AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
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Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Aquella noche no era diferente a las demás, una noche de primavera plagada por estrellas y por los sonidos lejanos de los seres que deambulan en la penumbra, nada que no sucediera en París y sus alrededores a esa hora, nada era diferente. Sus pasos habían dejado de sonar sobre el empedrado para hacer un ruido leve e insignificante sobre el suave pasto y la tierra húmeda, había caminado por horas pero no estaba cansado, o al menos no quería pensar en ello, su vista estaba fija en sus pies y no prestaba atención a otra cosa. Se sentía débil, no se había alimentado en tres días y eso comenzaba a mermar en su semblante, y no lo había hecho no porque no pudiera, sino porque no había querido, como si se estuviera imponiendo un castigo estúpido, como si todo eso fuera su culpa. Que Indro no lo acompañara a París no era su culpa, ambos era adultos y podían tomar sus decisiones y aún así cada vez que su amigo le negaba algo sentía que era porque había hecho mal; por eso no se había alimentado, porque tenía cabeza sólo para su amigo pero al paso que iba no lograría llegar muy lejos.
La llamada de atención vino de uno de sus sirvientes que le había dicho "señor, se ve más pálido que de costumbre" y eso ya era decir bastante, esos hombres y mujeres que tenía en su casa le eran fieles, y no preguntaban sobre sus extraños rituales cotidianos, pero al menos se preocupaban por él cuando lo veían así. Salió de su casa en el centro de París con una sola cosa en la cabeza, cazar para alimentarse, decidiendo ya no pensar más en su amigo u otra cosa, sólo en su meta clara, hacerse de algún animal para comer y luego regresar antes del alba.
Era una imprudencia si se detenía a pensarlo, salir así en su condición, estaba la amenaza de la que le había advertido Indro en Florencia, y estaban esos que iban tras los de su especie como buitres sobrevolando un cadáver, los cazadores eran personas de temerse, y que personalmente Daniil respetaba; quizá había salido tan negligentemente sin protección y completamente débil para añadir penitencias al castigo que inmerecidamente se estaba imponiendo. Quién sabe, lo cierto era que necesitaba alimentarse.
Vagó unos minutos tratando de aguzar el oído, tratar de escuchar un ciervo perdido o un lobo que se ha separado de la manada, miró al cielo, no era luna llena y la tercero de sus amenazas quedaba descartada al completo, no habría hombres lobo al menos. Siguió por unos segundos el rastro de lo que parecía un animal mediano, pero luego de unos momentos se dio cuenta que no se trataba de una bestia del bosque, sino de un humano quien andaba cerca y se preguntó quién estaba cazando a quién.
Se quedó quieto en un claro moviendo los ojos a donde el sonido de pisadas entre la maleza le indicaba no sólo ubicación, sino también distancia. Debía estar atento, no quería que su inmortal existencia acabara ahí.
La llamada de atención vino de uno de sus sirvientes que le había dicho "señor, se ve más pálido que de costumbre" y eso ya era decir bastante, esos hombres y mujeres que tenía en su casa le eran fieles, y no preguntaban sobre sus extraños rituales cotidianos, pero al menos se preocupaban por él cuando lo veían así. Salió de su casa en el centro de París con una sola cosa en la cabeza, cazar para alimentarse, decidiendo ya no pensar más en su amigo u otra cosa, sólo en su meta clara, hacerse de algún animal para comer y luego regresar antes del alba.
Era una imprudencia si se detenía a pensarlo, salir así en su condición, estaba la amenaza de la que le había advertido Indro en Florencia, y estaban esos que iban tras los de su especie como buitres sobrevolando un cadáver, los cazadores eran personas de temerse, y que personalmente Daniil respetaba; quizá había salido tan negligentemente sin protección y completamente débil para añadir penitencias al castigo que inmerecidamente se estaba imponiendo. Quién sabe, lo cierto era que necesitaba alimentarse.
Vagó unos minutos tratando de aguzar el oído, tratar de escuchar un ciervo perdido o un lobo que se ha separado de la manada, miró al cielo, no era luna llena y la tercero de sus amenazas quedaba descartada al completo, no habría hombres lobo al menos. Siguió por unos segundos el rastro de lo que parecía un animal mediano, pero luego de unos momentos se dio cuenta que no se trataba de una bestia del bosque, sino de un humano quien andaba cerca y se preguntó quién estaba cazando a quién.
Se quedó quieto en un claro moviendo los ojos a donde el sonido de pisadas entre la maleza le indicaba no sólo ubicación, sino también distancia. Debía estar atento, no quería que su inmortal existencia acabara ahí.
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Basto un pequeño retrato plasmado no de muy buena manera para aprenderme el rostro de mi siguiente victima, o mi siguiente diversión como quieran llamarle. Hombre ya de edad madura. ¿Años? Eso era lo de menos, podría tener uno, cinco, cien o mil, eso me tenía sin cuidado. Lo único importante era el trabajo que había sido encomendado para la buena causa, la limpia del planeta por estar criaturas desagradables. Detallé de nuevo el rostro. Observé con cuidado las líneas perfectas de su rostro, la palidez de la piel, el color negro de los ojos, seguramente en el momento de haber sido creado el cuadro estaba sediento. Arrugue el rostro sin poder dejar de mirarlo mientras el carruaje se aproximaba a París. El viaje había sido largo por un lado este pequeño trabajo y por el otro la carta de convocatoria de un viejo conocido. Suspiré mientras recargaba mi cuerpo en el respaldo del asiento, me había costado dormir, hace mucho tiempo no estaba en mi ciudad natal. Había informado a mis padres que vendría de regreso solo por trabajo pero los vería de igual manera, me daba nervios volver a verlos, saber si habían hecho justicia los años con ellos, si seguían igual. "Basta se sentimentalismos" Me reproché, primero lo primero, acabar con esa escoria, después encontrarme con aquellos viejos amigos y al final con más tranquilidad ver a mi familia. Si, así debía de ser, así no los pondría en peligro. Mascaras. Esas eran las mayores armas que podía poseer. Podía ser tranquila para inspirar confianza, imponente cuando alguien quería pasar sobre mí, coqueta cuando se requería buscar una debilidad... Toda era un mundo de mascaras y el encontrar el fondo era un reto grande.
Al entrar a la ciudad, las indicaciones habían sido hechas claramente. El carruaje se detendría hasta estar en aquella mansión. No tardó mucho tiempo en que eso pasará, por lo visto estaba a las afueras. Mis cabellos caían sobre mis hombros, mostré una sonrisa amplia antes de bajar del transporte, daba gracias por no necesitar esos vestidos grandes y pomposos a pesar de ser de una clase alta, pero mi profesión requerían mayor comodidad y como era de imaginarse la adaptaba todo el tiempo. Solté un suspiro observando un poco la casa donde me encontraba. Caminé de manera distraída observando a los alrededores. Bastante solitario como era de esperarse, nada de seguridad, eso si era raro. Formé una mueca en el rostro, aquello era raro. Cuando por fin me encontraba en la parte trasera me adentre observando los hermosos arboles del lugar. Para ser un vampiro disfrutaba de la naturaleza cosa que era bastante absurdo. Caminé un poco más para rodear el lugar a fin de cuentas nadie veía y si tanto le importaba al vampiro ya hubiera salido al sentir mi cálido aroma. Fue entonces cuando lo vi salir de aquel hermoso lugar. Su porte era más elegante de lo que imaginaba, arqueé una ceja y le seguí el paso de manera lejana.
¿Alimentarse de nuevo? Para nada. Al adentrarnos al bosque deje de tomar la postura de ocultarme. Mi mano se dirigió hasta la cintura donde una navaja se enredó entre mis dedos. Al parecer ya se había dado cuenta de mi presencia lo cual hizo que mi sonrisa se ampliará a un más. Me mordí el labio inferior, como si yo fuera la que sintiera la necesidad de beber de el comencé a caminar a su alrededor, pero poco a poco avanzaba para acortar la distancia. Los movimientos eran sensuales, tan naturales. - Buenas noches - Mi delicada voz salió en murmuró para que llegará de manera seductora hasta los oídos del vampiro . - ¿Sediento? - Sonreí al vampiro para verlo de cerca. Siempre me había gustado jugar un poco con la mente de estas criaturas, sabía lo peligrosas que podían ser y que algunas de ellas podían leer mis pensamientos. Pero el rostro inocente de una bella señorita, sumado con la sangre cálida que recorre mi cuerpo hace que la distracción sea grande y yo pueda atacar. La tenue luz de la luna me permitían ver aquel par de ojos negros igual que el retrato... Estaba sediento.
Al entrar a la ciudad, las indicaciones habían sido hechas claramente. El carruaje se detendría hasta estar en aquella mansión. No tardó mucho tiempo en que eso pasará, por lo visto estaba a las afueras. Mis cabellos caían sobre mis hombros, mostré una sonrisa amplia antes de bajar del transporte, daba gracias por no necesitar esos vestidos grandes y pomposos a pesar de ser de una clase alta, pero mi profesión requerían mayor comodidad y como era de imaginarse la adaptaba todo el tiempo. Solté un suspiro observando un poco la casa donde me encontraba. Caminé de manera distraída observando a los alrededores. Bastante solitario como era de esperarse, nada de seguridad, eso si era raro. Formé una mueca en el rostro, aquello era raro. Cuando por fin me encontraba en la parte trasera me adentre observando los hermosos arboles del lugar. Para ser un vampiro disfrutaba de la naturaleza cosa que era bastante absurdo. Caminé un poco más para rodear el lugar a fin de cuentas nadie veía y si tanto le importaba al vampiro ya hubiera salido al sentir mi cálido aroma. Fue entonces cuando lo vi salir de aquel hermoso lugar. Su porte era más elegante de lo que imaginaba, arqueé una ceja y le seguí el paso de manera lejana.
¿Alimentarse de nuevo? Para nada. Al adentrarnos al bosque deje de tomar la postura de ocultarme. Mi mano se dirigió hasta la cintura donde una navaja se enredó entre mis dedos. Al parecer ya se había dado cuenta de mi presencia lo cual hizo que mi sonrisa se ampliará a un más. Me mordí el labio inferior, como si yo fuera la que sintiera la necesidad de beber de el comencé a caminar a su alrededor, pero poco a poco avanzaba para acortar la distancia. Los movimientos eran sensuales, tan naturales. - Buenas noches - Mi delicada voz salió en murmuró para que llegará de manera seductora hasta los oídos del vampiro . - ¿Sediento? - Sonreí al vampiro para verlo de cerca. Siempre me había gustado jugar un poco con la mente de estas criaturas, sabía lo peligrosas que podían ser y que algunas de ellas podían leer mis pensamientos. Pero el rostro inocente de una bella señorita, sumado con la sangre cálida que recorre mi cuerpo hace que la distracción sea grande y yo pueda atacar. La tenue luz de la luna me permitían ver aquel par de ojos negros igual que el retrato... Estaba sediento.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Mi mirada se dirigió al punto del que provenía la voz y entonces apareció frente a mi, una mujer que parecía totalmente fuera de contexto en un ambiente como este, qué hacía una dama tan hermosa en el bosque a esta hora, y además siguiéndome los pasos. Entorné los ojos cuando saludó con amabilidad y luego aquello, una palabra trapera, sabía lo que yo era y no tenía caso ocultarlo, guardé silencio intentando leer en su rictus cuáles eran sus intenciones pero no logré descifrar mucho, aspiré profundamente para llenarme de su olor, fue un error, sediento como estaba el dulce aroma que desprendía me aturdió como pocas veces permito que la sangre lo haga, incluidas esas veces en las que atiendo heridas abiertas que emanan sangre a borbotones, incluso ahí logro controlarme, pero esta vez... maldije internamente por mi actitud infantil de los últimos días, ¿qué tenía que mi amigo me rechazara?, nada supongo, sólo que es tan raro que lo haga...
-Buenas noches -correspondí el saludo, guardando la distancia y compostura, aún no sabía qué hacía ella ahí, y por qué parecía que hace unos momentos me seguía, o yo la seguía, caminábamos en círculos persiguiéndonos-, ¿qué hace una dama como usted en un sitio como este? -pregunté pero mi expresión era de estoicismo puro, no podía fiarme de su belleza o su apariencia delicada, y luego esa sonrisa, lo mismo podía ser de amabilidad, coquetería o maldad, era misteriosa como la de una Gioconda de carne y hueso. Sostenía algo, pude verlo pero no con certeza, sin embargo todo me indicaba que no podía confiarme, que no bajara la guardia, quizá un sentido de supervivencia más allá de mis dones como inmortal.
Di un par de pasos, dos o tres, no muchos en un intento de rodearla, tampoco quería parecer amenazador, no si ya sabía lo que yo era, era lo malo de ser un vampiro, de inmediato enciendes las alarmas de alerta en terceros, y yo... yo no busco eso, no busco sembrar terror ni imponerme como superior.
-Un poco, han sido noches largas -finalmente dije a su pregunta sobre si estaba sediento, lo estaba y mucho pero no se lo diría de ese modo, tampoco le haría saber mis motivos del por qué tal negligencia mía de no alimentarme en días sólo por un berrinche de niño tonto que estaba haciendo absurdamente, sin embargo, yo sabía bien, era raro que un vampiro pasara tantos días descuidando su alimentación.
-Buenas noches -correspondí el saludo, guardando la distancia y compostura, aún no sabía qué hacía ella ahí, y por qué parecía que hace unos momentos me seguía, o yo la seguía, caminábamos en círculos persiguiéndonos-, ¿qué hace una dama como usted en un sitio como este? -pregunté pero mi expresión era de estoicismo puro, no podía fiarme de su belleza o su apariencia delicada, y luego esa sonrisa, lo mismo podía ser de amabilidad, coquetería o maldad, era misteriosa como la de una Gioconda de carne y hueso. Sostenía algo, pude verlo pero no con certeza, sin embargo todo me indicaba que no podía confiarme, que no bajara la guardia, quizá un sentido de supervivencia más allá de mis dones como inmortal.
Di un par de pasos, dos o tres, no muchos en un intento de rodearla, tampoco quería parecer amenazador, no si ya sabía lo que yo era, era lo malo de ser un vampiro, de inmediato enciendes las alarmas de alerta en terceros, y yo... yo no busco eso, no busco sembrar terror ni imponerme como superior.
-Un poco, han sido noches largas -finalmente dije a su pregunta sobre si estaba sediento, lo estaba y mucho pero no se lo diría de ese modo, tampoco le haría saber mis motivos del por qué tal negligencia mía de no alimentarme en días sólo por un berrinche de niño tonto que estaba haciendo absurdamente, sin embargo, yo sabía bien, era raro que un vampiro pasara tantos días descuidando su alimentación.
Invitado- Invitado
Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Un acto bastante llamativo era lo que estábamos haciendo, en realidad parecía un tipo de danza llena de cortejo en donde la mujer mostraba sus movimientos más seductores y peligrosos mientras el hombre la acechaba mostrando que ese era su territorio, eso pareciera cuando caminábamos alrededor del otro. Me sentía contenta no lo podía negar, recién llegada de París y ya encontrando una diversión. Pero la diversión me era algo diferente, no podía descifrar con claridad sus intenciones, el 99% de los vampiros siempre te veían con ojos retadores, en los cuales siempre querían comerme con la mirada y después de desnudarme de esa manera querían atacar, beber mi sangre, pero siempre mi cara de inocencia me hacía acercarme, atacar y salir victoriosa. En esta ocasión sus ojos no se veían de esa manera, si bien había observado mi figura eso había sido algo mínimo, parecía sorprendido como si mi pregunta no hubiera delatado mi naturaleza, la naturaleza de alguien que odia a ese tipo de criaturas y las quiere ver muertas, pero va, todas ellas estaban muertas, solo perturbaban el orden. Aun no entendía como es que se podían mantener de pie sino tenían alma, si el señor no las traía a la vida, eso era algo antinatural, algo en contra de las leyes divinas de nuestro creador, por eso los odiaba, por eso debían de terminar con todas aquellas que pudiera. De una esa sensación de desconcierto, esos ojos curiosos que parían arrojarme más de una pregunta al mismo tiempo ¿Quién era? ¿Cómo había llegado ahí? ¿Cómo conocía su naturaleza? ¿Era peligrosa? Todas esas preguntas invadían mi cabeza ya que no era la primera criatura a la que vencía pero si la primera criatura que su mirada hacía que quisiera seguir dejándolo en este mundo de Dios, mi mundo, el mundo de aquellos que reconocen sus pecados, que tienen alma.
