Fallen Innocence [+18] [Victorio Lambert]

La luz ya no se hacía presente en el cielo, solo la espléndida luna junto a sus compañeras. Esos pequeños puntos sumamente brillantes, sí, las estrellas. Una vista hermosa se extendía ante mis ojos. El agua reflejando lo que podía contemplar perfectamente en el cielo y, enmedio de todo aquello una figura. Una figura femenina que ya conocía bien, no os diré que muy bien porque sería mentir pero tampoco necesitaba profundizar demasiado en alguien para llegar hasta ello. En ese momento la miraba desde la lejanía, sin hacer ningún movimiento. Ninguno en absoluto.

El viento soplaba no demasiado fuerte pero si en una ligera brisa que hacia moverse tanto el césped del suelo como aquello que arropaba mi cuerpo en ese momento. Los pelillos lo suficientemente largos de mi cabello también se movían, claro que, no eran demaados. El luck hippie no iba conmigo. Mis ojos se desviaron del frente solo por un momento para mirar el objeto que tenía entre manos. Un papel, doblado en cuatro partes como si quisiera ocultar lo que habría escrito dentro.

Posiblemente os estareis dónde estaba y por qué. Pues bien todo empezó hace exactamente unas cuantas horas o tal vez ya venía de mucho antes.

[...]

Los días pasaban con normalidad, igual de aburridos que de costumbre y para mi inquietud había algo que no se me podía quitar de la cabeza. Aquella mujer pelirroja con la que me encontré. Ya habían sido unos cuantos días ¿entonces porque seguía allí? Debería haberla olvidado, como me pasaba con todas, no tenía nada de especial. Más si es cierto que ya hacía un tiempo desde que tomé sangre vampira, mi recurrente era la humana ¿Por qué? Simple, porque mi especie era la que más me atraía. Como si de un fruto prohibido se tratara. Precisamente eso es lo que llegué a pensar que me ocurría, era su sangre la que me hacía no poder olvidarla. De pensarlo me entraba una sed tremenda y, para que negarlo, el recuerdo de su cuerpo desnudo tampoco me dejaba inerte. ¿Sería porque no pude hacerla mía? Tal vez si o tal vez no, de todas maneras, nunca llegaría a comprobarlo. O eso creía entonces.

Cada noche se hacía presente como otra cualquiera. Una más en mi vida de la cual la monotonía empezaba a hacerse presente. Monotonía de la que poco a poco me cansaba ¿Quién no? Puede que aquel que se conformara con lo que tenía, yo no era uno de esos. Yo siempre quería más y todo aquello que quería acababa consiguiendolo. ¿Ella? Lo dudaba, nadie me haría desear, solo tal vez sentir y nisiquiera llegando a algo profundo. Los sentimientos profundos en mi tampoco existían, nunca los había experimentado. Nadie era suficiente como para provocar ese tipo de huella en mi y yo lo sabía. Porque en el fondo me negaba a ello y me cerraba.

Lo que hice aquella noche, probablemente, fue una estupidez. Pero después de ocurrirme algunas cosas no demasiado comunes lo hice sin pensar. Mis piernas me llevaron al lugar donde la conocí. A la azotea en la que la vi por primera vez tumbada en el suelo después de otra noche de duro "trabajo". ¡Por Dios! Blasfemo a proposito, si. Pero esque esto queda tan cursi que no puedo ni creerme que lo esté diciendo, pensareis que estoy contando un cuento pero no, es mi vida. Y a quien no le guste que se aguante porque va a tener que escucharla, tampoco acepto quejas, sugerencias o comentarios.

Como iba diciendo acabé en ese lugar. Me sentía estupido pues ¿de qué servía aquello? para cumplir un anhelo escondido ¡ni yo me creo eso! Nunca anhelé nada en mi vida, no iba a empezar en ese momento. De nuevo mis piernas empezaron a caminar hasta el centro, mi memoria no guardaba el lugar exacto pero no fue necesario pues algo me guió. Podía ver algo brillante en la oscuridad y por pura curiosidad, obviamente, caminé hacia él. Me agaché en cuclillas pudiendo vislumbrar una caja. ¿Sería todo una coincidencia? Demasiada y las casualidades no existían. La abrí, sin pensarlo. Y allí estaba una carta. Carta que inundó mi olfato con el perfume que conocía, ese perfume que de vez en cuando saltaba en mi mente y la invadía inexplicablemente.

No sé si vas a llegar a leer esto, pero me importa. Quiero verte de nuevo. Quiero agradecerte por haberme rescatado de mi misma, ya no tengo en mi cabeza la ridícula idea de suicidarme. Necesito agradecerte, darte algo que seguramente no será más que un pequeño presente para ti, pero que en el fondo, para mí es importante. Espero que te imagines a que me refiero. Pero hay una condición, solo una, tienes que tener una cita conmigo antes. Si sé que suena infantil pero ¿Qué tienes que perder? ¿Tiempo? Ambos sabemos que eso nos sobra. Estaré el veintinueve de este mes en el lago, una hora después de la puesta del sol.
Te espero
CVM

No tardé en leerla, era breve y concisa. Directa. Extrañamente directa dada la impresión que me llevé de ella. Y tampoco tuve que leerla para saber de quien era pues ese mismo olor la delataba. No sé como no me di cuenta incluso antes de abrirla, las casualidades no existen y si os soy sincero a penas recordaba su nombre. Lo único de lo que podía acordarme era de su pelo pelirrojo y sus ojos tan azulados, parejos a los míos. Pero no, de su nombre no me acordaba hasta que leí aquel trozo de papel. Entonces Carmmine se me vino a la mente. Eso sí, del apellido si que no tenía idea.

[...]

Ahora ya sabeis dónde y porqué estaba allí. Aunque tal vez el porqué no lo haya dejado demasiado claro pero, como ella misma dijo ¿Qué tenía que perder? Nada y aunque no pensaba aceptarlo algo dentro mío tenía ganas también de volver a verla.

Las campanadas de la catedral me hicieron despertar de ese pequeño sueño al recordar el "encuentro" y ya hacían unos minutos tarde de la hora acordada. Claro que eso no iba a cambiar en mi, la puntualidad se la dejaba para aquellos que la necesitaban. Mis pies empezaron a moverse entre el cesped, con sigilo y rapidez. No tardando en ellegar a la espalda de la pelirroja. Me acuclillé tras de ella, el perfume volvía a invadirme de nuevo ¿Y por qué me sentía extraño - Bu - un ridículo sonido salió de mi boca, como si con ello pudiera asustarla. Pero camuflando mi verdadera intención de soplarle al oido.

