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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Carmmine Von Misson Dom Jun 26, 2011 12:46 am

Recuerdo del primer mensaje :

Ya no quería seguir contando los días que habían pasado desde que lo había visto por primera y última vez, se pasaba las noches caminando descalza por su habitación repasando cada una de las cosas que pasaron aquel día en la posada, cada una de sus expresiones, cada una de sus palabras, cada roce. Se maldecía a si misma por no haber tenido el valor de preguntarle donde podría encontrarlo de nuevo, y aunque quizás a él no le interesara volver a verla, a ella sí. Quería verlo de nuevo, aunque fuese una única y última vez, quería agradecerle por todo ¿Solo eso? Si fuera así no valdrían la pena todos esos dolores de cabeza que se ganó tratando de buscar una forma de dar con él.

Había perdido la cuenta de todas las ocasiones en que había vuelto a aquella azotea en la que cruzaron miradas por primera vez, cuantas veces había vuelto a aquella posada a preguntar si había vuelto. La frustración comenzaba a llamar a la resignación. Definitivamente no quería solamente agradecerle.

Llegó un día en que la obsesión terminó por ganarle, comenzó a destrozar su habitación, furiosa con ella misma hasta que cayó rendida sobre el escritorio y se dio cuenta que tenía las manos salpicadas de tinta… ¡Una carta! Se maldijo nuevamente por no haberlo pensado antes, ya buscaría el modo de hacérsela llegar, quería desahogarse, quería pedirle la posibilidad de poder verse de nuevo. Pero sabía que necesitaría usar algo para llamar atención, algo que le interesara lo suficiente como para no poder rechazar aquella invitación. Solo podía pensar en una cosa.

No sé si vas a llegar a leer esto, pero me importa. Quiero verte de nuevo. Quiero agradecerte por haberme rescatado de mi misma, ya no tengo en mi cabeza la ridícula idea de suicidarme. Necesito agradecerte, darte algo que seguramente no será más que un pequeño presente para ti, pero que en el fondo, para mí es importante. Espero que te imagines a que me refiero. Pero hay una condición, solo una, tienes que tener una cita conmigo antes. Si sé que suena infantil pero ¿Qué tienes que perder? ¿Tiempo? Ambos sabemos que eso nos sobra. Estaré el veintinueve de este mes en el lago, una hora después de la puesta del sol.
Te espero
CVM

Se sorprendió de la brevedad de la carta, podría haberle escrito páginas y páginas, pero no hacía falta más que aquellas líneas. Ahora el problema era como se la haría llegar. Ya había visitado muchas veces el lugar en que se conocieron, pero en la posada no lo habían vuelto a ver y la azotea del edificio contiguo a la catedral no había sido pisado por ser alguno después de ellos, debido a su complicado acceso. Solo ellos… Ya no sabía que estaba haciendo, se movía por instinto, cogió un pequeño joyero y lo vació sobre el escritorio, tenía el aroma natural de Carmmine, las rosas, eso no importaba tanto, pero si el modo en que lo usaría.

Esa noche corrió hacia aquella azotea, y dejó el pequeño joyero de madera roja con la carta en su interior, en el lugar exacto donde Victorio la recogió a ella. Si ella había vuelto ahí ¿Por qué él no? Siempre estaba la pequeña posibilidad, que era la que le daba esperanzas a Carmmine. Ahora solo era cosa de esperar a que llegara el día.

~~


Ahí estaba ella, en el día de su cumpleaños, veintinueve de junio, el sol apenas se había escondido hace un rato. No era la misma Carmmine que Victorio había conocido tiempo atrás, ahora podía disfrutar hasta de las cosas más pequeñas, esta vez tenía ganas de vivir sin tabú alguno, se lo haría saber… Sí es que venía. Le aterraba aquella posibilidad, pero prefería no pensar en ello. Estaba sentada en el césped, con las manos apoyadas, la espalda un poco inclinada hacia atrás y un merlot con dos copas esperando a su lado.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Dom Ago 21, 2011 11:38 am

Ni ella misma sabía lo que pasaba en su cabeza en los instantes en que lo veía ahí tirado, abriendo los ojos luego de ese pequeño baño en licor. Bien podría ser rabia o algo similar, pero era peligroso que se dejara llevar por esa emoción, fuera la que fuera, así no era ella, no era la Carmmine de siempre y si quería salir bien parada de esto debía mantener la cordura. Cinco. Lo vio levantarse, quizás movido por el mismo sentimiento que la llevó a cometer esa estupidez que acabó con un excelente vino desperdiciado. No se amedrentó ni retrocedió un solo paso cuando ya estuvo de pie, a pesar de la diferencia de altura que antes la había hecho sentirse algo inferior, el siguiente en mostrar la más mínima debilidad acabaría perdiendo.

Dos pasos. Cuatro. No recordó que estaba desnuda sino hasta lo vio observarla de aquella manera, pero no iba a cubrirse, ella estaba en ese lugar primero y ese… sujeto debió haberse ido luego de vociferarle en la cara que no quería volver a verla ¿Entonces para qué rayos se quedó? Sería muy divertido para él seguir torturándola y humillarla para hundirla aún más, pero ya no le iba a hacer las cosas tan fáciles, así que siguió mirándolo a los ojos, con la misma ira con que la miraba a ella. Al parecer no eran tan diferentes como trataban de demostrar, aunque ninguno lo quisiera aceptar siquiera. Tres. Más gruñidos y palabras contra las trataba de formar una muralla a su alrededor, no dejar que la afectara, supuso que la mejor defensa en ese caso sería atacarlo de la misma forma, aunque jamás en su vida le hubiese gritado así a una persona siempre había una primera vez. Tenía la respuesta perfecta.

“Pensé que hacías lo que se te daba la gana, pero veo que no eres capaz ni siquiera de controlarte a ti mismo” le dijo mentalmente, esperando que tuviese un mejor efecto, para hacerle pensar que lo subestimaba, aunque claramente no lo hacía porque sería peligroso. Casi parecía una guerra. Y la respuesta a aquella provocación llegó sola. Dos. La atrapó en sus brazos con fuerza e inusitada rudeza, y esas dos palabras bastaron para sacarla de concentración por completo, sus ojos se abrieron por completo con sus iris tiritando en el lugar. ¿Odiar? Podría fastidiarlo, y lo hacía, podría no caerle bien ¿Pero odiarla? Para odiarla tendría que importarle lo suficiente, y ella lo sabía, no por literatura, no por consejos, lo sabía porque ella misma se había envenenado odiando a su padre. La desconcertó, debió haber pensado que era solo una estrategia para hacerle bajar la guardia, pero en su cabeza seguían retumbando aquellas dos crueles palabras.