Por un momento me perdí en esos grandes y expresivos ojos. Dejándome llevar por el encantamiento natural de los vampiros. ¡Gran error Dagmar! Me reproché internamente observando la oscuridad de ellos regresando a mi realidad, si hubiera sido otro ya se habría lanzado contra mi cuello enterrando los colmillos, sin embargo ahí estaba parado, observándome aun con incertidumbre - Estoy aquí por usted - Confesé sin más apartando la mirada hacía a mi alrededor. Desde la emboscada que había tenido ahora era muchísimo más precavida para acabar a mis presas, por eso estaba estudiando el terreno. Cerré los ojos breves momentos, sino me había atacado la primera vez no lo haría dos veces por eso me deje llevar para escuchar si había algún sonido demás, pero nada, solo el movimiento de los árboles que chocaban contra el aire y movían sus ramas. Volví a abrir los ojos suspirando y adoptando una postura más relajada. - Me gustan los vampiros sedientos y atractivos son más entretenidos que los que están ya alimentados - Confesé mientras acomodaba mi cabellera a un lado.
Observé el árbol que se encontraba detrás del vampiro. Una sonrisa mordaz acompañó mi rostro mientras mi mano se alzaba y con un movimiento suave de caderas, torso y el brazo por supuesto lancé mi daba haciendo que le rozara la mejilla, la daga se clavó en el árbol haciendo que le sonriera con diversión - ¿Ya sabes que soy o tengo que darte una demostración más cercana? - El movimiento brusco hizo que la herida que hace unos días había obtenido por enfrentarme a una emboscada de vampiro, la mordida que me había hecho uno de ellos aun seguía abierta y el movimiento brusco que había ejercido me hizo sentir como se volvía a abrir. Jadeé un poco colocando mi mano en mi costado. Le había prometido a Eleazar no pelear contra alguno hasta que estuviera un poco más recuperada y rompí mi palabra, estaba en más desventaja. Sentí un líquido caliente sobre mi mano y la alcé para observar el líquido que salía a montones. Mi mirada subió hasta el vampiro que veía la escena. ¿Qué pasaría? ¿Su hambre lo traicionaría? Gira mi mano para adentrar la misma a mi cinturón donde colgaba un par de dagas más, las sostuve en cada mano lista para cualquier ataque.
Por un momento me perdí en esos grandes y expresivos ojos. Dejándome llevar por el encantamiento natural de los vampiros. ¡Gran error Dagmar! Me reproché internamente observando la oscuridad de ellos regresando a mi realidad, si hubiera sido otro ya se habría lanzado contra mi cuello enterrando los colmillos, sin embargo ahí estaba parado, observándome aun con incertidumbre - Estoy aquí por usted - Confesé sin más apartando la mirada hacía a mi alrededor. Desde la emboscada que había tenido ahora era muchísimo más precavida para acabar a mis presas, por eso estaba estudiando el terreno. Cerré los ojos breves momentos, sino me había atacado la primera vez no lo haría dos veces por eso me deje llevar para escuchar si había algún sonido demás, pero nada, solo el movimiento de los árboles que chocaban contra el aire y movían sus ramas. Volví a abrir los ojos suspirando y adoptando una postura más relajada. - Me gustan los vampiros sedientos y atractivos son más entretenidos que los que están ya alimentados - Confesé mientras acomodaba mi cabellera a un lado.
Observé el árbol que se encontraba detrás del vampiro. Una sonrisa mordaz acompañó mi rostro mientras mi mano se alzaba y con un movimiento suave de caderas, torso y el brazo por supuesto lancé mi daba haciendo que le rozara la mejilla, la daga se clavó en el árbol haciendo que le sonriera con diversión - ¿Ya sabes que soy o tengo que darte una demostración más cercana? - El movimiento brusco hizo que la herida que hace unos días había obtenido por enfrentarme a una emboscada de vampiro, la mordida que me había hecho uno de ellos aun seguía abierta y el movimiento brusco que había ejercido me hizo sentir como se volvía a abrir. Jadeé un poco colocando mi mano en mi costado. Le había prometido a Eleazar no pelear contra alguno hasta que estuviera un poco más recuperada y rompí mi palabra, estaba en más desventaja. Sentí un líquido caliente sobre mi mano y la alcé para observar el líquido que salía a montones. Mi mirada subió hasta el vampiro que veía la escena. ¿Qué pasaría? ¿Su hambre lo traicionaría? Gira mi mano para adentrar la misma a mi cinturón donde colgaba un par de dagas más, las sostuve en cada mano lista para cualquier ataque.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
La miré por un instante antes de que volviera a abrir la boca, supe entonces cuáles eran sus intenciones, instintivamente llevé mi mano al abdomen, a ese sitio donde Lyuba había clavado una daga hacía un par de días, un lugar en donde una cicatriz apenas perceptible ahora estaba como recordatorio de aquella noche descabellada en donde la misma persona que me había atacado me había ofrecido su sangre para curarme con prontitud. No podía creerlo, otra vez estaba frente a alguien que quería mi cabeza, no podía culparlos, los míos son seres que no pertenecen a lo terrenal, si yo fuera mortal, si aún conservara mi humanidad, quién sabe, tal vez lucharía de su lado. Me mantuve en mi sitio, estuve a punto de dar una respuesta ante lo que me estaba diciendo, a penas abría la boca para hacerlo cuando aquel ataque me tomó por sorpresa, débil y hambriento como estaba no iba a poder hacer mucho, cerré los ojos esperando lo inevitable pero sólo sentí un viento gélido en mi mejilla, el frío metal había pasado cerca, abrí los ojos de golpe y me llevé el dorso de la mano al sitio de la herida para luego encontrar la mancha roja en ella, nada grave aunque sí una advertencia clara.
-Sé lo que es usted –dije y me giré para verla y decir algo más, pero no pude, estaba ahí cubriéndose una herida que parecía previa a este encuentro y había empeorado con el movimiento. El olor de la sangre, de su sangre llegó a mi tan rápido que no pude hacer nada por evitarlo, tuve que recargarme en ese árbol en el que ella había clavado la daga. Respiré profundamente, luchando contra el instinto, por ese instante la cazadora y sus amenazas pasaron a segundo término, lo importante era controlarme, no atacarla, aunque ella quisiera hacer lo contrario conmigo. Una vez más cerré los ojos, si aprovechaba mi descuido para atacarme con esas dos cuchillas nuevas que sostenía no importaba, no debía atacarla, me lo repetí en mi mente tantas veces como perdió en significado.
-Debería atenderse esa herida –no podía creerlo, eso era lo que en mi mente tuvo más importancia y era lo primero que salía de mi boca, aún recargado en el árbol, aún luchando contra mi naturaleza, tragando grueso y respirando para poder dominarme, con el brazo cruzado en mi abdomen como si yo mismo estuviera tratando de controlar una hemorragia en una vieja herida. Quería decirle que era médico y podía ayudarla pero que tan absurdo hubiera sido tal cosa, además que no estaba en condiciones de ejercer, estaba a punto de ser, por primera vez, el Daniil vampiro al cien por ciento, sediento de sangre y falto de un alma, pero me resistía y lo haría aunque ello me costara mi inmortalidad.
-Sé lo que es usted –dije y me giré para verla y decir algo más, pero no pude, estaba ahí cubriéndose una herida que parecía previa a este encuentro y había empeorado con el movimiento. El olor de la sangre, de su sangre llegó a mi tan rápido que no pude hacer nada por evitarlo, tuve que recargarme en ese árbol en el que ella había clavado la daga. Respiré profundamente, luchando contra el instinto, por ese instante la cazadora y sus amenazas pasaron a segundo término, lo importante era controlarme, no atacarla, aunque ella quisiera hacer lo contrario conmigo. Una vez más cerré los ojos, si aprovechaba mi descuido para atacarme con esas dos cuchillas nuevas que sostenía no importaba, no debía atacarla, me lo repetí en mi mente tantas veces como perdió en significado.
-Debería atenderse esa herida –no podía creerlo, eso era lo que en mi mente tuvo más importancia y era lo primero que salía de mi boca, aún recargado en el árbol, aún luchando contra mi naturaleza, tragando grueso y respirando para poder dominarme, con el brazo cruzado en mi abdomen como si yo mismo estuviera tratando de controlar una hemorragia en una vieja herida. Quería decirle que era médico y podía ayudarla pero que tan absurdo hubiera sido tal cosa, además que no estaba en condiciones de ejercer, estaba a punto de ser, por primera vez, el Daniil vampiro al cien por ciento, sediento de sangre y falto de un alma, pero me resistía y lo haría aunque ello me costara mi inmortalidad.
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
¿Vivir o morir? Esa era la cuestión en ese momento, no solo para el vampiro, también para mi. Sabía que la herida no era superficial, que había sido tan profunda que un cazador me había pedido que dejara a un lado el trabajo mientras volvía a estar sana, pero si me detenía perdería la condición que tanto me había costado. Sin embargo estar parada aquí frente a aquel vampiro me dejaba en claro que me había jugado todas las cartas y solita me había puesto la soga al cuello. Solté un suspiro cargado de tristeza, podía sentir el líquido vital recorrer parte de mi cadera hasta llegar a las piernas, como si fuera una fina línea que se había trazado en mi cuerpo. Mis ojos no dejaban de observar a la criatura ¿Estaba alejándose de mi tan rápido? Según lo que yo proyectaba era seguridad, tranquilidad, sensualidad pero nada de intimidación a primer plano, aunque la daga que le había acariciado el rostro de la piel como una herramienta de intimidación había servido. Di un paso al frente para sentirlo más en mi poder, más mío, así di varias pasos más a tenerlo por lo menos a un metro de distancia. Sus palabras me dejaron desconcertada. ¿Atenderme? ¿Estaba hablando en serio? Lo tenía frente a mi, le había hecho un corte, estaba escurriendo sangre a un costado ¿Y el pensaba que debía atenderme? Una muestra de asombro y cierto miedo. Si se trataba de miedo pues nunca había tratado con una criatura de la noche que se preocupara por alguien como yo, que quisiera matarlo.
Sacudí mi cabeza varias veces volviendo a la realidad. No podía dejarme llevar por mi debilidad mental ocasionada por el cansancio físico y si le sumamos que soy, lo admito, una sentimental de primera aunque no lo pareciera. Deje una de las dagas en su lugar mientras con la mano libre rasgaba más el costado de mi vestido para dejarlo ver. Jugaría con fuego ahora que estaba herida, pero mi única oportunidad sería distraerlo de esa manera para tener un solo movimiento y atacar, aunque aquello costara mi vida. - ¿Por qué no intentas atenderme tu? - Sonreí como pude gracias al dolor que tenía. La sensación de peligro, muerte y victoria hacía que mi cuerpo sintiera una mezcla de cosas,una necesidad enorme de sentir este peligro. Jadee de nuevo a causa de los movimientos irregulares que hacía provocados no por mi mal caminar, más bien por el suelo lleno de agujeros, raíces y esas cosas. Por fin quedaba poca distancia entre ambos. Menos de los que ambos seguramente habríamos deseado. Para sumarle más a la sensaciones de peligro, pasé la mano por la herida sintiendo mi mano de nuevo cubierta de aquel líquido carmín. La estire pasándola cerca de su ropa, alce mi mano y con el dedo indice delineé sus labios dejando aquel rojo. - ¿Quién saldrá victorioso esta noche vampirito? - Sonreí sosteniendo con fuerza la daga que tenía en la mano contraría lista para cualquier ataque que viniera.
Sacudí mi cabeza varias veces volviendo a la realidad. No podía dejarme llevar por mi debilidad mental ocasionada por el cansancio físico y si le sumamos que soy, lo admito, una sentimental de primera aunque no lo pareciera. Deje una de las dagas en su lugar mientras con la mano libre rasgaba más el costado de mi vestido para dejarlo ver. Jugaría con fuego ahora que estaba herida, pero mi única oportunidad sería distraerlo de esa manera para tener un solo movimiento y atacar, aunque aquello costara mi vida. - ¿Por qué no intentas atenderme tu? - Sonreí como pude gracias al dolor que tenía. La sensación de peligro, muerte y victoria hacía que mi cuerpo sintiera una mezcla de cosas,una necesidad enorme de sentir este peligro. Jadee de nuevo a causa de los movimientos irregulares que hacía provocados no por mi mal caminar, más bien por el suelo lleno de agujeros, raíces y esas cosas. Por fin quedaba poca distancia entre ambos. Menos de los que ambos seguramente habríamos deseado. Para sumarle más a la sensaciones de peligro, pasé la mano por la herida sintiendo mi mano de nuevo cubierta de aquel líquido carmín. La estire pasándola cerca de su ropa, alce mi mano y con el dedo indice delineé sus labios dejando aquel rojo. - ¿Quién saldrá victorioso esta noche vampirito? - Sonreí sosteniendo con fuerza la daga que tenía en la mano contraría lista para cualquier ataque que viniera.
- Spoiler:
- Es corto, lamento la demora pero el post tiene lo necesario para el siguiente movimiento. O bueno a mi me gustó espero también sea de tu agrado. Besos!
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Había una cruenta batalla en mi interior, sin embargo y para mi desgracia era una guerra que conocía demasiado bien, esa que viene a mi cuando el aroma a sangre es demasiado poderoso y tengo el preciado líquido al alcance y que sé, sin embargo, que no puedo hacer nada, esa misma sensación que he experimentado millones de veces cuando me toca atender heridas abiertas de personas que sin saber lo que soy se acercan a mi sabiendo de mis habilidades como médico, y a pesar de todo, del tiempo y la multitud de veces que lo he sentido, no se ha hecho más fácil, si acaso se ha convertido en un demonio más difícil de lidiar si eso es posible. Apreté los puños muy fuerte como si me aferrara a algo invisible, algo que me detuviera de ser el vampiro que soy, tan fuerte que los nudillos comenzaron a ponerse blancos, apenas perceptible el cambio considerando mi pálida piel. Intentaba por todos los medios no ver, ya tenía suficiente con oler y percibir, pero era imposible, quizá era mi facción de doctor la que con tanta curiosidad quería observar la herida, para saber su gravedad y qué procedía, medicamente hablando.
-Yo… yo… podría –trastabillé en mis palabras cuando ella, claramente burlona, me preguntó por qué no la atendía yo, sí podía, y lo haría si ello no significara el peligro de acercarme y perder la cabeza el segundo siguiente-, pero no creo que sea correcto –pegué la espalda al árbol, como tratando de alejarme lo más que pudiera pero al mismo tiempo estuviera acorralado. Cerré los ojos cuando sentí su mano, empapada de sangre acercarse a mí, y sentí su dedo en mis labios, aquel sabor casi metiéndose en mi por la fuerza y yo, aunque opusiera resistencia, no podía hacer mucho. Mi boca era una línea recta sobre mi rostro, pues me negaba a abrirla aunque fuera un poco, no quería probar su sangre, no directamente, pues de ese modo no estaba seguro poder reaccionar de forma correcta.
-No lo sé –respondí luego a su pregunta abriendo los ojos poco a poco-, pero no creo que eso deba decidirse esta noche –fui claro a pesar de que la simple labor de hilar palabras me costaba un esfuerzo más allá de mis capacidades-, es de mayor importancia que se recupere, y entonces tal vez debamos enfrentarnos –“enfrentarnos”, qué ajeno sonaba eso a mi persona, yo evitaba los enfrentamientos de cualquier índole a toda costa, pero era evidente que eso buscaba la mujer frente a mí y se lo iba a dar si eso quería, pero no ahora que se encontraba tan mal y que yo no podía decidir entre volverme loco ahí mismo al destruir mi cordura con aquella absurda batalla interna o ser de plano la bestia nocturna que soy. Ninguno de los dos estaba en condiciones, así de sencillo.