No se sorprendió, ni mucho menos. Tal y como había supuesto. Para hacerlo debía de haber estado muy ensimismada pues precisamente en nuestra especie el olor y el oído eran sentidos extra-desarrollados, cosa que nos permitía oir hasta lo más minimo incluso inconscientemente. Sus palabras de agradecimiento al principio la verdad esque no las entendí del todo ¿Por qué me agradecía? Posiblemente, por haber acudido allí, aunque en mi opinión aquello no necesitara de agradecimiento. Menos mal que nadie sabía lo que se pasaba por mi cabeza en múltiples momentos o acabarían por pensar que era un completo blando diciendo palabras como aquellas. No esque me agradara formarme una personalidad, ni mucho menos. Lo que veían era lo que realmente era. Pero mi mente me jugaba algunas malas pasadas de vez en cuando.

Lo que si es cierto es que en ese pequeño instante en el que se mantuvo tan próxima a mi pude pararme para oler de nuevo su cabello. Toda ella. No solo sentía el olor de su perfume, no, era más que eso. El olor corporal que envolvía era especial ¿Por ser vampira? Tal vez, no solía tratar con ellos y mis últimos recuerdos que venían a la mente tampoco eran demasiado agradables. Mis gustos por..relacionarme, llamemoslo así, con otros de mi especie eran especiales y poco comunes. Desde mi separación de Edgar no había vuelto a mostrar interés por relacionarme con algún otro vampiro.

Me dejé caer en un simple movimiento hacia detrás. Movimiento que frené con ambas manos, permitiendome así mantenerme estable y no quedar espatarrado hacia detrás, claro. Sería un vampiro pero no era perfecto por mucho que a veces "bromeara" con ello. No era tampoco un tipo de muchas bromas. En ese mismo movimiento aproveché el salto para desplazarme unos cuantos grados hasta quedar relativamente a su lado, mirando para el lado opuesto al que miraba ella, concretamente. Me gustaba la vista del lago si, pero las cosas se habían dado así y sinceramente no tenía ningunas ganas de moverme. Estabamos lo suficiente cerca como para hablar e interactuar con facilidad. Yo podía mirarla, ella podía mirarme y a penas nos separaban unos centímetros.

Mis manos se mantenían estiradas hacia detrás al hacer ella su pregunta. Puede que se me contagiara un poco su risa ya que mis labios se curvaron ligeramente haciendo un amago de lo que podría ser una sonrisa. - Tú misma me lo dijiste ¿o ya no te acuerdas? - ladeé la cabeza para mirarla ahora fijamente a los ojos, como no había echo desde encontrarla allí - No tengo nada que perder - claro que ella no me dijo aquello textualmente ¿pero qué sino querría decirme con su pregunta? Era obvio además de algo que habría adinivado por mi cuenta ¡Cómo no! Necesitaba contrarrestar sus palabras con mi orgullo, aunque llegaría el momento en que se me acabarían. Mis ojos se desviaron enseguida hacia la vista que se me mostraba hacia delante, varios kilometros de césped que daban paso a caminos, caminos por los que había venido desde la ciudad. Aquel lugar no estaba precisamente en el centro de París.

Sus nuevas palabras me hicieron mirarla por segunda vez en la noche, esta vez erguí mi espalda sin apenas moverme pero sí lo suficiente como para que una de mis manos pudiera tomar esa copa que ella me ofrecía sin perderl mi cuerpo el equilibrio. Las piernas se mantenían cruzadas y la espalda bien recta. Tomé una trago de la copa y no pude evitar sonreir entre el trago mientras la escuchaba esa mini confesión de aquella manera tan espontánea. Como si únicamente fuese un trato sin ningún tipo de sentimiento por medio, cuando en realidad, me estaba diciendo que yo le gustaba. ¡Qué cosas! Hacía ya tiempo que nadie me lo decía de esa manera tan..¿poco sexual? desdeluego no estabamos follando y nisiquiera sabía si llegaríamos a hacerlo. No había ido por eso. Pero ¿por qué negar que me agradaba la idea? si lo hacíamos tal vez se me quitara esa especie de obsesión por el recuerdo de su cuerpo desnudo -aunque no lo aceptara-. Me relamí los labios. Aquella bebida no era lo mío, claro que, de vez en cuando no hacía daño, menos si te invitaban.

- Vaya, ya veo que eres toda una sentimenal - hablé de manera irónica, carcajeandome suavemente. Sí, aquello no era lo normal en mí, pero la noche era joven, estabamos solos en aquel ambiente que tan poco frecuentaba. Una tontería más a las añadidas junto a ella no harían demasiada mella. Incliné mi cuerpo hacia delante y apoyé una de mis manos sobre el cesped, tan cerca que mi antebrazo rozaba con el de ella. Por ende nuestros rostro tampoco es que quedaran demasiado separados - ¿Términos? Vamos, esto no es un contrato ¿o sí? - otro sorbo de aquel líquido se fue por mi garganta; quemaba un poco. - No hay términos que valgan, si te gusto solo demuéstramelo - por unos instantes me apegué hasta que mis labios rozaron los de ella en un beso, o mejor dicho un suave roze considerado como un "pico". Enseguida volví a mi posición anterior, más apartado pero aún así no una distancia considerablemente larga. - Claro que, yo te escucho - reí de nuevo, mirandola de reojo por última vez y relamiendome los labios del beso para después tomar un trago.

Sí, no quería palabras. Pero tampoco interpreté esa invitación ni la palabra cita con un término sexual. Sin embargo ¿qué podía saber yo de una cita? Paseos, largas charlas, promesas de amor. Todo tipo de cosas de las que no tenía ni la más remota idea.

Con una media sonrisa recibió aquellos movimientos casi innecesarios, con los que parecía más bien estar alardeando de su fuerza, pero en fin, al parecer no había aceptado su sugerencia de sentarse a su lado y no de frente, cosa que a primera vista parecía sin importancia pero que en el fondo tenía una fuerte razón de ser. No quería tenerlo frente a ella, no quería desconcentrarse al sentir esos ojos azules sobre ella, sabía que podía perderse en ellos y terminaría hablando y haciendo de más. Tenía que concentrarse en algo más y el lago se presentó como la opción perfecta, decidió que no lo miraría directamente hasta que no fuese necesario, era un movimiento que guardaría para cuando hiciese falta.

Sus refinados modales siempre ponían una muralla entre ella y su acompañante, le ponían límites que esta vez estaría dispuesta a cruzar. Sería una pequeña excepción de la que nadie más se enteraría. Miraría cuidadosamente cada reacción, cada expresión que le dedicara a la Carmmine que no había tenido oportunidad de conocer en la posada.