¿Suya? ¿Qué dem…? Uno. Un beso tan intenso que hasta pudo sentir el palpitar de la sangre que avanzaba por sus labios. Lo correspondió, con la misma fiereza con que él la tomó, saboreando las notas tanto de su saliva como del vino que aún quedaban en su piel. Llevó las manos hasta su pecho, aferrándose a la camisa manchada, no queriendo que sus labios y sus cuerpos se separaran, pero cuando sintió que uno de sus colmillos le hacía daño en el labio, sacando un leve sabor a su sangre, despertó de golpe. Abrió los ojos pero no separó sus labios de él, iba a demostrarle que no era el único con colmillos.

Así que aprovechándose de ellos y del intenso beso, le mordió el labio inferior con fuerza para luego usar los brazos para alejarse de él en la medida de lo posible, rasgando parte de su labio y haciendo que los suyos se mancharan con su sangre. No iba a mentir, le agradaba su sabor, era la única sangre de inmortal que había probado en su vida y le gustaba, pero tenía un mejor uso para esa mezcla. La sangre de ella, la sangre de él, la saliva de ella y la saliva de él. Hizo acopio de la estúpida valentía le tenía y se la escupió en el rostro, mirándolo con la misma rabia de antes. Quería forcejar o incluso golpearlo para que la soltara, pero era tarde, con aquel beso la sangre comenzó a bullir con fuerza en su interior.

Volvió a aferrarse de su camisa, asegurándose de enterrarle las uñas en el pecho deliberadamente, y acercarlo a ella con la ayuda de aquella pegajosa prenda. Lo miró a los ojos unos instantes, pudo ver el reflejo destellante de los suyos por un momento, antes de rendirse.

- También… te odio – dijo besándolo con la misma intensidad, tomando esos labios algo ensangrentados a la fuerza, tratando de arrebatarle todos los vestigios de su sangre que estuviesen adornándolos. Fue un beso algo más breve, pero no por ello menos intenso – Te odio… te odio… te odio – seguía susurrándole una y otra vez mientras desviaba sus labios a la mejilla en la que le había escupido – De verdad, te odio – dijo por última vez.

Lamió su mejilla, quitando todo vestigio de lo que había hecho, pero no era una disculpa, era solo que se estaba dejando llevar por lo que su cuerpo le pedía, mismo motivo por el que se aferró por completo a él, prácticamente frotando su cuerpo con el suyo. Pero iba a pasar por una increíble crisis de identidad si no se separaba de él, odiaba ser tan dependiente e influenciable, sobre todo porque no podía elegir de quien. Quitó la mano de su camisa y lo miró a los ojos por un instante, para luego esconder su rostro en el pecho de Victorio respirando su aroma para no volver a olvidarlo jamás.

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Mensaje por Victorio Lambert Lun Ago 22, 2011 10:36 am

El beso fue intenso, muy intenso. Más de lo que realmente me hubiese podido imaginar. ¿Por qué? En ese momento destilaba un sentimiento extraño por todos los poros de mi cuerpo. Un sentimiento que mezclaba rabia, furia y deseo por ella. Deseo que encadenaba la rabia y la furia por hacerme sentir de esa manera ¿Desde cuando ella decidía sobre mí? No. Era yo quien tomaba el control. Era yo el deseado. Siempre yo y nunca ellas. Ellas simplemente lo justo como quien desea algo que siempre tiene. Un deseo natural por un cuerpo excitante. Eso era lo que tenía que sentir por ella y si, lo sentía, pero de alguna manera no era lo mismo. Y solo de pensar eso ya me enfurecía conmigo mismo. Tenía que quitármelo de la cabeza. ¡Qué estupidez! La estaba besando, era imposible que me la quitara de la cabeza. No en ese momento.

Un dolor punzante en el labio me "devolvió" a la realidad. Me había mordido. ¡Qué fiera! Eso era, me había rasgado con uno de sus colmillos, lo que me hizo recordar que también era un vampiro como yo mismo. ¿Cuánto haría desde la última vez? ¿Sería por eso? Era distinta a los humanos. Ella y yo. Ambos aparentabamos ser cosas que no podían distar más de la realidad, nos mezclamos con la especie a la que somos semblantes pero escondiendo el secreto. Y en momentos como esos es cuando uno se da cuenta de lo diferente que pueden resultar las cosas. Lo iguales que parecen y en el fondo lo diferentes que son. Una mujer humana nunca habría conseguido rasgarme el labio. Nunca. Porque no tenía la suficiente fuerza. No podía tratarla igual. ¿Eso sería bueno o malo?.

Cuando el beso se terminó entorné los ojos para volver a cerrarlos al separarse de mi. Unos milimetros pero suficientes para no notar que sus pechos estaban pegados al mío. Y, desde luego, el escupitajo me tomó por sorpresa. Entonces fue cuando los abrí y la miré directamente. ¡Era un libro abierto! Todas sus emociones podía verlas reflejadas en esa cara. Las mismas emociones que tenía yo. Primero se alejaba y me escupía. Después se acercaba de nuevo y limpiaba el escupitajo con sus propios labios. Me dijo que me odiaba y acto seguido me besó. Una tras otra el deseo y la rabia se iban juntando en demostraciones opuestas Demostraciones como la que yo mismo había representado instantes antes. "Eres mía y te odio" ¡Dios! Todavía resuenan esas palabras en mi cabeza. ¿Mía? ¿Desde cuándo algo era mío? Mi casa, mis libros, mi ropa. Pero no mi mujer. Mi mujer..yo no tenía ni tendría mujer.

Antes de que continuara diciendo estupideces volví a besar sus labios, acallandola y agarrandola por una de sus muñecas. Tiré de ella hacia abajo al mismo tiempo que me arrodillaba, siguiendo mis pasos. ¿Qué estoy haciendo? Tengo que separarme y marcharme. Ella tampoco quiere esto. Me decía una y otra vez a mi mismo mientras devoraba sus labios a cada segundo que pasaba más cerca de ella. Más y más cerca.

No tardé en tenerla recostada debajo de mi cuerpo, solo era cuestión de un movimiento rápido. Y lo más extraño de todo es que ni siquiera inmovilicé su cuerpo por si quería escapar, de alguna manera sabía que no lo haría. Y si lo hacía era porque todo eso era definitivamente un error y no debía pasar. Si yo me equivocaba solo estaría haciendo el imbécil, volvería a mi casa, me echaría un rato y luego saldría de caza. Continuaría mi vida normal. Aquello no era más que un polvo como otro cualquiera. Un polvo que había empezado de una manera poco menos que extraña pero no significaba. No significa nada, no te tortures más.