De nada me iba a servir intentar hacerla entender que yo no era como los demás vampiros, lo había intentado en el pasado con otra cazadora (otra vez mi mano se posó instintivamente en mi costado donde la gitana había clavado su daga) y no fue hasta que llevamos la situación a las últimas consecuencias que me perdonó la vida, que nos perdonamos la vida mutuamente y terminamos contándonos nuestras tragedias personales, esta vez no me iba a funcionar, lo sabía bien y sólo iba a insistir hasta el cansancio que lo más prudente era que se atendiera esa herida que no dejaba de sangrar.
-Yo… yo… podría –trastabillé en mis palabras cuando ella, claramente burlona, me preguntó por qué no la atendía yo, sí podía, y lo haría si ello no significara el peligro de acercarme y perder la cabeza el segundo siguiente-, pero no creo que sea correcto –pegué la espalda al árbol, como tratando de alejarme lo más que pudiera pero al mismo tiempo estuviera acorralado. Cerré los ojos cuando sentí su mano, empapada de sangre acercarse a mí, y sentí su dedo en mis labios, aquel sabor casi metiéndose en mi por la fuerza y yo, aunque opusiera resistencia, no podía hacer mucho. Mi boca era una línea recta sobre mi rostro, pues me negaba a abrirla aunque fuera un poco, no quería probar su sangre, no directamente, pues de ese modo no estaba seguro poder reaccionar de forma correcta.
-No lo sé –respondí luego a su pregunta abriendo los ojos poco a poco-, pero no creo que eso deba decidirse esta noche –fui claro a pesar de que la simple labor de hilar palabras me costaba un esfuerzo más allá de mis capacidades-, es de mayor importancia que se recupere, y entonces tal vez debamos enfrentarnos –“enfrentarnos”, qué ajeno sonaba eso a mi persona, yo evitaba los enfrentamientos de cualquier índole a toda costa, pero era evidente que eso buscaba la mujer frente a mí y se lo iba a dar si eso quería, pero no ahora que se encontraba tan mal y que yo no podía decidir entre volverme loco ahí mismo al destruir mi cordura con aquella absurda batalla interna o ser de plano la bestia nocturna que soy. Ninguno de los dos estaba en condiciones, así de sencillo.
De nada me iba a servir intentar hacerla entender que yo no era como los demás vampiros, lo había intentado en el pasado con otra cazadora (otra vez mi mano se posó instintivamente en mi costado donde la gitana había clavado su daga) y no fue hasta que llevamos la situación a las últimas consecuencias que me perdonó la vida, que nos perdonamos la vida mutuamente y terminamos contándonos nuestras tragedias personales, esta vez no me iba a funcionar, lo sabía bien y sólo iba a insistir hasta el cansancio que lo más prudente era que se atendiera esa herida que no dejaba de sangrar.
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
No puedo negar que todo esto me estaba dejando demasiado confundida, demasiado consternada. Si, el dolor era grande pero la confusión que sentía en ese momento era demasiado grande. La mano que sostenía la daga poco a poco iba bajando, una mueca bastante perceptible se asomó por mi rostro. No quise decir nada de primer momento pero en mi cabeza mi voz sonaba y fue entonces cuando mi respiración comenzó a acelerarse sintiendo un miedo profundo, yo no había tratado con una criatura así. "Mátalo, mátalo" Esa voz que golpeaba mi interior pero que mi cuerpo y corazón no quería.
Desde que había nacido hasta la fecha se me había educado de una manera en la que las criaturas de la noche sobretodo los vampiros eran seres malos, completamente malditos que no les importaba el dolor, la tristeza, el amor de los demás con tal de saciar su hambre, eran criaturas tan desagradables que mataban con el placer de disfrutar destruir una vida dentro de una familia y dejar esa huella de terror para toda la vida. Las criaturas que me habían tocado aniquilar eran así, de esa manera nadie como Daniil. Di varios pasos hacía atrás sintiendo en el cuerpo una descarga de miedo y adrenalina recorriendo cada centímetro de mi delicada figura. -¿Qué eres? - De manera torpe fue lo único que pude musitar de manera audible. No, el no podía ser un vampiro, se resistía a mi y podía ver en esos hermosos y negros ojos una paz que incluso me hacía querer voltear avergonzada por las acusaciones que le hacía o pensaba hacerle. ¿Qué me estaba pasando? ¡La herida! Seguramente eso hacía que no pensara ni actuara de manera correcta, si, respira profundo, respira así encontraras estabilidad.
Y sin embargo después de tanta respiración absurda busque su mirada, era la misma, tal cual estaba haciendo que no quisiera matarlo, que me acercará y tomará su mano para ayudarnos - ¡Me estás volviendo loca! - Confesé con las manos dirigiéndolas a mi cabeza. Eso pasaba el dolor me volvía loca e intentaba hacer que pensara que ese demonio era bueno y compasivo. Quise escapar pero eso me haría ver demasiado cobarde. Di otros pasos hacía atrás hasta chocar contra un tronco del árbol - ¿No te gusta el olor? ¿No te gusta el sabor? - Una ola de punzadas recorrieron mi cuerpo haciendo que no pudiera sostenerme más por lo que mi cuerpo se deslizo por el tronco del árbol hasta caer en el pasto mojado de aquella noche. A estas alturas, mostrando esta debilidad, sintiéndome una completa loca y sobre todo sintiendo rotas todas aquellas enseñanzas simplemente me sentía debil, desprotegida, triste y completamente a su disposición. Solté varias lagrimas que había reprimido con anterioridad debido al dolor de la herida, a estas alturas me importaba poco si me viera de esa manera o no, el había causado mi debilidad, mi consternación y locura. - Si mi padre me viera así - Me hable a mi misma mientras mi mirada se dirigía a las manos. Maldito vampiro, maldito sea y maldita yo por desobedecer ordenes y venir a enfrentarlo, solita me había puesto la soga al cuello y debía responsabilizarme por eso.
No me atreví a buscar su mirada de nuevo, lo que menos quería era un contacto más intimo con él y para mi la conexión con los ojos era demasiado profunda y te hacía formar lazos, y extrañamente había sentido esa clase de conexión con la criatura. Solté un suspiro prolongado y sacando la daga corté parte de mi vestido, una parte larga y mi cintura fue envuelta con mis propias manos aquella suponía que ejercería presión e impediría salir más sangre, bueno tenía esperanza de eso - Dígame... ¿Cómo puedo ayudar a aliviar esa sed? - Si, queria ayudarlo, requería salir de este momento, de esta situación, sabía que nadie me podría escuchar a estas alturas del bosque y de la noche... - ¿Podría... ¿Podría ayudarme a salir de aquí? - Solté un suspiro grande para tomando el valor suficiente voltear a verlo intentanto formar una sonrisa sincera, la verdad es que había encontrado un poco de tranquilidad y estaba aprovechando para sacarla sin importar si el vampiro o no aceptaba mi ayuda, aceptaba ayudarme.
Desde que había nacido hasta la fecha se me había educado de una manera en la que las criaturas de la noche sobretodo los vampiros eran seres malos, completamente malditos que no les importaba el dolor, la tristeza, el amor de los demás con tal de saciar su hambre, eran criaturas tan desagradables que mataban con el placer de disfrutar destruir una vida dentro de una familia y dejar esa huella de terror para toda la vida. Las criaturas que me habían tocado aniquilar eran así, de esa manera nadie como Daniil. Di varios pasos hacía atrás sintiendo en el cuerpo una descarga de miedo y adrenalina recorriendo cada centímetro de mi delicada figura. -¿Qué eres? - De manera torpe fue lo único que pude musitar de manera audible. No, el no podía ser un vampiro, se resistía a mi y podía ver en esos hermosos y negros ojos una paz que incluso me hacía querer voltear avergonzada por las acusaciones que le hacía o pensaba hacerle. ¿Qué me estaba pasando? ¡La herida! Seguramente eso hacía que no pensara ni actuara de manera correcta, si, respira profundo, respira así encontraras estabilidad.
Y sin embargo después de tanta respiración absurda busque su mirada, era la misma, tal cual estaba haciendo que no quisiera matarlo, que me acercará y tomará su mano para ayudarnos - ¡Me estás volviendo loca! - Confesé con las manos dirigiéndolas a mi cabeza. Eso pasaba el dolor me volvía loca e intentaba hacer que pensara que ese demonio era bueno y compasivo. Quise escapar pero eso me haría ver demasiado cobarde. Di otros pasos hacía atrás hasta chocar contra un tronco del árbol - ¿No te gusta el olor? ¿No te gusta el sabor? - Una ola de punzadas recorrieron mi cuerpo haciendo que no pudiera sostenerme más por lo que mi cuerpo se deslizo por el tronco del árbol hasta caer en el pasto mojado de aquella noche. A estas alturas, mostrando esta debilidad, sintiéndome una completa loca y sobre todo sintiendo rotas todas aquellas enseñanzas simplemente me sentía debil, desprotegida, triste y completamente a su disposición. Solté varias lagrimas que había reprimido con anterioridad debido al dolor de la herida, a estas alturas me importaba poco si me viera de esa manera o no, el había causado mi debilidad, mi consternación y locura. - Si mi padre me viera así - Me hable a mi misma mientras mi mirada se dirigía a las manos. Maldito vampiro, maldito sea y maldita yo por desobedecer ordenes y venir a enfrentarlo, solita me había puesto la soga al cuello y debía responsabilizarme por eso.
No me atreví a buscar su mirada de nuevo, lo que menos quería era un contacto más intimo con él y para mi la conexión con los ojos era demasiado profunda y te hacía formar lazos, y extrañamente había sentido esa clase de conexión con la criatura. Solté un suspiro prolongado y sacando la daga corté parte de mi vestido, una parte larga y mi cintura fue envuelta con mis propias manos aquella suponía que ejercería presión e impediría salir más sangre, bueno tenía esperanza de eso - Dígame... ¿Cómo puedo ayudar a aliviar esa sed? - Si, queria ayudarlo, requería salir de este momento, de esta situación, sabía que nadie me podría escuchar a estas alturas del bosque y de la noche... - ¿Podría... ¿Podría ayudarme a salir de aquí? - Solté un suspiro grande para tomando el valor suficiente voltear a verlo intentanto formar una sonrisa sincera, la verdad es que había encontrado un poco de tranquilidad y estaba aprovechando para sacarla sin importar si el vampiro o no aceptaba mi ayuda, aceptaba ayudarme.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Pude notar la confusión cruzando su cara, las dudas que mi reticencia a atacarla que se formaban en su mente chispeaban por medio de sus ojos. Sus ojos, por un segundo, o tal vez más, me quedé fijo en ellos, había algo que no supe cómo catalogar. Estaba acostumbrado hasta cierto punto a recibir reacciones como esta, yo, un vampiro, renuente a atacar a alguien en apariencia indefenso, incluso yo mismo llegaba a cuestionarme, ¿qué estaba mal conmigo?, pero esa era la gran pregunta de mi vida y no vida, pregunta cuya respuesta seguía siendo un completo misterio. Quería seguir observándola a los ojos pero esa herida a su costado llamaba poderosamente mi atención, parpadeé un par de veces al escuchar su pregunta, creí que era una broma, ¿ella era una cazadora y se cuestionaba mi naturaleza?, pero su tono y sus ademanes me hacían deshacerme de toda duda, lo decía en serio y tardé más de lo que me hubiera gustado en darle una respuesta. El tiempo se prolongó eterno hasta que torpemente abrí la boca.
-Soy lo que ves –así de sencillo y así de vago, si quería ver en mí a un monstruo, estaba bien porque en gran medida lo soy, y si veía a un ser enfermo y compasivo, también estaba bien, y también lo era, no importaba, daba igual si su intención era la de matarme. Di un pequeño respingo cuando ella alzó la voz, de qué hablaba, si ella perdía la cabeza, yo hacía mucho que lo había hecho, que la cordura había decidido abandonarme. Iba a responder a sus preguntas aunque no sabía cómo, porque la respuesta no era sencilla, sí, el olor me estaba embriagando y de sólo imaginarme su sabor el pensamiento se me nublaba como tarde londinense. Di un paso y nada más cuando ella cayó al césped, quería ir en su ayuda, pero podía costarme caro. Verla llorar fue lo último que necesitaba, sin más, dando zancadas seguras me acerqué a ella, la vi descubrir la herida, estando tan cerca y con la sangre emanando en cualquier momento me convertiría en lo que de verdad soy, un ser atroz que tiene que tomar vidas para subsistir.
-No, no… -no sabía ni qué estaba diciendo, me acerqué a ella, me gaché para poder verla de cerca, el médico dentro de mi parecía querer prevalecer por sobre la bestia-, déjame ver –pedí ignorando sus preguntas y me atreví a tocar su piel, la yema de mis dedos se manchó de aquel líquido que me atormenta y es, sin embargo, la fuente que me mantiene sobre esta tierra. Por un momento me quedé mirando mi mano, hipnotizando por el rojo de mis dedos, oliendo y palpando, deseando poder llevarme la mano a la boca y probar, pero sabía que si me atrevía tal vez no podría controlarme después.
-Tienes que atenderte –estaba obcecado con esa idea-, podemos salir de aquí juntos –alcé la mirada para cruzarme con la de ella, ofrecí con voz calmada, mi interior era un remolino pero tuve la necesidad de no demostrarlo, de parecer contenido e impasible, aunque ella sabía bien del peligro que yo representaba, me importaba no asustarla.
Su sonrisa me arrancó una a mí, era absurdo, parecía fuera de lugar pero ahí estábamos los dos en el bosque, sobre la hierba, sonriéndonos como tontos. Estiré mi mano para ayudarla a levantarse al tiempo que yo me erguía de nuevo.
-Vamos –ofrecí, esta vez mi voz era segura, pero suave, me taché de tonto en ese momento porque aunque lo intentara con ese empeño, no iba a dejar de ser lo que era, pero quería, sobre todas las cosas, demostrarle que podía confiar en mí, aunque dentro estuviera un perro encadenado esperando a escapar, un animal feroz y sediento que parecía jalar más y más su cadena y que en cualquier momento la vencería y saldría disparado como bala. Tragué grueso confiando en que llegado ese momento, sería capaz de domarlo.
-Soy lo que ves –así de sencillo y así de vago, si quería ver en mí a un monstruo, estaba bien porque en gran medida lo soy, y si veía a un ser enfermo y compasivo, también estaba bien, y también lo era, no importaba, daba igual si su intención era la de matarme. Di un pequeño respingo cuando ella alzó la voz, de qué hablaba, si ella perdía la cabeza, yo hacía mucho que lo había hecho, que la cordura había decidido abandonarme. Iba a responder a sus preguntas aunque no sabía cómo, porque la respuesta no era sencilla, sí, el olor me estaba embriagando y de sólo imaginarme su sabor el pensamiento se me nublaba como tarde londinense. Di un paso y nada más cuando ella cayó al césped, quería ir en su ayuda, pero podía costarme caro. Verla llorar fue lo último que necesitaba, sin más, dando zancadas seguras me acerqué a ella, la vi descubrir la herida, estando tan cerca y con la sangre emanando en cualquier momento me convertiría en lo que de verdad soy, un ser atroz que tiene que tomar vidas para subsistir.
-No, no… -no sabía ni qué estaba diciendo, me acerqué a ella, me gaché para poder verla de cerca, el médico dentro de mi parecía querer prevalecer por sobre la bestia-, déjame ver –pedí ignorando sus preguntas y me atreví a tocar su piel, la yema de mis dedos se manchó de aquel líquido que me atormenta y es, sin embargo, la fuente que me mantiene sobre esta tierra. Por un momento me quedé mirando mi mano, hipnotizando por el rojo de mis dedos, oliendo y palpando, deseando poder llevarme la mano a la boca y probar, pero sabía que si me atrevía tal vez no podría controlarme después.