- Es que no pensé que sería tan fácil – confesó con una sonrisa un poco burlona – Por eso quería saberlo –

Eso lo había dicho por mera vanidad, para demostrarle que ella podía jugar tan bien como él, aunque priorizara otra cosas. Miró de reojo la forma en que bebía de la copa, quería saber si había sido de su agrado pero no iba a preguntárselo pues era obvio que preferiría beber otra cosa. Pero le sorprendió que ante esa pequeña confesión que se le escapó solo reaccionara con una sonrisa, Carmmine estaba esperando incluso que comenzara a reír a fuertes carcajadas.

- Quizás lo sea, pero es porque hay muchas cosas que no alcancé a vivir antes de ser esto – dijo casi como si quisiera justificar su forma de ser, su motivo para jugar a que aún es humana – Respecto a lo otro – dijo saboreando un poco el merlot y lanzando el resto al césped, lo suficientemente lejos, para vaciar la copa – Lamento que haya sonado tan serio, pero en parte lo es – trató de responder, aunque algo erráticamente después de sentirlo más cerca.

Sintió su corazón latir un poco más rápido al sentir el segundo roce en toda la noche, a pesar de que no fuese la gran cosa… O al menos hasta esa burla de beso que consiguió robarle de los labios, sin duda lo hacía para provocarla, pero no haría ningún movimiento aunque por dentro se muriera de ganas de darle un beso como corresponde.

¿Demostrárselo? Se le ocurrían bastantes formas, pero lo haría esperar hasta ver que Victorio comenzara a perder la paciencia, así sería más divertido. Mientras no daría más muestras, no hasta saber si aceptaba o no la descabellada idea que pensó de camino al lago. Asintió complacida cuando le oyó decir que la escucharía, esperaba que siguiese siendo tan dócil luego de que acabara de hablar.

Dio un profundo suspiro y se llevó la muñeca a los labios, para agradecerle el beso. Se besó la muñeca de la mano derecha mientras cerraba los ojos y se preparaba para morderse, tenía la impresión de que el vino no le gustó tanto como era de esperarse, además, si esta pequeña muestra de que si le gustaba conseguía hacerle bajar la guardia, tendría más posibilidades de obtener un sí. Consiguió llenar la mitad de la copa antes de lamer su herida y esperar que se cerrara, acarició el borde de la copa con los labios, pero sin llegar a beber de ella, y luego se la tendió acompañada de una sonrisa.

- Verás, tengo una pequeña idea de lo que quiero – dijo mientras pasaba la lengua por la herida pero sin quitarle la vista de encima a Victorio – Quiero que seas mi novio… Al menos por esta noche, si no quieres seguir con el juego luego de que amanezca, no tengo problema –

Alzó los brazos para estirarse y darle tiempo a pensar, sabía que lo que pedía era algo por lo menos loco, más aun tomando en cuenta que no sabía nada de él. Pero eso era lo que quería, y aunque no durase más que hasta la salida del sol, luego no sentiría ese remordimiento de no haberlo intentado siquiera.

- Con todo lo que ello conlleve – dijo con una simpática sonrisa - ¿Qué dices? –

No tardó más de dos segundos en venirme el olor al olfato. Ese olor. Un recuerdo que me había tenido medio loco los últimos días. Y no era el único. Pero si importante. La sangre de la chica inundó mis fosas nasales en el mismo momento en el que se mordió la muñeca. Sí, la acción podía parecer sorprendente pero la verdad es que la vi venir. Predije un poco sus movimientos anteriores, podía no parecerlo, pero cuando quería resultaba de lo más observador. Y en algunos casos me gustaba adivinar el futuro, el futuro cercano, claro. Cogí esa copa, el recipiente que contenía la sangre derramada por ella, tal vez, por pura cortesía. Lo alzé junto al rostro viendolo al trasluz de la luna, moviendolo al mismo tiempo que lo contemplaba. Y lo contemplaba muy fijamente, tanto que casi pude sentir que el tiempo se paraba, que ese líquido rojizo tan espeso se movía a cámara lenta por aquel lugar. Deslizandose por las paredes. Para que negarlo, me entró mucha sed de verlo por tanto tiempo.

Y estuve tan ensimismado que casi se me paso la propuesta que vino acontinuación. Mucho más sorprendente que esa misma. ¿Hacía cuanto tiempo que no escuchaba esas palabras? Novios. Mucho, mucho tiempo. No era un hombre precisamente de compromisos nisiquiera en mi tiempo de vida. Si bien es cierto que mi maestro, Edgar, me enseñó muchos placeres del mundo y uno de ellos fue el carnal. Antes casi podría considerarme como un pardillo que, simplemente, no estaba interesado en el sexo. Pero ¿la sangre? ¿el ser un maldito diablo? quien sabe, la cuestión es que algo cambió en mi a lo largo del tiempo. Y sí, ahora no mutilo, no mato ni violo pero mi gusto por el sexo es algo que jamás podría cambiar. Jamás.

Una pequeña carcajasa salió de mi garganta, inevitablemente. Me imaginaba lo que sería tener un compromiso ¡Guau! Menuda experiencia y que me lo propusieran así, de sopetón, me resultaba de lo más entretenido. ¿O sería por las copas que me había tomado antes de verla? En cualquier caso, no ocultaría mi estado de animo ante ella. - Novios, novios, novios.. - volví a remover la copa de sangre sin haber bebido ni un solo mililitro, ciertamente no me interesaba esa manera. Me traía recuerdos, recuerdos no demasiado buenos. Pero por el momento era algo que no le haría saber o no hasta que me pareciera oportuno - Así que, lo que quieres, es que seamos novios - mis ojos no se despegaron del líquido rojizo hasta unos segundos después de haber hablado, volteando el rostro lo suficiente como para clavar en ella la mirada. Mi sonrisa, claro, todavía seguía presente. No tan pronunciadamente pero tampoco tenía el rostro del todo serio.