De sus labios pasé a su cuello y tentadoramente mis colmillos salieron aunque no para el fin de extraerle sangre. No era sed de sangre lo que tenía en ese momento precisamente. - Ódiame - susurré contra su oído en una orden. - Ódiame más - Ser el que dominaba en esa situación era instintivo y aunque no quisiera saldría tarde o temprano. Y quería. Así que apareció más temprano que tarde. Sus piernas se abrieron [las abrí] para mi y yo encajé perfectamente con su cuerpo. Sabía que iba a disfrutar mucho y que ella aunque ya podía escuchar sus "No" también iba a disfrutarlo. ¡Ah! Debía recordar que era virgen o, por lo menos, según ella me había dicho. Tendría que comprobarlo.

Bajé con mis labios por todo su cuerpo. Cuello, pechos, vientre, nalgas. Y finalmente arrodillé mi cuerpo frente. Mi rostro se inclinó hasta llegar a la feminidad de la vampiresa y, como poco, lo primero que hice fue olerla. Aparté el bello que la cubría con mi nariz, impregnandome así por completo de su olor, un olor que había tenido metido en la cabeza. Una vez que sea tuya ya se te pasará, vamos. Acaricié los labios vaginales con mis labios de manera suave, tortuosa y totalmente a propósito queriendo escucharla gemir. Gritar por mí. Y antes de que pudiera hacer cualquier movimiento mi lengua se aventuró a introducirse en la vagina. Saliendo, entrando, formando círculos.

Eso nada más era el principio. La noche acababa de empezar para ambos y ella caería rendida ante mi porque aunque su mente le dijera que no, su cuerpo era mucho más sincero.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Lun Ago 29, 2011 4:39 am

No sabía que estaba haciendo, era como si aquella barrera que ponía siempre entre ella y el resto de las personas hubiese sido destrozada en mil pedazos, haciéndola perder por completo la compostura ¿Qué tenía Victorio de especial como para provocar todo ese cúmulo de emociones en ella? Apenas sabía su nombre, y atisbos de su personalidad que había logrado captar en solo los dos encuentros que habían tenido, cada uno más desconcertante que el anterior ¿Cómo sería si se volvieran a ver? No sacaba nada con preguntarse cómo las cosas habían llegado hasta este punto, era momento de dejar que su sentido de la lógica se apagara para poder darle paso a aquel instinto que se había visto restringido durante toda su vida, para que tomase el control total de su cuerpo.

De nuevo un beso la sacó de ese jadeante instante de tranquilidad que había buscado en su pecho, pero ya todo estaba decidido, era cosa de dejarse llevar. Así que dócilmente se dejó mover hasta que sin darse cuenta acabó bajo él, aun empapada por el agua del lago que se mezcló en su pecho con el vino que se había desperdiciado, haciendo que sus sentidos comenzaran a llenarse de sensaciones por lo demás extrañas para ella.

Sentir sus labios en el cuello la hizo estremecerse, pero no era miedo sino que algo muy diferente, deseaba que la mordiera, que saciara todo lo que deseara, y esta vez no iba a negarse a nada, después de todo lo había prometido, así que ningún “no” saldría de sus labios esta noche, a menos que el placer la llevara a decir palabras sin sentido. Entreabrió un poco los labios cuando sintió que le habría las piernas, de nuevo con esa sensación de que su cuerpo había sido creado para encajar con el de él, aunque no fuese más que una mera autosugestión.

Dejó su cabeza caer hacia atrás cuando sintió que bajaba los besos, sintiendo la fría brisa acariciar su cuerpo cuando se separó de ella por unos instantes, sin poder adivinar lo que iba a hacerle. Y sí, era realmente ingenua en lo que tenía que ver con el sexo, pero no porque no supiese, sino porque esas cosas le parecían algo… extrañas. Conocía de oídas las cosas que las cortesanas hacían y se dejaban hacer, no entiendo cómo podían encontrar placer en actos tan poco naturales. Pero eso iba a aprenderlo ahora, cuando sintió sus labios y su lengua en aquel intimo lugar.

Se avergonzó tanto que tuvo que voltear el rostro para no mirarlo, mientras se aferraba al césped que se rompía entre sus manos. Trataba de concentrarse en lo físico, en la sensación que le producía el sentir aquella leve aspereza de su lengua buscando entrar en ella, en cualquier cosa excepto pensar. Porque si lo hacía ¿Qué vería? ¿Qué era un maldito error? ¿Qué era algo asqueroso? Entonces querría escaparse, a pesar de haber prometido que no se negaría a nada de lo que él quisiese.

Levantó una de sus manos, dejando caer pequeñas hojitas del césped, y la llevó hasta la nuca de él para acariciarlo, era lo único que podía y sabía hacer en un momento como ese. La deslizó luego hasta su mejilla para hacerle levantar el rostro, sin importarle que la viese avergonzada y jadeando, necesitaba ver sus a veces fríos ojos azules antes de seguir…

Su corazón latió más rápido, como si sus ojos siguieran intimidándola aun en aquella posición, tragó algo de saliva y cogió su mentón con firmeza para hacer que detuviera, le acarició los labios con el pulgar, encontrándose con la mezcla de su saliva y otro fluido que solo podría haber salido de ella. No sabía si buscaba sentirse más cómoda o algo, pero se sentía impotente de no poder hacer nada más que jadear y recibir aquellas caricias. Así que como pudo lo atrajo de nuevo hacia ella, para que sus cuerpos quedaran relativamente a la misma altura, y lo miró a los ojos unos instantes más antes de buscar el primer botón de su camisa, pero el hecho de que estuviese empapada en vino le dificultó mucho el trabajo con los dos primeros, hasta que en el siguiente se desesperó y tiró de la tela haciendo que los botones restantes cayeran sobre su abdomen.

- Lo lamento… - dijo refiriéndose a la camisa, que ahora si no valía la pena recuperar, pero no esperó una respuesta porque creyó que iba a ser reprendida, así que tomó sus labios para acallarlo.

Deslizó las manos por su pecho, hasta posarlas sobre sus hombros para quitarle la camisa, dejando a relucir un torso bien marcado con una piel suave, y no pudo evitar sorprenderse, aunque realmente no tenía una idea clara de lo que debía ser un cuerpo atractivo, y él era su primera referencia, el primer hombre que veía desnudo en toda su vida.