-Tienes que atenderte –estaba obcecado con esa idea-, podemos salir de aquí juntos –alcé la mirada para cruzarme con la de ella, ofrecí con voz calmada, mi interior era un remolino pero tuve la necesidad de no demostrarlo, de parecer contenido e impasible, aunque ella sabía bien del peligro que yo representaba, me importaba no asustarla.
Su sonrisa me arrancó una a mí, era absurdo, parecía fuera de lugar pero ahí estábamos los dos en el bosque, sobre la hierba, sonriéndonos como tontos. Estiré mi mano para ayudarla a levantarse al tiempo que yo me erguía de nuevo.
-Vamos –ofrecí, esta vez mi voz era segura, pero suave, me taché de tonto en ese momento porque aunque lo intentara con ese empeño, no iba a dejar de ser lo que era, pero quería, sobre todas las cosas, demostrarle que podía confiar en mí, aunque dentro estuviera un perro encadenado esperando a escapar, un animal feroz y sediento que parecía jalar más y más su cadena y que en cualquier momento la vencería y saldría disparado como bala. Tragué grueso confiando en que llegado ese momento, sería capaz de domarlo.
Invitado- Invitado
Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Dos pares de labios curveándose. Uno frente al otro dejando ver una sonrisa sincera, una tranquilidad e incluso una especie de conexión que ninguno de los podía entender. Por un pequeño periodo de tiempo analice el rostro del vampiro. Tan tranquilo, tan preocupado, tan lleno de paz. Suspiré sin dejar de verle ni un momento. ¿Quién lo diría? Yo queriendo seguir aquella escena, queriendo que de verdad no se rompiera pero si me quedaba de esa manera lo más probable era que yo terminará desangrada y el muerto del hambre. Apostaba lo que fuera a que si alguien nos veía a lo lejos de esa manera pensaría que era la escena romántica perfecta. La delicada damisela frente a su héroe personal, demostrando que los finales felices si existían. ¡Tonterías! Los finales felices no existían ni existirían o no al menos con este par de protagonistas. - ¿Por qué no consume de mi? - Aun quería saber eso, de verdad necesitaba saberlo, pero en este momento ya no me sentía una loca. Tal vez mis padres estaban equivocados. No, no podrían estar equivocados ya que había visto más de un vampiro arrancarle la vida a un ser humano de manera cruel, pero el que tenía frente a mi era la excepción a la regla. Un raro espécimen entre las criaturas de la noche. Curioso.
No tardo mucho tiempo para que nuestra pequeña escena complice se viniera arruinada gracias a mi herida. Otra punzada recorrió mi cuerpo haciendo que me retorciera recargada en el árbol y llevará mis manos hasta aquella parte ejerciendo presión. - Duele... - Susurré en tono suplicante observando como más sangre salía de aquella zona. Tragué saliva, que mala idea pues la sed había llegado a mi paladar exigiendo que tomar. Observé como extendía sus manos para ayudarme - No podré caminar... - Susurre al sentir su rostro demasiado cerca al mío. ¿Y si me traicionaba? ¿Si estaba depositando toda mi confianza en una mascara de dulzura cuando era solo un maldito? De verdad la locura me estaba invadiendo pero a esas alturas era mejor intentar confiar a querer huir de manera útil. Si salía librada de esta, le debería mi vida, estaría en deuda con él y no podría matarle nunca más, pero si eso pasaba era por él debía seguir su misión de vida, y tal vez, sólo tal vez su alma seguía dentro de su cuerpo.
Casi a regañadientes enredé mis brazos en su cuello para que me ayudará a parar, solté varios sollozos por el dolor pero pude permanecer en pie un momento mientras sentía sus manos frías recorrer mi cintura - No podemos ir a un hospital, los rumores son demasiado rápidos y le aseguro que mis padre estarán de un momento a otro en el lugar acompañados de cazadores que no pecan como lo he hecho yo esta noche, más vale buscar otro lugar. - Me quedé completamente pensativa unos momentos, era imposible también llevarlo a casa, sirvientes, guardias, odiaba ser la nena de la familia, que aunque era bastante habilidosa mi padre siempre tenía por su "nena", por eso había decidido irme de Paris hace tiempo atrás, esa sobreprotección me estaba dando malas jugadas y mi rendimiento como cazadora estaba decayendo por completo - Mi casa tampoco es buen lugar - Musité bostezando. Me estaba cansando, me estaba sintiendo demasiado mal, me estaba perdiendo en mi interior.
Me quedé bastante pensativa un rato más - Es mejor que me dejes en la entrada del bosque, así probablemente un carruaje pase y no corras peligro - Le sonríe y alce mi brazo para acariciar su mejilla mientras volteava a verlo detalladamente por millonésima vez aquella noche - Me llamo Dagmar Biermann por cierto - Me encogí de hombros de manera torpe dejándome guiar por aquel frio ser de la noche.
No tardo mucho tiempo para que nuestra pequeña escena complice se viniera arruinada gracias a mi herida. Otra punzada recorrió mi cuerpo haciendo que me retorciera recargada en el árbol y llevará mis manos hasta aquella parte ejerciendo presión. - Duele... - Susurré en tono suplicante observando como más sangre salía de aquella zona. Tragué saliva, que mala idea pues la sed había llegado a mi paladar exigiendo que tomar. Observé como extendía sus manos para ayudarme - No podré caminar... - Susurre al sentir su rostro demasiado cerca al mío. ¿Y si me traicionaba? ¿Si estaba depositando toda mi confianza en una mascara de dulzura cuando era solo un maldito? De verdad la locura me estaba invadiendo pero a esas alturas era mejor intentar confiar a querer huir de manera útil. Si salía librada de esta, le debería mi vida, estaría en deuda con él y no podría matarle nunca más, pero si eso pasaba era por él debía seguir su misión de vida, y tal vez, sólo tal vez su alma seguía dentro de su cuerpo.
Casi a regañadientes enredé mis brazos en su cuello para que me ayudará a parar, solté varios sollozos por el dolor pero pude permanecer en pie un momento mientras sentía sus manos frías recorrer mi cintura - No podemos ir a un hospital, los rumores son demasiado rápidos y le aseguro que mis padre estarán de un momento a otro en el lugar acompañados de cazadores que no pecan como lo he hecho yo esta noche, más vale buscar otro lugar. - Me quedé completamente pensativa unos momentos, era imposible también llevarlo a casa, sirvientes, guardias, odiaba ser la nena de la familia, que aunque era bastante habilidosa mi padre siempre tenía por su "nena", por eso había decidido irme de Paris hace tiempo atrás, esa sobreprotección me estaba dando malas jugadas y mi rendimiento como cazadora estaba decayendo por completo - Mi casa tampoco es buen lugar - Musité bostezando. Me estaba cansando, me estaba sintiendo demasiado mal, me estaba perdiendo en mi interior.
Me quedé bastante pensativa un rato más - Es mejor que me dejes en la entrada del bosque, así probablemente un carruaje pase y no corras peligro - Le sonríe y alce mi brazo para acariciar su mejilla mientras volteava a verlo detalladamente por millonésima vez aquella noche - Me llamo Dagmar Biermann por cierto - Me encogí de hombros de manera torpe dejándome guiar por aquel frio ser de la noche.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Quien nos hubiera visto aquella noche pensaría que lo que sucedía no era otra cosa más que un caballero de brillante armadura ayudando a una damisela en peligro. Nada más alejado de la verdad, no soy un caballero infanzón, no hay nada de nobleza en un monstruo como yo, y ella, por su mirada y su actuar, lucía más como una amazona que como una mujer que necesitara ser rescatada. Ambos estábamos en situaciones extremas, y de no haber sido así, ella no hubiera dudado en tratar de matarme y yo, quien sabe, tal vez hubiera intentado defenderme. Nunca lo sabremos porque las circunstancias confabularon para tenernos así, a su merced, a ambos acorralados. Aquella pregunta era la misma que yo quería hacerme pero que el miedo me obligaba a aguantarme.
-Yo… no le haría daño –respondí, sacando fuerzas de un sitio que ni yo mismo conocía, pues era una mujer con un poderoso olor, cuya sangre seguramente sabía como el cielo, y yo, débil tras no haber comido por días podía ser fácilmente seducido por el aroma que me embriagaba, aún así, me negaba con poderosa obstinación a atacarla, a dejar marca alguna de esa piel perfecta como de muñeca de porcelana que se puede romper. Lo sabía, siempre lo he sabido, algo está terriblemente mal conmigo, no funciona del modo correcto, está roto y no me permite ser como otros de mi estirpe; cualquiera diría que es una ventaja pero no sabrían lo que están diciendo, ser como soy es una maldición, una más grande aún que la de haber entregado mi sangre en pos de la inmortalidad.
-Despacio –le dije cuando ella se quejó, no lucía nada bien y yo estaba sinceramente preocupado, se apoyó en mi para ponerse en pie y la hice que rodeara mi cuello con su brazo para así poder avanzar, que me usara de apoyo similar a una muleta-, puedo cargarte –ofrecí, parecía lo más sensato aunque yo no me sentía con la fuerza suficiente, tal vez resultara peor de ese modo, al no soportar el peso y la presión, ambos caeríamos agravando su herida. Di un paso o dos cuando la escuché hablar de nuevo, como si repasara las posibilidades que teníamos hasta llegar a la conclusión de que éstas eran casi nulas-, de ningún modo, no la voy a abandonar a su suerte en un sitio como este, verá… otros como yo no se tentarán el corazón al verla mal herida –expliqué, había cierto tono de broma en mi voz porque sabía que ella estaba al tanto de aquello, pero una cosa era segura, abandonarla en el bosque, a orillas de un camino como había propuesto, no era alternativa para mí, no la iba a dejar a su suerte así como así-, yo te puedo ayudar, tengo todo lo necesario en mi casa… -expliqué, en mi hogar tenía todo lo que un médico hecho y derecho debía tener, una especie de consultorio en donde a veces atendía a las personas, aunque prefería las visitas domiciliadas.
-Un nombre fuerte para una mujer igualmente fuerte –le respondí cuando se presentó-, soy el Doctor Stravinsky, Daniil Stravinsky a su servicio –a pesar de la situación yo me tomaba el tiempo de aquella pequeña formalidad, porque ante todo, era prestador de un servicio fundamental, el de la salud, y porque mi educación, familiar y académica así me obligaban a hacerlo-. Necesito que confíe en mí… -pausé dándome cuenta de lo que acababa de decir, le estaba pidiendo confianza, le estaba pidiendo que confiara en un vampiro, qué descabellado sonaba aquello –para poder ayudarla, sé que es difícil lo que estoy pidiendo, y que los actos de otros como yo no me respaldan pero si quisiera atacarla ¿no cree que ya lo habría hecho? –eso era verdad, de qué me servía ofrecerle mi casa y mi ayuda si el final no iba a cambiar, si quisiera beber de ella y desechar su cuerpo el bosque resultaba un mejor y más propicio escenario, pero como mi intención era real, debía, por esa simple lógica endeble, confiar en mí.
-Yo… no le haría daño –respondí, sacando fuerzas de un sitio que ni yo mismo conocía, pues era una mujer con un poderoso olor, cuya sangre seguramente sabía como el cielo, y yo, débil tras no haber comido por días podía ser fácilmente seducido por el aroma que me embriagaba, aún así, me negaba con poderosa obstinación a atacarla, a dejar marca alguna de esa piel perfecta como de muñeca de porcelana que se puede romper. Lo sabía, siempre lo he sabido, algo está terriblemente mal conmigo, no funciona del modo correcto, está roto y no me permite ser como otros de mi estirpe; cualquiera diría que es una ventaja pero no sabrían lo que están diciendo, ser como soy es una maldición, una más grande aún que la de haber entregado mi sangre en pos de la inmortalidad.
-Despacio –le dije cuando ella se quejó, no lucía nada bien y yo estaba sinceramente preocupado, se apoyó en mi para ponerse en pie y la hice que rodeara mi cuello con su brazo para así poder avanzar, que me usara de apoyo similar a una muleta-, puedo cargarte –ofrecí, parecía lo más sensato aunque yo no me sentía con la fuerza suficiente, tal vez resultara peor de ese modo, al no soportar el peso y la presión, ambos caeríamos agravando su herida. Di un paso o dos cuando la escuché hablar de nuevo, como si repasara las posibilidades que teníamos hasta llegar a la conclusión de que éstas eran casi nulas-, de ningún modo, no la voy a abandonar a su suerte en un sitio como este, verá… otros como yo no se tentarán el corazón al verla mal herida –expliqué, había cierto tono de broma en mi voz porque sabía que ella estaba al tanto de aquello, pero una cosa era segura, abandonarla en el bosque, a orillas de un camino como había propuesto, no era alternativa para mí, no la iba a dejar a su suerte así como así-, yo te puedo ayudar, tengo todo lo necesario en mi casa… -expliqué, en mi hogar tenía todo lo que un médico hecho y derecho debía tener, una especie de consultorio en donde a veces atendía a las personas, aunque prefería las visitas domiciliadas.
-Un nombre fuerte para una mujer igualmente fuerte –le respondí cuando se presentó-, soy el Doctor Stravinsky, Daniil Stravinsky a su servicio –a pesar de la situación yo me tomaba el tiempo de aquella pequeña formalidad, porque ante todo, era prestador de un servicio fundamental, el de la salud, y porque mi educación, familiar y académica así me obligaban a hacerlo-. Necesito que confíe en mí… -pausé dándome cuenta de lo que acababa de decir, le estaba pidiendo confianza, le estaba pidiendo que confiara en un vampiro, qué descabellado sonaba aquello –para poder ayudarla, sé que es difícil lo que estoy pidiendo, y que los actos de otros como yo no me respaldan pero si quisiera atacarla ¿no cree que ya lo habría hecho? –eso era verdad, de qué me servía ofrecerle mi casa y mi ayuda si el final no iba a cambiar, si quisiera beber de ella y desechar su cuerpo el bosque resultaba un mejor y más propicio escenario, pero como mi intención era real, debía, por esa simple lógica endeble, confiar en mí.
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
"Daniil" Su nombre estaba retumbando en mi cabeza, podía escuchar su voz diciéndolo repetidas veces, así como cuando conoces a una persona y repasas su rostro, su nombre e incluso su voz para no borrarlo de tu memoria, así me estaba pasando con aquel vampiro. No pude evitar mirarlo por un largo periodo como si estuviera embobada. Se sabía bien que los vampiros tenían una especie de Don donde a nosotros los humanos nos dejaban o muy interesados o muy inquietos con su presencia. ¿Acaso este vampiro tenía otro tipo de habilidades? Tal vez su bondad y compasión mostrada en un principio se trataba de una trampa, que él en realidad era un arma de doble filo y al final de la noche me tomaría entre sus brazos y sacaría hasta la gota más escondida dentro de mi ser. Por más ideas que dentro de mi cabeza rondaran no podía reclamarle acerca de eso ya que no me daba pie a creer que era una criatura mala. Refunfuñé en silencio durante un periodo, parecía una niña chiquita haciendo berrinche por algo que no le parecía. Seguramente era una niña comparando la edad de la criatura que me estaba sostenían. Su temperatura corporal tan fría y sus manos tan delicadas, lo podía percibir por la manera en que me tomaba por la cintura. Debía agradecerle este trato pero mi orgullo era grande bastante y era muy poco el tiempo que llevábamos juntos como para ya dar mi brazo a torcer del todo. Lo que no pude evitar es sonreírle, de manera natural, de manera tierna, agradecida e incluso coqueta, pero eso solo era por naturalidad no porque quisiera.
