel. Cada beso, resultaba ser una llave para liberar el placer en mí, sin duda estaba perdiendo el control de la situación ante mi cliente, quien sabía muy bien manejar el juego del placer, sus siglos de experiencia le había dado una gran ventaja.
Un gemido se escapo de mis labios, cuando los colmillos de él se presionaron contra mi cuello, al tiempo que un escalofrío recorrió mi espalda, pero tras aquel arrebato se detuvo unos segundos antes de bajar por mi escote. Sin siquiera moverme deje que el siguiese con aquel recorrido, simplemente pose mis manos en sus hombros, y de vez en vez, me aferraba a ellos, en un intento por resistirme a las reacciones de mi cuerpo, mi respiración cada vez más profunda y sus labios recorriendo a voluntad, no solos disfrutando del vino sino que también de mi piel.
Una sonrisa afloro en mis labios, al ser consciente del descontrol de él, bastaba tan solo una par de movimientos y la pasión se desataría en él. Pero mientras lo dejaría hacer, las hábiles manos de él, recorrieron los bordes del corset, preparándose para dejar mi piel al descubierto y desatar el deseo en aquella habitación… Pero…. -¿Se detuvo? ¿Qué diablos le pasa? -pensé al verlo alejarse y acomodar su ropa, gesto que yo imite con la perplejidad grabada en mi rostro. Acomodé mi ropa y mi cabello, haciendo lo posible por borrar el sonrojo de mis mejillas, mientras el con una seriedad abrumadora lanzaba una pregunta que me dejo aun más perpleja.
- ¿El vino? -- cuestioné incrédula antes sus palabras- Es un regalo, traído especialmente desde roma. Pero quizá monseiur, el problema no sea del vino, sino de su paladar, que tiene ya tantos años que se encuentra algo oxidado y no sabe apreciar los sabores- respondí en un intento de recobrar mi orgullo y compostura, bebiendo un pequeño sorbo de aquel vino, para luego clavar mis ojos en él, si creía tener el control de la situación, le demostraría lo errado que estaba.
Acomodé mi cabello en un rápido moño y deje al descubierto mi cuello, no sin antes moverlo lo suficiente para que mi aroma invadiese la habitación y los sentidos de él, los que sin duda solo necesitaban ser removidos del modo adecuado para desatar la pasión en él.
- Cree usted que el vino no está a la temperatura adecuada? - cuestioné ante su irónico comentario, y una picara sonrisa afloraba en mis labios-- Pues yo creo que esta a la temperatura adecuada, pero si gusta, puedo enseñarle como bajar la temperatura- Dicho esto me acerque hacia él, con paso decidido lo acorralé contra una de las butacas y lo empuje, para obligarlo a sentarse.
Lo dejé ahí sentado y rodee la butaca, para quedar a sus espaldas. Acto seguido, saque una daga de entre mis ropas, la que tenia la peculiaridad de siempre estar fría. Pase mis manos por el torso de él, mientras mis labios jugaban con el lóbulo de su oreja, respirando despacio. Como lo suponía la piel de él estaba al borde del deseo, ardiendo, con la daga en una de mis manos, recorrí su piel. Eran evidentes los escalofríos que lo recorrían ante aquellos cambios de temperatura y mis labios tan cerca de su cuello.
- Ocurre algo Monseiur ¿Acaso no se encuentra cómodo?- inquirí, cuando un pequeño respingo los hizo removerse tras arañar su piel. Mis palabras fueron suaves y con el toque justo de ingenuidad, rozando apenas con mis húmedos labios su oreja y su cuello, espere unos segundos y lance un profundo respiro para luego alejarme.
Con una rapidez poco habitual para una humana, rodee la butaca y me plante frente a él, y amarre sus manos en los brazos donde reposaban, sin duda aquellas amarras no durarían mucho tiempo allí, pero si lo suficiente para mi próxima jugada. Me senté sobre sus piernas e inmediatamente me incline sobre sus labios, los que bese con calma, rozándolos y recorriéndolos con mi lengua, respirando su aliento.
Podía sentir su piel erizarse, su respiración entrecortada, y su deseo al punto de aflorar, pero él ya había iniciado el juego de provocaciones, y antes de darle en el gusto, era turno que yo respondiese aquella jugada. Tan concentrado parecía estar en contacto de mis labios con los de él, que no noto, cuando puse la daga entre su cuello y el mío. Era sencillo dar el siguiente paso, mordí su labio inferior, tire de él mientras, con daga realizaba un pequeño y superficial corte en mi hombro.
Quizá esa no fue la mejor idea, pero había conseguido su propósito, provocarlo. Se bajo de las piernas de él, dejo caer la daga en la mesa de café, y se sentó en esta. El brillo del triunfo estaba en sus ojos, y una maliciosa sonrisa bailaba en sus labios mientras bebía un poco de vino.