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Mensaje por Victorio Lambert Jue Sep 01, 2011 1:22 pm

El cuerpo de Carmmine vibró bajo mi lengua en el mismo instante que la toqué, de echo, ya había vibrado en ese beso tan ardiente que compartimos instantes atrás ¡Éramos puro fuego! Fuego de hielo porque nuestra piel era precisamente eso, hielo. Estaba completamente fría y solo en momentos de mucha excitación podía llegar a calentarse un mínimo. Pero solo eso, un mínimo. ¿Podía extrañar realmente algo de cuando era humano? El calor, tal vez, eso era lo único. Nunca había sido un abonado al sol, no lo necesitaba para vivir ni muerto ni vivo pero ya dicen que siempre quieres todo aquello que no puedes tener. En mi caso, no era precisamente que quisiera el sol pero anhelaba ponerme frente a él sin que mi piel se quebrara, porque ahora era así como funcionaba ¡Solo con un rocecillo! Uno solo bastaba para quemarme, de ahí que fuese nuestro punto débil y, probablemente, lo único que sabían de nosotros los humanos. Estacas y demás chorradas eran todo mentira, absurdas leyendas sobre las criaturas oscuras que chupaban las sangre a humanos. Nada más que el sol resultaba ser verdad.

Mi rostro no se apartó del lugar y, aunque mi mente se alejaba por momentos, mi persona estaba allí siempre presente. Mi subconsciente, concretamente, no apartaba las sensaciones de la vampiresa que se retorcía. Arrancaba hojas, gemía y todo de placer ¡De placer! Sí, porque aquello no era de rabia o de sufrimiento. Yo sabía lo que era el sufrimiento, sabía lo que era sufrir en el acto..no en carne propia pero si en otros y, por lo tanto, sabía reconocerlo a la perfección. Aún cuando me hubiese rechazado con palabras en el hostal, solo fueron eso; puras palabras. Su cuerpo me continuaba deseando tanto como la primera vez. En ese encuentro me aseguraría de satisfacer mis ganas. De satisfacer esa especie de deseo que recorría todo mi ser y que había sentido durante esos días desde el primer encuentro. Estuve tan fastidiado que ni ganas de follar me venían, solo salía a cazar, a chupar sangre para sobrevivir pero no tomaba a las mujeres a las que daba caza. Ni tampoco había ido al burdel ¡Aunque ahí estuve a punto! Pero no, no podía irme sin probarla. Mi cuerpo ardía por ella en ese momento y, me gustara o no, lo tenía que reconocer.

Mordí uno de sus labios vaginales antes de que con su mano en mi cabeza me arrastrara hacia arriba, dándole así la "guinda" a ese trabajito que acababa de hacer. Humedecerla [más aún] con mi propia saliva al mismo tiempo que conseguía sacar más fluidos de ella con mi lengua. Algunos de esos fluidos me los tragué, saboreándolos ¿Asqueroso? Algunos decían eso e incluso algunas mujeres con las que me había acostado y que habían tenido el privilegio de que les hiciese eso me lo habían dicho a la cara que les resultaba asqueroso. Por esa razón aprendí que era un acto que les gustaba mucho y al mismo tiempo avergonzaba pero, desde luego, lo que no permitiría era que me avergonzaran a mi por mis gustos. Porque si, a mi no me parecía asqueroso. Después de todo era bien cierto que, cuando quería, podía resultar todo un animal.

Y como buen animal devoré su boca antes de que ella me diera tiempo a contestarle a ese "Lo lamento". Al principio pensé que lo decía por todo lo ocurrido, cosa que realmente no entendía, pero después me di cuenta de que me había echo estallar mis botones. Y así como ellos estallaron yo estallé en carcajadas sobre sus labios. Carcajadas que se fueron acallando en los pequeños besos que le di; besos cada vez más lentos y que saborearon los ajenos. En parte me sorprendió que me besara después de haber echo eso ¿No le resultaba asqueroso entonces? No pensaba preguntarlo tampoco. No quería saberlo. - Tengo muchas como esta pero ninguna como tú - susurré refiriéndome con lo primero a la camisa y con lo segundo a ella. Y para hacerselo saber me alcé ligeramente y le di un repaso de arriba a abajo con la vista. Me relamí los labios, cual animal que ha atrapado a su presa. - Ninguna.. - repetí para mi mismo en voz alta y sin dejar de mirarla todavía.

Una fugaz idea pasó por mi mente, tras la cual sonreí. Incliné de nuevo mi cuerpo y con ambas manos rasgué su escote hasta que sus pechos estuvieron al aire; libres. Me acerqué hasta su oído para susurrar - Estamos en paz..¿Qué será lo próximo que me hagas? - hubiese reído de no ser porque estaba ocupado mordiéndole el lóbulo. No tardé en llegar hasta sus pechos dejando un camino de besos por su piel. Mis manos ya habían empezado la faena de atrapar ambos y de masajearlos, sin embargo, una de ellas fue sustituida por mi boca. Y esa misma mano acabó en su "bosque prohibido" ya profanado anteriormente con mi lengua, ahora profanado con un dedo. El mismo dedo que le había metido días atrás y que ahora volvía a estar en su interior. Le hubiese preguntado..pero claro, si estaba encargándome de su pezón con mis dientes, no podía estar hablando. Primero una cosa y después ya iría la otra.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Vie Sep 30, 2011 9:53 pm

Latidos, cada uno más fuerte y rápido que el anterior, como si se pudiese desbocarse en cualquier momento. Era tal vez culpa de esos labios que devoraban los suyos de forma tan intensa y de esos fríos ojos que ahora estaban llenos de un brillo especial, casi aterrador, pero que al mismo la provocaba y la incitaba a tratar de averiguar que otras expresiones podían adornar, si alguna vez podría sonreír sinceramente sin que fuese de modo malicioso… No era más que un sueño iluso, tenía que sacar de su cabeza aquella idea y ser realista, porque cuando el fuego se apagara sabía que tendría que volver sola a casa.

No era un panorama alentador, mucho menos para una primera vez, pero ¿Qué esperaba? ¿Qué luego la llevara a casa y siguieran jugando a ser novios? No, él no se caracterizaba por ser condescendiente, mucho menos con ella, pero tal vez había algún pequeño atisbo de esperanza en el hecho de que también era una persona impredecible. Y era eso lo que a Carmmine le causaba más miedo, un momento podía estar indiferente y tranquilo y al siguiente podría llegar a matarla, pero era ese mismo sentimiento de incertidumbre lo que le provocaba cierto éxtasis, porque luego de haber tenido una vida, y no vida, llena de límites y barreras autoimpuestas, de contenerse y de no explorar otras facetas que prácticamente no sabía que tenía, Victorio había sido como un tornado que comenzaba a revolverle la vida, sacándola de su rutina, y al mismo tiempo enseñándole aquellas cosas que no podía aprender por más lecciones de su maestro, o por más libros que leyese.