Rodaba su cuello con las manos apoyándome al avanzar, seguramente este momento sería algo gracioso para los dos con el paso del tiempo. - Dejaré de verte como un vampiro, esta noche seras mi acompañante, un ser humano como los demás - Mi frio corazón se había relajado a tal grado que estaba pecando, nunca en mi vida había pensado ayudar y ser ayudada por un vampiro, pero como dicen por ahí, nunca digas nunca. Moví mi cabello para poder mirarlo a los ojos con mayor claridad - ¿Tienes mucha hambre verdad? - Recordaba esos viajes cuando tenía que ir a aldeas muy lejanas, la poca comida con la cual podía cargar e incluso los momentos en que moría de hambre pero tenía que llegar a aquellos lugares. ¿Así sentiría Daniil? ¿Acaso era peor su sed? Solté su cuello quedándome parada por unos momentos. La debilidad me estaba poniendo sentimental ¿Y por qué no? Me estaba volviendo loca. - Bebe de mi... - Susurré con tono completamente inseguro. La sangre de vampiro también era curativa por lo que al finalizar podría cerrar mi herida, y debido a mi debilidad, tal vez podría uno de los dos tener fuerza. - Si nos encontramos a un ser de la noche, y los dos estamos de esta manera será muy fácil terminar con nosotros, si de doy de mi sangre recuperaras al menos un poco de fuerza... - Me estaba costando demasiado trabajo hacer esto, decir esto pero algo en el estaba dando la confianza necesaria en mi ser para hacer esta locura.
No sabía quien de los dos era el más nervioso, el más expuesto o incluso el más peligro en esta situación. Bien me habían dicho que Paris daba sorpresas grandes que no podríamos imaginar. Esta vez dejaría de pensar en mi para también pensar en él. Estiré mi mano invitándolo a tomar la mía. De manera delicada enrede mis dedos con los de él. - Vayamos a su casa, de verdad requiero que me ayude... - Tiré de su mano para avanzar por el lugar. -No queda mucho... no queda mucho - Susurré en voz alta mientras podía ver los faroles de las calles encendidas ya cerca de nosotros. Estaba tan callado y yo me sentía tan nerviosa. Me le había puesto en charola de plata sin ni siquiera haber ejercido una pelea, pero esto no se trataba de una pelea, de pensar en mi profesión y de su condición, se trataba de salir de ahí y dependiendo como pintaban las cosas seguir como si nada o formarnos una batalla campal - ¿Hacía donde es su casa? - Pregunté mirando la calla vacía de Paris que teníamos frente a nosotros.
Rodaba su cuello con las manos apoyándome al avanzar, seguramente este momento sería algo gracioso para los dos con el paso del tiempo. - Dejaré de verte como un vampiro, esta noche seras mi acompañante, un ser humano como los demás - Mi frio corazón se había relajado a tal grado que estaba pecando, nunca en mi vida había pensado ayudar y ser ayudada por un vampiro, pero como dicen por ahí, nunca digas nunca. Moví mi cabello para poder mirarlo a los ojos con mayor claridad - ¿Tienes mucha hambre verdad? - Recordaba esos viajes cuando tenía que ir a aldeas muy lejanas, la poca comida con la cual podía cargar e incluso los momentos en que moría de hambre pero tenía que llegar a aquellos lugares. ¿Así sentiría Daniil? ¿Acaso era peor su sed? Solté su cuello quedándome parada por unos momentos. La debilidad me estaba poniendo sentimental ¿Y por qué no? Me estaba volviendo loca. - Bebe de mi... - Susurré con tono completamente inseguro. La sangre de vampiro también era curativa por lo que al finalizar podría cerrar mi herida, y debido a mi debilidad, tal vez podría uno de los dos tener fuerza. - Si nos encontramos a un ser de la noche, y los dos estamos de esta manera será muy fácil terminar con nosotros, si de doy de mi sangre recuperaras al menos un poco de fuerza... - Me estaba costando demasiado trabajo hacer esto, decir esto pero algo en el estaba dando la confianza necesaria en mi ser para hacer esta locura.
No sabía quien de los dos era el más nervioso, el más expuesto o incluso el más peligro en esta situación. Bien me habían dicho que Paris daba sorpresas grandes que no podríamos imaginar. Esta vez dejaría de pensar en mi para también pensar en él. Estiré mi mano invitándolo a tomar la mía. De manera delicada enrede mis dedos con los de él. - Vayamos a su casa, de verdad requiero que me ayude... - Tiré de su mano para avanzar por el lugar. -No queda mucho... no queda mucho - Susurré en voz alta mientras podía ver los faroles de las calles encendidas ya cerca de nosotros. Estaba tan callado y yo me sentía tan nerviosa. Me le había puesto en charola de plata sin ni siquiera haber ejercido una pelea, pero esto no se trataba de una pelea, de pensar en mi profesión y de su condición, se trataba de salir de ahí y dependiendo como pintaban las cosas seguir como si nada o formarnos una batalla campal - ¿Hacía donde es su casa? - Pregunté mirando la calla vacía de Paris que teníamos frente a nosotros.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Por un largo rato guardamos silencio mientras nos abríamos paso por la maleza del bosque, de vez en cuando me tomaba el atrevimiento de observarla, la luz de la luna perfilando a la perfección sus rasgos, una criatura indudablemente hermosa, y joven. Sacudí la cabeza para dejar de verla, me sentí mal incluso de estar haciéndolo, qué oportunidad tenía yo ante alguien que no sólo tiene la belleza de su lado, sino la vida por delante. Una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando decidió dejarme de ver como vampiro y comenzar a verme como un humano, común y corriente, uno que había dejado de ser hacía muchos, muchos años, pero era el significado del acto en sí lo que me alegraba, quería decir que había decidido depositar su confianza en mí, algo por lo que había estado pidiendo desde que nos encontramos esta noche.
Simplemente asentí ante su comentario y seguí caminando, pero mi mirada regresó a ella cuando preguntó si tenía mucha hambre, tardé en responder, quizá demasiado, pero qué le iba a decir, mi silencio fue aprovechado por ella misma, Dagmar, con un nombre fuerte para una mujer igualmente fuerte como le había dicho con anterioridad, para hacerme aquel ofrecimiento tan descabellado. Pero la situación extrema que ambos estábamos viviendo lo hacía sonar un tanto menos disparatado, la miré con los ojos abiertos como platos y de pronto fue como si las palabras hubieran decidido abandonarme.
-No –dije después de un rato, de un modo tan contundente que no había lugar a dudas-, no podría… -luego mi voz se quebró, echando por tierra lo que antes había dicho con tanta seguridad. Esa era la verdad, aunque muriera por insensato, no iba a hacerle daño, simplemente no podía, cierto era que el hambre y su aroma tan embriagante comenzaban a trastocarme de tal modo que sentía el paladar entumecido y las manos adormiladas. Ya me las arreglaría, siempre lograba hacerlo-. Nadie nos encontrará –quise sonar optimista, traté, a como mis maltrechos sentidos para ese momento me lo permitían, detectar algún sonido foráneo, algo que me indicara que otro como yo o un hombre lobo andaba tras de nosotros, sin embargo y por fortuna, ninguna señal de algo así llegó a mí, aunque no podía confiar del todo en mi oído, ni en mi olfato, pues el hambre estaba haciendo estragos en mí.
Me tomó de la mano de tal modo que parecíamos una pareja de baile, y la miré, la estudié, pensé en la posibilidad de aceptar lo que me proponía, pero demasiado cegado por la sed podía matarla y no podría con eso en mi consciencia, porque es la culpa el gran eje rector de mi alocada vesania por esta existencia. Luego seguimos avanzando de la mano, aferrado uno del otro para no caer, no desistir, salir de ese sitio que lucía obscuro e infinito, pronto las luces de la ciudad nos dieron la bienvenida. Suspiré aliviado y aceleré el paso.
-Por aquí es –señalé un camino, no sé por qué sentía que al llegar a mi casa todo sería mejor, tal vez porque la curaría y se iría a casa, aunque el calvario de la sed que tenía continuara, ese era sólo mío y sólo yo debía enfrentarlo.
La halé para que me siguiera, aún estábamos a orillas de la ciudad, miré el cielo, no quería que el amanecer me sorprendiera, en qué demonios estaba pensando cuando salí de ese modo tan absurdo de mi casa, castigándome por voluntad propia como era mi estúpida costumbre, apreté su mano sin querer al pensar todo aquello y al notarlo me giré para verla, para comprobar que no había ejercido mucha fierza.
-Estaremos ahí dentro de poco –alenté –te curaré e irás a casa –miré al frente y seguí caminando, caminando sin mirar atrás, caminando como si en ello me fuera la vida porque de hecho, así era.
Simplemente asentí ante su comentario y seguí caminando, pero mi mirada regresó a ella cuando preguntó si tenía mucha hambre, tardé en responder, quizá demasiado, pero qué le iba a decir, mi silencio fue aprovechado por ella misma, Dagmar, con un nombre fuerte para una mujer igualmente fuerte como le había dicho con anterioridad, para hacerme aquel ofrecimiento tan descabellado. Pero la situación extrema que ambos estábamos viviendo lo hacía sonar un tanto menos disparatado, la miré con los ojos abiertos como platos y de pronto fue como si las palabras hubieran decidido abandonarme.
-No –dije después de un rato, de un modo tan contundente que no había lugar a dudas-, no podría… -luego mi voz se quebró, echando por tierra lo que antes había dicho con tanta seguridad. Esa era la verdad, aunque muriera por insensato, no iba a hacerle daño, simplemente no podía, cierto era que el hambre y su aroma tan embriagante comenzaban a trastocarme de tal modo que sentía el paladar entumecido y las manos adormiladas. Ya me las arreglaría, siempre lograba hacerlo-. Nadie nos encontrará –quise sonar optimista, traté, a como mis maltrechos sentidos para ese momento me lo permitían, detectar algún sonido foráneo, algo que me indicara que otro como yo o un hombre lobo andaba tras de nosotros, sin embargo y por fortuna, ninguna señal de algo así llegó a mí, aunque no podía confiar del todo en mi oído, ni en mi olfato, pues el hambre estaba haciendo estragos en mí.
Me tomó de la mano de tal modo que parecíamos una pareja de baile, y la miré, la estudié, pensé en la posibilidad de aceptar lo que me proponía, pero demasiado cegado por la sed podía matarla y no podría con eso en mi consciencia, porque es la culpa el gran eje rector de mi alocada vesania por esta existencia. Luego seguimos avanzando de la mano, aferrado uno del otro para no caer, no desistir, salir de ese sitio que lucía obscuro e infinito, pronto las luces de la ciudad nos dieron la bienvenida. Suspiré aliviado y aceleré el paso.
-Por aquí es –señalé un camino, no sé por qué sentía que al llegar a mi casa todo sería mejor, tal vez porque la curaría y se iría a casa, aunque el calvario de la sed que tenía continuara, ese era sólo mío y sólo yo debía enfrentarlo.
La halé para que me siguiera, aún estábamos a orillas de la ciudad, miré el cielo, no quería que el amanecer me sorprendiera, en qué demonios estaba pensando cuando salí de ese modo tan absurdo de mi casa, castigándome por voluntad propia como era mi estúpida costumbre, apreté su mano sin querer al pensar todo aquello y al notarlo me giré para verla, para comprobar que no había ejercido mucha fierza.
-Estaremos ahí dentro de poco –alenté –te curaré e irás a casa –miré al frente y seguí caminando, caminando sin mirar atrás, caminando como si en ello me fuera la vida porque de hecho, así era.
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
La sed me estaba comenzando a quemar. No pude evitar voltear a verlo - ¿Cómo te sientes? - Pregunté con torpeza sintiendo el firme agarre de las manos, pero si mi sed me estaba torturando la de él, estando yo a su lado entonces sería la muerte, su segunda muerte. Su negación también me dejaba pensando. Tal vez mi sangre tenía un olor desagradable lo que hacía que este no quisiera ni siquiera acercar su nariz a mi cuello. Tontamente me sentí mal de no ser "apetitosa" para él. Sentí un fuerte apretón, tanto que aparte mi mano de él mirándolo con cierto dolor reflejado por mi par de ojos - Ouch, Daniil... - Susurré su nombre casi como una plegaría a que no me hiciera daño, a que tenía miedo de ser lastimaba por él aunque me demostrara lo contrario. Y es que me sentía como una muñequita de porcelana agrietada que con el mínimo movimiento se desplomaba. Una lagrima delatando mi estado se asomó por mi rostro. La limpié de inmediato agachando la mirada para que no dijera nada. Mordí mi labio inferior, necesitaba un abrazo, necesitaba que me acurrucaran, necesitaba sentirme protegida, amada, indispensable y odiaba el hecho de que el vampiro hiciera que todos esos sentimientos salieran a la luz, como si deseara que todo eso me lo diera él. Caminé con cuidado ya sin darle la mano pues tenía el miedo de romperme esta vez por su torpeza o mi confianza dada al caballero. ¿Cómo es posible que un momento quieras matar a alguien y al otro momento sientas...deseo de seguir a su lado toda la noche? Deseo de querer verlo bien, sin aquel semblante. Me quede pensativa mientras avanzaba. Ya tendría una forma de ayudarlo.
El camino se había vuelto un sendero interminable, donde cada paso dado se volvía una tortura, aquel líquido rojo escurría por mi cadera a causa de la fuerza extra que sacaba de mi cuerpo al seguir avanzando con total cansancio. Mis piernas comenzaron a temblar de manera notoría, antes de caer al suelo pude sostenerme de su brazo - Por favor, dime que estamos cerca - Y antes de insistirle su casa se encontraba frente a nosotros. Sentí un alivio abrazador. Que ganas de estar en casa de un vampiro, nunca lo hubiera imaginado. Pero lo necesitaba. Lo jalé con fuerza - vamos, por favor habrá - Suplique de nuevo. No esperé ni siquiera una palabra cuando abrí el portón trasero de la casa. Nadie estaba al pendiente - Vaya mala seguridad - Dije en voz alta, sin poder evitar mostrar mis pensamientos, ahora que estaba tan frágil y que sentía una conexión con el vampiro lo que menos quería saber o darse cuenta es que estaba tan indefenso, tantas criaturas de la noche queriendo acabar con la otra de manera que sería mejor reforzar su casa, más sabiendo que pronto mi padre se enteraría de esto y probablemente querría su cabeza, sin aceptar que me había salvado la vida. Pondría a otras criaturas a custodiarlo.
Me detuve recargando mi cuerpo en la puerta trasera. Giré mi cuerpo lentamente para poder verlo - ¿Me permitirá entrar a su casa vampiro? - Arqueé una ceja de manera insinuante mientras volvía a darle la espalda. Mis movimientos eran sensuales bastante pero naturales. Mi mano se posó en la perilla y comencé a dar la vuelta de esta para abrir la puerta del lugar. La oscuridad se hacía presente. Más incluso que en el exterior. Fue entonces cuando me di cuenta que el sol comenzaba a salir. Un dolor en el pecho me invadió y sin importar el dolor, la fuerza o lo que fuera jaló con fuerza al vampiro, empuje la puerta cerrándola y caí al suelo, encima de él. La mirada de ambos se entrelazo, no pude evitar sonrojarme. Y pronto el dolor me hizo perder la razón...
El camino se había vuelto un sendero interminable, donde cada paso dado se volvía una tortura, aquel líquido rojo escurría por mi cadera a causa de la fuerza extra que sacaba de mi cuerpo al seguir avanzando con total cansancio. Mis piernas comenzaron a temblar de manera notoría, antes de caer al suelo pude sostenerme de su brazo - Por favor, dime que estamos cerca - Y antes de insistirle su casa se encontraba frente a nosotros. Sentí un alivio abrazador. Que ganas de estar en casa de un vampiro, nunca lo hubiera imaginado. Pero lo necesitaba. Lo jalé con fuerza - vamos, por favor habrá - Suplique de nuevo. No esperé ni siquiera una palabra cuando abrí el portón trasero de la casa. Nadie estaba al pendiente - Vaya mala seguridad - Dije en voz alta, sin poder evitar mostrar mis pensamientos, ahora que estaba tan frágil y que sentía una conexión con el vampiro lo que menos quería saber o darse cuenta es que estaba tan indefenso, tantas criaturas de la noche queriendo acabar con la otra de manera que sería mejor reforzar su casa, más sabiendo que pronto mi padre se enteraría de esto y probablemente querría su cabeza, sin aceptar que me había salvado la vida. Pondría a otras criaturas a custodiarlo.