De nuevo miré la copa. Mi cerebro estaba procesando la información ¿los pros y contras? ¡Nah! Nada de eso me importaba, simplemente, la idea se me hacía extraña. La palabra en sí. En resumidas, yo a lo que estaba acostumbrado era a que me propusieran sexo. Sexo esporádico, sexo de una noche, sexo sexo sexo. ¡Pero no compromiso! Y entonces se me encendió una pequeña lucecita ¿El "contrato" incluiria sexo? Sus ultimas palabras dejaron mi pregunta algo en alto, confirmandomelo pero a la vez poniendolo en duda. - ¿Y qué te hace pensar que eso es una buena idea? - ahora me tocaba a mi y, porque no, me apetecía jugar un poco. Mi cuerpo se echó de nuevo hacia delante. Una mano se mantenía apoyada sobre el césped mientras la otra yacía con la copa agarrada fuera de la vista ajena. - ¿Por qué? No me conoces, no sabes cómo soy. Puedo ser un sádico. Un maniaco que no dude en acabar con tu vida si..se lo pones tan facil - no pude evitar poner una leve sonrisilla ante las últimas palabras. Sí, me parecía algo gracioso ¿y qué? Era libre de pensar lo que quisiera.

- ¿Y si soy un paranoico que se enamora de ti y después de esta noche no te deja en paz ni un segundo de tu vida? ¿Hm? - alcé una ceja ¿Interesante? Parecía que eso era lo que intentaba hacerme. Y vale, sí, sé que esto sobraba porque delataba mi juguecillo pero ¿Por qué no? Si yo me divertía ella también tenía derecho a hacerlo.

Sonreí ligero al escucharla ¿Quién no lo haría? Para mí, había pasado de ser una mujer que quería suicidarse a ser tan lanzada como para proponerme que la desvirgara y luego besarme. De esa mujer que junto a mi en la cama de aquel hostal parecía asustadiza por lo que pudiera hacerle a su cuerpo. Que huyó de mi unas cuantas veces sabiendo cual eran mis intenciones y lo más importante que lo consiguió. Por algún motivo me shockeó tanto el echo de saber que era virgen que no pude hacerle nada. Y, después, pasados los días, llegué a pensar que eso pudo ser nada más una excusa para precisamente eso, que no le hiciera nada. Una excusa que tal vez habría utilizado ya con muchos antes, de manera efectiva. Y que la había salvado.

Pero allí estabamos. Mi teoría resultaba errónea y esa mujer de verdad no había provado el sexo en su vida. Y su primera vez me la estaba ofreciendo a mi ¡A mi! Como si yo me la hubiese ganado con algún halago. Como si fuera uno de esos chicos que se camelan a las mujeres haciendose los buenos, solo para echar un polvo. Pero para ella eso no sería solo un polvo. O por lo menos no sería un polvo cualquiera. Podía apostar mi cuello a que sería "hacer el amor" ¿Alguna vez lo habría echo? Sí, habría practicado el sexo muchas veces. Pero ¿Y hacer el amor? ¿Cuántas veces habría echo eso?.

Me relamí los labios después del beso, llevandome los rastros de su saliva. Fue tan fugaz que a penas me dió tiempo a corresponderlo. Fugaz pero salvaje, debía reconocerlo. - Deacuerdo, me has convencido - de nuevo esa ladina sonrisa apareció en mi rostro y este mismo se notó algo más relajado. De alguna manera empezaba a sentirme ligero ante su presencia. Como si la conociera de hacia ya tiempo, aunque era estúpido pensar eso. Una semana no se considera mucho tiempo.

Me senté sobre mis piernas cruzadas y llevé una mano hacia mi cabello para revolverlo ligeramente, como si con ello pudiese pensar mejor. Cuando en realidad nada más era una vieja costumbre que tenía al verme en extrañas situaciones. Tales como esa o la de la posada donde estuvimos. O sin ir más lejos el primer encuentro que tuvimos en la azotea - Solo te voy a poner dos condiciones. Dos sencillas condiciones y seré tuyo. ¿El tiempo? Lo decidiré yo - puede que me gustes pensé, continuando la frase pero para mis adentros pues eso no debía revelarlo. No todavía y menos para que ella pudiera pensar que sería utilizada por mi. Sí, eso haría. Comprobaría que tan bueno podía ser su virgen cuerpo y dependiendo de eso decidiría cuanto más duraba ese juego. Juego que al parecer la emocionaba. Como si nunca se hubiese pensado que podría estar en este tipo de situación, tal vez, eso era lo que le ocurria.

- Primera; cuando llegue el momento te desnudarás para mi. Suave y lentamente. - apoyé mis codos sobre ambas rodillas y entrelazé mis manos, dejando mi mentón sobre la superficie que formaban estas. Mis ojos viajaron desde su pelirrojo cabello hasta dónde posiblemente se encontraban sus muslos escondidos bajo esa capa de prendas tan larga y molesta. Como si pudiera ver tras ella con infrarrojos. Intentando que al mismo tiempo se hiciera una idea de lo que podría sentir en ese momento. - Y segundo; deberás hacer lo que yo te diga, sin queja alguna. No aceptaré un "no" durante esta noche. Solo lo aceptaré si ahora te arrepientes. - mis palabras, posiblemente, podrían sontar algo escalofriantes. Como si fuese a torturarla o algo similar ¿Y por qué no?.

Ella no lo sabía, nisiquiera yo mismo. Tendría que decidir que precio pagaría por sentir a un hombre como el que yo era. ¿Bueno o malo? Pasara lo que pasara le estaba dando la oportunidad de que se diera cuenta de los riesgos, se levantara y se fuera. Sí, aunque en mi interior todavía quedaban deseos de poseerla y decirle que si era el camino más seguro para ello.

Disimulé mi sorpresa cuando me contestó. No, no me lo esperaba. ¡Al igual que no me esperaba que fuese virgen! Pero ¿Quién podía decir que si a una propuesta como la mía? Había aceptado a dejarse hacer o hacer ella misma todo lo que yo le dijese sin decir que no...Y entonces me di cuenta de que no solo eso sino que quería más de una noche conmigo. Abrí los ojos aprovechando que se había volteado. Me erguí para después cruzar mis piernas y la miré fijamente. Parecía avergonzada de lo que acababa de aceptar. Por eso posiblemente no era capaz de mantener la vista en mi. Me relamí los labios suavemente al mismo tiempo que la observaba. Me la imaginaba desnuda sin toda esa ropa o, mejor dicho, la recordaba. No había que olvidar lo ostentosa que se había puesto frente a mi cuerpo la primera vez que nos habíamos visto. Lo que había producido mi fuerte erección que tanto me costó de bajar.

Alejé esa visión de mi mente o podría notar como el flujo de sangre empezaría a acumularse de nuevo en aquella zona tan "especial". Aunque, teniendo en cuenta lo que me estaba proponiendo..¿Qué importaba? Se iba a poner gorda en cuanto empezaramos con ese juego. Las palabras que vinieron después solo me lo confirmaron.