No le daba tiempo a pensar, solo a actuar, y la verdad no le importaba que aquello no fuese lo correcto, al menos luego no iba a arrepentirse… Se percató de la suavidad que tenía la piel de su torso desnudo, y como cada roce le sacaba suspiros, pero toda esa concentración se fue en el instante en que lo escuchó reír, separándose de ella con pequeños besos.

Cuando lo escuchó hablar abrió los ojos un poco más de lo normal, ya que no dejaba de sorprenderse de que la tratara como si fuese de su propiedad, además de esa mirada penetrante que le dedicaba, como si buscara aún más allá de la poca ropa que llevaba, que en ese momento consistía en un corsé y… nada. Solo el sonido de la tela del corsé rasgándose, y dejando descubiertos sus pechos, haciendo que instintivamente tratara de cubrírselos, pero sus palabras nuevamente la detuvieron.

Cerró los ojos tratando de buscar una respuesta, pero de pronto ese fantasma de que lo que hacía era un error comenzó a hostigarla de nuevo, pero aquellas caricias en sus pechos la perturbaban hasta el punto de no dejarla pensar con claridad. Hasta que tomó consciencia de que comenzaba a jadear y de que sus pezones comenzaban a endurecerse… Uno entre sus manos y el otro entre sus labios. Contuvo los gemidos lo más que pudo, pero cuando sintió aquel dedo buscando su interior sin preámbulo ni aviso alguno, soltó el gemido más fuerte de los que iban esta noche.

Aquello la hizo arquear la espalda, casi separándola del césped, y con ello, haciendo que su pecho completo se pegara el rostro de Victorio sin querer, hasta que se dejó caer pegando de nuevo la espalda en el césped, y escapándosele un fuerte suspiro. Lo único que atinó a hacer fue a acurrucarlo en su pecho.

No sabía de donde había salido esa ternura que sentía en ese momento, ya que no tenía nada que ver con lo que estaban haciendo. Puso una mano en su nuca y la otra en su espalda desnuda, acariciándolo con suavidad, buscando motivos cuando no era necesario…

- No dejes que me arrepienta de esto…- dijo sin pensar, refiriéndose a aquello que había dejado de ser un trato, un mero juego, al menos para ella.

Llevó la mano de su nuca hasta su cuello, de nuevo tratando de atraer su rostro frente al de ella. Quería besarlo… que hiciera lo que quisiera con su cuerpo que comenzaba a dar los primeros indicios de excitación en su sexo, pero que al menos le dejara tomar sus labios otra vez.

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Fallen Innocence [+18] [Victorio Lambert] - Página 2 Empty Re: Fallen Innocence [+18] [Victorio Lambert]

Mensaje por Victorio Lambert Sáb Oct 08, 2011 6:08 pm

Tenía el cuerpo de la mujer completamente a mi merced y lo sabía perfectamente. Se retorcía de placer por cada caricia. Por cada mordisco. Por cada lamida. Y no era la única a la que le entraban escalofríos; no. Porque mi miembro yacía completamente erecto bajo la fina tela de los holgados pantalones que llevaba puestos -y todavía no me había quitado.- Pantalones que no tardarían nada en estar fuera como siguiera por ese camino. ¡Ah! Era un completo placer verla arquearse a medida que mi único dedo en su interior se movía ¿Cómo podía resultar tan extremadamente sensible? Definitivamente no estaba para nada acostumbrado a ese tipo de hembras. A mi me iba el sexo rudo. Bastante rudo. Un sexo en el que hacía falta mucho más que una caricia en la vagina si quería que mi compañera disfrutara -y la mayoría de veces solo me importaba mi propia satisfacción.- En ese momento en concreto, quería que disfrutara. Definitivamente. ¿Qué otra razón podía tener para el echo de que estuviese siendo tan suave? ¿Desde cuando me preocupaba por el otro? Nunca..que yo recordase. Yo era el único importante. El único verdaderamente importante ¿Por qué iba a preocuparme de la satisfacción de la hembra? O del compañero que tuviese, no era mi problema si disfrutaba o no, ya se lo buscaría solo..Sin embargo, esa vez no podía aplicar esa frase. Porque no esperaba que ella buscara su propia satisfacción. Ella no iba a buscar su propia satisfacción; eso era cosa mía. Completamente mía. Tan frágil e inocente..¡Por Dios! Ni siquiera se había tocado ella misma. Podía olerlo. La excitación y la sorpresa ante las sensaciones que sentía por su propio cuerpo. Por su vagina que estaba cada vez más húmeda.

"No dejes que me arrepienta de esto" Por un momento me sentí virginal ante esa frase. La había escuchado bastantes veces pero nunca en un tono tan suave. Tan suplicante como el de esa hembra. Realmente deseaba con todas sus fuerzas disfrutar de ese fugaz encuentro. Fui consciente de que podría hacerle mucho, mucho daño en caso de ser tan brusco como solía serlo con las demás mujeres ¿Cómo reaccionaría? Horrorizada seguro. Y, lo más importante, ¿Llegado el momento yo sabría controlarme? Una sensación extraña cruzó por mi pecho; todo había pasado tan rápido que a penas me había dado tiempo a reflexionar sobre lo que estaba apunto de hacer. Estaba a punto de arrebatar su virginidad a una virginal vampiresa de más de cinco décadas ¿Cuándo se encontraba uno con algo así? ¿Qué podría significar para mi? Bien sabía que las relaciones serias no eran lo mío ¿A caso eso no estaba siendo un compromiso? Posiblemente el primer compromiso que haría en toda mi vida, un compromiso que no necesitaba de palabras algunas. Con penetrarla ya se crearía un vínculo entre ambos. Podía notarlo. Podía sentirlo. Y aún así eso no hizo que la deseara menos. Mis labios se movían con frenesí por sus pezones y por cada segundo que pasaba mi dedo aumentaba de velocidad; penetrándola como si de mi miembro se tratara. Mis caderas, de vez en cuando, se movían inconscientemente lo que me confirmaba lo mucho que deseaba hacerla mía. "Si lo hago la podré olvidar" ese había sido el pensamiento con el que había ido aquella noche y, sin embargo, ahora sentía que si culminaba nunca podría sacármela de la cabeza. No sabía que pasaría después, ni qué seriamos el uno para el otro pero independientemente de todo sabía que nunca la olvidaría.