Me detuve recargando mi cuerpo en la puerta trasera. Giré mi cuerpo lentamente para poder verlo - ¿Me permitirá entrar a su casa vampiro? - Arqueé una ceja de manera insinuante mientras volvía a darle la espalda. Mis movimientos eran sensuales bastante pero naturales. Mi mano se posó en la perilla y comencé a dar la vuelta de esta para abrir la puerta del lugar. La oscuridad se hacía presente. Más incluso que en el exterior. Fue entonces cuando me di cuenta que el sol comenzaba a salir. Un dolor en el pecho me invadió y sin importar el dolor, la fuerza o lo que fuera jaló con fuerza al vampiro, empuje la puerta cerrándola y caí al suelo, encima de él. La mirada de ambos se entrelazo, no pude evitar sonrojarme. Y pronto el dolor me hizo perder la razón...
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Era el mismo camino que había recorrido para llegar al bosque, sólo que de regreso, y aún así se me estaba haciendo eterno, entre mi angustia por curarla y mi propio estado deplorable parecía que daba un paso tras otro pero el escenario no cambiaba, como si avanzara sin hacerlo en realidad, la miraba de vez en cuando como para asegurarme que seguía a mi lado. No entendía esta necesidad mía de ayudar a todo aquel que en mi camino se cruza, incluso a los que claman por mi cabeza, como esta cazadora, pero llevo tantos siendo así que he desistido en entender qué proceso mental me lleva a tan arriesgada actitud.
Iba a decirle que estábamos ceca cuando mi hogar se erigió frente a nosotros, lejos estaba ya el bosque y ahora nos desenvolvíamos por las laberínticas calles de la ciudad, algunas demasiado estrechas como para que un carruaje pudiera circular. Escuché su urgencia y su crítica a la nula seguridad que mantenía, sonreí de lado.
-No tengo muchos enemigos –aclaré y cruzamos el patio trasero, mentalmente un reloj de arena se extinguía, el sol estaba por salir, no sé cómo pude ser tan descuidado como para llegar a estos límites, pero después de todo encontrarme a Dagmar no estaba ni de lejos en mis planes, mucho menos todo lo que devino con nuestro encuentro, su herida, mi falta de alimento, la tregua entre ambos, al salir de casa no me imaginé ni remotamente que algo así me sucedería esa noche. La puerta parecía aferrada en no dejarme entrar, eso, o lo nervios que de pronto se apoderaron de mí al notar que iba a ingresar a una dama tan hermosa a mi casa. Giré la vista al horizonte y sólo alcancé a ver un haz de luz antes de sentir cómo me jalaban al interior de mi propia casa. Escuché el azotar de la puerta y luego, cuando pude unir las piezas de lo que había pasado sentí la espalda pegada al suelo y frente a mí, o encima de mí mejor dicho la cazadora.
La miré a los ojos por unos segundos, y luego lo único que se me ocurrió hacer fue comenzar a reír, una risa taimada y tonta, como de chiquillo avergonzado, porque eso era en ese instante.
-Gracias –dije luego, gracias porque de no ser por ella ahora sería cenizas en el patio trasero de mi propia casa, la miré parecía desmayada y luego observé la embarazosa posición en la que estábamos, me sonrojé y agradecí que ella ya no pudiera verme, la hice a un lado con cuidado y me puse pie, el hambre y sed que sentía me marearon por un instante pero logré recomponerme, suspiré porque a continuación venía un esfuerzo que no sabía si iba a ser capaz de hacer. La miré tendida en el frío piso de la cocina y me agaché para deslizar un brazo por su cintura y otro por el cuello, ahora venía la difícil tarea de ponerse en pie, tarea que no me resultaría difícil de no ser por el deplorable estado en el que estaba, pero urgía más atenderla.
Me puse de pie, no sé cómo y luego la conduje a la habitación que hacía las veces de oficina y consultorio, la dejé sobre un diván y observé su herida, la sangre que de ella manaba me estaba volviendo loco pero debía controlarme, peor aún estando ella inconsciente. Decidí despertarla primero, para saber cómo se había hecho una rasgadura de ese tamaño y porque la conversación me distraería. Fui por sales aromáticas y en un pedazo de tela de algodón las acerqué a su fina nariz, esperando que reaccionara. Lo único que podía escuchar a esas horas de la madrugada era su respiración, las velas con su tenue crepitar y los pájaros que se sacuden el rocío de la mañana.
Iba a decirle que estábamos ceca cuando mi hogar se erigió frente a nosotros, lejos estaba ya el bosque y ahora nos desenvolvíamos por las laberínticas calles de la ciudad, algunas demasiado estrechas como para que un carruaje pudiera circular. Escuché su urgencia y su crítica a la nula seguridad que mantenía, sonreí de lado.
-No tengo muchos enemigos –aclaré y cruzamos el patio trasero, mentalmente un reloj de arena se extinguía, el sol estaba por salir, no sé cómo pude ser tan descuidado como para llegar a estos límites, pero después de todo encontrarme a Dagmar no estaba ni de lejos en mis planes, mucho menos todo lo que devino con nuestro encuentro, su herida, mi falta de alimento, la tregua entre ambos, al salir de casa no me imaginé ni remotamente que algo así me sucedería esa noche. La puerta parecía aferrada en no dejarme entrar, eso, o lo nervios que de pronto se apoderaron de mí al notar que iba a ingresar a una dama tan hermosa a mi casa. Giré la vista al horizonte y sólo alcancé a ver un haz de luz antes de sentir cómo me jalaban al interior de mi propia casa. Escuché el azotar de la puerta y luego, cuando pude unir las piezas de lo que había pasado sentí la espalda pegada al suelo y frente a mí, o encima de mí mejor dicho la cazadora.
La miré a los ojos por unos segundos, y luego lo único que se me ocurrió hacer fue comenzar a reír, una risa taimada y tonta, como de chiquillo avergonzado, porque eso era en ese instante.
-Gracias –dije luego, gracias porque de no ser por ella ahora sería cenizas en el patio trasero de mi propia casa, la miré parecía desmayada y luego observé la embarazosa posición en la que estábamos, me sonrojé y agradecí que ella ya no pudiera verme, la hice a un lado con cuidado y me puse pie, el hambre y sed que sentía me marearon por un instante pero logré recomponerme, suspiré porque a continuación venía un esfuerzo que no sabía si iba a ser capaz de hacer. La miré tendida en el frío piso de la cocina y me agaché para deslizar un brazo por su cintura y otro por el cuello, ahora venía la difícil tarea de ponerse en pie, tarea que no me resultaría difícil de no ser por el deplorable estado en el que estaba, pero urgía más atenderla.
Me puse de pie, no sé cómo y luego la conduje a la habitación que hacía las veces de oficina y consultorio, la dejé sobre un diván y observé su herida, la sangre que de ella manaba me estaba volviendo loco pero debía controlarme, peor aún estando ella inconsciente. Decidí despertarla primero, para saber cómo se había hecho una rasgadura de ese tamaño y porque la conversación me distraería. Fui por sales aromáticas y en un pedazo de tela de algodón las acerqué a su fina nariz, esperando que reaccionara. Lo único que podía escuchar a esas horas de la madrugada era su respiración, las velas con su tenue crepitar y los pájaros que se sacuden el rocío de la mañana.
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Todo había pasado en cámara lenta. Mi mano jalando su cuerpo débil, mi debilidad cayendo en sus brazos en el suelo, un golpe sonoro y de repente un escenario negro donde no sentía, no escuchaba, no lo veía… "¿Qué estaba pasando? Un escenario negro donde incluso podía sentir el frío correr mi cuerpo mientras sentía como la vida se me iba a cada suspiro. La sangre caía a uno de mis costados mientras intentaba sentarme en aquel piso negro que se perdía con las paredes y el cielo. Cuando me creí lo suficientemente lista para poder ponerme de pie, coloqué las manos en el suelo, donde pudo sentir agua en las manos. Alce la vista nublada y descubrí un liquido carmín… Todo me daba vueltas… ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado? ¿Dónde estaba el vampiro? Con esta última pregunta me puse de pie alarmada ¿Lo había jalado a tiempo? No lo sabía, estaba expectante, mi cuerpo tembló en desesperación por saber que había pasado. Me pare observando la oscuridad, queriendo por lo menos encontrar una señal de vida - Daniil - Susurré escuchando mi delicada voz salir de manera pausada y temblorosa. No, si gritaba de esa manera no me escucharía. Tal vez estaba perdido como yo sin poder levantarse a causa de su sed. Comencé a avanzar mientras mis pies se hundían en ese río de sangre personal - ¡Daniil! - Grite con fuerza, desesperada, colocando una mano en el vientre cansada, adolorida. El vampiro no estaba… Estaba sola. De repente una luz, una luz roja se aproximaba pero esta me lastimaba la vista, cerré los ojos al mismo tiempo que cubría mi rostro. Poco tiempo paso cuando sentí unas manos recorrer mi cuerpo - No me toques - Indique temblorosa… Unos labios sobre mi cuello y de repente una mordida dolorosa provocando un dolor en mi cuerpo.¿Esto era un sueño? ¿Una pesadilla? No, no podía ser una criatura de la noche, no debía."
Sentí la garganta seca y un sin fin de olores comenzar a perturbarme, no pude evitar patalear y lanzar golpes con los brazos pues aquella pesadilla dentro de mi desmayó seguía dejándome completamente confundida. Parpadeé ahora viendo un cuarto desconocido e iluminado de manera tenue por unos lamparas. Todo perfectamente ordenado. Y al fina de mi visión aquel par de ojos llenos de preocupación y al mismo tiempo de paz que estaba deseando ver - Vampiro - susurré intentando dejar a un lado ese orgullo, el dolor no me importó en ese momento y arrojándome a sus brazos lo abracé con la poca fuerza que ya había podido juntar en ese momento - Vampiro estas bien - Alcé la voz y se notaba lo feliz y conmovida que me encontraba. Le sonríe besando su mejilla de manera inocente mientras me separaba sin dejar de sonreír y perder de vista sus ojos. Vaya vista, vaya escenario, de nuevo ambos estábamos solos pero esta vez no me reprochaba tenerlo de esa manera, esta vez me sentía feliz por estar con una criatura de la noche. La realidad no era tan mala.
Antes de que pudiera decir algo, me di cuenta que estaba recostada anterior mente en un hermoso diván. Sentí el sonrojo de las mejillas mientras volvía a recostarme en él, esta vez sin que me pudiera decir algo, saque una de las cuchillas que cargaba siempre conmigo y rasgué echando mi brazo hacía atrás las cuerdas del corset. El vestido estorbaba por lo que me lo quite sin importar que me viera a estas alturas el morbo quedaba a un lado, lo que importaba era que me curara y así cuando estuviera mejor ayudarlo a él con su problema, por que si, lo ayudaría. Ya con la ropa echa trizas a un lado me recosté de lado dejándole ver la herida, confiaba en él, si tontamente confiaba en él.
Cerré los ojos dejando en claro que estaba a su completa disposición y comencé mi relato - Tengo a lo mucho un par de días en la ciudad. Soy hija de un cazador muy famoso, tiene una academia clandestina para aquellos que sus ideales son como los nuestros - Solté un suspiro cargado de melancolía mientras continuaba mi relato - Vine de regreso por un propósito - Me ahorré la explicación de la revolución pues salía sobrando - Y por ayudar a mi padre con la academia y a matar seres impuros pues París se ha vuelto un caos hablando de eso… Parece que algunos vampiros interceptaron nuestras cartas y al llegar a casa fui atacada, estas heridas son de los tuyos… - Susurré mordiendo mi labio inferior con cuidado. Abrí los ojos y estiré la mano para tomar la de él y enredar mis dedos con los suyos - Daniil… gracias - Susurré sin dejar de verlo, estaba siendo sincera, por extraña razón sentía que algo nuevo llegaría a mi vida, acompañada del vampiro.
Sentí la garganta seca y un sin fin de olores comenzar a perturbarme, no pude evitar patalear y lanzar golpes con los brazos pues aquella pesadilla dentro de mi desmayó seguía dejándome completamente confundida. Parpadeé ahora viendo un cuarto desconocido e iluminado de manera tenue por unos lamparas. Todo perfectamente ordenado. Y al fina de mi visión aquel par de ojos llenos de preocupación y al mismo tiempo de paz que estaba deseando ver - Vampiro - susurré intentando dejar a un lado ese orgullo, el dolor no me importó en ese momento y arrojándome a sus brazos lo abracé con la poca fuerza que ya había podido juntar en ese momento - Vampiro estas bien - Alcé la voz y se notaba lo feliz y conmovida que me encontraba. Le sonríe besando su mejilla de manera inocente mientras me separaba sin dejar de sonreír y perder de vista sus ojos. Vaya vista, vaya escenario, de nuevo ambos estábamos solos pero esta vez no me reprochaba tenerlo de esa manera, esta vez me sentía feliz por estar con una criatura de la noche. La realidad no era tan mala.
Antes de que pudiera decir algo, me di cuenta que estaba recostada anterior mente en un hermoso diván. Sentí el sonrojo de las mejillas mientras volvía a recostarme en él, esta vez sin que me pudiera decir algo, saque una de las cuchillas que cargaba siempre conmigo y rasgué echando mi brazo hacía atrás las cuerdas del corset. El vestido estorbaba por lo que me lo quite sin importar que me viera a estas alturas el morbo quedaba a un lado, lo que importaba era que me curara y así cuando estuviera mejor ayudarlo a él con su problema, por que si, lo ayudaría. Ya con la ropa echa trizas a un lado me recosté de lado dejándole ver la herida, confiaba en él, si tontamente confiaba en él.
Cerré los ojos dejando en claro que estaba a su completa disposición y comencé mi relato - Tengo a lo mucho un par de días en la ciudad. Soy hija de un cazador muy famoso, tiene una academia clandestina para aquellos que sus ideales son como los nuestros - Solté un suspiro cargado de melancolía mientras continuaba mi relato - Vine de regreso por un propósito - Me ahorré la explicación de la revolución pues salía sobrando - Y por ayudar a mi padre con la academia y a matar seres impuros pues París se ha vuelto un caos hablando de eso… Parece que algunos vampiros interceptaron nuestras cartas y al llegar a casa fui atacada, estas heridas son de los tuyos… - Susurré mordiendo mi labio inferior con cuidado. Abrí los ojos y estiré la mano para tomar la de él y enredar mis dedos con los suyos - Daniil… gracias - Susurré sin dejar de verlo, estaba siendo sincera, por extraña razón sentía que algo nuevo llegaría a mi vida, acompañada del vampiro.
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Estando inconsciente pude estudiar mejor sus facciones. Dicen que la belleza es subjetiva, pero hay pocas cosas, o personas en este caso, que pueden lograr una opinión unánime universal, esta noche estoy frente a uno de esos raros casos en lo que lo subjetivo puede arañar la objetividad, la cazadora Dagmar Biermann es hermosa y quien opine lo contrario o es ciego o es tonto o es ambas. Por un segundo olvidé el viejo trapito en mi mano con aquellas sales y me quedé absorto en su belleza y perfecta figura, sacudí la cabeza y regresé a mi labor de médico. ¿Pero qué idioteces estaba pensando?, en mi escala de prioridades, por sobre ser vampiro y ser hombre, está ser médico. Vi un pequeño atisbo de que iba a reaccionar hasta que lo hizo, di un par de pasos hacia atrás para evitar su violento despertar pero una sonrisa se instaló en mi rostro cuando vi que su desmayo no había pasado a mayores.
Su abrazo y el posterior beso me tomaron por sorpresa, por decir lo menos, reí nervioso desviando la mirada mientras ella regresaba a su posición en el diván.