En su carta recordaba haber leído que primero teniamos que tener una cita. ¿Aquello era todo? ¿En eso consistian las citas? Sí, tengo que admitirlo, era un completo inculto en lo referente a las relaciones y al parecer mi reciente y atrevida pareja no sabía mucho más de ello. Después de todo, había afirmado no haber tenido relaciones con nadie más a parte de su creador y..por la manera en la que hablaba de él, que nisiquiera se alimentaban mutuamente, no tenía pinta de tratarla precisamente como una pareja amorosa. Y yo lo que si que tenía bien claro era lo que venía siendo una pareja. Porque para solo tener sexo ya tenía a mis compañeras habituales.

Solté un suspiro y llevé una de mis manos hasta mi cabello para acariciarlo suavemente. Confuso, indeciso sobre lo que hacer o lo que no hacer. Si me lo ponía tan fácil como hasta el momento caería de cuatro patas ante ella. Se podía decir, que no era una belleza de las despampanantes a las que todos los hombres seguían pero ¡Joder! Tenía un punto que me atraía. ¿Sería el rojo? Rojo, el rojo me encantaba como le quedaba. En esos labios. En ese pelo que tanto podía estar liso como cerrado. Maldito fuese el momento en el que me encontré con ella y como odiaba tener esos pensamientos. Maldita fuera. Posiblemente nisiquiera supiera todo lo que pasaba por mi mente y me aseguraría de que no lo supiera nunca. Una noche..una sola noche..tal vez, algunas más por puro capricho. Me daba la sensación de que con solo llamarla y decirle un par de palabras bonitas acudiría y de vez en cuando no me vendría mal ¿No? Qué estupido. Ya empezaba a preguntarme cosas a mi mismo. Aunque no me gustaba tener relacion con mis "amantes" de cama...

Pasaron unos segundos desde que habló y posiblemente se estaría haciendo un lío en su cabeza de porque estaba tan callado. Sonreí al pensarlo. Inevitablemente me estaba gustado confundirla y avergonzarla aunque al parecer no hacía falta ni que abriese la boca para ello. Con mi sola presencia o lo que ella misma decía ocurría. ¿Qué pasaria entonces si le dijese todo lo que se me pasaba por la cabeza? Todo lo perverso. Como me gustaria tenerla desnuda debajo mio y después encima. Que se contoneara como la ultima vez. Que hiciese todas las cosas pervertidas que se le pasaran por la cabeza. Que le diera atención a mi miembro..Una punzada fue lo que noté en esa zona, precisamente, de solo pensarlo ya comenzaba a fluir la sangre con fiereza. Y esa fue la señal que me empujó a tumbarme tras de ella. A poner una mano en su cintura y a acercar mi rostrohasta que mi nariz se vió impregnada por el olor de su cabello. De su colonia..

- ¿Estás segura de que eres virgen? Porque te veo muy lanzada - susurré, apartando su cabello con mi propia nariz hasta llegar a su cuello. El cual besé o mejor dicho, acaricié con mis labios. ¡La suavidad me ardía! Ah, Dios, que poco acostumbrado estaba a ser tan delicado. - No soy experto en novios ni en citas..pero me da la sensación que hay un paso previo.. - mordí su lóbulo desde la parte trasera -..a explorar el cuerpo ajeno.. - enfaticé en la frase con un susurro aun más bajo que el anterior. A pesar de mis palabras, mi pelvis se movió contra su trasero de manera muy provocativa. ¿Quién era yo para rechazar su oferta? Si bien era todo un pervertido también me gustaba jugar. Y qué mejor que jugar con la mente de mi nueva compañera...

¡Ah! Esta chica se estaba poniendo cada vez más atrevida..Con lo tímida que parecía y ahora hasta me había mandado callar. Increible pero cierto. Y estaba claro que ya le había tomado confianza, tal vez no toda, pero sí la suficiente como para ser altanera. Tal y como dijo bien podría matarla..matarla si resultaba que mentía y no era virgen. Para su suerte, los tiempos en los que me dedicaba a matar y a matar por cualquier cosa ya habían pasado..quedaban muy atrás, sin duda. Y nisiquiera me resultaba tan importante la virginidad como para ser motivo de mantanza. Sin embargo, esos recuerdos me trajeron un mal sabor de boca. Sabor que me fue quitado por sus..caricias. Por ese beso que me robó sin a penas darme cuenta de que se me había pegado y acercado.

Lo correspondí, con gusto. Le deboré los labios de la misma manera que ella me los había empezado a deborar. ¡Y empezaba a arrepentirse! ¿Tal vez? Porque noté como esa confianza iba descendiendo a medida que pasaban los segundos en ese beso. Mi cuerpo sentía completamente el suyo, una vez más, encajandose a su lado al igual que cuando estabamos en la habitación del hotel. Sí, nuestros cuerpos encajaban perfectamente y ya lo supe desde el primer momento en que se puso encima de mi.

Cuando el beso se rompió simplemente jadeé contra sus labios. Respiré de manera agitada y abrí los ojos al contrario que ella. La observé, frente a mi y con los ojos cerrados. "Algo" no le dejaba abrirlos y realmente no me importaba. Sus ojos no eran en ese momento lo que más me importaban. Me importaban sus labios y volví a deborarlos sin que nada pudiera impedirmelo. Ni esa mano en mi pecho ni la resistencia que pudiera hacer. Porque cuando quería algo lo conseguía y si quería ser mi "novia" ya fuese por unas horas o por unas semanas debería saberlo, lo aprendería de eso me aseguraría yo. Ahora era mía, había aceptado mis condiciones, yo la había avisado a lo que se estaba enfrentando y ella no había tenido ningún reparo. Ahora era completamente mía.

Un sentimiento de posesividad extraño en mi me inundó mientras besaba esos labios, haciendome aumentar la pasión en ellos hasta el punto de rozarlos con mis colmillos. Ansioso. No por sangre..por otra cosa ¿Qué cosa? Sería mejor que lo descubriera antes de que me descontrolara.

Me separé, echandome sobre el cesped y soltando un ligero suspiro. - Bien, esto sella nuestro acuerdo - comenté, relamiendome los labios y pasando uno de mis pulgares por ellos. Tal y como suponía se me había quedado algo de carmín de los labios ajenos pues al mirarla a ella se veía el color rojo difuminado por esos carnosos labios. Me incliné lo suficiente como para besarla de nuevo unos segundos, aprovechando para lamerle y dejarle rastros de mi saliva por dónde tocara. - Es una lástima que te haya quitado el carmín, se veía realmente bien en..tí - repasé sus labios con uno de mis dedos en cosa de segundos y le mostré una ligera sonrisa. Una sonrisa maliciosa.