En cuanto sentí que había cumplido mi misión para endurecer sus pezones no me hice más de rogar y acaparé sus labios, con el mismo deseo que ella había demostrado. Porque ella los había reclamado primero al intentar mover mi cuerpo hacía arriba. Me daba cuenta de todo, de absolutamente todo en lo que concernía a ella. En ese momento solo existían nuestros cuerpos. La hierba. El sonido del lago. Pero nada más. Ni la calle ni el echo de que alguien pudiera estar viéndonos; no es que me importara demasiado pero si de algo estaba seguro es que a tales horas de la madrugada no había gente por las calles. Posiblemente las pocas que hubiesen serían de nuestra propia raza. Y allí estábamos. Medio desnudos -por mi parte únicamente.- besándonos de manera completamente apasionada y dispuestos a entregarnos bajo esa luna que brillaba como un diamante. Un beso en el que intentaba mezclar mi furia con la poca delicadeza que tenía; delicadeza que sin duda estaba demostrando en ese momento ¿Qué estaba esperando exactamente? Tenía que decir algo. Mis pensamientos estaban tan revueltos. Tan confundidos. Era un mar de confusión y, teniendo en cuenta lo simple que resultaban para mi las relaciones sexuales, eso era verdaderamente extraño.


Cuando nuestros labios se separaron solté un pequeño suspiro, inaudible, más bien interno. Retiré mi dedo de su interior. Me dediqué a juguetear con el cuerpo ajeno mediante el mío. Mi pecho contra sus senos. Mi entrepierna -todavía cubierta por el pantalón.- acariciando la feminidad húmeda de ella. Y mis labios rozándose contra los contrarios. Todo era puro placer.- Oye..yo.. - ¿Qué era lo que intentaba decirle exactamente? "Practico sexo rudo, espero que no te importe" Sí, claro. - Relájate ¿Vale? Prometo no hacerte daño.. - definitivamente para una situación como aquella era pésimo y recordé el porque, me sentía completamente estúpido cuando no sacaba mi actitud agresiva. Siempre, siempre siendo agresivo ¿A caso necesitaba demostrar algo? - ¿Confiarás en mi para esto? - abrí los ojos cuando acabé con la pregunta y mis orbes azules se posaron en los suyos de, prácticamente, el mismo color. Parte de la luz se filtraba por entre mi rostro; llegando a iluminarlos. Por unos segundos me perdí en ellos mientras me preguntaba qué era lo que pretendía con esa estúpida pregunta ¡Acabábamos de conocernos! Por Dios ¿Cómo iba a confiar en mi? Era de locos..Aunque ¿A caso todo aquello no era ya de locos? ¡Qué importaba! Y, en cualquier caso, mi cadera no dejaba de moverse. Mi sexo erecto se rozaba contra el suyo húmedo y estaba seguro de que aun con la ropa de por medio podía sentirlo. Eso no era una presión, ni una advertencia, ni muchos menos una amenaza. Era una promesa de que cumpliría con mi palabra.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Jue Oct 13, 2011 3:18 pm

¿Cuántos minutos llevaba sin sentir sus labios? Pese al placer que le producían todas las atenciones que le daba a su cuerpo, la sensación de no poder atrapar sus labios le dejaba un sentimiento de vacío, por eso cuando por fin él tomó el resto de la iniciativa al besarla, volvió a sentir un pequeño sentimiento de plenitud. Como si se pudiera quedar así con él hasta que el amanecer comenzara a amenazarlos, pero al mismo tiempo, sabía que aquello no pasaría, su cuerpo no la dejaría huir esta vez, ya que esa latente humedad en su sexo la delataba.

Le correspondió el beso, saboreando sus labios con la misma intensidad, mientras despojaba su cuerpo de toda la tensión que le había provocado aquel dedo que había indagado dentro de ella. No quería separarse de sus labios, mucho menos para algo tan banal como respirar, pero él lo hizo, dando paso a una sensación aún más extraña en su cuerpo por culpa del roce de ambos, pequeños escalofríos la hacían estremecerse en cada lugar en que su piel hacía contacto con la de él… “si solo estuviesen desnudos...” pensó de manera fugaz, imaginándose la sensación de un roce completo de sus cuerpos. ¿Desde cuándo pensaba en ello? La verdad es que jamás se había interesado en ese tipo de placeres, y ahora la entusiasmaba el hecho de averiguar lo Victorio podría hacerle llegar a sentir a su cuerpo.

De pronto cayó en cuenta de cómo el miembro de él, al parecer completamente erecto, rozaba su propio sexo, haciéndola jadear por unos instantes debido a lo sensible que sentía aquella parte tan delicada y a aquella tela algo áspera del pantalón. Bajó los brazos por sus hombros, dispuesta a solucionar aquel pequeño inconveniente, hasta que un par de palabras casi sin sentido la hicieron detenerse.

¿Daño? Frunció un poco las cejas ¿Qué daño podría hacerle? Si comenzaba a repasar lo sucedido, incluyendo aquel día en la posada, en ningún momento le había hecho daño alguno ¿A qué se refería? No podía imaginarse nada de eso, así que simplemente asintió para darle un poco de seguridad, y desistiendo por el momento, volvió a llevar una mano a su mejilla para acariciarlo suavemente, con una leve sonrisa, para volver a tomar sus labios unos instantes.

- Confió en ti – susurró cuando se separó un poco de él – Sino, no te habría escogido… o tu a mí, la verdad ya no lo sé, pero creo que no importa

Se encogió de hombros, aun sonriendo, pero a la vez pensando que seguramente él no le creería a un par de palabras, así que se esforzaría en buscar una forma de demostrarle que lo que le decía era cierto. No se había dado cuenta en que instante Victorio había llegado a ser más que un extraño con el que estaba a punto de pasar la noche, aunque no sabía si era bueno o malo, porque no podía olvidarse de que él tenía la posibilidad de dejarla en cuanto quisiera, cosa que ahora seguramente no podría soportar. Pensando en ello fue que se aferró a él con fuerza, respirando agitada en su cuello, para luego dejarle un par de besos en el lugar.

Deslizó las manos por sus hombros, y luego bajó una por su pecho, suavemente, tratando de llegar al borde del pantalón, y sin esperar algún signo de aprobación siquiera, comenzó a buscar a tientas el botón que liberaría su miembro de aquella prisión de tela. Era prácticamente lo último que los separaba, y cuando lo consiguió desabotonar dudó unos instantes antes de pasar aquella mano por su costado para bajar el pantalón hasta por fin dejar libre su miembro, que dio un par de golpecitos en su sexo, avergonzándola de sobremanera porque jamás había estado tan cerca de un hombre como lo estaba ahora con él.