- Se ve algo acalorado Monseiur, ¿gusta algo de beber? O tal vez… ¿un baño? si un baño de agua fría para calmar las pasiones
En un peculiar gesto lo vi jugar con el vino, y ante mi incrédula mirada sentí el frio contacto de este contra mi piel, lo que me hizo estremecer, aunque no más que el contacto de sus labios. El modo en que recorría mi piel con sus gélidos y calculados besos, entrecortaron mi respiración, y encendieron mi piel. Cada beso, resultaba ser una llave para liberar el placer en mí, sin duda estaba perdiendo el control de la situación ante mi cliente, quien sabía muy bien manejar el juego del placer, sus siglos de experiencia le había dado una gran ventaja.
Un gemido se escapo de mis labios, cuando los colmillos de él se presionaron contra mi cuello, al tiempo que un escalofrío recorrió mi espalda, pero tras aquel arrebato se detuvo unos segundos antes de bajar por mi escote. Sin siquiera moverme deje que el siguiese con aquel recorrido, simplemente pose mis manos en sus hombros, y de vez en vez, me aferraba a ellos, en un intento por resistirme a las reacciones de mi cuerpo, mi respiración cada vez más profunda y sus labios recorriendo a voluntad, no solos disfrutando del vino sino que también de mi piel.
Una sonrisa afloro en mis labios, al ser consciente del descontrol de él, bastaba tan solo una par de movimientos y la pasión se desataría en él. Pero mientras lo dejaría hacer, las hábiles manos de él, recorrieron los bordes del corset, preparándose para dejar mi piel al descubierto y desatar el deseo en aquella habitación… Pero…. -¿Se detuvo? ¿Qué diablos le pasa? -pensé al verlo alejarse y acomodar su ropa, gesto que yo imite con la perplejidad grabada en mi rostro. Acomodé mi ropa y mi cabello, haciendo lo posible por borrar el sonrojo de mis mejillas, mientras el con una seriedad abrumadora lanzaba una pregunta que me dejo aun más perpleja.
- ¿El vino? -- cuestioné incrédula antes sus palabras- Es un regalo, traído especialmente desde roma. Pero quizá monseiur, el problema no sea del vino, sino de su paladar, que tiene ya tantos años que se encuentra algo oxidado y no sabe apreciar los sabores- respondí en un intento de recobrar mi orgullo y compostura, bebiendo un pequeño sorbo de aquel vino, para luego clavar mis ojos en él, si creía tener el control de la situación, le demostraría lo errado que estaba.
Acomodé mi cabello en un rápido moño y deje al descubierto mi cuello, no sin antes moverlo lo suficiente para que mi aroma invadiese la habitación y los sentidos de él, los que sin duda solo necesitaban ser removidos del modo adecuado para desatar la pasión en él.
- Cree usted que el vino no está a la temperatura adecuada? - cuestioné ante su irónico comentario, y una picara sonrisa afloraba en mis labios-- Pues yo creo que esta a la temperatura adecuada, pero si gusta, puedo enseñarle como bajar la temperatura- Dicho esto me acerque hacia él, con paso decidido lo acorralé contra una de las butacas y lo empuje, para obligarlo a sentarse.
Lo dejé ahí sentado y rodee la butaca, para quedar a sus espaldas. Acto seguido, saque una daga de entre mis ropas, la que tenia la peculiaridad de siempre estar fría. Pase mis manos por el torso de él, mientras mis labios jugaban con el lóbulo de su oreja, respirando despacio. Como lo suponía la piel de él estaba al borde del deseo, ardiendo, con la daga en una de mis manos, recorrí su piel. Eran evidentes los escalofríos que lo recorrían ante aquellos cambios de temperatura y mis labios tan cerca de su cuello.
- Ocurre algo Monseiur ¿Acaso no se encuentra cómodo?- inquirí, cuando un pequeño respingo los hizo removerse tras arañar su piel. Mis palabras fueron suaves y con el toque justo de ingenuidad, rozando apenas con mis húmedos labios su oreja y su cuello, espere unos segundos y lance un profundo respiro para luego alejarme.
Con una rapidez poco habitual para una humana, rodee la butaca y me plante frente a él, y amarre sus manos en los brazos donde reposaban, sin duda aquellas amarras no durarían mucho tiempo allí, pero si lo suficiente para mi próxima jugada. Me senté sobre sus piernas e inmediatamente me incline sobre sus labios, los que bese con calma, rozándolos y recorriéndolos con mi lengua, respirando su aliento.
Podía sentir su piel erizarse, su respiración entrecortada, y su deseo al punto de aflorar, pero él ya había iniciado el juego de provocaciones, y antes de darle en el gusto, era turno que yo respondiese aquella jugada. Tan concentrado parecía estar en contacto de mis labios con los de él, que no noto, cuando puse la daga entre su cuello y el mío. Era sencillo dar el siguiente paso, mordí su labio inferior, tire de él mientras, con daga realizaba un pequeño y superficial corte en mi hombro.
Quizá esa no fue la mejor idea, pero había conseguido su propósito, provocarlo. Se bajo de las piernas de él, dejo caer la daga en la mesa de café, y se sentó en esta. El brillo del triunfo estaba en sus ojos, y una maliciosa sonrisa bailaba en sus labios mientras bebía un poco de vino.
- Se ve algo acalorado Monseiur, ¿gusta algo de beber? O tal vez… ¿un baño? si un baño de agua fría para calmar las pasiones
Alizée Signoret- Mensajes : 113
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