Me levanté, por completo, alzandome sobre el cesped. No sería bueno quedarme allí, no con este deseo que sentía tan extraño en mi interior y hasta que no lo descubriera -o hasta que no pasara un buen rato- no haría ningún movimiento "sospechoso" - Vamos a dar un paseo preciosa, quiero caminar - crují un par de dedos y seguidamente me puse en cuclillas frente a ella - Si somos novios, deberiamos conocernos un poco más y yo por lo menos no sé más que tu nombre - pasé una mano por mi cabello, echandomelo algo hacia detrás al mismo tiempo que una vez más relamía mis labios, Convencido de que todavía los tendría rojizos. Tan rojizos como ella.

Las palabras de Carmmine fueron desconcertantes ¡Qué demonios! Todo, absolutamente todo de aquello era desconcertante para mi. Desde que mis pies habían caminado hasta aquel lugar despues de ver la carta hasta que habiamos empezado a caminar por allí. Juntos. Ella se agarraba de mi brazo y..joder, era casi como si me estuviera proyectando a mi desde arriba y nos viera. Pareciamos unos imbéciles. Unos amantes imbéciles. Fue lo primero que se me vino a la mente. Una pareja. Una como esas que veía muchas veces pasear por la playa agarrados de la mano -o bien del brazo- ¿Cuantas veces habría sentido pena por ellos? Sí, pena. Porque cuando los veía no podía más que sentir que era ridículo ¿Quién querría tener a alguien más en su vida pudiendo estar solo? Alguien a quien le entregas todo..¿Qué te asegura que lo de la otra persona es cierto? Había tantas preguntas entorno al sentimiento que llamaban amor. Preguntas que siempre me había echo pero, ciertamente, que nunca había pensado en aclarar porque yo era un vampiro. ¡Vamos! Los seres como nosotros no hay manera de que sientan esas cursiladas. Esas fantasias. ¿Me equivocaba?

Y allí estaba yo, paseando como una parejita enamorada con la mujer que acababa de pedirme que fuese su novio. Hasta me estaba empezando a sentir algo humano ¡Dios! No pude evitar soltar una buena carcajada al pensar en eso. Carcajada que disimulé un poco haciendo parecer que era por lo que estaba a punto de decir. En parte, era cierto - Para empezar, Carmmine - mostré una sonrisa maliciosa mirandola de reojo al mismo tiempo que pronunciaba su nombre. Si de algo me acordaba era de su nombre. Dejando atrás su cuerpo, sus senos, su piel blanca como la nieve, sus labios y cabello rojos..Moví el rostro, alejando esos pensamientos. Para excitarme bien podía haberme quedado tumbado en la hierva, ella me había ofrecido su cuerpo ahí mismo y si la había "rechazado" era por algo. Porque, tal vez, quería hacer un poco realidad aquella fantasía que ella había provocado.

Carraspeando, continué - Sí me acuerdo de tu nombre - volví mi vista hacia delante, mostrando una sutil sonrisa que, realmente, no supe si ella percibió o no. Tampoco me importaba demasiado en ese momento, en todo caso, prefería que no la viera. Sonreir era demasiado extraño en mi y admitir que ella me había echo sacar unas cuantas sonrisillas -ya fuesen del estilo que fuesen- prefería no hacerlo. - No tengo ninguna pregunta en concreto, simplemente, cuentame sobre ti. Sobre tu vida. - volví a carraspear, dejando mi rostro como siempre. Neutro, ajeno a cualquier tipo de emoción.

"Y luego será mi turno" me recordé las palabras que acababa de decirme. Ella me contaba algo y luego, sería su turno de preguntar. ¿Qué iba a decirle? ¿A contarle? Mi pasado desdeluego no sería un tema de conversación esa noche. Ni esa noche y ninguna otra. Era una puerta cerrada a cal y canto dentro de mi mente. Sin candado, sin abertura posible. Únicamente podía torturarme durante el resto de mi vida porque irse, no iban a irse los recuerdos. No. Jamás se irían. Pero tampoco los compartiría con nadie. ¿Quién lo conocía? La única persona que había estado en mi pasado. El bastardo de Edgar. Por suerte él era algo de lo que no tenía que preocuparme. Era un parásito, seguramente, ya habría encontrado a un nuevo imbécil al que subyugar a él y tras el que escudarse cuando pasaran las cosas. Un imbécil como el que yo había sido años atrás. Oh si, que inocente había sido.

De repente todo cambio, pude sentirlo. Ella se quedó demasiado callada, en un principio y cuando se soltó de mi definitivamente confirmé mis sospechas. Mi rostro se quedó fijo en el suyo, allí se reflejaban todo tipo de emociones. Y desde luego no parecían emociones buenas, no por la manera en la que se alejó de mi como si de repente tuviese la peste. Que coño, eramos vampiros y no teníamos enfermedades. Así que más bien sería como si estuviera apestando porque eso si sería un buen motivo para alejarse de mi. Teníamos un buen olfato y cualquier mal olor por pequeño que fuese acababa metiéndose hasta el fondo de nuestras fosas nasales. Por un solo instante, acerqué el borde de mi camisa hacia la nariz. Pero, tal y como pensaba, no olía mal. Qué estupidez, si yo oliese mal hubiese sido el primero en darme cuenta ¡Y nunca olía mal! Podía ser un cretino, un imbécil o un capullo pero extrañamente no era un guarro. Era vago, si, pero el agua me gustaba. Darme baños desnudo ya fuese en mi propia bañera o en el estanque que quedaba cerca de mi casa.

La vi avanzar a toda prisa hacia vete tu a saber dónde y me quedé, allí, mirándola como un imbécil. Ella ni siquiera se preocupó por saber si la seguía. Tampoco miró hacia detrás para ver dónde estaba. No. Ella seguía hacia delante. Huyendo de mi. Si ¡Estaba huyendo! ¡Dios! De repente mis instintos de depredador se despertaron y con rapidez acabé detrás de ella, a unos centímetros de distancia. Distancia que ella recorrió en unos minutos y yo a penas en cuatro segundos. Ah sí, también teníamos una velocidad sobrehumana. No solía utilizarla. A penas utilizaba mis dones, excepto el del olfato porque no podía evitarlo, pero en ese momento estaba excitado. Y no precisamente el tipo de excitación con el que mi pene se pondría duro. No. El tipo de excitación con el que tenía ganas de romper algo con mis propias manos.