-Sí, estoy bien, gracias a usted –le dije sin mirarla –y me alegra ver que usted también está bien –completé tratando de encontrar un distractor para no verla directamente, ir a tirar el trozo de tela al cesto junto a mi escritorio fue la escusa perfecta, me alejé dándole la espalda y prolongué aquella sencilla tarea lo más que pude. Sin embargo, al girarme observé como por voluntad propia, antes de que yo se lo pidiera para poder revisarla, se quitaba el vestido de un solo tajo, mis ojos se clavaron en la escena para luego girarme de nuevo e ir a una estantería donde guardaba pócimas y remedios sencillos, debía tener algún antiséptico por algún lado, escuché su relato con atención pero no fue hasta que empecé a rebuscar entre el montón de botellas y frascos que me di cuenta de lo nervioso que estaba. No estaba seguro si aquel temblor en mis manos era producto de la sed y hambre que me aquejaban o de tener a esta cazadora así en mi casa, a mi disposición si así lo quisiera. Pero no era lo que quería, o al menos me tenía que repetir eso en la cabeza.
Finalmente encontré lo que buscaba, además de unas hierbas que la ayudarían a soportar el dolor mientras yo hacía mi trabajo, luego busqué en los cajones algodón, gasas, alcohol, yodo, tijeras e hilo quirúrgico. Me giré con todo dispuesto en una charola plateada.
-No tienes porque agradecerme –me acerqué de regreso a ella, jalé un pequeño otomano para sentarme a su lado-. ¿Puedo? –pedí permiso antes de acercar los dedos a la herida, como me lo imaginaba, era profunda, necesitaba puntadas-, verás –le hablé con tono estrictamente profesional –no tenemos tiempo de preparar mejor esta sencilla cirugía, pero estás en buenas manos –traté de darle aliento, ahora el problema radicaba en mí, no sabía si podría mantener la concentración en mi estado famélico, tomé las hierbas y las ofrecí –mastica esto, ayudará a que te sientas adormecida, lamento no tener una anestesia mejor, pero debemos parar esa hemorragia cuanto antes –expliqué y esperé a que me hiciera caso para empezar a coser lo más pronto posible, mientras me dediqué a limpiar el área con el algodón y el yodo.
-No me sorprende que esto sea obra de los míos –dije observando estrictamente la herida, hablé como si reflexionara más para mí mismo que otra cosa-, no cabe duda que sabemos hacer nuestro trabajo –continué, esta vez mi tono fue más irónico, tenía suerte de haberse topado conmigo, alguien tan dañado que no sabe ser vampiro, ni humano, que no es nada en realidad, pero que jamás le haría daño. Cuando terminé de limpiar alcé la mirada para poder verla y sonreírle.
-Comenzaré sólo cuando tú me lo indiques –le dije con semblante serio –si las hierbas que te di a masticar surten su efecto como se debe comenzarás a sentir las manos dormidas, entonces será momento de empezar –expliqué el procedimiento como el doctor que soy, tratando de infundirle confianza y seguridad, la observé esperando, como le había pedido, su permiso para comenzar. Por ahora el hambre y la sed que me azoraban como buitres sobre un cadáver pasaban a segundo plano, lo importante era sanarla, que no sangrara más o un segundo y más fatal desmayo podía presentarse.
Su abrazo y el posterior beso me tomaron por sorpresa, por decir lo menos, reí nervioso desviando la mirada mientras ella regresaba a su posición en el diván.
-Sí, estoy bien, gracias a usted –le dije sin mirarla –y me alegra ver que usted también está bien –completé tratando de encontrar un distractor para no verla directamente, ir a tirar el trozo de tela al cesto junto a mi escritorio fue la escusa perfecta, me alejé dándole la espalda y prolongué aquella sencilla tarea lo más que pude. Sin embargo, al girarme observé como por voluntad propia, antes de que yo se lo pidiera para poder revisarla, se quitaba el vestido de un solo tajo, mis ojos se clavaron en la escena para luego girarme de nuevo e ir a una estantería donde guardaba pócimas y remedios sencillos, debía tener algún antiséptico por algún lado, escuché su relato con atención pero no fue hasta que empecé a rebuscar entre el montón de botellas y frascos que me di cuenta de lo nervioso que estaba. No estaba seguro si aquel temblor en mis manos era producto de la sed y hambre que me aquejaban o de tener a esta cazadora así en mi casa, a mi disposición si así lo quisiera. Pero no era lo que quería, o al menos me tenía que repetir eso en la cabeza.
Finalmente encontré lo que buscaba, además de unas hierbas que la ayudarían a soportar el dolor mientras yo hacía mi trabajo, luego busqué en los cajones algodón, gasas, alcohol, yodo, tijeras e hilo quirúrgico. Me giré con todo dispuesto en una charola plateada.
-No tienes porque agradecerme –me acerqué de regreso a ella, jalé un pequeño otomano para sentarme a su lado-. ¿Puedo? –pedí permiso antes de acercar los dedos a la herida, como me lo imaginaba, era profunda, necesitaba puntadas-, verás –le hablé con tono estrictamente profesional –no tenemos tiempo de preparar mejor esta sencilla cirugía, pero estás en buenas manos –traté de darle aliento, ahora el problema radicaba en mí, no sabía si podría mantener la concentración en mi estado famélico, tomé las hierbas y las ofrecí –mastica esto, ayudará a que te sientas adormecida, lamento no tener una anestesia mejor, pero debemos parar esa hemorragia cuanto antes –expliqué y esperé a que me hiciera caso para empezar a coser lo más pronto posible, mientras me dediqué a limpiar el área con el algodón y el yodo.
-No me sorprende que esto sea obra de los míos –dije observando estrictamente la herida, hablé como si reflexionara más para mí mismo que otra cosa-, no cabe duda que sabemos hacer nuestro trabajo –continué, esta vez mi tono fue más irónico, tenía suerte de haberse topado conmigo, alguien tan dañado que no sabe ser vampiro, ni humano, que no es nada en realidad, pero que jamás le haría daño. Cuando terminé de limpiar alcé la mirada para poder verla y sonreírle.
-Comenzaré sólo cuando tú me lo indiques –le dije con semblante serio –si las hierbas que te di a masticar surten su efecto como se debe comenzarás a sentir las manos dormidas, entonces será momento de empezar –expliqué el procedimiento como el doctor que soy, tratando de infundirle confianza y seguridad, la observé esperando, como le había pedido, su permiso para comenzar. Por ahora el hambre y la sed que me azoraban como buitres sobre un cadáver pasaban a segundo plano, lo importante era sanarla, que no sangrara más o un segundo y más fatal desmayo podía presentarse.
Invitado- Invitado
Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Mi cuerpo comenzaba a temblar sintiendo un poco de frío al estar casi desnudo en aquel lugar. No es que fuera demasiado friolenta pero la gran cantidad que había perdido causaba ese efecto. Me preguntaba si los hogares de todos los vampiros eran igual de fríos que este o simplemente seguía siendo mi estado el que me hacía percibir la temperatura de esa manera. Alce mi brazo recargándolo sobre mi cabeza un poco doblado para que al estar recostada de lado la piel se pudiera estirar un poco más y el trabajará un poco más cómodo. No podía quitarle la mirada de encima, estaba enganchada en sus ojos. Sentí que mis mejillas enrojecían de nuevo aquella noche al seguir observándolo, daba gracias que estuviera más entretenido en mi herida que en la forma en que lo veía, estiré mi mano para tomar su mentón entre mis dedos con suavidad y alzar su rostro, quería que me viera a los ojos - Tienes unos ojos hermosos… - Sonreí de manera débil, lo estaba por más que intentará estar fuerte - Sin importar la oscuridad por la sed son hermosos - Volví a decir mientras soltaba con suavidad y bajaba la mirada acomodando el rostro en el diván ahora observando todo el material que este había traído. Muchas cosas, comenzaba a marearme solo al pensar en lo que me haría pero tomé varias veces la respiración para mantenerme tranquila. De pronto su tacto me regreso a la realidad.
Comencé a masticar como me había dicho aquella hierba, no tarde mucho tiempo en sentir una especie de picazón en las manos, incluso en las piernas, en la lengua, solté una risita casi involuntaria porque me daba cierta cosquillas aquello que había masticado, su efecto me era raro y es que la verdad nunca antes me había enfermado, o había necesitado algo así, solo un par de rasguños era bastante impecable en lo que hacía pero esto estaba fuera de mis manos y debí seguir instrucciones.
Bostecé varias veces sintiendo como la cabeza me pesaba un poco pero baje la mano un poco hasta la herida para que el mismo dolor me hiciera despertar. Sollocé un poco, si que era lo bastante masoquista pero tenía miedo, tontamente un miedo comenzaba a invadir mi cuerpo y no quería estar dormida, no podía pues confiaba en el vampiro pero no en su sed, aunque no lo culpaba, era su estado natural. El miedo comenzó a volverse físico ya que mi respiración se empezó a agitar, poco a poco incluso el querer respirar me dolía. Dirigí una mano a mi pecho intentando calmarme - Daniil, tengo miedo - Susurré apenas tomando varias bocanas de aire, si eso debía ayudar.
Poco a poco pude ir controlando mi respiración, me costó trabajo lo acepto, y sentí que la situación era sumamente embarazosa, pero ¿qué más daba? Sonreí con cierta melancolía pero después intentar decir algo coherente, claro sin éxito - ¿Cuántos años tienes vampiro? - Susurré con cierta frialdad no querida. - Disculpa, es la costumbre… Platiquemos un poco no quiero dormirme - Poco a poco baje mi mano para sostener el borde de su camisa, su frío era tranquilizante por el simple hecho de saber que estaba ahí. Suspiré de nuevo esa sensación de quedarme dormida me estaba invadiendo.
Momentos tranquilos, momentos de confesiones, yo no odiaría a los vampiros de haber visto aquello - ¿Por qué eres bueno Daniil? Es decir… ¿Por qué no me atacaste? ¿Por que no te aprovechas de mi? ¿Que te hizo sentir compasión? - Suspiré - Los tuyos siempre han sido crueles, vi como se aprovechaban de un indefenso y comencé a andar por aldeas para cuidar a personas inofensivas - Negué guardando el debido silencio, no debía estarle contando eso, contando mis creencias, mi vida, nada, pues podía atacarme en cualquier momento. - Solo hazlo - Susurré cerrando los ojos, pronto relamí mis labios, y como si fuera para mi misma, comencé a cantar muy bajito una canción de cuna, la que mi madre me cantaba de pequeña cada vez más bajo... De repente no escuche nada, como si de nuevo hubiera perdido la razón.
Comencé a masticar como me había dicho aquella hierba, no tarde mucho tiempo en sentir una especie de picazón en las manos, incluso en las piernas, en la lengua, solté una risita casi involuntaria porque me daba cierta cosquillas aquello que había masticado, su efecto me era raro y es que la verdad nunca antes me había enfermado, o había necesitado algo así, solo un par de rasguños era bastante impecable en lo que hacía pero esto estaba fuera de mis manos y debí seguir instrucciones.
Bostecé varias veces sintiendo como la cabeza me pesaba un poco pero baje la mano un poco hasta la herida para que el mismo dolor me hiciera despertar. Sollocé un poco, si que era lo bastante masoquista pero tenía miedo, tontamente un miedo comenzaba a invadir mi cuerpo y no quería estar dormida, no podía pues confiaba en el vampiro pero no en su sed, aunque no lo culpaba, era su estado natural. El miedo comenzó a volverse físico ya que mi respiración se empezó a agitar, poco a poco incluso el querer respirar me dolía. Dirigí una mano a mi pecho intentando calmarme - Daniil, tengo miedo - Susurré apenas tomando varias bocanas de aire, si eso debía ayudar.
Poco a poco pude ir controlando mi respiración, me costó trabajo lo acepto, y sentí que la situación era sumamente embarazosa, pero ¿qué más daba? Sonreí con cierta melancolía pero después intentar decir algo coherente, claro sin éxito - ¿Cuántos años tienes vampiro? - Susurré con cierta frialdad no querida. - Disculpa, es la costumbre… Platiquemos un poco no quiero dormirme - Poco a poco baje mi mano para sostener el borde de su camisa, su frío era tranquilizante por el simple hecho de saber que estaba ahí. Suspiré de nuevo esa sensación de quedarme dormida me estaba invadiendo.
Momentos tranquilos, momentos de confesiones, yo no odiaría a los vampiros de haber visto aquello - ¿Por qué eres bueno Daniil? Es decir… ¿Por qué no me atacaste? ¿Por que no te aprovechas de mi? ¿Que te hizo sentir compasión? - Suspiré - Los tuyos siempre han sido crueles, vi como se aprovechaban de un indefenso y comencé a andar por aldeas para cuidar a personas inofensivas - Negué guardando el debido silencio, no debía estarle contando eso, contando mis creencias, mi vida, nada, pues podía atacarme en cualquier momento. - Solo hazlo - Susurré cerrando los ojos, pronto relamí mis labios, y como si fuera para mi misma, comencé a cantar muy bajito una canción de cuna, la que mi madre me cantaba de pequeña cada vez más bajo... De repente no escuche nada, como si de nuevo hubiera perdido la razón.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
Mientras limpiaba el área dañada me pregunté cuál sería su expresión, cuánto le estaría doliendo, si la estaba lastimando más yo pero pronto pude disipar dudas, su mano se posó en mi mentón, definitivamente aquello era algo que no me esperaba, así fui obligado a alzar la vista, mis ojos se clavaron en su rostro, con un toque de rubor en sus mejillas, estaba sonrojada y aunque el tono era tenue por toda la sangre que había perdido, no podía negarlo, se veía adorable, y luego sus palabras, unas que pocas veces había escuchado en mi vida, pocas personas se fijaban en mis ojos, pues incluso yo sabía que carecían de algo especial. Los cerré de inmediato, ahora me tocaba actuar avergonzado a mí, sonreí torpe y no supe qué decir.
-Gracias –vaya cliché, pero qué se suponía que dijera, regresé mi atención a la herida, estaba completamente limpia ahora aunque la sangre no paraba de salir, eso sí, lo hacía en menos medida ahora que estaba en aquella posición, las venas siguen principios muy simples como el de la gravedad misma, si buscas desángrate por medio de un corte en las muñecas no hace falta más que hacerlo, recostarse y colgar el brazo para que el flujo natural de la sangre hiciera el resto del trabajo, lo mismo sucedía en este caso, la posición recostada y de lado ayudaba a contener el torrente de mejor forma.
Tomé la gruesa aguja y el hilo de extracto natural, lo pasé por el ojal con relativa facilidad, mi vista era entorpecida por la sed, pero aún así lo conseguí al primer intento. Alcé la vista cuando habló de nuevo y sonreí.
-Tranquila –posé una mano sobre su costado-, dolerá, no te voy a mentir, pero es mejor hacer esto de una vez, sino podría ser peor después –le dije, quería que confiara en mí, porque yo confiaba en ella, que sería fuerte y que todo saldría bien. La observé de nuevo, lucía cansada, no podía culparla, era de madrugada y había perdido mucho de aquel líquido vital, pero la necesitaba despierta por si algo salía mal-. Te necesito aquí conmigo, cuando acabemos podrás dormir, ¿está bien? –mi tono era calmado, aunque por dentro estuviera muerto de nervios.
-Quinientos años –respondí sin ofenderme, era una pregunta considerablemente normal, aunque siendo un vampiro pocas cosas son normales, la plática la ayudaría a mantenerse despierta y a mí alejado de pensar en equivocarme, platicando podía hacer mi trabajo con la mente más clara-, me veo bien para esa edad, ¿no? –bromeé para aligerar el ambiente, que supiera que su pregunta no me había sentado mal.
Antes de contestar todas sus preguntas comencé el tortuoso procedimiento, clavé el acero quirúrgico, esterilizado de la aguja en su piel, quería hacer un buen trabajo, coser de modo que no le quedara una cicatriz tan horrible en el futuro, porque como lo había dicho antes, era hermosa y no quería dejar mancha alguna sobre esa belleza.