Suspiró profundamente y cerró los ojos con fuerza, aun con el rostro oculto en su cuello para que no la viese si ponía alguna cara extraña por lo que estaba a punto de hacer, se armó de valor y con suavidad comenzó a acariciar su miembro apenas con las yemas de sus dedos, temiendo que aquello le molestara, debido a que la última vez que lo había hecho estuvo a punto de hacer una estupidez, ahora procuraría hacerlo con suavidad para que él pudiese disfrutarlo.

- Disculpa… creo que no es así… - dijo mientras comenzaba a adquirir un poco más de firmeza en aquel roce, utilizando también la palma de su mano, y más preocupada por hacerlo de la manera correcta de que analizar sus reacciones – La última vez… lo siento… - susurró mientras comenzaba a hacer aquella caricia de forma más intensa al tiempo que también frotaba ligeramente sus pechos en el torso de él.

Sintió una pequeñita gotita caerle en el rostro ¿Acaso llovería? ¡No importaba! Al menos a ella, lo único que deseaba ahora era que Victorio acabase por hacerla suya, aunque lo más probable fuese que aquello no se tratara solo de su cuerpo, pero era algo que por el momento no era capaz de decirle por miedo a que se arrepintiera de todo lo que estaba pasando. Así que guardó silencio y continuó aquella caricia, esperando ver algún gesto que le hiciera saber que lo estaba haciendo bien.

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Mensaje por Victorio Lambert Mar Oct 18, 2011 11:42 am

El destino. Curiosa palabreja que en ese momento se me pasó por la mente. "Sino, no te habría escogido… o tu a mí" eso me hizo pensar en todo lo que nos había llevado a estar allí tendidos. Habíamos pasado de una extraña romántica velada -teniendo en cuenta que yo era un cero a la izquierda para el romanticismo.- a gritarnos de rabia cuando a ella se le cruzaron los cables. Después, más gritos en otro encuentro. Y ¿Cómo fue que acabé besándola y recostándola bajo mi cuerpo? Habían pasado unos minutos de eso pero ni siquiera recordaba. En ese momento mi cabeza solo era capaz de recordar y de tener presente una cosa, lo que iba a hacer. El cuerpo de la mujer que tenía bajo de mi. Cada parte. Cada trozo de piel. Su respiración. Sus labios. Sus ojos. Mucho más los movimientos que, aunque fueran pocos, los tenía completamente presente. Simplemente me era imposible separarme. Por unos segundos me quedé en una especie de "shock" en el que solo era capaz de mirarla con mis entrecerrados ojos. Mis labios estaban contra los suyos, no en un beso, pero si en un roce que podría catalogarse como cariñoso aunque realmente no lo fuera. Era un simple roce entre labios y entre respiraciones. Sabía que no había una única manera de "unirse" -por el falo.- pero, pensar en que por un simple beso te podías unir de esa manera a otra persona definitivamente no iba conmigo ¿Desde cuándo podía ser tan espiritual? Tan cursi como para pensar en eso. Esa mujer cambiaba mi actitud. Cerca suyo había momentos en los que no me reconocía y eso llegaba a asustarme.

Más en ese instante temor no era precisamente lo que estaba sintiendo mi cuerpo. Un ramalazo de excitación recorrió todo mi cuerpo. Desde la planta de los pies hasta la punta de cada cabello que conformaba mi melena. Y todo por un simple gesto de la mujer, un gesto que me dejó poco más que sorprendido pero que al mismo tiempo me sacó de ese trance raro en el que me había quedado. Ahora su mano se cernía sobre mi miembro, el cual, por supuesto, yacía sobre su cuerpo casi tocando uno de los muslos del cuerpo femenino. No agaché la vista para verlo pero lo conocía lo bastante bien como para imaginármelo sin la necesidad de nada más. Del mismo modo que podía sentirlo, pidiendo a gritos entrar por la feminidad de ella. Sin embargo su "yo" tendría que esperar un poco, solo un poco más. Hasta poder sentirla de una manera más profunda. De ninguna manera iba a alejarse ahora que ella había tomado la confianza como para acariciarla y, precisamente, no con malas intenciones. El recordatorio que ella misma había provocado me hizo soltar una pequeña carcajada sobre sus labios. Sí, claro, lo recordaba perfectamente porque no muchas habían intentado arrancármela. Y debía admitir que tuvo el suficiente valor como para amenazarme, desde luego, me dejó sorprendido en el poco tiempo que estuvimos juntos. - Lo cierto es.. - bajé lentamente la cabeza hasta llegar a su oído, casi con un ronroneo porque la mano de ella no dejaba de subir y bajar. Hacía mucho tiempo que una mano tan frágil e inexperta no se ponía sobre mi masculinidad. Ella no era precisamente el tipo de mujer con la que solía tratar. - ..que no esperaba semejante valentía por parte de alguien a quien salvé del suicidio - reí, de nuevo, pero de manera suave. Lo menos que quería en ese momento era ofenderla. No quería que pensara en aquello como una burla, porque llegar a sorprenderme no era nada fácil. - Me gusta esa parte salvaje tuya, aunque, en realidad he visto muy poca - mordí su lóbulo arañándolo con uno de mis colmillos. Salió una gota de sangre que, por supuesto, me llevé con mi lengua. Deliciosa. Tenía un sabor entre dulce y amargo muy extraño, poco habitual entre las hembras vampiresas. Aunque hacía tanto que no me acostaba con una de ellas.

Esperando haberla provocado un poco con mis palabras empecé a mover mis caderas suavemente de atrás hacia delante, acompasándose al movimiento de su mano. Se sentía tan bien que, de vez en cuando, soltaba algún jadeo sobre el oído de la mujer. No solía demostrar mi propio placer tan abiertamente con jadeos o gemidos pero, en esa ocasión ¿Qué importaba? Parecía que con ella contradecía todo lo demás así que decidí dejarme llevar. Simple y llanamente. Tal vez, no sería tan malo, compartir eso no significaría demasiado. Un polvo más. Una mujer más. ¿O no? No podría saberlo hasta que terminarse lo que había empezado. Y, de repente, la lluvia empezó a caer sobre nosotros como si fuera una indirecta del mismísimo Dios. Una indirecta de que nos estaría mirando en ese momento. Pero precisamente eso no es que me importara demasiado ¿Dios? ¿El diablo? Chorradas. Aunque nosotros mismos éramos una prueba de que había algo más allá de los humanos, algo sobrenatural, no había nada en mi interior que me impulsara a tenerle temor a un "ente" superior. A la única persona que podía tenerle temor era a mi mismo. A lo que yo era capaz de hacer. Y en ese momento poco me importaba, estaba controlado, como había pasado los últimos años.