Sus palabras fueron solo un susurro, de nuevo, no se preocupó de que las escuchara o no. Más bien parecían un pensamiento. ¡Pero claro que las había escuchado! ¡Y maldita fuera! ¿Estaba jugando conmigo? La sangre me hirvió en sobremanera, de una manera en que posiblemente no le hubiese gustado a nadie conseguir. Y todo porque me sentía como un completo imbécil ¡Un gilipollas! ¿Desde cuando yo me sentía de esa manera? Nadie podía hacerme sentir así. Nadie. ¿Por qué iba permitírselo a esa simple mujer? Era solo una maldita mujer. Estúpida e incomprensible como todas. De repente recordé el porque no tenía más que sexo con ellas. El porqué no quería nada más con ellas.

- Maldita sea - llevé una mano hasta el punte de la nariz, intentando controlar la rabia que en ese momento sentía. Y lo peor de todo, es que no era lo único que me sentía. En el estómago, había algo que se me retorcía. Una pequeña, muy pequeña punzadita que me estaba tocando mucho los huevos.

Solté un bufido, ahora mientras observaba como empezaba a desatarse el vestido. ¡Bah! Ya no conseguiría excitarme ni aunque su recuerdo me viniera a la miente. ¡Mierda! El puto recuerdo se me vino y, joder, a pesar de todo continuaba pareciéndome atractiva. Continuaba deseándola. Claro que eso, se iba a acabar pronto.

- Mira, mujer - por dentro intentaba calmarme en sobremanera. Desde luego podía dejarme llevar por mi ira. Pero si sabía que me caracterizaba por algo es por saber controlarme. Después de tantos años de dejar salir las emociones sin pudor alguno había aprendido cosas. Cosas que me habían enseñado a no ser completamente como un jodido animal. Y me lo estaban poniendo muy difícil. - Si lo único que querías era divertirte con esto, te felicito. Por un momento llegué a creerme toda esa palabrería. - me mordí la lengua como castigo por haber dicho eso ¿Por qué no me había marchado ya? Maldita sea, tenía que irme de allí antes de que dijera más sandeces. - Pero deberías haber sabido que no era el hombre con el qué jugar a este tipo de cosas. Me has recordado por qué solo me gusta el sexo. Porque todo lo demás, es una completa mierda - chasqueé la lengua. De alguna manera, por primera vez en mucho tiempo, alguien me había afectado lo suficiente como para echarle algo en cara. Las relaciones..Las relaciones eran una estupidez y situaciones como aquellas lo demostraban.

En un último movimiento rebusqué en el bolsillo de mi pantalón hasta encontrar la carta. Arrugué el papel y lo lancé al suelo, con más fuerza de la que me hubiese gustado. Porque, tal vez, estaba demostrando más de lo que debería. - No vuelvas a contactarme, ni siquiera pienses en mi. No existo - la miré desde arriba, por última vez. Dí media vuelta y, antes de echar a andar, tuve que soltar la indirecta menos oportuna para ese momento. - Y por si te interesa saberlo, tampoco soy de los que finge - "¡Aunque deberías hacerlo pedazo de imbécil! Y este es un buen momento" Escuché que me dijo mi voz interior mientras empezaba a caminar, con las manos en los bolsillos y sin ni siquiera abrir los ojos. No necesitaba ver el camino de regreso a casa. No, a casa no. Necesitaba quitarme esa frustración por haberme sentido mal conversando con esa mujer. Por haber caído en ese truco barato de "que buena soy". Necesitaba follar y olvidarme de todo. Volver a mi vida.

No me detuve en ningún momento. Caminaba y caminaba. Primero un pie y después el otro. Mis ojos se abrieron en algún momento, mirando el césped que pisaba con las suelas desgastadas de mis zapatos. Una y otra vez me repetía que era lo que había ocurrido en esa fracción de tiempo, había sido tal vez..¿cuánto? ¿media hora? ¿una hora? pero para mi había sido una fracción. Comparado con la eternidad ¿no creéis? Y esa mujer había conseguido sacarme de mis casillas solo en ese espacio reducido de tiempo ¡Solo de pensarlo! Me entraba de nuevo esa sensación de rabia que tanto odiaba. La pregunta, pregunta "ligeramente" importante, era ¿Por qué? Maldita sea, es que no la conocía de nada y sin embargo me hacía sentir como no me había sentido desde que dejé a Edgar. Algo que me había prometido a mi mismo que no volvería a ocurrir. Por suerte, no había tenido ninguna otra experiencia tan desagradable con mujeres, no, ahí había sido lo suficientemente listo como para saber que no tenía que involucrarme. Hasta ese maldito momento en el que bajé la guardia. Y todo porque su olor se me había metido en las fosas nasales, desde luego, estaba visto que el pene no era el único que me hacía pasar unos malos momentos de vez en cuando. No. Ahora mis otras "cosas" también tenían que jugármela.

¡Bah! Tenía a todo mi cuerpo en contra. La maldecía con mis pensamientos mientras que mi verga se ponía dura solo con recordar su piel blanca y sus duros pezones frente a mi cara. ¡Solo necesitaba tirármela una vez! Eso era lo que necesitaba para que se me quitara de la mente y, sin embargo, ya no volvería a verla nunca. Porque ya había tenido suficiente de toda esa estupidez como para "tomar lo que me tocaba" según había dicho ella. Debía haberlo echo. No tenía que haber sido tan gilipollas como para dejarla marchar de rositas. Ya se buscaría a otro al que ir con ese cuento de virgen pura, de virgen no tendría ni las palabras que decía. No, definitivamente, no se podía confiar en nadie. Confiar era signo de debilidad y una vez más estaba demostrado. Aunque yo no daba demasiadas ocasiones para que me lo demostraran.

¡Necesitaba follar! Con quien fuese, pero lo necesitaba para sacármela de la mente. Tenía que ser alguien fuerte, pensaba imaginármela y hacerle pagar por ese mal rato que me estaba haciendo pasar. Por el aflorar de todos esos pensamientos confusos. Sí, definitivamente tendría que encontrar a alguien resistente. Mi rabia se pagaba caro y aunque no fuese contra ella para mi estaría bien. Era lo único que necesitaba. Desahogarme...

Sin embargo, mis pasos me llevaron bastante lejos de mi casa o de un burdel. Mejor dicho, bastante más cerca de lo que habría esperado que caminara desde el muelle. Allí estaba, parado como un imbécil dónde habíamos estado hacia un rato. Estaban las copas de sangre y del vino ¿Cuándo me había parado? A penas pude darme cuenta cuando vine de nuevo a la realidad. ¡Y yo pensando que ya estaría en casa! No había tenido noción del tiempo ni de a dónde me llevaban mis pasos. Ya podría cruzar por en medio de la calle y que me atropellara un coche porque no me daría cuenta hasta sentir el golpe. Obviamente tan ido no estaban.