-¿Duele? –pregunté, las hierbas debían haber hecho su trabajo para ese entonces y el dolor debía ser soportable, pero aún así no estaba de más preguntar. Luego reí sin dejar de observar la herida y la aguja que entraba y salía de su piel, negué con la cabeza-, no soy bueno, sólo un tonto –dije, parecía que hablaba conmigo mismo-, y no te hice daño, ni te lo haría, porque yo no lastimaría a nadie por voluntad propia –no apartaba la vista de mi objetivo aunque detuve mi labor por unos segundos –pero estoy lejos de ser bueno, cualquier cosa que eso signifique, soy un vampiro más, y sí, tomo la vida de otras personas para sobrevivir –reanudé la tarea de zurcir –aunque he estado practicando un método para beber sangre y no matar –dije bajo, casi como un susurro, a ella que le importaba mi estúpida necedad de no matar.
De pronto sentí que hablaba solo, alcé la mirada y se había desmayado de nuevo, terminé de coser y con el dedo índice y medio posados sobre su cuello le tomé los signos vitales, estaba viva, y bastante tranquila a decir verdad, su corazón latía con normalidad, sólo había sido vencida por el cansancio. Moverla con la herida recién cosida era peligroso, un punto podía salirse de su lugar.
Me puse de pie y fui a mi habitación de donde saqué una manta de lana, bastante cálida para aquel que necesite esa temperatura, no yo, era una pena porque era una manta bastante bella que había conseguido en mi natal Rusia, donde son necesarias prendas de esta índole. Regresé a donde ella se encontraba y la extendí sobre su cuerpo, me agaché para besarle la sien y acariciarle el cabello.
-Descansa, y gracias por salvarme –le susurré al oído, aunque iba a regresar pronto para revisarla y ver que estuviera bien.
-Gracias –vaya cliché, pero qué se suponía que dijera, regresé mi atención a la herida, estaba completamente limpia ahora aunque la sangre no paraba de salir, eso sí, lo hacía en menos medida ahora que estaba en aquella posición, las venas siguen principios muy simples como el de la gravedad misma, si buscas desángrate por medio de un corte en las muñecas no hace falta más que hacerlo, recostarse y colgar el brazo para que el flujo natural de la sangre hiciera el resto del trabajo, lo mismo sucedía en este caso, la posición recostada y de lado ayudaba a contener el torrente de mejor forma.
Tomé la gruesa aguja y el hilo de extracto natural, lo pasé por el ojal con relativa facilidad, mi vista era entorpecida por la sed, pero aún así lo conseguí al primer intento. Alcé la vista cuando habló de nuevo y sonreí.
-Tranquila –posé una mano sobre su costado-, dolerá, no te voy a mentir, pero es mejor hacer esto de una vez, sino podría ser peor después –le dije, quería que confiara en mí, porque yo confiaba en ella, que sería fuerte y que todo saldría bien. La observé de nuevo, lucía cansada, no podía culparla, era de madrugada y había perdido mucho de aquel líquido vital, pero la necesitaba despierta por si algo salía mal-. Te necesito aquí conmigo, cuando acabemos podrás dormir, ¿está bien? –mi tono era calmado, aunque por dentro estuviera muerto de nervios.
-Quinientos años –respondí sin ofenderme, era una pregunta considerablemente normal, aunque siendo un vampiro pocas cosas son normales, la plática la ayudaría a mantenerse despierta y a mí alejado de pensar en equivocarme, platicando podía hacer mi trabajo con la mente más clara-, me veo bien para esa edad, ¿no? –bromeé para aligerar el ambiente, que supiera que su pregunta no me había sentado mal.
Antes de contestar todas sus preguntas comencé el tortuoso procedimiento, clavé el acero quirúrgico, esterilizado de la aguja en su piel, quería hacer un buen trabajo, coser de modo que no le quedara una cicatriz tan horrible en el futuro, porque como lo había dicho antes, era hermosa y no quería dejar mancha alguna sobre esa belleza.
-¿Duele? –pregunté, las hierbas debían haber hecho su trabajo para ese entonces y el dolor debía ser soportable, pero aún así no estaba de más preguntar. Luego reí sin dejar de observar la herida y la aguja que entraba y salía de su piel, negué con la cabeza-, no soy bueno, sólo un tonto –dije, parecía que hablaba conmigo mismo-, y no te hice daño, ni te lo haría, porque yo no lastimaría a nadie por voluntad propia –no apartaba la vista de mi objetivo aunque detuve mi labor por unos segundos –pero estoy lejos de ser bueno, cualquier cosa que eso signifique, soy un vampiro más, y sí, tomo la vida de otras personas para sobrevivir –reanudé la tarea de zurcir –aunque he estado practicando un método para beber sangre y no matar –dije bajo, casi como un susurro, a ella que le importaba mi estúpida necedad de no matar.
De pronto sentí que hablaba solo, alcé la mirada y se había desmayado de nuevo, terminé de coser y con el dedo índice y medio posados sobre su cuello le tomé los signos vitales, estaba viva, y bastante tranquila a decir verdad, su corazón latía con normalidad, sólo había sido vencida por el cansancio. Moverla con la herida recién cosida era peligroso, un punto podía salirse de su lugar.
Me puse de pie y fui a mi habitación de donde saqué una manta de lana, bastante cálida para aquel que necesite esa temperatura, no yo, era una pena porque era una manta bastante bella que había conseguido en mi natal Rusia, donde son necesarias prendas de esta índole. Regresé a donde ella se encontraba y la extendí sobre su cuerpo, me agaché para besarle la sien y acariciarle el cabello.
-Descansa, y gracias por salvarme –le susurré al oído, aunque iba a regresar pronto para revisarla y ver que estuviera bien.
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Re: Hunting and Gathering [Dagmar Biermann]
¿500 años? ¿Cuándo un vampiro dejaba de vivir? ¿Ellos se disponían las cosas? ¿Ellos decidían en que momento ya era suficiente? ¿Otros lo hacía por ellos así como los cazadores lo hacemos? ¿Qué eran 500 años para ellos? ¿Mucho? ¿Poco? ¿Lo suficiente? Nunca lo sabría, la verdad era que Daniil era el primer vampiro al que me había acercado, al primero al que le había salvado la vida, al primero que le había entregado mi vida sin importar que el mismo en un segundo pudiera arrebatarla de mi cuerpo. Si 500 años eran lo suficiente entonces yo le pediré al menos permanecer 100 más para que siguiera en mi vida. Por que después de lo que hacía, de esta noche no podría tenerlo lejos, lo cuidaría de otros cazadores, incluso si era necesario lo cuidaría de mi.
Antes de poder decir algo, mi cuerpo se tenso de manera notoria, solté varios quejidos suaves porque no tenía ni siquiera la fuerza suficiente para sollozar más fuerte. Quise darle un golpe cuando preguntó aquello tan obvio, pero conforme pasaba el tiempo mi cuerpo me pesaba, se adormecía - Bebé un poco de mi sangre y… - Tosí un poco aferre una de mis manos a la piel del diván para intentar soportar dolor - Después dime que se siente no poder beber más y comparamos el dolor - Volví a toser, el dolor comenzaba a desvanecer, a perderse en mi cuerpo pues solo pude escuchar sus ultimas palabras y volver a ese sueño profundo donde no podía controlar lo que hacía solo implorar por volver a despertar
. Dentro de aquel pesado sueño sentí tranquilidad, el frío había desaparecido por completo, de hecho sentía mi cuerpo ligero, no había más dolor, solo los recuerdos de una noche que debía suceder, una noche que me había enseñado que no todos deben ser marcados por los antecedentes de su misma especie, es como cuando juzgas una nación de haber causado daños a otra y condenas a toda la gente cuando esa gente solo pedía paz. Eso había estado yo haciendo con los vampiros y Daniil había llegado en el mejor momento para darme esa bofetada con guante blanco que necesitaba. Tontamente sentí como gotitas de agua recorrían mi rostro. ¿En los sueños se puede sentir? No, eso no era posible, alce mi mano, limpie aquellas gotas y descubrí que eran lagrimas, y entonces… Desperté.
Y al volver a la realidad la sed y el dolor volvió, pero ya no era intenso. De hecho ya no me importaba mucho pues lo que ahora me movía a querer pararme es buscarlo. Me volví suavemente para que la herida no se volviera a abrir y lo que había hecho el vampiro fuera inútil, la manta era demasiado pesada por eso no podía llevarla sobre mi cuerpo. Vaya tontería, ¿una manta para mi pesada? Eso si que era algo nuevo pero algo real. Las velas que con anterioridad habían estado iluminando el salón se habían apagado, ¿o el las habría apagado? Daba igual, caminé hacía una ventana, solo abrí un poco esta pues si aun estaba la luz del sol sería muy peligroso. Efectivamente el día no había terminado, el sol seguía a su máxima expresión y Daniil estaba sediento. ¿Dónde estaría? ¿Que habría hecho? ¿Estaría bien? La única manera de saberlo era buscándolo pero aunque ya me había visto de esta manera, tenía pena de mostrar mi cuerpo, un cuerpo que hasta hace tiempo no le había dado importancia, sabía que era bonito pero no me importaba y ahora, con esa herida, con esas puntadas me daba miedo mostrarle mi realidad, esa que ya conocía, sin embargo el había hecho demasiado por mi, solo el hecho de no querer morderme en ese estado ya era demasiado y yo se lo debía.
Si me escuchara con claridad seguramente ya estaría a mi lado pero seguramente la sed le bloqueaba un poco los sentidos. Mis pies descalzos siguieron un camino lento hasta salir de aquel lugar, en el trayecto no pude evitar buscar en un pequeño almacén algo para ponerme, la fortuna estaba de mi lado pues un par de camisas estaban colgadas en el almacén que era más una especie de armario. Muy bonito por cierto. Coloqué una sobre mi cuerpo abotonándola suavemente, de verdad nunca había sido tan cuidadosa con mis movimientos pero era necesario. En este momento lo era. - Daniil - De nuevo susurrando su nombre, que podía confesar se escuchaba bastante bien. Subí una de mis manos a mi rostro tentando el calor que destilaban mis mejillas ¿De nuevo sonrojada? Creo que ya era suficiente, sin embargo al estar frente a aquellas escaleras mi corazón comenzó a latir con más fuerza. El debía estar bien, debía estar - El esta bien - Este ultimo pensamiento fue tan suplicante, salió de manera tan natural que yo misma me sorprendí y mordí mi labio inferior comenzando a subir las escaleras, con torpeza, con lentitud pero las subía.
Y después de varios largos minutos un enorme pasillo, al menos el cansancio me hacía verlo así. Comenzaba a bostezar de nuevo en desmedida. ¿Cuál sería su cuarto? Opte por el último, toque apenas una vez y sin importar abrí la puerta, a estas alturas los modales entre los dos importaban poco, solo importaba el bienestar del otro. Caminé ya con las piernas temblorosas en el cuarto, extrañamente estaba más oscuro que el resto de la casa, apenas y podía ver mi mano si la acercaba a mi rostro. Seguí avanzando - Ouch - Me había dado con una especie de mesita, estaba nerviosa, sentía mi respiración acelerada, mi corazón acelerado y carraspeando la garganta apenas pude sacar la voz - ¿Daniil estás aquí?-
Antes de poder decir algo, mi cuerpo se tenso de manera notoria, solté varios quejidos suaves porque no tenía ni siquiera la fuerza suficiente para sollozar más fuerte. Quise darle un golpe cuando preguntó aquello tan obvio, pero conforme pasaba el tiempo mi cuerpo me pesaba, se adormecía - Bebé un poco de mi sangre y… - Tosí un poco aferre una de mis manos a la piel del diván para intentar soportar dolor - Después dime que se siente no poder beber más y comparamos el dolor - Volví a toser, el dolor comenzaba a desvanecer, a perderse en mi cuerpo pues solo pude escuchar sus ultimas palabras y volver a ese sueño profundo donde no podía controlar lo que hacía solo implorar por volver a despertar
. Dentro de aquel pesado sueño sentí tranquilidad, el frío había desaparecido por completo, de hecho sentía mi cuerpo ligero, no había más dolor, solo los recuerdos de una noche que debía suceder, una noche que me había enseñado que no todos deben ser marcados por los antecedentes de su misma especie, es como cuando juzgas una nación de haber causado daños a otra y condenas a toda la gente cuando esa gente solo pedía paz. Eso había estado yo haciendo con los vampiros y Daniil había llegado en el mejor momento para darme esa bofetada con guante blanco que necesitaba. Tontamente sentí como gotitas de agua recorrían mi rostro. ¿En los sueños se puede sentir? No, eso no era posible, alce mi mano, limpie aquellas gotas y descubrí que eran lagrimas, y entonces… Desperté.
Y al volver a la realidad la sed y el dolor volvió, pero ya no era intenso. De hecho ya no me importaba mucho pues lo que ahora me movía a querer pararme es buscarlo. Me volví suavemente para que la herida no se volviera a abrir y lo que había hecho el vampiro fuera inútil, la manta era demasiado pesada por eso no podía llevarla sobre mi cuerpo. Vaya tontería, ¿una manta para mi pesada? Eso si que era algo nuevo pero algo real. Las velas que con anterioridad habían estado iluminando el salón se habían apagado, ¿o el las habría apagado? Daba igual, caminé hacía una ventana, solo abrí un poco esta pues si aun estaba la luz del sol sería muy peligroso. Efectivamente el día no había terminado, el sol seguía a su máxima expresión y Daniil estaba sediento. ¿Dónde estaría? ¿Que habría hecho? ¿Estaría bien? La única manera de saberlo era buscándolo pero aunque ya me había visto de esta manera, tenía pena de mostrar mi cuerpo, un cuerpo que hasta hace tiempo no le había dado importancia, sabía que era bonito pero no me importaba y ahora, con esa herida, con esas puntadas me daba miedo mostrarle mi realidad, esa que ya conocía, sin embargo el había hecho demasiado por mi, solo el hecho de no querer morderme en ese estado ya era demasiado y yo se lo debía.
Si me escuchara con claridad seguramente ya estaría a mi lado pero seguramente la sed le bloqueaba un poco los sentidos. Mis pies descalzos siguieron un camino lento hasta salir de aquel lugar, en el trayecto no pude evitar buscar en un pequeño almacén algo para ponerme, la fortuna estaba de mi lado pues un par de camisas estaban colgadas en el almacén que era más una especie de armario. Muy bonito por cierto. Coloqué una sobre mi cuerpo abotonándola suavemente, de verdad nunca había sido tan cuidadosa con mis movimientos pero era necesario. En este momento lo era. - Daniil - De nuevo susurrando su nombre, que podía confesar se escuchaba bastante bien. Subí una de mis manos a mi rostro tentando el calor que destilaban mis mejillas ¿De nuevo sonrojada? Creo que ya era suficiente, sin embargo al estar frente a aquellas escaleras mi corazón comenzó a latir con más fuerza. El debía estar bien, debía estar - El esta bien - Este ultimo pensamiento fue tan suplicante, salió de manera tan natural que yo misma me sorprendí y mordí mi labio inferior comenzando a subir las escaleras, con torpeza, con lentitud pero las subía.
Y después de varios largos minutos un enorme pasillo, al menos el cansancio me hacía verlo así. Comenzaba a bostezar de nuevo en desmedida. ¿Cuál sería su cuarto? Opte por el último, toque apenas una vez y sin importar abrí la puerta, a estas alturas los modales entre los dos importaban poco, solo importaba el bienestar del otro. Caminé ya con las piernas temblorosas en el cuarto, extrañamente estaba más oscuro que el resto de la casa, apenas y podía ver mi mano si la acercaba a mi rostro. Seguí avanzando - Ouch - Me había dado con una especie de mesita, estaba nerviosa, sentía mi respiración acelerada, mi corazón acelerado y carraspeando la garganta apenas pude sacar la voz - ¿Daniil estás aquí?-
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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