- Voy a hacerlo.. - dije, finalmente, y en un tono de voz más alto teniendo en cuenta la lluvia que cubría nuestros cuerpos. Por suerte, no era un gran diluvio, pero gota a gota se hacía el río y desde luego aquello se me estaba asemejando lo más erótico que mi mente recordaba. Ahora ambos estábamos completamente empapados. Me ayudé de mis manos y de mis fuertes brazos para alzar ligeramente mi cuerpo. Mis rodillas se asentaron en la húmeda hierba y mis ojos se quedaron clavados en los celestes ajenos. No dije nada mientras mi glande se colocaba en la entrada de su vagina pero tampoco hacía falta. Tampoco la penetré, todavía. Esperaba algo, cualquier cosa, que me indicara que a pesar de todo no iba a echarse atrás. Porque le estaba dando esa posibilidad ¿Por qué? Quien sabe. Pero, una vez más, la palabra destino acudió a mi mente. Y si era obra de ese estúpido destino el que me encontrara en esa posición pues como "buen" niño que siempre había sido; lo acataría.
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Mensaje por Carmmine Von Misson Dom Oct 30, 2011 1:19 am

De gotita en gotita el cabello de Victorio comenzaba a indicios de que la pequeña llovizna comenzaba a convertirse en algo más fuerte, aunque no era lo único que iba transformándose durante aquellos instantes. Aquellas gotas se asemejaban a pequeñas luces que parecían iluminar todo su rostro al momento en que comenzó a reír en una carcajada que lejos de ser molesta en cierto modo la reconfortaba, pero que también distaba bastante de aquella suave risa que vino acompañada de sus nuevas palabras. ¿Salvaje? ¿Ella? Pensó fugazmente en ello antes de sentir aquel escalofrío a causa de la mordida en el lóbulo de su oído. Ella jamás era salvaje, jamás se dejaba llevar, ni siquiera supo que existía en ella una faceta así sino hasta que él mismo se la presentó luego de ser el culpable de que surgiera.

Estaba cambiando, ¿Evolucionando? ¿Creciendo? Quien diría que podía lograr todo aquello a manos de un hombre que en principio distaba bastante de ser alguien que se paraba a pensar en razonamientos existencialistas para esos para ser más bien un macho, en el sentido bruto de la palabra, que gruñía para obtener lo que quería. Era todo irreal al tiempo que lo vivía en carne propia. No era de aquellas novelas con el príncipe perfecto que buscaba vencer al dragón para salvar a la princesa, sino que era simplemente la perfecta imperfección que estaba viviendo con él, no obstante en su interior comenzara a gestarse un sentimiento similar al que rebosaban las princesas de los cuentos.

Apenas sintió el vaivén que hacía el cuerpo de él para hacer más intenso el roce en su virilidad ¿Lo estaba haciendo demasiado suave? Despejó esa duda en cuanto escuchó unos jadeos en su oído, eran esquivos, pero estaban, y eran un claro signo de que estaba comenzando a disfrutar de ella como no pudo hacerlo el día en que se conocieron, pero era extraño ¿Se sentía bien… al ver que él lo disfrutaba? No entendía en absoluto a que se debía ese sentimiento de querer complacerlo aún por sobre ella misma, y tal vez era un sentimiento peligroso, porque no podía darse el lujo de entregar más que su cuerpo en un encuentro que podía ser el último, y a una persona con una personalidad tan volátil que en unas horas podía dejar de ver para siempre. Debía resistirse a esas ganas de entregarse por completo, debía… pero ¿Podía?

Tres palabras. Aquellas tres únicas palabras le hicieron responderse a esa pregunta. Simplemente no podía. Estaba siendo tan benevolente que pese a que no lo conocía profundamente, sabía que no era algo común en él, ya que le estaba dando nuevamente una oportunidad para arrepentirse, apartarse, recoger sus ropas y huir a su casa. Por unos instantes se imaginó haciéndolo, negando enérgicamente con la cabeza y apartándose de él con un fuerte empujón. Pero no podía hacerlo. No podía perderse la experiencia de saber hasta donde podían llegar aquellas sensaciones en su cuerpo, y por algún motivo que aún no se podía explicar, tenía la necesidad de que fuera él. Así que mientras él se arrodillaba y alzaba para ponerse en una mejor posición, sonrió, sonrió con una tranquilidad que no había conocido en toda la noche.

Cerró los ojos unos segundos, cuando sintió aquel ínfimo contacto entre sus sexos, aunque lejos de sentirse nerviosa e intranquila, la invadió una profunda paz difícil de explicar en un momento como ese. No pudo más que levantar una mano para quitar unas cuantas traviesas gotitas de lluvia del rostro de Victorio mientras que con una mirada casi suplicante le pedía sin palabras que se acercara a ella, que aunque fuese a tomarla estuviese cerca para hacerla sentir segura frente a esa indefensión que a ratos comenzaba a sentir. ¿Podría él verlo en sus ojos, o en su mente?

Se incorporó ligeramente apoyándose uno de sus codos sobre el césped empapado, y se alzó lo suficiente como para llegar a sus labios de nuevo en un suave beso, el último antes de que él la tomara. Sentía el dulce sabor de sus labios mezclado con el agua que resbalaba por su rostro, pero que no mermaba sus ánimos en absoluto. Era una situación bastante peculiar. Podrían haberse arrepentido, podrían haberse peleado y gritado hasta el cansancio, pero seguían aquí, aunque fuese bajo esa lluvia traviesa que los envolvía por completo, seguían aquí, juntos.

Deslizó la mano por su nuca antes de separarse de sus labios, para que en el momento en que volvió a posar su espalda por completo en el césped, el rostro de ambos estuviese lo suficientemente cerca. No era ni siquiera necesario que asintiera o usara palabras para decirle que estaba lista, era cosa de que él buscara en el brillo de sus ojos una respuesta tácita. Suspiró y aquella mano que estaba en su nuca continuó el recorrido por su hombro hasta volver a posarse en el suelo, a uno de sus costados, dándole tal vez una sensación de dulce resignación. Dejó de esbozar sonrisa alguna y cerró los ojos con suavidad, esperando…

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