Con un suspiro me dejé caer al suelo y tomé la copa de vino. Encima, no pensaba tomarme su sangre y su olor me estaba empezando a resultar fastidioso así que lancé la copa lo más lejos que pude. Escuché como chocaba contra el suelo sin romperse -probablemente gracias al césped- y vi como el líquido rojizo quedaba esparcido por todo el lugar. El vino, por otra parte, era más relajante. La copa llevaba el sello del carmín de la mujer a uno de los lados. Lado que obvie por supuesto. Y a pesar de eso la intenté disfrutar desde el lado opuesto del cristal. Únicamente metiendo en mi cerebro el sabor relajante del vino. Es cierto que no me gustaban, pero en ese momento me gustaban lo suficiente. Y además era lo que tenía más cerca, demasiada pereza el pensar en moverme de allí. Total, ya estaba tirado y faltaba mucho para que amaneciera.

Dejé que mis parpados se cerraran, parpadeando de a poco a poco. No se veían las estrellas. Había muchas nubes esa noche y la luna se podía ver de vez en cuando. La vida una vez más se dedicaba a jugar con las marionetas que la conformaban. Una vez más, ese telón se cerraba y daba paso a uno nuevo. Una vez más me cernía a la noche y la oscuridad de mi corazón que no eran ni más ni menos que mis propios sueños cuando en mi mente caía la noche. Y dormía.

El despertar fue asqueroso. Que coño, fue una completa mierda. Todos mis sentidos se alarmaron y todo ¿por qué? Creo que no hace falta que conteste a esa pregunta, es bastante obvia teniendo en cuenta la situación en la que me encontraba. Poco a poco, me fui dando cuenta de lo ocurrido. Empecé a recordar lo sucedido. ¡Ah sí! No me había ido a mi casa ni a follar por ahí, me había quedado tumbado en el césped por pereza de levantarme y además en el sitio dónde habíamos estado antes. Donde quedaban los rastros de las copas y del vino. Bueno, ahora del vino ya no quedaba nada salvo en toda mi cara y mi pecho. Ese precisamente fue el "trágico" despertar que me tocó vivir. Y, una vez más, comprobé que a pesar de tener ciento cincuenta años todavía no había visto de todo en esta vida. ¡Maldita mujer! Allí estaba otra vez, de pie a mi lado. Desnuda. ¡Desnuda! Joder ¿Qué era lo que pretendía? ¿Volverme loco? No, yo no me volvía loco. Y menos por cosas tan insignificantes como esas. Tenía que mentalizarme ¡eso es todo! Aunque, claro, en ese momento me era difícil controlar mi ira. Por lo menos, no era uno de esos que aparentaba ser muy bueno y luego albergaba en su interior un maldito demonio, yo el demonio lo advertía a aquellos que tenían la estúpida idea de querer relacionarse algo más profundamente conmigo. Como por ejemplo, la señorita "inteligente" con la que había tenido todo este follón.

Lo primero que hice, está claro, fue limpiarme la cara con la manga de mi camisa. A la mierda si se me ensuciaba, de por si no era de pensar en esas chorradas y en un momento en el que tenía que calmarme [y mucho] todavía menos. De un salto me levanté quedando ahora frente a ella, imponente. Le superaba un par de cabezas ¡¿Qué?! ¿Ahora estás tan valiente? Quise gritarle en la cara con voz casi demoniaca. Porque lo que albergaba interiormente en ese momento, desde luego, no era nada bueno. De todo menos bueno diría yo.

Dí un paso y luego di otro, acortando así la distancia que nos separaba. No era mucha pero en ese momento mis pies no se movían demasiado tampoco. La estaba analizando, lo necesitaba. A pesar de toda esa maldita situación tenía que admitir que era una mujer hermosa y que su piel blanca me volvía loca. Sí, tenía la piel tan blanca como posiblemente cualquier otra vampiresa. Pero hacía también demasiado que no me relacionaba con féminas de mi especie, solo con humanas ¿Por qué? Nada especial, simplemente, éstas últimas son más fáciles de lidiar en según que situaciones. Cabe decir que esa situación no era porque fuese una vampiresa, era porque me tuve que topar con una mujer estúpida. Simplemente estúpida. ¡Quería suicidarse! ¿Quién era yo para interferir? Un estúpido, igual que ella. Siempre lo había sabido, claro que comprobarlo hacia que en el pecho te diera una punzadita.

- ¡Maldita sea! - vociferé, llevando una de mis manos a la cabeza para revolverme el pelo. Pelo que, gracias a ella, ahora me notaba mojado y muy pegajoso. El vino no era precisamente "agua" con la que poder lavarte. O no por lo menos de esa manera, seguramente, en otra situación algo más erótica habría conseguido hacerme tener una erección. En ese momento, nada estaba más lejos de eso. ¡Ja! También, yo soy un imbécil por pensar así, pues claro que podía tener una erección. La jodida erección de siempre cuando me la imaginaba desnuda y, ahora, la tenía desnuda frente a mi. Hasta el más idiota sabría la respuesta a eso. - ¿Te crees que no quiero dejarte en paz? ¿Qué estoy aquí por que quiero? - gruñí - No te equivoques ¡maldita sea! - gruñí de nuevo pero esta vez enseñándole los colmillos.

Me acerqué hasta rodearla con mis brazos y no precisamente de una manera suave y delicada. Yo no era suave y delicado nunca. En ese momento sentía un cabreo y una rabia increíble, aquello iba a ser divertido. - Te odio.. - susurré a penas en un deje de voz mientras mi rostro iba descendiendo hasta el suyo - Eres mía y te odio - una vez más le enseñé los colmillos pero antes de que pudiera hacer o decirme nada besé sus labios. Si es que a eso se le pudo llamar besar. No. Me los comí. Devoré esa parte por completo. La besé como no la había besado desde que nos conocíamos y como no besaba a alguien desde hacía..mucho tiempo. Todas mis emociones se vieron reflejadas. Rabia. Confusión. Deseo. Tranquilidad. Posesividad. Odio. Y muchas otras más que ni siquiera podrían describirse con palabras.

La odiaba por eso y la seguiría odiando por hacerme sentir así. Por hacerme sentir tan asquerosamente vulnerable ante una simple mujer. Por haberme vuelto loco y haberme echo sentir que jugaba conmigo. No. Yo era el rey y ella mi marioneta. Aquí yo era el que jugaba ¿Entonces por qué sentía que me estaba dominando? No podía permitirlo, tenía que combatirla y sin embargo no era capaz de separarme. No de sus labios.